Las Chicas de mi Familia – Capítulos 09 al 012

heranlu

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Las Chicas de mi Familia – Capítulo 09

La casa donde nos alojábamos era bastante linda. La cabaña tenía dos pisos y era muy amplia. Tenía dos limpios baños, tres habitaciones, cinco camas, una linda cocina y un enorme patio frontal donde Paloma pudo estacionar el vehículo que había robado a Eliseo. Se llamaba Eliseo, ¿verdad? ¿Siquiera importa cómo se llamaba el imbécil?

Lamentablemente llegamos un poco tarde, pues el viaje fue muy largo. No iríamos a la playa hasta el día siguiente, así que nos dedicaríamos a cenar algo ligero, y luego ver televisión, o salir a pasear, o lo que fuera. Pero había una pregunta adicional, muy complicada de contestar: ¿dónde dormiríamos todos? Seis personas para tres habitaciones no debería ser problema, a menos que uno se pusiera a pensar quién dormiría con quién. Y ese fue justamente el asunto.

Originalmente, en la habitación matrimonial dormirían mi tía Julia y su amante. En la habitación de al lado había una cama grande donde se quedarían Paloma y Eliseo. En el primer piso había una habitación con dos camas, donde se quedarían Francisca en una, y Fernanda y Rocío juntas en la otra. Finalmente, yo había accedido a dormir en el sofá de la sala. Los eventos recientes cambiaban las cosas, y al parecer, yo me había convertido en un compañero de cama requerido.

—Ufff, ¡qué rico fue todo! —exclamó mi tía Julia, mirándome de reojo mientras dejábamos las maletas en los respectivos cuartos.

—Sí, bueno, ja, ja —reí, sin saber qué tenía que decir. Honestamente, no tenía idea sobre cómo reaccionar después de haber hecho lo que hice por primera vez. Opté por preguntar sobre cómo íbamos a dormir—. En fin, somos dos personas menos… ¿Significa que podré dormir bajo sábanas? Ja, ja, ja.

—Por supuesto, sobrinito, mis sábanas te están esperando.

—¿Eh? Mamá, pensé que Felipe iba a dormir conmigo —intervino Paloma, tomándose de mi brazo—. Sabes que lo necesitaré de-ma-sia-do.

—Si hablamos de necesidades entonces yo debería ser prioridad, soy su hermana —dijo Fernanda, dejando en el suelo sus maletas mientras se inclinaba seductoramente, mostrándome al completo todo lo que había debajo de su cortísima falda. O, más bien, lo que no había.

—P-pero… —se atrevió a hablar Rocío, que ya había dejado sus cosas en su habitación—. Fer, ya te acostaste con Fel… E-es mi t…

—¿Qué cosa, hija?

—Que es mi turno —concluyó Rocío con un susurro casi inaudible.

—¿¡Pero qué les sucede!? —interrumpió Francisca, que acababa de entrar a la sala con algunos utensilios. Su rostro se estaba tornando progresivamente rojo—. No pueden simplemente estar hablando de quién duerme o no con Felipe.

—Si tú no lo aprovechaste en el auto no es nuestro problema —dijo Paloma, con cierta frialdad.

—¿¡Pero qué te crees con…!?

—Ok, ¡momento, momento! —interrumpí, tratando de calmar las aguas. ¿En qué mundo estaba viviendo ahora, donde yo, un simple idiota cualquiera, era motivo de discusión entre cinco mujeres?— La verdad es que me muevo mucho durante la noche. No duermo bien con otros. Les recomiendo usar las habitaciones y camas que les asignaron, y así todos podremos dormir bien.

—¡Pero quiero dormir contigo! —exclamaron Fernanda, Paloma y mi tía, al unísono.

—Nada de eso, Felipe tiene razón —intervino Francisca, con una expresión facial tan sorpresivamente severa e inesperadamente autoritaria que las otras cuatro se quedaron calladas, y hasta sumisas—. Necesita descansar después de todo lo que… emm… lo que le hicieron hacer, ¿me entienden? Así que mi hermana y yo compartiremos la cama matrimonial; Felipe usará la de la habitación de junto; y mi tía, Paloma y Rocío usarán las dos camas de aquí abajo. Y me importa un pito cómo se organicen allí, pero dejarán a Felipe descansar tranquilo y en paz.

—Sobrina, no tienes ninguna autoridad para…

—Disculpe, tía, pero ¿acaso le pedí su opinión? —dijo mi hermana, dejándonos de piedra—. Es algo como esto: Felipe, ¿qué te parece la idea?

—Me… me parece bien. Necesito ese descanso esta noche.

—Que no se hable más, entonces.

Y así fue. Seguimos dejando las cosas en nuestras habitaciones asignadas y no se habló más del tema, aquella noche.

Volvimos a reunirnos, casi como una familia normal y tradicional, para ver una película en la sala. Ni siquiera Paloma o Fernanda tenían energías como para salir de marcha. De antemano habíamos quedado en que todos pondríamos nuestras pelis en la nube, así que nos tocaba elegir qué ver entre todos los films disponibles, y decidimos echarlo a la suerte con unas pajillas. Yo, por ejemplo, había elegido algunas de ciencia ficción y fantasía, pero ya podía imaginar qué habrían elegido mi tía o Paloma, especialmente con sus parejas presentes.

Al final, ganó Rocío. Había elegido una película llamada “El Hombre de mis Sueños”, un filme noventero e independiente, que todos asumimos sería una peli romántica de esas que a Rocío debía gustarle. Mi primita, que se sentó junto a mí en uno de los sillones, estaba tímida, pero muy entusiasmada de ver el filme, que parecía ser uno de sus favoritos. Creo que todos decidimos, sin decirnos nada, sentarnos, apagar la líbido, y simplemente disfrutar de una película melosa para relajarnos. No podíamos estar pensando en sexo 24-7, ¿no es así?

Sin embargo, uno nunca debe estar seguro de nada, en especial después de que la primera escena de la película es una muchacha espectacular quitándole la ropa lentamente, con música de jazz, frente a un hombre apuesto en una cama rodeada por cortinas semitransparentes, velas, y mostrando a la cámara unas tetas enormes. Los dos se fundieron en un abrazo y un beso apasionado; luego ella se montó sobre él, con las sábanas ocultando la penetración. ¿Quizás era una peli romántica de esas que tenían una que otra escena subidita de tono, de una época en que no había tanta censura? Creo que todos pensamos en ello mientras Rocío se cubría con una manta desde el cuello para abajo, con una enorme y brillante sonrisa en la cara. Creo que todos nos equivocamos.

Era una peli erótica. Soft-clore, claro, pero erótica al fin y al cabo. Hubo escenas de todo tipo, que generaron reacciones distintas en la audiencia, especialmente porque parecía que mi tía, Paloma y Fernanda no estaban acostumbradas al porno suave… pero era porno de todos modos. Una escena de un blowjob entre el protagonista y una colegiala, en el baño de la escuela, filmada con un montón de sombras, hizo que a mi hermana menor se le subieran los colores al rostro y se pusiera a respirar entrecortadamente. Una escena lésbica muy sexy entre dos amigas que se habían reunido para hablar del protagonista, antes de acabar besándose y tocándose en la habitación, hizo que mi tía comenzara a frotar sus piernas una contra la otra, en completo silencio, sin apartar nunca la vista del televisor. Hubo una escena sutil e implícita, pero muy intensa y sensual, entre la protagonista y su hermana mayor, mientras se probaban ropa, que hizo que Paloma nos mirara con picardía, relamiéndose los labios, a Francisca y a mí. Mi hermana mayor se puso de pie después de media hora de película, en silencio, con el rostro escarlata, y se largó a su habitación.

Lo que más me llamó la atención fue lo que estaba haciendo Rocío junto a mí. Solo yo tenía la posición y perspectiva apropiada para ver debajo de las mantas de mi prima, con tan solo mirar algo de reojo a un lado. Rocío, ruborizada, estaba tocándose los senos por encima del top rosa con una mano, mientras la otra estaba cerca de sus ajustados shorts. Mi primita estaba tocándose frente a la película, y la única razón por la cual las otras no hicieron hincapié en ello, fue porque estaban igual de pegadas a la acción triple X de la peli. Claramente les estaba gustando el softcore, y quizás ni lo sabían… o tal vez era el hecho de verlo en grupo, no lo sé.

En un punto de la película, Rocío emitió un gemido casi inaudible, que yo alcancé a captar. Cruzamos nuestras miradas, y sus ojazos de esmeralda me dijeron todo lo que necesitaba saber. Con mi mano izquierda debajo del cobertor, deslicé suavemente la cremallera del short de mi primita hacia abajo, y lentamente metí mi mano al interior de sus braguitas mojadas. Su gemido no se hizo esperar, pero Rocío era lo suficientemente lista como para saber de que debía ser silenciosa, y no dejar de ver la película, que ahora estaba en una espectacular escena de un baile tropical, muy sensual. Varias parejas bailaban en la escena, casi todos semi-desnudos, pero ambos protagonistas se habían ido detrás de un muro para poder follar. Ella estaba apoyada contra la pared, levantando el culito, y él le estaba dando desde atrás de ella.

Rocío estaba muy excitada. Su clítoris estaba hinchado, y cada vez que lo rozaba mi primita era presa de un intenso y orgásmico escalofrío. Estaba sumamente húmeda, y un par de veces saqué la mano para probar los jugos de mi prima, lo que ella me agradeció con una erótica sonrisa que parecía haber dominado, porque mi erección estaba como nunca. Utilicé el largo cobertor de mi prima para cubrirme el bulto también.

Cuando la protagonista le pidió a su novio, con la misma sonrisa de Rocío, que si él podía penetrarle “por el otro lado”, metí un dedo en el coñito empapado de Rocío. No sabía cuál era su posición respecto al sexo anal, pero dada su serie de eróticos gemiditos durante mi dedeo y la enculada en la pantalla, parecía gustarle. Rocío se vino entre espasmos en mi mano un par de minutos después, pero yo continué. Mi primita aprovechó la oportunidad de bajarme la cremallera también, y comenzar a tocarme el miembro.

El héroe se vino al interior del culo de la protagonista, y luego se largó sin decir nada. Ella, semidesnuda, lo vio alejarse de la casa, justo cuando su hermana mayor aparecía en escena. Ellas se miraron significativamente, y esta vez, la escena entre ellas no fue para nada sutil. Ambas hermanas se besaron apasionadamente, y luego la mayor comenzó a meterle dedo a la protagonista. Paloma saltó de su sillón en medio de la escena, y Rocío y yo detuvimos lo que estábamos haciendo.

—¡Ok, ya no puedo más! Necesito irme a la cama… Mamá, hermanita, ¿me acompañan?

—¿Qué? P-pero la película aún no…

—Te voy a mostrar la película en serio, hermanita —dijo Paloma, tomándola de la mano—. Vamos, ya es hora de que actuemos como buenas hermanas de una buena vez. Mamá, ¿qué dices tú?

—Claro que sí, hija —contestó ella, con una sonrisa pícara—. Elegiste muy buena película, mi niña…, me tiene echando humos.

Rocío sonrió, al parecer comprendiendo lo que iba a ocurrir. Tomó la mano de su hermana, y se fue con ella a la habitación. Mi tía Julia nos pidió a Fernanda y a mí que apagáramos las luces cuando terminásemos.

—Ja, ja, parece que nuestras primitas van al fin a hacerlo… —dijo Fernanda, sentándose a mi lado. Pude notar lo erectos que tenía los pezones bajo su top blanco—. Qué envidia.

—Que no se te ocurran ideas bobas, Feña…

—Nah, claramente entre Francisca y yo las cosas no funcionan así. Tampoco con mamá. Pero yo prefiero las pollas, en todo caso —me dijo la pequeña putita, sobándome la erección por encima de los pantalones.

—Feña, vete a dormir…

—¿Acaso no quieres algo de acción, hermanote? ¿O es que tengo que empezar a actuar como nuestra hermana?

—¿De qué diablos estás hablando?

—¡No lo sé, tú dime! —me dijo, intentando tomar mi polla entre sus manos con una expresión de disgusto, o de frustración, en el rostro—. Siempre piensas en Fran, ¿no? Fran esto, Fran esto otro. Lo mismo mamá. ¿Tengo que ser como ella, entonces? ¿Igual de mojigata?

—¡Ya basta! —exclamé, y sin mediar más palabra, me fui al segundo piso, cerrando por dentro la habitación. Poco después oí la puerta de al lado, y supe que Fernanda se había ido a acostar también. Claramente, nuestro lado de la familia no había tenido para nada una buena primera noche. ¿Lo había arruinado?

En cualquier caso, probablemente no era lo mismo para el otro lado. Ni mi molestia generada por las palabras de Fernanda, ni tampoco mi cansancio tras el viaje, impidieron que mi erección creciera más y más. Estaba muy cachondo. ¿Cómo no iba a estarlo, rodeado de todas ellas?

Intenté masturbarme un rato, pero sabía que me estaba perdiendo de otra cosa. Treinta minutos después de encerrarme, salí de mi habitación y bajé al primer piso. Decidí que les haría a mi tía y mis primas una visita nocturna, y entonces…

Me encontré con Francisca a medio camino. Ambos nos quedamos de piedra, mirándonos el uno al otro. Yo estaba con mi evidente erección en mis shorts de pijama, y ella, aparte de llevar un vaso de agua, estaba descalza, lucía unos shorts grises y una remera verde corta y algo escotada de pijama, que dejaba al descubierto su maravillosa cintura. ¡Se veía muy, muy sexy!

—¿Fran…?

—¡Sht! —musitó ella, con expresión de advertencia, poniendo un dedo en sus labios. Indicó a la puerta de la habitación, pidiéndome en silencio que no hiciera ruido. Fue entonces cuando pude escuchar las voces en su interior.

—¿Amas mucho a tu hermana mayor, bebé?

—Hmmmm, síiiii, mucho.

—¿Te gusta cómo te come el conejito?

—M-me encanta… s-sí…

—Y tú, hija, ¿te gusta comerle el conejito a tu hermanita?

—Hmmmm, está riquísimoooohhh, hmmmm, slurp, slurp, es increíble lo mucho que se parece al mío a su edad, slurp, hmmmmmm.

—Sus padres son distintos, pero yo les heredé mi buen coño a ambas… hmmm, se ven deliciosas las dos. Niñas, ¿por qué no le dan a su madre algo de amor también?

De puntillas me acerqué a la puerta, y mi hermana no me detuvo de abrirla. Ambos siempre habíamos sido curiosos cuando niños, y eso no parecía haber cambiado. Lo que sí cambió fue lo que veíamos. Antes era un perrito robándose un pedazo de cerdo asado; ahora una madre de rodillas sobre la cama, con dos hijas desnudas acostadas frente a ella. Una, la mayor, tenía la cabeza entre las piernas de la menor, pero ahora ambas estaban siendo llamadas por su madre.

Paloma y Rocío gatearon a su mamá como si fueran perritas, moviendo aquellos maravillosos culos que tenían, de lo cual Francisca y yo teníamos una vista privilegiada. Susurramos:

—¿Qué están…? Oh por dios…

—¡No puedo creer lo que están haciendo estas tres!

La pequeña Rocío tomó la teta derecha de su madre, que era casi del mismo tamaño que su cabeza. Paloma hizo lo propio con el seno izquierdo. Como cuando eran niñas, ambas hermanas comenzaron a lamer los pezones de mi tía Julia, que suspiró profundamente de placer.

—Hmmmmmm, síiii, qué rico.

—¿Te gusta cómo te lamen tus hijas, mamá?

—¡Me gusta mucho, Paloma! Eso, sigan, como cuando se bebían mi lechita… —mi tía Julia se llevó una mano a la entrepierna y comenzó a tocarse. Desde mi posición pude ver perfectamente cómo chorreaba sobre la cama.

—Hmmmm, sí, m-me siento c-como una bebita —susurró Rocío, dándole tiernos lametones al seno que le habían asignado, a la vez que lo masajeaba con sus manitos.

—Es que eso eres, cari, ¡ambas son mis bebitas! Ufff, me encantaría cubrirlas en leche, me estoy excitando mucho de solo pensarlo. ¿Están calientes ustedes, niñas?

—Estoy echando humos, mamáaaahhhh…

—Sí, mami…

—Ay, Rocío, yo te culpo a ti por ponernos a todas cachondas, ¡qué buena peli elegiste! No sabía que tenías eso en ti, cariño.

—S-sí, siempre la veo en mi habitación… —contestó ella, tímida pero sonriente.

—Y no creas que no me di cuenta de que Felipe te estaba acariciando el gatito, hermanita —dijo Paloma, dándole una nalgada a Rocío, que sonrió de placer.

—¿Felipe? Ufff, no me lo recuerdes que me van a dar ganas de ir a follármelo ahora mismo y mandar a la mierda las reglas de mi sobrina.

—No, mamá, esto es tiempo de madre e hija, lo prometiste. Además, lo que diga Francisca no me va ni me viene. Si mi primo y yo queremos follar, pues lo hacemos y ya.

—Está bien, está bien…

—¿Mami? ¿Podré tenerlos como los tuyos alguna vez? —preguntó Rocío, tocándose sus propios senos, comparándolos con los enormes globos que tenía mi tía.

—Por supuesto que sí, mi niña, pero si no…

—Como yo —intervino con gracia Paloma, sin dejar de chupar el pezón izquierdo de su madre.

—Si no, no importa. Tienes un cuerpo delicioso, hijita mía, ¿no es cierto, Palomita?

—Hmmmm, sí, mi hermana está espectacular, se volverá toda una modelo, hmmmmm —Paloma se acercó a su hermana y le plantó un efusivo beso en los labios. Rocío no pudo evitar tocarse la entrepierna a medida que se besaba con su hermana.

Luego, Rocío se irguió y alcanzó los labios de su madre, que la recibió con un morboso morreo de lengua, tal como habían practicado en la camioneta. Yo estaba en las nubes, y mi pene apuntaba hacia el cielo. Mi tía y Paloma se unieron en un beso esta vez, mostrando la experiencia que tenían con los labios y la lengua.

Finalmente, para completar mi suplicio, las tres mujeres se pusieron de rodillas con los rostros a la misma altura. Las tres sacaron la lengua hacia afuera, sonrientes y lujuriosas, y se fundieron en un perfecto morreo triple que me puso a mil, a la vez que se tocaban mutuamente los senos unos de la otra. Maldita era mi suerte, pensé. No podía masturbarme si mi querida hermana estaba también allí…

O eso pensé. Cuando miré de reojo hacia un lado mío, noté que Francisca estaba frotando sus piernas una contra la otra, y no paraba de gemir en silencio. Pude ver sus pezones erectos contra la delgada tela de su pijama.

El rostro de mi hermana mayor estaba sumamente encendido, igual que cuando nos masturbamos mutuamente por primera vez, hace tantos años. Estaba tan excitada como yo, ¡no podía creerlo! ¿Qué me quedaba por hacer ante algo así?

