Luciana y su hijo Sebastián

heranlu

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Luciana era una mujer de 38 años, de 1.70 de estatura, cabello negro y corto, grandes tetas, algo decaídas, tremendo culo, hermosa y con una sonrisa cautivadora. Se haba casado 18 años atrás con Leandro, un empresario, viudo, que tenía un hijo recién nacido al que Luciana iba a criar como si fuera su propio hijo. Vivían en un chalé en una zona noble de Madrid.

Todo fue de película hasta que Leandro se echó una querida de 20 años.

A Luciana no le faltaba de nada, bueno, de nada no, le faltaba el sexo y ella era una mujer ardiente que necesitaba tener un buen tronco entre las piernas. Y he aquí que el diablo dejó de matar moscas con el rabo y se metió entre ella y el hijo, Sebastian, que ahora era un joven de 18 años, de 1,80 de estatura, rubio, de ojos azules, muy guapo y todo músculo.

Llevaba Luciana dos meses sin catar una polla, cuando de vuelta a su dormitorio, después de desayunar... Vio a Sebastían salir del gimnasio que tenían en casa.... Sudado brillaban sus hermosos pectorales, biceps, triceps... Vio aquel Adonis en pantalón de deporte caminando hacia la ducha y se estremeció. Ya no lo veía como a un hijo, lo veía como un polvazo histórico. Sebastian, al ver a su madre en camisón, le dijo:

-Buenos, días, madre.

-Buenos días, Sebastián.

Luciana entró en su habitación. Cerró la puerta con llave. Se desnudó. Se echó sobre la cama. Metió un dedo en la boca, lo ensalibó y acarició con él las areolas negras. Después acarició los pezones... Con ambas manos cogió las tetas y las llevó a la boca. Lamió los pezones y las areolas. Cerró los ojos y vio a su hijo masturbándose mientras miraba como se masturbaba ella. Acariciando el clítoris, susurró: "¿Te gustaría comerme todo el coño, hijo?" Veía venir el hijo hacia ella empalmado, con una polla como la del padre cuando era joven. Con dos dedos acarició el coño, que se empezaba a humedecer. Se magreó las tetas con la otra mano. Al rató, metiendo dos dedos en el coño peludo, susurró: "Fóllame, cariño." Sus dos dedos eran la polla de su hijo, y con ellos entrando y saliendo de su coño se empezó a mojar, mas, más y más... Sus dedos nadaban en el flujo. Necesitaba màs volumen. Metió tres dedos, y después cuatro. Al final, con cuatro dedos dentro del coño y dos de la otra mano acariciando su clítoris, y con las piernas abiertas de par en par, susurró: "Léname el coño, hijo, lléname el coño con tu leche." Cuatro chorros de flujo salieron disparados de su coño... Luciana giró la cabeza y mordió la almohada para ahogar los gemidos de la brutal corrida que estaba echando...

Había tenido el orgasmio más intenso de su vida y se lo había proporcionada ella misma.

Llevaba Luciana una semana a tres pajas diarias pensando en su hijo cuando vino a pasar unos días con ella su sobrina Márcia, una morena que era un cuadro de su tía 20 años atrás. Haciendo unos bocadillos en la cocina, le dijo Marcia a su tía:

-Me enteré de lo del tío con esa jovencita.

-Las malas noticias vuelan. Ya se cansará.

-Eso decía mamá hasta que se cansó ella.

-¡¿No llamaría a la agencia de contactos?!

-Llamó, llamó, y no era cierto lo de la campaña.

-¿Los de los tres orrgamos garantizados?

-Sí.

-Es que tres orgasmos en una hora son muchos orgasmos juntos.

-No fueron tres, no, se corrrió seis veces.

-¡¿De verdad?!

-De verdad de la buena. El tipo estaba cañón. ¿Te animas?

-Tendría que rasurarmee los pelos del coño y siempre me dio miedo hacerlo. Trabajo me cuesta hacerme las axilas.

-Por un precio, te la afeito yo, y además te hago las uñas de los pies.

-A ver, a ver. ¿Qué precio es ese? Se dice por ahí que eres lesbiana.

-Y lo soy, pero nunca mezclo el trabajo con el placer.

-La tentación es grande.

