Los Vecinos las llamaban Beatas

heranlu

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Alpidia tenía 35 años, era alta y delgada y vestía de luto de la cabeza a los pies, llevaba el pelo negro recogido en un moño y era sería hasta para respirar. Tenía un hijo de 20 años, Esteban, que no tenía nada de recatado ni era temeroso de Dios.

Jerónima, que era hermanastra de Alpidia, tenía 38 años, vestía de luto de los pies a la cabeza, era baja de estatura, morena, de pelo negro y corto y tenía un hijo de 19 años, Pedro, que como su primo Esteban, hablarle de Dios era insultar a su inteligencia.

El día de Noche Buena, Alpidia y Jerónima llegaron de la misa del gallo a casa de la segunda. Su hijo ya se había marchado. Le dijo Alpidia a Jerónima:

-Por no estar sola en mi casa ya dormía aquí.

-Puedes dormir en la cama de mi hijo. Hasta mañana no vuelve. Ahora vamos a comer unas pasas y algo de turrón.

Se fueron a la cocina a darse un pequeño capricho, cosa que no se acostumbraban a dar. Al llegar a la cocina vieron a dos muchachas de poco más de veinte años, rubias, de ojos azules, altas y preciosas, tenían dos escopetas recortadas en las manos. No eran del pueblo. Era obvio que entraran en la casa a robar.

Las hermanastras se persignaron al verlas. La más alta de las ladronas, les dijo:

-Eso no os va a servir de nada si no nos dais todo el dinero que haya en casa.

Jerónima se apresuró a decir:

-Tengo 300 euros en mi habitación.

-Venga. Vamos todas a buscarlos... y las joyas, tienes que darnos todas las joyas.

-En esta casa no hay joyas. Somos pobres.

Llegaron a la habitación. Jerónima, cogió el dinero en el armario y se lo dio a la chica más alta. La más baja tenía ganas de fiesta, besó a la más alta en la boca, y le preguntó:

-¿Las obligamos?

-Puede ser divertido ver que hay debajo de tanta ropa.

La más alta, apuntando a las hermanastras con la recortada, les dijo:

-Desnudaos si no queréis quedar sin cabeza.

Las hermanastras se desnudaron. Al verlas desnudas, dijo la más baja de las ladronas:

-¡Hostias! ¡Qué buenas están las lechosas!

Las hermanastras estaban buenísimas. Su piel era blanca como la leche, lo que contrastaba con las grandes matas de pelo negro de sus coños y con el pelo de sus axilas. Las tetas, que las tenían enormes, estaban coronadas por unas grandes areolas marrones y unos pequeños pezones. Desnudas eran muy atractivas.

La ladrona más alta, le dijo a Alpidia.

-Besa a tu amiga.

-Es mi hermana.

-Mejor, bésala.

Alpidia le dio un pico en los labios a su hermanastra.

La más baja le dijo a la más alta:

-Enséñale como se besa, Dori.

Dori, que era lesbiana, como la otra ladrona, le dio un beso con lengua a Alpidia que le dejó el coño latiendo.

Cuando Alpidia besó a Jerónima, ya eran dos los coños que latían.

-Chúpale las tetas y cómele el coño a tu hermana.

Alpidia le pasó la lengua por las tetas a Jerónima.

-Así, no. Mira esto.

La ladrona más baja, le levantó la blusa y el jersey a la otra ladrona y le chupó y le acarició las pequeñas tetas. Luego le bajó las bragas y le comió el coño, que lo tenía completamente rasurado.

-Venga. Queremos ver como os calentáis.

-Di que sí, Martu, y sigue, cariño, sigue que ya estoy caliente.

Alpidia no tuvo más remedio que hacerlo. Le comió las tetas bien comidas a Jerónima y después le pasó la lengua por el coño. Jerónima hacía esfuerzos por no gemir viendo como Martu le comía el coño a Dori, y sintiendo la lengua de su hermanastra en su coño. La hostia es que se iba a correr y acabaría por hacerlo. Tuvo suerte, ya que Dori le dijo:

-Ahora besa tú a tu hermana, cómele las tetas y después cómele el coño.

