La Polla de mi Hermano 1

heroher

Virgen
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Jul 31, 2012
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Estaba hasta las narices de que mis amigas me preguntaran de qué tamaño tenía la polla mi hermano. Y sus huevos… ¿Eran redondos y duros, le colgaban mucho, se depilaba? - ¿Y yo qué sé?- les contestaba.- Nunca le he mirado la polla a mi hermano. No te digo ya los huevos… Por descartado, ellas no podían creerme; y yo no les daba más explicaciones, por supuesto. Que no me hubiera fijado nunca en el tamaño de la polla de mi hermano, que al parecer era la sensación del instituto, tenía que ser pecado como mínimo. Pero es que para ese entonces me parecía raro que me comentaran algo de él, ya que era suficientemente mayor como para que nunca nos mirara como a las mujeres que nos estábamos convirtiendo… mujeres que se morían por poner los labios sobre su tremenda polla, comerla hasta hacerlo correr, probar su leche espesa… ¡Por el amor de Dios, qué era mi hermano! Tampoco me había fijado en la verga de otros chicos. Mojigata, sí… Pero, sobre todo, resignada… Me faltaban, seguramente, muchos años antes de conseguir probar una tirando a normalita, no digamos una de las características que le atribuían mis amigas a la de Víctor. Resignada, sí, y realista. Una normalita… para empezar… No soy de las chicas guapas, ni siquiera se puede decir que sea resultona. Normal, sí… y tirando a tonta. Eso sí que me describe bien, una tremenda cortada. La niña tonta que se pone colorada cuando un tío le mira las tetas… Todo lo contrario que mi hermano, el maravilloso Víctor, terminando Arquitectura después de tantos años. Yo tengo 16, él me saca diez, aunque parecen muchos más por el porte que tiene. ¿Qué si me he fijado? ¡Joder, como no hacerlo, si parece un puto modelo! La naturaleza de mí se olvidó, pero a él le cogió cariño desde el principio. Claro que al inicio ni me fijaba; no se me iban los ojos ni a su paquete ni a su culo… pero tantas veces me lo ponían delante mis compañeras y amigas con sus ojos lascivos… que acabé cayendo. Acabé mirándolo, como lo veían ellas. Y ellas lo miraban mucho… Y lo deseaban más. Sabía que se masturbaban pensando en Víctor, sabía que se lo follarían si tuvieran la más mínima oportunidad. Estaban salidas, y mi hermano, además de estar muy, pero que muy bueno, era un buen partido. Y era mayor, ya con eso supongo que les bastaba. También lo de que tuviera coche ayudaba, ya que se veían las muy cerdas follándoselo en el asiento delantero, sacando la cabeza por la ventanilla del pasajero y ofreciéndole el culo mientras él las ensartaba con fuerza desde en otro lado, agarrado a sus caderas. Yo también lo hacía. Me lo imaginaba montándomelo con él en su puñetero coche, donde tantas veces me sentaba para que me llevara al instituto antes de que él se fuera a sus clases. Más de una vez temí dejar la marca de mi coño mojado en la tapicería del asiento, ya que la falda del uniforme no la llevaba precisamente larga… Algo había que potenciar de mi físico, aunque fuera vistiendo como el resto de mis amigas… Como una puta. Allí sentada, viéndolo cambiar las marchas, mientras hablaba con sus amigas por el manos libres, me imaginaba empalada por su nabo a un ritmo frenético, como había visto en algunas de las pelis que guardaba en la memoria del ordenador de su dormitorio, y que yo espiaba las noches en que salía de marcha y sabía que no iba a regresar temprano. Si… Deseaba a mi hermano Víctor. Hacía meses que lo deseaba… Me masturbaba pensando en él… En su polla, o especificando, en su polla jodiéndome el coño de forma bestial. Y allí estaba siempre, con sus amigos en su cuarto. Ninguno me miraba. Víctor tampoco lo hacía. Yo los oía hablar de chicas desde mi habitación; se contaban unos a otros sus correrías y mi hermano no era ningún santo. Había tenido varias novias, y aunque no era del todo faltón con respecto a sus aventuras de vez en cuando se le soltaba la lengua y decía más de la cuenta. Si podía, lo escuchaba con suma atención, y me lo imaginaba a él entre mis piernas. Y me mojaba… A mi hermano, descubrí, le gustan borrachas… Siempre que se le llenaba la boca contando sus batallas era cuando sus novias bebían más de la cuenta. Por