La nueva asistenta de Don Ramón

roman74

Pajillero
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Don Ramón era un hombre maduro, de mas de sesenta años, un metro ochenta y dos, pelo negro ondulado, ya casi gris, ojos pardos y de mirada profunda.

Su cuerpo aunque con una ligera obesidad en el vientre se conservaba fuerte y bien proporcionado, debido al ejercicio diario, que aunque no muy violento le conservaba en buena forma, fÃ*sica y mentalmente.

HacÃ*a ya varios años que estaba jubilado, habÃ*a trabajado como alto cargo en un banco toda su vida y ahora podÃ*a disfrutar de su estado laboral sin ninguna estrechez económica, ya que aparte de la pensión y debido a sus contactos en el banco, habÃ*a realizado bastantes negocios de compra y venta de terrenos y acciones que le habÃ*an proporcionado unos sustanciosos ahorros que siempre le habÃ*an permitido vivir holgadamente.

Nunca se habÃ*a casado, quizás consideró que el trabajo no era compatible con el matrimonio y siempre habÃ*a satisfecho o satisfacÃ*a (ya que su libido continuaba activa al cien por cien) sus apetencias sexuales con citas esporádicas o grandes amigas siempre dispuestas a pasar con él un rato agradable, y también porque no decirlo practicando la autosatisfacción.

VivÃ*a en un bonito chalet situado en la ladera de un montÃ*culo, rodeado de un alto y espeso seto que impedÃ*a que miradas indiscretas atisbaran en el interior de la vivienda, tanto en la zona que daba a la calle como en los solares colindantes, aislándolo totalmente de vecinos y transeúntes fisgones. Al frente, una hermosa vista del mar Mediterráneo podÃ*a contemplarse tanto desde la terraza del primer piso como desde la pequeña piscina que rodeada por un frondoso jardÃ*n creaba un ambiente fresco y agradable que hacÃ*a que la estancia en la casa fuera del todo satisfactoria, incluso para los mas exigentes.

El jardÃ*n y la piscina las cuidaba el propio Don Ramón y la casa y las comidas corrÃ*an a cargo de una mujer que hacÃ*a mas de 15 años que estaba a su servicio. La señora Esmeralda.

La señora Esmeralda era oriunda de un paÃ*s sudamericano, y habÃ*a venido con su marido en busca de una vida mas acomodada de la que les ofrecÃ*a su tierra, era una mujer tÃ*pica descendiente de las razas indÃ*genas del oeste de Sudamérica, bajita, mas bien de cuerpo orondo y con las tetas poco prominentes. Su cara era muy morena y simpática y el pelo negro y brillante lo llevaba recogido en una coleta a la espalda. Y compuesto ya el escenario de nuestra historia pasaremos a relatar lo que realmente interesa a los lectores y lectoras.

Don Ramón era una estupenda persona, honrado, leal, simpático y siempre dispuesto a ayudar a sus amigos.

Pero tenÃ*a un defecto.

Era naturista, bueno… nudista. Aunque quizás no debiéramos llamarlo defecto, sino mas bien peculiaridad.

Don Ramón era una persona que adoraba estar en su casa, por esto su hogar tenÃ*a todas las comodidades, pero a Don Ramón le gustaba disfrutar con su cuerpo de todas ellas, sentir en su piel el contacto de los tejidos o las pieles de sus muebles, el roce y el aroma de las flores y hojas del jardÃ*n, la caricia del sol o la resistencia del agua mientras nadaba en la piscina totalmente desnudo.

Por lo tanto siempre andaba sin ropa tanto por la casa como por el jardÃ*n durante casi todo el año exceptuando los dÃ*as de mas frÃ*o.

Y aquel caluroso sábado de finales de julio no era una excepción. Don Ramón estaba disfrutando del microclima que se creaba en el jardÃ*n al mezclarse la brisa marina con el suave aroma de las rosas, sentado en una cómoda tumbona y leyendo el último libro de Dan Brawn.

