La nueva asistenta de Don Ramón (2)

roman74

Pajillero
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Parte II


Don Ramón se olvidó por completo del marido de su asistenta y siguió a lo suyo, es decir penetrar una y otra vez el dilatado orificio posterior de la señora Esmeralda, que al sentir el roce de la siempre deseada verga de su jefe, resbalando una y otra vez a lo lago y ancho de las paredes de su intestino, gritaba desesperadamente en busca del placer supremo.

Eduardo José, su marido, después de ducharse se acercó a la pareja y sin dejar de masturbarse con el fin de lograr algo parecido a una erección se sentó frente a su esposa ofreciéndole la pequeña salchicha que desapareció en un santiamén en la boca de la señora Esmeralda, huevos incluidos.

Don Ramón sonrió comprensivamente, moviendo con pesar la cabeza en una suave negativa al observar la escena. Unos tanto y otros tan poco pensó mirando su enorme tranca como entraba y salÃ*a del culo de su asistenta. No era de extrañar, pensó, que la señora Esmeralda con lo fogosa que era buscara otro mochuelo que llenara su nido…o sus nidos.

En un rápido flash, su memoria rememoró la primera vez que habÃ*a follado con su asistenta, de esto debÃ*a hacer unos doce o trece años.

Era una noche calurosa de agosto y hacÃ*a aproximadamente un año o año y medio que habÃ*a entrado a su servicio, la habÃ*a enviado una amiga de su madre y según dijo era una persona muy trabajadora y de plena confianza.

Como hemos dicho don Ramón siempre andaba desnudo por su casa y por el jardÃ*n, aquella noche estaba trabajando en su estudio con unos informes sobre su trabajo (en aquella época todavÃ*a no estaba jubilado). Necesitaba unos datos que recordaba estaban en el trastero que habÃ*a dentro del garaje en la planta baja y tal como iba, es decir sin ropa bajó a buscarlos. Junto al trastero estaba la vivienda de la asistenta, que normalmente quedaba a dormir en el chalet exceptuando los dÃ*as que libraba.

La vivienda constaba de un pequeño dormitorio con un aseo y un saloncito para leer o ver la televisión, en sus horas de asueto y con una ventana grande que daba a la piscina.

Al ir bajando la escalera don Ramón pensó que su asistenta ya estarÃ*a en la habitación y no se molesto en ponerse el bañador, aparte de que ya le habÃ*a visto en la piscina (y en otras muchas ocasiones) totalmente desnudo. De hecho esta situación formaba parte del contrato de trabajo privado que ambos habÃ*an suscrito al iniciar sus relaciones laborales, y a lo que ella accedió sin ningún tipo de reminiscencia por su parte ya que puestas en la balanza las ventajas del contrato, pesaban mucho mas que las desventajas, y en ninguna parte del documento decÃ*a que ella tuviera que acceder a cualquier situación en la que su jefe la obligara a mantener cualquier tipo de relación en la que ella no estuviera totalmente de acuerdo.

A medida que iba bajando la escalera iluminada por los farolillos del jardÃ*n percibió la tÃ*pica luminosidad que solÃ*a emitir una pantalla de televisión.

Vaya, pensó don Ramón, la señora Esmeralda todavÃ*a no duerme. Intentó hacer el menor ruido posible y se dirigió de puntillas hacia la puerta del garaje que a unos pocos metros ofrecÃ*a cobijo a su desnudez.

Pero al pasar por delante de la ventana de su asistenta disimuladamente echó una mirada al interior de la estancia y su carrerilla se interrumpió en seco.

AllÃ* estaba la buena de la señora Esmeralda, espatarrada sobre el sofá del saloncito, totalmente desnuda, con una pierna sobre la mesa de centro y la otra sobre el apoya brazos del sofá de "skay". Desde su posición don Ramón tenÃ*a a la vista toda la entrepierna de su asistenta, del interior de su culo sobresalÃ*a la empuñadura de un consolador que se movÃ*a impulsado por las contracciones de los músculos del esfÃ*nter y por el volumen de la parte que estaba a la vista, es decir la empuñadura, su tamaño debÃ*a de ser considerable.

