Las Aventuras de la Familia White – Capítulos 011 al 015

heranlu

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Las Aventuras de la Familia White – Capítulo 011


La familia compuesta por Alexander, Charlotte, Alexandra, Ariadna, Arthur y Alice al fin estaba comprendiendo cómo divertirse. Solo les faltaban algunos ajustes menores antes de realizar la máxima fiesta, como podrán leer en el próximo capítulo.

Sin embargo, para éste tendremos un breve intermedio con los Rojo. La familia de Amador, Gabrielle, Amador Junior y Valentina tenían mucho más experiencia con los tabúes que los White. Se conocían perfectamente, y para ellos, el amor era algo completamente libre, sin límites. Nada era inapropiado para ellos, y nunca lo sería.

Hoy, encontramos a los Rojo en su viñedo, herencia de los padres de Amador. Éste hablaba con diez de sus trabajadores sobre cómo mejorar las plantaciones durante el próximo invierno. Sin embargo, Amador sabía que sus trabajadores no eran diez… sino trece. Se planteó si debía despedirlos, pero al suponer dónde estaban, sonrió y los dejó hacer. Todo el mundo tenía derecho a divertirse. Y su esposa era la mejor que había para divertir a los hombres.

Al borde de la viña, entre medio de los árboles, tres hombres forzudos rodeaban a una mujer completamente desnuda de trenza pelirroja, que gritaba sin cesar, de puro placer. Pocas cosas en el mundo eran mejores que tener una polla metida en el coño, pensó Gabrielle Black, y una de esas pocas cosas, era tener una en el coño, otra en el culo y otra más en la boca. El pack completo; se sentía enteramente llena por lass vigorosas pollas de esos hombres de campo tan musculosos.

Estaba sentada sobre uno de ellos. No sabía cuál, ni siquiera se molestó en aprender sus nombres. Ni a ellos ni a ella le interesaba algo más que tener sexo. Otro estaba detrás, dándole por culo. El último estaba de pie frente a ella, con su miembro metido en su boca. Era la posición más clásica y tradicional para estar con tres hombres a la vez, y también era su favorita.

—Eso, fóllenme, denme caña como me merezco.

—¡Está muy apretada, jefa! —dijo el que estaba detrás de ella, penetrándola bruscamente.

—¡Ufff, me encanta siempre que hacemos esto! —dijo el que estaba recostado.

—Ohhh, ohhh, oh —gimió el más callado, a quien Gabrielle le chupaba la verga.

—¡Sí, sí, sí, sí! Más, máaaaas…

Mientras tanto, en la casa, Valentina Rojo se miraba frente al espejo en el baño, con el nuevo conjunto de ropa interior que su padre le había regalado. Posó de distintas maneras, dio vueltas con aire bailarín, y se coqueteó a sí misma en el reflejo. La lencería se componía de un brasier negro con encajes florales que pronunciaba mucho sus tetas, y que se veía muy sensual cuando bajaba uno de los tirantes a sus antebrazos, al mismo lado donde dejara caer su bella cascada de cabello castaño. Además, unas bragas tipo culotte que resaltaban la curvatura perfecta de su culo, con algunos dibujos florales también. Finalmente, unas medias semi transparentes que marcaban sus sexys piernas. Estaba decidida. Esta vez se acostaría al menos con cuatro chicos. cosa que no hacía desde hacía dos semanas. Para prepararse mejor, comenzó a tomarse fotos en sus poses más sexys, que envió a distintos destinatarios. Le encantaba ser así de puta.

En ese momento, la puerta del baño se abrió y su hermano entró como una bala. Amador Junior había estado esperando demasiado tiempo. Siempre era lo mismo en las mañanas.

—¿Se puede saber por qué tardas tanto siempre? —preguntó Junior, ofuscado, mientras se bajaba el short de pijama para orinar.

—A diferencia de ustedes, una chica necesita verse bella —contestó Valentina, posando tanto para su hermano como para su propio reflejo, enfatizando sus peligrosas curvas—. ¿No crees?

—Hermana, una cosa es verse bella, y otra ser así de vanidosa. —Junior apuntó y comenzó a orinar, todavía con los ojos medio cerrados—. Lo que pasa es que no puedes andar sin follar.

—Si crees que eso me ofende te equivocas. —Valentina sonrió, se pegó a su hermano y le acarició los pectorales—. No te pongas así, hermanito, lo que pasa es que estás molesto porque Ariadna y tú ya no se ven tanto, ¿no?

—Anda con Arthur. Quiero mucho a mi primo, pero ahora me saca un poco de quicio.

—Bueno, bueno, siempre puedes follar con cualquier otra chica del pueblo, ¿no? —Valentina se arrodilló, y acercó la cabeza al pene erecto de su hermano menor—. Literalmente todas desean tu polla. Y eso me incluye, claro.

Valentina comenzó a darle lametones a lo largo de la verga de su hermano mientras éste orinaba. Era una sensación maravillosa que Valentina amaba. Se sentía sucia y eso le encantaba. El sabor, el olor, la textura, todo sobre los penes le volvía loca, y más cuando estaba haciendo algo que casi todas las demás chicas considerarían asqueroso.

Estaba tentando a su hermano para hacer otra cosa, pero él no terminaba de atreverse, mientras se dejaba lamer por su hermana. Luego, Valentina comprendió que su bello hermanito estaba siendo respetuoso por su lencería, que ella había olvidado. Agradecida, la muchacha se quitó el brasier, o dejó a un lado, puso las manos sobre el retrete, y sacó la lengua.

Junior, que había esperado esa movida, apuntó entonces el chorro de meados a la lengua de su hermana, que le sonrió con gusto mientras parte de su rostro era mojado por la lluvia dorada. Él sabía que ella no lo hacía solo porque le enloquecía complacer a todos los hombres con los que se acostaba, sino porque genuinamente le fascinaba.

—Eres una puerca, ¿lo sabías?

—Sí, pero así es como te gusto, ¿no?

Cuando su hermano acabó, Valentina se metió la verga que tenía adelante a la boca y la chupó por un par de minutos con dedicación y voracidad. Luego se puso de pie, se inclinó sobre el lavamanos, se quitó las bragas y puso un pie sobre el retrete para facilitar la movida de Junior. Éste se ubicó delante de ella y la penetró sin anunciarse.

—Ohhhhhh, sí, ¡qué rico!

—Eres una puta, hermana, ni siquiera tuve que tocarte y ya estás mojada. —Junior le agarró las tetas a su hermana y las masajeó tal como sabía que a ella le gustaba.

—No te des tantos aires de grandeza, hermanito, ya estaba cachonda de antes. —Valentina se miró en el espejo de nuevo. El rostro todavía con gotas doradas, así como su cuello; sus tetas moviéndose al son de las embestidas de su hermano, sus pezones durísimos, y un hombre musculoso detrás de ella. Se sintió sumamente sexy—. La idea de coger con muchos hombres hoy me puso como loca, ahhhhh, ahhhhhh, ahhhhhhhhh.

—Te envidio, yo cada vez que follo con alguna de las vecinas imagino a Ariadna, o a alguna de sus hermanas a veces. Tú no pareces tener ese problema.

—No es tan así, ahhhh, ahhhhhhhh. Desde hace años que quiero coger con Arthur, pero todavía no hallo la oportunidad, ahhhhh, ahhhhhhh, ahhhhhhhhh.

—¿Quieres cogerte a nuestro primo, hija de puta?

—Sí, síiiii, síiii, eso quiero, su polla en mi coño, en mi boca y en mi culo, todos sus fluidos encima de mi cuerpo, aaaaaahhhhhhhh, ahhhhhh.

—¡Pero si ya te coges al tío Alexander! —exclamó Amador Junior, mientras terminaba de quitarse las prendas que aún llevaba puestas.

—¿Y qué? Quiero a toda la familia, ¿me entiendes? ¿O a ti no te gustaría coger con la tía Charlotte también? ¿No te la imaginas acaso cuando te la cascas en la noche, antes de que mamá o yo nos bebamos tu lechita?

—Eres una puta de mierda. —Junior dio vuelta a su hermana, la levantó en brazos, y ella le abrazó con las piernas mientras la volvían a penetrar. Sin dejar de follar, completamente desnudos, ambos salieron del baño y se pusieron a follar salvajemente donde fuese que se encontrasen. El corredor, la mesa del comedor, el piso de la sala, en el dintel de la puerta…

Entre tanto, en el viñedo, Amador Rojo se metió entre los matorrales, y encontró a su esposa recostada bajo el sol, completamente bañada en litros y litros de semen, que recogía sensualmente con sus dedos para beberlo. Había manchas blancas en sus pechos, su abdomen, su trenza pelirroja, sus manos, sus muslos y parte de su cuello. A su alrededor, estaban los tres trabajadores que se le habían escapado a Amador, totalmente desmayados.

—¿Te divertiste, querida?

—Ufff, no sabes cómo. ¡Qué buenos hombres contrataste, mi amor! ¡Qué pollas que tienen! ¿Pero cuándo me vas a permitir cogerme a los trece a la vez?

—Jajajaja, estás loca, ¿lo sabías? —Amador levantó las piernas de su esposa, las apoyó sobre sus hombros, apuntó su durísima verga a su entrada, y la abrió aún más cuando la penetró.

—¡¡¡¡¡¡¡¡AHHHHHHHH, SÍIIIIIII!!!!!!

—¿Se comparan esos penes al mío, querida?

—¡No, querido, no! ¡El tuyo es el mejor! ¡Me vuelves loca!

Si bien era cierto que lo que más le encantaba de su marido era cuándo el latino le daba uno de sus tradicionales y abundantes lechazos, solo el hecho de follar con él le enamoraba. Gabrielle Black había tenido muchos pretendientes en su vida, algunos de los cuales todavía eran sus amantes. Incluso con los esposos de sus hermanas lo había hecho, y ambos, Alexander y Andrew, eran increíbles en el sexo. Pero el único que lograba revolucionarla, el único que le daba orgasmos por montones cada vez que la penetraba, era Amador Rojo, aquel hombre delicioso y misterioso que había conocido en una orgía organizada por ella y sus hermanas, casi veinte años años atrás.

Rodeada por tres hombres inconscientes que se habían deleitado con su cuerpo, y que la habían marcado como suya con su semen, Gabrielle Black se sentía en el cielo. Se sentó esta vez sobre la durísima verga de su esposo mientras se masajeaba sus propios senos, recogiendo más del semen de los empleados de su esposo. Amador se dejó hacer, y apoyó las manos sobre su nuca. Generalmente le gustaba dominar, pero de vez en cuando no estaba mal dejar que ella tomara el control.

—Eso, eso, sí, estás muy largo, ¡estás muy adentro, querido!

—No podría ser de otra manera con una mujer como tú. Mi polla se empalma de solo olerte.

—¡Esa es la otra razón por la que me casé contigo! ¡Siempre sabes qué decirle a una dama!

El sonido que hacía el coño de la mujer al montar y dejarse penetrar por aquella larga y venosa polla volvía locos a ambos. Un sonido húmedo, salvaje, desbordante, lujurioso. Los jugos vaginales de Gabrielle corrían por sus muslos hacia abajo, y él podía sentir perfectamente como la superficie de verga rozaba la textura rugosa al interior de su mujer. Había follado con decenas y decenas de mujeres, pero nadie había sido tan sexy y salvaje a la vez… con excepción, quizás, de su hija.

De la misma manera, solo un pene enloquecía a Gabrielle tanto como el de su marido. Su propio hijo, una fotocopia de su padre. La primera vez que madre e hijo lo hicieron, todo sentido de moral en su cabeza fue reemplazado por morbosa perversión.

Madre e hijo. Padre e hija. Casi nadie en el planeta sería capaz de entender algo así, pero los Rojo estaban seguros de que se sentirían igual si solo llegaran a probarlo. Afortunadamente, Alexander y Charlotte ya habían logrado ese punto con sus hijos también, por lo que las reuniones familiares serían espectaculares.

Y fue curioso que Amador y Gabrielle pensaran en Valentina y Junior en ese momento, pues éstos aparecieron completamente desnudos entre los matorrales. Él estaba de pie, y ella abrazada a él mientras era penetrada por su hermano menor.

—Oh, hola, hijos, ¿les gusta el espectáculo? —preguntó Amador.

Por toda respuesta, los dos hermanos se miraron entre sí con una sonrisa cómplice. Se separaron, y mirando la escena de sus padres, comenzaron a masturbarse. Junior se hizo la paja delante de su madre, y Valentina se llevó una mano a la entrepierna y con la otra simuló un blowjob mientras miraba con deseo a su padre.

—Parece que tuviste una buena fiesta, mamita —comentó Valentina, mirando a los apuestos y varoniles hombres que estaban tirados en el suelo, durmiendo, a la vez que su madre estaba embadurnada por varios chorros de lefa. A Valentina le dio la impresión de que había cogido con dos de ellos también, pero no estaba segura, aunque al ver sus penes flácidos comprobó que sí.

Valentina Rojo reconocía pollas, no rostros.

—Ahhhh, así es, hija, lamento no invitarte. ¿Vinieron a divertirse aquí, también? —preguntó Gabrielle, montando con sensuales movimientos pélvicos a su esposo, sin quitarle la mirada al miembro de su hijo. Se le estaba haciendo agua la boca.

—Sí, ahhhhhh —gimió Valentina, mientras se metía un par de dedos en el coño—. No sé cómo, estábamos follando en el baño, hablando de que queríamos coger con nuestros primos, y de pronto ya estábamos aquí, hmmmmm, ahhhhh.

—¿Con Alexandra y los demás? No estaría mal, jijiji —rio Gabrielle, llamando con un dedo a su hijo para que se acercase.

—¿A cuál de tus primas quieres follar primero, hijo? —preguntó Amador, mientras se erguía para devorar los durísimos pezones de su esposa, sin dejar de mirar la escultura hecha mujer que era su lujuriosa hijita.

—A las tres a la vez, papá —respondió Junior, mientras se acercaba lo suficiente como para que su madre le agarrara la vigorosa polla con una mano—. No voy a dejar de coger con Ariadna, pero también deseo a la perra de Alex y la putita de mi primita Alice.

—Te prometo que vamos a hacerles una visita pronto, hijo. Y tú, hija, ¿por qué no vienes y le das un buen beso a tu padre?

—Como ordenes, papito —aceptó Valentina, gustosa. Mientras Amador volvía a recostarse, Valentina se puso a cuatro patas en la tierra. No le importaba ensuciarse; al contrario, le fascinaba. Ella acercó su rostro al de su padre, al revés del suyo, le devoró la boca con todo y lengua. No había cosa más rica que los besos de su papá. De hecho, él fue su primer beso. Cuando era más joven, siempre le exigía un besito en los labios, y uno en el coñito, antes de dormir.

En tanto, Gabrielle, que todavía montaba a su marido, estudió la otra polla que tenía en la mano, abrió bien los ojos, y la devoró con los ojos antes de abrir la boca y metérselo hasta la garganta. Se le ocurrió un chistesito.

—Bueno, ya que estamos en el Edén, parece que soy Eva, y esta banana es el fruto prohibido.

—Ohhhhh, mamáaaaaahhhhhh —suspiró Junior cuando su madre comenzó a realizarle sexo oral, una de sus especialidades. Gabrielle tenía una manera única de acariciar una polla del tamaño y forma que fuese, adaptándose para darle el mejor placer posible, una habilidad que compartía con sus hermanas, y que había heredado de su madre.

Chupar, chupar y chupar. Lamer, lamer y lamer. Montar, montar, venirse y venirse. En nada más pensaba Gabrielle Black, dejándose llevar por el placer. El pene de su hijo, que chupaba casi a diario, era mejor que cualquier dulce. Y el de su esposo le estaba dando tantas oleadas de placer que se había venido ya tres veces. Además, la lefa de los tres hombres la estimulaba demasiado. Pero necesitaba un par de orgasmos más. El grande incluido, el que solo su familia le podía dar.

—Ahhhhh, ah, ah, ahhhh, ahhhhhhh —gimió fuertemente la menor de las hermanas Black, mirando con deseo a sus hijos y esposo alternativamente, suplicándoles que la complacieran. Junior entendió perfectamente y, sacando su polla de la boca de su madre, se arrodilló detrás de ella. Gabrielle, desde luego, levantó un poco el culito, sin separarse de la venosa verga de su esposo.

—Aquí voy, mamá.

—Dame duro, mi amor.

Junior separó las nalgas de su madre, le escupió a su ano, y la penetró suavemente, mientras ella daba saltos sobre su esposo. Apenas tuvo nuevamente dos pollas en su interior, se corrió.

—¡¡¡¡¡Ahhhh, hijos de puta, así, así, denme duro, como me merezco!!!!!