La señora Esmeralda estaba bajando la escalera de la cocina con una cerveza helada y unos tacos de queso y no pudo dejar de admirar el bronceado cuerpo de su jefe. Sobre todo su vista se fijo en la hermosa verga de Don Ramón, no se cansaba de admirarla, aun en el estado de semiinconsciencia en la que en aquellos momentos se encontraba, se la veÃ*a grande y poderosa, el glande totalmente a la vista era de un color rosa oscuro, a Don Ramón le habÃ*an operado de fimosis de muy joven y ningún tipo de piel se interponÃ*a entre la brisa y el final de su apéndice reproductor, después del glande unas ligeras arruguitas recordaban los puntos de sutura de la operación y a continuación el poderoso y grueso tronco que unÃ*a el capullo, que competÃ*a en belleza con algunos de los que estaban brotando de los rosales del parterre, con los dos grandes testÃ*culos que orgullosos y totalmente depilados reposaban sobre sus muslos.

La señora Esmeralda sabÃ*a con total seguridad que aquel bello conjunto, en cuestión de breves segundos podÃ*a llegar a su máximo esplendor alcanzando una longitud que sobrepasaba los diez y ocho centÃ*metros desde el pubis al final del glande y su grosor en la parte mas cercana a los huevos se acercaba tranquilamente a los cuatro centÃ*metros de diámetro.

Y lo sabÃ*a porque lo habÃ*a medido, tanto fÃ*sica como corporalmente, porque aquel instrumento tan hermoso, a lo largo de los años que llevaba al servicio de Don Ramón la habÃ*a penetrado en bastantes ocasiones en todos sus orificios corporales proporcionándole unos placeres inimaginables que nunca habÃ*a conseguido con su querido esposo.

En unos instantes volverÃ*a a recrear su mirada con aquel prodigio de la naturaleza que Don Ramón tenÃ*a por cipote, ella sabÃ*a perfectamente como hacerlo, aunque hoy estaba triste porque debÃ*a de comunicar a Don Ramón una noticia no muy agradable, al menos para ella.

.- Don Ramón, aquÃ* tiene su aperitivo.

.- Gracias Esmeralda, es Vd. muy amable. Vio como la mirada de Don Ramón se dirigÃ*a a su cuerpo y escudriñaba su uniforme, ella llevaba una batita corta de trabajo de color azul celeste, totalmente desabotonada y ceñida a la cintura por un estrecho cinturón de tela, con un nudo de lacito sobre ombligo dejando entrever su cuerpo desde el pecho hasta los muslos y digo entrever porque la abertura sujeta por el cinturón no dejaba opción a nada mas.

Pero ella sabÃ*a que con aquello bastaba, no llevaba ropa interior, en aquella casa casi nuca la llevaba, aunque ella siempre cubrÃ*a su cuerpo con el uniforme o la ropa de calle. No querÃ*a faltarle al respeto a Don Ramón. Mas tarde sabremos porque.

ConocÃ*a perfectamente que su cuerpo ya no era muy apetecible, de hecho su cuerpo nunca habÃ*a sido tan apetecible como el de las amigas de Don Ramón, que aunque casi todas ya maduras, lo cuidaban como si fueran actrices de cine, pero también sabÃ*a que Don Ramón o mejor dicho que el miembro de Don Ramón reaccionaba ante cualquier cuerpo femenino que se le acercara con poca ropa, y ella querÃ*a ver una vez mas como el pajarito que su jefe lucÃ*a en la ingle se transformaba en una bestia salvaje palpitante y sedienta de dar y sentir placer.

.- Don Ramón… si no le molesto mucho tendrÃ*a que hablar con Vd.

.- Por favor Esmeralda, siéntese frente a mi y cuénteme que la preocupa. Don Ramón siempre la habÃ*a tratado de usted, a pesar de haber follado con ella un montón de veces, su educación era exquisita y nunca la habÃ*a faltado al respeto. Dejó el libro que estaba leyendo y bajando los pies de la otra tumbona que tenÃ*a enfrente, la acerco un poco mas debajo de la sombrilla para que ella se sentara un poco mas cerca y no le diera el sol en la cara.

La señora Esmeralda se sentó, pero debido a la inclinación de la tumbona y a lo corto de la falda sus muslos y su vulva quedaron prácticamente al descubierto y a la vista de don Ramón, pero ella no hizo ni el menor caso, ya eran muchos años de estar en aquella casa y sabÃ*a las costumbres.

