Los albañiles - 2

Jugodevida

Estrella Porno
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LOS ALBAÑILES#2🔥💦

El señor se me quedó viendo asombrado; yo me hice la sorprendida, pero no me tapé para nada, ya el otro albañil me miraba entre contento y asombrado.

“Buenos días”, dije sonriendo y tratando de parecer lo más natural posible.

“Buenos días”, contestaron ellos al unísono sin salir de su asombro.

“No quiero interrumpirlos, sigan trabajando”, les dije mientras me encaminaba hacia el refrigerador para servirme mi desayuno. Abrí la puerta del mismo y me agaché, segura de que ellos me verían las nalgas y mis largas piernas morbosamente. Saqué un litro de leche, me enderecé y cerré la puerta del refri; al voltearme ellos disimularon, haciendo como que seguían trabajando, pero ya no golpeaban el piso. Caminé despacio hacia la barra de la cocina y dejé ahí el cartón de la leche, guiñándole un ojo al chico; luego regresé hacia la alacena; con movimientos felinos; la abrí y me paré de puntitas para intentar alcanzar el cereal que estaba en la parte más alta de la alacena, haciendo que mi batita se subiera lo suficiente para que ellos pudieran contemplar mis nalgas y mis piernas firmes.

Tomé la caja de cereal y al voltear pude ver que ellos me miraban, de nuevo trataron de disimular y se pusieron a trabajar, volteando hacia otro lado. Caminé de nuevo hacia la barra y me serví mi cereal, le puse la leche y luego tomé un plátano del frutero. El chico intentaba no voltear, pero yo le hablé: “Me gusta mucho el plátano… en mi cereal; ¿a ti no?”, él, nervioso apenas volteó a verme y me dijo: “esteeee, si, también”.

Dirigiéndome a los otros dos albañiles les pregunté: “¿A ustedes les gusta el plátano señores?”. Ellos sonrieron y el más grande dijo: “bueno, a mí me gusta que me lo pelen, pero no pelarlo”; el otro riéndose dijo: “pos a mí me gusta cuando lo chupan, ¿y a Usted señorita como le gusta?”. Vi que empezaban a caer en mi juego de seducción y para continuar emocionándolos les dije con la voz más sensual que pude: “a mí me gusta mucho pelarlo, chuparlo, morderlo y saborearlo”

Mientras decía eso empecé a pelar el plátano lentamente y después me lo metí en la boca y comencé a chuparlo, como si estuviera haciendo una felación; lo metí y lo saqué varias veces de mi boca, luego con la lengua empecé a lamerlo por todos lados con los ojos entrecerrados.

Me les quedé viendo les pregunté: “¿Qué les parece así?”. Ellos se quedaron viéndome como tontos, boquiabiertos y pude ver cómo a los tres ya se les abultaba el pantalón en la entrepierna.

Siguiendo con mi juego, coloqué el cereal en el plato y luego abrí el cartón de leche, empecé a vaciar la leche en el plato, pero volteé hacia otro lado haciendo como que me distraía y entonces derramé leche sobre mí, en medio de mi busto y esta escurrió por mi cuerpo. De inmediato di un saltito hacia atrás y me hice la sorprendida “¡Ups!”. “¡Oh no, que tonta soy, he derramado la leche, está fría!”, dije, sin soltar el cartón de leche ni el plátano. De inmediato los tres albañiles se apresuraron a “ayudarme”, tratando de limpiarme con lo primero que encontraron a la mano, los tres se aprovecharon para toquetearme los senos, el vientre y las piernas y yo los dejé haciéndome la inocente y dándoles las gracias. Ellos sonrieron y se me quedaron viendo morbosamente, entonces caminé hacia donde había dejado mi plato; dejé la leche, tomé el plato y mi plátano y caminando hacia la escalera les dije: “son Ustedes muy lindos, pero los dejo trabajar o no terminarán y no quiero que los corran por mi culpa”; me fui moviendo las caderas y aún sin voltear supe que los tres se quedaron viéndome como idiotas y con los miembros bien parados. Llevaba una gran sonrisa en mi rostro.