—Papito, ¿me besas abajito? —preguntó Valentina, pero no esperó la respuesta. Dándole la espalda a su madre, la hija ya se estaba sentando en la boca de su padre, y éste, talentoso y experimentado, sacó la lengua para penetrarla y lamer desde la rajita hasta su clítoris—. Sí, sí, eso, me gustaaaaaaah. ¡Me gusta mucho!

—Hija, eres deliciosa. —Amador casi se corre al hacer su lengua contacto con la vagina de su hija. Su olor le enloquecía, y el saber lo prohibido que estaba hacer algo así, le encantaba aún más. Al principio se le dificultó mucho, pero al conocer al resto de la familia de su esposa, y descubrir el secreto que ocultaban, se dejó llevar por sus más bajos instintos y perversos deseos.

—Papito, tu lengua es la mejor, ¡me encanta!

—Te amo, nenita. Sí, sigue dándome tus jugos, me los voy a tomar todos.

—Amor mío, hijito, ¿te gusta metérmela en el culo?

—¡Me encanta, mamá! ¡Estás muy apretada! ¡Ah!

—¡Más duro, más duro! ¡Este es el grande! ¡Querido! ¡Hijo! ¡Me corroooooooohhhhh!

Luego de veinte minutos, los cuatro cambiaron de posición. Junior siguió penetrando a su madre por el trasero, y ella se puso en cuatro patas, como la perra que le encantaba ser. Valentina imitó a su mamita, y se ubicó delante de ella, mientras Amador se posicionaba en la entrada trasera de su hija. Gabrielle y Valentina se sostuvieron mutuamente, abrazándose como buenas madre e hija.

—¿Le pediste a tu papá que te lo metiera por atrás, eh? —sonrió la madre con complicidad.

—Sí, es que es muy rico, mamita. ¿Me lo prestas?

—Desde luego, hija, el pene de tu padre es todo tuyo.

En el momento en que Valentina y Gabrielle se tomaron de las manos y se besaron, los dos Amador comenzaron a penetrar con fuerza a sus mujeres. Ambas se volvieron tan locas de placer que se les fueron los ojos hacia arriba.

Los dos hombres les agarraron las tetas mientras ellas derramaban sus corridas en la tierra y se abrazaban mutuamente, tocándose el cuerpo entero. Los cuatro gemían sin parar, se sentían como animales desesperados por follar. Los hombres eran salvajes que no tenían otro pensamiento más que vaciarse en las entrañas de sus chicas. Padre en la hija; el hijo al interior de la madre, el sol ardiendo sobre sus cabezas y poniéndolos aún más calientes. Las mujeres no paraban de venirse mientras se acariciaban los senos y pezones mutuamente.

—Ahhhh, me muero, ¡me muero, papito, me fascina tu pene!

—¡Mamá, estás muy apretada, creo que voy a venirme!

—Hazlo en mi cara, hijo, que ninguno de los tres de antes me la bañó como me merezco.

—Hija, ¿te importa si también me corro en la cara de tu mamá?

—Para nada, papito, ahhhhhhhhh, hmmmmm, de hecho también me encantaría.

Tras unos minutos, sus mentes se apagaron completamente y estaban desesperados por correrse. Mientras su padre le daba por culo, Valentina comenzó a acariciarse frenética y rápidamente el clítoris, llena de lascivia.

Cuando estuvieron listos, deshicieron la posición y tres de ellos se pusieron de pie. Gabrielle, de rodillas en el suelo, esperó que terminaran de darle un buen baño, y no podía esperarse nada menos de sus hijos. Sin embargo, sí le sorprendió cuando su hija fue la primera que se le acercó, puso el coño cerca del rostro de su madre, y terminó de masturbarse para liberar un increíble chorro vaginal que salpicó en la cara de Gabrielle, que se rio gustosa.

—¡Bébelo todo, mamá!

—Vaya que eres una puerca, hija, ¡dámelo todo!

Luego vino el turno de Amador y Amador Junior, juntos. Apenas Valentina se vació completamente, ambos apuntaron sus pollas a la mujer, y lanzaron cuatro o cinco lechazos cada uno sobre la nariz, labios, ojos, cabello, cuello y mejillas de Gabrielle, que estaba fascinada por el regalo. Las corridas le encantaban, era como ser marcada como una mujer que solo servía para el sexo. ¿Y no eran eso las mujeres Black?, pensó. Mujeres increíbles para quienes el sexo era su droga diaria, no podían vivir sin ello.

Agotados, Amador y Junior cayeron cerca de los otros tres hombres, muertos de la risa. Los dos hombres se palmearon mutuamente la espalda, mientras Gabrielle los miraba complacida. Entre tanto, Valentina anunció que debía irse a duchar otra vez, y cambiarse para salir.

—¿Vas al pub, cariño?

—Sí, papito, tengo cita con los dos chicos que trabajan en la heladería, y creo que el dueño irá también, ya que le mandé una foto mía en lencería. ¡Nos vemos en la mañana!

Mientras la muchacha se alejaba, Gabrielle escuchó cómo vibraba su teléfono, entre las prendas de ropa que había dejado antes en el suelo cuando se vino con los tres trabajadores. Lo extraño de vestido, y sonrió de felicidad, anunciando alegremente a su esposo e hijo la noticia.



Continuará


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heranlu

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Las Aventuras de la Familia White – Capítulo 012

Por primera vez en mucho tiempo, los seis habitantes de la granja de los White estaban completamente felices. Follando sin parar a diario, dándose amor como nunca, cosa que los vecinos serían incapaces de entender, Alexander, Charlotte, Alexandra, Arthur, Ariadna y Alice estaban en las nubes. Necesitaban celebrarlo a lo grande. ¿Qué mejor para ello que ir a la playa?

—Cariño, ahhhh, ahhhhhhh —gimió Charlotte Black, mientras estaba en cuatro, sobre la gran cama de doble plaza, que se mecía rápidamente ante las embestidas.

—Oh, querida, estás riquísima, ufff —suspiró él, mientras le penetraba intensamente el ano con su enorme verga.

—Cariño, por dios, guarda algo para el viaje, ¿no ves que vamos a necesitar de tu semen? Ahhh

—¿Por qué crees que no te he follado en tres días? ¡Tengo guardado para todo el día!

—¿Ah, sí? ¿Pero serás capaz de darle también a tus tres hijas lo que se merecen?

—¡Tú ya verás, querida! Vamos, prepárate para recibir mi primera corrida dentro de tu culo, como castigo por haberte estado cogiendo a tu hijo anoche, puta.

—¡Lánzalo hasta el fondo!

Entre tanto, Ariadna White recordaba que hacía mucho que no iba a la playa, y necesitaba un nuevo traje de baño, después de que el anterior se lo comió un cerdo, un día que se soltó de la granja vecina. Le pidió a su hermana mayor que la acompañara. Ésta no la hizo esperar, tomó la vieja camioneta familiar, y llevó a su hermana al centro comercial del pueblo.

—¡Ari! ¡Aquí, aquí! —gritó la mayor, con al menos una decena de trajes de baño en las manos para que su hermana, que se había quedado nervios en la entrada, se los probara. Ésta se acercó tímidamente a la mayor.

—¿Qué? ¡Alex! ¡Todos estos son bikinis!

—¡Exacto! ¡Y de todos los colores! Mira este blanco, es maravilloso… ufff, y este negro con rosas rojas es tan sexy. Y este…

—¡Son pequeñísimos, Alex! No puedo usar de esos, qué vergüenza —dijo Ariadna, ruborizándose.

—Oh, no me vengas con tonterías. ¿Hace cuánto que no tenemos un buen tiempo de hermanas?

—No hemos tenido tiempo. Tu trabajo, mis clases…

—Tú follando con tu gemelo, yo con nuestra hermanita… —siguió Alexandra, sonriendo libidinosamente logrando que varias miradas se posaran sobre ellas.

—¡Alex, por todos los dioses! —se exaltó Ariadna, nerviosa, buscando sin éxito tapar la boca de su hermana mayor. Estaba increíblemente ruborizada.

—Y nunca entre nosotras, ¡es una tragedia! ¿Cuándo me vas a dar la oportunidad?

—¡Alexandra, por favor!

—Si quieres que me calle, toma estos bikinis y ve a probarlos —sentenció Alexandra, poniendo las prendas sobre los brazos de su hermana—. ¡Vamos, uno, dos, uno, dos!

Ariadna se quitó la ropa en el vestidor, y se miró en el espejo. Completamente desnuda. Largas piernas, bellos senos, maravillosas curvas. Así se lo dijeron su primo Junior, su hermana Alice y su querido gemelo Arthur. Con todos ellos había cogido, y ella sabía que el resto de la familia lo hacía entre sí, incluso con sus padres. Ella no había hecho nada de eso, no sabía si se atrevería. ¿Sexo con su madre? ¿Con su padre? Era una locura, pero después de todo lo que había hecho, después de las noches besándose y tocándose con Alice, o las increíbles sesiones que había tenido con su hermano gemelo en literalmente todos lados… ¿Podía seguirse negando? Ya no le era raro, sin duda.

Posó un momento frente al espejo, desnuda. Se sentía muy sexy. Pronunció las curvas moviendo las piernas una después de la otra, como una modelo de televisión, y se bajó sensualmente los anteojos para mostrar sus ojos azules a una cámara imaginaria. Luego, imaginó a su padre, Alexander White, apareciendo por atrás, agarrándole las tetas.

Estaba comenzando a mojarse. Era mejor pensar en otra cosa. Se probó unas cuantos conjuntos, los que le parecían menos reveladores, pero parecía que su hermana mayor se había esforzado por darle bikinis que no dejaban nada a la imaginación. Al final, decidió probárselos de todos modos, ya que estaba ahí. Uno azul, con flores blancas en cada pezón, resaltaba muchísimo sus tetas. Otro blanco era más inocente, pero al estilo de ángel sexy. Uno negro era apenas un hilo abajo, necesitaba depilarse enteramente para lucirlo. Se siguió cambiando, aún con la imagen de su padre detrás de ella en la cabeza. Al sacarse la última prenda de ropa interior, notó que la había dejado levemente húmeda. Maldita sea, pensó.

Entonces, de pronto, cuando estaba posando de nuevo con el bikini azul, alguien le agarró los pechos por detrás. Ariadna se aterró, pensando que era algún pervertido que había estado mirando entre las cortinas del vestidos, hasta que se vio en el espejo y descubrió a su pelirroja hermana mayor, sonriéndole traviesamente.

—¡Santo infierno, Alex, me diste un susto de espanto! —exclamó Ariadna en voz baja.

—Lo siento, hermanita, no podía perderme la escena— dijo la pelirroja, comenzando a masajear los senos de su hermana—. Madre mía, qué tetas que te gastas, ¿eh?

—Oh, cállate, ridícula, nadie las tiene más grandes que tú —contestó Ariadna, a quien se le subieron los colores a la cara. Sin ánimos de conseguirlo, fingió que trataba de apartarse de Alexandra. Vaya que era buena para tocar la malnacida.

—Excepto mamá. ¿Pero sabes? Si en algo nos ganas a todas, es en estas piernas que tienes, hermana. —Alexandra acarició los muslos desnudos de Ariadna, y le dio un lametón en el cuello—. Madre mía, cariño, si fuera lesbiana no apartaría mis manos de tus piernas.

—¡No seas boba, jaja!

—Hablo en serio. —Con sutileza, Alexandra comenzó a jugar lentamente con el hilo azul del bikini, tentada a bajarlo de un tirón, mientras con la otra mano acariciaba ahora la cara interna de los muslos de Ariadna, que no se negó a abrirse un poco de piernas—. Eres bellísima, hermana, entiendo por qué Arthur se hace tanto la paja pensando en ti, incluso más que en mí, Alice o mamá. Honestamente, yo también me he tocado imaginándote.

Ariadna se apartó de Alexandra. Luego la miró de frente. Alexandra, sin tapujos, se quitó los pantalones que llevaba, se bajó las bragas, se quitó la camiseta y finalmente el brasier, quedando con solo sus calcetines, zapatillas, y el largo cabello rojo sobre uno de sus gigantescos pechos.

—Alex, ¿qué estás…?

—Ariadna, deja de usar la lengua para hablar, y métela en mi boca.

Lo siguiente no tardó. Alexandra se abalanzó sobre su hermana, sus tetas chocaron unas contra las otras, agarró las nalgas de Ariadna para tirarla hacía sí, y le dio un jugoso y lujurioso beso de lengua de una sola vez. Ariadna, a diferencia de las primeras veces anteriores con su familia, no se resistió, y agarró fuertemente el culo de su hermana mayor mientras jugueteaban una con la otra.

Así estuvieron casi un minuto, hasta que Alexandra se puso de rodillas y le abrió las piernas a su hermana, que lo aceptó con gusto. Ariadna estaba chorreando, y le mostró su chocho húmedo, moviendo el bikini a un lado, a su hermana mayor.

—¿T-te gusta lo que ves?

—Me fascina, cariño. —Alexandra le dio un primer lametón al clítoris que se le presentaba, saboreándolo como un manjar—. Qué delicia tienes aquí, me vas a volver loca.

—No puedo creer que estemos haciendo esto tú y yo.

—Lo que no puedo creer es que me tardé tanto en intentar comerte el coño, hermana.

—¡Somos hermanas!

—No te molestó con Alice y Arthur, jeje.

Ariadna se mordió los labios cuando Alexandra comenzó a trabajar en su vagina. La mayor de los White metió la lengua profundamente en la cavidad vaginal de su hermana, degustándose con todos los jugos que de allí salían, mientras se masturbaba con una de las manos, y usaba un dedo de la otra para acariciar el clítoris de Ariadna. Pronto, ésta llegó al cielo, corriéndose sobre la lengua de su hermana mayor.

No podían estar mucho tiempo en el vestidor sin que los encargados empezaran a sospechar, así que mientras Ariadna se arrodillaba para devolverle el favor a Alexandra rápidamente, ésta se entretuvo sacándose selfies sexys con su hermana, que apenas se quejó un par de segundos. Dejó de hacerlo cuando Alexandra le aseguró que “solo” se las mandaría a Arthur y Alice. A Ariadna le excitó muchísimo la idea, y eso la impulsó a probar algo nuevo, metiendo dos dedos rápidamente en el coño de su pelirroja hermana, a la vez que usaba toda su nueva habilidad adquirida en “hacer el abecedario” con la lengua, en el clítoris hinchado de Alexandra.

—Aaaahhh, Beeee, Ceeee...

—¡Oh, por dios, Ari! ¿Dónde aprendiste esto?

—Deeee una amiga de Alice… Eeeeee

—Me muero… me muero, qué ricooooo.

—No hagas ruido, boba, jaja —rio Ariadna, mientras se enorgullecía en silencio.

Alexandra tomó dos docenas de fotos, la mitad de las cuales era del rostro de Ariadna con la lengua en su coño. Ariadna estaba más atrevida de lo normal, y decidió guiñarle un ojo a la cámara, hacer un “ahegao”, y mostrarle el dedo medio en distintas fotos.

Mientras tanto, Arthur desempolvaba los quitasoles en el ático, cuando su hermana menor apareció con dos bellas sorpresas.

—¿Twino?

—¿Sí, dime Al…? Whoa.

Alice llevaba ya puesto su bikini, un conjunto rosa que, de alguna forma increíble destacaba tanto su inocencia como su sensualidad. Tenía un pequeño lazo negro entre medio de los dos pequeños senos; la parte de abajo apenas dejaba algo a la imaginación (y Arthur se preguntó qué tienda le vendería algo así a ella), resaltando su culito y su delicada cintura. Se había atado el cabello, como era usual, en dos coletas.

—¿Viste lo que mandó la Roja? —preguntó ella, sacándose con toda la inocencia del mundo el teléfono del brassier, en el seno izquierdo. Se pegó al cuerpo de su hermano, y éste se estremeció con el calor que la chiquilla despedía.

—Oh, vaya, es… —Arthur se quedó con la boca abierta mirando las sensuales selfies que se habían tomado sus hermanas en el vestidor del centro comercial. Algunas tenían algunos mensajes de Alexandra: “miren de lo que se pierden, hermanito y hermanita”.

—¿Están muy buenas, no?

—S-sí, lo están.

—Se van a comprar unos bikinis geniales. Creo que no voy a poder evitar tocarlas, jijiji. Se llevarán todas las miradas.

—¿Pero de qué hablas? ¡Tú también estás increíble, Ali! —exclamó él, comenzando a perder los estribos. Entre las fotos de una sexy Ariadna comiéndole el coño a Alexandra, ésta enviándole mensajes lascivos, y la sensual Alice de pie pegada junto a su cuerpo, se volvería loco. Y eso que había tenido sexo con mamá la noche anterior… ¿Cuántas veces podía un hombre calentarse así en un solo día?

—Me halagas, hermanito, y puedo comprobar que también te gusto —dijo Alice, mirando el bulto que se había formado en el pantalón de Arthur, que procedió a acariciar casi sin querer—. Quiero que nos entretengamos mucho en la playa, como familia.

