Luisa y su hijo Juan

heranlu

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Luisa y su hijo Juan

soy viuda desde hace años, mi hijo era un niño de 7 años cuando murió su padre. Estoy gorda pero mis pechos desde siempre han llamado la atención de los hombres. Actualmente tengo52 años. Mi hijo, Juan, tiene 26. Es un chico que nunca se ha cuidado, bajito y nada atractivo. Pero es mi hijo.

Debo decir que todo lo que voy a contar aquí es totalmente cierto y que lo hice por puro amor maternal, amor de madre.

Cuando empezó su adolescencia me encontraba revistas de mujeres desnudas bajo su colchón cada vez que hacía la cama. No le dí importancia porque me pareció normal a esa edad. Así que hice la vista gorda, como tantas madres, creo.

Casi todas las noches se acostaba conmigo a ver la tele ya que tengo una en mi dormitorio y unas veces se quedaba dormido y otras se iba a su cama después, a meneársela pues escuchaba el sonido de su colchón. Lo que no me extrañaba por aquello del desahogo en esa edad tan crítica.

Hasta aquí todo normal. Fue al cumplir, mi hijo, los 18 cuando empecé a notar "cosas raras". Me despertaba, a veces, y lo sentía tocándome el culo o las tetas, suavemente, con sigilo. Hasta llegó a meterme mano en el coño.

Esto me dejó a cuadros. No sabía que hacer. Por un lado era algo inmoral pero por otro quizás si lo dejase hacer se le pasaría la curiosidad de saber lo que era una mujer. Por vergüenza y por no incomodar la relación lo dejé hacer.

Me hacia la dormida y noche tras noche me sobaba a su gusto. En algunas ocasiones se rozaba con mi culo, pensándome dormida, hasta correrse, que yo lo notaba, y se quedaba tranquilo.

Una noche, en plena faena, se atrevió a bajarme las bragas y eso me asustó, ya no era por encima de la ropa como en las demás ocasiones. Pero seguí con mi disimulo fingiéndome dormida. Me puso la polla, muy dura, entre mis nalgas y al momento sentí sus chorros de semen en mis carnes. Me puso perdida, me embarrizó todo el culo con su leche.

Después de esto decidí que ya estaba bien, que tenía que poner límites, que quizás ya había llegado muy lejos y que estaba llegando al límite de la línea roja que no se debe cruzar.

A partir de ahí empecé a "despertarme" cada vez que empezaba con sus manoseos y a interrumpir sus masturbaciones en mi cama.

El resultado llegó pronto. De nuevo se iba a su cama a hacerse las pajas solito, con sus revistas, como dios manda. Todo volvió a la normalidad y yo me sentí muy aliviada.

A los pocos meses empezó a venir a casa con un amigo, que estaba todo el día metido con él en el cuarto. Ponían música y de allí no salían. Un día, otro día…

Esto me estaba poniendo la mosca detrás de la oreja. Yo escuchaba tras la puerta y no oía charla. Pero sí algunos ruidos raros.

Un día, oyendo unos gemiditos, abrí de golpe y los pillé.

El chico estaba de rodillas chupándole la polla a mi hijo. El cuadro fue fuerte, una situación violentísima. La más violenta de mi vida.

Me fui corriendo a mi cuarto y me puse a llorar como una Magdalena. El chico salió escopeteado, y avergonzado supongo, de casa. Mi hijo se encerró en su habitación. Total, un drama.

A los pocos días del suceso hablé con mi hijo. Le pregunté si era homosexual a lo que me contestó que no. Le insistí y le dije que eso no era ninguna deshonra, que me había sentido mal por lo inesperado de la situación, que lo iba a seguir queriendo y apoyando, que lo comprendía. No había manera, él decía que no era gay.

Y, por fin, se sinceró. Me dijo que no conseguía chicas, ninguna quería estar con él, todas se buscaban chicos más guapos, más simpáticos y él no tenía ninguna oportunidad.

Aún era virgen. Y este chico fue la única forma que consiguió para aliviar el deseo sexual. Por cierto también me dijo que ese chico tampoco era gay. Pero tenía los mismos problemas que él. Así se satisfacían el uno al otro.

Tengo que decir que esto ya me lo temía yo. Mi hijo, y el chico en cuestión, eran los típicos feos fracasados que no atraen a ninguna mujer.

