Las Chicas de mi Familia – Capítulos 013 al 016

heranlu

Veterano
Registrado
Ago 31, 2007
Mensajes
5,327
Likes Recibidos
2,367
Puntos
113
 
 
 
-
Las Chicas de mi Familia – Capítulo 013


Descubrí el sexo con mi primo, que me hizo gozar como jamás pensé que sería posible. Muchas chicas en la escuela me habían dicho que se sentía espectacular, que no había nada mejor que tener un pene metido en el conejito, pero jamás imaginé algo así. Tener sexo con Felipe se convirtió en un deseo poderoso, no podía dejar de pensar en él y lo que tenía colgando abajo… No sé si eso es normal, pero me gustaba. Sí, yo sé que él está requetecontra enamorado de Francisca, y también sé que Fernanda lo quiere para ella sola, me lo confesó una vez… ¿Pero qué queda para mí? No quería ser siendo la niña inocente y empollona que no sabía lo rico que era experimentar un orgasmo con un hombre. O con una mujer. O con quien fuera, ¡se sentía muuuuy rico!

El problema era que en el colegio yo seguía siendo tímida. Desde que Felipe le dio una golpiza a Jorge (Jorge se llamaba ese chico con el que yo me estaba viendo en ese momento), ni él ni sus amigos y amigas me ponían mucha atención, y se apartaban de mí. Era cierto que no quería ir con ellos a participar de los juegos que hacían en la “Casa Secreta”, pero yo me divertía con ellos en todo lo demás. Era injusto que me dejaran de lado solo por eso. Quería buscar nuevos amigos, y no me importaría desde ahora ir a la Casa Secreta. De hecho, creo que tenía muchas ganas de ir... Oh, por cierto, la Casa Secreta es una casucha abandonada a unas manzanas de la escuela, donde Juan y sus amigos llevan a las chicas, y se dan besitos y se tocan y cositas así.

Decidí pedirle consejos a mi buena hermana. Aunque somos hijas de distinto padre, ella siempre me ha tratado como una hermana completa, me ha ayudado con todo lo que he necesitado, ha sido buena conmigo, y jamás me ha dejado de lado. Además, me ha enseñado algunas cositas muy ricas desde que fuimos a la playa, jiji.

Entré a su habitación un día para saber cómo se podía hacer más fácil conseguir que los chicos me miraran más. No me importaba quien fuera. ¿Compañeros? ¿Profesores? Había algunos que me parecían muy lindos, se me hacía muy buena la idea de verlos desnudos y que me tocaran. Cuando abrí la puerta de la habitación de mi hermana, la encontré con esos trillizos que son alumnos de ella. Se estaban grabando.

Paloma estaba montada sobre uno de los chicos, deslizándose desde adelante hacia atrás para que el pene de ese chico le tocara entero el conejito. Detrás de ella estaba el otro hermano, que parecía estar penetrando su culito y le daba de nalgadas muy fuertes, que parecían darle mucho gustito a mi hermana, pues ella gemía muy rico. Yo todavía no lo hacía por atrás, pero me moría de ganas.

La hermana de los dos chicos estaba de pie junto a la cama, solo en ropa interior, grabando la escena con su teléfono mientras se masturbaba. Los trillizos eran un año mayores que yo, pero parecían mucho más experimentados. Se me subieron los colores al rostro y sentí cómo mi conejito se humedecía…

—¡Oh, hola, hermanita! —me saludó Paloma, sonriendo gustosa y transpirando con la doble penetración—. Mmmm, ¿en qué mmmm te ayudo?

Ninguno de los trillizos dejó de hacer lo que estaba haciendo. El que la enculaba me miró con cierta picardía.

—Oiga, profe, ¿podemos invitarla? Es muy bonita su hermanita.

—¡Sí, sí, estoy de acuerdo! —asintió el otro hermano, y yo me ruboricé y calenté un poquito más.

—Aún no son capaces de complacer a la profesora completamente ¿y quieren intentarlo con ella y su hermana a la vez? —intervino la hermana, divertida mientras se tocaba por debajo de las braguitas—. No pidan más de lo que pueden tomar.

—Mmmmm, mmmm, yaaaa, no peleen chicos, sigan follándome… Hermanita, dame un segundito para que se corran en mis hoyitos y te atiendo, ¿sí? Si quieres puedes mirarnos y tocarte mientras tanto… Mmmm, eso, eso, más, más duroooo.

Hice como mi hermana mi pidió. Me senté en un sillón acolchado que tenía mi hermana en su habitación, me quité las bragas, me abrí de piernas, y comencé a tocarme el coñito mojado mientras observaba a mi hermana ser ensartada por los dos penes de los hermanos. Los dos eran casi iguales físicamente y se movían al mismo ritmo. ¿Quizás Paloma les había enseñado eso? De hecho, la hermana de ellos se tocaba a la misma velocidad… ¡Qué rico!

Después de unos cinco minutos, los dos chicos pusieron su semen en los hoyitos de mi hermana. ¡No se imaginan lo mucho que gritaron cuando acabaron! Yo me mojé mucho escuchándolos derramar su semen en el coñito y el culito de Paloma, y creo que la hermana también se corrió porque se retorció entera.

Paloma los felicitó a los dos y le pidió a la chica que le enviara una copia del video. Les advirtió que no debían mostrársela a nadie más, o de lo contrario no les daría más sexo. Ellos lo prometieron, parecían muy ganosos de seguir aprendiendo de su profesora. Se vistieron, me dieron un beso en la mejilla cada uno, y se fueron.

—Ufff, qué pollas más buenas, no me canso de esos dos chicos —dijo Paloma, recogiendo semen de su chumino y llevándoselo a la boca para saborearlo—. Y la nena tiene unas tetas de infarto también, no me sorprende que sus hermanos se las coman todas las noches.

—S-se veía muy rico, ayyyy —gemí mientras me metía los deditos. Ver a otros tener sexo era delicioso, especialmente cuando terminaban y compartían o se echaban encima todos sus juguitos y fluidos sabrosos.

—Me alegra que te complaciera el espectáculo, Rocío —me dijo, sentándose a mi lado y besándome en la frente—. ¿Qué querías preguntarme, hermanita?

Le conté sobre mis preocupaciones mientras ella se ponía su ropita. Mi hermana lo pensó un rato, se rio, y comenzó con sus consejos fraternales:

—Así que quieres que te miren más los tíos en la escuela, ¿eh?

—Sí.

—¿Solo que te miren?

—¡No! T-también… —No sabía por qué me daba vergüenza decir lo que quería. ¿Acaso estaba mal?—. También quiero que me f-foll… fo…

—¿Quieres sus vergas, Rocío? —me preguntó Paloma, con una sonrisa traviesa.

—Sí. Todas.

—¡Esa es mi hermanita! Bueno, con el uniforme que tienes no lograrás mucho. Ya te he dicho lo buena idea que es recortar tu faldita. ¡Y más te vale no ponerte calzas debajo!

—¿Recortar más la falda? Se me vería todo…

—Exacto. Esa es la idea. Y si usas unas braguitas delgaditas, que sean fáciles de deslizar a un lado para que te den polla, mucho mejor. Es la mejor manera de tener un rapidín en la escuela, ¡no lo sabré yo!

—Pero… no quiero que se rompan. No sé muy bien cómo recortar más la faldita sin dañarla, y no sé qué más ponerme.

—Madre mía, ¿y para qué crees que tienes hermana? Y yo que quería darte esto para tu cumpleaños, pero ni modo, tendrá que ser ahora. Mientras más tiempo disfrutes mejor.

Paloma se dirigió a su armario, abrió una puerta, rebuscó entre abrigos y cosas más gruesas, buscando algo detrás, y al fin sacó lo que quería. Era una caja de tienda, de una marca que yo desconocía, pero que asumí por el tamaño que era algo como… ¿ropa?

Y efectivamente, eso era. Cuando mi hermana la abrió, fue como si un brillo dorado me iluminara. Era un uniforme de mi escuela, con faldita azul marino, medias blancas, corbata negra, una camisa muy bien planchada… pero era todo mucho más pequeño de lo que yo usaba. Mientras lo contemplaba, mi hermana me dejó en el suelo unos zapatitos muy coquetos, con algo de tacón, que me quedarían maravillosos. Para finalizar, me presentó unas braguitas blancas sumamente pequeñas, tipo tanga, que me dejaron embobada.

—Esto es… ¿para mí?

—Por supuesto, es mi regalo de cumpleaños adelantado, Rocío. Pruébatelo. Cuando estés lista, te daré algunos tips para que cuando camines, todo el mundo se voltee. Para que cuando necesites algo, te inclines de la forma apropiada para ser sensual, sin ser demasiado puta para que te metas en problemas.

—¿Me harás… una clase? —le pregunté, emocionada, mientras me quitaba la ropa que llevaba para al fin lucir como una golfilla, tal como deseaba.

—Es literalmente mi trabajo. Y cerraremos la clase con todas las guarrerías que puedes decir para que todos queden empalmados ante ti (o mojadas, si se da la ocasión), sin importar lo que opinaran de ti antes. Serás la putita más hermosa y requerida de la escuela, Rocío.

—Está bien… —Me quité la ropa interior, quedando completamente desnuda ante Paloma. Iba ya a ponerme las braguitas blancas tan sexys que me había regalado, cuando ella me detuvo—. ¿Eh? ¿Qué pasa?

—¿Cómo que qué pasa? ¿Crees que puedes simplemente quedarte desnuda frente a mí sin que se me moje el chumino? ¡A la cama, golfa, que quiero comerte el conejito ese rico que tienes!

La obedecí en seguida. Me encantaba que mi hermana me hiciera sexo oral. Sabía donde tocar, donde besar, donde, cuándo y qué tan rápido meter sus deditos en mi interior. Me abrí de piernas para que ella pusiera su rostro entre mis muslos.

—Ay… ayyyy, hermana, aaay… —gemí, completamente caliente.

—¡Qué delicia de conejo tienes, golfilla! Me voy a saciar todas las ganas que tengo contigo, así que prepárate para correrte en toda mi boca.

—S-sí… Ay, aaaay… ¡¡¡AHHHHHH!!!

Zapatitos de tacón. Medias delicadas que llegaban hasta mis rodillas. Una falda azul que apenas cubría mis nalguitas. Una camisa blanca y corta que dejaba al descubierto parte de mi cintura. Una corbata negra no muy bien atada, revelando un moderado escote. Debajo no llevaba brasier. Mis braguitas eran pequeñas, aunque las sentía muy cómodas. Cuando llegué al colegio y percibí las primeras miradas, sentí que se me humedecía todo. Imaginé a Felipe llevándome a un rincón y penetrarme con fuerza…

La primera clase la tenía con el profesor Hernández, que había sido profesor de Paloma y hasta había salido con mamá un tiempo. Me gustaba mucho ese profesor, era atractivo. Cuando me vio llegar, se me quedó mirando como un bobito, ji, ji. También mis compañeros, pero me dieron ganas de jugar primero con el profesor.

Me acerqué a él para hacerle algunas preguntas sobre la tarea. Paso, pasito, moviendo el culito, tal como me había enseñado mi hermana. Noté cómo varios trataban de mirarme debajo de la falda, lo que no era difícil. Cuando llegué con el profesor, me incliné un poquito para que se me viera el escote. Él apenas pudo responderme, casi se pone a babear, jiji.

—Oye, ¿Rocío? —me susurró cuando ya iba a volver a mi lugar. ¡Sabía que me iba a decir algo!

—¿Sí?

—Hmm… He notado que has crecido bastante. Te pareces mucho a tu hermana ahora.

—Me alegra oírlo, es muy bonita, la admiro mucho.

—¿Está bien ella? ¿Y tú mamá?

—Muy bien ambas, aún se acuerdan a veces de usted —mentí, tal como me dijo Paloma. No me gustaba hacerlo, pero si lograba lo que quería, valía la pena.

—¿Ah, sí? Mi hermano trabaja con ella en su escuela, ¿sabías?

—¡Nop!

—Pues, sí, él es profesor de gimnasia allí… Oh, bueno, ¿te gustaría quizás hablar un poco más después? ¿Y de cuánto admiras a tu hermana? Se parecen mucho, mucho, claramente has crecido —me dijo, mirándome directo al escote, descaradamente. Me gustaba—. Me gusta hablar con las niñas lindas.

—No quiero hablar.

—¿Eh? Ohhh… Espera, fue solo una idea, no quería… —noté el miedo en la voz del profesor. Le sonreí para calmarlo. Lo tenía en mi mano.

—No necesito hablar con los profesores lindos. —Realicé un gesto que me enseñó mi hermana. Muy sutil, solo para que él lo notara si me ponía atención. Mi lengua al interior de una de mis mejillas, simulando una felación, todo sazonado con un breve guiño—. ¿Le veo en su oficina durante el descanso?

minuto después de que dieron la hora de descanso estaba en la oficina del profesor, debajo de su mesa. Le desabroché el pantalón mientras él miraba a todos lados para cerciorarse de que no venía nadie. Tenía un pene muy grueso, tal como me gustaba. La sensación de que me llenen la boca entera me encanta, no sé por qué.

Derramé mi saliva sobre el pene del profesor Hernández, lo tomé con ambas manos, y comencé a chupar y acariciar su miembro. Yo estaba de rodillas debajo de la mesa, oculta, y eso me gustaba. Sentía que se me estaban humedeciendo todavía más las braguitas, no sabía si durarían toda la jornada. Me había traído unas cuantas de repuesto, pero la idea de andar sin nada también me cautivaba. ¿Y si me penetraban sin avisarme? Mmmm, me mojé mucho de imaginarlo.

—Uhhh, no sabía que eras igual de guarrilla que tu madre y hermana, ¡vaya que sabes hacerlo!

—Mmmm, mmmmm, slurp, me gusta…

—Si sigues así quizás te necesite a diario, golfilla. Mi hermano usa a tu hermana todos los días.

—¡Claro, me encantaría! —le dije, justo cuando escuché a alguien entrar a la oficina. Vi al profesor poniéndose blanco. Yo podría haberme detenido, pero la verdad era que me gustaba mucho el sabor de su pene, ¡no podía parar! ¡Así que le seguí realizando sexo oral debajo del escritorio.

—Señor Hernández, ¿podría quedarse un minutito después de la jornada? Vamos a discutir el tema de los exámenes previos —dijo una voz grave.

—C-claro, jefe, n-no hay problema…

—¿Se siente bien, señor?

Comencé a lamer los testículos de mi profesor. Sabían riquísimos, como bolas de carne. Comencé a jugar con ellos con mi lengua, e intenté averiguar si eran del mismo tamaño, a pesar de que sabía que mi profesor podía meterse en problemas si el Coordinador de la escuela lo veía con su polla en mi boca.

¡A mí me excitó la idea! No pude evitar empezar a tocarme debajo…

—S-sí, m-muy bien, ja, ja, con estos alumnos cualquiera se marea un poco.

—Bueno, eso es cierto. Nos vemos a la tarde, señor.

Cuando el coordinador de la escuela salió, comencé a masturbar más rápido a mi profesor. Además, el descanso ya iba a acabar, y yo no quería perderme las clases, ¡soy una buena alumna! Mientras le complacía el miembro miré a mi profesor a los ojos, expectante…

Dos potentes chorros blancos fueron a parar a mi garganta, y luego dos más. Ay, qué gustito cuando le tocan a una la campanilla con la punta del pene o con chorritos de semen. Él me puso sus manos en la cabeza para que yo no me apartara hasta beber todo, y así lo hice.

—Eres una alumna aplicada, cariño, hmmmm, igual que tu hermana.

—Así es, profesor. ¿Podemos repetirlo a menudo?

—¿No debería preguntar yo eso? ¡Dios, de verdad eres una putita como Paloma!

—Ji, ji —reí, mientras me relamía los restos de semen en mi boquita.

No le digan a nadie, es un secreto, pero creo que ahora entiendo cuando Fer o mi hermana me dicen que el semen es adictivo. No sé por qué, pero no me canso de beberlo. Creo que soy una adicta también. Cuando salí de la oficina del profesor, de inmediato me puse a buscar algún otro chico con quien jugar, para que me diera a beber de sus juguitos.

Treinta minutos después le hice una paja a un compañero de clases, en la parte trasera del salón, cada vez que no teníamos miradas encima. Quise que se corriera en mi boca, pero no pudimos, era difícil ser completamente invisibles, así que tanto él como yo tuvimos que quedarnos con la excitación. Quise que me penetrara, en el baño por ejemplo, pero no lo hizo.

Quien sí lo hizo fue uno de los de limpieza. Me tocó el culito cuado nadie estaba mirando, levantándome la minifalda, y cuando me volteé, en lugar de echarle la bronca al pervertido, la verdad es que yo estaba tan calientita que no pude evitar llevármelo a donde guardaba los artículos de aseo. Me senté sobre una mesa, me abrí de piernas mientras él se ponía un preservativo, y me folló muy muy rico… pero solo por cinco minutos. Terminé masturbándome en el baño para calmar un poco mis ansias y poder concentrarme en la siguiente clase.

