Mi madre es una exitosa mujer de treinta y nueve años. Es inteligente y elegante; con un cuerpo voluptuoso mantenido a fuerza de ejercicio y dieta sana. Muestra un parecido marcadísimo con Nina Hartley. Tenía una carrera decente como psicóloga feminista, pero una vez que se aventuró en el ámbito de las novelas románticas, sus modestos ingresos se convirtieron en una considerable fortuna gracias a sus varios éxitos de ventas.
Después está Nuria, mi hermana de diecinueve años recién cumplidos. Ella era mi opuesto casi exacto: una chica extrovertida, amistosa y popular a la que le encantaba provocar. ¡Y cómo no le iba a gustar, si se parecía muchísimo a Chloe Temple! Era de las personas que, cuando quieren algo, lo consiguen. A veces se ponía pesada, pero nos llevábamos bien. Después de graduarse de la preparatoria, había decidido tomarse un año para decidir qué hacer a continuación.
Para ser sincero, siempre fui un niño de mamá. Y Nuria, además de ser mi hermana de sangre, era mi amiga más cercana. Al principio me daba vergüenza y no quería admitirlo, claro, pero al madurar me di cuenta de que no había nada de malo en ello. Siempre es bueno estar cerca de las personas que amas, especialmente después de una mala ruptura.
Después me tocó descubrir que ellas dos también iban a ser los grandes amores de mi vida.
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Las vacaciones recién comenzaban. Era un alivio no tener que ir a la escuela y cruzarme con mi ex ni sus amigas ni mis compañeros. No hubiera soportado burlas, miradas sugerentes, cuchicheos, ni siquiera comentarios de apoyo. Me sentía enfadado y triste. Quería estar solo.
La noche en que mi vida comenzó a dar un vuelco, no podía dormir. Había demasiado en mi mente. Y encima tenía sed.
Fui a la cocina a buscar jugo. Y entonces, cuando ya había bajado cuatro escalones de la escalera que llevaba a la sala, lo escuché:
-Oh, Dios...
Cualquiera podría darse cuenta de que era una voz femenina que gemía de placer. Y sonaba como mi hermana. Lo primero que se me ocurrió fue que la muy atrevida estaba viendo una película porno en la sala de estar. Era algo que ella haría.
-Oh, dios... mamá...
“¿Por qué habrá dicho eso?”, pensé.
Cuando bajé otro paso por las escaleras, descubrí por qué: mi hermana estaba sentada en el sofá con las piernas abiertas de par en par y los pies en el aire. Solo vestía la blusa celeste de su pijama y estaba completamente desnuda de la cintura para abajo.
¡Y nuestra madre estaba de rodillas lamiéndole el coño!
Observé cómo Nuria pasaba los dedos por el rubio cabello de mamá, mientras ella presionaba su boca contra la entrepierna de mi hermana, masajeándola de todas las formas posibles con la boca y la lengua. Ver a una pareja de lesbianas en acción es una cosa, pero que tu propia madre y tu propia hermana formen esa pareja sin duda le agrega toda una nueva dimensión.
Mi mente empezó a dar vueltas como una ruleta de emociones. ¿Se suponía que debía estar enojado? ¿Se suponía que debía estar disgustado? ¿Estaba mal que me excitara al ver ese espectáculo?
Los pies de Nuria temblaron en el aire y sus piernas temblaron. Sus gemidos se hicieron más fuertes y, evidentemente, tuvo un orgasmo. No quería que me atraparan, así que volví corriendo a mi habitación.
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A la mañana siguiente, estaba terminando de desayunar en el comedor cuando mi madre vino a saludarme después de ducharse. Se veía radiante. Vestía una blusa blanca suelta sin sostén, como lo hacía normalmente. Nuria estaba en el club de tenis, así que mi mamá y yo estábamos solos.
-Buenos días –dijo ella-. ¿Dormiste bien? Apuesto a que se siente genial no tener que despertarse a las seis, ¿no?
-Claro –respondí-. Es bueno estar de vacaciones.
-¿Qué pasa? Pareces nervioso por algo. Supongo que todavía te afecta tu ruptura, ¿no? Siempre es importante hablar sobre tus sentimientos como una forma de sobrellevar la situación y, eventualmente, recuperarte.
-No sé si eso sería una buena idea en este momento, mamá.
Se sentó junto a mí en la mesa de la cocina.
-Soy tu madre. Si no puedes abrirme tu corazón, entonces algo anda mal entre nosotros. La honestidad es una parte importante para hacer que una familia funcione. Si hay algo que necesites o algo que quieras decir, estoy aquí.
Me armé de valor como nunca antes lo había hecho y le respondí:
-Está bien. Está bien. Hay algo de lo que quiero hablar, pero no se trata de mi ruptura… Verás, anoche cuando estaba yendo a la cocina a buscar algo para beber, te vi a ti y a Nuria... Ya sabes... Yo... ¡No te estoy juzgando ni nada! Es sólo que… No sé qué pensar.
-Oh, Dios... –jadeó-. Yo... Lamento que tuvieras que ver eso. Yo... No sé qué decir, mi vida.
-¿No acabas de decir algo sobre la importancia de la honestidad para hacer que una familia funcione?
-Esto es diferente.
-¿Cómo que es diferente?
Mamá suspiró.
-Es una larga historia. No quiero aburrirte con ella.
-No hay forma de que una historia como esa pueda ser aburrida.
Mamá respiró hondo.
-Bien, aquí va, pero primero necesito darte algo de contexto: comenzó cuando tenía tu edad, más o menos. Tu abuela había fallecido unas semanas antes y el abuelo, mi padre, todavía estaba de duelo. Fue difícil para mí, pero fue aún peor para él. Se puso tan triste, se volvió tan solitario, se deprimió tanto… Hice todo lo posible para animarlo y que volviera a ser ese hombre tan lleno de vida, tan saludable, tan apuesto que era, pero nada funcionó. Me refiero a cosas normales, claro.
“Llegó mi cumpleaños. Y yo sólo quería que tuviéramos un día feliz. En el que mi papá pudiera volviera a ser feliz, al menos, ¿me sigues? Bien, ahora, aquí es donde la historia se pone picante…
-Soy un adulto. Puedo manejarlo.
Mamá soltó una risita, y no la culpo. Faltaban unos meses aún para mi decimoquinto cumpleaños, y ya estaba considerándome un hombre.
-Bien. Iré directamente al grano –dijo, y luego de carraspear, soltó-: Solía espiar a mis padres teniendo sexo.
“Ten en cuenta que eso fue hace años, cuando la vida era muy diferente. Mi generación no creció con televisión por cable, y el sexo era un tema tabú.
“Recién comenzaba a desarrollarme cuando comencé a espiarlos. A esa edad, tenía una vaga idea de lo que era el sexo y cómo se, ejem, hacía. Por eso, me sorprendió ver a mi madre usando su boca en papá. Me sorprendió aún más descubrir que lo hacía con tanta frecuencia. La verdad es que usaba su boca más veces de las que tenían sexo convencional.
“Creía que esa era no era una práctica aceptable, que era propio de putas.
“En fin, el día después de mi cumpleaños, luego de ver que no podía conseguir que mi papá saliera del pozo de tristeza en el que estaba hundido, decidí consolar a mi padre por vía oral para que se sintiera mejor.
-¿Abuelo? ¿En serio? –cuestioné-. Cuando lo consolaste oralmente, ¿te refieres a que...? No sé cómo decir esto... ¿Hay otro significado para “oral” que no conozco?
Mamá hizo un círculo con sus dedos pulgar e índice, formó una O con sus labios y movió su mano frente a su boca para simular sexo oral.
-¿Está lo suficientemente claro para ti? A tu abuelo le encantan las mamadas. A todos los hombres les encantan.
-Sí, sí, capto la imagen –respondí, conteniendo el arrebato de nervios que me provocó ver a mamá haciendo un gesto sensual.
-Para decirlo sin rodeos, le hice una mamada a mi padre para que se sintiera mejor. Y funcionó.
“Me arrodillé en el suelo junto a él y le abracé las piernas. Le dije cuánto lo amaba y cuánto quería que fuera feliz. Le dije que sabía que nunca podría reemplazar a mamá, pero que era perfectamente capaz de manejar algunas de las responsabilidades de mamá. Y eso, además de cocinar y limpiar, incluía chuparle la verga. No me detuvo cuando le desabroché los pantalones para liberar su hombría. Se le puso duro como una roca en un santiamén. La mamada que le di fue la primera de mi vida. Y no fue la última. Necesitaba alivio y se lo di.
Intenté decir algo, pero no se me ocurrió nada. Mamá me dedicó una sonrisa.
-Tal vez deberías intentar leer algunas de mis novelas románticas. Algunas de las cosas que puse en papel se basan en hechos reales, ya sea de mi propia experiencia de vida o de lo que me cuentan otras personas. No soy un éxito de ventas por nada.
-Supongo que hay más en esta historia tuya y del abuelo, ¿verdad? Quiero decir, tiene que haber más…
-Claro que hay más. Estamos hablando de una historia de amor de más de veinte años, así que te haré un breve resumen.
“Después de ese día, el sexo siempre estuvo presente. Oh, debo aclararte que nunca tuvimos relaciones convencionales, pero pasé a usar mi boca regularmente. Casi a diario. Me volví su única fuente de placer.
“Papá me entrenó. Me enseñó a chupar, a usar la lengua, los labios y las manos. Tragué cada gota de esperma que largó, algo que consideré una victoria desde el principio, porque era evidencia de que había logrado hacerle sentir el placer máximo.
“Cuando crecí y me mudé de su casa para ir a la universidad y luego me independicé y conocí a quien sería tu padre, mi boca siguió siendo de mi papá. Es que me encantaba y no iba a negarme un gusto tan grande. Se la mamaba cada vez que quería. Y hasta había veces en que la que lo provocaba era yo.
“Incluso hoy en día, cuando voy a visitarlo, cocino, limpio y se la chupo. Una promesa es una promesa. Cualquiera diría que un hombre de 79 años ya no está para esas andadas, pero es que no conocen a mi padre.