Pero eso si, su mirada cruzándose con la de Don Ramón se fijo en el bello instrumento de sus sueños, que al instante y obedeciendo a una rápida orden del cerebro calenturiento de Don Ramón y a la vista de sus partes Ã*ntimas multiplico su tamaño por dos en menos de cinco segundos. Don Ramón también hizo caso omiso de esta circunstancia y la insto a que hablara con un amistoso gesto mientras tomaba uno de los tacos de queso.

.- Pues como Vd. ya sabe Don Ramón ya que algunas veces se lo he comentado, mi madre no se encuentra muy bien y últimamente a empeorado bastante.

Don Ramón rebusco en su memoria por unos segundos y efectivamente recordó que hacÃ*a unas semanas que la señora Esmeralda algo le habÃ*a mencionado sobre dicho tema.

.- Si me acuerdo perfectamente, y créame que lo siento muchÃ*simo, ya sabe que siento por Ud. y por toda su familia un gran aprecio.

.- Lo se Don Ramón y se lo agradezco mucho, pero el problema es que soy su única hija y lamentándolo mucho, en cuanto a lo que Ud. se refiere, tendré que viajar a mi paÃ*s para cuidarla.

La noticia impacto a Don Ramón durante unos cuantos segundos, se habÃ*a acostumbrado a aquella buena mujer y de repente ella por causas ajenas a su voluntad debÃ*a de abandonarlo para atender a un ser querido que vivÃ*a en el otro lado del mundo. La erección que ya estaba en su máximo apogeo desapareció mucho mas rápido de lo que habÃ*a tardado en producirse, pero Don Ramón que era un hombre acostumbrado a las decisiones rápidas, reaccionó y su respuesta fue exactamente la que esperaba la señora Esmeralda.

.- Siento muchÃ*simo que tenga que dejarme, pero lo primero es lo primero, y lo primero ahora mismo es estar con su querida madre, en unos momentos que adivino serán difÃ*ciles para todos ustedes. ¿Necesita dinero para el viaje?.

.- No muchas gracias Don Ramón, todo esta solucionado, agradezco su ofrecimiento pero de verdad no lo necesito, hemos ahorrado un poco y nos podemos arreglar a la perfección.

.- ¿Su marido se va con usted?

.- No, de momento él seguirá aquÃ* con su trabajo y si no le molesta continuará residiendo en el piso que usted tan amablemente nos alquiló.

.- Claro, no faltarÃ*a mas y además, dejarán de pagarme el alquiler a partir del dÃ*a en que usted salga para su paÃ*s.

.- Pero Don Ramón, no puedo consentir…

.- Nada Esmeralda no me discuta, ya lo he decidido, considérelo como un obsequio por los servicios prestados, como dirÃ*an en mi banco.

.- Pus muchÃ*simas gracias don Ramón, nunca son de mas unos cuantos euros ya sabe como andan las cosas. Por otro lado debo comunicarle que me he permitido buscarle una persona que me sustituya durante el tiempo que esté fuera, que realmente no se si será mucho o poco.

.- Por favor Esmeralda, no hacÃ*a falta que se hubiera molestado….

.- No ha sido ninguna molestia, al contrario a sido un placer hacer esto por usted, no iba a dejarlo abandonado o a merced de cualquiera que quisiera abusar de su forma de ser, es demasiado bueno para andar por este mundo Don Ramón.

.- Ja, ja, ja, ja, pues muchas gracias, se lo agradezco Esmeralda porque estas cosas no se me dan muy bien.

.- No se preocupe, el próximo lunes vendrá conmigo y estaré toda la semana con ella para enseñarle todos los quehaceres de la casa, es una gran cocinera, estaba de ayudante en la cocina de un hotel pero este año han reducido personal y se ha quedado sin trabajo.

.- Vaya, maldita crisis, pero si usted me la recomienda seguro que debe ser buena persona.

.- No se preocupe que no va a tener ninguna queja de ella.

.- ¿Y en cuanto a las costumbres de esta casa?

.- No se preocupe don Ramón, está totalmente enterada de sus costumbres y por su parte no hay ningún problema.

.- Bien si usted lo dice…, no sabe cuanto lamento el que se marche de esta casa Esmeralda, pero en fin el deber es el deber y una madre necesita a su hija en trances como este.

.- Y ahora don Ramón quisiera pedirle un favor.

