La Zapatilla Española - Capítulos 01 al 05

heranlu

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La Zapatilla Española - Capítulo 01


Eran las 10 de la nohe del martes 8 de septiembre de 1970. El taxi, un Seat 1500 negro con una franja roja, se detuvo, bajo una suave lluvia, enfrente de una casa señorial. El taxista, un hombre de unos 40 años, de pelo cano, bajó del auto y le abrió la puerta a su pasajera, una joven rubía de 1.68 de estatura de 46 kilos de peso, de ojos azules, cabello rubio platino que le llegaba a la cintura y de tímida mirada. Vestía un vestido negro de cuello alto en el que se adivinaban unas pequeñas tetitas, y calzaba unos zapatos negros de charol. El taxista, después de salir la joven y cerrar la puerta del taxi, cogió la maleta en el maletero y le dijo a la joven, mirando para una casa que tenía en la entrada un farol con una bombilla encendida dentro:

-Ese es el lugar al que tenía que traerla.

Se fueron hacia la casa. El taxista llamó a la puerta. Le abrió un muchacha con uniforme de sirvienta, que le dijo a la joven:

-Bienvenida, señorita Genoveva.

-Bien hallada.

El taxista se fue, se ve que ya le habían pagado la carrera. La sirvienta cogió la maleta y condujo a Genoveva a un salón en el que estaba sentada en un sillón su tía Berta, una mujer de 30 años, 1.75 de estatura y 80 kilos de peso. Tenía el pelo negro recogido en un moño. Llevaba puesto un vestido marrón que le tapaba los zapatos. En su cuello lucía un collar de perlas y en las orejas dos pendientes de broche con dos perlas más grandes que las del collar. Su rostro reflejaba una seriedad que imponía. A su lado, de pie, estaba Dorotea, la ama de llaves, una mujer de unos 50 años, tan mal encarada como la tía de la joven. Berta se levantó del sillón, fue al encuentrio de su sobrina, le dió dos besos en las mejillas, y le preguntó:

-¿Cómo estás?

-Mal, tía Berta. Me he quedada sola en la vida.

-No estás sola. Yo sienpre estaré aquí para ti. ¿Tienes hambre?

-Si, hace dos días que no como.

Berta habló con sus empleadas.

-Prepara la mesa, Celia, y tú, Dorotea, lleva a la maleta de mi sobrina a su habitación y dile donde está todo.

Poco después estaban cenando tía y sobrina en una mesa para doce personas, cada una a un extremo de la mesa, Berta bebía vino tinto con el faisán, Genoveva, agua.

-¿Qué estudios cursaste, Genoveva?

-Dejé la escuela de la aldea los 11 años. Había que trabajar.

-Desde mañana tienes el bachiller elemental.

-¡¿Se puede comprar?!

-Con dinero se compra casi todo. ¿Cuántos años tiene, 18, no?

-Sí,18.

-Desde mañana tienes 15.

-Eso sería una mentira.

-Una mentira necesaria para entrar en las filipensas. Allí harán de ti una señorita.

-Yo no sé mentir. Se darán cuenta de que tengo más de 15 años.

-Las monjas no te harán preguntas. Son amigas mías. Además, con el cuerpo que tienes lo que no creerían es que tienes 18 años.

Acabaron de cenar y volvieron al salón, un salón en el que los muebles eran antiguos y la paredes estaban cubiertas con copias de cuadros de Goya, Velázquez, Murillo... Berta, le preguntó a su sobrina:

-¿No te has preguntado porque no puse luto por tu madre?

-Sí, pero no son cosas mías.

-No lo puse porque tu madre era una perdida.

Genoveva rompió a llorar.

-Esa es otra mentira.

-No, es una verdad como un templo.

Genoveva, con lágrinas en los ojos, le preguntó a su tía:

-¿Por qué me cuenta eso de mi madre?

-Algún día lo tenías que saber. Tú, además de ser mi sobrina eres mi hermana. Tu madre se acostó con tu abuelo y tú eres el fruto de esa unión.

La tensión que llevaba soportando la pobre Genoveva por la perdida de su madre junto a las palabras de su tía, de las que no creía nada, hicieron que explotara, y le dijera:

-¡¡¡Hija de puuuuuuuuuuuta!!!

Berta se levantó y la abofeteó.

Genoveva, asustada, y con la cara dolorida, se disculpó:

-Lo siento, lo siento, tía. No se lo que me pasó. Yo no soy así.

-Ya descubrí tu lado oscuro. De ahora en adelante, cosa que hagas mal. ¡Zapatilla que te crió! ¡¡A tus aposentos!!

