Todo se inicio de una manera inocente en un principio, pero las situaciones se fueron encadenando en algo mucho más intenso. Estábamos mirando televisión con Ariel, mi esposo, y comiendo helado cuando un trozo cayó sobre mi vientre descubierto, rápidamente Bobby comenzó a lamer mi panza, produciéndome una sensación extraña, si bien nos reímos con mi esposo, no le hice ningún comentario al respecto. Reconozco que mi estado de futura mamá, me ponía más sensible y hasta mis hormonas parecían alterar mi estado voluptuoso, pero a pesar de eso no paso por mi mente hacer alguna cosa extraña con mi cachorro.
Por lo general me recostaba por la tarde a descansar un poco del trajín diario, ese día estaba bastante caluroso, así que me tiré sobre la cama. Estaba media dormida cuando sentí unas cosquillas entre los dedos de mi pie. Era Bobby, que aparentemente le atrajo mi pie sudoroso, mi cuerpo se estremeció, mientras una excitación comenzó a invadirme. Si bien mi primera intención fue de echarlo, decidí disfrutar de su mimo, que gradualmente iba estimulándome, instintivamente mis manos buscaron mi sexo, para iniciar una suave y placentera masturbación. Estimulada por la lengua de Bobby, friccionaba de manera circular mi clítoris, hasta dejarlo como un duro garbanzo, llevando posteriormente mis dedos al interior de mi vulva, hasta explotar en un intenso y rico orgasmo, pensé que había hecho algo poco confesable; pero a pesar de eso lo volví a reiterar días después.
A partir de ese momento mi juego amatorio con mi perro se fue intensificando, lo ansiaba, aunque mi temor, me contenía a tener una relación completa. El hecho de estar sola la mayoría del día, hasta la llegada de mi marido, hizo que poco a poco fuese haciendo realidad mis fantasías.
Una tarde, repitiendo la práctica anterior, después de haber tenido mi orgasmo, vi la punta roja de su miembro, pensé que se debía de excitar igual que yo, así que con mi pie desnudo, comencé a tocarlo, friccionándolo suavemente, todos mis sentidos estaban puestos en ese suceso, de pronto sus patas se abrazaron a mi pierna, para iniciar un alocado bombeo. Me entusiasmaba su reacción, así que dejé que las cosas se desencadenasen naturalmente, su bombeo se incrementaba, a lo mismo que mi excitación, estaba fuera de sí, tocaba mi raja sedienta de sexo, hasta que un cálido y espeso liquido baño mi pierna, grité al sentir explotar mi cuerpo ante la llegada de una convulsión. Pero lo que más me conmocionó fue sentir su lengua lamer mi entrepierna, apretaba mis senos hasta que mi cuerpo comenzó a estremecerse nuevamente. Reaccioné en un momento al recordar que mi esposo estaría por llegar, así que corté rápidamente para evitar ser descubierta.
A partir de esa tarde, la relación con mi perro se iba acrecentando, o más bien mi interés hacia él era cada vez mayor, si bien no estaba totalmente convencida en ser penetrada por mi Bobby, la idea no terminaba de cerrarme. Poco a poco me fui involucrando con el animal, fue como ir descubriendo entre ambos una serie de experiencias que disfrutábamos ampliamente, mi perro por su instinto y yo por curiosidad. A pesar de contenerme en un principio, pensando que estaba cometiendo algo prohibido, terminé con el tiempo, ese tabú, para transformarme en su acérrima hembra, dispuesta a entregarme plenamente, sin ningún tipo de tapujos. En determinados momentos pensaba que estaba cometiendo una locura, que debería finalizar con esa manía, pero a los tres o cuatro días, caía nuevamente en la tentación.
En mi sexto mes de gestación, había decidido cortar con esta práctica, pero recuerdo que fue un sábado, mi esposo había concretado una reunión con sus amigos, me dio rabia que me dejase sola ese día, así por despecho, volví a recurrir a mi rica mascota. Cerré bien toda la casa, y lo llevé a una habitación del fondo de la casa. Me quité las bragas, y alcé mi falda, tratando de provocarlo, acercando mí sexo a su húmedo hocico, no tardó su lengua en lamerme, cosa que me encantó.
La lamida abarcaba desde mi hendidura hasta el orificio anal, mi clítoris se rigidizo, ante el roce de esa lengua inquisidora, no podía dejar de gemir, deseando cada vez más y más, me saqué la falda y el buzo, para disfrutarlo mejor, terminando quitándome el sostén, para comprimir mis senos hinchados por el embarazo y por mi excitación, llegando a evacuar mi leche materna. Le ofrecí a Bobby mis senos impregnados, que gustosamente no tardó en pasar su áspera y rápida lengua, para lamer mis erguidos pezones, muy enardecidos por mi exaltación. Me volqué sobre la alfombra recibiendo su insistente lengua sobre mi cuerpo, le entregué mi húmeda vagina, producto de mis flujos a su delicioso sexo oral. Era algo totalmente distinto a lo que mi esposo me hacía, seguramente por su rapidez o por el hecho de estar haciendo algo vedado por la sociedad. Su estriada lengua friccionaba ligeramente mi enarbolado clítoris, produciéndome ante su paso, como descargas eléctricas, era algo nuevo y placentero, mandaba mi cuerpo hacia atrás elevando mi pelvis para seguir deleitando de ese indescriptible tratamiento.
El hecho que estaba más que frenética al sentir ese contacto en mi vagina. Un ruido me trajo a la realidad era mi esposo que acababa de llegar, había perdido la noción del tiempo, rápidamente me vestí para ir a recibirlo. Por suerte esa noche tuve sexo, así que pude descargar mi calentura acopiada.
A partir de ese momento comencé a involucrarme cada vez más, me encantaba sentir su pelaje sobre la desnudez de mi blanca piel, mientras su lengua buscaba mis cavidades, excitándome cada vez más, no era solo yo, sino también Bobby, que lo demostraba, al ver surgir su punta roja, era una especie de química, muy difícil de abandonar.
Repitiendo lo de aquel sábado, y aprovechando la ausencia de mi esposo, a las 10 de la mañana, llevé a Bobby a la misma habitación. Inicie el juego, tratando de incitarlo y a su vez excitarme, llegando a un clímax ideal, me fui quitando la ropa de a poco, colocándome en 4 cada tanto para provocarlo a que me montase, así estuve un buen rato, dándole mi sexo para sentir su lengua, que alteraban mis hormonas, lo continúe durante un buen tiempo, hasta sentir que necesitaba ser penetrada. Culminé quitándome mi última prenda, y desnuda como una perra ardiente, me coloque en cuclillas, decidida a entregarme plenamente a mi mascota, a pesar de mi preñez.
