los sueños

heranlu

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Ago 31, 2007
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Desde hace ya bastantes años vivimos mi madre y yo solos, desde que mi padre nos abandonó. Aprendimos a vivir solos sin él y, gracias a que nos dejó una buena pensión, no tuvimos nunca problemas de dinero. Mi nombre es Raúl y mi madre se llama Lola.
Todos los sábados por la noche suelo salir con mis amigos y mi novia. A Cristina, mi novia, la conocí en la pandilla. Un día llegó acompañando a su prima, mi amiga Raquel, y desde aquel día empezamos a hablar y ya llevamos dos años saliendo.
Una noche de sábado, estando con ellos me encontré algo mal. Decidí volver a casa y pedí a Cristina que siguiera divirtiéndose. Regresé a casa en mi coche y me sentía algo mejor. Entre y me dirigí a mi habitación sin hacer ruido. Al acercarme a la puerta del salón vi que salía luz.
Me asomé a la puerta y mi madre estaba en el sillón echada, con las piernas abiertas de par en par, viendo una película porno y se metía en el coño un consolador. Ella no me podía ver al estar de espalda a mí, pero la veía y escuchaba sus gemidos de placer al masturbarse. Me fijé en el cuerpo de mi madre. Tenía un camisón, subido hasta la cintura para dejar al aire su vientre y su peludo coño. Sus hermosas piernas se abrían en ángulo llano y la polla de goma le entraba al ritmo que le marcaba la excitación de ver la película. La estuve observando hasta que se corrió, estaba preciosa al sentir el orgasmo y no pude evitar excitarme al ver a mi madre.
Sin hacer ruido me acerqué a la puerta de la calle y simulé que entraba en ese momento. Escuché como ella se levantaba y componía corriendo al escucharme. Salió de la habitación y nos encontramos en el pasillo.
-¿Ya estás aquí? – me preguntó alterada por el susto.
-Es que no me encuentro muy bien y decidí descansar. - me dio un beso y me fui a la cama.
Me fui a mi habitación y me acosté. Realmente no me encontraba bien, a mi indisposición física había que sumarle no poder quitarme de la cabeza la imagen de mi madre, su cuerpo, sus gemidos... Daba vueltas en la cama y no podía dormir. Del pasillo venía un ruido que no podía distinguir. Me levanté y salí de la habitación. Anduve hasta la puerta de la habitación de mi madre de donde provenían los ruidos, ruidos que no eran otra cosa más que los gemidos de mi madre que se masturbaba en su cama iluminada por la luz de la mesita de noche.
Entré en la habitación y la pude ver. Sólo tenía puesto un porta liga con unas medias negras. Estaba con sus piernas abiertas totalmente en medio de la cama y ahora se masturbaba con otra polla más gorda que la anterior, mucho más gorda que la anterior que le arrancaba gemidos mezcla de placer y dolor.
Me miró y sonriéndome me llamó para que me acercara a ella. Caminé hasta el filo de la cama y ella se pasaba el consolador por sus tetas. Me incliné y empecé a tocarle el coño, separando sus labios y buscando su clítoris para masturbarla. Ella gruñía por el placer y me acerqué a ella para besarla. Abrí la boca y empecé a sacar mi lengua para hundirla en su boca. Sentí como nuestras lenguas húmedas jugueteaban de una boca a otra mientras mis dedos se mojaban con los flujos de su coño.
De repente desperté en mi habitación. Había tenido un sueño erótico con mi madre y me había excitado muchísimo. Mi polla estaba erecta y sentía muchas ganas de follar con mi madre. Aquellos pensamientos me preocupaban. Mi madre tenía treinta y cinco años y yo diecinueve, quedó preñada muy joven, y estaba realmente buena... pero era mi madre. Durante unos minutos tenía una mezcla de excitación por haber tocado el coño de mi madre, en sueños, y la culpabilidad de tener esos pensamientos con ella. Poco a poco me fue rindiendo el sueño y quedé dormido.
Me levanté por la mañana y, después de asearme, fui a la cocina para hacerme algo para desayunar. Allí estaba mi madre y sentí algo de vergüenza cuando me besó en la mejilla, aún estaba excitado por el sueño de la noche y tenerla tan cerca y con ese pequeño camisón me ponía muy nervioso.
