La Muñeca de Casa 02

heranlu

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Sor Patricia y sor María besaban a Mery y se besaban entre ellas. Parecían zorras en celo. Sus coños estaban empapados, pero sor Patricia aún controlaba.

-¿Nos puede dar el cheque, señorita?

Mery, le dijo:

-Ya me cortaste el rollo, Patricia.

Sor María, no tenía prisa ninguna por cobrar.

-Tiempo habrá para cobrar, herrmana, tiempo habrá para cobrar. Ahora gocemos que no nos vamos a ver en otra como esta en todas nuestras vidas.

Sor Patricia, le dijo:

-¿Ya no teme que estas sean cosas del diablo. hermana?

-Si fuesen cosas del diablo habría algún rabo por el medio, y rabo, rabo no hay.

-Es cierto el dicho popular, hermana.

-¿Qué dicho?

-Que de monja a puta se pasa en cinco minutos.

Mery ya se enfriara. Se levantó de la cama, cogió en un cajón el talonario de cheques y un bolígrafo, se sentó en un butacón que había enfrente de la cómoda y les preguntó:

-¿Los cheques los queréis al portador o a vuestros nombre?

Le respondió sor Patricia:

-A nombre de la madre superiora.

-Entiendo. Los queréis al portador.

-No, un cheque solo, y a nombre de la madre superiora del convento.

Mery no se lo acababa de creer.

-¡¿Sois monjas de verdad?!

-Novicias, yo soy sor Patricia y ella es sor María.

-¡Hooooooooostiaaaaaaaaaaas!?! ¡Me estoy tirando a dos monjas!

Sor María, le preguntó:

-¿Algún problema?

-No. ¡Vaya morbazo! Volveos a poner eso que lleváis las monjas en la cabeza.

-Las tocas.

-Eso.

Las monjas bajaron de la cama, fueron a la sala, se pusierion las tocas y volvierom a subirse a ella.

Mery, después de hacer el cheque al nombre que le dieron, le preguntó a sor María:

-¿Te apetece un masaje erótico, María?

-¿Hará que me vuelva a correr?

-Claro, para eso es.

-Ya me tarda.

Poco más tarde...

Mery, a los pies de sor María, le echó aceite en las dos tetas, unas tetas puntiagudas, con grandes areolas rosadas y pezones como guisantes. Sor Patricia, arrodillada junto a la cabeza de sor María, con las dos manos, muy despacito, masajeó una teta y después la otra, para acto seguido masajear cada teta con una mano. Mery besó a sor Patricia y le masajeo las tetas, que eran unas tetas redondas, con pequeños pezones y pequeñas areolas. Después le echó a sor María aceite en el vientre y masajeó vientre y costillas. Sor María comenzó a gemir. Sor Patricia la besó sin dejar de masajear sus tetas. Mery abrió las piernas de sor María y derramó aceite en los labios mayores y menores del coño abierto y mojado. Masajeando los labios mayores, le dijo a sor Patricia.

-Ponle el chocho en la boca, Patricia.

Sor Patricia le puso el coño en la boca a sor María. Sor María sacó la lengua. Sor Patricia frotó el coño contra ella... Al ratito, sintiendo que se iba a correr, le preguntó:

-¿Me deja que me corra en su boca, hermana

-Corra, hermana, corra, corra que quiero conocer el sabor del pecado.

Sor Patricia, temblando con el placer, jadeando, y apretando las tetas de sor María, se corrió torrencialmente en su boca. Mery, al ver el torrente que salía del coño de sor Patricia y como sor María tragaba con lujuria, notó como su coño y su ojete se abrían y se cerraba, y como el coño dejaba caer gotitas de jugo sobre la cama.

Cuando sor Patricia acabó de correrse, Mery hizo un 69 con sor María. Estaban tan calientes, que un par de minutos más tarde, temblando Mery, sacudiéndose sor María y gimiendo las dos, se corrieron y bebieron una de la otra.

