Loa Canes y Yo (Zoofilia)

heranlu

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Loa Canes y Yo (Zoofilia) parte 1


A mis treinta y seis años, aún se mostraban erguidas, y se podía apreciar las rojeces dejadas alrededor de mis pezones con sus insistentes mordisquitos y lametones, para chupar la leche derramada de mis pechos.

Mi vientre se mantiene plano a pesar de mi embarazo y posterior parto y mis pechos en comparación se ven muy grandes, y son pesados, mostrando unas aureolas muy grandes mientras mis pezones se mantienen duros y tiesos siempre. Me siento incomoda cuando me los miran, ya que se notan a través de la ropa.

Estaba pellizcando y frotando los pezones entre mis dedos índice y pulgar, podía notar cómo se endurecían aún mucho más. Los seguía sintiendo doloridos por el tratamiento recibido por los perros y posteriormente al darle el pecho a mi hijito.

Noto mi vagina muy húmeda y a pesar de haberme lavado sigo manteniendo el olor dejado por los perros sobre mi cuerpo, o quizás sea mi imaginación por la excitación que sigo teniendo. No podía quitarme de la cabeza la imagen del enorme perro y su polla dentro de mí. Mientras miraba mi cuerpo desnudo y me acariciaba suavemente el clítoris, se aceleraba mi respiración, Volvía a estar al borde del orgasmo con solo el recuerdo de lo pasado.

No podía estar excitada siempre pensando en los perros de mis vecinos Amanda y José. Simplemente decidí vestirme y salir a echarles de nuevo de comer y ponerles agua. Quería hacerme fuerte y resistir la tentación.

Salí al patio y caminé por la hierba, hasta el cobertizo de la casa de al lado, podía notar los pechos llenos apretados sobre la blusa con los pezones marcados sobre la prenda. No me había puesto sujetador, porque no tenía previsto tener que salir a la calle ni cruzarme con nadie.

Al acercarme a la puerta del cobertizo, los primeros que me vieron y olieron, fueron los cachorros, que salieron corriendo a mi encuentro, dejándolos jugar y frotarse con mis piernas.

Sentía debilidad por el más oscuro, por lo que me agaché y lo cogí en brazos, enseguida se puso a frotar su hociquito sobre los bultos que formaban mis pezones sobre la prenda de vestir, haciendo que se formara unas manchas de humedad. Con su insistencia estaba consiguiendo que se derramara la leche de mis tetas, por lo que me quité la prenda de vestir y dejándolo en el suelo, me puse apoyada sobre mis manos, dejando mis pechos al alcance de su boca. Dejé mis pechos para que los seis cachorros tuvieran libre acceso a mis pezones. Se iban turnando en cogerse a mis tetas. El pardo y otro grande, se cogieron primero, aferrándose a mis pezones mamando y estirando de ellos hacía abajo, haciendo que un grato placer recorriera mis tetas al notar que me las estaban desocupando de leche. Notaba mi leche fluir y como se alimentaban los cachorros, peleándose por tener un pezón donde cogerse para mamar.

Cuando los dos primeros se saciaron, otros dos ocuparon su lugar, se les notaba hambrientos por la insistencia con que se cogían a mis pezones, suponiendo que la perra aún no les habría dado de mamar. Una vez se hubieron saciado dejaron mis pechos para irse al jardín y corretear jugando por la hierba.

Cuando me giré para salir del cobertizo, vi al perro grande en medio del patio, podía ver cómo me miraba, mientras me quedé parada sin reaccionar, con solo la falda puesta y mi blusa doblada en mi brazo. No me quitaba la vista de encima olfateando en mi dirección, Dudaba si podía olfatear mi excitación a esa distancia.

No dudé en quitarme la falda y quedarme desnuda delante de él, con mi vagina húmeda y mis pechos agitándose, libres de cualquier sujeción. Mis pechos se movían al ritmo de mi agitada respiración. Ese gran perrazo, me cortaba el paso hacía mi vivienda, plantado delante de la puerta en mitad del jardín. El animal me había olido y notado mi estado de excitación, porque su enorme polla roja asomaba de su funda cubierta de pelos.