Jerónima besó a Alpidia con lengua, y notó que su hermanastra también la besaba a ella. Se encendió más de lo que estaba. Le comió las tetas con ganas, y despues el coño.

Dori no pudo aguantar más, jadeando y con un temblor de piernas que casi no se tenía en pie, se corrió en la boca de Martu.

Al acaba de correrse, le dijo Dori a Martu:

-Será mejor que nos vayamos. Ya tentamos demasiado a la suerte.

Al rato se iban. Las hermanastras se volvieron a persignar. Se vistieron. Avergonzada, le dijo Alpidia a Jerónima:

-Me voy para la habitación de tu hijo.

Alpidia se fue para cama. Esa noche no se atrevió a rezar. Lo mismo le pasó a Jerónima. Media hora más tarde, Jerónima fue a la habitación de Alpidia y se metió en la cama.

-¿Tengo frío, Alpidia?

-Acércate a mí.

Jerónima se acercó a Alpidia por la espalda y se acurrucó junto a ella. Le pasó un dedo por la asa de la enagua, y le preguntó:

-¿Duermes siempre sin camisón?

-Sólo hoy. Te esperaba. Quiero volver a verte desnuda.

-Y yo a ti.

Alpidia se dio la vuelta y se besaron.

-¿Quieres que empiece yo, Jerónima?

-¿Y si nos las comenos juntas?

Se desnudaron. Se destaparon. Ya no había frío. Se pusieron de lado... Comenzaron a comerse los coños. Alpidia llevaba tres años sin correrse, Jerónima, dos, que era el tiempo que llevaban viudas. Sus lenguas devoraron los coños con hambre atrasada. No aguantaron más de cinco minutos. Cuando Alpidia sintió que se iba a correr, le dijo a su hermanastra:

-¡Ay que rico, ay que rico, ay que rico...!

Jerónima, explotó:

-¡¡¡Me corro!!!

Estaban retorciéndose de gusto y bebiendo una de la otra, cuando entraron en la casa Esteban y Pedro.

-¡¿Esa que dijo que se corría no es tu madre, Pedro?!

-¡¿Y la de lo hay que rico no es la tuya, Esteban?!
Esteban le respondió a Pedro, en bajito:

-Sí. No esperaba esto de mi madre. Temerosa de Dios... Comedianta.

-Ni yo lo esperaba de la mía, pero así es la vida.

-La verdad es que la vida da unas sorpresas...

Pedro, que era un mocetón, moreno, alto, de ojos negros, ancho de espalda y estrecho de culo, quiso defenderlas:

-Llevan mucho tiempo sin sexo.

Esteban, que era delgado, de ojos azules, estatura mediana, moreno... guapo, muy guapo, no estaba de acuerdo con su primo.

-Más llevamos nosotros.

-Por que tú quieres.

Esteban y Pedro se miraron. Sus labios se fueron acercando y se dieron un beso largo y dulce. De repente, Esteban, se separó de Pedro, y le dijo:

-¿Qué haces? Yo no soy maricón.

Pedro, quedó cortado.

-Debió ser por el calentón de saber que tu madre se lo estaba montando con la mía.

-Seguro que la sedujo tu madre.

-Me da a mi que fue la tuya la que sedujo a la mía.

-Claro, como la tuya es una santa... Santa Come Coños.

-Que más da quien sedujo a quien. ¿Dónde vamos a dormir? Mi habitación está ocupada.

-Yo me voy para mi casa. Tú duerme donde quieras.

-Podíamos domir en tu casa.

-¡Ni harto de vino te llevaría a mi casa!

-¿Tienes miedo a que te folle el culo y te guste?

-A que te hostio.

-Mejor vuelve a besarme.

