Las Aventuras de la Familia White – Capítulos 021 al 025

heranlu

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Las Aventuras de la Familia White – Capítulo 021


Wellington Black, aprovechando su elasticidad natural, se escabulló y pasó a través de las rejas que protegían la viña de la familia Rojo. El muchacho pelirrojo se metió y cruzó corriendo entre las vides, buscando por todos lados, como un sabueso con la polla hinchada.

—Estoy seguro que esa pequeña ninfa de mierda vino acá con nuestros tíos… ¿dónde estás, chiquilla ninfómana? —preguntó al aire mientras avanzaba entre las hojas, acercándose a la casa de la familia Rojo. Alice White, su prima menor, había ido de visita allí, aunque Wellington juraba que estaba escapando de él. No iba a perdonarle las humillaciones a las que ella y su amiga de mierda, Cindy, lo habían sometido, solo porque quería un poco de sexo… ¿qué había de malo en ello? Especialmente cuando era “obviamente” el mejor amante en la familia.

El muchacho llegó a las paredes de la casa luego de esquivar la mirada de un par de los agricultores que trabajaban para sus tíos Amador y Gabrielle. Alice debía estar con ellos, sin duda.

De pronto, Wellington pasó junto a una ventana abierta, y luego de procesar lo que había visto, retrocedió silenciosa y rápidamente, y miró por la ventana. ¡La habitación matrimonial! Pfff, claro de las casas de los campesinos, pensó Wellington, que había vivido toda su vida en la mansión de los Black. La habitación matrimonial no estaba al fondo de una mansión, sino que a plena vista de medio mundo. Y en esta ocasión lo apreciaba.

Su tía, Gabrielle White-Rojo, la hermana menor de su madre, salía de la ducha con solo una toalla alrededor de la cintura, protegiendo su torneado y curvilíneo cuerpo. Su brillante cabello rojo mojado y suelto, cayendo en cascada sobre su húmedo cuerpo, sus largas piernas a pesar de su corta estatura, la hacían ver espectacularmente sexy (como todas las hembras en su familia, pensó).

La tía Gabrielle no lo vio espiándola cuando se acercó al mueble de ropa y comenzó a elegir las prendas que utilizaría el resto del día. Wellington se bajó el cierre del pantalón y su larga y delgadísima polla, como un palo ligeramente torcido hacia la derecha (lo cual siempre le había parecido muy adecuado), salió al mundo. La tomó como un tesoro entre sus manos, y comenzó a hacerse la paja con lentitud.

—Ohhh, oh, tía, sí… póngase toda la ropita, mamacita —susurró sudando copiosamente, con la lengua afuera, mostrando los grandes dientes de conejo.

La tía Gabrielle sacó unos shorts azules y una camiseta azul que, de seguro, le transparentaría todo si le lanzaba agua. Pero lo mejor estaba por venir, obviamente. Gabrielle se inclinó a un estante inferior, y cuando lo hizo, su toalla se levantó y Wellington tuvo una perspectiva impresionante, y completamente detallada y depilada, del coño y el culo perfecto de su tía, a tres metros de su polla levantada, con solo una gruesa pared de cemento entre ellos.

—Ohhhhhhh, quiero follar ese coño… —dijo Wellington, masturbándose más rápidamente mientras la tía Gabrielle, aún inclinada, seleccionaba su ropa interior. La menor de las hermanas Black optó por unas bragas negras con detalles floreados, y un brasier de encaje del mismo color—. Ohhhh, n-no, no, no, mejor ese culo. Sí… dame tu culo, tía Gabi, síiiiii…

Cuando la tía Gabrielle sacó unas medias de encaje, el muchacho casi se corre en la pared, y tal vez lo habría hecho porque se llevó un susto de espanto cuando sintió una presencia iracunda detrás de él. Sudó la gota gorda pensando que eran Amador o Junior, y se volteó nerviosísimo, a sabiendas de que no podría defenderse de la golpiza que cualquiera de esos dos hombres de campo ignorantes podrían darle.

—Wellington Graham George Black II, ¿qué carajos haces espiando a mi madre? —preguntó Valentina Rojo, la hija mayor de sus tíos. Lucía una camiseta roja sin mangas, corta y escotada, que dejaba al descubierto su escultural cintura; además de zapatillas de correr blancas, y unos shorts de jeans azules y rasgados. La chica tenía madre inglesa y padre cubano, pero ahora parecía vestida de bandera estadounidense. Una bandera sexy de piel bronceada y sedoso cabello castaño.

Wellington se relajó. Sería cosa de que su prima mestiza viera su larga polla para que se relajara, y no diría nada.

—Ah, primita adorada, verás, es que mi miembro está…

No le costó ni un poco a Valentina tomar a su primo, doblegarlo y arrastrarlo lejos de la casa como si fuera un muñeco de trapo incapaz de oponer resistencia, limitado a patalear.

Mientras tanto, al interior de la casa, la alegre y no-tan inocente Alice se dirigía a la habitación de su tía Gabrielle para saludarla. Aquel día utilizaba su falda de vuelitos púrpura, una camiseta rosa, una cadenita con un corazón rojo (que le había regalado Cindy, con la que ya podía decirse que estaba saliendo), sandalias, y su cabello castaño atado en sus características coletas.

pero se detuvo frente a otra habitación, muy oscura, que desprendía una extraña luz roja. Curiosa, Alice abrió la puerta con cuidado, y encontró un sinfín de pequeños cuadraditos colgando de unas cuerdas que cruzaban la habitación.

—¡La puerta! —exclamó alguien, y Alice la cerró rápidamente con ella adentro de la oscura habitación. Luego, desde la luz escarlata, surgió la figura de su primo Junior.

A pesar de solo ser un año mayor que ella, Junior se veía mucho mayor. Con un físico perfecto, piel bronceada, encanto latino natural, cabello largo… Cuando estuvo saliendo con Ariadna, Alice se sintió bastante celosa. Era una verdadera escultura lo que tenía enfrente.

—Perdón, Jota —se excusó la chica, bajando la cabeza con timidez. Así lo llamaba. “Jota”.

—Oh, Alice, lo siento yo por asustarte así —dijo Amador Junior, acariciando la cabeza de su primita—. Es solo que en este proyecto, se necesita un tipo especial de luz.

Junior le explicó a Alice que había tomado un proyecto de fotografía en la escuela, y que estaba encontrándole el gusto a la materia, pero que estaba teniendo un par de problemas. El principal siendo que no tenía un “tema” que fotografiar. Le mostró todas las imágenes que había tomado, de aparatos tecnológicos, árboles, uvas, los autos que pasaban por la carretera, a sí mismo… pero ningún tema lo convencía.

—Ay noooo, pobre primito —dijo Alice, acariciándole a Junior su largo y sedoso cabello, honestamente preocupada por él—. ¿Puedo ayudarte de alguna manera?

—¿Se te ocurre algún tema para mi proyecto?

—Hmmmmm, ¿qué tal animalitos? Los animalitos son lindos, y aquí cerca hay muchos.

—Varios de mis compañeros y compañeras están haciendo su tema de animales. Necesito algo más… no se —dijo Junior, cada vez más frustrado.

—¿Más qué? —dijo Alice, poniendo la cabeza de su primo inocentemente sobre su pecho para poder acariciarle la cabellera y serenarlo.

—Más provocador. Quiero algo que llame la atención, Alice. ¡Algo que haga que la gente no pueda dejar de mirar! —exclamó el muchacho, con la atención fija en el escote de su primita—. ¡Oh por Dios, claro!

—¿Qué? ¿Qué sucede? ¿Se te ocurrió algo? —preguntó ella.

—El inocente cuerpo femenino de una chica de tu edad, de una chica hermosa como tú… ¡Eso es lo que fotografiaré! Alice, prima, ¿me dejas fotografiarte?

—¿Yo, hermosa? Ohhhh, solo dices eso para que me sonrojeeee.

—No, hablo en serio, eres preciosa, tienes una carita angelical, pero el cuerpo de infarto de una diablita —dijo Junior, pasando las manos rápidamente por el cuerpo de su prima. Su cerebro estaba dividido entre interés por su trabajo y una excitación creciente y alarmante.

—¿En serio crees eso, Jota? —preguntó ella, ruborizada. Sintió que su corazón latía fuertemente.

—Sí, y te lo demostraré.

Amador Junior tomó a su primita de la mano y la llevó a su habitación corriendo. Ambos se encerraron después, Junior cerró sus blancas cortinas, sentó a Alice en su cama, encendió unos focos especiales que su padre le había comprado, y tomó su cámara, que había comprado con su propio trabajo en el campo de un vecino.

—Ahora, Alice… quiero que poses para mí.

—¿Posar? Hmmmmm… —Alice se sentó en la cama con las piernas cruzadas, se inclinó un poco hacia atrás, y le brindó una bella sonrisa al foco de la cámara—. ¿Así?

—¡Perfecto! —exclamó él, fotografiándola desde distintos ángulos—. ¿Qué tal si ahora me muestras una carita más inocente y angelical? A ti te sale natural.

—¿Así, Jota? —Alice puso la cabeza sobre sus manos, y miró dulcemente a su primo, que tomó fotos cada vez más entusiasmado.

—Sí, eso es. Ahora desde aquí —Foto—. Ahora aquí. —Foto—. Alice, bebé, ¿qué tal si ahora pones una carita más maliciosa? —aventuró Junior, sin saber si su prima sabía a qué se refería.

Para su sorpresa, sí lo sabía. Alice se sentó de lado sobre la cama, con una pierna extendida y la otra doblada, resaltando la curvatura de su trasero debajo de la faldita, y sacando lo más que pudo su pecho hacia adelante.

—¿Así te gusta, Jota? —preguntó la chica, entrecerrando los ojos, sonriendo con picardía y llevándose un dedo travieso a la boca, que mordisqueó coquetamente.

—Oh… sí. Me gusta, Alice. —Junior se bajó los pantalones, y su inmensa y venosa polla salió de su prisión. El muchacho solo tenía su camisa a cuadros puesta ahora, pero se la abrió para mostrarle a su primita su escultural y musculoso pecho—. Ahora, ¿qué tal si te inclinas un poco?

Entre tanto, Valentina Rojo ató sin muchos problemas a su primo Wellington a un árbol. Con unas cuerdas, ató sus manos a unas ramas, y sus pies a unas raíces. Con los pantalones aún abajo, su larga pero débil verga colgaba ahora hacia abajo, frente a la muchacha.

—Ohhhhhh, vamos primita, no hagas esto.

—Debiste pensártelo mejor antes de espiar a mi mamá, rata.

—Pero oye, ¿qué vas a hacerme? No vas a dejarme aquí colgado, ¿o sí?

—Por supuesto que no. Estarás ahí colgado hasta que venga papá o mi hermano y te de la putiza de tu vida.

—Oye oye oye oye ¡espera! ¿Qué tal esto? Si me descuelgas… eh… —nervioso, Wellington miró hacia abajo, pasó la mirada por el cuerpo sensual y voluptuoso de su prima, y luego llegó a lo más preciado que tenía: su propia polla—. Si me descuelgas, te daré mi pene, ¿sí? La follada de tu vida, te lo prometo, primita.

—Jajaja, ¿estás de broma? —rio Valentina, agarrando la verga flácida de su primo, que acarició lentamente con la yema de sus dedos—. ¿Qué clase de hombre le ofrece a una chica su propia satisfacción? ¿O de verdad tu ego es tan grande que crees que eres el mejor amante del mundo, pobre tonto?

—¡¡¡Yo no bromeo!!! —se ofendió el hijo de Elizabeth—. ¡Yo solo digo los hechos! Nadie se ha resistido a mi verga, y puedo demostrártelo. Tendrás la noche de tu vida si me sueltas ahora.

—Son las 11 de la mañana.

—¡¡¡La mañana entonces!!! Vamos, prima, suéltame, sé que me necesitas… —dijo Wellington, comenzando su juego favorito de hacer bailar su polla en círculos, jurando que eso le encantaba a todas las chicas.

—Tienes un miembro muy interesante, no te lo niego. Es diferente al de papá, mi hermano, o el tío Alexander, quizás hasta más largo, a pesar de estar torcido —dijo Valentina, admirando la hombría de su primo, hasta que súbitamente lo miró a los ojos, y se agarró sus propias tetas—. Pero ¿sabes? Te equivocaste en decir que lo necesito. ¿Honestamente crees que una chica como yo no ha tenido todas las polla que he deseado, cada vez que quiero? ¿O que necesito una polla cuando tengo mis propias manos y lengua para satisfacerme?

Valentina se acarició los pechos, y luego se quitó la camiseta, revelando que no llevaba nada de ropa interior debajo. Sacó la lengua, y sin ningún problema comenzó a lamer uno de sus pezones, y luego el otro, mientras movía insinuantemente la cintura de lado a lado.

—P-prima… ¿estás…? No, no hagas esto cuando me tienes así, por favor.

—¿Crees que mi boquita necesita tu larga polla? —Sin dejar de bailar lenta y seductoramente, Valentina se llevó los dedos a la boca y los chupeteó lascivamente, antes de llevar las manos a su entrepierna, debajo de los shorts—. ¿Crees que este, mi chumino mojado y hambriento, necesita comer de tu verga?

Wellington sufrió una erección, pero no podía tocarse la verga, atado de pies y manos como estaba. Sus ojos estaban clavados en la sexy bailarina que danzaba frente a él, semidesnuda, pasándose las manos por el cuerpo. Comenzó a sudar, nervioso y frustrado.

—Vamos, suéltame, ¡libérame, hija de puta!

—¿Hmm? ¿Así me llamas ahora, primo pervertido? —Sonriente, Valentina se dio la vuelta y se inclinó un poco para que Wellington pudiera mirar su redondo, duro y grande culo. Para irritarlo aún más, se bajó un poco el mini-short, revelando una delgadísima tanga negra, que no dejaba nada a la imaginación—. ¿No me digas que quieres espiar más de cerca? ¿Hm? ¿Quieres verme el culito? ¿Crees que mi ano lujurioso necesita de tu pene adentro?

Todavía bailando, mientras jugaba con sacarse o no el mini-short, Valentina se acercó a su víctima, se inclinó un poco con las manos en sus tetas, y lamió solo una vez apenas la punta de la polla erecta de su primo, antes de volver a alejarse.

—Nooooooo, vuelve, vamoooooooooos, ¡sigue haciendo eso, perra mestiza estúpida! ¡Sométete a mi polla, mierda! ¡¡¡No me hagas esto!!!

—Ufff, con esa boquita va a ser difícil, además que no sabe tan bien. Jaja, será muy difícil tener novia cuando tratas así de mal a tu coqueta prima, o andas de mirón con mi mamá, o… andas persiguiendo a tu dulce primita menor por todo el pueblo —sentenció, con aire amenazante y provocativo a la vez, al mismo tiempo que comenzaba a masturbarse frenéticamente con la mano dentro del short, frente a su primo horrorizado.

—¿Qué? ¿Cómo sabías que estaba siguiendo a...?

—Vas a empezar a portarte bien con tu familia, guapo, o no podrás tener nada de esto. —Sin dejar de masturbarse, Valentina se puso de rodillas bajo su colgado primo, levantó la cabeza, y sin pudor empezó a lamer los testículos de Wellington.

Entre tanto, en la habitación de Wellington, éste le pidió a Alice que se inclinara en cuatro patas sobre la cama, a lo que la chica obedeció sin problemas. Gateó un poco por la cama mientras el muchacho le tomaba fotografías, acercándose a ella. No llevaba ropa interior, lo que lo enloqueció. Cuando estuvo delante de ella, tocó con su enorme miembro el culito de su prima, que soltó una risita inocente.

—¿Qué es eso que siento ahí? Jijiji.

—Vamos, mira a la cámara en esa misma posición.

Ella obedeció, y la verga de Junior se hinchó ante la sexy visión que tenía enfrente. Era diferente a su hermana, desbordaba tanta inocencia mezclada con traviesa sensualidad que se puso más duro segundo a segundo mientras fotografiaba a la chiquilla. La mirada de la menor de los White indicaba deseo, lujuria… Junior no podría aguantar mucho más.

El chico se puso de rodillas y comenzó a lamer la rajita húmeda de su prima, a lo que ésta respondió con un profundo suspiro de placer. La niña se subió la camiseta y comenzó a acariciarse lentamente los senos mientras su corazón se aceleraba.

—Jota, me estás besando muy bieeennnn… aaaayyy, sí…

—Oye, slurrrp, escuché que tenías una… “¿amiga?” Slurrrrp, slurp. ¿O es más que amiga? Bueno… ¿Irá ella a…?

—Tenemos una relación abierta, según ella, jijiji.