—C-como familia, claro, sí…

—Jijiji, estás muy nervioso, Twino. —Alice se dirigió a un montón de cajas que estaban allí en el ático, pronunciando cada pisada para que su hermano pudiera enfocar perfectamente sus piernas, su trasero y su cintura—. ¿Te ayudo a calmarte?

Alice se inclinó, apoyó una mano sobre una de las cajas, y con la otra se hizo el bikini a un lado. Luego, con su mirada más sexy, lo imitó.

—Ali, tenemos que irnos en menos de…

—¿Porfis? ¿Un ratito? Las fotos de mis hermanas me calentaron mucho, mira… —suplicó ella, abriéndose los labios para que Arthur notara cómo caían sus jugos vaginales al piso—. ¿Porfis?

—Ay, hermanita, ¿cómo podría negarme? —dijo Arthur, quitándose los pantalones y mostrándole su verga empalmada a la juguetona y risueña de su hermana pequeña. Se le acercó y puso la punta en su entrada.

—Twino, vamos, entra… —gimió ella, mientras él acariciaba su clítoris con la polla.

—¿Tan desesperada estás, hermanita?

—Porfiiiiiiiiis, daleeeeeeeeee.

Cuando él la penetró, ambos se sintieron en el cielo. La muchacha estaba sumamente apretada, como era habitual, y cada movimiento y roce lo ponía progresivamente cerca de una corrida temprana. Pero debía controlarse. Debía esperar… porque el día sería muy largo.

—Ay, sí, síiiiii, qué rico, me encantaaaaaaaaaaaaaaaaaa.

—Hermanita, ¿cómo puedes estar tan apretada? Uf, ahhh, ahhh. —Arthur tocó las tetitas de su hermanita por encima del sujetador, y fue como acariciar el paraíso.

—Me gusta, me gusta muchito, ¡más, más, más!

Quince minutos después de que Alexandra y Ariadna llegaran del centro comercial, los seis miembros de la familia White partieron a la playa. Las sombrillas, las toallas, los bañadores de repuesto, y una caja de condones por si acaso las chicas encontraban a otros chicos con los que follar también. Estaban listos.

Alexander manejaba, llevando sus sandalias, una camisa hawaiiana, y los shorts blancos de baño. A su lado, la escultura de esposa que tenía, aún sintiendo rastros del semen de su marido en el culo, llevaba un sombrero de playa, grandes gafas de sol, y un bikini negro con rayas grises que siempre le había parecido muy sexy, debajo de una camisa transparente y una falda larga.

En el asiento de atrás, sentado al medio y solo luciendo sus shorts negros de baño, con el torso descubierto, iba Arthur. A pesar de haber follado a su hermanita hacía tan poco, llevaba todo el camino empalmado por culpa de las cuatro mujeres a su alrededor. Una de ellas era la pequeña Alice, con su sensual y coqueto traje de baño rosa con negro, que acariciaba sin tapujos el bulto de su hermano. Al otro lado estaba Ariadna, con una camisa blanca y unos pequeños shorts de mezclilla por encima del bikini celeste, con flores en los pezones, que finalmente se había comprado. La muchacha devoraba con la mirada los labios de Arthur, que le devolvía la mirada lujuriosamente. Ambos deseaban hacerlo, pero no sabían si estaba bien, con sus padres delante. Ella aún no tenía ningún tipo de intercambio sexual con ellos, no sabía si estaba bien, pero ¡dioses! Se moría de ganas de comerse a su gemelo.

Finalmente, Alexandra White iba en la caja de la camioneta, luciendo solo su espectacular y revelador bikini rojo escarlata, casi del mismo tono de su cabello. La muchacha, con la cabeza al viento, se estuvo sacando selfies sexys todo el camino, provocando la mirada lasciva de todos los que conducían cerca de ella. Muchos motoristas, que llegaron en banda, le silbaron, y algunos se atrevieron a sacar la lengua y a fingir que le comían el coño. Eso la encendió de sobremanera.

—¿Quieren divertirse conmigo, chicos? Divirtámonos entonces —dijo ella, moviendo el sujetador de su bikini solo un poco, lo suficiente como para sus fantásticas tetas salieran al aire. Los chillidos y vitoreos no se hicieron esperar—. ¿¡Les gustan mis niños!? —les gritó, riendo coquetamente.

Los motociclistas comenzaron a silbarle más fuerte. Un par de barbudos bien machos se pararon sobre las motociclistas y realizaron movimientos pélvicos, fingiendo una penetración.

—¡Eres una putita!

—¡Quiero metértelo todo!

—¡Muestra más, hija de puta!

—Jajajajaja, vaya que son traviesos, chicos. —Aunque los automóviles pasaban a su lado, muchos de los cuales desaprobaban con la mirada de los pasajeros completamente lo que hacían, eso solo la puso más caliente. El desafiar a los demás. Sexo con chicas como su hermana era genial, muy sexy e íntimo, pero con los hombres prefería el camino más animal—. ¿No prefieren esto mejor?

Alexandra se puso a cuatro patas y les movió el trasero, con lo que los motociclistas aullaron como animales. Algunos probablemente perdieron la razón cuando ella se corrió el delgadísimo hilo escarlata que llevaba y les mostró su coño y culo en todo su esplendor. Los gritos no pararon.

—¡Miren a esa zorra, muchachos!

—¡Quiero follármela, quiero follármela!

—¡Qué culo más rico!

—¡Espero les guste el espectáculo, muchachos, porque todavía hay más! —Alexandra se sentó de rodillas esta vez, y con una mano sobando sus propias tetas, la otra la llevó a su “conejito travieso”, como le llamaba—. Uf, estoy mojadísima. ¡Cómo me ponen, chicos!

Entretanto, dentro de la camioneta, el show de la hija mayor de los White pudo más, y los instintos ganaron a la razón. Alexander, que miraba por el espejo todo lo que ocurría, tuvo una increíble erección. Su esposa, muy devota, no tuvo tapujos en llevar la mano al interior del short blanco de su esposo, y comenzó a hacerle una paja lenta, suave para no provocar un accidente, pero muy satisfactoria para calmar las ansias de su marido.

—Eres una maldita, querida. Apenas lleguemos…

—Quiero que me folles en el mar, hijo de puta, hace mucho que no lo haces —susurró Charlotte.

En la parte de atrás, las hermanas y hermano de Alexandra tampoco perdieron detalle del show de su hermana mayor, y Alice finalmente se atrevió a sacar la polla de Arthur de su prisión. Sin embargo, no fue solo ella quien comenzó a hacerle una deliciosa paja… sino que también Ariadna, quitándose las gafas para que su hermano se deleitara con sus ojos azules, tomó la verga con su mano. Juntas, las dos hermanas comenzaron a masturbarle, y el muchacho sintió que, quizás, su vida era la mejor en el mundo.

—Twino, tu pene está muy grande, ¿todavía tienes tanta leche en los huevos?

—Alice, por todos los dioses, no hables así —le corrigió Ariadna, mientras le sonreía con complicidad—. Aunque tienes toda la razón. Eres increíble, Arthur.

—Ustedes dos son un par de diosas —susurró Arthur, dejándose consentir. Las cosas habían cambiado mucho en los últimos meses. Era, probablemente, el muchacho más afortunado del planeta. El día en la playa que se venía, bien podría convertirse en el mejor de su vida.

Continuará
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heranlu

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Las Aventuras de la Familia White – Capítulo 013

Alexander y Arthur White chocaron los puños mientras bajaban los bolsos y sombrillas de la camioneta. Los ojos de ambos estaban clavados en las cuatro espectaculares mujeres que bajaban a la playa, robándose todas las miradas, ganándose la envidia de todo el mundo por ser los hombres más afortunados del planeta.

—Pa, ¿merezco todo esto?

—Hijo, lo que estás viendo solo puede ser una señal de que hemos sido buenos cristianos, jajaja.

—Más bien nos va a llevar el diablo, pa. Y no me arrepiento de nada.

Frente a ellos, Charlotte, Alexandra, Ariadna y Alice White eran como las más bellas ángeles, o las más pícaras diablitas, todo mezclado y sazonado con una calentura incestuosa inigualable. Cuando pusieron las toallas en la caliente arena, inclinándose todo lo posible para ello, y comenzaron a quitarse las prendas hasta quedar solo en sus trajes de baño, padre e hijo tuvieron una erección instantánea, y supieron de inmediato que no eran los únicos.

Charlotte Black llevaba un bikini negro tradicional con líneas grises que de alguna manera mezclaba elegancia con sensualidad. Sus pechos, su culo, todo era pronunciado por el traje de baño tan escotado y sexy. Aunque la pelirroja era la madre de las otras tres, para cualquier mirón casual bien podría ser una amiga más, o una hermana.

Alexandra White lucía un bikini rojo escarlata, de varios tonos más oscuro que el de su larga melena pelirroja. Debajo llevaba un “hilo dental” que no dejaba nada a la imaginación, y arriba un par de piezas triangulares que destacaban sus enormes senos. Se ganó todas las miradas habidas y por haber, y no se negó a guiñarle el ojo a varios hombres reunidos.

Ariadna White finalmente se había comprado el revelador bikini azul semi transparente que destacaba su piel blanca y su cabello negro, amarrado en una cola de caballo. Era casi del mismo tono que sus ojos azules detrás de las gafas. En cada pezón tenía una flor blanca, y los tirantes se cruzaban por encima de su pecho.

Alice White completaba el grupo con un bikini rosa con líneas negras, sin tirantes, y una mini falda. Una mezcla perfecta entre inocente sensualidad y hambrienta lujuria que no parecía lógica. La chica llamó la atención de todo el mundo, muchos de su edad, muchos mayores, y muchas señoras que no entendían por qué su familia le permitía vestirse así. No lo podrían entender jamás.

Lo primero que hicieron al sentarse frente al mar fue echarse la loción. Alexander y Arthur eran la envidia de todo el mundo. El primero pasaba sus grandes manos por la sensual espalda de su esposa, que se soltó el bikini solo por atrás para facilitarle el trabajo. El segundo echaba la protección solar sobre las largas piernas de su hermana gemela, que lo miraba con deseo.

—¿Todo bien, damas? —preguntó el salvavidas, un guaperas estándar, musculoso y de bañador rojo, que se les acercó.

—Claro que sí, todo muy bien —respondió Alexandra, mordiéndose los labios, mirando al hombre de brazos fuertes—. ¿Nos está dando la bienvenida?

—Siempre lo hago con las nuevas visitas —mintió el gigantón. Ya se notaba el bulto en su pantalón. Arthur iba a ordenarle que se fuera, cuando su madre interrumpió.

—Por supuesto que sí —dijo Charlotte, más cortante—. Muchas gracias por preguntar, estamos perfectamente los seis.

El hombre se alejó, algo decepcionado, sin dejar de mirar a las esculturales mujeres.

—¡Mamá! —reprochó Alexandra, entre divertida y molesta.

—Alex, cariño, estamos en familia hoy, como nunca. —Charlotte puso la mano sobre una de las piernas de su hija mayor, y la otra la posó sutilmente sobre el bulto de su esposo, que estaba detrás de ella untándole la loción—. ¿No deberíamos divertirnos como familia?

—Oh, querida, qué puta eres —susurró Alexander.

—Mami, ¿me untas bronceador? —preguntó Alice, con la botella en la mano.

—Yo te ayudo, bebé, recuéstate —sugirió Alexandra, ya más complacida después de la breve, y muy sugerente caricia de su madre.

Alice le sonrió, se quitó el sujetador del bikini sin pudor, y se acostó de estómago, permitiéndole a los mirones una fugaz, pero deliciosa vista de sus pequeños senos. Alexandra se abrió de piernas y se sentó sobre los muslos de su hermana menor, y bien inclinada para que su escote se pronunciara más, untó el bronceador en la espalda de la chica. Al mismo tiempo, Charlotte comenzó a hacerle una paja a su marido por encima del bañador. Alexander lo ocultó con un par de toallas, y su mejor cara de póker, aunque se estaba muriendo de placer.

—¿Te gusta, cariño? —preguntó Alexandra.

—Sí, Roja, tus manos me gustan mucho…

—¿Solo eso?

—T-también… también me gusta mucho cómo te mueves, jiji.

Alexandra estaba sutilmente rozando su entrepierna con las piernas de su hermanita, y ésta ya estaba sintiendo la humedad de la mayor. Ambas hermanas miraron a sus padres, y se fascinaron ante la verga grandota que Charlotte pajeaba. Alexander estaba en el cielo.

Mientras tanto, Ariadna dejó las gafas con su madre y anunció que se iría a mojar, y le pidió a su gemelo que lo acompañase al mar. La verdad era que, después de todo lo que había hecho, se sentía feliz y desinhibida. Quería mostrarle al mundo que no le temía a nada, que se atrevía a lo que fuera. Arthur estaba completamente prendado de su hermana. Apenas se metieron a las olas, él la abrazó por detrás, y ella sintió su dureza entre sus nalgas.

—Ay, Arthur, ¿qué te sucede? —preguntó ella mientras el vaivén del mar acariciaba sus piernas. Caminó un poco más hacia adentro, con Arthur detrás de ella, hasta que quedaron cubiertos hasta la cintura, para que no se notara algo.

—Ari, no te lo dije pero… te ves muy bien. —Sin poder controlarse, Arthur comenzó a “puntear” a su hermana. Si ésta hubiera sido como meses antes, se habría escandalizado o molestado, pero ahora era otra persona. Soltó una risita coqueta.

—¿Muy bien? —Torció un poco la cabeza hacia un lado para mirar a su hermano, y le susurró mientras lo devoraba con la mirada—. Tu polla en mi culito dice que es más que “muy bien”.

Ariadna rozó el miembro de su gemelo con las nalgas, y éste se estremeció ante el pequeño desafío.

—Dios… está bien. Estás espectacular. Llevas un bikini muy sexy y soy la envidia de todo el mundo aquí. ¿Contenta?

—Muchísimo.

Ariadna guió a su hermano un poco más adentro. Luego, se volteó hacia él con una sonrisa radiante, cruzando sus brazos por detrás de su cuello. Ambos miraron a su familia. Charlotte ahora se besaba efusivamente con su esposo, ambos mirando a sus hijos. La angelical Alice le dedicaba una mirada cómplice a sus hermanos, lo mismo la endiablada Alexandra, prácticamente masturbándose encima de su hermanita.

Ariadna miró a su gemelo, y le plantó un efusivo beso en los labios mientras las olas los golpeaban. Ella nunca se había sentido tan feliz, no que recordara. Amaba a su familia. Amaba a su hermano. Al fin tenía que dejar de ocultarse en sus inseguridades.

Arthur, entre tanto, estaba apasionado y calenturiento. Metía su lengua por toda la cavidad bucal de su hermana, deleitándose en la humedad y los juegos de lengua. Protegido por la espuma del mar, a pesar de la gente que había alrededor, Arthur agarró fuertemente las nalgas de Ariadna. Ésta se envalentonó también y se corrió el bikini azul hacia un lado, suplicándole con sus besos a su hermano que la tocara. Arthur se bajó solo levemente el short, y su polla dura y levantada salió al mar. Ariadna, con movimientos rápidos y sutiles, aprovechando el oleaje, guió aquel miembro grueso a su entrada, mientras levantaba un poco una pierna para facilitarle el trabajo. Cuando él la penetró, ella casi se corre del puro gusto.

Entre tanto, Alexander montó la tienda de campaña. Su hija mayor anunció que quería “jugar a las cartas”adentro con la menor, e invitó a sus padres. Alexander aceptó, pero Charlotte dijo que se quedaría afuera cuidando las cosas. Nunca se sabía quién podía robarse algo.

Alexandra y Alice entraron de las primeras, a cuatro patas, permitiéndole a la multitud apreciar en todo su esplendor dos maravillosos culos. Alexander les siguió, no sin antes darle un jugoso beso de lengua a su esposa.

—No te diviertas mucho, ¿eh, querida? —dijo Alexander, guiñándole un ojo.

—Eso lo debería decir yo, no tú, cariño —dijo Charlotte, soltando una risita.

Alexander cerró la tienda de campaña por dentro, y al voltearse, encontró la fantástica escena de su hija mayor y su hija menor, abrazadas en el suelo, besándose efusivamente mientras se tocaban las tetas y el trasero una a la otra. A Alice le entretenía mucho jugar con las tetas de “la Roja”, como le llamaba, eran suaves y duras a la vez. Podía meter la cara entre ellas y lamer todo lo que quisiera. En tanto, a Alexandra le encantaba el cuerpo pequeño de su hermanita, que le permitía tocar mucho al mismo tiempo, y que además se dejaba meter mano sin tapujo. De hecho, su mano izquierda ya estaba acariciando la entrepierna de Alice por debajo del tierno bikini.