Al acabar de correrse, hablando de cosas intrascendentes, cogieron el cheque, se vistieron y volvierion al convento.

Ya eran las once de la noche cuando volvió Félix de Roma.

-¿Hay alguien en casa?

Le respondió Mery desde su habitación.

-¡Ven papá que tengo una sorpresa para ti!

Félix fue a la habitación de su hija. Abrió la puerta y desde el umbral vio la habitación iluminada por cuatro velas aromáticas y a su hja en medio de la habitación. Vestía una minifalda roja y un top blanco, llevaba unas medias rojas y unos zapatos rojos de tacón de aguja, que la hacían aún más alta de lo que era. Felíx, le dijio:

-Buenas noches, hija. Hoy no estoy para tus juegos.

-¡Qué pena! Te quería hacer un baile de agradeciniento. Gracias a ti hoy me tiré a dos vírgenes.

-Gracias a mí, no.

-Sí, pensé que me las mandabas tú y mer tiré a dos monjas, novicias para ser más exacta. Les tuve que pagar 18.000 euros, pero valio la pena.

Mery estaba sisando a su padre. Era falsa para todo. Felix no la creía.

-Estás de coña.

-Ni de coña ni de coñá. La cosa fue de coños. Me tienes que devolver el dinero. Si ya no quieres mi chochito, es cosa tuya.

-No, no lo quiero. Nunca lo quise. Mañana, si lo confirmo, te hago una transferencia... ¿A qué vinieron las mojas al pazo?

-A vender pasteles.

Félix, creyó a su hija. Le picó el gusanillo de la curiosidad.

-¿Estaban buenas las novicias?

-¡Buenísimas! Rubias, guapas, con bellos cuerpos... Y siguen siendo vírgenes. No me extrañaría que volvieran por aquí. ¿Siendo creyente te follarás a una monja?

-A una, no, me follaría a las dos

-¿Y podrías con ellas?

-Y más que me echaran, muñequita.

-¿Bueno, qué? ¿Me miras mientras bailo?

-Estoy muy cansado.

Vovió la mimosa poniendo morritos.

-¡Jooooooo! Con lo que me costó escoger las canciones y ensayar el baile. Mírame un poquito, por fa.

-Vale. pero sólo un poquito.

Una sonrisa iluminó el bello rostro de Mery.

-Siéntate en la cama.

Felix, entró en la habitación y se sentó en el borde de la cama. Mery puso la música en el aparato. Eran tres canciones de Shakira: Ciega Sordomuda, Loca y Loba.

Mery, comenzó a bailar moviendo el cuerpo sensualmete. Se acercó a su padre, cerró los ojos, movió las caderas candenciosamente y le pasó los dedos entre el cabello. A Felix lo empezó a embriagar el perfulme Coco Noir de Chanel. Cuando su hija, con las piernas abiertas, se balanceó de un lado al otro, muy lentamemte, la tensión sexual se palpó en el aire. Meri, descenció bailando, acarició con sus manos el cuello de su padre. el pecho, su trasero, su paquete, y balanceándose se volvió a levantar. Acercó sus labios a los de su padre. Cuando Félix la quiso besar, retiro su boca. Se empezó a quitar el Top. Se subió las copas del sujetador rojo y dejó las tetas con los pezones al descubierto. Se quitó la minifalda. Llevaba puesta un lenceria fina de color rojo. Moviéndose de lado a lado, se dió la vuelta y bajó un poco las bragas hasta de dejar la raja del culo al descubierto. Se sentó en las rodillas de su padre y restregó su culo contra la polla, que ya estaba dura como un hierro. Después se levantó, se quitó el top, el sostén y las bragas. Se puso a cuatro patas y gateando y moviendo sensualmente el culo, fue junto a su padre. Sus manos se posaron en sus rodillas y su boca mordió la polla por encima del pantalón... Se la quitó mojadita, se la meneó, se la llevó a la boca, la lamió, y cuando Félix pensó que se la iba a chupar, se levantó, y de nuevo moviéndose de un lado al otro le puso en la boca el coño peludo y mojado. Felix le pasó la lengua por los labios, una, dos, tres, cuatro, cinco veces. Mery se separó de su padre, después lo empujó sobre la cama. Felix, se echó a lo largo de la cama, vestido y con los zapatos puestos. Mery subió encima de él. Sin parar de moverse sensualmente, le dio las tetas a mamar largo rato. Después pasó la punta de la polla por el ojete, y le preguntó a su padre:

-¿Meto papá?

-Mete, cariño.

Mery, empujó con el culo y metió la puntita en el ojete. La quitó. Acarició con ella su coño empapado, y le volvió a preguntar:

-¿Meto en el chochito, papá?

-Mete, muñequita, mete.

Mery, metió la cabeza. Felíx, creyó que la iba a sacar, pero su hija la metió hasta el fondo. Félix, como un jovencito eyaculador precoz, le dijo:

-Me voy a correr, muñequita.

Mery, besó a su padre, y le dijo:

-Lo sé, papá. Córrete.

-¿Tomas precauciones, muñequiita?

-Sí, puedes llenarme el chochito de leche.

-Córrete conmigo. Siento que estás a punto

-Estoy, pero quiero ver tu cara cuando te corras dentro de mí.

Felíx, besó a su hija, acto seguido le agarró el culo, la apretó contra él y le dio canela fina. Mery no pudo ver la cara de su padre cuando se corrió, ya que se corrió ella unos segundos antes que él, y sus ojos se quedaron en blanco.

Fue una noche larga, muy larga.
El sábado siguiente, por la tarde, las dos monjas volvieron a llamar al timbre del pazo, Félix, las vio en la pantalla de la cámara del telefonillo, y le dijo a su hija:

-Ahí están tus amiguitas.

-¿Lina y Pili?

-No, las monjas.

-¡Sabía que volverían! Una para ti y otra para mí. Pero habrá que pagar otra vez.

-Por dos virguitos se paga lo que haga falta.

-Abre el portal, y desaparece hasta que las tenga calientes...

Mery les abrió la puerta del pazo y las mandó pasar. Se sentaron en el mismo sitio de la vez anterior.

-¿Qué os trae por aquí?

Le respondió sor Patricia.

-El cheque.

-¿Qué le pasa al cheque?

Se lo devolvió.

-Queremos que nos haga dos cheques, uno a mi nombre y el otro a nombre de sor María. Vamos a dejar el convento y vivir juntas.

-Vaya, lo que puede hacer el poder del sexo.

-Del amor, señorita, el poder del amor.

-Necesitaréis más dinero. ¿Qué os parecería si os hiciese un cheque por 24.000 euros?

Sor Patricia, le preguntó:

-¿Qué deberíamos hacer?

-Ayudarme a darle un masaje al diablo... y a follarlo bien follado.

Las monjas se persignaron. Ahora la que preguntó fue sor María.

-¡¿Conoce a Lucifer?!

-No, conozco a Félix, y es un diablo en la cama.

-¿Quén es félix?

-Mi padre.

-¡¿Ha fornicado con su padre?!

-¿Qué tiene más delito, follar con dos monjas o con el padre de una?

-Esta es la casa del pecado.

-¿Vais a seguir pecando y os extiendo el cheque grande o os extiendo el pequeño?

Sor Patricia, no tenía dudas.

-El grande. Ya va siendo hora que mi chochito sepa lo que siente con un rabo dentro.

Sor María era más reticente.

-¿Y si el viejo es feo y le huele mal el alientio y...?

Félix, con su pelo cano y su tipazo y cara de galán, entró en la sala de estar, y le dijo a sor María:

-Ni soy feo ni me huele el aliento.

Sor María, al verlo, cambió de opinión.

