Lujuriosa mamá.

roman74

Pajillero
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Marta era una mujer madura de cuarenta y dos años. Estaba casada y tenÃ*a dos hijos, Juan y Pedro de dieciséis y catorce años respectivamente. Su marido Juan era responsable de un área comercial de una empresa y la verdad es que viajaba más de lo que a ella le gustaba. Madre e hijos pasaban solos mucho tiempo, teniendo una gran amistad y confianza.

Su hijo Juan estaba desarrollando su cuerpo y por momentos lo veÃ*a cada vez más como un hombre, aunque en el fondo siempre serÃ*a su niño. Una tarde en una reunión familiar estuvo hablando con alguna hermana suya y varias cuñadas. Hablaban de sus hijos y de cómo estaban creciendo. Se centraron en Juan y la mayorÃ*a de mujeres comentaron que se estaba convirtiendo en todo un hombre e incluso una que aún estaba soltera bromeó con la posibilidad de ayudarlo a convertirse en un hombre por completo, incluso en el tema sexual.

-Pues yo no sé como tendrá la herramienta, - dijo Chari, una soltera empedernida que tenÃ*a fama de promiscua – pero si quieres que te lo espabile, avÃ*same que lo haré encantada.

Marta la hizo callar aparentando que le resultaba reprochable esa situación, pero en su interior se sintió excitada por la idea de que su hijo lo hiciera con su tÃ*a. También hablaron de Eduardo, sobrino de Marta de dieciocho años cuyo cuerpo resultó muy valorado por las mujeres de la familia que allÃ* hablaban. Entonces ella se sintió más excitada al pensar en su sobrino e imaginárselo haciéndole el amor.

Después de aquel dÃ*a, Marta se sentÃ*a extraña. Cada vez que miraba a su hijo Juan ya no lo veÃ*a de igual modo. Sin tener una razón concreta, lo miraba y estudiaba su cuerpo como si fuera un hombre que no conociera de nada y el recuerdo de la excitación producida por el comentario de Chari le hacÃ*a imaginárselo haciéndole el amor.

Al principio estos pensamientos le hacÃ*an sentirse mal, pero poco a poco la estimulaban y excitaba de tal modo que en los dÃ*as en que su marido estaba de viaje, acababa teniendo unos orgasmos tremendos con masturbaciones en las que su hijo le hacÃ*a todo lo que a ella le gustaba.

Hubo un dÃ*a en que, como siempre, su marido estaba de viaje y el hijo pequeño estaba de campamento pues era verano. Estaba sola en casa y un rato después su cuñada le trajo a su hijo Juan que habÃ*a pasado el dÃ*a en su casa y a su sobrino Eduardo para que pasaran otros dÃ*as en casa Marta.

Después de hablar un rato con su cuñada MarÃ*a, ésta se marchó y Marta quedó sola en su casa con los dos adolescentes. Cuando fue a avisarlos para cenar, estaban en una piscina portátil que habÃ*an instalado en el jardÃ*n de la casa. Se quedó a verlos salir del agua. Era extraño, se sentÃ*a excitada ante la vista de los cuerpos de los muchachos. No lo podÃ*a resistir, permaneció allÃ* viéndolos y animándolos para que se dieran prisa para cenar.

Aquella noche en la soledad de su cama vacÃ*a se empezó a imaginar que estaba en jardÃ*n preparada para darse un baño. Entonces se imagino, mientras en la realidad su mano comenzaba a tocar su vulva, que su sobrino Eduardo la abrazaba por detrás y comenzaba a darle mordiscos en el cuello. Ella llevaba los brazos atrás y agarraba las caderas del chaval para pegar su culo al paquete que portaba que estaba duro y podÃ*a sentir perfectamente. Ella movÃ*a su culo y lo rozaba, mientras las manos de él subÃ*an por sus caderas hasta alcanzar sus pechos que acariciaban.

Entonces imaginó que su hijo Juan los miraba desde la piscina y salÃ*a de ella para acercarse a su madre, se arrodilló delante de ella y, poniendo las manos en las caderas de ella, comenzaba a besar su pubis.