-¿Desde cuándo eres maricón, Pedro?

-Desde que me besaste.

-Me besaste tu a mí.

-No, me besaste tú a mi y te gustó.

-No, no me gustó.

-¿Y por qué me chupaste la lengua si no te gustaba?

-Que te den.

-Algún día nos daremos.

-Sueña.

Esteban, se marchó. Pedro siguió escuchando los gemidos de su madre y de su tía, que tan en su mundo estaban que no escuchaban más que la voz de la pasión. A Pedro, que como su primo, aún era virgen, la polla le quería romper el pantalón...

Como si nada oyera, entró en su habitación y encendió la luz, Jerónima, que estaba encima de Alpidia poniéndole el coño en la boca, se tapó las tremendas tetas con las manos.

Pedro, se hizo el borracho:

-¿Andas a por uuuuvas, mamá?

Alpidia, al oír la voz de Pedro, dejó de mamar. Jerónima, se bajó. Se taparon con una sábana. Pedro sacó la polla, empalmada, 20 centímetros y gorda, y con ella en la mano, le dijo:

-Diles que se deeeeestapen que quieres verlas.

Jerónima le preguntó a su hijo:

-¿Estás borracho, Pedro?

-Borracho y con gaaaaanas de que me desvirguen.

Se echó boca arriba en la cama y les dijo:

-Desnudaaaaaarme.

-Mejor será que duermas la borrachera, hijo.

-Desnudarme y follarme o mañana saaaaaabe toda la aldea que sois tooooooortilleras.

-Alpidia, le dijo:

-¡No te atreverás!

-De voooooosotras depende.

-¿No querrás follar a tu madre, hijo?

-Nooooooo. Quiero que me fooooolle ella a mí.

-Estás loco.

-Y vosoooootras estáis cachoooooondísimas. Desnudarme o salgo a la caaaaalle gritando lo que vi.

Las hermanastras desnudaron a Pedro.

-Mamada, quiero una maaaaamada.

La madre y la tía se la mamaron y poco a poco se fueron encendiendo. Cuando la polla empezó a echar líquido preseminal, tanto la madre como la tía estaban deseando que les dijese que lo montasen para meter aquella tremenda polla en el coño. Le tocó el caramelo a la madre.

-Desvírgame, mamá, y tú dame a comer el coño, tía.

Jerónima, metio la polla en su coño empapado y desvirgó a su hijo. Le entró apretada, debÍa ser por el tiempo que llevaba sin ser penetrada. Alpidia le puso el coño peludo en toda la boca. Tanto la tía como la madre se movían buscando el orgasmo... Se pusieron como motos... Aprovechando que Pedro no las veía, se besaban y se magreaban las tetas. A los diez minutos, más o menos, Jerónima ya se iba a correr:

-¡Ay que me viene, ay que me viene! ¡¡Ay que me corro, ay que me corro!! ¡¡¡Me corro!!!

Alpidia, al ver la cara de su hermanastra al correse, apretó su clítoris contra la lengua de Pedro, movió la pelvis con rapidez, y se comenzó a correr en la boca de su sobrino, diciendo:

-¡Mi madriña lo que ahí tal viene!

Pedro, después de tragar el jugo de su tía, dijo:

-Chupármela que me quieeeeeero correr.

Se la menearon y se la chuparon... Cinco minutos más tarde, después de lamer, chupar y mamar polla y pelotas, Alpidia ya estaba otra vez que echaba por fuera. Sin que Pedro le dijera nada, lo montó y lo folló moviendo la pelvis hacia delante y hacia atrás a toda pastilla. Ni dos minutos tardó en correrse. Jerónima, al termimar su hermanastra, no quiso ser menos. Montó a su hijo y no tardó en correse. Recién acabara y sintió como le latía la polla a Pedro dentro de su coño. La quitó del coño y la puso en la entrada de su ojete. Pedro se la metió en el culo, y a su pensamiento vino la cara de su primo mientras se iba corriendo.

