Historias el macho
Virgen
- Registrado
- Feb 5, 2025
- Mensajes
- 7
- Likes Recibidos
- 4
- Puntos
- 3
CAPÍTULO 1: Secretos incestuosos
Lupita, una mujer de 32 años de tez color caramelo, cabello largo y liso, una figura esbelta y curvilínea, y su padre, Luis, un hombre calvo de 62 años, obeso y con una discapacidad que lo confinó a un andador, son los protagonistas de esta historia. Lupita, que vivía lejos, solía llegar de visita con su padre y quedarse con él durante las vacaciones, pues él estaba solo desde que su madre Elisa murió. Su novio, David, que por trabajo no podía acompañarla, no tenía idea de lo que su amada novia hacía en casa con su padre. Bajo el sigilo de la noche, Lupita entra a la habitación de su padre.
—Ya estoy lista, papá.—Avisa Lupita a su padre, que instalaba un tripié con una cámara.
Para cuando Luis terminó de colocar la cámara de video que los grabaría, Lupita ya yacía boca abajo en la cama sin prenda alguna, dejando al descubierto su trasero moreno, firme y redondo. Luis se comenzó a acomodar en la cama mientras Lupita se estremecía de anticipación, sabiendo lo que vendría después.
—Cielos cariño, amo tus nalgas —le dice Luis a Lupita con lujuria y con su erección presionando contra sus boxers.
—Son tuyas papi —dice Lupita con la voz entrecortada por la excitación.
Luis se colocó detrás de ella, se bajó la ropa interior, dejando al descubierto su enorme verga dura y gruesa. Lupita se mordió el labio; su corazón latía con fuerza de emoción. Llevaban años manteniendo esta relación tabú. Luis empujó con cuidado la punta de su verga contra el estrecho y oscuro ano de Lupita, haciéndola jadear.
—Así papi, qué rico, métela —jadeaba Lupita a la espera de ser penetrada analmente por su padre.
Lentamente, Luis comenzó a penetrarla, centímetro a centímetro, mientras ella gemía suavemente, agarrando las sábanas debajo de ella con las manos. Su acto sexual prohibido siempre los acercaba más, a pesar del riesgo de ser descubiertos.Con el robusto pene ya completamente adentro del oscuro hoyo de Lupita, sus cuerpos comenzaron a mecerse al unísono; el sonido de los huevos de Luis golpeando el peludo coño de Lupita invadía la habitación.
Los gemidos de Lupita se hacían más fuertes, amortiguados por una almohada que sostenía en su boca, con cada embestida, Lupita sentía que se acercaba mas al clímax. Luis también estaba perdiendo el control; sus embestidas se volvían más erráticas, su respiración se agitaba.Mientras afuera los vecinos pasaban cerca de la ventana sin percatarse de la incestuosa escena que se llevaba a cabo en esa habitación. Finalmente, alcanzaron el clímax juntos, estremeciéndose de mutuo éxtasis, Luis lleno de semen el apretado culito de su bella hija. Después, se quedaron jadeando en la cama, sus cuerpos entrelazados. Sabían que pisaban una delgada línea, pero el tabú, el riesgo, solo intensifican su deseo mutuo. Por ahora, sin embargo, tendrían que regresar a sus respectivos roles como padre e hija, su secreto a salvo... por esta noche.
—Te amo —susurró Lupita, besando a su padre en la mejilla.
—Yo también te amo —murmuró Luis, colocando un mechón suelto de su cabello detrás de su oreja.
Con el corazón apesadumbrado y el ano dilatado, Lupita se puso de pie, dejando caer por su entrepierna gran parte del semen que su padre le había depositado en el recto.
—¡Cielos! —exclamó Lupita, tratando de contener los chorros de semen que salían de su ano.
—Qué pasa, cariño? —pregunta Luis, preocupado por su hija.
—Papi, me llenaste con mucha de tu leche. —Sonríe con picardía.
Continúan los dos vistiéndose y tratando de borrar cualquier evidencia de su encuentro ilícito. Mientras guardaba el video incriminatorio en su escondite, Luis no pudo evitar preguntarse en silencio cuánto tiempo podrían continuar así sin que los descubrieran.
Lupita termina de vestirse le da un beso apasionado a su padre y se despide.
