Las aventuras de mi madre 1

heranlu

Veterano
Registrado
Ago 31, 2007
Mensajes
5,254
Likes Recibidos
2,360
Puntos
113
 
 
 
[h=1]Las aventuras de mi madre 1 parte[/h]Uno de los hombres que estaban sentados allí insistía mucho a mi madre para que bebiera más de una bota de vino. Creo que era el Rober. Una de sus manos asió la pierna de mi madre, mientras que con la otra casi le vacía la bota encima, derramando vino por su vestido, dejándola empapada.
Ante mi sorpresa, el Rober fingió que limpiaba su vestido para sobarla las tetas por encima del vestido y meter algo los dedos por su escote.
Mi madre, moviendo sus brazos, apartó las manos que la sobaban y logró que las retirara, pero, cuando el Rober preparaba otra carga, Merche se levantó rápidamente y, alargando sus brazos, agarró a mi madre por las muñecas y la obligó a levantarse del suelo.
El Rober, al ver que se llevaban a su presa, se quejó desde el suelo, pero Merche se llevaba casi a rastras a mi madre hacia la hoguera.
Se pusieron a bailar entre la escasa gente que ya estaba.
Enseguida se incorporó casi todo el grupo, bailando, riendo y cantando sin cesar. Se pusieron a hacer el trenecito, colocándose de espaldas unos a otros y, agarrándose por la cintura, empezaron a bailar en círculos alrededor de la hoguera.
Mi madre se agarró a la cintura de Merche y por supuesto, a su cintura, se enganchó el Rober, aunque más que a la cintura fue a sus caderas y, en algún momento, a sus glúteos.
En cada vuelta que daban, mi madre se desviaba más y más, estaba cada vez más mareada, hasta que se soltó del grupo, y, haciendo eses, se fue hacia las mantas donde estaba antes sentada. El Rober también se soltó del trenecito, y siguió a mi madre.
Nada más sentase mi madre, ya estaba el Rober pegado a ella, y, agarrándola por la cintura, puso su boca sobre la de ella, obligándola poco a poco a tumbarse boca arriba, a pesar de sus forcejeos.
Vi agitarse sus blancos muslos al subirse aún más su falda, mientras el Rober, tumbado sobre ella, la metía mano entre las piernas, obligándola con su peso a permanecer tumbada y con las piernas abiertas.
Uno de los brazos de mi madre estaba inmóvil bajo el cuerpo del hombre, y la otra mano agarraba el brazo que la metía mano, intentando, sin conseguirlo, sacar la mano de su entrepierna.
El forcejeo de mi madre era cada vez más débil, y el manoseo era cada vez más insistente, mientras la boca de él descendió ahora de la boca de mi madre a su escote y a sus tetas, besándolas y lamiéndoselas cada vez más.
Nadie intervenía para impedirlo, solamente lo miraban expectantes, disfrutando de lo que veían, y cuchicheando entre ellos.
En ese momento me di cuenta que todo era una encerrona para follarse a mi madre.
Logró colocarse el Rober entre las piernas de ella y, moviéndose un poco, se soltó el cinturón y comenzó a hacer lo mismo con el pantalón. ¡Quería follársela allí mismo!
En ese momento mi madre logró empujarlo y quitárselo de encima, para levantarse tan rápido como pudo, pero el hombre la agarró el vestido para impedir que se fuera.
Ya mi madre estaba de pies, cuando un tirón la arrancó el vestido y se quedó en las manos de Rober, mientras mi madre se quedó delante de todos en bragas y sostén, bordadas y de un blanco resplandeciente.
¡Nos quedamos todos inmóviles, anonadados por lo que estábamos viendo!
Todas las miradas no fueron a su ropa interior, sino a sus enormes tetazas que parecían reventar el sostén, saliendo sus pezones parcialmente por encima, y a sus glúteos redondos y macizos, entre los que se encontraban metidas sus braguitas. Estas, medio movidas por delante, dejaban ver también el conejito con una franja corta de pelo cubriéndolo en toda su extensión.
Fue un instante que pareció una eternidad, hasta que mi madre echó a correr, huyendo del hombre, huyendo de todos.
Más que correr, daba saltitos que hacía que sus melones se bambolearan como flanes y sus nalgas botarán como balones de baloncesto.
El Rober, como todos los demás, permaneció inmóvil, contemplando extasiado como se alejaban a saltitos el culo y las tetas de mi madre.