—Madre mía, jeje, ¿no iban a jugar cartas ustedes? —preguntó Alexander, mientras sacaba la polla de su short, polla ya más que estimulada por su esposa.

—Bueno, eso también era buena idea, pero prefiero esto —dijo Alexandra, apartándose de los labios de su hermana para hablar y tomar un respiro.

—Es que estoy muy mojada… —dijo la más joven de los White.

—Hermanita, también estoy muy cachonda, ¿me podrías dar uno de tus besitos?

—¡Claro! —exclamó Alice, entusiasmada, ubicándose rápidamente entre las piernas de su hermana mayor. Le bajó las bragas del bikini, y metió sin más tardanza la lengua en la rajita de Alexandra, que suspiró de gusto—. Hmmmm, slurrrrp, slurp, slurp.

—Ohhhhh, sí, sí, qué rico… papá, ven aquí —ordenó Alexandra, y su padre obedeció sentándose sobre el estómago de su hija, y poniendo su erecta polla entre las enormes tetas de su hija.

—Cómetela toda, hija de puta.

—Me encanta cuando me hablas así, papá —dijo la pelirroja, antes de meterse el rabo de su padre a la boca a la vez que le hacía una rusa, ayudándose con las manos. Con esos pedazos de senos que tenía, no se le dificultaba ni un poco complacer toda la hombría de su padre.

—Ahhhhh, hija de puta, qué genial lo haces, eres la mejor...

—Alice, ¡qué rico! Qué lengua tan rica tienes —dijo Alexandra antes de meterse la verga de su papá de nuevo a la boca. No podía pasar más de cinco segundos sin ese pedazo tan delicioso de carne en su garganta.

—Hueles muy rico, Roja, me encantan tus jugos, están muy ricos, estoy muy caliente, ahhh, slurrp, slurrp, ahhhh, hmmm —gimió Alice. Su padre y hermana se dieron cuenta de que la chica se estaba masturbando a la vez que realizaba sexo oral, y tenía el piso de la tienda de campaña completamente empapado de jugos.

Mientras tanto, Charlotte volvía a sentarse en la arena después de hablar con el excitado salvavidas. Ella también quería divertirse, y no deseaba limitarse solo a cuidar las cosas, así que hizo un trato. Si el salvavidas cuidaba las cosas de su familia con su vida, ella le daría una noche de pasión completa un día, el que escogiese, siempre que no fuera hoy. Le dio su número de teléfono, y le mandó varias fotos de sus pechos y su concha que se tomó sutilmente, con sus mejores y más cachondas expresiones faciales. El hombre no se lo pensó dos veces y aceptó, estacionándose inmediatamente cerca de la tienda de campaña a vigilar cualquier intromisión.

Charlotte, que no pensaba faltar a su palabra (el tipo no era muy brillante, pero tenía un cuerpazo que se moría por devorar), corrió como una colegiala al mar, y se encontró con su hijo e hija, que follaban apasionadamente, pero sin llamar la atención, ocultos por las olas. Charlotte le puso la mano en la espalda a su único hijo, y la otra en el trasero de su hija del medio. Ambos gemelos no pudieron contener el susto inicial, y dejaron de follar.

—¡Mamá, eres tú! —gritaron ambos al unísono, tratando de recuperar el alma al cuerpo.

—Ay, hijos, lo siento por asustarlos. Vamos, no paren, sigan que yo los cubro.

Arthur y Ariadna se miraron, dubitativos. El primero seguía empalmado, la segunda seguía mojadísima. ¿Pero estaba bien? Arthur sabía que Ariadna no había tenido nunca sexo con alguno de sus padres como sus otras dos hermanas y su hermano. La muchacha claramente tenía algunos tapujos sobre ello, y miró suplicante a su madre.

—Mamá… yo no sé…

—Vamos ¿qué sucede, hija? ¿Te pone nerviosa ver a tu mami aquí? —preguntó Charlotte, acariciando más agresivamente el trasero de su hija. Sorpresivamente, metió una mano por debajo del bikini y acarició su piel.

—Es que… yo sé que ustedes hacen… pero yo no sé si tú y yo…

—¿Sabías que siempre me hago pajas con tus fotos de colegiala, hija mía? —inquirió Charlotte, a la vez que agarraba la verga de su hijo bajo el oleaje. Éste se estremeció, pero consiguió mantener relativamente la calma para no llamar la atención.

—¿Q-que tú haces qué? —se sorprendió Ariadna, notando cómo se le subían los colores aún más a su rostro juvenil.

—Es que eres tan bella, siempre me han gustado las mujeres como tú, con esas piernas tan increíbles, tus pechos de espanto, y tu culito tan rico. Y los hombres como tú, hijo, con esta polla que hace maravillas en el coño de cualquier zorra —dijo la madre, dirigiéndose esta vez a Arthur. También, a la vez, acarició el coño de su hija.

—Oh, ma…

—Mamá, qué b-bien…

—Díganme. ¿Quieren seguir follando? —preguntó la madre, mientras masturbaba a ambos hijos.

—S-sí —respondieron los dos al unísono.

—¿Les importa que mami los vea? —preguntó Charlotte, acariciando con el pulgar la punta de la polla erecta de Arthur, y tocando el clítoris de Ariadna con la otra mano.

—No —contestaron los dos a la vez.

—¿Y les gustaría follar conmigo también? —preguntó Charlotte. Esta vez, apartó los dedos del clítoris de su hija, y cuando ésta iba a protestar, su madre metió uno repentinamente en su trasero.

—Sí —respondió Arthur de inmediato.

—Ohhhhh, sí —suspiró Ariadna, muerta de placer. Guio nuevamente la verga de su gemelo a su entrada, levantó ligeramente una pierna, y se dejó penetrar otra vez.

—¿Te habían metido un dedo en el culo alguna vez, hija?

—N-nunca mamá… S-se siente muy bien. Ohhhhh, Arthur, sí, te amo, ¡qué bien se siente, sí!

—Ya sabes qué hacer más adelante con tu hermana, hijo querido —le dijo a Arthur, que comenzó a embestir el coño de Ariadna con más fuerza que antes, ahora que ambos estaban ocultos por su madre. Luego, ésta le dio un beso en la mejilla a su hija, esperando su reacción. Fue la esperada.

—¡Hmmmmmamá! —exclamó Ariadna antes de besar a su madre por primera vez. Charlotte respondió abriendo la boca para recibir la lengua de su hija, y aumentando la velocidad de su dedo en su culo, adaptándose a las embestidas de Arthur—. Ahhh, ahhhh, sí, hmmmmm.

Mientras el salvavidas cuidaba el fuerte, en la tienda de campaña el resto de la familia se divertía como nunca. Alexandra y Alice estaban ambas en cuatro patas, una al lado de la otra, con las manos tomadas y los bikinis a la altura de las rodillas mientras miraban hacia atrás, expectantes, risueñas y cachondas. Su padre, Alexander White, se enfrentaba a una difícil decisión.

—Vamos, padre querido, elige de una vez a quien te vas a follar primero —dijo Alexandra, moviendo el culo de lado a lado como una perra llamando a su pareja.

—Porfis, dame pene a mí, papi, porfiiiiis —suplicó Alice, con la lengua afuera, el sudor cubriendo su rostro. La chiquilla se estaba convirtiendo en una ninfómana sin remedio, pensó Alexander, lleno de orgullo.

—No, yo primero, que por algo soy la mayor, ¿no?

—Pero yo soy la que necesita más leche.

—¡Ok, ya está bien! Lo haremos a la suerte. —Alexander tiró una moneda al aire, la recibió en la mano, y sin explicar nada, se puso detrás de su hija mayor y la penetró sin piedad.

—¡Ohhhhhhhh, padre! ¡Eso, qué bueno, fóllate mi conejito travieso! —exclamó Alexandra, sintiendo como se le abría y cerraba el coño deliciosamente con los ya conocidos movimientos pélvicos de su padre—. Ufff, dios mío, cuánto necesitaba esto.

—P-pero papi, yo quería… oh, hmmmmm, síiiiiii —suspiró Alice de placer cuando Alexander le metió dos dedos en su apretado chumino—. Sí, gracias, papi, gracias, hmmmm.

—Qué par de rameras son ustedes… ufff, cómo me tientan las dos.

—Sí, soy la diablita que te dice que hagas cosas malas y sucias, padre, ahhh, ah, ah, ah, ah —gimió Alexandra, sintiendo las embestidas maravillosas en su concha—. Hm, ah, ah, ah, ahhhh, y mi hermanita es el angelito que te quiere llevar al cielo, ¿verdad, bebé? Ufff, estoy a punto de correrme, ¡qué rico! Ahhhhh. ¡Ahhhhhhhhhhhhhhh!

—Sí, sí, quiero darte mucho amor, papi, y quiero que me ames… ¡ámame, papi!

Alexander se salió de su hija mayor a la vez que ésta liberaba su orgasmo, se movió hacia al lado, y esta vez se metió en el estrecho coño de su hijita menor, a la vez que metía los dedos de la otra mano el el chumino de la mayor. Ambas eran sumamente diferentes, pero igual de deliciosas.

—Ohhh, no eres un angelito, Alice, ¡eres una diosa!

—Ahhhhhhhh, sí, tengo tu pene en mi conchita, papi, ¡me estás penetrando! ¡Se siente muy bien, papi, dame más, más, más!

—Eres una putita sin remedio, bebé —dijo Alexandra a la vez que besaba a su hermana menor. Toda su familia besaba muy bien, pero los labios y lengua de Alice tenían un encanto único, una pasión digna de alguien que esta descubriendo aún su sensualidad, y que tiene ansias de aprender más y más.

—Ay, ayyyy, aaaaahhhhhh… me voy a…. ayyyyy….

—¿Te vas a venir con el pene de papi, cariño? —preguntó Alexander, acelerando las embestidas.

—Síiiiiii, me voy a venir. M-me… ¡me vengo!

Alice soltó un intenso chorro de líquido semitransparente que incluso hizo retroceder a su padre. Éste, complacido, volvió a penetrar a Alexandra, que esta vez se entretuvo con las tetitas de su hermana menor, besando apasionadamente sus pezones.

En el mar, Charlotte Black se abrazó con su hija. Las tetas de ambas se encontraron, y sus pezones parecieron besarse por encima de sus bikinis. Arthur se puso detrás de su madre y fingió que le daba un inocente abrazo de un hijo a su madre por la espalda.

—Cariño, ¿me prestas a tu hermano?

—Claro que sí, mamá, yo ya me vine con su pene.

—Oh, entonces, ¿prefieres que saque mi dedo de tu culito?

—¡No, por favor no lo hagas, mamá! Sigue, hmmm —gimió Ariadna cuando su madre volvió a meter y sacar el dedo de su ano mientras la abrazaba.

—Esa es mi niña. Y tú, hijito, ¿podrías metérmelo muy fuerte y muy adentro, por favor?

—Como digas, ma —dijo Arthur, y se introdujo al interior de su madre. Nadie lo podría entender. Y por ello, nadie lo podría disfrutar tanto como ellos.

—Ahhhhhh, sí, qué rico, pero no te muevas tan fuerte, bebé, o nos van a ver. Ahhh, hmmmmm.

—Es grande, ¿no? ¿La polla de mi hermano?

—Uy, mi hijita al fin está aprendiendo a hablar como corresponde, ¡me fascina! —dijo Charlotte, besando a su hija de al medio de nuevo.

Se sumergieron un poco más mar adentro para poder follar con más fuerza. Ariadna comenzó a acariciar el clítoris de su madre para devolverle el favor por la dedeada de campeonato que le estaba haciendo a su culito. Las dos mujeres volvieron a besarse.

—Ohhhh, ma, tu coño está increíble. No sé si pueda aguantar mucho —dijo Arthur después de un buen rato.

—Mamá, creo que yo también… no sabía que se podía… —dijo Ariadna, a quien su madre ahora le estaba metiendo un dedo en el culo, y otra en el coño.

—Hace tanto tiempo que quería follar con ustedes dos, hijo, hija… los amo mucho… ah…. ahhhh, bebé, creo que vas a hacer que tu madre se corra… Hija, bésame, voy a… ohhhhhhhhh, ahhhhhh, ohhhhh, ahhhhhhhhhhhhhhhhhh —exclamó Charlotte, llamando al fin la atención completa de todas las personas a su alrededor. Arthur se salió de su coño…

Pero Ariadna no quería desaprovechar el impulso de felicidad y desinhibición que tenía. Cambió de lugar con su madre, se bajó un poco el bikini, y guio el miembro de Arthur a su entrada trasera. No lo había hecho nunca, y de seguro su gemelo no aguantaría mucho más de unos segundos, ni ella el dolor al no estar acostumbrada. Pero quería hacerlo. Frente a toda esa gente, quería que su hermano gemelo le diera por el culo, aunque fuese un rato.

—Ari, estás muy apretada, no sé si…

—Lléname, hermano, ¡lléname! —gritó Ariadna, fuera de sí.

La gente alrededor comenzó a cuchichear, reír y silbar entre ellos mientras los miraban. Algunos, que llevaban sus teléfonos, comenzaron a tomar fotos. Charlotte suspiró resignada y le plantó un feroz y apasionado beso a su único hijo para que callara sus quejas y le diera a su hermana lo que ella pedía.

Arthur solo logró aguantar un minuto al interior del ano de su gemela, y ésta solo consiguió meterse la mitad de la verga de su hermano, pero era genial para la primera vez de ambos, y con eso ya se daban por satisfechos. Arthur se vació en el culo de Ariadna en medio de poderosos espasmos, liberando todo su semen en una Ariadna que había llegado a su clímax al mismo tiempo. Los ojos azules de la muchacha se le habían ido hacia atrás, sacó la lengua muy afuera y emitió un gemido que puso a todos los de la audiencia completamente cachondos.

Charlotte era una madre sumamente orgullosa. Después de chupar la lengua de su hijo como si fuera su pene, le sonrió y le susurró al oído que tenían que volver a la tienda. En medio de aplausos de los que estaban cerca, Arthur tomó en brazos a su hermana rendida, y junto a su madre regresaron a su lugar. Charlotte le guiñó un ojo al salvavidas antes de cerrar la tienda.

—Santo cielo —dijo la madre, sonriente, al ver a su esposo y sus otras dos hijas estrechadas en un delicioso trío. Ariadna y Arthur se quedaron con la boca abierta, pero no de sorpresa. Ambos se excitaron nuevamente.

—Ahora termino, querida, dame un segundo —dijo Alexander, mientras penetraba a Alice por el coño. Debajo de la chica estaba Alexandra, acostada de espaldas y con el coño lleno de leche. Ambas hermanas se abrazaban efusivamente, con sus tetas tocándose entre sí, mientras su padre anunciaba su corrida—. ¿Lista, angelito?

—Sí, papi, dame todooooo.

—Dale leche a esta putita que se lo merece, padre —dijo Alexandra, en medio de su propio orgasmo gracias a los dedos de su padre.

Alexander se vació al interior de su hijita, quien se vino al sentir la leche de su padre en su interior, llenando completamente su cavidad vaginal.

—E-está muy… muy caliente, papi. Qué rico —dijo Alice, como en una ensoñación.

Cuando Alexander sacó la verga del coño lleno de jugos de su hijita, Ariadna se lo quedó mirando atentamente. Lo que pensó instantáneamente la sorprendió mucho, pero tampoco quiso negar sus propios deseos. “Qué pene más bello”, pensó. “Lo deseo”.

—Bueno, bueno, parece que nos hemos divertido mucho en familia, ¿no? —dijo Charlotte, complacida, mientras al fin sacaba los naipes de uno de sus bolsos—. Pero no es ni mediodía, aún tenemos un graaaan y laaaaargo día por delante. ¿Niñas? Dejen descansar a su padre y hermano, que van a hacer mucho ejercicio hoy. Además, tenemos que almorzar.

—Bueno, mami —dijo Alice, abrazada a la cintura de Ariadna.

—Sí, mamá —contestó Ariadna, sin dejar de mirar el miembro de su padre, todavía empalmado y con ganas de acción, la última barrera que le faltaba cruzar para terminar completamente de convertirse en una puta incestuosa sin remedio.

—Como digas, madre querida, pero no sé si podré aguantarme mucho —dijo Arianda, mordiéndose el labio inferior mientras miraba a su hermano con deseo.

—No puedo creer que estemos haciendo estas cosas, jaja —rio Arthur, creyendo por unos momentos que había estado soñando todo este tiempo. Su madre se inclinó y le dio un tierno y maternal, y a la vez húmedo y lujurioso beso en los labios, una mezcla imposible. Nuevamente su polla se puso en guardia.

—Tienes que creerlo, bebé. Hoy nos convertiremos en una familia nueva… y cuando lo hagan, al fin podremos contarles uno de nuestros grandes secretos familiares —dijo Charlotte, dedicándole a su esposo una mirada cómplice.