.- DÃ*game Esmeralda.

.- ¿Me permite que me despida de su…? Y la señora Esmeralda señalo la entrepierna de Don Ramón.

.- ¿Quiere decir que desea que mi sexo la penetre? ¿esta segura de esto Esmeralda? ¿no es fruto del agradecimiento o algo parecido?

.- Estoy totalmente segura y lo deseo con todo mi cuerpo…, mire. Y abriéndose del todo la bata metió entre sus muslos la palma de la mano, la apretó contra su sexo y se la enseño abierta a don Ramón, la mano estaba totalmente mojada con sus jugos vaginales que goteaban hacÃ*a el empedrado suelo mientras ella abrÃ*a los dedos.

.- Pues en este caso…procedamos. La verga de Don Ramón ya habÃ*a vuelto a recobrar su tamaño, la señora Esmeralda no pudo por menos que sonreÃ*r al observar la transformación del instrumento de su jefe, como muchas veces habÃ*a pensado parecÃ*a que tenÃ*a vida propia, al detectar la presencia de un cuerpo desnudo femenino en las proximidades, sea cual fuere su aspecto o edad se obraba en él aquella metamorfosis. Se endurecÃ*a hasta lÃ*mites insospechados y de su uretra empezaban a brotar ininterrumpidamente finos goterones de lÃ*quido preseminal que lo preparaban para una pronta penetración.

Don Ramón se habÃ*a acomodado sobre la colchoneta inclinando casi hasta la horizontal el mecanismo de la tumbona, su verga se ofrecÃ*a a su asistenta apuntando al cielo sin ningún asomo de gravidez.

La corta bata de la señora Esmeralda, acabó decididamente en el suelo y arrodillándose sobre ella se inclinó sobre el bronceado cuerpo de Don Ramón y su boca engulló suavemente el exquisito manjar que se le ofrecÃ*a, degustándolo con sumo placer y con gran maestrÃ*a.

La señora Esmeralda era una experta en mamar pollas, y no lo decimos porque hubiera mamado muchas, de hecho solo habÃ*a probado la de su esposo y la de don Ramón una docena de veces… o quizás dos.

El problema era con su marido, al parecer todo lo que la naturaleza habÃ*a dotado de mas a don Ramón lo habÃ*a restado al bueno de su marido, la verga de Eduardo José ( asÃ* se llamaba su esposo ) apenas si sobrepasaba los diez centÃ*metros de largo y el diámetro apenas rondaba los dos. Pero aquÃ* no acababa el problema, y es que para lograr que la verga de su marido alcanzara estas exiguas dimensiones y adquiriera una rigidez aceptable para poder penetrarla se la tenÃ*a que mamar por lo menos durante veinte minutos, de aquÃ* su experiencia en el difÃ*cil arte de la mamada.

Esto lo pensaba mientras el instrumento de Don Ramón se iba introduciendo lentamente hasta su garganta, ella ya sabÃ*a que no la podÃ*a tragar toda; en cada ocasión en que se la mamaba la metÃ*a lo mas posible hasta casi sentir arcadas, sabÃ*a que esto le gustaba a don Ramón, y también sabÃ*a que le gustaba ver como las lagrimas brotaban de sus ojos y la saliva espesa que se acumulaba en su boca, al no poder ser tragada se resbalaba por la comisura de sus labios a lo largo de la verga de su jefe, depositándose en la tensa bolsa que albergaba los calientes huevos que ella no dejada de acariciar.

Don Ramón la dejaba hacer, sabÃ*a perfectamente que ella harÃ*a lo mejor para darle placer y simplemente con los brazos detrás de la nuca observaba la escena regodeándose con la tibieza que estaba abrazando su verga sin interrupciones y levantando de tanto en tanto un poco las nalgas de la tumbona para intentar meterla un trocito mas. Cada vez que iniciaba este movimiento un acceso de tos acometÃ*a a su asistenta que para no ahogarse se sacaba aquel enorme trozo de carne tibia y palpitante que la llenaba y después de respirar profundamente volvÃ*a a tragarla con inusitada furia.

Y con este acompasado mete y saca siguieron durante mas de diez minutos hasta que don Ramón le cogió la cara con ambas manos y suavemente la acomodo entre sus muslos dejando al alcance de la boca de la señora Esmeralda el escroto que albergaba aquel hermoso par de huevos que tanto le gustaba catar.

