Era finales de curso y como todos los años los niños lo cerraban con unos días en una granja escuela, donde disfrutaban del aire libre y aprendían sobre la vida de los animales de granja. Caballos, vacas, gallinas, ovejas, etc.
Yo soy profesor de instituto y siempre acabo el curso lectivo antes que los de primaria, por lo que para esas fechas normalmente estoy de vacaciones. Siempre me convencen para que me apunte con algún padre o madre más, para acompañar a los niños los días que dura su estancia en la granja y echar una mano a los profesores.
Ese año tan solo fuimos Sonia y Candelas, dos madres y yo. Desde el principio se notó que entre ellas no se llevaban demasiado bien. Discrepaban constantemente sobre todo aunque se soportaban, al menos de cara a la galería.
Al segundo día, después de cenar y acostar a los niños decidí ir al pueblo a tomarme una copa yo solo y sin decir nada a nadie. No quería malos rollos con nadie y estaba convencido de que si se lo decía a las madres, seguro que se apuntaba alguna o las dos, lo que era aún peor. Pero claro, una cosa son las intenciones de uno y otra muy distinta lo que te depara el destino.
Me di una ducha rápida después de cenar, ya con todos los niños acostados y con la responsabilidad sobre ellos en manos de los monitores de la granja. Me disponía a meterme en el coche cuando, a mis espaldas, escuché a Sonia preguntándome a donde iba. No la iba a contar cualquier gilipollez y la dije la verdad, que al pueblo. Casi ni me enteré cuando se metió en el coche. El caso es que estaba mi lado en el asiento derecho y se había abrochado el cinturón de seguridad. Me rendí a la evidencia y arranqué.
Nada más entrar en el pueblo preguntamos a la primera persona que vimos por algún garito para tomar una copa y nos señalaron por donde teníamos que ir. El bar se llamaba Mobi Dick y la verdad es que estaba decorado con bastante gusto y algunas mesitas disponían de cómodos sofás. Fue Sonia quien decidió sentarnos en una de estas últimas.
Pedimos dos wiskis prémiun y en cuanto nos los sirvieron Sonia pidió la cuenta y pagó las consumiciones. La pregunté porque había pagado tan rápido y me dijo que no quería malos entendidos y prefería ser ella quien pagara. “Al menos la primera”, dijo con una sonrisa pícara al tiempo que me guiñaba un ojo y acercaba su copa a la mía para brindar.
- Por los niños. Para que duerman de un tirón y nos dejen la noche tranquila y sin contratiempos – dijo.
Me llevé la copa a la boca sin perder de vista su mirada. Es increíble el lenguaje corporal de las mujeres cuando tienen interés en transmitir lo que quieren. Cuando acabó de dar un trago se pasó la lengua por los labios mirándome fijamente al tiempo que se desabrochaba un botón de la camisa dejando a la vista el encaje rosa del sujetador que cubría sus pequeños pechos.
- Puedes asomarte al balcón de mis ojos de gata, como dice Sabina en su cancion “y nos dieron las diez”. Más tarde decidiremos si avanzamos en el texto de la canción y nos encuentra la luna desnudos al amanecer – dijo poniéndome una mano sobre el muslo a la altura casi de la ingle.
- No creo que fuera buena idea liarnos. Mañana todos sabrán que hemos follado y la situación se puede tornar incómoda. Eso sin contar con que le vas a dar a tu amiga Candela motivos para criticarnos.
Se echó a reír y me dijo que nada le gustaría más que follarme y poder restregárselo por la cara, porque era evidente que ella me comería enterito si pudiera. Según me lo decía, puso la rebeca que había dejado encima del sofá sobre mis muslos y por debajo me presionó el miembro, que respondió de inmediato por su cuenta y sin contar conmigo.
- No creo que sea una buena idea liarnos. Entre otras cosas, porque tu hijo y mi hija están en la granja y mañana nos sería difícil mirarles a la cara sabiendo que les hemos puesto los cuernos a nuestros respectivos - dije para frenar aquel desvarío.
- Por mi parte no tengo ningún problema. Es más, seguro que en el momento que le dije a mi marido que me iba a venir a la granja escuela con el niño, se puso a contactar con cualquiera de sus amiguitas para pasar estos días follando como conejos.
Para entonces el botón superior de la bragueta de mis vaqueros estaba desabrochado y ella jugaba con la punta del capullo que sobresalía por arriba. Mi reacción fue ponerle la mano sobre el pecho que tenía más cerca y busqué el contacto directo con la piel, deslizando dos dedos por el interior del sujetador hasta poder pellizcar el pezón.
Ejercí la misma presión sobre el duro pezón que ella sobre la punta de mi polla, hasta que soltó un sonoro gemido y medio bar se giró hacia nosotros. Lo que hizo que al mirarnos estalláramos en una sonara carcajada. Tan escandaloso fue el asunto que el dueño del bar se acercó y educadamente nos pidió que nos comportáramos como adultos que éramos. Lo entendimos perfectamente.