Desayuné sin apenas hablar y me marché a mi habitación para ducharme. Sonó el teléfono y era Cristina que me llamaba para auto invitarse a comer en mi casa. Ella y mi madre siempre se habían llevado bien. Se lo comunique a mi madre y me duché. Sobre las dos de la tarde llegó Cristina y preparamos la mesa y nos pusimos a comer. Cuando acabamos y recogimos la mesa, mi madre decidió irse a casa de la vecina y Cristina y yo nos fuimos a mi habitación.
Mi madre tenía la cortesía de dejarnos los domingos por la tarde una hora solos en casa para que pudiéramos follar tranquilos. Incluso una vez Cristina le pidió un condón a mi madre pues se nos habían acabado. Las dos se llevaban como amigas.
Pero ese día no íbamos a follar. Le conté como había visto a mi madre masturbándose y el sueño que tuve en la cama. Ella se reía y no le daba más importancia. Le comenté que estaba preocupado pues me sentía atraído por mi madre, pero ella le quitaba importancia al asunto y, quitándome los pantalones, comenzó a hacerme una mamada para que olvidara a mi madre. Sentía como se tragaba toda mi polla y cerré los ojos, pero sólo veía a mi madre con mi polla. La paré y le comenté que no podía concentrarme. Nos tumbamos en la cama abrazados.
Al rato llegó mi madre y vino a la habitación. Cristina se levantó y saludó a mi madre.
-Hola Lola ¿tomamos un café? – le dijo mi novia.
Mi madre aceptó y las dos fueron para la cocina. Estaba en la cama y no conseguía borrar el recuerdo real del cuerpo de mi madre y menos aún el sentimiento de excitación que me produjo el sueño, poder tocar su peludo coño y besarla... quedé dormido de nuevo.
Desperté una hora más tarde y me levanté para buscar a Cristina y a mi madre. Las dos estaban hablando y riendo en la salita. Entré y las saludé sin mucho énfasis. Estaban en el sillón sentadas y me invitaron a sentarme en medio de ellas.
-¿Cómo está mi precioso hijo?
-Genial, no me ves la cara.
-Seguro que esa cara te la cambiamos en seguida. – dijo Cristina. – Le he contado a tu madre lo de anoche.
Mi cara se puso colorada y sentí ganas de estrangularla. Mi madre sabía que me ponía cachondo al verla. No sabía que hacer.
-Hijo, no te preocupes. Para mí es un halago que te guste. – me dijo mi madre acariciándome para que me tranquilizara. – lo que me preocupa es que te cause un trauma. – hizo una pausa. – Hemos hablado Cristina y yo y al final llegamos a la conclusión que lo mejor sería que te desahogaras...
Sentí vértigo al escuchar a mi madre. Me estaba proponiendo relaciones con ella... y mi novia estaba de acuerdo. No sabía que hacer. Todo aquello parecía otro sueño... pero me había levantado de la cama... no lo podía creer.
-¿Quieres tener sexo conmigo y tu novia? – esas palabras de mi madre aceleraron mi corazón al máximo.
No acertaba a decir nada, sólo asentía con la cabeza, me dejaba llevar. Entre las dos me llevaron de las manos hasta la habitación de mi madre. Junto a la cama las dos me abrazaron por ambos lados y me besaron. Besé primero a Cristina y sentí su familiar lengua. Me volví para mi madre y la miré a los ojos.
-Mamá, me gustas mucho. – le dije y hundí mi lengua en su boca. Aquello fue mejor que el sueño.
-Cuando hagamos el amor llámame por mi nombre. – me indicó.
-Vale, ahora tengo dos mujeres que satisfacer, Cristina y Lola.
Empecé a besar a Cristina y acariciaba los culos de las dos. Mi madre acercó su boca a nosotros y empezamos a jugar con nuestras lenguas los tres. Era delicioso sentir las lenguas de las dos a la vez.
-Desnúdate y échate en la cama. – me indicó mi madre.