Al acabar de correse, Pedro, les dijo:

-Ahora quiero dormir. Ir a follar a otra cama.

Esteban, en su casa, acababa de masturbarse imaginando como su madre le comía el coño a su tía, y viceversa, pero en el momento de correrse, apretara bien la polla con la mano y la sacudiera pensando que se la estaba metiendo en el culo a su primo.

A la mañana siguiente, Jerónima y Alpidia estaban desayunando en la cocina, vestidas, llegó Pedro, y les dijo:

-Buenos días. ¿Se quedó a domir aquí, tía?

-¡¿No te acuerdas de nada de lo que pasó ayer noche?!

Pedro iba a seguir con su mentira.

-No, estaba demasiado borracho.

Alpidia, suspiró, y dijio:

-¡Qué pena!

Jerónima, no estaba de acuerdo con ella.

-Mejor así.

Pedro, siguió haciéndose el tonto.

-¿Me perdí algo importante, madre?

-No, hijo, no te perdiste nada.

Una semana más tarde, por la noche, estaba Esteban ojeando la Voz de Galicia en la cocina de la casa de Jerónima, acompañado de Pedro, Jerónima y Alpidia, y le dijo a Pedro:

-Escucha lo que pone aquí, Pedrín. Detenidas por la guardia civil D.S.V y M.A.G, alias Dori y Martu como sospechosas de un robo con asesinato en una vivienda de la Moraleja de Madrid el dia de Noche Buena después de la misa del gallo.

Pedro le respondió.

-No creo que esas dos chaladas mataran a nadie.

Jerónima, preguntó:

-¿Las conocéís?

-Sí, son dos amigas nuestras

.

-¿Novietas?

-¡Qué va!

Alpidia, también quería saber.

-¿Cómo son fisicamente?

-Rubias, de ojos azules, muy guapas y muy lesbianas.

-¿Y ladronas?

-Sí. Las chavalas tienen dos recortadas, pero las llevan siempre descargadas. Imposible que mataran a nadie.

Esteban parecía preocupado.

-Pues les van a caer 30 años por algo que no hicieron.

Jerónima y Alpidia se miraron. Tenían que hace algo. Y lo harían.

Esa noche, con la disculpa de que era muy tarde, Alpidia se quedaba en la casa de Jerómima. Pedro, le dijo a Esteban:

-Puedes domir conmigo, Esteban, la cama es ancha.

Esteban sabía que si lo invitaba a dormir con él era para follar. Sorprendió a Pedro, al decirle:

-Vale, así no dormiré sólo en casa.

Diez minutos más tarde...

En la habitación de Jerónima. Las hermanastras se besaban y se iban desnudando. Alpídía le dijo a Jerónima:

-No podemos hace ruido.

En la habitación de Pedro (la casa sólo tenía dos dormitorios y estaban pegados) los primos se besaban y se desnudaban. Se metieron en la cama. Se volvieron a besar... Esteban le chupó la polla a Pedro. que con un dedo jugaba con el agujero del culo de su primo, y con la otra mano lo masturbaba. Luego fue Pedro el que se la chupó y masturbó a Esteban. Esteban cogió miedo.

-¿Y si duele mucho?

-¿Voy a buscar manteca a la cocina?

-Vete.

Pedro, al rato, volvió con la manteca. Esteban le untó la polla con ella. Metío un dedo untado en su culo, se puso a cuatro, y le dijo:

-Dame.

Pedro untó una mano con la manteca, cogío la verga de su primo y mastúrabándolo le fue clavando sus gordos 20 céntímetros con mucha suavidad... Estaban disfrutando los dos una cosa mala.... Poco después, Esteban, le dijo a su primo:

-¡Hostias, Pedro! ¡Qué bien lo haces! ¡Si no paras me corro!

Pedro, no paró. Esteban le llenó la mano de leche con una expectacular corrida y él le llenó de leche el culo a su primo.

