Historias el macho
Virgen
- Registrado
- Feb 5, 2025
- Mensajes
- 7
- Likes Recibidos
- 7
- Puntos
- 3
CAPÍTULO 3: Incestuosa Nochebuena
Navidad está por llegar y la familia de Lupita se reúne en casa de Luis para celebrarla. Poco a poco los invitados comienzan a llegar, tomando un lugar en la mesa e iniciando el convivio con los demás que ya han llegado. En la cocina, Lupita ayudaba a su tía Conchita a preparar la cena de Nochebuena mientras sus tíos y tías comentaban sobre sus vidas y bebían vino en la sala. Desde ahí Luis puede ver la hermosa figura de su hija Lupita que viste una pequeña falda que apenas le cubre sus partes; esa exquisita imagen despertó la lujuria en él, lo que lo orilló a correr riesgos. Luis, con su andadera, se levantó con dificultad.
—Ahora vengo, voy a ver cómo están las perras en el patio. — dice Luis y se va hasta lo más profundo del patio trasero, en donde tenía amarradas a sus dos grandes canes.
Una vez ahí, bajo el bullicio de sus familiares conviviendo.
—Lupita, cariño, ¿puedes venir, por favor? —Luis llamó a su hija.
Lupita se limpió las manos y, dejando a su tía sola con la preparación de la cena, acudió al llamado de su padre.
—No te tardes, hijita, que tu tío Salvador no tarda en llegar a bendecir la cena —le comentó Conchita mientras la veía alejarse.
Lupita recorrió el patio buscando a su papá hasta que por fin lo encontró al fondo, detrás de unas macetas y de la ropa tendida que habían lavado en la mañana.Cuando estuvieron solos, Luis, respirando pesadamente, le susurró al oído:
—Lupita, mi preciosa, te necesito. —Sonrió traviesamente el.
Ella supo de inmediato a lo que se refería, pues la erección de su padre era notoria incluso a pesar de su pantalón. Lupita le sonrió y besó apasionadamente los labios de su padre. —Ay, papá, ¿eres un pervertido? —exclamó en voz baja ella con tono bromista.
—Está bien, pero rápido o pueden descubrirnos —advirtió Lupita levantándose la falda.
Ocultos de las miradas indiscretas, Luis se bajó el pantalón con todo y bóxer y se sentó en una silla del patio mostrando a Lupita su enorme y erecta verga. Lupita, temerosa de ser descubierta, miró atrás para asegurarse de que nadie viniera y se arrodilló frente a su padre, llevándose su pene directo a la boca. Saboreando el enorme pedazo de carne, Lupita comenzó a succionar durante varios minutos hasta que el líquido preseminal de Luis comenzó a brotar, escurriendo por los labios de Lupita. Al notar esto, Luis levantó a Lupita, le quitó la ropa interior y la sentó a horcajadas sobre él, abriendo sus piernas lo más posible para que abarquen su obeso cuerpo. Lupita, sujetándose del cuello de su padre, gimió suavemente mientras él empujaba su miembro duro y babeante en su peludo coño húmedo.
—Ay, papá, me gusta cuando lo haces así —susurró ella, agarrándose con fuerza de Luis.
Mientras los ruidos de la fiesta llegaban intermitentes desde la ventana, padre e hija follaban en un ritmo urgente, sus cuerpos sudorosos golpeando enérgicamente uno contra el otro. Lupita jadeó sacando la lengua con un mezcla de fluidos escurriendo de ella; sus ojos se cruzaron haciendo viscos mientras sentir la enorme verga de su padre empalándola. Sus pechos rebotearon salvajemente al ritmo de las profundas y brutales embestidas de su padre, logrando salirse de su blusa, mostrándole a Luis sus erectos y oscuros pezones.
—¡Ay, Lupita, eres tan hermosa! — gruñó él, mientras lamía una de las tetas de su hija.