Marta en la cama se retorcÃ*a de placer al imaginarse amada por su hijo y sobrino. Su mano no dejaba de frotar su sexo y comenzó a meter un dedo dentro de su vagina. La excitación la hizo imaginarse de cuclillas entre los dos, agarrada a ambos penes y masturbándolos, mientras ellos la acariciaban y tocaban sus tetas. Entonces comenzó a mamar la de Eduardo y casi la podÃ*a sentir llenando toda su boca. La sacó y Enrique le arrimó la suya para que le hiciera lo mismo.

Cuando imaginó que tenÃ*a los penes de los dos en su boca, no pudo resistir. El ritmo de su masturbación se aceleró y sintió como se inundaba su vagina al sentir un gran orgasmo en el que tuvo que ponerse la almohada en la boca para ahogar los gritos de placer que estaba teniendo. Después de descansar un poco, fue al baño de su habitación y decidió darse una ducha para aplacar la calentura que sentÃ*a en su mente.

A la mañana siguiente se levantó algo preocupada. No era normal la excitación que habÃ*a sentido la noche anterior con su sobrino y con su hijo. Mientras los dos jugaban y se distraÃ*an, ella estaba preocupada por aquello. Entonces, por la ventana de la cocina los veÃ*a en el jardÃ*n jugando a bádminton y de nuevo empezó a sentirse excitada. Aunque no querÃ*a, sus ojos se posaban en los cuerpos de ellos y sentÃ*a un inmenso placer al pensar en ellos dos poseyéndola.

Entonces el sonido del teléfono la sacó de su trance y contestó. Era su cuñada MarÃ*a que le pedÃ*a si Eduardo podÃ*a quedarse toda la semana con ellos. Marta no puso ningún problema en ello, aunque en su interior se producÃ*a una gran lucha, por un lado no querÃ*a verlo para no sentir aquel deseo, pero su sexo se humedeció al pensar que podÃ*a tenerlo más tiempo, total, su marido vendrÃ*a un dÃ*a antes de que Eduardo se marchara y después de calentarse varios dÃ*as, se desfogarÃ*a haciéndolo con su marido.

Se animó pensando que utilizarÃ*a la situación para calentarse hasta el punto máximo en espera de su marido. Si llegaba a tener demasiado "calor" harÃ*a lo que la otra noche. Llamó a los dos cuando la comida estuvo hecha y se fijaba en los cuerpos de ellos. Juan tenÃ*a puesto un bañador pequeño y ajustado que marcaba un hermoso aparato. Se fijó que su hijo era delgado, pero muy musculoso, cada movimiento que hacÃ*a marcaba el grupo de músculo que usaba. Eduardo era algo más gordito, sus músculos no se marcaban tanto, pero a cambio era grande. Éste llevaba un bañador más amplio que no dejaba adivinar como serÃ*a su aparato. Imaginaba lo gustoso que serÃ*a sentir las embestidas de aquel joven cuerpo mientras la penetraba y tuvo que parar de pensar pues su sexo volvÃ*a a mojarse, sin duda se estaba convirtiendo en una madura salida y calenturienta.

Después de comer, obligó a los dos a ayudarla a recoger los platos y dejarlo todo en orden para poder ir los tres al jardÃ*n pues ella también querÃ*a bañarse. No tardaron más de media hora en recoger todo. Ella decidió tomar el sol en el jardÃ*n y ellos decidieron dormitar un rato delante del televisor en el salón.

Marta salió al jardÃ*n con un bikini y sola. Se dio un baño en la piscina y después de un rato decidió tumbarse al sol para broncearse. Cuando se dirigÃ*a a la toalla se le ocurrió. Llamó por la ventana del salón a su hijo para que le ayudara a untarse la crema protectora para no quemarse. Entonces salieron los dos al patio.

-¿Los dos vais a untarme la crema? – preguntó.

-Si tú quieres… - dijo Juan. - ¿Tú quieres? – le preguntó a su primo.

-Vale. – fueron sus únicas palabras.

Marta se colocó bocabajo en la toalla a pleno sol. Ya estaba algo morena pues no era el primer dÃ*a que tomaba el sol. Cada uno se colocó a un lado de ella que desabrochó el sujetador. Sintió como la frÃ*a crema se derramó por varias partes de su espalda y como las manos de ambos la empezaron a extender. Sintió las cuatro manos deslizarse por su cuerpo. Juan era más delicado y la acariciaba, mientras Eduardo era más brusco y rápido en sus movimientos.