Me daba algo de vergüenza pensarlo, pero no lo podía evitar: quería sexo. No podía dejar de pensar en ello. Quería que me llenaran el conejito como Felipe lo hacía. Tres penes no era suficiente, y eso era lo normal, ¿no? Según mamá, las chicas necesitamos muchos penes y mucho semen a diario.

Puse mis ojos en unos chicos de mi clase que jugaban fútbol en una esquina, durante el segundo descanso. Eran cuatro. ¿Sería suficiente con elegir uno? ¿O dos? Saqué mi teléfono y le escribí un mensaje a uno de ellos, usando los términos que mi hermana me enseñó. Lo vi leerlo y mostrárselo a sus amigos. Los cuatro me miraron y cuchichearon entre ellos, riéndose.

Yo les sonreí de regreso de la manera más traviesa que encontré. Me estaba gustando eso de provocar, se sentía muy bien. Decidí que no tenía por qué elegir. Ya había aprendido con mi familia que divertirse de a muchos era mucho más genial.

Al terminar la jornada los llevé a la Casa Secreta. Era mi primera vez allí. Era un lugar sucio, sí, pero excitante, con una sola habitación disponible y un comedor, porque todo lo demás estaba bloqueado. Había una colchoneta en la habitación. Allí era donde mis compañeras follaban con los chicos del colegio.

Nos metimos los cinco por la puerta trasera de la casucha, y dos de ellos aún parecían creer que era una broma. Para demostrarles que no lo era, los besé apasionadamente. Tenían lenguas inexpertas, pero yo también era inexperta hasta hace poco cuando mi primo me enseñó, así que decidí educarles. Besé a uno con los labios, saboreando los de él; y al otro le masajeé la lengua con la mía. Mientras tanto, los otros dos me tocaron los senos. ¡Me moría de ganas de que me los tocaran, ya era tiempo! ¿Qué dicen? ¿Que mi hermana ya lo había hecho el día anterior cuando me hizo sexo oral? Sí, pero eso fue el día anterior, hoy era hoy. Es diferente, ¿no?

Mis cuatro compañeros se quitaron rápidamente la boca mientras me tocaban las nalgas, el chochito, los senos, la cintura, o me besaban el cuello y buscaban mi lengua. Me sentía muy bien, estaba a punto de recibir muuuucho amor. ¿Qué podía ser mejor? Decidí sacarme las braguitas que me regaló Paloma para facilitarles el trabajo.

—Aaaaaay, toquen ahí, síii.

—¿Es esta la misma Rocío?

—No sé, viejo, creo que la reemplazaron por una clon, jaja.

—Sí, la anterior era una empollona tipo “cute”, pero esta es un pivón. ¿Qué le hicieron? He, he.

—Qué más da, tarados, lo importante es que es una golfa toda nuestra, dejen de quejarse.

—Síii, no peleen, tóquenme, manoséenme, penétrenme…

No necesitaba ningún tipo de previa, a decir verdad. Solo quería pene. ¡Muchos penes! ¿Y todos para mí solita? Mi chumino ya estaba chorreando. Me abrí la camisa y les mostré que no llevaba sujetador. Caí de espaldas en la colchoneta que tenía la habitación de la casona. Dos se pusieron a devorarme los pezones como perritos con hambre, jijiji, se sentía muy rico. Otro me puso su pene en mi boca y lo devoré con la misma hambre, como una perrita. El último se colocó entre mis piernas y me corrió las braguitas a un lado.

—¿Puedo? —dijo.

—Ya te dijimos que sí, viejo, tú metiste más goles así que tú vas primero.

—¡Le pregunto a Rocío!

—¿Eh? —dije, sorprendida ante su gentileza—. AAhhh, sí, por supuesto, penétrame con tu pene porfis. Y gracias por preguntarme, pero no es necesario, todos pueden hacérmelo cuando guuuuuuuhsten, mmmmm, ayyyyy, ay, ay, ay, ay.

Gemí con fuerza mientras el chico me penetraba. ¡Lo necesitaba mucho! Es diferente a la lengüita de una chica, es más duro y entra todo en mi conejito, se siente sensacional. No sé cuántas de las lectoras follan, pero si no, ¡se los recomiendo, jiji!

Sexo oral a un pene; dos lenguas en mis pezones, una verga en mi conejito. Estaba en el cielo. ¿Por qué no era un deporte nacional? ¿Por qué las chicas evitaban tanto hablar de sexo cuando era tan rico?

—Oye, tarado ya me toca, jaja.

El que habló se acostó de espaldas con su polla empalmada y me sentí encima de él. El que me había estado follando me puso la polla en la boca, y en lugar de dejar que yo se la chupara, parecía muy apresurado, me tomó de la cabeza e hizo como que mi boca era un conejito. Al principio me sorprendí, pero la sensación fue exquisita.

Los otros dos, que me habían comido los pechos, sacaron sus vergas y las tomé con mis manos mientras montaba al primer chico. Los masturbé con muchas ganitas, e imaginé que los dos se corrían en mi cara a la vez. Ahora me doy cuenta que no recordaba o sabía sus nombres, ¿pero importaba eso? Yo creo que a ellos tampoco les importaba lo que yo supiera, mientras los complaciera bien.

—Ayyyyy, ayyyyy, aaahh, ah, m-me va a salir… me voy aaaaayyyyyy…

Hablando de complacer, creo que le encontré mucho gustito a eso de montar penes. Me gusta cuando Felipe me da con fuerza y me… ¿”domina” es la palabra? Pero cuando yo tomo el control también se siente muy bien. Acabé y lancé un chorrito de mis juguitos sobre la barriguita de mi compañero de clases.

—Se corrió la muy puerca, jaja

—¡Enhorabuena, Rocío!

—Ayyy, síii… ¿ahora a quién le toca? —les pregunté sudando mientras los besaba uno por uno. Me encantaban sus labios y sus lenguas y la forma en que me agarraban los pechos cuando lo hacía. Me estaba muriendo de placer y mi chochito chorreaba.

—Nosotros —dijeron los que quedaban.

Me pusieron en cuatro patas, me levantaron la mini, me sentaron sobre uno de ellos, que me penetró hasta el fondo de mi conejito, y el restante apuntó a mi culito. Lo detuve. Aún no era momento, además tenía que limpiarme y todo eso, ¿no? Me tentaba mucho la idea de hacerlo como mi hermana con los trillizos, pero no quería arruinarlo con nada. Así que se me ocurrió una alternativa muy divertida.

Invité al otro chico, que estaba detrás mío, a que me penetrara también, por el mismo hoyito. El chico asintió encantado, y cuando el que yo montaba se quejó de algo que yo no entendí (¿un “cruce de espadas” puede ser?) le di un beso de lengua para callarlo.

Fue algo difícil, pero logré tener dos pollas dentro de mi chumino. Fue una sensación maravillosa, estaba completamente llena. ¿Dos penes para mí solita? Estoy segura de que mis compañeras me habrían envidiado, a pesar de cuantas miradas asesinas me habían echado durante el día. ¿Qué importaba si podía divertirme con quien quisiera?

Le comí la polla a uno de los restantes, mientras al otro le hacía una pajita. Después fui alternando, metiendo uno al fondo de mi garganta y al otro lo acariciaba con mis dedos. Recogí el líquido preseminal de ambos con mi lengua.

—Ahhhhhhh, me encantaaaaaaaa, qué ricoo sabeeeeeen.

—¿Y nosotros? ¿No tienes que decir nada de nuestras pollas en tu coño, golfa?

—Síiii, también me fascina, está riquísimoooooo.

Quería probar el sabor de todos. Me quedé en la misma posición mientras los otros cuatro se turnaban para penetrarme el coñito o la boquita. De a poco, también se fueron corriendo uno por uno. El primero lo hizo en mi conejito, dejándome llenita. Después otro lo hizo en mi boca, me lo tragué todo como si fuera mi sabor preferido (y quizás así lo era); el tercero estalló en mi faldita escolar, ensuciándomela toda, y hasta cayeron algunos chorritos en mi cabello.

—Ayyy, está en mi pelito, me veo muy sucia… oyeeeee —le pregunté al primero que se había corrido en mi chumino, mientras uno solo ahora me follaba.

—¿Sí?

—¿Me puedes tomar unas fotos? Quiero ver qué tan sexy me veo, jiji.

Sí, eso era cierto, quería saber si me veía sexy. Pero también quería mandarle copias a Felipe, y a mi hermana, y a mi mami… y tambien a mi papi. No les he hablado de él, se llama Ricardo Navarro, y es muy lindo también. Muy atractivo, por eso mami se fijó en él. Cada vez que lo veo me dice lo bonita que luzco, y me mira de arriba a abajo con deseo. ¡Estoy segura de que le iban a gustar mis fotitos con mi cuerpito cubierto en lechita de pene!

Me fotografiaron en varias posiciones, y cuando el último muchacho se corrió le pedí que lo echara en mi cara. Lo llamaban “facial”, creo. La textura, el olor, la sensación del semen en mi cara francamente era extremadamente placentero para mí.

Siete penes había tenido en mis manos, boca o coñito en lo que iba del día. No sé cuánto sería lo normal para una chica, le iba a preguntar a Paloma o Fer, pero esperaba que fueran muchos más porque me estaban encantando. Cuando me despedí de mis compañeros, recibí una notificación en mi teléfono. Mi papi había contestado a mis fotos con un video… en el que se estaba masturbando. “Ay, hmmm”, pensé, excitándome de nuevo


Continuará

-
 

heranlu

Veterano
Registrado
Ago 31, 2007
Mensajes
5,327
Likes Recibidos
2,367
Puntos
113
 
 
 
Las Chicas de mi Familia – Capítulo 014


Sentí una familiar sensación en mi ingle, la de la saliva haciendo contacto con mi hombría. Abrí los ojos después de una larga y maravillosa noche, y encontré el rostro y los ojos dorados de mi hermana mayor, con su boca rodeando mi polla. Como siempre, sonreía mientras me hacía sexo oral y se tocaba la entrepierna.

—¿Despertaste bien?

—¿Cómo no despertar bien así?

—Lo imaginaba, ja, ja… Por cierto, no he tomado desayuno. ¿Podrías darme mi leche?

—Es toda tuya, mi amor.

Siguió chupándome la polla como si fuera una piruleta, recostada de lado junto a mí sobre mi cama. Noté que estaba completamente desnuda, su pijama estaba tirado sobre las sábanas, y parecía muy metida en su tarea. Chupaba, lamía, besaba sin parar, no se aburría, y diría que la calentaba más que cualquier otra cosa. Quise confirmar…

—¿Te gusta hacerme esto, hermana?

—Me encanta, me encanta mucho.

—Pero… aún no tomo una ducha. ¿No te molesta?

—¿Y qué? Me encanta el olor, el sabor, la textura y la forma de tu polla, Fel; me mojo entera cada vez que la veo, se me hizo agua la boca cuando desperté y la vi… De hecho, hermano, ¿me penetrarías, porfa? Ya me toca.

Sin esperar mi respuesta se acostó de lado, dándome la espalda y levantando el culito. En posición de cucharita apoyé mi falo en la entrada de su coño y lo deslicé en su interior. Entró fácilmente. Le agarré las tetas y comencé a follarla rápidamente.

—Ohhhh, hermana, ¿no lo habíamos hecho ayer antes de dormirnos?

—Sí, síiii, ¡necesito sexo a cada momento! Tu peneee, ahhh, ahhh, ahhhh, necesito tu pene en la mañana, en la tarde, ahhhh, en la noche, a toda horaaahhhhhh.

—Eres increíble, Fran. —Suavicé sus gemidos con un beso que ella me devolvió con amor, dulzura y pasión, como siempre. Tener sexo con mi hermana mayor era mejor que cualquier otra cosa. Estaba loco por ella.

La recosté de estómago y me monté encima de ella para continuar.

—Esto se siente taaaan bieeeen, ahhh… s-sigue así, no pares, dame duro, ahhh, ahhh… —Mi hermana sonreía, estaba ruborizada y babeaba sobre la almohada. Realmente le fascinaba tener sexo así.

—Goza, hermana… hmm…

Estuvimos así unos diez minutos más, hasta que sentí que mi corrida era inminente. Todas las mañanas, mi hermana me pedía semen para comenzar el día; según ella, era como su desayuno. Pero Francisca tenía un problema, y era que también le gustaba mucho cuando me corría en su interior, y eso generalmente la llevaba al orgasmo también.

—¡Adentro, adentro, aaaaaaahdentroooooohhhhhh!

Grité como un animal cuando me vacié en su interior, y ella gimió con fuerza, su cuerpo se retorció entero y su rostro solo indicaba felicidad.

—¿Estás bien?

—S-síii, ahhhh… adoro… No, AMO cuando me rellenas así, hermano. Espera, espera, no te salgas todavía de mi coño, déjame sentirlo un ratito más… ahhh, sí.

—¿Así está bien? —le pregunté, sonriente, tras un minuto. Yo también me sentía increíble al interior de Francisca, al tiempo que mi polla perdía fuerzas.

—Sí, sí, ahora sí… Eso, lento, ahhh… Y ahora acuéstate para que pueda beber mi desayuno y dejarte bien limpio.



Así lo hice. Me acosté de espaldas, puse mis manos detrás de mi cabeza, y ella se abrió los labios mayores sobre mi polla, que ya estaba más que cubierta de fluidos y semen. Dejó caer los chorros de leche más superficiales, y luego se inclinó para comenzar a saborear, lamer, chupar y beber todo el semen que había sobre mi polla, que seguía palpitante, y también los restos que habían caído sobre mi estómago.

—Delicioso, hmmm, suuuuurp, es sabroso, slurp, ahh… —Francisca no paraba de beber hasta que se hubiera tragado todo lo que hubiera salido de mis testículos. Solo en ese momento se sentía satisfecha.

Primero la cabeza, luego el tallo, luego volvía a lamer y succionar mi glande, preocupada de que no quedara gota alguna. Después saboreaba mis bolas recogiendo cualquier rastro que le hubiera quedado sin pasar por su garganta. A veces me hacía una paja mientras me realizaba sexo oral, intentando comer todo lo que pudiera.

—F-Fran, creo que ya está bien, jaja, no me queda.

—Yo diré cuando no te quede nada, amor. Quiero dejar a mi hermano amado muy limpio, ¿ves?

Cuando lo estuvo, después de varios minutos más, Francisca se puso de pie, me dedicó una sonrisa perfecta, y se dirigió a la ducha. Hoy era un día importante y quería verse bien. Sí. Íbamos a visitar a nuestro padre a la oficina.



No les dije antes, pero nuestra sesión de sexo nocturno del día anterior había comenzado después de lo habitual. Resulta que Fernanda, mamá y yo habíamos presionado a Francisca a que por fin nos dijera qué diablos quería papá con ella.

Finalmente nos lo reveló entre lágrimas. Papá, cuyo nombre es Fausto, pertenecía a una red que compartía videos sexuales caseros con cámaras escondidas, mismo grupo al que pertenecía el anterior amante de mi tía Julia. La diferencia era que papá era uno de los principales contribuidores. Tenía cámaras por toda la casa cuando aún vivía con nosotros. Había grabado a Fernanda masturbándose y teniendo sexo con sus compañeros de escuela en su habitación. Había grabado a mamá tomando una ducha, o follando con él. Y peor aún, nos había grabado a Francisca y a mí aquella noche hacía años, cuando nos tocamos por primera vez durante la orgía organizada por él.

El muy hijo de puta chantajeaba a Francisca con que ella hiciera cosas con él con tal de no compartir los videos más secretos que tenía de mamá, de Fernanda y de mí. El muy miserable era un fetichista de cuidado, así que cada vez que convocaba a Francisca a su oficina, se encerraba con ella y le obligaba a usar algún disfraz para complacerlo. Cada vez que los vi hablando en secreto era porque mi querida hermana estaba protegiéndonos a mí y al resto de nuestra familia.

Mamá estaba furiosa, pero no sorprendida. No se esperaba otra cosa del tipo con el que se había casado. Fernanda no supo cómo reaccionar, pero yo sabía que su cabeza perversa funcionaba más rápido que el promedio. Yo abracé a Francisca, y pronto ya estábamos follando. Esto había ocurrido la noche anterior, cuando todavía estaba algo nervioso.

Ahora estaba completamente decidido. Iba hacer caer al malnacido que quería meterse con mis hermanas y mi madre. Le haría pagar y dejaría de temerle.



Mientras mi hermana tomaba una ducha salí a prepararme desayuno, y me encontré a mis otras dos mujeres amadas en la sala. Mamá estaba completamente desnuda, sentada en el sofá con las piernas abiertas. Mi otra hermana, luciendo solo sus shorts de pijama, estaba de rodillas lamiéndole la entrepierna a nuestra madre.