El otro orificio de su asistenta tampoco estaba desatendido, un tremendo aparato en forma de miembro masculino de unos veinticinco centÃ*metros de largo, ligeramente curvado y activado por un pequeño motor, entraba y salÃ*a cadenciosamente del húmedo coño de la señora Esmeralda a voluntad de la mano derecha de su dueña, que sabiamente lo manejaba buscando en sus interioridades las partes mas sensibles al placer, cosa que posiblemente estaba logrando ya que, la boca entreabierta, los ojos cerrados y la cabeza echada hacia atrás indicaban un inminente orgasmo.

La mano izquierda no dejaba de trabajar, primero los dedos pulgar e Ã*ndice se introducÃ*an en la boca humedeciéndose de saliva y alternativamente iban del clÃ*toris a los pezones y viceversa pellizcando fuertemente los mencionados apéndices que ostentaban un tamaño espectacular.

Don Ramón no acababa de comprender como de unas tetas tan chiquitinas y que prácticamente no sobresalÃ*an del pecho de aquella mujer, podÃ*an emerger aquel par de pezones color café y del tamaño de la parte inferior de un tapón de botella de cava.

Por el contrario la vulva era mas bien grande, la enorme raja que se remontaba casi hasta la mitad del peludo pubis se abrÃ*a en su parte inferior absorbiendo sin ningún problema el enorme dildo, los labios vaginales apenas se distinguÃ*an y en la parte superior el clÃ*toris pugnaba por asomar su capullito entre los pliegues que lo protegÃ*an estimulado por los fuertes pellizcos de los que era objeto.

Don Ramón decidió, en un arrebato de "voayeur", quedarse unos segundos mas y deleitarse con el orgasmo que a no tardar invadirÃ*a el cuerpecito de su asistenta. Su miembro, no ajeno al espectáculo que el cerebro de su dueño a través de los ojos le estaba transmitiendo, rápidamente adopto la posición de combate y don Ramón intentó tranquilizarlo con suaves caricias que únicamente lograron que se excitara mas todavÃ*a.

No se habÃ*a equivocado, menos de un minuto continuaron las auto-caricias de la señora Esmeralda, se saco el vibrador de la vagina lo paró y dejo que se deslizara al suelo, los dedos de los pies se doblaron hacia dentro, todos músculos y nervios de su cuerpo se tensaron y un ahogado gemido se escapo de su garganta, mientras sus manos se aferraban con fuerza inusitada a la toalla de baño que protegÃ*a el sofá.

Y de pronto de su vagina empezó a manar a borbotones un pequeño chorrito de lÃ*quido espeso y transparente que deslizándose a lo largo del perineo y saltándose la empuñadura del consolador que todavÃ*a estaba introducido en el culo de la señora Esmeralda impregno rápidamente la toalla de baño.

Finalmente el cuerpo de la señora Esmeralda dejo de retorcerse a causa del tremendo orgasmo que lo habÃ*a invadido y el liquido dejo de brotar, era el momento de desaparecer de escena.

Don Ramón se metió sigilosamente en el garaje y abriendo la puerta del trastero la cerró tras él y a tientas sacó la carpeta que buscaba, espero unos minutos para ver si su asistenta optaba por ir al baño.

Efectivamente la señora Esmeralda decidió ir al baño para asearse o secarse un poco, momento que aprovecho don Ramón para subir al piso de arriba y continuar con su trabajo.

HacÃ*a ya un buen rato que estaba trabajando cuando llamaron a la puerta del estudio.

.- Si, pase. La puerta se abrió y apareció la señora Esmeralda con el pelo mojado y un albornoz de baño. Después de aquel tremendo orgasmo habÃ*a decidido bañarse, pensó don Ramón.

.- Perdone que le moleste a estas horas don Ramón pero he visto luz en el estudio desde abajo y me he decidido a subir.

.- Pase y siéntese por favor, usted dirá en que puedo ayudarla. Ella se sentó en la silla que estaba frente a la mesa y al hacerlo, como es natural al no llevar botones, el albornoz se abrió hasta los muslos de la señora Esmeralda, proporcionando a don Ramón una esplendida vista de su carne morena.