Esto me hizo pensar. Y tomé una decisión. Si quería que mi hijo follara solo había dos opciones; una puta o yo. Lo de la prostituta no me convencía por aquello de las enfermedades. Así que debía ser yo.

Esa noche, después de la cena, le dije a mi hijo si quería ver la tele en mi cuarto, como antes. A lo que me contestó que sí.

Me puse un camisón cortito que dejaba ver mis braguita y sin sujetador, de forma que se me notasen las tetas y los pezones claramente. Al verme noté el nerviosismo de mi hijo.

Ya acostados empecé a acariciarle la cabeza y a ponerme mimosa. Lo abracé pegándole mis pechos y le di un besito en el cuello. Él estaba desconcertado pero se dejaba hacer.

Y fui al grano. Pasé mi mano por su muslo y rocé, como de pasada, su polla que estaba durísima. Esto me dio el valor que me faltaba y comencé a acariciársela.

Tomé sus manos y las puse en mis senos, que como ya dije son grandes y firmes. Me bajé hasta su pollón, le quité el pantalón del pijama y se la chupé. Como nunca antes había chupado una verga. Deseaba que disfrutase todo lo posible, necesitaba que esa experiencia fuese la mejor experiencia sexual de su vida.

"Mama, me voy a correr" Me dijo. Yo no quería eso, quería desvirgarlo, que se corriera en mi coño y probara el sexo con una mujer. Así que dejé de mamársela y me tumbé boca arriba abierta de piernas.

"Métemela" le dije. Se puso encima y pude comprobar que, en efecto, era virgen. No atinaba al agujero por donde nació. Le agarré el pene y lo introduje en mi vagina, despacito.

"Muévete lento, cariño. Disfruta del coño de mamá. No tengas prisa." Le dije. Empezó el mete saca y comenzaron sus gemiditos.

No duró mucho, como era de esperar. Se puso como un toro y cada vez embestía más rápido y más fuerte. De pronto noté sus chorros de leche llenándome el útero, mientras gemía como un poseso.

Me llenó por completo de semen. Se salía por los lados y corría hacía mi culo.

Desde ese día soy su puta particular, su zorra. Y cada vez que necesita aliviarse viene a ver la televisión a mi cama donde yo le hago todo, y digo todo, lo que me pide.​


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heranlu

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No me sentía mal, para nada, pero mi disfrute solo se centraba en aliviar sus deseos y, por supuesto, en no dejarlo caer en un error. El error de liarse con otro hombre, sin ser ninguno de los dos homosexuales, para sentir lo que debería sentir con una mujer, para descargar sus cojones de leche. Hablando en plata. Porque está claro que no me refiero al amor.

Lo cierto es que yo no había tenido ningún orgasmo. Sí, me gustaba. Pero follaba como madre no como mujer. Una madre complaciente, y complacida en cuanto que mi hijo estaba a gusto, y valla si lo estaba, pero yo nada de nada.

Esto no me preocupaba en absoluto. En compensación la confianza entre nosotros llegó a ser total. Hablábamos de cualquier cosa y nos lo contábamos todo. Como nunca antes había sido.

Y, claro, como era de esperar, surgió el tema del chico con el que se desahogaba sexualmente antes de que yo decidiese intervenir.

Le pregunté por lo que hacían, como lo hacían y, lo que más curiosidad, o morbo quizás, me daba era como fue la primera vez. Me lo contó todo.

La primera vez ocurrió en un cine. Los dos se fueron a ver una película porno que, lógicamente, los puso muy cachondos. Empezaron a pajearse, cada uno con la suya, y el amigo cambió de tercio y se la cogió a mi hijo haciéndole una buena faena. Tras correrse él, en agradecimiento, tomó la polla de Manolo, que así se llama, y se la meneó hasta sacarle la leche que tenía acumulada en sus güevos. Así empezó todo.

A partir de ahí hicieron de todo menos, según me dijo, correrse en la boca del otro o follar por el culo.

También me dijo que Manolo sufría un problema de fimosis y le dolía el pene si no era especialmente delicado cuando le hacia "cositas". Otro virgen, pensé yo.

Aparte de esto habló muy bien del chico, de 19 años, que era su mejor amigo y que siempre había estado a su lado, al margen del sexo. Ahora se sentía algo culpable por él.

Manolo no quería venir a casa desde que los pillé en plena felacion por vergüenza. Se sentía muy mal por ello.