Apuramos las copas de un trago y abandonamos el garito. Nada más salir a la calle se colgó de mi cuello y me dio un descarado morreo. La alcé cogiéndola desde abajo por el culo y estrujé literalmente su sexo contra el mío restregándola. Acomodó las piernas alrededor de mi cintura y empezó a deslizarse hacia arriba y hacia abajo masturbándome con su propio sexo.
A falta de un sitio mejor nos metimos en el coche. No era cosa de buscar una cama en aquel pueblo a esas horas. Además, que coño, me daba buen rollo volver a echar un polvo en el coche como tantas veces hice en mis tiempos mozos.
Entramos en el coche y arranqué para salir de la vía pública y buscar algún sitio más discreto. No íbamos a follar en medio de la calle y justo debajo de una farola. Mientras conducía hacia las afueras del pueblo, se levantó la falda vaquera que llevaba por encima del ombligo y se quitó las bragas a juego con el sujetador rosa.
Como era primeros de junio hacia buen tiempo. Abrí el techo corredizo del coche para que entrara el aire y Sonia se puso de pie encima del asiento sacando el cuerpo por el hueco del techo. Como iba condiciendo muy despacio pude desabrochar el botón de la cinturilla de la falda y esta cayó al asiento dejándola en pelota picada de medio cuerpo para abajo.
Metí la mano entre sus muslos y la pedí que los separara para darme acceso a su sexo. Primero metí un dedo, luego hice lo mismo con otro y finalmente metí cuatro presionando el clítoris con el pulgar. Empezó a mover el cuerpo buscando la mayor estimulación posible hasta que empezó a jadear. Miré hacia mi mano medio metida en su sexo y vi como sus secreciones se deslizaban por mi antebrazo. Estaba tan mojada que no me costó ningún esfuerzo follarla con la mano hasta que se corrió.
Se dejó caer sobre el asiento con la respiración agitada y faltándola el aire. Para entonces yo tenía la polla completamente fuera del pantalón y me la meneaba con la mano libre. Ella, al darse cuenta, me pidió que me pusiera de rodillas en el asiento y se recostó como pudo para poder alcanzar mi polla con la boca.
Deslicé una mano por su espalda hasta encontrar la entrada del culo y metí un dedo. Como respuesta, me succionó la polla de tal manera que enseguida alcancé el punto de no retorno para correrme. Metí el dedo todo lo que pude para estimularla y me corrí en su boca, esperando algún reproche por su parte por haberlo hecho sin antes haberla pedido permiso.
Pero su reacción fue completamente favorable por como me succionó la polla. Según me succionaba se iba tragando la leche que conseguía sacarme.
La dije que volviera a ponerse de pie en el asiento porque quería comerle el chocho como seguramente nunca nadie se lo había comido. No solo se puso de pie, sino que colocó uno en el asiento y el otro en la consola delantera, dejándome el coño justo delante de la cara. La hundí en su sexo y me rebocé la cara de sus fluidos. Una vez bien pringado de sus humores me puse de pie yo también y saqué medio cuerpo por el hueco. La pedí que pusiera las piernas alrededor de mi cadera y la penetré sin miramientos diciéndole que me limpiara la cara con la lengua.
En ello estaba cuando se corrió de nuevo. Me dijo que quería que me volviera a correr en su boca y dije que de acuerdo, pero cuando estuviera preparado. Dos orgasmos suyos más tarde, la dije que me la chupara de nuevo y tuve una de las corridas más largas que recuerdo. Notaba perfectamente en la punta de la polla como se tragaba el semen según lo expulsaba. Terminada la faena, nos recompusimos la ropa y arrancamos en dirección a la granja escuela.
Por la mañana, nada más sentarnos a desayunar sentí la mirada acusadora de Candela sobre mí y descubrí la sonrisa de triunfo en Sonia. Parecía querer decirle a todo el mundo que había follado conmigo y que estaba feliz y satisfecha.
Durante el resto del día sufrí el acoso continuo de Candela. En cuanto me descuidaba la tenía pegada restregándose las tetas o el culo, incluso el sexo alguna vez, contra mi cuerpo. A veces me tocaba el culo disimuladamente, pero a continuación me sonreía para que supiera que no había sido fortuito.
En todo momento hice como que no me daba cuenta. No quería líos con ella y menos después de haber follado con Sonia el día anterior. En cuanto acabamos de acostar a los niños intenté quitarme de en medio y marcharme un rato al pueblo, esta vez solo, a tomarme una copa y llamar a mi mujer tranquilamente sin que nadie estuviera pendiente de lo que haces.
En cuanto me metí en el coche, casi me da un infarto del susto que me llevé. Candela estaba sentada en los asientos traseros. Se abalanzó desde atrás sobre mi cuello y me comió los labios, al tiempo que me metía la mano por la camisa y me acariciaba el pecho.
- Hoy es mi turno. Llevó todo el día deseando meterme tu polla en la boca como hizo ayer Sonia – me dijo con los labios casi pegados a los míos.
- Lo siento Candela. Hoy no estoy para este tipo de juegos. Solo quiero tomarme una copa solo, mientras hablo con mi esposa.
- Pues llámala y mientras yo me estoy calladita para que no se de cuenta de que estoy en el coche.