.- Pues verá usted don Ramón, venÃ*a a disculparme.

.- ¿Disculparse?, disculparse porqué ¿se ha roto alguna cosa?

.-No, no es esto don Ramón, es que le he visto a usted mientras me estaba masturbando allá abajo, en el saloncito.

.- ¿Qué me ha visto cuando? Intentó disimular don Ramón.

.- Si, unos segundos antes de que me corriera he entreabierto los ojos y he visto como me miraba, pero no he tenido fuerzas para parar y he seguido con la masturbación, habrá usted pensado que soy una degenerada.

.- Le ruego me disculpe Esmeralda, pero el degenerado soy yo que aprovechándome de la oscuridad la he estado espiando mientras usted, al pensar que estaba totalmente sola se dedicaba tranquilamente a darse un merecido placer. Pero la verdad es que no habÃ*a bajado en absoluto para espiarla, necesitaba esta carpeta, que estaba en el trastero y forzosamente tenÃ*a que pasar frente a la ventana, al oÃ*r el zumbido del aparato que estaba usted usando, no pude por menos de girarme y me encontré con la preciosa escena que estaba usted protagonizando. Y la verdad es que no pude moverme hasta que todo terminó, lo siento muchÃ*simo Esmeralda, le ruego me perdone, le prometo que no volverá a pasar.

.- Pero don Ramón, ¿que está usted diciendo? Usted no tiene que disculparse para nada, está usted en su casa, en su garaje, en su jardÃ*n, y puede pasearse cuando quiera y dondequiera por toda la casa, está en su derecho y lo dice el contrato que firmamos, la guarra soy yo que sin tener en cuenta si estaba usted despierto o no y sin poder aguantar el fuego que me consumÃ*a mirando una pelÃ*cula que me habÃ*a dejado mi marido, y usando Su televisor, SU video y SU sofá, me dediqué a autosatisfacerme sin tener en cuenta nada mas, incluso después de haberle visto. Es imperdonable. Con el sofoco el albornoz se habÃ*a abierto hasta casi la cintura y la verga de don Ramón volvÃ*a a estar en posición de firmes.

.- Esmeralda por favor, tranquilÃ*cese, hay cosas que no se pueden escribir en un contrato y una de ellas es que las personas deben respetar la intimidad de los demás aunque estén a su servicio. Y yo no lo respeté, cuando la vi debÃ*a haber optado por dar media vuelta y volver a subir a mi estudio, pero no lo hice, me quedé contemplándola sin su aprobación y esto esta mal.

.- Yo no lo entiendo asÃ* don Ramón era YO la que estaba haciendo una guarrada… y en su casa o Dios mÃ*o, como me avergüenzo ahora al recordar que me vio con aquellas cosas metidas en mi cuerpo…

.- Basta ya Esmeralda de disculparnos mutuamente, no hay motivo para ello, mire se me ha ocurrido una solución para zanjar este asunto y olvidarlo de una vez por todas.

.- Hare lo que usted me diga Don Ramón.
.- No Esmeralda lo que yo diga, no. Simplemente algo en que estemos de acuerdo los dos. ¿Vale?

.- Lo que usted diga don Ramón…digo, vale.

.- Mire, yo he visto como usted se masturbaba, sin que usted se diera cuenta al menos hasta cierto punto ¿cierto?

.- Cierto.

.- En un momento determinado, usted se dio cuenta de que la estaba mirando, pero haciendo caso omiso de mi presencia, siguió tocándose sus genitales hasta que se corrió como una perra encharcando la toalla que tenÃ*a debajo de sus nalgas ¿cierto?

.- Si, es vergonzoso pero asÃ* es. Cierto

.- Bueno pues hagamos una cosa.

.- Usted dirá don Ramón.

.- Saldrá usted a fuera de esta habitación como si repitiera lo que ha hecho hace unos instantes, pero en lugar de tocar a la puerta la entornará y espiará lo que estoy haciendo yo.