Metí mi mano bajo mis shorts de pijama y, sin tapujos, pero lentamente para no llamar la atención de mi tía y sus hijas, comencé a hacerme la paja. ¡Cuánto necesitaba frotarme la polla, caramba! Estaba desesperado por darle atención. Sí, intenté hacer lo mismo en mi habitación un rato antes, y no funcionó, pero esta vez Francisca estaba allí mismo. Justo allí, a mi lado, cachonda, frotando sus muslos para darse algo de placer.

—Fran…

—¿Fel? —El rostro de mi hermana estaba en shock cuando la miré. Estaba muy perturbada y preocupada ante lo que veía.

—No te preocupes, Fran —le susurré—, no diré nada.

—Pero… ¿Seguro que no te…?

—¿Hm? —¿Seguro que… no me molestaría? ¿Eso iba a preguntarme? ¿Por qué lo haría?

—Pensé que… que tú me… —Francisca abrió grande la boca, por sorpresa. Luego, pude notar la sombra nostálgica de la sonrisa de la que me había enamorado tantos años atrás. Segundos después, ya no fue una sombra…

Mi hermana metió una mano al interior de su ajustado short de pijama también, y comenzó a acariciarse la entrepierna sensual y lentamente, al mismo tiempo que yo hacía lo mismo para calmar mi erección. No estaba seguro de qué estaba ocurriendo, pero no iba a cuestionarlo. Estaba masturbándome con mi hermana otra vez, mientras veíamos a nuestras primas morreándose, tocándose y follándose con nuestra tía. Definitivamente estaba en el paraíso. Pensando en ello, volví a poner atención en el trío lésbico-incestuoso en la habitación.

Ahora, las tres mujeres estaban lamiendo y cubriendo de saliva a Don Juan, el enorme dildo negro de mi tía Julia. Ésta se estaba ocupando de la cabeza, usando rápidos movimientos de lengua como si fuera una verdadera polla. Paloma se ocupaba de la base, utilizando sus labios para besar aquel monstruo como una experta. En tanto, Rocío desarrollaba más y más sus habilidades orales, siguiendo las instrucciones de su media hermana y su madre, pasando la lengua por el largo del tronco de aquella verga de goma.

—Bien, vamos a hacer un ciclo, ¿listas, mis niñas?

—¿Un ciclo?

—Ay, hermana, ¡te encantará! Venga, ábrete de piernas y siéntate sobre mamá para que te coma el conejito.

Rocío así lo hizo, sentándose sobre el rostro de su madre, que le penetró el coñito con la lengua. Luego, Paloma puso el culo a la altura de su hermana y, con bastante flexibilidad y destreza, se inclinó para poder poner la cabeza de las piernas abiertas de su madre. Con ayuda de Don Juan, el enorme dildo negro de la familia, Paloma folló el coño de mi tía Julia. En tanto, Rocío, ni tonta ni perezosa, entendió las reglas y empezó una deliciosa comida de concha hacia su hermana mayor.

—Ayyyyy, mamiiiiii, tu lengüita está muy adentroohhh —gimió Rocío, dando pequeños saltitos sobre la cara de su mamá.

—Hmmmmmm, hmmmmmm, sí mi amoooooor, hmmmmmmm, slurp, slurp, ¡ohhhh, Paloma, gracias por meterme ese pollón, hmmmmmm, ahhhhhhh!

—Es un placer, mamá, ummmm.. ahhhhh, ohhhhhh, vaya que aprendes rápido, hermanita, si sigues moviendo así la lengua vas a hacer que me venga sobre tu hermosa carita.

—Sí, sí, ¡sí, quiero tus juguitos en mi carita, Paloma!

—Eres una putita salida, ¡me encanta!

Francisca y yo seguíamos masturbándonos ante la escena, solo que estaba siendo tan intensa que las prisiones de nuestros shorts se habían convertido en estorbos, por los que ambos nos los bajamos a la altura de las rodillas. Ella podía ver perfectamente cómo me hacía la paja rápidamente, con la polla apuntando al trío lésbico. Yo podía ver con toda claridad, a pesar de la oscuridad, los dedos de mi hermana acariciando su tentador clítoris… Si me acercaba a tocarlo… No. No sabía si me rechazaría, o si arruinaríamos el momento. Ella tampoco estaba haciendo ningún tipo de intento por tocarme a mí. Además, lo estábamos disfrutando y yo no quería parar, ¡¡¡estábamos juntos por primera vez en años, compartiendo algo tan morboso, erótico y prohibido!!! Sentía que estaba más cerca que nunca de obtener el premio mayor.

—Ayyyyyy, m-me v-veng… ahhh, ahhhhhhhhhhhhhhhhh —gritó Rocío, corriéndose sobre el rostro de su madre, que agradeció el gesto con una nalgada para su hija.

—Oh, hermanita, ¿te viniste en la cara de mamá? ¿Y nos calentaste a todas con tu peli de sexo? ¿Y además querías follarte a nuestro primo? ¡Te mereces un castigo por ser tan putita!

Mi tía y Paloma recostaron a Rocío de espaldas, y luego se ubicaron de rodillas una a cada lado de su rostro. Después, ambas adultas usaron una mano y procedieron a introducir juntas a Don Juan entre las piernas húmedas de la chica de catorce, que se retorció de placer.

—Ahhhhh, ayyyy, ¡qué gustooooooo! Ayyyy, qué ri… qué ricooo…

—¿Querías le leche de Felipe, mi niña? —preguntó mi tía Julia, masturbándose frenéticamente con su mano libre, “apuntando” con su coño al cuerpo de su hijita.

—S-sí… leche…

—¿Qué te parece si te alimentamos nosotras, cariño? —inquirió Paloma, haciendo lo mismo que su madre, desde el otro lado de Rocío.

—Sí, denme… d-denme juguitoooos…

Yo estaba que estallaba. No sabía si debía hacerlo con Francisca presente allí o no, mi uso de razón estaba bloqueado, pero ella me tocó un hombro y me hizo mirarla.

—¿Fran?

—Ve. Ve con ellas, hermano.

Entré a la habitación con la polla entre las manos. Mi tía y Paloma estaban demasiado ocupadas masturbándose como para reaccionar con miedo, así que solo pudieron sonreír como putas cuando me vieron llegar. Rocío sí pareció asustarse por la interrupción, pero callé cualquier protesta cuando le abrí la boquita, en aquella posición de espaldas en que ella estaba, e introduje mi falo en su garganta.

—¿Estabas mirándonos, sobrinito?

—¿No te pudiste aguantar y quieres correrte con nosotras en la carita de mi hermanita?

—Sí… sí, Rocío va a…. ohhhhh, lo está chupando, oh, qué bien lo haces angelita… hmmm.

—Gulp, gulp, guuuulp —era todo lo que podía decir Rocío, esperando su premio.

—¡Me voy a correr, bebé! ¡Toma todos mis jugos! ¡OHHHHHHHH!

—¡Yo también! Rocío, toma mi corrida en tu cara de putitaaaahhhhhhhhhh.

Yo también me aparté de la boca de Rocío y me masturbé frente a su rostro, que tenía una expresión de éxtasis celestial que nunca había visto en ella ni nadie más. Estaba en el completo y total clímax.

Paloma y mi tía Julia lanzaron un chorro de líquido semitransparente cada una a las tetas y la pancita esbelta de Rocío, sin dejar de masturbar a la muchacha con el dildo negro. Yo me corrí en su boca, derramando tres chorros de semen espeso en sus labios, que ella procedió a relamerse con gusto. Con tres corridas encima, Rocío parecía una obra de arte, digna del Louvre.

—¿Felipe?

—Ufff, d-dime, Rocío…

—Me gusta mucho tu lechita —me dijo, relamiéndose los restos blancos.

—¿Ah, sí? —No podía creerlo, ¿me estaba sonrojando por lo que mi angelical primita me estaba diciendo? Era una sensación satisfactoria—. Me alegro, angelita.

—¿Me darías a beber leche más a menudo? Sabe muy rico, se siente bien en mi piel, y me gusta mucho su olor…

—Oh, qué putita se está volviendo mi hermanita, ¿a que sí, mamá?

—Así parece… pero qué cosas, ¿acaso no te gustó nuestra corrida, mi niña?

—¡T-también me gustó muchísimo, mami! —exclamó la niña, restregándose los orgasmos femeninos por sus perfectos senos en desarrollo.

—¡Es broma, Rocío! Ufff… pero qué sexy te ves.

—Creo que estamos listas para darle otro round, mamá. Mi hermanita se ha graduado hoy como parte íntegra de nuestra relación.

Tomando un respiro, di unos pasos hacia atrás y permití que las tres mujeres se acostaran y descansaran, o continuaran si querían, mientras yo me iba a dormir a mi habitación. Ninguna me lo negó, sabían que estaba agotado. Salí de la habitación, pero no pude encontrar a Francisca… ¿Acaso había soñado todo el asunto? ¿Me había vuelto loco?. Encendí la luz del corredor para no estamparme contra nada a esas horas de la noche, y solo así pude notar las pequeñas gotas de líquido que había en el suelo, junto a la puerta de la habitación. Tal vez no estaba delirando, después de todo… quizás sí había logrado romper la pared que había entre mi hermana mayor y yo. Pero ya pensaría después en ello. Al día siguiente sería largo e íbamos a ir por primera vez a la playa todos juntos. ¿Qué cosas podían suceder con cinco espectaculares mujeres en traje de baño, bajo la luz del sol y mojadas por el mar?

Continuará
 

heranlu

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Las Chicas de mi Familia – Capítulo 010

—Preciosa, estoy cerca de correrme.

—Oh, hermano, mi vida, ¡¡qué rico!! ¡¡¡Quiero tu semilla en mi coño!!!

—Ahhhhh, espera, estoy muy… Fran…

—Adentro, mi cielo, quiero toda tu rica lechita adentro de m…


Yo me pregunto, lectores… ¿para qué seguirnos adelantando? De hecho, lo que ven arriba lo verán otra vez abajo también. Porque fue en esta ocasión cuando obtuve mi preciado tesoro, y mucho más que eso también. Así que ¿por qué no comenzamos?

La playa estaba a diez minutos de la casa donde nos estábamos quedando con la familia. Se llamaba “Playa del Delfín”. Habíamos oído que sus arenas eran suaves y no quemaban los pies; el agua era cálida, perfecta temperatura para la época; no había demasiadas piedrecillas, había muchos roqueríos para explorar y era lo suficientemente espaciosa para que la gente no estuviera pegada los unos con los otros. La Playa del Delfín fue, de hecho, la razón principal por la cual mi tía Julia eligió llevarnos hasta esta zona por unos días.

Me puse una playera verde y unos shorts de traje de baño de color blanco con palmeras. Nos dirigimos allí a pie, y yo tuve que cargar con la mayor parte de las cosas. Era una de esas ocasiones donde uno podría quejarse de que uno, por ser hombre, se le ordena llevar todo… Sí, yo me ofrecí a hacerlo, ¡pero ese no es el punto! Además, no podía quejarme. Caminando más lento que mis compañeras, pude apreciar sus cuerpos y atuendos desde atrás, en todo su sensual y maravilloso esplendor.

Diría que mi tía Julia, por ejemplo, iba con la específica intención de seducir hombres en la playa, sin ninguna vergüenza. Fiel a su estilo, llevaba un conjunto color chocolate con una tanga tipo halter triangular, unida por anillos, y dos triángulos diminutos protegían sus enormes senos. Se había puesto una falda blanca semitransparente alrededor de la cintura, llevaba su largo cabello suelto cayendo en bucles sobre su espalda, y se había puesto un tropical y coqueto sombrero, además de gafas de sol.

Paloma lucía un trikini negro adornado por pequeñas estrellas blancas, que simulaba ser un vestido rasgado a la altura de su sensual cintura, y que potenciaba especialmente su impresionante culo, con una tanga alta y delgada tipo hilo dental. La playa entera la estaba mirando por atrás y no parecía importarle.

Rocío se había puesto un coqueto bikini rosa que tanto a la altura de sus senos como su cintura estaba adornado por angelicales vuelitos. La parte de arriba tenía tirantes delgados decorados con un par de flores blancas. Sin embargo, se las ingenió para no lucir infantil, sino que muy sensual, gracias al carisma y la confianza que estaba desarrollando, caminando siempre como si estuviera en una pasarela.

Fernanda, como era de esperarse, llevaba un atuendo de infarto. Mi putita hermanita se había puesto un diminuto bikini blanco con líneas rojas que con tan solo un poco de agua iba a transparentarse. Tenía un escote en V pronunciado para destacar sus senos, y la parte inferior era unida por delgados lazos que parecía haberse atado de mala manera solo para que se le soltara pronto. Se había arreglado el cabello en dos coletas como colegiala nuevamente… ¿Otra vez quería jugar a su bobería de chiquilla inocente, pero sexy?

Finalmente, Francisca… ufff, Fran se veía espectacular. Su bañador era de color verde aguamarina, mi color favorito, y me pregunté si lo había hecho a propósito. La parte superior, atada detrás de su cuello, tenía una “boob window” en el centro, es decir, un corte circular en medio donde podían verse la curvatura interna de sus senos. La parte inferior era pequeña, sexy, sin ser exagerada ni explícita. Lucía sumamente sensual con sus largas piernas, cubiertas por un sexy pareo azul transparente. Además, se había atado el cabello en una cola de caballo que le hacía lucir muy atractiva. Por cierto, ninguno de los dos hizo mención alguna a lo que habíamos experimentado la noche anterior, cuando nos masturbábamos mientras veíamos a nuestras familiares tener un trío lésbico en la habitación… pero sí cruzamos miradas significativas que incrementaron mi esperanza.

En fin. Coloqué las sombrillas mientras mi tía, primas y hermanas colocaban las toallas en la arena, así como las sillas de playa. No había mucha gente, pero los que estaban, en especial los hombres, no dejaban de mirarlas como animales hambrientos de carne, y a mí con envidia. Yo no tenía idea cómo me había encontrado en ese punto, o si estaba soñando, pero en cualquier caso era muy, MUY afortunado.

Paloma tomó una de las botellas de protector solar y comenzó a untarla por sus piernas y sus brazos, cuidando de hacerlo lento y sensualmente, logrando que la atención de algunos de los presentes se enfocaran en sus movimientos. Paloma ni siquiera evitó sonreírles sutilmente a algunos de los mirones.

Fernanda utilizó una botellita de bronceador para pigmentar su piel de dorado, y por supuesto no encontró nada mejor que aplicarla sobre sus pecho, pasando las manos por sus senos, buscando la mirada de un muchacho de como mi edad, que estaba babeando mientras la observaba desde cierta distancia. Vaya que era una calientapollas mi hermanita.

A su vez, mi tía se acercó a su hija menor con la segunda botella de protector solar.

—Recuéstate, hija —dijo mi tía Julia, y Rocío, obediente, se recostó de estómago sobre una de las toallas, con una gran sonrisa en el rostro.

—Sí, mami.

Mi tía Julia, muy sensualmente, abrió las piernas y se sentó sobre el culito de Rocío. Le desató el bikini, untó la crema en sus palmas, y comenzó a masajear la espalda de su niña, esparciendo la crema por su cuerpo adolescente a la vez que se movía hacia adelante y hacia atrás, casi como si la estuviese montando.

—¿Te gusta, mi niña?

—Hmmmmm… sí, mami, hmmmm.

Yo no podía dejar de mirar a madre e hija, a pesar de lo bello que estaba el mar, y las muchísimas hermosas mujeres que había en toda la playa, en sensuales bañadores. Como era de esperar, ya tenía una erección, que estuve intentando cubrir con mis manos, hasta que noté como otro par de manos las apartaba de mi bulto.

—Oh, qué sexys se ven, ¿cierto, hermanote? —preguntó Fernanda, que apareció delante de mí. Estaba de rodillas, en cuatro patas, con las manos sobre mis muslos ahora, mirándome con deseo—. ¿Te está poniendo caliente?

—Feña, no empieces con tu…

—¿Quieres que te ayude con la erección mientras miras a mi tía y mi prima? —Fernanda sacó la lengua y la acercó peligrosamente a mis shorts abultados, tentándome, a la vez que movía el culo para los varios ya que se habían volteado a mirar a la candente adolescente—. No me importaría que lo hagas, siempre y cuando me des lechita, hermano.

—Aish, ¿por qué tienes que siempre ser tan puerca, hermana? —se indignó Francisca, poniéndose de pie.

—Bueno, discúlpame por no ser una mojigata como tú —se defendió Fernanda.

Francisca se quitó el pareo, le informó a mi tía que iba a ir al mar a bañarse, y que volvería después. Estaba ofuscadísima, y esta vez mi mirada terminó en el cuerpo de sirena de mi hermana mayor, a la vez que ella se alejaba hacia el mar.

Yo iba a ponerme de pie para seguirla, no soportaba verla de mal humor, ya demasiadas cosas habían pasado entre nosotros para que siguiera ignorándola, pero Fernanda me detuvo, dejándose caer “accidentalmente” sobre mis piernas, con las tetas específicamente sobre mi hombría. Me miró con unos ojos desesperados de lujuria.

—¿A dónde vas, hermanote? Vamos, olvida a la reina del drama, ¿por qué no montamos una tienda y me das por culito?

—¿Qué? Feña, soy tu hermano, y nunca he…

—¡Vamoooooos! ¿Porfis? Desde que Paloma me lo hizo con el dildo ayer no he podido dejar de pensar en ello, pero quiero el de verdad, ¡el tuyo! —Miré hacia Francisca, intentando ignorar a Fernanda, pero ésta me tomó el rostro e intentó fijarlo en ella—. ¡Mírame a mí! ¡Solo a mí! Por favor, hermanote, fóllame, fóllame mucho…

No sé muy bien por qué, pero me hastió la actitud de mi hermana menor, la aparté hacia un lado mientras Rocío se llevaba las manos a la boca, sorprendida ante nuestra discusión, y me puse de pie con la intención de ir por Francisca. Noté que estaba completamente empalmado en medio de la playa, pero no me importó.

Sin embargo, mi tía Julia me tomó de la mano, me miró profundamente a los ojos y me llevó hacia un puesto de comida a un costado de la playa. Parecía algo seria, aunque yo no pude dejar de mirar el cuerpazo de MILF que tenía, era una figura espectacular que hizo voltearse a medio mundo, incluyendo a varias mujeres.

—Felipe, tienes que dejar de pensar en ella —me dijo mientras caminábamos. Al parecer quería comprar

—¿Hm? ¿De qué me habla?

—Tú sabes de qué hablo, sobrino. Con cualquiera de nosotras podrías hacer cosas impensadas, cosas que solo viven en tus más salvajes fantasías. Tríos, orgías, harem, incesto con todo el mundo, cualquier guarrada que pienses la vamos a hacer para ti cada vez que quieras. Y sí, eso incluye a tu mami también, que hace rato te tiene echado el ojo. ¿O ya lo hicieron?

—Eh… yo… Mi mamá…

—¡Ajá, lo sabía! ¿Ves? Tu mamá, tus primas, Fernanda, yo, y todas las que quieras que invitamos estaremos disponibles para ti, siempre que quieras follar, y haremos todas las guarradas que quieras. Fernanda no es capaz de nada de eso.

