La Madre De Mi Novia

sonyspeed

Virgen
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ConocÃ* a Carmen cuando yo tenÃ*a 18 años en una fiesta de instituto. Era una chica del último curso, con 17 años, morena, y con unos melones bien desarrollados. Iba con unas chicas a las que yo conocÃ*a y no me fue difÃ*cil acercarme a ella y bailar con ella. Entre los dos surgió rápidamente el amor como un flechazo. Bailamos y la acompañé hasta su casa. No me costó darle la mano y despedirme de ella con un beso.

Me obsesioné por ella. Mis amigos no tardaron en notar que estaba enamorado y se metÃ*an conmigo, pero a mÃ* no me importaba, asÃ* que me hice el encontradizo un dÃ*a y fuimos juntos al instituto. Le pedÃ* salir el sábado...Y ella ¡Aceptó!¡Qué maravilla! Todo fue sobre ruedas el sábado. En el cine nos dimos el primer beso en la boca. No tardamos en darnos el segundo y el tercero.

Tal vez influido por mis amigos, desee unos dÃ*as después darme con ella un buen lote, para lo cuál elegÃ* otra fiesta de instituto que celebraba otra clase. Nos sentamos los dos en esa zona oscura donde se sientan todas las parejas. No tardamos en emocionarnos. Ella se dejaba coger el culo, incluso por debajo de la falda y los senos. Todo iba sobre la seda. Pero cuando le fui a meter mano entre las piernas, Carmen se negó en rotundo. Me mosqueé, porque me dejó a dos velas.

Lo intenté muchas veces pero ella era muy reacia. La única solución que veÃ*a era llegar a casa y masturbarme. Y asÃ* lo hacÃ*a.

Un dÃ*a me invitó a merendar a su casa antes de salir. AllÃ* conocÃ* a su madre, y ¡vaya madre!. Toda la sensualidad que le faltaba a carmen la tenÃ*a Dª Carmen, a la que llamaré Mamen, como ella querÃ*a que le llamara. Mamen tenÃ*a 36 años, era castaña, con el pelo rizado y largo. Un tipazo fenomenal, de cintura estrecha y culo ancho y bien formado. Sus tetas eran de un tamaño que comparándolos con los de su hija eran descomunales, pero muy bien puestos, porque ella era muy deportista, como pude comprobar al recibirnos en un maillot negro de hacer aeróbic que dejaba ver su espléndido cuerpoNo me sorprendió que no hubiera un hombre en la casa, ya que Carmen me habÃ*a dicho que su madre era madre soltera. Era muy simpática y encantadora, y me sonreÃ*a pÃ*caramente. Se abalanzó un poco sobre mÃ* para servirme un café y pude ver su escote infinito.

Quizás por eso, cuando pillé a la hija a solas, me empeñé más que nunca en terminar de cogerle el chocho de una vez y le pedÃ* que ella me cogiera la minga a mÃ*. Se negaba. Al final accedió a cogerme la verga, pero yo no le podÃ*a tocar el conejo. Su madre se lo habÃ*a dicho desde siempre, seguramente debido a su propia experiencia. Al final accedió a masturbarme, para lo que elegimos un callejón que conocÃ*a. Como era invierno, me taparÃ*a con el abrigo por si las moscas.

Carmen estaba inquieta y debido a su poca experiencia me daba con tal fuerza que era imposible no sentir dolor, asÃ* que le pedÃ* que lo dejáramos. Ella se enfadó. Yo también. La acompañé a su casa sin decir una palabra y nos despedimos frÃ*amente.

No pasó nada. Pasé la noche sin dormir, y ella la debió pasar llorando. Por otra parte, me masturbé para quitarme la calentura, pero no pude dejar de pensar en Mamen, la madre, a la hora de hacerlo. Me llamó a primera hora de la mañana, sin duda influida por su madre. Me invitó a que la recogiera por la tarde, y yo accedÃ* por que estaba muy enamorado de ella. Al llegar la tarde, me encontré que Carmen no se habÃ*a arreglado todavÃ*a pues su madre ocupaba el baño. Su madre salió a recibirme con una toalla liada, lo que aprovechó Carmen para ducharse y vestirse.