.- ¿Y que estará usted haciendo don Ramón?

.- Me la estaré cascando viendo una peli porno al igual que lo hacÃ*a usted hace una hora mas o menos querida Esmeralda.

.- Que está diciendo don Ramón, no tiene usted porque hacer esto.

.- Ya lo se, simplemente es para demostrarle que no tiene nada de que avergonzarse. Yo se que esta usted detrás de la puerta viéndome, pero sigo meneándomela hasta que me corra, dejando que la leche de mi miembro me empape, me da morbo saber que alguien me esta espiando, la situación aunque provocada, es bastante parecida a la que hemos vivido hace una hora ¿jugamos?.

.- Bueno… supongo que sÃ*, supongo que no hay nada de malo en ello.

.- Venga mujer, anÃ*mese, asÃ* estaremos en paz, yo la he visto como se masturbaba y usted me ha visto a mÃ*, y todos tan contentos. ¿Vale?

.- Vale.

.- Pues juguemos, baje a la cocina tómese algo y vuelva a subir mientras yo preparo el escenario. ¿okay?

.- OK

.- Fantástico, déme diez minutos.

.- Pero antes quisiera enseñarle una cosa, no es que esto me disculpe pero al menos comprenderá usted el motivo de mis masturbaciones.

.- No necesito ver nada Esmeralda, en serio, cada uno puede masturbarse cuando y como lo desee.

.- Por favor don Ramón mire estas fotos, en ellas está mi marido, yo me voy abajo y subo en diez minutos. Y sacándose unas fotografÃ*as del bolsillo del albornoz las depositó sobre la mesa.

Cuando hubo salido, don Ramón cogiendo las fotos las miró con curiosidad, habÃ*a visto al marido de su asistenta alguna vez que la venÃ*a a buscar en su dÃ*a libre, pero apenas si bajaba del coche y se dejaba ver.

Le bastó una sola ojeada para comprender lo que le habÃ*a insinuado la señora Esmeralda.

En algunas fotos estaban los dos juntos totalmente desnudos, en otras ella sola y en el resto el marido solo.

Pero en todas habÃ*a un denominador común: aquel hombre tenÃ*a la picha de un niño, en algunas fotos apenas si se le veÃ*a el pene y los huevecillos, en las que estaba con ella el inapreciable bultito se convertÃ*a en una pequeña salchicha del tamaño de estas que se toman como aperitivo.

.- Pobre hombre. Exclamo don Ramón y pobre mujer siguió pensando, la comprendÃ*a a la perfección, pero aún y asÃ* no tenÃ*a ella el porque de avergonzarse de sus actividades masturbatorias. IntentarÃ*a corregir sus pensamientos de culpabilidad. Era el momento apropiado.

Abrió la televisión insertando en el video una cinta con una de las pelÃ*culas mas excitantes de su numerosa colección. Un trÃ*o entre una chica muy joven y dos descomunales negros con una tranca bastante mas grande que la suya, que ya era decir, coloco el sillón giratorio delante de la pantalla para que ella desde la puerta dominara a la perfección la escena al completo.

Se sentó en el sillón y mirando la pantalla en la cual la jovencÃ*sima rubia se estaba tragando una de las trancas del negro de turno, empezó a acariciarse su propia polla, que respondiendo al estÃ*mulo tanto visual como digital, no tardo ni cinco segundos en apuntar al techo de la habitación.

Un suave roce de la puerta sobre sus goznes le advirtió de que su espectadora ya lo estaba observando, y empezó una de las sesiones de masturbación mas emotivas que habÃ*a practicado en su vida.
Estaba mirando la pantalla pero su mente evocaba la escena de la señora Esmeralda metiéndose los dos consoladores en sus respectivos orificios y gimiendo como una zorra.

Don Ramón a fuerza de practicar poseÃ*a el raro don que muy pocos poseen de no eyacular hasta que lo consideraba oportuno y pasaron tranquilamente unos diez o doce minutos dándole al manubrio hasta que ocurrió lo que estaba esperando con ansiedad.