De una manera u otra Juan, mi hijo, consiguió crearme un sentimiento de lástima y hasta de culpabilidad hacia su amigo. Al final derribó mis defensas y le dije que trajese al chico, que hablaríamos los tres y que zanjaríamos el problema de una vez por todas volviendo así a la normalidad. Pero eso sí, sin sexo entre ellos.

Para cambiar de tema y relajar los ánimos le pregunté:

- Entonces, ¿nunca te has corrido en una boca?

Yo hasta ese día no lo había dejado derramarse en mi boca ya que siempre me ha dado asco. Pero al saber que con Manolo no lo había hecho pensé en apuntarme otro tanto y hacerle ver que con una mujer podía sentir más placer.

- No, mamá. Nunca.

Sus ojitos brillaban de deseo imaginando lo que iba a pasar en unos segundos. Me puse de rodillas, le bajé el pantalón y comencé a acariciar su pollita, aún flácida, y a darle besitos hasta que se empalmó, convirtiéndose en un gran pollón.

Me lo metí en la boca, poquito a poco, ensalivándolo bien y pasándole mi lengua de abajo arriba, haciéndole circulitos en la punta. Él suspiraba y gemía con los ojos cerrados. Con mi mano le acariciaba los güevos, suavemente casi sin tocarlos y de pronto se los apretaba mientras chupaba ese nabo que casi no cabía entre mis labios.

- ¿Te gusta lo que te hace mamá cielo?

Le dije. Y, al momento, me tragué su cipote abrazándolo con mi boca y moviendo mi cabeza rápidamente. Escuché su grito de siempre y supe que ya venia mi trofeo. Súbitamente noté sus chorros de esperma inundándome la garganta. Tragué lo que pude, con una extraña mezcla de asco y morbo pero tragué, y el resto se salió cayendo en el suelo. No me la saqué hasta que se le quedó completamente floja.

Miré hacia arriba, con su leche saliendo de mí y resbalándose por mi cuello hasta mis tetas. Él me miraba con una carita serena, relajada…

- Vaya pedazo de corrida. Nene, hoy has echado más semen que nunca. ¿Te ha gustado la mamada de mami?

- Genial. Ha sido genial. Mamá te quiero.

Pasados unos días Juan me dijo que esa tarde vendría su amigo. Que, por favor, fuese delicada y con tacto en la conversación ya que el chico en cuestión era muy tímido. Lo tranquilicé y le dí mi palabra que todo saldría bien.

Preparé café y unas pastas. A la hora convenida, con puntualidad exacta, aparecieron los dos. Los pasé al salón y, poco a poco, conseguí relajar el ambiente. La charla fue un éxito total, dije lo que tenía que decir, todos de acuerdo y aquí no ha pasado nada.

Todo volvió a ser lo que era. Manolo venía a casa, aunque menos que antes, pero esta vez yo hablaba más con él y me, digamos, "integraba" con ellos, escuchando música o lo surgiera. Controlando el cortijo, vamos.

Mi hijo y yo continuábamos follando como locos y cada vez que me enteraba que iba a venir el chico procuraba darle a mi Juan un mamazo de polla espectacular, con tragada de esperma incluida. Para dejarlo lo más satisfecho posible.

Pero, porque siempre aparece un pero, una noche, en mi cama, Juan me confesó que le había hecho una paja a su amigo. Eso me fastidió muchísimo.

- Vamos a ver… ¿Tu eres maricón?, ¿bisexual? O que coño eres. ¿No ves que esto no es normal?

- Mamá. Te aseguro que no es nada de eso. Soy totalmente hetero. Manolo es mi amigo y si no le ayudo yo no tendrá sexo. Nunca.

Se lió una buena. Discutimos y se produjo nuestra primera "pelea de amantes" seria. Estuvimos varios días sin cruzar palabra y eso me dolía a morir.

Otra vez a darle vueltas a la cabeza. Por un lado existía una confianza tal con mi hijo que me había contado el hecho (se lo podía haber callado) y por otro necesitaba una solución definitiva para ese tema.

Me dirigí a su cuarto, abrí la puerta de sopetón y le dije que deseaba hablar con él en ese mismo momento. Me lo llevé de la mano al salón y lo senté a mi lado.

- Esa relación que mantenéis no es sana ni para tu amigo ni para ti. Solo se puede entender si sois gays. ¿Lo sois o no lo sois?