Me quité la ropa lo más rápido que pude y me tumbé boca arriba en medio de la cama. Ellas dos comenzaron a besarse y tocarse. Estaban haciendo un juego lésbico que me estaba calentando. Comencé a masturbarme al ver como se desnudaban la una a la otra. Podía ver sus culos y sus tetas. Veía sus pezones erectos, excitados por la lengua de la otra. Se intercambiaban caricias, besos. Cristina se tumbó boca arriba junto a mí y mi madre le abrió las piernas para empezar a comerle el coño.
-Cuando quieras te unes a nosotras. – me dijo Cristina.
La besé en la boca mientras tocaba sus tetas. Ella gemía al sentir la lengua de mi madre lamiendo su raja. Bajé por su barriga hasta llegar a donde mi madre se afanaba por chupar. Levantó la cabeza y me ofreció su boca. La bese y saboreé los jugos de Cristina. Le abrí los labios de su coño y se lo ofrecí.
-Toma Lola, chúpale la raja a Cristina.
Tenía su coño totalmente depilado y podía ver la lengua de mi madre deslizarse de arriba abajo, como se detenía para chupar su clítoris. Cristina gemía de placer mientras me masturbaba con una mano. Abrí las piernas y le puse la polla a la altura de su boca. Al momento comenzó a mamarme. Sentía como le entraba todo lo posible y como jugaba con su lengua en mi glande.
-Raúl, sigue chupándola. – me dijo mi madre y me dejo aquel coño para mi solo.
Se levantó de entre las piernas de Cristina y se puso junto a ella. Sentí como mi madre me abría los cachetes del culo y su lengua recorría la raja hasta llegar a mi ano. Nunca me habían hecho algo así y estaba receloso, pero al momento sentí placer al notar que la punta le la lengua de ella recorría mi esfínter haciendo círculos que me daban mucho placer. Podía sentir como mi novia se tragaba toda mi polla a la vez que mi madre me lamía el culo.
Yo seguía trabajando el coño de Cristina. Lamía su raja y le metía dos dedos por su vagina. Ella gimoteaba al sentirme. Se sacó mi polla de la boca y miré atrás. Se estaban besando.
-¿Os gusta las relaciones lésbicas o lo hacéis para calentarme? – les dije.
-Llevo casi el mismo tiempo enrollada con Lola que contigo.
-Entonces lo que os faltaba era una buena polla.
Me levanté de Cristina e hice que mi madre se tumbara boca arriba. Le abrí las piernas y contemplé su peludo coño. Eran como la noche y el día. Cristina rubia y Lola morena. Una sin pelos en el coño y la otra con una selva. Mi madre se abrió los labios del coño y empecé a lamer. Cristina protestaba para que la dejara comer el coño. Las cambié de postura. Puse a Cristina boca arriba pero con la cabeza en los pies de la cama y a mi madre sobre ella al contrario.
-Ahora puedes comerle su coño. – le dije.
Me puse de rodillas entre las piernas de Cristina y mi polla apuntaba a la cara de mi madre.
-¿Tienes hambre Lola?
Sin decir nada abrió la boca y le fui metiendo mi polla. Ella no se movía para que Cristina le chupara bien el coño y yo me movía follando su boca. Al poco le saqué la polla y ella se dedicó a comer el coño depilado de la otra. Me desplacé al culo de mi madre y acerqué mi polla. Cristina la cogió y le dio unas chupadas y prosiguió comiendo el coño a mi madre. Entonces abrí los cachetes del culo de Lola y metí mi lengua para buscar su ano. Lo lamí y escuchaba como gimoteaba al sentirnos jugar con sus dos agujeros.
-Ya estoy lista, necesito tu polla. – dijo mi madre.
Me arrodillé tras de ella y Cristina dirigió mi polla entre el pelambre de su coño para encontrar la entrada de su vagina. Noté que no tenía preservativo, pero aquella noche no me importaba dejar alguna de las dos preñada o a las dos. Empecé a empujar en su caliente y húmedo coño y mi polla fue separando sus paredes vaginales y ocupando aquel espacio en el que hacía mucho tiempo que sólo entraban pollas de goma. Mi polla se fue mojando más con cada penetración. Cristina lamía como podía el inicio de la raja de mi madre para intentar lamer el clítoris. Lola gemía al sentirnos hacer en su coño.