Genoveva al llegar a su habitación se desnudó. Tenía un cuerpecito maravilloso. Sus tetas eran pequeñitas, de esas que caben en la boca, y pequeñita era su rajita, que estaba rodeado de vello rubio. Sus piernas eran de una pefeccion total, junto a su culito redondo y su marcada cintura... De pie, enfrente del espejo del armario, peinó con un cepillo su largo cabello, dejando que parte de él tapara sus tetitas... el resto le caía por la espalda y le hacía cosquillas en el culo. Le gustaba lo que estaba viendo. Se tocó el sexo, intentado olvidar lo que le dijera su tía, estaba mojado. Cogió el cepillo por las hebras y comenzó a meterse el mango de nacar, que tenía el grosor de un pulgar. Metió los ocho centímetros de mango en su chochito. Le encantaba sentir como entraba y salia. Aceleró un poquitín el movimiento de su mano y viendo su preciosa cara en el espejo, explotó. Apretó las piernas, que le temblaban descontroladas, y sintió un delicioso orgasmo cuyo flujo bajo de su sexo por el interior de sus muslos, llegó a su tobillos y se detuvo en el piso de madera...Cuando se recuperó, limpió el piso, puso un camisón y se echó a dormor,

Berta estaba en su habitación... Desnuda, con su largo pelo negro suelto, sus grandes tetas libres del yugo del corsé, sus grandes caderas y su culazo, era una hembraza que estaba tan buena que empalmaría a un muerto... En la cama, boca arriba, con los ojos cerrados y dos dedos dentro de su coño, volvió al colegio de las filipensas. Se situó en un día, cuando ya tenía 18 años, en que una compañera de clase le dijera que la siguera al servicio para fumar un Chester. Estaba en aquel pequeño cubículo entre la taza y la puerta fumando el pitillo. Su amiga la besaba, acariciaba sus tetas, le bajaba las bragas y le comía el chochito... Cuando estaba a punto de correrse llegaba la directora, a la que apodaban SPANISH SLIPPER, y las sorprendía.... Se dió la vuelta y se puso boca abajo en la cama. Abrió el cajón de la mesita y sacó una zapatilla marrón de felpa con suela de goma amarilla... Estaba en el despacho de la directora. SPANISH SLIPPER le estaba dando con una zapatilla idéntica a la suya... Se comenzó a azotar las nalgas. ¡Paf, paf, paf... !Se corría y su flujo mojaba el hábito de SPANISH SLIPPER, que le sonreia con picardía. Se dio mas rápido con la zapatilla. ¡Paf, paf, paf, paf....! Empezó a salir fujo de su chocho. Salía a borbotones y iba llenando su mano. Berta se corrió mordiendo la almohada para que no se sintieran sus gemidos

La Zapatilla Española - Capítulo 02

Genoveva bajó las escaleras de roble con pasamanos de ébano que comunicaban el bajo de la casa señorial con los dormitorios vistiendo el uniforme del colegio del convento de las filipenses, o filipensas, como le gustaba llamarlo a su tía Berta. Estaba arrebatadora con su larga melena rubio platino suelta, aquella falda de tablas gris, por encima de las rodillas, sus calcetines blancos, sus zapatos negros, la blusa blanca, el jersey gris y su chaqueta gris con el escudo del colegio a la altura de una de sus tetas.

Celia iba a subir las escaleras, alzó la vista y vio las bragas blanca de Genoveva. Bajó la cabeza. Esperó a que bajara las escaleras, y al llegar a su lado, le dijo:

-Buenos días, señorita Genoveva. ¿Ha dormido bien?

-Buenos días, Celia. He dormido bien, gracias.

Celia subió a las habitaciones para limpiarlas y Genoveva se dirigió al salón donde la esperaba la tia sentada en su sillón, con la sargento, de pie, a su lado izquierdo.

-Buenos días tía, buenos días señorita, Dorotea.

Le respondió Dorotea.

-Buenos días señorita. ¿Tiene apetito?

-Mucho.

La tía la iba a poner al día.

-¿A que hora te había dicho que bajaras a desayunar?

-A las ocho.

-¿Y qué hora es?

Genoveva miró para el reloj de pared del salón.

-Las ocho y dos minutos.

-Mañana, si quieres desayunar, baja a tu hora.

Genoveva, se resignó. Se sentó en un sillón y le dijo a su tía:

-¿Puedo hacerle una pregunta?

-Puedes, pero eso no quiere decir que te vaya a contestar.

-¿Por qué me dijo lo de mi madre, así...?

-Sin anestesia.

-Sí.

-¿Te sientes tan mal como ayer?

-No. Ayer cuando llegué a esta casa se me estaba cayendo el mundo encima, pero cuando llegué a mi habitación algo cambió dentro de mí, no sé que fue, pero algo cambió.

-Cambió tu manera de pensar. No es lo mismo llorar a una mujer inmaculada que a una pecadora. Por eso te lo dije.

-Fuera como fuera siempre la querré. Era mi madre.

-Y mi hermana. Algún día hablaremos largo y tendido sobre ella. Levántate y da una vuelta que quiero ver lo guapa que estás.

Genoveva se levantó, dio un par de vueltas y sus tripas hicieron ruidos de protesta.

Berta le dijo a Dorotea:

-Trae el desayuno en dos bandejas. Hoy desayunamos aquí.

-Sí, señora.

Volvió el rostro serio y autoritario... Lo que hacía que aquella mujer de misa y confesión diaria, de 30 años, aparentara 40 años o más, aunque desnuda ya sabemos que pasaría por una joven de 25.

-¡Esta es la primera y la última que te paso, niña! ¿Entendido?

-Sí, tia.

Desayunando bacon con huevos y tostadas untadas con mantequilla y mermelada, (cosa que extrañó a Genoveva, aunque se cayó) le dijo la tía:

-Pórtate bien en el colegio. No quiero recibir una queja. Si la recibo, aparte del castigo que recibas en el colegio, recibiras otro en casa. Quiero sentirme orgullosa de ti, y si para eso hace falta usar la fuerza bruta, la usaré.

