La Zapatilla Española - Capítulo 01
Eran las 10 de la nohe del martes 8 de septiembre de 1970. El taxi, un Seat 1500 negro con una franja roja, se detuvo, bajo una suave lluvia, enfrente de una casa señorial. El taxista, un hombre de unos 40 años, de pelo cano, bajó del auto y le abrió la puerta a su pasajera, una joven rubía de 1.68 de estatura de 46 kilos de peso, de ojos azules, cabello rubio platino que le llegaba a la cintura y de tímida mirada. Vestía un vestido negro de cuello alto en el que se adivinaban unas pequeñas tetitas, y calzaba unos zapatos negros de charol. El taxista, después de salir la joven y cerrar la puerta del taxi, cogió la maleta en el maletero y le dijo a la joven, mirando para una casa que tenía en la entrada un farol con una bombilla encendida dentro:
-Ese es el lugar al que tenía que traerla.
Se fueron hacia la casa. El taxista llamó a la puerta. Le abrió un muchacha con uniforme de sirvienta, que le dijo a la joven:
-Bienvenida, señorita Genoveva.
-Bien hallada.
El taxista se fue, se ve que ya le habían pagado la carrera. La sirvienta cogió la maleta y condujo a Genoveva a un salón en el que estaba sentada en un sillón su tía Berta, una mujer de 30 años, 1.75 de estatura y 80 kilos de peso. Tenía el pelo negro recogido en un moño. Llevaba puesto un vestido marrón que le tapaba los zapatos. En su cuello lucía un collar de perlas y en las orejas dos pendientes de broche con dos perlas más grandes que las del collar. Su rostro reflejaba una seriedad que imponía. A su lado, de pie, estaba Dorotea, la ama de llaves, una mujer de unos 50 años, tan mal encarada como la tía de la joven. Berta se levantó del sillón, fue al encuentrio de su sobrina, le dió dos besos en las mejillas, y le preguntó:
-¿Cómo estás?
-Mal, tía Berta. Me he quedada sola en la vida.
-No estás sola. Yo sienpre estaré aquí para ti. ¿Tienes hambre?
-Si, hace dos días que no como.
Berta habló con sus empleadas.
-Prepara la mesa, Celia, y tú, Dorotea, lleva a la maleta de mi sobrina a su habitación y dile donde está todo.
Poco después estaban cenando tía y sobrina en una mesa para doce personas, cada una a un extremo de la mesa, Berta bebía vino tinto con el faisán, Genoveva, agua.
-¿Qué estudios cursaste, Genoveva?
-Dejé la escuela de la aldea los 11 años. Había que trabajar.
-Desde mañana tienes el bachiller elemental.
-¡¿Se puede comprar?!
-Con dinero se compra casi todo. ¿Cuántos años tiene, 18, no?
-Sí,18.
-Desde mañana tienes 15.
-Eso sería una mentira.
-Una mentira necesaria para entrar en las filipensas. Allí harán de ti una señorita.
-Yo no sé mentir. Se darán cuenta de que tengo más de 15 años.
-Las monjas no te harán preguntas. Son amigas mías. Además, con el cuerpo que tienes lo que no creerían es que tienes 18 años.
Acabaron de cenar y volvieron al salón, un salón en el que los muebles eran antiguos y la paredes estaban cubiertas con copias de cuadros de Goya, Velázquez, Murillo... Berta, le preguntó a su sobrina:
-¿No te has preguntado porque no puse luto por tu madre?
-Sí, pero no son cosas mías.
-No lo puse porque tu madre era una perdida.
Genoveva rompió a llorar.
-Esa es otra mentira.
-No, es una verdad como un templo.
Genoveva, con lágrinas en los ojos, le preguntó a su tía:
-¿Por qué me cuenta eso de mi madre?
-Algún día lo tenías que saber. Tú, además de ser mi sobrina eres mi hermana. Tu madre se acostó con tu abuelo y tú eres el fruto de esa unión.