—Me alegro. —Junior tomó su cámara y fotografió el mojado conejo de su prima debajo de la falda, tan corta que no necesitaba bajársela.

—Jota…

—Oh… —pensando que la chica se iba a molestar por tomarle fotos, Junior se detuvo y retrocedió un poco, pero ella lo detuvo—. Perdón por las fotos, prima, yo…

—¿No prefieres que me saque la ropita mejor? —preguntó sonriendo. Esa era la invitación y el consentimiento que necesitaba.

Alice se quitó la falda y la camiseta, quedando solo con sus zapatillas puestas. Se recostó de espaldas sobre la cama, se abrió de piernas, y Junior se introdujo en ella sin necesidad de más previa, dada su lubricación natural.

—Aaaaayyyyyyyyyyyyyy, sí, hmmm. ¡Eres enorme, primo! Ay, ay, ¡ay! —exclamó Alice. Siempre quiso que Junior se la metiera así. Después de tantas noches espiando a Ariadna haciéndolo con él, al fin cumplía su deseo de tenerlo solo para ella.

—Tú también, ahhhh… vamos, posa, mostrémosle a todos lo increíble que eres. —Junior se puso a follarla al mismo tiempo que le tomaba fotos. Apuntó a sus tetas, fotografiándolas en distintos ángulos a la vez que se mecían con la follada. Apuntó a su rostro, mostrando las distintas expresiones de placer que ella producía, en medio de sus gritos, gemidos y sonrisas.

—Ayyyyyy, más rápido, primo, mmmmmmm.

—Ahhhh, ahhhhh, sí, sí, vamos, pon las piernas arriba—. Junior puso las piernas de su primita sobre sus anchos hombros y aumentó la profundidad y velocidad de penetración en el coño de la chica, que se moría de placer.

—Uhhhhh, ay qué rico, me muerooooooo, hmmmmmmm.

—¿Te gusta? —Con una mano, Junior atrajo a su prima hacía sí mientras aplicaba sus envestidas, y con la otra no dejaba de tomar fotos, con zoom y desde lejos, al pequeño pero sexual cuerpo de Alice White. Su mejor foto fue la de un pequeño orgasmo que ella tuvo, cuando su cuerpo entero se contorsionó, se flexionó, y luego volvió a mecerse de adelante hacia atrás ante las envestidas de Amador Junior Rojo.

—Síiiiii, muchísimo, hmmmmm, estás muy adentro, eres muy grandeeeee. Oh, oh, oh, c-creo que me voy a venir otra vez, hmmmm.

—Yo estoy que me corro, Alice… ¿puedo fotografiarte mientras te echo mi leche encima?

—Si es por el proyecto, hmmmmmm, desde luego, primmmmmmmmmmooooooooo.

Junior se separó de ella, y disparó cinco chorros de semen caliente en el rostro de su prima, que sacó gustosa la lengua para recibirlo todo, mientras Junior, haciendo un esfuerzo extra, intentaba tomar las mejores fotografías.

Alice también hacía lo posible por posar mientras la leche de su primo corría por su cuerpo. Jugueteó con el espeso y blanco líquido con sus dedos y con su lengua, chupándolo y volviendo a escupirlo sobre sus manos, para restregárselo por sus tetas mientras sonreía a la cámara.

—¿Te gusta así?

—Mucho, ¡muchísimo! —exclamó él, tomando las que quizás eran las mejores fotos de su vida. Decidió, mientras volvía a ponerse erecto ante el cuerpo de su prima, que quizás lo de la fotografía podía ser más que un hobby.

—Alice, ¿te importaría acostarte de estómago? Quiero probar otra cosa...

Entre tanto, Valentina seguía masturbándose mientras lamía las bolas de su primo. Cuidó de en ningún momento tocar el pene de ese arrogante cretino, era el castigo que merecía. Su larga y torcida polla parecía a punto de estallar, pero no lo haría jamás sin un poco de estimulación física.

—¡No merezco tanto castigo! ¡Deja que te lo meta, prima, y no te insulto más, perra de mierda! ¡O bésalo, o lámelo! ¡Chúpalo por dos minutos que sea, hija de puta!

—No lo estás haciendo bien aún, guapo… —La verdad era que la situación la excitaba mucho. Estaba sumamente cachonda, y los dedos en su coño quizás no serían suficiente estímulo esta vez, a pesar de cuánto disfrutaba de tocarse.

—Aunque sea… aunque sea tócalo un poco con tus dedos, ¡yo qué sé! Ahhhhh, perdón por espiar a tu mamá o lo que sea, mierdaaaa.

El chico ya poco menos se ponía a llorar. Era un chiquillo malnacido, arrogante y sumamente insufrible… pero tal vez no merecía tanta tortura. Al menos dijo la palabra “perdón”, y eso quizás nadie en la familia lo había oído.

—¿Vas a seguir persiguiendo a nuestra primita Alice?

—N-no, qué más da, es una chiquilla de…

—Con un no es suficiente.

—No.

—¿Y a su amiga? ¿Y a mi mamá la vas a volver a espiar así, mirón de mierda?

—¡No y no! Ya basta, sólo déjame metértelo, per… primita querida…

Valentina se puso de pie y volvió a bailar un poco otra vez, mientras se pasaba las manos por el cuerpo y su primo la devoraba con la mirada.

—No vas a meter tu polla en mi boquita salivosa, ni en mi chumino empapado, ni en mi profundo culito, ¿estamos claros?

—¿Eh? S-sí, lo que sea, pero entonces…

Valentina tomó la larga polla de su primo y comenzó a hacerle la paja de su vida, mientras ella misma no paraba de masturbarse también. Estaba humeando, sabía que no pasaría mucho hasta que tuviera un squirt fabuloso. Afortunadamente, al tarado de su primo tampoco le faltaba mucho.

—Ohhhhhhhhhhhh, sí, espera, más rápido, más rápido, apriétalo más fuerte, así, ohhhhhh…

—Córrete ya, guapo, córrete conmigo. Hmmmmm

—¡¡¡Ohhhhhhhhhhhhhhhhhhhh!!! —gritó desesperado e interminablemente el chico pelirrojo cuando un sinfín de lefa caliente fue a parar a la hierba. Decenas de litros que Valentina, solo por un segundo, pensó que debió haberse tragado sin desperdiciar.

Pero no era momento para ello. Valentina Rojo se colocó junto a su amarrado primo, puso una pierna sobre el tronco del árbol, y se masturbó frenéticamente con el coño apuntando a la polla aún erecta de Wellington.

—¿Q-qué estás haciendo…?

—Firmo nuestro acuerdo con respecto a mi primita. Me corro… ahhhhh, ahhhhh, ¡¡¡ahhhhhhhh!!!

Aún más abundante que el semen de Wellington, el squirt de Valentina que se derramó sobre el cuerpo de su primo fue una vertiginosa explosión de maravilloso líquido semitransparente, ligeramente dorado y brillante, que saltó a todos lados gracias a la mano traviesa de la chica, que la movió a todos lados para que su squirt fuera gratificante.

—Puaj… ¡mira cómo me dejaste, puerca! Todas las mujeres de esta familia están locas, son unas perras perversas… dios…

—Y solo por eso…. ufff, te quedarás aquí hasta que mi papá te encuentre. Ufffff, jaja, disfruta la golpiza, guapo.

Finalmente, Junior cumplió su deseo de meter su polla al interior del ano de su primita, tan inocente y al mismo tiempo tan sabrosa y cachonda. Completamente encima de la chiquilla, la penetró duro y muy fuertemente a pesar de haberse corrido recientemente sobre el cuerpo de Alice, que de vez en cuando se llevaba restos de lefa para tragarla.

—¿Vaya que te gusta el semen, eh?

—Síiiiii, muchísimo, es delicioso, hmmmmmm.

—¿Cuál te gusta más?

—¿Eh? ¡Eso no se pregunta, Jota! Todos son ricos, huelen rico, saben rico, hmmmmm. Papi, Twino, el hermano de Cini, el tío Andrew, tú, incluso el tonto de Willy…

—¿Te acostaste con Wellington también?

—Ahhhh, ayyyy, síiii, es rico probar a muchas personas distintas, hmmmm… ayyyy, mi culito, hmmmm, qué ricooooooooo.

—Alice, Dios mío, voy a venirme otra vez. —Junior parecía un animal en celo, completamente encima de ella, inmovilizándola para que no pudiera hacer absolutamente nada más que recibir su enorme polla en su ano.

—Síiii, hazlo adentro, quiero mucha leche adentro, ahhhh, ayyyyyyyyy.

La sensación de correrse en el culo de alguien es indescriptible, pensó Junior, mientras fotografiaba su polla hinchada derramarse al interior de las entrañas de su primita. No había nada como ello. Era algo de lo que ningún hombre en su familia jamás se iba a aburrir, y envidiaba particularmente un poco a Arthur por tener a esa chica inocente a su disposición cada vez que quisiese.

No se aguantaba por que llegara el día de la reunión familiar.

—¿Trabajando en tu proyecto, hermanito? —preguntó Valentina, que apareció solo con sus mini-shorts en la puerta de la habitación de Junior.

—Ohhh, hola hermana, sí, mi tema va a ser fotografiar mujeres hermosas.

—Típico de ti. Hola, bebé.

—¡Hola, Morena! —exclamó Alice, sin fuerzas para levantarse a abrazarla como quería, agotada sobre la cama de su primo.

—Oye, Alice, sabía que vendrías… te tengo un regalo allá afuera, colgado de un árbol, jaja.


Continuará



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heranlu

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Las Aventuras de la Familia White – Capítulo 022


Imagina lo siguiente: un claro muy hermoso, una laguna brillante y cristalina rodeada de árboles de todo tipo, bajo un cielo azul y un sol resplandeciente. Hay troncos tirados por doquier, cubiertos por lianas y raíces, verdes como el jade. Sobre uno de estos troncos, dos idénticas criaturas se encuentran besándose efusivamente, sus lenguas interpretando una danza que solo ellas conocen desde niñas, mientras sus manos acarician la entrepierna de la otra debajo del short. Junto a ellas, un muchacho de cabello oscuro se encuentra de pie, apoyado contra un gran roble. Frente a él, de rodillas, se halla una muchacha pelirroja, radiante como el sol ya mencionado.

En otras palabras, las gemelas Catherine y Katrina Black se masturban mutuamente como solo ellas saben hacer, mientras Alexandra White le realiza una felación a su hermano Arthur. Las primeras dos están teniendo un gran tiempo juntas, después de irse a “pasear” mientras la tía April y su prima Ariel se hallan en la cocina, y tanto Alexander como Andrew White preparan la carne. Ellas se desean tanto como la primera vez que follaron juntas como buenas hermanas gemelas, tocando donde saben que le gusta a la otra, y al mismo tiempo conociéndose un poco más cada vez que el dedo de una toca un punto nuevo al interior del coño de la otra.

Sin embargo, Arthur y Alexandra tienen la cabeza en otro lado. La polla de Arthur, siempre larga, dura y vigorosa, se encuentra ahora algo débil y caída. De la misma manera, Alexandra no parece poner mucho empeño en devorar aquella verga que tanto placer le provoca desde el simple acto de mirarla. Tan solo una hora atrás, descubrieron que aparte de Alice y Ariadna, tienen otra hermana más: Ariel, la hija de la tía April, es también hija de su padre. Es su media-hermana, nacida del incesto fraterno.

—Perdona, Alex, no puedo dejar de pensar en esto… —se disculpó Arthur.

—Te entiendo, no te preocupes —dijo Alexandra, poniéndose de pie. Jamás en su vida había tenido dificultades para tener sexo. Miró a sus primas gimiendo más y más fuerte sobre el tronco—. Me pregunto cómo diablos lo hacen ellas para seguir con la lujuria a tope después de enterarse de esto.

—Bueno, ellas no tienen una hermana secreta que antes conocían solo como su “prima cool”.

—Sí, y es peor cuando parece que todo el mundo sabía menos nosotros.

—Creo que se están complicando mucho la existencia —dijo Katrina, risueña, mientras lamía el cuello de su hermana gemela con la misma intensidad con que le metía un dedo en el coño.

—Sí, hmmmmm, está claro que en nuestra familia el incesto es ahhhh, algo de la vida diaria. Ustedes follan todo el tiempo —continuó Catherine, que gemía sin parar.

—Una cosa es que follemos entre hermanos, pero aquí hablamos de que papá tuvo una hija con su propia hermana —dijo Arthur, mientras se subía los pantalones, frustrado por no poder follar.

—¿Y eso qué? —dijeron las gemelas a la vez, y luego se turnaron para hablar—. Mamá y papá son primos. Los de ustedes también. Y tuvieron varios hijos e hijas. No es tan distinto.

—¿Por qué no hablas con Ariel? —preguntó Alexandra, mientras se quitaba la ropa. Debajo llevaba un sensual bikini negro, escotado y que resaltaba sus curvas enormemente—. Aún no me atrevo, pero quizás tú puedas convencer a mi prima. Digo, hermana. Yo necesito un chapuzón en la laguna.

Ofuscado por no poder concentrarse como quería en el cuerpo de diosa de su hermana mayor, Arthur tomó rumbo de regreso a la cabaña donde su tía April vivía.

Entre tanto, en la granja ancestral de la familia White, Ariadna terminaba de publicar la segunda entrada de su blog. Sentía su chumino húmedo, e irónicamente, también algo sediento. Hacía una semana había comenzado un blog sobre sexualidad libre y sin inhibiciones, que meses atrás jamás se habría atrevido a escribir. La sexualidad era un tabú, algo que sus padres hacían a escondidas, lejos de la vista de los hijos. Para Ariadna el mundo se trataba de estudiar, tener buenas calificaciones, intentar hacer lo mejor posible por su familia, y eventualmente graduarse para llegar a ser una profesional. Sin embargo, desde aquella sesión de besos y masturbación mutua que había tenido con su hermano mellizo en el sofá, Ariadna se había sumergido en una apasionada, lujuriosa, irreverente, descarada y orgásmica cascada de sensaciones y experiencias con sus familiares que habían dado vuelta su mundo. Tras su hermano vino su inocente hermana menor, luego su primo Junior, después su hermana mayor, en la playa disfrutó de los placeres que sus padres le brindaron, y más adelante la vorágine no acabó. Quería dar consejos a otras personas, de la manera más seria y objetiva posible, sobre todo lo que podía hacerse en el sexo responsable. Mostrarle a la gente que no había nada de malo con nada de lo que hicieran. Y que generalmente era delicioso.

Pensando en su siguiente publicación (pensaba escribirlo sobre los efectos positivos de tragar semen a diario), Ariadna pasó junto a la habitación de huéspedes. Unos gemidos captaron su atención, de una manera que meses atrás habría sido imposible. Ariadna se asomó…

—Oh, oh sí… eso es, Shao, ohhhh —gimió una mujer que al principio Ariadna confundió con su madre, hasta que se percató en su largo cabello, más oscuro que el de Charlotte. Por lo demás, Isabella Black era muy parecida a su hermana.

—Sabes muy bien, ma, slurrrrp —dijo Shao, el tímido chico que era ahora hijo adoptivo de la tía Isabella. A diferencia de Arthur o Junior, era delgado y se veía físicamente débil. A diferencia de Wellington, sin embargo, tenía un aire tan adorable que daban ganas de abrazarlo para siempre. Curiosamente, era mayor que sus tres primos varones. Su cabello era negro y brillante, con un flequillo que caía sobre uno de sus ojos. Llevaba una camisa azul y jeans grises, de marca y muy a la moda.

Shao estaba debajo de la falda de su madre adoptiva, realizándole un sexo oral que parecía fascinante, dado lo satisfecha y en placer que se mostraba el rostro de Isabella, habitualmente la más seria de las Black.

Junto a ellos se encontraba aquella impresionante figura de porcelana con quien Isabella se había casado. Meilin Li, un verdadero bombón venido de China en que tanto los hombres como las mujeres de la familia se habían quedado embobados mirando cuando su esposa la presentó. La fotógrafa profesional era una verdadera obra de arte, sexy pero elegante, insinuante pero silenciosa. Era una mujer de piel como el marfil, con ojos negros y sumamente penetrantes, labios sensuales constantemente contorneados en una sonrisa misteriosa, unos senos del tamaño perfecto que esta vez solo cubría con su brasier negro y una chaqueta de mezclilla encima, mini-shorts negros, botas blancas que alcanzaban sus muslos, y su cabello era una cascada oscura y preciosa. Meilin solo sonreía ante la escena, con las manos acariciando sus piernas, y no parecía haberse percatado de la mirada de Ariadna.