Mamen empezó a decirme que Carmen le habÃ*a contado todo. No me lo reprochaba, pero me pedÃ*a paciencia. Me advirtió que si yo dejaba embarazada a su hija, me cortarÃ*a los huevos. Su hija era aún muy joven, me decÃ*a. Yo lo estaba pasando fatal, pero luego me hizo un ofrecimiento que me dejó de piedra... Si querÃ*a sexo, podÃ*a tenerla a ella, a condición de dejar tranquila a la hija. En esto que terminó de salir la hija del baño y Mamen me dijo en voz baja que me llamarÃ*a.

Carmen tenÃ*a un horario que la obligaba a quedarse en la clase una hora más que yo algunas dÃ*as. Mamen me llamó en este horario y me recordó lo "pactado". No tuve más remedio que ir, por que era una ofensa a mi hombrÃ*a no ir y porque no dejaba de pensar en aquella mujer de 36 años. Me recibió en una bata. Me pidió que pasara y me sirvió un refresco de cola, con un poco de ron. Se sentó a mi lado y se puso a hablarme. Yo estaba tan tenso que le respondÃ* tartamudeando. AsÃ* sentada me enseñaba un muslo exquisito, y le veÃ*a hasta el ombligo. De repente, me abrió la bragueta y me desabrochó el cinturón, y me sacó la verga. No tardé en masturbarme escuchando una voz que me arrullaba y unas manos hábiles que me ordeñaban. No me manché la ropa porque tuvo la precaución de protegerla con una servilleta.

Respeté desde ese dÃ*a a mi novia, tal y como me pedÃ*a su madre. Apreciaba en ella a la joven mujer idealista, todo lo contrario de lo que me llevó a ver a su madre a los pocos dÃ*as. Mamen me recibió con un camisón. Volvió a repetir la operación de la tarde anterior, pero yo estaba más decidido, asÃ* que comencé a besarla en la boca mientras ella me sacaba la verga. Su boca era más carnosa que la de su hija, pero su lengua era más experta. me la metió entre mis labios y buscó mi propia lengua.
Le desabroché los botones del camisón y tome sus senos calientes y enormes, y comencé a juguetear con sus pezones, que estaban duros. Me corrÃ* sin quererlo, manchando esta vez la camisa y los pantalones. Me limpió como pudo las manchas, con agua. Fue una situación comprometida, pues Carmen estaba al llegar, pero afortunadamente, el abrigo lo disimulaba todo.

Cuando fui a ver a la madre de Carmen por tercera vez, me aseguró que no volverÃ*a a pasar lo del dÃ*a anterior, y asÃ* fue. Volvió a repetir la operación del dÃ*a anterior, con el mismo camisón. Me empezaba a sentir muy excitado, cuando de repente, baja la cabeza hacia mi ingle y ¡Zas!¡Se la metió en la boca!. Nunca habÃ*a sentido tanto placer. No pude tocarle las tetas con tanto gusto, pero mis manos empujaban su cabeza de arriba a abajo. Se lo comió todo. La vi incorporarse rápido e ir al baño, seguramente para escupirlo. La seguÃ* y pude ver que no llevaba bragas debajo del camisón. HabÃ*a una mancha de humedad que me hizo pensar que mi suegra era menos dura de lo que parecÃ*a.