La tensión que llevaba soportando la pobre Genoveva por la perdida de su madre junto a las palabras de su tía, de las que no creía nada, hicieron que explotara, y le dijera:
-¡¡¡Hija de puuuuuuuuuuuta!!!
Berta se levantó y la abofeteó.
Genoveva, asustada, y con la cara dolorida, se disculpó:
-Lo siento, lo siento, tía. No se lo que me pasó. Yo no soy así.
-Ya descubrí tu lado oscuro. De ahora en adelante, cosa que hagas mal. ¡Zapatilla que te crió! ¡¡A tus aposentos!!
Genoveva al llegar a su habitación se desnudó. Tenía un cuerpecito maravilloso. Sus tetas eran pequeñitas, de esas que caben en la boca, y pequeñita era su rajita, que estaba rodeado de vello rubio. Sus piernas eran de una pefeccion total, junto a su culito redondo y su marcada cintura... De pie, enfrente del espejo del armario, peinó con un cepillo su largo cabello, dejando que parte de él tapara sus tetitas... el resto le caía por la espalda y le hacía cosquillas en el culo. Le gustaba lo que estaba viendo. Se tocó el sexo, intentado olvidar lo que le dijera su tía, estaba mojado. Cogió el cepillo por las hebras y comenzó a meterse el mango de nacar, que tenía el grosor de un pulgar. Metió los ocho centímetros de mango en su chochito. Le encantaba sentir como entraba y salia. Aceleró un poquitín el movimiento de su mano y viendo su preciosa cara en el espejo, explotó. Apretó las piernas, que le temblaban descontroladas, y sintió un delicioso orgasmo cuyo flujo bajo de su sexo por el interior de sus muslos, llegó a su tobillos y se detuvo en el piso de madera...Cuando se recuperó, limpió el piso, puso un camisón y se echó a dormor,
Berta estaba en su habitación... Desnuda, con su largo pelo negro suelto, sus grandes tetas libres del yugo del corsé, sus grandes caderas y su culazo, era una hembraza que estaba tan buena que empalmaría a un muerto... En la cama, boca arriba, con los ojos cerrados y dos dedos dentro de su coño, volvió al colegio de las filipensas. Se situó en un día, cuando ya tenía 18 años, en que una compañera de clase le dijera que la siguera al servicio para fumar un Chester. Estaba en aquel pequeño cubículo entre la taza y la puerta fumando el pitillo. Su amiga la besaba, acariciaba sus tetas, le bajaba las bragas y le comía el chochito... Cuando estaba a punto de correrse llegaba la directora, a la que apodaban SPANISH SLIPPER, y las sorprendía.... Se dió la vuelta y se puso boca abajo en la cama. Abrió el cajón de la mesita y sacó una zapatilla marrón de felpa con suela de goma amarilla... Estaba en el despacho de la directora. SPANISH SLIPPER le estaba dando con una zapatilla idéntica a la suya... Se comenzó a azotar las nalgas. ¡Paf, paf, paf... !Se corría y su flujo mojaba el hábito de SPANISH SLIPPER, que le sonreia con picardía. Se dio mas rápido con la zapatilla. ¡Paf, paf, paf, paf....! Empezó a salir fujo de su chocho. Salía a borbotones y iba llenando su mano. Berta se corrió mordiendo la almohada para que no se sintieran sus gemidos
La Zapatilla Española - Capítulo 02
Genoveva bajó las escaleras de roble con pasamanos de ébano que comunicaban el bajo de la casa señorial con los dormitorios vistiendo el uniforme del colegio del convento de las filipenses, o filipensas, como le gustaba llamarlo a su tía Berta. Estaba arrebatadora con su larga melena rubio platino suelta, aquella falda de tablas gris, por encima de las rodillas, sus calcetines blancos, sus zapatos negros, la blusa blanca, el jersey gris y su chaqueta gris con el escudo del colegio a la altura de una de sus tetas.