—Shao, voy a venirme… oh, sigue, mueve más fuerte tu l-len… lenguaaaaaaaaahhhhhhhhh.

—Slurp, slurp —siguió lamiendo Shao, tragando la abundante corrida de su madre adoptiva. Ariadna pudo ver varios chorros salir disparados como estela de un jet.

Cuando Shao se lo tragó todo, Isabella se ajustó el peinado, se arregló la ropa, y se puso de pie. Se acercó a su esposa y le dio un tierno beso en los labios, aunque Meilin lo concluyó con un sutil, silencioso, pero ardiente lametón en los labios de su esposa.

Shao se ubicó junto a sus madres, polla erecta en mano. Era algo más pequeña que la de sus primos, pero mucho más gruesa también, como un tanque. Su mirada era muy expresiva, dulce y tímida.

—Ma, ¿podrías…? —preguntó él.

—¿Hm?

—Ya sabes… ¿c-chuparme?

—Lo siento, Shao, le prometí a mi hermana que iba al centro comercial con ella —dijo Isabella, alejándose de su hijo adoptivo hacia la puerta, lo que hizo que Ariadna se paralizara en el acto.

—Entonces… ¿mamá? —intentó él, mirando esta vez a su madre de sangre.

—Luego, te lo prometo, amor —dijo Meilin, con una sonrisa secreta y un acento increíblemente sexy—. Además, quizás tengas compañía, al parecer.

Tomadas de la mano, Meilin e Isabella salieron de la habitación y tomaron rumbo a la dirección contraria a donde Ariada estaba oculta, detrás de la puerta. Al parecer no la habían visto… ¿pero sería que Meilin sí? En cualquier caso, no podía permitir lo que había ocurrido.

Ariadna entró a la habitación de huéspedes, y un muy triste Shao se aterró, y cubrió rápidamente la erección con una almohada.

—¡Oh! E-eres.. A-Ariadna, ¿no?

—Sí —dijo ella, bajándose un poco las gafas para dedicarle una mirada sexy. Utilizó un tono de voz insinuante que se permitió solo porque Shao parecía mucho más inexperto que ella—. Soy tu prima Ariadna. Y tú, Shao… vaya que es un gusto conocerte.

—Oh… ¿sí?

—Sí. Vamos, ¿por qué no dejas esa almohada en el suelo y me dejas verte de cerca? —preguntó Ariadna, mientras se acercaba y se quitaba la camiseta.

En la vieja cabaña de April, su hija Ariel pelaba los tomates para la ensalada, mientras su madre iba a buscar agua del pozo. El olor a asado desde el jardín se percibía en toda la choza, obra del experto en carnes Alexander White, y su hermano Andrew que probablemente solo observaba.

Arthur entró a la cocina, llena de plantas medicinales y hierbas colgando de las murallas por doquier. Se detuvo al ver a la mujer radiante, tan cool y chistosa que siempre vestía de gótica, con sus tatuajes y cabello negri-verde. Era su hermana, una que siempre admiró en secreto tanto como a Alexandra. Arthur tragó saliva fuertemente, y al notar el culo de Ariel, no pudo evitar que su polla se empalmara un poco.

—Arthur, cari, ¿ya volviste? —preguntó Ariel, sin voltearse ni dejar de pelar las verduras.

—S-sí.

—¿Y mis gemelitas? ¿Y Alex?

—Se quedaron en la laguna.

—Ya veo.

—Ariel, siento que tenemos que hablar, el saber que eres...

—Espera. —Ariel se inclinó un poco y se bajó los jeans negros, dejando al descubierto una imagen deslumbrante—. ¿Podrías follarme un rato, bro?

—¿Eh? ¿¡Qué!? —Arthur retrocedió, pero su polla creció dentro de sus pantalones. ¿Era porque n había podido follar con Alexandra, o su perversión familiar no tenía límites?

—Es que así me distraigo un poco de tantos tomates que pelar, y tú no tienes que pensar en boberías, cari. —Ariel bajó la mano y se abrió los labios vaginales—. Métemelo ya.

—¿Cómo que boberías? ¡Recién descubro que mi prima es en realidad mi hermana, y que eres hija de mi papá con su propia hermana!

—Sí, y me concibieron en un callejón, y fue delicioso, por lo que dijo mi mamita. Ahora, ¿podrías dejar de pensar en ello y meterme tu gran polla? —Casi como para resaltar su pregunta, un hilo de líquido vaginal cayó desde su coño al piso.

—Perversa hija de puta. —Arthur se quitó los pantalones tan rápido que el muchacho tocó las nalgas de su hermana antes de que los pantalones tocaran el suelo. Apuntó la verga al coño de Ariel mientras esta soltaba una risilla y se inclinaba un poco más para facilitarle el trabajo.

—¡Mételo todo!

—¡Ah! ¡Ahhhhhhhh! —Lo que Arthur sintió cuando penetró a Ariel no podía ser normal. La rugosa piel de la caverna de la chica parecía tener vida propia, y lo chupó hacia adentro y liberó hacia afuera—. Oh por todos los…

—¿Te gusta cómo te masajeo la polla, cari? —preguntó Ariel, sonriendo, moviendo la pelvis mientras seguía pelando tomates casualmente.

—Sí… oh, sí —dijo él, agarrándole súbitamente las tetas sobre la rasguñada camiseta negra, y luego le besó el cuello.

—¡Uf! ¡Eso es tener espíritu! ¡Dame muy duro, little bro

Entre tanto, Ariadna chupaba la verga de su primo Shao con lascivia desenfrenada. Era sumamente gruesa, llenaba toda su boca con su hinchazón. Ariadna hacía el trabajo, pues Shao era demasiado tímido como para intentar algo más intenso con ella, aunque ella así lo deseaba. Por esta vez, solo porque era la primera, ella se lo haría especial.

Lamió la punta de la polla del chico chino. Sabía y olía muy bien, tenía muy buena higiene. Eso le gustó. Un poco de líquido preseminal se asomó, y Ariadna le dio un beso, absorbiendo el juguito, antes de bajar con la lengua, muy lentamente, hasta llegar a los huevos hinchados del chico. Si bien eran un poco más pequeños que los de Junior o Arthur, o papá, le gustaron mucho, eran más manejables… y olían tan bien…

Ariadna se sorprendió de sí misma. Estaba actuando como su mamá, o como Alexandra. Deseosa de pene, ansiosa por una lechada. Le hizo a Shao una paja lenta mientras lamía sus testículos, y en un momento se atrevió a golpearse el rostro con aquel grueso pedazo de carne. Le encantó la experiencia. ¿Se atrevería a escribir una entrada sobre cómo complacer a un chico con la boca de manera responsable? Tal vez necesitaba investigar más.

—Es muy… m-muy bueno.

—¿Ah, sí? ¿Se siente bien, primo?

—Sí. M-me dijeron que t-tú eras la más t-tranquila, oh… la m-más virginal.

—¿Te gusta que se equivocaran?

—Mmmmmmucho.

Ariadna golpeó el pene de Shao contra su lengua, sin dejar de mirar al muchacho a los ojos, como una putita salida. Alexandra le había dicho que a los chicos les encantaba eso, y lo había confirmado por primera vez con su padre, un par de noches atrás.

—A-Ariadna…

—Sí, lo sé, puedo sentirlo —adivinó ella, dando lametones circulares a lo ancho de la verga—. Puedes venirte en mi rostro, primo.

—¿Segura? ¿En tu cara, en serio? —se sorprendió el chico, sudando copiosamente—. ¿No te hará sentir mal o usada?

—¿De qué hablas, primito? —Wow, pensó Ariadna. Si no estuviera cachonda perdida con un pollón en la lengua, le habría dado un gran y romántico beso en los labios a ese muchachito dulce, caballeroso y respetuoso, tan diferente a los brutos de los otros tres jóvenes de la familia—. Por supuesto que sí, ¿no lo haces con tus mamás?

—A-a veces, pero no m-me gustaría saber si en v-verdad no les… si no les g… ohhh…. ohhhhhh.

—A las chicas nos encanta, así que báñalas en semen más seguido. ¡Vamos, tíralo en mi cara, Shao!

La corrida fue asombrosa. Era evidente que el muchacho había acumulado muchísimo semen, así que fue bueno que Ariadna se quitara la camiseta de antemano, porque la lechada no solo fue a parar a sus anteojos, sino que bajó y llovió sobre sus tetas y su cuello también. Y era más y más, y más… su piel se estaba poniendo tan blanca como la de la esposa de Isabella.

—Ohhhhhh, oh… p-perdón Ariadna.

—¡No te preocupes! Santas integrales, cuánto salió, me encanta —dijo ella, sonriente, admirando la obra de arte blanca y brumosa que habían puesto en su cuerpo—. ¿Es así siempre?

—¿C-creo? En especial cuando no p-puedo...f-fo…

—Follar. A mí también me costó decirlo al principio. Y hablando de ello… —Ariadna empujó suavemente a Shao sobre la cama, se quitó rápidamente los pantalones y las bragas, y se sentó encima de él—. ¿Crees que puedes aguantar una follada?

—¡Ahhhhh! Hmmmm.

—¡Sigue pelando tomates, sigue!

—Bueno, cuesta un poco concentrarse con una polla tan dura…

—¡Sigue pelando, sigue pelando!

—¡No puedo enfocarme bro, aaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhhh!

Ariel se vino de nuevo entre convulsiones. Ya iban cuatro. Casi se corta con el cuchillo un par de veces, pero supo manejarlo bien al final.

—¿Ves por qué no hay que preocuparse tanto? —Ariel empujó a Arthur contra el muro, se abrazó a él, y éste pronto la penetró de nuevo—. Ahhhhhhhhh. Muy bien, cari, muy bien.

—Eso es lo que todos dicen al parecer, uffff. T-tu coño… ¿cómo diablos lo haces?

—Secreto familiar, por más raro que suene entre nosotros. Ohhh, hmmmmm. Arthur, quiero que me digas y hagas guarradas.

—¿Qué clase de guarradas, cerda?

—Eso, eso me gusta, ¡me encanta! Vamos, hazme algo sucio mientras me vengo de nuevo en tu polla, pellízcame los pezones, muérdeme el… oooohhhhhh, sí, muérdeme así el cuello, cari.

—Estás completamente loca —dijo Arthur, poniendo a Ari de nuevo de espaldas ante él, aplastándola contra la muralla. Se le ocurrió algo—. Asumo que viene de familia.

—¿Qué vas a hacerme, hermanito?

—Una guarrada que solo una zorra como tú se merece, puerca. —Arthur puso la cabeza de la polla entre las nalgas de su hermana secreta, justo en la entrada de su culo, y comenzó a orinar dejando un suspiro de satisfacción enorme detrás.

Ariel, en lugar de ofenderse u horrorizarse, puso una expresión facial de placer difícil de describir. Sus ojos se fueron hacia arriba y se tuvo que mordisquear un dedo para no gemir más fuerte. Sus dos ojos pronto parecieron encontrarse a medida que Arthur la meaba más, a medida que el caliente líquido dorado caía sobre su ano y resbalaba por sus muslos.

—Esa expresión es muy sexy, perra…

—Es un ahegao —dijo ella, sacando la lengua muy hacia afuera—. Un ahegao es mi carita de placeeeer, ¿te gusta? A mí me encanta, ahhhh, me corro, ahhhhhhh, dame mucho más, Arthur.

—Así será, zorra. —Arthur la penetró analmente, y ella casi se muere del placer. Así como su coño, su recto tenía vida propia, y lo masajeó tan bien que pronto quedó al borde del orgasmo.

—Eso, síiiiii, cógete a tu hermana, ¡cógete a todas tus hermanas, que quiero ver sus expresiones de placer! ¿Te las coges, bro?

—Sí… Me encanta darle por culo a Ari, follar a Alex toda la noche, que Alice me la chupe en todos lados, ¡y ahora tengo una cuarta hermana para darle mi leche también!

—Sí, y quiero que nos preñes a todas, Arthur… danos con fuerza, conviértenos en tus sacos de semen, en contenedores de leche que solo sirven para darte placer e hijos, ¡fóllanos a todas!

¿Qué importaba si ella era hija del incesto si quizás algún día él se pondría a procrear también con sus cuatro hermanas? Le estaba agarrando gusto a la idea. Mientras disfrutara nada importaba. Ariadna, Alexandra, Alice y Ariel… sin contar a su propia madre, desde luego. Eran todas suyas. Y sus tías y sus primas… todas dedicadas a él. Lo supo desde el momento en que se besó con Ariadna por primera vez.

Pensando en ello, Arthur se corrió fuertemente en el culo de su hermana, que consiguió seguir masajear su pedazo de carne hasta exprimirle la última gota.

Ariadna pensaba similar. Ya se follaba a la familia entera, ¿qué importaba una polla o un coño más si le daba tanto placer? Su lujuria no tenía parangón, solo seguía creciendo más y más, y se preguntaba por qué se había perdido tantos años de su vida en los libros en lugar de cogerse al colegio entero. Bueno… aún podía, no se había graduado todavía.

Esa sería su misión. Se los iba a coger a todos en la escuela, aunque Arthur y su padre serían su principales pollas siempre. Sin embargo, Junior tenía su encanto de macho cabrío, quería probar a Wellington, y definitivamente Shao, a quien montaba ahora, era todo un semental también.

Completamente desnuda, cubierta de leche, masajeándose los senos y chupando su dedo índice como si fuera una verga, Ariadna White daba saltos y realizaba movimientos de puta profesional sobre el pollón duro y grueso de su primo Shao, a quien acababa de conocer. Era una puta, como todas las otras mujeres en su familia, ¡y le fascinaba la idea!

—Córrete muy adentro, ¿sí, primo?

—Estoy… c-cerca, pero… ¿y tú? No se supone que tengo que esperar a… ahhhh...

—Es que eres un ángel, primito adorado, pero no te cortes, que tu pene ya me hizo venir dos veces. Derrama tu semilla con fuerza en mi coño, que está muy sediento —dijo Ariadna como una salida ninfómana. Ya no le importaba qué dirían los demás. Era una puta que se follaría a su familia entera. Eso sería siempre, y no le importaba.

—Ohhhh… ohh, oh, oh, oh, ahhhhhhhhhhhhh.

—Vierte tu leche en mi interiorrrrrrrrrrrr, hmmmmmmmmmmmmmm.

La lechada fue demasiado intensa otra vez. ¿Qué tenía ese chico? ¡Era impresionante, se estaba obsesionando ya con él! Iba a tener una seria conversación con la tía Isabella y su esposa sobre por qué no satisfacían más aquel miembro increíble.

Había mucho tiempo para eso. Recostada sobre el pecho de su adorable y nuevo primo, Ariadna tomó su teléfono y se tomó una selfie con la cara llena de lefa. Se la iba a enviar a sus hermanas cuando recibió un mensaje de Alice. Se puso de pie de un salto.

—¿Ariadna? ¿Qué sucede?

—Necesito prepararme… ¡se viene el concurso de camisetas mojadas del condado!


Continuará
 

heranlu

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Las Aventuras de la Familia White – Capítulo 023


Los tres recibieron el mensaje de texto al mismo tiempo un día antes, y no pudieron controlarse ante la idea de llevar a cabo la fantasía. No sabían de quién venía, ni por qué, pero definitivamente no iban a perderse la oportunidad. El mensaje llegó a la granja de los White, al hotel cuatro estrellas donde se estaban quedando los Black, y al viñedo de los Rojo. El mensaje decía:

“Deseosa de una cara llena de leche. Encuéntrate conmigo a las 4 p.m en el Sex Shop Ultimate Pleasure en la calle Veritas, al este del condado. Sin costos; solo beneficios. Di la palabra ‘Jade’ al guardia, y te llevará hasta mí. Necesito que me domines y me alimentes como la perra hambrienta que soy”

Ninguno de los tres se masturbó ni tuvo sexo esa noche con sus esposas o sus hijas, a pesar de que ellas lo suplicaron (como siempre). Querían estar muy acumulados, con las bolas llenas de semen para la experiencia.

Después de almorzar, Alexander White tomó la vieja camioneta familiar, y tras un viaje rápido, desesperado y expedito, llegó a su objetivo. Conocía aquel Sex Shop, le había comprado un par de dildos a su mujer allí para cuando él había tenido que hacer un viaje largo, y también había comprado una loción especial para el aniversario, y una muñeca inflable para que la usara su hijo, en su cumpleaños del año pasado.

Llegó con un minuto de retraso. El guardia estaba en la entrada, intercambiando miradas a la calle con otras, más sutiles, a las revistas porno que había a su lado en una repisa.

—Ejem —tosió Alexander, vistiendo unos jeans gastados, una camisa a cuadros sobre su gran barriga, y luciendo su barba bien recortada.