Mi respiración parecía agitarse cada vez más a la espera de esa nueva sensación, mientras Bobby iniciaba una serie de movimientos para intentar acoplarse. En un instante me monto, para emprender un loco bombeo, intentando sin pérdida de tiempo, insertar su verga en mi sexo, sentía como se refregaba sobre mis nalgas buscando afanosamente mi abertura. Eso me provocaba, al saber que quería poseerme con toda su energía, tomé su miembro y lo conduje a la puerta de mi húmeda vagina, fue suficiente para sentir penetrarme de manera salvaje y sin ningún escrúpulo, mientras sus patas delanteras, se aferraban a mis caderas de manera impetuosa.
Comencé a gemir, al sentir la manera en que me estaba penetrando, su instinto animal no tenia parámetros, era realmente su hembra. Su verga parecía crecer en mi interior, como tomando posesión de cavidad, esa dilatación me excitaba, mientras los jadeos de mi mascota eran cada vez más acentuados. No podía creer que me estaba sucediendo, me veía en un espejo con mi panza, mis tetas agitándose, y Bobby penetrándome como si fuese su par. Era una escena totalmente obscena, salvaje e inmoral, pero a pesar de eso, llena de lujuria, tanto de la parte de mi perro, como mía al entregarme a su instinto animal.
Me sentía totalmente poseída por esa furia sexual e incontrolable, su verga parecía seguir creciendo en mi útero, apropiándose cada vez más, su bola que había llegado a la totalidad de su volumen, impedía su salida, quedando apresada en el interior de mi vagina, los movimientos se hicieron más lentos, fue en ese momento que su esperma cálida y cuantiosa comenzó a regar mi seno, en donde una ola de orgasmos comenzó a estremecerse en mi interior. Gemía como nunca lo había hecho, y mi respiración se agitaba, y mi corazón latía apresuradamente, mientras Bobby me apresaba continuando eyaculando su flujo. Traté de contenerlo, pero apenas acabó en mi interior, intentó salirse, no fue fácil, pero después de un esfuerzo su bola zafó de mis labios vaginales, acompañado de una cascada de su semen, cayendo por mi entrepierna.
Lamio mi vagina, y posteriormente su verga roja, hasta el momento solo se la había tocado, pero al verla, aun totalmente crecida, sentí un deseo imperioso, de mamársela, fue algo instintivo, así que me agache y mi boca busco ese tronco aun erguido. La toqué primero con mi lengua hasta que la engullí en su totalidad, sentía el sabor de su semen, invadir mis sentidos. Mi boca la hurgaba de un extremo a otro, mientras mis labios rosaban la totalidad de su grosor. Era lo más promiscuo que había hecho en mi vida, pero me encantaba, esa mezcla de morbosidad me llenaba de excitación, realmente era un placer hacerle sexo oral a mi perro. Después de varios minutos, de deglutir su verga con mi boca, Bobby estaba nuevamente preparado para cogerme.
Como su sumisa hembra, y a su vez excitada por su calentura, accedí gustosa a su nueva intención de penetrarme y ser servida por mi querida mascota, que con el tiempo se fue transformando en un placer animal, asiduo e incondicional.
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Manteniendo el hilo de lo anterior, iré comentando los sucesos más interesantes con mi querido Bobby. La practica con mi canino amante, la mantuve casi hasta mis 7 meses de embarazo, por previsión a producir algún daño a mi bebe, cese en la relación periódica, con la intención de darle un fin definitivo. Aparentemente Bobby no debía de opinar igual, pues notaba como mi mascota me buscaba, con el propósito de tener algún acercamiento físico conmigo, oliendo mi sexo y hasta saltarme con el intento de penetrarme, al que con un simple grito, terminaba paralizando su deseo. No puedo negar que me atraía la actitud de mi Bobby y hasta sentía una estimulación saber que en su natural instinto me deseaba, o más bien que deseaba, sosegar su fogosidad canina con su ama.
Con el nacimiento de mi beba, las cosas fueron cambiando para mi, dado que me llevaba gran parte del día, su cuidado y alimentación. Por consiguiente Bobby paso a segundo término o más bien a tercero, dado que mí marido tomo ese lugar. Mi cuerpo había aumentado de volumen y mis tetas parecían dos melones, como consecuencia de la lactancia para mi pequeña. Me daba la sensación como que mi esposo había perdido algo de interés por mí, y que en cambio Bobby todo lo contrario, pero creo que fue solo mi imaginación.
Una tarde después de dar de mamar a mí bebe, cambiarlo y acostarlo, estaba Bobby observando mis movimientos, al finalizar, me miraba moviendo su cola, me daba la sensación que deseaba que pusiese interés en él, así que comencé a efectuarle una serie de caricias para contentarlo. Se tiró boca arriba, esperando mis mimos en su panza, a lo que realicé hasta llegar cerca a su bulto, no tardó mucho en comenzar a surgir la punta de su roja verga. Sentí un deseo natural de tocársela, y muy suavemente comencé a masturbarlo, se quedó quieto disfrutando de lo que le estaba proporcionado, mientras su verga crecía conjuntamente con mi exaltación. Mi boca se acercó a su punta, para iniciar una suave chupada, cuando el lloro de mi beba, me trajo a la realidad, dejando súbitamente lo que hacía para ver a niña.
Después de lo sucedido pensé que ya no debería implicarme nuevamente con mi perro por distintas razones, además estaba feliz con mi familia, y no veía la necesidad de continuar practicando la zoofilia.
Si bien, hasta el momento no había pasado nada con Bobby, una mañana mientras amamantaba a mí beba, mi querido perrito observaba la escena, le hablé mientras continuaba mi tarea, y se acercó a mi lado, moviendo su cola. En un momento dado metió su hocico entre mis piernas, tocándome mi vagina, fue como una descarga eléctrica que invadió a mi cuerpo. Lo dejé un poco y sentí algunos lambetazos a través de mi tanga, sumado a las chupadas de mi beba, hizo que llegase a excitarme, pero a pesar de eso aparté a mi perro y continúe con la alimentación de mi pequeña.
Durante un tiempo no paso más nada, hasta que un día (siempre el diablo mete la cola), hacia poco que había dado de tomar a mi bebita, pero a pesar de eso seguía produciendo leche que seguía emanando de mis abultadas tetas. Comencé a desnudarme para lavarme y cambiar mi ropa, Estaba por quitarme mi tanga, cuando Bobby salto sobre mí, tan bruscamente que perdí el equilibrio y desplomándome sobre la alfombra. Mi cuerpo casi desnudo, humedecido por mi leche, fue lo suficiente atrayente, para que mi mascota comenzase a lamerlo. Mi primera intención fue sacarlo de su tarea, pero no fue fácil, al sentir una sensación muy placentera, a lo que me volqué sobre la alfombra, entregándome a disfrutar de su golosa lengua.
