Los Veranos con Nuestras Madres 001

heranlu

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Llegaba el verano y mi madre empezó a hablar con mi tía María para preparar las vacaciones. Marta es el nombre de mi madre, una mujer que tenía cincuenta y dos años en aquel año en que, entre ella y mi tía, nos dieron el mejor verano a mi primo Eduardo y a mí. Mi nombre es Enrique, aquel año había cumplido los diecinueve años. Edu y yo no sólo éramos primos, sino además muy buenos amigos. Él ya tenía los veinte años. Ambos estábamos en la universidad, cada uno en una carrera, pero los fines de semana salíamos a disfrutar del ocio con algunos amigos. Mi tía María era una mujer de cincuenta y cuatro años, divorciada como mi madre, por lo que muchas veces nos reuníamos los cuatro para las celebraciones de fiestas.

Las dos, todos los veranos alquilaban algún piso en la costa para irnos los cuatro a descansar. Aquel año nos dijeron que nos iríamos a un resort, al M. W. Resort, un hotel en la sierra, un lugar paradisiaco, al que iríamos en un todo incluido. Mi primo y yo aceptábamos todas las decisiones de nuestras madres, pues no había ningún verano en el que no lo hubiéramos pasado realmente bien.

Y así, el dos de julio de aquel año llegamos al hotel. No era un hotel muy grande, apenas llegaba a las treinta habitaciones, pero las instalaciones y las opciones de ocio eran impresionantes. Mi primo y yo entramos como el que ve por primera vez el paraíso. Lo mirábamos todo, buscábamos todo lo que se podía hacer allí, a dónde ir, las noches de fiesta... Nuestras madres hablaban con los recepcionistas y demás empleados para coger las habitaciones.

- ¡Buenas tardes señoras! - una mujer se acercó a presentarse a nuestras madres – Soy Margaret Waller, propietaria de este hotel.

- ¡Hola, yo soy Marta! Y ella es María... - la saludó mi madre.

- ¡Encantada! - saludó mi tía

- Hablé con usted ¿no? - le dijo la señora Margaret.

- ¡Sí! ¿Todo bien? - le preguntó mi tía.

- ¡Desde luego señora María! - le sonreía mientras se estrechaban las manos para cerrar el acuerdo al que habían llegado - Aquí siempre estamos atentos a los deseos de nuestras clientas. - se giró y señaló a un joven que había tras ella – Juan les llevará a su habitación...

Y nos llevó, él nos guiaba y dos muchachos más llevaban las maletas. Entramos en la habitación y nos dejaron las maletas en el salón en el que a ambos lados estaban los dormitorios. Se marcharon los jóvenes y nos repartimos los dormitorios. Ellas se quedaron con uno y el otro fue para mi primo y para mí. Los dos dormitorios tenían camas de matrimonio, con lo que Edu y yo tendríamos que dormir juntos, al igual que nuestras madres en el suyo.

A los pocos minutos, Edu y yo habíamos ordenado todas las cosas en los distintos armarios y decidimos dar una vuelta por las instalaciones. Nuestras madres aún seguían ordenando sus cosas y charlando. Primero fuimos al bar para buscar unas botellas de agua y nos sentamos en una mesa para descansar un poco. Todas las personas con las que nos cruzábamos eran muy amables y, aunque en distintos idiomas, nos saludaban muy cordialmente.

- Edu... - empecé a hablar mientras mi primo bebía - ¿Has visto que todas las mujeres que hay son mayores?

- No le digas eso a mi madre. - contestó.

- ¿El qué?

- Eso de “mayores”. Son más o menos de la misma edad que nuestras madres, si te escuchan se enfadarán pues dirán que ellas no son mayores, en todo caso “maduras”.

- ¿Y cuál es la diferencia?

- Qué “mayores” se refiere a vieja y “madura” es lo mismo, pero ellas piensan que aún están para que les peguen un buen polvo...

- Pues la verdad es que hay algunas que son maduras para echarles más de uno... - Edu mostraba una sonrisa malvada mientras le hablaba.

- La verdad es que tu madre es muy “madura”, para echarle más de...

- ¡Hola niños! - la voz de mi madre hizo que Edu callara de golpe - ¿Qué tomáis?

- Agua... - le contesté mientras ella se sentaba a mi lado y mi tía junto a mi primo.