—¿Sí? —preguntó el guardia, distraídamente, mientras ahora ponía su atención en una muchacha de falda corta que pasaba por la calle.

—Eh… ¿Jadeo?

—¿Disculpe?

—¿Jota?

—…¿Qué?

—No, espere… Jade. Sí, eso. Jade.

—Por aquí, por favor —dijo el guardia, convirtiéndose de pronto en un profesional. Guio a Alexander por los pasillos de la tienda, y sacó unas llaves de una estantería. Abrió una puerta trasera que llevaba a un lugar oscuro y siniestro. Alexander se preparó para lo peor, pensando si podría doblegar a ese gorila de dos metros si esto era una treta y le querían hacer algo.

—Relaja los puños, Alex, no es lo que piensas, jaja —dijo una voz en la oscuridad.

Alexander caminó un poco más, dobló en una esquina, y se encontró en una preciosa sala de muros blancos, iluminada por luces verdes de neón. En el centro de la sala había un disco giratorio con un palo de metal desde el disco hasta el techo. Alrededor había varias butacas que parecían muy cómodas, un equipo de música, un bar abierto, y una gran cortina que parecía ocultar otra puerta.

Sobre una de las butacas estaba muy tranquilamente sentado, y risueño, Amador Rojo, su mujeriego y cubano concuñado, sosteniendo una copa de whisky en la mano izquierda. El guardia, en tanto, se fue por donde llegó.

—¿Amador? ¿Qué haces aquí?

—Lo mismo que tú, supongo. Esperando a una mujer misteriosa con quien pasar un buen rato.

—Ah, ya veo. ¿También recibiste una invitación?

—Bueno, es lógico. Esto tiene toda la pinta de un bukkake, querido Alexander.

—¡Un bukkake!

Había participado de alguno que otro cuando era joven, pero ya había pasado un buen tiempo desde la última vez. No era lo mismo que simplemente cubrir la cara de su esposa o alguna de sus hijas con caliente semen, esto era algo más formal. Una experiencia venida de Japón en que una sola chica se somete a varios hombres para que la dominen y la bañen de semen. Es una práctica con muchas críticas debido a la percepción machista del asunto según algunas personas, pero cuando es una chica misma la que está solicitando llevar a cabo la experiencia… pues, es difícil considerar eso como un acto de dominación y humillación sobre otra, y más como un fetiche que la calienta. Por eso fue que Amador y Alexander aceptaron tan rápidamente. Era una oportunidad única, con una muchacha que apreciaba y se excitaba al ser sometida de esa manera. Mientras todos lo disfrutaran, no había nada de malo en el sexo.

Mientras Alexander se sentaba en otra butaca, relativamente lejos de su concuñado, ambos escucharon una voz tímida y nerviosa que se acercaba por el pasillo oscuro, y no pudieron evitar sonreír entre sí con picardía.

—Esto parece muy sospechoso, ¿a dónde me está llev…? Oh. —dijo la tercera persona en llegar, que quedó boquiabierto al encontrarse a Amador y Alexander.

—¡Hermanote! Qué bueno verte por aquí, ¿todo bien? —le saludó Alexander, a punto de tener una explosión de risa.

—Ohhh… c-creo que me equivoqué de lugar. B-buscaba la biblioteca pública —se defendió Andrew White, vestido de buzo gris, con capucha y lentes oscuros, mientras el guardia cerraba la puerta detrás de él.

—Claro que sí, campeón, jajaja.

—Ve y búscate una copa, concuñado —dijo Amador, con su tradicional acento cubano—. Es obvio que la presencia de nosotros tres aquí no es una coincidencia, así que vamos a pasar un buen rato. Lo único que digo es, nada de cruce de espadas, ¿eh?

—Desde luego, jaja.

—¿Q-qué?

—Que te prepares para darle un bukkake a nuestra chica misteriosa, bobo.

—Sí, aquí es conocido como bukkake —dijo una voz, a través de un altoparlante, a la vez que la música comenzaba a sonar como por arte de magia, un ritmo lento de jazz, con saxofón y todo, mezclado con sexys sonidos orientales—. Pero en mi tierra lo llamamos Yánshe.

La cortina se abrió, y los tres hombres quedaron con la boca abierta. Una mujer increíble apareció, vestida con una túnica violeta y negra, de cinturón de seda blanca, cortísima y muy sensual, que dejaba al descubierto sus hombros y el inicio de sus tetas. La falda, abierta por un lado como un kimono, apenas protegía su pubis. Lucía sandalias tradicionales, y no parecía llevar nada más que unas braguitas negras debajo del vestido. Su cabello era lacio y negro como el ébano, y sus ojos eran coquetos, misteriosos, seductores, atractivos y penetrantes, absorbiendo las miradas como un agujero negro. La mujer se apoyó en el palo de metal, y dobló una pierna para que pudieran contemplarla en todo su esplendor.

—Oh, Dios mío —dijo Amador.

—¿P-pero qué…? —tartamudeó Andrew.

—Estoy en el cielo —dijo Alexander, casi babeando.

Los tres podían concordar en una cosa, y no tenían dudas. Aquella mujer era una de las más sensuales de toda la Tierra… y, por supuesto, era parte de su familia. La esposa de Isabella Black.

—¿Sorprendidos? —preguntó Li Meilin con su exótico, suave e insinuante acento oriental.

—Meilin… ¿tú nos llamaste aquí?

—Claro. Me parecía una buena idea que las cuatro parejas de las cuatro hermanas Black se conocieran mejor. Bienvenidos al Salón de Jade —presentó Meilin, mientras comenzaba a dar vueltas con pisadas sensuales, resaltando sus increíbles curvas, alrededor de la vara metálica, a medida que la música intensificaba su sexy ritmo—. Tengo uno de estos en muchas ciudades, que utilizo para la fotografía.

—¿Fotografía?

—Poso desnuda, o con chicos y chicas. Hay varias cámaras aquí, pero descuiden, sus rostros no aparecerán a menos que lo deseen. Díganme, ¿lo desean? ¿ME desean?

—Sí —respondieron los tres al unísono, sintiendo la hinchazón característica dentro del pantalón.

Meilin se dirigió a un mueblecito en un rincón, y sacó una pequeña cajita de madera con esmeraldas incrustadas. Al abrirla, sacó tres pastillitas verdes, y pasó una a cada uno de los invitados a la sesión, que las miraron con desconfianza.

—Oh, no piensen nada malo. Es un pequeño intensificador seminal. —Meilin saltó al disco giratorio, y comenzó a bailar con una sensualidad imposible de describir alrededor del palo, logrando sin que nadie supiera cómo, que sus partes íntimas no fueran nunca visibles—. Saben por qué están aquí, ¿no?

—Un bukkake… ¿o Yonshi era? —aventuró Alexander.

—Yanshe —dijo Andrew.

—Así es. Quiero que me bañen en su leche de macho, quiero que me cubran con la semilla caliente nacida de sus deliciosas esferas, quiero que me alimenten de su líquido vital, que me rieguen con su blanco, espeso, delicioso y abundante semen. —Con cada oración que decía, Meilin se movía más y más rápido, y en un momento quedó colgando de la vara solo con sus piernas, con perfecta habilidad. Era una verdadera diosa china—. Para eso son las pastillas… para que puedan darme lo que me merezco más de una vez, y así nos conozcamos mejor.

Los tres hombres se tomaron la pastilla, se sentaron en butacas separadas donde solo podían ver a la esposa de Isabella bailar, y se bajaron los pantalones para comenzar a masturbarse. La música aumentó su ritmo, y pronto comenzó el verdadero espectáculo.

Cada cierto tiempo, a medida que bailaba, Meilin se inclinaba sobre uno de los tres hombres, y sacaba la lengua para lamer la punta de sus pollas. Los tipos estaban realmente en el cielo, pero también ella. Si bien estaba casada con una mujer, le fascinaban los hombres y sus pollas maravillosas. La de Andrew era larguísima, la de Amador gruesa, la de Alexander muy grande y venosa. Estaba deseosa por probar aquel manjar de dioses que salía de sus pollas.

Meilin había vuelto a adoptar su característico y misterioso silencio, pero lo cierto era que no necesitaban que hablara. Todo lo comunicaba con su insinuante y atractiva danza, llamándolos a mirarla con deseo, como una sirena a los marineros del Argos.

Cada paso, cada giro, cada inclinación mostrando su maravilloso trasero… todo era como estar en un cielo que se movía a paso lento. La muchacha parecía quitarse las prendas, pero de alguna manera se las ingeniaba para crear la ilusión, ya que seguía con aquel coqueto kimono aún puesto. Sus piernas, tetas y hombros estaban volviendo locos a los tres hombres que se masturbaban con desenfreno, sin ninguna vergüenza (ni siquiera Andrew, que perdió la timidez después de un rato cascándose la polla)

De pronto, Meilin saltó sobre el regazo de Alexander, y con una habilidad mística e inusual, cayó de tal forma que la gruesa polla del padre de la familia White ingresó limpiamente en el coño de Meilin. Sus bragas negras, de alguna forma que ninguno de los tres comprendió, apareció en la mano de Amador, quien las olió con deseo sin igual.

Meilin comenzó a montar sobre Alexander, quien inclinó la cabeza hacia atrás para disfrutar más de la experiencia. Los gemidos exóticos de la mujer eran como una melodía embriagadora, el aroma de sus senos saltando frente a su rostro bajo la túnica era algo irresistible.

—Me gusta mucho… tu pene… hmmm…

—Ohhhhh, se siente rico, muy ricoooo, ahhh.

—Sí, es mi deber hacer a los hombres sentir bien. —Meilin se inclinó hacia adelante, tomó el rostro de Alexander, y le besó efusivamente los labios.

—Hmmmmm, pero qué… —dijo Alexander, confundido de pronto.

Meilin se apartó, tomó la polla de Alexander, y éste estalló sorpresivamente, cubriendo el estómago y las tetas de Meilin de semen caliente. Alexander sentía que habría durado mucho más, pero el beso de Meilin había sido como un potente y súbito afrodisíaco; ni él entendía cómo pudo venirse cuando ella quiso.

Meilin bailó un poco más, se recostó en el suelo y dando giros con los brazos en alto, se inclinó hacia la polla erecta de Andrew, que se masturbaba frenéticamente. Con la lengua y una habilidad excepcional, lamió alrededor del glande rápidamente, acariciando el prepucio. Mientras lo hacía, Meilin atacó a Amador Rojo con una mirada penetrante, y éste, como presa de un hechizo, se puso de pie y se detuvo detrás de la inclinada Meilin.

Sin perder más tiempo, el cubano penetró el coño de Meilin, quien seguía realizándole a Andrew un blowjob impecable, sin siquiera usar los labios.

—Ohhhhh, pero qué rico mamacita, tu coño parece que me va a devorar —dijo Amador, en medio de un trance, mirando su polla entrar rápidamente en la vagina depilada de su concuñada, admirando las curvas de su trasero.

—Hmmmm, hmmm —gimió Meilin, que se bajó el kimono para que sus tetas quedaran al descubierto y pudiera acariciarlas con sus manos.

—¡E-esto es…! Uhhhh, n-no puede ser... —tartamudeó Andrew. No podía ser verdad algo tan increíble. Esa mujer china parecía ser una verdadera experta del sexo. Isabella se había ganado definitivamente la lotería en comparación con sus otras tres hermanas.

De pronto, Meilin se dio a sí misma una nalgada, y al mismo tiempo, metió la polla de Andrew completamente en su boca, chupándosela por primera vez. Ambas acciones provocaron una reacción que ni Andrew ni Amador esperaban; ni tampoco Alexander, que volvía a masturbarse frenéticamente frente a ellos.

—Ahhhhh, e-espera, Meilin, m-me… —anunció Andrew, depositando su orgasmo en la boca de Meilin Li.

—Ohhh, ¡puta mierda! —gritó Amador, derramándose al interior de Meilin.

Ésta se apartó de ellos, que volvieron a sus butacas, con las pollas aún levantadas; para deleite de sus miradas, Meilin se abrió los labios mayores con la mano izquierda, y la leche de Amador cayó en su mano derecha abierta. Luego, sobre la izquierda, depositó desde su boca la corrida de Andrew. Después de eso, Meilin masajeó sus tetas con las manos llenas de semen, y luego restregó aquel líquido blanco por su cuello mientras los miraba sensual y directamente a los tres.

—Tengo que estar en el puto cielo —dijo Alexander.

—Lo mismo digo, compa, lo mismo digo —secundó Amador-

—Grrrr, grrrrrrrrrrrr —gruñó Andrew, presa de su habitual y bestial segundo aire.

—¿Listos? —preguntó ella, invitándolos mientras se desnudaba con una delicadeza y sensualidad difíciles de describir. Se puso de rodillas y el evento principal comenzó.

Los tres se masturbaron delante de ella. Meilin se ruborizó e intercambio lamidas y chupetones a cada una de las pollas. Cuando tenía una en la boca, realizaba a los otros una espléndida y experta paja con manos de marfil. Tres penes para ella sola, pensó Meilin. Le encantaba. Le fascinaba. Era una sedienta de semen, una zorra hambrienta de leche y cualquier otro fluido, siempre lo había sido.

No lo sentía humillante. Para ella, el semen o el squirt eran premios del cielo, cosas que no podía dejar de disfrutar, fuera donde fuese. No había nada más delicioso que el fluido corporal bañándola completamente, y no le avergonzaba que una polla la bañara de semen en público. Al contrario.

Para ella, un chorro de lefa en la cara, las tetas, el cuello, la cintura o el culo, era una medalla de honor, algo de lo cual sentirse orgullosa. Se los dijo mientras tenía las tres venosas vergas en las manos y la lengua.

—Soy un balde de semen, hagan conmigo lo que quieran —susurró.

Con solo esas palabras bastó para que un potente chorro de lefa se estrelló contra su mejilla, directo del pene desesperado de Andrew, que fue seguido por otros dos chorros ardientes en su cuello, y uno más sobre el primero. Abundante. Espeso. Meilin casi se corre del gusto solo por sentir esa textura en su rostro, y la sensación fue aún peor cuando Amador apuntó a su cara sin reparos, y disparó un brumoso y abundante orgasmo sobre su cara, nariz, e incluso en uno de sus párpados.

—GRRRRRRRRRRRRRRRRRRR, AAAAAAAAAAAAAHHHHHHH

—Ohhhhhhhhh, qué ricoooo, tomaaaaa.

—Sí, sí, más… más delicioso semen, más leche para su sirvienta asiática hambrienta —susurró ella, en perfecto éxtasis.

Alexander se masturbó frente a ella, y Meilin sacó la lengua hacia afuera. La corrida de Alex fue impresionante, una verdadera catarata que cayó tanto en la lengua afuera como en el cabello de Meilin, y que bajó hacia su rostro como una ducha blanca y espesa. Ella estaba en el cielo. En su piel había tanto semen que no podía calcularlo.

Y todavía faltaba. Las pastillas habían hecho su efecto. Los tres hombres seguían cascándosela fuerte, intensa y rápidamente frente a ella. Se notaba que querían penetrarla… Se los permitió solo por un momento, y se colocó en posición. No porque no lo disfrutara, sino porque ese día lo que deseaba más que nada era más bukkake. Más yanshe. Más semen en su cuerpo.

Meilin se sentó sobre la polla inquieta y dura de Amador, que se recostó en el suelo. Tomó el pene de Alexander y se lo llevó a la boca. Andrew, en su personalidad más agresiva, la tomó de las nalgas y le dio por culo sin piedad, lo que casi provocó una corrida instantánea de Meilin. Tres miembros grandiosos metidos en todos sus agujeros, en la posición que ya tantas veces había practicado, ideal para estar con tres hombres vigorosos.

—No entiendo qué pasa, voy a correrme de nuevo.

—Yo también, Alex… esta zorra es endiablada, ¡démosle un baño más!

—Síiiii, démosle más, grrrrrrrrrrr, ¡me voy a correeeerrrrrrrr!

—Sí, por favor. No soy más que una bolsa de fluidos para ustedes, trátenme como gusten, denme todo el abundante, delicioso, blanco, rico semen de sus bellas esferas. ¡Mucha, mucha leche, estoy sedienta! —exclamó la mujer.

Andrew se vino en su espalda, cubriéndola de una capa blanca desde los hombros hasta el culo. Andrew echó una nueva lechada en su estómago y tetas, disfrazando sus tetas de dos perfectas bolas de nieve. Alexander cubrió el rostro de Meilin con una nueva capa de leche, mucho más abundante que las anteriores. Esta vez Meilin no pudo aguantarse más… Las reglas del bukkake indicaban que una no podía tragarse el semen hasta que estuviera completamente bañada, pero era difícil aguantarse las ganas, y tragó gran parte del orgasmo de Alexander en su cara.