- Ya te he dicho que no, mamá.

- Pues bien, te creo. Si él necesita sexo se lo voy a dar yo.¿Qué te parece?

No sabía como iba a reaccionar. Al final la sorprendida fui yo. Se puso muy contento y me llenó de besos. Esa noche, mi niño, me folló como ningún día lo había hecho. Casi me corro. De hecho yo misma acabe masturbándome en el cuarto de baño tras el polvo. Era la primera vez que realmente me excitaba como mujer desde que me metí en este laberinto.

Solo puse dos condiciones: El fin de esa extraña relación y el secreto absoluto.

Si no se cumplían esas premisas se les acabaría el chollo y me importaría una mierda si se pajeaban, se la chupaban o si se daban por el culo.

Juan habló con el chico y, como era de esperar, acepto el trato.

Lo planeamos para la tarde siguiente. Mi hijo quedaría con él a determinada hora y antes de que llegase Manolo se iría y estaría fuera hasta la noche. El resto era cosa mía que, por cierto estaba muy nerviosa. En menudo lío me había metido. Pero estaba decidida a acabar con aquello.

Cuando llegó, yo lo esperaba con una camiseta holgada y una falda corta, sin sujetador por supuesto. Mi única ropa interior era un tanga muy sexy. Él estaba muy pero que muy nervioso por lo que decidí no ir al grano directamente.

Nos sentamos en el salón y rompimos el hielo hablando, mejor dicho hablaba yo. Me costaba sacarle las palabras. Por cierto era feo con ganas.

Saqué el tema de su fimosis y le comenté, como de pasada, que si quería podía vérsela a ver como de grave era el caso.

Me lo llevé, de la mano, al cuarto de baño y le quité los pantalones descubriendo unos calzoncillos blancos que podían ser de mi abuelo. Pero eso sí estaba totalmente empalmado.

Saque su polla y, en efecto, tenia fimosis pero no era para tanto. Le asomaba casi todo el glande. Se la cogí, con mucha delicadeza, y empecé a meneársela. Eyaculó a los pocos minutos soltando un lechazo que me llegó a la camiseta. Sonreí y me la quité dejándole ver mis pechos.

Con la misma camiseta le limpié el nabo y los restos que cayeron por el suelo. El pene se le volvió a poner a tono.

- ¿Nunca has estado con una mujer?- Dije, rozándole el cipote con mis tetas.

- No…Nunca- Titubeó

Envolví ese pollón con mis grandes senos y me lo metí en la boca. Empapando con saliva su glande para que se lubricara bien el pellejo que lo presionaba. Estaba como loco, disfrutando de la madre de su mejor amigo. Y, sin avisar, me soltó un lechazo en mi boca que me hizo toser. Me dio asco pero le acabé el trabajo bien acabado, hasta que se le quedó flácida.

En un rato se había corrido dos veces. En verdad ese chico tenía los cojones cargados. Y yo me había propuesto dejarlo seco.

Me lo llevé a la cama y, ya desnuda, me preguntaba si podría follarme o no. La respuesta no se hizo esperar. En cuanto me vio el coño ya la tenía dura otra vez.

Se la chupé un poquito y me abrí de piernas mientras Manolo se subía encima de mí. Tomé su pene y lo guié hasta mi almeja metiéndolo muy despacito, para no hacerle daño por su fimosis, que una ya tiene una edad y está experimentada.

Me cabalgó al galope, me comía las tetas, metía los dedos en mi culo. Era un pulpo. Me estaba calentando…y se corrió. Los chorros de semen que escupía su polla me golpearon el útero. Y ya sí que no pudo más.

Cuando llego mi hijo le conté todo, con pelos y señales, y me folló. Al nene le ponía cachondo que a su madre se la metiera su amigo. Y yo sin un puñetero orgasmo a estas alturas. Eso ya me estaba afectando. Y lo iba a arreglar, ya lo creo que lo iba arreglar.​
 

heranlu

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Mis niños, mi hijo Juan y su amigo Manolo, se iban turnando en llenarme, casi diariamente, el coño y la boca de semen. Pero solo se dedicaban a su placer dejándome siempre a medias, porque a estas alturas mi libido ya estaba despierta, y yo, aunque me calentaba, no llegaba al orgasmo.

Hasta que, como siempre, tomé la iniciativa y hablé con ellos.