- No me has entendido. No quiero sexo esta noche. No me ape…
No llegué a terminar la frase. Su lengua irrumpió en mi boca metiéndola hasta el paladar, al tiempo que me estrujaba la polla masajeándola por encima del pantalón. Cuando se retiró ya la tenía dura y aún así intenté rechazarla, pero fue inútil. Me desabrochó el pantalón y me la sacó con una destreza y rapidez que cuando me quise dar cuenta ya la tenía dentro de su boca y me la succionaba de tal manera que fui incapaz de retirarla. Al contrario, la presioné la cabeza para metérsela todo lo posible. Ella aceptó y relajó la garganta para dejarme entrar por completo.
Me dijo que me corriera en su garganta si quería y deseché el ofrecimiento. Si iba a jugar esa partida, prefería que se desarrollara con tiempo y no jugarla a una sola mano. La forma de tragarse mi polla delataba que era mujer que estaba dispuesta a disfrutar del sexo sin ningún tapujo. Ya tendría tiempo de correrme en su boca.
Arranqué el coche y salí lo antes posible del recinto de la granja. Candela se iba quitando la camiseta que llevaba y me mostró unos pechos generosos, bastante más voluminosos que los de Sonia. Se levanto la falda vaquera con vuelo hasta el ombligo para mostrarme que no llevaba bragas y me excitó más aún ver su coño completamente depilado.
Ni siquiera me preguntó a donde íbamos. Estaba encandilada con una mano sobándome la polla y con la otra acariciándose el sexo. Le di al automático que deslizaba el techo corredizo y la dije que se pusiera de pie y abriera las piernas. La quería preparada para follar en cuanto parara el coche.
Metí dos dedos dentro de su sexo y al ver la holgura que había metí otros dos, para acabar con la mano prácticamente entera dentro de su vagina, Ascendiendo y descendiendo. No me dio tiempo a parar en el mismo lugar apartado donde había estada la noche anterior con Sonia. Se dejó caer y con mi mano presionándola lo más dentro posible de su interior, se corrió entre gritos.
Se retiró aún con el pecho agitado por el orgasmo y empezó a lamerme cada rincón de la mano que había estado dentro de ella. En cuanto paré el coche y comprobó que el sitio era seguro para evitar llamar la atención, me dijo que corriera el asiento para atrás todo lo posible. Me mojó los dedos con los fluidos de su coño y se los paso por la entrada trasera para lubricarse. Se colocó en el sitio apropiado y se dejó caer sobre mi polla, introduciéndosela entera. Ambos gritamos por el dolor repentino, pero duró tan solo un instante. Enseguida empezó a saltar encima de mí y tras dos orgasmos por su parte, me corrí dentro del estrecho agujero.
Salimos del coche y me ofreció un cigarrillo. Yo no suelo fumar, salvo en contadas ocasiones y esta me pareció que era un buen recurso para dejar pasar el rato antes de volver a la faena. Se deshizo de la falda y ya completamente en pelotas, se encendió el cigarrillo apoyada en el capo del coche con las piernas abiertas y empezó a pasarse un dedo alrededor del clítoris mientras con otros dos se separaba los labios del sexo.
Tiré el cigarrillo a medio consumir y me coloqué delante de ella. Me fui agachando lentamente y cuando puse las rodillas en el suelo metí la cara entre sus muslos y apliqué la lengua sobre su botón del placer. No tardó ni cinco minutos en tener una cadena de orgasmos seguidos que tan solo acabó cuando me retiró la cara bruscamente porque no aguantaba más contacto. Un segundo después se orinó descontroladamente a chorros.
Me bajé los pantalones hasta las rodillas y ella me sustituyo en la posición. Fue abriendo la boca a medida que me introducía dentro de ella. Las succiones eran como un torniquete y las lamidas en la punta salvajes. No tardó en tragarse mis diecinueve centímetros de polla y masajearla con la mano en su cuello. Aguanté todo lo que pude para disfrutar del momento. En una de las ocasiones que se la sacó para respirar le dije que no aguantaba más. Su respuesta fue que adelante y que me corriera en cuanto se la metiera en la garganta.
Con sus labios pegados a mi cuerpo y la polla entera dentro de su boca, empezó a follarme como una posesa hasta que consiguió que descargara directamente en su tráquea. Se la sacó para poder tomar aire y me dio un repaso con la lengua hasta que me dejo limpito.
Decidimos que por esa noche era suficiente ya que los dos estábamos agotados, no íbamos a repetir. Nada justificaba seguir allí.
Al día siguiente, nada más aparecer en el comedor para dar de desayunar a los niños, sentí la mirada asesina de Sonia clavada en mis ojos. Sabía a qué se debía, pero no entendía el porqué. Éramos dos adultos, habíamos follado dos noches atrás por decisión de ambos y habíamos pasado un rato cojonudo. De ahí a tener algún tipo de compromiso distaba mucho, aunque entendía que pudiera tener cierto ramalazo de celos al enterarse de que había follado con Candela, porque era seguro que ya lo sabía. Algunas mujeres son recelosas de que otra se coma lo que ellas se han comido tan solo unas horas antes.
