Las Chicas de mi Familia – Capítulos 017 al 020

heranlu

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Las Chicas de mi Familia – Capítulo 017

El asunto es que un día, hace una semana, desperté particularmente cachonda, y todavía no se me pasa. Sentía que necesitaría mucho sexo, pero en especial, MUCHÍSIMA leche. Quería darme baños de lefa múltiples y diarios, y me puse ese objetivo. Lamentablemente fue un fin de semana, no tenía escuela, por lo que no podía follarme a mis compañeros. Decidí, entonces, ser una bolsa de semen para algunos de los hombres de mi familia. ¡No me culpen! Creo que Felipe ha sido bastante claro en sus historias para que ustedes sepan que no soy como la santurrona de nuestra hermana. Soy una ninfómana sin remedio, y estoy sumamente orgullosa de ello.



Esa noche había dormido con mamá, nos quedamos dormidas de agotamiento después de comernos el coño una a la otra, pero cuando desperté, como dije, estaba muy salida. Completamente desnuda y sudorosa corrí a la habitación de mi hermanote. Como supuse, estaba durmiendo con Francisca, y bajo las sábanas podía ver su enorme erección, estaba montando una tienda de campaña en la cama. Se me mojaron tanto los labios de arriba como los de abajo, si entienden a lo que me refiero. Si no, (aunque dudo que los lectores sean unos lerdos, que por algo mi hermano les habla tanto) se me hizo agua la boca por devorarle la polla, pero también se me empapó mi hambrienta vagina que quería algo adentro.

Me deslicé debajo de las sábanas y ubiqué la cabeza a la altura del pollón de mi hermanote. Grande, venoso, grueso, apetitoso. Me metí aquel pedazo de carne a la boca en un santiamén, y casi me corro de gusto al hacerlo, como cada vez que le hago sexo oral. Sí, lo sé, soy muy ninfómana, pero ¿acaso no les gusto así?

Felipe se puso a gemir en sueños, y eso despertó a Francisca, que levantó las sábanas y me miró con su chistosa cara de hastío.

—¿En serio, Fer? ¿Ni siquiera te vas a molestar en despertarlo?

—Nah, déjalo dormir al pobrecito, que debe estar cansado de alimentarnos a diario —le dije con la polla en la boca, que luego me metí al fondo, hasta que mi labio inferior tocó sus bolas. No se si mi hermana entendió lo que le dije, pero vaya que me encantaba tener rabos ahogándome la garganta, haciéndome babear como una puerca.

—No quiero que se haga costumbre, recuerda que oficialmente es…

—Sí, tu novio, ya lo sé, pero tanto que dices eso e igual te estás tocando ahora —le espeté, notando cómo se frotaba el chochito con la mano entre los muslos, mirándonos.

—Bueno, ¡no puedo evitarlo! ¿Sabes si mamá está despierta?

—Aún no, pero puedes ir y despertarla con tu coño en su boca. Esta mañana mi hermanote es mío, Fran.

—Ok, ok, pero no lo vacíes, ¿bueno?

Francisca se levantó y se dirigió a la habitación de mamá. Para ser completamente honesta, me pone muy cachonda ver a mamá follar con mi hermana. No necesito ocultarlo, pero veo mucho porno. ¡Muchísimo porno! Todos los días, a toda hora, incluso en público, en mi teléfono. Siempre me ha molestado un poco que haya tanto porno lésbico, tanto porno entre padre e hija, tanto entre madre e hijo, ¡pero tan poquísimo porno lésbico entre madre e hija! A mí me fascina, lo encuentro muy sucio y casi prohibido. Me mojo cada vez que lo imagino, y cuando las veo follar (o a Rocío y Paloma con mi tía Julia) me puedo correr con muchísima facilidad. Si a eso se suma una buena verga, es un squirt definitivo de mi parte en los primeros minutos.



Pensé en ello mientras subía y bajaba la cabeza con el rabo de mi hermano metido en mi garganta, babeando sobre sus bolas y los pelos de su pubis. Me encantaba sentirme sin aire, completamente llena hasta tener arcadas. ¡No había pene más delicioso que el de Felipe! Por eso, hice lo que cualquier putita haría en mi lugar. Retiré las sábanas, me abrí de piernas, acomodé su pollón en mi hambriento coño, y me dejé caer. Fue en ese momento cuando Felipe despertó, gimió con fuerza, y mis ojos se pusieron blancos de placer.

—¿Fer? Mmmm, ¿q-qué haces?

—Buenos días, hermanote, ahhhh, ¿te molesta si te monto como vaquerita? hmmmm

—Claro que no, adelante —me dijo, sonriendo galantemente. Mi hermano me encantaba. Siempre me había encantado, desde que mis instintos sexuales despertaron.

—G-graciaaaaas, aahhhhh, tu polla está muy rica, hermanote, me encanta montarlaaaa —dije, con mi placer al máximo, saltando rápidamente con mis entrañas llenas de pene, y a veces moviéndome hacia adelante y atrás, como al montar un caballo—. Ahhhh, ahhhhhh.

—Eres una puta, ¡una tremenda guarra! —me gritó. Sabía que me ponía a mil que me dijera guarradas y me recalcara lo puta que soy.

—Síiii, síiiii, Fel, ahhhhhhhh, ¿te molesta si me corro en tu pene delicioso?

—Adelante, hazlo, córrete como la puerca que eres.

—Síiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii, aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhhh —Sabía que no aguantaría mucho de todos modos. Sentí que mi pelvis se contraía como loca, y yo moría momentáneamente mientras liberaba mis jugos, era como un cubo de agua caliente que te recorre todita.

Tuve que apartarme temporalmente de la verga de mi hermano para mojarlo con mis juguitos de hembra, y luego volví a insertármela, lo que casi me hace acabar otra vez. No, no estoy exagerando, follar con mi hermano me provocaba eso todos los días… Aunque también ayuda el que mi mamá me haya dado genes ninfomaníacos. Por cierto, hablando de mamá, la escuchaba gemir en su habitación, así que asumí que mi hermana le estaba devorando el chocho. Me froté el clítoris imaginando eso hasta que me corrí de nuevo, esta vez sobre la boca de mi hermano. Luego me volví a insertar su pene.



Estuvimos así unos quince minutos más. Cambié de posición solo una vez, dándole a mi hermano la espalda para hacer una vaquerita invertida, y abrirme las nalgas para deleitar su vista con mi ano. Él quiso hacer otras cosas, más activas, pero no se lo permití. “Yo haré todo hoy, hermano mayor, tú déjate llevar y relájate”, le dije. Ni siquiera me importaba que se corriera pronto, solo quería placer, mucho placer. Mi hermano se puso las manos detrás de la cabeza y yo tomé el control completo, a pesar de que, irónicamente, no tenía control alguno sobre mis movimientos pélvicos, o sobre el hambre que tenía mi chumino.

—Fer, ahhh, c-creo que ya acabo…

—Oh, hermanote, eso es, hazlo en…

En ese momento me detuve. Me encontré en una bifurcación de lujuria. ¿Qué era lo que quería? ¿Que me llenara el coño de lefa? Es riquísimo sentir cómo se hincha mientras se derrama en mi interior. Esa era la opción 1. La opción 2 era apartarme de él y tragármela, pues era un manjar de los dioses. Pero, como les he estado diciendo, estaba muy salida.

Deseaba (y necesitaba) sentirme sucia. Usada. Como una hembra que puede usarse libremente para liberar tensiones, que solo existe para ser utilizada para el sexo. No quería que el semen de mi macho cabrío desapareciera en mis entrañas o en mi garganta, quería quedar marcada como su hembra, y que se notara, y lo mismo quería hacer con todos los hombres que me follara durante ese día. Lo que necesitaba era un buen baño de semen. Un baño que solo una putita en desarrollo, una marrana come-pollas, como yo se merecía.



Pensé rápidamente. Mi hermano siempre se lleva un vaso con agua para dormir, que deja en la mesita de noche. Aún tenía algo. Estiré el brazo, tomé la fuente, me bebí todo el agua que quedaba (y así me refrescaba un poco, que era un día caluroso), y cuando noté que la polla de mi delicioso hermano se hinchaba, me aparté.

Con el vaso en mi mano izquierda, le jalé el cipote con la derecha, ordenándolo como si fuera una ubre de vaca.

—¿Fer?

—Córrete aquí, libera la lefa de tus bolas aquí, Felipe.

—Ya, ya va… aahhh… ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh.

Apunté la cabeza de su miembro hacia el vaso, y disparó tres intensos y lechosos chorros blancos al interior del vaso. No podía dejar mirar aquel apetitoso líquido, se me hacía agua la boca. Quería restregármelo por todo el cuerpo, bañarme en semen… pero no iba a ser suficiente. Necesitaba mucho más para quedar saciada por el día.

Besé los labios de mi hermano, que reposaba tras el orgasmo, para agradecerle por su semen, y corrí con el vaso a la cocina. Vertí aquel líquido maravilloso en una jarra un poco más grande, y llené casi un cuarto de la misma con la esperma de Felipe. Tapé la jarra, la deposité en un bolso, tomé una ducha rápida, me vestí con las primeras prendas lascivas que encontré (un top azul cortísimo que dejaba al descubierto tanto mi cintura como la curvatura inferior de mis tetas, un mini-short blanco que marcaba mucho mi culito, y tan solo una tanguita blanca debajo), y salí con el bolso hacia mi primera víctima. Era un desafío para mí misma, quería ser rápida y efectiva, pues deseaba que la leche estuviera fresca para lo que yo buscaba).







Le escribí por teléfono a Paloma para saber si su papá, mi “tío” Pablo, estaba en su casa. Me dijo que no, pero que lo podía encontrar en el mercado a esa hora. El papá de Paloma y mi primer marido de mi tía Julia era un morenazo maduro espectacular que me ponía a mil, no había sido el padre más presente ni responsable que digamos, pero era tan guapo que no hallaba hora para follármelo como lo hacía su hija, a escondidas de mi tía Julia. Quizás recuerden al tío Pablo de aquella orgía de la que Felipe les contó, donde Paloma se dejó follar en la escuela por todos sus agujeros, por múltiples penes, incluyendo el de su papá.

Precisamente lo hallé en el mercado de la ciudad, fue imposible no identificarlo con ese cuerpazo enorme que tenía, su piel oscura que había heredado a mi prima profesora, esa espalda ancha, su barba oscura, y sus brazos como robles. Me acerqué con descaro hacia él, jugando coquetamente con mi cabello, mirándolo de arriba a abajo y relamiéndome los labios. Bueno, debo admitir que fue en parte para seducirlo, y en parte porque realmente me provocaba esas sensaciones. ¡Qué macho que era!

—¿Tío Pablo?

—¿Hm? ¿Sí? —Me miró con curiosidad. Era un familiar distante, la única relación que tenía con la familia era ahora se follaba a su hija, pero nada más.

—¿No me reconoce, tío? —le dije con cierto tono cantor, para simular ser inocente y traviesa, a pesar de que solo pensaba en pollas. Él me miró desconcertado un poco, hasta que pareció recordar de pronto.

—¡Oh! Eres la hija de Fausto, ¿no? La menor.

—Sí, tío, soy Fernanda, jiji.

—Bueno, Fernanda, ¿cómo te va, dulzura? ¿Qué haces por estos lados?

Lo miré de arriba a abajo, buscando una reacción. Quería ver si una jovencita de mi edad le incomodaba, no todos son como Felipe que sin ningún tapujo se folla a su hermana quinceañera. En su lugar, noté un bulto crecer en sus pantalones. “¡Bingo!”, pensé, y decidí hablar con toda la frescura y soltura del mundo.

—Es solo que lo vi y me dieron ganas de jugar con usted, tío. ¿Le apetece usarme?

—¿Q-qué cosa? ¿Usarte? Es que… Ehh….

—¿Sí?

—¿...A-acaso mi hija te dijo algo…? —me preguntó susurrando, preocupado de que la gente nos oyera. Pero yo no soy boba, no voy a llamar la atención de la gente y arriesgarme a que llamaran a las autoridades, y perder una buena polla.

—Solo me dijo que su miembro se acomodaría muy bien a mi boca. ¿Le apetece usar mis agujeros o no? Puede hacérmelo donde le… Oh.



Recién en ese momento comprendí la verdadera razón detrás de su nerviosismo. Ustedes los lectores no lo saben, pero podrán imaginar que un Adonis como el que les estoy describiendo reharía su vida con cierta facilidad después de separarse de mi tía Julia. Detrás de él apareció un muchacho guapísimo como de mi edad, muy similar físicamente tanto a Paloma como al tío Pablo. Había olvidado completamente que había tenido otro hijo con otra mujer.

—...

—Papá, ¿quién es ella?

—Ella es Fernanda, Alan, es hija de un conocido.

“¿De un conocido?”, pensé, con cierta gracia. Decidí seguirle el juego del desconocido. El muy hijoeputa no le había contado a su segunda familia que existía una primera. Bueno, yo no tenía relación sanguínea con ninguno de los dos, pero ver a un maduro delicioso como mi tío, y a un joven tan alto y apuesto como ese chico, me hizo pensar en él como un primo distante, lo que mojó aún más mi chumino.

El tal Alan me ofreció darme un apretón de manos, pero yo quería dejar bien claras mis intenciones, así que le estampé un jugoso beso en los labios. Luego me quedé mirando a ambos, esperando una respuesta de mi tío.

—¿Y bien?

—¿Te podemos usar entonces?

—Tengo más de un agujero, “don Pablo”.

—Ya veo. Alan, ¿te acuerdes lo que te dije que quería que hicieras?

—¿Eh? —El chico tragó saliva ruidosamente, entre nervioso y curioso—. ¿Hablas de…?

—Sí. Ahora mismo, con esta putita.

—¡Claro!

—¡Ese es el espíritu! Vamos a algún callejón, que me muero de ganas por probar ese sabor rico del que Paloma me habla tanto, y su hijo no debe ser muy diferente. ¡Venga, deprisa!



Detrás de un callejón, dejé que mi tío me abrazara por la espalda, y Alan por delante. Ambos tenían brazos durísimos, y sus pollas no se quedaban atrás, golpeándome respectivamente el culo y el vientre. Quería sentirme usada, quería que fuera rápido, agresivo… Me bajé los mini-shorts hasta las rodillas mientras metía mi lengua al interior de la garganta de mi inexperto “primo”, y mi tío se encargó de bajarme también las empapadas bragas.

—¿Ha tenido sexo su hijo, don Pablo?

—No, así que trátalo bien —me susurró al oído mientras me acariciaba el chumino con los dedos. Mi “primo” no sabía muy bien qué hacer, pero le hice saber que no necesitaba saber demasiado.

—Venga, estoy excitadísimo, no es necesario nada de previa. Ensártenme en sus vergas por mis dos agujeros, fóllenme cómo me merezco, ¡pero no se corran adentro! ¿Está claro?

Había sacado dos preservativos del bolsillo del short previamente. Le di uno a mi tío y le puse el otro a Alan. Me había bastante hábil en ello, antes la desesperación me ganaba y los colocaba mal. Ahora sabía que había que hacerlo con cierta paciencia, y después dejarse llevar por la lujuria y la pasión.



El tío Pablo me separó las nalgas, se mojó la polla envuelta en el preservativo con saliva (era una cosa durísima, negra y enorme, pocas veces había visto una como esa), y pronto me penetró el culito, que estaba muy bien entrenado y flexible a pesar de mi edad, y se hizo paso entre mis entrañas con facilidad.

Alan buscó torpemente con su verga, muy bien dotada también, mi agujerito mojado delantero, así que lo ayudé con mi mano y la arrastré al fondo de mi vagina. Mis lectoras de seguro comprenderán la sensación, ¿verdad? No hay nada mejor que ser penetrada por dos pollas gruesas a la vez. Es como si a una la dejaran llena, como si le devolvieran algo que a una le hacía falta. Mis hoyos se adaptaron perfectamente a la forma de sus vergas, y me moví de adelante hacia atrás mientras los dos hombres me usaban.

—Ahhhh, ahhhhh, ahhhhhhhh —gemí, sin mucha fuerza para no llamar la atención de nadie. Era un callejón relativamente oscuro, pero no quería arriesgarme de más. Casi literalmente vivía de las vergas.

—Ohh, esto está muy bueno, papáaaaa

—Eh, más lento, concéntrate hijo, no vayas a acabar tan rápido.

—¿Eh? ¿De qué está hablando? Me da igual que sea pronto o tarde, ¡lo que quiero es leche!

—Eres una puerca igual que mi hija —me volvió a susurrar mientras me lamía el lóbulo de la oreja, me masajeaba agresivamente las tetas por debajo del top, y me daba durísimo por culo.

—Síiii, síii, más, más duro, ¡más duro!

Padre e hijo pronto lograron acompasarse. A veces, cuando uno entraba en mi cuerpo, el otro iba en retirada, dándome placer por turnos. Pero luego les pedí que lo hicieran a la vez, y así lo hicieron, dándome un orgasmo increíble cuando penetraron mi coño y mi culo al mismo tiempo, casi hasta sentí que sus puntas se tocaban en mi interior. No, no soy boba, sé que no tiene sentido, pero cuando una está cachonda y tiene tanta imaginación como yo… bueno, lo que quiero decir es que no me culpen por pensar guarradas sin sentido.

Mientras mi tío me amasaba enfermizamente las tetas y me hacía gritar de placer con sus embestidas en mi ojete; y mi primo me lamía la boca como un animal, inexperto pero salvaje, me corrí fuertemente otra vez. Lo mejor de ser una chica es poder acabar repetidamente, y cada orgasmo es mejor que el anterior. Estaba en el cielo.

Y dado que les había dado permiso para darse prisa y acabar conmigo, Alan fue el primero en anunciar su corrida, derramando su semilla en su preservativo al interior de mi chumino. Su grito fue impresionante, y tuve que callarlo con un beso jugoso de lengua para que los vecinos no advirtieran lo que hacíamos. Poco después, mi tío Pablo repitió la jugada en mi culo, agarrándome las nalgas con fuerza mientras vertía su lefa en mis entrañas.







Me separé de ellos y les quité suavemente los condones, cargados de su líquido lechoso, abundante y espeso. Mi conejito pedía más, mi lengua pedía beberlos, pero mi fuerza de voluntad pudo más. Ya tendría mi premio. Vertí el contenido de los preservativos en la jarra,que llevaba en mi mochila (ahora tenía poco más de la mitad llena), y después de darle a cada uno de ellos un beso en la mejilla, me arreglé la ropa y me dirigí a mi siguiente destino. Para ello, llamé por teléfono a mi otra prima: Rocío.

—Hmmmm, ayyy, ayyy…

—¿Alo? ¿Rocío, me escuchas?

—S-sí, ayyyy, mmmmm, sí Fer, te oigo, mmmmmmm, aaay, ay, ay… —gemía intensamente por teléfono. Con todos los jugos que estaba derramando, mis bragas se hicieron inservibles. La próxima vez que me las quitara, no me las iba a volver a dejar.

—Madre mía, cariño, ¿acaso te estás divirtiendo sin mí?

—S-sí, e-estoy… f-foll…

—Follando, cari.

—¡Follando, sí! Ahh, ahhh.

—¿Con quién estás, golfa?