Lo curioso del asunto es que además de haber calentado a los tres albañiles, yo también me calenté; no sé porque, en ese momento no me importaron ni su edad, ni su condición social, al ir caminando hacia mi recámara me imaginé a los tres hombres rudos cogiéndome al mismo tiempo y sentí como mi concha se humedecía.

Al llegar al umbral de mi recámara me di cuenta que no llevaba cuchara para el cereal, entonces s eme ocurrió una idea morbosa: ¿Y si me cachondeaba a alguno de ellos?, o tal vez a dos o quizá hasta los tres. Mi intención solo era calentarlos y que me sirvieran de diversión para después masturbarme o conseguirme un amigo que me diera el placer que necesitaba en esos momentos. Así que me volteé y grité: “¡Oh no, olvidé la cuchara!, disculpen, ¿alguien sería tan amable de traerme una?”. Dicho esto, escuché como buscaban como desesperados en los cajones de la cocina y como empezaban a pelear entre ellos: “¡Yo se la llevo, no yo, no, suelta, yo se la llevo, dame acá!”.

A propósito dejé la puerta de mi recámara abierta. En lo que ellos peleaban yo dejé mi desayuno en el buró y me quité la bata y la tanga, quedando totalmente desnuda; escuché que uno de ellos subía corriendo las escaleras y me volteé hacia mi espejo de cuerpo completo quedando de espaldas a la puerta, asegurándome que el que llegara me vería desde el umbral de la misma.

Así fue, el que subió fue el señor de cabello grisáceo; en el reflejo vi cómo se quedaba parado con la boca abierta, viéndome con ojos de asombro, admirando mi cuerpo firme, mis nalgas y mis curvas, pero me hice la desentendida, yo me movía de lado a lao para admirarme en el espejo y para que él también me admirara; hasta que él carraspeó “ejem”, entonces me volteé haciéndome la sorprendida y cubriéndome los pechos y la entrepierna le dije: “¡ah disculpe, no lo escuché, deje la cuchara ahí por favor!”, señalándole el buró donde estaba el plato. Él se dirigió al buró y entonces yo me dirigí a la puerta; la cerré y me quedé con las manos atrás recargadas sobre ella. El señor volteó y se me quedó viendo sorprendido inmóvil. Caminé con pasos felinos hacia él, ya sin taparme para que pudiera apreciar mi total desnudez. Le dije: “dígame, ¿le gusto?” a lo que él no respondió; levantaba las cejas, movía la cabeza de lado y solo alcanzaba a mascullar “este, puessss…”. Ya con mis pechos prácticamente frente a su cara le quité su gorra y la aventé al piso; noté que era casi calvo; pero no me importó, luego le dije: “¿Acaso no le gustaría tenerme?, ¿no le gustaría que hiciéramos el amor aquí mismo y ahora?”. El señor tragaba saliva nervioso, empezó a sudar y no sabía qué hacer. Yo suponía que en ese momento él se iría corriendo de mi recamara para huir de mí. Pero su reacción me tomó por sorpresa; el señor colocó su mano derecha sobre mi seno izquierdo y su boca en mi seno derecho, comenzando a lamerlo; no perdió tiempo, su mano izquierda se posó de inmediato sobre mi nalga derecha.

En otra circunstancia, yo lo hubiese aventado lejos y le hubiera gritado que era un abusivo y algunas groserías para después reírme de él; pero aun ahora que lo escribo no logro entender porque en ese momento no reaccioné así; al contrario, me dejé llevar por las rudas caricias del albañil; tal vez mi calentura era demasiada, porque no me fijé quien era, solamente lo dejé hacer. Sus manos comenzaron a recorrer mi cuerpo de arriba abajo y su lengua jugaba con mis pechos, alternando uno y otro; me excité en demasía, no podía creer lo que estaba sintiendo, lo tomé del cabello y empecé a acariciarlo mientras él busca con un dedo mi panocha húmeda.