El miércoles era el día especial para los niños. Hicieron hamburguesas a la barbacoa para cenar y los mantuvimos despiertos un rato más de los días anteriores para que no se acostaran sin hacer la digestión. Cuando terminamos con todos ellos en la cama, me fui directamente a mi habitación a leer y eché el cerrojo para evitar vistas inesperadas. No había pasado media hora cuando alguien intento entrar y tocó en la puerta. La respuesta fue nula y cejó en el empeño.
El jueves era el último día de actividades ya que el viernes a media mañana nos recogería el bus del colegio para volver a Madrid. Fue un día intenso para facilitar la labor nocturna de acostar a los niños. Estaban eufóricos por ver a sus padres y contarles todo lo vivido en la granja. Eran las diez de la noche cuando acabamos nosotros de cenar con los monitores y nos invitaron a unos chupitos para agradecernos que les hubiéramos ayudado en las actividades con los niños.
Cuando me retiré a mi cuarto ya solo estábamos en el comedor el director de la granja y yo, todos los demás se habían retirado. Al llegar a mi cuarto me llevé la sorpresa de encontrarme a Candela y a Sonia, ambas en ropa interior y sentadas en la cama. Pregunté que pasaba porque me temía una escena violenta entre ellas y no me apetecía nada.
- Como es la última noche, hemos pensado que la podíamos pasar los tres juntos – dijo Candela.
Las miré a ambas alternativamente y pregunté a que se referían con pasarlo los tres juntos.
- Podemos hacer un trio. Las dos queremos follar de nuevo contigo antes de que se acaben estos días y lo hemos hablado entre nosotras – apuntó Sonia.
- Mirar chicas, ha sido maravilloso tener sexo con vosotras y con las dos he disfrutado enormemente, pero creo que es mejor que lo dejemos estar y que cada uno se vaya a su cuarto antes de que se produzca un escandalo injustificable y los tres estamos casados.
- Hemos reservado una habitación en el hostal del pueblo y ambas hemos decidido actuar de acuerdo con lo que quieras, tanto contigo como entre nosotras – aclaró Candela.
Joder, menuda situación. Dos mujeres que se te ofrecen para hacer un trío y están dispuestas a practicar sexo entre ellas delante de mí para satisfacerme. Debería haber meditado con mi conciencia antes de tomar una decisión, pero como era de esperar solo pensé con la polla y decidí comprobar lo que decían antes de aceptar.
- No me creo que vayáis a tener sexo entre vosotras solo por que yo os lo pida y me parece que me estáis metiendo en una encerrona – dije.
- A todos los hombres os excita ver a dos mujeres comiéndose el coño. Y vamos a demostrarte a lo que estamos dispuestas a hacer – dijo Candelas.
Ambas se deshicieron de las bragas. Candela se tumbó boca arriba con las piernas abiertas y Sonia lo hizo encima de ella en posición invertida. Sus caras se pegaron a los sexos y empezaron a lamerse una a otra. Los gemidos no tardaron en aparecer y les dije que no hicieran ruido. Como pudieron aguantaron hasta que se corrieron y cuando se incorporaron las dos tenían la cara pringada de los humores de la otra.
Las pedí que se morrearan y puse la polla entre los labios de ambas. Conseguí aguantar sin correrme porque quería hacerlo a lo grande. Entre morreos aprovechaban para meterse la polla en la boca por turnos. Como era de esperar dije que se vistieran porque nos íbamos al hostal.
Al sentarnos en el coche lo hicieron la dos en el asiento del copiloto, Sonia encima de Candela. Esta última levantó la falda de Sonia, que no llevaba bragas, y la separó los labios del coño. Empezó a masturbarla y no paró hasta que se corrió a gritos. Echaron mano a mi entrepierna, pero les dije que esperaran a que llegáramos. No quería percances conduciendo y menos con dos mamas de los compañeros de colegio de mi hija desnudas y oliendo a sexo.
Nada más llegar al hostal formalizamos el ingreso y aunque la recepcionista nos miró con cara agría, veinte euros de propina suavizaron la situación. Compramos en la maquina de vending unas cervezas y nos las llevamos a la habitación.
Nada más entrar Candela me ofreció una pastillita mágica, Viagra, que al parecer siempre llevaba encima por si acaso, eso dijo. Con el calentón que tenía no lo dudé un momento. Disponer de más de dos horas con la polla tiesa y dos tías dispuestas a todo, es algo difícil de repetir.
Fue una locura de noche. A las seis de la mañana volvíamos a la granja, molidos e irritados por todas partes. Se la metí a las dos por todos los orificios posibles y nos ayudamos con dos consoladores que llevaba Candela en el bolso para sus ratos de ocio personal.
El mejor recuerdo que tengo de esa noche, fue cuando Sonia me estaba comiendo las pelotas al tiempo que me había metido uno de los juguetes en el culo y me estaba follando, mientras Candela tenía mi polla en la garganta y me corría dentro.
El retorno fue un poco tortuoso. Después de ayudar a apañar a todos los niños y hacerlos subir al bus, nos montamos los tres a mi coche y regresamos a Madrid. Ninguno dijo nada al respecto de lo ocurrido los días anteriores. Lo mejor era olvidarlo, como si nada hubiera ocurrido. Al llegar a Madrid nos despedimos con dos besos en las mejillas. Igual que con tantas otras madres.
