Los albañiles-1

Jugodevida

Estrella Porno
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UNA CHICA SOLA Y CALIENTE EN LA CASA, TRES ALBAÑILES TRABAJANDO EN ELLA. ¿QUÉ PODRÍA OCURRIR?..

LOS ALBAÑILES#1🔥💦

Era un martes de verano muy caluroso; dos meses antes yo había de cumplido los 18 años y me desperté con un deseo de sexo incontrolable; ya llevaba dos días con muchas ganas y me la había aguantado, pero ese día ya no pude más.

Y es que una chica de esa edad, con una piel morena clara y tersa como la mía, un cuerpo bien formado, unas tetas medianas redonditas, una cintura estrecha, nalgas redondas y firmes y unas piernas largas bien formadas no podía estar sin sexo mucho tiempo. Estaba de vacaciones y mi novio había salido con su familia de viaje; yo no pude viajar porque mi Papá y mi Mamá trabajaban en la misma empresa y faltaba casi una semana para que tuvieran vacaciones y pudiéramos salir de la ciudad.

Había quedado de ir a comer y al cine con mis amigas en la tarde, pero tenía toda la mañana libre. El timbre de la puerta me despertó a las 7:00 a.m. Escuché que mi Papá bajaba a abrir y hablaba con alguien; no me importó, pues yo estaba con unas inmensas ganas de sentir unas manos masculinas sobre mi cuerpo, como lo hacía mi novio Antonio cuando nos dábamos aquellos encerrones en el hotel que está detrás de la Prepa o en su casa cuando no estaban sus papás y él les daba el “día libre” a su servidumbre.

Nosotros no teníamos servidumbre. Sólo una vez a la semana iba el Señor Juan, un jardinero viejito que cuidaba el pequeño jardín de mi Mamá y con el que yo la vacilaba diciéndole que era su amante como el jardinero de Gabrielle (la de Desperate Housewifes) y ella se reía.

Mis papás se iban a trabajar a eso de las 8:00 a.m., entonces me dio muy buen tiempo de comenzar a tocar mi cuerpo desnudo (dormía prácticamente desnuda por el calor tan fuerte, sólo me dejaba una tanga en las noches); empecé por acariciarme los senos y luego fui bajando mis manos por mi cintura y mi vientre hasta llegar a mi entrepierna; me lamí un dedo y con el mismo empecé a acariciarme el clítoris; con la otra mano seguía acariciándome las tetas alternadamente. Me detuve un momento para quitarme la tanga y luego saqué mi vibrador en forma de pene que guardo en el fondo del cajón de mi buró, lo prendí y empezó a vibrar como a mí me gusta; lo metí debajo de mi sábana para que no se escuchara el ruido de la vibración; me lo coloqué en el clítoris y me metí un dedo en la vagina que ya empezaba a humedecerse.

Luego fueron dos dedos y luego tres, los metía y los sacaba y me movía para un lado y para el otro mientras el consolador seguía vibrando en mi clítoris. Después metí el vibrador en mi vagina hasta el fondo y con dos dedos me acaricié el clítoris; empecé a meter y sacar el consolador como si me estuvieran cogiendo para sentir mayor placer y vaya que lo sentí; mi temperatura estaba a tope, cada vez sentía más y más placer; mordí una almohada para que no se escucharan mis gemidos de placer y seguí un poco más hasta que sentí como una descarga de electricidad por todo el cuerpo; un orgasmo gigante vino a mí haciéndome vibrar por cada poro de mi piel. Me estremecí, se tensaron todos los músculos de mi cuerpo y grité de placer, pero mordí la almohada para que no me escucharan mis papás.

Me quedé descansando sobre mi cama, con el vibrador en una mano y con la otra encima de mi sexo aún húmedo; seguí sintiendo espasmos un buen rato.

Miré el reloj: apenas eran las 7:22 a.m.; escuché las prisas de mis papás por irse a trabajar. Empezaba a quedarme dormida de nuevo cuando mi mamá tocó en la puerta de mi recámara y me dijo: “hija, ya casi nos vamos; baja a desayunar”. Yo le respondí aún amodorrada y satisfecha de sexo: “más tarde mamá, déjame dormir, tengo mucho sueño”; aunque la verdad es que había quedado agotada de tan fuerte orgasmo que yo misma me había dado.

Mi madre me dijo: “Bueno, entonces desayunarás sola, porque nosotros ya casi nos vamos; pero te vistes cuando bajes porque ya llegaron los señores que van a arreglar la cocina”.

Recordé que el fin de semana mi papá nos había dicho que a partir del martes llegarían unos albañiles a arreglar el piso y la barra de la cocina porque se estaba despegando.