—C-con mi papi… ¿Eh? N-no, no te preocupes, papi, es Fer, no dirá nada —le escuché decir a Rocío. Estaba con el tío Ricardo, el segundo esposo de mi tía Julia, y un padre mucho más presente de lo que había sido el tío Pablo con Paloma. Además, era también muy guapo, con los ojos verdes preciosos de Rocío, aunque no tenía muchas luces que digamos.

—¡Justo a quien necesitaba! ¿Sabes, Rocío? Sé que empezaste a follar con tu papi hace una semana solamente…

—Sí, a-aunque antes me mandaba muchas fotitos de su pene, aay, paaaaapi, aaaaay, ¡qué rico!

—Necesito un favor, prima, quiero que me prestes el pene de tu papi. Asumo que están en la Casa Secreta. —Como quizás recordarán, lectores, es una casucha abandonada que usan Rocío y sus amigos para follar.

—S-síiiii

—Ponlo en altavoz. ¿Hola, tío Ricardo? ¿Le apetecería darme polla? Estoy muy cachonda y hambrienta. ¿Me daría algo de ese-e-eme-e-ene?

—Siiiiiiiiiiiiii —escuché a mi tío decir con un gemido gutural. La verdad siempre me miraba con lujuria y bastante descaro el culo y las tetas en las reuniones familiares. No iba a necesitar seducirlo ni un poco.



Llegué a la Casa Secreta diez minutos después. Entré por la entrada oculta, me desnudé completamente (con excepción de la mochila donde llevaba mi colección de lefa), me dirigí a la habitación donde escuchaba los gritos de placer, y me lancé sin decir una sola palabra a la cama, introduciendo mi lengua a la garganta del tío Ricardo. Era un hombre precioso, de muy bellas facciones. Simple de mente, pero precioso de cuerpo. No tardó en comenzar a jugar con su lengua con la mía. Al menos de eso sabía mucho.

—Hola Fer —me saludó Rocío, que tenía la verga de su papi en la lengua, y lo lamía como una piruleta. Rocío se había cortado el cabello y ahora lucía una melena castaña que le alcanzaba poco más del cuello y la hacía ver muy sexy.

—Hola, prima, disculpa por entrar así. ¡Ah! Y hola, tío Ricardo.

—Hola, Fernanda… ¿así que quieres que te de polla?

—Sí, por favor, úseme como desee, tío.

—¿Es eso cierto? —me preguntó con la voz jovial que tenía—. ¿Ya has tenido sexo hoy?

—¡Desde luego! —exclamé, lamiéndole ahora el cuello mientras Rocío me acariciaba el culo—. Me follé a mi hermano en la mañana, luego al papá de Paloma y su hijo, y más tarde pienso ir donde papá. Tengo un nuevo hobby.

—¿Hobby?

—Estoy recolectando semen. ¿Me ayudaría con mi misión, tío? —le pregunté, divertida.

—Claro. ¿Harías algo por mí? Siempre he querido ver a mi bebé tocándose con otra niña. ¿Me mostrarías un poco de toqueteo entre ustedes?

—¡Por supuesto, y haremos mucho más que solo tocarnos! Cariño, recuéstate en la cama.



Rocío era siempre muy obediente. Desnuda y hermosa, se recostó y abrió las piernas, mostrándome su delicioso y mojado chumino. Estaba ruborizada como una virgen, aunque ya se había follado a casi tantos chicos de la escuela como yo. Me acosté encima de ella y nuestros pezones erectos se tocaron entre sí, como si se besaran. Estaban durísimos, como correspondía a cualquier mujer guarrilla de nuestra especial familia. Mi prima me sonrió sabiendo lo que se avecinaba, abrió la boca y sacó la lengua hacia afuera. Yo acerqué el rostro hacia ella mientras acariciaba sus muslos, pero no miré a sus ojos verdes, sino a los de mi tío, que se masturbaba lentamente ante la escena.

Toqué la lengua de mi prima con la mía, y nos encontramos en un sabroso morreo incestuoso-lésbico, que como les dije, es uno de mis fetiches favoritos. Jugamos morbosamente una con la otra, pronunciando el abecedario con nuestras lenguas y saliva a la vez que nos tocábamos mutuamente la entrepierna (diooooooooses, no se imaginan lo empapado que estaba ese chochito, mis dedos se derretían a la vez que se metían fácilmente en el único orificio que había estrenado, y el sonido mojado que realizaban me volvía loca). Las dos observamos al tío Ricardo, cuya polla estaba empalmada al máximo. No era como el miembro de Felipe, pero a mí poco me importaba el tamaño mientras un pene me tratara como la puta que soy, y me diera el premio que era mi obsesión.

—¿A qué espera, tío Ricardo? Elija uno de mis agujeros y fólleme.

—O también puedes metérmelo en el coñito, papi, si quieres.

—O mejor aún, penetre a Rocío y luego a mí, y luego a Rocío, y a mí, y así sucesivamente. Quiero que su polla esté tan rebosante de la mezcla de nuestros jugos que no se pueda saber a quién pertenece.

—Síiiii, buena idea, Fer. Papi, danos pene, ¿sí?

—Son muy buenas niñas ambas —nos dijo mientras se colocaba detrás de nosotras. Primero penetró a su hija, que gritó de placer.

—AAAAAAAAAAAAAYYYYYY, QUÉ RICOOOOOOOOOOOO

—Eso es, golfilla, gime fuerte de placer mientras me muerdo esos pezones duros de marrana que tienes, y no dejes de penetrarme mi coño de mierda con tus dedos, ¿ok, zorrita?

—Síiiii, síiiiiiiiiiiiiiiii, síiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii

Poco después, tal como se lo habíamos solicitado mi prima y yo, mi tío Ricardo me penetró. No por mi coñito, sino que por mi ojete. A los hombres les obsesionaba penetrarme el recto, y a decir verdad, no me molestaba para nada. Al contrario, me excitaba mucho que las partes más sucias de mi cuerpo hicieran perder a los hombres su uso de razón. Me ponía cachondísima que me usaran por donde les placiera.

Además, llevaba como veinte minutos sin polla y ya la necesitaba de nuevo. ¿No les dije que era una ninfómana?

—Tu culo es increíble, ohhhhhhhhhhhhh, sobrina, tu culo es tremendoooooo.

—Lo sé, tío, porfis siga penetrando el ojete de su sobrina sexy, deme muy duro, úseme todo el tiempo que desee.

Así lo hizo, mientras yo follaba el coño de Rocío con mis dedos, y su garganta con mi lengua. Después volvimos a intercambiar lugares (los gritos de placer de Rocío la hacían parecer muy distinta a la adolescente inocente que usualmente era), y una vez más cambiamos, cuando esta vez el tío me folló el coño. Quizás debí ser más precavida esa mañana con el asunto de la limpieza, pero la verdad es que en ese momento me importó un rábano, ¡solo quería más polla!



Mi tío me tomó de los brazos, me apoyó de frente contra uno de los viejos muros de el casucha, y volvió a penetrarme el ojete. Mmmmmm, qué delicia el solo recordarlo. Me dio de nalgadas fuertemente, me agarró del cabello como una bestia, y mi sonriente prima Rocío, junto a mí, me lamió riquísimamente el lóbulo de la oreja y el cuello, y me pellizcó delicadamente los pezones. Pasión salvaje y dulce lascivia, una mezcla que me hizo correrme con muchísima fuerza (de hecho, diría que fue uno de los squirts más abundantes que he tenido) sobre el piso de la habitación. Mis piernas temblaban, mi líbido estaba en su límite máximo con tanto sexo.

—Ahhhh, voy a acabar, voy a acabar.

—¡Yo lo recibo papi!

—Eso es, mi niña, tome la leche de su papá, no desperdicie ni una gota.

Volví en mis sentidos cuando vi a Rocío recibiendo en la lengua los chorros de semen de mi tío Ricardo, mientras me miraba con sensual complicidad. Era una muy buena chica, y tan sumamente sexy que me toqué muchísimo mientras la veía recoger semen con su lengua en una posición tan sumisa, de rodillas y los ojos soñadores.

Abrí mi mochila, saqué la jarra, y Rocío abrió la boca encima de mi objeto preciado. Dejó caer toda la lefa (y un poco de su abundante, espesa y deliciosa saliva) en la jarra, que cerré un momento después. Ahora estaba básicamente llena, y hasta algo pesada.

—Prima, recuerda el cumpleaños de Felipe.

—Síiii, por supuesto, ya Paloma y yo compramos nuestros… jiji, “atuendos” para hacerlo muy feliz.

—Así me gusta. ¿Sabes si irá tu mamá?

—¡Claro que sí! Mami también quiere hacer sentir muy bien a Fel.

Rocío y yo nos morreamos un minuto más, me vestí, me despedí, y salí de la habitación. Más le convenía al bruto de mi padre que no se corriera tanto, o no podría depositarlo todo ahí.



Quedé con mi padre en un restaurant cercano. Como recordarán, él estaba bajo mis completas órdenes, y hacía todo lo que yo le decía, o se metería en problemas con la justicia. Fausto Alvez era un hombre poderoso de la élite… que estaba en la palma de mi mano. Le pedí que me comprara un teléfono nuevo que yo quería, y fue lo primero que me pasó, en silencio, cuando nos sentamos a comer. Era un imbécil, pero era apuesto, y tan solo verlo me causó una lujuria tremenda. Después de todo, su polla no era muy distinta a la de Felipe.

—¿Vas a ordenar algo o qué, hija? —me preguntó, inquieto e impaciente.

—Sí. Pero voy a hacer mi pedido en el baño.

—¿Qué?

—Voy a pedir leche. Leche muy caliente, blanca, espesa, deliciosa…

—...¿Qué? Fernanda, no puedes estar diciendo que…

—Silencio. ¿De verdad vas a negarte a lo que te diga tu hijita de quince? ¿Quieres que haga un espectáculo aquí y te pida más fuerte que quiero tu polla?

—¡Está bien, está bien, más bajo! —exclamó, moviendo los brazos a todos lados—. Jesús…

—¿Has tenido sexo con Melissa hoy?

—No, aunque la secretaria de un compadre me hizo una paja por comprarle un vestido que quería la muy zorra. —Le permitía (a veces) habla así de otras mujeres. No podía evitarlo, es un hijo de puta de nacimiento. Mientras me diera lo que deseaba, y tratara bien a mi hermana y mi hermano, estaba todo bien.

—¿Te corriste mucho?

—Me corrí nada, porque mientras ocurría me llamaste.

—Así me gusta. ¿Estás empalmado?

—Es difícil estar empalmado en una situación así, hija, no necesito recordarte que tú y tus hermanos me están chantajeando.

—Ni yo necesito recordarte que lo llevas más que merecido. Además, no es como si fuera difícil seducirte —Me subí un poco el top, asegurándome de que nadie estaba mirando en nuestra dirección, y los ojos de papá se clavaron en el pezón erecto que le revelé. Para cautivarlo aún más, saqué la lengua y me lamí sensualmente la teta, sin dejar de observarlo con lascivia—. ¿Y ahora ya estás empalmado? —le pregunté con voz se golfa.

—Sí.

—Quiero que metas tu rabo al fondo de la garganta de tu hijita querida, ¿bien? Quiero que me dejes sin aire, pues por unos minutos seré tu banco de semen personal, podrás usarme como desees. Serás mi amo y yo tu esclava de lefa, papá. Córrete en mi lengua cuantas veces quieras.



Le repetí lo mismo cuando nos metimos a un cubículo del baño de las chicas, después de asegurarme de que estaba vacío. Me volví a bajar el mini-short, muy lenta y sensualmente ante mi papá, y le mostré que como buena guarrilla no llevaba ya ropa interior. Ni siquiera recuerdo dónde la dejé, pero ya le pediría al imbécil que me comprara un par de prendas más. Y un nuevo bikini muy sexy que de hecho ayer mismo usé para seducir a mi hermanote.

En fin, volviendo a la historia. Me senté en el retrete, le bajé la cremallera a mi papá, abrí la boca y saqué la lengua, expectante. Tenía la venosa polla que me había dado vida frente a mí, dura, grandiosa, apetitosa, se me hizo agua la boca, pero no me acerqué a ella. Le había dicho a papá que era toda suya para lo que ÉL quisiera, así que ÉL tenía que tomar la iniciativa como le placiera. Me tomó la cabeza con las manos, e hizo mi boca algo suyo.

Introdujo violentamente su vergota enorme en mi garganta, y creo que perdí la conciencia por un momento, de puro placer que sentía. Su cipote golpeaba ruidosa y agresivamente mi campanilla mientras papá se movía de adelante hacia atrás, prácticamente follándome la boca, con sus bolas golpeando mi mentón. ¡Me encanta esa sensación, me fascina ahogarme en una fuente de lefa, y no podía esperar para sentir su textura en mi lengua cuando se corriera!

Yo ya estaba mojadísima. En aquel baño sucio y maloliente me toqué violentamente el coño, masturbándome con rapidez, metiéndome tres dedos con una mano, y frotándome el clítoris con dos dedos de la otra. Estaba en el cielo… o más bien en el infierno, pues todo lo que estaba haciendo con mi propio padre estaba prohibido y lo disfrutaba como la puerca golfa que era.

—¿Te gusta como te follo la garganta, so puta?

—Síiiii, mmmmmmmuchoooooo —dije, con la boca llena y los ojos fuera de las órbitas, derramando saliva sobre mis muslos. Creo que entendió perfectamente lo que dije.

—¡Quiero tus tetas ahora hija de puta!

—¡Sí, papi! —grité, fuera de sí.

Papá se apartó de mí y se inclinó para besarme. Yo se lo devolví con pasión. Me encantaba la idea de esta besando a mi propio papá, era completamente antinatural y lo amaba. Papá me levantó el top, mis tetas quedaron al aire, y colocó su pollón entre medio de ambas. Había hecho mi primera rusa dos años atrás a un compañero de clases, sabía perfectamente cómo hacerlo.

Tener aquel pedazo de carne entre mis tetas, acercándose y alejándose de mis labios y mi lengua, tentándome, me estaba volviendo loca. Me masturbé con más velocidad hasta que me corrí sobre las piernas de papá, pero no pude parar. Quería… necesitaba… ¡Deseaba mi premio!

—¿Soy una buena niña, papá?

—Sí, lo eres, ahhhh

—¿Cómo vas a premiarme, papá?

—Te voy a dar mi leche

—¡Sí, leche! ¡¡Papá, quiero tu leche!! ¡Pronto, todaaaa!

Abrí mi mochila y saqué mi precioso caliz. “Mierda”, pensé. Estaba casi lleno, y con todo lo acumulado que estaba papá se desbordaría y se perdería todo. Decidí que lo mejor que podía hacer era acelerar mis planes.



Un baño de lefa. Estar completamente manchada en semen espeso, blanco y oloroso. Estar marcada como hembra, como una puta sin remedio que solo sirve para entregar placer a los hombres. Mostrarle al mundo de que podían usarme cómo quisieran, cuándo quisieran, por los agujeros que quisieran, cuantas veces quisieran.

Papá volvió a meterme el rabo al interior de mi garganta y yo volví a correrme cuando mi campanilla me dio arcadas. Yo era una buena niña y quería demostrarlo, y tenía el semen de mi hermano y dos de mis tíos políticos en mis manos, además de una lechada a punto de despegar. “Dioses”, pensé ”el cumpleaños de Feli será fantástico, nos marcará a todas como sus hembras y golfas personales, no puedo esperar”.

—Ya me corro, putillaaaa

—Sí, ¡leche! ¡LECHEEEEEEE!

Me aparté de papá y él se masturbó hasta estallar sobre mi rostro. Mis ojos, mi boca, mi nariz, mis mejillas, todo quedó blanco y lechoso gracias a la lefa que papá había acumulado. Al mismo tiempo, abrí la jarra y lentamente dejé caer su contenido sobre mi cabeza, dejando mi cabello, y luego mi cuello, mis tetas, mi cintura, mis piernas, todo pintado de blanco. Ahora sí que estaba en el paraíso.

Yo era solo una bolsa de fluidos para los hombres, y estaba orgullosa de ello. Y era muy joven, tenía toda la vida por delante para practicar nuevas técnicas y recibir más jugos. De hecho estábamos en el baño, así que decidí que papá podía lanzar todos sus demás fluidos sobre mí también, y él así lo hizo, haciéndome gritar de placer. ¿Qué más daba? Me encantaba ser usada así. Ni siquiera me limpié cuando salí del baño y volví a casa, embadurnada de lefa en todo el cuerpo, mientras me ganaba todo tipos de mirada en el camino, desde piropos hasta desaprobación. Solo lo primero me importaba. Me encantaba ser una guarra salida.


Continuará
 

heranlu

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Las Chicas de mi Familia – Capítulo 018

Sabía que sería un gran día, y por eso sabía que podía esperar despertar de la mejor manera posible. Abrí los ojos, y una mujer preciosa limpiaba el ventanal de la habitación, inclinada de tal manera que podía ver su precioso culo. Lucía zapatos de tacón negros y medias blancas hasta los muslos, con unos lacitos azules que hacían ver sus hermosas piernas más sensuales de lo que ya eran. Llevaba un vestido negro muy, pero muy ajustado y escotado, que me permitía ver sus preciosas y perfectas tetas sin problemas, que cubría solo parte de los hombros, y que iba acompañado de un sexy delantal blanco. Su falda de pliegues era tan corta que me empalmé tanto como si hubiera estado caliente toda la noche. Tenía su precioso cabello castaño cayendo en rizos sobre su hombro izquierdo, y sus ojos dorados me miraron casi con devoción.

—Buenos días, amo —me dijo. Era Francisca, mi hermana mayor y el amor de mi vida. Vestida como criada.

—F-Fr… Fr… Fran… ¿F-Fran? —tartamudée. No podía creer lo que estaba viendo y escuchando. Ella me sonrió con lascivia, se inclinó un poco más, y siguió limpiando el polvo de la habitación con el plumero blanco que llevaba en la mano.

—Sí, amo. ¿Me permite felicitarle?

—¿E-eh?

—Es su cumpleaños, amo. —Se acercó a mí lenta y sensualmente, y se inclinó nuevamente para besarme delicadamente los labios—. Espero que no le incomode que lo salude de esa manera, no quiero pasar a llevar sus deseos, amo.

Sí. Era mi cumpleaños, y sabía que tenía preparado algo para mí, pero nunca esperé algo así. Para ser honesto, nunca había disfrutado celebrar mis cumpleaños, y siempre le pedía a mamá que los ignorara, sin éxito. No me gustaba ser el centro de atención. Pero si la atención era ahora así, con mi hermana vestida de sirvienta francesa… bueno, no podía quejarme ya. Estaba empalmadísimo, pero tan atontado que ni siquiera recordaba cómo hacerme una paja.

—N-no, no me incomoda…

—Me alegro mucho, amo. Es un día muy especial. ¿Desea que le prepare desayuno? ¿O quizás quiere que le de un baño? ¿O tal vez le apetece follarme?

—¿Eh? —Creo que hasta había olvidado el diccionario en mi cabeza.

—Lo que usted diga, lo haré, amo. Existo para servirle. —Francisca me dio la espalda y se dirigió al sillón de la habitación. Se puso allí de rodillas, se inclinó hacia adelante, y me miró con puro deseo y una sonrisa de sumisa lascivia. Debajo del vestido llevaba una tanga diminuta de color negro—. Noté que estaba algo excitado, amo, ¿le apetece usarme para aliviarle?