Tan grande fue la tentación que poco más tarde, Luciana sentada en un sillón, en bragas y sujetador, rojos, miraba como Márcia, en cuclillas, le cogia un dedo, se lo acariciaba, acariciaba la planta del pie y se lo chupaba para pintar la la uña...

-¿Hace falta que acaricies y chupes los dedos?

-Es para que te relajes que estás muy tensa.

Luciana sabía de sobras lo que buscaba su sorina, pero la dejó hacer. Esa mañana aún no se había masturbado y estaban solas en casa.

Al acabar de pintarle las uñas, con un bol lleno de agua, hojas de afeitar y espuma en un spray al lado de ella, Marcia le quitó las bragas a su tia, bragas que tenían un gran lamparón de humedad.

-Casi te corres haciéndote las uñas, tía.

-Me gustó, pero no fue la cosa para tanto.

Márcia se levantó y besando a su tía, que no le devolvió el beso, le quitó el sujetador. Unas tetazas con arelos negras y pezones duros y de punta salieron a tomar el fresco.

-No vas a conseguir nada.

- Quien sabe. A lo mejor después de afeitartela almeja te animas y dejas que te la coma.

-Ni lo sueñes.

Márcia cubrió de espuma el negro vello púbico, y con una brocha lo removió. Era puta como ella sola, ya que las cerdas de la brocha visitaron tantas veces el clítoris de Luciana, que ya a duras penas podía contener los gemidos. Al pasar la cuchilla por su monte de Venus se estremeció.

-No te corras todavía.

-No tuvieras miedo. Por cierto. ¿Cuánto, me vas a cobrar?

-50 euros, y si te correes, 100.

-Sales cara. Aunque más de 50 euros no vas a llevar.

Marcia, volvió a echar espuma del spray encima y por los lados del coño, y otra vez con las cerdas de la brocha jugó con el clítotis de Luciana, que ahora sí, ahora ya no contuvo sus gemidos ni cuando le volvió a rasurar el coño...

Acabó de rasurarla y con una toallita le limpio los restos de espuma. Luego acercó su boca al coño de Luciana, que tenía los labios rosados abiertos y el clitoris erecto fuera del capuchón, y muy cerquita de él, le solpló.

La mujer no aguantó más. Cogió la cabeza de Márcia con las dos manos y le metió el coño en toda la boca. La joven sacó la lengua y Luciana, moviendo la pelvis y jadeando como una perrilla, folló la lengua de su sobrina hasta que se corrió en su boca.

A la semana siguiente, Luciana estaba en la habitación de un hotel de lujo. Encima de un aparador, en una bandeja y dentro de una cubitera había una botella de champán al lado una copa mediada y otra vacía. Luciana estaba descalza, con un p¡cardias de seda transparente que dejaba ver sus tesoros. Su rostro lo tapaba una máscara Veneciana... El culo le empezó a andar para dentro y para fuera cuando vio al chico que le mandaran. Era un bomboncito. musculoso de 18 años... Era... Sebastián, su hijo. Ahora sabía cual era su hobby. Ya no lo pudo invitar a nada. No podía hablar o la reconocería. El muchacho le dijo:

-Buenas.

La respuesta de Luciana fue dejar caer el picardías al piso de la habtación.

Allí, de pié, con la lengua, Sebastián hizo que su madre se corriera en su boca.

En cama, a cuatro patas, clavándole en el culo sus 24 centímetos, y masturbándole el coño, hizo que se corriera por segunda vez.

Encima de su madre, sintiendo que se iba a correr por tercera vez, le dijo:

-¿Quieres que me corra contigo, madre?

Luciana, al oír las palabras de su hijo, aún se excitó más de lo que estaba. y le respondió:

-Sí, hijo. ¡Llename el coño! ¡¡Lléname el coño con tu leche!! !!¡Córrete dentro de mí!!!

Sebastián se corrió dentro de su madre. El coño de Luciana, abriéndose y cerándose, echaba jugo y después succionaba la leche de la polla como si de una boca se tratase.

Luciana ya no se iba a obsesionar más con su hijo.. Sus fantasías se hicieran realidad, bueno, parte de ellas, el resto las haría realidad en su chalé.
 
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