-No se preocupe, haré que se sienta orgullosa de mí.

Poco más tarde, Genoveva se marchó con una carpeta bajo el brazo. En el camino al colegio del covento, muchos muchachos y muchachas,... viejos y viejas, la miraban, unos con lujuria y otras con envidia. Y muchas fueron las cabezas que se giraron para verla por detrás. Genoveva lo percibía y le gustaba ser deseada. y envidiada.

La primera clase que dio, a las nueve de la mañana, fue la de inglés. La profesora era una monja de 50 años, de ojos claros y cara de buenaza. Ella fue la que la presentó a las 32 alumnas del aula.... Al sonar el timbre y acabarse la clase, la monja se fue... Esperando por la monja que les iba a dar clae de lengua y literatura, le dijo Genoveva a la chica que estaba en el pupitre de al lado:

-Parece una bella persona la profesora de inglés.

-Es la directora, Sor Piedad, pero la apodan SPANISH SLIPPER.

-¿Y eso que significa?

-Zapatilla española. Dicen que se lo pusieron por que sus padres eran ingleses, y como a ella no le gustaba la fiesta española, ni le guitarra española... ¿Adivinas lo que le gustabai

-Las zapatillas españolas.

-¡Quién me diera ser guapa cómo tú!

Genoveva miró de arriba a bajo a la muchacha, que era regordita, alta, con tetas medianas... una chica del montón. y le dijo:

-Fea no eres.

-Ya, per si fuera guapa cómo tú sería una de las privilegiadas.

-¿Por ser guapa se es privilegiada en este colegio?

-¿Sabes guardar un secreto?

-Seré una tumba.

-Si fuera guapa probaría su zapatilla.

-No te entiendo

-Una chica guapa cuando comete una falta la mandan al despacho de la directora, y cuenta la leyenda que SPANISH SLIPPER la pone en sus rodillas y la azota con una zapatilla de felpa por encima de la falda. A la segunda falta le levanta la falda y la azota por encima de las bragas. A la tercera falta le levanta la falda, le quita las bragas y la azota, suavemente, mas de 50 veces, y a la cuarta falta la chica, al azotarla con más brío a bragas quitadas, la chica ya se corre.

-¿Qué le hace aparte de azotarla?

-Eso es lo que sabría si fuera guapa.

-¿Y a ti quién te lo dijo?

-Ya te dije que lo de SPANISH SLIPPER es una leyenda.

-Difícil de creer. Prece tan buena... tan religiosa...

-Pues la misma leyenda cuenta que SPANISH SLIPPER se enamoró perdidamente de una alumna.

-¡No me digas!

-Sí te digo, y esa misma leyenda cuenta que a esa alumna, cuando dejó el colegio, le regaló la pareja de la zapatilla con la que azota a las guapas.

-¿Esa leyenda no será un bulo que se inventó una alumna resentida?

-Puede ser, pero a mi me gusta creer que es verdad.

-¿Qué les hacen las monjas a las chicas que no son guapas cuando cometen una falta?

-Nos dan hostias como mundos.

Sonó el timbre y entró en clase Sor Virtudes, la profesora de lengua y literatura.

-¿Cómo te llamas?

-Clara.

Sor Virtudes dijo con voz autoritaria:

-¡¡Silencio!!

Se hizo el silencio en el aula.

En la casa señorial, Celia, que era una morena de20 años, algo más baja que Genoveva, de ojos marrones, de pelo negro, recogido en dos coletas, con grandes tetas... un bomboncito... Como era una curiosa se puso a fisgar en los cajones de la cómoda. Atrás de todo vio una bolsa de papel, la sacó del cajón, metió la mano y sacó unas bragas blancas que tenían una gran mancha amarilla. Supo al momento que aquella mancha fuera hecha por el flujo de una gran corrida. Olió las bragas. Cerró los ojos y vio a Genoveva, desnuda, limpiando el chochito con ellas. Cerró la puerta de la habitación. Se echó sobre la cama y volviendo a oler las bragas, se tocó las tetas. Después metió una mano dentro de sus bragas y comenzó a masturbarse con dos dedos. Vio a Genoveva bajando las escaleras. Fue a su encuentro. Le bajaba las bragas. Vio sus labios rosados empapados. Le limpiaba el sexo de flujo con su lengua y se lo bebía. Le comía el pequeño chochito... Gemoveva empezaba a correrse... Celia metió y sacó los dedos con más rapidez. Se sentía:¡"Chof, chof, chof, chof, chof, chof...!" El coño le estaba echando por fuera. Sintió que se iba a correr. Aceleró el metesaca. Sus dedos parecían pies chapoteando en una charca. Tapó la boca con las bragas para silenciar sus gemidos. Se levantó para no manchar la cama. El placer del orgasmo que la sacudió hizo que cayera de rodillas, después se encogió y acabó de correrse en posición fetal.




Continuará
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heranlu

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La Zapatilla Española - Capítulo 03

Eran las 12 de la noche. A Genoveva le dolía la cabeza. En camisón, descalza y con la luz apagada, fue hasta el otro extremo de la casa donde estaba la habitación de su tía para pedirle una aspirina. Lo que vio al dar la vuelta en la esquina del pasillo la dejó de piedra. Dorotea, la ama de llaves, en camisón, agachada enfrente de la puerta de la habitación de su tía, la espiaba con un ojo pegado al agujero de la cerradura. Se pusó detrás de la mujer. Vio que tenía una mano dentro de las bragas. Se estaba masturbando. Posó una mano en el hombro de Dorotea. La mujer, con el susto, se cayó de culo. Con la respiración acelerada, muy en bajito, le dijo a Genoveva:

-No me descubra, señorita.