Los tres hombres cayeron rendidos en las butacas. El efecto de las pastillas se había acabado. Estaban agotados y no podrían ni masturbarse en quién sabe cuántas horas. Li Meilin estaba de rodillas frente a ellos, jugando con el semen en sus manos y tetas, pasándola de una a la otra, y lamiendo la corrida para deleite de los tres presentes. Estaba en el paraíso. Había hecho las cosas para que sus tres concuñados se corrieran rápida y salvajemente sobre ella, pero ahora estaba un poco arrepentida. Tal vez debió dejar que las cosas se dieran naturalmente, porque ahora tenía unas ganas enormes de correrse.

Así fue como la puerta se abrió, y el guardia dejó entrar a otro hombre. Justo quien esperaba, pensó Meilin, aunque aún así se sorprendió. Alexander, Amador y Andrew quedaron estupefactos ante el hombre que tenían delante, por muchas razones.

Primero, no tenían idea quién era, aunque de alguna manera, se les hacía familiar. Tenía el cabello negro en rastas, los ojos castaños, una mandíbula perfecta y hombros anchos. Apenas entró, el hombre se desnudó con una calma veloz, como si supiera a lo que venía y no deseaba perder tiempo, pero también sabiendo que dominaba la situación. Meilin sabía lo que ocurriría, no iba a evitarlo ni en sueños, pero aún así, y sabiendo de las historias, el impacto al ver lo que ocultaba debajo de sus pantalones fue magnánimo.

El hombre, aún más silencioso que Meilin, era altísimo, tanto que la chica apenas era como una muñeca de porcelana frente a él; tenía un cuerpo perfectamente esculpido, con brazos gruesos, tronco esbelto, abdominales y pectorales marcados y, por sobre todo, la polla más larga y gruesa que cualquiera en la familia hubiera visto. Casi parecía antinatural, y eso fue lo que los tres hombres pensaron. No tenía sentido que existiera algo así. El miembro del desconocido, en reposo, parecía alcanzar las rodillas, y cuando se puso erecto, Meilin se ruborizó tanto que se descontroló.

La mujer se arrastró hacia el hombre en cuatro patas, como una perrita obediente. Se puso de rodillas con las palmas de las manos hacia arriba en actitud suplicante, y la lengua muy afuera. Sus ojos estaban deseosos, lujuriosos. Su corazón palpitaba fuertemente.

El hombre misterioso se masturbó frente a ella con la mirada vacía y una media sonrisa intrigante. Los tres otros hombres estaban tanto envidiosos del tamaño del miembro del extraño, como curiosos ante qué espectáculo estaba a punto de ocurrir. Se presentía en el aire.

—¿Lista? —preguntó el hombre, hablando por primera vez, usando el acento más neutro en todo Estados Unidos.

—¡Sí, por favor! —exclamó Meilin, desesperada.

Lo que todos pudieron presenciar fue la corrida más espectacular que pudiera haber. De la polla del hombre, que apenas cambió su expresión a una sensual mirada de satisfacción, fue una verdadera ducha blanca, algo que nadie podría haber esperado que pudiera ocurrir. Algo de lo que incluso los actores porno hubieran estado envidiosos.

Meilin fue cubierta de pies a cabeza por una corrida fenomenal, y solo sentir eso en su piel la hizo correrse como una zorra lujuriosa, sin siquiera tener la necesidad de correrse. No podía ver por toda la leche acumulada en su cara, pero ni siquiera tuvo que hacer un esfuerzo para ponerse en cuatro patas, y permitir que el hombre anormal la tomara por las nalgas y le metiera aquella polla monumental que ni siquiera necesitó tiempo para recuperarse. Ella gritó y suplicó a Alexander, Andrew y Amador que le dieran más pene. Que los necesitaba a todos.

—¡Más! ¡Más leche en la cara! ¡Necesito más, más, más!

Ellos asintieron, sus pollas recobraron algo de vigor, y volvieron a masturbarse frente a ella. Aunque no lo admitieran, estaban viviendo una fantasía increíble. Una mujer asiática en perfecto éxtasis al ser bañada de semen como un balde de fluidos, suplicante por más polla. Al mismo tiempo, en sus cabezas, se preguntaban quién era aquel hombre, que hizo a Meilin venirse cinco veces en tanto solo un minuto como si fuera respirar.

Y no pudieron saberlo. De pronto, tras correrse otra vez (en esta ocasión, en la espalda y melena negra de Meilin) el hombre se puso de pie y salió de la habitación en silencio, sin siquiera vestirse. Casi nadie en la familia White sabría lo importante que era que lo hubieran conocido, a pesar de no saber quién diablos era


Continuará
 

heranlu

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Las Aventuras de la Familia White – Capítulo 024


La matriarca de la familia White despertó en su cama, junto a su marido, estirándose mientras la luz del sol que entraba por la ventana mayor de su habitación en la granja familiar, la bañaba de dorado. Era un nuevo día, y había muchas cosas por hacer, tanto en la granja, como por su familia.

Miró a su lado. Las sábanas estaban corridas, y su esposo, Alexander White, roncaba con la barriga inquieta inflándose y desinflándose sin parar. Charlotte sabía cómo debían comenzar sus días, no solo porque así se lo había pedido su marido, sino porque le encantaba hacerlo.

No pensaba despertarlo en todo caso. Solo necesitaba de la leche que toda mujer que se enorgulleciera de ser una buena esposa, debía beber como desayuno. Alexander tenía un gran bulto en sus shorts, que Charlotte bajó con celeridad. Tomó su gran miembro entre sus manos y comenzó a realizarle una suave, pero firme paja a su buen esposo. Al mismo tiempo, Charlotte se abrió la camisa de pijama y comenzó lentamente a pellizcarse sus durísimos pezones. Sintió también aquella familiar y deliciosa humedad formándose debajo de sus bragas, como cada vez que tenía contacto con cualquier pene.

Pensando en ello, Charlotte se inclinó y comenzó a mamar la verga de su marido, aplicando veloces movimientos de cabeza de arriba a abajo. Qué delicia, pensó. Muchos años atrás, cuando se enteró que el hombre con el que estaba follando, y del que había quedado embarazada por primera vez, se trataba de su primo, ni siquiera se complicó la existencia un poco. Se fue de lleno a chuparle la polla a su primo, que le folló la boca después de tan solo cinco segundos de sorpresa y shock.

Ahora, décadas después de aquel día, Charlotte satisfacía las necesidades tempranas de su primo y marido, acariciando sus bolas mientras le realizaba un perfecto blowjob. No se aburría de ello. No se cansaba. Para Charlotte Black, tener sexo era casi idéntico a respirar, y siempre se podía hacer más y más.

—Vente, querido… vente, por favor, dale a tu hembra esa rica leche tuya —musitó entre chupada y chupada, esperando darle su mensaje a su cerebro durmiente—. Vente, amor mío, derrama tu leche caliente en la garganta de tu mujer, que te lo suplica, hmmmmm.

Alexander, en medio de sus ronquidos, se vino en la boca de su esposa. Caliente, espeso, blanco y lechoso semen fue a parar a su garganta, y Charlotte sentía que su chumino humeaba de deseo. Ese era el desayuno que toda mujer debía tener cada mañana, y no podía entender a las mujeres que no les gustaba tragarse una buena corrida. El semen era un néctar divino fundamental para el día a día, así se lo había enseñado su madre a ella y a sus hermanas, y así se lo había enseñado Charlotte a sus hijas también.

Con la sed relativamente saciada, y la calentura en sus usuales niveles altos de cada mañana, Charlotte se levantó, cuidando de no despertar a su marido, que tendría un día difícil repartiendo el maíz a tres condados distintos, bastante lejanos. La pelirroja se quitó la camisa, y solo en sus bragas negras, se puso una bata semitransparente y una sandalias, antes de salir de su habitación.

Así comenzó otro día en la vida de Charlotte Black. Contenta, y con algunos restos de semen aún en sus labios, que se fue tragando mientras caminaba, Charlotte abrió la puerta de su hija mayor. La noche anterior, le había visto irse de copas con un par de amigos, así que esperaba ver a los dos tipos, uno a cada lado de Alexandra White, mientras dormían. En su lugar, la cama parecía estar solamente ocupada por la muchacha. “Parecía” era la palabra clave. Tenía las sábanas a la altura de los senos desnudos, su largo cabello rojo y su lujurioso rostro sudaban, y tenía los despampanantes ojos azules entrecerrados, presentando una excitante expresión de placer. Bajo las sábanas, a la altura de sus piernas, había un gigantesco bulto que se movía sin parar.

—Hola, hija, buen día —saludó Charlotte, alegre.

—O-oh… b-buen día, madre querida, hmmmm —gimió Alexandra.

—Vaya que es bueno, al parecer. Dime, ¿cuál de los dos muchachos que te llevaste ayer te está comiendo allí abajo, querida? —preguntó ella, relamiéndose los labios mientras imaginaba la escena debajo de las sábanas.

—Hmmmm, n-ninguno estuvo a la altura de mi conejito travieso, s-se vinieron m-muy rápido…. oh, hmmmmmm… así que, ninguno de ellos.

Alexandra tiró hacia abajo las sábanas, y Charlotte se encontró con la deliciosa visión de otra de sus hijas, Ariadna White, devorando con lascivia el coño empapado de Alexandra, como buena hermanita. Vestida solo con solo con unas braguitas azules y empapadas, sus calcetines blancos, sus gafas de empollona, y su negro cabello cayendo en cascada sobre la curva de su espalda, Ariadna no dejó de lamer entre las piernas de su hermana mayor cuando miró a su madre de reojo.

—Buen día, mamá.

—Buen día, hija. ¿Tomando tu desayuno tan temprano?

—Slurrrp, slurp, síiiii… —respondió Ariadna, entre lametón y lametón—. H-hoy es el festival del condado, el concurso de camisetas mojadas… t-teníamos que… hmmm…

—Calla y sigue lamiendo, Ari —dijo Alexandra, presionando la cabeza de su hermana contra su chumino—. Lo que ella iba a decir era que tenemos que estar bien despiertas para participar.

—Ah, ya veo, lo había olvidado. Me alegra ese entusiasmo, niñas.

Charlotte se acercó a sus hijas, y contempló desde arriba la increíble comida de coño incestuoso que ambas le mostraban. Las sábanas estaban húmeda y arrugadas, las piernas de Alexandra sudaban copiosamente, la lengua de Ariadna se movía rápidamente entre los pliegues de los labios menores de su hermana mayor. Charlotte le bajó delicadamente las braguitas a Ariadna, y admiró los fluidos que su conejo liberaba, que caían sobre las sábanas.

—M-mamá… —musitó Ariadna, mirando con expresión de súplica a su madre. Ella también necesitaba atención, desde luego. ¿Y cómo iba a Charlotte a negarse? Su deber de madre era complacer a sus hijas en todo lo que necesitasen.

—Ábrete bien de piernas, cariño, y levanta bien el culito —dijo Charlotte, mientras se lamía los dedos de la mano derecha—. Y no dejes de saborear el coñito de tu hermana mayor, ¿sí?

—Sí, s-sí mamá, g-gracias, slurrrp, slurp, slurrp.

Charlotte comenzó acariciando el clítoris hinchado de su hija con los dedos. De arriba a abajo, de lado a lado. La madre hizo eso por un rato hasta que decidió que su clítoris estaba lo suficientemente hinchado como para poder tocarlo más fuerte un rato. Con pequeños, rápidos y precisos golpecitos, Charlotte hizo a Ariadna suspirar de placer, mientras seguía devorando el coño de su hermana mayor.

—No olvides que tu lengua no es tu única arma, cariño —le sugirió a su hija.

—S-sí, mamá —respondió Ariadna, que metió un dedo profundamente en la vagina de Alexandra, que se retorció de placer—. G-gracias por enseñarme, mamá…

—Ohhhhhhhh, Ari, qué rico lo haces, cariño, ¡sigue! Eso, sigue, hermanita, ¡¡sigueeeeee!!

—Muy buenas niñas, son muy obedientes —dijo Charlotte, mientras usaba dos dedos para tirar la piel del clítoris de su hija hacia atrás, y usaba otro para acariciarlo intensamente.

—Hmmmmmmmamáaaaaaaaaaaaaaaaaa… mamáaaa…

A la vez que Ariadna metía un segundo dedo en el coño de Alexandra, Charlotte hacía lo propio con su segunda hija, penetrándola con dos dedos de una sola vez, mientras usaba la otra mano para seguir acariciando su hinchado, duro y húmedo clítoris. Las tres mujeres aceleraron sus movimientos. Alexandra comenzó a gritar. La piel de Ariadna se puso roja. Charlotte sonrió satisfecha de sus habilidades de madre, mientras sentía que su concha explotaría si no se metía algo… No. Ya bajaría a buscar una banana o algo. Por ahora, sus hijas eran la prioridad.

—Mamá, mamá, no pares… no pares, mam… hmmmmm… estoy a punto, de… hm, hm, hm… ¡HMMMMMMMMMMMM!

—Más rápido, Ari, voy a correrme en tu cara… m-me voy a correr en tu cara… ¡Me corro, hermanita, me corro en tu carita, hija de puta!

Ambas chicas se vinieron casi al mismo tiempo. Fue un orgasmo mutuo, explosivo, animal, pero íntimo, delicado y femenino, como solo dos buenas y cariñosas hermanas podían hacer.

Charlotte se puso de pie, y retrocedió mientras miraba a sus hijas erguirse, cruzar las piernas entre sí, y comenzar a frotar el coño de una con el de la otra, acariciándose mutuamente las tetas saltarinas mientras miraban a su madre con expresión sonriente y agradecida.

Después de pasar al baño, la matriarca de la familia bajó las escaleras como una cachonda perdida. Si bien era madre de cuatro, aún estaba en el mejor momento sexual de su vida, y como cualquier mujer que se preciase, necesitaba también que la follaran constantemente. Su coño estaba echando humos, necesitaba un objeto fálico con desesperación. Tenía que hacer el desayuno para su familia, ¿pero cómo iba a hacerlo si estaba así de cachonda?

Abrió la puerta del refrigerador y rebuscó entre las cosas. Siempre cuidaba de comprar los pepinos más largos, gruesos y duros en el mercado cada semana, a pesar de que nadie en su familia comía mucho de ello. Su fin, desde luego, era otro.

Charlotte se inclinó hacia adelante sobre la mesa de la cocina y sacó un condón sabor frutilla de su bata, que nunca estaba de más tener (nunca se sabía cuándo se iba a follar al cartero, por ejemplo). Con una mano sujetó firmemente el pepino más grande que encontró, y sin perder más tiempo, le colocó el condón con la boca, tal como su hermana mayor, Elizabeth, le había enseñado tantos años atrás. Comenzó a chupar aquel vegetal como una posesa, subiendo y bajando la cabeza mientras sentía que su culito expuesto se humedecía de gusto. No necesitaba ni siquiera tocarse, o tener una polla de verdad. Para Charlotte Black, el solo hecho de mamar algo fálico le ponía a mil.

De pronto, escuchó unos pasos. Como buena madre, reconocía la forma de caminar de cada integrante de su familia. Su mañana se iba a poner buenísima, pensó. ¡Esa sí que era manera de comenzar el día!

Charlotte se inclinó un poco más hacia adelante, sin dejar de mamar el pepino, y levantó el culito expuesto por la corta bata semitransparente. Cualquiera podía tener acceso completo a su chumino mojado, no necesitaba más lubricación ni estimulación que esa. Su único hijo, Arthur White, no dijo palabra alguna cuando se acercó a ella, apuntó su miembro grueso y venoso en su entradita mojada, empujó hacia adelante, y con facilidad la penetró.

—Hmmmmmmmmm, síiiiii, síiiiiiiiiiiii, qué ricoooo —gimió Charlotte, dejando de chupar brevemente el pepino que tenía en las manos—. Buen día, mi niño hermoso. Ufff, voy a correrme enseguida, qué bueno...

—Buen día, ma —saludó Arthur torpemente, probablemente recién despertando. Los hombres siempre se despertaban con erecciones. ¿Qué otra cosa podía hacer una buena madre, si no era complacer a su bebé maravilloso y darle el alivio sexual que necesitaba cada mañana?

—Ahhhhh, sí, qué delicia… ¿Ninguna de tus hermanas se encargó de tu bella, dura y enorme polla esta mañana, hijo?