—¿Qué? Pero…

—Mírame. —Mi tía se apoyó en el dintel del puesto de comida y el dependiente, un hombretón con cuerpo de modelo, sin camiseta, moreno de piel y con brazos como robles, pareció enamorarse al instante de la mujer que tenía delante.

—Dios mío… ¿en qué le puedo ayudar, dama?

—Hola, guapo, me preguntaba si tenías helados.

—¿Para usted? ¡Desde luego! ¿De qué sabor?

—Hmmm, no lo sé, cari… ¿Tienes de banana con coco? Es mi sabor favorito —sugirió mi tía, relamiéndose los labios.

El hombre entendió la indirecta y avisó a su ayudante, una muchacha regordeta, que se encargara de la atención por un rato mientras él iba a “atender unos asuntos” en la parte de atrás de la caseta. Mi tía le detuvo, diciéndole que solo aceptaría ir si su sobrino (o sea yo) podía ir. Él aceptó sin ningún problema.

Nos encerramos en una habitación pequeña donde guardaban algunas cajas. No había mucho espacio, pero sí el suficiente para que mi tía se pusiera de rodillas frente al tipo y comenzara a mamarle la polla de inmediato. Además, con una mano libre, también me empezó a hacer una deliciosa paja.

—Ohhhh, madre mía, qué guarra, qué rico… ¡qué bien lo chupa la puta!

—Hmmmmm, slurp, slurp, slurp.

—Oye, ¿es tuya la putita? —me preguntó.

—¿Eh? No, es… —¿qué le iba a decir? ¿Que era mi tía? No parecía una buena idea si es que llegaba a escandalizarse—. Ella es… eh…

—No preguntes estupideces, bobo, solo soy una ninfómana y él me quiere ver follar con otro, nada más. ¿Por qué no haces más esfuerzo y me follas bien? —preguntó mi tía después de dejar la polla del muchacho bien húmeda y empalmada, quitándose además la parte inferior del bañador. El tipo la tomó en brazos, le abrió las piernas, con éstas ella lo abrazó, él ocultó la cabeza en las enormes tetas que ella tenía, y finalmente la penetró con fuerza.

—¡¡Ohhhh, pero qué coño que tienes, perra!!

—Ahhhhhhhh, qué ricooooooooooooooo, ¡cómo necesitaba una buena polla en mi interior!

El tipo la folló un buen rato y yo me hice una paja ante la escena. Era la primera vez que veía a cualquiera de mis amantes follada por otro hombre, y el hecho de que fuera mi tía Julia me hizo sentir muy excitado, en lugar de celoso. La penetraba muy rápidamente, con los brazos sujetándola de los muslos mientras ella gemía y gritaba de placer.

—Ahhhhhhhh, ahhhhhhhhhhhhhhhh.

—No grites tan fuerte, puta, o nos van a oír.

—Es que… ¡qué pollón que tienes, bruto!

—Un bombón como tú quizás ha tenido muchas vergas, pero ninguna como la mía.

—Ahhhhh, quiero otra, otra… vamos, ponme en cuatro para que yo pueda chuparle la polla a Felipe, ¡vamos, fóllame!

El hombre así lo hizo, apoyándola contra mi cuerpo mientras ella se ponía de puntillas para que el hombre pudiera alcanzar a penetrarla. Ella me besó por un rato mientras él la follaba desde atrás, y la lengua de mi tía y la mía estaban jugosas y entrelazadas. Mi tía Julia luego empezó a bajar dándole lametones a mi pecho, hasta que llegó a mi polla empalmada. En esa posición, mientras me la chupaba como una aspiradora, y recibía al vendedor por el coño, mi tía comenzó a gemir como una perversa lujuriosa. Pude notar sus jugos vaginales cayendo al piso, a pesar de la oscuridad de la habitación… y yo, en tanto, solo podía pensar en Francisca. Sí, a esas alturas podía darme el lujo de pensar en otra mujer mientras me hacían sexo oral durante un trío. ¿Debía sentirme orgulloso? ...Quizás, sí.

—Ahhhhh, no hay nada mejor que dos pollas para una solaaaaaahhhhh, me siento tan bieeeen.

—Tía, no debería hacer tanto ruido…

—Oh, qué buen coño tienes, hija de… Momento. ¿Tía?

—No pienses, hombre, solo sigue follándome… ¡No pienseeeeees!

—¿En qué clase de locura me metí? —dijo el tipo, que siguió bombeando en su coño. Sí, tenía razón en cierta forma. Era una locura… yo no debía estar ahí. Me aparté de la boca de mi tía Julia, que me miró confundida.

—Felipe, no hagas lo que creo que vas a…

—Mi tía necesita algo de anal también, amigo, no la dejes ir y continúa hasta que quedes seco, ¿ok? —le dije, dándole una palmada en la espalda. Luego, salí de allí y me dirigí a donde se suponía que estaba Francisca, en el mar.

No estaba por ninguna parte. Sí, era cierto que estaba repleto de mujeres extremadamente sexys por todos lados, de hecho yo todavía tenía una erección de campeonato, pero estaba seguro de que podría haber encontrado a la sirena con bikini celeste y cabellos dorados que ocupaba mis habituales sueños. No estaba…

En ese momento, capté a mi primita Rocío con los pies en el agua, disfrutando de la tranquilidad del mar mientras se robaba las miradas de medio mundo debido a su ternura y sensualidad. Me acerqué a ella para preguntarle sobre Francisca, y cuando me vio, se abrazó a mí como una lapa a una roca. El hecho de que aquel cuerpo juvenil tan atractivo estuviera tan junto a mí, con sus piernas delicadas y suaves apoyadas contra las mías, sus tetitas en desarrollo contra mi estómago, su mirada inocente, curiosa y medianamente lujuriosa clavada en mis ojos… no estaba ayudando con mi erección.

—Hola, Felipe. ¿Y mi mami?

—Está… comprando unas cosas. ¿Angelita?

—¿Sí? —me preguntó, poniéndose de puntillas, buscando mis labios. Yo me pregunté fugazmente si la gente se haría una idea equivocada por la diferencia de edad, pero al final me dio igual y la besé. Le acaricié la cintura, la atraje un poco más hacia mí para ocular un poco más el bulto en mis shorts, y me sentí tan bien… ¿Por qué no podía ser mi hermana menor como Rocío? ¿Por qué tenía que estar tan loca y ser tan salida? De hecho, con el cuerpazo que tenía, ¿por qué diablos Fernanda se había obsesionado tanto conmigo, su propio hermano?

—Tus labios son maravillosos, como siempre, angelita.

—Ji, ji, lo sé… Me gusta mucho, muchísimo, darte besitos. ¿Qué ibas a preguntarme?

—¿Sabes dónde está Francisca? La viste como yo, no estaba muy bien…

—Sí, creo que sería bueno que hablara contigo, puede que te necesite. Está en…

—Así que ahí están dos de mis personas favoritas en el mundo —dijo alguien, a mi espalda, abrazándonos. La piel oscura de sus brazos, la pasión con la que nos abrazaba, los mechones de cabello rojo cayendo por mi hombro y su voz erótica, no podía ser más que mi otra prima—. ¿Mi hermanita y mi primo vienen a jugar al mar sin mí? Voy a tener que ponerles un castigo.

—¿Paloma? Espera, ¿quién está cuidando las cosas entonces?

—Fer. ¿Recuerdas al chico que le hacía ojitos? Bueno, armé la tienda y se lo llevó adentro. Fer le prometió que le chuparía la polla si cuidaba nuestras cosas incluso si ninguna de nosotras estaba.

—Ajá. Entiendo.

Los tres nos metimos más adentro en el agua, guiados por Paloma. Al parecer quería divertirse, pero yo seguía pensando en otra persona. Ninguno de los tres sentía mucho frío en el mar, estaba claro que nuestra temperatura corporal estaba alta.

—Y ahora… ¿por qué no te complacemos entre nosotras también, primo? O quizás, ¿prefieres que nosotros le comamos el conejito a mi hermanita? O ustedes dos a mí. —Paloma comenzó a acariciar sutilmente el culito de su hermana, buscando meter un dedito bajo su bikini; al mismo tiempo, me empezó a frotar la verga repetidamente, ocultos por el agua.

—Mmmmmm, hermana… hmmmmmmmm —gimió Rocío cuando su hermana mayor corrió un poco su bikini a un lado para acariciar su entradita—. ¡Ay! Ahhh…

—Paloma, no creo que podamos hacer “cosas” aquí —le dije.

—Tienes que tener imaginación, primo, podría hacerte unas clases de ello —me explicó antes de besarme el lóbulo de la oreja, sin dejar de sobarme el pene por sobre los shorts—. Estoy muy cachonda, no aceptaré un no por respuesta de ninguno de ustedes dos.

—Hmmmm, hermanaaaahhhh, c-creo… creo que Felipe quiere ir a ver a… aaahhh… a Francisca.

—¿Qué? ¿Es eso cierto, primo?

—Sí. Vamos, ya volveré y…

—¡Ni hablar! ¿Por qué querrías hacer eso cuando nos tienes aquí? —Paloma metió la mano al interior de mis shorts, en medio del mar. Nadie se había dado cuenta de nada aún, ni siquiera cuando comenzó a hacerme una paja—. Estamos abiertas y listas para ti en todo momento. ¿Para qué quieres ir a ver a Francisca?

—Es mi hermana… a-ahhh… —no podía evitar gemir. Paloma era realmente una profesional sexual, su habilidad para masturbarme en un espacio estrecho era tremendo, y ni siquiera había dejado de meterle el dedo a su hermana menor.

—Yo te puedo enseñar mucho más que ella, primo. No la necesitas.

—E-es lo mismo que me dijo tu mamá, prima… —Aparté su mano de mi. Sí, claro que me encantaba lo que hacíamos, así como con mi tía o con Rocío, pero mi hermana mayor era… especial. No quería dejarla de lado nunca.

—No te atrevas a irte, primo. —Paloma estaba claramente contrariada por mi negativa—. Ni siquiera lo intentes o…

—¡Profe!

No podía creer que tres adolescentes me habían salvado de la ira de mi prima. Dos muchachos y una muchacha, todos muy similares entre sí y un poco mayores que Fernanda, corrieron por la playa para saludar a mi prima. Ésta les recibió con una sonrisa gigantesca, parecía haberse olvidado instantáneamente de nuestra discusión.

—¡Mis trillizos favoritos! ¿Cómo están, chicos? Miren qué casualidad.

—Estamos bien —dijo uno de ellos, mirando de reojo a Rocío de arriba a abajo.

—No sabía que venía a estas playas —dijo el otro hermano, pegado a mi prima, lo que nos permitió a Rocío y a mí alejarnos.

—¡Qué bien se ve, profe! —le felicitó la hermana, con los ojos clavados en el trasero de Paloma. Ésta al pareció notarlo. Pude hasta oler en el aire el hambre sexual que despertó en mi prima.

—Felipe, creo que mi hermana estará bien —me susurró Rocío, divertida ante la situación—. Francisca está en esos roqueríos de allá, se fue allí después de que te vio irte con mi mamá.

—Ya veo. Gracias, angelita —le dije, dándole un jugoso beso en los labios que ella recibió sonrojada y feliz. Después, corrí a los roqueríos.

En las rocas solo vi a un par de amigas que iban por allí, y un tipo que se tomaba fotos. Sin embargo, vi a Francisca mucho más adentro en los roqueríos que ellos. Estaba sola, sentada sobre una gran piedra, con su pelo castaño-rubio siendo acariciado por el viento. Fernanda, Paloma y mi tía Julia se equivocaban. Gracias a su inocencia natural, Rocío parecía sí comprenderlo perfectamente. También mi mamá.

Francisca no era una pérdida de tiempo… Al contrario, era un ser fantástico, una mujer maravillosa, cuya relación fraterna conmigo yo había arruinado cuando actué como un adolescente cachondo tantos años atrás. Sin embargo, podía recuperarla. Podía pedirle perdón. Podía mostrarle cuánto la había amado todos esos años.

—¿Fran?

Francisca se limpió rápidamente las lágrimas, me miró sorprendida con esos bellos ojazos avellana que tenía.

—¿Felipe? —No pudo evitarlo, y volvió a sollozar—. Perdóname, nuestra familia está llena de locas y tontas.

—Nah, eso me incluye también. Simplemente son mujeres eh… ¿alegres? —Mi broma no funcionó, y ella bajó la mirada—. ¿Y por qué te disculpas?

—¿Cómo que por qué? Mi hermana es una caliente enfermiza. Mi tía es aún peor y no te deja en paz. Me peleé con Paloma por un imbécil, y ella también está detrás de ti. Rocío está aprendiendo cosas que no debería aún.

—Vamos, no seas así, ellas y yo somos capaces de tomar nuestras propias decisiones.

—¡Pero yo soy tu hermana mayor! —Volvió a mirarme. Dios, qué hermosos ojos tenía. Sí, yo con mi erección tras haber follado o casi follado con cuatro otras mujeres, sin poder correrme todavía, podía no indicarlo, pero la verdad es que corazón era lo más enorme que tenía en ese momento—. Se supone que yo debo estar ahí para ti…

—No te culpo. No fui el mejor hermano contigo. No cuando papá comenzó sus tonterías y tú tenías que hablar con él para que nos dejara en paz a mamá y a mí. Menos cuando… bueno, cuando… —¿Qué iba a decirle? ¿Cuando nos masturbamos juntos y todo se fue al diablo? No podía hacer eso, era muy difícil de admitir—. Cuando hice cosas que no debía.

—¿Qué? —Mi hermana me miró con evidente confusión, parecía honestamente perdida—. ¿De qué estás hablando?

—De qué… ¿cómo que de qué? Fran, yo hice cosas… ¿No te acuerdas? ¿Esa… eh, noche?

—Perdóname por eso. —Al diablo, me dije. Era el momento—. No hemos hablado en todos estos años porque yo hice algo contigo esa noche que no debía. Eras mi hermana y yo te traté como otra cosa. Y nunca te defendí con papá. Perdóname por todo, lamento mucho todo lo que hice.

—Felipe, lo que no entiendo es por qué te estás tú… Espera. ¿Por qué diantres te estás disculpando por eso?

—Porque… eh… —Ahora yo era el confundido. ¿Por qué no me disculparía?

—¡Soy yo la que te inició en todo esto! Eras muy joven aún, y yo hice que tú me hicieras todo eso. No podía perdonarme, estaba tan avergonzada que no pude mirarte a la cara otra vez. Era claro que me odiabas, y aún así me dolía muchísimo cada vez que te miraba.

—¿Tú? —Oficialmente estaba en el mundo de la confusión total—. ¿Estabas avergonzada TÚ? ¡YO estaba avergonzado, Fran! ¡YO pensé que TÚ me odiabas!

—¿Qué? ¿Cómo siquiera podría odiarte, tonto? ¡Eres mi hermano amado!

Nos miramos por un rato, el uno al otro, sin cruzar ni una palabra. Apenas pestañeamos. Ninguno de los dos podía creer lo que había ocurrido. Era una estupidez gigantesca y sin sentido. Ambos habíamos dejado de hablarnos porque ambos pensamos exactamente la misma tontería, y ambos asumimos que el otro nos odiaba, y que por eso nos evitábamos. ¿Qué clase de mala broma era esta? ¿De verdad no había habido ninguna razón?

Ambos abrimos la boca para decir algo, pero nos callamos. Luego, como un par de chiquillos idiotas, ambos empezamos a reír a carcajadas, acompañados en nuestra risa por los choques de las olas contra las rocas que ahora solo nos resguardaban a nosotros. Francisca y Felipe. Mi hermana y yo.

Volví a mirarla. Estaba roja como tomate. Noté que a mí también se me habían subido los rubores a la cara. Éramos un par de perfectos idiotas.

—No puedo creerlo…

—Yo tampoco.

—¿Cómo podría odiarte?

—Al contrario. Todo lo que siempre he sentido por ti es lo contrario.

Me acerqué a ella e hice que se pusiera de pie. Estábamos frente a frente el uno con el otro. Sonreímos como adolescentes enamorados. La tomé de la cintura, aquella perfecta y entrenada cintura, la atraje hacía mí, y la besé en la mejilla. Luego en la otra.

Ella se puso de puntillas y me clavó un efímero beso en los labios. Tierno. Dulce. Sabía delicioso. Sus ojos brillaban dorados como el sol. Esta vez yo me dirigí hacia el beso, y permanecimos así un rato, sintiendo los labios del otro. Nos separamos, pero como si estuviéramos unidos por una absurda fuerza magnética, mi hermana me tomó del rostro y volvió a besarme. En esta ocasión, ella y yo abrimos un poco los labios y dejamos que nuestras lenguas se conocieran. Parecieron caerse bien y comenzaron a jugar juntas mientras yo acariciaba la cintura de Francisca, y ella hacía lo mismo con mi rostro, con una de sus manos, y con mi pecho, con la otra mano.

Ella retrocedió un par de pasos hasta que hizo contacto con una roca muy alta. Yo me pegué a ella. Mi hermana levantó una pierna y yo la tomé para acariciar su muslo, su piel tan tersa, blanca y suave. El beso era muchísimo más apasionado ahora, muy lejos del amor fraterno que debíamos proferirnos el uno al otro. El bulto en mis pantalones estaba apoyado justo entre sus piernas, pero no parecía que le molestaba. Al contrario, de un momento a otro ya estaba rozándose contra mí, frotando su intimidad con la mía. Nuestras caderas se movieron rítmicamente, prácticamente estábamos follando con ropa.

—¡Ahhh! F-Felipe… —me dijo, deteniéndose solo por un momento antes de volver a tomarme el rostro y besándome otra vez.

—Fran… Disculpa, es que estar así contigo es…

—No, no te disculpes. —Las mejillas de mi hermana estaban al rojo vivo, su rostro y ojos se veían preciosos bajo la luz del sol—. Sigue. Por favor.

Volví a pegarme a ella, esta vez mucho más estrechamente. Me atreví a llevar mi mano, que estaba en su espalda, más abajo… hasta que pude acariciar su maravilloso trasero que tanto me tentaba. Al mismo tiempo, bajé mi rostro a la altura de sus senos y puse mi boca en el “boob window” de su bikini. Allí, me dediqué un rato a besuquear y lamer su piel mientras ella me acariciaba el cabello.

Fue entonces cuando mi hermana me bajó los pantalones y mi erección quedó al aire libre. Ella lo tomó con delicadeza, sensualidad y calor. La miré a los ojos, ella me sonreía lascivamente. Sin dejar de acariciarle el trasero, aparté la tela un poco a un lado y comencé a acariciar su entradita. Estaba sumamente mojada, y ella recompensó mis caricias en la superficie de su coñito con deliciosos y eróticos gemidos, así como una maravillosa paja. Por un segundo nos detuvimos al mismo tiempo, ambos miramos alrededor… No había nadie más. Podíamos seguir.