-Supongo que Nuria lo sabe.
-Sí, lo sabe –respondió mamá-. Nuria se enteró el día de su graduación. Tú te habías ido de campamento, ¿no te acuerdas?
“¿Recuerdas que te dijo que la pasó genial en su baile de fin de curso? Bueno, en realidad llegó a casa llorando. Te ahorraré los detalles, pero su cita fue un verdadero desastre. Hice lo mejor que pude para consolarla, y al final recurrí a la única manera que conozco: usar mi boca. No estoy orgullosa de lo que hice, pero funcionó. Los resultados no mienten.
-Pero… ¿Cómo fue?
-La abracé, llené de besos sus mejillas, empecé a darle besos en los labios. Luego, le levanté su vestido y obré mi magia. Pasó de la tristeza al goce. Como dije, no estoy orgullosa, pero no podía soportar ver a mi princesa sollozando porque un imbécil le rompió el corazón. No hay un manual sobre qué hacer en este tipo de situaciones.
-Y ustedes dos han continuado haciéndolo desde entonces. Todo tiene sentido ahora. Antes, no podía dejar de mencionar cuánto quería irse cuando tuviera la edad suficiente para poder ser independiente al fin. Y luego, de repente, decide tomarse un año libre y quedarse a vivir en la casa de la que tanto quería irse.
Mamá se encogió de hombros.
-¿Qué puedo decir? Tu hermana siempre se las ingenia para conseguir lo que quiere. Antes de que me diera cuenta, me dediqué a complacer oralmente a otro miembro de mi familia. Mi propia hija. Pero no es algo que me quite el sueño. Tu hermana es una hermosa joven con un cuerpo despampanante. Además –añadió, sonriendo con picardía-, ella me devuelve el favor si está de buen humor. Y ella vive de buen humor.
-Estoy sin palabras. Sin palabras –dije-. Quiero decir, de todos los pensamientos que se arremolinaban en mi cabeza estos días, lo último que esperaba era esto.
-Ya iba siendo hora de que supieras la verdad. Aunque estoy segura de que te he dejado con más preguntas que respuestas.
-Sí, bueno… ¿Por qué no recibí el mismo trato que Nuria y el abuelo? –solté en broma, sin pensar en lo que estaba diciendo.
Se hizo un silencio ligeramente incómodo. Madre me miraba fijamente. Traté de encontrar la manera de retractarme de lo que acababa de decir. Al final, ella sonrió:
-Así que... quieres el mismo trato que recibieron tu abuelo y tu hermana, ¿eh? ¿Son celos? ¿O tal vez sientes curiosidad por mis talentos orales? ¿Quizás ambas cosas?
-Eso no es lo que quise decir.
-Está bien, cariño. De verdad, está bien. Puedo entender si te sientes excluido y, francamente...
El teléfono sonó. Mamá contestó y tuvo una conversación con su agente literario. Al cabo de la misma, colgó el teléfono y me dedicó una sonrisa.
-Lamento cortar esta conversación tan abruptamente, pero tengo una reunión urgente con gente de la editorial. ¡Parece que un estudio de cine está interesado en comprar los derechos de mi último libro!
-Pero continuaremos esta conversación, ¿verdad?
-Claro, por supuesto que lo haremos, cariño. Cuando sea el momento adecuado.
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El resto del día transcurrió de lo más normal. Tuvimos otra noche típica con mi familia, como si nada fuera de lo común hubiera ocurrido. O, por lo menos, eso fingí con todas mis fuerzas. Cenamos, conversamos y nos reímos como siempre lo hacíamos, mientras la televisión hacía de ruido de fondo.
Desafortunadamente, no se presentó la oportunidad de tener un tiempo a solas con mi madre.
Estaba acostado en mi cama, viendo la televisión sin prestarle mucha atención. Llamaron a la puerta.
-Adelante –dije.
Mi hermana entró en mi habitación como una tromba y se sentó en la cama. Vestía el mismo pijama celeste de la noche anterior, aunque esta vez sí tenía puestos los pantalones.
-No te preocupes, mamá está dormida, así que podemos hablar libremente. No he tenido oportunidad de decírtelo antes, así que te lo digo ya –dijo, poniendo una mano en mi pierna-. Lamento mucho tu ruptura. Te mereces algo mejor que esa perra ingrata que te dejó. Nunca me cayó bien, ¿sabes?
-Lo sé. Debí haberlas escuchado. Ambas me advirtieron. ¿Sabes qué? De ahora en adelante, no haré ningún compromiso sin la aprobación de ustedes dos. Aprendí la lección.
-¿Quieres decir que mamá y yo tenemos la palabra final sobre cualquier chica con la que salgas? –preguntó ella con una ceja levantada-. ¿Eso incluye hacer recomendaciones?
-¿Por qué no? A pesar de tu falta de talento, siempre has sido inteligente con las relaciones.
Nuria cruzó los brazos y me miró con expresión ofendida.
-Si vas a ser grosero, entonces dile adiós a mi recomendación, hermanito. Porque da la casualidad de que conozco a una chica que se muere por ser tu amiga con derechos.
-Bueno, bueno, solo estaba bromeando. ¿Quién es? ¿Alguna amiga del club de tenis? ¿Laura? ¿Sara? ¿Anita?
-¿Prometes que no te reirás ni te enojarás? -preguntó.
-Prometido.
-Su nombre es Nuria –dijo finalmente.
-¿Nuria? ¿Es esa una nueva amiga que no conozco o…?
-Estoy hablando de mí, tarado –dijo-. Podría ser tu compañera de sexo. Te garantizo que puedo chupártela y follar mejor que esa perra con la que ya pensabas en casarte, confía en mí.
-¿Qué…?
-Prometiste que no te enfadarías, ¿recuerdas?
Respiré profundo y ordené mis pensamientos.
-Lo sé. Pero no puedes culparme por estar un poco, ya sabes, sorprendido por lo que me acabas de ofrecer.
-Seguro conoces mi reputación. Tengo un don para el sexo. Tengo el mejor cuerpo, el mejor coño y doy las mejores mamadas del condado. El punto es que, ejem, me atraes desde hace algún tiempo. Mi pobre e inocente hermanito, tan apuesto como desconsolado. Y ahora, soltero.
-Suena muy tentador, Nuria. Pero tú eres mi...
Se puso de pie y dijo:
-Vivimos en la misma casa. Es imposible que alguna vez no me hayas pescado saliendo desnuda del baño. Yo lo hice, un par de veces, y no pude evitar que me gustaras. Somos un chico y una chica con las hormonas en plena efervescencia. Es lo esperable, ¿no?
“Mira, me voy a desnudar, y si entonces quieres echarme, entonces échame. Si no, entonces tengo la intención de que me monten bien montada esta noche. Es tu elección.
Quizás debí haberla detenido cuando comenzó a desvestirse, pero no pude. O no quise. Me congelé al ver a mi caliente hermana mayor quitarse la camiseta de su pijama para revelar sus tetas pequeñas y bien paraditas, coronadas de pezones de color rosa claro. Luego, se quitó el pantalón y exhibió sus delgadas piernas, largas y esbeltas. En su entrepierna crecía un frondoso matorral de vello púbico. Así y todo, sus labios vaginales de color rosa oscuro eran visibles a simple vista.
Puso los brazos en jarras y dijo:
-Bueno, hasta ahora, no me has detenido. ¿Te gusta lo que ves?
-Esas son unas tetas hermosas, Nuria. Muy hermosas.
-¿Mejores que las de tu ex? –preguntó con voz de niña.
-Sí –dije suspirando-. Honestamente, eres mucho más sexy que ella. Tienes un gran cuerpo y siempre me ha gustado tu actitud. ¿Contenta?
-Muy contenta. Me pone contenta saber que mi hermano piensa que soy sexy. Pero todavía tengo curiosidad por saber si soy mejor en la cama. Eso es lo más importante en cualquier relación amorosa, ¿no?
-Nuria, pensemos en esto por un segundo...
-Tonterías -respondió ella-. No hay nada que pensar. Cuéntame, hermanito, ¿hay alguna cosa con la que fantaseaste y que tu ex se negó a hacer? Y no me iré a menos que me lo digas. Dime, ¿qué es? ¿Garganta profunda? ¿Anal? ¿Una paja con los pies?
-No tengo opción, ¿verdad? –dije.
Ella sacudió su cabeza.
-No. Ninguna.
-Bueno… Siempre quise probar el sexo anal, pero ella nunca estuvo interesada.
Una gran sonrisa apareció en el rostro de Nuria.
-Nunca hubiera imaginado que mi tímido hermanito menor, tan sensible y estudioso, siempre haya querido encular a una chica. Bueno, eso se puede arreglar. ¡Para empezar, hay que quitarte la ropa!
Mi hermana se acercó para desvestirme. Conociéndole, no tenía sentido oponer resistencia. Me puse de pie para que le resultara más fácil quitarme el pantalón corto junto con la ropa interior, mientras yo me quitaba la camiseta para quedar desnudo por completo.
-¡Mi amor! Tenías esto tan lindo y grande bien escondido, ¿eh, pillín? Veamos qué tan bien funciona esta cosota -dijo, escupiendo en la palma de su mano-. Siéntate en la cama.
Se arrodilló y tomó mi miembro con su mano cubierta de saliva en el instante en que me senté. Comenzó una lenta pero firme paja suave. Y cuando necesitaba más “lubricante”, escupía más saliva sobre mi verga. No apartaba sus ojos de los míos.
-¡Aquí vamos! -dijo, subiéndose encima de mí.
Me rodeó el cuello con sus brazos y yo apreté su cuerpo contra el mío. Pude oler su delicado perfume a jazmín. Con una mano sostuvo mi verga en posición vertical mientras descendía su cuerpo. Después de lo que me pareció una eternidad, la punta de mi verga por fin tocó la entrada de su ano. Ella continuó descendiendo.
-¡Hijo de puta, de verdad me estás estirando el culo! –gimió-. Ufff... No pasa nada, puedo manejarlo.