Merche fue la más rápida en reaccionar y se interpuso en la carrera vacilante de mi madre, sujetándola por los hombros y parando su avance.
Varios del grupo se acercaron, el Rober entre ellos. Más de una mano se posó sobre las nalgas de mi madre, sobándolo.
Mi madre aturdida se giró y Merche aprovechó en ese momento para soltarla el sostén por detrás, quitándoselo y dejando expuestas sus tetazas a la vista de todo el mundo.
Parecía imposible que unos melones tan grandes pudieran estar aprisionados por una prenda tan pequeña como el sostén.
Alguna mano se posó sobre las tetas de mi madre, magreándolo también.
Merche, detrás de mi madre, aprovechó la confusión de ésta para bajarla las bragas hasta los pies, exhibiendo su conejito y su culo a todos, para, a continuación, empujarla un poco para que se moviera y poder quitarla las bragas por los pies.
Una vez tuvo en su poder la ropa interior de mi madre, se acercó a la hoguera y las tiró dentro.
El Rober la recriminó algo, se refería a qué hubiera deseado quedarse con las bragas como trofeo.
Mi madre, sonriendo bobamente, estaba rodeada por los del grupo que la sobaban sin reparos las tetas, el culo y el chocho, sin ofrecer ningún tipo de resistencia.
Uno de ellos, situado frente a mi madre, la metió mano entre las piernas y comenzó a masturbarla.
Mi madre se inclinó hacia adelante, cogiendo la mano que la masturbaba y, con los ojos casi cerrados, poco a poco fue moviendo sus caderas adelante y atrás, adelante y atrás, como si estuviera follando.
Uno de los hombres la dijo:
¿Te gusta, zorra? Pues esto es solo el principio, te la vamos a meter bien metida.
Las tetazas de mi madre se bamboleaban de forma descontrolada, y todos las mirábamos como hipnotizados.
Alguien exclamó emocionado:
¡Vaya cacho melones que tiene la muy puta!
Javi, situado a la espalda de mi madre, la agarro las tetas con sus manos, pero sus manos no llegaban a cubrirlas en su totalidad.
Mi madre se movía adelante y atrás cada vez más rápido, hasta que alcanzó el orgasmo, y se paró con cara de satisfacción.
En ese momento, Javi pasó uno de sus brazos por detrás de las piernas de mi madre y la levantó en brazos, llevándola, seguida de los demás, hacia las mantas donde antes estaban tumbados.
La dejó tumbada boca arriba sobre las mantas, y, contemplándola, con evidente satisfacción, desde arriba, dijo a los demás:
Bueno, ¿quién quiere ser el primero que se folle a esta putita?
¡Yo, yo!
Gritó ansioso el Rober, mientras se quitaba rápidamente el pantalón y el calzoncillo, luciendo un cipote enorme y erguido que salía de la gran mata de pelo ensortijado que tenía entra las piernas.
Se puso de rodillas entre las piernas de mi madre, para metérsela, pero, al ser difícil en esa posición, la levantaron las caderas y metieron una manta doblada debajo de su culo para que fuera posible penetrarla.
Ahora sí que pudo metérsela. Agarrándola por las caderas, dirigió su cipote hacia la entrada a la vagina de mi madre, y, tanteando al principio, poco a poco se la fue metiendo.
Mi madre, a pesar de lo borracha que estaba, jadeo al notar que se la metían.
Al principio la polla entró solo hasta la punta, para volver casi a sacarla, luego la metió un poco más, para casi sacarla de nuevo. Poco a poco fue entrando y saliendo, cada vez más y más dentro.
Ahora ya entraba una y otra vez hasta el fondo, desapareciendo totalmente dentro, una y otra vez.
Las embestidas fueron siendo cada vez más profundas, más rápidas, más enérgicas.
Las tetas de mi madre se bamboleaban descontroladas en cada embestida, y, a pesar de tener los ojos cerrados, no paraba de gemir al mismo ritmo que los jadeos del Rober cuando la penetraba.
Nadie perdía detalle, de cómo se balanceaban sus melones y como se la estaban follando.
Al rato, el Rober aminoró sus embestidas, se paró, y emitió un gruñido ahogado. ¡Acababa de tener un orgasmo!.
Otro de los hombres la dio un manotazo en la espalda, urgiéndole para que se quitara, y, como ya estaba desnudo de cintura para abajo, nada más quitarse el Rober, ocupó su lugar, exhibiendo un enorme pollón surcado de venas abultadas.