Me erizaba la piel sentir su rugosidad lamer mis pezones que comenzaban a erguirse ante cada lamida. Me daba la sensación que mamaba mis tetas, lactando mi leche materna, me excitaba con desesperación y ansias de sentir más y más, su contacto en mi voluptuoso cuerpo.
Me quité mi única prenda, para ofrecerle la totalidad de mi cuerpo, ya no era yo, era mi ser totalmente deliberado, al sentir su lengua, en mi húmeda vagina, ya no razonaba, solo quería gozar, el rocé de su lengua en mi clítoris, me enloquecía, gemía como una perra en celo, pronta a ser servida por su macho. Al ver su punta roja bastante crecida, mi boca la buscó con ahínco, para introducirla totalmente en mi interior. La mané desesperada, mientras notaba como adquiría la totalidad de su volumen, la introducía suavemente, para desplazarla lentamente disfrutando con mis labios su textura. Así lo continúe, gradualmente, Bobby se quedó quieto disfrutando de la mamada de su amante-dueña. Seguía fascinada con mi labor, cuando oí unos llantos de mi bebita, pero a pesar de eso proseguí, la venida de un orgasmo, hizo que enfatizase mi mamada, hasta que un cuantioso chorro de esperma, inundó mi boca, era la primera vez que me sucedía, y realmente me encantó.
Estaba impregnada de distintos fluidos, sumado a los flujos que había emanado de mi sexo. Me incorporé como pude, me limpie con la toalla y fui a ver a mi pequeña calmándola de su queja.
Mientras me bañaba, pensaba en lo que había hecho, no podría decir que estaba feliz, pero había disparado mis llamados bajos instintos, para envolverme con mi perro en otro fogoso encuentro sexual, con el que realmente disfruté.
A pesar de mi intención de no volver a repetirlo, mi mente trabajaba para que lo hiciese, una noche, no recuerdo el motivo, pero mi esposo no dormía esa noche en casa, cosa que no me hacía muy feliz quedarnos solas. Después de haber alimentado a mi hija y acostarla, sin haberlo previsto de antemano, llamé a Bobby y lo llevé a la alcoba de huéspedes. Comencé a jugar con él, alzando mi falda, ofreciéndole mi sexo, sentia su hocico rozar mi vagina, así poco a poco me quité la ropa, hasta quedar desnuda frente a él, que parecía entender que le acontecía.
Volví a apretujar mis senos, hasta hacer surgir leche, mi vagina emanaba flujo producto de mi excitación. Me acosté sobre la alfombra, para disfrutar la vigorosa lengua de mi mascota, que inicio una minuciosa incursión por mi lascivo cuerpo. De mis tetas brotaba mi leche, que gustosamente deglutía mi Bobby, provocándome un estado total de excitación. Abría mis piernas para permitir a su lengua una mayor penetración en mis cavidades, al punto de que sin pensarlo, me giré, colocándome en posición de perrita, ni lerdo ni perezoso me montó asiduamente, para iniciar su eminente bombeo en búsqueda de mi raja.
No tardé en sentir su propósito, su verga me había penetrado nuevamente, me poseía con pasión, sus patas se aferraban fuertemente a mi cintura, mientras su verga rozaba vertiginosamente las paredes de mi cavidad sexual. Era suya nuevamente, me excitaba esa situación, no sé por qué, seria la manera en que un animal tomaba posesión de mi cuerpo, o por la manera alocada y salvaje que me penetraba. Su jadeo cerca de mi nuca me exaltaba, mientras su baba humedecía mi desnuda espalda.
Su verga crecía en mi útero con rapidez, hasta introducirlo totalmente en su máxima solidez, gemía como su perra al sentirlo en mi interior. Sentía sus palpitaciones como prontas a esparcir su simiente en mi claustro, eso me produzco un fuerte orgasmo. Estaba fuera de sí, hasta que sentí su eyacular sus flujos, eso me llevó a otro violento espasmo que sacudió todo mi cuerpo, pegué un grito que temí de despertar a mi hija.
Se bajó, y de un brusco tirón sacó su verga acoplada a mi vagina, me dolió pero me agrado, después de lamer su verga, se ocupo de mis cavidades, devolví su atención mamándole su miembro, aun bastante erguido. Me tiré sobre la alfombra, abrazando a Bobby disfrutando de su pelaje sobre mi desnudo cuerpo, me fui adormeciendo hasta perder conciencia del tiempo.
Unas lamidas en mi rostro me despertaron, para continuar por mi cuerpo, bastante impregnado por los flujos ya secos. Debían ser muy atractivos mis olores, porque su lengua exploraba todos mis rincones. Parecía prepararme para un nuevo encuentro, no tardé en entrar en su juego, me volví a colocar en cuatro, para complacer su deseo y a la vez el mío. Estaba impaciente para volver a cogerme, me monto rápidamente, tratando de introducirme su aparato carnal. Cuando su punta buscó o mejor dicho encontró mi orificio anal, instintivamente traté de impedirlo, pero cada vez que penetraba un poco, me agradaba produciéndome una sensación distinta, a pesar de no haberlo practicado nunca, solo permitirle a mi esposo introducir su dedo, opté por dejar todo al azar, era su perra caliente, dispuesta a contentar a su macho.. Mi corazón latía apresuradamente y mi cuerpo empezaba a llenarse de transpiración.
Notaba que cada vez se introducía mas, cosa que me estimulaba a permitir su intromisión, me dolía pero era soportable. Poco a poco, se fue adueñando de mi recto, el roce contra las paredes de mi canal era más intenso e insaciable, su crecimiento paulatino comenzaba a dilatarse en mi interior. Sus patas se aferraban fuertemente como para poder meterme la totalidad de su miembro, sus uñas arañaban mis muslos. La verga de Bobby, comenzó a penetrarme abruptamente, rozando las paredes de mi conducto, sintiéndola crecer como veces anteriores, pero por otro canal..
Sentía que mi culo se partía, estaba siendo desvirgada por una bestia insaciable e incontrolada, dispuesto a satisfacer su instinto animal, no importaba porque conducto. Lo sentía entrar dolorosamente centímetro a centímetro, a través de mi recto. Supongo que cada vez más enrojecido por ese taladro de carne, el esfínter parecía latir para tolerar mejor la incursión. Aprecié sus primeros infusiones regar mi interior, me excitaba, disfrutaba eso, a pesar del dolor, su bombeo era implacable y lleno de violencia, en donde mi culito era forzado sin mayor contemplación.