Francisca se puso de rodillas, me tomó las nalgas con las manos, y se introdujo mi pene al interior de su garganta. Yo le acaricié la cabeza, sus cabellos dorados, y me sentí en el Nirvana sexual. ¡Qué delicia! Jamás me habían hecho una felación con tanto cariño, dulzura, lujuria y sensualidad al mismo tiempo. Utilizaba muy bien su lengua, acolchando mi polla y luego acariciándola con movimientos circulares, moviendo la cabeza de adelante hacia atrás.

—Qué rico, Fran… ahhh, me encanta.

—Me alegro que te guste —me dijo, dedicándose a lamer la punta de mi polla mientras me hablaba y me miraba directamente a los ojos como una salida—. A mí me encanta hacerte esto, tu pene es maravilloso… Siempre lo he querido, hermano.

Volvió a trabajar en mi verga un rato más. Francisca se metió mi falo lo más profundamente en su garganta, solo soltándome para recuperar el aire. Me estaba haciendo un “deep throat” y me fascinaba. Lagrimeó un par de veces pero pronto se recuperó y continuó su faena.

—Ohhhh, F-Fran… ahhhh.

—Gulp, gulp, guuuuulp.

Al mismo tiempo, se llevó la mano libre a la parte superior de su bikini, mojado por mis lamidas, y se lo subió para mostrarme sus preciosas tetas. Eran preciosas. Eran perfectas, jamás había visto nada igual. Acerqué mis manos a ellas y acaricié sus pezones, que estaban durísimos. Ella comenzó a gemir agresivamente a medida que los pellizcaba…

De pronto, se puso de pie y volvió a besarme. Cada beso era mejor que el anterior. Volví a tomarle de la cintura, pero ella llevó mis manos hacia sus nalgas, que agarré con fuerza. Luego, usó sus manos para tomarme la cabeza, haciendo un poco de presión. Comprendí al instante lo que quería. Un par de segundos después, esta vez estaba yo de rodillas, levanté una de sus piernas, apoyándola sobre mi hombro, corrí la braguita de su bikini a un lado y me lancé a devorarle el coño y el clítoris como un poseso.

—Ahhh… a-aahhhhh, ahhhhhhhhhhh… aaaaaaahhhhhhhhh, Feeeeeeel… aa-aaaah.

—Slurp, slurp, qué rico sabes, Fran…, slurrrrp —Era verdad, mi hermana sabía delicioso, un sabor erótico, irresistible, que me hacía querer lamerlo todo. Su clítoris estaba muy hinchado, cada vez que lo tocaba mi hermana se retorcía de placer, y yo recibía más de sus fluidos vaginales. Metí entonces mi lengua al interior de su coño e intenté lamer todo lo que pudiera, acariciando las paredes de su vagina.

—Aaaaaahhhh, más, máaaas… ah, ah, ah, ah, Fel… ah, ah, ah, ¡ah, ah, ah!, ¡¡¡AH, AH, AH, AH!!!

Sentí un líquido maravilloso en mi boca que no tardé en hacer pasar por mi garganta. No sabía si era por mi excitación creciente, pero se me hizo sabroso. Me volví loco.

Me puse de pie y apunté la punta de mi pene a su entrada. La miré, pidiéndole permiso para continuar, no sabía si ella estaba dispuesta a llegar tan lejos con su propio hermano. Francisca miró a todos lados otra vez, cerciorándose de que no había nadie más. Estábamos de suerte.

Me sonrió, me guiñó un ojo libidinosamente, y sin decir nada se volteó, dándome la espalda. Luego, se inclinó en 90 grados y apoyó las manos en la enorme roca que tenía cerca. Finalmente, se corrió más a un lado la braguita de su bikini aguamarina, lo suficiente para que yo pudiera penetrarla sin problemas.

—¿Segura?

—Por favor, házmelo, hermano… ¡Por favor!

Así lo hice. De un empujón la penetré y ella suspiró de puro placer. Al fin lo había logrado. ¡Había obtenido el tesoro que tanto había deseado por tantísimos años! Era uno de los mejores días de mi vida, sino el mejor. Cada vez que bombeaba en su interior, me sentía más y más en el cielo. Su coño estaba húmedo, acomodaba perfectamente mi polla, y liberaba fluidos sin parar.

—Ahh, ahhh, ahhhhh, ahhhhh, síii, qué buenooohhh…

—Al fin estoy adentro tuyo… d-digo… —Me ruboricé por la tontería que había dicho. Era nuestra primera vez juntos y ya estaba diciendo guarradas de adolescente cachondo—. Quiero decir que me gusta poder…

—Fel, ahhh, d-dímelo porfa… dime que me deseabas hace mucho. D-dime que me deseabas follar tanto como yo quería tu p-peneee ahhhhhhh en mi coño…. ah, ah, ah, ah.

—Te deseaba… ¡Te deseaba muchísimo! —le susurré con fuerza en el oído. Tomé su bailarina cola de caballo con una mano y jalé hacia mí.

—¡¡Ahhh!!

—¡Tantos años deseándote! —Acerqué mi rostro al de ella mientras tiraba de su cabello, y ella sacó la lengua, que yo empecé a masajear con la mía.

—Yo t-también… ah, ah, ah, ah, ahhhh. M-más fuerte, más fuer..ah, ah, ah, ¡más, más, más! Fel, con f-fuerzaaahhhhh, ah, ah, ahhh, ahhhhh, ahhhhhhhhhhhhh, mássssmecorroooohhhhhhh, AHHHMECORROOOOOO.

Me salí de ella para que su corrida pudiera caer con más facilidad a la arena y el agua que ya nos alcanzaba. Incluso empapó mis piernas. Ella sudaba de manera muy sexy y respiraba entrecortadamente. Se volteó hacia mí y se desató el cabello, movió la cabeza de un lado al otro, y su melena dorada quedó desordenada y salvaje, mientras me miraba con amor, deseo y pasión desenfrenados. Ni siquiera sabía que se podían mezclar esos sentimientos así.

—Me encantas, Fran. Todo lo tuyo es precioso.

—Fel… sigue, por favor —me rogó, quitándose la parte inferior del bikini, dejándola sobre una roca. Tenía un pubis de pelitos cortos depilados de manera triangular, como un diamante.

Levanté una de sus piernas, apoyándola en mi hombro, y luego la otra en mi brazo, ayudándome de la roca que ella tenía detrás de sí. Volví a penetrarla, esta vez con mucha más fuerza que antes. Había luchado mucho por eso momento, había recorrido un gran camino para obtener mi tesoro, quería que fuera una jornada imposible de olvidar.

La manera en que Francisca movía las caderas a la vez que la follaba era grácil, sensual y delicada. Su cuerpo revelaba su buen físico de gimnasio, el de casi una atleta, y su feminidad era absolutamente sexy.

—Eres exquisita, Fran —le dije, aproximándome a sus tetas para poder comerlas de nuevo. No me iba a cansar nunca de ellas.

—Y tú eres delicioso, tu pene es delicioso, hacerlo contigo es delic… ooooohhhhh, ah, ah, ah.

—Eres preciosa, eres maravillosa, me encanta follarte así… ¡Quiero hacerlo todos los días! —me atreví a decir mientras la abrazaba, aumentando la velocidad de mis embestidas. No sabía cómo reaccionaría mi hermana a ello, si ella lo consideraba algo solo de una vez o…

—¡Sí, sí! ¡Cada vez que desees, Fel! ¡Cada vez que quieras sexo me entregaré a ti! —me susurró al oído mientras se abrazaba completamente a mí con los brazos y las piernas—. ¡Soy tuya!

—Ahhhhhh, me encanta tu coñoooo, qué rico —ya estaba descontrolado, me atrevía a decir cualquier cosa. Estaba claro que ya no era necesario pensar demasiado. Mi hermana mayor era al fin mía, y ella se dejó llevar también.

—Sí, a mí me encantaahhh tu pollaaaaaa, ah, ahhhh, ahhh, ahhhhhh. Es perfectaaaahhhhhhh.

Le sobé las tetas y le pellizqué y lamí los pezones con fuerza. Ella me mordió el cuello con suavidad y pasión. Mi hermana y yo estábamos completamente unidos a la vez que nos acercábamos al clímax

—Preciosa, estoy cerca de correrme.

—Oh, hermano, mi vida, ¡¡qué rico!! ¡¡¡Quiero tu semilla en mi coño!!!

—Ahhhhh, espera, estoy muy… Fran… —¿Hablaba en serio?

—Adentro, mi cielo, quiero toda tu rica lechita adentro de mí —me dijo, y pronto noté cómo se retorcía de nuevo, sus piernas parecían de gelatina a la vez que un intenso orgasmo recorría su cuerpo entero.

—M-mi… ¡mi amorahhhhhhhhh! —grité mientras me descargaba en su interior. Sufrí varios espasmos, y según mis cuentas, lancé tres chorros al interior del chocho de mi hermana.

Nos abrazamos, agotados, conmigo aún al interior de ella a pesar de que había bajado las piernas. Le tomé los senos y los besé con cariño, me fascinaban. Miré a sus ojos, ella me sonreía con dulzura, con pasión.

—¿Estás bien, Fran?

—Muy bien, Fel, muy, muy bien… ¡fue hermoso! —me contestó, mirándome con sus ojos dorados.

Le había dicho algo durante nuestra intensa sesión, y no sabía si había estado bien. Era nuestra primera vez, y me sentí algo avergonzado. Sin embargo, ella me miró con exactamente la misma expresión en el rostro. Ella no era un ángel como Rocío, o una diabla como Fernanda. Ella era mi todo. Estaba seguro de lo que sentía, pues así había sido por años.

Dos palabras salieron de nuestros labios al mismo tiempo, dando por cerrado nuestro primer, hermoso momento íntimo:

—Te amo.

Continuará
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heranlu

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Las Chicas de mi Familia – Capítulo 011

El camino de regreso a la cabaña desde la playa había sido muy interesante, aquella tarde. Yo llevaba todas las cosas otra vez, pero no pesaban ni un poco. Francisca y yo cruzábamos significativas, tímidas y dulces sonrisas cada vez que nadie más nos estaba mirando. Las demás iban algo distantes, y no se habían percatado de lo que mi hermana y yo habíamos compartidos, y tampoco estábamos seguros de si decirles sería una buena idea.

Fernanda iba ofuscada, parecía no haber tenido una buena experiencia con aquel chico a quien le hizo sexo oral. De hecho, se quejó bastante de que su sabor no era como el mío, y que no quiso hacerle nada. Parecía particularmente disgustada con tanto Francisca como yo.

Mi tía Julia ni siquiera me miraba después de que la abandoné con aquel vendedor de helados. Rocío estaba silenciosa, tal vez triste, aunque no evitaba mi mirada y sí me sonreía. Paloma, por su parte, estaba en su propio mundo; al parecer iba a salir con sus alumnos, aquellos trillizos adolescentes que se encontró en la playa, al día siguiente, para almorzar.

Al entrar en la cabaña, nos dispersamos en silencio. Aún nos quedaba todavía un día antes de regresar a la ciudad, pero algunas parecían que ya querían regresar. Me sentía decaído. ¿Acaso había sido mi culpa todo eso? ¿De verdad había consecuencias negativas de follar sin parar con más de una persona? Me dio risa pensar en ello, junto con algo de tristeza.

Francisca pasó junto a mí. Sutilmente me abrió los dedos de una mano y dejó algo allí, antes de seguir de largo al baño. Anunció que iba a tomar una ducha, y no quería que nadie la molestase. Ni Paloma, ni Fernanda, ni nadie más siquiera se molestó en contestarle. Escuché el agua correr al interior de la habitación de baño.

Lo que yo tenía en la mano era una nota escrita con la bella caligrafía de mi hermana mayor, una que siempre había admirado desde pequeño. Decía: “En una hora entra tú a tomar una ducha. Espera cinco minutos. Quiero darte algo único”.

¿Una hora? ¿Qué iba a ocurrir en una hora? En cualquier caso necesitaba una excusa para ello, y se me ocurrió que salir a trotar sería una buena idea para pasar el tiempo, y sudar lo suficiente como para que ducharme fuera natural.

—Tía, voy a salir un rato a correr —le dije.

—Como quieras —me contestó mi tía Julia. Me di vuelta para salir, pero me tomó la mano con ambas suyas—. Espera un poco.

—¿Diga?

—No quiero estar mal contigo, sobrino… pero no estuvo bien que me dejaras allí sola.

—No estaba sola, tía…

—Me follé a ese tipo para ti, para que vieras lo zorra que soy. ¿No lo entiendes? —Mi tía se llevó mi mano a uno de sus senos, sobre su diminuto traje de baño color chocolate que aún no se quitaba—. Todas lo somos, y estamos dispuestas a serlo para ti cada vez que quieras.

—Tía…

—Solo te estoy diciendo que puedes follarnos cada vez que quieras, sobrino. Incluso si tienes ganas ahora, y aunque están las niñas aquí, me abriré de piernas para que me penetres.

—Agradezco la oferta, tía. —Le sonreí. La verdad tampoco quería estar de malas con mi propia tía, que siempre había sido buena conmigo—. Para ser sincero no es nada contra usted… es que soy hombre, no tengo tanta batería, ja, ja.

—Cuando estés recargado, ven y fóllame bien fuerte, sobrinito.

—Ok, tía. Disculpe por dejarla sola con ese tipo, aunque debo decir que se veía muy, muy, muy sexy mientras le daban de perrito.

—¡Así me gusta, sobrino! Ok, ok, ve y da una vuelta, campeón, ji, ji.

Antes de salir, Fernanda me dirigió una mirada que no pude traducir. No me dijo ninguna pesadez o algún comentario idiota, o cachondo, como solía hacer. Simplemente me observó con toda seriedad, como si estudiara el interior de mi alma.

Salí a trotar dando vueltas a la manzana mientras escuchaba música. Hacía mucho que no lo hacía, y sentía la necesidad de estar en forma. Pensé varias veces en Fernanda… Sí, era mi hermana también, como Francisca, pero ¿por qué tenía que ser tan distinta a ella? No se me ocurría qué hacer para adaptarme a ella. Mi propia madre la había visto bailando en un club nocturno. No era una diosa como era Francisca, sino que podía considerársele el demonio de la familia en persona.

En cualquier caso, mi mamá agradecería que estuviera haciendo tanto ejercicio (tal vez en más de una manera), y así no tendría que escuchar los comentarios idiotas de mi padre cada vez que nos veíamos, sobre lo mal que me veía para ser un “buen hombre”. Y, claro, también lo hacía por mí mismo… sí. Desde luego.

Me agoté más de lo que pensé. Tenía las piernas agarrotadas y la ropa completamente sudada. Sin embargo, con todo e intermedios para recuperar el aliento, ya llevaba casi una hora. Era hora de regresar. Rocío parecía estar durmiendo en su habitación, probablemente con mi hermana menor; mi tía estaba viendo televisión en la sala; y Paloma había salido de compras. No había rastro de Francisca, pero supuse que esa era la idea.

Entré al baño sin decir nada a nadie, y me dirigí a la ducha. Me quité toda la ropa y dejé que el agua recorriera mi cuerpo. Uff, parecía que estaba recuperando mis energías. ¡No hay nada mejor que una buena ducha a la temperatura perfecta después de una buena ronda de ejercicio! Sentía que mis músculos volvían a funcionar… de hecho, los noté. Huh. No estaba tan mal… No me parecía ya al chiquillo que recién estaba comenzando a aprender cómo lidiar con las mujeres, o que se acobardaba ante la idea de tener un trío. Mi físico había cambiado, estaba en buena forma, y parecía que lo habían notado.

Escuché a alguien entrar al baño tras cinco minutos. Oí pasos sigilosos y el caer de prendas de ropa. Francisca abrió la cortina de la ducha y pude verla en todo su esplendor. Estaba completamente desnuda y me miraba de arriba abajo con cierta coquetería, dulzura y lascivia, todo mezclado de una manera que solo mi hermana mayor podía lograr. Se veía espectacular con su cuerpo de modelo, sus largas piernas una por delante de la otra, sus tetas perfectas, sus pezones erectos, su maravillosa cintura, su (ahora depilado) monte de venus. Se había llevado un dedo a su boca, mordisqueando su uña sensualmente mientras me observaba.

—Hola, cariño.

—Hola, cielo.

La tomé de la cintura y la metí al interior de la ducha. Se veía muy sensual con el agua bajando por sus perfectos senos. Los mordisquée sin decir una palabra mientras ella me acariciaba la polla, tal como hicimos en la playa. No había sido un sueño, de verdad me estaba follando a mi hermana mayor con la que tantos años había delirado.

—Ohhh, Fran…

—Dame tu boca, Fel —me dijo, poniéndose de puntillas mientras me abrazaba y su cabello dorado era acariciado por el agua. Yo obedecí en introduje mi lengua en su boca, con lo que ella comenzó a besarme efusivamente, sin dejar de hacerme una paja. Había algo muy atractivo y lujurioso en los besos de Francisca. Parecía una verdadera experta, y al mismo tiempo parecía estar recién aprendiendo. Suavidad, paciencia, firmeza, inocencia, sensualidad… todo junto. ¿Cómo no iba a querer follarla? Que sí, que era mi hermana, pero honestamente ¿qué hay de malo con eso?

—N-no puedo creer que estemos haciendo esto al fin —me dijo, susurrándome al oído mientras masturbaba mi polla con sus gentiles manos—. No sabes cuánto tiempo te he deseado, hermano.

—Creo que sí puedo hacerme una idea, Fran, ahhh…

Comencé a masajear sus tetas con fuerza, como si fueran masas redondas. Eran suaves, pero también duras, aunque no tuviera sentido eso. Comencé a darles pequeños golpecitos con mis manos, salvajemente, y ella se retorcía de placer.

—S-sí… ahhh. Fel, lamento estar tan silenciosa después de lo que ocurrió en la playa, pero no sé si las demás deban…

—Va a complicar las cosas, lo sé.

Le abrí a Francisca las piernas y coloqué la punta de mi polla en su entrada. En lugar de penetrarla, comencé a masajear su clítoris repetidamente, a la vez le tomaba del cabello, tiraba hacia atrás, y lamía toda la longitud de su bello cuello de cisne. Notaba cómo mi polla se cubría de fluidos vaginales.

—Ah, ahhh, ah, ah, ah, Fel, hermanoooo, ahhh… m-métemelo. E-entra en mí, ah, ah, ah.

—No, aún no.

—N-no seas malo, ah, ah, ah, oh, qué rico, hmm.

—Tu clítoris está muy duro, Fran… ¿te están pasando ideas por la cabeza?

—Ah, ah, ah, sí… ¿sabes por qué te pedí que vinieras en una hora?

Francisca me abrazó y me atrajo hacia ella. Fácilmente pude penetrarla esta vez, y sin un segundo de espera comencé a mover mi pelvis entre sus piernas abiertas.

—Ahhh, ahhh, ahhhh, síiiii, esooo, Feeeeel

—Fran, esto es…

—Quería e-esperar ah, ah, ah, una hora después d-de limpiarme…

—¿Limpiarte? ¿A qué te refieres? ¡Oh, qué bien se siente!