—No, mamá, acabo de despertar y ninguna estaba ahí… —dijo Arthur, antes de bostezar. Follaba como un perro celo, hambriento, con intensidad y la fuerza digna de un muchacho de su edad, pero parecía hacerlo en modo automático, algo distraído. Estaba recién despertando, y el chico necesitaba liberar tensiones antes de que su cerebro comenzara a funcionar adecuadamente.

—Hmmmm, voy a tener una buena discusión con mis tres niñas, ¿cómo se atreven a no complacer una verga como la tuya, como corresponde? Ahhhhhh, eso, más rápido, hijo… ¡Ah! U-un muchacho de tu edad necesitaba sexo constante, ¡ahhh! ¡Ah! ¡Sí, más duro! —exigió Charlotte, antes de volver a comerse el pepino, pasándole la lengua a todo lo largo, imaginando que era la verga que ahora la follaba.

Arthur abrió la bata de su madre y le agarró las enormes y firmes tetas, a la vez que aumentaba la intensidad de sus embestidas contra el chocho chorreante de Charlotte. Nada mejor que una buena cogida para empezar el día como correspondía.

—¿Te gusta cómo te follo mamá?

—Sí, tú sabes que me encanta tu pene, es uno de mis favoritos en toda mi vida, me moriría sin que me folles, hijo mío… —Se sentía dominada y poseída, muy diferente a como cuando ella y su hijo comenzaron a follar, donde ella tenía el control. Ahora él la dominaba y eso le encantaba—. Vamos, fóllame más fuerte, uffff, voy a correrme, hmmmmm… mete tu polla con fuerza en el lugar por el que naciste, bebé… eso es, dame caña con fuerza, cógete a tu madre, mecorroahhhhhhhh.

Charlotte sintió el intenso orgasmo recorrer su cuerpo entero como una carga eléctrica. Qué maravilla. Qué delicia. Jamás podría vivir sin un pene metido en su vagina, era una necesidad de primer orden, especialmente si se trataba de su viril y guapo hijo.

—Ufff… q-quiero que sigas, bebé, pero tengo que prep… ahhhhh, tengo que preparar el desayuno.

—No te preocupes, mamá, nosotras lo hacemos —anunció Ariadna, apareciendo en la cocina, tomada de la mano de su hermana mayor, ambas sonrientes y más que satisfechas.

—Hola, bro, veo que te estás ocupando bien de tu nuestra madre, ¿eh? —Alexandra se acercó a Arthur, y le dio un largo e intenso lametón en el lóbulo de la oreja.

Ariadna, por su parte, abrazó el cuello de su hermano mellizo y le plantó un jugosos beso en los labios. Luego, ella y Alexandra comenzaron a preparar el desayuno para la familia. Qué buenas hijitas tengo, pensó Charlotte, mientras su coño anunciaba su tercer orgasmo de la mañana. Aunque casi todas las mañanas llevaba a cabo una rutina similar, jamás se aburría. Era como pensar que podía aburrirse de tomar una ducha, era algo sencillamente fundamental para su vida.

En eso, la pequeña Alice bajó las escaleras corriendo y saltando como una liebre de marzo. Llevaba puesto su diminuto y sensual pijama, y el cabello castaño rojizo cayendo como una cascada sobre su juvenil y sexy cuerpecito.

—¡Alice, no bajes la escalera corriendo!

—Uy, perdón mami —se excusó ella. La muchacha se acercó a sus hermanas mayores y le dio a cada una un beso en la mejilla, inocente, pero profundo—. Prometo no hacerlo otra vez, perdóname mami, ¿porfis?

—Está bien, cariño, ahhhh, hmmmmm, estás perdonada.

Alice miró a Arthur y a Charlotte penetrantemente por unos segundos, y luego se acercó a ellos. Ante la mirada de su madre y su hermano, la pequeña se quitó el shortcito de pijamas, sus traviesas braguitas, y le mostró su blanco coñito a su madre.

—¿Mami?

—¿S-sí, bebé?

—¿Me darías un besito aquí? —preguntó ella, abriéndose los labios mayores, para mostrar lo chorreando que estaba—. Desperté muy mojada… ¿Porfiiiis? A menos que estés muy ocupada con el pene de Twino, puedo esperar.

¿Cómo podía negarse a hacerle caso a su angelito? ¿A su criaturita adorada? Era tan mona, tan dulce, tan amable e inocente. Charlotte le indicó con una radiante sonrisa a su hijita menor que se acercara a ella, y sacó la lengua sin esperar más tiempo.

Ufff, su coñito huele tan rico, pensó Charlotte, mientras introducía la lengua entre los labios menores de su angelito y acariciaba su clítoris con los dedos de una mano como solo una buena madre podría hacer. Estaba cogiendo a su hijita menor mientras su hijo la follaba, y sus otras dos hijas, semidesnudas, los miraban con expresiones libidinosas. De hecho, Ariadna y Alexandra estaban de nuevo acariciándose las nalgas mutuamente mientras preparaban el desayuno.

Charlotte tenía una familia maravillosa, y estaba orgullosa de las bellas, sensuales, seductoras y maravillosas mujeres en que sus hijas se habían convertido, y en lo apuesto, galante e increíble amante que era su hijo. Un hijo que estaba a punto de correrse al interior de su coño. Ufff, qué maravilla, qué delicia, ¿cómo no iba a estar feliz con la familia que había formado?

—Ohhhhhhh, ahhhhhhhhhhhhhhhhhh, me vengo adentro, ma, ¡perdón!

—No te disculpes, lléname completa hijo de mi corazón, ¡llena a tu putita de tu lefa caliente!

—Mami, ayyyy, ay, yo también me voy a correr, ayyyyy, hmmmmmm.

—No te detengas, cariño, dale a tu mami tus ricos, sabrosos juguitos vaginales, Alice, ¡derrámalos al interior de mi garganta, bebé!

Alice se estaba corriendo también en su lengüita en ese momento. No podía pedir más. La gran mayoría de las familias se perdían de mucho, al no comprender los alcances que podía tener el verdaderamente amar a tus hijos, pensó Charlotte.

Media hora después, Alexander y Alexandra se dirigieron a sus respectivos trabajos; Arthur, Ariadna y Alice se fueron a la escuela; y Charlotte quedó en el suelo de la cocina, sonriente, complacida, cubierta de los chorros de amor de su familia. Se preguntó si así también dejaban a Elizabeth, Isabella y Gabrielle sus respectivos hijos e hijas, y se puso cachonda de solo imaginarlo. Pero ya habría tiempo para ello. Tenía que trabajar en la granja, además de tomar una duchar.

Charlotte salió solo con su bata abierta (se preguntó dónde diablos habían quedado sus bragas tiradas) y se dirigió al granero. En medio del camino, entre medio de las plantas, Charlotte se encontró con un hombre, que la observaba fijamente. El extraño tenía el cabello negro y largo, cayendo sobre su rostro. Era robusto, de piernas y brazos muy largos. Lucía la barba recortada, y vestía unos jeans gastados, y una sensual y varonil camisa negra. Por instinto, Charlotte miró al hombre, en dirección a su bulto… y lo que vio le causó tanta confesión que lo miró al rostro, contraria a su instinto natural.

¿Acaso había visto mal o ese tipo… no era normal?

—¿Sí?

—Meilin tenía razón —dijo con acento neutral, y un tono de voz grave, masculino y rasposo—. Al fin los encuentro.

—Disculpa, ¿quién eres y a quién buscas?

—Soy Ángel. —El hombre misterioso se bajó los pantalones, bajo la luz del sol, en medio de la granja. Charlotte no pudo evitar dirigir la mirada hacia abajo… sintió que iba a perder el control. No había estado confundida ni había mirado mal. Lo que colgaba de ese hombre no tenía lógica. Sintió que se le humedecieron los labios.

—¿Á-Angel? —consiguió tartamudear la mujer. En su mente solo aparecían imágenes de esa polla antinatural, gigantesca, oscura, intimidante, y al mismo tiempo sumamente atractiva y fascinante. Contemplar aquella verga era como ser presa de un hechizo, y se imaginó las mil cosas sucias que quería hacer… Se moría por tocarla.

—Sí. Puedes venir.

Charlotte corrió hacia el hombre y se puso de rodillas frente a él. Olió su hombría, le pareció imposible de definir ni de ignorar. Estaba perdiendo la razón. Curiosamente, sintió una vaga sensación familiar… y en su familia, esa sensación solo significaba una cosa.

—Venga —dijo ella, babeando de pronto, poniéndose en cuatro patas, abriéndose las nalgas. Estaba cachondisima, necesitaba saber… necesitaba dejar de pensar, apagar el cerebro y dejarse llevar por su pasión más animal—. Por favor, cógeme por el culo.

Ángel la agarró de las nalgas y escupió en su entrada trasera. Apuntó, y luego de unos instantes desesperados que a Charlotte se le hicieron eternos, él la penetró. Ella se corrió del gusto. No iba a dejar que se fuera, después. Iba a hacer lo posible por complacer a esa bestia, hasta que quedara tan agotado que no pudiera moverse, y no importaba si todo el condado pasaba por allí y los miraba. Iba a obtener respuestas.

Su instinto le indicaba lo obvio. Su instinto de hembra, de madre, de hermana, de hija… ¡Ese tipo y ella compartían sangre! Pensando en ello, Charlotte Black volvió a correrse. Y así era como se daba un día cualquiera en su vida…


Continuará
 

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Las Aventuras de la Familia White – Capítulo 025


La música estaba fuerte. Los locales vendían todo tipo de bebidas y refrescos. Los hombres llevaban grandes sombreros y gruesos cinturones, y las damas participantes se habían refugiado en los camerinos detrás del improvisado escenario construido en la plaza mayor del condado. Era el tradicional Concurso Anual de Camisetas Mojadas, para el cual casi todas las chicas del condado se preparaban durante meses, cuidando su figura, eligiendo sus prendas más sensuales, practicando sus mejores poses y sonrisas y, por sobre todo, buscando cómo ganar el gran premio de los trescientos dólares, además de la corona, y los aplausos y fotografías de la gente.

Para participar, no se podía ser mayor de veinticinco años. El año anterior, así como el anterior, Alexandra White había ganado fácilmente, de la misma manera que su madre (y sus tías, una que otra vez) habían ganado el premio mayor en el pasado. Alguna vez una mujer le había dicho que era simplemente vender su cuerpo y ser usada, pero siendo honesta, a Alexandra le encantaba eso. Era su cuerpo, le gustaba su cuerpo, y podía hacer con él lo que quisiese mientras lo disfrutara. Así había sido siempre. Pero en esta ocasión, Alexandra tenía una férrea competencia, muchísimo más que los años anteriores: su propia familia.

Mientras se probaba unas diminutas bragas negras en los camerinos, Alexandra miró a sus rivales. A su lado se encontraban sus hermanas Ariadna, que tras dejar su timidez y liberarse completamente, participaba por primera vez en algo así, y Alice, que había ganado concursos de belleza en la escuela, y ahora iba por las ligas mayores. Ambas estaban sumamente entusiasmadas por el concurso, y lucían ropas diminutas y sensuales, preparándose para salir al escenario, bailar, desnudarse, y mojarse como nunca antes. También estaba allí su media hermana Ariel, con quien había tenido un férreo duelo por el primer lugar dos años atrás, y el anterior no había participado. En ese entonces era solo “su prima”; ahora era una más de sus hermanas. Una gótica rebelde y carismática, llena de tatuajes, que era la fantasía de la mitad del pueblo.

También estaba allí su prima Valentina Rojo, que se encontraba completamente desnuda mientras reía con algunas amigas. Era apetitosa, deseable. No había participado en ningún concurso anterior simplemente porque usualmente viajaba para esas fechas. Para Alexandra era obvio que, con los pasos de baile que su ninfómana prima se gastaba, sería muy difícil.

En un rincón estaban sus otras primas, las gemelas Katrina y Catherine Black, probándose unas piezas de bikini. Si competían entre sí quizás serían obstáculo fácil, pues buscarían destruirse entre ellas. Pero si se coordinaban, sin que les importase cual de las dos ganara… pues bueno. Eran las gemelas más sexys que podían haber, tenían un acento maravilloso, no temían jugar entre ellas en público, y eran atrevidas. Sería muy complicado ganarles.

Y finalmente estaba allí, por primera vez, la amiguita de Alice, Cindy Brown. Era joven, al igual que su amiga era la primera vez que podía participar, según las leyes del condado (leyes bastante poco tradicionales y convencionales de acuerdo a la edad, por cierto). Era una putita cachonda, pícara, peligrosa y ridículamente sexy para su edad. Podía ser la sorpresa, y si le iba bien, incluso los años siguientes se veían dificilísimos.

Alexandra sabía que afuera también la tendrían difícil. Su padre, Alexander, era uno de los jueces, por lo que la tendría difícil decidiendo entre sus cuatro hijas, sin contar a sus sobrinas. El resto de su familia estaba entre el público. Le excitaba la idea de que Arthur, Junior, sus tíos, etc., la vieran. Quería dar lo mejor de sí para ellos, para satisfacer sus miradas, para ponerlos cachondos perdidos. Alexandra miró su itinerario. En diez minutos saldrían al escenario, a bailar con las prendas que quisiesen abajo, y solo una camiseta blanca y semitransparente arriba, según las reglas.

—¡Bienvenidos todos y todas al Concurso Anual de Camisetas Mojadas número 50 del condado! —anunció el viejo, regordete, pero varonil, atractivo y carismático alcalde con el micrófono, a la gigantesca multitud que se había reunido—. Sí, el 50. Es una ocasión especial, como pueden ver. Sé lo que están esperando, lo que todos deseamos ver. Beban, coman, diviértanse, hay varias entretenciones el día de hoy. Muchas de nuestras chicas salieron hace tan solo unas horas de la escuela, así que sean amables con ellas, que tanto esfuerzo ponen a diario.

—¡Viejo zorro!, ¿estuviste mirando a las chicas en los camerinos otra vez? ¡¡Se te nota el bulto!! —gritó alguien en la multitud, y tanto el alcalde como la gente se largaron a reír.

—Jajajaja, bueno, tengo mis privilegios, jaja. Bien, vamos entonces a recibir unas palabras de una de nuestras anteriores ganadoras del concurso, como es usual. Aunque como dije antes, es una ocasión especial hoy. Las dejo con la única, la más grande, ¡Charlotte Black!

La matriarca de la familia White subió al escenario sonriente y resplandeciente, vistiendo una camisa rosa y una falda cortísima de color negro, que apenas dejaba algo a la imaginación.

—Ufff, muchachos, que alegría tienen todos. Es un placer, un verdadero placer el verlos aquí —dijo Charlotte, mordiéndose un labio. La mujer tenía fama entre muchos de la audiencia, que la conocían mejor que bien—. Ufff, no saben cuánto placer, ¿verdad, alcalde?

El hombretón se puso rojo, pero cuando se acercó a la mujer, no dudó un segundo en tocarle el trasero. De reojo miró a Alexander, uno de los jueces, y éste le sonrió dándole su aprobación. Después de todo, se había acostado con la esposa del alcalde tan solo unos días atrás, por petición de ella misma.

—Vaya, Charlotte, nos vas a subir la temperatura a todos aquí —dijo el alcalde.

—Yo sé a qué temperatura puede llegar usted y muchos aquí, señor —respondió ella, pícara—. Pero aquí estamos por las chicas. Sí, sé que tres de ellas son mis nenas, pero siento que todas aquí tienen posibilidades de ganar. Pero no se equivoquen, soy una madre que ama mucho a sus sensuales hijitas, ¡así que ya saben a quién apoyaré!

—Eso es, un fuerte aplauso para Charlotte Black, ¡¡y con eso damos inicio a la primera parte de nuestro espectáculo!!

Los aplausos y silbidos no se hicieron esperar cuando Charlotte realizó un suave y sensual meneo antes de bajar del escenario. Poco después, el alcalde tomó el micrófono, y comenzó a anunciar los nombres de las participantes, que fueron entrando una a una a medida que eran llamadas.

Ariel White tenía el número 1. La hija de Alexander y su hermana April White apareció en el escenario con unas bragas y botas negras, y una camiseta blanca que dejaba uno de sus hombros al descubierto. Su cabello, negro y verde, bailó al son de sus pasos, mientras se meneaba lentamente ante la audiencia. Los aplausos no se hicieron esperar ante su sensualidad.

Después de otras dos chicas, amigas de Ariadna, ésta apareció con el número 4. Luciendo sus gafas, y con el cabello atado, Ariadna White llevaba una pequeña camiseta, sus zapatillas y un mini-short azul. Al principio se mostró algo tímida, pero cuando Arthur, en la audiencia, le guiñó un ojo, la hija del medio de Charlotte sacó su confianza interna, y realizó´un sensual giro que culminó con una pose que resaltaba sus maravillosas piernas, volviéndose una sensación.