En ese momento me sentí como vejada por su bestialidad, me dolía bastante, sentía como que era castigada por lo que estaba haciendo. Cuando logró meterla totalmente, su pelota totalmente dilatada, apresada en la salida de mi recto, para finalizar totalmente abotonados, me vino una especie de temor, esperaba que mi hijita no llorase para ir a socorrerla. En ese instante sentí como que Bobby era mi dueño, que era el macho poseedor de su sumisa ama, permitiéndole todo, con tal de gozar de sus penetraciones. Sentía como palpitaba su verga dentro de mi recto, cuando de repente Bobby se giró y por primera vez quedamos abrochados, culo con culo, sentía palpitar su verga, que me producía una serie de espasmos, pero al sentir evacuar su simiente por mi culo, fue el súmmum, gemía como una perra, conteniéndome para no ser escuchada por mi bebita. Trataba de retenerle las patas para evitar que me arrastrase y llegase a producirme algún desgarro en la zona enganchada.
Mis tetas estaban infladas, no sé si por mi excitación o por la leche, o por ambas cosas, mientras mis pezones estaban totalmente erectos, emanando parte de mi leche. Mi estado hormonal, parecía estallar, produciéndome una serie de convulsiones, ante esa morbosa penetración anal.
Permanecimos como 20 minutos acoplados, y Bobby logro eyacular dos veces en ese tiempo, a los que acompañe con varios orgasmos. Cuando se fue aplacando su calentura pudo quitar su miembro recto. No podía creer que mi perro fuese el encargado de desvirgar mi culo. Realmente estaba totalmente extenuada, me levanté para bañarme, al hacerlo, noté algo de sangre entre mis piernas, y varios rasguños, pautas del fogoso encuentro.
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Mi beba contaba unos seis meses, así que mi relación con Bobby se hacía muy poco frecuente, casi ocasionalmente, no era que me desesperaba no tenerla, sino el hecho de ir perdiendo la privacidad como consecuencia del crecimiento de mi hija, situación a la que me fui adaptando, el hecho de que mi madre contaba con una llave de mi casa, era otro impedimento, su llegada podría ser en cualquier momento.Por lo general me recostaba por la tarde a descansar un poco del trajín diario, ese día estaba bastante caluroso, así que me tiré sobre la cama. Estaba media dormida cuando sentí unas cosquillas entre los dedos de mi pie. Era Bobby, que aparentemente le atrajo mi pie sudoroso, mi cuerpo se estremeció, mientras una excitación comenzó a invadirme. Si bien mi primera intención fue de echarlo, decidí disfrutar de su mimo, que gradualmente iba estimulándome, instintivamente mis manos buscaron mi sexo, para iniciar una suave y placentera masturbación. Estimulada por la lengua de Bobby, friccionaba de manera circular mi clítoris, hasta dejarlo como un duro garbanzo, llevando posteriormente mis dedos al interior de mi vulva, hasta explotar en un intenso y rico orgasmo, pensé que había hecho algo poco confesable; pero a pesar de eso lo volví a reiterar días después.
A partir de ese momento mi juego amatorio con mi perro se fue intensificando, lo ansiaba, aunque mi temor, me contenía a tener una relación completa. El hecho de estar sola la mayoría del día, hasta la llegada de mi marido, hizo que poco a poco fuese haciendo realidad mis fantasías.
Una tarde, repitiendo la práctica anterior, después de haber tenido mi orgasmo, vi la punta roja de su miembro, pensé que se debía de excitar igual que yo, así que con mi pie desnudo, comencé a tocarlo, friccionándolo suavemente, todos mis sentidos estaban puestos en ese suceso, de pronto sus patas se abrazaron a mi pierna, para iniciar un alocado bombeo. Me entusiasmaba su reacción, así que dejé que las cosas se desencadenasen naturalmente, su bombeo se incrementaba, a lo mismo que mi excitación, estaba fuera de sí, tocaba mi raja sedienta de sexo, hasta que un cálido y espeso liquido baño mi pierna, grité al sentir explotar mi cuerpo ante la llegada de una convulsión. Pero lo que más me conmocionó fue sentir su lengua lamer mi entrepierna, apretaba mis senos hasta que mi cuerpo comenzó a estremecerse nuevamente. Reaccioné en un momento al recordar que mi esposo estaría por llegar, así que corté rápidamente para evitar ser descubierta.
A partir de esa tarde, la relación con mi perro se iba acrecentando, o más bien mi interés hacia él era cada vez mayor, si bien no estaba totalmente convencida en ser penetrada por mi Bobby, la idea no terminaba de cerrarme. Poco a poco me fui involucrando con el animal, fue como ir descubriendo entre ambos una serie de experiencias que disfrutábamos ampliamente, mi perro por su instinto y yo por curiosidad. A pesar de contenerme en un principio, pensando que estaba cometiendo algo prohibido, terminé con el tiempo, ese tabú, para transformarme en su acérrima hembra, dispuesta a entregarme plenamente, sin ningún tipo de tapujos. En determinados momentos pensaba que estaba cometiendo una locura, que debería finalizar con esa manía, pero a los tres o cuatro días, caía nuevamente en la tentación.
En mi sexto mes de gestación, había decidido cortar con esta práctica, pero recuerdo que fue un sábado, mi esposo había concretado una reunión con sus amigos, me dio rabia que me dejase sola ese día, así por despecho, volví a recurrir a mi rica mascota. Cerré bien toda la casa, y lo llevé a una habitación del fondo de la casa. Me quité las bragas, y alcé mi falda, tratando de provocarlo, acercando mí sexo a su húmedo hocico, no tardó su lengua en lamerme, cosa que me encantó.
La lamida abarcaba desde mi hendidura hasta el orificio anal, mi clítoris se rigidizo, ante el roce de esa lengua inquisidora, no podía dejar de gemir, deseando cada vez más y más, me saqué la falda y el buzo, para disfrutarlo mejor, terminando quitándome el sostén, para comprimir mis senos hinchados por el embarazo y por mi excitación, llegando a evacuar mi leche materna. Le ofrecí a Bobby mis senos impregnados, que gustosamente no tardó en pasar su áspera y rápida lengua, para lamer mis erguidos pezones, muy enardecidos por mi exaltación. Me volqué sobre la alfombra recibiendo su insistente lengua sobre mi cuerpo, le entregué mi húmeda vagina, producto de mis flujos a su delicioso sexo oral. Era algo totalmente distinto a lo que mi esposo me hacía, seguramente por su rapidez o por el hecho de estar haciendo algo vedado por la sociedad. Su estriada lengua friccionaba ligeramente mi enarbolado clítoris, produciéndome ante su paso, como descargas eléctricas, era algo nuevo y placentero, mandaba mi cuerpo hacia atrás elevando mi pelvis para seguir deleitando de ese indescriptible tratamiento.
El hecho que estaba más que frenética al sentir ese contacto en mi vagina. Un ruido me trajo a la realidad era mi esposo que acababa de llegar, había perdido la noción del tiempo, rápidamente me vestí para ir a recibirlo. Por suerte esa noche tuve sexo, así que pude descargar mi calentura acopiada.