Después de un minuto o dos, mi hermana se apartó de mí. Se dio media vuelta, se inclinó un poco hacia adelante, apoyó las tetas en el muro de la ducha y se tocó ambas nalgas con las manos. Luego miró hacia atrás, hacia mis ojos, y su mirada estaba llena de pura lujuria.

—Nunca pude darte mi virginidad, hermano, a pesar de cuánto me hubiera gustado que fueras solo tú. Pero no soy tan poco experimentada como piensa Feña, ja, ja.

—¿…Ok? —¿Iba a pasar lo que creía que iba a pasar?, pensé.

—Pero sí hay algo único que puedo darte solo a ti. —Francisca se abrió las nalgas, dejando expuesto su pequeño agujerito trasero, que al parecer había limpiado una hora atrás—. Quiero que estrenes mi culito, mi amor.

—¿Es en serio? —Mi erección no tenía parangón. Me estaba entregando su virginidad anal. Vamos, que una de las fantasías de cualquier hombre es que su pareja lo sorprenda con su secreto más íntimo y oculto, sin siquiera pedírselo.

—Muy en serio. Me hace feliz poder darte algo solo a ti.

—Sabes… yo nunca lo he hecho tampoco, ja, ja.

—¿¡Qué!? ¿Ninguna de las otras te…? —La cara de sorpresa e incredulidad de mi hermana se transformó en una de alegría y lujuria—. ¡No sabes lo feliz que me hace escucharte! Vamos, entra en mí, ¡penétrame el ano con tu gran pene, hermano amado!

Me coloqué en su entrada trasera mientras ella se separaba las nalgas y el agua recorría nuestros cuerpos. Me escupí en las manos para lubricar, y poco a poco fui introduciéndome en su interior. Lentamente, con sutileza y delicadeza, mientras mi hermana, quieta, suspiraba y gemía de emoción y ansiedad.

—E-estás muy adentro, Fel… ahhh…

—Tan solo falta un poco más, amor.

—Ahhh, ahhh, ahhhh…

—Listo. Ahí está todo… ¡Uf, qué apretado se siente!

—¡Estás adentro mío, hermano! Me tienes toda llena, hmm… ¿S-se siente bien?

—Muy bien, jamás pensé que sería así. ¿Y tú estás bien?

—Sí, más o menos… E-es cosa de acostumbrarme, c-creo. ¿Puedes moverte?

—Está bien, Fran. Empezaré a moverme.

—Ok. Ahhh, d-duele…

—¿Fran?

—¡Pero no pares, por favor! Sigue, p-puedo aguantarlo…

Lo cierto fue que Francisca no necesitó tanta estimulación para empezar a sentirse bien. En un minuto ya estaba yo moviendo mi pelvis rítmicamente mientras penetraba a mi hermana; y si bien ella comenzó quejándose débilmente de algunos dolores menores, cualquier molestia desapareció después de un rato, y fue reemplazada por intensos gemidos de placer.

—Ahhh, ahhhhh, ahhhhhhh, ahhhhh, Feeeeeeeeel, me encantaaaaaaa.

—¿Ya no te duele, hermana?

—¡No, me fascina! Jamás pensé que… ahhhhh, que sería tan… ahhhhhhhhh, ¡tan rico!

—¿Te lo puedo hacer a menudo? —me atreví a preguntar al tiempo que le daba una nalgada. No sabía cómo reaccionaría ella a eso, y su silencio de dos segundos me aterró.

—¿Hermano?

—¿Sí?

—Cada vez que quieras follarme, cualquiera de mis agujeros… tú solo hazlo. Ni siquiera me lo tienes que preguntaaaaar, está muuuuuy aaaaaaaaaaaaahhhhhh…

Volví a nalguearla. Ella se retorció de placer, así que lo hice otra vez. Y otra vez, y otra, con ambas manos, mientras ella ahora gemía más fuerte y sus nalgas se ponían rojas. Se suponía que no debíamos gritar. Nadie debía enterarse… ¿pero siquiera me importaba eso?

—¡Te amo muchísimo!

—¡Y yo a ti, mi amor!

—Lo sé… oh, lo sé, sigue follándome así, más fuerte, más…

—No puedo creer que estemos haciendo esto, Fran.

—Yo tampoco. Pero no me importa. No me limitaré nunca más, gritaré a los cuatro vientos cuán loca estoy por mi hermano. ¡Sí, fóllame más, Fel, más, más, más! ¡Ah, ah, ah, ah, ah, ah!

Noté cómo se tensaba el cuerpo de mi hermana. Para ayudarla, me pegué a ella sin dejar de encularla y busqué su rostro. Ella giró el cuello y nuestros labios y lenguas se encontraron mientras yo le follaba más lento, pero mucho más profundamente.

Pronto noté que ella se relajaba en medio de un largo, sexy gemido, y pude ver un chorro de líquido caer desde su coño. Se había corrido, por lo que ahora yo tenía permiso de hacer lo mismo. Aumenté la velocidad de mis embestidas.

—¿Fran? ¿Puedo…?

—Échalo todo adentro mío, cariño, lléname las entrañas.

Con un grito gutural, aferrado intensamente a mi hermana mayor, vertí toda mi semilla al interior de su trasero. Quizás fueron 3 o 4 chorros, todos fueron a parar a su interior mientras ella me sonreía y me acariciaba el rostro y el pecho, cobijándome como cuando éramos niños.

Tuve sexo por primera vez con Paloma.

Tuve un trío por primera vez con mi tía Julia.

Tuve un trío incestuoso por primera vez con Fernanda y Rocío.

Me corrí por primera vez dentro del coño de mi mamá.

Pero con Francisca no solo habíamos tenido sexo anal por primera vez, sino que también habíamos compartido nuestra primera experiencia sexual, nuestro despertar. Con lo que acabábamos de hacer, se cerraba un ciclo.

—Ufff, ufff, guau, eso fue espectacular, Fran.

—Lo sé, cariño… quiero repetirlo pronto.

—Claro, con ella lo repites todo, ¿verdad? ¿Pero conmigo? —dijo una voz. Ambos nos volteamos, asustados, y miramos a la entrada del cuarto de baño.

Como no podía ser de otra manera, nuestra hermana menor estaba allí. Su mirada estaba inusualmente llena de emociones difíciles de describir e interpretar, su cuerpo estaba tenso, y definitivamente podíamos decir que no estaba feliz.

—Feña, ¿qué haces aquí?

—Siempre ella, ¿no? Mamá la ama, tú la amas, todos la aman. Nunca queda nada para mí.

—¿De qué estás hablando? —se defendió Francisca, tapándose la desnudez con una de las toallas que había traído.

—He visto a mamá a solas, cuando piensa en ti. Felipe te lo hizo por atrás antes que a mí, aunque se lo pedí. Nunca tuviste problemas en la escuela, como yo. —Fernanda bajó la mirada. Yo nunca la había visto así de… ¿débil? ¿Indefensa? No sabía cómo reaccionar—. Y tú y yo ya ni hablamos como antes…

Lo último lo dijo en un efímero susurro, como si no hubiera querido que la oyeran. Pero Francisca y yo así lo hicimos. Mi hermana mayor fue la primera en reaccionar:

—Fuiste tú la que te alejaste, que yo recuerde.

—Te lo demostraré… les demostraré que también puedo. Te ganaré, Francisca.

Fernanda se dio media vuelta y salió echando humos del cuarto de baño. Francisca y yo nos miramos por un rato, meditando en silencio, casi como si nos comunicáramos por telepatía sobre lo que haríamos después. Después, nos vestimos y también salimos de allí.

Fuimos a la playa, igual que el día anterior. En esta ocasión, Paloma no fue con nosotros, pues había salido a almorzar con sus tres alumnos. Durante nuestra estadía en la playa, tal como le había prometido a mi tía Julia, permití que me hiciera sexo oral en la tienda, aunque le pedí permiso primero a mi hermana, en secreto. Se sintió raro hacerlo, nunca había pedido permiso a alguna de mis parejas para tener sexo con otra, no es como si estuviésemos en relación, o algo así... ¿no?

En todo caso, Francisca tuvo las mismas dudas, y dado que no había motivo “oficial” para negarse, me lo permitió rogándome que “guardara energías solo para ella”. Mientras mi tía me hacia un fabuloso trabajo oral, usando también sus enormes tetas para masturbarme, Rocío y Francisca jugaban con una pelota de playa en la arena. ¿Y Fernanda, se preguntarán?

Mi hermana menor se fue al mar, flirteó con algunos chicos porque era su naturaleza, pero no hizo nada con ninguno de ellos. Después se quedó tomando sol en completo silencio.

Durante la tarde, recibimos una videollamada de Paloma… solo que no apareció ella en la pantalla, sino un muchacho como de la edad de Fernanda y Rocío, sonriéndole a la cámara mientras el rubor corría su rostro.

—¡Hola! La profe Paloma me pidió que… ohhh, me pidió que… ahhhh.

—¡Pasa para acá, tarado! —le dijo otro chico, casi idéntico al primero, que le arrebató el teléfono—. ¡Hola! La profesora Paloma nos pidió que los llamásemos para mostrarles lo que hace para divertirse… Era así, ¿no?

—¡Eso mismo! Bobo, enfócala a ella —dijo una voz femenina. El segundo chico puso el teléfono desde arriba para que pudiésemos ver lo que estaba sucediendo.

Mi prima, completamente desnuda, estaba de rodillas frente a sus tres trillizos, los alumnos que nos habíamos encontrado en la playa. Con sus dos manos hacía una paja a los hermanos, y con la lengua lamía el coño de la hermana.

—¡Hola, familia, qué tal! —exclamó ella, parando su cunnilingus a la chiquilla solo para mirar a la cámara y poder hablar—. Creo que me quedaré con mis estudiantes esta noche aquí en el motel, para clases privadas, ja, ja. Volveré mañana por la mañana para que regresemos a la ciudad.

—Gracias por avisarnos, hija —dijo mi tía, que casi parecía una madre orgullosa de ver lo que estábamos viendo.

—¡Que lo pases bien, hermana! —dijo Rocío, claramente presa de la excitación. Sus pezones se veían erectos debajo del bikini.

—Hmmm, les prometo que lo haré. Hmmmm, eso, mis niños, si siguen con eso van a aprobaaaar, pero tienen que correrse en la cara de la profe, ¿sí?

—¡Sí, profe! —gritó uno de los hermanos, que comenzó a derramar su pegajoso semen sobre las tetas de Paloma.

—¡Ah, profesoraaaa! —exclamó el otro hermano, lanzando su semen en el cuello y cabello de su sexy docente.

—¡Ahhh, ahhhh, qué lenguaaaa! —gimió la hermana, vertiendo sus jugos en la boca de Paloma.

—¡Qué rico todo! Hmmm, está deliciososoooo —dijo Paloma, restregándose las corridas de los trillizos—, están aprobados, pero descansen un poco, que tenemos todo el tiempo del mundo. Después, quiero que me follen por todos lados.

La noche llegó, y mi tía Julia salió con un tipo que había conocido en una botillería. Después de tanto correr en la playa, Rocío estaba cansadísima, así que se quitó el bikini inocentemente frente a nosotros, deleitándome con su pequeño y sensual cuerpecito, y se fue a dormir desnuda.

De pronto, las luces de la sala se apagaron. En la casi oscuridad, solo iluminados por las luces de la calle, Francisca y yo pudimos escuchar la voz de nuestra hermana.

—Francisca, ¿puedo quedarme con Felipe aquí? —nos preguntó Fernanda justo cuando íbamos a irnos a dormir. Y sí, pensábamos dormir juntos, no nos importaba nada.

—¿Por qué apagaste las…?

—Feña, creo que ya deberías saber ahora que Fel y yo tenemos algo especial. Vamos a dormir juntos, no vas a poder evitarlo —se defendió mi hermana mayor, interrumpiéndome. Por dentro, yo sonreí, sabiendo lo que de verdad estaba ocurriendo.

—Solo va a ser un rato, deja de ser un estorbo —dijo la menor, con voz baja, entre triste, determinada y enfadada—. Vete a dormir, ¿quieres? Y no nos molestes.

Mientras Fernanda se dirigía al otro lado de la sala, le di una nalgada furtiva a Francisca, que se rio como una colegiala y me dedicó una mirada cómplice antes de dirigirse (supuestamente) a su habitación. Fernanda y yo quedamos a solas. Permanecimos en silencio un buen rato.

—¿Qué quieres? —terminé preguntándole.

—Tú. Te quiero a ti, hermanote. Todo de ti.

Fernanda encendió las luces justo después de poner música en su móvil. Era una playlist de canciones y mixes sexys, lentas, música de bajo, beats sensuales y sonidos que encenderían la pasión de cualquier habitación.

Mi hermana se había vestido también para la ocasión. Lucía unos zapatos de tacón negros que la levantaban unos diez centímetros. Sus piernas parecían aún más largas, tan sensuales como las de su hermana, arropadas por medias blancas que llegaban hasta sus muslos. Llevaba una tanguita pequeña, de color negro y con mucho encaje, adornada con un moño blanco, que reslataba maravillosamente la curva de su culito. Además, llevaba la minifalda más corta que yo hubiera visto en mi vida, de pliegues negros semitrasnparentes, que no ocultaba absolutamente nada. Arriba lucía un erótico bralette negro que resaltaba y levantaba sus senos, con encaje y escot en V; y un cinturón de cuello blanco con una argolla. Estaba bien maquillada, sin exagerar, tal como me gustaba, y en lugar de llevar el cabello en coletas, lo había dejado caer eróticamente por su hombro derecho, sobre parte de su rostro, en pequeños rizos. Sus ojos dorados parecían hambrientos de deseo.

Solo en ese momento, mientras mi erección alcanzaba el punto máximo, noté lo muchísimo que mi hermanita podía parecerse a Francisca cuando quería.

—¿Estás listo, hermanote?

—Espera, no creo que… —No alcancé a terminar la protesta, pues Fernanda me empujó al sofá y la diversión comenzó.

Lenta y lascivamente, Fernanda comenzó a caminar de un lado al otro de la sala, sin dejar de mirarme, mientras se pasaba las manos por las piernas y los senos, al ritmo de la música. Yo, la verdad, no podía dejar de mirarla. Sí, que tenía solo quince, pero no los aparentaba para nada. Claramente tenía experiencia en lo que estaba haciendo.

—Puedes tocarte si quieres, pero lo harás muy… —Fernanda se inclinó y puso sus manos sobre mis rodillas, permitiéndome una vista privilegiada de su pronunciado escote—… lentamente. No te quiero acabando antes de tiempo.

—¿Por qué estás haciendo esto? —le pregunté, bajándome la cremallera.

Mi hermana menor me ignoró mientras seguía bailando, flexionando las rodillas, bajando abierta de piernas mientras se agarraba apasionadamente el cabello. Luego se apoyó en un muro, siempre observándome con sensualidad, tocándose por todos lados. Se levantó el bralette lo suficiente como para sus pezones permanecieran ocultos, pero revelándome la curvatura inferior de los increíbles senos que tenía para su edad.

Después se acercó a mí, me dio la espalda y se sentó sobre mi regazo. Bailó allí, restregando su culo contra mi hinchada hombría que hasta ese punto había estado pajeando lentamente, tal como me pidió. Tenía una espectacular vista de su trasero, y me estaba desesperando por follar.

—¿Te gusta lo que ves, hermanote?

—S-sí, mucho…

—¿Quieres follarme?

—Sí…

—¿El coño y también mi lindo culito? —¿De eso se trataba?, me pregunté. Quería que le hiciera las cosas que le hacía a Francisca. Quería… estar conmigo también. Decidí no ir en su contra. La verdad, no se lo merecía. ¡Era mi hermana menor, al fin y al cabo!

—Sí, quiero follarte el culito, Feña.

—Así me gusta.

Le tomé de la cintura y busqué correr su tanga para poder penetrarla, pero ella se apartó de mí y siguió bailando en su pista. Pensé que estaba jugando conmigo, y estaba empezando a enfadarme, cuando ella se quitó completamente el bralette y lo arrojó hacia mí. Se puso de rodillas en el suelo, dándome la espalda, y se inclinó hasta quedar en posición de perrita, con las manos en el suelo. Luego se volteó hacia mí y me llamó con el dedo.

—Demuéstramelo, Felipe.

Llevado por la locura, la pasión, y una fuerza de gravedad libidinosa, me arrastré hacia mi hermanita y le levanté la prenda diminuta que tenía por falda. Le bajé la tanga a la altura de las rodillas y escupí en su entrada trasera. Luego coloqué mi polla en su entrada, y tal como lo hice con nuestra hermana aquella mañana, la penetré. Fernanda gimió como una perra en celo, suspiró de placer como si le hubieran devuelto una pieza que le faltaba.

Y, hablando de nuestra hermana, Francisca desde luego que estaba mirando todo, desde detrás de un sillón, tal como habíamos arreglado antes. Francisca era la mayor, siempre había sido una suerte de segunda madre para Fernanda y yo hasta que las relaciones se apartaron o rompieron. Ella amaba a su hermana menor, tal como a mí, y quería hacer las paces con ellas. Por eso quería ver lo que era capaz de hacer. De reojo, pude ver que Francisca se estaba masturbando junto al sofá, en el suelo, con las piernas abiertas.

¡Mi hermana mayor se hacía una paja mientras nos observaba a mí follándome el culo de nuestra hermana menor! ¿Qué clase de fantasía perversa y maravillosa era esa?

—Hmmmmmmm, hermannnnnote, ahhhhhh, síiiii, qué ricoooooooooooo.

—¿Te gusta, putita?

—¡Me fascina mmmmmmmucho! ¡Más adentro, más duro! ¡Mmmmmmm! ¡Fel, dame muy fuerteeeee por el culo, tanto como a Frannnnmmmmmmmmm!

—¿Por qué…? —Le di una nalgada que le hizo temblar de pasión mientras le preguntaba lo que quería saber—. ¿Por qué quieres competir con Fran?

—Porque mmmmmmmm, aaaaaaaahhhhh, porque es nuestra hermana, pero se está llevando ahhhhh todo de los demás. —Noté cómo empezó a babear mientras la penetraba, sus ojos estaban fuera de órbitas—. ¡Y se está llevando a ti y tu vergotaaaaaaaaaaa! Ahhhh, fóllame, más, más, más, más duroooooo.

Senté a Fernanda en el sofá, le abrí las piernas, usé mis dedos para penetrar su coño, y volví a introducir mi polla en su ano abierto. Ella puso la cara de placer más morbosa que hubiera visto. Tenía la lengua afuera, los ojos en blanco y los pezones completamente duros.

—Pero eras tan cercana a Fran cuando niñas, la admirabas como yo… ufff, hmmmm.

—S-sí, sí, ahhh, ahhhhhhh, ¡qué buena está tu pollaaaaa! ¡Hmmm, hermanooooooo!

—¿Y te enfadaste con ella porque…?