En el clímax, Lupita gritó con carencia de autocontrol; Luis sacó su verga y, con un gruñido, disparó una enorme cantidad de su espeso semen caliente sobre el cuerpo de Lupita. La lujuria y pasión de ambos no les permitió darse cuenta de una mirada ajena que descubría su incestuosa relación. Lupita se acomodó la falda y la blusa y, con un beso en la frente, se despidió de Luis.
—Voy a seguir con los preparativos de la cena, papi —dice Lupita, regresando a la cocina.
Luis, mientras, con trabajo se sube el pantalón y paso a paso con su andadera regresa a la sala con los invitados, portando una expresión de satisfacción. —Hija, tardaste mucho, date prisa, tu tío Salvador ya llegó. —Apresurada, dice Concita a Lupita mientras mete el pavo al horno.
—De verdad, ¿y en dónde está? Quiero saludarlo, hace mucho que no lo veo —alegre pregunta Lupita a su tía.
—Se metió a la habitación del fondo para ponerse la sotana y preparar lo necesario para bendecir la cena —responde Conchita, provocando alarma en la mente de su sobrina.
—Esa habitación tiene una ventana que da al fondo del patio, en donde papá y yo..., y ahora que recuerdo, la vi abierta. —Piensa Lupita, alarmada por lo que su tío sacerdote hubiese podido ver.
Lupita deja nuevamente a su tía y se dirige a la habitación de atrás para averiguar si su tío se dio cuenta de algo. Al llegar a la habitación con la puerta entreabierta, Lupita entra, viendo a su tío ya con la sotana puesta, pensativo, sentado en la cama.
—Lupita, qué bueno que vienes; cierra la puerta y acércate —dice Salvador con voz serena.
Lupita cerró la puerta lentamente y avanzó hacia su tío Salvador, sintiendo una creciente preocupación en su vientre. El sacerdote tenía una mirada perdida y una postura rígida, como si algo lo perturbara profundamente. Finalmente, Lupita se detuvo frente a él, esperando ansiosamente lo que tendría que decir.
—Lupita —dijo el sacerdote, con voz profunda y seria.
—Hay algo que debo decirte, algo que nunca he contado a nadie. —Salvador hizo una pausa y tragó saliva, como si le costara trabajo continuar.
Lupita se mordió el labio inferior, expectante y nerviosa.
—Desde hace años, he luchado contra ciertos pensamientos... y deseos impuros, como sacerdote, he jurado castidad; pero, al verte haciendo lo que hiciste con tu padre ahí afuera, me hizo luchar contra mis más profundos impulsos. La verdad es que... te deseo Lupita. Sé que esto está mal, soy un sacerdote y tu tío, pero cuando te veo, con tus curvas exuberantes y tu dulce rostro, no puedo evitar imaginarte... desnuda, debajo de mí, gimiendo de placer. He pasado noches en vela, masturbándome en secreto, imaginando cómo sería tenerte; mi miembro se pone duro solo de pensarlo. Lupita, mi niña, soy un hombre corrompido. No sé qué hacer para controlar estos pensamientos. Pero ahora que estás aquí, delante de mí, no puedo resistir más debo besarte, tocarte, poseerte... —Sin darle tiempo a reaccionar, Salvador se lanzó sobre su sobrina, arrastrándola a sus brazos. Su boca encontró los labios de Lupita, forzándola a un beso profundo y lujurioso, metiendo su lengua hasta la garganta de su sobrina, mientras una de sus manos descendía audazmente por su espalda hasta posarse en sus nalgas. Para su sorpresa, Lupita le corresponde el beso con la misma pasión y, al separar sus bocas, ella sonríe a su lujurioso tío.
—Tío, has sufrido por mucho tiempo resistiendo esta pasión, cuando en realidad solo tenías que pedírmelo —le susurra Lupita y comienza a quitarse la ropa.
Salvador observa con ojos desorbitados cómo su sobrina comienza a despojarse de su ropa, mostrando poco a poco su cuerpo joven y tentador. La sotana del sacerdote se tensa en la entrepierna, revelando una gran erección.