-¿Eres virgen del culo? –le pregunté al sentir su estrechez.
Una vez que su ano se aflojó, se deslizó aún más hacia abajo, insertando unos centímetros más de mi herramienta en su culo.
-Sí –respondió finalmente-. A menos que cuentes el consolador de mamá.
-¿Perdón?
Nuria sonrió mientras movía sus caderas.
-Escuchaste bien... Ufff... ¡AY, HIJO DE PUTAAAAH...! ¡Hijo de puta…! Mamá me dijo que ya sabes sobre nuestras aventuras... Ufff... Pero, bueno, además de lamerme el coño como los dioses, ella también ha estado usando sus juguetitos conmigo... Dios, ¡qué bien se siente esto…!
Puso los ojos en blanco. Su culo se sentía increíblemente apretado y cálido alrededor de mi palpitante verga. Escucharla admitir que había estado haciendo guarradas con mamá me excitó más de lo que ya estaba.
-Oh, Dios mío... ¡Oh, Dios míoooooh…! ¡Lléname! –gimió-. ¡¡Lléname el culo!!
Nos miramos a los ojos mientras continuamos follando durante varios minutos. El tabú de tener sexo apasionado con mi hermana mayor fue una experiencia surrealista. Pronto, quedé al borde de tener un orgasmo nuclear.
-¡¡Oh, mierda...!! ¡¡Estoy por correrme en tu culo, Nuriaaaaaah...!! –gemí sin vergüenza.
-¡¡Espera...!! ¡No, todavía no! –siseó ella. ¡No te atrevas!
Nuria llevó sus dedos a su clítoris y lo frotó como si su vida dependiera de ello. Sus ojos se pusieron en blanco nuevamente y descubrí por qué no quería que me corriera dentro de ella todavía: un poderoso chorro de fluidos salió disparado de su vagina y me empapó todo el pecho. Todos los músculos de su cuerpo se tensaron y tuvo un poderoso orgasmo. No paraba de susurrarme “te amo, hermanito” al oído.
Ya no pude contenerme. Disparé una enorme carga de mi semen dentro del culo de mi hermana.
Quedamos un rato abrazados, respirando con dificultad. Había habido una excitación tremenda entre nosotros, sí, pero en ese momento percibí que lo que existía entre nosotros era un amor profundo e indestructible. La atracción carnal era sólo un bonito complemento.
-¡Mierda! –dije aturdido-. -No puedo creer que acabamos de…
-Mejor créelo –me interrumpió-. Y puedes estar seguro de que haremos esto mucho más a menudo, si así lo deseas. Nunca sentí un placer tan fuerte al follar. Nunca. ¡Dios, todo el tiempo que perdimos sin hacer esto!
Luego de unos minutos más, mi hermana al fin se incorporó.
-Gracias por dejarme este lío –le dije, refiriéndose a su corrida en mi pecho.
-Arréglatelas.
Me guiñó un ojo, me dio un beso en los labios y recogió su pijama del suelo antes de salir de mi habitación meneando su trasero desnudo.
~~~
Todavía me estaba recuperando de haber enculado a mi hermana por el culo. Mi cabeza daba vueltas y me sentía algo exhausto de lo que había sido la mejor experiencia sexual de mi corta vida. Mientras me sentaba en la sala de estar después del desayuno, me reí al pensar que me estaba convirtiendo en un aficionado al incesto en tiempo record.
No tuve mucho tiempo para reflexionar. Mi madre bajó las escaleras. Recién salida de la ducha, vestía una bata de baño blanca.
-Pareces más tranquilo que ayer –dijo con una mirada brillante en su rostro mientras se sentaba a mi lado.
-Bueno, sí, me siento más relajado –admití.
-¿La pasaste bien con Nuria anoche?
-¿Ya te enteraste?
-Por supuesto, mi cielo. Fue mi idea –respondió ella-. Mientras estabas de novio, Nuria decía seguido que no le gustaba la perra de tu ex, que estabas cometiendo un error por inmaduro e inexperto y que ojalá no la embarazaras, porque lo peor que podía pasarte era quedar unido de por vida a una chica tan mala. Un día, mientras le chupaba el coñito, accidentalmente gimió tu nombre. Más tarde admitió que a veces fantaseaba contigo.
-Las cosas se vuelven cada vez más y más extrañas.
Mi madre contuvo la risa.
-Bienvenido al club. Tu hermana tiene ese efecto en la gente. Es irresistible. Será la apariencia, el encanto, lo que sea. ¡Y es un terremoto en la cama! Pasó muy poco tiempo para que no me molestara ni un poco que sea mi hija. La relación sexual que desarrollé con mi padre es algo inocente y puro en comparación con lo que Nuria y yo hacemos juntas.
-¿Quieres decir que has ido más allá de lo que me contaste? ¿Más que usar tu boca en ella, o juguetes sexuales?
-Je, eso es sólo la mitad, cariño –dijo, con una mezcla de picardía y arrogancia-. Verás, por ejemplo, con Nuria probamos el nudismo.
-¿Tú y Nuria nudistas? –pregunté, asombrado.
Mamá asintió.
-Solo cuando tú no estabas. Es decir, cuando te ibas de campamento o a pasar la noche en casa de algún amigo. Nuestro asuntito se intensificó mucho durante esas ocasiones. Nos duchábamos juntas y dormíamos en la misma cama. Ella sugirió; medio en broma, medio en serio; que bien podríamos vivir como nudistas, ya que siempre andábamos desnudas.
“Ambas nos preguntábamos cómo sería la vida si te incluyéramos. Pero no estaba segura de cómo reaccionarías ante la idea de que tu madre y tu hermana tuvieran una relación íntima.
-Sí que lo entiendo. Ahora lo entiendo. Nuria es irresistible. Esa chica siempre consigue lo que quiere.
-Y te la montaste anoche –dijo mi madre, y soltó una carcajada-. Así que ahora no puedes enojarte con nosotras.
-Por cierto, ¿cómo surgió lo del dildo en el culo? Me sorprendió cuando dijo eso, y eso que cuando lo dijo estaba terriblemente cachondo.
-Si tienes tanta curiosidad al respecto, encontró mi colección en un cajón de mi habitación mientras buscaba una crema facial entre mis cosas. Desde ese día, no dejó de molestarme por todos los juguetes sexuales que vio. Después de una semana de molestar sin parar, bromeé diciéndole que lo único que haría por ella sería ponerle un consolador en el culo, ¡y a ella le encantó la idea!
Nos echamos a reír por el exceso de entusiasmo de mi hermana.
-Aaaaah, creo que ya sé de qué hablas –dije-. Hubo unos días en que ustedes dos estaban muy raras. Ella te hacía comentarios y se mataba de la risa mientras tú te ponías roja como un tomate.
-¡Esa es nuestra Nuria! –dijo mamá-. Siempre dispuesta a cualquier cosa.
-Estoy seguro de que también ha hecho cositas por ti.
Mamá asintió.
-Claro, a ella le encanta devolverme favores. Sexo oral y diversión con vibradores. Nuria es más generosa de lo que aparenta. No es una malcriada egoísta, para nada, pero el resultado de mi crianza no es el que esperaba. Se supone que una hija no debe follar con su madre –dijo mamá, riendo con picardía.
-Tienes razón. Supongo que nuestra familia es simplemente diferente.
-Y dime… ¿Alguna vez has fantaseado conmigo? -preguntó con una ceja arqueada.
-Tal vez dos o tres veces. Quiero decir, mírate. Eres hermosa y tienes grandes tetas y un culo hermoso. Por eso no me gusta que me visites en la escuela, porque todos en mi clase me molestan por tener una madre tan buenorra.
-¿Dos o tres veces? –dijo, suspicaz-. ¿Eso es todo?
-Bueno, bueno. Lo he hecho más veces –dije, carraspeando-. Muchas veces, lo admito. Hace un par de años, un amigo se jactaba de espiar a sus vecinos teniendo sexo. Yo contraatacaba jactándome de haberte visto desnuda unas cuantas veces cuando ibas de tu habitación al baño. Mi amigo se puso verde la envidia por eso.
-Bien, cariño. Me alegra que podamos tener conversaciones abiertas y honestas, como personas adultas normales. El diálogo abierto es parte importante de tener una familia saludable.
-Bueno, sin contar la parte incestuosa, somos una familia normal –le dije con sarcasmo-. ¿Y por qué siento que no te sorprende oírme admitir fantaseé contigo?
-Recuerda que soy psicóloga. Además, he investigado mucho para mis libros. Y he entrevistado a muchos jóvenes, algunos de los cuales han confesado fantasear con sus madres.
-Me imagino.
“Entonces, mamá, ¿dónde nos deja esto parados? ¿Qué vamos a hacer? ¿Simplemente nos olvidamos de todo y vivimos como una familia convencional ahora?
-Ay, mi vida, no creo que podamos –respondió-. Pero si ninguno de nosotros tres se opone a este estilo de vida, ¿por qué no disfrutarlo? Todos nos amamos. Tú no te opones, ¿no?
-Por más extraña que sea esta situación, supongo que no. Estoy de acuerdo con todo esto. Eso sí, a pesar de todo, todavía no…
-¿Todavía no te hice una mamada? -preguntó ella en tono juguetón.
-En realidad, iba a decir que todavía no les di un beso ni a ti ni a Nuria, pero me gusta más tu respuesta.
Ella se rió y se arrodilló frente a mí.
-Estás a punto de convertirte oficialmente en el tercer miembro de mi familia al que complazco oralmente –dijo, guiñando un ojo.
Justo cuando puso sus manos en mi cinturón, el sonido de la puerta principal abriéndose resonó en la sala de estar. Nuria había regresado de su práctica de tenis.
-¿Empezando sin mí? –exclamó Nuria. Vestía su uniforme blanco de tenis, un atuendo que siempre me ponía a mil por hora.
-¡Volviste temprano! -respondió mamá.