Yo soy profesor de instituto y siempre acabo el curso lectivo antes que los de primaria, por lo que para esas fechas normalmente estoy de vacaciones. Siempre me convencen para que me apunte con algún padre o madre más, para acompañar a los niños los días que dura su estancia en la granja y echar una mano a los profesores.
Ese año tan solo fuimos Sonia y Candelas, dos madres y yo. Desde el principio se notó que entre ellas no se llevaban demasiado bien. Discrepaban constantemente sobre todo aunque se soportaban, al menos de cara a la galería.
Al segundo día, después de cenar y acostar a los niños decidí ir al pueblo a tomarme una copa yo solo y sin decir nada a nadie. No quería malos rollos con nadie y estaba convencido de que si se lo decía a las madres, seguro que se apuntaba alguna o las dos, lo que era aún peor. Pero claro, una cosa son las intenciones de uno y otra muy distinta lo que te depara el destino.
Me di una ducha rápida después de cenar, ya con todos los niños acostados y con la responsabilidad sobre ellos en manos de los monitores de la granja. Me disponía a meterme en el coche cuando, a mis espaldas, escuché a Sonia preguntándome a donde iba. No la iba a contar cualquier gilipollez y la dije la verdad, que al pueblo. Casi ni me enteré cuando se metió en el coche. El caso es que estaba mi lado en el asiento derecho y se había abrochado el cinturón de seguridad. Me rendí a la evidencia y arranqué.
Nada más entrar en el pueblo preguntamos a la primera persona que vimos por algún garito para tomar una copa y nos señalaron por donde teníamos que ir. El bar se llamaba Mobi Dick y la verdad es que estaba decorado con bastante gusto y algunas mesitas disponían de cómodos sofás. Fue Sonia quien decidió sentarnos en una de estas últimas.
Pedimos dos wiskis prémiun y en cuanto nos los sirvieron Sonia pidió la cuenta y pagó las consumiciones. La pregunté porque había pagado tan rápido y me dijo que no quería malos entendidos y prefería ser ella quien pagara. “Al menos la primera”, dijo con una sonrisa pícara al tiempo que me guiñaba un ojo y acercaba su copa a la mía para brindar.
- Por los niños. Para que duerman de un tirón y nos dejen la noche tranquila y sin contratiempos – dijo.
Me llevé la copa a la boca sin perder de vista su mirada. Es increíble el lenguaje corporal de las mujeres cuando tienen interés en transmitir lo que quieren. Cuando acabó de dar un trago se pasó la lengua por los labios mirándome fijamente al tiempo que se desabrochaba un botón de la camisa dejando a la vista el encaje rosa del sujetador que cubría sus pequeños pechos.
- Puedes asomarte al balcón de mis ojos de gata, como dice Sabina en su cancion “y nos dieron las diez”. Más tarde decidiremos si avanzamos en el texto de la canción y nos encuentra la luna desnudos al amanecer – dijo poniéndome una mano sobre el muslo a la altura casi de la ingle.
- No creo que fuera buena idea liarnos. Mañana todos sabrán que hemos follado y la situación se puede tornar incómoda. Eso sin contar con que le vas a dar a tu amiga Candela motivos para criticarnos.
Se echó a reír y me dijo que nada le gustaría más que follarme y poder restregárselo por la cara, porque era evidente que ella me comería enterito si pudiera. Según me lo decía, puso la rebeca que había dejado encima del sofá sobre mis muslos y por debajo me presionó el miembro, que respondió de inmediato por su cuenta y sin contar conmigo.
- No creo que sea una buena idea liarnos. Entre otras cosas, porque tu hijo y mi hija están en la granja y mañana nos sería difícil mirarles a la cara sabiendo que les hemos puesto los cuernos a nuestros respectivos - dije para frenar aquel desvarío.
- Por mi parte no tengo ningún problema. Es más, seguro que en el momento que le dije a mi marido que me iba a venir a la granja escuela con el niño, se puso a contactar con cualquiera de sus amiguitas para pasar estos días follando como conejos.
Para entonces el botón superior de la bragueta de mis vaqueros estaba desabrochado y ella jugaba con la punta del capullo que sobresalía por arriba. Mi reacción fue ponerle la mano sobre el pecho que tenía más cerca y busqué el contacto directo con la piel, deslizando dos dedos por el interior del sujetador hasta poder pellizcar el pezón.
Ejercí la misma presión sobre el duro pezón que ella sobre la punta de mi polla, hasta que soltó un sonoro gemido y medio bar se giró hacia nosotros. Lo que hizo que al mirarnos estalláramos en una sonara carcajada. Tan escandaloso fue el asunto que el dueño del bar se acercó y educadamente nos pidió que nos comportáramos como adultos que éramos. Lo entendimos perfectamente.
Apuramos las copas de un trago y abandonamos el garito. Nada más salir a la calle se colgó de mi cuello y me dio un descarado morreo. La alcé cogiéndola desde abajo por el culo y estrujé literalmente su sexo contra el mío restregándola. Acomodó las piernas alrededor de mi cintura y empezó a deslizarse hacia arriba y hacia abajo masturbándome con su propio sexo.