Poco a poco se fue acercando hasta la puerta, con las orejas tiesas y su ojos fijos en mí, cuando llegó hasta la entrada, reculé hacia el interior, dejando espacio para que entrara, era preferible que lo que pasara, fuera en el interior del cobertizo a cubierto de indiscretas miradas. Una vez dentro se quedó quieto cortando el paso hacia la puerta e impidiendo que pudiera salir. Así quieto y tenso, esperaba a ver mi reacción. Con las piernas temblando entre excitada y nerviosa me senté en el suelo, quieta mirando hipnotizada su polla roja y su larga lengua colgando fuera de la boca. Recordaba el placer que me había dado con esa lengua lamiendo mi coño y mis pezones, pensando en si quería hacer eso de nuevo conmigo, para lo que me dejé caer de espaldas y abrí mis piernas mostrando mi mojada vagina completamente depilada, levantando mis caderas y ofreciendo mi vagina al apetito del animal.

Nunca me había sentido tan caliente, ofreciendo mi coño con los labios brillantes por la humedad a un perro para que me lo lamiera. Con mis manos me pellizcaba los pezones, notando la humedad de la leche al brotar, debió oler la leche, porque se acercó y empezó a lamer mis pechos, aunque eso no era lo que yo pretendía y sujetando su cabeza, se la guié hasta mi vagina donde justo empezó a lamer cuando tuve el primer orgasmo, ya no hice nada para que siguiera lamiendo mis flujos. Una vez los probó, siguió lamiendo de4sde mi culo hasta el clítoris, insistiendo con la lengua en mis labios interiores. En esa postura no era fácil que pudiera penetrarme, para lo que decidí darme la vuelta y levantar el culo, ofreciendo mi coño igual que una perra en celo. Ya no fue necesario hacer nada más, él solo se montó encima con sus patas en mi espalda y puso su roja polla en la entrada de mi coño, empujando y metiéndola con inusitada maestría, yo me mordía los labios de gusto mientras él metía y sacaba la polla a un ritmo frenético. Ahora demostraba lo aprendido y me estaba dando un intenso placer. Seguía metiéndola hasta llegar al fondo de mí, llenando completamente mi vagina con esa enormidad de polla.

Estaba completamente lubricada, con los flujos de mi anterior orgasmo y gracias a eso su enorme polla entraba y salía con cierta facilidad, movía mi culo acompasando al ritmo de él, ya había pasado por eso y esperaba de un momento a otro a que se le hiciera el nudo dentro de mí, llenando mi vagina mucho más que cualquier polla humana y estaba claro que después de eso, no iba a quedar satisfecha con ninguna otra que no fuera de un perro.

Notaba su enorme polla dentro de mí con el nudo impidiendo que se saliera, notaba cono si estuviera teniendo un parto, con la cabeza pequeña de un bebé intentando salir de mi coño.

Cuando se dio la vuelta e intentó separarse, parecía como si me fueran a arrancar el coño, no me atrevía a gritar por no asustarlo y que tirara de golpe, mejor que se fuera relajando y la sacara poco a poco conforme se fuera reduciendo el tamaño.

Me vinieron dos orgasmos mientras esperaba a que saliera de mi interior y quizás debido a esa nueva lubricación o a que ya se le había reducido el tamaño, pudo salir y pude ponerme de nuevo boca arriba. Ahora volvía a lamer mi vagina limpiando todo lo que salía de ella, por lo visto le gustaba mi flujo. Mientras tanto yo me seguía apretando los pezones, proporcionándome placer y extrayendo leche que cubrían mis tetas y resbalaba por mi vientre.