-Es difícil jugar al tenis con el culo adolorido, ¿sabes? Además, no iba a perderme el momento en que mi hermanito por fin se monte a mamá. Así que le pregunté a mi instructora si podía irme temprano. ¡Y parece que llegué justo a tiempo!
Mi madre dirigió su atención hacia mí.
-¿Te sientes cómodo así, cariño? ¿Aún quieres continuar con tu hermana mirando?
-¿Por qué no? Ya no hay nada que esconder.
-¡Excelente! –exclamó Nuria-. ¡Vamos a desnudarnos ya! Cada vez me incomoda más estar vestida adentro de casa.
Nuria fue la primera en desvestirse. Luego de cerrar la puerta con llave, se quitó cada prenda de su atuendo mientras mi madre y yo observábamos. Mi miembro estaba en pleno proceso de endurecimiento. Nuria reveló su esbelto cuerpo digno de una modelo. Sus pezones erectos evidenciaban su excitación.
-¿Quién sigue? –preguntó, con las manos en las caderas-. No quiero ser la única sin ropa. ¡Será mejor que alguien más se desnude y rápido!
-Está bien, está bien, sigo yo –dijo mi madre, con fingida exasperación-. Tienes razón, mi cielo. Andar con ropa en casa puede ser muy engorroso. Más aún en verano. Sería bueno que implementemos definitivamente el nudismo.
Mamá se paró frente a mí y, con un elegante movimiento, dejó caer su bata de baño y quedó completamente desnuda.
Quedé asombrado por su cuerpo de hembra. Sus pechos eran más bien grandes y estaban ligeramente caídos. Colgaban hasta la parte superior de su estómago. Sus areolas de color rosa oscuro medían unos cuatro centímetros de diámetro y estaban coronadas por pezones del mismo color. Mi mirada se deslizó hasta su sección media y sus piernas. Me maravillé de las curvas alrededor de sus caderas y muslos, así como de su arbusto abundante, pero prolijamente recortado.
-¿Esto te trae recuerdos agradables? –preguntó, levantando una ceja.
-Es mejor de lo que recordaba –respondí-. Una cosa es poder verte desnuda desde el otro lado del pasillo, pero verte así... Eres una diosa. Se me va a salir el corazón por la boca.
-Gracias, mi vida. Muy dulce de tu parte.
Nuria se acercó a nosotros.
-Es tu turno. Mamá no me cree lo que conté sobre tu instrumento, vas a tener que mostrárselo.
Me puse de pie y me quité la camiseta. En un movimiento rápido, bajé mis pantalones y mi calzoncillo al suelo, quedándome desnudo para que mi madre y mi hermana me admiraran.
-Dios mío –jadeó mamá con los ojos muy abiertos, acariciando mi verga, que daba saltitos de excitación-. Probablemente obtuviste este atributo de mi lado de la familia, no del de tu padre. Increíble.
-¿Ahora me crees? –le preguntó Nuria a mamá-. Te dije que no estaba exagerando cuando me viste cojeando esta mañana. De verdad me metí esta cosa en mi culo.
-Tendré que disculparme por eso más tarde–respondió mamá, dándole un beso en la boca a su hija antes de volver su atención hacia mí-. Ahora, empecemos. Siéntate en el sofá para que podamos concluir lo que empezamos ayer.
Tan pronto como me senté, tanto mi madre como mi hermana se arrodillaron a mis pies. Mi mamá no perdió tiempo y tomó mi erección entre sus manos para darme unas buenas caricias. Luego se inclinó hacia delante para llenar de besos el sensible glande, seguidos de más besos en el tronco. Luego reveló lo que tenía de especial su boca mientras se inclinaba para chuparme.
Me hizo el amor oralmente con sus ojos fijos en los míos. Fue lenta y tierna, pero apasionada al mismo tiempo. Su cabeza se movió lentamente hacia arriba y hacia abajo hasta que la punta de mi verga tocó la entrada de su garganta. Sus labios llegaron a engullir mis diecinueve centímetros de carne. Nuria le apartó el cabello de su rostro para que pudiéramos tener una vista clara del espectáculo que nos estaba brindando. Me encantó ver el contorno de mi pito en su boca mientras sus mejillas se ahuecaban por la succión.
Lo que lo hizo más caliente fue la forma en que usó sus manos mientras me hacía la mamada: con una, me acariciaba las bolas. Con la otra, me masturbaba suavemente.
-¿No es mi turno ya, mami? –dijo Nuria mientras observaba embelesada a mamá.
Mamá sacó mi verga de su boca y se volvió hacia ella. Un hilillo de saliva nos unía.
-Claro que sí, cariño. Perdona por ser egoísta. Me entusiasmé.
-Que mamá siga acariciándome –agregué a modo de súplica, desesperado por continuar sintiendo placer.
Mamá continuó frotando mis bolas y el tronco de mi pito, y lo apuntó hacia Nuria, que se lo devoró sin dudar ni un instante. Sentí un éxtasis increíble. Madre e hija tenían una tremenda habilidad natural, habilidad que se potenciaba al trabajar juntas.
-Qué vista más maravillosa –dijo mamá, conmovida-. Siempre soñé con que mis hijos, mis razones de ser, hicieran el amor. Y que compartieran ese amor conmigo.
Nuria levantó la cabeza y respondió:
-Lo hiciste con el abuelo, luego conmigo, y ayer hice cositas con mi hermano. Hay que afrontarlo, mamá, el incesto corre en nuestras venas. Aceptémoslo y disfrutemos.
-Señoritas, odio arruinar la diversión, pero no voy a durar mucho más. Al ritmo que ustedes dos van, podría explotar en cualquier momento.
Mamá sonrió con mi polla todavía en su mano.
-Bueno, ya enculaste a tu hermana y recibiste mamadas de las dos. Todo lo que queda para completar el ciclo es mi coñito, supongo –dijo.
Mamá se recostó en el suelo alfombrado y separó las piernas como si fuera lo más natural del mundo. Una madre abriéndose de piernas ante su hijo. Me ofrecía un gesto tan apacible, tan lleno de amor. Nunca la había visto más hermosa que en ese momento, en posición de hembra en celo mientras me miraba. Sin darme cuenta, me arrodillé ante la entrada de su cueva.
-¡Ayudaré a hacer los honores! –exclamó Nuria con alegría.
Mi hermana tomó mi verga ensalivada, condujo la punta hacia la velluda vagina de mamá y me ayudó a insertarla.
-Ooooooooh... Oh, Dios… Hijo mío, mi vidaaaaah… –gimió mamá-. Ha pasado un buen tiempo desde la última vez que… Ooooooh… Que estuve con un hombre. Te sientes mucho mejor que cualquier juguete.
Empujé mi herramienta aún más. El coño de mamá se sentía muy húmedo y cálido y un poco apretado.
-Me alegra que pienses eso –respondí-, porque haremos esto a menudo, ¿no?
Enterré mi miembro por completo y sentí el suave cuerpo de mi madre debajo de mí. Me envolvió con sus piernas, y fue agradable sentir sus senos pegados a mi pecho. Nos besamos en la boca por primera vez y empezamos a hacer el amor. Nuestros latidos cardíacos se dispararon mientras yo continuaba metiéndole y sacándole la verga. Respiró con más fuerza y gimió mientras continuamos besándonos y follando durante los siguientes quince minutos.
Pensé que había vuelto a casa, al hogar que ocupé desde mi concepción y que había tenido que abandonar hacía catorce años. Pero ahora por fin estaba de vuelta.
-¡¡¡Estoy a punto de correrme!!! –anuncié, rompiendo el intenso beso francés que le estaba dando a mamá.
-¡Levántate! ¡Date prisa! -dijo mamá con urgencia-. ¡Quiero que nuestro primer orgasmo familiar sea especial!
Justo cuando me puse de pie, mi madre se arrodilló y Nuria rápidamente siguió su ejemplo e hizo lo mismo. Estaban arrodilladas una junto a la otra. Nuria comenzó a acariciarme los testículos. Mamá se puso a trabajar, masturbándome con furia de hembra en celo. Le llevó unos segundos desatar uno de los mejores orgasmos que he tenido en mi vida. Era como si todo lo que había visto, oído y hecho estos últimos días hubiera culminado en una explosión nuclear de mi cuerpo. Una explosión que roció los hermosos rostros (con sus bocas bien abiertas y las lenguas afuera, desde luego) de las hembras que más he amado toda la vida. Chorro tras chorro, mi leche los bañó. Mi madre continuó acariciándome hasta que estuvo segura de que ya había escupido hasta la última gota de lefa. Finalmente, mis piernas cedieron y me derrumbé en el sofá. Pero el espectáculo no terminó ahí. ¡No, señor! Por primera vez pude ver el erótico espectáculo de mi madre y mi hermana, desnudas, besándose apasionadamente con sus rostros cubiertos por mi eyaculación. Y no fue un beso cualquiera: fue un beso húmedo y desesperado en el que lamieron las caras la una a la otra. Fue emocionante ver el intercambio de semen fresco entre sus bocas. Los chasquidos que hacían sus labios húmedos eran música para mis oídos. Ya se habían besado varias veces antes. Sólo que esta vez estaba el elemento adicional de mi semen.
Esa mañana, mi madre experimentaba el tabú de saborear a su hijo de la manera más placentera y prohibida. Mi hermana, por su lado, le estaba dando rienda suelta a su faceta de salvaje aventurera.
Ambas, por supuesto, me amaban. Y yo las amaba a ellas.
-Riquísimo, ¿no? –dijo Nuria entre besos y lametones.
-Mmmm… Mmmm... Delicioso, cariño –respondió mamá-. Podría acostumbrarme a esto. De alguna manera, se siente como la cosa más natural del mundo.
Volvieron a besarse hasta que se tragaron toda mi leche. Luego se chuparon los pezones. El contraste de sus pechos era marcado: las tetas redondas y un poquito caídas de mamá junto a las tetas pequeñas y paraditas de Nuria. Los pezones de ambas estaban erectos por la succión. Ambos pares de pechos, no obstante, eran igualmente deseables.