A falta de un sitio mejor nos metimos en el coche. No era cosa de buscar una cama en aquel pueblo a esas horas. Además, que coño, me daba buen rollo volver a echar un polvo en el coche como tantas veces hice en mis tiempos mozos.
Entramos en el coche y arranqué para salir de la vía pública y buscar algún sitio más discreto. No íbamos a follar en medio de la calle y justo debajo de una farola. Mientras conducía hacia las afueras del pueblo, se levantó la falda vaquera que llevaba por encima del ombligo y se quitó las bragas a juego con el sujetador rosa.
Como era primeros de junio hacia buen tiempo. Abrí el techo corredizo del coche para que entrara el aire y Sonia se puso de pie encima del asiento sacando el cuerpo por el hueco del techo. Como iba condiciendo muy despacio pude desabrochar el botón de la cinturilla de la falda y esta cayó al asiento dejándola en pelota picada de medio cuerpo para abajo.
Metí la mano entre sus muslos y la pedí que los separara para darme acceso a su sexo. Primero metí un dedo, luego hice lo mismo con otro y finalmente metí cuatro presionando el clítoris con el pulgar. Empezó a mover el cuerpo buscando la mayor estimulación posible hasta que empezó a jadear. Miré hacia mi mano medio metida en su sexo y vi como sus secreciones se deslizaban por mi antebrazo. Estaba tan mojada que no me costó ningún esfuerzo follarla con la mano hasta que se corrió.
Se dejó caer sobre el asiento con la respiración agitada y faltándola el aire. Para entonces yo tenía la polla completamente fuera del pantalón y me la meneaba con la mano libre. Ella, al darse cuenta, me pidió que me pusiera de rodillas en el asiento y se recostó como pudo para poder alcanzar mi polla con la boca.
Deslicé una mano por su espalda hasta encontrar la entrada del culo y metí un dedo. Como respuesta, me succionó la polla de tal manera que enseguida alcancé el punto de no retorno para correrme. Metí el dedo todo lo que pude para estimularla y me corrí en su boca, esperando algún reproche por su parte por haberlo hecho sin antes haberla pedido permiso.
Pero su reacción fue completamente favorable por como me succionó la polla. Según me succionaba se iba tragando la leche que conseguía sacarme.
La dije que volviera a ponerse de pie en el asiento porque quería comerle el chocho como seguramente nunca nadie se lo había comido. No solo se puso de pie, sino que colocó uno en el asiento y el otro en la consola delantera, dejándome el coño justo delante de la cara. La hundí en su sexo y me rebocé la cara de sus fluidos. Una vez bien pringado de sus humores me puse de pie yo también y saqué medio cuerpo por el hueco. La pedí que pusiera las piernas alrededor de mi cadera y la penetré sin miramientos diciéndole que me limpiara la cara con la lengua.
En ello estaba cuando se corrió de nuevo. Me dijo que quería que me volviera a correr en su boca y dije que de acuerdo, pero cuando estuviera preparado. Dos orgasmos suyos más tarde, la dije que me la chupara de nuevo y tuve una de las corridas más largas que recuerdo. Notaba perfectamente en la punta de la polla como se tragaba el semen según lo expulsaba. Terminada la faena, nos recompusimos la ropa y arrancamos en dirección a la granja escuela.
Por la mañana, nada más sentarnos a desayunar sentí la mirada acusadora de Candela sobre mí y descubrí la sonrisa de triunfo en Sonia. Parecía querer decirle a todo el mundo que había follado conmigo y que estaba feliz y satisfecha.
Durante el resto del día sufrí el acoso continuo de Candela. En cuanto me descuidaba la tenía pegada restregándose las tetas o el culo, incluso el sexo alguna vez, contra mi cuerpo. A veces me tocaba el culo disimuladamente, pero a continuación me sonreía para que supiera que no había sido fortuito.
En todo momento hice como que no me daba cuenta. No quería líos con ella y menos después de haber follado con Sonia el día anterior. En cuanto acabamos de acostar a los niños intenté quitarme de en medio y marcharme un rato al pueblo, esta vez solo, a tomarme una copa y llamar a mi mujer tranquilamente sin que nadie estuviera pendiente de lo que haces.
En cuanto me metí en el coche, casi me da un infarto del susto que me llevé. Candela estaba sentada en los asientos traseros. Se abalanzó desde atrás sobre mi cuello y me comió los labios, al tiempo que me metía la mano por la camisa y me acariciaba el pecho.
- Hoy es mi turno. Llevó todo el día deseando meterme tu polla en la boca como hizo ayer Sonia – me dijo con los labios casi pegados a los míos.
- Lo siento Candela. Hoy no estoy para este tipo de juegos. Solo quiero tomarme una copa solo, mientras hablo con mi esposa.
- Pues llámala y mientras yo me estoy calladita para que no se de cuenta de que estoy en el coche.