Primero el derecho y después el izquierdo fueron albergados en la boca semicerrada de la señora Esmeralda, acunándolos con gran cantidad de saliva y traspasándolos de un lugar a otro de la boca empujados y lamidos por la lengua de la acalorada señora.

Mientras tanto ella no habÃ*a dejado de acariciarse el clÃ*toris, que estimulado por las caricias estaba asomado al exterior deseando sentir las humedades que estaba presagiando.

No tardo mucho la señora Esmeralda en recibir la visita del primer orgasmo. Con don Ramón siempre le pasaba aquello, al menos se corrÃ*a tres o cuatro veces antes de conseguir que don Ramón se vertiera en sus entrañas, inundando con rÃ*os de leche tibia y espesa sus cavidades vaginales o intestinales, según el último sitio por donde Don Ramón la habÃ*a penetrado. Todo lo contrario de su marido que al correrse ( después de chuparle la cosita al menos durante veinte minutos) apenas si derramaba en su boca dos o tres gotitas del ansiado semen que tanto le gustaba saborear.

Se preparo para el orgasmo. Se sacó de la boca el huevo que estaba paladeando y las caricias a su vagina se hicieron mas rápidas y vigorosas, se apoyo en el vientre de don Ramón mirándolo a los ojos y noto como un dedo untado de liquido viscoso ( crema o aceite solar, seguro) se metÃ*a en su ano mientras la sonrisa de su jefe se acentuaba.

Y en este instante perdió de vista todo lo que la rodeaba, el jardÃ*n, la tumbona, la piscina, y sus ojos empezaron a ver estrellitas luminosas, sabÃ*a que no estaba soñando pero sus ojos aunque continuaban abiertos estaban en blanco, solo percibÃ*an el placer en forma de esos cuerpos celestes…rojas, azules, verdes, blancas y dejo que el placer la poseyera, asÃ* eran las cosas con don Ramón.

Tardo varios minutos en volver al mundo real, la mano de Don Ramon ya no estaba en su culo, la estaba acariciando la frente con cariño, esperando pacientemente a que ella se recuperara.

Ella se incorporó, paso con trabajo la pierna al otro lado del cuerpo de Don Ramón, que continuaba con su cipote apuntando al cielo sujeto por el puño de su amo y mirándola complacido, se puso en cuclillas y fue bajando sus nalgas hasta notar el glande de su jefe apoyado en la parte inferior de sus labios vaginales que todavÃ*a chorreaban mojando y lubricando el ariete que estaba a punto de traspasarlos, bajo un poco mas y la polla ardiente se introdujo unos centÃ*metros en su vagina, Don Ramón se soltó la verga y agarro con ambas manos las pequeñas tetas de la señora Esmeralda, aquello era la señal, en aquel mismo instante se dejo caer sobre aquel pedazo de verga que ansiaba traspasarla hasta la última barrera: su útero.

La sensación tan solo duraba una fracción de segundo, pero era inolvidable. Ella lo vivÃ*a en su imaginación a cámara lenta: los primeros centÃ*metros de la introducción, el glande atravesando sus labios vaginales, la vulva que se abrÃ*a dando paso al poderoso invasor, la vagina que iba acomodándose al grosor de la verga que la poseÃ*a y por fin el suave choque del tibio capullo de su macho al apoyarse en las paredes exteriores del útero. Final de trayecto.

.- Uffffffffff, exclamo la señora Esmeralda al sentirse traspasada y totalmente llena, estaban perfectamente acoplados, las medidas de sus órganos genitales coincidÃ*an a la perfección, eran como una mano y su respectivo guante.

.- Wuaw, Esmeralda, siempre es un placer follar con usted.

.- El placer es mÃ*o don Ramón, no lo dude ni un momento.

.- Ja, ja, ja, ja, está bien, nos lo repartimos, el placer es gratis, solo hay que saber como alcanzarlo.

.- Si y usted domina este arte a la perfección, sabe como hacer que una mujer goce y sabe gozar usted con ella.

.- Esto lo da la experiencia, Esmeralda, simplemente la experiencia, en absoluto pretendo ser un artista como usted dice.