Sintió como la puerta se abrÃ*a del todo, unos suaves pasos se le aproximaron por la espalda y por fin apareció ante él la señora Esmeralda, totalmente desnuda, descalza, su morena piel brillante por el sudor y la melena negra azabache sin las ligaduras de la coleta cubrÃ*a la espalda casi al completo. Su mano derecha acariciaba el vello del pubis y el suave aroma de sexo de mujer caliente, le indicó a don Ramón que se habÃ*a estando tocando mientras él se masturbaba.

.- Perdóneme don Ramón, pero no he podido resistir la tentación de verlo desde mas cerca, al parecer tiene usted problemas para correrse.-

.- Bueno, pues si, al parecer hoy, mi pequeño amigo se resiste a soltar lastre. Mintió don Ramón.

.- ¿Pequeño?, pero si su verga parece la de un " ponny". Pequeña es la de mi marido. ¿ha visto las fotos?.

.- Si y créame Esmeralda, lo siento mucho, de verdad que comprendo sus pesares. Todo esto lo decÃ*a don Ramón sin dejar de manosearse el tremendo cipote que crecÃ*a entre sus piernas.

.- No se preocupe don Ramón, la cosa ya está asumida y nos queremos mucho, aparte de esto tengo su autorización para usar los artilugios con los que me vio usted gozar hace un rato, de echo, él mismo me los regaló.

.- Ah!, que bien a esto le llamo yo comprensión matrimonial. La señora Esmeralda repartÃ*a sus miradas entre las manipulaciones que don Ramón practicaba con sus partes genitales y a los de la pequeña pantalla, que en aquellos instantes mostraba como una joven de apenas 18 años era traspasada por las enormes trancas de dos musculosos negros uno para cada uno de los dos lindos agujeritos de su esbelto y juvenil cuerpo.

.- Si me permitiera ayudarle don Ramón, quizás entre los dos conseguimos aligerar la carga que se adivina almacena usted en sus hinchados testÃ*culos. Ya se que esto no formaba parte del juego que usted me propuso pero es que le veo tan tenso que serÃ*a para mÃ* un honor aligerar esta tensión.

.- Por favor Esmeralda, no faltarÃ*a mas, disponga usted de mis partes pudendas de la forma que mas le apetezca, seguro que entre los dos llevamos a buen fin esta dura tarea.

.- Pues yo creo que si me siento sobre sus muslos ( de hecho peso muy poco) e introduzco esta preciosidad en mis genitales no tardaremos mucho en lograr lo que nos proponemos.

.- Pues siéntese usted, siéntese y sÃ*rvase usted misma. Don Ramón bajo el tope del sillón hasta su parte mas baja, a fin de que ella pudiera apoyar los pies en el suelo dejando que dominara la penetración. Ella se sentó dándole la espalda y suavemente se fue introduciendo aquella mole en la lubricada vagina.

.- Ohhhhhhh, waaaaaawwww, don Ramón que pedazo de verga maneja usted.

.- No exagere Esmeralda, es de lo mas normal. El se mantenÃ*a quieto dejando que ella se fuera acoplando a su verga, y como habÃ*a dejado de tocarse agarró las pequeñas tetas de su asistenta y acarició con incredulidad los voluminosos pezones que entre sus dedos parecÃ*a tenÃ*an vida propia.

.- Ay, ayyyyyyyyyyyyyyyyyyyy, don Ramón, siga por favor, siga sobándome los " pesoncitos" , y don Ramón obediente siguió sobándoselos, mojándolos de vez en cuando en los flujos vaginales que la señora Esmeralda iba depositando sobre su pubis a cada entrada y salida del miembro en su vagina.

.- ¿ Se siente usted bien Esmeralda, no la hago daño?

.- Uffffffffffff, me siento en el cielo don Ramón y no me daña en absoluto su enorme polla, que por cierto no tiene nada de normal, al contrario me llena, me llena hasta el último rincón de la vagina, esta tibia, y siento como sus venas palpitan en mis entrañas, nunca habÃ*a sentido nada igual.

.- Vuelve a exagerar Esmeralda.