- No me has entendido. No quiero sexo esta noche. No me ape…
No llegué a terminar la frase. Su lengua irrumpió en mi boca metiéndola hasta el paladar, al tiempo que me estrujaba la polla masajeándola por encima del pantalón. Cuando se retiró ya la tenía dura y aún así intenté rechazarla, pero fue inútil. Me desabrochó el pantalón y me la sacó con una destreza y rapidez que cuando me quise dar cuenta ya la tenía dentro de su boca y me la succionaba de tal manera que fui incapaz de retirarla. Al contrario, la presioné la cabeza para metérsela todo lo posible. Ella aceptó y relajó la garganta para dejarme entrar por completo.
Me dijo que me corriera en su garganta si quería y deseché el ofrecimiento. Si iba a jugar esa partida, prefería que se desarrollara con tiempo y no jugarla a una sola mano. La forma de tragarse mi polla delataba que era mujer que estaba dispuesta a disfrutar del sexo sin ningún tapujo. Ya tendría tiempo de correrme en su boca.
Arranqué el coche y salí lo antes posible del recinto de la granja. Candela se iba quitando la camiseta que llevaba y me mostró unos pechos generosos, bastante más voluminosos que los de Sonia. Se levanto la falda vaquera con vuelo hasta el ombligo para mostrarme que no llevaba bragas y me excitó más aún ver su coño completamente depilado.
Ni siquiera me preguntó a donde íbamos. Estaba encandilada con una mano sobándome la polla y con la otra acariciándose el sexo. Le di al automático que deslizaba el techo corredizo y la dije que se pusiera de pie y abriera las piernas. La quería preparada para follar en cuanto parara el coche.
Metí dos dedos dentro de su sexo y al ver la holgura que había metí otros dos, para acabar con la mano prácticamente entera dentro de su vagina, Ascendiendo y descendiendo. No me dio tiempo a parar en el mismo lugar apartado donde había estada la noche anterior con Sonia. Se dejó caer y con mi mano presionándola lo más dentro posible de su interior, se corrió entre gritos.
Se retiró aún con el pecho agitado por el orgasmo y empezó a lamerme cada rincón de la mano que había estado dentro de ella. En cuanto paré el coche y comprobó que el sitio era seguro para evitar llamar la atención, me dijo que corriera el asiento para atrás todo lo posible. Me mojó los dedos con los fluidos de su coño y se los paso por la entrada trasera para lubricarse. Se colocó en el sitio apropiado y se dejó caer sobre mi polla, introduciéndosela entera. Ambos gritamos por el dolor repentino, pero duró tan solo un instante. Enseguida empezó a saltar encima de mí y tras dos orgasmos por su parte, me corrí dentro del estrecho agujero.
Salimos del coche y me ofreció un cigarrillo. Yo no suelo fumar, salvo en contadas ocasiones y esta me pareció que era un buen recurso para dejar pasar el rato antes de volver a la faena. Se deshizo de la falda y ya completamente en pelotas, se encendió el cigarrillo apoyada en el capo del coche con las piernas abiertas y empezó a pasarse un dedo alrededor del clítoris mientras con otros dos se separaba los labios del sexo.
Tiré el cigarrillo a medio consumir y me coloqué delante de ella. Me fui agachando lentamente y cuando puse las rodillas en el suelo metí la cara entre sus muslos y apliqué la lengua sobre su botón del placer. No tardó ni cinco minutos en tener una cadena de orgasmos seguidos que tan solo acabó cuando me retiró la cara bruscamente porque no aguantaba más contacto. Un segundo después se orinó descontroladamente a chorros.
Me bajé los pantalones hasta las rodillas y ella me sustituyo en la posición. Fue abriendo la boca a medida que me introducía dentro de ella. Las succiones eran como un torniquete y las lamidas en la punta salvajes. No tardó en tragarse mis diecinueve centímetros de polla y masajearla con la mano en su cuello. Aguanté todo lo que pude para disfrutar del momento. En una de las ocasiones que se la sacó para respirar le dije que no aguantaba más. Su respuesta fue que adelante y que me corriera en cuanto se la metiera en la garganta.
Con sus labios pegados a mi cuerpo y la polla entera dentro de su boca, empezó a follarme como una posesa hasta que consiguió que descargara directamente en su tráquea. Se la sacó para poder tomar aire y me dio un repaso con la lengua hasta que me dejo limpito.
Decidimos que por esa noche era suficiente ya que los dos estábamos agotados, no íbamos a repetir. Nada justificaba seguir allí.
Al día siguiente, nada más aparecer en el comedor para dar de desayunar a los niños, sentí la mirada asesina de Sonia clavada en mis ojos. Sabía a qué se debía, pero no entendía el porqué. Éramos dos adultos, habíamos follado dos noches atrás por decisión de ambos y habíamos pasado un rato cojonudo. De ahí a tener algún tipo de compromiso distaba mucho, aunque entendía que pudiera tener cierto ramalazo de celos al enterarse de que había follado con Candela, porque era seguro que ya lo sabía. Algunas mujeres son recelosas de que otra se coma lo que ellas se han comido tan solo unas horas antes.