Me estuve comiendo el coco toda la semana. Era muy egoÃ*sta. DebÃ*a darle a ella algún tipo de satisfacción. Por eso, cuando volvÃ* a verla a la semana siguiente, me recibió en bata. Yo no me senté en el sofá, sino que me acerqué a ella y comencé a besuquearla, arrancándole la bata de un tirón. AllÃ* estaba ella, desnuda. Con unos pezones de color chocolate del tamaño de un caramelo. Esta vez, llevaba bragas. Me puse a comerle los pezones y planté mi mano entre sus piernas. Tras ceder ella brevemente, tuvimos una lucha por ver quién llevaba la iniciativa. Acabamos sentados yo en el sofá y ella, de rodillas, sobre mÃ*, comiéndome la polla. La estiraba del pelo, como queriendo creer que era yo el que llevaba la iniciativa. No dejaba de frotar mi pierna contra su vagina. Me corrÃ* en su boca, y ella se lo tragó todo de nuevo. Se abrazó contra mi cuerpo, y me repetÃ*a que era muy malo.

Le impedÃ* que se vistiera y estuve observándola largo tiempo, observando sus senos, sus caderas, sus muslos, sus nalgas que asomaban en sus bragas escotadas. Se acercó a mÃ*, cuando se lo pedÃ* y hundÃ* mi cara entre sus muslos, y pude oler el perfume de su sexo que se mezclaba con el de su ropa. Yo le contaba a mis amigos lo que pasaba con Mamen como si sucediera con su hija, mi novia. Un chico me enseñó una revista en la que un hombre, antes de meterle la verga le comÃ*a el chocho a una mujer, asÃ* como Mamen. Mi obsesión fue el comerle el chocho a Mamen, aunque pensaba que al final me darÃ*a asco. Cuando le llamé por teléfono en la vÃ*spera de nuestra cita no me anduve por contemplaciones y le dije directamente que querÃ*a comerle el coño. Me pidió entonces que me afeitara. Piénsese que con mis diecisiete años, más que bigote tenÃ*a pelusa.

Cuando llegué, Mamen estaba haciendo deporte. Estaba un poco sudada. TenÃ*a un pantaloncito que dejaba asomar sus muslos y una camiseta muy ceñida. Me besó en la boca, como habÃ*a empezado a hacer cuando iba allÃ* y no estaba su hija. Sin muchos miramientos me dijo que me quitara los pantalones y la ropa. Me quedé en calzoncillos, camiseta y calcetines. Me miró de reojo, y con cierto sarcasmo, y comenzó a desnudarse. Se quitó la camiseta y quedaron al descubierto sus melones sudorosos. Luego se bajó los pantalones y las bragas. TenÃ*a una mata enorme de pelo. Vino al salón y se sentó en el sofá. Me acerqué a ella y me puse de rodillas, a comerle las tetas. Su cuerpo estaba pringoso y olÃ*a un poco a sudor. No me importaba. tenÃ*a ganas de esa mujer.

No sabÃ*a cómo comerle el clÃ*toris a Mamen, pero ella, intuyéndolo se abrió de piernas. colocando sus pies sobre mis hombros. Ante mÃ* se abrÃ*a todo el sexo, cubierto de bosque, y en medio, una raya despejada como una pista de aterrizaje en plena selva. LamÃ* aquella grieta a la par que saboreaba su olor perfumado. Mamen me enseñó dónde tenÃ*a que chupetear para conseguir que su sexo se humedeciera, pues contenÃ*a su clÃ*toris entre sus dedos mientras me empujaba suavemente la cabeza contra él.

Por primera vez vi a Mamen excitarse y perder el control, y sobre todo, al comprobar en mi expresión contrariada que me habÃ*a corrido. Mamen comenzó a moverse rÃ*tmicamente mientras me cautivaba la cabeza que restregaba contra su grieta mientras me repetÃ*a" amor, amor, amor".
Por vez primera oÃ* canturrear a la madre de mi novia, mientras se componÃ*a y me intentaba lavar los calzoncillos. Me acerqué a Mamen, que estaba con sólo las bragas puestas. Yo me habÃ*a empalmado con sólo verla y le exigÃ*, más que pedirle, que me la comiera otra vez. Me tumbé en el suelo y esperaba que ella se echara sobre mÃ*, empezando por los pies, pero me equivoqué.