Un día en el que estaban escuchando música en el cuarto de Juan entré y les pedí que viniesen al salón que tenia que decirles una cosa.

Me senté en medio de los dos, en el sofá, y les dije lo que pasaba, sin titubeos ni mariconadas, directamente al asunto.

Se quedaron un tanto sorprendidos. Ni se les había pasado por la cabeza que una madre necesitara correrse.

Un tanto cortados se excusaron tímidamente alegando cosas como que creían que yo lo hacía por ellos…Que si no sabían que hacer…Que lo sentían…Y otras chorraditas que al final me dejaron ver la situación real. Estos dos no iban a darme mi ración de polla, al menos no como yo necesitaba, no tenían ni idea sobre dar gusto a un coño.

Nenes.- Les dije- Para eso está aquí mamá. Os voy ha enseñar como volver loca a una mujer en la cama. Y vamos a empezar las clases ahora mismo.

Tomé a mi hijo de la mano y me lo llevé al dormitorio. Y me dirigí a manolo:

Tú espera aquí tu turno, que cuando acabe con este vengo a por ti.

En el cuarto me desnudé y me tumbé abierta de piernas, Juan se quitó la ropa y se acostó a mi lado. Realmente no sabía por donde empezar. Yo sí.

Lo besé en la boca metiéndole la lengua mientras le acariciaba el pene, que ya estaba tieso como un mástil. Intentó subirse encima para metérmela pero yo no deseaba más de lo mismo. Hoy la estrella sería yo, hoy los iba a usar para darle gusto a mi coñito. Me tocaba a mí.

No cariño. Antes de follarme quiero que me comas el chochete, cielo.

Pero mamá. No sé…me da un poco de asco.

Ese egoísmo, después de lo que había hecho por él, colmó mi paciencia y me levanté. Fui al salón y me traje a Manolo. Lo desnudé y repetí la operación.

Cuando le pedí al amigo de mi hijo que me comiese entera me sorprendió, daba la sensación de estar deseándolo. Se lanzó a mi entrepierna y no me comió, me devoró. Mi niño miraba, sentado en una silla. Flipaba…Alucinaba. Y eso de que mi hijito estuviese viendo el percal, extrañamente en mí, me estaba gustando.

Sentí su lengua en toda mi raja, me lamía literalmente. La metió en mí, notándola dentro de mi vagina que estaba muy mojada. Hacia circulitos alrededor del clítoris la introducía de nuevo y volvía a sacarla para pasarla de arriba abajo nuevamente.

Estaba como loca. Con las piernas bien abiertas y frotando mi conejo por su cara, llenándolo de mis jugos. Por fin disfrutaba…Por fin se escucharían mis gemidos en aquella casa. Y vaya si se escucharon.

¡Dios! Que bien me lo haces. Mmm… Sigue por favor cómetelo, no pares. ¡Que gusto me estas dando Manolito! ¡Ahí! ¡Sí, dale ahí! ¡Me vengo! ¡Me corro! Ahhh…

Brutal. Fue brutal. Todavía hoy cuando recuerdo aquel orgasmo se me mojan las bragas. En fin. Sigamos con el relato porque ahora mismo me están entrando ganas de meterme el dedito y darme un alivio. Mejor, voy a masturbarme y después continuo la historia. Ese día me pone muy caliente. Así que va por ustedes.

Ya está. Satisfecha, al menos de momento. Cuando llegue a casa mi hijo, del trabajo, terminaré de satisfacerme con su cipote que seguro me gustará más. Perdonen ustedes pero es que estos recuerdos y, sobretodo, escribirlos para que todos se enteren me ponen muy cachonda. Continúo.

Tras correrme me quedé como atontada. Miré a mi hijo en la silla, como castigado, meneándosela como un mono. Lo que me volvió a empezar a poner a tono. Mientras tanto Manolo se había subido encima mío y me la estaba metiendo.

El chaval se había portado bien y se ganó el derecho de seguir disfrutándome como su puta. Yo estaba realmente agradecida.

Besé su boca, con sabor a coño, apasionadamente y metí la puntita de mi dedo en su culito. Pareció gustarle y su pollón se endureció aún más dentro de mí por lo que decidí meterle el dedo un poquito más. El resultado no se hizo esperar, bombeaba como un poseso y me estaba haciendo gozar de lo lindo. Este ya estaba definitivamente curado de su fimosis, pensé.