Genoveva, también muy en bajito, le preguntó:

-¿Qué mirabas para estar masturbándote?

-Eche una ojeada.

Genoveva miró por el agujero de la cerradura y vio algo raro, vio a Celia, la sirvienta, que desnuda estaba como un tren, arrodillada y besando la suela de una zapatilla de felpa de color marrón. Pero lo que más le impresionó fue ver a su tía con el pelo suelto, con aquellas tremendas tetas y aquel gran culo. Tanto la impresionó que su chochito se le comenzó a abrir y cerrar. Oyó como su tía le decía a la sirvienta:

-Cómemela, cariño.

Vio como Celia le comía el coño a su tía, y su chochito siguió con la fiesta: Abre, cierra y suelta aguadilla. Abre, cierra y suelta aguadilla...

A Genoveva ya le pasara el dolor de cabeza. Sintió la mano de Dorotea acariciar una de sus nalgas.

-¿Qué hace?

Dorotea le susurró:

-¿Quiere que se la coma?

Genoveva dejó de espíar a su tía.

-¿Sabe hacerlo?

-Me enseñó su tía.

-Esta es la casa del pecado. Ahora sé el por qué de la confesión diaria.

-Lo de la confesiónn diaria es porque el cura es de la edad de su santa tía y nuy guapo. Ya me entiende.

-¡Ahí va la hostia! Cura, sivienta, ama de llaves..

Genoveva sintió unos golpes que venían de la habitación de su tía: ¡Plas, plas, plas, plas...! Volvió a poner el ojo en la cerradura, y vio que su tía se había sentado en un silla. Tenía a Celia en su regazo y le estaba dando con una zapatilla marrón unos fuertes zapatillazos. Temblando, dejó de mirar, y exclamó:

-¡Qué horror!

Genoveva le tenía un miedo terrrible a los castigos físicos y pánico a las zapatillas. Dorotea, sintiendo los zapatillazos y los gemidos de Celia, volvió a neter la mano dentro de las bragas.

-Deje de tocarse, loca. ¿Sabe lo que le está haciendo mi tía a Celia?

-Sí, le esta dando con la zapatilla en las nalgas. Su tía sabe dar con la fuerza justa para que guste. Celia no tardará en correse.

Genoveva volvió a mirar por el agujero de la cerradura. Celia ya estaba de pie... Su tía estaba en cuclillas comiéndole el coño. Sintió a Celia decir:

-Me voy a correr, señora.

Y a su tía responderle:

-Córrete, bonita.

Genoveva vio como por debajo del mentón de su tía iba cayendo flujo al piso, y como las piernas de Celia temblaban con el placer del orgasmo que estaba teniendo. El chochito de Genoveva volvió a las andadas.

Dorotea, que al igual qur Genoveva oyera los gemidos de placer de Celia, le dijo:

-Ahora se la comerá Celia a su tía. Ahí, de pie, estén donde estén. Apostaría una cena a que su tía se corre antes de un minuto.

Genoveva, sn dejar de mirar, y susurrando, dijo:

-¡¿Tan rápido?!

-Cuando su tía la come es porque también ella está muy cerca del orgasmo.

Dorotea le metió una mano por debajo del camisón y tocó el chochito de Genoveva por encima de las bragas empapadas. Como no le dijo nada, le bajó las bragas. Le lamió los labios mojados. Le metió la punta de la lengua y sintió como la pequeña vagina se cerraba, apretaba la punta de su lengua, se abría y echaba jugo, se cerraba, apretaba la punta de su lengua, se abría y echaba flujo....

Genoveva, gozando de la lengua de Dorotea vio como su tía cogía la cabeza de Celia, movía su pelvis, y echando la cabeza hacia atrás y entre gemidos. le llenaba a la joven la boca con el flujo de un largo y fuerte orgasmo.

Dorotea le dijo a Genovea.

-Ya acabaron. Tenemos que irnos.

Genoveva, caliente como estaba, no iba a dejar que se fuera la ama de llaves.

-Vamos para mi habitación.

De camino a la habitación, a Genoveva le vino a la cabeza Clara y su leyenda.

-¿Mi tia azota siempre con la misma zapatilla?

-No.

-¿Ha oído hablar de SPANISH SLIPPER?

-Es una zapatilla de colección. Existen sólo dos ejempares. Uno lo tiene su tía en la caja fuerte, y el otro dice que pude que lo consiga algún día.

-¿Como se enteró de eso? ¿La azotó con ella?

-Me enteré porque la vi en la caja fuerte el día que me dio la combinación y le pregunté porque tenía allí una zapatilla, y respecto a la segunda pregunta, la respueta es no. Esa zapatilla es demasiadio valiosa como para azotar a nadie con ella.

-Guarde esta convesación en el mismo secreto de nuestra aventura.

-Lo haré, señorita, se lo prometo.

Ya en la habitación...