La número 7 fue su hermana mayor, Alexandra White. Cuando el alcalde dijo su nombre y su número, Alexandra apareció corriendo por el escenario, sus tetas botando bajo su diminuta camiseta semitransparente, y le dio un fogoso beso al viejo en la mejilla, cuidando de pegar su cuerpo bien a él. En la competencia, las participantes podían usar CUALQUIER método para ganar, que no fuera dañar a otras. Así eran las reglas del concurso en el condado. Los vítores y aplausos no se hicieron esperar ante la ganadora de los dos años anteriores, y para premiarlos, Alexandra se volteó, se inclinó mostrando sus bragas rojas, y realizó un “twerking” que hizo que varias narices estallaran. Era una clara favorita.

Tres otras chicas le siguieron, y luego apareció la número 11. Catherine Black apareció con una minifalda azul y un sujetador de bikini blanco. Se agarró las tetas y las meneó frente a la audiencia, como pidiéndoles que las mojaran pronto, a la vez que sacaba la lengua sensualmente.

El alcalde anunció que tenían una sorpresa venida de tierras británicas, y la número 12, su hermana gemela Katrina Black, apareció ante el público. Katrina lucía un atuendo casi idéntico, con excepción de llevar una minifalda roja en vez de azul. Katrina se acercó a su hermana, se apoyó en ella, y realizó un corto baile usándola como un poste. Alexandra comprendió entonces, mientras los

hombres de la audiencia se volvían locos, que estaban trabajando juntas. Eso sería un problema.

La número 18 apareció con una pequeñísima minifalda rosa, y un peto blanco. Su cabello castaño atado en una adorable cola de caballo, sus labios pintados de rosa, y brillo en los ojos azules. El alcalde anunció que se trataba de la hermana menor de las números 4 y 7, Alice White, quien le brindó besos a la multitud mientras se meneaba y resaltaba sus curvas tal como Cindy y sus hermanas le habían enseñado. La gente estaba como loca.

Inmediatamente después apareció justamente Cindy, que lucía una larga camiseta blanca que alcanzaba casi sus muslos. Caminando como una modelo de pasarela, la joven y morena muchacha encandiló a la audiencia cuando se volteó y comenzó a mover el increíble culito que tenía… aprovechando de mostrarles que debajo de la camiseta no llevaba absolutamente nada. Era literalmente su única prenda.

Después de varias otras chicas, todas increíblemente sexys, la última, con el número 25, se hizo paso en el escenario. Era Valentina Rojo, que surgió como un tornado bailarín. Usando un conjunto de bikini blanco, la medio-latina fascinó a la multitud con pasos sugerentes mientras bailaba y se tocaba los senos, la cintura, el culo y las piernas con perfecta rapidez. Wellington Black, que estaba entre la multitud, subió desesperado a la tribuna para tratar de tocar a su prima, pero ésta le pateó casualmente en la cara con uno de sus pasos, y lo arrojó de vuelta de nuevo a su madre, Elizabeth, que lo dejó tirado junto a ella mientras aplaudía a las chicas.

Las 25 muchachas bailaron frente a la multitud mientras recibían aplausos, y la audiencia se mantenía expectante ante el mejor momento. El alcalde era el encargado de comenzar a disparar con una pistola de agua. Siguiendo la tradición, después de 5 minutos de sensual danza, la primera en recibir el chorro de parte del alcalde fue la actual reina, Alexandra White. Mientras reía coquetamente, su camiseta blanca quedó empapada, sus inmensos senos se translucieron, y se los toqueteó con gusto ante la algarabía de la gente del condado.

La primera parte de la competencia era simple. Mientras las chicas bailabas y se tocaban (o entre ellas, si así lo deseaban), les caía agua de varias pistolas de chorro que se entregaba a la multitud, y la mayor parte de una lluvia que caía de una máquina en el techo. Luego, los aplausos determinaban quiénes serían las 8 que pasarían a la siguiente etapa de la competencia, dependiendo de cuán sexys eran. Mientras el agua les caía encima, debían demostrar ser las más sexys, sutiles pero cachondas zorras que pudiera haber.

Sus cuerpos mojados aparecieron ante la multitud en medio de sus risas, besos y meneos. Alexandra estaba entretenidísima, y no podía evitar sentir cómo su conejito travieso se mojaba ante los comentarios calientes que los hombres le lanzaban. Te voy a tocar aquí, cómo te besaría allí, te lo quiero meter por allá… cosas así. Uff, la ponían cachondísima, y por eso no podía evitar pasarse las manos por el cuerpo, cuidando de frotarse la entrepierna para calmar un poco la calentura. Por otro lado, sabía quiénes se sentían igual… Por algo eran también de la familia.

Catherine y Katrina comenzaron a pasarse las manos por los senos, sus rostros muy cerca entre sí para tentar a la audiencia con un beso que volvería locos a todos, mientras el agua les caía encima. ¿Lo harían? ¿No lo harían? La tensión era demasiada, y sabían que si recibían más aplausos, la audiencia caliente obtendría su respuesta.

Alice se levantó la camiseta hasta que solo sus pequeños pezones quedaron cubiertos por ella. Le gustaba muchísimo jugar con la multitud, que le gritaba que les mostrara lo que querían ver. A su lado, Cindy hizo lo propio, subiéndose su camiseta blanca para que el agua cayera sobre su trasero, apenas mostrándoles la sombra de su coño. Lo que ambas chicas deseaban no se hizo esperar, y varios hombres lanzaron los chorros de sus pistolas directo a los pezones erectos de Alice, que se relamió los labios de gusto, y al coñito de Cindy, que les sonrió pícaramente.

Valentina gateó hacia el borde de la tribuna mientras el agua caía sobre su cuerpo. De rodillas, se acarició los pechos, e incluso se pasó la mano por el coño sobre el bikini, a solo unos centímetros de los tipos de adelante, que hicieron todos los esfuerzos posibles por tocar a su diva. Mientras bailaba, Valentina deleitó a la mayoría cuando se tomó las tetas ya visibles debajo del bikini, y se pasó la lengua por los pezones. Más de uno en la multitud, en medio del caos lujurioso, se bajó el cierre del pantalón y comenzó a masturbarse sin tapujos frente a su “diosa bailarina”.

Ariadna también gateó hacia el borde de la tribuna, pero se sentó en lugar de ponerse de rodillas. Luego se abrió de piernas y se inclinó hacia atrás. Ante el asombro de todos se quitó el short, y un diminuto calzón de tipo “hilo dental” apareció ante la multitud. Ya nada importa, pensó. “Quiero liberarme, quiero mostrarle a todos lo cachonda que estoy, y de qué soy capaz”. Sutilmente se movió el calzoncito a un lado, y les indicó con gestos de las manos que apuntaran su chorro hacia ella. Por supuesto, la gran mayoría hizo como le pidieron. Cuando el agua tocó el coño ya empapado de Ariadna… casi sintió que se correría frente a todos ellos. Su placer subía más y más.

Alexandra vio todo esto y notó que la competencia era férrea. Se miró con Ariel, que además de su prima (y media hermana) era una de sus mejores amigas. Se conocían perfectamente bien desde niñas. Sabían qué hacer.

Ariel se acercó a Alexandra, y atrevidas, ambas se quitaron la camiseta una a la otra. Sus tetas estaban ahora al descubierto, visibles y tocables para la multitud, que enloqueció. El alcalde se acercó a ambas, y ellas le tocaron el paquete mientras hacían gestos a la multitud de “uff, qué grande”, o “no saben lo que se pierden”.

Finalmente el alcalde calmó las aguas antes de que todo se desenfrenase. Se notaba un gran bulto en su pantalón, que Elizabeth, Charlotte, Isabella y Gabrielle, en la multitud, conocían muy bien desde que eran jóvenes. Las cuatro hermanas rieron mirándose entre sí. También April White. Habían criado a unas muchachas perfectamente cachondas, a unas putitas maravillosas.

—Ok, ok, vaqueros. Niños, cálmense antes de que exploten, jaja —dijo el alcalde por el micrófono. Ustedes deciden amigos. Voy a decir los números de las chicas una por una, aplaudan y griten fuerte, y los jueces ayudarán a decidir quiénes son las 8 que irán a la segunda parte de la competencia. Así que empezamos con la número 1… ¡Ariel!

Fue difícil escuchar entre tantos gritos, pero para eso estaban los jueces. Para decidir y estar atentos a los deseos del público. El descarte se hizo presente, y el resultado fue el esperado. A la segunda fase pasaron, gracias a los gritos de la audiencia, Ariel White, Alexandra White, Ariadna White, Alice White, Cindy Brown, Valentina Rojo, Catherine Black y Katrina Black. Solo ellas, semidesnudas, completamente empapadas y sumamente excitadas, quedaron en el escenario.

Lo que se venía ahora era un duelo. Organizadas en cuatro pares, se le hacía la misma pregunta a cada integrante del par. La chica cuya respuesta recibiera más aplausos y entretenimiento, la que demostrara más picardía, creatividad, descaro y lascivia, pasaba a la siguiente ronda. Luego se enfrentaban entre cuatro, luego dos, y así se decidía la ganadora, en un duelo de striptease entre ambas finalistas. O así solía hacer, pero para el concurso 50, el destino tenía otra cosa deparada.

Se realizó el sorteo al azar. Las primeras dos chicas aparecieron una frente a la otra, y la audiencia estaba expectante. Se trataba de las gemelas Catrina y Katherine, que tampoco esperaban enfrentarse entre sí.

—La pregunta para nuestras gemelitas —anunció el alcalde, riendo igual que la audiencia— es la siguiente. ¿Listas chicas?

—Lista —respondieron las dos, determinadas, en perfecto unísono. Se amaban y habían cooperado hasta ahora, pero no les importaba ser rivales.

—¿Qué es lo que crees que le gusta más a tu hermana en el sexo? —Los silbidos no se hicieron esperar, pues era una pregunta creativa, muy adecuada para ambas gemelas. Ese era el tipo de preguntas en el concurso.

—No lo creo, yo sé lo que a Kat le gusta —dijo Catherine, la más abierta y directa de las dos, tomando de inmediato el micrófono—. Cuando un hombre le da nalgadas y le agarra el cabello mientras le da por el culo, Kat no aguanta mucho antes de correrse.

La respuesta fue instantánea. Aplausos, gritos y erecciones, todo por igual. Ahora el micrófono lo tenía su gemela, más seductora e inteligente.

—Sí, quizás, pero no es como si yo no supiera que lo que más te pone es cuando te abro las piernas bajo la mesa del comedor y mi lengua traviesa hace su trabajo en tu coñito, ¿no?

Una ronda impecable. La devolución de Katrina fue perfecta, e incluso su hermana aceptó la derrota con un guiño. Los aplausos, envueltos en una fantasía lésbico-incestuosa, le dieron a la gemela del flequillo la victoria.

Ahora, Valentina y Ariadna estaban frente a frente. Una muñeca curvilínea y bailarina, versus una sensual nerd que cumplía las fantasías de medio mundo. El alcalde, tras discutirlo con los jueces, se acercó con la mejor pregunta posible. Alexander White se reía a carcajadas.

—Ahora ustedes, jovencitas. Respondan con honestidad, ¿bien? Si están en la escuela, y uno de nuestros más dotados miembros del condado les enviara una foto de su hombría bien levantada… ¿qué harían?

Excelente pregunta, y directamente dirigida a ambas por Alexander. Él deseaba saber qué harían su hija o su sobrina favorita, en caso de que eso ocurriera. Ambas lo subieron de inmediato y le sonrieron al hombretón con picardía.

—Pues yo soy una estudiante modelo, y tengo las llaves de muchos lugares interesantes en la escuela —relató Ariadna, usando una voz sexy y profunda que había practicado hacía un tiempo—. Lo llamaría y le indicaría por dónde ir para que no lo descubran. Lo esperaría en alguna oficina, reclinada en un escritorio, mi faldita bien levantada. Haz lo que quieras conmigo, le diría. Y luego volvería a clases como si nada, muy satisfecha y, como siempre, estudiosa.

No solo la ponía cachonda el recibir los aplausos y silbidos de aprobación y lujuria que recibió, sino que también el imaginarse la escena de su padre follándola en la escuela. Definitivamente lo haría la próxima semana, ¿cómo no lo había pensado antes?

—¿Qué haría? Pues esto. —Valentina le pidió a su hermano Junior su teléfono, y éste se lo arrojó al escenario. Valentina se levantó la camiseta mostrando una de sus mojadas tetas, se bajó las braguitas ante la algarabía de todos, y se tomó una sensual selfie que luego envió a algún destinatario—. Lo envío desde el baño, le pongo “espérame allí, hombretón”, y luego me escapo y me lo follo en su casa. Simple.

Los jueces deliberaron mientras la audiencia se dividía. Uno de los jueces recibió la foto de su sobrina Valentina, y la ocultó rápidamente, ruborizado. Al final, decidieron que había que respetar ciertas reglas de la escuela, y le dieron la victoria a Ariadna tras una dura discusión.

Dos diosas se encontraban mirándose una a la otra. La campeona residente, Alexandra White, contra la putita más pervertida del condado, Cindy Brown. Cindy admiraba a la hermana mayor de su novia, quería ser como ella, quería tener el cuerpazo que tenía… pero ahora iba a derrotarla. Alexandra, por su parte, no pudo evitar calentarse con las curvas de la chiquilla, se imaginó siendo Alice, compartiendo la cama con ella todas las noches, y su coño empezó a humear. Ese era el problema de que todas las mujeres en su familia parecían ser bisexuales…

—La pregunta para nuestras… eh, coquetas doncellas, jajajaajjaj, es la siguiente: ¿cuántos orgasmos puede tener una mujer en una noche?

Cindy sabía que la respuesta no era un número. 1, 5, 7, no importaba. Tomó rápidamente el micrófono para responder.

—Depende de qué tan bien se mueva la polla aquí adentro —dijo ella, levantándose la camiseta e indicando su concha depilada y sumamente mojada. Una putita descarada, eso es lo que todos querían ver. Sintió que su victoria ya estaba en el bolsillo. Alex podía, o responder con un número alto, o dar una respuesta similar a la de ella como “depende del chico”, o “anoche más que ayer”.

Alexandra tomó el micrófono con calma. Se acarició el cabello y miró a la audiencia.

—¿Cuántos orgasmos puede tener una mujer en una noche? ¿A quién diablos le importa mientras se corran sobre nosotras?

“A quién diablos le importa”. Una respuesta machista, sin duda, pero una con la que las chicas de la familia White se contentaban, por la sencilla razón de que SIEMPRE se corrían cuando tenían sexo. Eran demasiado cachondas. Lo que les gustaba era el remate… y en un concurso de popularidad donde las chicas exhibían su cuerpo para los hombres pervertidos del condado, era la mejor. Cindy supo que había sido vencida de inmediato, y supo qué quería practicar con Alexandra. Quería que le enseñara a ser una puta como ella.

Último duelo. Ariel White y Cindy White se encontraron en el centro del escenario, y la sorpresa estaba lista. Ariel no había participado el año anterior porque quería esperar hasta el 50. Quería mostrarles de qué debía tratar una competencia como esta, y más ahora que los secretos de su familia estaban en el aire. Era una oportunidad única en la existencia, y Alice no se negaría a seguir el juego, sin duda.

—Ufff, una jovencita dulce, inocente, pero con un cuerpo de infarto, vs nuestra gótica favorita del condado. Su pregunta es la siguiente, pervertidas putas —dijo el alcalde, que al igual que la audiencia, ya había bebido demasiado para ese punto de la tarde—. ¿Qué le harías a la chica frente a ti para darle la noche de su vida?

Alice se convertiría en la única competidora en no responder en la trivia, y no le importó. Ariel tomó al micrófono mientras se acercaba a la pequeña, y habló a la multitud.

—Antes dijo, señor alcalde, que Alice era la hermana menor de las competidoras 4 y 7, pero se olvidó de la número 1. —Ariel abrazó a Alice por la espalda, y le agarró sin titubeos las pequeñas y sensuales tetitas mientras la chiquilla se ruborizaba—. También es mi hermana, aunque ella se enteró hace poco. Y esto lo que una buena hermana le hace a la otra, cuando es tan sexy como ella.

Ariel pasó la lengua por el cuello de Alice mientras le acariciaba los senos, y Alice se dejó querer. Luego, la menor buscó la boca de la mayor, y cuando sus lenguas se encontraron, todos notaron que la competencia tendría que esperar. La lujuria era demasiada para ese punto, y era momento de liberar las tensiones. Las ocho chicas se encontraron en el centro del escenario, los hombres y mujeres de la audiencia comenzaron a tocarse mientras admiraban el espectáculo lésbico-incestuoso que acababa de dar inicio, para todo el condado.