Sus cuatro hijos se pasaron todo el almuerzo, al interior de la tienda, preguntándose qué diablos podían estar ocultando sus padres.


Continuará

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heranlu

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Las Aventuras de la Familia White – Capítulo 014

Alexander y Charlotte miraban a sus hijos mientras jugaban con una pelota de playa. Parecían niños, pero definitivamente ya no lo eran. ¿Estaban preparados para saber uno de los secretos familiares que los White guardaban? Probablemente sí, pero aún les faltaba gran parte del día para cerciorarse. El marido abrazó a su esposa por la espalda, deleitándose en sus enormes tetas, en lo orgulloso que estaba de su hijo, y en las esculturales y lujuriosas diosas en que se habían convertido sus tres hijas. Actuaban como padres, pero no eran tradicionales. Amaban a sus hijos, pero también los deseaban. No era algo malo, simplemente era algo que los demás jamás podrían entender. Que jamás iban a aceptar, a menos que pertenecieran a la familia.

Charlotte observó el cuerpo de su hijo detenidamente mientras saltaba a rematar la pelota sobre la red que habían puesto. Tenía un cuerpo macizo, con abdominales relativamente marcados, igual que los bíceps. Se había puesto en mucho mejor forma últimamente, gracias a tanto “ejercicio” con sus hermanas y madre.

Alexandra, Ariadna y Alice, todas en pequeños, reveladores y muy sensuales bikinis, eran todo un espectáculo. Cada vez que Alexandra devolvía la pelota, o que Ariadna daba un gran salto, o cuando Alice se lanzaba a la arena, todos los hombres (y una que otra mujer) se les quedaban mirando. Alexandra, particularmente, no perdía la oportunidad de darle un regalo a los mirones, de vez en cuando, ajustándose la parte de arriba del bikini para que vieran sus pezones, o mostrando de más cuando se abría de piernas al caer a la arena. Alice, que jugaba en el equipo de Arthur, lo abrazaba constantemente, poniendo sus manos cada vez que podía sobre los pectorales de su hermano, tan caliente que una caricia le bastaba. Arthur, desde luego, seguía empalmado a pesar de haberse corrido hacía poco al interior del coño de su gemela. Se estaba muriendo de deseo con solo contemplar a sus tres lascivas hermanas, con sus tetas botando cuando corrían y saltaban, con sus culitos apetecibles, rogándole que los follaran.

Ariadna perdió muchos puntos en el juego. No solo porque no estaba tan acostumbrada al ejercicio como sus hermanas y hermano, a pesar del cuerpazo que tenía (principalmente producto de una dieta balanceada y perfecta), sino porque estaba desconcentrada. Su cabeza, usualmente tan precisa, resolviendo ecuaciones o memorizando piezas de literatura, estaba por primera vez en muchísimo tiempo, completamente en otro lado. Acababa de tener sexo con su gemelo frente a un montón de personas (muchos de los cuales seguían observándola, guiñándole el ojo o dedicándole gestos obsccenos de cuando en cuando). También se les unió su propia madre, con la que tuvo interacción sexual por primera vez, y quien le reveló que se ponía cachonda con sus hijas. Poco antes había follado con su hermana mayor en un vestidor del centro comercial del pueblo. Y durante semanas había compartido la cama con su lujuriosa hermanita menor. Pero todavía le faltaba su padre, que le dedicaba miradas llenas de deseo cada dos minutos. Y ella no las rehuía. No sabía cómo responder, pero se ponía caliente de solo pensar en probar la polla de su propio padre. Se preguntó si estaba enferma de la cabeza, y luego pensó que no le molestaba si lo estaba.

—Esperen, chicas, esperen… —dijo Arthur, atrapando la pelota—. Necesito ir al baño.

—Pues, el mar te espera, Twino —dijo la joven Alice, risueña.

—¡Alice! —le regañó Ariadna—. ¡Yo no me volveré a meter al agua si sé que mearon ahí!

—Cindy siempre me dice que todos lo hacen —se excusó Alice, aún muy sonriente, y Alexandra asintió, como confirmando lo dicho.

—Pues Cindy puede irse a comer tapioca. ¡Me niego a que Arthur use el mar de baño!

—Ok, ok, hermanita, no te sonrojes… —dijo Alexandra, tomando la mano de su hermano—. Arthur, yo sé dónde está el baño, ¿te llevo? Eso sí, es lejos.

Después de cinco minutos, Alexandra y Arthur se encontraban entre unos roqueríos, en la parte más lejana y desierta de la playa. Prácticamente no había almas allí, tan solo uno u otro turista que no se quedaba, sino que caminaba a las zonas más pobladas, donde llegaba mejor el sol.

—Eh… ¿Alex? No veo el baño, y aquí como que hace un poco de frío —dijo Arthur, mirando para todos lados, buscando algún lugar privado donde satisfacer sus necesidades.

—No te preocupes, hermano, conmigo nunca vas a tener frío —dijo Alexandra, detrás de él. Cuando Arthur se volteó, su hermana mayor estaba de rodillas en la arena, con las piernas abiertas, inclinada y con los brazos junto a las tetas para destacar el escote de su bikini, y el rostro levantado, sonriente y complaciente.

—¿Q-qué estás haciendo? Dime dónde está el baño y deja de bromear.

—Aquí —respondió Alexandra, apuntando con uno de sus dedos a su boca abierta—. Este es el baño. ¿Recuerdas cuando te dije hace tiempo, antes de que me follaras en la ducha, que se me había ocurrido una idea para que jugásemos nosotros dos? Pues bien, esta es tu oportunidad, jejeje.

—¿Quieres que…? —Arthur tragó saliva. Su cabeza empezó a procesar mil imágenes indecentes por segundo—. ¿Quieres que haga…?

—Quiero que me mees, hay que decirlo con todas sus letras. Te diré la verdad, puedo ser fuerte y dominante, pero si algo me pone más cachonda que nada es que me dominen a mí. —Alexandra se metió una mano debajo del bikini y comenzó a acariciarse la entrepierna—. Que me usen. Hmmmm. Que me humillen. Ahhhh. Que me conviertan en una herramienta para dar placer. Hmmmm, sí. Soy tu baño, Arthur. Úsame.

—P-pero… —Antes de darse cuenta, Arthur se había bajado el short y tenía la polla erecta en la mano. Tenía muchas ganas de ir al baño, y muchas ganas de follar. El cuerpo de su hermana mayor, una pelirroja de infarto, de rodillas frente a él pidiéndole guarrerías—. ¿Estás segura?

—Más que segura —sentenció Alexandra, sonriente, abriendo bien grande la boca frente a él—. Apunta a donde gustes. Soy completamente tuya para lo que desees. Ahhhhhhhh.

Arthur se estremeció. Apuntó su pene al rostro complaciente de su hermana mayor. Pronto, un tibio líquido dorado surgió.

—Ohhhh… hermana, esto es muy cachondo —dijo Arthur, derramando su orina sobre el rostro de Alexandra, que nunca dejó de sonreír—. Ohhhh, qué bien se siente.

—Sí, a mí también me gusta. Más, más, más lluvia dorada, tírala en toda mi cara. —Alexandra se dio el lujo de poner las palmas de ambas manos hacia arriba, donde iba cayendo parte del meado de su hermano—. ¿Te gusta, cariño? Vamos, mancha mis tetas también.

Arthur apuntó hacia abajo, obediente. Ayudándose con la mano, roció ambos senos, y se entretuvo particularmente mojando los pezones de su hermana, cuando ésta corrió un poco el sujetador de su rojo bikini.

—Me encanta, eres increíble.

—Así veo, tu polla se está poniendo más y más grande. —Alexandra se acercó un poco, gateando sobre la arena y con la lengua afuera mientras recibía el brillante líquido dorado—. Quiero comerte la polla, quiero que me folles la boquita, hermano…

Sin dejar de mearla, Arthur metió su verga en la garganta de su hermana, que no tuvo ningún problema. Todo lo que iba entrando, lo iba escupiendo sobre sus propias tetas, a la vez que le realizaba un blowjob de campeonato a su hermano menor. Movió la cabeza de atrás hacia adelante y viceversa, sin parar y rápidamente, acariciando las venas del pene en su interior con la lengua.

—Dios mío, ¿puedes creerte algo cachondo? —dijo una voz masculina cerca de ellos.

—Mi hija está recibiendo una lluvia dorada de su hermano… ¡yo también quiero! —exclamó otra voz, esta vez femenina.

Asustados por un momento, Arthur y Alexandra se paralizaron, aunque la orina no dejó de manchar el rostro de la segunda, hasta que ya no quedó ni gota. Sus padres y sus hermanas estaban de pie junto a ellos, entre medio de los ocultos roqueríos, con sus bolsos, sombrilla, y resto de pertenencias. Alexander y Charlotte estaban muy orgullosos y entusiasmados ante los avances de sus hijos. Sus hijas tuvieron reacciones distintas.

—Dios mío, nos asustaron, jaja —rio Alexandra, procediendo a besar la polla de Arthur de nuevo.

—Ahhhh, qué rico lo haces, hermana.

—¡Arthur! ¡Alex! ¿Qué les pasa? Eso es asqueroso —dijo Ariadna, fingiendo que apartaba la vista.

—Ohhh, a mí Cindy me ha hablado mucho de eso de la lluvia dorada, parece entretenido —dijo Alice, con un dedo inocente en su boca—. Incluso me está poniendo caliente.

—¡Alice! Hermana, no digas esas cosas, es vulgar —le recriminó Ariadna, mientras Alexander y Charlotte comenzaban a tocarse por debajo de los trajes de baño sin pudor frente a sus hijas e hijo.

—Pero es rico, ¿no? —Alice corrió a abrazar a su hermana. La miró dulcemente a los ojos, y le acarició uno de los senos por sobre el bikini azul—. ¿No lo crees, también, Twina? ¿No crees que debe ser muy rico y divertido?

—¡No hay nada de divertido en que lo humillen a una así!

—Justamente por eso es tan sexy —se defendió Alexandra, mientras se quitaba la parte de arriba del bikini, y se acercaba también a Ariadna. Le tomó la teta que Alice no estaba acariciando, se inclinó, le corrió el sujetador, y comenzó a darle deliciosos lametones en el pezón—. Estamos todos aquí al fin, Ari, ¿por qué no te dejas llevar al fin y te diviertes?

—Ustedes dos… son… ah… —gimió Ariadna, cuando Alice también empezó a lamerle el otro enorme seno. Juntas, Alexandra y Alice se coordinaron para besar, chupar y lamer los pezones de su hermana, mientras Arthur se masturbó frente a ellas, y Alexander con Charlotte se desnudaban uno al otro. Estaban entusiasmados. ¡Era el gran día!

—Hijas, hijo, su padre y yo los amamos. Queremos demostrarles ese amor —anunció Charlotte, acercándose a Ariadna, y procediendo a darle un largo lametón en su espalda, desde la parte baja hacia la zona trasera del cuello, cosa que puso a Ariadna a mil por hora—. Por favor, dejen todas las inhibiciones y dudas afuera, no se preocupen si nos ven o no, y follemos como nunca antes. Démonos amor como la familia que somos.

—Hijas, me han vuelto loco todo el día, y necesito liberar muchísimo semen que todavía tengo guardado —dijo Alexander, masturbándose frente a sus tres hijas en bikini, dos de las cuales chupaban los senos de la otra—. ¿Me quieren ayudar?

Alexandra y Alice asintieron, alegres y entusiasmadas, con un “Sí, papi”. Ariadna, pensativa, pero extremadamente mojada, se quedó mirando el miembro de su padre, aún un misterio para ella. Era grandioso, largo, grueso, venoso. Parecía difícil que entrara en su coño sin llenarla por completo. Parecía dura, se le hacía apetitosa. Se le hicieron agua los labios.

Primero, Alexandra se recostó de espaldas sobre la arena. Arthur quiso devolverle el favor de antes y se puso de rodillas entre las piernas de su hermana mayor. Le bajó el bikini escarlata y comprobó lo empapada que estaba. Olió el enviciante olor que salía de la vagina de Alexandra, y como un animal, comenzó a lamer todo lo que había allí, a la vez que metía un dedo a su interior.

—Ahhhhhhh sí hermano, sí, me muerooooo.

—No te olvides de mí, hija mía —dijo Alexander, de rodillas, poniendo su vergota a la altura de la boca de su hija, que sonrió de gusto.

—Ahhhhhh, nunca me olvido de ti, papá. Vamos, mete ese enorme pedazo de carne en mi garganta y fóllame la boca —dijo Alexandra, y menos de un segundo después, su padre introdujo su pene en su interior. La humedad en la boca de su hija era algo increíble.

—Eres una buena hija, Alex, una muuuuy buena hija, ohhh.

En tanto, Charlotte le ordenó a Ariadna y Alice que se pusieran de rodillas frente a ella y se besaran como “buenas hermanas”. Ellas obedecieron, cerrando los ojos y besándose como tantas noches antes, mientras su madre rebuscaba algo entre las cosas de su bolso.

—Te amo, Twina, y amo tus besitos —dijo Alice, deleitándose en el sabor y la humedad en los labios de su hermana.

—Y a mí me encanta tu lengüita traviesa, hermanita —dijo Ariadna, tomando la lengua de Alice con sus labios, y practicándole una breve y juguetona chupada.

—¿Dónde…? Oh, aquí está —anunció su madre.

—¿Qué es, mamá? —preguntó Ariadna, a la vez que Alice ahora le lamía el lóbulo de la oreja.

—Un juguetito para mis buenas niñas, por supuesto. —Charlotte sacó un gran y venoso dildo de color negro, que se ató con unas correas a su cintura, y que Ariadna y Alice miraron entre ilusionadas y sumamente sorprendidas—. Sé que mis hijas necesitan pene constantemente, y como buena madre, tengo que darles lo que necesitan.

Ariadna y Alice tomaron la polla negra con sus manos, se sonrieron mutuamente, y empezaron a lamer tímidamente al principio, y luego con más intensidad, el dildo de su madre. Charlotte se agarró las tetas, se lamió los pezones, y recreó su vista mirando a su otra hija, comenzando a ser penetrada por Arthur, sin dejar de chupar la verga de su padre.

—AHHHHH, sí, qué rico hermano, mételo más al fondo —gimió Alexandra con algunas dificultades, teniendo la polla de su padre en la boca.

—Está entrando y saliendo muy fácil —dijo Arthur, tomando a su hermana de las caderas para aumentar la intensidad de los envistes—. Estás súper mojada, Alex.

—Sí, síii, lo estoy, ¡me encanta tener dos penes para mí solita! —gritó Alexandra.

—No, no seas mala hija mía, tienes que compartir con tus hermanas y tu madre —le regañó Alexander juguetonamente, mientras movía las caderas rápidamente al interior de la boca de su hija mayor. Ésta sacó la lengua y disfrutó de la follada bucal.

—¡No quiero! Estas dos vergas son solo mías, hmmmm, y quiero que me den caña como me merezco. Úsenme, ¡úsenme como gusten! Soy toda suya, papá, Arthur, ahhhhh, ahhhhh, hmmmmmm. Usen mi cuerpo como les de la gana, ¡ahhhhhhhhh!

El nivel del mar comenzó a subir poco a poco, y ahora acariciaba los pies de los seis miembros de la familia White. A ellos no les interesó, así como tampoco les importó que hubiera un par de turistas caminando de la mano, cerca de ellos. De todos modos, no los notaron.

—Me encantan tus tetas, mamá, ¡me fascinan! —dijo Ariadna, de pie detrás de su madre, agarrándole los senos, jugando con ellos.

—Uf, qué hija más avara tengo, jaja —rio Charlotte, en relación a Alexandra.

—Eres una puta de mierda, Alex, pero lo siento —dijo Ariadna, empezando a pasar la lengua húmeda por el cuello de su madre, y acariciando sus piernas con las suyas—. Arthur es solo mío.

—¿Mami? —preguntó Alice en voz baja, que se masturbaba frenéticamente con una manito debajo del bikini, y con la otra frotando el dildo de su madre a la vez que lo chupaba lujuriosamente.

—¿Sí, cariño?

—¿Me dejas ir a follar con la Roja? Quiero darle a mi hermana una lección.

—Por supuesto, hijita, como gustes —asintió Charlotte, mientras compartía una mirada cómplice con su esposo, que actuó en seguida.

—Alex, te mereces un castigo —dijo Alexander, apartando la polla de su hija mayor.

—¡No! ¡Papá, no te lleves tu gran pene por favor! Ahhhhhh, ahhhhhhhh —gritó Alexandra, a la vez que Arthur aumentaba la intensidad de su follada en su coño. La pelirroja sacó la lengua, desesperada por atrapar el pene de su padre, que se alejaba.