norma general, decía bien poco. Supongo que le cortaba que yo pudiera estar escuchando al otro lado del pasillo, aunque no cerraba nunca la puerta, el muy malnacido. Sus amigos le preguntaban y no soltaba prenda. Se hacía el duro, comentarios evasivos, nada más. Pero cuando aquella noche la chica de turno había bebido parecía que se ponía como loco y no podía reprimir el instinto de hacerse el machito frente a sus colegas. Solían ser cuatro, contándole a él. Aquella noche, yo con los deberes de Inglés sobre la mesa de mi escritorio, intentando no prestar atención a los relatos de la juerga del viernes pasado de sus amigos, mirando las letras desordenadas en otro idioma, me descubrí prestando atención a su amigo, que describía como se había follado por el culo a una universitaria del Erasmus, y dibujando yo una enorme polla en la hoja cuadriculada… ¡Joder! A repetir toda la puñetera tarea… Y entonces, uno de ellos, al que conocía como íntimo de mi hermano, se ríe y da un golpe en algún sitio duro del dormitorio. El resto le acompaña, porque seguro que saben de qué va el chiste. Se escuchan movimientos y ruido de la silla de escritorio al rodas por el suelo, redistribuyendo la disposición de los cuerpos. - El que lo tuvo que pasar bien anoche fue Víctor- le escucho decir.- Inés estaba completamente borracha. Comentarios de aprobación, palmas que animan y unos cuantos vítores. Mi hermano se ríe entre dientes, conozco esa expresión de su cara; nervioso, excitado. Seguro que se le ha puesto dura nada más mentarlo. Pero baja un poco la voz antes de decir nada… a eso no estoy acostumbrada. - Se la tragó todita, la muy cerda- comenta, como si nada.- Le di polla hasta la garganta y creí que vomitaría de tanto alcohol que llevaba encima. Pero aguantó como una campeona, y se tragó toda la corrida. Me puso como una moto, estaba completamente salida. El rímel le manchaba toda la cara. El sudor se le pegaba al pelo y le tapaba gran los cachetes. Pero se lo agarré mientras me la mamaba… viendo como sus mofletes se inflaban cada vez que le daba un pollazo. ¡Joder, qué buena mamada me hizo la borracha! No aguanté mucho, pero me salió tanta leche que le rebosó de la boca cuando se la incrusté al final, y casi creí que volvería a casa con los pantalones manchados con lo que se había comido aquella noche. Me sorprendió cuando consiguió tragárselo casi todo, y agarrarme los huevos para estrujármelos mientras me chupaba la puta punta del nabo. Me llevé la mano a mi coño virgen, que latía con fuerza allí donde me tocaba para correrme por las noches pensando en la pollita de mi hermano. Siempre la había imaginado normal, y ahora se me antojaba enorme, venosa y brillante, y la vi metida en la boca de la zorra de Inés, y me dieron ganas de darle un bofetón en esa cara sudada y corrida. No se merecía la enorme polla de mi querido Víctor, ninguna la merecía… Me descubrí más mojada que nunca. Me dolía el coño, sí, dolía… El lenguaje soez de mi hermano me había cortado la carne, me había hecho ver lo que habían visto sus ojos, y ahora no quería dejar de imaginar que eran los míos los que lo miraban con los cojones hinchados a la altura de la barbilla, la boca llena de su polla sudada por estar tanto tiempo en la bragueta, mi estómago revuelto por el alcohol que no sé beber… Y su leche espesa… resbalando por mi boca, iniciando el descenso hacia el cuello y refugiándose en el canalillo de mi pequeño escote. La mano de mi hermano agarrando mi cabeza contra su pelvis, y yo gimiendo mientras siento llegar mi orgasmo… Las risas de sus amigos me devuelven a la realidad… Me he estado masturbando; a punto he estado de correrme con la puerta abierta de mi cuarto, y no sé si he estado jadeando, ni si me han escuchado al otro lado. Me late la vulva como nunca, duele a rabiar la sensación de vacío que siento allí donde quiero que me ensarte la polla. Sudo y jadeo. He manchado la silla con lo que expulsaba mi coño, y mis dedos están rígidos por el machaque que le he dado a la punta de mi clítoris edematizado. Quiero seguir… pero lo quiero hacer con la polla de Víctor delante. Bueno… Tal vez no precisamente delante… Quiero ser la putita borracha de mi hermano Víctor… Y sé donde guarda mi padre el whisky barato…