Celia iba a subir las escaleras, alzó la vista y vio las bragas blanca de Genoveva. Bajó la cabeza. Esperó a que bajara las escaleras, y al llegar a su lado, le dijo:
-Buenos días, señorita Genoveva. ¿Ha dormido bien?
-Buenos días, Celia. He dormido bien, gracias.
Celia subió a las habitaciones para limpiarlas y Genoveva se dirigió al salón donde la esperaba la tia sentada en su sillón, con la sargento, de pie, a su lado izquierdo.
-Buenos días tía, buenos días señorita, Dorotea.
Le respondió Dorotea.
-Buenos días señorita. ¿Tiene apetito?
-Mucho.
La tía la iba a poner al día.
-¿A que hora te había dicho que bajaras a desayunar?
-A las ocho.
-¿Y qué hora es?
Genoveva miró para el reloj de pared del salón.
-Las ocho y dos minutos.
-Mañana, si quieres desayunar, baja a tu hora.
Genoveva, se resignó. Se sentó en un sillón y le dijo a su tía:
-¿Puedo hacerle una pregunta?
-Puedes, pero eso no quiere decir que te vaya a contestar.
-¿Por qué me dijo lo de mi madre, así...?
-Sin anestesia.
-Sí.
-¿Te sientes tan mal como ayer?
-No. Ayer cuando llegué a esta casa se me estaba cayendo el mundo encima, pero cuando llegué a mi habitación algo cambió dentro de mí, no sé que fue, pero algo cambió.
-Cambió tu manera de pensar. No es lo mismo llorar a una mujer inmaculada que a una pecadora. Por eso te lo dije.
-Fuera como fuera siempre la querré. Era mi madre.
-Y mi hermana. Algún día hablaremos largo y tendido sobre ella. Levántate y da una vuelta que quiero ver lo guapa que estás.
Genoveva se levantó, dio un par de vueltas y sus tripas hicieron ruidos de protesta.
Berta le dijo a Dorotea:
-Trae el desayuno en dos bandejas. Hoy desayunamos aquí.
-Sí, señora.
Volvió el rostro serio y autoritario... Lo que hacía que aquella mujer de misa y confesión diaria, de 30 años, aparentara 40 años o más, aunque desnuda ya sabemos que pasaría por una joven de 25.
-¡Esta es la primera y la última que te paso, niña! ¿Entendido?
-Sí, tia.
Desayunando bacon con huevos y tostadas untadas con mantequilla y mermelada, (cosa que extrañó a Genoveva, aunque se cayó) le dijo la tía:
-Pórtate bien en el colegio. No quiero recibir una queja. Si la recibo, aparte del castigo que recibas en el colegio, recibiras otro en casa. Quiero sentirme orgullosa de ti, y si para eso hace falta usar la fuerza bruta, la usaré.
-No se preocupe, haré que se sienta orgullosa de mí.
Poco más tarde, Genoveva se marchó con una carpeta bajo el brazo. En el camino al colegio del covento, muchos muchachos y muchachas,... viejos y viejas, la miraban, unos con lujuria y otras con envidia. Y muchas fueron las cabezas que se giraron para verla por detrás. Genoveva lo percibía y le gustaba ser deseada. y envidiada.
La primera clase que dio, a las nueve de la mañana, fue la de inglés. La profesora era una monja de 50 años, de ojos claros y cara de buenaza. Ella fue la que la presentó a las 32 alumnas del aula.... Al sonar el timbre y acabarse la clase, la monja se fue... Esperando por la monja que les iba a dar clae de lengua y literatura, le dijo Genoveva a la chica que estaba en el pupitre de al lado:
-Parece una bella persona la profesora de inglés.
-Es la directora, Sor Piedad, pero la apodan SPANISH SLIPPER.
-¿Y eso que significa?