—Buenas noches, papi, ya me voy a mi habitación, no tarda en llamar David. —Lupita se retira y su padre se queda solo con una sonrisa de satisfacción en el rostro.
Lupita, una mujer de 32 años de tez color caramelo, cabello largo y liso, una figura esbelta y curvilínea, y su padre, Luis, un hombre calvo de 62 años, obeso y con una discapacidad que lo confinó a un andador, son los protagonistas de esta historia. Lupita, que vivía lejos, solía llegar de visita con su padre y quedarse con él durante las vacaciones, pues él estaba solo desde que su madre Elisa murió. Su novio, David, que por trabajo no podía acompañarla, no tenía idea de lo que su amada novia hacía en casa con su padre. Bajo el sigilo de la noche, Lupita entra a la habitación de su padre.
—Ya estoy lista, papá.—Avisa Lupita a su padre, que instalaba un tripié con una cámara.
Para cuando Luis terminó de colocar la cámara de video que los grabaría, Lupita ya yacía boca abajo en la cama sin prenda alguna, dejando al descubierto su trasero moreno, firme y redondo. Luis se comenzó a acomodar en la cama mientras Lupita se estremecía de anticipación, sabiendo lo que vendría después.
—Cielos cariño, amo tus nalgas —le dice Luis a Lupita con lujuria y con su erección presionando contra sus boxers.
—Son tuyas papi —dice Lupita con la voz entrecortada por la excitación.
Luis se colocó detrás de ella, se bajó la ropa interior, dejando al descubierto su enorme verga dura y gruesa. Lupita se mordió el labio; su corazón latía con fuerza de emoción. Llevaban años manteniendo esta relación tabú. Luis empujó con cuidado la punta de su verga contra el estrecho y oscuro ano de Lupita, haciéndola jadear.
—Así papi, qué rico, métela —jadeaba Lupita a la espera de ser penetrada analmente por su padre.
Lentamente, Luis comenzó a penetrarla, centímetro a centímetro, mientras ella gemía suavemente, agarrando las sábanas debajo de ella con las manos. Su acto sexual prohibido siempre los acercaba más, a pesar del riesgo de ser descubiertos.Con el robusto pene ya completamente adentro del oscuro hoyo de Lupita, sus cuerpos comenzaron a mecerse al unísono; el sonido de los huevos de Luis golpeando el peludo coño de Lupita invadía la habitación.
Los gemidos de Lupita se hacían más fuertes, amortiguados por una almohada que sostenía en su boca, con cada embestida, Lupita sentía que se acercaba mas al clímax. Luis también estaba perdiendo el control; sus embestidas se volvían más erráticas, su respiración se agitaba.Mientras afuera los vecinos pasaban cerca de la ventana sin percatarse de la incestuosa escena que se llevaba a cabo en esa habitación. Finalmente, alcanzaron el clímax juntos, estremeciéndose de mutuo éxtasis, Luis lleno de semen el apretado culito de su bella hija. Después, se quedaron jadeando en la cama, sus cuerpos entrelazados. Sabían que pisaban una delgada línea, pero el tabú, el riesgo, solo intensifican su deseo mutuo. Por ahora, sin embargo, tendrían que regresar a sus respectivos roles como padre e hija, su secreto a salvo... por esta noche.
—Te amo —susurró Lupita, besando a su padre en la mejilla.
—Yo también te amo —murmuró Luis, colocando un mechón suelto de su cabello detrás de su oreja.
Con el corazón apesadumbrado y el ano dilatado, Lupita se puso de pie, dejando caer por su entrepierna gran parte del semen que su padre le había depositado en el recto.
—¡Cielos! —exclamó Lupita, tratando de contener los chorros de semen que salían de su ano.
—Qué pasa, cariño? —pregunta Luis, preocupado por su hija.
—Papi, me llenaste con mucha de tu leche. —Sonríe con picardía.
Continúan los dos vistiéndose y tratando de borrar cualquier evidencia de su encuentro ilícito. Mientras guardaba el video incriminatorio en su escondite, Luis no pudo evitar preguntarse en silencio cuánto tiempo podrían continuar así sin que los descubrieran.
Lupita termina de vestirse le da un beso apasionado a su padre y se despide.
—Buenas noches, papi, ya me voy a mi habitación, no tarda en llamar David. —Lupita se retira y su padre se queda solo con una sonrisa de satisfacción en el rostro.