Era viernes, otra vez. Un maldito viernes, de esos en los que me quedaba sola en casa porque mis padres tenían turnos incompatibles con la vida familiar en sus respectivos trabajos, y mi glorioso hermano había salido de juega con sus amigos. Como no, seguro que había alguna golfa de por medio. Eso me mataba… me hacía hervir la sangre. Me hubiera encantado poder afirmar que mi hermano podía hacer lo que quisiera con su jodida polla todas las noches, pero ya había aceptado que era malo engañarse a uno mismo. Que se tirara a cualquier putón borracho me mataba, aunque en el fondo me mataba que se tirara a cualquiera, borracha o no. Imaginarlo fundir sus carnes en las de otro coño que no fuera el mío no era una opción aceptable para mí. Odiaría a toda chica que le pusiera un dedo encima a mi hermano. No decir ya a las que le ponían el coño en la boca… En las últimas semanas, después de que tomara la determinación de que necesitaba sentirme perforada por la polla de Víctor, en modo taladro percutor, mi vida se había convertido en un autentico infierno. Me molestaba la visión de mi hermano vestido rondando los pasillos, pero también me molestaba en calzoncillos. Calzado o sin zapatos, con camiseta o sin ella. Simplemente, me molestaba mirarlo, que existiera era ya un completo martirio. Y más martirio todavía… que para él yo no existiera. Así que había convertido internet en mi recurso supremo. No me podía creer a la de gente que le gustaba tirarse a sus hermanos. Me hacía pensar que era un poco menos guarra de lo que en principio me creía, aunque bien mirado estaba empezando a aceptar que hay ciertos deseos que por más que los reprimas van a ir a buscarte a la tumba, si hacía falta. Y yo, antes de morirme, quería follar como una condenada a mi queridísimo hermano. Tirármelo en el coche, en la ducha… en su cama y en la mía. Joder como animales con la tranquilidad de saber que la casa era toda nuestra ya que nuestros padres siempre estaban ausentes, aprovechar incluso la cama ancha de matrimonio de nuestros progenitores… En internet encontré de todo. Y te explicaban con pelos y señales cosas que yo nunca antes había vigilado. Cosas que ni sabía que podían ser espiadas, también… Fotos, consejos, foros y blogs relacionados con follar entre hermanos eran mis aliados ahora en el desconsuelo de mi coño. Cosas en qué fijarme… Las llamadas poluciones nocturnas eran una de ellas… Esa misma mañana, mientras él se daba una ducha y mis padres se habían ido ya al trabajo, me había colado en su cuarto. Llevaba haciéndolo toda la semana, buscando y olfateando sus sábanas, pasando la mano, buscando rastros de humedad… Y nada. Pero esa mañana lo había visto pasar por delante de la puerta de mi habitación mientras yo me vestía. Acababa de darme mi baño, y él me había escuchado salir y sabía que le tocaba el turno. Iba en calzoncillos… y estaba empalmado. Me ardió el coño como nadie se imagina. Su enorme verga marcada dentro del calzoncillo blanco, ladeada hacia la derecha, llegando más allá de la ingle… Oscura la piel, dibujado el glande con toda claridad, y mojada la tela en esa punta. Se había parado frente a la puerta de mi dormitorio, rascándose la cabeza, todavía adormilado. - ¿Ya estás? - Desayuno, y lista- había conseguido articular, ya que mis ojos habían acaparado todas mis funciones cerebrales y pocas neuronas me habían quedado disponibles para otros menesteres. Esa enorme polla aprisionada en el calzoncillo me había mojado enormemente las bragas, y sabía que tenía que cambiarlas antes de subirme a su coche, para no manchar nada. La idea de lanzarme en ese momento sobre él me mantuvo tensa unos segundos. Mi mente calenturienta de adolescente virgen se precipitó sobre su paquete, queriendo recorrer con la yema de los dedos la dureza que sabía que existía pero que mis ojos no podían corroborar sin más pruebas. Y mi lengua también quería formar parte de esa pequeña orgía. Quería agarrar el calzoncillo blanco y bajárselo hasta las rodillas, observar lo que Víctor entregaba a sus novias sin reservas, tan cerca de su polla que el calor irradiara hasta la piel de mis labios, y su olor me golpeara las fosas nasales. Quería saber cómo apestaba la polla de mi querido hermano mayor. Y probarla… - Quince minutos y salimos… Asentí y se apartó de mi