—Eres muy egoísta y no te gusta compartir, así que me iré a follar con las demás.

—No, ¡no, por favor!

—Está bien, hermana, puedes comerme a mí —dijo la pequeña Alice, completamente desnuda ahora, arrodillándose encima del rostro de Alexandra—. Este es tu castigo por ser mala. Me harás todo lo que te diga.

—Oh, bebé —sonrió Alexandra, complacida por poder ocupar su lengua—. Desde luego, siéntate en mi boquita, Alice, castígame con tu coñito. Y tú, Arthur, sigue follándome, rómpeme el coño, ¡estoy a punto de venirme!

—¡Como digas, hija de puta! ¡Te voy a hacer correr con mi polla tantas veces que me suplicarás que pare! —exclamó Arthur, inclinándose para lamer la espalda de Alice, sentada delante de él.

—¡Nunca me cansaré de tu pene, hermano! ¡¡¡Ahhh, aquí viene!!! ¡Ahhhhh! ¡M-me vengoooo!

—Ay, ayy, aaaaaaaayyyyyyy, Roja, tu lengua está muy rica, me está acariciando toda mi conchita, ahhhhhh, qué ricooooo.

—Ahora te toca a ti, mi putita amada —le dijo Charlotte a su hija del medio, mientras la ponía en cuatro patas sobre la arena.

—Fóllame bien, mamá —musitó la excitadísima Ariadna. A la vez que su madre ponía la punta del dildo en la entrada de su coñito, una segunda polla apareció delante de ella.

—¿Serás una buena hija con tu viejo padre, cariño? —preguntó Alexander, de rodillas frente a su hija. La amaba, pero también la ponía increíblemente cachondo. Era la única de sus hijas con la que no había tenido sexo, y eso le provocaba una lujuria especial.

—¿P-papá? ¡¡¡¡¡Ahhhhh!!!!! —exclamó Ariadna, cuando justo su madre la penetró. Charlotte parecía tener mucha experiencia con los “strap-on”, probablemente gracias a sus hermanas, ya que se movía como una profesional, y le estaba dando un gusto que la estaba matando.

—Vamos, cariño, toma el pene de tu padre y dale amor —le dijo Charlotte.

—N-no, no puedo… —A pesar de lo cachonda perdida que estaba, una parte de su mente, la racional, comenzó a recordar los momentos con su padre siendo niña. Jugando en el parque, yendo a la playa como ahora, ayudándola a montar su primer pony… Por un momento, Ariadna casi se arrepiente de todo lo que había estado haciendo, y tiene un ataque de pánico.

—Te amo, hija mía —le reconfortó su padre, acariciándole el rostro con la mano, sin apartar su enorme polla—. Sé lo que estás pensando, pero esto es el máximo amor que un padre y una hija pueden tener. Te prometo hacerte sentir bien para siempre.

—Métete la verga de tu padre en la boca, mi amor —dijo Charlotte, entre maternal y cachonda, besando el lóbulo de la oreja y lamiendo el cuello de su hija—. Demuéstrale todo lo que has aprendido con tu familia. Disfruta.

—Papá… ¡Te amo! —exclamó Ariadna, antes de meterse agresivamente el pene frente a ella al fondo de la garganta. Era grueso y larguísimo. Casi se atraganta, pero aguantó y se acostumbró rápidamente, solo por la desesperación de darle a su padre la chupada de su vida.

—Ohhh, hija, qué estás…. Ohhh, eres sensacional, ¡qué bien lo haces! —le felicitó su padre, con toda su honestidad.

—Buena niña —dijo Charlotte.

Junto a ellos, bañados por el temprano oleaje, Alexandra devoraba apasionadamente la corrida de su hermanita, que ésta había liberado en su garganta. Además, se corría por tercera vez gracias a la polla de su Arthur en su coño.

—Ayyy, estuvo muy rico, hermanita.

—Lo sé, bebé, pero ya aprendí mi lección. También necesitas una buena polla. —Alexandra se acercó a Arthur y le susurró algo al oído. Luego, se dirigió a Alice—. Ponte de rodillas, hermanita.

—¿Así? —preguntó la inocente Alice, obedeciendo en seguida, mientras las olas la golpeaban suave y sensualmente. Con ambas manos se acarició los senos en crecimiento, y miró con deseo a su hermana y hermano.

—Así es —asintió Alexandra, que se puso de rodillas frente a ella, y la besó efusivamente. Alice, como siempre, le devolvió el beso, pero lo que no esperaba, era la furtiva mano derecha de Alexandra, que se introdujo dulce, pero rápidamente, en la entrada trasera apretada de su hermanita.

—¿Roja? —inquirió Alice, algo asustada, sin poderse soltar del cuerpo desnudo de su hermana mayor que abrazaba—. ¿A-Alexandra? ¿Qué estás haciendo?

—Hoy te vamos a estrenar, bebé, pero necesitas algo de práctica primero —dijo Alexandra, jugando con la lengua de su hermanita, y luego con sus pequeñas tetitas—. Dime, ¿te duele o te gusta?

—D-duele un poquito pero… ahora está… ahhhh…. ahora está m-mejor… ¡m-me gusta! —dijo progresivamente Alice durante un minuto o dos, mientras Arthur se masturbaba frente a ella.

—¿Segura? ¿Entonces estás listo para que hermanote te de caña por tu culito?

—S-sí, estoy segura —confirmó Alice, mirando hacia atrás, y dedicándole una mirada llena de angelical deseo a su hermano—. Ven, Twino, estoy lista para ti.

—Esa es mi hermana —dijo Arthur, que procedió lentamente a introducir su larga verga en el culito de Alice, que soltó un largo y sensual suspiro—. Ohhhh, estás muy apretada.

—Más, más… m-más adentro… Ayyyyy, ayyyyyyyy, está biennnnn, ¡me gusta! ¡Ayyyyyy…!

—Obedece a la putita, hermanote, mételo hasta el fondo. Y tú, mi angelito, ahora le vas a devolver el favor que te dio tu diablita —dijo Alexandra, poniéndose de pie, ubicando su coño abierto a la altura del rostro de Alice.

Ésta sonrió traviesamente, y sin perder más tiempo, metió la lengua entre las piernas de su hermana, devorando con pasión todo lo que se encontró.

—M-me corro… ¡¡¡Ahhhhhhhh!!! —exclamó Ariadna, en cuatro patas, gracias al dildo de su madre en su coño.

—Buena niña. ¿No deseas ahora venirte con la verga de papá? —preguntó Charlotte a su hija.

—¿Q-que papá me folle? —preguntó Ariadna, liberando por un momento el pene de su padre de su garganta, lo que fue un alivio, pues éste estaba a punto de liberar toda su corrida acumulada demasiado pronto.

—Así es, cariño. —Charlotte se inclinó hacia adelante, sacó la lengua, y jugó un rato con la de su hija, intentando calentarla lo suficiente para que aceptara.

¿Follar con papá?, pensó Ariadna, sintiendo como su excitación crecía más y más. Había llegado al clímax, pero ya percibía uno nuevo aproximarse. “Follar con papá”, repitió Ariadna, en su cabeza, una y otra vez. “Correrme en la polla de papá”, se dijo.

Ariadna empujó a su padre al suelo, de espaldas. Alexander y Charlotte pensaron que lo habían arruinado, que su hija del medio se iría corriendo y no les volvería a hablar. Por el contrario, con mucha agresividad, Ariadna se quitó el bikini completo, y se sentó sobre su padre.

La muchacha de bellos ojos azules y sensuales piernas, tomó la parte de abajo de su propio bikini y se lo dio a su madre, que comenzó a lamerlo lascivamente de inmediato. Luego, la chica tomó la verga de su padre, y violentamente se dejó caer encima.

—Ohhhhh, ¡hija mía!

—¡Papá, papá, papáaaaa! —exclamó Ariadna, saltando sobre la verga erecta y durísima de su papá—. ¡Dame amor, papá! ¡Fóllame! ¡Dale amor a tu hija, fóllate a tu hijita! ¡Ahhh, ahhh, ah, ah, ah, ah, ahhhhh, hmmmmm, ahhhhhh! ¡Eso es, dale caña a tu Ari! ¡Fóllame, fóllame, fóllame!

—Santo cielo, hija —dijo Charlotte, sorprendida, lamiendo por turnos las bragas de su hija y el dildo que había estado metido en su coño—. Eres una verdadera zorra, estoy orgullosa de ti.

—También yo, me estás montando como una profesional, cariño —dijo Alexander, poniendo las grandes manos sobre las grandes tetas de Ariadna, que cerró los ojos y se dejó llevar completamente por la pasión y la lujuria desenfrenada. No pasó mucho tiempo hasta que se corrió de nuevo.

Con el agua en sus rodillas, ocultos por las grandes rocas de la playa, y un sol que ya comenzaba a ocultarse, los White se organizaron en una última posición, con centro en Ariadna y Alexander, pues la muchacha definitivamente no quería dejar de montar a su padre, estaba completamente en el paraíso ahora que había superado todas las barreras del tabú.

—Ari, eres increíble, te amo hija, ¡te amo, eres la mejor!

—Sí, papá, síiiii, ámame más, dame todo tu amor, ¡quiero que todos me echen chorros y chorros de amor, por favor! ¡¡¡¡Ahhhhh!!!!

Alice se sentó sobre la boca abierta de su padre, que comenzó a penetrarla con la lengua. Alice y Ariadna se fundieron en un fraternal abrazo, y comenzaron a besarse y acariciarse mutuamente los labios y los senos.

—Te amo, Twina, me encanta cómo me besas, es muy rico compaaaaaahhhhrtir esto contigoooo. Mami, ¿qué me vas a hacer? Ayyyy.

—Te voy a hacer sentir muy rico, cariño.

Detrás de Alice se acostaron Charlotte y Alexandra, en posiciones contrario. Su madre se puso en cuatro patas, y con una mano metió el dildo negro al interior del anito de su hijita menor. La penetración fue muy fácil, dada la excitación de la chiquilla. En tanto, debajo de Charlotte, Alexandra se abrió de piernas para que su madre pudiera hacerle sexo oral fácilmente. La matriarca de los White no se contentó con eso, y metió sus dedos al interior del culo de su hija mayor también con la mano libre.

—Eres una zorra, madre, pero no te preocupes, yo también aprendí mucho de ti —dijo Alexandra, abriendo los labios mayores de su madre para penetrarla con la lengua, completando un perfecto 69 entre ellas—. Dios mío, estás desbordándote, mamá.

—Es lo que provoca follar con todas mis hijas y mi esposo, jaja. Pero me falta el plato principal. ¿Bebé? —le preguntó a su hijo, de pie detrás de su madre y hermana mayor, con la polla erecta y lista para el último encuentro—. ¿Podrías darme muy fuerte por culo, hijo?

—Por supuesto que sí, mamá —asintió el muchacho, que no fue ni gentil ni lento cuando metió su larga verga al interior del ano de su madre—. Ohhhh, te mueves muy bien, má, ahhhhh.

—Ufff, qué rico, hijo, creo que me vas a hacer venir muy pronto, ahhhh, hmmmmm, más fuerte, más fuerte, dame muy muy fuerte y duro, hijito, ahhhhhhhhhhhhh.

Los jugos que salieron de la penetración cayeron sobre el rostro y cabellos de Alexandra, ya empapados por meados, y eso la llevó a tal clímax que se corrió de nuevo.

—¡¡¡¡¡AHHHHHHHHHHHH!!!!! Los amo a todos, ¡son unos guarros de mierda, me fascinan!

Alice recibía una deliciosa comida de coño de su padre, se dejaba consentir por los lametones de Ariadna, y era penetrada intercaladamente por los dedos de su madre y el dildo en su culo. Se corrió cuatro veces, empapando el rostro de su papá.

Ariadna montaba intensamente a su padre, a la vez que chupaba los senos de Alice, y se dejaba devorar el cuello por aquel angelito lascivo. Se corrió seis veces, cubriendo de jugos vaginales el pene de su papá.

Alexandra cogía la concha de su madre con la boca, y recibía una doble penetración de ésta, tanto con su lengua en su “conejito travieso”, como con el dildo negro y los dedos de su mamá en su culo. Se corrió cinco veces sobre el rostro de la puta de su madre.

Charlotte era penetrada tanto por la lengua de su hija mayor en su vagina, como por el enorme pene de su hijo en su trasero, quien le daba continuamente de nalgadas. Se corrió tres veces, y una fue un orgasmo anal que hizo casi desfallecer a su hijo amado.

Pero aún faltaban dos corridas, las más importantes para las cuatro damas. Los dos hombres se habían estado aguantando mucho, pero después de tantas horas follando, finalmente habían llegado a su límite, y anunciaron su inminente corrida.

—E-estoy a punto…

—Me voy a correr, putas.

Los dos se pusieron de pie y comenzaron a masturbarse, mientras Charlotte comenzaba a dar órdenes a sus hijitas.

—Niñas, ya escucharon a nuestros machos. Todas van a ponerse de rodillas frente a sus enormes vergas, y van a dejar que las bañen de semen, ¿estamos claras?

—¿Vamos a recibir semen de papi y Twino? —preguntó Alice, alegremente, siendo la primera en ponerse de rodillas frente a los vigorosos penes.

—Sí, bebé, vamos a recibir un buen baño de lefa caliente —dijo Alexandra, junto a su hermanita, sacando la lengua y poniendo las manos juntas—. En esta posición, como buena perrita.

—¡Yo quiero! Denme todo, lo necesitooooo —rogó Ariadna, pegándose junto a su hermana menor para recibir la mayor parte de la lechada—. Papá, mi amor, báñenme completa.

—Eso es chicas —dijo Charlotte, complacida, arrodillándose junto a Ariadna—. Ahora, saquen las lenguas, abran bien la boca y digan “ah”.

—Sí, mami —asintió Alice, sacando la lengua lo más que podía, impaciente.

—Solo somos sus bolsas de semen, hagan lo que quieran con nosotras —dijo Alexandra, sumisa.

—¡Córranse! ¡Papi, Arthur! ¡Córranse en mi boca! ¡Denme su leche! —suplicó Ariadna.

—Vamos, mis machos deliciosos, alimenten a sus perras hambrientas —ordenó Charlotte.

—¡¡¡Ohhhhhhhhhhhhh!!! —gritaron Alexander y Arthur a la vez, masturbándose tan rápidamente que sus manos apenas se distinguían. Estallaron, liberando todo el semen que habían acumulado durante todo ese tiempo, gritando mientras sufrían interminables y deliciosos espasmos.

Litros y litros de leche fueron a parar a los rostros y senos de las cuatro mujeres insaciables. Charlotte, más experimentada, sabía cómo recibir la gran mayoría del semen en su boca, aunque mucho fue a parar a sus enormes tetas, cuello y cabello. Alexandra se acarició el rostro y el cabello a medida que la leche la caía encima, ebria de placer mientras era bañada, convertida en un depósito de leche. Ariadna estaba en éxtasis, recogiendo todo lo que podía, haciendo gárgaras con lo que caía en su garganta, temblando de placer a medida que sus senos eran cubiertos de semen. Alice reía traviesamente, saboreando su ración de lefa caliente, pasándosela por su cuerpo entero como si fuera jabón, y pronto empezó a lamer los restos de semen de las mejillas y cuellos de sus hermanas, junto a ella.

Charlotte se puso de pie delante de sus tres hijas, y una por una fue besándolas en los labios, compartiendo con ellas el semen que había recogido. Ese era el verdadero amor de madre para ella.

—¡Eso fue espectacular! ¡Está muy ricoooooooo! Slurrrp, slurrrp.

—Soy una puta bañada en semen, me fascina, ¡estoy en el cielo!

—Papá, mamá, gracias por todo. Arthur, te amo muchísimo, gracias.

—Muy bien, chicas. Las mujeres de nuestra familia siempre han sido buenas en esto, y ustedes han cumplido con creces. Vean cómo quedó la polla de su hermano y su padre, están muy complacidos.

—¿Las mujeres? —preguntó Ariadna, saliendo de su ensoñación—. Entonces, ¿es verdad que tú y tus hermanas...?

—Sí. Mis hermanas Elizabeth, Isabella, Gabrielle y yo aprendimos a follar desde que éramos muy jóvenes, y fuimos educadas en ello por nuestros propios padres también.

—Así es —confirmó Alexander, agotado en la arena—. De hecho, mi hermano y yo tuvimos nuestra primera vez al mismo tiempo, dándole una doble penetración a nuestra hermana April.

—Espera, ¿el tío Andrew? ¿El esposo de la tía Elizabeth? —preguntó Arthur, al fin armando parte del rompecabezas en su mente.

—Sí, es mi hermano, solo que no solemos hablarlo mucho para ocultar el secreto.