—¡Hmmmm, buenos días, hijo! —me saludó mamá, casualmente. Yo no podía creer en qué mundo estaba viviendo, en que era completamente normal ver a mi hermana y mamá teniendo sexo lésbico en la sala, como si nada… pero me encantaba—. ¿Cómo durmieron?

—Bien, mamá, gracias. Fran está más tranquila, está tomando una ducha. —Aunque acababa de correrme y estaba algo flácido, me puse de rodillas detrás de Fernanda, le abrí las nalgas, y le metí mi polla en el coñito. Sabía que mi pene cobraría fuerzas en su interior—. Y tú, golfilla, ¿dormiste bien?

—Hmmmm, hermanoooote, ahhhhh, síiiii —gimió ella, al sentir el contacto con mi pene. A ella no le importaba quién o qué fuera lo que la penetrara. Mientras estuviera llena, estaba feliz.

—Mi niña, no dejes de lamerme, ¿sí?

—Ahh, hmmm, p-perdón, mamá, ahora sigo… slurp, slurp, slurp, me encanta tu chuminoooh.

—¿Pensaste en algo, Feña? —le pregunté, notando cómo mi polla se endurecía al interior de su vagina. Le di una fuerte nalgada a mi hermanita, pues sabía que le gustaba.

—¡Ahhh! ¡Sí! S-se me ocurrió algo, pero tengo que ir con ustedes…

—¿A ver a vuestro papá? Ni de coña, no les permitiré ir s-sol… solos… ohh, hija, qué bien me comes el coño.

—No, mamá, solo iremos mis hermanas y yo.

—Síiii, esooooh… n-no queremos que tengas más contacto con nuestro papáaaahhh.

—¿Y tú por qué vas a ir, putita? —No tenía mucho semen acumulado, pero mi pene estaba muy sensible. Aunque no iba a poder correrme aún, era sensacional el conejo de mi hermana menor.

—P-pasaremos primero a la casa de un comp...ahhh, compañero, slurp, slurrrrrp, hmmmm, tírame tus juguitos, mamá.

—Mmmm, concéntrate en responderle a tu hermano, hija, y así te daré de beber de mis fluidos.

—¡Sí, mamá! Mmmm, un compañero me debe un favooorr, mmm, ustedes me esperan en el auto mientras le chupo la polla, y me dará un aparatoooo para ahhhhhackear la laptop de papáaaahhh.

—¿Y cómo harás eso, golfilla de mierda?

—Mmmm, ohhh, aaah, yo me ocuparé de su puta secretariahhhh, borraré todo lo que tiene, hmmmm, y ustedes graben a papá haciendo coooosaaaahhh… Será nuestra mmmmm, nuestra venganza y mmmm, haremos lo que queramos con él, ohhh.

—¿Grabar a papá? Y amenazarlo con mostrarlo a toda la empresa, buena idea…

—Mmmmm, sí, eso arruinaría la vida de Fausto al fin.

—Pero, para eso tendríamos que…

—Haré lo que diga papá, Fel, no te preocupes —dijo Francisca, apareciendo desnuda en la sala, preciosa y absolutamente sexy, solo con una toalla detrás de su cuello, chorreando sobre el piso. Su mirada era pura decisión—. Tú encárgate de que no se pase de la raya. Lo grabaremos y acabaremos con él. Si es por eso, no me importa que juegue conmigo una vez más, porque después y para siempre será lo opuesto.

—Oh, mis hijas e hijo… mmmm, son tan valientessss, mmmmmm, Fernandita, mi vida, mi cielooohhh, me corro en tu boquitaaaahh.

—Eso es, mamá, córrete, ¡dale a beber a la putita de tu hijita! —gritó Fernanda, salida, y pronto comenzó a saborear los jugos vaginales que le dio a beber nuestra madre. También sentí cómo se corría alrededor de mi polla.

No éramos una familia normal, definitivamente. Pero no había nada de malo con ello.



Llegamos los tres a la oficina de papá pasadas las 4:00 PM, después de recoger a Fernanda, que se había follado a su compañero de clases hasta dejarlo seco. Ella estaba feliz, siempre le encantaba follar con quien fuese, cuando fuese, donde fuese y cómo fuese, pero dijo que no se había corrido ni una vez, así que iba a necesitar como 10 orgasmos en el día para compensar.

Entramos al edificio, subimos al piso 13, y entramos a la antesala. Allí nos encontramos con Melissa, la puta ninfómana que papá tenía por secretaria.

—Oh, chicos, ¡bienvenidos! —saludó la sexy asistenta con una sonrisa, como siempre iba vestida con sus zapatos de tacón alto, sus gafas sensuales, su camisa escotada, sus panties y su minifalda ajustada—. ¿Vienen a ver a don Fausto?

—¿Está en la oficina? —preguntó Francisca, que siendo la mayor, tomó la palabra. Fernanda y yo nos mantuvimos detrás, pensando cómo íbamos a hacer lo que queríamos hacer. Una cosa era pensar en arruinar la vida de papá y salvar nuestra dignidad, pero otra era llevar las locas ideas de tres hermanos a la práctica. Al menos yo estaba muy nervioso.

—Sí, por supuesto. Veo aquí a tu linda hermanita y tu apuesto hermano también, Fran. Generalmente vienes sola, ¿qué pasó? —La sonrisa tranquila de Melissa se transformó en una pícara y maliciosa.

—Soy Francisca, no Fran, Melissa. No veo qué tiene de malo traer a mis hermanos a ver a nuestro padre. ¿O prefería que trajera a mi mamá a hablar con usted también?

Melissa no respondió, y su sonrisa se apagó. Su mirada se dirigió a su computador, intentando no mostrarnos su ofuscación.

Miré a mi lado, a mi sensual hermana menor, y me pareció ver una pizca de orgullo por Francisca en su rostro que nunca le había visto. Me hizo sonreír.

—En fin. No necesito que le avise a papá, voy a entrar —dijo Francisca, caminando a la puerta que daba a la oficina personal de papá, sin esperar la instrucción de Melissa.

—¿Y ustedes? —nos preguntó la secretaria, mientras Fernanda y yo veíamos a nuestra hermana entrar—. ¿No van a visitar a su maravilloso padre?

—Después. Mi hermana quiere hablar un rato con él a solas, no sé por qué —dijo Fernanda, haciéndose la tonta, mientras se sentaba en el escritorio de Melissa. Llevaba un short muy corto y negro, sandalias, y un top de tirantes muy delgado también de color negro. Enfocó su traviesa mirada en la secretaria—. ¿Puedo hacerte una pregunta, Melissa?

—Claro, niña.

—¿Cuándo fue la última vez que te follaste a papá?

La pregunta dejó descolocada a Melissa por unos instantes, hasta que de pronto soltó una risita y se relajó. Eso me ayudó también, aunque, desde luego, ya sabía que tenía que prepararme para hacer “mi parte”. Noté mi pene crecer poco a poco.

—Vaya, así que era verdad lo que decía Julia sobre su sobrina favorita. Si quieres saberlo, don Fausto me lo hace todos los días; la última vez fue esta mañana en…

—No, no, disculpa que te interrumpa, Melissa, pero no es así. No me subestimes por mi edad, soy una putita y puedo reconocer perfectamente a otra. ¿Cuándo fue la última vez que te folló?

—¿De qué hablas, niña? Ya te dije que fue esta mañana.

—El mes pasado tuve una gripe fuerte y estuve dos semanas sin que me penetrara un buen pedazo de carne, por lo que puedo reconocer el rostro de una golfa necesitada de polla. Así que dime… —Mi hermana menor se inclinó hacia adelante, mostrándole a Melissa su generoso escote—. ¿Cuándo fue?

—¿Eso importa? —dijo Melissa, derrotada y ofuscada—. Soy la favorita de tu papá, así que este tiempo es solo la previa para algo extraordinario.

—De seguro que sí, pero por qué no te muestro yo algo extraordinario. —Fernanda me tomó de la camisa y me atrajo hacia el escritorio; después, me comenzó a sobar el falo por encima de los pantalones—. ¿Quieres que te preste a mi hermanote para que te diviertas un rato?

—Oh, mi niña, ¿eso es todo? Ya follé con tu hermano hace unos años. Estuvo bien, pero no comparado con su progenitor.

—Eso fue cuando Fel todavía no ganaba la experiencia que tiene ahora. Estoy seguro de que te dará una muy rica follada con este gran pene.

—Eh… saben que estoy aquí, ¿verdad? —les pregunté, pero me ignoraron. Ambas estaban mirando hacia mi zona inferior.

—Hmmm, quizás… pero estamos en la oficina, así que no hay opción.

—Cuando se requiere, mi hermanote es buenísimo en los rapiditos, él se adapta a las necesidades de sus putas.

—Hmm, ok, ok, veamos de qué eres capaz ahora, muchacho.

Melissa se dirigió a la puerta de la sala y la cerró con llave. Luego regresó a su escritorio, apoyó las manos en éste, se inclinó hacia adelante y me miró traviesamente de reojo. Se veía muy sexy con su minifalda ajustada, que revelaba parte de sus nalgas, con sus panties de encaje que tenía a la altura de los muslos, y su mirada de pura lujuria.

Yo sabía lo que tenía que hacer. No había tiempo para previas. Mis hermanas me habían dado instrucciones muy específicas: ser rápido y potente, lo suficiente como para que quedara rendida y sin fuerzas. Le subí la minifalda y le bajé las coquetas bragas blancas de algodón que llevaba. Saqué un preservativo de mi bolsillo y me lo coloqué rápidamente (uno nunca podía estar seguro, menos con una secretaria que trabajaba para mi padre, que ya tenía cierta mala fama). Mi polla ya estaba lista, pero en lugar de introducirla en su coño, lo pensé un momento... la empapé con algo de saliva y la metí en su apretadísimo culo de un solo tirón.

—¡O-oye, qué haces!

—Silencio, puta —le dijo Fernanda, sentada sobre el escritorio mientras nos observaba—. Vamos, disfruta de una buena enculada, ¿quieres? Sé que la necesitas.

Tomé a Melissa de la cintura con ambas manos y comencé a bombear al interior de su culo con todas mis fuerzas. Gracias a sus zapatos de tacón que la levantaban varios centímetros, no tuve que agacharme nada, y así no perdí fuerza en mis piernas. Se sentía fenomenal, el sexo anal era todo un mundo distinto a follar un coño, pero se sentía igual de bien. A veces, incluso mejor. Era apretado, todos sus músculos masajeaban varios sectores de mi polla, y estaba también todo el morbo de darle a alguien por culo sin ninguna previa. Rápido. Intenso.

Fernanda miraba todo con cara de salida, pero sin que Melissa lo notara, se sacó un pequeño aparato del bolsillo trasero de su shortcito. Lentamente fue acercando la mano al computador de la sexy secretaria.

—¿Y bien? ¿No tiene mi hermanote una súper polla? —preguntó mi hermanita.

—Ahhhhh, ahhhhhh, qué ricoooooo, me encantaaaaaa, síiiii, es mejor que hace añossss —gimió la secretaria, con los ojos en blanco. Sus tetas se balanceaban hacia todos lados detrás de su camisa escotada, debido a lo rápido que la estaba penetrando.

—¿“Mejor”? Vamos, el gran pene de mi hermano merece algo mejor que un simple “mejor”.

—Sí, es muchísimo mejor, es increíble, hace muuuucho que no me follaban tan bien el culooo, ahhhh, ahhhh, más rápido, más fuerteeeee.

—Voy a correrme pronto, Melissa, ¿está bien?

—Sí, dale con todas sus fuerzas. Luego dame ese coso que te pusisteeee, quiero beberme todoooo, ahhhhhh, ahhhhhhhhhhh.

Metí uno de mis dedos en su boca, y con la otra mano tiré de ella hacia mí, para profundizar la penetración. Melissa comenzó a lamer mi dedo como si fuera otro pene, presa de la completa lujuria. Cerró los ojos y comenzó a tener su maravilloso orgasmo. Mi segunda corrida del día estaba ya llegando también…

En ese momento, miré de reojo a mi hermanita y noté cómo insertaba el aparato de hackeo en el computador de la secretaria. Me guiñó un ojo y yo continué mi faena, aumentando el ritmo y la velocidad de la enculada.

—M-me he corrido, me he corridooooo, mmmmm, ¡cuánto lo necesitaba!

—¿Mi papá no te ha tratado bien? —preguntó Fernanda, acariciando el rostro de la secretaria mientras su compañero de clase hacía lo suyo a distancia.

—Noooo, don Fausto tiene más putas ahoraaaa, yo quiero ser su única zorraaaahhhhhh… Córrete, córrete Felipe, tíralo todo en mi ojete, déjame beber tu lecheeee, y luego hazme tu putaaaa, por favoooor.

—No, lo siento, Melissa. Mi hermanote es solo mío y de mi hermana, solo lo compartimos en ciertos casos. Así que disfruta bien de esta lechada, ¿sí?

Lancé dos intensos y largos chorros de semen al interior del preservativo, dentro del culo de la secretaria. Sus piernas temblaron y casi cae de rodillas si no es porque mi hermana la sostuvo. Estaba tan cansada que parecía haber perdido la consciencia. Fernanda me guiñó otra vez el ojo, diciéndome que se encargaría ahora de ella, y yo me subí los pantalones para continuar a la siguiente fase del plan, que iba de maravillas. Le entregué el preservativo a mi hermanita para que se divirtiera, o para que se lo diera de beber a la secretaria.

La puerta rezaba el nombre completo de papá, “Fausto Alvez”. Contemplar mi propio apellido (que, por cierto, lamento no haberlo mencionado antes: mis hermanas y yo nos apellidamos Alvez) me dio algo de asco y frustración. No me identificaba con lo que hacía papá.

Entré a la oficina personal de papá con cierto sigilo. No sabía lo que iba a encontrarme, aunque me había preparado para varias cosas. Me sorprendí, de igual manera.



Francisca nos había relatado que papá la obligaba a ponerse disfraces sexys para que él le tomara sesiones de fotografías, y que incluso en alguna que otra ocasión le había obligado a hacerle una paja. Una vez, dos meses atrás, ella le chupó la polla también, aunque él no se corrió en su boca.

En fin. Yo sabía que a mi papá le gustaban las pelis del viejo oeste, pero no pensé que vería algo como eso. Mi hermana llevaba largas botas de cuero marrón. Minifalda plisada de jeans, de color azul, muy corta, junto a un grueso cinturón vaquero. Una chaqueta de cuero sin mangas, sumamente escotada, que dejaba al descubierto su cintura. Sombrero vaquero. Todo el conjunto la hacía lucir sumamente sexy, y hubiera sido maravilloso de no ser porque estaba posando en distintas poses para la cámara de mi padre.

Mi padre era rubio, de ojos avellana, rasgos que mis dos hermanas habían heredado. Era alto, de cuerpo algo grueso, pero muy bien en forma, como un toro. Lucía gafas que generalmente impedía que uno pudiera ver y descifrar bien lo que estaba pensando a través de su mirada, aunque dada la erección en sus pantalones, era fácil deducir en qué estaba pensando mientras mi hermana giraba y bailaba alrededor de un caño, sobre un pequeño estrado detrás de una cortina que ahora estaba abierta. Francisca tenía una expresión severa y ofuscada, solo deteniéndose cuando nuestro padre se lo indicaba, para poder fotografiarla.

—Oh. Hijo, qué bueno verte, nunca visitas a tu viejo padre —me saludó, casualmente.

—Hola, papá.

—Tampoco es que yo deseara tanto que vinieras. Estos conjuntos no te quedarían tan bien como a tu hermana, ha, ha. ¿Pero quizás eso es lo que pone a tono a los jovencitos como tú ahora?

Yo ya había empezado a cabrearme, y él a insultarme, diez segundos después de intercambiar palabras con él. Lo usual era como medio minuto, estábamos rompiendo un récord.

Pero tampoco era como si yo no hubiera estado preparado para ello. Sabía lo que debía hacer. Me senté cómodamente en una de las sillas, miré a mi papá, preparé mi más controlada y calma voz y comencé:

—No lo sé, papá. Aunque sí sé lo que pone a tono a mamá.

Francisca soltó una risita y bailó con más gracia y sensualidad. Pero esta vez, ella ponía sus ojos dorados en mí incluso cuando posaba para la cámara, no en nuestro padre. Mi papá no dejó de tomar fotografías, pero se mantuvo callado un buen rato. El ambiente estaba tenso.

—¿Me veo bien, Fel? —me preguntó mi hermana, danzando con cada vez más sensualidad, moviendo el culito apenas protegido por la minifalda, resaltando sus hermosas piernas, y desabotonándose poco a poco su chaqueta vaquera. La conocía de toda la vida, pero nunca la había visto así, tan expresiva y extrovertida. Aunque me acababa de correr en Melissa ya estaba erecto de nuevo.