-Zapatilla española. Dicen que se lo pusieron por que sus padres eran ingleses, y como a ella no le gustaba la fiesta española, ni le guitarra española... ¿Adivinas lo que le gustabai
-Las zapatillas españolas.
-¡Quién me diera ser guapa cómo tú!
Genoveva miró de arriba a bajo a la muchacha, que era regordita, alta, con tetas medianas... una chica del montón. y le dijo:
-Fea no eres.
-Ya, per si fuera guapa cómo tú sería una de las privilegiadas.
-¿Por ser guapa se es privilegiada en este colegio?
-¿Sabes guardar un secreto?
-Seré una tumba.
-Si fuera guapa probaría su zapatilla.
-No te entiendo
-Una chica guapa cuando comete una falta la mandan al despacho de la directora, y cuenta la leyenda que SPANISH SLIPPER la pone en sus rodillas y la azota con una zapatilla de felpa por encima de la falda. A la segunda falta le levanta la falda y la azota por encima de las bragas. A la tercera falta le levanta la falda, le quita las bragas y la azota, suavemente, mas de 50 veces, y a la cuarta falta la chica, al azotarla con más brío a bragas quitadas, la chica ya se corre.
-¿Qué le hace aparte de azotarla?
-Eso es lo que sabría si fuera guapa.
-¿Y a ti quién te lo dijo?
-Ya te dije que lo de SPANISH SLIPPER es una leyenda.
-Difícil de creer. Prece tan buena... tan religiosa...
-Pues la misma leyenda cuenta que SPANISH SLIPPER se enamoró perdidamente de una alumna.
-¡No me digas!
-Sí te digo, y esa misma leyenda cuenta que a esa alumna, cuando dejó el colegio, le regaló la pareja de la zapatilla con la que azota a las guapas.
-¿Esa leyenda no será un bulo que se inventó una alumna resentida?
-Puede ser, pero a mi me gusta creer que es verdad.
-¿Qué les hacen las monjas a las chicas que no son guapas cuando cometen una falta?
-Nos dan hostias como mundos.
Sonó el timbre y entró en clase Sor Virtudes, la profesora de lengua y literatura.
-¿Cómo te llamas?
-Clara.
Sor Virtudes dijo con voz autoritaria:
-¡¡Silencio!!
Se hizo el silencio en el aula.
En la casa señorial, Celia, que era una morena de20 años, algo más baja que Genoveva, de ojos marrones, de pelo negro, recogido en dos coletas, con grandes tetas... un bomboncito... Como era una curiosa se puso a fisgar en los cajones de la cómoda. Atrás de todo vio una bolsa de papel, la sacó del cajón, metió la mano y sacó unas bragas blancas que tenían una gran mancha amarilla. Supo al momento que aquella mancha fuera hecha por el flujo de una gran corrida. Olió las bragas. Cerró los ojos y vio a Genoveva, desnuda, limpiando el chochito con ellas. Cerró la puerta de la habitación. Se echó sobre la cama y volviendo a oler las bragas, se tocó las tetas. Después metió una mano dentro de sus bragas y comenzó a masturbarse con dos dedos. Vio a Genoveva bajando las escaleras. Fue a su encuentro. Le bajaba las bragas. Vio sus labios rosados empapados. Le limpiaba el sexo de flujo con su lengua y se lo bebía. Le comía el pequeño chochito... Gemoveva empezaba a correrse... Celia metió y sacó los dedos con más rapidez. Se sentía:¡"Chof, chof, chof, chof, chof, chof...!" El coño le estaba echando por fuera. Sintió que se iba a correr. Aceleró el metesaca. Sus dedos parecían pies chapoteando en una charca. Tapó la boca con las bragas para silenciar sus gemidos. Se levantó para no manchar la cama. El placer del orgasmo que la sacudió hizo que cayera de rodillas, después se encogió y acabó de correrse en posición fetal.