Se le ocurrió sobre la marcha, con las manos agarró la tela del bikini que cubrÃ*a los cachetes blancos de su culo y, tirando de ellas, se colaron por la raja de su culo haciendo que pareciese un tanga y sus blancos cachetes quedaron a la vista de los dos chavales. No tuvo que indicarles nada a ninguno, sintió como Juan esparcÃ*a crema en ambos cachetes y cada uno se dedicó "sobar" la parte que le habÃ*a tocado.

Marta se dio cuenta de que aquello los habÃ*a perturbado y miró al bañador de Eduardo para ver si se notaba alguna señal de excitación. ¡Y vaya si se notaba! En el amplio bañador se notaba como la punta de su pene empezaba a formar una hermosa carpa. Se volvió a su hijo para mirarlo con disimulo y vio como el ajustado bañador casi no podÃ*a contener la eminente erección que le producÃ*a su madre.

Marta se sintió orgullosa al ver que su cuerpo aún excitaba a los hombres, aunque fueran de su propia familia y sintió vergüenza al sentir como se mojaban las bragas del bikini. Ellos estuvieron más tiempo del necesario para extender la crema en sus cachetes, habÃ*an tardado más tiempo en su culo que en toda su espalda, que indicaba una de dos cosas: o bien su culo era más grande que toda su espalda o que los dos disfrutaban de la visión y toqueteo de la madura que acariciaban.

Después de un rato, decidieron que era momento de dejarla y ambos se levantaron para ir al agua. Se miraban y tenÃ*an sendas erecciones que no se podÃ*an disimular. Se disponÃ*an a marcharse cuando ella se volvió y les habló.

-¡Esperad! – dijo Marta – Me falta la parte del pecho y ya os dejo, de verdad.

Los dos se volvieron y los ojos de Eduardo se abrieron más que nunca. Marta estaba sentada en la toalla, apoyada sobre sus brazos, en una postura natural pero demasiado sensual y además sus pechos estaban al aire. No eran muy grandes ni muy pequeños, tenÃ*an unos pezones grandes, erectos y muy oscuros. Los ojos de Eduardo no se apartaban de aquellas dos maravillas y aumentó la carpa que se habÃ*a formado en su bañador. Su hijo ya la habÃ*a visto muchas veces de tal forma, de manera que no le sorprendió la visión, pero si la petición de ella, por delante se podÃ*a untar perfectamente sola, asÃ* que adivinó algo raro en aquella situación.

Marta se tumbó en la toalla y sus pechos cayeron a ambos lados de su cuerpo. Puso los brazos por encima de su cabeza y su cuerpo parecÃ*a aún más hermoso. Eduardo se volvió a arrodillar junto a su tÃ*a que esperaba para que la ayudasen. Juan dijo que tenÃ*a que ir al servicio y dejó que su primo esparciera la crema por el cuerpo de su madre.

Juan, desde una de las ventanas de la casa, observó, sin que lo vieran, como su primo acariciaba el cuerpo prácticamente desnudo de ella. Se excitó al verlos y empezó a acariciarse el pene viéndolos. Sonó el teléfono y contestó. Era su padre que llamaba para ver como iban las cosas. Se lo llevó al jardÃ*n para que hablara con él y ella se tapó como si pudiera verla en aquella situación. Eduardo la dejó y se metió en la piscina junto a Juan.

El resto de la tarde pasó sin más situaciones de este tipo. A la hora de siempre cenaron y después de un buen rato, los tres marcharon a la cama. Ella volvÃ*a a estar sola en su cama y hoy estaba más caliente que nunca, habÃ*a sentido las manos de los dos en su cuerpo y habÃ*a comprobado que se excitaban con ella. Al igual que el otro dÃ*a, volvió a meter la mano en su sexo y a imaginarse que tenÃ*a sexo con los dos. No tardó mucho en venirle otro gran orgasmo. Hoy, no sabÃ*a bien el motivo, habÃ*a tenido más flujos y habÃ*a mojado incluso un poco la cama. Se quitó las bragas empapadas y quedó sólo con la camiseta que usaba como pijama.