Finalmente reaccioné. Me puse de pie, empalmado completamente, y corrí hacia ella. Levanté su falda, y ella se inclinó aún más sobre el respaldo del sillón, absolutamente sumisa. Corrí sus braguitas a un lado y empujé mi polla al interior de su coño con suma facilidad. Francisca estaba completamente empapada.

—Ahhh… ¡qué rica estás!

—Eso es, mmm, d-disfrúteme, amo —dijo ella, intentando mantener la calma de una profesional criada sexy, conservando el personaje. Eso me enloqueció.

—¿Puedo follarte más de una vez hoy?

—Por supuesto, amo, y-yo le sirvo a usted, y d-durante hoy…. mmmmm, q-que es su cumpleaños, podrá usarme tantas veces como desee. A-ahhh… Cualquiera de mis orificios está disponible para usted, c-cada vez que mmmmmm guste; solo basta con subirme el vestidito… a-ah…

—¿Cada vez que quiera estarás de libre uso? —le pregunté, estirando los brazos para masajear sus tetas por debajo del vestido.

—S-sí…

—Vaya, ahh, espero no cansarme…

—Ya le dije que le sirvo, mi amo, para cualquier… ahhhhh necesidad… Así que entre todas le compramos algo especial… ahhh… en la mesita de noche verá una píldora muy especial… h-hecha para que usted… t-tenga energías todo el día para saciar sus… aaahhhhh, s-sus necesidades con nosotras.

Francisca se cubrió la boca para no gemir y gritar más fuerte, intentando conservar su personaje. Lo que estaba haciendo me parecía sumamente sexy, no había mejor manera de empezar mi cumpleaños. Tenía que ir a la universidad, pero ya estaba pensando en faltar a algunas clases. Podía darme ese gusto.

—¿Te está gustando, Francisca?

—N-no es… necesario que me guste, amo, solo estoy para servirle a usted, y que use mi coñito, o mi boquita, o mis tetitas, o mi culito, cómo, dónde y cuándo le plazca… a-ah… mmm…

—¿Te hace sentir bien el pene de tu amo? —pregunté, penetrándola con aún más fuerza.

—S-sí… Sí, amo, lo siento, discúlpeme por d-disfrutar… ¿A-Amo?

—¿Sí, Francisca?

—¿Puedo solicitarle permiso para sentirme bien y correrme con su enorme polla? A-ahh… aaah

—Te doy permiso para sentirte bien, e incluso gemir, pero no te permito correrte aún.

—¡¡¡¡Ahhhh, cómo diga, amo!!!! Seré buena, me portaré bien para que usted me de permiso para correrme, ahhhh, amo, ¡me encanta su polla, déjeme complacer más su enorme y rica polla!

—Eso es, vamos, compláceme más, Fran, eso es… —Comencé a darle más fuerte de nalgadas y agarré sus tetas como las enormes masas que eran, jugueteado con ellas y pellizcando sus pezones. Mi hermana se acompasaba a mis movimientos, en un vaivén de adelante hacia atrás que buscaba darme todo el placer posible.

Como era usual, dado lo bien ejercitada que estaba Francisca, no tardé en sentir los familiares movimientos musculares al interior de su coño que empezaron a masajear mi polla. ¿Y me decía que estaba completamente disponible para mí? ¡Ya era el mejor día de mi vida y recién estaba dando inicio!

—Ah.. mmmm…. mmmmmmm… a-amo…. —me rogó, con el rostro sonrojado y sudoroso, los ojos implorantes.

Decidí premiar a mi hermana mayor por sus virtudes y deleites, por su esfuerzo en hacerme sentir bien en aquel día.

—Ahora te doy permiso para correrte, Francisca.

—¿Sí? ¿Seguro amo? ¿Le permite a su esclava poder satisfacer su necesidad con el gran pene de su amo?

—Sí, adelante, pero yo también acabaré al interior de tu coño.

—¡Muchas gracias, amo! Ahhhhhhh, ahhhhhhhhhhhhhh, me premia con permitirme correrme como la sirvienta lujuriosa que soy, aaaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhhhhhh, y además me premia con leche en mi coñooooooooohhhhhhhhhhhhhh, ahhhhhhhhhhhh, ¡deme su semilla, amo! ¡me corro! Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh

Pocos segundos después de que el cuerpo entero de mi hermana se retorció y convulsionó en medio de su orgasmo, yo también tuve el mío, derramando mi semen al interior del amor de mi vida, que cayó rendida sobre el sofá mientras yo caía sobre mis posaderas en el piso de la habitación. Había sido un sexo delicioso, mi pene estaba completamente rendido.

Francisca cayó también al suelo poco después, pero gateó en dirección a la silla de noche y recogió la “píldora especial” que habían mandado a hacer para mí entre todas. La puso en su lengua, se acercó a mí gateando otra vez, con una cara de viciosa que nunca le había visto a mi hermana, y me plantó un fogoso beso de lengua mientras me pasaba la píldora y la hacía caer por mi garganta con sus propias salivas.

—Oh, F-Fran… mmmm

—Amo, le prepararé ahora el desayuno. Si quiere sígame a la cocina, pronto volverá a sentir una erección, y recuerde que puede usar cualquiera de mis orificios para saciarme.

—¿También cuando me duche?

—Desde luego, amo, puede utilizar a su sirvienta cuándo y cómo sea, y hoy ocurrirá mucho, jiji. Además, debe prepararse, me dejaron un mensaje para usted, amo.

—¿Mensaje?

—Sí, hay una estudiante que necesita clases particulares de su especialidad. Anoté su dirección, y el horario. Es en una escuela directamente. Le sugiero que no llegue tarde, amo.

Ok, quizás necesiten un poco de contexto al respecto. Yo había comenzado a estudiar en la universidad, había optado por una carrera en traducción (se me dan bastante bien los idiomas), pero también me ganaba algo de pasta realizando clases particulares tanto en español como en inglés. Generalmente eran niños y adolescentes que estaban en la etapa más compleja del aprendizaje de idiomas, pero nunca me habían dejado el recado a través de mi criada… porque, claro, no había tenido una criada hasta hacía unas horas.

Por cierto, el efecto de la píldora era muy potente, y me prometieron que duraría al menos la jornada completa. Mientras desayunaba Francisca me hizo una deliciosa paja, y luego me corrí en sus preciosas tetas mientras ella me lavaba el cuerpo en la ducha. A pesar de eso, seguía excitadísimo. No sabía cómo me afectaría eso en el camino a la escuela donde tenía que ir. ¡Ah, y olvidaba decirlo! La escuela era la misma donde Paloma trabajaba (donde se había armado el gangbang en su honor). Quizás me encontraría con ella y podría saciar un poco mis necesidades antes de la clase con la estudiante.

Llegué al establecimiento con tiempo y hablé con el conserje, que me recordaba perfectamente, y entré sin problemas. Según el mensaje, la estudiante me esperaba en la oficina de consejería, donde trabajaba el Orientador de la escuela, que si no recordaba mal, era el anciano don Vicente Valverde. Pensé en buscar a Paloma, pero no sabía donde andaba, y quizás podía estar ocupada. Vamos, que la calentura no puede ganarle a la responsabilidad… ¿no?

Lo peor fue caminar por todos esos corredores con la erección que tenía, mirando a todo ese ejército de colegialas, con sus coquetos uniformes, yendo y viniendo por todos lados. Eran como múltiples Rocíos y Fernandas, algunas inocentes y dulces palomas, y otras eran claramente diablas y putitas en potencia. Deseé con todas mis fuerzas mantener mi control durante las clases, lo cual había conseguido a la perfección hasta ese punto.

Encontré la consejería, toqué la puerta, y una voz femenina me invitó a pasar. Asumí que era la estudiante, y que el Orientador no estaba, así que ingresé sin más. Al entrar no había nadie, pero al avanzar un poco, la puerta se cerró detrás de mí, y al voltearme, me encontré con la estudiante a la que debía enseñar, apoyada sensualmente contra la puerta que estaba bloqueando con seguro. Me quedé de piedra. ¡Era la propia Paloma!

El uniforme de Fernanda era minifalda roja a cuadros y corbata a rayas blancas y burdeos; el de Rocío era con falda a pliegues azul y corbata negra. Paloma estaba luciendo el uniforme de sus propias estudiantes: camiseta blanca, de mangas cortas, con el nombre de la institución sobre el seno izquierdo; una minifalda cortísima de color verde que no dejaba absolutamente nada a la imaginación, medias blancas a mitad de las pantorrillas, y unos zapatos negros de tacón alto. Todo destacaba maravillosamente con su piel morena. Se había atado el cabello rojo en dos inocentes y sensuales coletas. También estaba utilizando unas gafas de empollona, sin vidrio, que me parecieron muy sexys.

—Hola, profe, un gusto, jeje

—¿Profe? Espera… ¿Paloma?

—Sí, ese es mi nombre, profe, soy Paloma Ochoa —me dijo mi prima, sonriéndome traviesamente, mordisqueando uno de sus dedos y devorándome con la mirada—. ¿Usted será mi profesor privado?

¿La profesora tenía la fantasía de actuar como estudiante conmigo? ¿Así que ese era el juego? ¿Mi hermana de sirvienta y mi prima de colegiala? ¿Y qué harían las demás durante ese día? Definitivamente esto era demasiado bueno como para ser verdad, no podía creer ser tan suertudo.

Decidí, desde luego, jugar con ella.

—Sí, soy el profesor Felipe Alvez, un gusto, señorita.

—Jejeje, usted es mi guapo, profe.

—Gracias, tú también eres muy bonita, Paloma. —Me dirigí a una de las sillas de la oficina (asumí que no le había costado a mi prima convencer a don Vicente de prestársela para la ocasión), me senté y saqué un par de cuadernos solo por protocolo. Sabía que no íbamos a estudiar precisamente—. Dígame, ¿con qué materia necesitas ayuda?

—Ay, profeeee —Paloma corrió hacia mí y sin tapujos se sentó de lado sobre mis piernas, abrazándome el cuello con sus brazos y mirándome con deseo—. Me ha ido muy mal últimamente, ¿sabe? No he podido concentrarme.

—¿No? ¿Por qué no?

—Ay, es que… ¿sabe? Me paso todas las clases mirando a mis compañeros o a mis profesores, o pensando en ellos —me susurró al oído—. Me caliento mucho, ¿sabe? No puedo concentrarme si se me moja el usted-sabe, y por eso mis calificaciones han bajado.

—Oh, pero eso es muy malo —le dije, acariciándole sutilmente la pierna, cerca del límite de su peligrosa minifalda verde—. Y dime, ¿cómo puedo ayudarte? ¿Cuál es tu peor materia?

—Pues, en lo que necesito más ayuda ahora es en la lengua. Digo, en lenguas. Idiomas.

—¿No sabes cómo usar las lenguas?

—No, profe… ¿Me enseñaría?

—Desde luego. Y esta es la primera lección —dije, abriéndole la boca con delicadeza, y usando mis dedos para tocar la punta de su lengua—. Sácala afuera, eso es… Muy bien. Voy a enseñarte algo de lenguas.

Ella, muy obediente, se quedó con la lengua afuera mientras yo acariciaba la punta con la punta de la mía, repetidamente. Noté cómo se le subían los colores al rostro. Fue la primera técnica que ella misma me enseñó hacía unos años, y quise demostrarle cuánto había mejorado, al mismo tiempo que jugaba a que yo era quien le enseñaba a ella.

Luego le besé los labios e introduje mi lengua casi hasta su garganta, mientras ella pretendía ser torpe con la suya. Le di algunas instrucciones y ella “aprendió” rápido. Sin darme cuenta, yo ya le estaba acariciando el perfecto culo que tenía por debajo de la falda, y ella parecía tentada a tocarme el bulto en los pantalones. Decidí jugar un poco más.

Me puse de pie y le dije que se sentara en mi silla. Caminé alrededor de ella mientras le pedía que sacara sus materiales. Ella, sumisa y coqueta, obedeció.

—Así que esas son las reglas, ¿ok? ¿Harás lo que diga?

—Sí, profe.

—¿Crees que aprendiste bien de lenguas?

—Sí, profe, y me gustó mucho. ¿Me puede enseñar más? Quiero ser una buena estudiante y aprender muchas cosas de usted, que es muy guapo.

Por respuesta, me ubiqué detrás de ella, me bajé la cremallera, y puse la polla erecta sobre su hombro izquierdo. Ella miró a un lado y se le abrieron los ojos como plato cuando observó mi miembro. Sonrió con lascivia.

—¡Profe Felipe! Uy… es muy, MUY grande.

—Sí, lo es. ¿Qué te parece si usas tu lengua para lamerlo un poco?

—Ay, no sé, profe… ¿No estará mal lo que hacemos? —me dijo, acercando el rostro lentamente, cada vez más, a la cabeza de mi pene.

Le tomé los senos por encima de la camiseta y los masajeé un rato.

—¿Está mal si se siente bien?

—Hmmmmm, mmmm, creo que no, profe… —Paloma sacó la lengua y lamió repetidamente la punta de mi cipote, saboreando cada gota de líquido preseminal que salía—. Mmmm, sabe muy bien, me gusta mucho el sabor de su ya-sabe-qué, profe.

—Pene, jovencita. Di “pene”.

—Su pene. Mmmm, pene. Me gusta mucho su pene, profe.

Le abrí la boca e introduje mi miembro en su interior, para que lo saboreara con más ganas, sin dejar de masajear sus tetas con mis manos. Noté cómo rozaba sus piernas una contra la otra, ansiosa y delicadamente.

Paloma podía fingir todo lo que quisiera que era una inexperta, pero no podía olvidar su realidad. Cuando tenía una polla en la boca, no podía evitar usar todas las habilidades que había adquirido con los años, y pronto comenzó a lamerme y chuparme con una habilidad deliciosa.

—Lo haces muy bien, hmmmmm, pareces una putita…

—Ay, ¡gracias, profe!

—¿Acaso se la chupas a otros de tus colegas… digo, compañeros, Paloma?

—No, no, yo soy una chica buena, profe, no se nada, pero me gusta aprender de usted, mmm. De aquí es de donde sale la… la…

—La lefa. Dilo, es bueno aprender más palabras.

—Sí profe. La lefa. Lefa… mmmm… quiero lefa.

Senté a Paloma sobre el escritorio, le quité las gafas, la abrí de piernas, y metí mi cabeza bajo su minifalda. El olor que despedía su concha era maravilloso, me moría por devorarle, así que le bajé las bragas negras que llevaba, saqué mi lengua, y después de lamer un rato su clítoris, comencé a penetrarle con la punta húmeda de mi lengua juguetona.

—Ahhhhhhhhhhhh, profeeeeeeeeeee, ¿qué haceeee? Mmmmm, qué bueno, me está comiendo el usted-sabe, profeeee…

—Tu coño. Tu coño es delicioso.

—AY profeee eso me place mucho, me encata que le guste alimentarse de mi coño… P-pero profe, ¿profe?

—¿Sí? —inquirí, sin dejar de lamer nada de su entrepierna. De hecho, también me puse a derramar saliva en la entrada a su recto.

—Ay, mi ojete, oh profeee… mmmm, ¿es normal que quiera más? C-cuando me mojo siempre t-tengo ganas de más cosas… Como si algo me faltara, mmmmmm. ¿Me enseña?

—¿Quieres algo dentro de tu coñito? Pero eso no es de la materia de lenguas.

—¿Y qué es, profe? ¿Qué más me puede enseñar?

—Analtomía.

—Sí, profe, mi panochita está hambrienta… Espere, ¿qué dijo? ¿Analtomía? AHHHHHHHH, ¡PROFE! —gritó Paloma, cuando la penetré de golpe.

Para ser sincero, yo también me moría de ganas de follar, y ¿con quién mejor que con la que me había enseñado en primer lugar? Su lección número 4 había sido la follada de coño, pero yo decidí ir un nivel más allá, así que le abrí bien las piernas, la levanté un poco de la cintura, y penetré su agujero trasero en lugar del delantero.

—¡Ohhh, qué apretada estás!

—Profeeeeee, ese es mi ano, mi culooooo, ¡¡mmmmmmmmmmmmm!! ¡Venga, siga, profeeeee, siga enseñándome todo lo que sabeeeeeeeeee!

La follada anal estaba siendo brusca, veloz y repleta de fluidos por todos lados. Las piernas de Paloma temblaban de placer, y yo me hice hacia adelante para poder volver a besarla. A ella, a mi prima profesora, que hoy era mi estudiante. Se sentía increíble, ella realmente sabía actuar como una jovencita colegiala, y me estaba volviendo loco la idea de demostrarle a mi primera educadora sexual cuánto había aprendido.

Ella se corrió dos veces mientras le daba por culo, y sus ojos se les habían salido de las órbitas. Parecía fuera de sí, y lo único que hacía era gemir como una posesa. Era casi criminal lo que estaba haciendo, pero no me importaba si perdía la razón. Tenía que terminar en grande con aquella mujer que tanto había significado para mí.

Le puse las piernas tan hacia atrás que sus zapatos quedaron junto a su cabeza, sobre el escritorio y le agarré fuertemente los muslos. Sus pezones estaban tan erectos que amenazaban con rasgar la camiseta del uniforme que llevaba (que luego me enteré que pertenecía a una de sus alumnas, la integrante femenina de sus famosos trillizos, que en ese momento estaba en gimnasia). La penetré con brusquedad, buscando educarla agresivamente, para que, en esa fantasía, nunca deseara a nadie más. Aunque algo me decía que ese bien podía ser el caso en la realidad. En mi juventud jamás habría pensado así, pero ahora estaba lleno de confianza y seguridad en mi mismo y mis habilidades amatorias.

Llené su culo de leche después del tercer orgasmo anal de Paloma. No me aparté de ella hasta que me aseguré de que todo mi semen había ido a parar a lo más profundo de su interior, y la cara de Paloma me indicaba que bien podía no estar allí más. Eso sí, se notaba extremadamente feliz y satisfecha.

—¿P-profe? —me preguntó mientras yo me vestía, y ella seguía tirada sobre la mesa.

—¿Sí, cielo?

—¿Puedo ir esta noche a su casa? C-creo que necesito más reforzamiento…

—Me aseguraré de que aprendas cosas que no habrías sabido ni siendo profesora —le dije, guiñándole un ojo, y luego salí de allí. Aún no era mediodía y todo salía a pedir de boca.

De camino a casa en el auto por una de las calles internas y más deshabitadas de la ciudad, noté un coche patrulla detrás de mí, que me hacía luces. Yo no pensaba haberme pasado ningún alto o algo parecido, pero la ley es la ley, así que me detuve junto al camino. Claro, cuando a uno le salen las cosas tan bien, es solo cosa de esperar a que el universo lo compense a uno con algo de mala suerte, ¿no?

Eso pensé, al menos, hasta que vi al pivón de policía que me había detenido. Era una mujer impresionante, con curvas pronunciadas y peligrosas, un uniforme policial sumamente ajustado, escotado y con falda corta que resaltaba un cuerpo espectacular. Tenía el cabello castaño cayendo en rizos sobre su espalda, y utilizaba unas enormes gafas de sol como en las películas.

—Salga del vehículo, por favor —me indicó.

—¿Qué hice, oficial?

—Tenemos reportes de que usted cometió un grave crimen, caballero. Una joven inocente le ha reportado. —Su voz era estricta y firme, sexy en otros escenarios… De hecho, se me hacía algo familiar—. Salga del vehículo.