Continuará
-
Eran las 10 de la nohe del martes 8 de septiembre de 1970. El taxi, un Seat 1500 negro con una franja roja, se detuvo, bajo una suave lluvia, enfrente de una casa señorial. El taxista, un hombre de unos 40 años, de pelo cano, bajó del auto y le abrió la puerta a su pasajera, una joven rubía de 1.68 de estatura de 46 kilos de peso, de ojos azules, cabello rubio platino que le llegaba a la cintura y de tímida mirada. Vestía un vestido negro de cuello alto en el que se adivinaban unas pequeñas tetitas, y calzaba unos zapatos negros de charol. El taxista, después de salir la joven y cerrar la puerta del taxi, cogió la maleta en el maletero y le dijo a la joven, mirando para una casa que tenía en la entrada un farol con una bombilla encendida dentro:
-Ese es el lugar al que tenía que traerla.
Se fueron hacia la casa. El taxista llamó a la puerta. Le abrió un muchacha con uniforme de sirvienta, que le dijo a la joven:
-Bienvenida, señorita Genoveva.
-Bien hallada.
El taxista se fue, se ve que ya le habían pagado la carrera. La sirvienta cogió la maleta y condujo a Genoveva a un salón en el que estaba sentada en un sillón su tía Berta, una mujer de 30 años, 1.75 de estatura y 80 kilos de peso. Tenía el pelo negro recogido en un moño. Llevaba puesto un vestido marrón que le tapaba los zapatos. En su cuello lucía un collar de perlas y en las orejas dos pendientes de broche con dos perlas más grandes que las del collar. Su rostro reflejaba una seriedad que imponía. A su lado, de pie, estaba Dorotea, la ama de llaves, una mujer de unos 50 años, tan mal encarada como la tía de la joven. Berta se levantó del sillón, fue al encuentrio de su sobrina, le dió dos besos en las mejillas, y le preguntó:
-¿Cómo estás?
-Mal, tía Berta. Me he quedada sola en la vida.
-No estás sola. Yo sienpre estaré aquí para ti. ¿Tienes hambre?
-Si, hace dos días que no como.
Berta habló con sus empleadas.
-Prepara la mesa, Celia, y tú, Dorotea, lleva a la maleta de mi sobrina a su habitación y dile donde está todo.
Poco después estaban cenando tía y sobrina en una mesa para doce personas, cada una a un extremo de la mesa, Berta bebía vino tinto con el faisán, Genoveva, agua.
-¿Qué estudios cursaste, Genoveva?
-Dejé la escuela de la aldea los 11 años. Había que trabajar.
-Desde mañana tienes el bachiller elemental.
-¡¿Se puede comprar?!
-Con dinero se compra casi todo. ¿Cuántos años tiene, 18, no?
-Sí,18.
-Desde mañana tienes 15.
-Eso sería una mentira.
-Una mentira necesaria para entrar en las filipensas. Allí harán de ti una señorita.
-Yo no sé mentir. Se darán cuenta de que tengo más de 15 años.
-Las monjas no te harán preguntas. Son amigas mías. Además, con el cuerpo que tienes lo que no creerían es que tienes 18 años.
Acabaron de cenar y volvieron al salón, un salón en el que los muebles eran antiguos y la paredes estaban cubiertas con copias de cuadros de Goya, Velázquez, Murillo... Berta, le preguntó a su sobrina:
-¿No te has preguntado porque no puse luto por tu madre?
-Sí, pero no son cosas mías.
-No lo puse porque tu madre era una perdida.
Genoveva rompió a llorar.
-Esa es otra mentira.
-No, es una verdad como un templo.
Genoveva, con lágrinas en los ojos, le preguntó a su tía:
-¿Por qué me cuenta eso de mi madre?
-Algún día lo tenías que saber. Tú, además de ser mi sobrina eres mi hermana. Tu madre se acostó con tu abuelo y tú eres el fruto de esa unión.