Acabaran de correse y oyeron en la habitación de al lado:

¡¡¡Me corro, Alpidia!!!

-Calla, loca, calla que te van a oír.

-¡¡¡Ooooooooooooh!!!

Pedro le dijo a Esteban:

-¿Vamos a follarlas? Así te desvirgas con una mujer.

-Tú no estás bien de la cabeza...

-Yo ya las follé la semana pasada.

Esteban se levantó de la cama, y mirando a Pedro, le preguntó:

-¡¿Me acabas de decir que te follaste a mi madre?!

-A la tuya y a la mía.

-¡Me importa una mierda que te hayas follado a tu madre, degenerado! Lo que me da por culo es que te has follado a la mía, hijo puta.

-Quien te da por culo soy yo.

-¡Encima!

-No, por detrás.

-¡Aquí van a llover hostias!

-A ver, Pedro, a ver. Hace un momento estabas dispuesto a follar a mi madre. ¿Qué diferencia hay en que yo folle a tu madre a que tú folles a la mía?

-¡Tu madre es madrastra, hijo puta!

-Ya somos dos.

-¡Me voy para mi casa!

-¿Y me vas a dejar el culo sin desvirgar?

-¡Mete un palo!

Esteban ya no tenía ganas de nada. Su polla estaba flácida y su cabreo era monumental. Sin decir nada más, se vistió y se fue a su casa.

La amistad de los primos se había acabado, aunque frecuentaban los mismos locales de la ciudad. Al sábado siguiente, Pedro, entró en un bar de copas y vio sentadas a una mesa a Dori y a Martu. Fue junto a ellas, y de pie, les dijo:

-¿Pero vosotras no estabais en el trullo?

Le respondió Dori.

-Dos mujeres de tu pueblo testificaron a nuestro favor.

-¡¿De mi pueblo?!

-Sí.

-¿Cómo es posible tal cosa?

-Todo empezó el día de Noche Buena. No teníamos dinero para pagar una habitación y fuimos a la dirección que nos diste. La puerta estaba cerrada. Llamamos y no había nadie. La casa de al lado tenía la puerta abierta. Entramos, y al rato llegaron estas dos mujeres que testificaron a nuestro favor.

-¡¿Les disteis el palo y os sacaron del trullo?!

La que le respondió ahora fue Martu.

-Les debió gustar que las obligáramos a comerse los coños.

Pedro ya tenía la mosca detrás de la oreja. La casa que estaba al lado de la suya llevaba vacía un año.

-¿Y cómo son esas mujeres?

-Parecían sacadas de un cuadro de Goya. Estaban enlutadas de la cabeza a los pies.

-¿Cómo se llamaban?

-Ni idea. Lo único que sabemos de ellas es que eran hermanas.

Entró Esteban en el bar. Al ver a Pedro hablando con Martu y con Dori, fue a saludarlas. Al llegar a su lado le dijo Pedro:

-Tengo que hablar contigo. Cuando sepas lo que te tengo que contar te vas a caer de culo.

-¡Contigo nada tengo que hablar!

Dori, les dijo:

-Sentaos. ¿Qué fue lo que os pasó?

Se sentaron, y le dijo Pedro:

-Nada que no se pueda arreglar. Contarle a Esteban que le hicisteis a las dos mujeres de nuestro pueblo que os quitaron del trullo.

Dori, le dijo:

-Si pagas algo.

-Eso puedes darlo por descontado. Cuenta todo desde que entrasteis en la casa.

-Fue el día de Noche Buena, a la una de la mañana, más o menos. Estábamos en la cocina buscando algo de comer cuando llegaron las dos enlutadas. No creo que llegaran a los 40 años...

Llegó el camarero y pidieron de beber 4 gin tonics. Dori siguió con la historia.