—Porque sabía que te amaba a ti. Y tú a ella. Podía notarlo. Mmmmmmmmmás que como simples hermanooos, ahhhh, no pareeeeees, pégame en las tetaaaaass.

Así lo hice. Le di palmadas a sus senos que botaron como locos mientras el cuerpo entero de mi hermanita se retorcía y bailaba de placer al ritmo de mis embestidas y la música lujuriosa que nos tenía a mil.

—¿Estás así por lo que sentimos el uno por el otro? ¿Me querías solo para ti o algo así?

—Síiiiiii, pero t-tambiéeeeeen porque… m-mi hermanaaaaaahhhhh, ahhhh, también la quiero para mí… Ahhhhhhhh, también quiero que Fran me… aaaaaaaaahhhhhhh, está tan adentro, creo que voy aaaaaaaahhhh, me corroooooooooooooooh.

Un chorro de squirt salió disparado de su coño a mi estómago, casi como una regadera, pero no dejé de penetrarle el trasero. Había logrado mi objetivo. Había comprendido todo.

Fernanda nos amaba a ambos de sus hermanos mayores. Nos admiraba, quizás, pero Francisca y yo solo teníamos ojos el uno para el otro. La dejamos de lado. Mi mamá también demostraba su amor a su perfecta hija mayor, y a su único hijo varón, mientras permitía que la menor se rebelara contra todo, sin corregirle. Francisca y yo no habíamos considerado lo que nuestra hermana podía sentir, y era momento de dar vuelta las cosas.

Escuché unos pasos a mi lado, y otra mujer, solo luciendo una camiseta muy corta, sin nada abajo, se sentó junto a nosotros. Francisca tomó el rostro de Fernanda con infinita ternura, mirándola a los ojos. En ese momento, las dos eran tan iguales como gotas de agua.

—¿Quieres que también te ame, Feña? —le preguntó con ojos humedecidos y una sonrisa dulce. Fernanda le dedicó una mirada más de odio por verse así de vulnerable… pero pronto dio paso al de una muchacha sensible que admiraba a sus hermanos mayores… y sí, también enculada.

—Sí. Por favor.

—¿Qué puedo hacer para arreglar mis errores?

—Ahhhh, ahhh, mmmmmmmm, ¿has… b-besado a otra chica antes?

—No, nunca.

—¿Quieres aprender con…? —dijo Fernanda, sin dejar de gemir. De hecho, parecía a punto de correrse otra vez, así que comencé a masajear fuertemente su clítoris.

—¿Contigo? Por supuesto, Feña. Eres mi hermana. También te amo a ti.

Francisca se inclinó sobre Fernanda y la besó dulcemente en los labios, visión tan erótica y pervertida que me tuvo al borde del orgasmo. La menor buscó algo en la boca de la mayor, y al encontrarlo, lo sacó hacia fuera. Fernanda comenzó a chupar con sus labios la lengua de Francisca, como si fuera una polla. Mi hermana mayor sonrió y decidió hacer lo mismo con la putita, que sacó la lengua y dejó que Francisca practicar sus besos lésbicos con ella, masajeando su lengua con la suya. Fernanda se corrió poco después; sin embargo, al anunciarlo, nuestra hermana mayor se deslizó hacia abajo y recibió el squirt de la diablita.

Luego, usando solo nuestros dientes, Francisca y yo le quitamos las medias a nuestra hermana, lenta y sensualmente. Después, ambos besamos eróticamente uno cada pierna de la zorrita. Ella gimió de placer como si estuviera poseída.

Cambiamos de posición. Francisca le pidió permiso a Fernanda para ser penetrada esta vez, y así lo hicimos. Me recosté en el suelo y la mayor se sentó sobre mí, introduciéndose mi polla en sus entrañas. Fernanda se sentó sobre mi boca, y pude sentir los movimientos pélvicos sensuales, lascivos, casi profesionales de mis dos hermanas mientras una me montaba la verga y la otra mi lengua en su coño.

—Ahhhhh, ahh, ahhhhh, extrañaba tu pene en mi culo, Feeeeel, ahhhhhh.

—Hmm, su lengua está haciendo maravillas en mi chuminooohhhh, está muy adentrooo.

—Me siento muy bieeeeeen, ¡qué pene más hermoso!

—Somos tus putas, hermanote, somos tus putitas, tus guarrillas todo entregadas y abiertas para tiiiii, ahhhh.

—¡Feña, por todos los cielos! Ja, ja —rio Francisca, y noté cómo aumentó la velocidad de sus movimientos, me montaba como si yo fuera su caballo y me fascinaba—. Quiero que sientas todo el amor que Felipe nos da, hermana, ah, ah, ah, ah, ahhhh, ahhh, ahhhhh.

—Sí lo siento, ¡lo siento muy adentro, su lengua es increíble! ¿Fran? ¿Podrías besarme otra vez?

—Desde luego, cariño —contestó Francisca, casi maternalmente.

Sabía que me estaba perdiendo el morreo entre mis hermanas, pero también estaba disfrutando tanto tener a ambas montándome que no me importó mucho. Además, sabía que no sería la primera ni la segunda vez. Ellas se amaban entre sí tanto como a mí.

Volvimos a cambiar. Francisca se quitó la camiseta y se acostó a lo largo del sofá, masturbándose mientras veía a Fernanda realizarme sexo oral, humedeciendo mi polla con su saliva. Mi hermanita se paró al costado del sofá, e inclinó la parte superior de su cuerpo hacia abajo, acercando su rostro a la entrepierna de nuestra hermana.

—Siempre he fantaseado con comerte el coño, cerda.

—Ay, Feña, ja, ja… ¿Qué estás esperando, cielo? ...Ahh, sí, eso se siente bien… ahhh, ahhhhh, ¡hermana, tu lengüita me está…! Ahhh.

La lengua de Fernanda jugaba como loca en la vagina y el clítoris de Francisca, masajeando su botoncito hinchado, penetrando su agujerito, acariciando las paredes de su entrada… Fran se masajeaba los senos y me miraba apasionadamente, poseída por el placer. Tres hermanos teniendo un trío era demasiado erótico para los tres.

Fernanda formaba un ángulo de veinte grados con su cuerpo, sus piernas alargadas por los tacones estaban firmemente clavadas junto al sofá, esperando que yo hiciera mi movimiento. Me coloqué detrás de ella, le bajé la faldita diminuta, y volví a penetrarle el ano. Ella gritó de placer.

—¡¡¡¡Ahhhhh, mi culooooooooo, mi hermanote me está follando el culoooooo!!!!

—Ok, pero no dejes de lamerme, Feña, porfaaaa —rogó Francisca, tapándose el rostro rojo de la vergüenza por lo que estaba diciendo.

—Me encanta que seas tan ahhhhhh puta como yo, hermana mayor, ji, ji, jaaaaahhhh, ohhhhh, más fuerteeeee... ¡Y por supuesto que sí, golfa, te comeré el conejo delicioso que tienes!

Estuvimos así unos minutos más. Francisca se corrió en la boca de nuestra hermanita, y ella se tragó todo lo que salió. Poco después, yo anuncié su orgasmo.

—¡Córrete adentro, hermanote!

—¿Aún quieres imitarme, hermanita? —preguntó Francisca, divertida, mientras seguía recibiendo una comida de coño.

—Es que quiero saber ahhhhhh cómo se sienteeeee, ohhhhhh, hmmmmmmm, qué delicia tu polla pervertida, pon tu semillita en mi anooooooo, ahhhhh. ¿Porfis? ¿Hermanote? ¿Le darías tu semen a tu hermanita menor?

Solo logré aguantar veinte segundos más hasta que la corrida se hizo inminente, y me derramé en su interior en medio de gritos animales que escaparon de mi alma. Ella lo celebró con una serie de gemidos muy intensos.

—MMMMMMmmmmmmmm, ahhhh, lecheeeeehhhhhhhh… ¡¡¡Lecheeeeeeeeeeeeeee!!!

—¿Cómo está, cariño? —le preguntó Francisca.

—Caliente, la leche de mi hermanote está muyyyy calienteeeee, qué ricooooo.

Retrocedí unos pasos, mis piernas estaban temblando. Me había corrido en el culo de mis dos hermanas en el mismo día. O estaba soñando, o estaba muerto, o era el mejor día de mi vida. Levanté la mirada y vi a ambas acariciándose fraternalmente después de la gran jornada de sexo que habíamos tenido.

Habíamos vuelto a ser hermanos, los tres, como antaño. Y probablemente nunca nos íbamos a separar. No nos importaría lo que la gente pensara, estaríamos juntos los tres… o, bueno, al menos los tres. Aún teníamos que convencer a otra persona de hacer las paces con Fernanda, y se me ocurrió que lo haríamos al mismísimo día siguiente, cuando regresáramos a la ciudad. Cuando regresáramos con mamá.

Pensando en ello, me dieron ganas de mear, así que di unos pasos hacia el cuarto de baño, pero Fernanda me detuvo.

—Te dije que quería probar algunas cosas —me dijo, arrodillándose en el suelo, abriendo bien grande la boca y sacando la lengua—. Vamos, no seas tímido, hermanote. Recuerda que soy toda tuya para lo que quieras. ¡Aaaaaaa!

—¡Fernanda! —exclamó Francisca, colorada de vergüenza, llevándose las manos a la boca. Ella y yo nos miramos. De verdad nuestra hermanita era una salida y cachonda ninfómana.

Sonreímos. En realidad, esa parte de ella no había cambiado, y no tenía por qué cambiar. Francisca me tomó un brazo y me acarició el pecho desnudo mientras yo apuntaba mi verga hacia la boca de Fernanda.

Con un grito gutural, derramé mi líquido dorado en su garganta y su rostro, y noté cómo Francisca se mordía sutil y lujuriosamente un labio ante la escena. Fernanda se acarició las tetas mientras el chorro brillante corría por su cuerpo, y su sonrisa solo denotaba placer.

Cuando acabé, Fernanda miró traviesamente a nuestra hermana mayor mientras nos mostraba su carita llena de jugos:

—¿Ves? Te gané, ja, ja.

Francisca se defendió con algo que nos dejó de piedra.

—A menos que yo llegue primero ante la próxima vez que Fel quiera… hacer.

Sí. Definitivamente era el mejor día de mi vida.

Continuará
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heranlu

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Las Chicas de mi Familia – Capítulo 012

El regreso a la ciudad no tuvo contratiempos. Paloma invitó a Rocío a salir con los trillizos de la escuela, pues quería practicar algo con ella, así que los fuimos a dejar a casa de ellos para que se divirtieran. Mi tía Julia nos llevó a casa de la abuela, y me prestó la camioneta para que volviéramos a nuestro propio hogar, con nuestra madre. Yo y mis amantes, mis hermanas Francisca y Fernanda.

Habíamos hablado durante el camino sobre qué hacer. Les relaté que había tenido sexo con mamá antes de irme a la playa. Tuve la reacción esperada de ambas, aunque no fue la reacción que una persona normal esperaría de una familia normal. Obviamente, nosotros no pertenecíamos a una familia normal ya.

—¿Te follaste a mamá? —preguntó Francisca, en el asiento de copiloto, con el rostro repleto de sorpresa y la incredulidad. Sin embargo, no parecía molesta… Era quizás… ¿admiración?

—¿Es en serio, hermanote? —Fernanda me abrazó el cuello desde el asiento de atrás—. ¿Por qué no nos dijiste? Pensé que estaba furiosa con nosotros desde que nos vio follando… Mmm, ahora me gustaría que me diera amor también, hmmmm, me está subiendo la temperatura.

—Feña, por favor cuidado, estoy conduciendo —le pedí, mientras ella comenzaba a acariciarme el pecho por debajo de la camisa.

—¿Mamá los vio teniendo sexo? —El rostro de Francisca se contorsionó aún más, pero seguía sin mostrar un solo indicio de enfado.

—Sí, cuando mi hermanote nos lo hizo a Chio y a mí. Mamá dejó de hablarme, ¿quién diría que todo lo que necesitaba era acostarme con ella para que se le pasara?

—¡Pero es nuestra mamá! Una cosa es que nosotros estemos haciendo cosas, ¿pero crees que ella aceptaría algo así?

—La verdad, Fran, creo que no se negaría. Feña, ese día ella te vio bailando en el club nocturno, y por lo que me dijo después, ella ha pensado en ustedes dos… más allá de lo maternal, creo.

—¿Estás de broma, Fel? —Los colores se subieron al rostro de mi hermana mayor. Noté cómo cerró las piernas una contra la otra y comenzó a frotarlas.

—¿Mamá me vio bailando también? Oh… mmmm. —Fernanda se llevó una mano bajo el ajustado pantalón deportivo que llevaba puesto, y comentó a tocarse en su zona íntima—. Estoy muy mojada… Hermanote, ¿podrías parar? Necesito sexo.

—¡Pero aún tenemos que llegar a casa, Fer! —le dijo Francisca, que estaba coloradísima y respiraba con dificultades.

—¿Tú cómo estás? —le pregunté, esperando que ella entendiera a qué me refería.

—Yo… bueno, es normal que a ciertas horas las mujeres nos mojemos un poco con…

—¡No te hagas la tonta, hermana! Puedo hasta oler lo cachonda que estás también. —Fernanda comenzó a masturbarse rápidamente mientras me ponía una cara de puchero en el espejo retrovisor—. Vamos, hermanote, para la camioneta, ¿sí? ¿Un rapidín para mi hermana y para mí?

Francisca no dijo nada, pero parecía esperar que dijera que sí también, dada su cara silenciosa de súplica, sin negar lo que estaba diciendo nuestra hermanita.

—Está bien. ¿Cómo podría negarme a mis dos hermosas hermanas? El problema es que ya estamos en la ciudad, no podemos simplemente parar a…

—¡Solo será un rapidín! ¡Porfis!

—El supermercado podría servir… ¿Creo? —dijo Francisca, ganándose una sonrisa pícara de tanto Fernanda como yo. Podía negarse todo lo que quisiera, pero la verdad era que era tan lujuriosa como nosotros.

Me desvié del camino a casa y me dirigí a un supermercado cerca de nuestra casa. Bajé al estacionamiento y detuve la camioneta en un rincón. Miré alrededor para cerciorarme de que no había nadie alrededor, pero no había ni empezar a verificar cuando Fernanda me empezó a lamer el cuello desde el asiento de atrás.

—Mmmmmm, hueles bien, hermanote… Amo tu olor, me gusta muchísimo, me vuelve algo loca, aaaahhhh, slurp—Mientras me lamía, Fernanda comenzó a tocarse los senos por encima de la camiseta. Luego miró a Francisca, a mi lado—. ¿No vas a hacerle nada?

—¿Eh? E-está bien… pero tiene que ser rápido. —Francisca verificó que no había nadie en ninguno de los automóviles cercanos, me desabrochó el pantalón y se inclinó hacia mi regazo. Sentí los maravillosos labios de mi hermana abrazar mi polla con dulzura y pasión.

—Ohhhhhh… F-Fran, qué bien…

—¿Te gusta? —me preguntó mientras daba lengüetazos circulares alrededor de la punta de mi pene, mirándome a los ojos—. Para ser sincera, ya estaba extrañándolo.

—Se ven muy bien así, mmmmm, sigan —dijo Fernanda, masturbándose sensualmente en la parte de atrás.

—¿Te gusta lo que ves, marrana?

—¡S-sí, mucho! —Fernanda se inclinó hacia atrás, flexionó y se abrió de piernas y me mostró su coñito, donde empezó a meterse dos dedos—. Ohhhh, mmmm, ay, sí, necesito peneee.

—¿Sabe bien, Fran? —le pregunté a mi otra hermana, que había aumentado la velocidad de su chupada; tenía una técnica increíble, parecía saber muy bien lo que hacía y cómo me gustaba, usando los labios y la lengua de una manera muy erótica.

—Sí, es delicioso, mmmm, el mejor pene que he probado.

—¿...Has probado muchos?

—No seas bobo, amor, esas cosas no se preguntan, ja, ja. He probado menos que la golfa de nuestra hermanita, desde luego, pero desde ahora solo quiero una, hmmmmmm, slurp, slurp, ¡qué pene más sabroso!

Comencé a gemir mientras disfrutaba del sexo oral y miraba a mi otra hermana penetrarse a sí misma con los dedos a través del espejo retrovisor. Extendí mi brazo por la espalda arqueada de Francisca y metí mi mano en sus pantalones, acariciando su culo.

—F-Fel… —me rogó Francisca, aún con mi polla en su boca.

Sin anunciarlo, introduje un dedo en el coño de mi hermana. Estaba empapadísima, y ella me agradeció el gesto con una deliciosa serie de gemidos.

—¿Puedo follarte, Fran?

—Te dije que no tenías ni que preguntármelo, cielo, estaré mojada y lista para ti cada vez que quieras. —Francisca se irguió, se cercioró de nuevo de que no había nadie cerca (una familia pasó caminando por allí, pero no notaron nuestra presencia), y se quitó tanto los pantalones como las bragas—. Dios, estoy echando humos.

Francisca se abrazó a mí y se sentó encima mío, con las piernas a los lados del asiento. Era muy bueno que la camioneta fuera tan espaciosa, porque también gracias a su cuerpo esbelto, no tuvo muchos problemas para acomodarse.

Se dejó caer sobre mi polla erecta y húmeda de salivas, por lo que necesitó de lubricación. Gimió en mi oído y comenzó a montarme con eróticos movimientos de adelante hacia atrás, acariciándose el cabello y los senos intercaladamente. Sacó la lengua, presa del placer.

—Ahhh, ahhh, ahhhh, el sexo, m-me encantaa el sexo contigo, ahh, ahhhh, ahhhhhh.

—¿Te enciende hacerlo en un lugar así?

—S-sí, es uno de mis f-fetiches… c-creo… Ahhh, ahhhh, ¡q-qué rico!

—Mmmmm, oigan, no me ignoren, esto fue mi idea, mmmmm. —Fernanda se hizo hacia adelante y tomó mi rostro y el de nuestra hermana.

—Oh, hermana, perdónanos… Ahh, ahhh, ahhhhh, v-ven, deja que te demos amor.

Sabiendo lo que ella deseaba, los tres sacamos la lengua y las unimos en un beso húmedo, salivoso, extremadamente sensual. Fernanda se levantó la corta camiseta que llevaba, y Francisca le acarició los senos a su hermana menor, sin dejar de montarme.

—Las amo, hermanas, son increíbles, uffff.

—Ahhh, ahh, ahh, acaba rápido, Fel, acaba adentro mío, amor, dame tu semilla…

—¡No, espera! ¡Yo también quiero pene!

—Está un poco incómodo hacerlo los tres aquí adentro, Feña, lo siento —le dije, deseando que a ella se le ocurriera lo que yo estaba pensando. Con lo salida que era, no me sorprendió que así lo hiciera, sugiriéndolo enseguida:

—¡Vamos afuera! ¡Porfa! ¿Sí? —Fernanda se quitó la ropa rápidamente, quedándose solo en ropa interior. Comprobó que no había nadie cerca y se bajó del auto. Luego abrió la puerta del piloto y me besó efusivamente.