Don Ramón no habÃ*a soltado todavÃ*a las tetitas de la señora Esmeralda y con una suave presión de sus dedos en los oscuros y erizados pezones hizo ademán de levantarla de la cómoda postura de la que disfrutaban e aquellos momentos.

La señora Esmeralda ya sabÃ*a lo que aquello significaba, su jefe deseaba sentir sobre la piel de su verga el roce de su ardiente vagina y ella lo deseaba tanto o mas que él, por lo tanto empezó un lento movimiento rotativo y al mismo tiempo de sube y baja sin dejar que la verga acabara de salir al exterior, el instrumento era lo suficientemente largo y grueso para dar y recibir placer sin necesidad de abandonar por completo la húmeda cueva en la cual se habÃ*a ubicado.

Esta vez don Ramón empezó a gemir, aunque ella sabÃ*a perfectamente que le faltaba mucho camino para llegar a la eyaculación, gemÃ*a porque gozaba con ella y esto la satisfacÃ*a y elevaba su moral a gran altura ya que a pesar de su edad, cuarenta y seis años, y su poco agraciado cuerpo estaba consiguiendo que el hombre de sus sueños sintiera un gran placer poseyéndola, pero rápidamente dejó estos pensamientos y también ella se dedico a saborear el cuerpo de don Ramón y los placeres del coito.

No dejaba de moverse, no dejaba de retorcerse, no dejaba de frotarse con el cuerpo de don Ramón, deseaba ansiosamente otro orgasmo, deseaba guardar allá, a lo lejos en su paÃ*s, un recuerdo imborrable de aquel polvo memorable del que ambos gozaban en aquellos instantes.

No tardo en llegar, esta vez fue mas intenso, mas profundo, mas brutal que el anterior, araño, mordió y pellizco el cuerpo que la hacÃ*a gozar sin que este soltara una sola queja, dejo que la hembra retozara a su antojo, sintió como su boca empezó a succionar en su tetilla y también asumió aquella caricia ¿ era caricia o era tormento? La tetilla empezó a dolerle. La apartó suavemente y como la vez anterior acarició su frente y su pelo hasta que se recuperara totalmente de la brutal sacudida en que se habÃ*a convertido su segundo orgasmo.

.- Esmeralda, Esmeralda, ¿se encuentra bien?. La voz de don Ramón la despejo totalmente.

.- Ohhhhhhhhh, si, estoy perfectamente, creÃ* estar en la gloria. Mejor dicho este placer debe ser la gloria.

.- No sea exagerada Esmeralda, solo es un polvo, un polvo genial pero ni mas ni menos que un polvo.

.- Ya se que para usted solo es un polvo don Ramón pero para mi es otra cosa muy especial. Y en aquel momento se dio cuenta de que el miembro de su jefe todavÃ*a estaba encajado en su vagina.

Se levanto un poco y volvió a admirar el grosor de la verga de don Ramón, unos grumos de pasta blanca parecidos al requesón rodeaban la base de la polla que tenÃ*a metida en las entrañas dando fe de la corrida que habÃ*a experimentado su sexo y todo su cuerpo, pero no habÃ*a ni rastro de semen masculino en el cuerpo que tenÃ*a debajo.

.- No, no me he corrido, si es esto lo que busca. Ya sabe que domino a la perfección mis eyaculaciones y todavÃ*a no ha llegado el momento de inundarla con mi esperma.

.- ¿ Entonces no ha gozado con mi cuerpo don Ramón? Lo comprendo, prácticamente ya soy una pobre anciana comparada con las mujeres que vienen a visitarle.

.- No diga bobadas Esmeralda, ya sabe que para mi es usted encantadora y que disfruto enormemente penetrando sus entrañables orificios corporales, lo que pasa es que quiero que tenga un buen recuerdo de nuestra última entrevista sexual ya que supongo que la próxima semana no podremos expresar nuestras emociones tal cual como lo hacemos ahora, debido a la presencia de la nueva asistenta.

.- Como siempre tiene usted razón don Ramón.

.- ¿Ya esta usted recuperada del segundo?

.- Si, totalmente.

.- Entonces vayamos a por el tercero si le parece bien, y como se que le gusta mucho se la voy a meter por el culo y se lo voy a llenar de leche.