El animal debió olfatear la leche, porque la fue lamiendo conforme yo me la iba extrayendo, llegando un momento que ya lamía directamente mi pezón. Pude ver que le gustó, porque empezó a chupar el pezón. El perro ese tan grande estaba mamando de mi pecho como si se tratara de un cachorro, su forma de mamar era mucho más potente que la de sus crias, podía notar como rozaba el pezón con los dientes, no eran tan afilados como los de sus cachorros y aunque apretaba, no me laceraban los tiernos pezones. Mi pezón estaba completamente dentro de su boca y me lo lamía con esa enorme lengua, haciendo que salieran chorritos de leche hacia su ávida boca.

Tendida boca arriba, con el perro echado encima de mí, le empecé a acariciar la polla, mientras se comía mi teta, notaba como se le estaba poniendo de nuevo erecta la polla. Ya tenía un tamaño considerable otra vez, cuando se la coloqué en la entrada de mi vagina, pero esta vez estaba boca arriba con el perro echado encima y era yo la que me estaba moviendo follando su polla. Tenía el pezón muy dolorido y le ofrecí el otro pecho, mientras, no dejaba de moverme con su polla profundamente introducida en mí. El perro se estaba comiendo mi otro pezón, mientras yo me lo estaba follando. Podía ver como mi pezón desaparecía en su boca, entre sus largos colmillos, me excitaba el pensar que pudiera clavar esos afilados colmillos en mi pecho. Su lengua se movía lamiendo mi pezón y provocando que chorritos de leche salieran hacia su boca, Volvía a estar con el nudo de su polla dilatando mi vagina y aunque era doloroso, se podía sentir muy excitante al ser algo diferente a follar con mi marido.

Estaba otra vez a punto de sentir otro intenso orgasmo, su enorme polla llenando mi vagina y disparando esperma en el fondo de mí, mientras su nudo impedía que se saliera, sus lametones en mi pezón degustando mi leche, con todo estaba a punto de desvanecerme de placer. Me estaba vaciando el otro pecho al mismo tiempo que consiguió salirse y llegar yo al orgasmo con un intenso estremecimiento de mis piernas. Solo había tenido estos orgasmos con el perro. Sabía que me consideraba su hembra y que me iba a follar cada vez que tuviera ocasión, Para él yo era su perra.

Con el perro es con quien más a gusto había quedado después de tener sexo, sabía que ahora era adicta a ser follada por ese imponente animal.

Después de relajarnos pude apreciar el charco de fluidos que había en el suelo, entre mis corridas y su semen, seguro que de no limpiarlo se podría notar lo que había pasado ahí y pensando en la enorme cantidad que se encontraba dentro de mi vagina.

El perro seguía en el suelo, lamiéndose la polla y limpiándosela. Mi coño seguía destilando flujos y oliendo a sexo, con un trozo de papel higiénico me limpié y dejé la puerta abierta para que saliera al patio, mientras que les llenaba los recipientes de comida y agua.

Al día siguiente regresaban Amanda y José y dejé todo en orden para que no se notara nada, mientras pensaba en pedirle que me regalara o vendiera al cachorro de color pardo y poder tenerlo en casa como perro de compañía, para terminarlo de criar con mis pechos y cuando fuera adulto, comprobar si sexualmente había heredado las cualidades y tamaño de la polla de su padre.

Continua

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heranlu

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Loa Canes y Yo (Zoofilia) parte 2



Después del último encuentro con el mastín de mis vecinos y con sus cachorritos, estuve dolorida algunos días, por lo que me tomé un descanso. Tenía las tetas muy doloridas y tocarme los pezones era ver las estrellas, incluso tenía que andar con las piernas abiertas por el dolor en mi vagina. Ser follada por ese mastín con la bola que se le formaba en la polla, era casi como tener un parto. Ese enorme perro me había follado tres veces en los días que me había dedicado a su cuidado. Ahora que los vecinos habían regresado, iba a echar a faltar el que ese perro me follara. Me había hecho estar excitada todo ese tiempo, y follar con el perro me había hecho tener unos orgasmos como nunca imaginé que podía llegar a tener. No me importaba estar completamente dolorida y aún quería volver a ser follada por ese enorme animal.