-¡Qué buenos sois! – gimoteaba entre las envestidas mías y las lamidas de Cristina. – ¡Me volvéis loca!
Yo, con mis manos en sus caderas, le metía mi polla todo lo que podía. A veces rápido y otras penetrándola lentamente, para que sintiera cada milímetro de polla que le iba entrado. Con un dedo empecé a jugar con el ano de mi madre y a ella parecía que le gustaba. Apreté un poco más y empezó a entrar. Le estaba penetrando el coño con mi polla y en su ano le metía un dedo.
Cristina se salió de debajo de Lola y se puso junto a esta en la misma postura para ofrecerse a mí. Con la mano que tenía libre, le empecé a acariciar el culo y busqué su raja para tocarla. Me llenó toda la mano de los flujos que emanaban de su coño por la excitación. Saqué la polla de mi madre y me coloqué detrás de la otra. Mi madre cogió mi polla y la dirigió a la vagina de mi novia. La penetré y eran tantos los fluidos que no hubo ninguna resistencia. La empecé a follar y mi madre le tocaba el ano para excitarla. Al instante sentí como se corría con mis penetraciones y las caricias de mi madre. La seguí follando rápidamente hasta que me pidió que parase.
-Lola, móntame. – le dije a mi madre mientras me tumbaba en medio de la cama boca arriba.
Mi polla estaba llena de los flujos de Cristina y le pedí a mi madre una toallita húmeda para limpiarla un poco, pero ella no lo pensó, se abrió de piernas y se sentó sobre mi polla que le entró de golpe sin ningún impedimento. ¡Qué placer más grande sentir mi polla en el calido coño de mi madre! La incline hacia mí y empecé a chupar sus tetas a la vez que ella se metía y sacaba mi polla del coño para follarme.
Cambiaba de la teta derecha a la izquierda. Me volvía loco con aquellas dos glandes y duras tetas. Acariciaba su culo y un dedo lo metía en su ano a la vez que me movía para que le entrara la polla. Ella gemía y pedía que la follara más. Cristina, al lado nuestro, nos miraba y comenzaba a tocarse el coño para masturbarse. Mi madre comenzó a sentir que se iba a correr. Puse mis dos manos sobre su culo y lo paré. Comencé a mover las caderas para meterle y sacarle la polla lo más rápido posible de su coño.
-¡Ah, ah, sigue follándome! No pares... dame más ra aaaah! ¡Ah, más rápido! ¡Me voy a correr!
Entre gemidos empezó a correrse y me arañaba y mordisqueaba totalmente enloquecida por el placer. Cristina veía como se corría y empezó a correrse a la vez que ella. Las dos gemían de placer.
-Déjame la polla. – le pidió a Lola.
Mi madre se quitó y Cristina se montó sobre mí, se metió mi polla hasta el fondo y comenzó a moverse. Restregaba su raja contra mí metiéndose la polla lo más que podía. Se movía haciendo círculos con su culo y me estaba dando demasiado placer, sentía que me iba a correr. Empecé a chupar una de sus tetas para distraer mi pensamiento y aguantar por lo menos hasta que ella se corriera.
-Me voy a correr. – le dije al ver que no podía evitarlo.
-Sí, hazlo dentro de mí. – me pidió.
No pude más, aflojé mi polla y sentí como mi leche subía por ella y lanzaba sus chorros dentro del coño de Cristina que comenzó a sentir un nuevo orgasmo al notar el calor de mi leche. Ella se echó sobre mí para descansar y mi madre le sacaba la polla del coño y la empezaba a chupar. Sentía el calor de los flujos de Cristina caer en mi barriga y la lengua habilidosa de mi madre que me lamía. Cristina se echó a mi lado y me abrazó, mientras que mi madre chupó un rato más la polla y después se abrazó a mí para descansar.
Desde entonces todos los domingos ya no nos quedamos Cristina y yo solo para deshogarnos, si no que los tres nos desahogamos juntos. También entre semana le hago trabajitos a mi madre, ya que estamos solos y Cristina no puede venir, pues nos divertimos los dos... pero ya lo iré contando
 
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