Se levantó y corrió, para que no la vieran, al otro cuarto de baño donde estaba la ropa sucia. Con las prisas abrió la puerta del baño rápido y se encontró a Eduardo delante del inodoro con su pene en la mano y masturbándose. Se quedaron paralizados, él con su instrumento listo para el combate y en la mano y ella con las bragas mojadas en la mano y con una camiseta que dejaba ver los primeros pelos de su sexo.

Ninguno sabÃ*a que hacer y él fue el primero que tuvo alguna reacción. Alargó la mano y cogió las bragas, se las llevó a la nariz, las olfateó y siguió masturbándose. Marta entró ante aquel espectáculo y cerró la puerta tras ella, llevó la mano a su mojado sexo y comenzó de nuevo a tocarse mirando a su sobrino.

Ninguno de los dos decÃ*an nada, sólo se limitaban a mirarse y tocarse cada unos su sexo. Estaban muy excitados por la situación. Eduardo se giró y se puso frente a su tÃ*a apuntando su pene para ella. Estaban a unos dos metros de distancia de separación y ambos miraban el sexo del otro para excitarse aún más en su loca y frenética masturbación.

Él sentÃ*a el olor de las bragas y miraba el peludo y bien cuidado coño de su tÃ*a, cómo sus dedos entraban y salÃ*an de su interior y cómo ella gruñÃ*a levemente por el placer que se daba. Ella veÃ*a su hermoso pene, no demasiado largo, pero con un glande exagerado para aquel pene que debÃ*a dar mucho placer al separar las paredes de la vagina por donde entrara. No tardaron mucho en sentir, casi a lo unÃ*sono, un grandioso orgasmo. Ella daba apagados gemidos de placer mientras su sexo chorreaba flujos. Él gruñÃ*a, no demasiado fuerte, hasta que de su gran glande salieron chorros de semen que cayeron a los pies de ella.

No se dijeron nada en ningún momento. Él olió por última vez las bragas y las echó en el cesto de la ropa y ella salió rápidamente y se ocultó en su cuarto a pensar en lo que habÃ*a pasado. Aquello ya estaba llegando demasiado lejos. No era demasiado malo excitarse con la visión de su sobrino, pero se habÃ*an masturbado juntos, mostrando sus sexos y eso ya era otra cosa. Con un leve llanto se prometió que no volverÃ*a a pasar y se durmió.

A la mañana siguiente se levantó y pensó que todo habÃ*a sido un sueño, o por lo menos tenÃ*a la esperanza de que nada hubiera pasado. Bajó a la cocina y allÃ* encontró a los dos preparándose el desayuno. Ella intentó actuar como si nunca hubiera pasado. El resto del dÃ*a transcurrió sin más y por la tarde decidieron ir al cine los tres. Todo transcurrió con normalidad y después de todo el dÃ*a, se fueron a dormir.

Marta estaba tranquila. Estaba acostada de medio lado dando la espalda a la puerta. Todo habÃ*a quedado en una calentura momentánea y nada más. Eduardo se comportó totalmente normal el resto del dÃ*a asÃ* que ya no habÃ*a problemas, ella se olvidarÃ*a de todo. Sintió como la cama se movÃ*a y se tensó cuando sintió como una mano se deslizaba por su muslo hasta llegar a sus caderas.

Se giró de golpe para darle una guantada a Eduardo, pero se encontró con su hijo que le pedÃ*a perdón por asustarla y pedÃ*a dormir con ella pues su primo roncaba demasiado y no lo dejaba descansar. Ella se relajó, le dio permiso al hijo para que se quedara allÃ* y volvió a tomar la misma postura de antes. Él la tapó con la sábana y pasó el brazo por debajo de su cabeza, adaptó su postura a la ella y pasó el otro brazo por su cintura abrazándola.