—En nuestra familia el incesto es algo fundamental. Más aún, la tía Elizabeth y el tío Andrew ya se han acostado con sus hijas e hijo, antes que nosotros. Por cierto, vienen a quedarse la próxima semana, hay que recibirlos cómo dios manda.

—¿Y ambos se follaron a la tía April? —preguntó Ariadna, restándole importancia a la visita de sus tíos, primas y primo que vivían en Inglaterra.

—Muchísimas veces, y también con Charlotte y sus hermanas. No sé por qué te sorprende, Ari, tú también has cogido con tu primo, ¿no, cariño?

—¿Qué tiene eso que…? Momento… ¿Qué?

Alexander y Charlotte se dieron la mano. Ambos sonrieron, listos para al fin revelar el segundo de los grandes secretos de la familia White, algo que ni siquiera ellos sabían en su juventud, y que descubrieron poco después de sus primeras citas unos con otros.

—Su padre y yo somos primos —dijo Charlotte—. Mi mamá es la hermana mayor del papá de él, del tío Andre y la tía April.

—La familia White es más grande y guarra de lo que creen, jajajaja —rio Alexander, mientras sus hijas e hijo quedaban más boquiabiertos que nunca.

Continuará

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heranlu

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Las Aventuras de la Familia White – Capítulo 015


17La Pijamada
—¿Que tus papás qué? —preguntó Cindy Brown por el teléfono.

—Son primos —respondió Alice White.

—¿Y han follado desde cuándo?

—Ufff, desde muy jóvenes, parece.

—¿Pero cómo se explica eso? No entiendo…

—No nos han dicho todos los detalles, pero parece que mi papi y mi mami no sabían que eran primos cuando empezaron a salir. Lo mismo con la tía Elizabeth, que es la hermana mayor de mami, que está casada con mi tío Andrew, que es el hermano de papi jiji.

—¿Y ellos tienen hijos?

—Tres. Mis primitas gatitas…

—¿Gatitas?

—Así les llamo. Una se llama Katrina y la otra Catherine. “Cat”. Gatitas. Son gemelas.

—Oh, por dios, eso es muy sexy.

—Y el otro se llama Wellington, pero yo le llamo Willy. Es algo molesto.

—¿Pero es atractivo? —Alice pudo notar en la voz de Cindy cómo se aceleraba su respiración.

—Un poquito, pero es pesado y súper duper creído.

—¿Y me dices que él y las gemelas han follado con sus papás?

—Así parece, antes que nosotros.

—Dios mío, me está poniendo re caliente que me digas eso, Ali. Oye, ¿por qué no voy para allá? Pregunta a tu mamá si podemos tener una pijamada tú y yo.

—¡Claro que sí! Eso me pondría muy feliz. Ven rápido, podemos ver películas, comer palomitas y escuchar música hasta tarde.

—Tengo algo mucho más entretenido planificado, cariño. Pregunta, y si tu mamá dice que sí, mi hermano me irá a dejar cerca de las nueve.

Alice tuvo suerte. Cuando entró a la habitación de sus papis, Alice encontró a Charlotte acostada en su cama, las piernas abiertas, las sábanas completamente mojadas, y su dildo negro junto a su cuerpo. Estaba contenta, pues iba a tener la noche entera para ella, sola para masturbarse, ahora que su padre había ido a reunirse con su sobrina Valentina en un motel, que Alexandra había ido a una orgía con sus amigas, y que Arthur y Ariadna probablemente se quedarían encerrados en la habitación del primero.

Cindy Brown tocó la puerta de la casa de los White a las 8:58, y lo primero que hizo al abrirle Alice la puerta fue plantarle un tierno besito en los labios, como la buena amiga que era. Ni siquiera se molestó en despedirse de su hermano, que se alejó en la noche con su auto.

Ambas amigas subieron a la habitación, alegres y risueñas. Se cambiaron de ropa, mientras Charlotte les llevaba unas tazas con chocolate caliente.

—Oh, muchas gracias señora Charlotte —dijo la pequeña Cindy, de la misma edad de Alice, con el cuerpo completamente desnudo hacia arriba, mostrando sus tetas tan desarrolladas para su edad.

—No me digas “señora”, Cindy, solo dime Charlotte, ¿ok? —dijo la mujer, sonriente, contemplando el cuerpazo de la mejor amiga de su hija. Tendría así una nueva imagen para masturbarse otra vez en un rato más.

—Como diga Charlotte, jeje —dijo Cindy, colocándose encima su larga camiseta de pijama blanca, que tanto resaltaba su piel morena, dejando al descubierto uno de sus hombros. Debajo, solo llevaba sus braguitas negras, como su cabello.

—¡Gracias mami! —exclamó Alice, poniéndose el short de pijama rosa que apenas dejaba algo a la imaginación. Arriba solo tenía puesto una corta polerita rosa con un corazón blanco. Se había dejado el largo cabello castaño completamente suelto, y se veía muy atractiva.

—Diviértanse, chicas —dijo Charlotte, cerrando la puerta de su hija, sabiendo que si se quedaba más tiempo iba a hacer algo de lo que se arrepentiría. No porque no lo disfrutaran, de seguro sería así, pero no quería arruinar los planes que esa pequeña putita había pensado para hacer con su hijita.

—Jijiji, ¿qué haces Cini? —preguntó Alice, risueña, sentada en la cama. Apenas su madre cerró la puerta, Cindy, que estaba a su lado, le tomó la mano y comenzó a darle húmedos besos en su hombro izquierdo.

—Te ves muy sexy con ese pijama, ¿sabías, cariño? —preguntó Cindy, dándole efusivos besos, subiendo desde el codo hasta el hombro, y luego llegando a su cuello—. Estás muy linda.

—Ay, me gusta, Cini… me gusta…

—Después de todo lo que me contaste hoy, me mojé mucho, amiga.

—Sí, sí, y-yo también…

—Y tu mamá está super hot. ¿Has follado con ella también? —preguntó Cindy, a la vez que con una de sus manos le masajeaba los senos por encima de la corta camiseta a su amiga.

—Sí, mami y yo empezamos a… a… ahhhhh —gimió Alice.

—¿A follar? ¿Follaste con tu mami?

—Sí, muchas veces, m-me gusta mucho… ahhhhh, hmmm.

—Dios mío, Ali, me encantaría meterles los dedos a ambas.

—¿C-Cini? ¿V-vamos a ver una peli o…?

—¿Quieres que te cuente lo que se me ocurrió, cariño?

—Sí, sí…

—Vamos a necesitar encender tu portátil primero.

Ambas chicas se sentaron en la cama con el computador portátil de Alice frente a ellas. Alice estaba muy caliente ya, sentía su conejito muy mojado debajo del pequeño short que se había puesto. Cindy se metió a un sitio de videochats. Resultó que tenía una cuenta allí, y que a veces la gente le pagaba por verla hacer cosas sucias en sus videos. Se había hecho con mucho dinero fácilmente gracias a eso, y lo mejor era que el sitio funcionaba como una ruleta. Eso significaba que se encontraba con personas al azar en el chat, hablaba con ellos si lo deseaba, y les ofrecía un show a cambio de dinero que depositaban a su cuenta.

Esta vez, el show sería algo especial. Antes de ingresar al chat y activar la cámara, Cindy le preguntó a Alice si estaba dispuesta a ello, y le prometió que compartirían las ganancias.

—¿Qué tengo que hacer?

—Lo que tú desees y estés dispuesta a hacer. Tú y yo dominamos la situación, los hombres aman a las chicas de nuestra edad y les encantará ver a dos juntitas. ¿Qué te parece?

—¡Sí! Estoy muy entusiasmada… y… y…

—¿Estás cachonda, putita? —le preguntó su amiga de piel oscura, palpando su coñito húmedo por encima del short.

—Sí… me excita mucho la idea.

—Guarda algo para eso entonces. Vamos a ir despacio, ¿ok?

Cindy encendió la cámara y ambas entraron al chat al azar. Lo primero que apareció en su pantalla fue una mujer de unos treinta que miraba su celular distraídamente. Cindy hizo click en un botón rojo, y pasó a la siguiente persona, un hombre igual de aburrido que la mujer, que apenas dio la impresión de notarlas. Cindy lo saltó también.

—Esto toma algo de tiempo —explicó la chica, pacientemente—. Tú solo espera.

En la pantalla apareció un hombre rechoncho, lleno de acné, cabello sucio, y sin camisa. Alice hizo un gesto de decepción de nuevo, pero Cindy le dio una palmada en el muslo, sonriéndole.

—¿Eh?

—¡Esto es lo que buscamos!

—¿Esto?

—Hola, cariño —dijo Cindy al micrófono. El hombre no las había saltado; de hecho, las miraba atentamente, y se notaba que le gustaba lo que veía. Sudaba copiosamente, y parecía que se le hizo de inmediato agua la boca al ver a aquellas dos amigas en pequeños pijamas—. ¿Qué cuentas?

—H-hola, sí, ¿c-cómo están?

—Jijiji —rio Cindy, coquetamente—. Muy bien, pero no tanto como tú, amor.

—Ohhhh, ¿e-es esto una broma? —preguntó el gordo, desconfiado.

—Para nada, es solo que a mi amiga y a mí nos pareces muy atractivo —explicó Cindy, dándole un fugaz beso en la mejilla a su amiga. Alice se sorprendió, pero no dijo nada—. ¿Y tú qué tal?

—M-muy bien, ¿y tú?

—Ya te dije que muy bien, cariño, jijiji, parece que estás algo nervioso.

—Ohhhh, lo siento, n-no estoy… n-no debí… —El hombre hizo el atisbo de saltar el chat, pero Cindy la detuvo.

—Vamos, vamos, cariño, es normal ponerse nervioso. Pero de seguro eres un hombre con experiencia hablando con chicas, ¿no? —No esperó la respuesta, y se acarició sutilmente una teta por sobre la camiseta blanca de pijama—. ¿Te parecemos atractivas?

—¡Oh, mucho! ¡Muchísimo!

—¿En serio? ¿Te gustamos aunque seamos unas chicas tan pequeñas y jóvenes? —Cindy sabía cómo manejar la situación. Para evitar que el hombre pensara que era una encerrona de la policía o algo así, se acercó al cuello de Alice y comenzó a darle morbosos lametones mientras miraba sensualmente a la cámara.

—¡Me encantan! J-jamás he estado con chicas y… ustedes… aunque sean niñ…

—Ay, no puedo creer eso de que no has estado con chicas, cariño, no con tu cuerpazo. ¿Tú qué opinas, Alice?

Alice entendió de inmediato lo que tenía que hacer, y siguió el juego.

—Cierto, eres muy lindo. Tampoco te creo.

—¿Ves, cariño? ¿Y sabes algo más? Mi amiga y yo ofrecemos regalitos a los que nos gustan, a cambio de una pequeña cuota, ¿sabes? —dijo Cindy, a la vez que Alice le daba tiernos besos en el cuello, devolviéndole el favor.

—¿Cuota? ¿Cómo es eso?

—Pues, verás, podemos hacer algunas cositas por ti, si quieres. Para entreternos. —Cindy escribió algo en el chat, y luego volvió a mirar a la cámara seductoramente—. Te dejé escrita mi cuenta y algunos precios.

—¿Ustedes son pr…?

—No, no, cariño, no es lo que parece. Es solo que queremos pagarnos nuestro viaje de fin de semestre, y necesitamos algo de pasta, ¿entiendes? Y si nos ayudas, podemos entretenerte mucho, eres demasiado atractivo como para que mi amiga y yo dejemos esto pasar.

—No queremos que lleguen otras chicas y te roben antes que nosotras —se atrevió a decir Alice, y Cindy le felicitó con la mirada.

—Pues… ehhhhh….tengo algo de din… de pasta, sí.

—¿Ah, sí? —preguntó Cindy, masajeando de nuevo los senos de Alice, muy suavemente, por sobre la tela del pijama rosa.

—M-me gustaría que… que ustedes… ¿podrían darse un beso?

—¿Por ti? Por supuesto, cariño, no faltaba más. Solo deposita el dinero en la cuenta, y cuando lo reciba, nos besaremos para ti. Aunque con la condición de que imagines que te estamos besando a ti, no entre nosotras, ¿ok? Todo esto es por ti.

Una campanita sonó, indicando que el depósito había sido hecho. Cindy sonrió al comprobar que el hombre había pedido un poco más que solo un beso.

—¿Cómo te llamas, cariño? —preguntó Cindy, tomando a Alice del mentón y acercándose para darle un beso en los labios.

—M-Mark… —respondió el hombre, nervioso y sudando abundantemente.

—Mark, qué nombre tan varonil, ¿no crees, Alice?

—Es muy sexy, síp —dijo Alice, abriendo la boca para recibir la lengua de su amiga, que la introdujo en su garganta. Ninguna de las dos dejó de mirar a Mark en ningún momento, lo cual hacía la visión algo mucho más lujurioso.

—Ohhhh, realmente lo están haciendo… —musitó Mark. Las chicas pudieron escuchar un “ziiip”, que indicaba que se estaba abriendo el cierre del pantalón.

—Por supuesto que lo estamos haciendo —dijo Cindy, interrumpiendo su morreo con Alice para hablar—. Eres un hombre guapísimo, e imaginamos que te besamos a ti. ¿Te gustaría que te acariciara así la lengüita con la mía?

—S-sí… sí, me gustaría —dijo Mark, notoriamente masturbándose ya, aunque sin mostrarles.

—Parece que te gustan las chicas de nuestra edad, ¿eh, machote?

—Ohhh, me encantan. Me fascinan. —El “fapfap” se estaba haciendo más rápido e intenso. No duraría más de un minuto o dos. Cindy lo notó y decidió darle a Mark lo que había pagado, antes de que se corriera y se arrepintiera de todo.

Sin dejar de mirar a la cámara, ambas amigas se quitaron sensualmente la parte de arriba del pijama una a la otra. Cindy se dobló, tomó un pezón de Alice con una mano, y el otro con los labios. Mientras pellizcaba uno, el otro lo cubría con la saliva que salía de su lengua, e incluso le escupió, mientras Alice miraba sensualmente a la cámara, respirando entrecortadamente por el placer.

—¿Seguro que no quieres que hagamos algo más, Mark? —preguntó Cindy después de un rato, a la vez que ahora Alice era ahora quien le lamía los duros pezones en los grandes senos que tenía para su edad.

—N-no tengo más y… ohhhh… ahhhhhhhh —gimió Mark, anunciando su corrida, y justo en ese momento, Cindy presionó un botón y saltó a otra persona. Un grupo de muchachos que jugaban con la consola.

—Ponte el pijama, Ali —dijo Cindy, mientras volvía a ponerse su larga camiseta.

—¿Ehh? Pero me estaba divirtiendoooo.

—Sí, pero si dejamos que ellos manden, ellos ganan, y no queremos eso. Recuerda que nosotras dominamos la situación y… No, niñatos, ustedes lárguense, no nos interesa —le dijo a los muchachos por el micrófono cuando empezaron a gritar “muestren las tetas”, y saltó a otro chat—. Como decía, esto se pone interesante cuando los distintos participantes van poniendo más y más pasta para que hagamos cosas.

—¿Pero cómo sabremos que se meterán a eso para vernos?

—Porque es lo más común. Mira, nos acaba de salir un chico que se está haciendo la paja, jaja. ¡Eso es lo que más una se encuentra en este sitio!

—Ohhhh —suspiró Alice, mirando aquel muchacho, de pelo negro y sumamente flacuchento, tal vez de la edad de Arthur, que se hacía la paja delante de ellas.

—Sígueme de nuevo. —Cindy se acercó al micrófono y le habló al muchacho con su voz más sexy—. Hola, cariño, ¿cómo te llamas?

El tipo, que estaba echado en su sillón, en vez de decir algo, escribió con su mano libre.

“Hola, soy Fer. Muestren las tetas”.

—Vaya, pareces ser muy directo, ¿eh? Y somos hasta menores que tú, ¿no te importa? jiji

“nOoO”, escribió textualmente Fer.

—Si nos depositas algo a nuestra cuenta, podemos hacerte un espectáculo —dijo Cindy. Su plan era mostrarle a Alice cómo algunos se acobardaban cuando les pedían la pasta, pero para su sorpresa, la campanita sonó y un buen montón fue ingresado en la cuenta que Cindy había dejado en el chat—. Oh vayaaaa. Pareces ser un chico malo, ¿eh? Pero a mi amiga le pareces lindo, así que vamos a complacerte, ¿verdad, Ali?

—¡Sí! —Por toda respuesta, Alice se quitó la parte de arriba del pijama, y lo propio hizo su amiga. Ambas pegaron bien sus senos a la cámara y comenzaron a jugar con ellos.

—¿Te gusta lo que ves, cochinote? —preguntó Cindy, saltando para que sus tetas se mecieran de arriba hacia abajo—. ¿Te gustas nuestras tetitas?

“Sí”, escribió simplemente el muchacho.