.- No exagero don Ramóooooooon, no exagero, por cierto para su tranquilidad debo decirle que mi Eduardo José me ha dado permiso para dejarme poseer por algún hombre que me guste, sin pasarme, pero él es muy comprensivo y quiere que disfrute de los placeres de la vida.

.- Ah, me parece estupendo, ¿y he sido yo el escogido para este menester?

.- Si a usted no le molesta complacer de vez en cuando a una descendiente de las tribus sudamericanas mas antiguas del continente…

.- Nunca he sido racista en absoluto Esmeralda, de hecho he follado con mujeres de casi todas las razas , negras, asiáticas, hindúes, japonesas…pero nunca lo habÃ*a hecho con alguien de su raza.

.- ¿Y que tal le sienta con la primera?

.- De maravilla Esmeralda, de maravilla, vamos al sofá ahora me toca a mi moverme un rato.

.- Lo que usted diga don Ramón. Y la señora Esmeralda tumbándose en el sofa y bien abierta de piernas ofreció su coño a aquel pequeño monstruo que en unos segundos la penetro con fuerza una y otra vez, hasta que ella sintió como la fuerzas la abandonaban, sus ojos abiertos y en blanco habÃ*an dejado de percibir nada a su alrededor, sus músculos se tensaron y se abandono al orgasmo que la iba invadiendo. Don Ramón se dio cuenta al instante y dejo que su naturaleza actuara libremente introdujo solo una parte de su verga en la vagina de su asistenta y dejo que los chorros de esperma inundaran aquella nueva conquista, Esmeralda ya era suya. Y ella misma se habÃ*a entregado. AsÃ* era don Ramón.

.- Déle fuerte don Ramón, déle fuerte, esta a punto de correrse. Las palabras de Eduardo José le hicieron regresar al momento actual, ahÃ* enfrente, arrodillada en las baldosas de la piscina y con la cara sobre una toalla, la señora Esmeralda soportaba estoicamente las embestidas que don Ramón, que sin ninguna compasión la estaba prácticamente rompiendo el culo.

Efectivamente la señora Esmeralda tal como habÃ*a indicado su marido estaba a punto de correrse, don Ramón puso en marcha sus mecanismos mentales y esta vez si en plena realidad, inundo el culo de la buena señora con abundantes chorros de leche, al mismo tiempo que ella quedaba prácticamente inconsciente debido al fuerte orgasmo que experimentaba, su esposo abrazándola con cariño la fue depositando sobre la toalla al mismo tiempo que don Ramón extraÃ*a la enorme verga del dilatado ano femenino.

Al sentirse librado del tapón que lo obstruÃ*a, el ano de la señora Esmeralda empezó a expulsar el semen de don Ramón, que diligentemente y antes de llegar a la toalla era recogido con suavidad y unos pañuelos de papel por las manos cariñosas de Eduardo José.

Don Ramón después de ducharse volvió a sentarse junto a la pareja, y observaba las manipulaciones de Edu, como le llamaba él.

.- Toma Edu, ponle un poco de esta crema en el ano y tápala con otra toalla no sea que coja frÃ*o esta mujer, que ya no tiene veinte años.

.- Tiene razón don Ramón y nunca podremos agradecerle todo lo que ha hecho por nosotros.

.- No digas chorradas, Edu, venga acaba de acomodar a tu esposa y si no te sabe mal bájame otra cerveza, y no nos pongamos sentimentales, la vida es asÃ* da muchas vueltas y ahora le toca a ella volver al paÃ*s que la vio nacer. Los suyos la necesitan.

.- Tiene razón don Ramón, ya habrá tiempo para las despedidas, voy a por la cerveza.

.- Oye Edu.

.- DÃ*game don Ramón.

.- ¿Tú conoces a la nueva asistenta que ha preparado tu mujer?

.- En absoluto don Ramón, creo que es una sorpresa que ella le quiere dar.

.- En fin ya la conoceremos el lunes.

Y don Ramón acomodándose en la tumbona siguió preguntándose mentalmente como serÃ*a la nueva asistenta.

CONTINUARA.
 
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