—¿Que una joven qué? —No me quedó más que salir. Ella me dijo que me apoyara en el auto para que ella pudiera inspeccionarme, mientras me explicaba qué diablos había pasado.

—Tuvo relaciones sexuales impropias con una joven menor de edad en un establecimiento educativo, ¿le parece poco, caballero?

—¿Qué? —Un montón de ideas se me pasaron por la cabeza. ¿Preguntar quién nos había visto? ¿Explicarle a esa diosa de mujer que todo era parte de una fantasía, y que Paloma era de hecho mayor que yo? Eso solo llevaría después a que, tras investigar, supieran sobre Fernanda y Rocío también, no tenía cómo ganar…

Fue entonces cuando ella me acarició el trasero más de lo que sería normal, y luego pasó la mano por mis pantalones. Al interior, mi miembro traicionero nuevamente estaba erecto. La oficial me hizo voltearme, y cuando lo hice, noté que se había quitado las gafas de sol. Vi su rostro. Casi se me cae la cara de vergüenza por todas las tonterías que me había pasado por la cabeza, pero ahora estaba demasiado ocupado pensando en cómo seguir la tercera fantasía de la jornada, y cuál de los agujeros de mi sensual y pícara tía Julia debía penetrar.

¿Cómo se había conseguido mi tía no solo un uniforme muy realista, sino un verdadero coche policial? Ni siquiera me lo pregunté más de una vez. Estaba cachondísimo y no pensaba usar mi razón o lógica durante el mejor cumpleaños de mi vida.

Mi tía, con expresión severa, me colocó unas esposas y me llevó al interior del coche patrulla, con sus vidrios completamente oscuros, y apenas me sentó, comenzó a besuquearme violentamente, tirando de mi cabello y de mis ropas mientras se sentaba a horcajadas sobre mis piernas.

—Oh, chico malo, ¿has cometido muchos crímenes?

—Sí, c-creo que sí.

—Voy a castigarte entonces, chico malo. Voy a tratarte muy duro para que pagues tu condena.

Me rompió la camiseta y acarició mi pecho y los abdominales que había desarrollado, y yo no podía hacer más que dejarme querer, pues mis manos estaban atadas. Liberó mi polla de su irónica prisión, y con sus guantes comenzó a hacerme una paja de campeonato a dos manos.

—Ahhhhhh, ahhhhhhhhh…

—Mira cómo gimes, chico malo, ¿no puedes ni aguantar algo de castigo? Qué guarro eres, ¡qué puerco y sucio! No mereces nada más que castigo —me dijo mi tía antes de inclinarse y meterse mi polla en su boca, y su habilidad como succionadora no tenía parangón.

Mi tía Julia era por amplio margen la más experimentada de mis amantes. Despedía sexualidad por cada uno de sus poros y tenía habilidad en sus manos y su boca que harían a cualquier actriz porno desfallecer de envidia. Se había acostado con al menos dos centenas de hombres en su vida, cambiaba de pareja como quien cambia de ropa interior, había enseñado Y se había follado a sus dos hijas, y era una sensación en todos los bares nocturnos a los que iba a pesar de no trabajar en ninguno de ellos.

—Hmmmm, ahhh, por favor… déjeme… —Tocarla, quise decirle, pero el placer era demasiado como para armar mis pensamientos y completar una oración.

Ella me abofeteó el rostro… nunca lo habían hecho. Seré sincero. No me disgustó ni un poco; de hecho, mi polla agarró un vigor fenomenal.

—¿Darme explicaciones? Ustedes los puercos criminales solo merecen ser castigados con la pena máxima —me dijo, volviendo a sentarse a horcajadas sobre mí, y abofeteándome otra vez. Con una destreza sensacional, en tan solo un movimiento hizo que mi polla se deslizara al interior de su coño. Comenzó a montarme justo después, conservando completo control.

—E-es… muy bueno, es tremendo…

—¿Qué dices, chico malo? ¿Quieres más castigo? ¡Toma! —me dijo, abriéndose la camisa y restregándome las tetas en mi cara, golpeando mis mejillas con cada uno de los enormes globos que llamaba senos—. ¿Te gusta, guarro?

—S-sí…

—¿Te encanta cómo te follo y te utilizo para mi placer, sucio?

—¡Sí!

—Así veo. Ahora noto cómo se te hincha la polla, no esperaba que duraras mucho con alguien como yo. Como ves, la justicia es imposible de vencer por la calaña como tú. Te permitiré acabar en mis tetas, pues no eres digno de correrte en mi interior, y estoy siendo amable.

Siguió dándome bofetadas, y saltó con más vigor y fuerza encima de mi polla. Yo sentía dolor, pero era un dolor muy agradable; sentía que perdía la razón, de puro placer que recibía. Se me nublaba todo mientras notaba cómo se avecinaba la inevitable corrida.

—A-aaahhh… e-estoy… a punto… grrr…

—Acaba en mis tetas, malnacido, tíralo todo encima mío, es el castigo que te mereces por tus crímenes. Y si te veo follando jovencitas otra vez, volveré a castigarlos con mi coño tanto a ti como a ellas, ¿está claro?

—Ahhhh… aaaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh —grité guturalmente mientras, con una paja increíble, mi tía Julia me hacía acabar sobre sus enormes tetas, cuyos pezones durísimos recibían diestramente los lechazos más potentes. Yo estaba perdiendo la razón con el orgasmo.

—De hecho, te haré una visita esta noche, para controlar que te has portado bien, ¿ok? Si veo algo que no me gusta, te juro que le daré de latigazos a medio mundo. ara finalizar, me dio otra bofetada. Sentí que se me apagó el cerebro. Al volver a encenderse, creí estar muerto, y mi alma estaba decidiendo a donde irse, pues una angelita y una diablita, ambas absurdamente sexys, se estaban tocando mutuamente mientras me observaban con inocencia angelical y picardía diabólica. Al parecer, mi cumpleaños no estaba ni cerca de terminar.


Continuará
 

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Las Chicas de mi Familia – Capítulo 019

En mi ensoñación tras la violenta aventura sexual que había tenido con mi tía Julia, me encontré en una cama de sábanas grises, y frente a mí se hallaban dos criaturas misteriosas: un ángel y un demonio. Ambas estaban de rodillas, una frente a la otra, metiéndose mutuamente los dedos en la entrepierna de la otra, por debajo de las bragas. Gemían deliciosamente.

Una llevaba alas blancas en la espalda y una aureola brillante sobre la cabeza, con una melena castaña poco más abajo del cuello. Vestía un delicado vestido blanco y muy corto, que revelaba sus tersas piernas cubiertas por pantys blancas. El vestido tenía un cinturón dorado, era muy escotado, tanto por el centro como por los costados, permitiéndome ver la curvatura perfecta de sus pequeños senos.

La otra tenía dos protuberancias rojas saliéndole de entre el cabello rubio que caía lacio por encima de uno de sus ojos, y una cola escarlata que surgía de la zona de un culo impresionante. Llevaba pantys negras y un corset oscuro, diminuto y delgado, que hacía destacar tanto sus enormes senos como la erección de sus pezones a través de la tela. Aparte de eso solo llevaba sus bragas rojas, empapadas con el juego de dedos de su compañera.

Ésta última, de penetrantes ojos verdes, fue la primera que percató en mí.

—Ohhh, parece que Feli ha despertado, jiji —dijo el angelito, cuyo cuello era ahora lamido por la diablita a su lado, cuyos ojos cafés eran pícaros y ominosos.

—Jajaja, así parece, y qué bueno, pues así puede recibir su castigo —dijo la diabla, con ojos como chocolate.

—¿Castigo? No, no, no, Fer, ¿no que íbamos a aconsejar a Feli sobre cómo continuar haciendo el amor responsablemente?

—¿Estás de broma, Rocío? ¡Se ha estado follando a toda su familia, incluyendo a nosotras, incurriendo en un montón de ilegalidades! Necesita una buena tunda.

“¿Fernanda? ¿Rocío?”, pensé, todavía atontado. Tardé en darme cuenta de que se trataba de mi hermana menor y de mi prima pequeña. Por tanto tiempo las había llamado “angelita” y “diablita” respectivamente que no pensé que se convertiría eventualmente en realidad. Ambas me tomaron cada una de una mano y me llevaron a otro lugar. Caminando, noté que mi erección estaba más intensa que nunca, y me pregunté si la píldora que Francisca me había dado también causaba esos efectos secundarios tan delirantes como las visiones que estaba teniendo.



El ángel y la diabla me sentaron en un sofá, frente un televisor, y se sentaron cada una a mi lado.

—¿Quieres ver TV, mi Feli? —me preguntó Rocío, que se veía más hermosa que nunca, con sus senos pegados a mi brazo derecho, y sus alas de alguna manera acomodándose en el sofá.

—Eh… c-claro.

—Excelente, porque te vamos a mostrar algunos de tus pecados, en orden, para hacerlo más interesante —dijo Fernanda, que con descaro puso sus piernas sobre las mías y me acarició la férrea polla por encima de los pantalones. Mi hermana chasqueó los dedos, el televisor se encendió, y pude ver en perfecto HD a mí mismo, y a nuestra otra hermana, acostados sobre la cama cuando éramos más jóvenes. Nuestra primera vez, en la privacidad de la inocencia. Yo le estaba tocando la entrepierna y ella me hacía una paja frenética.

—¿Qué es esto…? —pregunté, confundido, mirando la pantalla como un bobo mientras Fernanda me bajaba la cremallera.

—Tu primer pecadito, mira cómo se te puso la polla de recordarlo, por todos los diablos, ¡qué enorme!. Te corriste con los dedos de nuestra hermana y le hiciste llegar a uno de sus primeros orgasmos, ¿siquiera te acuerdas de qué edad tenía? Jeje, sucio pervertido… Ufff, qué calor tengo con este miembro… Venga, te voy a hacer una paja infernal.

Fernanda comenzó a masturbarme tal como Francisca lo había hecho en el video. Yo estaba excitadísimo, al igual que aturdido. ¿Realmente había cometido un pecado con mi hermana, haciéndole esas cosas a tan corta edad, y viceversa? Yo la amaba, y ella a mí, ¿qué había de malo? De hecho, ahora mismo se sentía tan bien la mano diabólica de Fernanda alrededor de mi miembro, subiendo y bajando mientras se relamía los labios.

—Mmmm…. mmmmmm…

—Pero qué verga más maravillosa, ¿cuántos coños, bocas y culos ha conocido? Es perversa, es imposible resistirse a ella, me encanta sentir sus venas hinchadas entre mis dedos. ¡Hijo de puta, podrías convertirte en el rey del infierno con este pedazo de carne y todas las diablas más zorras estaríamos ante tus pies!

—Ughhh… ahh….

Acabé en el video, lanzando mi semen en los dedos de Francisca; casi lo hago también ahí en el “mundo real”, en el sofá, de no ser porque el ángel apartó la mano de Fernanda.

—¡Fer! ¡No es justo mostrarle eso! ¿No entiendes que tu hermana y tu hermano se querían mucho desde siempre? —Rocío chasqueó los dedos también, y el video cambió a uno donde Francisca y yo follábamos por primera vez, entre los roqueríos de la playa. En la pantalla, mi hermana mayor me agarraba las nalgas para tirar de mí hacia ella, metiéndose mi polla hasta el fondo de su garganta; mientras ella, de rodillas y con las piernas bien abiertas, chorreaba sus jugos vaginales sobre la arena.

—Oye, Rocío, ¿qué carajos te pasa?

—Fer, solo digo que estás siendo injusta, no se puede castigar el amor más puro. ¿Ves como Francisca lame ese pene? —Rocío se inclinó hacia adelante, tomó mi polla, y la apuntó hacia su boca abierta—. Sí, es irresistible, porque todas aman a Feli, y él las ama a todas. Su pene es solo una extensión de ese amor.

—Mmmmm —gemí cuando Rocío comenzó su felación, con esa inocencia sensual que solo ella podía tener. Subía y bajaba la cabeza con dulzura y pasión, y se tocaba sutilmente la entrepierna con su mano libre. Lo que sí era rarísimo era ver moverse su aureola también…

—Oh, puerca, tanta palabrería solo para devorar la polla de mi hermanote, al final eres tan diabla como yo —dijo Fernanda, quitándose las bragas, abriéndose bien de piernas en el sofá, y comenzando a masturbarse… ¡con su propia cola! La cola parecía tener vida propia, y su punta triangular entraba y salía repetidamente de su coño, que echaba aguas como un grifo.

—¡No es así, Fer! Mmmmmm… M-me gusta su pene porque contiene un líquido divino y celestial que nadie más tiene, que a los ángeles nos encanta… mmmmm… n-no lo entenderías.

—Me estás jodiendo, ¿verdad? Ahhhh, ahhhhh, tú lo que eres es una guarra con alas blancas, ahhhhhhhh —le contestó Fernanda, gimiendo intensamente mientras se masturbaba con su improvisado dildo. Luego, la diabla volvió a chasquear los dedos.



En la pantalla aparecieron ambas, vestidas con sus uniformes de la escuela, Fernanda sobre Rocío, mientras yo estaba detrás de ellas levantándoles las minifaldas, penetrando a una y a la otra, turnándome entre un coño y el otro mientras ellas se morreaban.

—¿Ves? Recuerda que éste hasta se coge a su madre, y míralo ahí, ahhhh, ahhhh, qué ricooo, montándose un trío con dos chiquillas, obligándolas a tocarse entre ellas, hundiendo el sable en dos colegialas que hasta hacía poco apenas tenían pelos en el coño, ¿te parece normal, putilla?

—¡Claro que sí! Nosotras no somos bobas, hacemos lo que hacemos porque nos gusta, y nos damos muchísimo amor…

—¡Oh, por favor! —exclamó Fernanda mientras yo permanecía en silencio, expuesto tanto a una diabla usando un dildo hecho de su propia cola, una angelita que me chupaba el cipote, y un trío en la pantalla, formado de mis recuerdos.

—¡Es verdad! ¿Ves cómo nos damos besitos allí? ¿Crees que alguien se besaría con tanto amor si no fuera puro y celestial? —Rocío se irguió y me tomó del mentón. Mi angelita adorada me besó tímida y dulcemente los labios. Mi prima chasqueó los dedos, y en el televisor aparecí yo en primer plano, besándome con mi madre mientras mis hermanas se tocaban mirándonos.

—¿A eso llamas besar? Pervertida ninfómana, ¿me vas a venir con el cuento de que no tienes ganas de meterle tu lengua hasta el fondo de su garganta? Mira como lo hace mamá con mi hermanote… ahhhhh, ahhhhhhh, estoy súper cachondaaaaa…

Fernanda empujó a la angelita, me abrió la boca y me sacó la lengua hacia afuera con los dedos. Luego comenzó a jugar con ella usando su propia lengua, y antes de darme cuenta, se convirtió en un morreo triple sumamente lascivo y salivoso cuando Rocío se unió con su propia lengua. Yo estaba tanto en el Paraíso como en el infierno. Era como si ambas me estuvieran convenciendo, a su manera más sexy, de que lo que yo había estado haciendo por todos esos años con mi familia estaba de hecho… ¡bien!

En la televisión, mientras le lamía las tetas a mamá, Fernanda y Francisca se ponían sumisamente de rodillas y comenzaban a chupar mi polla entre las dos. De la misma manera lo hicieron la diablita y la angelita, una a cada lado, lamiendo juntas la cabeza de mi cipote, luego bajando por el tallo, y subiendo nuevamente chupando la propia saliva que habían dejado en el camino. A medida que ambas se excitaban, las alas de Rocío y los cuernos de Fernanda brillaban más y más con resplandores dorados y escarlatas.

Como no podía ser de otra manera, yo hice mi parte y metí dos dedos de cada mano en los coños de mi hermana y mi prima, y pronto me di cuenta de que necesitaría tres. Ambas estaban sumamente abiertas, chorreando jugos como locas, y gemían sin parar mientras se turnaban para devorarme el falo.

—Mmmmmm, ayyy, huele muy bien su pene…. aaayy, hmmmm —dijo Rocío, pasando la nariz por el fierro junto a su rostro, expresando claro deleite por lo que hacía.

—¡Y está durísimo! —exclamó Fernanda, agarrándome la verga y golpeándose la mejilla con ella—. ¡Mira cómo me pega, es un criminal sinvergüenza! Ahhh, se me hace agua la boca, no puedo parar…

—Ya puedo oler como se acerca su juguito divino, quiero bañarme en su semilla celestial…

—Sí, mira cómo tiene hinchados los huevos con nuestras lengüitas y nuestros dedos, ya pronto nos pintará la cara con su pecadora lefa…

—Ahhh, c-chicas… ¡me corro!

Disparé un montón de chorros, que fueron a parar a los cabellos, las mejillas, y las manos de ambas chicas. Un orgasmo más fue a parar a sus escotes, que se observaron con deleite. Luego, frente a mí, la angelita y la diablita comenzaron a sorber ruidosamente la leche que tenían en las manos, recogiendo también lo que había caído cerca de sus tetas.

—Es maravillosa, es una verdadera ambrosía de los dioses…

—¡No puedo parar de beberla! Estoy toda pegoteada con su lefa, ¡me encanta!



Mi polla, desde luego, seguía erguida y derecha como un soldado en primera línea, y el ángel, levantándose el vestido, fue la primera en sentarse sobre ella. Se dejó caer y casi sentí mi polla tocar su útero. La aureola en su cabeza emitió un canto celestial mientras ella comenzaba a montarme delicada y sensualmente. Sus pequeñas tetas en crecimiento botaban tanto que el escote se abrió y las hizo salir de su prisión, y yo no pude controlarme, las devoré con toda mi lascivia, mordisqueando sus pezones.

—Ayyy, aaaaahhhh, Feli, tu lengüita, aaaay, m-me gusta… ¿me estás dando mucho amor?

—¡Sí, muchísimo! ¡Te amo, Rocío! —exclamé, fuera de mí.

—¿Quieres amor, ricura? Déjame darte un poco también. —Fernanda se puso de pie detrás de Rocío y ocurrieron dos cosas fascinantes: primero, su cola se movió sola hasta que se introdujo en su propio culo, haciendo que Fernanda se retorciera de placer; y segundo, una enorme polla roja apareció desde el fondo de su coño, como si hubiera tenido un larguísimo dildo en su interior. Ubicó el infernal miembro en la entrada del culito de Rocío, y de un solo tirón la penetró.

—Aaaaaaaaaaayyyyyyyyyyyyyyyy, ¡mi culito! ¡Mmmmmmm!

—Ahhh… e-espera, Feña, ¿no que Rocío es v…?

—Felipe, hermanote, nuestra primita es virgen del ojete en la vida real, pero no aquí; así que más te vale que lo disfrutes, y luego la estrenes en cuanto puedas, ¿vale?

Entre los dos penetramos morbosamente a nuestra primita, y constantemente yo le lamía las tetas, o Fernanda hacía lo propio con el largo de su espalda entre las alas, y la parte posterior de su cuello. El rostro de Rocío estaba desencajado de placer, tenía los ojos fuera de las órbitas, sus alas resplandecían como luceros.

—Ayyyy, ayyyy, noooo, me voy a ir al infierno por esto, ¡es que siente demasiado bien! ¡Tengo dos penes en mis agujeritos angelicales, que se están ensuciando y me gusta muchísimo!