—Eres muy lindo, me haces babear, ay —dijo Alice, derramando algo de saliva sobre sus propios pechitos, con lo que se ganó un aumento de rapidez en la paja de Fer.

Luego tipeó algo más con las dos manos, y volvió a masturbarse al tiempo que la campanita sonaba. Un nuevo depósito. Cindy pensó que probablemente le robaba a la mamá o algo así.

—Vaya, vaya, ¿así que quieres ver nuestros culitos? ¿Podemos darle lo que pide, Ali?

—¡Claro! De seguro le van a gustar mucho nuestros culitos, jijijiji.

Ambas amigas se voltearon. Pusieron los traseros a la altura de la cámara y comenzaron a moverlos como perritas que mueven la cola, mientras reían. Alice se bajó un poco el short, Cindy se corrió a un lado el calzoncito que llevaba, y cuando ambos coños quedaron a la vista, Fer se vino frente a la cámara. Un largo chorro fue a parar a la pantalla, y Fer tomó rápidamente un trozo de papel higiénico para limpiarse, y la campanita volvió a sonar.

Cindy le dedicó un efusivo beso a la cámara, se despidió con la mano, presionó su botoncito para saltar a otro chat. Volvieron a vestirse. En la pantalla apareció una señora que, al ver la ropa que llevaban, empezó a gritarles que eran unas putas alejadas de Dios, y que iba a hablar con sus madres. Las chicas la ignoraron enteramente, y pronto apagaron el micrófono y la cámara.

—¿Y bien? ¿Qué te parece, Ali?

—Cini… estoy muy caliente…

—Lo sé, cariño, yo también estoy humeando. —Cindy se abrió de piernas, y le mostró lo mojado que tenía el chochito—. Estoy que me muero por hacer un 69. Pero aún podemos ganar algo más de pasta esta noche, ya con lo que tenemos nos alcanza para comprarnos la camiseta y la faldita que queramos mañana en el centro comercial.

—¡O podemos comprarnos diez helados cada una!

—Jajaja, también. Bueno, ahora nos saldrán unas cuantas más personas aburridas, pero más temprano que tarde nos saldrá una buena polla. Quiero que esta vez tú tomes el control, ¿te atreves?

Alice lo meditó un poco. No era tímida, pero esto era algo completamente nuevo, y no era tan extrovertida y experimentada como Cindy, a pesar de que tenían la misma edad. Sin embargo, estaba tan cachonda que no lo pensó por demasiado tiempo.

—¡Sí!

—Esa es mi putita. Bien, vamos a saltar unos cuantos chats… un par más, uf, qué tío tan feo, un poco más… hum, muy pequeño, demos un par de saltos más y… oh. Oh, dios mío.

—Ayyyyy, qué grande.

Frente a su pantalla no parecía haber una persona, sino que solo una verga. Una delgada y algo torcida, pero larguísima polla. Aunque no se veía tan “poderosa” o venosa como la de Arthur o papi, Alice estaba sorprendida de lo larga que era, jamás había visto algo así, y se preguntó cómo le entraba en los pantalones.

El tipo solo se mostraba desde la mitad del pecho para abajo, en una habitación muy oscura, y se masajeaba los testículos frente a la cámara. No tenía un cuerpo particularmente atractivo. Era delgado y pecoso, pero la verdad era que lo absurdamente largo de su polla llamaba mucho la atención de ambas chicas.

Alice encendió la cámara y habló al micrófono.

—Wow, tienes una cosita bellísima…

—¿Te parece? —preguntó el tipo al otro lado, sin dejar de acariciarse lentamente los huevos—. Ustedes no están nada mal. Pero no le digas “cosita”, o se pondrá triste.

—¡Cierto! Es una cosa muy bonita.

—Es maravillosa —musitó Cindy, mordiéndose los labios. No parecía estar fingiendo esta vez.

—¿Cómo te llamas?

—Ustedes pueden llamarme “Tractor-X” —se presentó, con su acento británico—. ¿Y ustedes, cosas sexys, quiénes son?

—Soy Ali, y ella es mi amiga Cini. Nos gustas mucho, eres muy lindo.

—Encantado. Y ustedes, ¿qué hacen por estos lados, además de contemplar mi larga polla?

—Oh, por dios, qué hijo de puta —susurró Cindy. En lugar de ofendida, sus pezones se habían puesto duros debajo de su camiseta de pijama. Alice notó lo mismo de los suyos.

—Bueno, necesitamos algo de dinero, y estamos ofreciendo algunos jueguitos a cambio. ¿Te parece? ¿Querrías jugar con nosotras, Tractor-X? —Alice copió y pegó la cuenta de Cindy, y los precios en el chat.

—Hm. Vaya, son unas putitas baratas, ¿eh?

Antes de que alguna de las dos pudiera protestar, la campanita sonó. Era el doble de lo que habían recibido antes, y ambas se pusieron rojas de alegría.

—¿Tanto quieres vernos jugar, hijo e´puta? —preguntó Cindy, atrevida, mostrando lenta y sensualmente sus tetas, con los pezones muy erectos. Alice no perdió tiempo en ponerse a manosear sus propios pechos por encima de la ropita.

—Ustedes me van a ver jugar a mí, más bien.

—Pero eres tú el que nos paga —dijo Alice, quitándose la polerita de pijama. Estaba cachonda perdida, no aguantaba más las ganas de coger con Cindy, y tenía muchos deseos de meterse la polla en la cámara a su interior.

—Exacto. Ustedes trabajan para mí. Quiero que se morreen con lengua, como las putitas que son —ordenó Tractor-X, mientras su mano se tomaba su tiempo en ir desde la punta a la base de su polla, y de vuelta.

Con el dinero que habían depositado, Cindy también sabía que se podían atrever a algo un poco más sexy. Tomó a su amiga de la mano y se alejaron un poco de la cámara, de pie. Alice entendió en seguida las intenciones de Cini, y encendió el reproductor de música.

Las chicas se pusieron a bailar muy sensualmente, meneando las caderas, entonando sus curvas al son de la música. Cindy ya era una experta en el strip tease a pesar de su corta edad, pero Alice era una rápida aprendiz, y muy pronto se adaptó a los lujuriosos movimientos de su amiga.

Mientras bailaban, comenzaron a acariciase los pechos y la cintura mutuamente. Tractor se masturbaba frenética, pero controladamente, aunque se notó que se estremeció cuando las chicas le obedecieron, y empezaron a morrearse apasionadamente, lamiéndose mutuamente las bocas, las mejillas y el cuello, depositando saliva en la garganta de una y otra. Desde la primera vez que se besaron, en los baños del colegio, que ambas sabían perfectamente lo que le gustaba a la otra, y les excitaba de sobremanera complacer esos gustos.

A Alice le encantaba que Cindy le acariciara rápidamente la lengua con la suya, y que de vez en cuando le diera besitos en la punta mientras le masajeaba los pequeños senos.

A Cindy le fascinaba cuando Alice le escupía al interior de la garganta (lo que hizo sin dejar de mirar a la larguísima polla en el monitor), o cuando parecía devorarla con ambas manos puestas sobre las mejillas. También le gustaba que le dieran una que otra nalgada.

—¿Te gusta lo que ves, cachondo de mierda?

—¿Te calienta ver a chicas de nuestra edad hacer esto?

—Muchísimo, pero aún no termino —contestó Tractor-X ante las preguntas de las amigas. Pronto, la campanita sonó nuevamente, y el depósito esta vez se triplicó. Cindy se preguntó si el tipo de verdad tenía tanto dinero, o si era traficante o algo… aunque, en verdad, no le importaba mientras les pagaran bien—. Quiero que la morenita le coma el coño a la blanquita.

Cindy obedeció al instante. Se puso de rodillas, de tal manera que su cabeza aun apareciera en la cámara, y le bajó delicadamente los shorts de pijama a su amiga. Al hacerlo, varios chorros de fluido vaginal cayeron sobre sus manos.

La muchacha de ojos grises miró a su amiga a sus ojos azules, y con la lengua afuera, comenzó a darle una espectacular comida de coño que Alice hacía mucho necesitaba.

—Ayyy, ay, ahhhhhhh… qué ricoooooooo, sigueeeee.

—Slurrrrp, slurp, slurrrp, qué delicia de concha tienes, Ali. Sluuuuuuuuuurp, slurp, slurp, slurp.

—Eso es, mis buenas putas, sigan, sigan —dijo Tractor, depositando un poco más a la cuenta de las chicas, para motivarlas, mientras aumentaba la velocidad de su paja.

Las piernas de Alice temblaban. Cindy ponía especial atención en lamer el clítoris de su amiga, y con uno de sus dedos la empezó a penetrar. No pasó mucho hasta que se corrió en la boca de su amiga, liberando un montón de chorros que Cindy se tragó alegremente.

—Ayyy, estuvo muy bueno… —susurró Alice, intentando recuperar el aliento—, ¿qué más quieres que hagamos, Tractor?

—¿Tienes más para complacer a tus putitas? —preguntó Cindy, justo cuando la campanita volvió a sonar. Esta vez era un verdadero montón de dinero, que de seguro les ayudaría a comprarse tanta ropa interior y lencería como para llenar dos cajones.

—Ahora cambien, y más les vale que me sorprendan.

Alice tomó la iniciativa. Guio a Cindy a la cama, y ésta se puso en posición de perrito, con el culo bien abierto ante la cámara. Alice le bajó las empapadas bragas, y se acercó al coñito de su amiga, pero la verdad era que estaba muy salida, y quería intentar algo nuevo, como había hecho su mami con ella en la playa.

Para el asombro y espasmos guturales de Tractor, y para la sorpresa y gemidos de placer de Cindy, Alice le abrió las nalgas con las manos, sacó la lengua, y comenzó a practicarle un beso negro a su amiga. Jamás lo había hecho, y sintió que no se arrepentía. Cindy le había dicho que siempre tenía sexo anal con su hermano, así que todos los días se limpiaba muy bien el culo con enemas.

Después de que Alice, además, le acarició el clítoris con una de sus manos, Cindy tardó tres minutos en correrse. Un verdadero “squirt” fue a parar a los pechos de Alice, complacida de tener una nueva habilidad.

Cuando ambas se voltearon nuevamente a la cámara, Alice casi se cae de espaldas. Ya no había solo un pene, sino que el rostro de “Tractor-X” estaba en la pantalla. Cabello rojo, pecas, ojos azules, dientes grandes, una sonrisa perversa… “belleza británica”, como dirían algunos. Wellington Black le dirían otros, el primo de Alice, hijo de los tíos Andrew y Elizabeth.

—¡Willy! —exclamó Alice—. ¿Q-qué estás…?

—Espera, espera, no te alteres, prima. Mira. —Tipeó algo en el pc, la campana sonó, y Cindy comprobó que había triplicado todo el depósito que habían recibido en todo ese rato, de una sola vez—. Esto es para una sesión privada.

—¿Privada? ¿Como es eso?

—Deja la ventana abierta. Mi familia y yo llegamos durante hoy y nos estamos quedando en un hotel, pero ahora puedo salir y visitarlas. ¡Por favor! Si no hacía esto, jamás lo habrías aceptado, ¿o no, primita?

En cualquier otra circunstancia, Alice White se habría horrorizado y lo habría mandado a la mierda como no hacía con ningún otra alma. Toda esa pedantería, arrogancia y egolatría solo podían pertenecer a ese primo, tan distinto a Arthur o Junio, y no quería nada que ver con él. Sin embargo, Cindy la tumbó sobre la cama de sorpresa, y se sentó en su boca, antes de inclinarse y meter la lengua entre las piernas de Alice. La menor de los White estaba cachondísima, no podía negarlo.

—Te doy quince minutos para llegar, Willy, o cerraré la ventana —dijo Alice, antes de proceder a comerse el coño de su amiga. Comenzaron el perfecto 69 que tanto deseaban.

Trece minutos después, Wellington, el pelirrojo flacuchento que era hijo menor de su tío Andrew, y que había recibido el apellido de su dominante y elegante madre, Elizabeth Black, apareció vestido completamente de negro (incluida una capucha y lentes de sol), con una escalera de mano bajo el brazo. Como era de esperarse de ese idiota, estaba todavía muy caliente, y su erección se notaba bajo el pantalón casi como una pierna extra.

Cuando Wellington subió y entró en la habitación (tras dos intentos y caídas fallidas), se encontró con Alice y Cindy, completamente desnudas, con las piernas cruzadas una con la otra, y sus coños unidos en lo que se conocía popularmente como tijeras.

—T-tonto Willy… pensamos que no… uffff, q-que no vendrías… —dijo Alice, con el rostro y los senos manchados de los “squirt” de Cini.

—¿Y perderme esto? —dijo Wellington, quitándose rápida y torpemente la ropa.

—Acabábamos de empezar a hacer tijeritas —dijo Cindy, con el cuerpo cubierto de transpiración, la boca llena de jugos vaginales, estaba tan salida que parecía querer devorar el coño de Alice con el suyo—. Ahhhh, ahhh, ahhhhh, mi amiga aquí me dice que eres un idiota, pero espero que tu larga polla no lo sea, ahhhh, ahhhhh.

—Pueden comprobarlo por ustedes mismas, putas. —Con agresividad, Wellington intentó montar a Cindy de inmediato, pero ésta lo esquivó, y tumbó junto con Alice al muchacho sobre la cama con una tremenda facilidad.

—Lo siento, cariño, pero ya sea online o en vivo, Ali y yo dominamos.

—Estás bajo nuestro control, Willy —dijo Alice, subiéndose sobre la cadera de un controlado Wellington, y guiando su larguísima verga a su entrepierna húmeda—. Ohhh, no sé si podré…

—Por supuesto que podrás, cariño, solo siéntate sobre ella y disfruta —dijo Cindy, sentándose en la cara de Wellington mientras le aplastaba los brazos con sus rodillas—. Y tú, más te vale que me comas bien el coño, hijo de puta arrogante.

—Esperen, putas de mierda… ¿acaso solo soy un pene para ustedes? ¡Salgan de encima!

—Fue lo único que le mostraste a un par de jovencitas inocentes, a las que pagaste para que follaran entre sí —dijo Cindy, comenzando a menearse de adelante hacia atrás sobre la lengua de Wellington, que de todos modos no era tonto, y no deseaba más que comerse un coño así de joven y lujurioso como el de ellas—. Así que no te quejes y dame gusto… eso es… sigue, nada mal…

—Ay, está muy… ¡muy adentro, Cini! —exclamó Alice, aun descendiendo sobre la polla de su primo, mientras ponía sus manos sobre los senos de Cindy que tanto le encantaban—. M-me gusta muchísimo, qué ricoooo, ahhhhhhhhhhhhhhh.

—Eso es mi pequeña puta, disfruta, tú y yo nos lo merecemos —dijo Cindy, acercándose a su amiga y plantándole un fogoso beso de lengua de nuevo, tal como le gustaba.

Después de diez minutos, Alice se corrió, y se tumbó sobre la cama de espaldas. Cindy se puso sobre ella, se abrió las nalgas, e invitó a Wellington a penetrarla.

—Vamos, cabecita roja, elige un agujero y tómalo.

—Ya verás, malnacida —dijo Wellington, que ni corto ni perezoso, comenzó a follar el ano de Cindy, ya bien lamido por Alice.

—Ohhhhh, nada mal… n-nada mal… eso, sigue, más, más...

—Q-quiero que hagamos esto más a menudo, Cini…. —le dijo Alice, debajo de ella. La pequeña estaba masturbándose de nuevo, y pronto se corrió gracias a la estimulación de sus propios dedos.

—Cuando quieras. Podríamos abrir un canal privado para nuestros seguidores, ahhhhhhh, y de seguro… hmmmmm, este tipo y otros como él nos pagarán muy bien… ahhhhhhhh

—¡Sí! Eso me gustaría. Quiero que hagamos esto juntitas… cariño —dijo Alice, tímidamente, acelerando la rapidez de sus dedos, lista para venirse otra vez.

—¿Acaso me estás proponiendo noviazgo, putita? —preguntó Cindy, inclinándose para comerle los senos a su amiga—. Eres un encanto, me fascinas.

—¡Oigan! ¡Yo estoy aquí! —dijo Wellington, desde atrás, follando como en una maratón, muy cerca de correrse ya. Cindy lo notó.

—Vente en mi culo, hijo de puta, y luego cállate y vete, que quiero estar a solas con Ali.

—Sí, pero no olvides pasarte por nuestro canal, ¿ok, primito? —dijo Alice, traviesamente, mientras se lamía un dedo para calentar a Wellington. Su voz puso al pelirrojo a mil por hora, y pronto se vino en las entrañas de Cindy.

—Son… ¡son unas furcias de mierda! AAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHH.

—Sí. Pero las mejores —dijeron ambas chicas al unísono, pensando en el dineral que se harían jugando juntas.


Continuará

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