José y Amanda ya habían regresado y con ellos en casa, me iba a ser imposible hacer que el perro me follara. Quizás pudiera olvidar lo bien que me había follado su perro e incluso el haberle dado de mamar junto con sus cachorritos de mis pechos rebosantes de leche.

Esa noche estaba muy caliente en la cama con mi marido y como de costumbre completamente desnudos los dos. Lo podía sentir abrazado a mi espalda con sus manos sujetando mis tetas y su dura polla apoyada en mis nalgas. Eso ya sabía que significaba, que estaba cachondo y deseando follar conmigo, cuando apretó mis tetas, ya no me quedó la menor duda.

No podía negarme a hacer el amor con él, para evitar que pudiera sospechar algo. Él insistía en frotar su polla en mi culo, que al no llevar bragas el contacto era directo y mientras frotaba su polla con mi culo, con una mano me iba acariciando mi depilado coño.

Estaba segura que su intención era la de follarme, por lo que me puse mirando el techo, dejando que se pusiera encima de mí. Mientras abría completamente mis piernas, lo dejé que pusiera su dura polla en la entrada de mi coño. No tardó en empezar un mete y saca rítmico, mientras me chupaba los pezones, aunque era distinto a otras veces, por tener mi vagina y pechos doloridos. Me hacía gemir con cada chupetón que daba al mismo tiempo que me embestía con su polla. Mis inevitables gemidos lo ponían aún más cachondo, aumentando la erección de su polla y el ardor con que me trataba.

Después de haber sido follada por la enorme polla del perro, ahora era distinta la sensación experimentada, no me sentía llena y la sensación era diferente. Podía sentir como me chupaba los doloridos pezones, sin que me atreviera a quejarme y que descubriera el estado en que me los habían dejado los cachorritos. Disimulaba el dolor, lo mismo que no podía evitar gemir por el placer que me proporcionaba el dolor en ambas partes tan sensibles de mí cuerpo. Deseaba terminar y después de darme unos fuertes chupetones en las tetas, aceleró el ritmo de sus embestidas, terminando con unos fuertes estremecimientos y quedar quieto dejado caer encima de mí, agotado por su fuerte orgasmo. Seguidamente me hizo que le limpiara la polla chupando y se tumbó de espaldas a mí, no sin antes darme un beso.

No podía dormir pensando en cómo había cambiado todo, ahora no me sentía plenamente satisfecha con mi marido y ni siquiera había llegado al orgasmo con sus chupetones en mis sensibilizados pezones. Había quedado muy caliente y decepcionada, pensando en que lo único que necesitaba era una enorme polla que me hiciera sentir plenamente satisfecha.

Sólo escuchaba los ronquidos de mi marido durmiendo a mi lado, haciendo que no pudiera dormir. Me levanté de la cama y después de ponerme una bata anudada a la cintura y salí por la puerta del patio, la cerré suavemente detrás de mí, quedando a cubierto en la oscuridad. Después de vigilar que a esa hora no había nadie que pudiera verme, me dirigí sigilosamente hasta el cobertizo, donde estaban los perros de mis vecinos. Podía sentir la humedad del césped bajo mis desnudos pies. Una vez llegué delante de la puerta donde estaban los perros, me quité la bata y la dejé sobre un seto, para seguir a cuatro patas hasta pararme frente a donde estaban los perros. Podía sentir el frescor de la noche en mi cuerpo desnudo y como algunas hierbas más altas que las demás se rozaban en mis colgantes pechos, mientras mis flujos corrían por mis muslos.

Podía oír movimientos delante de mí y estaba segura de que el olor de mi sexo había hecho acercarse a mí al gran mastín, que acercando su morro a mi coño se puso a lamer los flujos que chorreaban. Me hacía sentir divinamente con el roce de su lengua en los labios de mi vagina. Me estuvo lamiendo mucho rato, haciendo que un inmenso placer me hiciera estremecer. No tardó mucho en subirse a mi espalda, encontrando rápidamente el objetivo buscado, que no era otro que la abertura de mi vagina. Notaba como me penetraba. Madre mía del amor hermoso, no había comparación con la penetración de mi esposo hacía un rato. Con sus patas sujetándome por la cintura, demostraba que yo le pertenecía. No podía prescindir ahora de seguir siendo poseída por ese imponente animal. Sentia como su polla se iba hinchando dentro de mí. Nunca más iba a sentir esta sensación con la polla de ningún hombre. En cuanto se le formara de nuevo el nudo, aumentaría más la dilatación de mi vagina.