El miércoles era el día especial para los niños. Hicieron hamburguesas a la barbacoa para cenar y los mantuvimos despiertos un rato más de los días anteriores para que no se acostaran sin hacer la digestión. Cuando terminamos con todos ellos en la cama, me fui directamente a mi habitación a leer y eché el cerrojo para evitar vistas inesperadas. No había pasado media hora cuando alguien intento entrar y tocó en la puerta. La respuesta fue nula y cejó en el empeño.
El jueves era el último día de actividades ya que el viernes a media mañana nos recogería el bus del colegio para volver a Madrid. Fue un día intenso para facilitar la labor nocturna de acostar a los niños. Estaban eufóricos por ver a sus padres y contarles todo lo vivido en la granja. Eran las diez de la noche cuando acabamos nosotros de cenar con los monitores y nos invitaron a unos chupitos para agradecernos que les hubiéramos ayudado en las actividades con los niños.
Cuando me retiré a mi cuarto ya solo estábamos en el comedor el director de la granja y yo, todos los demás se habían retirado. Al llegar a mi cuarto me llevé la sorpresa de encontrarme a Candela y a Sonia, ambas en ropa interior y sentadas en la cama. Pregunté que pasaba porque me temía una escena violenta entre ellas y no me apetecía nada.
- Como es la última noche, hemos pensado que la podíamos pasar los tres juntos – dijo Candela.
Las miré a ambas alternativamente y pregunté a que se referían con pasarlo los tres juntos.
- Podemos hacer un trio. Las dos queremos follar de nuevo contigo antes de que se acaben estos días y lo hemos hablado entre nosotras – apuntó Sonia.
- Mirar chicas, ha sido maravilloso tener sexo con vosotras y con las dos he disfrutado enormemente, pero creo que es mejor que lo dejemos estar y que cada uno se vaya a su cuarto antes de que se produzca un escandalo injustificable y los tres estamos casados.
- Hemos reservado una habitación en el hostal del pueblo y ambas hemos decidido actuar de acuerdo con lo que quieras, tanto contigo como entre nosotras – aclaró Candela.
Joder, menuda situación. Dos mujeres que se te ofrecen para hacer un trío y están dispuestas a practicar sexo entre ellas delante de mí para satisfacerme. Debería haber meditado con mi conciencia antes de tomar una decisión, pero como era de esperar solo pensé con la polla y decidí comprobar lo que decían antes de aceptar.
- No me creo que vayáis a tener sexo entre vosotras solo por que yo os lo pida y me parece que me estáis metiendo en una encerrona – dije.
- A todos los hombres os excita ver a dos mujeres comiéndose el coño. Y vamos a demostrarte a lo que estamos dispuestas a hacer – dijo Candelas.
Ambas se deshicieron de las bragas. Candela se tumbó boca arriba con las piernas abiertas y Sonia lo hizo encima de ella en posición invertida. Sus caras se pegaron a los sexos y empezaron a lamerse una a otra. Los gemidos no tardaron en aparecer y les dije que no hicieran ruido. Como pudieron aguantaron hasta que se corrieron y cuando se incorporaron las dos tenían la cara pringada de los humores de la otra.
Las pedí que se morrearan y puse la polla entre los labios de ambas. Conseguí aguantar sin correrme porque quería hacerlo a lo grande. Entre morreos aprovechaban para meterse la polla en la boca por turnos. Como era de esperar dije que se vistieran porque nos íbamos al hostal.
Al sentarnos en el coche lo hicieron la dos en el asiento del copiloto, Sonia encima de Candela. Esta última levantó la falda de Sonia, que no llevaba bragas, y la separó los labios del coño. Empezó a masturbarla y no paró hasta que se corrió a gritos. Echaron mano a mi entrepierna, pero les dije que esperaran a que llegáramos. No quería percances conduciendo y menos con dos mamas de los compañeros de colegio de mi hija desnudas y oliendo a sexo.
Nada más llegar al hostal formalizamos el ingreso y aunque la recepcionista nos miró con cara agría, veinte euros de propina suavizaron la situación. Compramos en la maquina de vending unas cervezas y nos las llevamos a la habitación.
Nada más entrar Candela me ofreció una pastillita mágica, Viagra, que al parecer siempre llevaba encima por si acaso, eso dijo. Con el calentón que tenía no lo dudé un momento. Disponer de más de dos horas con la polla tiesa y dos tías dispuestas a todo, es algo difícil de repetir.
Fue una locura de noche. A las seis de la mañana volvíamos a la granja, molidos e irritados por todas partes. Se la metí a las dos por todos los orificios posibles y nos ayudamos con dos consoladores que llevaba Candela en el bolso para sus ratos de ocio personal.
El mejor recuerdo que tengo de esa noche, fue cuando Sonia me estaba comiendo las pelotas al tiempo que me había metido uno de los juguetes en el culo y me estaba follando, mientras Candela tenía mi polla en la garganta y me corría dentro.
El retorno fue un poco tortuoso. Después de ayudar a apañar a todos los niños y hacerlos subir al bus, nos montamos los tres a mi coche y regresamos a Madrid. Ninguno dijo nada al respecto de lo ocurrido los días anteriores. Lo mejor era olvidarlo, como si nada hubiera ocurrido. Al llegar a Madrid nos despedimos con dos besos en las mejillas. Igual que con tantas otras madres.