A partir de ese momento comencé a involucrarme cada vez más, me encantaba sentir su pelaje sobre la desnudez de mi blanca piel, mientras su lengua buscaba mis cavidades, excitándome cada vez más, no era solo yo, sino también Bobby, que lo demostraba, al ver surgir su punta roja, era una especie de química, muy difícil de abandonar.
Repitiendo lo de aquel sábado, y aprovechando la ausencia de mi esposo, a las 10 de la mañana, llevé a Bobby a la misma habitación. Inicie el juego, tratando de incitarlo y a su vez excitarme, llegando a un clímax ideal, me fui quitando la ropa de a poco, colocándome en 4 cada tanto para provocarlo a que me montase, así estuve un buen rato, dándole mi sexo para sentir su lengua, que alteraban mis hormonas, lo continúe durante un buen tiempo, hasta sentir que necesitaba ser penetrada. Culminé quitándome mi última prenda, y desnuda como una perra ardiente, me coloque en cuclillas, decidida a entregarme plenamente a mi mascota, a pesar de mi preñez.
Mi respiración parecía agitarse cada vez más a la espera de esa nueva sensación, mientras Bobby iniciaba una serie de movimientos para intentar acoplarse. En un instante me monto, para emprender un loco bombeo, intentando sin pérdida de tiempo, insertar su verga en mi sexo, sentía como se refregaba sobre mis nalgas buscando afanosamente mi abertura. Eso me provocaba, al saber que quería poseerme con toda su energía, tomé su miembro y lo conduje a la puerta de mi húmeda vagina, fue suficiente para sentir penetrarme de manera salvaje y sin ningún escrúpulo, mientras sus patas delanteras, se aferraban a mis caderas de manera impetuosa.
Comencé a gemir, al sentir la manera en que me estaba penetrando, su instinto animal no tenia parámetros, era realmente su hembra. Su verga parecía crecer en mi interior, como tomando posesión de cavidad, esa dilatación me excitaba, mientras los jadeos de mi mascota eran cada vez más acentuados. No podía creer que me estaba sucediendo, me veía en un espejo con mi panza, mis tetas agitándose, y Bobby penetrándome como si fuese su par. Era una escena totalmente obscena, salvaje e inmoral, pero a pesar de eso, llena de lujuria, tanto de la parte de mi perro, como mía al entregarme a su instinto animal.
Me sentía totalmente poseída por esa furia sexual e incontrolable, su verga parecía seguir creciendo en mi útero, apropiándose cada vez más, su bola que había llegado a la totalidad de su volumen, impedía su salida, quedando apresada en el interior de mi vagina, los movimientos se hicieron más lentos, fue en ese momento que su esperma cálida y cuantiosa comenzó a regar mi seno, en donde una ola de orgasmos comenzó a estremecerse en mi interior. Gemía como nunca lo había hecho, y mi respiración se agitaba, y mi corazón latía apresuradamente, mientras Bobby me apresaba continuando eyaculando su flujo. Traté de contenerlo, pero apenas acabó en mi interior, intentó salirse, no fue fácil, pero después de un esfuerzo su bola zafó de mis labios vaginales, acompañado de una cascada de su semen, cayendo por mi entrepierna.
Lamio mi vagina, y posteriormente su verga roja, hasta el momento solo se la había tocado, pero al verla, aun totalmente crecida, sentí un deseo imperioso, de mamársela, fue algo instintivo, así que me agache y mi boca busco ese tronco aun erguido. La toqué primero con mi lengua hasta que la engullí en su totalidad, sentía el sabor de su semen, invadir mis sentidos. Mi boca la hurgaba de un extremo a otro, mientras mis labios rosaban la totalidad de su grosor. Era lo más promiscuo que había hecho en mi vida, pero me encantaba, esa mezcla de morbosidad me llenaba de excitación, realmente era un placer hacerle sexo oral a mi perro. Después de varios minutos, de deglutir su verga con mi boca, Bobby estaba nuevamente preparado para cogerme.
Como su sumisa hembra, y a su vez excitada por su calentura, accedí gustosa a su nueva intención de penetrarme y ser servida por mi querida mascota, que con el tiempo se fue transformando en un placer animal, asiduo e incondicional.
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Manteniendo el hilo de lo anterior, iré comentando los sucesos más interesantes con mi querido Bobby. La practica con mi canino amante, la mantuve casi hasta mis 7 meses de embarazo, por previsión a producir algún daño a mi bebe, cese en la relación periódica, con la intención de darle un fin definitivo. Aparentemente Bobby no debía de opinar igual, pues notaba como mi mascota me buscaba, con el propósito de tener algún acercamiento físico conmigo, oliendo mi sexo y hasta saltarme con el intento de penetrarme, al que con un simple grito, terminaba paralizando su deseo. No puedo negar que me atraía la actitud de mi Bobby y hasta sentía una estimulación saber que en su natural instinto me deseaba, o más bien que deseaba, sosegar su fogosidad canina con su ama.
Con el nacimiento de mi beba, las cosas fueron cambiando para mi, dado que me llevaba gran parte del día, su cuidado y alimentación. Por consiguiente Bobby paso a segundo término o más bien a tercero, dado que mí marido tomo ese lugar. Mi cuerpo había aumentado de volumen y mis tetas parecían dos melones, como consecuencia de la lactancia para mi pequeña. Me daba la sensación como que mi esposo había perdido algo de interés por mí, y que en cambio Bobby todo lo contrario, pero creo que fue solo mi imaginación.
Una tarde después de dar de mamar a mí bebe, cambiarlo y acostarlo, estaba Bobby observando mis movimientos, al finalizar, me miraba moviendo su cola, me daba la sensación que deseaba que pusiese interés en él, así que comencé a efectuarle una serie de caricias para contentarlo. Se tiró boca arriba, esperando mis mimos en su panza, a lo que realicé hasta llegar cerca a su bulto, no tardó mucho en comenzar a surgir la punta de su roja verga. Sentí un deseo natural de tocársela, y muy suavemente comencé a masturbarlo, se quedó quieto disfrutando de lo que le estaba proporcionado, mientras su verga crecía conjuntamente con mi exaltación. Mi boca se acercó a su punta, para iniciar una suave chupada, cuando el lloro de mi beba, me trajo a la realidad, dejando súbitamente lo que hacía para ver a niña.
Después de lo sucedido pensé que ya no debería implicarme nuevamente con mi perro por distintas razones, además estaba feliz con mi familia, y no veía la necesidad de continuar practicando la zoofilia.
Si bien, hasta el momento no había pasado nada con Bobby, una mañana mientras amamantaba a mí beba, mi querido perrito observaba la escena, le hablé mientras continuaba mi tarea, y se acercó a mi lado, moviendo su cola. En un momento dado metió su hocico entre mis piernas, tocándome mi vagina, fue como una descarga eléctrica que invadió a mi cuerpo. Lo dejé un poco y sentí algunos lambetazos a través de mi tanga, sumado a las chupadas de mi beba, hizo que llegase a excitarme, pero a pesar de eso aparté a mi perro y continúe con la alimentación de mi pequeña.