—Te ves preciosa, Fran.

—Claro, claro, se ven adorables los dos. Muy bien, cariño, detente —ordenó papá. Me miró de reojo y me sonrió con malicia mientras le hablaba a mi hermana—: Ven, vaquerita.

—¿Qué quieres q…?

—No te dije que me preguntaras nada, vaquerita. Te dije que vinieras. Y lo harás, a menos que quieras que tengamos problemas.

Me dieron unas tremendas ganas de darle un puñetazo a mi padre, pero mi deber en ese momento era otro. Por algo teníamos un plan.

Metí mi mano en el bolsillo y activé la grabadora. Esta era la parte donde Fran iba a quejarse de lo que papá le estaba forzando, haciendo hincapié en que eran padre e hija. No me quedaría otra opción más que mirar.

—¡No, papá, no quiero!

—Haz lo que te digo, dulzura. Ven, inclínate ante a tu buen padre.

—Nooo, ¡papá!

Papá obligó a Francisca a ponerse de rodillas frente a él. Fran y yo sabíamos lo que ocurriría ahora. Papá no dejaba de atacarme con la mirada.

—¿Por qué haces esto? —me atreví a preguntarle.

—Porque no harás nada para evitarlo. Siempre has sido débil, hijo —me dijo tranquilamente, bajándose la cremallera y colocando su larga polla frente al rostro de mi hermana. Ésta intentó esquivar lo que tenía en frente,alejando el rostro de la hombría de su padre.

—Soy tu hijo. Si soy débil, ¿no sería culpa de tus genes?

—Supongo, si fueras mi progenie. Siempre lo he dudado, imagino que tu mamá se folló a alguien más, porque de otra forma no serías tan niña.

Francisca tomó el pene de nuestro padre con su mano, apenas logrando rodearlo con sus dedos, dado su groso, presionando con mucha fuerza alrededor del tallo.

—No voy a permitir que le hables así a mi hermano.

—Y si tú sigues intentando hacerme daño, todo lo que tengo de ti, de este debilucho, de la golfa incestuosa de tu mamá, y de la putilla de vuestra hermana saldrá a la luz. —Los ojos severos de mi padre parecieron convencer a Francisca, que soltó un poco la fuerza del agarre—. Eso es, un poco menos. Mucho mejor. Y ahora, haz lo que sabes hacer, hija, complace a tu padre.

—Te odio, papá.

—Eres un monstruo.

—Simplemente soy mejor que tú, hijo. —Papá volvió a tomar fotografías a mi hermana a medida que ella le hacía una paja. Se veía horrible, como un verdadero hijo de puta—. Mmmm, muy bien hija, sigue moviendo tu mano así, lo haces muy bien. Ábrete la chaqueta, vaquerita, y muéstrame esas tetas que heredaste de tu madre



Me estaba poniendo muy celoso de ver a mi hermana así, de rodillas frente a otro hombre, masturbándolo mientras sus tetas se movían de arriba hacia abajo. Era sexy, sumamente atractiva, no se merecía estar así, a su merced.

Por eso fue que me sorprendió tanto lo que susurró. No estaba en el plan.

—¿Mejor que Fel? Este pene dice lo contrario.

—…¿Qué dijiste, hija?

—Mi mamá opina lo mismo. Hueles horrible y tu cosa está medio torcida, y no es tan grande. Felipe está muchísimo mejor dotado, más limpio, y sabe más rico.

Papá puso la mano en la nuca de Francisca y le obligó a meterse su polla en la boca. Mi hermana, sin muchas opciones, comenzó a chupar rápidamente, derramando saliva sobre sus tetas mientras su cabeza iba de adelante hacia atrás.

—¿Cómo te atreves a hablarme así, chiquilla tonta? ¿Compararme con esta princesita que es tu hermano? Por favor… ¿y qué ganan los dos diciéndome todo eso de su mamá? ¿Creen que no sé que se folla a su hijito bello y adorado? Ninguno de los dos tiene opción para obtener nada mejor, no me sorprende.

Me moría de darle una golpiza. Me ardían los nudillos solo de pensarlo. Lo peor era que nuestro plan también se estaba arruinando. La idea era que quedara claro ante la grabadora en mi bolsillo que papá estaba obligando a su hija a hacerle sexo oral frente a su hermano, y que quedara como un abusador psicópata…, pero, si además salía a relucir que Francisca y yo teníamos sexo, o que mamá y mi otra hermana también estaban involucradas, entonces de nada serviría lo que estábamos haciendo.

—Fran, no digas cosas así, no…

—¡No voy a permitir que hables así de Fel! —dijo Francisca, sacándose el falo de nuestro padre de la boca, y desafiándolo con la mirada—. ¡Es mucho mejor que tú!

Había pensado que era parte de alguna nueva estrategia, pero pronto me di cuenta de que era solo que Francisca era sobreprotectora conmigo, como siempre había sido. No soportaba que papá hablara mal de mí.

—¿Este debilucho mejor que yo? ¿Mejor sabor? Vamos, princesa, no digas tonterías, mira lo que tienes en la boca, ni siquiera te lo puedes meter entero.

—Sí. Él nos satisface a mamá, Fer y yo mucho mejor. También a mi tía Julia, por cierto.

—¿A mi hermana? Deja de bromear…

—Y eso que ni siquiera te he dicho lo que hacen ella y tu secretaria a tus espaldas.

—¡Suficiente! ¡Oye, niño! ¡Bájate los pantalones y ven para que la vaquerita pueda decir quién es mejor entre nosotros!

Francisca y yo cruzamos miradas. ¿Qué diablos íbamos a hacer en ese caso? Hasta que no recibiéramos información de Fernanda estábamos a merced de Fausto. Así que no me quedó de otra que ir hacia ellos, bajarme la cremallera frente a la vaquera (pero no bajármelos, pues la grabadora seguía ahí) y mostrarle mi miembro. Pude notar cómo brillaban los ojos de mi hermana, como siempre que lo contemplaba. Sabía que se le hacía agua la boca.



En ese momento, creo que tanto Francisca como yo nos dimos cuenta de algo. Si ella se ponía a chuparme como a ella le gustaba, lascivamente, dejando a papá de lado, entonces él sabría por seguro que era mejor y todo acabaría rápido. Papá inmediatamente pensaría que no era verdad que mi hermana me prefería a mí, y que todo era parte de una rabieta.

Estaba más que claro que, por la razón que fuese, papá estaba celoso de mí, y de lo que yo tenía con las integrantes femeninas de nuestra familia. Eso significaba que, para ser más convincentes, Francisca tenía que ser igual de lujuriosa conmigo que con nuestro padre. Deleitarse con ambas pollas hasta que, poco a poco, fuera obvio que prefería la mía. Dada la mirada de Francisca, ella pensaba lo mismo que yo. Asentimos sutilmente el uno al otro, y ella tomó ambos miembros erectos con sus manos.

El problema seguiría siendo que nuestro plan original se iría al trasto de la basura.

—Huh. Está bien de tamaño, supongo, pero ahora sí que será obvio que nadie compite conmigo, y menos un chiquillo como tú. ¡Chúpame, hija!

—Oh, papá, mmmmmm, no sabe tan mal… mmmmmm, Fel, sabes muy bien…, mmmmm —gimió ella mientras iba intercambiando chupadas a ambos falos, sin dejar nunca de masturbarnos—. Dos penes… mmmmmm, dos penes, ahhhh, ahhhh, slurp, slurp.

—Lo haces muy bien, Fran, ufff.

—Vaquerita, ábrete de piernas, estoy seguro de que estás chorreando. Anda, tócate.

—N-no me das órdenes… ¿Fel?

—Fran, puedes tocarte, sé que quieres.

—Sí, hermano.

A pesar de lo ajustada que era la minifalda, Francisca logró subírsela lo suficiente, abrirse de piernas, y comenzar a masturbarse con una mano por encima de sus delgadas bragas. Aún llevaba las botas y la chaqueta, y el sombrero colgaba de su espalda. Con su mano libre nos la cascaba a uno de nosotros, mientras al otro se la chupeteaba como a un caramelo. La verdad era que se veía sumamente sexy.

—Y bien, ¿cuál prefieres?

—Mmmmm, ahhh, ambas saben bien, ambas me gustan… hmmm, dos penes para mí, qué rico.

—Pfff, con esto no vas a decidir nada —dijo papá después de un rato, al ver que Francisca no se decidía por ninguno de los dos—. Ya está bueno de esta tontería, hace tiempo que deberíamos hacer esto. Vas a montar a un toro de verdad, vaquerita.

Nuestro padre se sentó en la silla de su escritorio, se abrió de piernas, e indicó a mi hermana que se acercara a él, con su gran sonrisa de empresario arrogante que yo tanto odiaba. No se los había dicho, pero papá triunfaba bastante en los negocios. Su nombre y apellido eran famosos en ese mundo. Siempre había tenido lo que quisiese.

—¿Qué? N-no, no, papá… una cosa es mi boca, pero otra es…

—No te lo pregunté. Ven y monta a tu toro, como una buena y obediente vaquerita, y más te vale que lo disfrutes. Cuando lo hagas será más que obvio que soy mejor que ese mequetrefe.

—¡Pero eres mi padre! Me niego a…

—¡Por favor, no seas ridícula! Te follas a tu hermano, y estoy seguro de que también le comes el coño a tu mamá, y le besas el culo a tu hermana, que pronto también me voy a follar. Venga, caramba, ven de una buena vez, ¡no seas hipócrita!

—Está bien…, pero con protección, por favor.



Él así lo hizo, colocándose un preservativo a regañadientes. Francisca se sentó encima de papá, con el rostro afligido. Se acomodó la verga de papá en su entrada y poco a poco comenzó a bajar. El rostro de papá indicaba triunfo, como si hubiera ganado una competencia, en especial cuando ella terminó de introducirse la polla del viejo en su vagina. Francisca dejó caer un poco su chaqueta, revelando sus sensuales hombros, y poco a poco comenzó a montar a nuestro padre. Éste aulló como un animal en celo cuando al fin pudo penetrar a su primogénita, y cerró los ojos de puro placer…

Ese momento lo aproveché para acercarme a ellos. Yo también tenía mi orgullo. Al diablo con el plan, no iba a permitir que ese imbécil creyera que era mejor que yo, o que podía satisfacer más a mi hermana (o cualquier otra de mi familia) que yo. Por supuesto, tampoco tenía ningún interés por permitir que se acostara también con Fernanda, ahora que también era parte de mi… eh… ¿de mi harem?

Me ubiqué detrás de Francisca y le besé el cuello. Le subí la minifalda de jeans, apunté mi verga a su entrada trasera, la tomé de la cintura, y lentamente la penetré por atrás mientras ella saltaba sobre mi padre.

—Ahh, ahhhh, ahhhhhhhhhhh, Feeeeeeeeeeeeeeeeeel.

—¿Eh? ¿Y tú qué haces ahí?

—¿Quieres competir conmigo, papá? ¡Que así sea!

—Oh, Fel, ahhhh, ahhhhhhhh… ábreme el ojete, mi amor, síiiiii, dame por culo ahhhh, ahhhh, ¡rómpeme en dos, hermano!

—¡Sal de mi vaquerita en este instante, capullo! —me gritó, mordisqueando las tetas de mi hermana—. Hazme espacio, yo le voy a dar por culo a la putita y verás que…

Francisca le dio un empujón a su pecho y le estampó contra la parte trasera de la silla. Mi hermana no dejó de follarlo, pero tampoco le permitió moverse como quería.

—Lo siento, “papi”, pero mi culito es solo de mi hermano. A ver si aguantas siquiera mi coño.



Fausto Alvez y yo competimos uno contra el otro usando a Francisca como intermediaria. La follamos rápido y fuertemente, intentando adaptarnos a un ritmo similar. Papá y yo sudábamos copiosamente, introduciendo nuestras vergas al interior del cuerpo de mi hermana, casi con ira. Él estaba celoso de mí. Yo lo odiaba. Si quería una competencia la tendría, y yo saldría triunfador. A diferencia de él, yo sí me preocupaba de mi familia, y cuidaría de ellas pasara lo que pasase.

En tanto, Francisca era la que más disfrutaba, dejándose llevar por el placer. Ya no gemía, sino que gritaba, tenía la lengua afuera, los ojos fuera de las órbitas y los pezones erectos que ella misma se pellizcaba.

—¿Se siente bien, Fran?

—Ahhh, ahhhh, n-nunca había tenidoooohhh dos pollaaaahhh, aahhhh, al mismo tiempo mmmm.

—Y menos una como la mía, ¿verdad, hija?

—Y-ya te dije que ahhhhh la de Felipe es ahhhhhh mucho mejoooohhhhhhh, ahhhhhh

—¡Puta de mierda, ya verás! ¡Nadie puede superarme en esto!

La agarró de la cintura para profundizar la penetración. Yo hice lo mismo, inclinándome más hacia adelante, y le besé los labios a mi hermana, que me introdujo la lengua en la garganta. Sentí cómo se estremecía, y supe que se había corrido poco después.

—¡¡¡¡¡AHHHHHHHHH!!!!! ¡MÁS, MÁS, MÁAAAS!

—Mamá también me prefiere a mí, papá, no a ti.

—¡Silencio, perdedor!

—¡MÁS, DENME SUS DOS PENES GRANDES, AHHHH!

—Y mis hermanas, y mis primas, y mi tía…

—¡Que te calles, capullo! Ahhhh, mierda… m-mierda…

—¡SEMEN, SEMEN, AHHHH, QUIERO SU SEMEN, DENME TODO LO QUE TIENEN!

—Y a Melissa, y a quien sea. Cada vez que quieras enfrentar a esta familia te las verás conmigo. Con nosotros. Ya estás a punto de correrme dentro de Fran, ¿verdad? ¿No tienes más energía? ¿Quién es el perdedor aquí?

—M-mierda, mierda, mierda —repetía mi padre, sudoroso, anunciando que pronto acabaría. Mi hermana no parecía haberse dado cuenta, estaba en completo éxtasis…

—Te lo advierto, papá. Si vuelves a meterse con mi familia, lo pagarás caro.

—Estoy de acuerdo —dijo una voz, desde la sala. La puerta se abrió y Fernanda entró sudorosa, semi-desnuda, solo vistiendo su minifalda y sus zapatos. Junto a ella entró gateando la secretaria de papá, sin nada de ropa, y con el rostro repleto de distintos fluidos.

—Perdona, Fausto, ella…

—Melissa, no te dije que hablaras —le ordenó Fernanda, dándole una bofetada en la cara.

—Fer, princesita —dijo papá, distrayéndose por un momento—, oh, ¿acaso también quieres la verga de tu padre? Venga, puedo con las dos si quiero, deja que tu buen toro te…

—Déjate de tonterías, papi. Si quiero follarte lo haré, y será solo si yo lo deseo. De hecho, harás desde ahora en adelante solo lo que mi hermana, mi hermanote o yo te digan.

—¿Q-qué? Oh, mierda, mierda, hijaaaa, voy a…

Nuestro padre vació sus testículos en el coño de Francisca. Ésta se separó de él, poniéndose de pie mientras yo seguía dándole por culo, y miró el inflado preservativo que el viejo se había puesto.. Le agarré a mi hermana las tetas con una mano, tiré de su cabello con la otra, y ella mantuvo el equilibrio. Francisca me miró hacia atrás y sonrió.

—Nadie es mejor que tu para darme placer, Fel, te amo… anda, sé que quieres llenarme entera, dame toda tu semilla.

—Sí, mi amor…

—Papá no es nada en comparación contigo… ¿Escuchaste, papá? —le preguntó Francisca, mirándolo a los ojos mientras volvía a correrse—. No. Eres. Nada.

—¿Escuchaste, viejo? Soy mejor que tú y siempre lo seré. Ahhhh, ¡aquí viene!

—Ahhhh, ahhhh, Fel, ¡córrete en mi culoooo! ¡Echa todo lo de tu hermoso pene en mí, que soy toda tuya para siempreeeee! ¡Ahhhhhh, me corro otra vez!

Disparé muchísimo semen al interior de las entrañas de Francisca. En mi corrida no solo hubo placer sexual, sino que también mucha liberación mental, mucho desahogo. Francisca era mía, y se lo acababa de dejar claro a ese animal que solo se había limitado a dar algo de su código genético para crearnos.

Nos apartamos de nuestro padre y caminamos hacia Fernanda. Ésta tenía una sonrisa de oreja a oreja, pero nosotros teníamos malas noticias.

—Lo siento, Feña, lo arruinamos —le dije.

—Me sacó de mis casillas, hablé de más —se disculpó Francisca.

—¿Así que querían atraparme en algo? ¿Con qué? Ha, ha, ha, ¿acaso ese bulto en tus pantalones es solo una grabadora o algo así? No sean tarados…

—No te preocupes, papi, que como te prometí te las verás con nosotros tres de igual manera. Y, por cierto, deberías cambiar tus claves de la nube, que las descubrimos bastante fácil. Es la peli western esa de la que siempre hablas, uno, dos, tres… Fácil.