Lo que no se me ocurrió pensar es que lo del dedito en el culo le daría ideas a ese macho que me estaba dando tanto gusto.

Casi cuando me iba a volver a correr la sacó y otra vez se bajó al pilón y yo, loca de contenta, abrí las piernas todo lo que pude, sujetándolas con mis manos por las rodillas.

Volví a mirar a mi Juan que no perdía detalle de lo que pasaba. Pajeándose.

La comida de coño que me daba era mejor que la otra, si cabe. De vez en cuando notaba un lengüetazo en el agujero de mi culo. Supuse que era por casualidad pero a los pocos minutos ya introducía su lengua en mi esfínter anal con todo descaro, dándome un placer que yo no conocía pues nunca me habían hecho antes el beso negro.

De hecho mi culo era virgen ya que era de las que pensaba eso de que por el culo no entraría ni el pelo de una gamba. Lo consideraba como algo tabú. Que equivocada estaba.

Esa lengua me ponía a cien. De mi culo a mi coño y viceversa. Especialmente cuando me chupaba el esfínter me llevaba al paraíso, me subía al cielo. Yo gritaba.

- Nene, ¡Que bueno eso que me haces! ¡Que rico! ¡Cómele el culo a la puta madre de tu amigo! ¡Comete lo que dé la gana que todo es tuyo!

A todo esto yo me abría los cachetes del culo para facilitar la labor, tan grata, a esa boca que me estaba haciendo sentir una zorra caliente.

Mi hijo, al que de vez en cuando echaba un vistazo, se la pelaba a gusto con el espectáculo que le estábamos dando su mejor amigo y yo, su madre.

En un momento dado Manolo me dio la vuelta poniéndome a cuatro patas. Colocó su polla en la entrada de mi esfínter anal y comenzó a penetrarme. Por mi parte no puse objeción, el placer que me había dado me hizo desear que me sodomizara.

- Manolo, por favor se delicado que soy virgen por ahí.- Le dije.

Entre que, efectivamente, lo fue y que mi agujero trasero estaba muy bien lubricado por la saliva del chico y mis propios flujos vaginales, además de lo excitada que estaba la cosa me encantó.

Al principio sentí algo de dolor, poco, y como si me fuese a cagar encima pero al llenarme de polla mis entrañas empezó el placer.

El mete saca del chico era potente y notaba como me perforaba el recto y, de repente, me vino un orgasmo anal, que yo ni sospechaba que existiese, y me corrí por el culo.

Fue algo diferente, muy distinto a los que había sentido por el coño anteriormente. Disfruté de otra forma pero tengo que decir que de una manera muy, pero que muy placentera e intensa.

Se lo recomiendo a todas las que, como yo antes, piensen que eso es algo raro o que tengan miedo por lo que sea. No saben que se están perdiendo.

Y grité.

Ahhhh…! Qué gusto me das con tu polla Manolito! ¡Rómpeme el culo mi amor! Ahhh… ¡Me corro! ¡ Me corro por el culo!

Después del gustazo él seguía dándome caña y entonces si que me dolía pero se merecía descargar su leche en mis entrañas así que aguanté.

Sus movimientos se hicieron más rápidos y me agarró las tetas fuertemente, hasta que se vació dentro de mí inundándome los intestinos de semen calentito. Me gustó.

Cuando la sacó el esperma salió de mí chorreando por mi coño y mis muslos. Fue maravilloso.

Miré a mi hijo y me dio una sensación de lástima. Estaba serio pero, eso sí, empalmado.

Le dije:

- ¿Quieres el culito de mamá cielo?

En un instante me estaba enculando, aún con restos de la lechada de su amigo en mi interior que, por cierto me sirvió de lubricante y alivió en algo a mi sufrido culete. Yo, dolorida, recibiendo la polla de mi niño y su corrida, abundante, que llegó, a dios gracias, en pocos minutos.

Total que terminé el día con un par de orgasmos, como yo deseaba, y con el culo roto lleno de semen hasta arriba. Como un bebedero de patos.​
 

heranlu

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Mis niños se estaban portando bien, muy bien. Y yo estaba realmente satisfecha con la situación, todo lo hacíamos de forma discreta de puertas para fuera. Pero cuando cerrábamos la puerta de la casa empezaba a recibir pollas por todos los agujeros de mi cuerpo.

Algunas veces era Juan y otras su amigo, nuestro amigo, Manolo. Siempre había uno de los dos buscándome para vaciar sus testículos dentro de mí.