Mamá tenía la expresión más amorosa en su rostro. Sentía una gratitud inmensa porque el círculo familiar estaba completo. Ahora podríamos amarnos tanto física como emocionalmente. Y, además, andar sin ropa en la casa.
Después está Nuria, mi hermana de diecinueve años recién cumplidos. Ella era mi opuesto casi exacto: una chica extrovertida, amistosa y popular a la que le encantaba provocar. ¡Y cómo no le iba a gustar, si se parecía muchísimo a Chloe Temple! Era de las personas que, cuando quieren algo, lo consiguen. A veces se ponía pesada, pero nos llevábamos bien. Después de graduarse de la preparatoria, había decidido tomarse un año para decidir qué hacer a continuación.
Para ser sincero, siempre fui un niño de mamá. Y Nuria, además de ser mi hermana de sangre, era mi amiga más cercana. Al principio me daba vergüenza y no quería admitirlo, claro, pero al madurar me di cuenta de que no había nada de malo en ello. Siempre es bueno estar cerca de las personas que amas, especialmente después de una mala ruptura.
Después me tocó descubrir que ellas dos también iban a ser los grandes amores de mi vida.
~~~
Las vacaciones recién comenzaban. Era un alivio no tener que ir a la escuela y cruzarme con mi ex ni sus amigas ni mis compañeros. No hubiera soportado burlas, miradas sugerentes, cuchicheos, ni siquiera comentarios de apoyo. Me sentía enfadado y triste. Quería estar solo.
La noche en que mi vida comenzó a dar un vuelco, no podía dormir. Había demasiado en mi mente. Y encima tenía sed.
Fui a la cocina a buscar jugo. Y entonces, cuando ya había bajado cuatro escalones de la escalera que llevaba a la sala, lo escuché:
-Oh, Dios...
Cualquiera podría darse cuenta de que era una voz femenina que gemía de placer. Y sonaba como mi hermana. Lo primero que se me ocurrió fue que la muy atrevida estaba viendo una película porno en la sala de estar. Era algo que ella haría.
-Oh, dios... mamá...
“¿Por qué habrá dicho eso?”, pensé.
Cuando bajé otro paso por las escaleras, descubrí por qué: mi hermana estaba sentada en el sofá con las piernas abiertas de par en par y los pies en el aire. Solo vestía la blusa celeste de su pijama y estaba completamente desnuda de la cintura para abajo.
¡Y nuestra madre estaba de rodillas lamiéndole el coño!
Observé cómo Nuria pasaba los dedos por el rubio cabello de mamá, mientras ella presionaba su boca contra la entrepierna de mi hermana, masajeándola de todas las formas posibles con la boca y la lengua. Ver a una pareja de lesbianas en acción es una cosa, pero que tu propia madre y tu propia hermana formen esa pareja sin duda le agrega toda una nueva dimensión.
Mi mente empezó a dar vueltas como una ruleta de emociones. ¿Se suponía que debía estar enojado? ¿Se suponía que debía estar disgustado? ¿Estaba mal que me excitara al ver ese espectáculo?
Los pies de Nuria temblaron en el aire y sus piernas temblaron. Sus gemidos se hicieron más fuertes y, evidentemente, tuvo un orgasmo. No quería que me atraparan, así que volví corriendo a mi habitación.
~~~
A la mañana siguiente, estaba terminando de desayunar en el comedor cuando mi madre vino a saludarme después de ducharse. Se veía radiante. Vestía una blusa blanca suelta sin sostén, como lo hacía normalmente. Nuria estaba en el club de tenis, así que mi mamá y yo estábamos solos.
-Buenos días –dijo ella-. ¿Dormiste bien? Apuesto a que se siente genial no tener que despertarse a las seis, ¿no?
-Claro –respondí-. Es bueno estar de vacaciones.
-¿Qué pasa? Pareces nervioso por algo. Supongo que todavía te afecta tu ruptura, ¿no? Siempre es importante hablar sobre tus sentimientos como una forma de sobrellevar la situación y, eventualmente, recuperarte.
-No sé si eso sería una buena idea en este momento, mamá.
Se sentó junto a mí en la mesa de la cocina.
-Soy tu madre. Si no puedes abrirme tu corazón, entonces algo anda mal entre nosotros. La honestidad es una parte importante para hacer que una familia funcione. Si hay algo que necesites o algo que quieras decir, estoy aquí.
Me armé de valor como nunca antes lo había hecho y le respondí:
-Está bien. Está bien. Hay algo de lo que quiero hablar, pero no se trata de mi ruptura… Verás, anoche cuando estaba yendo a la cocina a buscar algo para beber, te vi a ti y a Nuria... Ya sabes... Yo... ¡No te estoy juzgando ni nada! Es sólo que… No sé qué pensar.
-Oh, Dios... –jadeó-. Yo... Lamento que tuvieras que ver eso. Yo... No sé qué decir, mi vida.
-¿No acabas de decir algo sobre la importancia de la honestidad para hacer que una familia funcione?
-Esto es diferente.
-¿Cómo que es diferente?
Mamá suspiró.
-Es una larga historia. No quiero aburrirte con ella.
-No hay forma de que una historia como esa pueda ser aburrida.
Mamá respiró hondo.
-Bien, aquí va, pero primero necesito darte algo de contexto: comenzó cuando tenía tu edad, más o menos. Tu abuela había fallecido unas semanas antes y el abuelo, mi padre, todavía estaba de duelo. Fue difícil para mí, pero fue aún peor para él. Se puso tan triste, se volvió tan solitario, se deprimió tanto… Hice todo lo posible para animarlo y que volviera a ser ese hombre tan lleno de vida, tan saludable, tan apuesto que era, pero nada funcionó. Me refiero a cosas normales, claro.
“Llegó mi cumpleaños. Y yo sólo quería que tuviéramos un día feliz. En el que mi papá pudiera volviera a ser feliz, al menos, ¿me sigues? Bien, ahora, aquí es donde la historia se pone picante…
-Soy un adulto. Puedo manejarlo.
Mamá soltó una risita, y no la culpo. Faltaban unos meses aún para mi decimoquinto cumpleaños, y ya estaba considerándome un hombre.
-Bien. Iré directamente al grano –dijo, y luego de carraspear, soltó-: Solía espiar a mis padres teniendo sexo.
“Ten en cuenta que eso fue hace años, cuando la vida era muy diferente. Mi generación no creció con televisión por cable, y el sexo era un tema tabú.
“Recién comenzaba a desarrollarme cuando comencé a espiarlos. A esa edad, tenía una vaga idea de lo que era el sexo y cómo se, ejem, hacía. Por eso, me sorprendió ver a mi madre usando su boca en papá. Me sorprendió aún más descubrir que lo hacía con tanta frecuencia. La verdad es que usaba su boca más veces de las que tenían sexo convencional.
“Creía que esa era no era una práctica aceptable, que era propio de putas.
“En fin, el día después de mi cumpleaños, luego de ver que no podía conseguir que mi papá saliera del pozo de tristeza en el que estaba hundido, decidí consolar a mi padre por vía oral para que se sintiera mejor.
-¿Abuelo? ¿En serio? –cuestioné-. Cuando lo consolaste oralmente, ¿te refieres a que...? No sé cómo decir esto... ¿Hay otro significado para “oral” que no conozco?
Mamá hizo un círculo con sus dedos pulgar e índice, formó una O con sus labios y movió su mano frente a su boca para simular sexo oral.
-¿Está lo suficientemente claro para ti? A tu abuelo le encantan las mamadas. A todos los hombres les encantan.
-Sí, sí, capto la imagen –respondí, conteniendo el arrebato de nervios que me provocó ver a mamá haciendo un gesto sensual.
-Para decirlo sin rodeos, le hice una mamada a mi padre para que se sintiera mejor. Y funcionó.
“Me arrodillé en el suelo junto a él y le abracé las piernas. Le dije cuánto lo amaba y cuánto quería que fuera feliz. Le dije que sabía que nunca podría reemplazar a mamá, pero que era perfectamente capaz de manejar algunas de las responsabilidades de mamá. Y eso, además de cocinar y limpiar, incluía chuparle la verga. No me detuvo cuando le desabroché los pantalones para liberar su hombría. Se le puso duro como una roca en un santiamén. La mamada que le di fue la primera de mi vida. Y no fue la última. Necesitaba alivio y se lo di.
Intenté decir algo, pero no se me ocurrió nada. Mamá me dedicó una sonrisa.
-Tal vez deberías intentar leer algunas de mis novelas románticas. Algunas de las cosas que puse en papel se basan en hechos reales, ya sea de mi propia experiencia de vida o de lo que me cuentan otras personas. No soy un éxito de ventas por nada.
-Supongo que hay más en esta historia tuya y del abuelo, ¿verdad? Quiero decir, tiene que haber más…
-Claro que hay más. Estamos hablando de una historia de amor de más de veinte años, así que te haré un breve resumen.
“Después de ese día, el sexo siempre estuvo presente. Oh, debo aclararte que nunca tuvimos relaciones convencionales, pero pasé a usar mi boca regularmente. Casi a diario. Me volví su única fuente de placer.
“Papá me entrenó. Me enseñó a chupar, a usar la lengua, los labios y las manos. Tragué cada gota de esperma que largó, algo que consideré una victoria desde el principio, porque era evidencia de que había logrado hacerle sentir el placer máximo.
“Cuando crecí y me mudé de su casa para ir a la universidad y luego me independicé y conocí a quien sería tu padre, mi boca siguió siendo de mi papá. Es que me encantaba y no iba a negarme un gusto tan grande. Se la mamaba cada vez que quería. Y hasta había veces en que la que lo provocaba era yo.
“Incluso hoy en día, cuando voy a visitarlo, cocino, limpio y se la chupo. Una promesa es una promesa. Cualquiera diría que un hombre de 79 años ya no está para esas andadas, pero es que no conocen a mi padre.
-Supongo que Nuria lo sabe.
-Sí, lo sabe –respondió mamá-. Nuria se enteró el día de su graduación. Tú te habías ido de campamento, ¿no te acuerdas?