Cindy saltó a los brazos de la primera chica que encontró, que fue Katrina. Colgada del cuello de una de las gemelas, ambas comenzaron a besarse efusivamente, mientras Katrina agarraba el pronunciado y desarrollado trasero de la morena.

—Hmmmmmm, slurrrrp —dijo Cindy, chupando la lengua de la gemela—, así que tú eres una de las “Gatitas” de las que me habló Alice, tienes una lengua exquisita.

—¿Y tú eres la novia de mi primita adorada? ¿La que nos miraba tanto en los camerinos? Vamos a ver qué puedes hacer, pequeña pervertida —dijo Katrina, imaginándose ya que devoraba el culito de la morenita.

La otra gemela chocó miradas con su prima Ariadna, y supieron enseguida qué debían hacer. Catherine atacó el cuello de su prima, lamiéndolo de arriba a abajo, mientras Ariadna se desnudaba y se dejaba manosear, arqueando la espalda, resaltando sus curvas, dejando que los gritos, silbidos y aplausos de la multitud le subieran la líbido.

—Ay Ari, ¿cuándo te quitaste la imagen de empollona obsesiva y te convertiste en una zorra así de fantástica, puta de mierda? —preguntó Catherine, masajeando los senos de Ariadna—. Hasta mi mamá dijo que eres una muy buena amante.

—Tú sabes bien qué me transformó, ya te acostaste con mi mellizo, ¿no? Hmmmmmm —gimió Ariadna, dejándose querer, rogando que alguien le tocara el coño rápidamente. Catherine fue al rescate enseguida.

—Sí, y tiene una polla increíble, te envidio por tenerla siempre dentro tuyo… Pero ahora lo que me muero es por probar tu concha.

—Es toda tuya, Cat.

Entre tanto, al borde del escenario, tiradas ambas en el suelo, estaban Alexandra White y Valentina Rojo besuqueándose con muchísima intensidad, toqueteándose por todos lados, completamente desnudas. Valentina comenzó a besar los senos de su prima, mientras Alexandra curioseaba en el trasero de Valentina, buscando meter sus dedos en alguno de sus dos agujeros.

—¿En cual hoyito debería meter mis deditos traviesos, primita?

—¿Por qué no me sorprendes, zorra? —dijo Valentina, risueña, procediendo a pasar rápidas e intensas caricias de su lengua sobre los enormes senos de su prima mayor.

—¡Me encanta cuando me hablan así! —exclamó Alexandra, sumamente excitada, metiendo un dedo en el culo de su prima, que gimió de gusto—. Ahhhh, qué buena eres para esto, Vale.

—Igual tú, ¡dame por culo más fuerte!

Hablado de culos, Ariel tenía a Alice en cuatro patas, con el trasero levantado hacia la audiencia, que ya no podía más de la excitación. Incluso Charlotte se mojó mirando a su pequeñita así de expuesta, a punto de ser lamida por la hija que su marido había tenido con su propia hermana, una muchacha que siempre había querido como sobrin, y que no le importaba considerar una hija más si la loca de April lo permitía.

Ariel acercó su rostro al trasero de Alice, que estaba roja de tanto timidez como lujuria, y sin dejar de mirar al público, pasó la lengua por el coñito húmedo de su media hermana menor. Cuidó de masajear con su lengua los labios mayores y menores de la chiquilla, pero se enfocó principalmente en el clítoris hinchado de la nena.

—Ayyyyyy, me encanta lo que me haces ahí, Lolita —gimió Alice, llamándola por el apodo que tenía destinado para ella, igual que a todos los miembros de su familia.

—Estás mojadísima, Alice, ¿te han dicho que eres una pequeña ninfómana? Hmmm, slurrrp, slurp, slurp, ¡qué rica eres!

—Ay, sí, síiiiii, m-me gusta serlo… m-me gusta el sexoooo.

—Así me gusta, hermanita querida.

Katrina y Catherine Black estaban recostadas de pecho, una frente a la otra, ambas con una pierna doblada y la otra estirada. Detrás de ellas se encontraban, respectivamente, Cindy y Ariadna. Éstas dos se miraron por un momento. Una era la novia seudo-oficial de Alice, mientras la otra era su hermana. También habían sido las primeras en tener sexo con la menor de las White, pero ahora compartirían algo igual de excitante, como eran dos gemelas.

Cindy se chupó un par dedos como si fueran una polla, y Ariadna se metió dos dedos en su propio coño empapado de fluidos mientras la multitud enloquecía. Antes de que hicieran lo que tenían que hacer, el alcalde se acercó a Ariadna, y ésta le prestó los dedos un momento para que pudiera probar sus jugos. El viejo tenía una erección de campeonato, que se intensificó tras probar el sabor de Ariadna, que le sonreía con picardía. En la audiencia, Charlotte estaba más que orgullosa de su hija del medio, mientras también se tocaba el coño debajo de la ropa.

—Ahhhhhhhh —gritaron las gemelas en perfecta sincronía, cuando Ariadna y Cindy metieron sus dedos lubricados en sus aún más mojados coños—. ¡Qué ricoooo!

—Oh dios mío, qué bien suena cuando le meto mis dedos a esta gata, hmmmm —dijo Cindy, que se sacó la larga camiseta, mostrando su oscura y seductora piel, para poder acariciarse el clítoris con la mano libre.

—Vamos, chicas, denle algo de diversión a la audiencia también —sugirió Ariadna en voz alta, completamente desinhibida. Sus ojos se posaron en su mellizo, que se masturbaba frenéticamente entre la multitud—. Ohhh, qué cachonda estoy, hmmmm.

Las gemelas entendieron el mensaje, acercaron sus rostros, y se besaron como solo ellas sabían hacer, como les gustaba, al conocerse tan bien como sus propios cuerpos. Los dedos entrando en sus coñitos las ponían a mil, su líbido se incrementaba sin parar, al mismo tiempo. Las lenguas de ambas se volvieron más intensas, buscando acariciar completamente la garganta de su hermana. Comenzaron a acercarse más y más, hasta que Cindy y Ariadna se apartaron y las dejaron estar. Catherine se recostó de espalda y Katrina se subió encima de ella, sentándose sobre la lengua afuera de su hermana, y reclinándose para devorar la vagina de Catherine.

Mientras tanto, Cindy y Ariadna caminaron hacia la audiencia y se pusieron de rodillas. Muchas manos de hombres cachondos y desesperados trataron de tocarlas, y ellas solo permitieron que acariciaran sus piernas, mientras intercambiaban las manos. Mirando al público, Ariadna masturbó a Cindy, y ésta hizo lo propio con Ariadna.

—¡Disparen agua sobre nosotras, por fa! —suplicó Cindy.

—¡Directo a nuestros coños, dennos lo que merecemos! —secundo Ariadna, mientras los primeros chorros iban a parar sobre sus tetas y pezones erectos, y luego iban bajando hacia sus lugares más íntimos y deseables.

Una mano se asomó desde la multitud. Alexandra, que devoraba el culo de Valentina, estiró un brazo para alcanzar el objeto que la mano sostenía, y pronto descubrió que se trataba de su tía Gabrielle Black.

—Rómpele el culo a mi hijita, Alex —pidió su tía, y Alexandra le devolvió la sonrisa lujuriosa.

Con el dildo de Gabrielle en la mano, Alexandra lo lubricó un rato con la lengua, y luego lo introdujo con cierta brusquedad en el ano dilatado de su descarada prima latina.

—Ohhhhhhhhhhhh, Alex, ¡hija de perra!

—¿Acaso no te gusta, primita adorada?

—¡Me encantaaa! Necesitaba mucho un pene adentro. No te atrevas a dejar de culearme, ahhh, ahhhhh, ahhhhhh, mmmm, ahhhhh.

—Como gustes, cariño, jaja. ¿Hm? Pero qué… Ohhhh, ¡hmmmmmm, síiiii, cariño! —gimió Alexndra, cuando descubrió que alguien le estaba acariciando el coño. Al mirar atrás, se encontró con su media hermana Ariel, que procedió a sobarse las tetas con una habilidad de profesional—. ¿Y tú no estabas con mi hermanita cachonda, cari?

—Otras dos se están ocupando de ella. ¿Me dejas participar? —preguntó Ariel, besando el lóbulo de la oreja de su media hermana mientras le acariciaba el coño con una mano y las tetas con otra.

—¡Claro! Vale, cariño, ¿quieres que Ariel se ocupe de tu coñito mientras yo te penetro el culo?

—¡¡¡Sí, por favoooooor!!! —Ariel se recostó debajo de Valentina, que seguía enculada en cuatro patas, y penetró la vagina de la zorra con la lengua, lo cual hizo que ésta sintiera un escalofrío recorrer su cuerpo entero. Había estado demasiado cachonda durante toda la tarde, ya no podía aguantarse más tiempo—. Ahhhhh, oh, ahhhhh, esperen chicas, me… ahhhhhhhh, ¡me corro!

Mientras las gemelas realizaban un perfecto, lésbico e incestuoso 60; y Ariel, Valentina y Alexandra se divertían con un trío, Alice White era el blanco de dos miradas sumamente deseosas y lujuriosas. De rodillas al centro del escenario, mientras una lluvia caía desde el aparato en el techo, su hermana y su novia se acercaron a ella gateando, cachondas y ganosas.

—Ay, Cini, Twina, ¿qué van a hacerme? —preguntó Alice,mordiéndose traviesamente un dedo, ya una maestra en jugar a hacerse la inocente, pura y virginal.

—Lo que debimos hacerte entre las dos hace mucho, cari —respondió Cindy, abriéndole a Alice las piernas, y uniéndose a ella en la posición que más les gustaba a ambas: tijeritas. Sus húmedos chochos se unieron y besaron entre sí, sus clítoris se rozaron y se hincharon al contacto con el de la otra, en una baile maravilloso que se sabían de memoria—. Ohhh, cariño, ¡me encanta tu coño!

—¡¡¡¡Ayyyyyyyy, qué ricooooo Ciniiiiiiiii!!!!

—No te olvides de mí, hermanita adorada —dijo Ariadna, de pie. Puso su coño, abierto por sus dedos, a la altura de la boca de Alice, que no tardó en hundir el rostro entre las piernas de su ya-no-tan-recatada hermana—. ¡Oh, por todos los cielos! Hmmm, parecías tener hambre, angelito.

—Slurrrrp, slurrp, slurp, síiiiii.

Alexandra era ahora la penetrada en cuatro por el dildo de Gabrielle, que esta vez era usado por la propia Valentina, que ya se había corrido dos veces por el culo y una por el coño. Sin embargo, en lugar de usar las manos, estaba penetrando a su prima con su boca, con la cual sostenía la base del dildo, que chupaba como si fuera la más rica polla. Alexandra, entre tanto, devoraba el chumino de Ariel, como habían hecho tantas veces desde que eran colegialas, y follaban en los baños de la escuela. En ese tiempo, solo era primas… ahora eran mucho más.

—Fóllame con la lengua, eso Alex, sí, sabes que así me gusta, oh, síiiii —gimió Ariel, recostada de espaldas, acariciándose las tetas mientras veía la cabeza de Alexandra devorándole la entrepierna como si fuera una perra hambrienta.

—Es que sabes deliciosa, y si Vale me sigue follando así… oh, no… voy a correrme. ¡Quiero que sea a lo grande! —anunció Alexandra, llamando la atención de las otras chicas. Si iba a ganar el concurso por tercera vez consecutiva, solo iba a hacerlo con una súper estrategia—. Ari, Alice, Cindy, Cat, Kat, vengan aquí. ¡¡Es momento del tren!!

Las 8 muchachas ya habían visto suficiente porno lésbico para saber de qué se trataba la maniobra, y estaban más que a bordo con la idea. Alexandra se puso de espaldas y Alice se acostó de estómago entre sus piernas para comerle el coño a su hermana mayor, como correspondía a una buena hermanita. Detrás de Alice, en cuatro, se ubicó Catherine, que no perdió tiempo en devorar el chumino de la pequeña. Detrás de Catherine se puso Ariel, que se moría por devorar el coño de cualquiera de las gemelas. Valentina penetró a Ariel por el culo, aún con el dildo en la boca. A la propia Valentina la tomó Cindy, que metió la lengua lo más profundo que pudo, sin pudor, en el culo de la bailarina. Katrina, metió los dedos y la lengua en el coño palpitante y mojado de la joven Cindy, y detrás de Katrina, Ariadna devoró la entrepierna de la gemela restante, degustando todos los fluidos que salían de sus agujeros, pasando la lengua como si no pudiera saciarse. Desde luego, para completar el ciclo, Ariadna se sentó en la boca de Alexandra, para que ésta le realizara un cunninlingus de hermana mayor que solo ella sabía hacer, sabiendo lo que le gustaba a su hermana.

Alexandra, Alice, Catherine, Ariel, Valentina, Cindy, Katrina, Ariadna, y de vuelta a Alexandra, formaban un ciclo maravilloso. Un tren lleno de lujuria y deseo en que las lenguas y los dedos realizaron el trabajo de las mejores pollas. Las ocho chicas no tardaron en correrse, y la repetición tampoco se hizo esperar.

—¡¡¡Ahhhhh, Alice, me estás haciendo correr, bebé!!! —exclamó Alexandra.

—Ayyyyyy, síiiii, Gatita, qué ricooooo —dijo Alice.

—AAhhhh, me corro en tu boca Ariel, ¡me corro hija de putaaaaa! —gritó Catherine.

—Hmmm, tómate todo, si pudiera me mearía en ti, Vale, hmmmmm —se satisfizo Ariel.

—Oh, ¡cómo me encantaría eso! Ah, me corro otra vez, ¡¡¡ahhhhhhhh!!! —voceó Valentina.

—Qué rica corridaaaaa, me lo voy a tomar todoooooo, slurrrrp —saboreó Cindy.

—Tú también te viniste en mi boca, negrita… Hm, Ari, toma mis jugooos —anunció Katrina.

—¡Me vengo! ¡Me vengo, chicas! ¡Me vengooooooooooooooo! —clamó Ariadna, al borde de las lágrimas. Estaba feliz. Sumamente feliz.

Con las espaldas arqueadas, el agua cayéndoles encima, los hombres y mujeres de la audiencia masturbándose para ellas, la excitación de todas ellas estaba más allá de los límites posibles. Eran putas. Eran mujeres para quienes el sexo era igual a respirar, y eran la nueva generación que había aprendido de sus madres y tías a disfrutar de los placeres de la carne. Y entre ellas, Alexandra además pensaba en lo bien que iba a ser ganar el evento…

.Hasta que, después de correrse de nuevo, Ariadna se separó del tren, gateó como una gata en celo hacia el alcalde, que se cascaba frenéticamente, y le pasó la lengua por la polla. Luego se puso de pie y tomó el micrófono de sus manos. Este era el momento en que no solo su familia, sino que todo el condado, la gente de la escuela incluida, sabrían que ya no era una mojigata. Era una muchacha cachonda que vivía del sexo, que follaba a diario con sus padres, sus hermanas, y su propio hermano mellizo. Que vivía de los fluidos corporales.

—Ahora, para nuestro gran final, me gustaría pedirle a la gente del público que se corra sobre nosotras. Chicos, chicas, no nos importa. Y usted también, señor alcalde, por favor, denos nuestros juguitos y nuestra lechita.

Alexandra supo enseguida que había perdido ante su hermana, y no le importó. Sonrió de orgullo, y se unió a las otras chicas, de rodillas, formando un círculo, con las palmas hacia arriba, los ojos abiertos y ganosos, las lenguas hambrientas bien afuera. Una estampida de gente subió al escenario, incluyendo a las familias de las chicas. Coños a punto de estallar, vergas hinchadas, estaban esperando un momento así para empapar a aquellas delicias de mujer.

—¡¡Eso es, suban todos, denle un baño de fluidos a nuestras buenas chicas!! Y el señor Alexander y los demás jueces ya dieron su veredicto, ¡¡¡y Ariadna White es la ganadora!!! Démosle el premio que se merece, damas y caballeros.

Pero no solo Ariadna, sino que las otras 7 chicas recibieron su premio. Un premio caliente, lechoso, blanco o transparente. Litros y litros de fluidos fueron a parar a los rostros, el cabello, la lengua, las tetas, los vientres, el pubis, las piernas y los culos de las muchachas, que buscaron tragarse lo que más pudieron, deseosas como buenas y cachondas perras.

—¡Qué delicia, más, más! —gritaron las chicas, y algunos miembros de la audiencia cumplieron su deseo de una segunda ronda.


Continuará
 
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