Reconozco que, con tanto follar, yo no siempre me corría pero me gustaba dejar sus huevos secos. Me daba morbo.

Me acuerdo de cómo se me acercaba Manolo, que es realmente tímido. Venía al cuarto donde yo estaba, casi siempre el mío, saludaba con un simple "hola" y se quedaba clavado en la puerta. Mirándome con su cara enrojecida. Como esperando que pasara algo. Esto me hacía gracia.

Entonces yo me acercaba a él y le decía:​

  • Manolito, ¿qué te pasa? Mi niño.
Mientras le hablaba, susurrando, acariciaba su nuca.​

  • ¿Tienes ganitas de hembra? ¿Quieres darme tu lechita?
Y empezaba a acariciarle su pene y a besarlo. Era muy feo como ya dije anteriormente pero me encantaba chupársela y ponérsela bien dura para que me follase el orificio que quisiera follarme.

El tímido en cuanto entrábamos en situación se volvía un caballo salvaje.

Me sobaba las tetas a placer, me metía los dedos en el chochete, en mi culito y me encendía totalmente. Más de una vez me corrí con sus manos en alguna de aquellas sobadas.

Después de tenerme "a punto de caramelo" con sus certeros toqueteos colocaba su polla en el boquete que le apetecía y me daba unas buenas folladas. Me hacia venirme casi siempre.

Muchas de las veces veía como mi hijo nos observaba en plena faena y se la meneaba a nuestra costa. Lo que me ponía a cien.

Un día mi Juan y yo estábamos liados, un calentón que le dio a mi niño, mientras su amigo estaba escuchando música en el otro cuarto.

Mi nene, en un momento dado, me puso a cuatro patas, le encanta darme por el culo. Y veo, delante de mí, a Manolo, con un bulto en su pantalón que amenazaba con reventar. Aquello me puso cachondísima y comencé a gemir, a gritar de gusto.

Se sacó el cipote y empezó a hacerse una paja.

Yo estaba en la gloria. Juanito me follaba, por detrás, el coño. A la vez estrujaba mis senos, cosa que me vuelve loca. Y la visión de nuestro amigo masturbándose, ahí delante de mi cara, me tenía salida como una perra. Gemía como una guarra.​

  • Me voy a correr, mamá
  • Yo también, cielo. Dale caña a mamaíta, no te pares…mmm. Que bien.
La cara de Manolo indicaba que estaba a punto de correrse, subiendo y bajando su mano alrededor de ese nabo que me tiene loca.

Cuando me vino el orgasmo agarré el pollón del pajillero y me lo tragué. Me lo introduje hasta la garganta, deseando su esperma en mi boca.

Una corriente de placer invadía mi cuerpo, yo era una zorra en celo, y sentí los chorros de semen, semen a borbotones en mi paladar. Lo bebía golosa, con ganas, mientras me estaba corriendo.

Al momento noté como se vaciaba mi hijo en mi conejo, llenándolo con su leche.

No paraba de correrme, era un orgasmo interminable. Hasta que, después del climax, quedé tranquilita. Satisfecha.

Los tres habíamos disfrutado de lo lindo. Estábamos encima de la cama tumbados, relajados.

Me levanté y me dirigí a la ducha como si nada hubiese pasado.

Pasaron un par de días sin nada de sexo, cosa que me extrañó. Al día siguiente preparé café y lo tomamos en el salón. Charlábamos sobre lo bien que nos lo estábamos montando y lo que disfrutábamos los tres con todo lo que estaba pasando.

Yo me insinuaba, sutilmente. Deseaba algo más, me calentaba.

Me di cuenta que la conversación, tan subidita de tono, además de humedecer mi entrepierna se las había puesto dura mis niños.

Sus pantalones marcaban paquete, unos paquetes que presionaban la tela y formaban unas maravillosas tiendas de campaña que hicieron que mis bragas se empaparan con mis flujos.

Mi hijo me miró, muy serio, y me dijo:​

  • Mamá, queremos hacer un trío. Queremos follarte los dos a la vez.
La proposición no me pilló de improviso, ya la veía venir...Y la estaba deseando.​

  • ¿Queréis metérsela a mamá por delante y por detrás?
Mientras les hablaba acariciaba sus penes, durísimos por cierto, por encima de los vaqueros. Ellos magreaban mis tetas y metían sus manos bajo la falda, jugando con mi chochete.