Durante un tiempo no paso más nada, hasta que un día (siempre el diablo mete la cola), hacia poco que había dado de tomar a mi bebita, pero a pesar de eso seguía produciendo leche que seguía emanando de mis abultadas tetas. Comencé a desnudarme para lavarme y cambiar mi ropa, Estaba por quitarme mi tanga, cuando Bobby salto sobre mí, tan bruscamente que perdí el equilibrio y desplomándome sobre la alfombra. Mi cuerpo casi desnudo, humedecido por mi leche, fue lo suficiente atrayente, para que mi mascota comenzase a lamerlo. Mi primera intención fue sacarlo de su tarea, pero no fue fácil, al sentir una sensación muy placentera, a lo que me volqué sobre la alfombra, entregándome a disfrutar de su golosa lengua.
Me erizaba la piel sentir su rugosidad lamer mis pezones que comenzaban a erguirse ante cada lamida. Me daba la sensación que mamaba mis tetas, lactando mi leche materna, me excitaba con desesperación y ansias de sentir más y más, su contacto en mi voluptuoso cuerpo.
Me quité mi única prenda, para ofrecerle la totalidad de mi cuerpo, ya no era yo, era mi ser totalmente deliberado, al sentir su lengua, en mi húmeda vagina, ya no razonaba, solo quería gozar, el rocé de su lengua en mi clítoris, me enloquecía, gemía como una perra en celo, pronta a ser servida por su macho. Al ver su punta roja bastante crecida, mi boca la buscó con ahínco, para introducirla totalmente en mi interior. La mané desesperada, mientras notaba como adquiría la totalidad de su volumen, la introducía suavemente, para desplazarla lentamente disfrutando con mis labios su textura. Así lo continúe, gradualmente, Bobby se quedó quieto disfrutando de la mamada de su amante-dueña. Seguía fascinada con mi labor, cuando oí unos llantos de mi bebita, pero a pesar de eso proseguí, la venida de un orgasmo, hizo que enfatizase mi mamada, hasta que un cuantioso chorro de esperma, inundó mi boca, era la primera vez que me sucedía, y realmente me encantó.
Estaba impregnada de distintos fluidos, sumado a los flujos que había emanado de mi sexo. Me incorporé como pude, me limpie con la toalla y fui a ver a mi pequeña calmándola de su queja.
Mientras me bañaba, pensaba en lo que había hecho, no podría decir que estaba feliz, pero había disparado mis llamados bajos instintos, para envolverme con mi perro en otro fogoso encuentro sexual, con el que realmente disfruté.
A pesar de mi intención de no volver a repetirlo, mi mente trabajaba para que lo hiciese, una noche, no recuerdo el motivo, pero mi esposo no dormía esa noche en casa, cosa que no me hacía muy feliz quedarnos solas. Después de haber alimentado a mi hija y acostarla, sin haberlo previsto de antemano, llamé a Bobby y lo llevé a la alcoba de huéspedes. Comencé a jugar con él, alzando mi falda, ofreciéndole mi sexo, sentia su hocico rozar mi vagina, así poco a poco me quité la ropa, hasta quedar desnuda frente a él, que parecía entender que le acontecía.
Volví a apretujar mis senos, hasta hacer surgir leche, mi vagina emanaba flujo producto de mi excitación. Me acosté sobre la alfombra, para disfrutar la vigorosa lengua de mi mascota, que inicio una minuciosa incursión por mi lascivo cuerpo. De mis tetas brotaba mi leche, que gustosamente deglutía mi Bobby, provocándome un estado total de excitación. Abría mis piernas para permitir a su lengua una mayor penetración en mis cavidades, al punto de que sin pensarlo, me giré, colocándome en posición de perrita, ni lerdo ni perezoso me montó asiduamente, para iniciar su eminente bombeo en búsqueda de mi raja.
No tardé en sentir su propósito, su verga me había penetrado nuevamente, me poseía con pasión, sus patas se aferraban fuertemente a mi cintura, mientras su verga rozaba vertiginosamente las paredes de mi cavidad sexual. Era suya nuevamente, me excitaba esa situación, no sé por qué, seria la manera en que un animal tomaba posesión de mi cuerpo, o por la manera alocada y salvaje que me penetraba. Su jadeo cerca de mi nuca me exaltaba, mientras su baba humedecía mi desnuda espalda.
Su verga crecía en mi útero con rapidez, hasta introducirlo totalmente en su máxima solidez, gemía como su perra al sentirlo en mi interior. Sentía sus palpitaciones como prontas a esparcir su simiente en mi claustro, eso me produzco un fuerte orgasmo. Estaba fuera de sí, hasta que sentí su eyacular sus flujos, eso me llevó a otro violento espasmo que sacudió todo mi cuerpo, pegué un grito que temí de despertar a mi hija.
Se bajó, y de un brusco tirón sacó su verga acoplada a mi vagina, me dolió pero me agrado, después de lamer su verga, se ocupo de mis cavidades, devolví su atención mamándole su miembro, aun bastante erguido. Me tiré sobre la alfombra, abrazando a Bobby disfrutando de su pelaje sobre mi desnudo cuerpo, me fui adormeciendo hasta perder conciencia del tiempo.
Unas lamidas en mi rostro me despertaron, para continuar por mi cuerpo, bastante impregnado por los flujos ya secos. Debían ser muy atractivos mis olores, porque su lengua exploraba todos mis rincones. Parecía prepararme para un nuevo encuentro, no tardé en entrar en su juego, me volví a colocar en cuatro, para complacer su deseo y a la vez el mío. Estaba impaciente para volver a cogerme, me monto rápidamente, tratando de introducirme su aparato carnal. Cuando su punta buscó o mejor dicho encontró mi orificio anal, instintivamente traté de impedirlo, pero cada vez que penetraba un poco, me agradaba produciéndome una sensación distinta, a pesar de no haberlo practicado nunca, solo permitirle a mi esposo introducir su dedo, opté por dejar todo al azar, era su perra caliente, dispuesta a contentar a su macho.. Mi corazón latía apresuradamente y mi cuerpo empezaba a llenarse de transpiración.
Notaba que cada vez se introducía mas, cosa que me estimulaba a permitir su intromisión, me dolía pero era soportable. Poco a poco, se fue adueñando de mi recto, el roce contra las paredes de mi canal era más intenso e insaciable, su crecimiento paulatino comenzaba a dilatarse en mi interior. Sus patas se aferraban fuertemente como para poder meterme la totalidad de su miembro, sus uñas arañaban mis muslos. La verga de Bobby, comenzó a penetrarme abruptamente, rozando las paredes de mi conducto, sintiéndola crecer como veces anteriores, pero por otro canal..