-Si hay que hacer un sacrificio, se hace.

Mery, estaba impaciente.

-Vamos para mi habitación.

Ya en la habitación, le dijo Mery a las monjas:

-Desnudar a mi padre.

Sor Patricia le quitó la camisa blanca y sor María, el cinto y le abrió la bragueta del pantalón de tergal. Apareció el bulto de la polla en el calzoncillo. Sor Patricia le quitó los zapatos y lo calcetines. Mery, se metió entre las dos monjas, le bajó el calzoncillo. La polla tiesa quedó mirando hacia delante. Sor Patricia, exclamó:

-¡Es enorme!

La polla no medía más de 15 centímetros y era delgada, pero como las monjas no habían visto otra, también para sor María era inmensa.

-¡Nos va a romper el chochito!

Mery, se puso en cuclillas, cogió con la mano la polla de su padre y comenzó a hacerle una mamada. Sor María, le dijo:

-¡Cochina!

Sor Patricia, le preguntó:

-¿A qué sabe, señorita?

-Prueba, Patricia, prueba y lo sabrás.

Sor Patricia, no se cortó, se agachó, metió la polla en la boca, la mamó, y masturbando a Félix, tal y como había visto hacer a Mery, dijo:

-Sabe a pecado, a lujuria. Sabe tan bien que estoy mojando las bragas. ¿Prueba, hermana?

-¡Dios me libre!

-No se me haga la recatada que nos quedamos sin el cheque grande. Déale una mamada. Le va agustar

-Bueno, una mamadita, pero una sola.

A esa mamadita, sigió otra y otra..., hasta que la otra monja se la quitó de la boca para mamar ella. Al final se turnaron. Hasta que dijo Mery:

-Échate boca arriba en la cama, papá.

Mery, se desnudó, las monjas se iban a desnudar, pero le dijo Felix:

-Vestidas, os quiero follar vestidas. Quitaos sólo las bragas, y dármelas.

Sor María ya iba lanzada.

-¿Y no nos va a comer las tetas?

-Claro, las tetas y el coño, pero a su debido tiempo.

Se quitaron las bragas negras, mojadas, y se las dieron. Mery, de propina, le dio la suya, blanca, y con un lamparón tan grande como los que tenían las bragas de las monjas. Félíx, boca abajo sobre la cama, comenzó a oler las bragas. Mery cogió el aceite de masaje, y le echó un poco por las espalda y por las nalgas. Sor Patricia, masajeó su cuello y su espalda, Mery le masajeó las nalgas, el periné y el ojete, lo masajeó y después lo penetró con un dedo. Sor María, obsesionada con la polla, metía su mano por debajo y se la meneaba. Al rato largo, Félix, se daba la vuelta. Su polla estaba tiesa. Sor María se lanzó sobre la polla como una leona se lanza sobre una gacela y comenzó a devorarla. Mery, le dijo

-Despacio, María, que si se corre tendremos que esperar para poder follarlo.

-¿Cómo sabe eso?

-Internet. Tengo mucha teoría.

Felíx, sonriendo, le dijo a su hija:

-Tranquila, hija. Tomé una pastilla de viagra. Hay polla para todas. Sube. María.

Sor María subió el hábito y cogió la polla con la mano. Félix sintió la humedad del coño y el contacto de los pelos con su glande mientras veía como sor Patricia le comía las tetas a su hija. Sor María puso la polla en la entrada del coño empapado. Empujó y no soltó ni un "ay". La fue metiendo despacito, apretada, apretadísima, pero disfrutando todo el rato. Al clavarla a tope, buscó los labios de Félix y lo besó con suma dulzura, al principio, pues poco después, cuando sintió que se iba a correr, lo comió a besos. Cuando se corrió. Soltó un grito:

-¡¡¡¡Me mueeeeeero!!!