La levantó las piernas y se las colocó sobre los hombros, una a cada lado de la cabeza.
La verga ahora entró con suma facilidad, y comenzó a bombear con fuerza desde el principio.
Mi madre ya no emitía ningún gemido, estaba como dormida, pero sus tetazas no paraban de moverse por las nuevas embestidas.
Me fije como saltaba en cada embestida la medalla de oro con la imagen de la virgen que tenía mi madre colgando de su cuello, regalo de mi padre con sus nombres grabados en el reverso, lo que me dio un mayor morbo por la situación.
Alguien comentó:
¡A la bella durmiente se la están follando!
¡Es la venganza de la bruja del cuento por estar tan sabrosona!
Y dicho esto, más de uno echó una mirada a Merche, que debía ser la instigadora de los polvazos que estaban echando a mi madre.
Pasaron unos minutos hasta que el nuevo inquilino del coño de mi madre, también tuvo su bien merecido orgasmo.
Ahora le tocaba a Javi.
También desnudo de cintura para abajo, volteó a mi madre y la puso boca abajo sobre la manta, colocando la manta doblada para levantarla su culito prieto y ponerlo en pompa.
Todos nos quedamos alelados observando el culo prieto y respingón de mi madre, con sus nalgas redondas y macizas reluciendo a la luz de la luna.
Alguien comentó emocionado:
¡Esto se la levanta a un muerto! ¡Vaya culazo! ¡Vaya polvazo que tiene!
Y la plantaron dos sonoros azotes en su carnoso culo, que sonaron como disparos en el silencio de la noche.
Javi puso una de sus rodillas encima de la manta y la otra doblada al lado de mi madre.
La sujetó por las caderas, y dirigió su erguido pene a la entrada de la vagina de mi madre, tanteo un poco, restregándolo una y otra vez por toda la raja de su culo y por su vulva, una y otra vez, hasta acabar poco a poco metiéndoselo poco a poco por su coño que estaba chorreando esperma.
Ahora si mi madre volvió a gemir de placer, con más intensidad que antes.
Nada más metérsela, Javi comenzó a cabalgarla con energía, sujetando a su montura por las caderas para que no pudiera desmontarle.
Los glúteos de mi madre se agitaban por las embestidas bestiales a las que la estaban sometiendo.
La dio un sonoro azote y oí a mi madre gemir. Otro azote y otro y otro, acompañados por gemidos de mi madre.
Se oyeron comentarios:
¡Coño, Javi, pareces el puto llanero solitario cabalgando por las praderas del lejano oeste!
¡Lo que está es dando es su escarmiento a una puta india!
¡Su culazo sí que es de una puta piel roja, que de tanto azote lo tiene como un tomate!
¡Si es un tomate, yo me lo como enterito! ¡Y si no lo es, también me lo como!
¡Tenemos toda la noche para comérnoslo varias veces!
¡Yo me pido sus melones! ¡Seguro que se me deshacen en la boca de lo rico que están!
Javi dejó de moverse, y lanzó un gruñido. ¡También se había corrido!.
Un cuarto ocupó su lugar y sin cambiarla de postura, la separó las cachas y viendo su ano, se la metió poco a poco.
Mi madre gritó de dolor y se agitó, pero no pudo impedir que se la metieran directamente por detrás, poco a poco eso sí, pero se la metieron bien metida, a pesar de sus gritos y sollozos.
Los movimientos del hombre fueron despacio y con cuidado al principio, pero poco a poco el agujero fue cediendo, y sus embestidas fueron cada vez más rápidas.
Mi madre yacía boca abajo, como muerta, sin hacer nada, pero el hombre siguió y siguió sodomizándola, hasta que, de pronto, sacó su rabo del agujero y eyaculó sobre el blanco culo de mi madre un montón de esperma lechoso y espeso. Parecía como si estuviera adornando con crema una tarta, y esa tarta era el culo de mi madre al que acababan de desvirgar.
Nada más levantarse el hombre, Javi la dio un buen par de azotes en el culo, y como no reaccionaba, la dieron la vuelta.
Alguien preguntó si estaba muerta, pero al ver cómo sus tetazas se movían por la profunda respiración de mi madre, dijeron que solamente estaba inconsciente, o quizá solamente dormida.
Nos quedamos todos contemplando como hipnotizados los melones de mi madre que brillaban por la luz de la luna y de la hoguera.
Alguien comentó:
¿Quién quiere ahora comer los melones a la bella durmiente?