Sentía que mi culo se partía, estaba siendo desvirgada por una bestia insaciable e incontrolada, dispuesto a satisfacer su instinto animal, no importaba porque conducto. Lo sentía entrar dolorosamente centímetro a centímetro, a través de mi recto. Supongo que cada vez más enrojecido por ese taladro de carne, el esfínter parecía latir para tolerar mejor la incursión. Aprecié sus primeros infusiones regar mi interior, me excitaba, disfrutaba eso, a pesar del dolor, su bombeo era implacable y lleno de violencia, en donde mi culito era forzado sin mayor contemplación.
En ese momento me sentí como vejada por su bestialidad, me dolía bastante, sentía como que era castigada por lo que estaba haciendo. Cuando logró meterla totalmente, su pelota totalmente dilatada, apresada en la salida de mi recto, para finalizar totalmente abotonados, me vino una especie de temor, esperaba que mi hijita no llorase para ir a socorrerla. En ese instante sentí como que Bobby era mi dueño, que era el macho poseedor de su sumisa ama, permitiéndole todo, con tal de gozar de sus penetraciones. Sentía como palpitaba su verga dentro de mi recto, cuando de repente Bobby se giró y por primera vez quedamos abrochados, culo con culo, sentía palpitar su verga, que me producía una serie de espasmos, pero al sentir evacuar su simiente por mi culo, fue el súmmum, gemía como una perra, conteniéndome para no ser escuchada por mi bebita. Trataba de retenerle las patas para evitar que me arrastrase y llegase a producirme algún desgarro en la zona enganchada.
Mis tetas estaban infladas, no sé si por mi excitación o por la leche, o por ambas cosas, mientras mis pezones estaban totalmente erectos, emanando parte de mi leche. Mi estado hormonal, parecía estallar, produciéndome una serie de convulsiones, ante esa morbosa penetración anal.
Permanecimos como 20 minutos acoplados, y Bobby logro eyacular dos veces en ese tiempo, a los que acompañe con varios orgasmos. Cuando se fue aplacando su calentura pudo quitar su miembro recto. No podía creer que mi perro fuese el encargado de desvirgar mi culo. Realmente estaba totalmente extenuada, me levanté para bañarme, al hacerlo, noté algo de sangre entre mis piernas, y varios rasguños, pautas del fogoso encuentro.
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En esa época comencé a llevar a la plaza a mi pequeña y a Bobby, si bien no iba todos los días, cada vez que concurría veía a una mujer con su perro. No sé si todos tienen ese mismo pensamiento, pero pasó por mi mente si ella, no tendría relación con su mascota. El caso es, que de tanto vernos, terminamos conversando sobre mi niña y por supuesto, nuestras mascotas. Como consecuencia de vernos tan frecuentemente entablamos una amistad. Su nombre es Lourdes, de unos 32 años, soltera, lindo rasgos, morocha de una altura media. Poco a poco se fue acrecentando nuestro aprecio. El tema sobre el sexo y o nuestras relaciones no se tocaba en profundidad.
En una oportunidad me preguntó si podría cuidar a su perro Rocco, por un par de días a lo sumo, que yo era la persona indicada, ya que me conocía y había una buena onda entre ambos. Solamente tenía que pasar una o dos veces por día para darle agua y su comida. Le comente que no tenía ningún inconveniente en ir a su casa.
Llego el día en que se fue de viaje, así que concurrí a su casa para dar de comer a su perro, aprovechando que estaba el día lindo, llevé a mi niña en el cochecito. Entre a la casa y en el patio estaba Rocco, comenzó a saltarme como loco, contento de verme posiblemente, hasta el momento no tenia en mi mente nada extraño y menos estando mi hija, en un momento se me acercó para olfatear entre mis piernas, me quedé quieta, no por temor a pesar de que era un perro grande, me quedé inmóvil mientras su húmedo hocico hurgaba el interior de mi amplia pollera, quedé paralizada, mientras un fuerte escalofrió violentaba mi cuerpo.
Fueron segundos, pero lo suficiente para incitarme y transportarme a otros momentos.
Al día siguiente regrese, pero esta vez deje a mi niña al cuidado de una vecina, diciéndole que en 1 hora a más tardar regresaba. Rocco me recibió como el día anterior, nuevamente su hocico busco entre mis piernas, mi corazón palpitaba fuertemente como si fuese la primera vez. Después de comer se volvió a repetir la misma situación, pero esta vez lo dejé que me oliese, me levante la falda, toqué mi vagina y noté que estaba húmeda, era evidente que su desarrollado olfato percibía mis perfumes sensuales. El hecho de pensar que buscaba mi sexo para olerme, me produzco una incuestionable exaltación.
Deliberadamente decidí llevarlo al interior de la casa, lo llamé, me siguió, fui al baño, me quité la tanga y orine, sin limpiarme regresé al estar me tiré sobre el sofá, me levanté la falda, comenzando a tocarme para producir más flujo, y llamar mejor su atención. Abrí mis piernas ofreciéndosela, se acerco rápidamente y su frio hocico tocó mis labios vaginales, fue una sensación extraña, me sentía nerviosa pero dispuesta a ver qué sucedía.
Cuando su áspera lengua comenzó a lamer mi sexo de una manera jamás esperada, abrí mis piernas para sentirlo en su totalidad, comencé a gemir, al apreciar cómo se desplazaba por los bordes de mis labios inferiores, levanté mis piernas abriéndolas totalmente, para disfrutar de sus lamidas, que se deslizaban desde mi raja hasta mi orificio anal.
Si bien Bobby me lo había hecho en distintas oportunidades, esto parecía distinto, posiblemente por la necesidad de practicarlo nuevamente, mi excitación era terrible, apretujaba mis senos, mientras continuaba lamiendo la totalidad de mis aberturas. No tardé en venirme con todo ante semejante asedio, creo que después de semejante enajenamiento, volví a la realidad, pensando que había hecho algo ilícito en casa de mi amiga, pero no podía negar que fue muy placentero. Habría tenido contacto con el animal, pero Lourdes podría llegar en cualquier momento, y sería un bochorno total.
Esa tarde regreso mi amiga, antes de lo establecido, al día siguiente me llamó agradecida por el encargo que me había pedido, y yo pensaba para mis adentros el placer que su perro me había brindado.
Con el tiempo traté de contenerme de ese desenfreno por infinidad de motivos, aunque de vez en cuando aparecía a mi mente los momentos pasados con mi mascota. Después de unos meses volví a quedar embarazada, para alegría de toda la familia.