—Eso es, zorrita, disfruta de mi verga y la de mi hermano, ya te he sentido correrte dos veces, sigue hasta que incluso yo sea bendecida por tus fluidos, aaaaahhhhhhhhh, y mi cola en mi cola, jejejem está haciendo maravillas también, aaaaaaahhhhh, ¡ahhhhhhhhhhhhhhhh! ¡Me corro otra vez, nena! Ahhh, pero qué ricooooo, ¡soy una putaaaaaaaa!

—Aaaaay, no puedo más, es muchísimo placer, a-acabo… ayyy, ¡Dios mío! ¡DIOS MÍOOOOO!



Decidí rápidamente cambiar de posición después del enésimo orgasmo de Rocío, en medio de la deliciosa ensoñación. Puse a la diabla en cuatro patas, saqué su cola de su ojete, y lo reemplacé con mi propia polla, que se introdujo fácilmente en su ano. Rocio se puso de pie frente a ella, abierta ligeramente de piernas, levantándose tímidamente el vestido con una mano mientras con la otra se separaba los chorreantes labios vaginales.

—¿No me digas que quieres que te chupe el coño, guarrilla? Jeje

—S-sí… ¿puedes? T-tu lengua es… digna de mí…

—¿Digna de tí? Ustedes los ángeles y su puta arrogancia, no me vengas con…

Para callarla, tal como en el pasado, le di una fuerte nalgada, y continué mientras la embestía, hinchando más y más su ojete. Ella gritó de dolor y placer, y se hizo hacia adelante hasta introducir su lengua hasta el fondo de la concha de su prima.

—Mmmmmmm, mmmmmmmmmmm, eso es… más, Fer, ¡más!

—Puta lujuriosa, slurp, slurp, zorra de mierda, slurrrup, ¡me fascinas! Tu sabor es asfixiante, me haces delirar, bebé, ¡ahhhhhh! Slurp, slurp, slurp, ohhhh hermanote, tu polla está muy adentro…

—¿Te gusta, perra?

—Sí, pero hazlo más duro. ¡Ahhhh, síiiiii! ¡Párteme en dos, fóllame como si no hubiera mañana! Dame caña como una emperatriz infernal como yo se merece, ¡ahhh! ¡ahhhhhhhhhh! Dale a esta putita toda tu carne hinchada y venosa, libera toda tu abundante leche hasta el fondo de mis entrañaaaaaassss, aaaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhhhh, ¡¡¡jodeeeeeeeeer!!!



Así lo hice, después de cambiar de pose por última vez. Me sentaron nuevamente en el sofá, y ambas se cruzaron mutuamente de piernas, quedando con mi latente e hinchada polla entre medio de sus chochos mojados. Estaban haciendo tijeras, masturbándose y frotándome la polla a la vez, frenéticamente, mientras se acariciaban las piernas de la otra, y se sobaban sus propias tetas. De vez en cuando, también se las lamían.

Chorros y chorros de jugos vaginales saltaban desde sus coños a medida que se corrían. Eso solo les hacía acelerar más. Ya ni siquiera decían guarradas, pues tenían los ojos en blanco, las lenguas afuera, los pezones hinchadísimos y duros, solo podían gemir una y otra vez hasta alcanzar repetidamente el clímax.

Fue entonces que sentí la familiar y orgásmica sensación…

—Oh…

—Venga, lanza toda esa lefa espesa y deliciosa en nuestras caritas de puta…

—Sírvenos tu semilla, mi Feli amado, riéganos con tu lechita celestial…

—Ah… ¡AHHHHHHHH!

Me corrí abundantemente. La mayor parte fue a parar a sus barriguitas y sus tetas. Yo caí rendido nuevamente, y mis ojos se fueron cerrando mientras observaba a mi hermana y a mi prima restregarse mi semen por sus cuerpos juveniles…







Entonces abrí los ojos de nuevo. Me encontraba nuevamente sobre una cama, en una habitación de muros blancos que no reconocía, y al fin mi cabeza me indicaba que no me encontraba en una ensoñación. Lo más raro es que era como si hubiera recuperado todas mis energías, como tras una buena siesta de reparación. Tenía muchas, muchas, muchísimas ganas de follar. Por instinto, llamé a Fernanda y Rocío para ver si podían ayudarme…

—Las niñas están en su casa, señor Alvez. La trajeron aquí después de decir que tenían que ayudar a preparar la última de sus sorpresas —me dijo alguien, a mi lado.

Miré, y pasó algo increíble. Por un par de segundos, al ver el rostro frente a mí, me sentí nuevamente como un niño que ver el rostro más bello que existe para cualquier crío, me sentí protegido y amado. Después de esos dos segundos, contemplé la figura entera que incluía aquel rostro, y mis sentimientos familiares e inocentes fueron reemplazados por una calentura sin igual. La silueta vestida de blanco junto a mí, que revisaba un termómetro en su mano, no era un ángel ni una criada. Era la enfermera más sexy del mundo. Además, era mi madre.

Su cabello castaño, decorado por una clásica cofia blanca con una cruz roja en medio, caía en bucles sobre sus enormes tetas. Llevaba un delantal blanco peligrosamente escotado, y muy ajustado en la cintura increíble que tenía a pesar de su edad y haber parido tres críos. No parecía llevar nada debajo del delantal, que además, apenas cubría parte de sus muslos, por lo que cada vez que mamá se inclinaba, podía ver los cortos pelitos de su coño descubierto. Llevaba medias transparentes y botas blancas de taco alto.

—¿M-ma?

—No sé lo que tomó, señor Alvez, pero parece haber tenido fuertes alucinaciones. Creo que nadie esperaba ese efecto secundario, lo lamento —me explicó mi madre, dejando el termómetro a un lado después de comprobar que todo estaba bien. Olviden el coche de policía, ¿cómo diablos se habían conseguido las mujeres de mi familia toda una sala de hospital?

—¿Señor Alvez? —Había recordado todo el juego. Mi tía Julia como policía, Francisca como sirvienta, Paloma como colegiala, y…—Espera, ¿Fer y Rocío estuvieron aquí?

—Claro que sí, una vestida de diablita y la otra de angelito. Cuando llegué aquí las vi haciendo cosas pervertidas con usted, señor Alvez, tuve que sacarlas de aquí antes que lo dejaran sin energías. —Mamá se desabotonó el primer botón de su delantal, sin ninguna razón, revelando que llevaba un conjunto blanco de lencería, muy sexy y con sensual encaje, como ropa interior. Luego, se colocó un par de guantes blancos.

—¿Cosas pervertidas? ¿Cómo qué? —pregunté, entre nervioso y confundido.

—La señorita Rocío estaba sentada sobre su miembro viril erecto, mientras que la señorita Fernanda parecía estar penetrando a la otra niña con la cola de juguete que llevaba por… bueno, por la cola. Y hablando de miembros viriles, necesito revisar el suyo. ¿Me permite?

Yo estaba demasiado excitado como para resistirme, o como para no aprovechar la oportunidad de que mi propia madre me hiciera una paja, como ya estaba haciendo, pretendiendo que me lo estaba revisando con una “técnica de frotamiento manual”. Reposé mi cabeza sobre la almohada. Recordé que era mi cumpleaños, y que era probablemente el mejor de mi vida.

—Ohh… ahhh…

—¿Se siente bien, señor Alvez?

—Síiii…

—Me place escuchar eso. Necesitaba saber si tenía alguna herida tras tantas relaciones sexuales que parece haber tenido —me explicó, masturbándome más fuerte con las dos manos enguantadas—. Mi misión primordial siempre ha sido cuidar de ti… Cuidar de usted desde que me lo asignaron, quiero decir.

Sonreí con los ojos cerrados. Un desliz freudiano de mi madre, ¿quién lo diría? Lo hacía muy bien, sus pajas eran muy diestras, deliciosas, y entre toda la lujuria y sensualidad siempre había una cuota de cariño materno que hacía de la experiencia algo único.

—Es muy buena en lo que hace. En revisar, digo. ¿Debe hacer esto con todos sus pacientes?

—Solo con aquellos que requieran una inspección especial en sus miembros viriles. De hecho, ahora necesito comprobar que está sano en tanto los conductos seminales y de orina. ¿Me permite llevarme su falo a mi garganta para revisar más en profundidad?

Sin esperar mi respuesta, se llevó mi polla a la boca y comenzó a chuparla con celeridad. Los ruidos, gemidos y demás sonidos que hacía su lengua y sus labios alrededor de mi miembro eran muy eróticos, me estaban poniendo a mil. Mamá era una amante sin igual, se las ingeniaba para que el sexo incestuoso con ello pareciera lo más natural del mundo, sin complicacines ni drama innecesario. Antes era una mujer tímida, insegura, reservada y sumamente insatisfecha sexualmente. Ahora le había hecho muy bien comenzar a trabajar en aquella oficina, donde se follaba a medio mundo y eso aumentaba su seguridad en sí misma. Creo que yo era un hijo de puta, y honestamente, no siento que me ofenda…

—¿Q-qué le parece, doctora…?

—Hmmmm, mmmmm, sabe bien, los niveles de azúcares parecen normales, sluuuurp —me dijo, dándole una gran sorbida a la cabeza hinchada de mi miembro—. Su líquido pre-seminal tiene el aroma y sabor apropiados para un joven sano de su edad.

—Mmmmm.

—Y siento también rastros de sus líquidos dorados, también muy sanos y con un sabor agradable… mmmm… no me importaría que, en caso de necesitar ir al baño… hmmm… —gimió mamá, lamiendo repetidamente la punta de mi pene—. Ejem, disculpe, no sé qué me ocurrió. El único problema que identifico es que creo que tiene mucho líquido seminal aún acumulado en sus conductos seminales.

—Oh, no… ¿Y qué hago?

Por primera vez, con mi cipote apoyado contra su mejilla, mamá sonrió con una sonrisa cómplice, más allá de su personaje de enfermera/doctora sexy. Su cabello cayó sobre su rostro, y su mirada era casi perversa. Era una perfecta femme-fatale.

—Le ofrezco traerle revistas eróticas, y un tiempo a solas para que satisfaga sus necesidades. Es lo único que puedo hacer para ayudarle. ¿Qué le parece, señor Alvez?

—¿Qué? Pero… ¿no puede ayudarme?

—¿Ayudarle yo misma? ¿Cómo se le ocurre? —me dijo, sin abandonar su gesto de manipuladora y viciosa, que jamás había visto en otra que no fuera mi hermanita. Se subió a la cama y se levantó ligeramente la diminuta minifalda del delantal, mostrándome el chocho de donde yo había salido—. Tenemos instrucciones estrictas en este hospital con respecto a la atención de nuestros pacientes. ¿Puede ver mi conducto vaginal, tan húmedo y rosado? No puedo entregárselo de forma voluntaria, incluso si está en esas condiciones que invitan a la penetración.

—Pero… —Comencé a masturbarme frente a ella, casi desesperado, como cuando era niño y le rogaba por algún juguete—. ¿De verdad no puede ayudarme? ¿No que debe proteger a sus pacientes, nunca hacerles daño, y satisfacer todas sus necesidades?

—Lamentablemente no puedo, señor Alvez, por más que considere que es una oferta tentadora… a menos que se aproveche de mí a la fuerza, y yo me vea incapaz de resistirme.

No necesitaba oír más. Mi madre se había convertido en muy poco tiempo en una calienta-pollas del nivel de mi tía Julia, que llevaba años como una golfa experta. Si esto seguía así, mamá se convertiría en la puta más deseada de la historia.

La tomé de los brazos con mis manos y la arrojé de espaldas a la cama. Por un momento ella sonrió coquetamente, pero luego recuperó la compostura del personaje y me miró con fingido susto y falsa ansiedad.

—¡Señor Alvez! ¿Qué cree que hace?

—Voy a hacerla mía, doc, aunque no lo quiera —le dije, sentándose sobre ella y abriéndole de un tirón el uniforme. Debajo, solo llevaba aquel sexy conjunto de lencería, durante ese momento parecía la guarra más golfa y sensual del universo.

—¡Pero señor Alvez! ¿Acaso quiere aprovecharse de mí? Ohhh… es tan fuerte, no puedo resistirme —dijo ella, fingiendo retorcerse e intentar escapar mientras yo masajeaba fuertemente sus tetas, y me acercaba a mordisquearle el cuello—. ¡Qué horror! Yo que he cuidado de usted, ¿y va a aprovecharse de la pobre de mí? ¿Planea usar mis agujeritos para su satisfacción?

—¿Acaso no quiere que esté tranquilo y satisfecho? Su deber como doctora es atender a sus pacientes en todas las formas que necesiten.

Abrí a mamá de piernas, las hice reposar sobre mis hombros, y apunté mi cipote a la entrada de su chochete, que parecía humear de puro deseo.

—Supongo que sí, dado que usted se está aprovechando de mí y me está usando a la fuerza, no puedo resistirme…

—Así es. Y son mis necesidades, voy a obligarla a que las cumpla al pie de la letra.

—Mi rol como doctora es hacerme cargo de todo lo que necesite… —Comencé a penetrar el coño de mamá, lentamente, disfrutando cada momento, cada centímetro de mi polla deslizándose en su interior, rozando con sus paredes vaginales—. Aaaaahhhhhhh…. Oh, si eso incluye usar mis orificios, y hacer lo que desee conmigo, asumo que es lo correcto. Pero no lo haga tan fuerte mientras usa mi vagina, o le subirá mucho la temperatura.

—¡Y una mierda! —exclamé, introduciendo la mitad que me quedaba de la polla de golpe en su interior. Luego, comencé un mete-saca rapidísimo, brusco, que hiciera evidente que yo estaba en control y estaba forzando mi entrada en ella.

—Ahhhh, ahhhhh, ¡pero señor Alvez! ¡Su pene! ¡¡¡Ahhhh!!! ¡No me haga esto, soy solo una funcionaria de este hospital! Ahhhhhh. ahhhhhh, qué bieeeeeen, digo… ahhhhhhhhhhh —gritó mamá mientras yo bombeaba más y más rápido al fondo de su coño.

—No me importa, usted es mía hasta que esté satisfecho, usaré todo su cuerpo para mi propio placer, ahhhh, ahhhhhh.

—Oh, pero señor Alvez, ¡mmmmmmmm! ¡Su corazón! ¡Tanto placer sexual en mi interior puede hacerle mal! ¡¡¡Ahhhhh!!! ¡¡¡Puede que luego no pueda detenerme y me haga cosas pervertidas imposibles de describir!!!

—De hecho, voy a tomar su palabra, doc… Tomaré ventaja de usted y la usaré como mi baño.

—Ohhhh, pero señor Alvez, eso es inapropiado, mmmmmmmmmmm, y no puedo resistirme a sus demandas, aaaaaaah, no podré evitar que me haga esa clase de guarrerías pervertidaaaas

Saqué mi polla de su interior. Apunté a las tetas y el rostro de mamá, y ella, sumisa, sacó la lengua hacia afuera. Ni en mis más pervertidos sueños imaginé que haría algo como esto con mi propia madre. El líquido dorado salió de la punta y trazó un camino desde sus enormes y redondas tetas, hasta terminar en su lengua, donde mamá aguantaba como una campeona, sin perturbarse por un segundo con lo que le estaba haciendo. Me detuve allí, orinando sobre mi madre, sintiendo que mi verga cobraba más y más fuerzas al ver la escena.

—Ahhh, ahhhhhh, qué caliente está… Asumo que eso es bueno, slurp, sluuurp, que un joven como usted libere muchos líquidos es sano para usted, mmmmm, sluuuuurp, oh, qué rica…

—Qué buena puta es usted, se está bebiendo todo.

—¡No soy una puta! Solo soy una profesional de la salud encargada de bienestar de sus pacientes. ¡Que sienta una ligera excitación erótica con estos líquidos calientes en mi cuerpo, y ese miembro viril tan grueso frente a mí, no tiene nada que ver!

Puse a mi madre de lado y me recosté detrás de ella. Levanté una de sus piernas y volví a penetrarla. Las sensaciones de sus paredes llenas de mucosa vaginal rozando contra las venas de mi pene me excitaban muchísimo, estaba tan caliente que sentí que estallaría. Agarré las tetas de mamá y las masajeé con fuerza, moviendo mi pelvis velozmente mientras mamá se mordía los dedos para no gemir.

—Ohhh… mmmmmmm, mmmmmmm

—¿Se siente bien, puta?

—S-sí… pero no entiendo, usted se está aprovechando de mí, ¿por qué se siente tan bien?

—Porque usted es una salida viciosa, doc, y me desea tanto como yo a usted.

—Si así son las cosas, no podré evitar que mis pacientes se aprovechen de mis agujeros cada vez que les limpie las pollas o me miren por debajo de la falda… ¿Qué voy a hacer? ¿Convertirme en un contenedor de fluidos corporales para ellos? Ahhhh, ahhhh, ¿en una esclava sexual que hace todo lo que necesiten? Ahhhh, ahhhhhhhhhh, ahhhhhhhhhhhhhhhhh.

Mamá se lamió unos dedos libidinosamente, y llevó la mano hacia atrás, entre mi vientre y su cuerpo. Con dos dedos, comenzó a penetrar su propio ojete, lubricándolo para lo que se venía.

—¿Y esto? ¿Quiere que le use el ano, enfermera golfa?

—¡Claro que no! Pero, ahhhhh, ahhh, me parece que le haría bien su utilizara mi otro agujero, mmmm, ahhhhh, pues es más estrecho y le ayudará a liberar más tensiones, señor Alvez. Venga, póngame la inyección que solo usted puede colocar…

Acosté bruscamentee a mamá de estómago y me recosté encima de ella. Enterré mi cipote en su agujero trasero lubricado, y ella gimió tan fuerte de placer que pareció despertar a todo el hospital. De hecho, solo en ese momento escuché que golpeaban en la puerta de la sala, los doctores que estaban afuera. Desconocía que había hecho mi mamá para conseguir una fantasía tan realista, pero parecía que no duraría mucho.

De todos modos, decidí disfrutar del momento. Me hice paso con mi verga entre las entrañas de mamá, penetrándola fuerte y rítmicamente, mientras yo lamía el lóbulo de su oreja y ella se retorcía de placer entre gritos y gemidos.

—Ohhhhh, señor Alveeeeeeeeeeeeez, hágame suya, ¡no me puedo resistir a su saludable pene!

—¡Toma, toma, toma puta! ¡Recibe mi verga hasta el fondo de tu recto! ¿Te gusta la inyección?

—Síiiii, creo que me está ayudando también, aaaaaaaaahhhhhhhhhhh, es lo mejor para la salud corporal, aaaaaaaaaaahhhhhhhhhhhhhh, ¡lo siento en el fondo de mis entrañas! Mmmmm, ¿señor Alvez? Si quiere puede beber de mis jugos vaginales ahora que el orificio está libre, le ayudará aahhhhhhhh, a mejorar sus defensas.

Sabían deliciosos. Mientras penetraba el ano de mamá, hacía lo propio con mis dedos en su coño y recogía los abundantes fluidos que salían de allí, para llevármelos a la boca. Eran un verdadero néctar, estaba delirando solo con su sabor.

Golpearon con fuerza la puerta, y algo gritaban de echarla a abajo, que estábamos haciendo cosas “indebidas”. Qué tontos, pensé. Era simplemente una doctora haciéndose cargo de las necesidades de su paciente.