Ella agradeció la presencia de su hijo pues asÃ* el otro no intentarÃ*a hacer nada, ya sólo faltaban dos dÃ*a para que regresara a su casa y acabarÃ*a aquella calentura que se le estaba yendo de las manos. Ella estaba en estos pensamientos cuando sintió como su hijo presionaba su culo con su sexo. Él le mantenÃ*a un poco de tiempo todo su paquete contra su culo y ella sintió como el pene creció en poco tiempo, lo sentÃ*a en la raja de su culo. Primero se asustó, pero, sin poder resistirse, sentÃ*a que se excitaba de nuevo cada vez más.

No podÃ*a creerlo, el dÃ*a anterior se masturbó delante de su sobrino y esa noche sentÃ*a placer con los roces de su hijo. Se estaba volviendo en una madura demasiado "guarra". No sólo le ponÃ*a los cuernos a su marido, si no que lo hacÃ*a con sus niños. No podÃ*a evitarlo, cada vez se sentÃ*a más caliente y su sexo empezó a humedecerse. Aunque intentaba luchar contra ese deseo, no podÃ*a, poco a poco se abandonó al placer olvidándose de las consecuencias.

Juan seguÃ*a rozando su pene por el culo de la madre y cada vez era más descarado al ver que ella no se quejaba. Pasó su mano por las caderas de ella hasta llegar a su muslo, lo acariciaba con placer a la vez que seguÃ*a frotándose contra su hermoso culo. Entonces ella agarró la mano que tenÃ*a a la altura de su cara y empezó a chupar el dedo gordo como si mamara una polla. Esto lo excitó y puso la otra mano en el vientre de la madre.

Ella estaba mareada por la mezcla de placer, excitación y culpa por lo que hacÃ*a con su hijo. Abrió un poco las piernas al sentir como la mano de él bajaba y se metÃ*a por dentro de sus bragas tocando los pelos de su sexo.

Era la primera vez que tenÃ*a relaciones con una mujer. Nunca imaginó como serÃ*a la primera vez que lo hiciera, pero tener entre sus brazos a su madre le daba más placer que pensar en hacerlo con cualquiera de su edad. Su pene estaba duro y tan grande que no lo podÃ*a reconocer, lo frotaba contra ella y no sabÃ*a que era aquella mezcla de sentimientos que tenÃ*a.

Marta sintió como el pasaba su mano por su sexo sin saber que tenÃ*a que hacer para darle placer. Sin duda era la primera vez para él y eso la excitaba aún más. Agarró el filo de la braga y la bajó para dejar su culo al aire. Buscó a su hijo e hizo que su pene saliera del calzón. Sintió la calidez de aquel pene joven y duro que se frotaba cada vez más contra su redondo culo.

Juan notó como el sexo de su madre estaba muy mojado. Pasaba su mano por él y empezó a explorar aquella raja con un dedo. Entre los abundantes pelos sintió como se separaban los labios y entraba tÃ*midamente en su madre. Acarició aquella raja con suavidad y sintió como la madre gozaba con leves gemidos.

Marta separó su culo de su hijo y empujó el pene para que se colara entre las piernas de ella que permanecÃ*an abiertas. Sintió como aquello era largo, no la podÃ*a ver, pero la sentÃ*a como se desplazaba desde su culo hasta sobrepasar su vagina un buen trecho, su hijo era largo, sin duda, en su parte baja.

Juan notó como su pene pasaba sobre su mano al colocarla ella allÃ*. Tuvo la intensión de agarrarla y pasarla por la raja que tocaba, pero al sentir la mano de ella sobre su glande haciéndole caricias y masturbándolo, le hicieron desistir.

Ella podÃ*a tocar un buen trozo de pene por delante de su sexo. Sin duda tenÃ*a que ser grande. ArdÃ*a en deseos de meterse a su hijo en el interior, pero no tenÃ*a preservativos y no quiso correr riesgo. Empezó a sentir la respiración entrecortada de él en su espalda y los besos que le daba en la nuca y cuello. Se excitó más aún y gimió de placer.

Él sacó su mano del sexo de la madre mientras la besaba en el cuello, agarró sus caderas con la mano e instintivamente comenzó a moverse haciendo que su pene se deslizara por encima de la raja de su madre. SentÃ*a un nuevo e inmenso placer con aquello. Acariciaba el desnudo culo de ella a la vez.