Mis piernas abiertas, sus manos dentro de mis bragas, en mis senos. Sus dedos en mi coño y mi culo. Dándome gusto. Y yo con esas dos pollas en mis manos, que ya estaban fuera, meneándoselas a la vez. Siempre con el coñito bien abierto, de par en par, para recibir sus caricias.

Fuimos a mi cama y allí, nos quedamos todos en pelota picada, me tumbaron. Mi hijo se dedicó a comerme la raja, ya había aprendido y no le daba asco, y su amigo me puso el nabo en la boca. No lo pensé dos veces y comencé a mamárselo.

Excitadísima me vine en la boca de mi niño mientras le comía el pedazo de carne a Manolo, ese pedazo de cipote que tiene entre las piernas.

Me dieron la vuelta poniéndome a cuatro patas. Mi Juan daba lengüetazos en mi ano, me entraba la lengua bien dentro, dándome muchísimo placer. Y el otro se las apañó para colocarse debajo mía y follarme en esa postura.

Mi hijo seguía lamiendo mi agujero negro y el amigo zumbándome como loco. Me corrí de nuevo, gritando como la puta que era. La puta de esos dos niñatos.

Cuando casi llegaba a otro orgasmo noté el pene de mi nene intentándose meter por mi ojete. Levanté las caderas para facilitarle la labor y comenzó a entrar dentro de mí.

Uno por el coño y el otro enculándome a su gusto. Me sentía en la gloria. Las dos pollas taladraban sin compasión mis orificios dándome un placer indescriptible.

Formábamos un "sándwich" sexual en el que yo era la mortadela o quizás sería más apropiado decir el mejillón, y ellos los panes que me cubrían por arriba y por abajo. Clavándome sus estacas mientras yo, bien abierta de piernas, me corría una y otra vez.

Unas veces gritaba como una posesa, otras susurraba o gemía, o resoplaba. Me daban muchísimo gustito en mi almeja y mi culito.​

  • Mis niños… Que bien me lo estáis haciendo…Mmmm…Follaros a vuestra puta… Soy vuestro putón… Ahhh… Os quiero dejar vacíos.
Cuatro manos sobando mi cuerpo, tocándomelo todo, estimulando mis instintos, llegando a zonas erógenas de mí que yo no sabía que existían. Y dos rabos perforándome.

Fue una gran experiencia la de mi primer trío. Inolvidable.

Mi hijo me apretó los senos y aceleró su mete-saca. Eso me avisó de que se iba a derramar en mi ano rápidamente. Y su amigo emitía esos grititos que siempre hacía justo antes de soltar la leche que contenían sus testículos.

Llegamos los tres casi a la vez. Con mis manos separándome los cachetes todo lo que podía, en mi culo noté el chorro de semen calentito de mi niño.

Todavía palpitaba su verga dentro de mí cuando me vino otro orgasmo, maravilloso. Aún corriéndome Manolo inundó mi coño, con su manguera, regándome el útero de esperma. Esto hizo que el placer que sentía fuese más intenso.

La leche se salía de mis agujeros. Allí con sus pollas, flácidas, todavía en mi interior. Todos abrazados, cansados, satisfechos.

Con la entrepierna embarrizada de mis jugos y, sobretodo, por sus sendas corridas me encontraba en el cielo.

Nos quedamos dormidos.

Desde de ese día el trío tomó protagonismo en nuestros polvos. Algunas veces me cogían de uno en uno pero en la mayoría de las ocasiones terminábamos, todos, follando juntos. Era lo que más nos gustaba, sobretodo a mí.

Con el tiempo Manolo encontró un trabajo en otra ciudad y tuvo que irse. Aunque de vez en cuando nos hace una visita, que yo siempre aprovecho bien.

Actualmente mi hijo y yo mantenemos una relación madre-hijo totalmente normal de cara a la galería. Pero en casa somos una auténtica pareja.

Yo soy su puta, la que le vacía los cojones de leche y él es mi cabrón, el que me mete la caña que necesito dándome mucho gusto en el coño y en el culo, haciéndome tan feliz.

Y aquí doy por finalizada la "miniserie" de esos relatos que di en llamar Amor de Madre, que cuentan mis comienzos en el incesto y el principio de esa nueva forma de vida con mis dos sementales cabalgándome cada dos por tres.​
 
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