Mi madre pidió al camarero cuatro mimosas para celebrar el comienzo de nuestras vacaciones. Mientras charlábamos, empecé a fijarme, no sólo en que las mujeres de alrededor eran maduras, sino que mi madre y mi tía no desentonaban con ellas. Pero no sólo había mujeres allí, también hombres, la mayoría jóvenes como mi primo y yo, pero algún hombre mayor también, aunque pocos. Y, influenciado por la conversación con Edu, empecé a mirar el cuerpo de mi madre. Llevaba una camisa amplia y casi transparente que mostraba sutilmente la parte superior de un bikini que a duras penas podía contener sus redondas tetas. Mi tía llevaba otra camiseta que no dejaba ver nada, pero sus tetas eran más grandes que las de mi madre y se notaba en el abultamiento que producían en la fina tela.

- ¡Señoras, el bufet queda abierto en el salón comedor en este momento! - sonó por la megafonía - Ladies, the buffet is open in the dining room at this time!

- ¡Andad niños! - dijo mi tía - ¡Vamos a comer!

Ya eran las dos de la tarde y los cuatro caminamos por los pasillos del hotel hasta llegar al comedor. Aquello parecía una boda, había una lista a la entrada que indicaba en que mesa se tenía que sentar cada cual. Buscamos la nuestra y allí nos fuimos.

Nos sentamos y junto a nosotros se sentaron Bethany, una mujer de Australia que venía todos los años con su hijo Oliver. También estaban los O'Brien, una familia del sur de Inglaterra formada por Poppy, la madre; Charlie, el padre y el hijo Kyle. Mi inglés no era muy bueno, pero gracias a dios llevaban bastante tiempo yendo allí en vacaciones y su español no era malo, los entendía. Comenzamos a hablar y a presentarnos.

- ¡Hola, buenas tardes! - empezó a hablar la señora Margaret – Gracias por estar otro año más con nosotros en este mes de julio. Ya os he ido saludando uno por uno a vuestra llegada, yo y mi hijo Antonio. - señaló al hombre que estaba sentado junto a ella - Queríamos dar la bienvenida, como hemos hecho años anteriores, a Marta, María, Eduardo y Enrique. Este año es la primera vez que vienen y esperemos que vengan más años. ¡Un aplauso para ellos! - cuando pararon los aplausos añadió algo que me extrañó - ¡Recordad nuestra primera norma!

Sentí un poco de vergüenza, era la primera vez que veía esa bienvenida en un hotel, pero mi madre y mi tía incluso se levantaron a saludar. Tras aquellas palabras, todos empezamos a comer mientras hablábamos con nuestros amigos de mesa.

Tras la comida, volvimos a nuestra habitación. Nuestras madres se marcharon a su dormitorio y mi primo y yo fuimos al nuestro. Descansamos un poco y la verdad es que los dos nos dormimos.

- ¡Vamos perezosos! - la voz de mi madre nos despertó - ¡No estamos aquí para dormir! ¡Vamos a la piscina! - se marchó a su dormitorio.

- Enrique. - me dijo mi primo - ¡Tu madre es una “madura”!

- Y tú un pervertido... - los dos reímos.

Bajamos los cuatro hasta llegar a la piscina. Nuestras madres miraron alrededor hasta que decidieron tomar unas tumbonas junto a Bethany, la australiana que veraneaba con su hijo. Saludamos y nuestras madres comenzaron a charlar con Bethany. Mientras hablaban, nuestras madres iban quitando sus ropas para quedar en bikini. Edu se quedó boquiabierto al verlas, mientras que mis ojos no sabían a donde mirar. Aquellos bikinis eran más que pequeños, diminutos y dejaban sus cuerpos bien expuestos a los ojos de los que allí estábamos. Edu me miró y me dijo por lo bajini “maduras”. Yo lo entendí a la perfección, pues las tetas de mi tía rebosaban de la pequeña tela que quería contenerlas. Y entre las piernas de mi madre se marcaban los labios vaginales de su coño. “Muy maduras” respondí a Edu.

- Nice bikinis! - dijo Bethany.

- Oh thanks! - respondió mi madre.

Parecía que a nuestra amiga le gustaban nuestras madres con aquellos bikinis. El hijo de Bethany que estaba recostado en la siguiente tumbona, miró a mi madre y sus ojos recorrieron su cuerpo sin perder detalle de ninguna de sus curvas, se notó.

- My son also liked it. - aquello no lo entendí. Maldije el no haber aprendido más ingles en la escuela - Here you have him if you need him...