La tensión que llevaba soportando la pobre Genoveva por la perdida de su madre junto a las palabras de su tía, de las que no creía nada, hicieron que explotara, y le dijera:
-¡¡¡Hija de puuuuuuuuuuuta!!!
Berta se levantó y la abofeteó.
Genoveva, asustada, y con la cara dolorida, se disculpó:
-Lo siento, lo siento, tía. No se lo que me pasó. Yo no soy así.
-Ya descubrí tu lado oscuro. De ahora en adelante, cosa que hagas mal. ¡Zapatilla que te crió! ¡¡A tus aposentos!!
Genoveva al llegar a su habitación se desnudó. Tenía un cuerpecito maravilloso. Sus tetas eran pequeñitas, de esas que caben en la boca, y pequeñita era su rajita, que estaba rodeado de vello rubio. Sus piernas eran de una pefeccion total, junto a su culito redondo y su marcada cintura... De pie, enfrente del espejo del armario, peinó con un cepillo su largo cabello, dejando que parte de él tapara sus tetitas... el resto le caía por la espalda y le hacía cosquillas en el culo. Le gustaba lo que estaba viendo. Se tocó el sexo, intentado olvidar lo que le dijera su tía, estaba mojado. Cogió el cepillo por las hebras y comenzó a meterse el mango de nacar, que tenía el grosor de un pulgar. Metió los ocho centímetros de mango en su chochito. Le encantaba sentir como entraba y salia. Aceleró un poquitín el movimiento de su mano y viendo su preciosa cara en el espejo, explotó. Apretó las piernas, que le temblaban descontroladas, y sintió un delicioso orgasmo cuyo flujo bajo de su sexo por el interior de sus muslos, llegó a su tobillos y se detuvo en el piso de madera...Cuando se recuperó, limpió el piso, puso un camisón y se echó a dormor,
Berta estaba en su habitación... Desnuda, con su largo pelo negro suelto, sus grandes tetas libres del yugo del corsé, sus grandes caderas y su culazo, era una hembraza que estaba tan buena que empalmaría a un muerto... En la cama, boca arriba, con los ojos cerrados y dos dedos dentro de su coño, volvió al colegio de las filipensas. Se situó en un día, cuando ya tenía 18 años, en que una compañera de clase le dijera que la siguera al servicio para fumar un Chester. Estaba en aquel pequeño cubículo entre la taza y la puerta fumando el pitillo. Su amiga la besaba, acariciaba sus tetas, le bajaba las bragas y le comía el chochito... Cuando estaba a punto de correrse llegaba la directora, a la que apodaban SPANISH SLIPPER, y las sorprendía.... Se dió la vuelta y se puso boca abajo en la cama. Abrió el cajón de la mesita y sacó una zapatilla marrón de felpa con suela de goma amarilla... Estaba en el despacho de la directora. SPANISH SLIPPER le estaba dando con una zapatilla idéntica a la suya... Se comenzó a azotar las nalgas. ¡Paf, paf, paf... !Se corría y su flujo mojaba el hábito de SPANISH SLIPPER, que le sonreia con picardía. Se dio mas rápido con la zapatilla. ¡Paf, paf, paf, paf....! Empezó a salir fujo de su chocho. Salía a borbotones y iba llenando su mano. Berta se corrió mordiendo la almohada para que no se sintieran sus gemidos
La Zapatilla Española - Capítulo 02
Genoveva bajó las escaleras de roble con pasamanos de ébano que comunicaban el bajo de la casa señorial con los dormitorios vistiendo el uniforme del colegio del convento de las filipenses, o filipensas, como le gustaba llamarlo a su tía Berta. Estaba arrebatadora con su larga melena rubio platino suelta, aquella falda de tablas gris, por encima de las rodillas, sus calcetines blancos, sus zapatos negros, la blusa blanca, el jersey gris y su chaqueta gris con el escudo del colegio a la altura de una de sus tetas.