Nunca pensé que un tipo rudo como él pudiera acariciar de esa forma; cerré los ojos, eché la cabeza hacia atrás y lo dejé seguir; él besaba mi cuello y luego empezó a lamer mis tetas, jugueteando con las areolas de una y de otra; chupaba, mordisqueaba y lamía, mientras una de sus manos subía y bajaba sin parar, mientras la otra estaba ya en mi entrepierna y metía primero uno, luego dos y luego tres dedos en mi vagina ya muy mojada. Mi mente me jugaba una mala pasada, porque me ordenaba detenerlo, me decía: “no lo hagas, es un viejo albañil, detenlo ahora”; pero mi cuerpo me decía lo contrario, me ordenaba continuar gozando de ese placer que el albañil me daba y en ese momento me olvidé de su condición social, de su edad, de su aspecto y demás cosas que pudieran evitar una relación entre nosotros, de repente pensé: “total, es un rato de placer y nada más” y con esa idea, decidí callar la razón de mi mente y hacer caso solo al placer que sentía.

Hasta ese momento yo había permanecido pasiva, con las manos sobre mis muslos, dejándolo hacer lo que quisiera, pero era tanto la excitación, que decidí ser más agresiva; bajé ambas manos y le bajé el cierre de su jeans gastado, metí la mano y encontré su pene, el cual era bastante ancho y ya estaba erecto. Lo saqué de su pantalón y empecé a acariciarlo con una mano, masturbándolo y acariciando también sus testículos, sentí como empezaba a salir un líquido de él. El señor no había perdido el tiempo y mientras tres dedos de una mano entraban y salían de mi vagina mojada, el dedo de la otra empezaba a quererse meter en mi ano apretado, sin lograrlo.



El señor no había perdido el tiempo y mientras tres dedos de una mano entraban y salían de mi vagina mojada, el dedo de la otra empezaba a quererse meter en mi ano apretado, sin lograrlo.

Al estar en constante movimiento, nos fuimos acercando a la cama, hasta que él cayó sentado en ella; entonces yo lo empujé de los hombros hacia atrás, haciéndolo acostarse boca arriba. Él quedó sobre sus codos viendo como yo me empinaba para meter su pene erecto en mi boca y comenzaba a mamárselo sin dejar de ver su cara. Noté que cerró los ojos, frunció el ceño y abrió la boca diciendo: “¡aaaaahhhhh!”.

El falo del albañil era grueso, de tamaño mediano; contrario a lo que pudiera pensarse, tenía un sabor agradable, era evidente que el señor no era sucio a pesar de su trabajo. Lo mamé y lo acaricié con una mano, bajando hasta sus huevos; mientras, con mi otra mano me masturbaba metiendo tres dedos hasta el fondo de mi vagina la cual estaba tan mojada que entraban y salían con facilidad. Así me estuve un buen rato y luego tomé mis tetas y puse su pene en medio de ellas y lo masturbé de esa manera; el señor se agarraba la cabeza, loco de placer y me imagino que sin saber dónde poner sus manos.

Estaba yo tan caliente que no esperé más, me levanté y me monté en el pene del señor albañil, metiéndomelo hasta el fondo; ambos gemimos: “¡Aaaaaaahhhhhh!”, me detuve un instante, nos vimos a los ojos y entonces comencé a moverme, como si lo estuviera cabalgando, haciendo que su miembro entrara y saliera de mi panocha casi completamente. Me incliné sobre él y le dije: “méteme un dedo en el culo”, él no se hizo del rogar y de inmediato metió un dedo hasta el fondo de mi ano, eso me provocó un placer sin igual. Con la otra mano me acariciaba las tetas como podía. No fuimos discretos con nuestro placer, ambos gemíamos: “¡ah sí, sí, así, así ahhhh, ahhh, ahhh!”, pero yo gritaba más fuerte.

Y entonces, después de un buen rato de estar cogiendo de esa manera con el albañil llegó… tuve un orgasmo de los mejores que he sentido en mi vida; descargas de electricidad recorrieron todo mi cuerpo de pies a cabeza; me estremecí sintiendo que me faltaba la respiración. Luego caí desmadejada sobre el albañil que también había tenido su orgasmo dentro de mí.

Al escuchar un ruido volteé por encima de mi hombro y apenas en ese momento me di cuenta de que teníamos público. Parados apenas cruzando la puerta estaban los otros dos albañiles, con la boca abierta, presenciando todo el espectáculo que su compañero y yo les dimos.

Continuará...
 