—¿Afuera? Pero ¿y si nos ve ahhhh, ahhh, alguien…?

—¿De verdad te importa ahora, con lo cachondas que estamos?

—Hmmm… está bien. De todos modos es un rapidito, ¿no? Ahh, ahhh, ahhh —Francisca se retorció de placer sobre mí, y me dio un rápido pero profundo beso en los labios—. ¿Estás cerca de correrte, Fel?

—Sí, bastante —admití.

—Está bien. Siendo la mayor, ¿cómo podría negarle a mi hermanita menor un poco de diversión?

Francisca se sentó de vuelta en su asiento. Fernanda me guio hacia afuera y se recostó de espaldas en el capó, abriéndose los labios mayores, invitándome. Me puse entre medio de sus piernas y penetré a mi hermanita de un tirón. Antes de que se pusiera a gemir a gritos, le puse una mano en la boca.

—Hmmmmmmm, hmmmmmmmmmmmmm, mmmmmmmm, mmm, mmmmm, hmmmm.

—Me encanta follarte el coñito, Feña —le susurré al oído, lamiéndole el lóbulo de la oreja. Miré hacia adentro de la camioneta, donde pude ver a nuestra hermana mayor masturbándose como Fernanda antes.

—Mmmmmmm, peneeeeee, peneeeeeeeeee, pene grandeeeee —gimió Fernanda en voz baja cuando le saqué la mano de la boca. Sus tetas se movían como locas mientras la penetraba.

Llamé a Francisca con la mirada, y ella al fin se atrevió a salir del vehículo. Semidesnuda, se dirigió hacia nosotros, tomó a Fernanda de la cintura y la ayudó a voltearse, dándome la espalda, apoyando sus senos en el capó.

Penetré a Fernanda en posición de perrito esta vez, mientras Francisca me acariciaba el cuerpo y me besaba el cuello, lo que ella sabía que me volvía loco.

—Mmmmmmmm, máaaaas, más fuerteeeeee, más rápidoooo.

—¿Te gusta follar a esa guarrilla, Fel?

—Sí, me gusta mucho.

—¿Te gustaría follar también con mamá, cariño? —La sonrisa de Francisca era radiante. Era un ángel y una diablita sexy a la vez, sabía lo que me gustaba escuchar.

—Sí. ¡Sí!

—Córrete, hermano —me susurró Francisca, acariciándome el pecho y los hombros con una mano, y las nalgas de Fernanda con la otra.

—Ahhh, no queda mucho…

—Córrete en nuestra hermanita, dale tu semilla.

—¿Estará bien? ¿Q-que me venga adentro de ella?

—Sí, amor, dale a la guarrilla tu esperma.

—¡Sí, dame tu leche, hermanote! ¡Lléname de leche caliente, rápido!

Me vine al interior de mi hermanita rápidamente, procurando penetrarla muy profundamente cuando lo hice. Esperaba no dejarla embarazada, pero no podía negarme a llenar de semen el cuerpecito de una adolescente tan sexy y cachonda.

Los tres nos metimos rápidamente a la camioneta, nos vestimos, y salimos de allí. Noté en el rostro de mis hermanas que seguían calientes. Si bien lo habían disfrutado, no se habían corrido como correspondía, y además, debían estar pensando todavía en lo de mamá. Yo también sentía ganas aún. ¿Qué podía hacer con mamá ahora? ¿Realmente nos atreveríamos a romper el útlimo de los tabúes entre nosotros?

Francisca nos dijo, casualmente, que había decidido regresar a vivir a la casa, en lugar del departamento en la universidad. Quería pasar más tiempo con nosotros, y ya no tenía una excusa para evitarnos. Todo lo contrario, y no podíamos estar más felices.

—¡Mamá, llegamos! —anunciamos al abrir la puerta. Nadie nos respondió, así que dejamos nuestras maletas y mochilas en la sala. Le di un beso en los labios y una nalgada a mis dos hermanas, y ellas me sonrieron traviesamente.

—¿Mamá? —llamó Francisca otra vez.

—¿Estará durmiendo? ¿O en el trabajo?

—No, a esta hora debería estar desayunando, aún no es hora de irse a trabajar.

Nos dirigimos a la habitación de ella, como por casualidad. Abrimos la puerta, miramos en su interior, y la cerramos de inmediato. Sin decirnos ni una palabra, y con los ojos como platos, nos dirigimos de regreso a la sala, y nos sentamos en diferentes sillones. Pasaron cinco minutos hasta que alguno de nosotros habló, y fue la hija mayor.

—¿Acabamos de ver lo que acabamos de ver?

—¿A mamá durmiendo con dos hombres súper jóvenes a cada lado?

—Sí…

—¿Todos durmiendo desnudos?

—Sí.

—Sí, eso fue lo que vimos.

—...Siempre hemos tenido la misma mamá, ¿no?

—Que yo sepa, sí. Tradicional, conservadora, religiosa, todo eso…

—Ya veo. ¿Y quién es la que estaba ahí?

—Mamá… Creo.

Francisca y Fernanda me miraron con ojos serios y juiciosos, a mí, el único que no había dicho ni una sola palabra. Les sonreí nerviosamente, sin saber muy bien qué decir.

—Eh… bueno, cuando mamá y yo… ehhh…

—...Follaron…

—Sí, eso… b-bueno, sí dijo que quería… ¿Cómo fue? ¿Disfrutar más de la vida? ¿Disfrutar como se merecía ahora que no estaba con papá? A-algo así…

—¿Y eso de alguna manera lo debemos traducir como “actuar como nuestra tía y acostarse con extraños en casa”?

—…¿Sí?

Los dos tipos salieron de la habitación, semi-vestidos, y llegaron a la sala, donde se quedaron paralizados como si se hubieran congelado en el Ártico. Cruzaron miradas con nosotros, y ninguno supo qué decir. Fue uno de los momentos más incómodos que recuerdo, nadie decía una palabra, y hasta Fernanda parecía desinteresada en observar los cuerpos de esos hombres, con toda la sorpresa que tenía. ¡Hasta ella tenía límites!

—Por allá está la salida, chicos, gracias por venir —dijo mi mamá, apareciendo también en la sala con una bata de baño rosa, corta, escotada y semi-transparente, atada a la altura de la cintura. Revelaba completamente las sensuales piernas de mi mamá, y debajo solo llevaba su ropa interior negra de encaje, muy sexy y provocadora. Nos miró con una sonrisa despreocupada mientras despedía a los hombres.

—Eh… s-sí, señora.

—¡Llámenos!

—Ya veremos, ya veremos —dijo mi madre, cerrando la puerta de la casa detrás de ellos. Luego se volteó hacia nosotros y nos dedicó un efusivo saludo—. Ay, estos chicos… ¡Oh, hijos míos! Qué bueno que llegaran juntos, ¿tuvieron un buen viaje? ¿Lo pasaron bien?

—Eh… ¿n-no tan bien como tú? —intentó bromear Fernanda, incrédula, con el mentón todavía en el suelo. Hasta ella parecía haber perdido la sensación de control, y miraba de arriba a abajo a nuestra madre sin poder creerlo.

—Hm, viendo lo felices que llegaron los tres, eso lo dudo, ja, ja. ¡Venga, que todavía no le dan un beso a su madre! —dijo ella, abriendo los brazos—. ¿Qué están esperando? Los extrañé.

Los tres nos pusimos de pie, incrédulos. Fui el primero en acercarme a ella, pero en vez del maternal beso en la frente de siempre, me plantó un efusivo beso en los labios. No estaba ebria como la vez anterior. ¿En serio estaba dispuesta a hacer eso frente a sus dos hijas? Mi madre introdujo su lengua en mi boca y comenzó a jugar con la mía, que estaba casi paralizada.

—Te extrañé mucho, hijo de mi corazón. ¡Hija, qué bueno verte! —dijo, dirigiéndose ahora a Francisca, pero todavía mirándome de reojo—. Te veo muy feliz, no sabes cuánto me alegra verte tan radiante, dime que vas a volver a quedarte en casa, aunque sea por un largo tiempo.

—B-bueno, sí, d-de hecho les dije a Fel y Feña que, ¡mmmm! —gimió Francisca, que puso los ojos como platos cuando mi mamá la abrazó de la cintura y le besó en los labios también. Dados los movimientos en las mejillas de mi hermana, al parecer también estaba jugando con su lengua allí adentro. Francisca me miró, completamente en shock, buscando ayuda. Yo me encogí de hombros, tampoco tenía idea de lo que estaba ocurriendo.

—Eso me hace muy feliz, cielo —dijo mamá, apartándose de Francisca, y buscando a su hija menor—. Y ahora, ¿dónde está mi niña, en lugar de en mis brazos?

—Hm, hola, mamá. —Fernanda dio un paso adelante. Jamás la había visto tan tímida y sumisa como en ese momento, estaba sonrosada, con la voz muy baja, y miraba al suelo—. Quería disculparme por lo de…

Ocurrió lo mismo que con Francisca y yo. Mamá tomó del rostro a su hija menor, abrió la boca, sacó la lengua, y se abrió camino ente los labios de Fernanda. Tras el impacto inicial, mi hermanita cerró los ojos, sonrió, y le devolvió el morreo a mi madre. Yo estaba excitadísimo ante la escena, por supuesto que sí, pero también estaba muy confundido. A mi lado, Francisca parecía estar igual de cachonda y aturdida que yo.

—Hmmmm, qué bien besas, cari. ¡Oh, no puedo creer que sea esa hora! Se me pasó el tiempo con esos dos chicos… ¿Quieren que les haga desayuno? Estoy con muchas energías hoy.

Nos sentamos a la mesa de la cocina. Nuestros rostros estaban rojos y se nos dificultaba abrir la boca. Cada vez que nos mirábamos entre sí, sentía que nos subía la temperatura. Había muchísimo calor en el aire, a pesar de que no era una casa especialmente cálida.

Vistiendo aún su bata de baño y su sexy lencería, mamá nos preparó un gran desayuno con tostadas, jugo de duraznos, unos waffles y café con leche. Cada vez que se movía o se inclinaba, los tres nos quedábamos embobados mirándola de arriba a abajo. Sus senos eran increíbles, su culo era un espectáculo, su cintura no aparentaba haber parido tres personas en el pasado…

—Oh, no… hmm, no queda leche para todos.

—¿Quieres que vaya a comprar, mamá? —se ofreció Francisca.

—No hace falta, cariño. Les serviré a ustedes y yo sacaré de otro lado.

Nos dejó las tazas con nuestro desayuno frente a cada uno de nosotros, siempre inclinándose para mostrar su impresionante escote. Después de servirme, dejó su propia taza sobre la mesa, se arrodilló ante mí, se colocó entre mis piernas, y ante la estupefacción de mis hermanas, me sacó la polla, la tomó con ambas manos y comenzó a chuparla al mismo tiempo.

Mis dos hermanas quedaron de piedra mientras yo no sabía a donde poner los ojos: ¿en mis hermanas para intentar explicarles la situación? ¿En mi madre que no paraba de observarme mientras me hacía sexo oral con una técnica impresionante? Decidí que lo mejor era hacer la cabeza hacia atrás, mirar el techo y relajarme.

—¿Te gusta, mi niño?

—Sí, mamá…

—Fran, ¿estoy viendo lo que estoy viendo? —escuché susurrar a Fernanda.

—Sí —contestó la aludida—. ¿Creo que sí?

—¿Entonces es normal que esté cachonda mirándolos?

—...Sí. Es normal.

Mamá chupaba rápidamente, sin dejar de pajear mi verga con las manos. Tenía una gran coordinación, y me pregunté si siempre había sabido hacer eso. ¿Tanto podía haber cambiado tras unos días en que no estuve?

—Mamá… ¿y esos…?

—¿Los chicos? No sé, los conocí por ahí y pensé en traérmelos. Follaban bastante bien, tenían mucho aguante. —Mamá miró a sus hijas y les dedicó una sonrisa—. Si quieres se los presento, creo que podrán con las dos.

—¿Q-qué? —tartamudeó Francisca—. ¡N-no! Para mí solo Felipe es… solo él es…

—Ohhh, ya veo. Así que de verdad se solucionaron las cosas entre ustedes, ¿eh? Me alegra mucho, hija.

—Yo sí quisiera el contacto de ellos —aventuró Fernanda—. A diferencia de mi hermana, estoy casi soltera.

—Lo sé, mi niña, lo sé.

Mamá volvió a la faena. Era increíble su habilidad para chupármela. Su lengua tenía vida propia y se movía como si supiera exactamente qué parte de mi polla tocar. Miré a un lado tras unos minutos, y me tope con la imagen de mis dos hermanas, una joven increíble y sensual de veintitrés años, y una golfa adolescente de quince, masturbándose frente a la escena, sentadas ante la mesa. Las dos tenían las manos dentro de sus pantalones y las movían frenéticamente, mientras estaban ruborizadas y sus ojos brillaban de deseo.

—Hmmm… oh, mamá… ¿me enseñarías a hacerlo así?

—¡Por supuesto que sí, cielo! Para eso somos las madres.

—Mmmm, ahh… Fel, ¿t-te gusta lo que hace mamá?

—Sí, mucho. D-de hecho estoy a punto de correrme. Mmmmmm.

Mamá apuntó mi polla hacia su taza de café y me masturbó rápidamente. Liberé un espeso chorro blanco al cabo de un rato después, que cayó como crema hacia el café, mezclándose con éste. Sentí que mis energías se liberaban, mi líbido no paraba de subir y bajar como loca, y mi confusión se enfrentaba en batalla campal con mi lujuria, par ver quien sobresalía más.

Mamá se puso de pie, probó el café con semen, los saboreó, se relamió los labios, y se sentó con nosotros para seguir bebiendo, como si nada. Francisca y Fernanda siguieron masturbándose a pesar de que la escena ya había terminado.

—Niñas, ¿por qué me miran así? ¿No están buenos los waffles?

—N-no… mmmm…

—Están buenos, m-mamá… ah…

—Ya veo. ¿Quizás quieren comer otra cosa?

Mamá se desató la bata de baño y nos deleitó con sus maravillosas tetas, protegidas por su sensual brasier de encaje. Con ambos dedos índices llamó a sus hijas, y éstas, como los marinos a las sirenas, caminaron hacia su madre llevabas por la lascivia.

Se bajó el brasier y sus senos saltaron afuera, como de felicidad. Francisca y Fernanda se ubicaron una frente a cada teta, y después de unos segundos, como si las hubieran estado estudiando, sacaron la lengua y comenzaron a lamer tímidamente los pezones de mi mamá.

—Mmmmm, hijas, qué hermosas se ven —dijo mamá, acariciándoles el cabello. Desde mi posición, no solo podía ver a mi madre siendo complacida por sus hijas, sino que a éstas inclinadas hacia adelante, permitiéndome una fantástica visión de sus traseros de infarto.

—Oh, dios, se ven… —De no ser porque me acababa de correr, ya las habría estado follando. Sin embargo, aún tenía que recuperarme, así que me dediqué a observar y rezar que esto no fuera un sueño o un delirio. Literalmente estaba viendo, en vivo y en directo, el sueño más morboso de toda mi vida.

Francisca y Fernanda comenzaron a usar sus labios además de sus lenguas. Besaban los pezones de mamá y masejeaban sus senos con los rostros llenos de placer, mientras movían sus culos de lado a lado, como perritas contentas, deleitándome.

—Mis niñas, ¿no sienten calor? El día ha estado caluroso y ustedes llevan mucha ropa.

—Oh, ¡perdón, mamá! —dijeron las dos chicas a la vez, bajándose lenta, erótica y dificultosamente, los ajustadísimos pantalones que llevaban frente a mí. Las bragas de Francisca eran celestes, las de Fernanda eran blancas, y ambas mostraban manchas de humedad y lujuria.

—Qué buenas niñas son, me recuerdan a cuando eran bebés. ¿Les gustan mis pechos?

—¡Mucho, mamá!

—¡Sí, mamá, son deliciosos!

Mamá comenzó a acariciar las nalgas de sus hijas, cálida, maternal y placenteramente. Pude escuchar los sexys gemidos que emitían mis hermanas mientras chupaban las tetas de nuestra madre. De un momento a otro, mamá me dedicó una mirada muy pícara, traviesa y cómplice. Bajó más sus manos y las metió debajo de las delgadas bragas de Francisca y Fernanda. Cuando comenzó a introducir los dedos en sus coñitos juveniles, y mis hermanas empezaron a gemir y salivar como locas, fue cuando mi polla recuperó toda su fuerza.

—Ohhhhhhh, mamáaaaaa, tus dedoooooooooooos.

—Ah, mamá, ahhh, ahhhh, q-qué rico…

—Síiiii, muy ricooooo, mamá nos está dando mucho amorrrr, hmmmmmmm

—Sí, Feña, mamá está siendo… ah, ¡ah, ah, AH, AH, AH! mmm, muy buena con nosotras.

—¿Cómo no voy a darle amor a mis únicas niñas? ¿Cómo no voy a demostrarles cuánto las amo? Mi primogénita y mi niñita especial, ustedes y Felipe son todo para mí.

Los brazos, manos y dedos de mamá se movieron rápidamente en la entrepierna de las dos chicas. Morbosamente ambas comenzaron a gemir más intensamente, moviendo rápidamente los culitos a todos lados, sin dejar nunca de comer las tetas de mamá.

—Está muy bueeeenoooooooooo, ¡mamáaaahhhhh! Tus dedooooooos, n-nunca más me peleo contigo si me vas a dar tanto amoooooor

—Mamá, ¡te amo! Te amo, mamá, mamá, ahh, ahhhh, ahhhh, nunca voy a dejarte de nuevo, ahhh, ahh, ahhh.

—Eso es, hijas mías. No dejen de beber de mis pechos, como antes… Eso es, relájense, déjense llevar —les instruyó mamá, sonriéndoles maternalmente, como si realmente les estuviera haciendo caricias en la cabecita en lugar de llevarlas al orgasmo con sus dedos.

—¡Mmmmmmmeeeeee… corrooooooooooohhhhhhhhh! —Mamá sacó los dedos de la entrepierna de Fernanda y un chorro de líquido semi-transparente salió disparado hacia afuera. Mi hermana menor cayó de rodillas junto a mamá con las piernas temblorosas.

—¡Ah, aah, ah, ah, ahhhh, aaaahhhhh! —Esta vez le tocó a mi hermana mayor, que acabó en medo de un intenso orgasmo, dejando la mano derecha de nuestra madre húmeda y brillante. Francisca solo logró chupar el seno de mi mamá por un rato más hasta que también cayó rendida.

Mamá se puso de pie, volvió a atarse la bata, y dijo que iba a ir a vestirse para salir al trabajo, y que cuidáramos la casa mientras tanto. Nosotros tres quedamos rendidos, aún pensando que estábamos soñando o delirando.

El resto del día transcurrió de manera normal. Dejé la camioneta de vuelta con Paloma, volví a casa, avancé con algunos documentos que necesitaba para mis clases la próxima semana, y lo mismo hicieron mis hermanas. Aunque no lo parezca, podemos llevar una vida normal, no estamos siempre follando… Lo que pasa es que no suele durar mucho eso de la vida normal.