Como respuesta, estampé a mamá contra la puerta, la puse en cuatro patas, y continué dándole por culo con más y más fuerza, acelerando mi velocidad hasta el punto del clímax máximo. Veía las tetas de mamá botar como locas con mis embestidas, y entre sus piernas temblorosas caían litros y litros de corridas vaginales al suelo antes pulcro de la sala de hospital.

—Sexo… seeexooooo, aaahhhhhh, ¡qué buen sexoooooo!

—Voy a acabar, doc, ahhhh, voy a liberar toda mi tensión.

—Ohhhh, mi deber es ayudarle con sus fluidos, señor Alveeez, aaaaah, dígame, ¿dónde le apetece depositar sus jugos carnales? ¿Dónde prefiere arrojar su líquido seminal? ¿En un tarro de basura? ¿En un vaso de agua?

—¡En sus tetas, doc!

—¿Mis voluptuosos pechos? Pero señor Alvez, yo tengo que volver a trabajar, y no puedo ir con ese blanco, espeso y delicioso fluido de pene en mis gigantescos senos.

—No le estoy dando a elegir, doc, aahahhhh, ugggghhhhh, estoy muy cerca…

—Está bien, no diga más. Use mi cuerpo para gozar su orgasmo, señor Alvez, utilice mis senos como receptores de su semen. ¡Venga, adelante!

Mamá se puso de rodillas y se tomó las tetas por debajo, aún húmedas con la lluvia dorada de antes. En el mismo lugar arrojé mi lefa, y ella hizo todo lo posible para que ninguna gota se perdiera, y que todo cayera sobre su pecho, aunque una abundante cantidad cayó también en su uniforme rentado (o robado, yo qué sé).

—Ahhh, ahhh, ahh… ¿y ahora?

—Vaya a casa, señor, le estoy dando de alta —dijo mamá, tomando algo del bolsillo de su delantal, y llevándoselo a la boca.

—Pero… ¿y los de afuera?

—Yo los distraigo. Solo bastará con que use mis atributos para calmar sus penes y sus vaginas, no será problema. —Por primera vez mamá relajó los hombros, saliendo del personaje me guiñó un ojo, me sonrió entre maternal y pícaramente, y me besó efusivamente. Noté que dejó caer en mi garganta algo que ella había tenido antes, lo que había sacado del delantal—. Tu segunda dosis para preparate para lo que te espera en casa, hijo querido. Tengo muchas energías, pero espero que tú estés listo para tus seis putitas, cielo. ¡Vamos, corre!

Con el pecho cubierto de fluidos, mamá se puso de pie, abrió la puerta de la sala de hospital, y un montón de gente entró. Todos se quedaron embobados mirando el cuerpo de mamá, lo que permitió escabullirme con cierta facilidad gracias a su distracción.

Tomé un bus. Llegué a casa sin saber qué ocurriría. Abrí la puerta. Mi hermana mayor me esperaba, ruborizada y con el plumero en la mano.

—Bienvenido de vuelta, amo. ¿Qué le apetece usar de mi cuerpo esta vez, mientras esperamos a las demás invitadas? Estoy completamente a su merced, amo… L-la verdad… —Francisca empezó a rozar sus muslos unos contra los otros, se le subieron aún más colores al rostro—. La verdad es que necesito que me use, amo. ¡Por favor, hágame el amor!


Continuará
 

heranlu

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Las Chicas de mi Familia – Capítulo 020
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Amo, gracias por hacerme suya de nuevo, ah, ah, ahhh, ¡no me podía aguantar! —dijo Francisca, vestida de sirvienta para la ocasión de mi cumpleaños, mientras yo la penetraba. En el mismo dintel de la puerta, ella me había dado la espalda, se había inclinado, levantado la minifalda, y permitido que la follara sin preámbulo, medio minuto después de llegar a casa. Yo la agarraba de la cintura para que no cayera al suelo. ¡Nunca en mi vida había estado así de excitado por tantas horas!

—Eres espectacular, ¡eres increíble, Fran! ¡Tu cuerpo es fantástico!

—M-me alegra mucho que le plazca mi cuerpo, amo, ah, ahhh, ahhh

Alguien me abrazó por la espalda mientras bombeaba en la concha de mi hermana. Miré hacia atrás y encontré a mi otra hermana, vestida como la diablita más sexy y ninfómana de la Tierra, tal como la vi en mi ensoñación. Llevaba el mismo corset de encaje negro, las bragas con cola incluida,y un cintillo con cuernos.

—Hola, hermanote, veo que te estás divirtiendo con el coño de nuestra hermana, ¿eh? —me dijo, acariciándome el pecho y con sus tetas masajeando mi espalda.

—Ahhh, s-sí… ¿Te molesta?

—No, pero estás siendo demasiado suave —me susurró Fernanda, muy lascivamente al oído—. ¿Por qué no eres más brusco y sodomizas bien a la puta?

—¿Qué le dijiste? ¿Ehhhh? ¡Amo! ¿Qué está haciendo con mi ojete? Ahhh, ¡¡ahhhhhhhh!!

Las palabras de la diabla en mi oído tuvieron el efecto que creo que los tres deseábamos. Le separé las nalgas a mi hermana, levanté más su faldita de maid, derramé saliva sobre mi polla, y le penetré el culo con fuerza y sin más miramientos. Al mismo tiempo, detrás mío, Fernanda comenzó a masturbarse y a lamerme la espalda desnuda.

—¡Amo! ¿Le place mi culo? Aahhh, ahhh, ah, ah, ¡dígame que le place mi culito, amo!

—Sí, me encanta… Ahhhh, no aguantaré mucho así…

—¡Córrete en el culo de nuestra hermana, Felipe, y prepárate, porque tenemos muchas más sorpresas para ti en tu cumpleaños! —exclamó mi hermanita, masturbándose frenéticamente hasta que dejó salir un intenso chorro de fluidos desde su coño, empapando el piso de la entrada de la casa.

Por su parte, también sentí el cuerpo de mi sumisa hermana mayor estremecerse y retorcerse. No pudo evitar que se le escapara un suave gemido contenido que anunció su orgasmo a todos los vientos, y yo no me quedé atrás.

—¡Ahhhh, mi culo! ¡Amo, me está llenando todo el culo, síiii!

—Eso es, hermanote, mmmmm, llénala de lefa, que la sirvienta se lo merece.

Acabé completamente. Sin embargo, aún sentía una excitación tremenda. No tenía la más puta idea de qué diablos me habían dado a tragar las féminas de mi familia, pero claramente la droga estaba funcionando. Mis hermanas me tomaron de la mano, me llevaron a la sala, y me sentaron en el sofá.

—Ufff, uff… ¿qué están haciendo, chicas?

—Relájate, hermanote, ¿crees que con dejar que nos follaras todo el día iba a ser suficiente para un grupo de ninfómanas como nosotras? —dijo Fernanda, masturbándose nuevamente mientras me hablaba—. Pervertiremos tanto tu mente que tu único pensamiento de hoy en adelante será cómo follarnos cada día, y cómo ser más pecaminoso.

—La noche es la mejor parte, amo —añadió Francisca, ubicándose detrás de mí para darle un masaje espectacular a mis hombros cansados, acompañado de breves besos en mi cuello—. Tenemos preparado todo un festín para usted… Comenzaremos con un pequeño número lésbico, espero que sea de su agrado.

Fernanda encendió la música, un jazz seductor y tentador, antes de dejar la sala. Ni idea de dónde había ido, pero se me olvidó cuando dos MILFs aparecieron en su lugar. La doctora y la policía ya no estaban allí; en su lugar, mamá y mi tía Julia entraron a la sala vestidas como conejitas playboy. Tenían todo incluido, las largas orejas, el seductor conjunto estilo traje de baño, la colita esponjosa sobre sus enormes traseros, las medias transparentes, y guantes se seda. La única diferencia era que el traje de mamá era azul, mientras que el de mi tía era rojo.

Ambas se acercaron a mí, se sentaron cada una en una de mis rodillas, se frotaron unos segundos en mis muslos, riendo pícaramente como si aún fueran colegialas (y ciertamente tenían todavía los cuerpos juveniles de unas, aunque también mucho, muchísimo más desarrolladas, pronunciadas y curvilíneas), y se inclinaron para besarme entre las dos.

—Acaricianos el culo, sobri.

—Dinos que te gustan nuestros cuerpos, hijo.

—¡Me fascinan! —exclamé, fuera de sí, mientras mi lengua bailaba entre medio de las lenguas de esas dos mujeres espectaculares.

—Así nos gusta.

—Prepárate y disfruta el show.

Al son de la sexy música, mamá y mi tía Julia caminaron al centro del improvisado escenario (la sala) y comenzaron a bailar mientras se acariciaban mutuamente el cuerpo. Sus manos experimentadas recorrieron los hombros y los brazos de la otra como previa, demostrando cuánto conocían esos caminos. Mientras Francisca continuaba su masaje, yo me saqué la polla otra vez y volví a masturbarme ante la escena.

Mi tía Julia fue la primera en tocar las tetas de la otra. Primero acarició por encima de la delgada tela del traje de conejita, moviendo seductoramente las cadenas mientras mamá se dejaba consentir. Pero pronto le bajó la parte de arriba del corset, y los enormes melones de mamá salieron a la luz, con los pezones erectos. Mi tía Julia sacó la lengua y comenzó a lamer con destreza, lascivia y cierta suavidad los pezones de mamá, mientras ésta gemía e intercambiaba miradas con su cuñada, y conmigo.

—Oh, Julia, mmmm… síiii…

—¿Es mejor mi lengua que la de mi hermano, Andrea?

—Mucho mejor, a diferencia de mi ex marido tú sí sabes consentir a una dama, hmmmm.

—Entonces tu hijo no heredó eso de su padre, sino de su madre, porque vaya que sabe usar la lengüita este muchacho, sluuuuurp —dijo mi tía, succionando como una bebé ahora la otra teta de mamá. Yo continuaba con mi paja mientras miraba la escena.

—Desde luego, pues aprendió a tener sexo con TU hija, jaja… y vamos, bájate esa ropa que quiero probar tus senos también, amiga.

Esta vez, todavía con los movimientos sensuales de la danza, las dos se pusieron de rodillas, con las piernas abiertas, una frente a la otra, mientras mamá lamía y chupaba los pezones de mi tía, y se tocaba por encima de las medias. Yo no podía creer a lo que había llegado mi vida. Habían pasado muchísimas cosas difíciles en el camino, pero no podía quejarme de nada. La verdad, creo que era fácil considerarme el bastardo más suertudo de toda la Tierra.

En mi mano (o en mi polla, más bien) tenía bajo control a mi madre, mis dos hermanas, mi tía y mis dos primas, y todas parecían completamente obsesionadas con tener sexo conmigo. Veía a mi madre y a mi tía tocarse entre sí, lamerse, chuparse, besarse, todo para que yo disfrutara de la vista mientras mi hermana mayor me masajeaba los hombros (ahora lo hacía solo con una mano, pues la otra estaba obviamente ocupada en su entrepierna). Esto era ya perfectamente normal para mí, no había ningún reparo ni tapujo de parte de nadie. ¿Por qué diablos no lo iba a disfrutar a lo grande, como me lo merecía?

—¿Francisca?

—Mmmm, ¿sí, amo?

—Se me está cansado la mano, ¿podrías seguir tú haciéndome la paja?

—¡Sí, por supuesto! No habría placer más grande para mí, amo, que complacer su precioso, sabroso y enorme cipote.

Mi hermana se sentó a mi lado, cada vez con menos prendas de su delicado traje de sirvienta, me tomó el pene con ambas manos con lascivia incontrolada, y comenzó a hacerme una paja a la velocidad y con la dureza perfectas, mientras yo continuaba mirando el espectáculo: mamá y mi tía se habían desnudado mutuamente, quedando solo con sus orejas de conejo, sus brajas con cola esponjosa, y sus guantes se seda. La música alcanzó su punto más álgido, y ambas experimentadas féminas aprovecharon eso para medio recostarse, cruzar las piernas una contra la otra, unir sus coños rebosantes de fluidos vaginales, y hacer que éstos se besaran entre sí. Mi tía estaba haciendo tijeras con mi madre mientras mi hermana mayor me hacía la mejor paja de mi vida. Esa idea jamás habría tenido sentido para mí al inicio de mi adolescencia.

—¡Ohhhh, Andrea so puta, tu coño está chorreando entero sobre el mío, ahhhh, ahhhh!

—Julia, tú eres la puta, estás empapada, síiii, mmmmmm, másssss, ¡más! ¡Muévete más rápido!

—¿Tienes prisa por correrte frente a tu hijo, golfa? Que así sea, —dijo mi tía, aferrándose a la pierna doblada de mi madre para ejercer más fuerza—, mmmm, aaaaahhhhhh, haré que te corras sobre mi cuerpo como si abriera un grifo, ¡vamos!

—No sé si yo hago que tú te corras primero, ahhhh ahhhh, ahhhhhhhhh, ahhhhhhhhh

—Hmmmm, mamá y mi tía se ven muy ricas así, ahh —susurró Francisca, roja de calentura, frotando las piernas una contra la otra mientras me satisfacía con sus manos.

—¿Te excita acaso, Fran?

—Muchísimo, amo, ver a mamá follando me da muchísimo placer, me gustaría que hiciera eso conmigo, pero quiero que usted se corra sobre mí.

—No tardará mucho —dije, viendo cómo mamá y mi tía ponían sus dedos sobre el clítoris de la otra, y mientras se mecían rápidamente, se masturbaban frenéticamente a la vez.

—¿Dónde le apetece correrse, amo?

—¡En tus tetas!

—Sus deseos son órdenes, amo.

—¡Me corroooooo! —gritaron las dos MILFs a la vez que yo acababa, lanzando chorros de jugos vaginales sobre el estómago de la otra, pero en lugar de detenerse a descansar, ambas lucían aún más cachondas que antes. Volvieron a besarse al son de la música, pasando las manos y las lenguas por el cuerpo de la otra, mamá encima de mi tía, y sin poderse controlar más, comenzaron a quitarse las prendas que le faltaban.

De pronto, ambas miraron con una expresión cómplice a mi hermana mayor. Ésta asintió.

—¿Amo? ¿Me permite dejar de acariciarle por unos segundos?

Sin esperar mi respuesta, Francisca sacó algo de detrás del sofá, y yo quedé de piedra. Mi hermana se acercó a las dos otras mujeres con un larguísimo dildo púrpura de dos puntas, ideal para dos ninfómanas bisexuales como ellas.

Mamá y mi tía se pusieron en cuatro patas, aún luciendo sus largas orejas de conejo sobre sus cabellos castaños, y Francisca se sentó de rodillas entre ellas. Al parecer, el plan era penetrar a ambas con el doble dildo, pero antes de eso, Francisca no se pudo aguantar e introdujo la lengua en los coños de ambas, intercambiando lamidas con ambas féminas que les hicieron desfallecer.

—¡Ay, sobrina, siempre me ha encantado cómo mueves esa lengua, ahhhhh!

—Mmmmm, hija de mi corazón, ¿te gusta el sabor de mi coño?

—¡Me encanta, mamá, tienes un sabor y un olor que me enloquece! ¡Usted también, tía!

Después de mojarlas hasta el límite, Francisca enterró el juguete en el conejo de nuestra madre, y después lo ajustó a las profundidades del coño de mi tía. Cuando ambas estuvieron conectadas, mi hermana volvió a sentarse a mi lado, y en lugar de continuar con la paja, presa de la lujuria más intensa, se llevó mi polla a la boca y la chupó como una posesa descontrolada.

Entre tanto, mi madre y mi tía compartieron su placer, moviéndose rítmicamente de adelante hacia atrás, alcanzando perfecta sincronía en menos de un minuto. Pude notar dos grandes pozas de jugos vaginales entre las piernas de las dos, tan abundantes que pronto se unieron entre sí, igual que ellas. Ambas mujeres no tenían igual, se penetraron mutuamente mientras la tensión se hacía más intensa, la música alcanzaba el punto máximo, mi hermana me acariciaba los testículos, desesperada por sentir el chorro de mi leche entrando en su garganta, y tanto mi madre como la tía Julia alcanzaban el orgasmo en medio de un par de gritos.

—Ahhhh, ahhhhhhhhhhh, ahhhhhhhhhhhhh, Juliaaaaaaaaaaaaaaaa

—¡Me corro también, hija de perra! ¡Mmmmmmm! ¡Me corro, me corro, me corro!

—¡Míranos, hijo! ¡Mira a tus putas correrse para ti, mi amor! ¡Ahhhhhh!

Las palabras de mi madre me hicieron llegar al clímax, pero decidí no decírselo a mi hermana. Como una buena sirvienta, ella también lo presintió, y se metió mi polla hasta el fondo de su garganta, logrando contener como una experta los reflejos de arcada, y esperando allí hasta que liberé mi esperma en su cuerpo. Pude escuchar los “glup” en su cuello mientras tragaba mi corrida con dedicación, gimiendo con cada lechazo, al tiempo que mamá y mi tía volvían a morrearse con lengua para mi deleite.







Después de eso, y tomar un bien merecido respiro (incluyendo un buen trago de soda fría que bebí mientras Francisca me preparaba para la siguiente etapa con una exquisita felación), mi hermana me llevó a la sala de estudio que teníamos para nuestros libros, que incluían unas cuantas mesas y que utilizábamos para estudiar sin ser molestados, pero me detuvo ante la puerta. La abrió solo lo suficiente y me obligó a mirar por el espacio disponible.

—¿Solo puedo ver?

—Amo, no sea pícaro, y solo observe por ahora. Le prometo que valdrá la pena.

En la sala se encontraban mi hermana menor y mi primita, Fernanda y Rocío, juntas como siempre. Ambas estaban sentadas en sendas sillas frente a un escritorio que compartían. Vestían sus respectivos uniformes, que como recordarán, consistían de camisas y medias blancas, corbatas (la de Fernanda era rojiblanca y la de Rocío negra), y minifaldas cortísimas (la de mi hermana era roja a cuadros, y la de mi prima era azul marino). Fernanda estaba maquillada y lucía su cabello dorado en una cola de caballo alta, con un flequillo coqueto sobre su ojo derecho. Los ojos verdes de Rocío brillaban y no parecía necesitar de maquillaje, su cabello castaño estaba delicadamente peinado en una melena corta. Ambas observaban un punto frente a ellas que yo no pude captar hasta un rato después.

—Les voy a preguntar una vez más, niñas. ¿Es cierto que lo he oído? —preguntó una voz.

—No, querida profesora —respondieron las dos a la vez, sumisas.

—¿No? ¿Van a negar entonces los rumores que dicen que han estado practicando actividades prohibidas al interior del establecimiento?

—Lo negamos, profesora —respondió Rocío.

—¿Tiene pruebas de lo que habla, profesora? —inquirió a su vez Fernanda.

—Saben perfectamente que se hizo viral el video de dos niñas muy similares a ustedes, practicando relaciones sexuales lésbicas en la parte trasera del gimnasio. ¿Van a negarlo?

Escuché un golpe que me hizo estremecer, y vi entonces a la dueña de la voz. Mi otra prima, Paloma, había golpeado el escritorio de las chicas con un puntero. Paloma vestía zapatos de tacón, medias oscuras, una minifalda ajustadísima de color gris y una camisa negra, semiabierta, que permitía que se vieran sus tetas y su sujetador con encaje blanco cuando se inclinaba hacia adelante. Eso también me permitió notar sus pequeñas braguitas negras. Además, pude captar brevemente que llevaba unas gafas sensuales, y que su cabello negro con puntas rojas estaba atado en un moño recogido, que la hacía ver muy sexy.