—¿...Qué?

—Un amiguito mío borró todo lo que tenías de mamá, mi hermana y yo. Pero vimos varias cositas más, sobre las esposas e hijas de tus clientes y compañeros. Algunas eran como de mi edad. Muchas cámaras, mucho dinero gastado, mucho tiempo en prisión. —Fernanda le dio otra bofetada a Melissa, que estaba más sumisa que nunca—. Y esta perrita era cómplice, así que la castigué con mis juguitos. Si nos haces algo a Fran, Felipe o a mí, o a mamá, ambos se irán sin nada a la más profunda jaula, que tenemos material de sobra.

—...Niñata de mierda, ¿qué te has creído? ¿Vas a venir a amenazarme a mí, tu padre y uno de los más grandes…?

Me acerqué a grandes zancadas a papá y le di un puñetazo en el rostro. Jamás me habría atrevido a hacer algo así cuando era más joven, pero se sintió bien… Muy bien. Fue como desahogarme y él no se atrevió a hacer nada para responderme. Se quedó mirándome embobado, como si no pudiera creerlo.

—Nunca más le hablarás así a alguna de mis hermanas, viejo.

—Es cosa de que llame a mi amigo y te caerá la noche, papi —dijo Fernanda—. Nos harás caso en muchas cosas. Nos mantendrás como princesitas, y a mi hermanote como un rey. Y solo hablarás cuando te lo diga. La próxima veas que te vea, que sea solo cuando me den ganitas de que me comas el coñito, o de que lo haga esta perrita, ¿sí?

Luego, yo volví a darle un puñetazo. Él hizo el atisbo de defenderse, pero Fernanda volvió a mostrarle los datos que tenía, con ua sonrisa perversa, y desistió.

Francisca estaba atónica. Por un lado, nada de lo que habíamos hecho había valido técnicamente la pena, pero por otro lado ella estaba impactada ante el descaro de nuestra diablita hermana, y el puñetazo que yo le di. Estábamos orgullosos de Fer a pesar de ser tan endemoniada y despiadada. Era bueno que estuviera de nuestro lado ahora. Y la verdad, me alegraba un poco que al fin fuera protectora con su familia. Desde luego, también me enorgullecí de mí mismo.

Lo cierto era que también había sido útil para mí y Francisca. Ambos habíamos sido capaces de desahogarnos con nuestro padre y decirle nuestras verdades. En cierta manera, estábamos libres de él, y yo lo había vencido en su propio juego. Había demostrado ser mejor.

Francisca y yo tomamos de la mano a nuestra hermanita y salimos de la oficina, nos vestimos, y luego nos alejamos del edificio hacia el automóvil. En ningún momento escuchamos ninguna sola respuesta, insulto o comentario idiota de papá. Había sido vencido.

Ahora sí que podíamos vivir una vida mejor, para disfrutar de sexo familiar una y otra vez.

—¿Qué les pareció? —nos preguntó Fernanda, ya en camino a casa, muy sonriente, por el espejo retrovisor del auto.

—Para ser nuestra diablita fuiste la heroína hoy.

—Estuviste grandiosa, Feña.

—Lo sé, lo sé, me gusta que me lo digan. —Fernanda se abrió de piernas y nos mostró su conejito, sin las bragas—. ¿Pero no olvidan algo? Les dije que no me corrí hoy, y creo que me comporté como una muy buena niña. ¿No me darán mi premio? ¿El pene de mi hermanote? ¿El coño de la vaquerita hot?

Francisca y yo nos miramos el uno al otro. Reímos, casi con orgullo otra vez. Mi hermana me puso la mano sobre mi bulto, que crecía por enésima vez en el día.

—Fel, detente en alguna parte, voy a darle un premio a nuestra hermanita con la lengüita y mis deditos. ¿Crees que puedas darle algo de lefa también?

—Haré lo que pueda, Fran. Creo que se lo merece, ja, ja.

—Eso me gusta escuchar. Venga, ¡háganme suya!


Continuará
 

heranlu

Veterano
Registrado
Ago 31, 2007
Mensajes
5,327
Likes Recibidos
2,367
Puntos
113
 
 
 
Las Chicas de mi Familia – Capítulo 015


Era un nuevo y hermoso día. Abrí los ojos, bostecé, me erguí y miré a la gran ventana por donde entraba la luz del nuevo día sobre la habitación de mi madre. Ella estaba acostada a mi derecha, era sábado y no debía ir a la oficina. A mi izquierda estaba Fernanda, que nunca parecía una diablita cuando dormía. Esa noche me había tocado dormir con ambas, además de que Francisca necesitaba estudiar para un exámen, aunque de igual manera se había quejado un poco. Tuve que follarla unos minutos antes de irnos a dormir, mientras leía unos libros, para que estuviera tranquila y satisfecha.

Dejé a Fernanda y mamá durmiendo mientras me dirigía a la cocina. Francisca ya se había ido a la universidad. Dejé agua en el hervidor eléctrico, saqué mi café favorito y me preparé unas tostadas. Después de tener todo listo me senté a la mesa de la cocina, y escuché unos pasos en el piso superior. Mi hermana menor bajó las escaleras y sin decir palabra alguna se puso de rodillas y gateó debajo de la mesa.

Yo tampoco dije nada. Sabía lo que iba a ocurrir, así que, para facilitarle el trabajo a Fernanda, me bajé los pantalones y seguí tomando mi café y comiendo mis tostadas. Mi hermana gateó hasta que se colocó entre mis piernas, me tomó la polla, la meneó un rato hasta que no se pudo aguantar y la introdujo al fondo de su garganta.

A esas alturas, yo ya sabía que era uno de los tipos más suertudos del mundo. No le pedía ni exigía a mi quinceañera hermana que me chupara la polla cada mañana, ella lo hacía sencillamente porque se le dificultaba empezar el día sin hacerlo, parecía obsesionada, incluso si después en la escuela se follaba a medio mundo.

—Feña, ¿no prefieres que me vaya a duchar primero? —le pregunté.

—¡Me encanta cómo sabe por las mañanas! Hermanote, tu gran pene es mi favorito, me fascina su olor y sabor en cualquier momento del día. ¿Cuándo lo vas a entender? —me dijo antes de retomar su faena, comiendo, lamiendo y chupando mi miembro como una puta viciosa.



Mamá bajó después. Me dio un beso en la mejilla, me lamió un rato el lóbulo de la oreja (lo que me ponía como una moto) y me entregó mi teléfono celular.

—Tienes un mensaje, cariño.

Luego se arrodilló bajo la mesa y compartió mi polla con su hija menor. Dos mujeres estaban tomando turnos para realizarme sexo oral mientras yo tomaba mi desayuno. Estaba en el cielo. Pensando en ello, revisé mi teléfono. Era un mensaje de Paloma:

—Primo, cómo estás?

Le escribí para responderle mientras sentía mi excitación subir. Mamá y Fernanda estaban haciendo maravillas debajo de la mesa, completamente entregadas a mí. A darme placer.

—Hola Paloma, bien y tú?

Me respondió en seguida, pues estaba en línea.

—Muy bien, desperté muy cachonda hoy jaja, espero que tú también.

—Sí, de hecho mamá y Fer me están chupando la polla ahora :O

—Jajaja cuánto has crecido primo, me alegro. Oye te escribo para invitarte a la escuela hoy a la noche. Tengo una suerte de “fiesta”

—¿Fiesta? ¿En lascuela?

—Sí, me ascendieron a jefa del departamento de historia y quiero celebrarlo!! Habrá algunos profes ahí, un par de personas importantes también, y quiero que estés ahí apoyándome.

—Dame unsegndo Paloma voy a corrme.

—Jaja así veo por como escribes. Mándame una foto de tus putitas con la cara llena de leche!!!



Así lo hice. Sin poder aguantar más liberé toda mi lefa en la carita y la boquita de mi hermana menor, y un poco salpicó también en el rostro de mi madre, que me sonrió con lascivia, como si le hubiera dado un premio. Les dije que Paloma quería una foto, y ambas chicas posaron con sus gestos más viciosos, sonriendo y con la lengua afuera repleta de semen que goteaba hacia abajo, mientras yo la enviaba a mi prima.

—Mmmmm que ricoooo, ya quiero yo tambieeeen. Voy a estar muy cachonda a la noche.

—Prima, qué clase de fiesta es? jaja

—Un festín donde yo soy el plato principal. No llegues tarde.



Francisca no se tomó muy bien que pasara la noche afuera con mi prima y quién sabe quién más, pero mamá la convenció de que no me pusiera trabas pues “un hombre joven como tu hermano necesita todo el sexo que pueda recibir y tú tienes que estudiar esta noche”. Me gusta mucho que mi mamá me apoyara así, pero me fascinaba aún más ver a mi amada hermana mayor celosa por mí. Era absolutamente fiel y pensaba premiarle eso apenas pudiera. Fernanda, por su parte, tampoco iba a llegar esa noche pues le tocaba bailar en el club nocturno, donde ganaba tanta pasta que ya no sabía en qué gastarla.



Llegué al colegio donde enseñaba Paloma (uno diferente y más lejano que las escuelas de Rocío y de Fernanda), pasadas las siete y media, aunque el “festín” comenzaba media hora después. El guardia me preguntó si venía a la fiesta, y si era así, que mencionara “el plato de hoy” como santo y seña. “Paloma Ochoa”, contesté sin pensarlo demasiado, y con una sonrisa cómplice, el guardia me dejó entrar y me indicó donde estaba el salón donde debía dirigirme, pues yo nunca había ido a esa escuela.

El salón en cuestión estaba en el segundo piso, que tenía algunas farolas encendidas. Entré a la sala que rezaba “Administración”, y me encontré con siete hombres más en su interior, sentados alrededor de una gran mesa rectangular llena de aperitivos de todo tipo.

—¿Sí? —preguntó el que estaba a la cabeza, un hombre voluminoso con bigote profuso, vestido de traje, que parecía muy importante, dada la calidad de su ropa, su reloj y sus anillos. De hecho, me daba la extraña impresión de haberlo visto en la televisión alguna vez.

—¿Hola? Vengo… eh… —¿A qué diablos venía? ¿A ver mi a prima para quizás follarla? ¿Tal vez me había equivocado de salón?

—No te pongas pesado, Alonso, es obvio que viene a “comer” jaja, sino no habría pasado al guardia jajaja —dijo un hombre a la derecha, vestido también de traje, más menudo y delgado, pero que emanaba carisma y confianza por sus poros.

—Sí, lo conozco, dejen que pase —dijo otro a la izquierda, sonriente y de voz grave. Era maduro, de piel morena, cabello negro y ojos cafés. Él decía conocerme. ¿De dónde diablos lo conocía? Me sonaba de alguna parte, pero no lograba entender de dónde.

—Bienvenido, joven —me saludó un hombre con apariencia vikinga a la derecha del Juez, cuarentón, voluminoso, e profusa barba, risueño y con voz como trueno, muy bien vestido—. ¿Cómo se llama?

—Felipe Alvez. Un gusto.

En cualquier caso, entré, sentándome en la única silla vacía, junto al hombre menudo. Éste me dijo que comiera con confianza mientras esperaba el “plato principal”, y me presentó a las personas alrededor, que en general fueron bastante cordiales conmigo. Al parecer, todos habían llegado hace poco.

El que estaba a la cabecera era don Alonso Benítez, un jodido Juez del Tribunal local, por eso debo haberlo visto alguna vez en la televisión. A su derecha, el “vikingo de voz gruesa” era don Samuel Erikson, el director de la escuela. A la izquierda del juez estaba el Orientador del colegio, don Vicente Valverde, un viejito simpático como de unos setenta por cuya salud cardíaca yo temí, si iba a pasar lo que creí que iba a pasar.

A la derecha del director estaba el que me presentaba a todo el mundo; su nombre era Javier Araya y era profesor de anatomía. En frente de nosotros estaba el moreno que decía conocerme, y cuando me dijeron su nombre se me cayó el mundo. Era Pablo Ochoa, ¡el padre de Paloma y primer esposo de mi tía Julia! No lo veía hace más de una década, y nunca había sido un padre muy presente ni responsable con su hija, ¿qué rayos hacía ahí?

A la izquierda de él se encontraba un profesor de economía que había llegado de Inglaterra recientemente, llamado Andrew White, un tipo con apariencia perfecta de académico inglés culto y respetable, con gafas redondas, silencioso, y un reloj de bolsillo que miraba constantemente. Finalmente, opuesto a don Alonso se encontraba un hombretón gigantesco, calvo y de brazos como robles llamado Miguel Hernández, profesor de gimnasia, y hermano de uno de los profesores de Rocío de quien, como los lectores recordarán, nos hablaron tanto ella como Paloma cuando interrumpieron mi historia con sus memorias.



Con la mayoría de ellos hablé, y me sentí cómodo mientras comía y bebía. Decidí no mentir y les dije que era el primo de Paloma, y a nadie pareció sorprenderle, como esperaba. Solo el profesor White se mantenía silencioso, y el Juez Benítez no me dirigía mucho la palabra. En eso, llegaron las ocho de la noche y el director Erikson se puso de pie para abrir la puerta.

—Uno, dos, tres… ¡ocho! Digno de Ochoa, jaja. Bienvenidos, chicos hermosos —nos saludó una voz desde la puerta. El profesor Javier silbó cuando el director le dio el pase a mi prima Paloma, que entró a la sala pavoneando sus curvas.

Tenía el largo cabello completamente rojo ahora, y del mismo color eran sus labios de rubíes. Lucía zapatos de tacón muy alto de color negro, medias café de encaje que alcanzaban sus muslos, una ajustadísima minifalda negra que apenas dejaba algo a la imaginación, y un corpiño de tipo bralette del mismo tono oscuro. Mi prima entró meneándose y repartió besos con la mano a todos los presentes mientras sonreía, sumamente feliz.

—Vaya, vaya, ¿esta es la golfa nueva que contrataste, Samuel?

—Sí, Alonso. Es una excelente profesora de historia, aunque perfectamente podría enseñar anatomía también —dijo el director, dándole una fuerte nalgada a mi prima con su enorme mano que la hizo saltar de júbilo y excitación.

—¡Eh, que esa es mi área! —exclamó risueño el profesor Araya, empalmadísimo, tocándose por encima del pantalón mientras veía a mi prima pavonearse ante todos, destacando sus increíbles curvas con cada movimiento.

—Por favor, Javier, tú solo enseñas eso para poner cachondas a tus alumnas —le dijo el profesor Hernández, y se río junto con el aludido, que le respondió apropiadamente:

—Lo mismo que tú y tu hermano llevan haciendo por años, a lo largo y ancho de todas las escuelas del país, jaja.

—Señor juez, señor director, señor orientador, señores profesores y mis dos invitados especiales. ¡Bienvenidos a mi fiesta! —anunció Paloma, con la cara llena de lujuria—. Durante esta noche quiero celebrar mi ascenso a lo grande, y por lo tanto, quiero que me folléis todos cuánto quieran, cómo quieran, todas las veces que deseen por cualquiera de mis agujeros. Estoy completamente limpia, abierta y preparada para que me hagáis todo, absolutamente todo lo que imaginen por hacer a una guarra como yo. ¡Espero que estéis preparados para follarme como me merezco!



Paloma subió a la mesa y gateó a lo largo de la misma, acercándose al Juez del Tribunal. En su camino, me guiñó un ojo y yo me puse a mil. En realidad, estábamos todos babeando por ella. Era primera vez que yo participaba de un evento como este. Había escuchado de ellos, claro, pero jamás pensé que sería parte.

Paloma se sentó en la mesa, frente al juez, y se abrió de piernas. Dado cómo el juez Benítez se lanzó a comerle el chocho, ante los vítores de los presentes, comprendí que, por supuesto, mi prima no llevaba ropa interior.

—Mmmmm, mmmm, su lengua es tan habilidosa como me dijeron, señor, mmmmm, ay su bigote en mi vulva me encantaaaaaaa —gimió Paloma, arqueándose hacia atrás, dejándose llevar por el placer. Yo no sabía si mentía o no, pero quizás la verdad no importaba mucho en ese momento.

—Me dijeron que eres la nueva jefa de Historia, ¡te voy a premiar con mi verga! —exclamó el juez, irguiéndose y bajándose la bragueta para penetrar a mi prima en la posición que estaba.

—¡Claro que sí! ¡Venga, penétreme! ¡Hmmmmmmmmmm, oh síiiiiii, señor jueeeeeez! —gritó Paloma, mientras le juez le follaba rápidamente, como un conejo, sobándole las tetas por sobre el corpiño, sudando copiosamente.

—¡Ohhh, que buen coño, es maravilosooooo!

—¡Lo es, lo es! Ahhhh, síiii, su verga es enorme, como corresponde a alguien de su valor, señor juez, aaaaaaamo esta vergaaaaaaa…

—¡Toma, toma, toma!