-... Recortadas en mano les hicimos que nos dieran los 300 euros que tenían en casa. Después nos divertimos con ellas. Mientras Martu me comía el coño hicimos que se los comieran ellas. Se llegaron a calentar tanto, que de verlas, me corrí en la boca de Martu. Y eso es todo, bueno, todo no, ya que como te dije, gracias a su testimonio estamos libres.

Martu, añadió.

-Ahora vamos a volver a vuestro pueblo. Les tenemos que devolver los 300 euros, y de paso, comerles el coño bien comido, a punta de recortada, no queremos que se sientan culpables de dejarse.

Esteban, le preguntó

-¿Y eso?

-Me da a mí que antes de obligarlas a comerse los coños, eran dos beatas de mucho cuidado.

Pedro, le dijo a Esteban:

-Dos mujeres, beatas, liadas en nuestro pueblo. ¿Quienes serán?

Esteban le preguntó a las dos muchchas:

-¿Y cuándo vais a volver a nuestro pueblo?

-Habíamos pensado ir esta noche.

Eran las 12.30 de la madrugada. Dori y Martu, en su Renault llegaron a un bosque que había cerca de la casa de Jerónima. Dejaron el coche en el bosque... Con las recortadas en la mano llegaron a casa de Jerónima. Les extrañó que la puerta de la casa estuviese abierta, pero no le dieron importancia. Se acercaron a la puerta de la habitación y sintieron gemidos. Recortadas en mano irrumpieron en ella. Dori encendió la luz. Pillaron a Jerónima con la cabeza entre las piernas de Alpidia. Le dijo Martu a Dori:

-Mira las hermanitas que bien se lo montan.

Dori, apuntándolas con la recortada, les dijo:

-¡En pie!

Jerónima no se lo podía creer.

-¿Cómo nos podéis hacer esto después de lo que hicimos por vosotras?

-¡Por qué somos malas! ¡¡En pie!!

Jerónima y Alpidia salieron de la cama. Dori se agachó delante de Jerónima y Martu delante de Alpidia. Comenzaron a comele los coños. Martu le dijo a Dori:

-Esta está tan empapada que no me aguanta la lengua ni dos minutos.

-¡Anda que esta! ¿Las follamos?

-Las follamos.

Dori y Martu sacaros del bolsillo trasero de sus jeans dos condones. Se los pusieron a los cañones de las recortadas. Los metieron en las bocas y los ensalivaron. Alpidia estaba excitada y asustada.

-No poner los dedos en los gatillos, por Dios bendito, no los poner que se os puede ir el dedo.

Dori, ordenó:

-¡Abrir las piernas!

Las hermanastras abrieron las piernas. Los cañones entraron apretados en los coños... Al rato ya estaban tan lubricadas que entraban y salían produciendo un placer tan grande a las hermanastras que no paraban de gemir, y más cuando Dori y Martu giraban los cañones dentro de los coños.

Dori, le dijo a Jerónima.

-Cuando te vayas a correr quiero que me lo digas. ¿Cómo te llamas?

-Jerónima.

-¿Me lo vas a decir, Jero?

-Sí.

Martu, le dijo a Alpidia.

-¿Y tú cómo te llamas?

-¡Alpidia! ¡¡¡Y yo, yo ya me corro!!!

Alpidia se corrió. El jugo mucoso de su corrida bajaba por los cañones de la escopeta recortada. Sus piernas temblaban y sus gemidos eran deliciosos. Estaba acabando Alpidia, cuando le dijo Jerónima a Dori:

-¡Me viene!

Dori, la folló más aprisa.

-¿Qué te viene?

-¡¡¡Una corrida como un mundo!!!

Y como un mundo fue la corrida que encharcó los cañones. A Jerónima tuvo que sujetarla su hermanastra, ya que las piernas le temblaban tanto, que si no la sujeta, se desploma.

Al acabar de correse Jerónima, Martu, besó a Alpidia y le preguntó:

-¿Si dejo a un lado la recortada, me la comerías?

-No.