- It's our first time. We don't really know how to do it... - contestó mi madre mientras mi primo y yo la mirábamos sin saber qué pasaba.

- No te preocupes querida. - contestó Bethany - If you want, swim in the pool and he will talk to you...

- I also want to swim. - Edu y yo nos miramos pues no sabíamos que mi tía supiera hablar inglés.

- Don't worry, Maria, he can talk to both of you at the same time. - Bethany sonrió de una forma rara tras decir estas palabras y nuestras madres se marcharon a la piscina.

Edu se levantó para ir a buscar algo para beber, mientras que Bethany y Oliver hablaban junto a mí en su idioma del que no entendía nada de nada. Miraba a mi madre y mi tía ducharse para entrar en la piscina y después, bajaron por la escalera hasta desaparecer de mi vista bajo el agua. Pensé en ir a bañarme con ellas. Dudaba y estaba a punto de levantarme cuando la voz de Bethany me distrajo de mis pensamientos.

- Enrique. - me dijo aquella mujer que tenía unos ojos preciosos – Tienes una madre muy bonita.

- Gracias... - contesté y no sabía muy bien a que venía aquella afirmación. Oliver se levantó de su tumbona y se marchó a la piscina – Perdona si no hablo bien tu idioma...

- Perdona tú también, no hablo inglés... - ella me sonrió.

- Entonces podré decir cualquier barbaridad sin ofenderte. - rio divertida y dijo algo que no entendí - When I can, I will put you between my legs so that you can push me… - siguió riendo – No te has enterado.

- No... - contesté.

- Es una burla. - agarró mi mano en señal de afecto – Mi hijo se ha ido... ¿Te importaría echarme crema para tomar un poco el sol? – me sentí avergonzado.

No me guastaba el tacto de la crema en las manos y no le echaba crema ni a mi madre, pero aquella mujer a la que apenas conocía, me dio el bote de crema, se puso en pie y se quitó la camisa y pude ver sus tetas sujetas por aquel bikini, que como parecía ser norma en aquella piscina, era mínimo. Mis ojos quedaron fijos en ellas, en sus tetas. Tenían que ser operadas. Por muchos movimientos que hacía, apenas se movían, tersas y turgentes, marcando sus pezones en la fina tela que los ocultaba. Se giró y me dio la espalda, su culo quedó delante de mi cara. Los ajustados vaqueros cortos que llevaba empezaron a bajar y su redondo y prieto culo aparecía ante mi vista. Una erección empezaba a brotar en mi polla. El tanga que llevaba como bikini dejaba sus redondos y prietos cachetes a la vista. Se inclinó y su culo en pompa estaba a pocos centímetros de mi boca, deseé morderlos y acariciarlos. Se giró tras despojarse de aquella ropa y delante de mi vista aparecía su pubis. La diminuta tela tapaba sólo lo necesario para no tener su coño al aire. Mi mano acomodó mi polla en el bañador instintivamente y ella se percató.

- Me acuesto en la cama y me echas la crema. - sabía lo que quería decir, pero mi imaginación calentada por su cuerpo la imaginó tumbada en una cama mientras yo la regaba con la crema de mi polla.

- Sorry Mrs. Bethany. Remember what the first day rules are... - Margaret había llegado y se puso a hablar con ella - They don't know yet what their mothers have hired.

- I am sorry! I just wanted to go preparing him to be the first with him when possible. - Bethany parecía preocupada.

- No problem, but don't attack him too much. - Margaret se marchó tras aquellas palabras.

- Échame crema sólo por la espalda...

Mientras.

Marta y María se ducharon antes de entrar en el agua de la piscina. Habían comprado aquellos bikinis que eran pequeños, más pequeños de los que a ellas les gustaba, si bien no eran unos tangas como los que llevaban la mayoría de las mujeres que estaban en la piscina, se sentían desnudas ante las lascivas miradas de los jóvenes que allí estaban. Sabían a qué habían venido, el hotel no tenía aquel nombre por nada y menos por el nombre de la propietaria. No se llamaba Margaret Waller Resort, no, era Mature ***** Resort, un hotel exclusivo para mujeres maduras que daban rienda suelta a sus deseos de sexo con jóvenes. Algunas solteras iban a buscar satisfacer sus deseos con los empleados que allí trabajaban, que estaban informados de la finalidad del hotel y podían sacar un sobresueldo prostituyéndose con ellas. Otras, casadas o divorciadas, iban con sus hijos para tener sexo incestuoso en un lugar seguro, o para practicar el intercambio de hijos. Todo estaba permitido siempre que fuera voluntario por parte de las mujeres y los jóvenes. El caso más raro que tenían allí era el de la familia O’Brien, ellos iban los tres, madre, padre e hijo, pues ella tenía sexo con su hijo mientras su marido disfrutaba mirándolos. Muchos dirían que aquel era un lugar de perversión, pero en realidad era un lugar para que madres e hijos pudieran dar rienda suelta a su amor, como la propia Margaret hacía con su hijo Antonio.