vista, entrando en el baño. Nunca cerraba la puerta… Y aunque mis necesidades de ver como Víctor se quitaba la prenda y quedaba desnudo y fuertemente empalmado delante de mis ojos eran más que justificadas, aquella mañana me reclamaban sus sábanas. Así que corriendo llegué a su habitación, no sin antes echar un pequeño vistazo al interior del baño. Víctor meaba ya sin el calzoncillo en la taza del váter, de pie, ofreciéndome el grandioso espectáculo de sus nalgas duras de deportista mientras el sonido del chorro de orina chocando contra el agua del fondo me inundaba los oídos… Esas nalgas prietas que imaginaba cada noche bombear duro contra mi coño caliente; esa orina que bebería si él me lo pidiera… Restregarme contra su boca para que me lo comiera de forma salvaje, mojándole la barbilla y la nariz enterrados entre mis flujos excitados. Sentir sus manos fuertes aferrar mis caderas para empujar duro contra mis entrañas ardiendo, entregando mi virginidad a la polla durísima y sedienta de un follar distinto al que ha tenido hasta ahora… Emborracharme para mi hermano Víctor… Corrí hasta su dormitorio. Y mientras lo hacía, llevé los dedos a la braga y noté como la tela estaba completamente mojada, y que si presionaba solo un poco sobre los labios mayores se filtraba a través de la tela. Los dedos pegajosos… preparados para una buena sesión de autosatisfacción para la que ahora no tenía tiempo. Me arrodillé junto al lateral de la cama, y retiré la colcha. Allí, en el centro casi, estaba la marca que andaba buscando… la prueba de que mi hermano esa noche había estado pensando en tirarse a alguien, o directamente lo había soñado. Poco me importaban los detalles… yo solo quería probarlo. A punto estuve de ir a tocar la mancha con los dedos que aún conservaban el olor de mi coño, y su humedad. Por suerte los hice retroceder a tiempo mientras avanzaba la otra mano. Y mis yemas tocaron la sábana húmeda, el surco dejado allí por sus líquidos calientes mientras pensabas en vete a saber qué guarra… Humedecí mis dedos en la mancha, recorrí la zona donde casi desaparecía, perfilando la figura que se me antojaba tremendamente grande. Llevé los dedos bajo mi nariz y aspiré el aroma, fuertemente. Ese olor no era como esperaba. Era la primera vez que olía a polla. Me senté en el borde de la cama y llevé mi cara hasta el colchón. Olí la esencia de Víctor sin saber si era corrida u otra cosa. La curiosidad me embargaba, pero la inexperiencia me podía… Estaba loca por googlear la pregunta, a ver si alguien aliviaba la duda. Pegué la cara a la mancha… Abrí la boca y la probé… pasando la lengua desde un extremo a otro, abarcándola toda. Oliendo, degustando… Mi primer contacto con el semen masculino, con la corrida de mi hermano. No recuerdo el momento en el que, me imagino que por el descontrol de mis sentidos por aquella nueva experiencia, me llevé la mano al coño y empecé a masturbarme con saña. De veras que no recuerdo cuantos minutos pude estar tocándome y pellizcándome, penetrándome y dejando mis bragas y mi mano completamente empapadas. Gemía contra la sábana sin control, aferrada la otra mano a la colcha como si en aquel instante me empalaran y necesitara apoyo para no resbalar… Jadeaba y se me secaba la garganta contra la mancha de la cama, mientras sentía como comenzaba a ser inminente mi corrida. En mi mente solo una imagen… Víctor contra la taza del váter regándome la cara con su leche, esa leche que olería como aquella sábana. Esa polla que me golpearía los cachetes cuando hubiera terminado, restregando la punta de su capullo contra mis labios, moldeando la elástica resistencia de las paredes internas de mi boca para introducir la corrida y poder saborearla a placer, notando todavía sus espasmos… Su polla… Su bendita polla… Su maldita polla… Me corría irremediablemente… y me gustaba horrores. - ¡Víctor, me corro!- me escuché decir contra las sábanas… Y estallé empapando las bragas, la mano, los muslos… habría mojado hasta el suelo si no llego a estar medio sentada en la cama. Mi puño aun se aferraba a la tela, y yo jadeaba mientras mi espalda se tensaba y relajaba acompañando a los espasmos que nacían de mi encabronado coño. - Bea… ¡Dios! Mi hermano…
 
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