—¡Espere, espere, no se corra aún que la noche es larga! —advirtió ella, que siendo una experta, debió haber presentido que el juez bigotón estaba cerca—. ¿Dónde está mi director favorito?



Paloma se bajó de la mesa y puso las manos sobre ésta, levantándose la minifalda a la altura de la cintura y poniendo el culo en pompa. El director Erikson, que había estado todavía mirando todo desde la puerta, corrió como el vikingo que era y se puso detrás de ella. Pude ver su enorme sonrisa de excitación detrás de su animalesca barba.

—Dijiste cualquier agujero, ¿no, marrana?

—¡Desde luego, como me lo hace cada mañana, señor Director! —dijo ella, sonriéndole con complicidad. Samuel Erikson era su jefe, quien la había ascendido a jefa del departamento cuando ella no llevaba ni medio año enseñando, era obvio que tenían una “buena relación”—. ¡Venga, elija un agujero y pa’ dentro!

—Como quieras, puerca. ¡Oh, qué apretado está tu ano hoy, qué ricooo!

—Ahhh, lo está metiendo en mis entrañas, señor Director, qué buenooooo, hhhhhmmmmm.

—¡Eres una cerda! ¡Puerca! ¡Furcia! —gritó Samuel Erikson, dándole de nalgadas a su profesora estrella, mientras mi prima gemía de gusto y los demás presentes nos masturbábamos ante la escena. Yo no podría haber aguantado más, de todos modos.

Paloma podía vernos perfectamente a todos desde su posición, enculada por el director de su escuela. Nos dedicaba miradas furtivas, apasionadas, lascivas a cada uno de nosotros, incluyéndome, deleitándonos y poniéndonos calientes incluso cuando no la estábamos ni tocando. Miré de reojo y vi que su padre, Pablo Ochoa, también se la estaba cascando. ¿Sería que la capacidad incestuosa de mi prima no solo alcanzaba a su madre y su media-hermana? Mi cara de asombro llamó la atención del profesor Javier, a mi lado.

—Dime que te la follas también a diario, jaja

—¿A diario? No… pero, eh, ¿frecuentemente?

—Ya veo. Acá es la favorita de nosotros los profesores, y entre nos, gran parte del alumnado también jaja. Miguel siempre le da caña durante las mañanas en las duchas, yo me la llevo a mi salón durante los descansos, y que el británico no te engañe, que por lo que sé, se pone como bestia cuando coge.



El aludido profesor de gimnasia se subió a la mesa y avanzó hacia Paloma, que lo esperó con la boca abierta y la lengua afuera, sabiendo lo que ocurriría. El gigantón profesor Miguel se arrodilló sobre la mesa e introdujo su verga (que era, como yo supuse, un verdadero atentado contra la naturaleza de lo grande que era) en la garganta de mi prima. Le puso las manos sobre la cabeza y comenzó a literalmente follarle la boca.

—Agh, aghhghha, ahhh —era todo lo que conseguía gemir mi prima.

—¿Te gusta esto, Palomita? ¿Una polla en la boca y otra en el culo?

Paloma dejó de mamarle solo lo suficiente para responderle:

—Oh, síiii, Migueeel, lo mismo que tu hermano me hacía cuando yo era adolescente, su polla no tiene nada que envidiarle a la tuyaaaa, ahhgg, aggag, ahh

—Lo sé, Palomita, y por cierto, él y yo te invitamos este sábado, ¿ok? Te vamos a dar caña los dos todo el fin de semana.

—S-sí, me encantaríaaaaaa.

—¡Qué ojete más apretado tienes, furcia! Y no te olvides de mi invitación tampoco, ¿eh, cerda? Tú, Leona y Cleo tienen que ir a mi casa la noche del martes, ¿¡oíste, puerca!? —le gritó el director, siguiendo con la enculada, refiriéndose a las dos sensuales amigas de la infancia de Paloma que también eran profesoras en esa escuela, una de las cuales yo me follé una vez, como probablemente recordarán.

—Sí, sí, síiiiiii, para la siguiente fiesta vendré con ambaaaas. ¡¡¡Ohhh, me he corrido!!!



Paloma recuperó el aliento y se separó del director y el profesor de gimnasia, que parecían satisfechos con haber causado un orgasmo en la profesora. Ahora, ésta se dirigió al anciano don Vicente, se arrodilló entre sus piernas y le bajó la cremallera. Todos nos pusimos de pie y nos acercamos, polla en mano, para ver mejor la escena… y quizás para prevenir que al viejo le diera algo con tanta aceleración.

Sin embargo, el orientador del colegio tenía una polla vigorosa, de buen tamaño y todavía algo venosa, a pesar de lo que su edad, su sonrisa calma y su sabio indicaban.

—Es su turno. ¡Pero qué pollón, señor orientador! ¿Puedo metérmelo a mi boquita?

—Sí, señorita Ochoa, por favor.

—¡Me lo voy a comer todo! —exclamó Paloma, antes de meterse el rabo del orientador al fondo de su garganta y comenzar a chuparlo. El viejo empezó en seguida a gemir, casi en silencio, acariciando el cabello de mi prima, que parecía deleitada y no paraba de mamar.

El juez Benítez acercó la polla de nuevo a Paloma y comenzó darle “bofetadas” con ésta a sus mejillas. Al otro lado, el profesor Javier hizo lo mismo, siempre riendo. Paloma estaba complacida con ello, dado lo ruborizada que estaba y su maravillosa sonrisa.

—Mmmm, ¡qué ganosos están! ¡Sus cipotes huelen tan bien! ¿Quieren que se los coma?

—Desde luego, eres una golfa de primera, digna de alguien de mi rango.

—Jajaja, obvio que sí, además que, si no lo haces, a don Vicente le va a dar un no-sé-qué.

—Nada de eso, aquí deben aprender a compartir, que para eso estamos en una escuela —dijo Paloma, sonriente, y se puso de pie, poniendo las piernas a ambos lados de las de don Vicente—. ¿Le apetece alguno de mis agujeros, señor orientador?

—Sí, señorita Ochoa…, su vagina.

—Mi almeja es toda suya, don Vicente —dijo Paloma, acomodándose el pene del orientador y deslizándolo al interior de su chocho. Luego le sonrió a los otros dos que le abofeteaban con sus miembros—. Ahora sí, denmelas para que las pueda complacer. ¡Uno a la vez, chicos!



Paloma se veía excepcionalmente sexy así. Montaba la verga de un vejestorio sin ningún pudor, dando saltos rápidos y perversos mientras el orientador se dejaba llevar. El Juez Alonso Benítez y el profesor Javier Araya recibían lametones y chupadas de parte de Paloma, que se turnaba para menear una y la otra mientras chupaba la que no tenía en la mano. Era una verdadera experta, tal como cuando me enseñaba a mí a follar. Por cierto, yo no sabía cuánto aguantaría.

—Siento como se le hincha la polla, don Vicente… ¿Quiere correrse?

—Sí, señorita Ochoa, sí…

—¿Quiere echar su esperma al interior de mi chochito?

—Sí…

—Venga, hágalo, lléneme entera de su esperma. ¡Hmmmmmmmmm, oh síiiiiiiii! —gimió ella, al mismo tiempo que él suspiraba y vaciaba sus bolas dentro de ella—. Está muy caliente, muy espesa, ¡es muchísima, me fascina! Mmmmmmm… ¿Ahora de quién es el turno?

Paloma clavó su mirada en mis ojos. Sus ojazos de chocolate que tanto me habían enseñado. Me sonrió perversamente, subió de un salto a la mesa, se quitó el corpiño, lo arrojó al piso, se sentó con las piernas abiertas y me llamó con un dedo.

—¿Sabes, primo? No me molesta que estés con Francisca… ¡pero me has dejado mucho tiempo de lado! Si no te invitaba, ¿qué iba a hacer sin tu polla? —me preguntó, mientras los demás cuchicheaban entre sí, divertidos.

—Sí, lo sé. Perdona.

—¿Y si me das algo para que te perdone?

Comprendí. Quería que le demostrara que había aprendido bien de ella. Me subí a la mesa, la agarré del cuello (lo que ella me devolvió con una sonrisa erótica y súper picante) y le besé con toda mi pasión. Esa había sido mi primera lección, hacía varios años.

Al mismo tiempo, le agarré agresivamente las tetas y las meneé de un lado a otro, de arriba a abajo, con fuerza, pellizcando sus pezones mientras le introducía mi lengua hasta su garganta. Ella tenía los ojos fuera de sus órbitas, y me apartó para poder tomar aire.

—Ay, mi alumnito preferido, hmmmmm, tu beso me dejó toda cachonda, ya eres todo un hombre, ¿eh, primo? Mira, prueba lo mojada que me tienes —me dijo, abriéndose más de piernas.

Yo entendí, me incliné y metí mi lengua esta vez en su coño, intercambio lametones y chupadas tanto en su orificio vaginal como en su clítoris, tal como ella me había enseñado también. Los hombres a mi alrededor vitoreaban. “Haz que se corra la puerca”. “Mira la muy golfa cómo saca la lengua de placer”. “Esta zorrita solo vive de pollas, ¡qué puta!”. Yo nunca había follado con hombres alrededor, y menos que me estuvieran animando, pero eso me puso un poco más animal con mi lengua.

—Ohhhhh, ohm, mmmmmm, mmmmmmmmmm, ay primo, eres maravilloso, voy a echar mis jugos en toda tu boca.

—Hazlo, córrete como la puta que eres —me atreví a decirle.

—Te eduqué muy bien, cariño… ¡Oiga, profesor White! ¡Aún no prueba la mercancía, venga, use mi lengua como guste!

El profesor extranjero se puso de pie y, en completo silencio, se bajó la bragueta. Su pene era larguísimo, tanto que a Paloma solo le bastó contorsionarse hacia atrás para poder tomarlo con su boca y meterlo en su garganta, sin dejar de recibir su comida de coño de mi parte.

De pronto, Paloma liberó un gran chorro de fluidos directamente en mi cara, e hice todo lo posible para tragarme todo. Honestamente, sabía delicioso.

Sin embargo, eso pareció afectar también al profesor Andrew White, no sé como, pero comenzó a babear… a gruñir. ¡Era como un animal que penetraba la boca de mi prima!

—Ahhhh, ghhhh, profesor Whiteahhhhh

—Grrr, grrrrrr, mmm, grrr.

Ella no dejaba de gemir y liberar fluidos ante la follada craneal. El profesor de economía se movía como un perro en celo, con las piernas dobladas y la espalda arqueada mientras gemía y se follaba la garganta de mi prima, que parecía estar en el cielo.

—¡Úsenme, úsenme más! —gritaba Paloma, mientras babeaba como loca.

Me coloqué entre sus piernas y al fin pude penetrarla, lo hice de un tirón, como sabía que le gustaba. Dioses, ¡qué bien se sentía! Todos los coños eran distintos, pero este era especial para mí, pues había sido el primero que yo me había follado.

Al mismo tiempo, el director Erikson se subió a la mesa y se sentó en el estómago de mi prima, colocando su vergota entre sus senos.

—¿Te puedo usar las tetas, marrana?

—¡¡Úselas todo lo que quiera, señor Director!! No soy muy grandes, pero puede hacerles lo que quiera… ¡Oh, profesor White!, ¿está…? Ohhhhhh —De la comisura de los labios de mi prima comenzó a surgir un líquido espeso y blanco, y comprendimos que el británico se estaba corriendo en la garganta de Paloma.

—Arrrghhhhhhh, aghhhhh.

—¡Profesor White, me ahogo con su esperma, mmmmmmmm, qué delicia!



A pesar de que lo que yo tenía en frente era la espalda vikinga del director que le hacía una rusa a mi prima, igual estaba disfrutando muchísimo follarle el coño. Como siempre, se sentía espectacular, pero me excitaba mucho más el hecho de que ella se estaba entregando completamente a una multitud de hombres.

—¡Eres toda una puta, prima! —le grité.

—Sí, lo soy, lo sooooy… Mmmmm, necesito una más. No, ¡dos más! Quiero una en la boca, y mi culo necesita otra pene también por favooooor. ¡Penes! ¡Denme los penes que necesitoooo!

—Ya probé su coño, creo que me toca probar su culo, ¡a un lado todos! —ordenó el juez Benítez.

—N-no, nada de eso, señor Juez, soy una puta para todos, como dijo mi primo… ¡cómpartanme entre todos, úsenme como quieras! ¡No estaré completa si no usan todos mis agujeros!



Nos ordenamos como pudimos para que tuvieramos cada uno nuestra chance. Los cinco que ya la habíamos follado y no nos habíamos corrido ocupamos nuestros lugares. Me senté en una silla y Paloma se sentó sobre mí, introduciéndose mi pene en su vagina, hasta el fondo, lo que causó que se corriera casi de inmediato. De rodillas sobre la mesa, con la polla a la altura de sus senos, el vikingo Director Erikson le pidió que continuara con su rusa, lo que ella aprobó con gusto, moviendo ambos senos a la vez para abrazar su vergota.

Detrás de Paloma se ubicó el juez del Tribunal, que la penetró sin piedad por el ojete. Junto al director, pero de pie, estaba el profesor Hernández, a quien Paloma no tardo en comerle el rabo, como si hubiera sido atraída hacia él por arte de magia. El profesor de gimnasia la tomó de la cabeza y comenzó a follarle duramente la garganta, lo que parecía encantarle.

—¡Tengo una polla en la boca, mmmmmmmmmmmmmmm! —dijo, con el pene de Hernández en la garganta, a duras penas—. El de mi primito en mi conejo, la verga grande y dura del juez en mi culito, y el pedazo de polla de mi jefe entre mis tetas, ¡es el mejor día de mi vida!

—Oye, ¿no te olvidas de mí? Jaja —rio Javier Araya, tratando de buscar un lugar.

—Mmmmm, oh, profesor no me olvido de usteeeeed, mmmmm, no puedo masturbarlo, porque mis manos están en mis tetas para hacer una rusaaaa, mmmmm. P-pero le apetece usar mi cabello para hacerse una paja? —dijo mi prima, completamente salida.

—¡No faltaba más, jaja!

El profesor Javier tomó el largo cabello rojo de Paloma con la mano y lo ató a su propia polla, y así empezó a masturbarse mientras ella era atravesada por cinco penes. Cerca de nosotros, como un animal, el profesor White volvía a masturbarse salvajemente ante la escena, y el viejo profesor Vicente también se estaba tocando ante nosotros, recuperando vigor.

—¡Jajaj, eres una puta muy sucia, estás loca!

—¡Sí, lo soy, profesor Araya, siga masturbándose, hasta el último de mis cabellos es para su uso personal! ¡Eche su leche en todo mi cabello!

—¡Puerca, marrana, zorra, tus tetas no sirven para nada más que complacer hombres!

—¡Síiii, señor Director, soy una cerda que solo sirve para complacer pollas, y me fascinaaaaa!

—¿Qué te parece mi pollón en tu culo, chica? Apuesto que nunca habías tenido nada igual.

—¡Es un honor tener el pene de un juez como usted en mi ano, me siento muy complacida de que mi ojete le pueda servir, mi señooooooor! ¡¡¡Ahhhhh!!! ¡Me corro!

—Nosotros también estamos cerca de corrernos, Palomita, quiero que te atragantes con mi lefa, sigue lamiendo la cabeza de mi pene, ohhhh.

—Así será, profesor Hernández, quiero ahogarme con su leche, de seguro es tan sabrosa como la de su hermano, ¡quiero toda la esperma de todos ustedes en mi cuerpo y al fondo de mi garganta!

—¿Haces esto con todos tus alumnos también, prima?

—Sí, el director me dio una sala especial para llevarme a mis alumnos que se lo mereceeeen, ahhhh, ¡los chicos me follan a diario y me encanta! ¡¡¡Mmmmm, me corro otra veeeeez!!!



Nosotros también, y se lo hicimos notar. Pero había un evento especial. El padre de Paloma, el señor Pablo Ochoa, tomó una gran copa que no se había usado, de una esquina de la mesa. Por primera vez se acercó a nosotros, sin dejar de cascársela, y se la entregó al juez. Éste comprendió de inmediato, y apartándose del culo de Paloma, se masturbó hasta lanzar un potente chorro de esperma al interior de la copa. Cuando quedó satisfecho, se la pasó al que estaba más cerca, el profesor Araya, que junto con el director derramaron su semen juntos en la copa.

El siguiente en llenar el cáliz fue el profesor Miguel Hernández, pero mientras se masturbaba y yo seguía follándola por el coño, el padre de Paloma se acercó por atrás, ocupando la posición que antes había tenido el juez.

—Ohhh, papá, ¿vas a encular a tu hijita adorada? —preguntó Paloma, traviesamente, mientras se inclinaba para besarme el cuello.