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LOS ALBAÑILES#2🔥💦

El señor se me quedó viendo asombrado; yo me hice la sorprendida, pero no me tapé para nada, ya el otro albañil me miraba entre contento y asombrado.

“Buenos días”, dije sonriendo y tratando de parecer lo más natural posible.

“Buenos días”, contestaron ellos al unísono sin salir de su asombro.

“No quiero interrumpirlos, sigan trabajando”, les dije mientras me encaminaba hacia el refrigerador para servirme mi desayuno. Abrí la puerta del mismo y me agaché, segura de que ellos me verían las nalgas y mis largas piernas morbosamente. Saqué un litro de leche, me enderecé y cerré la puerta del refri; al voltearme ellos disimularon, haciendo como que seguían trabajando, pero ya no golpeaban el piso. Caminé despacio hacia la barra de la cocina y dejé ahí el cartón de la leche, guiñándole un ojo al chico; luego regresé hacia la alacena; con movimientos felinos; la abrí y me paré de puntitas para intentar alcanzar el cereal que estaba en la parte más alta de la alacena, haciendo que mi batita se subiera lo suficiente para que ellos pudieran contemplar mis nalgas y mis piernas firmes.

Tomé la caja de cereal y al voltear pude ver que ellos me miraban, de nuevo trataron de disimular y se pusieron a trabajar, volteando hacia otro lado. Caminé de nuevo hacia la barra y me serví mi cereal, le puse la leche y luego tomé un plátano del frutero. El chico intentaba no voltear, pero yo le hablé: “Me gusta mucho el plátano… en mi cereal; ¿a ti no?”, él, nervioso apenas volteó a verme y me dijo: “esteeee, si, también”.

Dirigiéndome a los otros dos albañiles les pregunté: “¿A ustedes les gusta el plátano señores?”. Ellos sonrieron y el más grande dijo: “bueno, a mí me gusta que me lo pelen, pero no pelarlo”; el otro riéndose dijo: “pos a mí me gusta cuando lo chupan, ¿y a Usted señorita como le gusta?”. Vi que empezaban a caer en mi juego de seducción y para continuar emocionándolos les dije con la voz más sensual que pude: “a mí me gusta mucho pelarlo, chuparlo, morderlo y saborearlo”

Mientras decía eso empecé a pelar el plátano lentamente y después me lo metí en la boca y comencé a chuparlo, como si estuviera haciendo una felación; lo metí y lo saqué varias veces de mi boca, luego con la lengua empecé a lamerlo por todos lados con los ojos entrecerrados.

Me les quedé viendo les pregunté: “¿Qué les parece así?”. Ellos se quedaron viéndome como tontos, boquiabiertos y pude ver cómo a los tres ya se les abultaba el pantalón en la entrepierna.

Siguiendo con mi juego, coloqué el cereal en el plato y luego abrí el cartón de leche, empecé a vaciar la leche en el plato, pero volteé hacia otro lado haciendo como que me distraía y entonces derramé leche sobre mí, en medio de mi busto y esta escurrió por mi cuerpo. De inmediato di un saltito hacia atrás y me hice la sorprendida “¡Ups!”. “¡Oh no, que tonta soy, he derramado la leche, está fría!”, dije, sin soltar el cartón de leche ni el plátano. De inmediato los tres albañiles se apresuraron a “ayudarme”, tratando de limpiarme con lo primero que encontraron a la mano, los tres se aprovecharon para toquetearme los senos, el vientre y las piernas y yo los dejé haciéndome la inocente y dándoles las gracias. Ellos sonrieron y se me quedaron viendo morbosamente, entonces caminé hacia donde había dejado mi plato; dejé la leche, tomé el plato y mi plátano y caminando hacia la escalera les dije: “son Ustedes muy lindos, pero los dejo trabajar o no terminarán y no quiero que los corran por mi culpa”; me fui moviendo las caderas y aún sin voltear supe que los tres se quedaron viéndome como idiotas y con los miembros bien parados. Llevaba una gran sonrisa en mi rostro.

Lo curioso del asunto es que además de haber calentado a los tres albañiles, yo también me calenté; no sé porque, en ese momento no me importaron ni su edad, ni su condición social, al ir caminando hacia mi recámara me imaginé a los tres hombres rudos cogiéndome al mismo tiempo y sentí como mi concha se humedecía.