—Por Dios, Lupita... eres demasiado hermosa. Quiero todo de ti, ahora mismo —susurra él, agarrando su cabeza y besándola con fuerza.
Salvador acuesta a su sobrina de espalda sobre la cama con las piernas abiertas, contemplando su peludo coño .—Señor, bendice lo que me voy a comer —murmura el sacerdote mientras hace una oración.
Salvador se inclina entre sus piernas y comienza a besar la peluda entrada vaginal de Lupita con deseo y pasión; sus manos recorren todo su cuerpo.
—Eres una delicia, Lupita, un manjar de los dioses —exclama Salvador.
Lupita se estremece de placer mientras su tío la besa y acaricia; su cuerpo se curva y ondula bajo sus manos inexpertas.
—Tío, date prisa, recuerda que la familia nos espera afuera —dice entre jadeos Lupita.
—Tienes razón, mi dulce sobrina... Pero antes necesito sentirte completamente. —Y diciendo esto, Salvador se levanta la sotana y baja su pantalón, liberando su gran verga, la cual clava de golpe en la húmeda cavidad, haciendo que Lupita gima de placer.
—Shh... calla, tesoro. —Salvador se mueve rápidamente dentro de ella, tratando de satisfacerse lo más pronto posible sin hacer mucho ruido.
Su cara está empapada en sudor y su respiración es agitada.
—Lupita... Lupita... casi... —Gime Salvador dando un último empujón que lo hace alcanzar el clímax dentro de su sobrina, llenándola de su semen caliente.
Lupita se levanta rápidamente, poniéndose de nuevo la ropa y tratando de parecer normal.
—Tío, no vuelvas a esperar tanto —dice Lupita sonriendo a su tío mientras termina de arreglar su ropa para salir de la habitación.
—Gracias, mi querida Lupita, —responde Salvador y le devuelve la sonrisa, con un brillo perverso en los ojos.
La familia nota que ambos tienen una expresión extraña en sus rostros, pero no dicen nada. La cena transcurre de manera normal, aunque de vez en cuando Salvador y Lupita se cruzan miradas cargadas de secretos y deseos inconfesables.
Navidad está por llegar y la familia de Lupita se reúne en casa de Luis para celebrarla. Poco a poco los invitados comienzan a llegar, tomando un lugar en la mesa e iniciando el convivio con los demás que ya han llegado. En la cocina, Lupita ayudaba a su tía Conchita a preparar la cena de Nochebuena mientras sus tíos y tías comentaban sobre sus vidas y bebían vino en la sala. Desde ahí Luis puede ver la hermosa figura de su hija Lupita que viste una pequeña falda que apenas le cubre sus partes; esa exquisita imagen despertó la lujuria en él, lo que lo orilló a correr riesgos. Luis, con su andadera, se levantó con dificultad.
—Ahora vengo, voy a ver cómo están las perras en el patio. — dice Luis y se va hasta lo más profundo del patio trasero, en donde tenía amarradas a sus dos grandes canes.
Una vez ahí, bajo el bullicio de sus familiares conviviendo.
—Lupita, cariño, ¿puedes venir, por favor? —Luis llamó a su hija.
Lupita se limpió las manos y, dejando a su tía sola con la preparación de la cena, acudió al llamado de su padre.
—No te tardes, hijita, que tu tío Salvador no tarda en llegar a bendecir la cena —le comentó Conchita mientras la veía alejarse.
Lupita recorrió el patio buscando a su papá hasta que por fin lo encontró al fondo, detrás de unas macetas y de la ropa tendida que habían lavado en la mañana.Cuando estuvieron solos, Luis, respirando pesadamente, le susurró al oído:
—Lupita, mi preciosa, te necesito. —Sonrió traviesamente el.
Ella supo de inmediato a lo que se refería, pues la erección de su padre era notoria incluso a pesar de su pantalón. Lupita le sonrió y besó apasionadamente los labios de su padre. —Ay, papá, ¿eres un pervertido? —exclamó en voz baja ella con tono bromista.