—Nosotras no haríamos algo así, profesora, somos buenas niñas y sabemos que el sexo premarital está prohibido —dijo Rocío, con mirada inocente, que era tan natural para ella como respirar—. En especial entre mujeres.

—¿Puede probar que se trata de nosotras, profe? —preguntó Fernanda, con descaro. Sus labios brillaban de escarlata y sonreía como una putita.

—Desde luego que sí. Abran sus camisas y déjenme ver sus senos, niñas.

Fernanda y Rocío fingieron sorpresa, pero luego asintieron, muy sumisas y obedientes. Al abrirse las camisas, sus tetas sin sujetador aparecieron ante mí. Los de Fernanda eran más grandes y redondos como melones, mientras que los de Rocío tenían unos pezones erectos maravillosos, y una curvatura perfecta, como duraznos. Se veían muy apetitosos.

Detrás de mí, Francisca volvió a hacerme una paja a mi dura y erecta polla para que yo solo me ocupara en mirar. Esto de jugar al amo y la sirvienta me estaba encantando cada vez más.

—¿Por qué tenemos que hacer esto, profe?

—Porque los senos que aparecen en el video son muy claros, y el hecho de que no usen sujetador como corresponde a una dama, me indica mucho. —Paloma tocó los senos y los pezones de ambas chicas, y fingió estudiarlos mientras Fernanda y Rocío se ruborizaban y comenzaban a respirar pesadamente—. Sí, definitivamente son los mismos. Incluso reconozco este lunar, señorita Rocío. Son ustedes las del video y estoy muy decepcionada de ustedes.

—¡Por favor no le diga a mi mamá, profe! —exclamó Fernanda mientras se dejaba tocar, fingiendo miedo, pero no consiguiendo borrar del todo su sonrisa de ninfómana—. Me va a castigar muy fuerte, y papi me dará en el culito con una fusta si se entera.

—¡Porfis profesora, no nos castigue! —dijo Rocío, resoplando de placer mientras Paloma recorría con sus dedos la curvatura de sus senos—. Haremos lo que sea.

—¿Lo que sea? Vaya, no faltaba más. No solo son niñas desobedientes que practican cosas indebidas, sino que ni siquiera saben cómo hacerlo. Ya que están realizando esta clase de prácticas prohibidas, no me queda más que enseñarles cómo hacerlo adecuadamente.

Paloma se levantó la ajustada falda, se quitó las mojadas bragas, se sentó sobre el escritorio, frente a ellas, y se abrió de piernas. La profesora les mostró a ambas chicas su clítoris, sus labios vaginales, toda la extensión de su coño, y les enseñó brevemente para qué funcionaban. Las dos adolescentes babeaban de deseo con la clase, expresando con los ojos y las palabras lo mucho que deseaban aprender más que solo la teoría.

—¿Podemos tocársela, profesora?

—¿Podemos darle un besito y bebernos sus juguitos, profe?

Haciendo la historia corta, medio minuto después, Fernanda y Rocío se estaban turnando para comerle a mi prima el coño, poniendo en práctica las cosas que Paloma les iba enseñando e indicando progresivamente.

Súbitamente, Paloma agarró a Rocío de la cabeza, y la aplastó contra su conejo, obligándola a introducir su lengua al interior de su conducto vaginal. Rocío se sorprendió al principio, teniendo dificultades para respirar, pero pronto se acostumbró y comenzó a practicar sexo oral profundo a su hermana mayor, tal como ésta esperaba.

Al mismo tiempo, Paloma tiró de la cola de caballo de Fernanda, jaló y la obligó a besarla morbosamente, mientras le acariciaba el culo por debajo de la minifalda carmesí. Fernanda fingió ser inexperta en los besos al inicio, pero al cabo de unos minutos no pudo controlarse y liberó toda su habilidad con la lengua, recorriendo con ésta las profundidades más recónditas de la boca y la garganta de mi prima.

—Mmmmm, son niñas malas, mmmmmm, muy malas, aahhhhh…. oh, sus lenguas aprenden bastante rápido…

—Me gusta muchísimo cómo sabe su conejito, profesora, slurrrp, slurp, sluluurp —decía Rocío, haciendo gárgaras con los líquidos que salían del coño de su hermana mayor.

—Profe, me voy a correr si sigue acariciándome así el culo, me estoy chorreando, necesito más, aahhhh —gimió Fernanda.

—Esto no es suficiente. Como les dije, voy a castigarlas, y de qué tan receptivas sean al castigo dependerá de que llame a sus padres y madres, niñas.

—¡No, por favor, no lo haga!

—¡Haremos lo que sea!

—Eso me place. Ustedes estaban incurriendo en una práctica ilícita entre ustedes. Si bien el sexo lésbico puede llegar a ser recreativo, siempre van a necesitar de un buen miembro viril para complacerlas completamente. ¡Señor director, entre por favor! —ordenó Paloma.

Francisca, detrás de mí, me dio un pequeño empujoncito, y cuando me encontré frenta a aquellas tres sexy, hermosas y eróticas féminas en pleno juego de roles, me sorprendí a mí mismo cuando entré en el papel solicitado tan fácilmente. Con mi polla en mano, me había convertido rápidamente en el director de la escuela más pervertido de todos.

—¿Sí, señorita Ochoa? —pregunté, con la voz grave y una expresión de severidad.

—Señor director, estas son las dos alumnas del video que ha dañado la imagen de nuestro querido establecimiento, y les estoy dando el castigo correspondiente —explicó Paloma, obligando a Rocío a hacerle sexo oral, y a Fernanda a lamerle el cuello.

—Así veo. Son muy jóvenes e inexpertas, aún no están preparadas para los placeres de la adultez, y es nuestra obligación enseñarles.

—Así es, señor director. —Paloma agarró a su hermanita del cabello y tiró hacia atrás para que Rocío pudiera mirarme a los ojos. Aunque aparentaba inocencia y miedo, en sus ojos podía verse enteramente la expresión de la excitación y lujuria extremas—. Por favor, ¿podría ocuparse de esta niña que incurre en pecados de homosexualidad?

—Desde luego. ¿Su nombre, señorita?

—Rocío Navarro, señor.

—Bien, señorita Navarro, chúpeme la polla.

—Y usted, señorita Alvez, venga y cómame el coño que dejó su amiguita —ordenó Paloma.

Tomé del rostro a Paloma y nos morreamos con lujuria, recorriendo cada centímetro de nuestras cavidades bucales, mientras Fernanda lamía en toda su profundidad el sexo de Paloma, y Rocío utilizaba su exquisita habilidad manual y oral para succionar mi falo erecto y duro como piedra. Yo estaba en el cielo. Lo cierto es que tengo cierto fetiche con las colegialas, como podrán imaginar. Si bien ya había follado con Fernanda y Rocío (juntas y por separado) vistiendo sus uniformes después de que volvían de sus escuelas, nunca lo habíamos hecho pretendiendo que se trataba realmente de un salón de clases, con estudiantes. Estaba excitadísimo.

—Es muy buena en esto, señorita Navarro.

—Gracias, señor. Quiero ser una buena estudiante también para usted, pero además, me gusta muchísimo el sabor de su… de su…

—Polla, Rocío. No se preocupe, no le diré a su madre que dijo esa palabra.

—¡Muchas gracias! ¡Está deliciosa su polla!

—Ahhhhh, Fernanda, mmmmmmm —gemía Paloma, acariciándose las tetas por encima del sujetador de encaje—, qué habilidad tienes, jodeeeer. ¿No me digas que tu compañera aquí presente no fue tu primera vez con una tía?

—¡Es un secreto profe! Si le digo, me va a castigar —dijo Fernanda, introduciendo su lengua en el coño de la profesora, y acariciándole el clítoris con una mano, mientras con la otra se masturbaba por debajo de la diminuta faldita de pliegues.

—No, no, dimeeee, ¿con quién más te has acostado, golfilla de mierda? —preguntó Paloma, fuera de sí, con los ojos lejos de las órbitas, haciendo esfuerzos para conservarse en el personaje.

—Con mi papi, con mi mami, con mi hermano, con mi hermana, ¡y con toda la puta escuela!

—¡Zorra salida de mierda, no pares, y te juro que subo tus calificaciones!

—¿Señorita Navarro? —le pregunté a Rocío.

—¿Sí, señor director?

—Abre bien la boca, aquí viene un buen lechazo.

—Sí, señor. Aaaaaaaaa.

—¡Ahhh, me corro!

Seguimos así un buen tiempo, y yo seguía con mis testículos llenos a pesar del orgasmo. ¿Cómo diablos funcionaba la droga que me habían dado? Rocío estaba feliz complaciendo mi polla, recorriendo el largo con su lengua, deteniéndose con movimientos circulares alrededor del glande, lamiendo suavemente mi frenillo. Por su parte, el rostro feliz de Fernanda estaba empapado de los jugos vaginales de Paloma. Ésta se acercó a mi oído y me susurró:

—¿Señor director?

—¿Sí, profesora Ochoa?

—La señorita Alvez me tiene el conejo muy húmedo y dispuesto. ¿Le apetece ocuparlo, penetrarme, y enseñarle a estas niñas cómo se hace?

—Desde luego. Ábrase bien de piernas, así como lo hace para mí cada mañana.

—Oh… ohhhh, ¡ohhhhhh, señor directooooooooooooooooooor! ¡¡¡Me encanta cada vez que me penetra con su enorme pollón!!! —Abrí su camisa y bajé su brasier, permitiéndome masajear una de sus tetas mientras lamía el pezón de la otra. Ella se desarmó el moño y su cabello negri-rojo cayó sensualmente su cuerpo—. Aunque me lo hace cada día, ¡no me canso de su pene en mi intimidad! ¡Miren, señoritas! Esto es lo que deben aprender, ahhhhh, ahhhhhhhhh, ahhhhhhhhhhh, ¡señor director! ¡Así, así, así!

Fernanda y Rocío volvieron a sentarse en sus sillas, se abrieron de piernas, y comenzaron a masturbarse ante la escena. De vez en cuando, ambas se miraban y se acercaban para besarse de lengua, pero la mayor parte del tiempo nos observaban a nosotros. Paloma había sido mi primera pareja sexual de verdad, y cada vez que la follaba, no solo era volver a aquellos tiempos en que aprendía, sino que también me empecinaba en demostrarle cuánto había aprendido. Deseaba convertirme en el maestro, dejando el rol de aprendiz detrás. Embestí ruidosa y violentamente en su coño, mordiendo sus pezones, lamiendo su cuello, derramando saliva sobre su lengua, pellizcando su clítoris o dándole de nalgadas.

—Oh, señor dir… señor d… ¡Oh, Felipe, qué buena polla joder! —Paloma se quitó las gafas y me observó con sus entrecerrados ojos café—. ¡Tu falo me está llegando al útero, nadie me había follado así nuncaaaaaaaaaaaaaaa, ahhhhhhhhhhhhhhhhhh! ¡Me muerooooo, Felipeeeeeee!

—¡Paloma! —le regañaron a la vez, divertidas, Fernanda y Rocío, ahora que la profesora se había salido momentáneamente de su personaje. Ambas no paraban de masturbarse, de hecho, ahora lo hacían entre sí, con la mano de Rocío al interior del coño de Fernanda, y viceversa; junto a las patas de sus sillas tenían el piso convertido en pozas de fluidos vaginales. Yo volví a llegar al clímax ante tanta perversión, y seguía cachondo como una moto.

Derramé mi leche al interior de la profesora, que gemía de gusto y algo de cansancio. Recogió algo de semen de su concha, se lo llevó a la boca y lo saboreó con lujuria mientras yo recuperaba fuerzas. Sentía que quedaba poco en mis bolas, pero era muy abundante.

—¡Eh, no me culpen, Felipe ya me superó! —De pronto, miró hacia la puerta, sonrió pícaramente, y volvió a ponerse las gafas—. Alumnas, no puedo creer que estén tocándose la intimidad mientras me observan educándolas como corresponde. ¿No tienen moral? ¿Saben qué? No me dejaron otra opción… ¡Llamé a sus madres!

Aunque bien podría haber parecido un drama de televisión, y me habría reído con ello, cuando vi a mamá y a mi tía Julia entrar a la sala, vestidas con cortos vestidos florales, muy ceñidos y escotados (el de mamá era blanco con flores verdes y rojas, mientras el de mi tía era celeste con flores amarillas), me pareció que solo me quedaba disfrutar. Era el mejor cumpleaños… no, el mejor día de mi vida, y no podía desperdiciarlo.

—¡Mamá! —gritaron Fernanda y Rocío, viendo a sus respectivas madres, pero sin la capacidad de control para dejar de mastubarse entre ellas.

—¡Fernanda Camila Alvez Valdivia! —exclamó mamá, abriendo la cartera que llevaba…Para mi sorpresa -bueno, no tanto-, sacó el doble dildo púrpura que había usado con mi tía poco antes—. ¿Hasta cuándo vas a avergonzarme? Siempre tengo que ver a resolver tus problemas de conducta con tu maestra, ¿cuándo aprenderás?

—Perdón, mamá, ¡no lo puedo evitar! ¡Me caliento mucho, todos los días y a cada hora, desde que vi como papi te follaba el culito! ¡No me castigues de nuevo!

—¡Y tú, Rocío! —gritó mi tía Julia, sacando de su propia cartera su propio vibrador negro. Este era enorme, tenía solo una cabeza, pero parecía tener vida propia dado cómo vibraba y giraba—. Esperaba más de ti, jovencita, ¿cuántas veces te he dicho que no te juntes con esa niña? Lo único que terminas aprendiendo es a caer en tus deseos más lascivos, animales y perversos.

—Perdona, mami, ¡no me castigues porfiiiiis!

—Señor director, profesora Ochoa, ¿nos permite castigar a nuestras hijas también?

—Desde luego, señora Andrea, no faltaba más —le dije a mi madre… digo, a la madre de la señorita Alvez.

—Estas niñas merecen disciplina, siempre están tocándose en clases o follando con otros chicos. Por favor, quiero que nuestro señor director sea testigo de cómo debe aplicarse la disciplina materna. Muestrénle tooooooodo —indicó Paloma.

Incliné a la profesora sobre el escritorio y le levanté la falda. Las dos madres hicieron lo mismo con sus respectivas hijas, que sonreían con complicidad, incapaces de fingir cuán cachondas perdidas estaban con la situación. Fernanda, Rocío y Paloma tenían apoyadas las manos sobre la misma mesa, inclinadas en la misma posición, y cuando yo, mi tía Julia y mi madre las penetramos con nuestros respectivos aparatos, las tres ninfómanas se enfrascaron en un morboso triple morreo de lengua, que me puso a mil.

Mi tía Julia se masturbaba agresivamente mientras enterraba el vibrador completamente en el coño de Rocío, que se retorcía de placer sin parar, disparando sus jugos vaginales a la mano de su madre.

—Ay mamiiiii, aaay, me gustaaaaaaa cuando me castigas así, ayyyyyyy

—Oh, angelito, es solo mi manera de demostrarte cuánto te amo, ¡venga!, ¡sigue disfrutando hasta que te corras en mi cara, hijita!

El doble dildo de mamá estaba al fondo tanto de su coño como del culo de su hijita menor y adorada. Su problemática niña consentida, que se pellizcaba los pezones mientras se besaba con sus primas, y veía sus entrañas penetradas por nuestra madre.

—Mamáaaaaaaaa, ahhhhhhhhhhhhhh, m-me estás rompiendo el culo, ¡eres muy mala conmigo! ¡Me estás partiendo en dos, mamá! Ahhhhhh, ¡l-le diré a papá!

—¿Vas a seguir con esa actitud, hija? —dijo mamá, dándole a Fernanda de nalgadas mientras ella misma se agarraba el dildo para profundizar su propia auto-penetración—. Ahhh, ahhh, si le dices a tu papá, entonces entre él y yo vamos a castigarte. ¿Por qué no puedes ser como tu hermana mayor, golfilla?

—Jajajja, ¿como Fran? Ella me come el coño todas las noches, ¡y también se folla a papá!

—¿Cómo te atreves? ¡Voy a destruirte el culito este que tienes por decir tanta guarrada!

—No, mamá, nooooo, ahhhhhh —gritó Fernanda, aunque todo en ella, incluyendo su sonrisa de golfa, exclamaban “sí”.

Yo por mi parte, follaba fuertemente a Paloma. Ésta se había corrido dos veces ya en mi polla, y me había agradecido los dos orgasmos con un bailecito extremadamente sexual a la vez que la penetraba, meneándose el cuerpo, acariciándose las curvas, mientras yo ponía una pierna sobre la mesa y la follaba con más fuerza.

—¿Felipe? —me susurró, para que las demás no descubrieran que no estaba en personaje.

—¿Hm?

—¿No crees que ya es hora? —Paloma me sonrió, e indicó con su dedo a su hermanita. Comprendí de inmediato.

Rocío captó mi mirada, se ruborizó, y supo que al fin había llegado el día que ella deseaba. Se había preparado por semanas con su familia para este momento, y era hora de que yo me apoderara de su gran tesoro.

Abracé a Rocío por detrás. Besé su cuello y acaricié sus senos para que se relajara, mientras mi polla rozaba sus nalgas, y ella se preparaba mentalmente. A nuestro lado, mamá y Fernanda estaban sentadas una frente a la otra, penetrándose mutuamente con el dildo doble, mirándonos con atención y una sonrisa pícara. Por su parte, mi tía Julia y Paloma se metían mutuamente un dedo en el culo y se lamían las lenguas de la otra, expectantes ante lo que ocurriría con su hija/hermanita adorada.

—¿Estás lista, ángel? —le pregunté.

—S-sí, sí, porfis… e-estoy lista desde esta mañana.

—¿Segura de que no lo has hecho con nadie? —le pregunté, abriéndole delicadamente las nalgas—. ¿Ningún compañero de escuela, o tu papá?

—N-no, quise que fueras tu el primero… quiero entregarte mi a… mi a… —Rocío tomó un respiro, sonrió, y se relajó completamente—. Mi ano. Mi culito es tuyo, primo.

Me sorprendió su energía y actitud, y también me excitó. Mojé mi polla con saliva, y tal como le había prometido a la versión onírica y literalmente angelical de Rocío en mi sueño, penetré su ojete por primera vez, tomando su virginidad anal para mí.

—¿Te duele? Voy en la mitad.

—S-sí, me duele, ayyy.

—¿Quieres que pare?

—No, también me gusta mucho… s-sigue… e-eso es… aaaay, eso es, más, máaaaaas… aaaaaya, aayayay, ay, ¡me encanta! Digo… M-me gusta mucho… —Las demás chicas le gritaron que se relajara más, que dijera lo que realmente quería decir… y cuando la penetré completamente y comencé el mete-saca, al fin Rocío lo hizo—. ¡Mmmmmme encantaaaa! ¡Sigue, sigue, sigue! ¡¡¡Rómpeme el culito, dame duro con tu polla, Fel!!!

Paloma y mi tía Julia se unieron a su niña, y después de besarse y masturbarse mutuamente, al fin Rocío se puso a gritar como la condenada ninfómana que también era.

—Me encanta, ¡me encantaaaaa!