Dorotea y Genoveva se desnudaron... Dorotea, desnuda, era un mujerón, con grandes tetas y un buen culo... Desnuda era la luz de esa oscuridad que quería transmitir con su forma de vestir y con su seriedad.

Dorotea besó a Geoveva en los labios, y le dijo:

-Échese boca abajo en la cama y disfrute.

Genoveva se echo en la cama, Dorotea abrió las piernas de Genoveva y se arrodilló entre ellas. Luego su lengua fue del periné al clitoris pasando por el ojete, la vagina y los labios rosados... después subió acariciando con los pezones de sus tetas la espalda de Genoveva.... Besó su cuello y sus labios. .. Genoveva quiso llevar una mano a su chocho mojado, la ama de llaves se la cogió con la suya y no pudo hacerlo.

-Déjeme hacer a mí, señor¡ta.

Dorotea se estiró y cogió una de sus alpargatas de color gris, con el piso acolchado, y le dijo:

-La voy a azotar. Ya verá como le gusta.

Genoveva se incorporó como si fuera un resorte.

-¡No! ¡Odio las zapatillas!! ¡¡Producen un dolor insoportable.

-¿Pero a usted cuántas veces la han azotada, señorita?

-Una y me llegó bien.

-Mis zapatillas son acolchadas. Tienen esponja en el piso. Ponga una mano.

Genoveva puso la mano. Dorotea le dio con ella en la palma de la mano y casi no la sintió.

-Aún así...

-Siéntese en el borde de la cama y azóteme usted a mí.

Genoveva se sentó en el borde la de la cama. Dorotea se echó en su regazo. Le dio con la zapatilla dos veces en cada nalga.

-¡Muchas más y con más fuerza!

Genoveva, en un flash, se vio echada en el regazo de su padre, que resultó ser su abuelo. El cabrón le estaba dando en las nalgas con una zapatilla de suelo de goma. Recordó sus gritios de dolor... Tuvo otro flash... Ahora era ella la que tenía a su merced las nalgas de aquel viejo asqueroso que la había abandonado a ella y a su madre. ¡¡Plas, plas, plas, plas, plas...!! Estaba cegada. Cada vez le daba con más fuerza, y más, y más, y más. ¡¡¡Plas, plas, plas, plas, plas, plas, plas, plas...!!! Dorotea, que se estaba masturbando, al empezar a sentir dolor, se corrió. Sus gemidos de placer y el flujo de su corrida, que al echarse para adelante, caía en los muslos de Genoveva, hizo que la joven saliera del trance en que se había metido.

Genoveva al acabar de azotar a Celia tiró la zapatlla al piso de la habitación poniendo una cara que parecía que se estaba deshaciendo de algo nauseabundo. Dorotea supo que algo le pasara por la cabeza. No preguntó, sólo le dijo:

-Relájese y échese boca arriba sobre la cama.

Genoveva se echó sobre la cama. Dorotea se metió entre sus piernas. Lamió de los muslos parte del jugo de la corrida que había echado. Vio que Genoveva estaba mojada, muy, muy mojada. Le pasó la lengua por los labios. Metió la punta de la lengua en la vagina, esta se la atrapó con una contracción... Al abrirse le comenzó a llenar la boca de flujo y ya no hubo manera de parar la marea de placer que se acercaba.

Genoveva le cogió cabeza a la ama de llaves, con fuerza, como si tuvieta miedo que se le escapase, y moviendo el culo alrededor, se corrió en su boca gimiendo y sacudiéndose como una loca.

La Zapatilla Española - Capítulo 04

Genoveva acababa de dar clase de matemáticas. Estaba esperando por Sor María, la profesora de física y química. Laura, la chica que estaba en el pupitre detrás de ella, le dio un tirón de pelos. Genoveva se giró y le preguntó:

-¿No tienes nada mejor que hacer que tirarme del pelo?

Laura, que era una joven morena, de ojos negros, bajita y bizca, le respondió:

-No.

Clara, la chica del pupitre de al lado, (la de la leyenda) le dijo a Genoveva:

-Dale una hostia y ponle los ojos en su sitio.

Laura se pudo brava.

-¡Dámela tú si tienes lo que hay que tener!

-Si te la meto yo te dejo un ojo mirando para Cuenca y el otro para Orense.

Salieron al pasilllo y se enzarzaron en una pelea. A hostia limpia. Nada de tirarse de los pelos. Acabaron dando tumbos en el suelo del pasillo y enseñando sus bragas blancas, mientras unas chicas jaleaban a Clara y otras a Laura. Pasaron de las hostias a los golpes bajos, y ahora sí, ahora se tiraban de los pelos, Laura le agarró los pelos a Clara, pero los pelos que rodeaban su coño, había metido su mano dentro de las bragas. Laura, con el dolor, exclamó:

-¡¡Puta!!

Clara le metió la lengua en la boca a Laura. Pensó que así la soltaría, pero Laura no estaba dispuesta a soltar su presa. Además, le estaba gustando, si no fuera así se la hubiera mordido. Al final, Clara, que ya estaba mojada, sintió como Laura dejaba de tirarle de los pelos. Le tocaba con la palma de la mano en el sexo y le acariciaba la lengua con la suya. Si no estuvieran donde estaban se hubieran comido vivas. Al final, Laura separando la boca de Clara, chilló:

-¡¡Guarra!!