VenÃ*a a gatas desde mi cabeza. Pasó su cara, luego sus tetas melonudas y por último plantó su vientre delante mÃ*o. Luego se agachó contra mÃ* y comencé a sentir cómo me trasteaba la pija, mientras comencé a percibir de nuevo el perfumado olor de su sexo. Esta vez se tragó el poco semen con que pude recompensarle.

Nos descuidamos un poco y llegó Carmen mientras nos vestÃ*amos. Yo me vestÃ* rápidamente en el lavabo, mientras su madre se componÃ*a rápidamente con una bata. Carmen no sospechó nada. Su madre le hizo creer que me habÃ*a invitado a comer ese dÃ*a, porque sÃ*.

Pero ese dÃ*a fue especial porque descubrÃ* el orgasmo femenino. DescubrÃ* que podÃ*a conseguir que una mujer de 36 años como Mamen se convulsionara de placer. Desde ese dÃ*a ya no fue nada igual. Llegaba y me sentaba en el sillón, mientras Mamen venÃ*a de rodillas a comerme la verga. Yo entonces le agarraba los melones, y le acariciaba con fuerza, y le pellizcaba tiernamente los pezones. Luego ella se tumbaba, y yo le comÃ*a el chocho, pero no tardé en penetrarla con los dedos. Entonces ya estaba tan excitado que volvÃ*a a correrme. La alfombra se llenó pronto de manchas más bien sospechosas.
Les conté todo esto a mis amigos, haciéndoles creer que era Carmen la que se corrÃ*a, y mis amigos me tachaban de poco hombre, porque decÃ*an que lo que tenÃ*a que hacer era cogerla de una vez,"A ver si te la follas de una vez" no paraban de repetirme. Yo les decÃ*a que no lo harÃ*a hasta que ella no cumpliera la mayorÃ*a de edad. Cesaron en sus burlas, pero bien sabÃ*a yo que esa excusa de la mayorÃ*a de edad no me servÃ*a para la madre.

Un dÃ*a fui a la casa y cuando comenzaba el ritual de la mamada, la cogÃ* del cuello y la tiré con suavidad contra la alfombra. Entonces hice por ponerme encima de ella. Ella lo rehusó. Después de un leve forcejeo que no fue más allá, me achacó que sin preservativos, nada. AsÃ* que me tuve que conformar con la mamada. Pero para vengarse, al final de la mamada, me pegó un bocadito que yo pensaba que me habÃ*a capado.

No tardé en ir a una farmacia a comprar los preservativos. Me puse de todos los colores ante aquella chica que despachaba, pero podÃ*a más el deseo de comportarme como un hombre que la vergüenza. Cuando los compré, me asaltó la idea de sorprender a Mamen, asÃ* que por primera vez en mi vida hice novillos, y me dirigÃ* aquella mañana a la casa de mi novia, que estarÃ*a en el instituto. Llamé a la puerta dos veces y me recibió Mamen totalmente somnolienta. Se sorprendió de verme allÃ*.

Confieso que por un momento me puse celoso con sólo pensar que la podÃ*a descubrir con algún hombre que hubiera conocido, lo cual como luego comprobé sobre la marcha era falso, pero a pesar de ello, fingÃ* celos mientras ella me aseguraba que no se habÃ*a acostado con ningún hombre en semanas. Llevaba puesto el camisón con el que tantas veces me habÃ*a recibido, debajo del que habÃ*a unas bragas solamente. No sé que me pasó que me transformé.

La llamé puta, mientras de un tirón le desgarraba el camisón. Esta actitud mÃ*a le asustó al principio, pero entonces descubrÃ* una sonrisa y una mirada entre perdida que sólo demostraba satisfacción. Le agarré de la cintura y la tomé contra mi boca. Ella oponÃ*a una tibia resistencia. Mis labios le mordieron el pezón con una falta de respeto que me sorprendÃ*a hasta mÃ*. Ella me repetÃ*a "No, corazón, no, no...".