—Está bien, pero rápido o pueden descubrirnos —advirtió Lupita levantándose la falda.
Ocultos de las miradas indiscretas, Luis se bajó el pantalón con todo y bóxer y se sentó en una silla del patio mostrando a Lupita su enorme y erecta verga. Lupita, temerosa de ser descubierta, miró atrás para asegurarse de que nadie viniera y se arrodilló frente a su padre, llevándose su pene directo a la boca. Saboreando el enorme pedazo de carne, Lupita comenzó a succionar durante varios minutos hasta que el líquido preseminal de Luis comenzó a brotar, escurriendo por los labios de Lupita. Al notar esto, Luis levantó a Lupita, le quitó la ropa interior y la sentó a horcajadas sobre él, abriendo sus piernas lo más posible para que abarquen su obeso cuerpo. Lupita, sujetándose del cuello de su padre, gimió suavemente mientras él empujaba su miembro duro y babeante en su peludo coño húmedo.
—Ay, papá, me gusta cuando lo haces así —susurró ella, agarrándose con fuerza de Luis.
Mientras los ruidos de la fiesta llegaban intermitentes desde la ventana, padre e hija follaban en un ritmo urgente, sus cuerpos sudorosos golpeando enérgicamente uno contra el otro. Lupita jadeó sacando la lengua con un mezcla de fluidos escurriendo de ella; sus ojos se cruzaron haciendo viscos mientras sentir la enorme verga de su padre empalándola. Sus pechos rebotearon salvajemente al ritmo de las profundas y brutales embestidas de su padre, logrando salirse de su blusa, mostrándole a Luis sus erectos y oscuros pezones.
—¡Ay, Lupita, eres tan hermosa! — gruñó él, mientras lamía una de las tetas de su hija.
En el clímax, Lupita gritó con carencia de autocontrol; Luis sacó su verga y, con un gruñido, disparó una enorme cantidad de su espeso semen caliente sobre el cuerpo de Lupita. La lujuria y pasión de ambos no les permitió darse cuenta de una mirada ajena que descubría su incestuosa relación. Lupita se acomodó la falda y la blusa y, con un beso en la frente, se despidió de Luis.
—Voy a seguir con los preparativos de la cena, papi —dice Lupita, regresando a la cocina.
Luis, mientras, con trabajo se sube el pantalón y paso a paso con su andadera regresa a la sala con los invitados, portando una expresión de satisfacción. —Hija, tardaste mucho, date prisa, tu tío Salvador ya llegó. —Apresurada, dice Concita a Lupita mientras mete el pavo al horno.
—De verdad, ¿y en dónde está? Quiero saludarlo, hace mucho que no lo veo —alegre pregunta Lupita a su tía.
—Se metió a la habitación del fondo para ponerse la sotana y preparar lo necesario para bendecir la cena —responde Conchita, provocando alarma en la mente de su sobrina.
—Esa habitación tiene una ventana que da al fondo del patio, en donde papá y yo..., y ahora que recuerdo, la vi abierta. —Piensa Lupita, alarmada por lo que su tío sacerdote hubiese podido ver.
Lupita deja nuevamente a su tía y se dirige a la habitación de atrás para averiguar si su tío se dio cuenta de algo. Al llegar a la habitación con la puerta entreabierta, Lupita entra, viendo a su tío ya con la sotana puesta, pensativo, sentado en la cama.
—Lupita, qué bueno que vienes; cierra la puerta y acércate —dice Salvador con voz serena.
Lupita cerró la puerta lentamente y avanzó hacia su tío Salvador, sintiendo una creciente preocupación en su vientre. El sacerdote tenía una mirada perdida y una postura rígida, como si algo lo perturbara profundamente. Finalmente, Lupita se detuvo frente a él, esperando ansiosamente lo que tendría que decir.
—Lupita —dijo el sacerdote, con voz profunda y seria.
—Hay algo que debo decirte, algo que nunca he contado a nadie. —Salvador hizo una pausa y tragó saliva, como si le costara trabajo continuar.