Los orgasmos me venían uno tras otro en una sucesión continua de placer a pesar de estar dolorida y temía que mis jadeos pudieran ser oídos desde la vivienda. Su polla me llenaba por completo mientras sentía como llegaba hasta el fondo de mi vagina. Por los estremecimientos de la polla, notaba que estaba cercano el momento en que se iba a formar el nudo. Sus agitaciones aumentaban de velocidad.

No tardé en comprobar como su nudo llenaba completamente mi coño haciendo que respirara hondo e intentara relajarme. Sabía que no iba a tardar en quedar atrapada por él, sin poder desprenderme. Para empeorar o mejorar la situación pude ver una sombra acercarse hasta situarse debajo de mí. No me cabía la menor duda de que era el cachorro pardo que se había despertado y había venido a curiosear o mejor dicho a lamer mis tetas. Me quedé quieta, mientras el mastín intentaba soltarse y su cachorro buscaba mis pezones para mamar.

No me podía mover y quedé aún más aterrada cuando vi que alguien encendía la luz de la casa y pude ver por la ventana a Amanda en camisón que se dirigía hacia donde estaba follando con su perro. Por suerte estaba en la zona oscura, pero no tardaría en llegar y verme a cuatro patas, cogida a su perro sin poder soltarme y a al cachorro comiendo mis pezones.

Ya estaba segura de que me iba a pillar follando con su perro, cuando por fin se soltó y pude agazaparme dentro del cobertizo a cubierto en la oscuridad. Me había librado por los pelos, cuando Amanda empezó a llamar a su perro, consiguiendo que se despertaran los demás cachorros y la hembra que corrieron en busca de su dueña, excepto el cachorro que me siguió hasta dentro del cobertizo, sin intención de dejar de mamar.

Estaba perdida, si Amanda entraba buscando a el cachorro que faltaba. Podía ver como saltaban alrededor de ella y como les daba algunas clases de chucherías que tomaban de sus manos. Después de acariciarlos se volvió para dentro de la casa, sin notar la falta del cachorro que seguía tomando leche de mis pechos.

Pude respirar tranquila cuando Amanda apagó la luz y todo volvió a la oscuridad, por lo que pude salir del cobertizo, pero me encontré con todos los cachorros que volvían junto con la hembra ya que el mastín había entrado en la casa junto con Amanda. Los dejé pasar y separé al pardo de mi teta, para sigilosamente dirigirme hasta donde había dejado la bata, encontrándome con la sorpresa de que había desaparecido, ahora sí que me asusté al pensar que podría haberla encontrado Amanda y se la podía haber llevado hasta dentro de la casa.

Completamente desnuda me dirigí hasta mi vivienda, saltando la separación vegetal y entrando si hacer ruido, hasta el cuarto de baño, donde me lavé los restos de semen del perro y me perfumé para quitar el olor a perros que impregnaba mi cuerpo.

Cuando me metí en la cama mi marido seguía roncando y dormía plácidamente después del orgasmo obtenido hacía poco follando conmigo.

No podía dormir y cada vez que me rozaba los pechos sentía el dolor por los fuertes chupetones que el cachorro pardo me había dado al mamar. No dejaba de pensar en el cachorrito y tenía que buscar la forma de que Amanda accediera a venderlo. Cada vez que me rozaba los pezones, calaba más la idea de conseguirlo y terminar de criarlo yo con mis pechos y si era un buen heredero de su padre, no me iba a faltar con quien follar, cuando se hiciera grande.