Se levantaron y se volvieron a dar de hostias. Tanto daba una como la otra. Genoveva quiso separarlas. Laura le metió una hostia gorda en la cara. Genoveva se asustó. Aquello no era lo suyo. En ese momento entró en el aula, Sor María.

-¡¡¿Qué está pasando aquí?!!

Las tres se quedaron quietas. Clara y Laura estaban coloradas como granas, y con las bragas mojadas, que todo hay que decirlo. El resto de las chicas se apresuraron a sentarse en los asientos de sus pupitres. Genoveva, le dijo a la monja:

-Vera...

-Ya he visto todo lo que tenía que ver. Siéntate, Genoveva, y vosotras dos, de rodillas delante del encerado con los brazos en cruz y las palmas hacia arriba.

Clara y Lucía hicieron lo que le dijo. Sor María les puso dos libros a cada una en las palmas de las manos. Después le dijo a otra alumna:

-Araceli, te quedas a cargo de la clase. Toma nota de las que hablen.

Araceli, una joven de gafas, morena, delgadita y con cara de marisabidilla, se levantó del pupittre y fue a sentasrse a la silla de la profesora.

-Sígueme, Genovea.

Unos minutos mas tarde, Genoveva estaba en el despacho de la directora, que estaba sentada en la silla de su mesa, y que al irse Sor María, le preguntó:

-¿Qué has hecho Genoveva?

La joven le contó lo que había pasado.

-Dime una cosa, Genoveva. ¿Te excitó ver como se peleaban tus compañeras de clase?

-Sí, pero sólo al ver la mano dentro de la braga y con el beso.

-Eso merece un castigo. Ven aquí.

Genoveva, temblando, fue junto a la monja, que había apartado la silla de la mesa.

-Échate boca abajo en mi regazo.

Genoveva vio como la monja sacaba una sandalia de uno de sus pies. Estuvo a punto de levantarse y salír huyendo. Creía que le iba a dar con una zapatilla. Aquella situación la sobrepasaba. Sus temblores aumentaron a medida que aunentaba su miedo, y la cosa empeoró cuandoi la directora le dijo:

-Esto te va a doler.

Le dió unos cuantos azotes en cada nalga por encima de la falda. Paf, paf, paf, paf... La monja sabía azotar. Le dolía pero muy poquito. Le levantó la falda y la volvió a azotar, por encima de las bragas. Paf, paf, paf, paf... Le dio más de 50 azotes. Genoveva ya estaba excitada. La monja, vio que empezaba a mojar las bragas. Le bajó las bragas blancas, que le quedaron a la altura de las rodillas, y volvió a azotarla. Paf, paf, paf, paf... Genoveba apretaba las piernas y el culo. La monja, experta en estas lides, sabía que Genoveva se iba a correr. Sacó de un cajón de su mesa una zapatilla de felpa de piso de goma y la azotó con ella. ¡Plas, plas, plas....! Genoveva, apretando el culo, lanzo un gemido: ¡Aaaaah! Y hizo lo mismo que hiciera su tía 12 años atras, correrse y manchar el hábito de la monja con su flujo.

Al acabar de correrse, le dijo:

-Lo siento.

-No te preocupes. Lo raro sería que no alcanzaras el orgasmo. ¿Te gustan mis castigos?

-Sí, muchísimo.

Al salir Genoveva del despacho, la directora levanto el teléfonno.

-Si, espero, Dorotera... ¡Hello, darling... sí, si, si, ya la azoté... Sí, sí, se corrio como un angelito... ¿Cuándo?... Ahí estaré... ¿Crees que irá?... Sería una tarde inolvidable.... Sí, llámame... bye, darling, bye.

La clase de fisica y química acabó a las 6. Todas las chicas se fueron a sus casas, todas menos una, la bizca, que fue al despacho de la directora.

-Hice lo que me dijo, Sor Piedad.

-Lo se, ven y siéntate en mi silla, que he sido muy mala.

En la sacristía de la iglesia parroquial, Lucía le daba una nota a don Alfonso, el cura de la parroquia, un hombre de 32 años, moreno, de 1.77 de estatura. El cura, despué de coger la nota, le dijo:

-Cierra con llave la puerta de la sacristía, Lucía.

Lucía hizo lo que le dijo el cura. Después se desnudó. Se veía que no era la primera vez que cerraba la puerta de la sacristía. El cura levantó la sotana y se sentó en una silla con la polla empalmada y descapullada.... Lucía le puso el coño en la boca. El cura le agarró las nalgas. Al comenzar a comérsela, le dijo Lucía:

-Acabarenos en el infierno, Fonsi.

-Puede, pero antes pasaremos unos segundos por el cielo.

El cura, que lo que tenía de cura era el alzacuellos y la sotana, le metió la punta de la lengua en el culo repetidas veces. Hizo lo mismo con la vagina. Lamió durante unos minutos los labios inferiores, los superiores y el clítoris, cuado se detuvo, Lucía se puso en cuclillas. Metió los 20 centímetros en la boca. Le llegaban hasta la garganta. La sacó y lamío la polla desde los huevos hasta en prepucio. Le chupó el glande... Le hizo una buena mamada.

Después, de pie, con las piernas abiertas, y echando sus brazos alrededor del cuello del cura, Lucía se fue agachando y metiendo la verga del cura en su coño. Cuando la tenía toda dentro, besándolo , lo folló, alternando movimientos lentos y rápidos, hasta que...