A medida que mi embarazo crecía, mi deseo sexual se acrecentaba. Un día hice algo, podríamos decir aberrante, al estar lactando a mi beba, un conmoción me invadía, toqué mi sexo y estaba muy húmedo, inconscientemente comencé a tocarme, hasta empezar a masturbarme mientras la alimentaba, fue una deliciosa experiencia, mi cuerpo se llenaba de convulsiones mientras mi bebe chupaba de mi teta.
Comencé a hacerlo sin prendas interiores, como para estar más libre, y poder tocarme, acción que repetía de vez en cuando. Un día me había colocado una camisola como única prenda, Bobby estaba merodeando por el lugar, mi esposo vendría tarde y mi madre acababa de irse, a medida que sentía las succiones de mi hija, mi pezón parecía erguirse.
Me quite la camisola que la tenia levantada hasta la altura de mis pechos, y llamé a Bobby a unirse, abrí mis piernas y por supuesto su áspera lengua comenzó a deleitarse con mis flujos, era algo delirante e indescriptible. Mis convulsiones eran cada vez más fuertes, mientras trataba de contenerme y terminar de amamantar a mi hija. Apenas finalizó de alimentarse, la acosté, mis pensamientos lascivos me dominaban, con mis pechos aun emanando leche, me acerqué a Bobby, me volqué boca arriba entregándole mi piel a su lengua, comenzó a olfatear mis zonas empapadas para iniciar su ritual, de una manera vertiginosa lamia mis tetas, para continuar con mi vagina.
Mi cuerpo se arqueaba ante esa impetuosa y delirante lengua. Era como que me estaba preparando para un final consabido. Mis gemidos inundaban la habitación, estaba verdaderamente sobre estimulada. Veía como su verga comenzaba a asomar de su funda, comencé a tocársela para acelerar su excitación, había comenzado a salirse, cuando el reclamo de mi hija, hizo que desistiese de lo planeado.
En el 4to o 5to mes de embarazo me encuentro con Lourdes, que hacia muchísimo que no sabía nada de ella, me conto que se había mudado a una cuadra de mi departamento. Se alegro por mi nuevo estado y quedamos en vernos a la brevedad..
El día que fui a su casa, Rocco repitió su olfateada entre mis piernas, me hice la espantada, diciendo “Parece que le gusto”, y no es la primera vez que me lo hace” comenté. Lourdes con una sonrisa, diría picaresca, me dice “Puede ser que le atraigas por algo o sienta algo por ti”, nos reímos de la ocurrencia, y me imaginé que me estaba dando pie para algo más.
La cosa quedó ahí, aunque tenía el presentimiento en que mi amiga tenía relaciones con Rocco. Por supuesto que preguntárselo no era lo adecuado, además por experiencia sé que es difícil comentarlo con alguien, es un tabú, aunque hay miles de mujeres que lo practican.
Una tarde la llamé para decirle que mi esposo se iba de viaje, y mi madre se quedaría con la niña, si estaba disponible podíamos hacer algún programa. Le pareció buena la idea, y ese sábado salimos de acuerdo a lo planeado. Si bien íbamos a salir por la noche, el frio reinante en ese momento nos hizo modificar los planes.
Así que a eso de las 19 horas, encendió el hogar, preparó algo para comer y charlamos de mil temas. La velada estaba entretenida, y estábamos muy a gusto, el ambiente se había calentado bastante, así que opté por sacarme mi suéter. Dejando al descubierto parte de mi vientre de casi 6 meses. Lourdes, asombrada me dice “Que grande que esta”, mientras su mano comenzó a acariciar panza. De manera inconsciente o no, me levante la blusa, y aflojé la atadura del pantalón, para dejarla al descubierto, y permitirle tocarla en su totalidad.
En ese instante sentí una mezcla de excitación y a su vez placer, dejé que continuase, cerrando los ojos y disfrutando de su contacto. Lourdes comenzó a desabrochar el resto de mi blusa, a lo que no hice ningún tipo de objeción cuando su voz comenta sobre lo grande de mis senos.” Puedo tocarlos” me dice, “Si es tu deseo, hazlo” le contesto.
Al abrir mi blusa, compruebo que mi sostén tenía un aureola producto de mi leche “Disculpa, al no darle de mamar a mi beba comenzaron a gotearme” comenté
“Pero ten cuidado que todavía tienen más” se rio de mi contestación y comenzó a desabrocharlos, mientras me decía “Quisiera comprobarlo”, sin decir nada me acomodé para que lo hiciese. En escasos segundos mis pechos estaban al descubierto. Sentí una tensión producto del nerviosismo, mientras mis medianos pechos se estremecían rápidamente.
Su mano los acaricio con mucha ternura, hasta que oprimió con sus dedos mis tensos pezones, apretó mis tetas hasta que logro sacar leche, para colocar su boca y comenzar a mamarme. Mi respiración se aceleraba al ritmo de sentir sus succiones llenas de erotismo, prendidas a mis pechos, mientras su mano se desplazaba por el volumen de mi abdomen hasta el monte de Venus en búsqueda de mi sexo.
Nuestras bocas se acoplaron, y sus dedos rozaban el picacho de mi clítoris, era algo nuevo que estaba experimentando, estaba dispuesta a disfrutarlo, siendo esta mi primera vez con otra mujer. Notaba que sabía como tocarme y donde, eso me provocaba como descargas eléctricas en todo mi cuerpo.
Retiro mi blusa y mi sostén, quitó mis zapatos y bajo mis pantalones en pocos minutos, mi única prenda era mi tanga. Sentía algo de retraimiento, pero sus besos y succiones en mis pechos, fueron elevando mis hormonas, no quitó mis bragas, sino que continuo excitándome, como esperando que yo lo hiciese, en prueba de consentimiento.
No lo hice, solo le dije” Quítame la braga, y haz lo que te plazca”.
Suavemente la fue desplazando, hasta quedar totalmente desnuda en su presencia..
Sus dedos separaron mis labios vaginales, mi almejita abierta quedo a su destreza, me beso suavemente recorriendo todo mi mojado sexo, hasta que su indagadora lengua inicio una búsqueda en mi interior, rozando mi clítoris excitado. Mi cuerpo se arqueaba ante ese inquisidor acecho, gemía y la deseaba dentro de mí. Mis dejos de pasión anegaban la habitación, al introducir su lar y delgado dedo en mi recto, fue el acabose, comenzó a moverlo suavemente, hasta introducirlo en su totalidad, entrándolo y sacándolo, hasta dilatar mi esfínter, para dar cabida a su segundo dedo, asi los mantuvo, mientras su boca degustaba de mi sexo.
No dejó un minuto sin asediarme, hasta que obtuvo de mi, una serie de fogosos y convulsionados orgasmos. Cuando todo finalizó mis mejillas sonrojadas delataron mi retraimiento por lo sucedido, pero sus besos y caricias fueron aplacando mi inhibición.
A partir de ese momento los sucesos se fueron incrementando