—Ya era hora, ¿no? ¿Hace cuánto que no te uso? —preguntó él a su vez.

—Mmm, como hace tres semanas, cuando me usaste el coño en el bus.

—Ah, cierto, sí… Aquí voy, hija.

—Primo, no pongas esa cara, jiji —me dijo, notando mi rostro de desconcierto—. Es cierto que este hombre no ha sido el padre más presente, pero como amante no hay nada igual, y nos reconciliamos hace un par de meses… ¡Lo primero que hicimos fue follar como conejos! Pero mamá y Rocío no saben nada, ¿eh? ¡No les digas nadaaaa!

—¡Eh, pásenle la copa a don Vicente, que se va a correr otra vez, jaja! —gritó alguien, mientras el papá de Paloma y yo la seguimos follando. Al parecer, don Vicente y el profesor White iban a lanzar su esperma también a la mezcla del cáliz.

—¡Y no despercie ni una gota, don Vicente, que me lo que quiero beber todo cuando mi papá y mi primo acaben también! Mmmmmm, ohhhhh, primo, tu profesora está notando cómo se hincha tu verga, ¿tan cachondo te pone ver a tu prima profesora ser enculada por su padre?

—Ahhhh, s-sí… sí, es muy hot.

—¡Venga! ¡Lanza tu leche espesa, blanca y caliente para que me lo pueda beber todoooo!



Me aparté de Paloma mientras ésta seguía enculada por su padre, gritando de placer. El profesor Javier me entregó el gran copón y noté que casi rebalsaba de semen. Era muchísimo. Lo tomé con la mano izquierda mientras me masturbaba con la derecha, hasta que al fin acabé en medio de unos gritos, haciendo todo lo posible por apuntar bien.

Lo conseguí, y la copa estaba completamente llena. Me acerqué con ella a Paloma, que mientras seguía follando en cuatro, sacó la lengua y me miró con ojos de ensoñación.

—¡Dame a beber, primo, soy una profesora hambrienta de lefa, no me aguanto más! ¡¡¡Ahhhhh!!!

—¡Eso guarra, bebételo todo!

—¡No desperdicies ni una gota, cerda!

—No lo haré, no podría desperdiciar este líquido de los dioses… Vamos, Fel, dámela, ¿qué esperas? ¡Y papá, tú hazlo en mi culo, quiero que me lo llenes de la misma esperma que me dio vida! —gritó Paloma, fuera de sí, mientras abría la boca, sacaba la lengua y decía “aaa”.



Derramé el contenido del copón en la lengua y la garganta de mi prima, que a los pocos segundos tembló, y se empezó a correr otra vez sobre la mesa, lanzando tres chorros de squirt como la ninfómana que era. Tragaba rápidamente, parecía presa de un sueño, quería beberlo todo aunque se ahogara.

—Yo también me corro, Paloma, ¡toma el semen de tu padre!

—Aghhhh, ahhhh, ¡mmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmi culooooooooooooooo!

Después de que hubo bebido todo, Paloma cayó rendida sobre la mesa, y nosotros en nuestras respectivas sillas, sobre la mesa, o incluso en el suelo. Paloma se arrastró hacia mí con algunas dificultades y me susurró al oído mientras los demás recuperaban el aliento.

—¿Qué te pareció, primito? ¿No soy la mejor profesora del mundo?

—Sí… sí, lo eres. Y me alegro que tengas una relación con tu papá, apenas lo conocía.

—No es una relación, es puro sexo, aunque creo que Rocío tiene algo similar con su propio papá, ¿no sabías?

—N-no, no tenía idea —Pero la verdad, tampoco me sorprendía nada de las mujeres de mi familia a esas alturas. Mis hermanas también se habían follado a nuestro padre, después de todo—. Oye, lamento que lo de la playa saliera tan mal…

—No te disculpes, yo actué mal y debí aceptar lo tuyo y lo de mi prima. Ya iré a pedirle perdón un día de estos también, de la única forma que conozco, jiji. Pero sí te pido que no me dejes de lado, ¿ok? Como ves, necesito esperma constante.

Paloma se puso de pie y alzó su voz:

—Bueno, coman un poco, descansen, recuperen fuerzas, que esto no ha acabado. ¡La noche es muy larga, y quiero mucha verga, mucho sexo, y mucha leche! ¡No me defrauden!


Continuará
 

heranlu

Veterano
Registrado
Ago 31, 2007
Mensajes
5,327
Likes Recibidos
2,367
Puntos
113
 
 
 
Las Chicas de mi Familia – Capítulo 016

Nadie estaba en casa aparte de nosotros dos, pues mamá estaba en el trabajo y Francisca aún no llegaba de la universidad. Tenía a Fernanda, mi hermana menor, inclinada en 90 grados, ella apoyaba sus manos contra uno de los muros de su habitación mientras yo le penetraba ese culo apetitoso y maravilloso que tenía. Sus piernas temblaban, y no paraba de gemir de placer a medida que me hacía paso entre sus entrañas.

—Mmmmmm, mmmm, hermanote, me encanta cuando me penetras tú, ya me has hecho correr tres veces por el ano, hmmmmmmm.

—¿Cuántas veces lo hiciste antes de volver a casa, golfa?

—Mmmmm, me follé a dos compañeros en la escuelaaahhh, también una amiga me comió el chochito, ahhhh, y le chupé la polla a un señor muy bien dotado en el bus, pero ninguno es como tú, hermanoteeeeee…

—Feña, te hemos dicho que no hables con extraños en la calle.

—¡Pero no hablamos, te lo prometo! Me estuvo sobando el culo en el viaje, y no me pude aguantar, así que me lo llevé a la parte de atrás, aahhhh, y se la maméeee hmmmmm… ¡Oh, hermanote, me corro otra veeeez!



—¿Hermana? —dijo una voz— ¿De casualidad tú tomaste mi labial ros…?

La puerta se abrió y Francisca apareció en la habitación, deteniéndose allí mientras yo enculaba a nuestra hermana. Yo disminuí mi velocidad, quedándome mirando a Francisca, pero Fernanda siguió moviéndose de adelante hacia atrás.

—¿Oh? ¡Sí, hermana, disculpa! El labial está allí en la mesita, hmmmmmm.

—Hola, Fran, ¿cómo volviste? —le pregunté, con algo de culpa, no sé por qué.

Francisca se sentó en la cama, se quitó los pantalones de jeans y se metió la mano debajo de las bragas azules que llevaba.

—¿Les molesta si me toco mientras los veo? —preguntó, aunque su tono de voz indicaba algo de seriedad. ¿Acaso estaba molesta y yo culpable? ¿Por qué diablos nos sentíamos así si era claro que teníamos una relación poligámica todos ahí?

—C-creo que mi hermanote ya pronto se va a correr en mi culo, así que date prisa tocándote, hermanaaaa, hmmmmmmm…

Proseguí con mi faena enculando a mi hermana menor mientras de reojo miraba a mi hermana mayor masturbándose ante la escena, suspirando fuertemente, poniendo los ojos en blanco, pero sin la misma energía lujuriosa que solía tener.

Decidí olvidarme un poco de eso. Volví a caracterizarme como lo que le gustaba a Fernanda y aumenté la velocidad de la penetración. Ella, como siempre, había predicho que yo estaba cerca de correrme. A pesar de su edad, era muy experimentada en toda materia sexual.

—Voy a correrme dentro tuyo, golfa, puerca… ¡zorra!

—Sí, aprovéchate de esta hembra que está siempre abierta para ti, hermanote, lléname con tu lefa caliente, márcame como de tu propiedad otra veeeeez para que no me acueste con otros, hmmmmmm, síiiii

—Ambos sabemos que no eres capaz, golfilla, pero te voy a dar mucha leche para que siempre vengas a mí a que te alimente como la cerda que eres… ahhhh, ¡me corro!

—Sí, eso es, ¡dámela toda, hermanote, lléname el ano completo de tu lefa!

Mientras lanzaba chorros de semen al interior del culo de mi hermana menor, miré a Francisca de reojo otra vez, notando cómo se contraía mientras se masturbaba viéndonos, sudando copiosamente, mirándome con deseo.

Después de acabar, y que Fernanda cayera al suelo, rendida, Francisca me preguntó si podía llevarla a la pastelería a comprar unos dulces para la tarde, y así lo hice. ¿Quizás debíamos hablar algo?



Por cierto, no se los dije, pero tanto Francisca como yo teníamos automóviles propios y nuevos. No los compramos nosotros mismos, claro, sino que papá nos los dio como parte de nuestro “acuerdo”. Se sentía genial tener tanto poder sobre ese malnacido.

En fin. En mi auto, de camino a la pastelería, noté cómo mi silenciosa hermana mayor se frotaba las piernas una contra la otra… pero también estaba callada. A esas alturas, yo ya sabía que lo mejor para una relación era discutir las cosas en lugar de guardárselo para uno.

—¿Qué pasa, Fran?

—¿Hm? ¿A qué te refieres?

—Vamos, que incluso mientras te tocabas mirándonos estabas seria. Y siempre has sido algo introvertida, como yo, pero nunca a ese nivel. ¿Pasa algo? ¿Acaso papá hizo alguna…?

—¡No! No tiene que ver con él.

—¿Entonces?

—Bueno… —Francisca miró hacia abajo, se puso colorada y frotó las piernas más fuertemente.

—¿Sí?

—Hmmm… Hablemos de eso en otro momento. Ahora… n-no puedo…

—¿No puedes hablar?

—Estoy muy cachonda, Fel.

—Lo sé…

—¡Aunque debería estar molesta contigo! ¡Te la follaste en casa!

—Sip.

—¡Y sin mi permiso! Tú sabes que me gusta participar y ver a nuestra hermanita enculada…

—¿Cuán cachonda estás, Fran?

—Lo suficiente para que me arrojes a ese callejón y me folles por todos lados, hermano.

—Amor, estamos a plena luz del día. ¡Es un lugar público!

A diferencia de Fernanda, Francisca nunca había sido propensa a “ese tipo” de manifestaciones de “afecto” en público. Siempre se ponía nerviosa al respecto, aunque yo sabía que le encantaba, en secreto.

—Lo sé, pero no me puedo aguantar… Por favor.



No era lo que buscaba (discutir lo que sucedía), pero de todas lo apreciaba. Tener sexo con mi hermana mayor, y más aún en un lugar así de público y sucio, me ponía a mil. De todos modos, era un callejón bastante angosto, oscuro y repleto de contenedores, cajas y demás, por lo que no sería tan difícil intentar hacer un “rapidito”.

Estacionamos el auto allí mismo, nos bajamos, y comenzamos a morrearnos, sin podernos aguantar más, contra una de las murallas de uno de los edificios que había ahí. Pasé mi mano derecha por sus muslos, aprovechando que llevaba shorts, y su piel blanca y tersa me enloqueció. Con la izquierda acariciaba su torneada y curvilínea cintura mientras mi lengua recorría los rincones más recónditos de su boca.

Por su parte, ella me acarició el cabello con su mano derecha, me sobó la polla por encima del pantalón con la izquierda, y realizó movimientos rápidos y sexys con su lengua en mi boca. Mi hermana mayor no solo era muy sensual, sino que apasionada, fogosa y erótica. Estábamos ambos muy calientes

—¡Tómame!

—¿Qué? ¿Tan pronto?

—Tenemos que ser rápidos, ¿no? —me dijo ella antes de mirar a todos lados. Cuando comprobó que no había nadie cerca, y que el auto nos protegía de la avenida principal, se bajó un poco los shorts y las bragas, sin que llegaran a sus rodillas, y me dio la espalda. Se inclinó sobre el muro y levantó el culo—. Anda, no pierdas tiempo, fóllame.

Me eché saliva en la mano y la pasé por sobre mi polla, luego de liberarla de mis pantalones. Como no podía ser de otra manera estaba completamente empinada, y quizás la entrepierna de mi hermana no necesitaba lubricación, pero preferí hacerlo para evitar cualquier problema.

Deslicé mi miembro al interior de aquella diosa que era Francisca Alvez, y comencé a mecerme de adelante hacia atrás.

Honestamente, solo estuve nervioso durante los primeros minutos, mirando arriba, abajo y a los lados en caso de que algún mirón o inocente anduviera cerca, pero después de eso, me harté de preocuparme y me dejé llevar.

—¡Qué bien se siente!

—Ahhhh, ahhhh, sí hermano, síiiii.

—¿Te gusta, Fran?

—¡Tú sabes que sí! Mi chochete te necesitaba, no aguantaba más en poder hacerlo contigo, ahhhh, estoy chorrerandooo hmmmm.

—¿En serio? Hmmm.

—¡Por supuesto! Yo no soy como nuestra hermana que se puede follar a todo el mundo, yo solo te deseo a ti, hermano hermosoooo, ahhhhhh, ahhhh, especialmente hoyyy, mmmmm, ahhh.

—¿Hoy? —pregunté, aunque no dejé de follarla ni por un segundo. De hecho, aceleré mi velocidad para que ella dejara de pensar y me hablara. Incluso sis shorts y bragas se le cayeron hasta los tobillos, pero esta vez no miró a ningún lado, estaba tan excitada que no le importó—. ¿Qué sucede hoy?

—Mmmmm, qué rápido, qué ricoo mi amor, ahhhhh, p-pero es que me da vergüenzaaaa…

—Solo dime… o no seguiré follándote hoy.

—¡No! ¡No me digas eso, por favor, sabes que necesito tu cuerpo, Fel! Es que… ha sido un mes, ahhhh, ahhhhhh.

—¿Un mes?

—Sé que no somos nada formal ni nada, y que tú te acuestas con otras, pero hemos estado haciendo ahhhh, hhhhhmmmmmm, estas cosas, por un mes ya… y… ahhh, me g-gustaría… me gustaría p-poder… ahhhh…

¿Un mes? ¿Había pasado un mes ya desde que fuimos a la playa y confesamos nuestros sentimientos uno por el otro? Sí, Fran tenía razón en que técnicamente no habíamos comenzado algo formal, pero todo el resto de nuestra familia simplemente nos consideraba una pareja. Eso significaba que, siendo un mes, debíamos celebrarlo de alguna manera.

—¿Quieres que salgamos, Fran?

—Ahhh, ahhh, sé que es una tontería, pero sí, Fel… quiero una citaaaa, hhhhmmmmmm.

—Que así sea. Ok, voy a derramar mi semen en tu interior ahora, luego vamos a la pastelería, y a la noche, aahhh, mmm, a la noche salimos —le sugerí, aumentando aún más la velocidad de mis embestidas—. ¿A dónde quieres ir, amor?

—¿Cin..a? ¿Ceniahhhh? Ahhh, ahhh, ahhh, ahhh.

—¿Cine y cena?

—S-síiiii, síiiiiiiiiiiii, ahhhhhhhhhhhhh, ahhhh.

—Haremos ambas. Ahora, prepárate, porque lo voy a echar todo adentro.

—¡Hazlo! ¡Dame todo tu semen, échalo en…! ¡Oh, no!

—¿Eh?

—¡Oigan, ustedes dos! ¡Esas son cosas del diablo, pervertidos! ¡Vulgares! ¿Qué mierda hacen haciendo esas cosas de Satán cerca de mi casa? —gritó una mujer de unos cuarenta que estaba al otro lado del callejón, mostrándonos con la mano en alto un crucifijo.

Clásico, una fanática religiosa, ¿qué mejor podíamos pedir? Francisca y yo detuvimos nuestra faena justo cuanto estábamos cerca de corrernos. Frustrados, nos arreglamos la ropa, nos subimos al auto, y salimos echando humos de allí.

Vieja ridícula, me hubiera encantado gritarle que la chica que me estaba follando en público era además mi hermana, pero eso solo hubiera hecho sentir a Fran más avergonzada de lo que estaba. Ambos estábamos muy frustrados, y aunque consideramos la opción de acabar nuestra sesión en el auto, en realidad no estábamos muy de ánimos. Consideramos que nuestra mejor opción era relajarnos, hacer durante el resto del día lo que haríamos normalmente, y que a la noche disfrutáramos de nuestro primer cumplemés.

Así pues, compré por internet unas entradas para ver una película de ciencia ficción no muy conocida, y además reservé un restaurant cercano, de tipo casual para la noche. Ni Francisca ni yo éramos de gustos caros, preferíamos lo casual, y nos habíamos decidido por ligera comida japonesa, o sushi, un clásico para primeras citas. Ella dijo que quería ir a casa de mi abuela para que nuestra prima Paloma le devolviera algunas prendas de ropa que le había prestado hace unos meses, así que yo debía esperarla en el cine. Yo compré algo más, como sorpresa… porque ella se lo merecía.

No me puse nada muy diferente a lo usual, y para los hombres no es algo difícil. Jeans, zapatos, mi camisa negra favorita, y un reloj de pulsera que mi abuelo me había regalado cuando terminé hacía años. Me apoyé en un muro del cine, con las entradas en el bolsillo, palomitas y refrescos en las manos, y esperé. Mi hermana mayor llegó 10 minutos antes de que empezara la función, y me importó una mierda.