Me había demostrado que era muy inteligente y corroboraba esta idea la forma tan inteligente de mirarme y de comportarse. Mientras sus hermanos habían permanecido durmiendo, él había salido y me había estado chupando las tetas, mientras su progenitor me follaba.

No podía quitarme de la cabeza su forma de mirarme, con esa mirada inteligente, esperando alguna señal mía para acercarse, ni su forma de poner las orejas tiesas con la cabeza ligeramente inclinada. Todo en él denotaba una inteligencia muy superior a la del resto de sus hermanos. No cabía duda de que además de ser el más desarrollado, también era el más inteligente. Lo demostraba dominando a los hermanos e incluso controlaba a su madre, a pesar de ser un cachorrito. Me quedé dormida pensando en el perrito y en el destino que podía haber tomado mi bata.

Por la mañana cuando desperté el sol ya estaba muy alto y mi marido se había marchado sin despertarme, aún con en camisón puesto sin nada debajo me fui a la cocina para prepararme unas tostadas y un vaso de café con leche. Estaba distraída, cuando sentí llamar a la puerta. No esperaba a nadie ni tenía idea de quién podía ser, no había oído el timbre de la puerta del jardín y para entrar, tenía que haber abierto yo o mi marido se la había dejado abierta al marchar. Intrigada, separé un poco las cortinas para averiguar quién era y no abrir con solo el camisón puesto. Me habría dado mucha vergüenza que el cartero o un desconocido me hubiera visto, con los pezones marcados o mi entrepierna sobre la fina gasa de mi prenda de dormir, que dejaba poco a la imaginación.

Amanda estaba delante de la puerta con mi bata entre las manos. Seguramente la vio cuando salió a llamar a los perros y se la entró para su casa. Por ese motivo no la encontré cuando salí del cobertizo.

Abrí la puerta saludando.

-Buenos días vecina.

-Veo que has encontrado mi bata, la había echado a faltar y no sabía si me la habían quitado.

-Hola Rosa, buenos días.

-Precisamente venía a preguntar si era tuya, porque la encontré en mi jardín con uno de mis cachorros utilizándola de cama.

-Seguramente la cogió y se la llevó para hacerse un suave lecho.

-Seguramente es eso lo que debe haber pasado, ya que la tenía puesta a secar y la debe haber cogido o la ha tirado el viento y el perrito la ha encontrado.

-Rosa, me sabe mal que te la haya manchado. –Si quieres la lavo y te la traigo limpia.

-No te molestes, ya la lavaré yo, que tengo otras prendas en la lavadora y aprovecho para meterla también.

-Hay algunos huecos en la valla que no impiden que los perros pasen hasta mi parte del jardín.

-Rosa, ya he visto esos claros en la vegetación por los que se puede pasar sin problema, como he hecho yo ahora para venir y no tener que salir a la calle.

-Amanda, me sabe mal que estemos hablando aquí en la puerta. –Puedes pasar y mientras hablamos te tomas un café con leche conmigo, que me lo estaba preparando cuando has llamado.

-No quisiera molestarte.

-De ninguna manera, no es ninguna molestia y te estoy agradecida por traerme la bata.

Me hice a un lado y la invité a pasar hasta la cocina, donde ya humeaba la cafetera y habían saltado las tostadas a la bandeja de la tostadora.

-Vecina, siéntate y desayunamos juntas. -Solo he de poner más tostadas para hacer.

- ¿Cómo te gusta el café? ¿Cortado o café con leche?

-Me gusta con mucha leche calentita.

Pude captar su insinuación al decir esto, sin apartar la mirada de mis pezones.

- ¿Cómo te gusta? ¿Natural o desnatada?

-Rosa, me gusta natural y cuando se puede, recién ordeñada.

Me eché a reír ante su insinuación.

-Tendremos que buscar una cabra para poder ordeñarla.

- Rosa, crees qué teniéndote a ti, ¿Necesitamos una cabra?

-Vecina, me vas a sacar los colores con esa insinuación.