“¿Recuerdas que te dijo que la pasó genial en su baile de fin de curso? Bueno, en realidad llegó a casa llorando. Te ahorraré los detalles, pero su cita fue un verdadero desastre. Hice lo mejor que pude para consolarla, y al final recurrí a la única manera que conozco: usar mi boca. No estoy orgullosa de lo que hice, pero funcionó. Los resultados no mienten.
-Pero… ¿Cómo fue?
-La abracé, llené de besos sus mejillas, empecé a darle besos en los labios. Luego, le levanté su vestido y obré mi magia. Pasó de la tristeza al goce. Como dije, no estoy orgullosa, pero no podía soportar ver a mi princesa sollozando porque un imbécil le rompió el corazón. No hay un manual sobre qué hacer en este tipo de situaciones.
-Y ustedes dos han continuado haciéndolo desde entonces. Todo tiene sentido ahora. Antes, no podía dejar de mencionar cuánto quería irse cuando tuviera la edad suficiente para poder ser independiente al fin. Y luego, de repente, decide tomarse un año libre y quedarse a vivir en la casa de la que tanto quería irse.
Mamá se encogió de hombros.
-¿Qué puedo decir? Tu hermana siempre se las ingenia para conseguir lo que quiere. Antes de que me diera cuenta, me dediqué a complacer oralmente a otro miembro de mi familia. Mi propia hija. Pero no es algo que me quite el sueño. Tu hermana es una hermosa joven con un cuerpo despampanante. Además –añadió, sonriendo con picardía-, ella me devuelve el favor si está de buen humor. Y ella vive de buen humor.
-Estoy sin palabras. Sin palabras –dije-. Quiero decir, de todos los pensamientos que se arremolinaban en mi cabeza estos días, lo último que esperaba era esto.
-Ya iba siendo hora de que supieras la verdad. Aunque estoy segura de que te he dejado con más preguntas que respuestas.
-Sí, bueno… ¿Por qué no recibí el mismo trato que Nuria y el abuelo? –solté en broma, sin pensar en lo que estaba diciendo.
Se hizo un silencio ligeramente incómodo. Madre me miraba fijamente. Traté de encontrar la manera de retractarme de lo que acababa de decir. Al final, ella sonrió:
-Así que... quieres el mismo trato que recibieron tu abuelo y tu hermana, ¿eh? ¿Son celos? ¿O tal vez sientes curiosidad por mis talentos orales? ¿Quizás ambas cosas?
-Eso no es lo que quise decir.
-Está bien, cariño. De verdad, está bien. Puedo entender si te sientes excluido y, francamente...
El teléfono sonó. Mamá contestó y tuvo una conversación con su agente literario. Al cabo de la misma, colgó el teléfono y me dedicó una sonrisa.
-Lamento cortar esta conversación tan abruptamente, pero tengo una reunión urgente con gente de la editorial. ¡Parece que un estudio de cine está interesado en comprar los derechos de mi último libro!
-Pero continuaremos esta conversación, ¿verdad?
-Claro, por supuesto que lo haremos, cariño. Cuando sea el momento adecuado.
~~~
El resto del día transcurrió de lo más normal. Tuvimos otra noche típica con mi familia, como si nada fuera de lo común hubiera ocurrido. O, por lo menos, eso fingí con todas mis fuerzas. Cenamos, conversamos y nos reímos como siempre lo hacíamos, mientras la televisión hacía de ruido de fondo.
Desafortunadamente, no se presentó la oportunidad de tener un tiempo a solas con mi madre.
Estaba acostado en mi cama, viendo la televisión sin prestarle mucha atención. Llamaron a la puerta.
-Adelante –dije.
Mi hermana entró en mi habitación como una tromba y se sentó en la cama. Vestía el mismo pijama celeste de la noche anterior, aunque esta vez sí tenía puestos los pantalones.
-No te preocupes, mamá está dormida, así que podemos hablar libremente. No he tenido oportunidad de decírtelo antes, así que te lo digo ya –dijo, poniendo una mano en mi pierna-. Lamento mucho tu ruptura. Te mereces algo mejor que esa perra ingrata que te dejó. Nunca me cayó bien, ¿sabes?
-Lo sé. Debí haberlas escuchado. Ambas me advirtieron. ¿Sabes qué? De ahora en adelante, no haré ningún compromiso sin la aprobación de ustedes dos. Aprendí la lección.
-¿Quieres decir que mamá y yo tenemos la palabra final sobre cualquier chica con la que salgas? –preguntó ella con una ceja levantada-. ¿Eso incluye hacer recomendaciones?
-¿Por qué no? A pesar de tu falta de talento, siempre has sido inteligente con las relaciones.
Nuria cruzó los brazos y me miró con expresión ofendida.
-Si vas a ser grosero, entonces dile adiós a mi recomendación, hermanito. Porque da la casualidad de que conozco a una chica que se muere por ser tu amiga con derechos.
-Bueno, bueno, solo estaba bromeando. ¿Quién es? ¿Alguna amiga del club de tenis? ¿Laura? ¿Sara? ¿Anita?
-¿Prometes que no te reirás ni te enojarás? -preguntó.
-Prometido.
-Su nombre es Nuria –dijo finalmente.
-¿Nuria? ¿Es esa una nueva amiga que no conozco o…?
-Estoy hablando de mí, tarado –dijo-. Podría ser tu compañera de sexo. Te garantizo que puedo chupártela y follar mejor que esa perra con la que ya pensabas en casarte, confía en mí.
-¿Qué…?
-Prometiste que no te enfadarías, ¿recuerdas?
Respiré profundo y ordené mis pensamientos.
-Lo sé. Pero no puedes culparme por estar un poco, ya sabes, sorprendido por lo que me acabas de ofrecer.
-Seguro conoces mi reputación. Tengo un don para el sexo. Tengo el mejor cuerpo, el mejor coño y doy las mejores mamadas del condado. El punto es que, ejem, me atraes desde hace algún tiempo. Mi pobre e inocente hermanito, tan apuesto como desconsolado. Y ahora, soltero.
-Suena muy tentador, Nuria. Pero tú eres mi...
Se puso de pie y dijo:
-Vivimos en la misma casa. Es imposible que alguna vez no me hayas pescado saliendo desnuda del baño. Yo lo hice, un par de veces, y no pude evitar que me gustaras. Somos un chico y una chica con las hormonas en plena efervescencia. Es lo esperable, ¿no?
“Mira, me voy a desnudar, y si entonces quieres echarme, entonces échame. Si no, entonces tengo la intención de que me monten bien montada esta noche. Es tu elección.
Quizás debí haberla detenido cuando comenzó a desvestirse, pero no pude. O no quise. Me congelé al ver a mi caliente hermana mayor quitarse la camiseta de su pijama para revelar sus tetas pequeñas y bien paraditas, coronadas de pezones de color rosa claro. Luego, se quitó el pantalón y exhibió sus delgadas piernas, largas y esbeltas. En su entrepierna crecía un frondoso matorral de vello púbico. Así y todo, sus labios vaginales de color rosa oscuro eran visibles a simple vista.
Puso los brazos en jarras y dijo:
-Bueno, hasta ahora, no me has detenido. ¿Te gusta lo que ves?
-Esas son unas tetas hermosas, Nuria. Muy hermosas.
-¿Mejores que las de tu ex? –preguntó con voz de niña.
-Sí –dije suspirando-. Honestamente, eres mucho más sexy que ella. Tienes un gran cuerpo y siempre me ha gustado tu actitud. ¿Contenta?
-Muy contenta. Me pone contenta saber que mi hermano piensa que soy sexy. Pero todavía tengo curiosidad por saber si soy mejor en la cama. Eso es lo más importante en cualquier relación amorosa, ¿no?
-Nuria, pensemos en esto por un segundo...
-Tonterías -respondió ella-. No hay nada que pensar. Cuéntame, hermanito, ¿hay alguna cosa con la que fantaseaste y que tu ex se negó a hacer? Y no me iré a menos que me lo digas. Dime, ¿qué es? ¿Garganta profunda? ¿Anal? ¿Una paja con los pies?
-No tengo opción, ¿verdad? –dije.
Ella sacudió su cabeza.
-No. Ninguna.
-Bueno… Siempre quise probar el sexo anal, pero ella nunca estuvo interesada.
Una gran sonrisa apareció en el rostro de Nuria.
-Nunca hubiera imaginado que mi tímido hermanito menor, tan sensible y estudioso, siempre haya querido encular a una chica. Bueno, eso se puede arreglar. ¡Para empezar, hay que quitarte la ropa!
Mi hermana se acercó para desvestirme. Conociéndole, no tenía sentido oponer resistencia. Me puse de pie para que le resultara más fácil quitarme el pantalón corto junto con la ropa interior, mientras yo me quitaba la camiseta para quedar desnudo por completo.
-¡Mi amor! Tenías esto tan lindo y grande bien escondido, ¿eh, pillín? Veamos qué tan bien funciona esta cosota -dijo, escupiendo en la palma de su mano-. Siéntate en la cama.
Se arrodilló y tomó mi miembro con su mano cubierta de saliva en el instante en que me senté. Comenzó una lenta pero firme paja suave. Y cuando necesitaba más “lubricante”, escupía más saliva sobre mi verga. No apartaba sus ojos de los míos.
-¡Aquí vamos! -dijo, subiéndose encima de mí.
Me rodeó el cuello con sus brazos y yo apreté su cuerpo contra el mío. Pude oler su delicado perfume a jazmín. Con una mano sostuvo mi verga en posición vertical mientras descendía su cuerpo. Después de lo que me pareció una eternidad, la punta de mi verga por fin tocó la entrada de su ano. Ella continuó descendiendo.
-¡Hijo de puta, de verdad me estás estirando el culo! –gimió-. Ufff... No pasa nada, puedo manejarlo.
-¿Eres virgen del culo? –le pregunté al sentir su estrechez.
Una vez que su ano se aflojó, se deslizó aún más hacia abajo, insertando unos centímetros más de mi herramienta en su culo.