.- Usted ha sido como mi segundo padre don Ramón.

.- Bueno, no se si un padre harÃ*a esto por su hija pero no es el caso, asÃ* que vayamos a lo que nos interesa ¿quiere ponerse a cuatro patas Esmeralda? la voy a penetrar por detrás, al igual que a una perrita en celo como vulgrarmente se dice.

.- Lo que usted diga don Ramón, con tal de que llene mi culo con esta preciosidad y se vacÃ*e dentro de mis entrañas, lo que usted diga.

Don Ramón extendió la colchoneta de la tumbona en el suelo hizo que ella se arrodillara encima y él se arrodillo detrás .

La señora Esmeralda conocÃ*a a la perfección los gustos de don Ramón y antes de bajar se habÃ*a bañado, perfumado y eliminado de su cuerpo con un par de lavativas intestinales cualquier resto de suciedad que pudiera enturbiar su ultimo encuentro con él, que sabÃ*a positivamente que se iba a producir.

.- AsÃ* me gusta mi querida Esmeralda, siempre he dicho que tiene usted un precioso culete

La señora Esmeralda notó como las manos de él separaban sus nalgas dejando al descubierto su ojete, no tardo ni cinco segundos en sentir la lengua de don Ramón deslizarse a todo lo largo del perineo desde la vulva hasta el agujero de su culo, entreteniéndose una y otra vez en acariciar y lamer una de las zonas mas sensibles que poseÃ*a su cuerpo.

No tardó mucho en notar como los músculos del esfÃ*nter empezaban a contraerse y dilatarse a medida que la lengua de don Ramón se entretenÃ*a mas y mas en su ano, su lengua habÃ*a adquirido una forma puntiaguda e intentaba penetrar una y otra vez en aquella barrera que al parecer nunca le dejarÃ*a el paso libre pero don Ramón sabÃ*a muy bien que tarde o temprano la barrera cederÃ*a y un pequeño paso se abrirÃ*a a sus intentos cual si fuera la mágica puerta de Ali Baba.

.- Ahhhhhh, don Ramón ¿ que le hace usted a mi trasero?

.- Ya lo sabe usted mi querida Esmeralda, mi lengua cual llave mágica está intentando abrir la gran puerta de los placeres ocultos. ¿desea usted que pare o quiere que continúe dando placer a su grupa?

.- Noooooooo, por favor no pare usted don Ramón, siga, siga, estoy notando que mis guardianes empiezan a aflojar su resistencia.

.- Pronto lo sabremos, y don Ramón volvió insistir en sus caricias lingüÃ*sticas. Una y otra vez la lengua bajaba hasta la raja de la señora Leonor, subÃ*a lentamente por el arrugadito perineo e intentaba penetrar el oscuro objeto de su deseo.

Tal como habÃ*a anunciado la señora Esmeralda los guardianes del portal empezaban a relajarse, de hecho casi deseaban que aquel intruso atravesara la barrera y no tardaron en dejarse vencer por el Ã*mpetu de la valiente lengua, una tÃ*mida abertura empezó a dibujarse en el centro del prieto ojete dejando entrever el oscuro túnel que se ofrecÃ*a a la valiente lengua exploradora.

Don Ramón ya tenÃ*a el paso libre, la lengua se metió una y otra vez en el incipiente agujero que a medida que el apéndice de don Ramón aumentaba de grosor, abrÃ*a unos milÃ*metros mas el paso a las entrañas de su dueña, la lengua ensalivó una y otra vez el recién descubierto desfiladero y don Ramón considero que habÃ*a llegado el momento de introducir en aquel culito que se le ofrecÃ*a sin ninguna resistencia algo mas que una lengua húmeda.

Aparto su cara del las nalgas de la señora Esmeralda y agarro la botella de aceite de oliva virgen ( je,je,je, no estaba mal el juego de palabras), rociando abundantemente toda su mano.

.- Don Ramooooooon, por lo que mas quiera, siga lamiéndome el culo, estoy que me voooooooy.

.- Tranquila mujer, tenga paciencia, además esta vez nos correremos los dos juntos, voy a inundarla de leche.

.- Si pppppor favor, inúndeme, ahógueme, haga conmigo lo que quiera pero no deje de meterme algo en las entrañas. Estaba apoyada en el suelo solo con una mano y con la otra se frotaba la vulva desesperadamente.