-Prefieres que te obligue.

-Prefiero que os marchéis.

-Si eso es lo que queréis, nos vamos. Pensábamos pasarlo bien con vosotras, pero ya veo que no va a ser posible.

A Alpidia le entró la curiosidad.

-¿Y qué nos pensabais hacer?

-Mujer, comeros el coño y que nos lo comierais. Masturbaros y que nos mastubarais... Corrernos unas cuantas veces. Lo típico de una noche loca. En fin, devuélvele los 300 euros, Dori.

Dori sacó del bolsillo 3 billetes de 100 euros y se los dio a Jerónima, diciendo:

-Me hubiese encantado comerte el coño y que me lo comieras.

-¡Si nos acabáis de violar con dos escopetas! ¡¡Pudisteis hacernos pedazos!!

Dori, abrió la escopeta, que seguía con el condón puesto.

-Nunca las llevamos cargadas. ¿Queréis que nos quedemos, o no?

Alpidia, que tenía unas ganas locas de comer un coño fresquito, le preguntó a Jerónima:

-¿Le damos una alegría al cuerpo?

Jerónima, le respondió:

-Ya que estamos...

Las hermanastras, desatadas, desnudaron a las rubias... Al quitarles los sujetadores les comieron las pequeñas tetas, con areolitas rosadas y pequeños pezones... Al quitarles las bragas y encontrarse con sus pequeños chochos empapados los saborearon como si fuese un delicioso manjar. Las llevaron de la mano a la cama. Las rubias se echaron boca arriba y Jerónima y Alpidia se metieron ente sus piernas... Gemían una cosa mala Martu y Dori, cuando entraron en la habitación Pedro y Esteban con dos escopetas de cartuchos en las manos. Pedro, en tono jocoso, dijo:

-Buenas noches.

Tras la sorpresa inicial, en que las cuatro se taparon con la misma sábana, les peguntó Dori:

-¡¿Qué hacéis aquí?!

Le respondió Pedro.

-Yo estoy en mi casa. ¿Que les hicisteis a nuestras madres para que acabasen comiendo vuestros coños?

-¡¿Son vuestras madres!?

-No, son las vuestras, no te jode.

-¿Esas escopetas están cargadas?

-Están.

-¿Qué pensáis hacer con ellas?

Pronto lo iba a descubrir.

-¿Cuál de las dos te gusta más para estrenarte, Esteban?

-Sabes que hace tiempo que me gusta Martu.

Martu, dijo, asustada.

-¡No, a mí, no!

-A ti va a ser que si. Apartaos las tres para un lado y dejar a Martu sola.

Jerónima, Alpidia y Dori, se echaron a un lado. Esteban le dio la escopeta a Pedro, que ahora apuntaba a Martu con las dos armas. Esteban se desnudó en un tris, y empalmado fue hasta la cama. Martu estaba muy nerviosa.

-No lo hagas, Esteban.

Esteban, sin chupar tetas ni leches, se la metió. La polla, al estar el coño lubricado, entró como entra el hilo en el culo de una aguja, aunque lo que más ayudó a que la polla entrara con tanta facilidad fue que Martu ya se habia metido algún consolado mas grueso que la polla de Esteban.

Martu, fue meterle la polla y comenzar a gozar, pero tenía que disimular.

-Si buscas que me guste pinchas en hueso, cabrón.

A los cinco o seis minutos, Pedro le djo a Dori:

-Cómele las tetas a tu amiga.

Martu, se alarmó, estaba cerca de correse, y si Dori le comía las tetas, se corría sin remedio.

-¡No le hagas caso, Dori!

-¿Quieres que me vuele la cabeza?

-Está su madre contigo. No se atrevería a apretar el gatillo.

Dori no le hizo caso. Le comió las tetas.

Al ratito, Martu, estaba perdida.

-¡Me cago en todo! ¡¡Me cago en todo!! ¡Joder, joder, joder! ¡Me voy a corre y no quiero!