-Sí –respondió finalmente-. A menos que cuentes el consolador de mamá.
-¿Perdón?
Nuria sonrió mientras movía sus caderas.
-Escuchaste bien... Ufff... ¡AY, HIJO DE PUTAAAAH...! ¡Hijo de puta…! Mamá me dijo que ya sabes sobre nuestras aventuras... Ufff... Pero, bueno, además de lamerme el coño como los dioses, ella también ha estado usando sus juguetitos conmigo... Dios, ¡qué bien se siente esto…!
Puso los ojos en blanco. Su culo se sentía increíblemente apretado y cálido alrededor de mi palpitante verga. Escucharla admitir que había estado haciendo guarradas con mamá me excitó más de lo que ya estaba.
-Oh, Dios mío... ¡Oh, Dios míoooooh…! ¡Lléname! –gimió-. ¡¡Lléname el culo!!
Nos miramos a los ojos mientras continuamos follando durante varios minutos. El tabú de tener sexo apasionado con mi hermana mayor fue una experiencia surrealista. Pronto, quedé al borde de tener un orgasmo nuclear.
-¡¡Oh, mierda...!! ¡¡Estoy por correrme en tu culo, Nuriaaaaaah...!! –gemí sin vergüenza.
-¡¡Espera...!! ¡No, todavía no! –siseó ella. ¡No te atrevas!
Nuria llevó sus dedos a su clítoris y lo frotó como si su vida dependiera de ello. Sus ojos se pusieron en blanco nuevamente y descubrí por qué no quería que me corriera dentro de ella todavía: un poderoso chorro de fluidos salió disparado de su vagina y me empapó todo el pecho. Todos los músculos de su cuerpo se tensaron y tuvo un poderoso orgasmo. No paraba de susurrarme “te amo, hermanito” al oído.
Ya no pude contenerme. Disparé una enorme carga de mi semen dentro del culo de mi hermana.
Quedamos un rato abrazados, respirando con dificultad. Había habido una excitación tremenda entre nosotros, sí, pero en ese momento percibí que lo que existía entre nosotros era un amor profundo e indestructible. La atracción carnal era sólo un bonito complemento.
-¡Mierda! –dije aturdido-. -No puedo creer que acabamos de…
-Mejor créelo –me interrumpió-. Y puedes estar seguro de que haremos esto mucho más a menudo, si así lo deseas. Nunca sentí un placer tan fuerte al follar. Nunca. ¡Dios, todo el tiempo que perdimos sin hacer esto!
Luego de unos minutos más, mi hermana al fin se incorporó.
-Gracias por dejarme este lío –le dije, refiriéndose a su corrida en mi pecho.
-Arréglatelas.
Me guiñó un ojo, me dio un beso en los labios y recogió su pijama del suelo antes de salir de mi habitación meneando su trasero desnudo.
~~~
Todavía me estaba recuperando de haber enculado a mi hermana por el culo. Mi cabeza daba vueltas y me sentía algo exhausto de lo que había sido la mejor experiencia sexual de mi corta vida. Mientras me sentaba en la sala de estar después del desayuno, me reí al pensar que me estaba convirtiendo en un aficionado al incesto en tiempo record.
No tuve mucho tiempo para reflexionar. Mi madre bajó las escaleras. Recién salida de la ducha, vestía una bata de baño blanca.
-Pareces más tranquilo que ayer –dijo con una mirada brillante en su rostro mientras se sentaba a mi lado.
-Bueno, sí, me siento más relajado –admití.
-¿La pasaste bien con Nuria anoche?
-¿Ya te enteraste?
-Por supuesto, mi cielo. Fue mi idea –respondió ella-. Mientras estabas de novio, Nuria decía seguido que no le gustaba la perra de tu ex, que estabas cometiendo un error por inmaduro e inexperto y que ojalá no la embarazaras, porque lo peor que podía pasarte era quedar unido de por vida a una chica tan mala. Un día, mientras le chupaba el coñito, accidentalmente gimió tu nombre. Más tarde admitió que a veces fantaseaba contigo.
-Las cosas se vuelven cada vez más y más extrañas.
Mi madre contuvo la risa.
-Bienvenido al club. Tu hermana tiene ese efecto en la gente. Es irresistible. Será la apariencia, el encanto, lo que sea. ¡Y es un terremoto en la cama! Pasó muy poco tiempo para que no me molestara ni un poco que sea mi hija. La relación sexual que desarrollé con mi padre es algo inocente y puro en comparación con lo que Nuria y yo hacemos juntas.
-¿Quieres decir que has ido más allá de lo que me contaste? ¿Más que usar tu boca en ella, o juguetes sexuales?
-Je, eso es sólo la mitad, cariño –dijo, con una mezcla de picardía y arrogancia-. Verás, por ejemplo, con Nuria probamos el nudismo.
-¿Tú y Nuria nudistas? –pregunté, asombrado.
Mamá asintió.
-Solo cuando tú no estabas. Es decir, cuando te ibas de campamento o a pasar la noche en casa de algún amigo. Nuestro asuntito se intensificó mucho durante esas ocasiones. Nos duchábamos juntas y dormíamos en la misma cama. Ella sugirió; medio en broma, medio en serio; que bien podríamos vivir como nudistas, ya que siempre andábamos desnudas.
“Ambas nos preguntábamos cómo sería la vida si te incluyéramos. Pero no estaba segura de cómo reaccionarías ante la idea de que tu madre y tu hermana tuvieran una relación íntima.
-Sí que lo entiendo. Ahora lo entiendo. Nuria es irresistible. Esa chica siempre consigue lo que quiere.
-Y te la montaste anoche –dijo mi madre, y soltó una carcajada-. Así que ahora no puedes enojarte con nosotras.
-Por cierto, ¿cómo surgió lo del dildo en el culo? Me sorprendió cuando dijo eso, y eso que cuando lo dijo estaba terriblemente cachondo.
-Si tienes tanta curiosidad al respecto, encontró mi colección en un cajón de mi habitación mientras buscaba una crema facial entre mis cosas. Desde ese día, no dejó de molestarme por todos los juguetes sexuales que vio. Después de una semana de molestar sin parar, bromeé diciéndole que lo único que haría por ella sería ponerle un consolador en el culo, ¡y a ella le encantó la idea!
Nos echamos a reír por el exceso de entusiasmo de mi hermana.
-Aaaaah, creo que ya sé de qué hablas –dije-. Hubo unos días en que ustedes dos estaban muy raras. Ella te hacía comentarios y se mataba de la risa mientras tú te ponías roja como un tomate.
-¡Esa es nuestra Nuria! –dijo mamá-. Siempre dispuesta a cualquier cosa.
-Estoy seguro de que también ha hecho cositas por ti.
Mamá asintió.
-Claro, a ella le encanta devolverme favores. Sexo oral y diversión con vibradores. Nuria es más generosa de lo que aparenta. No es una malcriada egoísta, para nada, pero el resultado de mi crianza no es el que esperaba. Se supone que una hija no debe follar con su madre –dijo mamá, riendo con picardía.
-Tienes razón. Supongo que nuestra familia es simplemente diferente.
-Y dime… ¿Alguna vez has fantaseado conmigo? -preguntó con una ceja arqueada.
-Tal vez dos o tres veces. Quiero decir, mírate. Eres hermosa y tienes grandes tetas y un culo hermoso. Por eso no me gusta que me visites en la escuela, porque todos en mi clase me molestan por tener una madre tan buenorra.
-¿Dos o tres veces? –dijo, suspicaz-. ¿Eso es todo?
-Bueno, bueno. Lo he hecho más veces –dije, carraspeando-. Muchas veces, lo admito. Hace un par de años, un amigo se jactaba de espiar a sus vecinos teniendo sexo. Yo contraatacaba jactándome de haberte visto desnuda unas cuantas veces cuando ibas de tu habitación al baño. Mi amigo se puso verde la envidia por eso.
-Bien, cariño. Me alegra que podamos tener conversaciones abiertas y honestas, como personas adultas normales. El diálogo abierto es parte importante de tener una familia saludable.
-Bueno, sin contar la parte incestuosa, somos una familia normal –le dije con sarcasmo-. ¿Y por qué siento que no te sorprende oírme admitir fantaseé contigo?
-Recuerda que soy psicóloga. Además, he investigado mucho para mis libros. Y he entrevistado a muchos jóvenes, algunos de los cuales han confesado fantasear con sus madres.
-Me imagino.
“Entonces, mamá, ¿dónde nos deja esto parados? ¿Qué vamos a hacer? ¿Simplemente nos olvidamos de todo y vivimos como una familia convencional ahora?
-Ay, mi vida, no creo que podamos –respondió-. Pero si ninguno de nosotros tres se opone a este estilo de vida, ¿por qué no disfrutarlo? Todos nos amamos. Tú no te opones, ¿no?
-Por más extraña que sea esta situación, supongo que no. Estoy de acuerdo con todo esto. Eso sí, a pesar de todo, todavía no…
-¿Todavía no te hice una mamada? -preguntó ella en tono juguetón.
-En realidad, iba a decir que todavía no les di un beso ni a ti ni a Nuria, pero me gusta más tu respuesta.
Ella se rió y se arrodilló frente a mí.
-Estás a punto de convertirte oficialmente en el tercer miembro de mi familia al que complazco oralmente –dijo, guiñando un ojo.
Justo cuando puso sus manos en mi cinturón, el sonido de la puerta principal abriéndose resonó en la sala de estar. Nuria había regresado de su práctica de tenis.
-¿Empezando sin mí? –exclamó Nuria. Vestía su uniforme blanco de tenis, un atuendo que siempre me ponía a mil por hora.
-¡Volviste temprano! -respondió mamá.
-Es difícil jugar al tenis con el culo adolorido, ¿sabes? Además, no iba a perderme el momento en que mi hermanito por fin se monte a mamá. Así que le pregunté a mi instructora si podía irme temprano. ¡Y parece que llegué justo a tiempo!