- ¿Hemos hecho bien? - preguntó María a su cuñada.

- Ya está hecho, para bien o para mal.

- Y si ellos se enfadan ¿qué haremos?

- Pues nos vamos, aunque perdamos el dinero que hemos pagado. - María pareció tranquilizarse.

- Good afternoon, ladies! - Oliver llegó por detrás de ellas y las saludó.

- ¡Hola Oliver! - dijo Marta.

- A mi madre le ha gustado tu hijo. - le dijo el joven a Marta.

- Ya lo veo. - ella le sonrió - A mí también me ha gustado su hijo...

- Parece que nuestros gustos se encuentran. - Oliver pasó su mano por su cintura y la acarició - Does your friend also like my mother's son? - pasó la otra mano por la cintura de María.

- ¡A mí no! - dijo María de forma cortante y retiró la mano de Oliver de su cuerpo.

- She has come here to try to woo her son Eduardo. - Marta retiró la mano del joven de su cuerpo - Remember the rule of the first day...

- Ok, si me necesitáis aquí estaré. - Oliver se marchó nadando.


Llevábamos un buen rato por la piscina, mi madre y mi tía estaban charlando junto a mí. Bethany seguía tomando el sol al otro lado y no podía dejar de mirar su redondo culo. Tenía que hacerlo disimuladamente, pero parecía que ella me ofrecía aquellas vistas de su voluptuoso cuerpo de forma voluntaria. Nunca había tenido sexo con una mujer mayor que yo, pero aquel verano podía ser en el que yo pudiera tener esa oportunidad. Mi primo llevaba todo el tiempo bebiendo y charlando con la camarera, que como parecía norma en ese hotel, era mujer madura con unas tetas impresionantemente grandes, como las de su madre de las que tantos elogios había escuchado por su parte.

- ¡Señoras, la cena y el baile de inauguración será a las diez! - dijo la megafonía - Ladies, dinner and the opening dance will be at ten!

- ¡Uf, es tarde! - dijo mi madre - ¡Ve a buscar a tu primo y vamos a la habitación a prepararnos! ¡Tenemos que hablar!

La obedecí. Me despedí de la señora Bethany y fui hasta Eduardo que aún hablaba con la adorable mujer de la barra. Me costó separarlo del bar y se le notaba un poco achispado.

- ¡Vamos Edu! - tiré de su brazo para llevármelo - ¡Nuestras madres nos esperan!

- ¡Adiós guapo! - le dijo Estefanía, la camarera.

- ¡Has visto cómo se parece a mi madre! - su lengua estaba suelta por el alcohol.

- Ya he notado que hace tiempo que tu madre te trae caliente, pero esta trabaja aquí y no creo que quiera tener un jaleo con un huésped pesado y tan niño como tú.

- ¡Porqué yo no quiero! - dijo altivo - ¡Si yo quisiera me follaba hasta a mi madre!

- ¡Baja la voz que estás diciendo muchas tonterías y te van a escuchar! - recriminé a mi primo.

- Perdón... - ya no dijo nada más.

Cuando llegamos a la habitación, nuestras madres nos estaban esperando. Los dos dormitorios se comunicaban con un salón que era común para todos. Las dos estaban allí sentadas, algo nerviosas, esperándonos para hablarnos. Edu se sentó junto a su madre y yo en otro sillón. Mi madre estaba de pie y parecía no saber que decir.

Mi madre comenzó a explicarnos que era aquel lugar y las prácticas que allí se llevaban. Yo no podía asimilar tanta información turbadora de golpe y la miraba con la boca abierta. Miré para Edu y en su boca había una sonrisa de placer, el alcohol lo había inhibido un poco, pero su deseo por su madre podía hacerse realidad si ella quería.

- ¡Oh mamá! - empezó a hablar Edu - ¡Siempre soñé con un lugar así para decirte lo que te quiero! - estaba un poco afectado por la bebida, pero era verdad lo que decía. Abrazó a su madre.