Martu, cogió la nuca de Esteban, lo acercó a ella, lo besó con lengua, y después, le dijo:

-¡¡Te voy a matar, cabrón!! ¡¡¡Me cooooooorro!!!

Martu se corrió con una fuerza brutal. Comió a besos a Pedro, que no pudo aguantar más. Sacó la polla del coño de Martu y se corió en su monte de venus.

Al acabar de correse su primo, Pedro, le dijo:

-Ven aquí y pilla las escopetas que voy a follar a Dori.

Dori, se puso brava.

-¡¡A mi no me follas tú, pichín!!

-¡¡Tú follaste a mi madre y yo te voy a follar a ti¡¡

-¡¡Y una mierda!!

-¡¡Si no te follo vais a servir de comida para los cerdos!!

Dori, se asustó.

-Vale, vale. pero que conste que lo hago por Martu.

Esteban cogió las dos escopetas y se creció.

-¡¡Hacer que se corra mi madre, zorras!!

No hizo falta que lo repitiera. Martu le iba a comer el coño a Alpidia y Jerómina la iba a besar y a comerle las tetas.

Dori, al ver desnudo a Pedro, se arrepintió de haberle llamado Pichin, Pedró tenía un pichón.

-¡Jesús, que grande es! ¡Me vas a reventar!

Pedro, se echó encima de Dori. Buscó sus labios. Dori le escupió. Le metió la cabeza de la polla en su pequeño coño.

-¡Ayyyyyy!

Volvió a buscar sus labios y Dorí le volvió a escupir.

-¡Jamás me besarás, hijo puta!

Pedro metió y sacó del coño la cabeza de la verga hasta que Dori se dejó de quejar. Después, le preguntó:

-¿Te la meto un poquito más, Dori?

Dori parecía una llama, volvió a escupir. Se la metió un poquito más y venga a escupirle en los labios... La metió un poquito más, más, más, más. La metió toda y le volvió a escupir por novena vez. Como no se la metía más, le dijo:

-Métemela un poquito más.

-Ya la metí toda.

Pillada con la empanada, tuvo que disimular.

-¡Ya lo sabía, hijo puta! Tus cojones están tocando mi culo.

Pedro comenzó a meter y sacar con mucha suavidad.

Al rato...

-¡¿No sabes dar caña, capullo?!

Pedro le empezó a dar canela en rama.

Alpidia, agarrando la cabeza de Martu y besando a Jerónima, se corrió. De su coño nació un río de jugo. Martu, viendo la cantidad de jugo que salía, dijo:

-¡Esta se va a quedar seca para la via! ¡¡Que corridón!!

Luego bebió de ella mientras Alpidia se retorcía de gusto.

Pedro volvió a buscar los labios de Dori. Dori le volvió a escupir. Esta vez. Pedro, le escupió también a ella. Dori, que tenía los labios de Pedro junto a los suyos, le pegó un morreo que lo dejó a temblar, y Pedro, temblando, sintió que se iba a correr. Quiso quitarla, pero Dorí también se empezaba a correr. Le cogió el culo, y volvió a meter la verga hasta el fondo. Besándose se corrieron juntos.

Al acabar, le dijo Dori:

-Sabes que si no nos matáis estáis muertos, ¿verdad?

-Pues vais a tener que matarnos porque las escopetas las tenemos descagadas y en la casa no hay cartuchos.

-¡Seréis hijos de puta!

Jerónima, les dijo.

-¿Y si comemos algo antes de que alguien mate a alguien? Tengo un jamón recién estrenado, y vino tinto y pan hay de sobras.

Martu, le dijo a Dori:

-A mí me apetece, ¿y a ti?

-También. Tiempo habrá para ajustar cuentas.

Pedro, le dijo al oído a Dori:

-¿Echamos después otro polvo?

Dorí, casi susurrando, le respondió:

-Ya veremos.
 
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