Don Ramón empezó por meterle un dedo bien untado de aceite, lo retorcÃ*a y volteaba en el interior del intestino de la señora Esmeralda, ella ya empezaba a gritar no de dolor sino de placer extremo.

Después se abrió camino el segundo, después el tercero, el agujero ya habÃ*a adquirido una dilatación considerable, Don Ramón hacÃ*a girar la mano dentro de las entrañas de la buena mujer que en aquellos momentos ya gritaba desaforadamente , no tardo en meter el cuarto con el pulgar doblado en el interior de la palma de la mano, otro empujoncito mas y con un chuff muy gracioso la mano penetro hasta la muñeca.

.- Aggggggggg, don Ramón me está usted matando, quiero que me mate mas, mas, quiero sentirme llena de usted, por favor no lo demore mas, atraviéseme con su enorme verga, rómpame el culo por la mitad, por favor métamela yaaaaaaaaaaa.

Don Ramón, si hubiera sido la primera vez que se la metÃ*a por la puerta falsa, posiblemente se habrÃ*a asustado al ver las contorsiones y gritos que ella emitÃ*a al sentirse profanada. Pero no era la primera vez, (aunque posiblemente sÃ* serÃ*a la última) y don Ramón sabÃ*a que todas aquellas expresiones eran causadas por el enorme placer que aquella mujer sentÃ*a al ser sodomizada.

Nunca habÃ*a conocido a ninguna mujer que le gustara tanto que la penetraran por el culo. En fin eran maneras de ser y Don Ramón las respetaba todas y se prometió a si mismo que la señora Esmeralda recordarÃ*a aquel dÃ*a el resto de su vida.

Después de hurgar y revolotear unos minutos con la mano en las interioridades de la señora Esmeralda, saco esta del trasero de su asistenta, se agarro el miembro al que untó con el aceite que todavÃ*a bañaba su extremidad superior y de un solo empujón metió en aquel negro orificio toda la verga, hasta que sus huevos chocaron ruidosamente contra las nalgas de la señora Esmeralda provocando que un tremendo alarido brotara de la garganta de su asistenta, agarro las pequeñas tetas una en cada mano y se apoyo sobre su espalda mientras empezaba a bombear el ardiente culo de la señora Esmeralda.

En aquel mismo instante divisó al marido de su asistenta que empezaba a bajar por las escaleras de la cocina.

Apoyándose mas sobre ella le susurró al oÃ*do:

.- Esmeralda, Esmeralda, su marido está bajando de la cocina, ¿qué quiere que haga, sigo follándola o paro al instante?

.- No pare, por Dios, no pare y siga metiéndomela hasta la raÃ*z, él sabe perfectamente que usted y yo follamos cuando a usted le apetece poseerme .

.- Y a usted que la posea, Esmeralda nunca le he pedido nada que usted no deseara hacer.

.- Si, lo se perfectamente y siempre le agradeceré los momentos de placer que me ha proporcionado y que él por desgracia nunca ha podido darme. CreÃ* que vendrÃ*a mas tarde, ohhhhhhhhhhh, que bueno es usted follando don Ramón.

.-Por favor Esmeralda, reprÃ*mase usted un poco.

.- No puedo, no puedo ni quiero, ahggggggggg, …Eduardo Joseeeee, grito Esmeralda entre gemido y gemido

.- Dime mi amor, perdone don Ramón no sabÃ*a que estaban ocupados, si no hubiera llegado mas tarde

.- No se preocupe, Edu ( don Ramón abreviaba el rimbombante nombre de forma contundente)

.- Por favor Eduardo José, desnúdate, vete a la ducha y únete a nosotros, me estoy despidiendo de don Ramón y quiero que tú me ayudes

.- Enseguida estoy con vosotros, mi amor.

Don Ramón no estaba sorprendido ni violento en absoluto, aquella escena no era la primera vez que se producÃ*a…

Pero esto tendré que contarlo otro dÃ*a, el relato se me ha ido de las manos…lo empecé confiando que lo terminarÃ*a en unas páginas y ya véis, estamos en la 13 y todavÃ*a el protagonista no ha conocido a su nueva asistenta.
 
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