- ¡Yo también te quiero! - le dijo su madre y sin esperarlo, Edu la beso en la boca.

Mi madre y yo quedamos paralizados, mirando como madre e hijo se besaban apasionadamente. Eduardo empezó a echarse encima de su madre y la tumbó en el sofá sin dejar de besarla.

- ¡Para hijo! - mi tía frenó el ansia de Edu - ¡Ya tendremos tiempo!

Tranquilizados un poco por la situación que habían protagonizado Edu y su madre, acabamos de hablar. Aclarados todos los puntos, los cuatro nos dispusimos a prepararnos para ir a la cena. Ellas se prepararon en su dormitorio y nosotros en el nuestro. Edu estaba eufórico ante la situación. Había deseado en secreto por mucho tiempo a su madre y ella un momento antes le había correspondido a su amor. No lo podía creer. Pensé que tal vez mi madre quería lo mismo conmigo... Tenía que hablar con ella.

Casi era la hora de la cena, los cuatro nos reunimos en el salón que comunicaba nuestras habitaciones. Ellas estaban preciosas, las dos estaban demasiado excitantes. Nosotros nos pusimos un traje de chaqueta que ellas nos habían traído en secreto para aquella noche. Salimos de la habitación y Edu agarró la mano de su madre para caminar por el pasillo. Mi madre y yo los mirábamos desde atrás.

- Mamá. - le dije - ¿Tú también quieres eso? - ella rio levemente.

- ¡No hijo! - me dio un beso en la mejilla – Tu tía insistió en venir aquí y la verdad es que no me importa tener sexo con jóvenes, pero nunca se me ha pasado por la cabeza tenerlo con mi propio hijo... - apoyó la cabeza en mi hombro y me susurró - ¡Pero quién sabe cómo puede acabar la noche! - siguió riendo - ¿Te gustaría intercambiar a tu madre por una tal Bethany? - sabía cuál era mi deseo - ¿Darías a tu madre para que la poseyera Oliver?

- Si quieres... - le sonreí - Bethany tiene un cuerpo de infarto.

- ¡Y de mucha cirugía!

Cuando llegamos al salón para la cena, todos los huéspedes nos estaban esperando. Nos aplaudieron para darnos la bienvenida a aquel lugar tan exclusivo para las mujeres que deseaban a los jóvenes y a sus propios hijos. Nos llevaron hasta nuestra mesa, donde estaba Bethany y su hijo y la familia O’Brien. Todos estaban felices por poder mostrar sus sentimientos sin ningún pudor. Durante la cena hablábamos y Edu y su madre se daban tímidas muestras de cariño. Cuando acabamos la cena, todos nos marchamos al salón adjunto que habían transformado en una discoteca. Bajo una tenue luz, tenían sofás y mesas distribuidas por toda la superficie. Una barra de bar al fondo surtía de bebidas a las maduras mujeres y sus parejas.

Entramos en aquella sala. Edu y María fueron a la barra y después desaparecieron en un rincón oscuro donde había una especie de reservado bastante íntimo. Mi madre y yo caminábamos junto a Oliver y su madre. Buscamos dos sillones junto a una mesita baja. Oliver y yo fuimos por bebidas.

En el oscuro reservado.

Eduardo sentía temblar todo su cuerpo. Estaba muy excitado. Hacía unos minutos que había descubierto que su madre sentía el mismo deseo que él. Siempre lo había llevado en secreto y sólo había confiado en su primo. Pero ahora no podía ser demasiado brusco con su madre. Allí, en aquel pecaminoso hotel, podría mostrar sin tapujos lo que la sociedad tomaría como la mayor infamia que pudieran hacer un hijo con su madre. La miró mientras ella caminaba delante para sentarse en el sofá. Siempre le había parecido excitante, pero aquella noche sentía que se iba a correr con sólo mirarla.

- ¡Ven hijo! - le dijo María a su hijo al sentarse en el sofá.

- Sí mamá. - dejó las dos bebidas en la mesita y se sentó. La miró a los ojos y besó sus labios con suavidad - ¡Te deseo desde hace mucho tiempo!

- ¡Yo también te deseo! - ahora ella besaba a él - ¡Mi dulce niño!

No dijeron más. Allí no podían verlos bien y los dos se fundieron en un apasionado beso mientras sus manos se acariciaban sus cuerpos. Su incestuoso deseo había estallado y nadie podría pararlos.
 
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