Al llegar al umbral de mi recámara me di cuenta que no llevaba cuchara para el cereal, entonces s eme ocurrió una idea morbosa: ¿Y si me cachondeaba a alguno de ellos?, o tal vez a dos o quizá hasta los tres. Mi intención solo era calentarlos y que me sirvieran de diversión para después masturbarme o conseguirme un amigo que me diera el placer que necesitaba en esos momentos. Así que me volteé y grité: “¡Oh no, olvidé la cuchara!, disculpen, ¿alguien sería tan amable de traerme una?”. Dicho esto, escuché como buscaban como desesperados en los cajones de la cocina y como empezaban a pelear entre ellos: “¡Yo se la llevo, no yo, no, suelta, yo se la llevo, dame acá!”.

A propósito dejé la puerta de mi recámara abierta. En lo que ellos peleaban yo dejé mi desayuno en el buró y me quité la bata y la tanga, quedando totalmente desnuda; escuché que uno de ellos subía corriendo las escaleras y me volteé hacia mi espejo de cuerpo completo quedando de espaldas a la puerta, asegurándome que el que llegara me vería desde el umbral de la misma.

Así fue, el que subió fue el señor de cabello grisáceo; en el reflejo vi cómo se quedaba parado con la boca abierta, viéndome con ojos de asombro, admirando mi cuerpo firme, mis nalgas y mis curvas, pero me hice la desentendida, yo me movía de lado a lao para admirarme en el espejo y para que él también me admirara; hasta que él carraspeó “ejem”, entonces me volteé haciéndome la sorprendida y cubriéndome los pechos y la entrepierna le dije: “¡ah disculpe, no lo escuché, deje la cuchara ahí por favor!”, señalándole el buró donde estaba el plato. Él se dirigió al buró y entonces yo me dirigí a la puerta; la cerré y me quedé con las manos atrás recargadas sobre ella. El señor volteó y se me quedó viendo sorprendido inmóvil. Caminé con pasos felinos hacia él, ya sin taparme para que pudiera apreciar mi total desnudez. Le dije: “dígame, ¿le gusto?” a lo que él no respondió; levantaba las cejas, movía la cabeza de lado y solo alcanzaba a mascullar “este, puessss…”. Ya con mis pechos prácticamente frente a su cara le quité su gorra y la aventé al piso; noté que era casi calvo; pero no me importó, luego le dije: “¿Acaso no le gustaría tenerme?, ¿no le gustaría que hiciéramos el amor aquí mismo y ahora?”. El señor tragaba saliva nervioso, empezó a sudar y no sabía qué hacer. Yo suponía que en ese momento él se iría corriendo de mi recamara para huir de mí. Pero su reacción me tomó por sorpresa; el señor colocó su mano derecha sobre mi seno izquierdo y su boca en mi seno derecho, comenzando a lamerlo; no perdió tiempo, su mano izquierda se posó de inmediato sobre mi nalga derecha.

En otra circunstancia, yo lo hubiese aventado lejos y le hubiera gritado que era un abusivo y algunas groserías para después reírme de él; pero aun ahora que lo escribo no logro entender porque en ese momento no reaccioné así; al contrario, me dejé llevar por las rudas caricias del albañil; tal vez mi calentura era demasiada, porque no me fijé quien era, solamente lo dejé hacer. Sus manos comenzaron a recorrer mi cuerpo de arriba abajo y su lengua jugaba con mis pechos, alternando uno y otro; me excité en demasía, no podía creer lo que estaba sintiendo, lo tomé del cabello y empecé a acariciarlo mientras él busca con un dedo mi panocha húmeda.