Sí sucedió que Francisca recibió una extraña llamada por teléfono de nuestro padre. No me dijo de qué se trató… pero esta vez yo no lo iba a dejar pasar, como hacía antaño. Si ese imbécil le estaba diciendo cosas que la dejaban triste, entonces sería mi deber proteger a mi hermana. Hablaría con ella a la noche.

Entrada la tarde, mamá volvió del trabajo llevando un elegante uniforme. Zapatos de tacón, pantimedias oscuras, una falda gris extremadamente ajustada, y que marcaba su torneada cintura y su culo, una camisa blanca y elegante, y una chaqueta gris… con una mancha blanca cerca de uno de los hombros.

Un hombre robusto, calvo, pero bien uniformado, la había pasado a dejar y Fernanda fue la primera en preguntarle quien era, con su particular estilo:

—¿Y el pelado de mierda quién es?

—Oh, es un compañero de trabajo —respondió mamá, sacándose los caros zapatos de tacón y dejándolos a un lado mientras entraba—. Estoy trabajando de recepcionista en una empresa ahora, hoy era mi primer día. Raúl me vino a dejar después de que le ofrecí algunas cositas, ja, ja.

—Espera… —dije, acercándome a ellas—. Nos fuimos a la playa por tres días ¿y cambiaste el trabajo en el mercado por el de una multi-nacional empresa?

—No, hermanote, la pregunta correcta es: “¿te estás follando a tus compañeros el primer día?”

Mamá rio ante la ocurrencia de su hija menor, y se dirigió tranquilamente a la cocina. Fernanda y yo nos miramos perplejos. ¿Cómo carajos había cambiado tanto nuestra madre en un par de días? ¿Tan solo había bastado ver a Fernanda bailando en un club nocturno, y follar conmigo, para que cambiara tan radicalmente?

—¿Dónde está su hermana? —preguntó mamá, quitándose lentamente la chaqueta de la empresa mientras nos miraba. Vio la mancha blanca sobre la tela—. Ups, ja, ja, vaya, no me fijé en esto. Le diré que a la próxima ocasión apunte bien su lefa.

Francisca entró a la sala también y quedó con la misma cara de piedra que nosotros observando a mamá, que ahora se quitaba los primeros dos botones de la camisa, permitiéndonos ver su maravilloso escote.

—¿M-mamá?

—Ahí estás hija, me alegra verte. ¿Saben? Esto de ser recepcionista me da bastante dinero, me gusta el ambiente, aunque es algo estresante a ratos. —Mamá caminó por el corredor que llevaba a su habitación, se volteó hacia nosotros sensualmente, y dejó caer su ajustada falda gris hasta sus tobillos, regalándonos una fantástica visión de su culito, su falta de bragas y sus sexys ligueros—. ¿Me ayudarían a relajarme?

Poco después estábamos los cuatro en la habitación de mamá, nosotros de pie en la entrada, y ella de rodillas sobre la cama, mirándonos perversamente mientras se pasaba las manos por el uniforme, poniendo especial atención en sus senos, su cuello y su cintura.

—¿Les gusta mi cuerpo?

—Sí, muchísimo —le respondí, notando cómo mi erección crecía.

—Pero ya tengo cuarenta, ¿de verdad no creen que me vea mal?

—Mamá, eres muy hermosa… —dijo Francisca, mordisqueándose un labio y rozando una de sus piernas contra la otra, claramente excitada.

—La edad no importa si te ves así, mamá —dijo Fernanda, que tuvo menos pudor que nosotros y se acercó a nuestra madre mientras se desnudaba rápidamente.

Solo con su ropa interior, mi hermanita se subió la cama, gateó hacia mamá, y la abrazó por la cintura. Mamá le sonrió y se acercó a su rostro, enfrascándose con su hija menor en una morboso morreo de lengua que nos dejó a Francisca y a mí echando humos.

—Oh, cielo, qué cariñosa estás hoy, ja, ja. Vamos, chicos, ¿qué hacen ahí de pie? —nos preguntó a los dos, que seguíamos petrificados—. Ya es momento de que se relajen. En familia todo es aceptable, ustedes me enseñaron eso. Hija, hazte cargo de tu hermano, ¿sí?

—¡Sí, mamá! Amor… ¡ven a mí!

Francisca me agarró, me jaló hacia ella y me plantó un efusivo, apasionado y hasta agresivo beso mientras me quitaba las prendas, una por una. Yo hice lo mismo con ella, rápido y llevado solo por el deseo más primitivo, nos estábamos tocando como animales.

Mamá metió los dedos bajo las braguitas blancas de Fernanda.

—Qué húmeda estás hija, ¡mira todos estos juguitos! —exclamó, mientras le lamía el cuello.

—S-sí, generalmente tengo que c-cambiarme bragas como tres veces por día porque me mojo con todoooohhhhh, pero lo olvidé hoy, perdóooon.

—Mi cielo, no te disculpes, me encanta la textura, tu olor… —Mamá se llevó los dedos a la boca y los chupó como si fueran dulces—, y tu sabor.

Creo que ninguno de los cuatro estábamos de ánimos para preámbulos, queríamos ir directo a la acción. Me coloqué detrás de Francisca y le bajé de un tirón los pantalones y la ropa interior. Ella me miró sensualmente de reojo mientras buscaba mi polla con su mano, y cuando la encontró, la guio hacia la entrada de su vagina.

Le agarré las tetas fuertemente y le besé el cuello mientras la comenzaba a penetrar. Ella suspiró de deseo y expectación mientras me introducía en su cuerpo. Soltó mi verga para que pudiera entrar completamente en ella, y empezó a gemir en seguida, pegándose a mí como si estuviera atraída por feromonas.

—Ahhh, Feeeeel, ¿te g-gusta follarme? Ahhh, ahh, ahh, ahhhh, ahhhh.

—Sí, muchísimo, Fran, me moría de ganas de penetrarte de nuevo.

—Yo también… c-creo que tengo un problemaaahh, ahhh, ahhh.

—¿Cuál? —le pregunté. Ella pegó su espalda aún más a mi pecho, aumentando la profundidad de mi penetración.

—P-porque me estoy haciendo adicta a ti, aaaahhhmor… Me estoy haciendo adicta a tu pene, ah, ahhh, ahhhh, ¡me vuelve loca!

Desde mi posición, más allá de mi hermana mayor, podía ver también a mi hermana menor de espaldas sobre la cama. Estaba completamente abierta de piernas, con los pies sujetados por sus manos, mientras mi mamá sumergía el rostro entre sus piernas, penetrando a la golfa con su juguetona y experta lengua.

—Ohhhhh, mamiiiiiiiiiii, qué adentro estás llegandooooohhhh

—Slurp, slurp, tu sabor es maravilloso, cielo.

—S-siempre quise hacer esto contigo, mamáaahhhh, ohhhh, me atraen las mujeres como tú, ohhhh, me he hecho pajas mirándote desnuda, mmmmmmm.

—¿En serio, hija? ¿Te gusta muchísimo mi cuerpo desnudo? —Mamá premió el cumplido de la menor introduciendo un dedo en su húmedo chumino.

—¡Sí! —Los ojos de Fernanda se desorbitaron, su lengua quedó fuera de sus labios como si estuviera poseída—. Tus tetaaaas, tu culooo, tu lenguaa, mmmmmm, tienes un cuerpo de zorra, mamá, me fascinaaassssss.

—Dios mío, hija, pero qué cosas dices, jaja… ¿Sabes que me he masturbado muchas veces mirando fotos de ti y tus hermanos?

—¿Q-qué? N-no… S-si me dices esas guarradas me voy a correr… me voy a hacer pipí en tu cara, mamáaaahh, hmmmmm, mmmmm, qué cachonda estooooy.

—¿Y qué estás esperando? —Mamá aumentó la velocidad de sus lengüetazos en el clítoris de Fernanda, y también metió dos dedos más en su coño—. Vamos, dale un premio a tu madre, que te ha amado siempre, mi cielo.

—Ahhohhhhammmmmmm, n-no puedoo máaaaaas, mamáaaaa, toma mis jugooooooos.

El rostro de mi madre quedó empapada de los fluidos vaginales disparados por mi hermanita, la líbido de Francisca y yo alcanzaba sus límites mientras yo la follaba y nos deleitábamos de una escena tan morbosa. Parte del squirt cayó sobre el cuerpo de la propia Fernanda, que no tuvo reparos en saborear su propia corrida vaginal.

—Ay, hijita, mira cómo dejaste a tu madre, ja, ja, ja. Uff, hueles y sabes muy bien, tal como siempre lo imaginé. —Mamá se relamió los labios, restregándose los jugos por sus tetas mientras nos miraba follar a Francisca y yo. Se quitó los ligueros y me llamó con un dedo—. Hijo, ¿por qué no atiendes a tu madre ahora, cariño? Y Fernandita, ¿le irías a dar un besito a tu hermana?

Tal como mamá nos pidió indirectamente, cambiamos de posición. Fernanda bajó de la cama y gateó hacia Francisca con una lujuriosa y picante sonrisa. Me aparté de Francisca, y Fernanda ocupó el lugar de mi pene con su lengua.

Como una perrita, mi hermana menor comenzó a lamer la cara interna de los muslos de mi hermana mayor, y cuando notó que estaba suficientemente lubricada, procedió a meter su lengua en la entrepierna de Francisca, que resopló de placer mientras acariciaba el cabello dorado de nuestra hermanita.

—Slurp, slurp, slurp, sabes delicioso, hermana, hueles rico… huele al pene de Fel también, slurp.

—Ahhh, ahhh, qué bien que te guste, Fer… e-eso, mete más tu lengüita más adentro, ¡más adent…! Sí, eso es, golfita…

—Sí, soy una golfa, putita, salida, ninfómana bisexual que no puede pensar más que en tetas, culos, pollas y semen… hmmmmm, mmmmm, slurp, slurp, ¡y en coños! Coños como el tuyo que me pueden dar un faciaaaaal.

—Te daré todo lo que quieras, cari.

—Se ven iguales, ¿eh? —comenté a mamá, mientras ella se recostaba de lado, poniendo una pierna sobre mi hombro, y yo la penetraba con mi verga lubricada.

—Si, es como si fueran la misma persona a distinta edad… mmmm, me da morbo pensar en ello, mmmmmm, como si… ohhhhh, hijoooooo, tu peneeeee.

—Tienes el coño muy apretado, mamáaaa, ufff.

—¡Extrañaba mucho tu bella verga, hijo! Sigue, no vayas a parar, ¡dale más duro a tu madre! ¡Folla a la puta de tu madre con fuerza, hijo!

—S-sí, mamá, síiiii.

Le agarré las tetas y escupí sobre sus pezones. Ella hizo lo mismo, y después se los llevó a los labios para comérselos, con una admirable habilidad, mientras yo embestía repetidamente al interior de su húmedo y hambriento coño.

A nuestro lado, Francisca se corrió intensamente en el rostro de Fernanda, dándole un facial impresionante que ella no quiso limpiarse. “Se ve súper sexy”, dijo. Pero eso no detuvo a ninguna de las dos. Ahora estaban aún más cachondas que antes, masturbándose mutuamente, metiéndose dedos en el culo mientras se besaban y observaban la escena de mamá y yo.

—Ohhhh, hijo… m-me he corrido de nuevo, no pares.

—No lo haré, mamá… Te daré otro orgasmo, ¡quiero que te corras de nuevo!

—Mmmmmm, me gusta esa actitud confiada tuya, ¿por qué no nos das órdenes, hijo?

—¿Órdenes?

—Sí… Felipe, hijo de mi corazón, desde ahora en adelante soy toda tuya, igual que tus hermanas. Puedes hacer mmmmmmmmahhhhhhh, puedes hacer conmigo lo que quieras, puedes follarme como quieras, por el agujero que quieras, donde quieras, cada vez que tengas ganas.

—También yo, hermanote —dijo Fernanda, apareciendo a mi lado, lamiéndome el pecho—, seré tu putita personal. Me vestiré como una golfa barata todos los días solo para tí, te lo prometo. No me importa si me coges en la calle mientras lo hagas. A cambio, solo te pido lefa todos los días, porque soy adicta.

—No me molesta compartirte con mamá y Fer mientras yo sea tu principal chica, mi amor —dijo Francisca, al otro lado, masajeándome los testículos mientras me clavaba sus espectaculares ojos color avellana—. ¿Sí? ¿Podrías? Fueron muchos años deseándote desde lejos, hermano… masturbándome a diario por ti, en todos lados. Cumpliré todas tus fantasías y nunca me apartaré de ti. Soy completamente tuya, mis labios, mi cara, mi lengua, mis senos, mi vagina y mi ano son todo tuyos. Cualquier cosa que me pidas la haré por ti, porque nada me hace más feliz que hacer a mi hermano feliz.

—Ok… esto es demasiado. Oh, por dios… ¡Quiero que las tres se pongan de perrito frente a mí, con los culos en pompa! Voy a darles de una en una, putas.

Las tres, como perritas obedientes y contentas, hicieron lo que les pedí, con mamá al centro y mis hermanas a sus lados. Sus culos y vaginas eran bastante distintos, me detuve un rato a observarlos y estudiarlos. Luego me dirigí con la polla empalmada hacia mi primera víctima, que decidí que sería Fernanda. Le penetré el coño con fuerza, introduciéndome violentamente en el interior de mi hermanita, que como una perra en celo comenzó a gritar.

—Ahhhhh, mmmmmmmmmmmm, hermanoooo grandeeeeeeeeeeeeeeeeee, ¡qué polla, qué fuerza! ¡¡Ahhh!! ¡PENE! !PENEEE! Dame más pene, no puedo cansarme de esa cosa tan grande y dura y... ahhhh, MÁS PENEEEE PORFAVOOOOOOOR.

Le di algunas nalgadas mientras la follaba agresivamente, esperando que se corriera. Cuando lo hizo, en medio de gritos, espasmos y palabras guarras, me dirigí hacia Francisca después de pasar a darle un beso a las nalgas de mi mamá.

Penetré a mi hermana mayor con delicadeza, suavidad, dulzura, procurando que mi polla tocara todos los rincones de su intimidad. Ella suspiró de deseo, de lascivia animal, y se llevó un dedo a los labios, que empezó a meter y sacar de su boca. Cerró los ojos, sumergiéndose en una fantasía que parecía muy buena, dado lo mojada que se estaba poniendo.

—¿Qué haces, amor?

—Imagino que, ahh, ahhh, hay dos Felipes, ahhhh, imagino que un Felipe me mete la polla en la garganta y el otro me penetra el conejo, ahhhh

—Eres una pervertida, hija —comentó mi mamá mientras se morreaba con Fernanda. Las dos esperaban obediente y pacientemente, en cuatro patas, a que yo tomara turno de nuevo con ellas. Que las hiciera mías.

—Hahhhh, ahh, Fel… cariño, mi amor, me estoy… c-creo que… ahhh. ¡AHHHH, AHHH! Felipe, nunca había estado tan… Ahhhh, ¡¡¡AHHHHHHHH, AHHHHHHHHHHHH, AHHHHHHHHH, ME CORRO, FEL!!! ¡¡¡¡AHHHHH!!!!

Le tocó el turno a mamá. No sabía de donde estaba sacando tantas energías, pero no me estaba cansando todavía. Penetré a mi madre con pasión, agarrándole las tetas, tomándome del cabello mientras mis hermanas se besaban entre sí, por encima de la espalda de nuestra madre, como buenas hermanitas. Sus lascivas y traviesas lenguas derramaban litros de saliva en el cuerpo de mamá, que parecía encantada con tanto fluido en su cuerpo.

—Ohhhhh, hijas, las amoooo, hijo te amooooo, qué cosa más ricaaaaaa tienes entre las piernas, no puedo vivir sin tu polla en mi coñoooh, ayyyy.

—¿N-no?

—Te apartaste por diez minutos y ya me estaba volviendo locaaaaa, ufff, todas esas niñas que tienes para ti, compartirte será una tragediaaaaa…

—Pero tienes otros hombres aparte de mí, ¿no, zorra? —me atreví a decirle, dándole un fuerte par de nalgadas.

—Solo me sirven para cuando no estás, no se comparan a tiiiiiii, ohhhhhhhhhh, ¡voy a venirme, hijo de mi corazón! ¡¡Tu madre se va a correr en tu verga, hijoooooo!!

Tomé turno con las tres otra vez, en el mismo orden. Fernanda gritó como loca que me deseaba más que a nadie, que yo la había convertido en una ninfómana que solo pensaba en lefa, y que no servía para nada más que para “complacer a su hermanote”. Francisca me declaró amor eterno, y me juró que haría todo lo que yo le pidiera. Mamá se corrió dos veces más mientras compartía babas con sus dos hijas a la vez, en el beso triple más espectacular que hubiera visto.

—Acabo… a-acabo, ahhhhhh.

Derramé mi semilla en el interior de la vagina de mi mamá, tal como la primera vez. No supe cuánto fue, pero mi polla sufrió cinco relampagueantes y eléctricos espasmos mientras vaciaba mis testículos. Sin embargo, yo aún seguía un control.

Le pedí a mi mamá que permaneciera en cuatro, y les pedí a Francisca y Fernanda que lamieran el coño de mamá desde esa posición.

—¿Lamer el coño de mamá? Mmmmmm, creo que me voy a correr de solo pensarlo… —dijo Francisca, arrodillándose entre las piernas de su madre—. De aquí nací… qué morbo. Qué placer. Me estoy volviendo loca.

—¿Quieres que recojamos tu lefa del conejito de mamá, hermanote? —me pregunto Fernanda, guiñandome un ojo, sabiendo mi respuesta.

—Obedezcan, hermanas, y no desperdicien ni una gota.

Mamá liberó el semen de su vagina y lo dejó caer en las lenguas afuera de mis sonrientes hermanas, que parecían estar en el Paraíso. A medida que recogían semen se lo iban tragando, para poder hacer más espacio. Parecía que el sabor les encantaba, pues comenzaron a lamer y succionar el espeso líquido blanco desde su fuente.

—Lefa… leche del pene de mi hermanote… mmmmmmm, ¡está delicioso! ¡Está caliente y espesa, como me gusta!

—Me encanta, slurp, slurp, sabe riquísimo, gracias amor. Y gracias, mamá.

—Oh, hijas.. qué buenas son. No puedo creer que me perdiera tantos años de esto. Los amo a los tres, son lo mejor de mi vida.

A la noche, el teléfono de Francisca sonó. Ella, que compartía conmigo su cama, se dirigió a éste, y leyó el mensaje que le había mandado mi padre en voz alta: “ven, si quieres cuidar a los otros dos, tienes que hacer lo que diga. No puedes demorar esto más. Trae ese culo para acá”.

Ella me miró con tristeza… y yo decidí que eso no podía pasar. ¿De eso se trataba todo? ¿Nuestro padre estaba chantajeando a mi hermana mayor? Ahora sí que me las vería con él.

Continuará
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