“Si mamá” fue lo único que dije y me dormí desnuda. Cuando desperté ya eran las 8:42 a.m. Me imaginé que mis papás ya se habrían ido. Se escuchaban unos golpes en la parte de abajo de la casa, imaginé que eran los trabajadores que iban a arreglar el piso.

Aún desnuda me estiré para quitarme la flojera, sentí hambre, así que me levanté para ir a desayunar; pero primero me miré en el espejo de cuerpo completo que tengo en mi recámara y acariciándome el cuerpo con ambas manos me dije: “¡Ah que buena estoy, como quisiera estar cogiendo ahorita, en vez de desperdiciar el tiempo en esta casa!”

Por un momento pensé en llamar a mi amigo Raúl, que siempre estaba dispuesto a consolarme todas las veces que Tony, mi novio, no estaba o se peleaba conmigo, o a Ernesto, que me traía ganas desde hacía tiempo. Le marqué primero a Raúl, pero me dijo que estaba trabajando; entonces le marqué a Ernesto, para decirle que por fin se le iba a hacer coger conmigo; él se escuchaba nervioso al contestar, casi de inmediato me dijo que estaba con su novia porque iban a ir a desayunar, pero que luego me hablaba. Colgué el teléfono frustrada, ¿cómo era posible que no hubiera nadie que quisiera cogerse a este bombón? Pensé en llamar a algún otro amigo de la escuela o a alguno de los muchos que tengo en el Face; pero sentí hambre y entonces se me ocurrió una idea: bajar a desayunar y de paso provocar a los albañiles que estaban trabajando en la casa y divertirme viendo su reacción y dejarlos con los penes bien parados. Me gustaba hacer eso, varias veces lo hice con el jardinero, aunque dudo que todavía se le parara, pero lo provoqué varias veces cambiándome de ropa frente a la ventana con las cortinas abiertas cuando sabía que él podía verme; también lo hice en un par de ocasiones con el repartidor de pizza, cuando llegaba yo abría la puerta vestida solo con una camiseta larga pero con los pezones bien levantados o con mi bata corta que apenas me tapaba las nalgas y dejaba ver todos mis muslos y piernas; le pagaba y me volteaba guiñándole un ojo, para luego cerrarle la puerta prácticamente en la nariz. Todo ello me parecía muy divertido y pensé en divertirme un rato con los albañiles; no sabía cuántos eran, pero eso era lo de menos, con uno que se quedara con el pito parado, para mí era suficiente.

Así que me puse mi tanga negra y mi bata blanca, casi transparente que apenas me tapaba las nalgas y que dejaba apreciar muy bien mis bien formados muslos; la dejé abierta del frente, hasta el ombligo, de tal manera se alcanzaba a ver buena parte de mis tetas redondas, apenas cubriendo mis pezones; até la cinta de la cintura, me arreglé un poco, me pellizqué un poquito los pezones para llevarlos levantados y descalza salí de mi recámara. Bajé la escalera caminando sensualmente, arreglándome el cabello haciendo como que creía estar sola; pero con la idea real de que me vieran los albañiles; pero ellos no se dieron cuenta inmediata de mi presencia porque el ruido que hacían era demasiado fuerte. Eran tres: Un señor chaparrito de unos 45 años, fuerte pero con panza, que traía únicamente una camiseta blanca mugrosa y un jeans que se veía muy usado, su pelo grisáceo sobresalía por debajo de una gorra azul muy sucia; estaba también un señor al que no pude calcularle la edad; este vestía una playera verde y también unos jeans viejos; este era gordo y bastante alto, con unos brazos gigantes; con pelo largo y también con gorra, bigote y barba negros; el tercero era un muchacho bastante joven, se veía como de 16 años, moreno, delgado, nervudo y con brazos bien marcados; imaginé que desde chico empezó con el trabajo rudo, de cara aniñada, cabello muy negro y muy corto.

Los tres estaban concentrados en el piso, el más alto golpeaba con un marro en el piso con una gran fuerza y el otro señor lo veía; el muchacho estaba un poco más atrás, recargado en la barra de la cocina, también viendo lo que hacía el más fuerte. Este último fue el primero que me vio; yo caminaba sensualmente moviendo las caderas hacia ellos y el volteó no sé si porque sintió mi presencia o simplemente por ver hacia otro lado. Noté que de inmediato se puso nervioso y desvió la mirada, de inmediato tocó al señor más grande en el hombro y le señaló que estaba yo ahí. El señor se me quedó viendo asombrado; yo me hice la sorprendida, pero no me tapé para nada, ya el otro albañil me miraba entre contento y asombrado.

Continuará...
Créditos al autor.
 
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