Nunca pensé que un tipo rudo como él pudiera acariciar de esa forma; cerré los ojos, eché la cabeza hacia atrás y lo dejé seguir; él besaba mi cuello y luego empezó a lamer mis tetas, jugueteando con las areolas de una y de otra; chupaba, mordisqueaba y lamía, mientras una de sus manos subía y bajaba sin parar, mientras la otra estaba ya en mi entrepierna y metía primero uno, luego dos y luego tres dedos en mi vagina ya muy mojada. Mi mente me jugaba una mala pasada, porque me ordenaba detenerlo, me decía: “no lo hagas, es un viejo albañil, detenlo ahora”; pero mi cuerpo me decía lo contrario, me ordenaba continuar gozando de ese placer que el albañil me daba y en ese momento me olvidé de su condición social, de su edad, de su aspecto y demás cosas que pudieran evitar una relación entre nosotros, de repente pensé: “total, es un rato de placer y nada más” y con esa idea, decidí callar la razón de mi mente y hacer caso solo al placer que sentía.

Hasta ese momento yo había permanecido pasiva, con las manos sobre mis muslos, dejándolo hacer lo que quisiera, pero era tanto la excitación, que decidí ser más agresiva; bajé ambas manos y le bajé el cierre de su jeans gastado, metí la mano y encontré su pene, el cual era bastante ancho y ya estaba erecto. Lo saqué de su pantalón y empecé a acariciarlo con una mano, masturbándolo y acariciando también sus testículos, sentí como empezaba a salir un líquido de él. El señor no había perdido el tiempo y mientras tres dedos de una mano entraban y salían de mi vagina mojada, el dedo de la otra empezaba a quererse meter en mi ano apretado, sin lograrlo.



El señor no había perdido el tiempo y mientras tres dedos de una mano entraban y salían de mi vagina mojada, el dedo de la otra empezaba a quererse meter en mi ano apretado, sin lograrlo.

Al estar en constante movimiento, nos fuimos acercando a la cama, hasta que él cayó sentado en ella; entonces yo lo empujé de los hombros hacia atrás, haciéndolo acostarse boca arriba. Él quedó sobre sus codos viendo como yo me empinaba para meter su pene erecto en mi boca y comenzaba a mamárselo sin dejar de ver su cara. Noté que cerró los ojos, frunció el ceño y abrió la boca diciendo: “¡aaaaahhhhh!”.

El falo del albañil era grueso, de tamaño mediano; contrario a lo que pudiera pensarse, tenía un sabor agradable, era evidente que el señor no era sucio a pesar de su trabajo. Lo mamé y lo acaricié con una mano, bajando hasta sus huevos; mientras, con mi otra mano me masturbaba metiendo tres dedos hasta el fondo de mi vagina la cual estaba tan mojada que entraban y salían con facilidad. Así me estuve un buen rato y luego tomé mis tetas y puse su pene en medio de ellas y lo masturbé de esa manera; el señor se agarraba la cabeza, loco de placer y me imagino que sin saber dónde poner sus manos.

Estaba yo tan caliente que no esperé más, me levanté y me monté en el pene del señor albañil, metiéndomelo hasta el fondo; ambos gemimos: “¡Aaaaaaahhhhhh!”, me detuve un instante, nos vimos a los ojos y entonces comencé a moverme, como si lo estuviera cabalgando, haciendo que su miembro entrara y saliera de mi panocha casi completamente. Me incliné sobre él y le dije: “méteme un dedo en el culo”, él no se hizo del rogar y de inmediato metió un dedo hasta el fondo de mi ano, eso me provocó un placer sin igual. Con la otra mano me acariciaba las tetas como podía. No fuimos discretos con nuestro placer, ambos gemíamos: “¡ah sí, sí, así, así ahhhh, ahhh, ahhh!”, pero yo gritaba más fuerte.

Y entonces, después de un buen rato de estar cogiendo de esa manera con el albañil llegó… tuve un orgasmo de los mejores que he sentido en mi vida; descargas de electricidad recorrieron todo mi cuerpo de pies a cabeza; me estremecí sintiendo que me faltaba la respiración. Luego caí desmadejada sobre el albañil que también había tenido su orgasmo dentro de mí.

Al escuchar un ruido volteé por encima de mi hombro y apenas en ese momento me di cuenta de que teníamos público. Parados apenas cruzando la puerta estaban los otros dos albañiles, con la boca abierta, presenciando todo el espectáculo que su compañero y yo les dimos.

Continuará...
Me la voy a pelar, me puse muy cachondo. Se avecina una orgía. ¿Un sándwich sexual? 😲
 
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