Marta se quitó por completo las bragas al sentir como su hijo comenzaba a pasar su pene por su húmedo sexo, con una mano separó los labios e hizo que aquel largo y duro miembro le rozara bien el clÃ*toris en su movimiento rÃ*tmico y a veces violento. Después volvió a poner la mano sobre el glande para acariciarlo cuando salÃ*a de entre sus piernas.

Juan aumentó el ritmo de sus movimientos y empezó a acariciar los pechos de ella, sintiendo los duros y erectos pezones de ella. No paraba de besar y mordisquear el cuello de su madre que gimoteaba y acariciaba el culo de él con una mano para ayudarlo a seguir el ritmo.

El sentir la mano del hijo tocando sus pechos, sus labios mordiendo y besando su cuello y el constante roce del glande del chaval sobre su clÃ*toris hicieron que no aguantara más y poniéndose tensa se corrió entre los brazos del hijo que poco segundos después descargo su semen en la mano de ella que le acariciaba. Ella acarició insistente su glande para que le diera todo el semen, mientras sentÃ*a sobre su culo las convulsiones de su hijo al correrse.

Él le pidió perdón e intentó separarse de ella, pero ésta no lo dejó y lo obligó a permanecer abrazado a ella. SentÃ*a como su pene menguaba entre sus piernas mientras en su mano mantenÃ*a el semen del hijo. Él acariciaba a la madre y la besaba. Nunca habÃ*an sentido tal placer, él por no haberlo tenido nunca y ella por la excitación y el placer de hacerlo con su hijo que además estaba bien dotado.

Cuando su pene se relajó, se separaron. Ella marchó al baño de su habitación y se limpió la mano llena de semen. Se limpio en el bidet y buscó unas bragas limpias en los cajones. Entonces tuvo una buena sorpresa, en uno encontró una caja de preservativos con dos o tres en su interior. Se volvió a mojar su sexo al pensar en ser penetrada por su hijo.

Ya se habÃ*a depravado totalmente y no querÃ*a pensar en nada, solamente querÃ*a tener sexo con su hijo. Se desnudó por completo y volvió a la habitación, encendió una pequeña lamparita y comprobó que la puerta estaba cerrada. Estaba decidida a tener sexo con su hijo aquella noche.

Juan estaba en medio de la cama con los calzoncillos medio bajados y el pene flácido después de eyacular en la mano de ella. La miraba, su cuerpo desnudo y se fijaba en cada parte, en sus tetas, en su culo, en los pelos de aquel sexo que le habÃ*a dado tanto placer. Su pene volvió a excitarse y empezó a crecer un poco.

Marta lo miró y agradeció la juventud de su hijo pues el marido para tener más sexo después de una eyaculación tenÃ*a que esperar al menos una hora, mientras su joven hijo estaba ya reaccionando a los estÃ*mulos visuales de su madre. Se subió en la cama y, a cuatro patas, comenzó a lamer los genitales y el largo pene. No se habÃ*a equivocado en sus cálculos en la oscuridad, la tenÃ*a larga, por lo menos de veinticinco centÃ*metros y con cada pasada de lengua por ella, se iba poniendo más y más dura.

Él veÃ*a como la madre le lamÃ*a con una cara de excitación, nunca habÃ*a imaginado que su madre fuera tan sensual haciendo el amor. La miraba y sentÃ*a que se enamoraba de la mujer que le enseñaba a dar placer. Acarició su cabeza en señal de amor. Ella se giró sobre el pene para ofrecerle una visión de su culo. Alargó la mano y empezó a acariciarlo.

Ella tenÃ*a en su boca una hermosa, larga y dura herramienta de placer. Sintió como su hijo le pasaba la mano por la raja de su vagina encontrándola húmeda de nuevo. Rápidamente sacó un preservativo y se lo colocó. Se giró, sin dejar de acariciar su pene, y abrió las piernas sobre él, se fue sentando mientras dirigÃ*a el pene a su interior y empezó a sentir como se abrÃ*a paso en ella. Al poco la tenÃ*a toda dentro y le llegaba hasta donde antes nadie habÃ*a entrado.