- Lo que te sacaría es leche y como a mí me gusta, directamente de los envases.

- Desde que nació tu hijo, he deseado probar tu leche y después de ver los pitorros de tus pechos, ese deseo se ha acentuado.

-Amanda, está mi hijo durmiendo arriba y se puede despertar. –Menudo corte si baja y nos ve.

Eso no fue impedimento ni sirvió como excusa, ya que tomando los tirantes de mi camisón los desplazó por mis brazos bajándolos hasta mi cintura, dejando mis pechos al descubierto y a su entera disposición.

-Rosa, que maravilla de pechos tienes.

Decía eso y me acariciaba ambos pezones, mientras yo estaba más pendiente de cualquier ruido que viniera de arriba, alertándome de que mi hijo se había despertdo.

Al no tener colegio, se solía levantar tarde, pero no me podía fiar. No estaba tranquila, mientras mi vecina me ponía los pezones duros con sus manipulaciones, Pellizcando y estirando, como intentando sacar leche. Había puesto la taza del café delante de mí encima de la mesa y ordeñando mis pechos, intentaba añadir leche.

Decidí abreviar y me cogí el pecho izquierdo, ordeñando y haciendo que chorritos de leche fueran llenando la taza. Ante mi sorpresa, Amanda se metió el pezón de mi teta derecha en la boca y empezó a mamar. Ahora yo me estaba sacando leche de una teta y Amanda me estaba vaciando la otra con sus chupetones. Se puede decir que estaba segregando leche por todas partes, ya que podía sentir como corrían por mis muslos los flujos vaginales, fruto de mi calentura.

-Amanda por favor, vale que me estoy corriendo con tus chupetones, no está bien lo que hacemos.

-Está estupendamente, me gusta sentir la textura de tu duro pezón en la boca y cuando termine con este, empezaré con el otro. Pienso dejarte los dos pezones muy chupaditos y mordisqueaditos, así pensarás en mi cada vez que te de gustito el roce de la tela en ellos.

Durante no sé el tiempo que estuvo mamando y estirando de mis pezones con los dientes, pero si pude contar la cantidad de orgasmos que me hizo sentir.

-Muchas gracias Rosa. –A ver cuando tienes un rato y vienes a mi casa para que te invite a desayunar. –Podríamos quedar pasado mañana lunes, después de dejar a tu hijo en el colegio.

Después seguimos hablando sobre diversas cosas sin importancia, mientras nos terminamos los cafés con leche y las tostadas.

Aproveché que salió a relucir el tema de los perros, para preguntar.

-Amanda, ¿Qué tienes pensado hacer con todos los cachorros que tienes?

-Tengo pensado poner un anuncio, cuando ya estén destetados, para venderlos, son animales que, aunque no tengan pedigrí, están muy valorados.

-Me gustaría que me vendieras el macho ese de color pardo y ya lo llevaría yo al veterinario para vacunarlo y ponerle el chip de identificación. -Seguiría estando cerca de los padres, al poder pasar a tu jardín cada vez que quisiera y no perderías contacto con él.

-Rosa, te lo puedo regalar en cuanto sea un poco más mayor y pierda la dependencia de su madre.

-No importa eso, aunque lo tenga yo, podrá pasar a tu jardín cada vez que le apetezca. –Me hace mucha ilusión tenerlo y creo que se ha encariñado conmigo. –Sale a hacerme fiestas siempre que me ve.

-De acuerdo Rosa, luego puedes pasar a recogerlo, pero debes dejarlo suelto para que pase de un jardín a otro, cada vez que le apetezca.

Hasta aquí la historia de cómo llegó a mi poder Brown, el perro que tengo desde cachorro y que tantas satisfacciones me da.

Lo suelo alimentar con el pienso para perros que me aconseja el veterinario, aunque una vez a la semana le pongo de comida un pollo con arroz. Ha crecido más que su progenitor y es muy cariñoso con los conocidos, pero es reacio a que se me acerquen desconocidos, mostrándoles con mucha frecuencia sus temibles colmillos.
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