—Por todos los cielos… —dije, con la boca abierta y los ojos desorbitados. A ver, entiendan algo, si van a una primera cita con la chica de sus sueños, siempre tienen que mostrar con palabras y expresiones faciales lo hermosa que se ve. ¿Está bien? Pero había ocasiones en que la reacción era natural, porque realmente se ve despampanante, como era el caso esta vez.

—Hola, Fel —me saludó Francisca, coquetamente, mientras caminaba hacia mí con pasos elegantes y sensuales.

Llevaba zapatos de tacón que la levantaron hasta ser cerca de mi altura. Se había arreglado el cabello de tal forma que caía en hermosos rizos tras su espalda, pero dejaba un flequillo muy sexy por delante. Lucía una minifalda plisada de color rojo, muy coqueta, que descataba sus bellas y largas piernas; así como un crop top se seda blanca con tirantes, que se extendía hasta sus antebrazos pero dejaba al descubierto tanto los hombros como la cintura.

—Wow…

—¿Qué tal luzco? Paloma las tenía limpias y todo, es mi atuendo favorito para este tipo de cosas. Además, Rocío me ayudó a peinarme y...

Por toda respuesta, prácticamente salté hacia ella, la tomé de la cintura y la besé tiernamente. Después de unos segundos, el beso se hizo un poco más apasionado, y compartimos algo de saliva mientras la gente nos miraba con envidia. O, al menos a mí, que estaba con semejante mujer. Menos mal que no éramos tan físicamente parecidos como para que se dieran cuenta de que éramos hermanos.

—Ay, Fel, hmm, qué buen beso, hmmm —dijo, después de que la solté. Estaba ruborizada. ¡Mi hermana mayor estaba ruborizada!

—Imposible no hacerlo cuando me provocas así, te ves hermosísima.

—Oh, Fel… ¡oh, lamento llegar tarde! Deberíamos entrar.

—Espera, antes de eso, date la vuelta.

Cuando lo hizo, despejé su cabello claro y le até el colgante que le había comprado, adornado por una medalla con la figura de una sirena. Nos habíamos amado por primera vez ante el mar, y ella era mi musa de las aguas.



Nos sentamos en una de las butacas en la parte trasera; no en la última fila, pero cerca. Mientras esperábamos que la película comenzara, nos besamos nuevamente, y casi de inmediato se hizo sumamente efusivo. Comprendimos que seguíamos cachondos desde nuestra sesión interrumpida en el callejón.

—Fel…

—Fran, te ves sencillamente espectacular.

—Oh, amor… Ok, disfrutemos de la película —me dijo sonriendo, cómplice, mirando a su alrededor, como se llenaba la sala de cine.

—Sí, tienes razón —respondí, no muy convencido, y pronto comenzó la película.

No era de muy alto presupuesto, y era obvio que no era popular tampoco, pues solo había unas quince otras personas en toda la sala, todos lejos entre sí, y nadie en las filas traseras a nosotros. Al principio, yo me había interesado en la trama, pero pronto me perdí, distraído constantemente por las piernas y la minifalda de mi hermana, a mi lado. Ella sí veía el filme, al parecer muy concentradamente, hasta que… no pude aguantarme.

La película llevaba 20 minutos cuando comencé a tocar los muslos de mi hermana mayor, suave y delicadamente. Ella me miró, me sonrió con picardía, y me dijo que me detuviera un par de veces, no muy convencida.

—Vamos, Fel, hay mucha gente, jijiji —me susurró Francisca al oído, al tiempo que me lamía el lóbulo de la oreja.

—¿Y qué me importa? ¿Te viste al espejo hoy, Fran?

—Sí, antes de venir aquí. ¿Crees que me veo sexy? —me insinuó.

—¡Demasiado! Apenas me puedo concentrar en la peli viéndote así. —Acerqué mi mano a su entrepierna, y ella separó los muslos ligeramente, jugando conmigo, permitiéndome avanzar, pero no llegar a su punto más secreto—. ¡Eres una diabla!

—Jaja, no me confundas con Fer. Es que no creo que estés tan excitado, ni que yo me vea tan sexy… ¿o sí? —Francisca llevó una mano al bulto que yo tenía, y me lo acarició por encima de los jeans—. Oh, tal vez sí. ¡Qué pene!, ¿estás feliz de verme?

—¿Me estás provocando, hermana?

—¿Tal vez?

Decidí aplicar presión y le abrí las piernas a la fuerza, logrando mi objetivo de tocar sus mojadas braguitas. Acaricié su zona por encima un buen rato mientras notaba que sus piernas temblaban. También comenzó a mordisquearse los labios y respirar entrecortadamente, intentando no gemir en voz alta.

—Fel, por favor…

—¿De verdad quieres que pare, hermana? —le pregunté, corriendo sus braguitas a un lado e introduciendo uno de mis dedos en su coño, lentamente al principio.

—Mmmmm… Fel…



Seguimos viendo la película casualmente, pero no paré de masturbarla, y ella de gemir en silencio. Nos habíamos convertido en actores tan buenos como los del filme, al parecer, pues nadie se había percatado de lo que estábamos haciendo.

Francisca puso su mano sobre mi bulto, me abrió hábilmente la cremallera, metió la mano en mis jeans, y comenzó a sacudirme la polla. Sus dedos eran expertos, sus caricias gentiles, su toque apasionado. ¿Cómo no iba a estar enamorado de mi hermana?

—La tienes muy dura, Fel, mmmm.

—Sí, lo haces genial, uff… y tú, ¿cómo lo llevas?

—Ah… ah…, se siente riquísimo.

—¿Sí? ¿Quieres hacer algo más?

—¿Qué? Fel, por dios, ¿no ves qué hay gente aquí?, Jijiji, una cosa es esto, pero…

—¿Acaso no quieres?

—… Eres malo, hermano.

Francisca se mordió los labios pícaramente mientras contemplaba qué decisión qué tomar, qué hacer para calmar su calentura. Finalmente, después de unos segundos, decidió ponerse de pie lentamente, y sin mediar palabra, se quitó las bragas, las guardó en bolso, y su se movió hacia mi asiento. Saqué mi polla de mis pantalones y la levanté firmemente a la altura del coño de mi hermana, que se dejó caer poco a poco mientras se levantaba la faldita.

Debíamos ser silenciosos, lentos, pero eso también ayudaba a poder penetrarla profundamente. Cada vez que ella se dejaba caer durante su montada, procuraba que mi verga llegara hasta el fondo de su vagina, y ella se retorcía de placer cada vez que ocurría, así como cuando subía, expectante hasta el próximo movimiento. El hecho de que no se hubiera quitado la minifalda le daba un aire muy erótico al asunto.

—Oh, Fel, está llegando a mi útero, mmmmm…

—Te amo, Fran, estás deliciosa, te amo…

—Y yo a ti, y a tu cara, y a tus manos, y a tu polla, ahhh.

—¿Dirías que te pone loquita?

—Me enloquece, hmmmm, más adentro, más adentro, mmmm, está tocando todo… Felipe… ¿Quieres hacer una locura más?



La película comenzó a pasar una serie de escenas de acción muy épicas, y sobretodo, muy ruidosas, que tenían a todo el mundo atento a la pantalla. Además, dado que ocurrían en el espacio, la sala estaba más oscura de lo acostumbrado. Francisca me miró con ojos suplicantes y una sonrisa lujuriosa que me encantó.

Nos pusimos de y nos dirigimos detrás de la última fila de asientos. Mi hermana se apoyó en cuatro patas sobre el respaldo de una de las sillas y yo me ubiqué detrás de ella. Le levanté la falda y apunté el cipote en su entrada, nuevamente. Ella tiró de mi camisa para que me apresurase, y cuando la penetré, no solo noté lo fácil que se deslizó hacia adentro, sino el coño de mi hermana estaba chorreando como un grifo.

—Ahhhhh, Feeeeeeel, dios mío, me estoy muriendoooooo —me susurró gimiendo, gritando en voz muy baja mientras las explosiones llenaban la pantalla.

—Me fascina hacértelo en esta posición, eres toda mía.

—Siiii, ahhhh, en esta posición me entrego toda a ti, mi coño es todo tuyo, bebé…

—¿Aún puedo hacértelo cada vez que quiera, cariño? —le pregunté, aumentando la velocidad de mis embestidas, a pesar de que éstas habían comenzado a causar su característico y húmedo sonido—. ¿Eres mía para todo lo que quiera?

—¡Todo! Me mojo con que solo me toques, no necesito nada más que polla de tí, bebé. Tú y tu pene son todo para mí, ahhh, puedes hacerme todas las guarradas que se te ocurran cada vez que se te ponga dura, ahhhhhhh, ah… m-me corro, me… me corro, Fel… ¡Fel, me corro!

Me aparté de ella solo lo suficiente para que ella pudiera disparar sus chorros de fluidos con ganas al suelo de la sala de cine, y después volví a penetrarla, lo que causó un nuevo gemido gutural de mi hermana.

La escena no duraría mucho más, y tampoco sabíamos si lograríamos controlarnos más tiempo de no gritar. Decidí que debía terminar rápido, así que pasé por mi cabeza todas las imágenes de la jornada. Encular a Fernanda ante Francisca; follar a esta en un sucio callejón, a pesar de que podían descubrirnos. Ella con la faldita arriba, sentada sobre mi pene, montándome profundamente. Todas las guarradas que me estaba diciendo mientras le daba caña desde atrás. Con eso sería suficiente, y ya llevaba demasiadas horas aguantándome.

Cuando me corrí al interior de mi hermana mayor, ni siquiera se lo hice saber. Sus piernas temblaron y sus ojos quedaron en blanco mientras le regalaba mi semilla. No sé cuántos chorros lancé al interior de su vagina, pero fue extraordinario.

Disfrutamos del resto de la película tranquilamente, tomados de la mano, mientras un chorrito de lefa bajaba por uno de sus muslos…

Se preguntarán, quizás, si ella o yo estábamos preocupados por algún potencial embarazo no deseado, que podría o no llevar a algún problema mayor, dado que somos hermanos. La verdad, no. El estar juntos era ya un riesgo mayor, por lo que vivíamos con el peligro a diario, y nos encantaba. Además, las píldoras anticonceptivas que ella usaba eran sumamente efectivas, y ella llevaba buen conteo de su calendario. En fin, quería dejar eso en claro, pues pensaba en ello mientras conducía al restaurant japonés mientras ella me miraba como en una ensoñación, como si no existiera nadie más que yo para ella. Y honestamente, era lo mismo en mi caso. Si bien follaba con Fernanda, Paloma o mamá, mis ojos, mi corazón y mi mente se dirigían siempre hacia mi hermana mayor. Así había sido siempre, y no tenía intenciones de cambiar.



Nuestra aventura no había terminado, aún teníamos líbido en exceso, y deseábamos que nuestra primera cita, celebrando nuestro cumplemés, fuera inolvidable. Y nada era mejor para nosotros para celebrar, que devorarnos mutuamente con la mirada cada dos por tres. Nuestra mesa estaba en un rincón del elegante y bien decorado restaurante japonés, pero poco tiempo tuvimos para apreciar su diseño y estructura, cuando estábamos tan ocupados buscando alguna manera de seguir compartiendo fluidos de la manera más animal posible, sin ser descubiertos. No necesitábamos decirlo con palabras, pues nuestros ojos lo gritaban.

Pedimos sushi, claro. Distintas piezas con distintos sabores, así como dos refrescos de fruta. Mientras esperábamos nuestro pedido, Francisca decidió que lo mejor para encender los motores era tocarme la polla con su pie por debajo de la mesa, aprovechando el largo mantel con el que ésta contaba. Me cubrí también con la tela y fui más allá, bajándome la cremallera y sacando a mi pene, nuevamente erecto, de su prisión, para facilitarle la tarea. Descubrí que Francisca era una muy buena y rápida aprendiz. Velozmente estaba mejorando su eficiencia sexual, ¡masturbándome con los dedos de ambos pies! De más está decir que yo estaba en el paraíso.

—Dioses, Fran… de haber sabido, mejor hubiera sido reservar una habitación de hotel. Tengo muchísimas ganas de follarte.

—En condiciones normales te diría que es cierto, que debimos ir a un hotel, pero la comida aquí es buenísima, y honestamente, me has convertido en tal grado de ninfómana, que no me importaría que me levantaras la faldita aquí mismo y me follaras el ojete —confesó Francisca, ruborizada, pero salida como nunca la había visto.

Justo en ese momento llegó la comida, e intentamos disfrutar de los platos. Ciertamente eran muy buenos, y comimos casualmente, dedicándonos palabras románticas y diciéndonos cuánto nos deseábamos el uno al otro.

Francisca dejó caer uno de sus palillos, que evidentemente, no hizo ruido. Luego, esperó a que todo el mundo estuviera mirando a otro lado para agacharse y meterse debajo de la mesa.

—Como dije, la comida aquí es deliciosa —me susurró, desde abajo. Por quince de los segundos más fantásticos de mi vida, mi hermana mayor me mamó la polla con destreza, una habilidad impropia de alguien que no fuera una MILF, saboreando cada milímetro de mi verga, lamiendo y chupando con hambre lo que yo tenía por ofrecerme.

—Fran… hmmm.

—Es lo más rico que existe, tu pene es un elixir divino para mí, bebé.



Cuando salió de debajo de la mesa, me susurró al oído que no podía aguantarse. Me dijo que se dirigía al lavabo, y que me avisaría por mensaje al teléfono cuando estuviera libre el camino al baño de damas. Para que no fuera sospechoso, no íbamos a poder tener mucho tiempo, pero ciertamente no podía aguantar más, y ni ella ni yo resistiríamos mucho antes de tener un orgasmo monumental. Acepté con gusto.

Seguí comiendo hasta que recibí un mensaje de ella, cinco minutos después. Me puse de pie fingiendo que debía ir al lavabo también, con todo y los gestos faciales y corporales requeridos para anunciarlo. Tal vez fue innecesario, toda la gente estaba en su propio mundo, pero era mejor prevenir que lamentar.

Confiando en mi hermana, entré a los baños y ella estaba justo allí esperándome de pie, tocándose el coño. Me tomó de la camisa y me arrastró a uno de los cubículos. Me bajé los pantalones y me senté en el lavabo, mientras ella me abrazaba, me besaba con furia animal, y se dejaba caer sobre mí.

—¡Fóllame con fuerza, Fel!

—Te voy a dar caña hasta que no puedas ni ponerte de pie.

Fue rápido, potente, y lleno de fluidos por todos lados. No podría describir el evento en sí, más allá de que ella me montaba rápidamente, completamente pegada a mí, hasta que yo me puse de pie y la follé contra uno de los muros del cubículo. No estuvimos más que un par de minutos, pero fue el tiempo suficiente para que, primero ella, se corriera con fuerza, aunque esta vez yo no dejé de penetrarla ni un segundo.

—Ahhh, ahhhh, ahhhh, F-Fran… mmmmm.

—¿Acabas, cielo? Ahhhh, ahhhh.

—Sí.

—¿Qué parte de mí quieres usar para depositar tu lefa, cariño? —me preguntó, completamente sumisa, feliz de complacerme con su cuerpo, mientras se separaba de mí y se arrodillaba ante mi polla con la lengua afuera y sus dorados ojos soñadores.

—Tu cara y tu boca.

—Tus deseos son órdenes —me dijo, y luego miró cómo me masturbaba, expectante, casi como si también estuviera enamorada de mi verga—. ¡Venga, dame tu lefa, bebé! Alimenta a tu hembra, mi amor, dale toda tu leche caliente, rica, abundante, espesa, blanca y deliciosa.

—Ahhhh, ya vieneeeee…

—¡Dámela toda, cariño! ¡Córrete en mi carita de putita y deja que me beba todo lo que tienen tus bolas, que me muero por tragar tu lefa! ¡Soy toda tuya, márcame como tu hembra con tu semen! ¡Alimenta a tu perrita cachonda!

Tanta guarrería dio sus frutos. A pesar de haber eyaculado una hora antes, no fue poco lo que arrojé a la lengua, la garganta, y el rostro de mi hermana mayor, sino que todo lo contrario.

Ella lo saboreó y recogió lo que tenía en la cara para también comérselo todo. La cita había culminado con un broche de oro, tal como un par de cachondos como nosotros merecíamos.

Primero volví yo a la mesa. Cinco minutos después, ella hizo lo propio. Sentimos algunas risas por lo bajo, miradas perversas, pero a ella no pareció importarle, y a mí se me hinchó el pecho de orgullo. Esa mujer era completamente mía.

Volvimos a follar esa noche, al llegar a casa, esta vez entre las sábanas. Fue mucho menos lujurioso y animal, sino que fue romántico, dulce.

—Te amo, Fel.

Continuará
 
Arriba Pie