En el portal del pazo, Fermín, el padre de Félix, un hombre de 75 años, libertino, al que apodaban "Pichón", con la ventanilla abierta de su Mercedes, le daba a un mando a distancia y abría el portal del pazo. Oía el grito, y decía:

-¡Fiesta, fiesta fiesta! Allá voy...

... Sor Patricia montó a Félix. Subió el hábito como sor María y la clavó sin rodeos. Ella si que chilló. "¡¡Aaaaaaay!" En grito guió a Ferrmín, que al llegar a la puerta de la habitación y ver el cuadro, exclamó:

-¡Carnavales anticipados! ¡Fiesta,fiesta, fiesta!

Luego vio que una de las jóvenes era su nieta, y le dijo:

-¿Quién trajo las putas, María?

Ni Mery ni las monjas se sobresaltaron. Estaban demasiado cachondas.

-Son monjas, abuelo.

-Y yo soy cura.

-Calla y hazlé a sor Patricia lo que me haces a mi. Seguro que le gusta.

Fermín cogió debajo de la cama una zapatilla con forma de conejo peludo y con piso blanco de goma, le levantó el hábito a la monja y al ver su culito blanco, le dijo a su hijo:

-Parece una monja de verdad.

-¡Y lo es, hijo puta! ¡¿Desde cuándo juegas con mi hija?!

-¡No jodas¡ ¡¿Es una monja de las de verdad?!

-No me contestaste.

No le iba a contar. Le dijo a sor Patricia:

-Soy tu ángel de la Guarda. Te me has descarriado. ¡Mala!

El viejo le dio con la zapatilla en las nalgas a la monja.

-¡¡¡Plas, plas, plas, plas, plas, plas, plas, plas, plas, plas!!!

Después de darle cinco veces en cada nalga, se las lamió, le besó el periné y el ojete, y acto seguido se lo folló con la punta de la lengua.

-¿Quieres purgar todos tus pecados?

-Sí, castígueme más.

El viejo le volvió a besar y a lamer las nalgas y a chupar y follar el ojete con la punta de la lengua mientras la polla de Félx entraba y salía de su coño. Cuando más lo disfrutaba, le dio otra vez con la zapatilla:

-¡¡¡Plas, plas, plas, plas, plas, plas!!!

Sacó la polla. No era un "pichón", era un pichín, pequeño y delgado, Sor María, al verla, y antes de cogerla, meterla en la boca y mamarla, sonriendo, le dijo:

-¡Qué bonita!

Mientras se la chupaba, Fermín siguió follando el ojete de sor Patricia con su lengua y azotándole el culo con la zapatilla.

-Plas, plas, plas, plas...

Mery, celosa de los zapatillazos, le puso el culo en posición a su abuelo. Fermín le comió el coño, luego le folló el ojete con la punta de la lengua, y después le preguntó:

-¿Quieres que te caliente el culo, muñequita?

-Sí, Pichón, sí.

A Fermín lo comían los demonios cuando lo llamaban por su apodo.

-¡¿Pichón?! ¡La madre que te parió¡ ¡¡Las quieres llevar fuertes!!

-¡¡¡Plas, plas, plas, plas, plas, plas!!!

Mery, masturbándose, quería más.

-¡Más, abuelo, más!

El viejo le dio más y más fuerte.

-¡¡¡Plas, plas, plas, plas, plas...!!!

Mery ya echaba por fuera.

-¡Cómemela, cómemela, cómemela!

El viejo le comió el coño y Mery se corrió en su boca.

Sor Patricia, gemía. Sus gemidos ya eran de pre orgasmo. Fermín se la clavó en el culo. Sor Patricia comenzó a correrse. Inundó con su flujo vaginal los cojones de Félix. Con el placer que le produjo el orgasmo de la doble penetración, perdió el conocimiento, y lo perdió en el momento en que Félix le sacaba la polla para correrse en su vientre y Fermín le llenaba el culo de leche.

La cosa siguió. Hubo... ¡Fiesta, fiesta, fiesta!
 
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