Celia iba a subir las escaleras, alzó la vista y vio las bragas blanca de Genoveva. Bajó la cabeza. Esperó a que bajara las escaleras, y al llegar a su lado, le dijo:
-Buenos días, señorita Genoveva. ¿Ha dormido bien?
-Buenos días, Celia. He dormido bien, gracias.
Celia subió a las habitaciones para limpiarlas y Genoveva se dirigió al salón donde la esperaba la tia sentada en su sillón, con la sargento, de pie, a su lado izquierdo.
-Buenos días tía, buenos días señorita, Dorotea.
Le respondió Dorotea.
-Buenos días señorita. ¿Tiene apetito?
-Mucho.
La tía la iba a poner al día.
-¿A que hora te había dicho que bajaras a desayunar?
-A las ocho.
-¿Y qué hora es?
Genoveva miró para el reloj de pared del salón.
-Las ocho y dos minutos.
-Mañana, si quieres desayunar, baja a tu hora.
Genoveva, se resignó. Se sentó en un sillón y le dijo a su tía:
-¿Puedo hacerle una pregunta?
-Puedes, pero eso no quiere decir que te vaya a contestar.
-¿Por qué me dijo lo de mi madre, así...?
-Sin anestesia.
-Sí.
-¿Te sientes tan mal como ayer?
-No. Ayer cuando llegué a esta casa se me estaba cayendo el mundo encima, pero cuando llegué a mi habitación algo cambió dentro de mí, no sé que fue, pero algo cambió.
-Cambió tu manera de pensar. No es lo mismo llorar a una mujer inmaculada que a una pecadora. Por eso te lo dije.
-Fuera como fuera siempre la querré. Era mi madre.
-Y mi hermana. Algún día hablaremos largo y tendido sobre ella. Levántate y da una vuelta que quiero ver lo guapa que estás.
Genoveva se levantó, dio un par de vueltas y sus tripas hicieron ruidos de protesta.
Berta le dijo a Dorotea:
-Trae el desayuno en dos bandejas. Hoy desayunamos aquí.
-Sí, señora.
Volvió el rostro serio y autoritario... Lo que hacía que aquella mujer de misa y confesión diaria, de 30 años, aparentara 40 años o más, aunque desnuda ya sabemos que pasaría por una joven de 25.
-¡Esta es la primera y la última que te paso, niña! ¿Entendido?
-Sí, tia.
Desayunando bacon con huevos y tostadas untadas con mantequilla y mermelada, (cosa que extrañó a Genoveva, aunque se cayó) le dijo la tía:
-Pórtate bien en el colegio. No quiero recibir una queja. Si la recibo, aparte del castigo que recibas en el colegio, recibiras otro en casa. Quiero sentirme orgullosa de ti, y si para eso hace falta usar la fuerza bruta, la usaré.
-No se preocupe, haré que se sienta orgullosa de mí.
Poco más tarde, Genoveva se marchó con una carpeta bajo el brazo. En el camino al colegio del covento, muchos muchachos y muchachas,... viejos y viejas, la miraban, unos con lujuria y otras con envidia. Y muchas fueron las cabezas que se giraron para verla por detrás. Genoveva lo percibía y le gustaba ser deseada. y envidiada.
La primera clase que dio, a las nueve de la mañana, fue la de inglés. La profesora era una monja de 50 años, de ojos claros y cara de buenaza. Ella fue la que la presentó a las 32 alumnas del aula.... Al sonar el timbre y acabarse la clase, la monja se fue... Esperando por la monja que les iba a dar clae de lengua y literatura, le dijo Genoveva a la chica que estaba en el pupitre de al lado:
-Parece una bella persona la profesora de inglés.
-Es la directora, Sor Piedad, pero la apodan SPANISH SLIPPER.
-¿Y eso que significa?