Mi madre dirigió su atención hacia mí.
-¿Te sientes cómodo así, cariño? ¿Aún quieres continuar con tu hermana mirando?
-¿Por qué no? Ya no hay nada que esconder.
-¡Excelente! –exclamó Nuria-. ¡Vamos a desnudarnos ya! Cada vez me incomoda más estar vestida adentro de casa.
Nuria fue la primera en desvestirse. Luego de cerrar la puerta con llave, se quitó cada prenda de su atuendo mientras mi madre y yo observábamos. Mi miembro estaba en pleno proceso de endurecimiento. Nuria reveló su esbelto cuerpo digno de una modelo. Sus pezones erectos evidenciaban su excitación.
-¿Quién sigue? –preguntó, con las manos en las caderas-. No quiero ser la única sin ropa. ¡Será mejor que alguien más se desnude y rápido!
-Está bien, está bien, sigo yo –dijo mi madre, con fingida exasperación-. Tienes razón, mi cielo. Andar con ropa en casa puede ser muy engorroso. Más aún en verano. Sería bueno que implementemos definitivamente el nudismo.
Mamá se paró frente a mí y, con un elegante movimiento, dejó caer su bata de baño y quedó completamente desnuda.
Quedé asombrado por su cuerpo de hembra. Sus pechos eran más bien grandes y estaban ligeramente caídos. Colgaban hasta la parte superior de su estómago. Sus areolas de color rosa oscuro medían unos cuatro centímetros de diámetro y estaban coronadas por pezones del mismo color. Mi mirada se deslizó hasta su sección media y sus piernas. Me maravillé de las curvas alrededor de sus caderas y muslos, así como de su arbusto abundante, pero prolijamente recortado.
-¿Esto te trae recuerdos agradables? –preguntó, levantando una ceja.
-Es mejor de lo que recordaba –respondí-. Una cosa es poder verte desnuda desde el otro lado del pasillo, pero verte así... Eres una diosa. Se me va a salir el corazón por la boca.
-Gracias, mi vida. Muy dulce de tu parte.
Nuria se acercó a nosotros.
-Es tu turno. Mamá no me cree lo que conté sobre tu instrumento, vas a tener que mostrárselo.
Me puse de pie y me quité la camiseta. En un movimiento rápido, bajé mis pantalones y mi calzoncillo al suelo, quedándome desnudo para que mi madre y mi hermana me admiraran.
-Dios mío –jadeó mamá con los ojos muy abiertos, acariciando mi verga, que daba saltitos de excitación-. Probablemente obtuviste este atributo de mi lado de la familia, no del de tu padre. Increíble.
-¿Ahora me crees? –le preguntó Nuria a mamá-. Te dije que no estaba exagerando cuando me viste cojeando esta mañana. De verdad me metí esta cosa en mi culo.
-Tendré que disculparme por eso más tarde–respondió mamá, dándole un beso en la boca a su hija antes de volver su atención hacia mí-. Ahora, empecemos. Siéntate en el sofá para que podamos concluir lo que empezamos ayer.
Tan pronto como me senté, tanto mi madre como mi hermana se arrodillaron a mis pies. Mi mamá no perdió tiempo y tomó mi erección entre sus manos para darme unas buenas caricias. Luego se inclinó hacia delante para llenar de besos el sensible glande, seguidos de más besos en el tronco. Luego reveló lo que tenía de especial su boca mientras se inclinaba para chuparme.
Me hizo el amor oralmente con sus ojos fijos en los míos. Fue lenta y tierna, pero apasionada al mismo tiempo. Su cabeza se movió lentamente hacia arriba y hacia abajo hasta que la punta de mi verga tocó la entrada de su garganta. Sus labios llegaron a engullir mis diecinueve centímetros de carne. Nuria le apartó el cabello de su rostro para que pudiéramos tener una vista clara del espectáculo que nos estaba brindando. Me encantó ver el contorno de mi pito en su boca mientras sus mejillas se ahuecaban por la succión.
Lo que lo hizo más caliente fue la forma en que usó sus manos mientras me hacía la mamada: con una, me acariciaba las bolas. Con la otra, me masturbaba suavemente.
-¿No es mi turno ya, mami? –dijo Nuria mientras observaba embelesada a mamá.
Mamá sacó mi verga de su boca y se volvió hacia ella. Un hilillo de saliva nos unía.
-Claro que sí, cariño. Perdona por ser egoísta. Me entusiasmé.
-Que mamá siga acariciándome –agregué a modo de súplica, desesperado por continuar sintiendo placer.
Mamá continuó frotando mis bolas y el tronco de mi pito, y lo apuntó hacia Nuria, que se lo devoró sin dudar ni un instante. Sentí un éxtasis increíble. Madre e hija tenían una tremenda habilidad natural, habilidad que se potenciaba al trabajar juntas.
-Qué vista más maravillosa –dijo mamá, conmovida-. Siempre soñé con que mis hijos, mis razones de ser, hicieran el amor. Y que compartieran ese amor conmigo.
Nuria levantó la cabeza y respondió:
-Lo hiciste con el abuelo, luego conmigo, y ayer hice cositas con mi hermano. Hay que afrontarlo, mamá, el incesto corre en nuestras venas. Aceptémoslo y disfrutemos.
-Señoritas, odio arruinar la diversión, pero no voy a durar mucho más. Al ritmo que ustedes dos van, podría explotar en cualquier momento.
Mamá sonrió con mi polla todavía en su mano.
-Bueno, ya enculaste a tu hermana y recibiste mamadas de las dos. Todo lo que queda para completar el ciclo es mi coñito, supongo –dijo.
Mamá se recostó en el suelo alfombrado y separó las piernas como si fuera lo más natural del mundo. Una madre abriéndose de piernas ante su hijo. Me ofrecía un gesto tan apacible, tan lleno de amor. Nunca la había visto más hermosa que en ese momento, en posición de hembra en celo mientras me miraba. Sin darme cuenta, me arrodillé ante la entrada de su cueva.
-¡Ayudaré a hacer los honores! –exclamó Nuria con alegría.
Mi hermana tomó mi verga ensalivada, condujo la punta hacia la velluda vagina de mamá y me ayudó a insertarla.
-Ooooooooh... Oh, Dios… Hijo mío, mi vidaaaaah… –gimió mamá-. Ha pasado un buen tiempo desde la última vez que… Ooooooh… Que estuve con un hombre. Te sientes mucho mejor que cualquier juguete.
Empujé mi herramienta aún más. El coño de mamá se sentía muy húmedo y cálido y un poco apretado.
-Me alegra que pienses eso –respondí-, porque haremos esto a menudo, ¿no?
Enterré mi miembro por completo y sentí el suave cuerpo de mi madre debajo de mí. Me envolvió con sus piernas, y fue agradable sentir sus senos pegados a mi pecho. Nos besamos en la boca por primera vez y empezamos a hacer el amor. Nuestros latidos cardíacos se dispararon mientras yo continuaba metiéndole y sacándole la verga. Respiró con más fuerza y gimió mientras continuamos besándonos y follando durante los siguientes quince minutos.
Pensé que había vuelto a casa, al hogar que ocupé desde mi concepción y que había tenido que abandonar hacía catorce años. Pero ahora por fin estaba de vuelta.
-¡¡¡Estoy a punto de correrme!!! –anuncié, rompiendo el intenso beso francés que le estaba dando a mamá.
-¡Levántate! ¡Date prisa! -dijo mamá con urgencia-. ¡Quiero que nuestro primer orgasmo familiar sea especial!
Justo cuando me puse de pie, mi madre se arrodilló y Nuria rápidamente siguió su ejemplo e hizo lo mismo. Estaban arrodilladas una junto a la otra. Nuria comenzó a acariciarme los testículos. Mamá se puso a trabajar, masturbándome con furia de hembra en celo. Le llevó unos segundos desatar uno de los mejores orgasmos que he tenido en mi vida. Era como si todo lo que había visto, oído y hecho estos últimos días hubiera culminado en una explosión nuclear de mi cuerpo. Una explosión que roció los hermosos rostros (con sus bocas bien abiertas y las lenguas afuera, desde luego) de las hembras que más he amado toda la vida. Chorro tras chorro, mi leche los bañó. Mi madre continuó acariciándome hasta que estuvo segura de que ya había escupido hasta la última gota de lefa. Finalmente, mis piernas cedieron y me derrumbé en el sofá. Pero el espectáculo no terminó ahí. ¡No, señor! Por primera vez pude ver el erótico espectáculo de mi madre y mi hermana, desnudas, besándose apasionadamente con sus rostros cubiertos por mi eyaculación. Y no fue un beso cualquiera: fue un beso húmedo y desesperado en el que lamieron las caras la una a la otra. Fue emocionante ver el intercambio de semen fresco entre sus bocas. Los chasquidos que hacían sus labios húmedos eran música para mis oídos. Ya se habían besado varias veces antes. Sólo que esta vez estaba el elemento adicional de mi semen.
Esa mañana, mi madre experimentaba el tabú de saborear a su hijo de la manera más placentera y prohibida. Mi hermana, por su lado, le estaba dando rienda suelta a su faceta de salvaje aventurera.
Ambas, por supuesto, me amaban. Y yo las amaba a ellas.
-Riquísimo, ¿no? –dijo Nuria entre besos y lametones.
-Mmmm… Mmmm... Delicioso, cariño –respondió mamá-. Podría acostumbrarme a esto. De alguna manera, se siente como la cosa más natural del mundo.
Volvieron a besarse hasta que se tragaron toda mi leche. Luego se chuparon los pezones. El contraste de sus pechos era marcado: las tetas redondas y un poquito caídas de mamá junto a las tetas pequeñas y paraditas de Nuria. Los pezones de ambas estaban erectos por la succión. Ambos pares de pechos, no obstante, eran igualmente deseables.
Mamá tenía la expresión más amorosa en su rostro. Sentía una gratitud inmensa porque el círculo familiar estaba completo. Ahora podríamos amarnos tanto física como emocionalmente. Y, además, andar sin ropa en la casa.