-¡¡Me voy a correr, Fonsi!!

El cura, al sentir caer el flujo calentito sobre sus huevos, le llenó el coño de leche. Lucía al correrse, temblando, exclamó:

-¡¡Al cielo, me voy al cielo!!

En el despacho de la directora. Laura azotaba con la zapatilla de felpa con piso de goma el culo blanco como la leche de Sor Piedad (ahora estaba rojo como un tomate) La monja tenía las piernas abiertas. Laura azotándola, le metió tres dedos en el chocho empapado



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heranlu

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La Zapatilla Española - Capítulo 05

Genoveva llegó a casa con la carpeta bajo el brazo. Su tía estaba sentada en su sillón, al calor del fuego de la chimenea, con el pelo suelto. Vestia una falda azul, una blusa blanca y calzaba unas zapatillas azules. Genoveva, le dijo:

-¡Qué guapa está, tía!

La tía, seria, le respondió:

-¿Qué te dije que te pasaría si no te comportabas en el colegio?

-¿Zapatillazo que te crió?

Berta se quitó del pie una zapatilla.

-Ven aquí.

Genoveva posó la carpeta en un sillón y fue junto a su tía.

-Échate boca abajo en mi regazo.

Genoveva ya no tenía miedo. Se echó en el regazo de su tía dispuesta a disfrutar. Berta cogió el rubio cabello de su sobrina y lo echó hacia un lado para poder ver su cara mientras la azotaba. La azotó como Sor Piedad. Por encima de la falda. Paf, paf, paf, paf, paf, paf, paf... Le levantó la falda y la azotó por encima de las bragas. Paf, paf, paf, paf, paf, paf, paf... Le quitó las bragas, que le quedaron encima de los calcetines, y le dio. ¡Plas, plas, plas, plas, plas, plas, plas...! Genoveva abrió las piernas, Berta vio como se le abrieron los labios del chochito y vio la mucosidad que había en él y la humedad de los muslos. Con la cara más colorada que el culo de su sobrina y tan mojada como ella, dejó de azotarla y le dijo, mientras se calzaba la zapatilla:

-Espero que no te tenga que volver a azotar.

Genoveva no iba a dejar que las cosas acabaran así.

-¿Están en casa Dorotea y Celia?

-No, tienen el día libre.

Genoveva se agachó. Le quitó a su tía la zapatilla que se acababa de calzar y la dejó en el piso. Besó sus rodillas. Berta abrió las piernas. Le levantó la falda y fue besando y lamiendo sus muslos. Al legar arriba, le besó su chocho mojado por encima de las bragas, y le dijo:

-Levántate y date la vuelta.

Se acabara el tratamienti de "usted". Berta creía que la iba a azotarar con la zapatilla, pero Genoveva, que de la timidez había pasado al descaro, tenía otras ideas. Berta se dio la vuelta. Genoveva quitó de la carpeta un cutter. Le volvió a dar la vuelta a su tía. Berta, al ver aquella especie de navaja se asustó. Berta cortó los hilos de un botón de la blusa de su tía y la besó en los labios, sin lengua. Repitió el beso con cinco de los botones restates. Con el último le metió la lengua en la boca y su tía se la devoró. Le cortó el sujetador. Las grandes tetas de Berta salieron disparadas como muelles. Le cortó la bragas por los dos lados mientras le lamía y chupaba tetas y pezones. Las bragas cayeron sin ofrecer resistencia. Se agachó y le comió un ratito el coño empapado. Berta, gimiendo como una perra, se quitó de encima la blusa y el sujetador... Genoveva cogió la zapatilla del piso, se sentó en el sillón de su tía, y le dijo:

-Ven y échate en mi regazo.

Berta se echó en el regazo de su sobrina, diciendo:

-Hemos creado un animal sexual.

Genoveva separó las piernas de su tía, le metió dos dedos en el coño y comenzó a masturbarla y a azotarla. ¡Zas zas zas zas zas zas zas zas zas zas...!

Berta, al ritmo de los zapatillazos, acabó diciendo:

-¡¡Me corro me corro me corro me corro. ¡¡¡Me corro!!!

Berta se corrió empapando la falda de su sobrina, que no era ni la cuarta parte de la mitad de dura de lo que quiso aparentar, ya que al ver temblar a su tía en su regazo y sentiir sus gemidos de placer, sin tocarse, se corrió con ella.

Cuando se recuperaron, le dijo Berta a Genoveva. Voy a cambiarme. Echa mi ropa al fuego de la chimenea.

Poco después estaban tía y sobrina en bata de casa sentadas en dos sillones. Berta había decidido cambiar su vestuario del siglo XIX, donde llevaba años encerrada.

-Te dije que un día hablariamos de tu madre. Hoy es el día.

-No sé yo si después de lo que hemos hecho le gustará mucho a mi madre que le des más cera

-Los muertos no siente ni padecen. No hay cielo ni infierno. Y no le voy a dar cera a tu madre.

-¿Y ese cambio?

-Esta mañana leí la carta que me dejó el día que se marchó.

-¿Y que te decía?

-Que se acostó con nuestro padre con la condición de que no siguiera abusando de mí...

-¡¿El viejo abusaba de ti?!

-Desde los trece años y con el consentimiento de mi madre.

-¡Que cabrones !