-Zapatilla española. Dicen que se lo pusieron por que sus padres eran ingleses, y como a ella no le gustaba la fiesta española, ni le guitarra española... ¿Adivinas lo que le gustabai
-Las zapatillas españolas.
-¡Quién me diera ser guapa cómo tú!
Genoveva miró de arriba a bajo a la muchacha, que era regordita, alta, con tetas medianas... una chica del montón. y le dijo:
-Fea no eres.
-Ya, per si fuera guapa cómo tú sería una de las privilegiadas.
-¿Por ser guapa se es privilegiada en este colegio?
-¿Sabes guardar un secreto?
-Seré una tumba.
-Si fuera guapa probaría su zapatilla.
-No te entiendo
-Una chica guapa cuando comete una falta la mandan al despacho de la directora, y cuenta la leyenda que SPANISH SLIPPER la pone en sus rodillas y la azota con una zapatilla de felpa por encima de la falda. A la segunda falta le levanta la falda y la azota por encima de las bragas. A la tercera falta le levanta la falda, le quita las bragas y la azota, suavemente, mas de 50 veces, y a la cuarta falta la chica, al azotarla con más brío a bragas quitadas, la chica ya se corre.
-¿Qué le hace aparte de azotarla?
-Eso es lo que sabría si fuera guapa.
-¿Y a ti quién te lo dijo?
-Ya te dije que lo de SPANISH SLIPPER es una leyenda.
-Difícil de creer. Prece tan buena... tan religiosa...
-Pues la misma leyenda cuenta que SPANISH SLIPPER se enamoró perdidamente de una alumna.
-¡No me digas!
-Sí te digo, y esa misma leyenda cuenta que a esa alumna, cuando dejó el colegio, le regaló la pareja de la zapatilla con la que azota a las guapas.
-¿Esa leyenda no será un bulo que se inventó una alumna resentida?
-Puede ser, pero a mi me gusta creer que es verdad.
-¿Qué les hacen las monjas a las chicas que no son guapas cuando cometen una falta?
-Nos dan hostias como mundos.
Sonó el timbre y entró en clase Sor Virtudes, la profesora de lengua y literatura.
-¿Cómo te llamas?
-Clara.
Sor Virtudes dijo con voz autoritaria:
-¡¡Silencio!!
Se hizo el silencio en el aula.
En la casa señorial, Celia, que era una morena de20 años, algo más baja que Genoveva, de ojos marrones, de pelo negro, recogido en dos coletas, con grandes tetas... un bomboncito... Como era una curiosa se puso a fisgar en los cajones de la cómoda. Atrás de todo vio una bolsa de papel, la sacó del cajón, metió la mano y sacó unas bragas blancas que tenían una gran mancha amarilla. Supo al momento que aquella mancha fuera hecha por el flujo de una gran corrida. Olió las bragas. Cerró los ojos y vio a Genoveva, desnuda, limpiando el chochito con ellas. Cerró la puerta de la habitación. Se echó sobre la cama y volviendo a oler las bragas, se tocó las tetas. Después metió una mano dentro de sus bragas y comenzó a masturbarse con dos dedos. Vio a Genoveva bajando las escaleras. Fue a su encuentro. Le bajaba las bragas. Vio sus labios rosados empapados. Le limpiaba el sexo de flujo con su lengua y se lo bebía. Le comía el pequeño chochito... Gemoveva empezaba a correrse... Celia metió y sacó los dedos con más rapidez. Se sentía:¡"Chof, chof, chof, chof, chof, chof...!" El coño le estaba echando por fuera. Sintió que se iba a correr. Aceleró el metesaca. Sus dedos parecían pies chapoteando en una charca. Tapó la boca con las bragas para silenciar sus gemidos. Se levantó para no manchar la cama. El placer del orgasmo que la sacudió hizo que cayera de rodillas, después se encogió y acabó de correrse en posición fetal.
Continuará
-