Fue ahora la otra mujer del grupo la que se puso de rodillas al lado de mi madre y, agachándose, comenzó a sobarla y a lamerla las tetas.
Su boca y su lengua recorría sus tetas, de arriba y abajo, y de derecha a izquierda, una y otra vez, llenándolas de babas, concentrándose a veces en los pezones cada vez más duros y grandes de mi madre, mientras que una de sus manos acariciaba el sexo de mi madre, cada vez de forma más persistente, para fijarse definitivamente en su clítoris.
Uno de los hombres comentó gritando:
¡Coño, María! ¡Si no fueras tortillera, te la metía ahora mismo por detrás!
María se volvió muy enfada y levantándose, se fue hacia el que había hecho el comentario, que salió corriendo, perseguido por la mujer que no paraba de insultarle a gritos.
El Rober fue ahora el que todavía desnudo de cintura para abajo, se puso de rodillas a horcajadas a la altura del pecho de mi madre, colocando su verga todavía tiesa entre las tetazas de mi madre y, empujándolas con las manos, atrapó en medio su aparato, comenzando a moverse adelante y atrás.
¡Esos melones bien merecen una buena cubana!
No tardó en volver a eyacular, ahora sobre la cara de mi madre, manchándola también el pelo.
Como ahora no parecía que hubiera ningún nuevo voluntario, Javi preguntó:
¿Alguien quiere algo más de esta zorrita?
Se oyeron comentarios sobre que por hoy ya les parecía suficiente, que estaban cansados y que habían bebido mucho.
Merche les dijo a todos con rabia:
¡No os olvidéis que mañana aún está por aquí! ¡Qué el cornudo de su maridito no viene a buscarla hasta el día siguiente, hasta pasado mañana! ¡Cuándo volváis a ser hombres, acordaos de los melones y del culo de esta zorra y venid a follarla otra vez, que os estará esperando bien abierta de piernas y con el chumino calentito y chorreando!
Dicho esto, se fueron vistiendo y marchando, menos mi madre que yacía inmóvil boca arriba, desnuda, sobre una manta.
Merche y Javi se acercaron a ella, la envolvieron en la manta sobre la que yacía desnuda y Javi la cogió en brazos como si fuera un pelele.
Les vi bajar por el camino hacia el pueblo, y me dispuse a seguirles a distancia, escondiéndome para que no me vieran, cuando a pocos metros de distancia, entre los árboles, iluminados por la luz de la luna y de la hoguera, había otra pareja follando que me pareció reconocer.
Me acerqué a ellos. ¡No eran precisamente discretos follando, ya que lo hacían dando gritos, jadeando de forma ruidosa!
¡María había atrapado a su presa! Estaba totalmente desnuda, cabalgando frenéticamente como una posesa furiosa sobre su víctima, que disfrutaba sobándola con fuerza las tetas mientras follaban.
¡A María la encantaba disfrutar de todos los sexos! ¡Ya a mí me encantaba ver follar!
Me quedé unos instantes disfrutando del espectáculo que ofrecía el balanceo de sus tetas y el movimiento de sus nalgas, pero no quería que Merche y su pareja se dieran cuenta que yo no estaba durmiendo plácidamente en mi cama, así que les dejé follando y me fui rápidamente tras ellos.
Había poca gente que continuara entorno a las hogueras, la mayoría bebiendo y alguno que otro, entre las sombras, también follando.
A la entrada al pueblo, donde empezaba la carretera, había un coche aparcado. Era de ellos. Dejaron a mi madre tumbada en los asientos de atrás y, montados ellos delante, se fueron conduciendo a casa.
Al ver esto eche a correr hacia la casa, no quería que se dieran cuenta que no estaba en mi cama.
Cuando llegue a la casa, el coche estaba aparcado en la puerta y había luz dentro. Ya habían llegado.
Subí agarrándome donde pude al tejadillo.
La luz de la habitación donde me asignaron para que durmiera estaba apagada, pero la de mi madre, aunque tenue, estaba encendida.
Mire, con cuidado para no ser visto, por la ventana y allí vi a mi madre tumbada boca arriba, desnuda, en la cama, y Merche limpiándola con una esponja entre las piernas. Quería eliminar las huellas de lo que la habían hecho. Utilizaba un cubo con agua para limpiar la esponja. Después le tocó el turno al culo, a las tetas, a la cara y al pelo. Hasta que cansada, después de secarla con un paño, se retiró, apagando la luz y dejando a mi madre tumbada desnuda en la cama.
 
Arriba Pie