-Si que lo fueron. Encima, mi madre se muere de pena porque el cerdo se va con mi hermana y yo me quedo sola a los 15 años. Tengo que meterme en un convento y paso las de de Cristo en la cruz. Me volví dura como una piedra, y si no llega a ser por una monja que miró por mí..

-¿Spanish slipper?

-Si oíste la leyenda no es como la cuentan.

-¿Y cómo es?

-Fui yo la que seduje la pobre mujer. Ella era una santa.

-¿Hace mucho tiempo que no ves a Sor Piedad?

-Sí, pero el jueves viene a darme una visita. Por cierto, ¿Conoces varón?

-No.

El jueves, si quieres, lo puedes conocer.

-¿El cura?

-Parece que estás puesta en mi vida amorosa.

-La ama de llaves, la sirvienta, la monja, el cura y yo.

-Te falta una, pero estás puesta, estás.

Lámaron a la puerta, Berta fue a abrir. Era Lucía, su mensajera, una joven, digamos que era una joven nuy joven. Berta miró para atrás, como su sobrina no la veía, beso a la joven en los labios. La muchacha le dio la nota con la respuesta del cura, y le preguntó:

-¿Cobraré el domingo?

-Sí, en el sitio de siempre.

El jueves a las 5 de la tarde, fueron a tomar el té a la casa señorial el cura y SPANISH SLIPPER. El té lo tomaron la monja, Berta y Genoveva. El cura, que era andaluz, se tomó unos cuantos finos, y fino estaba cuando le preguntó a Genoveva:

-¿Cuánto tiempo hace que no te confiesas, hija?

-Nunca me he confesado. No creo en Dios.

-¿Atea?

-Gallega, pero sé si subo o bajo. ¿Subimos?

-¿Adónde?

-A mi habitación.

-Subimos, hija, subimos.

El cura se levantó y siguió a Genoveva a su habitación.

Sor Piedad le preguntó a Berta:

-¿Aún conservas la zapatilla que te regalé?

-La tengo en mi habitación en la caja fuerte. ¿Quieres verla?

-Claro.

Al irse todos, Dorotea mandó a Celia recoger la mesa.

En la habitación de Genoveva el cura ya se había desnudado y estaba tumbado boca arriba en la cama. (estaba cachas el cabronazo) Tenía la polla morcillona... Genoveva tenía sobre la mesita de noche una tarrina de leche condensada y una botella de aceite de oliva, le echó la mano a la tarrina de leche condensada. Agarró la polla del cura con una mano, la pringó con la leche y actó seguido se la chupo hasta dejarla limpita. Al cura se le puso tiesa como una estaca...

En la cocina, Dorotea besaba a Celia en el cuello. Le quitó el delantal y después el vestido. No llevaba sujetador. Le metió dos dedos en el coño. Le chupó y lamió tetas y pezones. Celia comenzó a gemir...

En la habitación de Berta, de pie, junto a la puerta, la monja y ella se comían a besos, la monja le decía:

-Te quiero, te quiero, te quiero...

Genoveva ya estaba desnuda. El cura le comía las pequeñas tetas. La joven lo masturbaba... Se untó el chocho con leche condensada y se lo dio a comer al cura. Al rato, Genoveva le quitó el chocho de la boca y le dió el culo. El cura le folló el ojete con la punta de la lengua. Genoveva le cogió la polla y puso el glande en la entrada del ojete...

Berta y la monja ya estaban desnudas en la cama. Berta le comió el coño. La monja llevava tantos años sin que se lo comieran que, en un par de munutos se corrió en la boca de Berta, diciendo:

-¡¡¡Me corro, amor mío!!!

En la cocina, a Celia se le comenzó a ir la vida.

-¡¡Me voy a correr, Dora, me voy a correr!! ¡¡¡Me corro!!!

Genoveva acarició el ojete con la polla mojada de aguadilla... Le dio las tetas a chupar al cura... El hombre estaba caliente como una brasa. Haría lo que Genoveva le mandase. La joven se sentó en el borde de la cama, y le dijo:

-Échate boca abajo en mi regazo, pecador.

El cura hizo lo que le dijo. Genoveba cogió la botella de aceite y le echó un chorro en cada nalga. Se las masajeó. Después le folló el culo con un dedo. Acto seguido lo azotó con su mano derecha, suave al principio. Pin, plas, pin, plas... y más fuerte cuando comenzó a gemir. ¡¡Pin plas, pin plas, pìn plas...!!

SPANISH SLIPPER en la habitación y Celia en la cocina, tenían a Berta y Dorotea en sus rodillas con el culo al aire. Dos zapatillas andaban a cien. ¡Plas, plas, plas, plas, plas, plas...! Berta estaba con las piernas abiertas y Sor Piedad le masturbaba el chocho con dos dedos. Dorotea se masturbaba ella misma... Al correrse chillaron como dos cerda en el momento de la matanza, sólo que ellas chillaban de placer.

Genoveva untó la polla del cura de aceite. La puso en la entrada del ojete y empujó con el culo hasta meterla toda. Después metió dos dedos en el coño... Se masturbó y se folló el culo... El cura le llenó el culo de leche, y poco después, soltando un torrente de flujo que empapó su mano, excamó:

-¡¡¡Me vooooooooy aaaaaaaaaaaaaaa moriiiiiiiiiiiiiiiir!!!

FIN.

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