—Dilo más fuerte, hermanita —dijo Paloma, que se inclinó para follar con la lengua el coño de su madre. Ésta también tenía mucho que decir:

—¿Solo te encanta? ¡Venga, hija, el pene de tu primo puede mucho más que eso!

—Me encanta, ¡me fascina! ¡¡¡ME FASCINA EL SEXO ANAL Y QUE ME ROMPAN EL CULO CON UNA BUENA POLLA DURA Y GRANDE!!!

—Así los quería ver. Sabía que esta escuela estaba llena de ninfómanas y pervertidas, pero jamás pensé que también estaría involucrados el director, una docente, y dos madres —dijo una voz. Todos nos volteamos hacia la puerta, y yo casi me caigo de espaldas. De hecho, creo que estar ensartado al culo de Rocío fue la única razón por la que no lo hice.

En la puerta se encontraba la “alumna modelo del colegio”, esa que no mata una mosca y se cree éticamente por encima de las demás. Aquella con las perfectas calificaciones. La estudiante que todos admiran, preciosa y sensual, pero que es inalcanzable para cualquier chico: mi hermana mayor, Francisca.

Esto es lo que deben entender. Mi fetiche por las colegialas se debe precisamente a Francisca. En mi adolescencia, antes de que Fernanda o Rocio se volvieran las cachondas estudiantes que eran ahora, el objeto de mis deseos y mis primeras pajas era Francisca, con su minifalda roja, sus coletas rubias, su camisa ceñida, y sus ojos dorados, preparándose para ir a la escuela. Nunca se lo dije, no me he atrevido, pero parecía haber leído mis pensamientos. Pronto me enteraría que ella también se masturbaba cada vez que yo la devoraba con la mirada, y que intentaba provocarme con sus ropitas estudiantiles a pesar de nuestra relación distante.

Y estaba usando exactamente el mismo atuendo, aunque ella era mayor, más alta y desarrollada que en aquella época. Esto significaba que la minifalda de Francisca era aún más corta que la que Fernanda utilizaba ahora, y apenas cubría nada. Significaba también que su camisa le quedaba corta, estaba abierta por el medio, incapaz de tapar sus tetas, y que dejaba al descubierto su cintura. Significaba que podía ver sus muslos ataviados por sensuales medias blancas con coquetos lazos negros, y que sus coletas doradas estaba gritando que las jalara mientras le daba a mi hermana por culo.

En su mano tenía una cámara fotográfica, con la que nos estaba tomando fotografías y también grabando. Yo sabía que lo utilizaríamos cada noche para nuestras sesiones sexuales.

—¿Señorita Francisca? —pregunté, haciendo un esfuerzo casi imposible en mantenerme en el personaje del director.

—La misma, señor director —dijo, tomando otra foto—. Me decepciona, pensé que usted era pulcro, apropiado y correcto, y aquí la veo usando su miembro viril con una adolescente que apenas alcanza los quince… ¡y por su entrada trasera! ¡No puedo creerlo!

—Señorita Alvez, vuelva a su salón, no le di permiso para entrar a mi oficina —dijo Paloma, que poco después volvió a comerle el culo a su madre, demasiado cachonda para detenerse.

—Lo siento, profesora, pero esto lo sabrán todos los periódicos y noticieros. Este es un establecimiento educacional decente, no puedo permitir que se convierta en Sodoma y Gomorra.

—Oye, hermana, ¿qué son esos hilos de humedad que caen por tus muslos? —dijo Fernanda, que comenzó a devorar los senos de nuestra madre mientras la follaba con el dildo.

—Nada, desde luego, ¡solo la lubricación natural producida por esta escena abominable! ¡No podía esperar menos de ti, hermanita, dado cuán ruidosa eres cuando te tocas en las noches! —exclamó Francisca, llevándose la mano libre a su entrepierna, debajo de la minifalda que yo no podía dejar de ver. Estaba más cachondo que nunca.

—¿No estás caliente entonces, hija? —preguntó mamá, que acarició el culo de Rocío y me lamió la espalda—. ¿No quieres el pene de tu director, acaso?

—¡Por supuesto que no, mamá, y también me decepcionas! ¿Cómo puede ser que estés follando a tu hijita? —dijo Francisca, tomando otras fotos, y luego masajeándose las tetas por encima de la corta camisa—. Dices tonterías. No es que esté excitada y quiera la polla del director en mi coño, y en mi culo, y que se corra en mi cara, o algo así…

Tras decir eso, un botón de la camisa ceñida de Francisca salió disparado al aire y cayó al otro lado de la sala. Sus tetas eran demasiado grandes ahora. Ella me sonrió y se encogió de hombros. Paloma y Fernanda fueron las primeras en explotar en una carcajada, y las demás las siguieron. También yo.

—¡Feliz cumpleaños, Felipe! —dijeron al unísono. Al diablo con todo.

Las seis mujeres se presentaron ante mí, sumisas, para que las usara como yo quisiera. Daba igual si estaban en personaje o no. Estaban todas excitadas, derramando jugos vaginales detrás de sus pasos, ruborizadas y con los pezones durísimos. Yo las contemplé durante unos instantes, decidiendo las próximas instrucciones que ellas esperaban de mí. Desde luego, follarme a mi colegiala predilecta, a la fuente de mis fantasías.

Estampé a Francisca contra un armario, levanté su minifalda, alcé una de sus piernas, y después de besarle agresivamente (y que ella me mordiera el labio de lo cachonda que estaba) la penetré fuertemente por el coño. Ella gritó de placer, y pude notar cómo se corría de gusto con cada embiste en su intimidad.

—Ahhhhh, ahhhhhh, mi amoooooooooooor, ahhhhh.

—¿Cómo te atreves a usar esas ropas, Fran? ¿No ves cómo me pusiste?

—Siempre supe que te encantaba, ¡las usaré cada vez que quieras, y donde quieras! ¡Las de sirvienta también, amo! ¡Ahhh, solo pido que me folles todos los días, ahhhhhhh!

—¿No puedes vivir sin mi polla?

—No, ¡no! Mi chumino solo existe para recibir tu cipote, se moja cada vez que te veo, mi amor, ¡¡¡no puedo vivir sin que me folles!!! ¡¡¡AHHH, ESO ES, FÓLLAME, FÓLLAMEEEEEE!!!

Mamá y Rocío se recostaron en el suelo, tal como les indiqué. Nunca las había visto follado juntas, y no quería perderme esa experiencia. Mamá se acostó de espaldas, Rocío se sentó en su boca para que mi mamá jugara con sus orificios, y luego se inclinó sobre el monte de venus de su pareja. ¡Mi madre y mi primita estaban ahora enfrascadas en un perfecto 69!

—Ay, tía Andrea, qué gusto como mueve su lengüita, aaaaayyyyyyy

—Me han hablado maravillas de ti, cari, y realmente tienes un cuerpo precioso.

—¿Puedo comerle el coñito, tía Andrea?

—Sí, por favor, adelante… mmmmm, madre mía, sí que sabes lo que haces cariño, ahhhh, ahhhh, pero dime, ¿qué te pareció perder tu virginidad anal, cielo?

—Mmmmmmuy rico, aaaay, Felipe lo hace muy bien y aaaaay, ay, quiero hacerlo todos los días. ¿Lo hace usted a menudo, tía?

—Sí, cada vez que puedo… oh, cariño, sigue moviendo esa lengua en mi chochito… eres muy buena, cielo, ¿te gusta mi cuerpo?

—¡Muchísimo! ¡Siempre me ha gustado y quería hacer esto con usted!

—¿Pero sabes qué no has hecho?

—¿Qué? Aaaaaaaaay, tía Andreaaaaaaa, aaaaaay, ¡su lengüita está en mi culito! ¡¡Qué ricooo!!

Por su parte, Fernanda quiso probar suerte con el dildo doble y se enterró una punta hasta el fondo de su coñito. Con la otra, penetró el culo de mi Paloma, que se había puesto a cuatro patas. A su vez, la profesora se inclinó hacia adelante para realizarle sexo oral a mi tía Julia, que se había acostado de espaldas delante de ella. Ambas se ayudaron a estimularse con el divertido vibrador, que planeaba pasar por todos los coños posibles.

—Hija, tu lengua está increíble, aaaaaahhhhh

—Lo sé, mamá, no me canso de comerte este coño del que nací, aaaaaaaahhhh, mmmm, y tú, Feña, puta de mierda, ¿te gusta sodomizarme así?

—Siempre he querido tenerte así, prima mayor, ¡me encanta darte por culo! —exclamó Fernanda, que se llevó tres dedos a la boca y comenzó a chuparlos como si fueran una polla.

—Paloma, Fernanda, más les vale dar un buen espectáculo a Felipe, ¡no se olviden que es su cumpleaños, y miren cómo nos mira el pervertido hijo de puta! ¡Venga, putitas, follen como él se merece que follemos!

Era cierto, a pesar de que mi foco estaba en la colegiala que estaba follando, también dejaba que mi atención fluyera hacia el trío lésbico de Paloma, mi tía y mi hermanita; o al 69 de mamá y Rocío. Preso de la pasión desenfrenada, levanté la otra pierna de Francisca, y ella me rodeó con ambas. La follé con tanta fuerza que parecía que el armario se rompería; ella tenía los ojos fuera de las órbitas, salivaba y apenas podía emitir palabras.

—F-Fel… Felipe… m-mi amor…

—¡Toma, toma! Oh, preciosa, ¡cómo me gusta follarte!

—C-cór… e… preñ… venga…

—¿Qué cosa? No pude oírte, cariño.

—Quiero que… me… pr… leche…

—¿Otra vez? Repite —le instruí, mientras le abría la camisa y con una fuerza que me sorprendió incluso a mí, le lamí las tetas a la vez que ponía sus dos piernas sobre mis hombros. De alguna manera, no me estaba cansando, y estaba follando a mi hermana con cada vez más fuerza.

—¡Déjame preñada, te digo! —me gritó, logrando unas exclamaciones de sorpresa de las demás golas—. ¡Déjame embarazada con tu lefa exquisita! ¡Permítame darle un hijo, amo! Ahhhh, ahhh, ahh, ah, ah, ¡¡¡quiero ser la madre de tu hijo, mi amor!!!

—¿Qué? ¿Estás segura? —No podía creer lo que oía. Con todo lo que había hecho, estaba seguro de que todo era posible, 100% seguro de que no habría ningún problema, y que era eso lo que ambos deseábamos. Apliqué aún más rudeza y pasión en mis embestidas—. ¿¡Segura de que quieres que te embarace, hermana!?

—¡Sí, segurísima! ¡Por favor, soy toda tuya, hazme lo que quieras, quiero ser la madre de tus hijos, soy completamente tuya! ¡¡¡¡Te amo, te amoooooo!!!!

—Y yo a ti, ¡también te amo!

—¡Eh, que ese era mi plan desde el principio! —gritó Fernanda, dándole a Paloma de nalgadas mientras se corría—. Ohhhh, acabo de correrme escuchando eso, ¡pero yo también quiero tus hijos, hermanote!

—Yo no tendría problemas en darte hermanijos, cielo, jijiji —rio mamá, complacida con todo lo que estaba pasando mientras lamía el culo de Rocío.

—Ayyyy, ay, yo también, apenas esté preparada… porfis, Felipe.

—Zorras de mierda, vamos a dejar a mi sobrino seco de lefa cuando nos preñe a todas como las perras suyas que somos, jaja.

—Tienes razón, mamá —dijo Paloma—; al fin y al cabo, todas decidimos ser el harem de mi primo. Es el único hombre para nosotros que vale la pena, somos completamente suyas, sus esclavas sexuales, sus bolsas de lefa, sus guarras de libre uso, ahhhh, ahhhhhh, me voy a correr otra vez, ahhhhh.

—Ahh, v-voy a… acabar… Fran… —dije, follando a mi hermana con más ferocidad y velocidad. Ella se aferró con fuerza a mí, impidiéndome apartarme de ella.

—Amor mío, ah, ah, ah, ¿cuántas veces te has corrido hoy?

—No lo sé… C-creo que…

Primero en el coño de la sirvienta Francisca.

Segundo en el culo de la estudiante Paloma.

Tercero en las tetas de la oficial Julia.

Si bien había fantaseado con el ángel Rocío y la diabla Fernanda, aparentemente sí me habían hecho tener un orgasmo en la realidad, en el coño de Fernanda, por lo que me enteré, mientras yo estaba inconsciente.

La quinta fue sobre los senos de mi madre, la doctora Andrea.

La sexta, séptima y octava habían sido con la sirvienta Francisca, respectivamente en su culo, sus tetas y su garganta, mientras veía a las conejitas playboy (mamá y mi tía) tocarse entre sí.

Noveno en la boca de la alumna Rocío.

La décima corrida fue en el culo de la profesora Paloma.

—Diez veces, creo. La mayoría en ti, bebé.

—Perfecto, todo está saliendo de acuerdo al plan, mi amor. Ejem —carraspeó Francisca, volviendo al personaje de la sirvienta—. Venga, amo, ¡córrase en mi chumino hambriento, déjeme preñada como la perra en celo que soy!

Así lo hice. Sentí que estallaba con fuerza en la vagina de mi hermana, el amor de mi vida, la principal del harem que me había armado ni idea cómo. Cayó de rodillas y se soltó las trenzas que había armado. Se puso de pie para besarme mientras cerraba bien las piernas, impidiendo que cualquier rastro de lefa resbalara por sus muslos.

Mi otra hermana gateó entonces hacia mi, me tomó la polla con una mano, y con cara de viciosa comenzó a olerla junto a mis testículos. Sonrió.

—Sí, mmmm, serían doce, tal como nos prometieron, chicas. Todavía le queda una y es la más abundante, qué rico…

No tengo la menor idea de cómo pudo saber eso mi hermana menor, pero tenía razón. Lo sentía en mi cuerpo. Solo me quedaba una eyaculación más después de esa maratónica orgía de todo el día, y sería la más abundante y potente.

—¿Quién la va a recibir? Me ofrezco —dijo Paloma.

—¡No, hermana, yo la quiero porfis! —rogó Rocío, acariciando las tetas de su hermana para convencerla de darle su lugar.

—Creo que como madre, merezco un poco, ¿no? Mi culo lo está pidiendo —dijo mi mamá, que junto con Francisca comenzaron a morrearse mientras me veían. No me cansaba de la escena lésbica madre-hija, sin importar cuántas veces la observara.

—No sea bobas —dijo Fernanda, que lamía mis bolas—. Como les dije, es abundante. En una sola se desperdiciaría.

—La putita de mi hermana tienen razón —asintió Francisca, que se puso de rodillas frente a mí con postura sumisa, erótica y de guarra máxima—. Venga, las seis vamos a recibir el lefazo de mi amado, ¿está bien? Hay suficiente para todas.

—Y así nos marcará como sus putas de su uso personal, me gusta tu idea sobrina —dijo mi tía Julia, arrodillándose a su alrededor.

—Hija mía, eres tan inteligente, cuánto has crecido, mmmm —gimió mamá, ubicándose entre medio de sus dos hijas, acariciándole el culo a ambas—. Ustedes tres son la fuente de mi placer, y me encanta verlos juntos y amándose. Fran, Fer, ¿me prometen que serán buenas hermanas y compartirán la leche de su hermano entre ustedes y con su madre?

—¡Sí, mamá! —asintieron ellas al unísono, como hijas perfectas.

—Entonces ayudémosle, q-que mi primo debe estar cansadísimo—dijo Rocío, y junto con las otras cinco, comenzó a lamer y tomar turnos para chupar mi polla—. Jijiji, y-ya nos dejará embarazadas a todas cuando se r-recupere, jiji…

No tengo palabras para describir lo que estaba ocurriendo ya. Seis golfas ninfómanas, cuya única fuente de deseo parecía ser yo, y que querían que las dejara a todas preñadas. Como dije, era el bastardo más suertudo del mundo. Lamían y chupaban y besaban como posesas, como prostitutas gratis que solo vivían para mi placer.

—Hijo mío, córrete en mi cara, córrete en nuestros cuerpos, cielo, venga, venga, todo mi cuerpo es completamente tuyo, cariño.

—Dame de beber, sobrino, que estoy hambrienta. Soy un perra hambrienta, dame lo que me merezco, sobri.

—Ya no puedo enseñarte, me tienes que educar tú con tu polla, primo, dame toda la lefa que tienes guardada y enséñame como ser una buena golfa para ti.

—Felipe, t-tengo muchas ganas de tener semen en mi cuerpecito, ¿sí? ¿Nos das a todas? Te prometo que lo compartiremos, porque somos buenas.

—Somos buenas puercas, querrás decir, Rocío. Hermanote, llénanos de lefa, embadurna de leche nuestras tetas, nuestras caras, nuestro pelo, nuestros labios, hasta puedes disparar a mis ojos si te place, hermanote.

—Mi amor, acaba para nosotras. Somos todo tuyas, y yo solo existo para ti, hermano adorado. Mi cielo, amor de mi vida, márcame como tuya con tu semen para toda la eternidad, cumpliré todas tus fantasías y te compartiré con estas golfas, porque mi sueño es complacerte. ¡Dame tu amor con tu leche! ¡DAME TU LEFA, AMOR!

—Me corro… ¡Me corrooooooo! ¡¡¡¡¡AHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH!!!!!

Tal como prometí, y como ellas me indicaron, les di el baño de leche que esas seis se merecían como buenas amantes. Disparé no sé cuántos chorros, los suficientes como para dejarme seco y casi desmayado. Mis hermanas, mis primas, mi tía y mi madre estaban bañadas en semen desde los cabellos hasta los muslos, con distintas expresiones y acciones. Mamá bebía todo lo que recogía de su cuerpo, sorbiendo ruidosamente de sus manos. Me miró a los ojos, y me dijo:

—Feliz cumpleaños, hijo de mi corazón. Espero haya sido de tu deleite, y que sepas que esto lo haremos sea o no tu cumpleaños, jaja.

Mi complacida tía, la cachonda Paloma y la curiosa Rocío, como buenas madre e hijas, compartían la leche, se besaban y lamían entre sí, y se escupían mi semen una a la otra sobre sus tetas y rostros, divertidas y riendo.

Fernanda se restregaba mi leche por todo su cuerpo, perdida en una ensoñación pervertida que yo no podía imaginar, con los ojos cerrados y en perfecto éxtasis. Francisca tenía el rostro, el cuello, los hombros y los senos pintados de blanco, y no halló nada mejor que comenzar a masturbarse, y lo hizo con tanta fuerza y pasión que se corrió poco después… y otra vez, y una más… no podía dejar de hacerse pajas con mi orgasmo sobre su cuerpo.

Luego, entre todas comenzaron a recoger más restos y se los llevaron a la boca, solo para introducir sus lenguas en el coño de mi hermana con mi leche, ayudándole a quedar embarazada. Yo no estaba seguro de que pudiera funcionar así, pero la imagen de las otras cinco tomando turnos para comerle el coño a mi hermana y derramar allí mi semen, era demasiado excitante como para corregirlas.

Y, de alguna manera, igual funcionó. Mi hermana mayor sí quedó embarazada, y nueve meses después sí nació nuestra primera hija, en el seno de la familia más pervertida que podía existir. No sabía lo que nos depararía el futuro, pero en ese momento, sabía que seguía siendo el bastardo más afortunado de la Tierra, con un harem de seis hembras que no solo me daban amor de familia, sino que el placer más grande de todos, del que no me cansaría por ningún puto motivo.



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