Lupita se mordió el labio inferior, expectante y nerviosa.
—Desde hace años, he luchado contra ciertos pensamientos... y deseos impuros, como sacerdote, he jurado castidad; pero, al verte haciendo lo que hiciste con tu padre ahí afuera, me hizo luchar contra mis más profundos impulsos. La verdad es que... te deseo Lupita. Sé que esto está mal, soy un sacerdote y tu tío, pero cuando te veo, con tus curvas exuberantes y tu dulce rostro, no puedo evitar imaginarte... desnuda, debajo de mí, gimiendo de placer. He pasado noches en vela, masturbándome en secreto, imaginando cómo sería tenerte; mi miembro se pone duro solo de pensarlo. Lupita, mi niña, soy un hombre corrompido. No sé qué hacer para controlar estos pensamientos. Pero ahora que estás aquí, delante de mí, no puedo resistir más debo besarte, tocarte, poseerte... —Sin darle tiempo a reaccionar, Salvador se lanzó sobre su sobrina, arrastrándola a sus brazos. Su boca encontró los labios de Lupita, forzándola a un beso profundo y lujurioso, metiendo su lengua hasta la garganta de su sobrina, mientras una de sus manos descendía audazmente por su espalda hasta posarse en sus nalgas. Para su sorpresa, Lupita le corresponde el beso con la misma pasión y, al separar sus bocas, ella sonríe a su lujurioso tío.
—Tío, has sufrido por mucho tiempo resistiendo esta pasión, cuando en realidad solo tenías que pedírmelo —le susurra Lupita y comienza a quitarse la ropa.
Salvador observa con ojos desorbitados cómo su sobrina comienza a despojarse de su ropa, mostrando poco a poco su cuerpo joven y tentador. La sotana del sacerdote se tensa en la entrepierna, revelando una gran erección.
—Por Dios, Lupita... eres demasiado hermosa. Quiero todo de ti, ahora mismo —susurra él, agarrando su cabeza y besándola con fuerza.
Salvador acuesta a su sobrina de espalda sobre la cama con las piernas abiertas, contemplando su peludo coño .—Señor, bendice lo que me voy a comer —murmura el sacerdote mientras hace una oración.
Salvador se inclina entre sus piernas y comienza a besar la peluda entrada vaginal de Lupita con deseo y pasión; sus manos recorren todo su cuerpo.
—Eres una delicia, Lupita, un manjar de los dioses —exclama Salvador.
Lupita se estremece de placer mientras su tío la besa y acaricia; su cuerpo se curva y ondula bajo sus manos inexpertas.
—Tío, date prisa, recuerda que la familia nos espera afuera —dice entre jadeos Lupita.
—Tienes razón, mi dulce sobrina... Pero antes necesito sentirte completamente. —Y diciendo esto, Salvador se levanta la sotana y baja su pantalón, liberando su gran verga, la cual clava de golpe en la húmeda cavidad, haciendo que Lupita gima de placer.
—Shh... calla, tesoro. —Salvador se mueve rápidamente dentro de ella, tratando de satisfacerse lo más pronto posible sin hacer mucho ruido.
Su cara está empapada en sudor y su respiración es agitada.
—Lupita... Lupita... casi... —Gime Salvador dando un último empujón que lo hace alcanzar el clímax dentro de su sobrina, llenándola de su semen caliente.
Lupita se levanta rápidamente, poniéndose de nuevo la ropa y tratando de parecer normal.
—Tío, no vuelvas a esperar tanto —dice Lupita sonriendo a su tío mientras termina de arreglar su ropa para salir de la habitación.
—Gracias, mi querida Lupita, —responde Salvador y le devuelve la sonrisa, con un brillo perverso en los ojos.
La familia nota que ambos tienen una expresión extraña en sus rostros, pero no dicen nada. La cena transcurre de manera normal, aunque de vez en cuando Salvador y Lupita se cruzan miradas cargadas de secretos y deseos inconfesables.