VeÃ*a a su madre sobre él, con su pene totalmente dentro y moviéndose poco a poco para que tuvieran placer. Acarició sus muslos y continuó hasta que cada mano acariciaba un cachete del redondo culo para moverlo al ritmo de las penetraciones. Su madre se inclinó sobre el y le ofreció uno de sus pechos para que lo chupara. Pasó su lengua por aquel duro y oscuro pezón, brotando un pequeño gemido de la boca de ella al sentirlo. Entonces lo envolvió con los labios y chupó con fuerza. El gemido se convirtió en un grito y agarrando su culo firmemente, la penetraba algo más rápido.

Ella habÃ*a sentido placer con la boca de su hijo en su teta, pero el ritmo frenético y el largo pene que le entraba hasta lo más profundo la volvieron loca y no tardó en tener un primer orgasmo. Se dejó caer sobre él al sentir que perdÃ*a las fuerzas al tener el orgasmo que no consiguieron frenar al hijo en sus penetraciones, consiguiendo que ella se sintiera mareada de placer y a merced de su hijo.

VeÃ*a como su madre no tenÃ*a fuerzas casi ni para gemir de placer, pero se habÃ*a propuesto darle el máximo placer a ella y no bajó el ritmo de las penetraciones. De nuevo vio como la cara se volvÃ*a a descomponer por el inmenso placer que estaba sintiendo y la agarró por el cuello mientras ella gemÃ*a y se retorcÃ*a sobre él pidiendo que parara de darle placer, que se iba a morir de gusto. Entonces no pudo parar, sintió que se iba a correr y siguió penetrándola. Ella no gemÃ*a, no tenÃ*a fuerzas ni para seguir el ritmo de su hijo, solamente podÃ*a clavar sus uñas en él y aguantar el placer hasta que sintió como él se corrÃ*a dentro de ella reteniendo su semen el preservativo.

Pararon sus movimientos para descansar. Los dos estaban sudorosos y sus respiraciones eran agitadas por el sexo. Marta se dejó caer a un lado y salió el pene, quitó el preservativo y al hacerle un nudo para que no se derramara, observó la gran cantidad de esperma que habÃ*a lanzado. Se volvió para soltarlo en la mesita y se sobresaltó al ver que Eduardo estaba junto a la puerta con la polla al aire y masturbándose. "Ayúdame" fue lo único que dijo él.

Marta se levantó de la cama y se aproximó Eduardo. Juan los observaba desde la cama mientras descansaba. Ella se puso en cuclillas delante de su sobrino y le quitó las manos del ariete que portaba. Comenzó a masturbarlo poco a poco y él gruñÃ*a y gimoteaba. De golpe y sin pensarlo se metió el pene dentro de su boca y sintió como se le llenaba con el grandioso glande.

Eduardo ya habÃ*a tenido sexo con alguna mujer, pero nunca le habÃ*an hecho una mamada. SentÃ*a como la boca de su tÃ*a se tragaba todo lo que podÃ*a. SentÃ*a como el ritmo aumentaba y cada vez tenÃ*a más ganas de correrse.

Ella seguÃ*a dándole placer con su boca hasta que sintió que se tensaba el cuerpo de él y la sacó para seguir con la mano. No sabÃ*a por qué, pero abrió la boca delante del gran glande y esperó, mientras seguÃ*a agitando el pene, que el sobrino soltara todo el contenido de sus testÃ*culos dentro de su boca. Casi se atraganta al entrarle un gran chorro de semen hasta el fondo de su garganta. Los demás cayeron en su boca y pechos. Cuando lanzó todos los chorros, ella abrió la boca y mamó un poco más aquel pene.

Marta se acostó aquella noche en medio de la cama y a ambos lados tenÃ*a a su hijo y por el otro a su sobrino. Aunque sintió un poco de remordimientos por lo que habÃ*a hecho, los ignoró y disfrutó del recuerdo de la noche de sexo que habÃ*a tenido y pensó que, si no habÃ*a problemas, podrÃ*a disfrutar otras tantas de aquellos dos jóvenes machos.
 

AMANITA

Virgen
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Me encanto el relato bastante bueno y exitante
 

husky

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Cojonudo, realmente bueno. Me ha puesto como una moto.
 

rojo89

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Re: Lujuriosa mamá.

ahhhhhhhhhh me encanto uh que madre o tia..
 
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