Su camisón desgarrado cayó por su propio peso, y le ordené "QuÃ*tate las bragas. zorra, Hoy vas a follar conmigo de una vez". Mamen se quitó las bragas. Entonces yo me quité la ropa mientras Mamen me miraba temerosa, y saqué la caja de preservativos, todavÃ*a con el papel del envoltorio de la farmacia. Mamen se rió. Yo me puse colorado, pero ella para no cortarme se calló rápidamente. Me fui a colocar el preservativo, pero me lo iba a poner al revés. Mamen intervino para hacerme ver que me lo estaba poniendo mal. Se ofreció a ponérmelo ella misma. Con sólo el tacto de sus dedos delgados, y oler la proximidad de su cuerpo me corrÃ*.
Me pesó como nunca mi eyaculación precoz. Mamen, siempre comprensiva, me calmó y me preparó un desayuno. Luego, ella se duchó, mientras yo reflexionaba sobre mi problema. De repente la oÃ* cantar y sólo con imaginármela me empalmé. Me asomé al baño, y allÃ* estaba bajo el chorro de la ducha. No dudé en esperar a que saliera y cuando salÃ*a con la toalla alrededor del cuerpo, volvÃ* a atacarle con la misma violencia que antes, pero sin gastar esfuerzos en palabras.

La desnudé al quitarle la toalla. La llevé a su dormitorio y la empujé contra la cama. Su pelo húmedo se extendÃ*a entre las sábanas. Su cuerpo rezumaba el olor del jabón recién frotado. Esta vez me puse yo mismo el preservativo. Me esperaba con las piernas abiertas. Mi pelvis empujó venciendo las sucesivas estrecheces. Como me habÃ*a corrido antes, esta vez tuve que trabajar de lo lindo entre las piernas de la mujer para conseguir correrme, mientras ella, con sus piernas enlazadas detrás de mÃ*, aguantaba las embestidas, y las recibÃ*a valientemente. Nos corrimos y quedamos asÃ*, el uno encima del otro.

Ese dÃ*a, Mamen comenzó a tratarme como a un hijo, incapaz de negarme cualquier capricho. Yo por mi parte, respeté mi parte del pacto, respetando a Carmen hasta los dieciocho años. La verdad es que, entre la madre y la hija, me quedo con la madre.
 

juan_vtec1.6

Virgen
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este relato me pusoo a 1000 pues la descripcion de la madre es identica a la madre de mi noviaa..ahora la vere con otros ojos:thumbsup:
 

xabo21

Virgen
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interesante el relato me gusto :icon_cool:
 

jeypi

Virgen
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ConocÃ* a Carmen cuando yo tenÃ*a 18 años en una fiesta de instituto. Era una chica del último curso, con 17 años, morena, y con unos melones bien desarrollados. Iba con unas chicas a las que yo conocÃ*a y no me fue difÃ*cil acercarme a ella y bailar con ella. Entre los dos surgió rápidamente el amor como un flechazo. Bailamos y la acompañé hasta su casa. No me costó darle la mano y despedirme de ella con un beso.

Me obsesioné por ella. Mis amigos no tardaron en notar que estaba enamorado y se metÃ*an conmigo, pero a mÃ* no me importaba, asÃ* que me hice el encontradizo un dÃ*a y fuimos juntos al instituto. Le pedÃ* salir el sábado...Y ella ¡Aceptó!¡Qué maravilla! Todo fue sobre ruedas el sábado. En el cine nos dimos el primer beso en la boca. No tardamos en darnos el segundo y el tercero.

Tal vez influido por mis amigos, desee unos dÃ*as después darme con ella un buen lote, para lo cuál elegÃ* otra fiesta de instituto que celebraba otra clase. Nos sentamos los dos en esa zona oscura donde se sientan todas las parejas. No tardamos en emocionarnos. Ella se dejaba coger el culo, incluso por debajo de la falda y los senos. Todo iba sobre la seda. Pero cuando le fui a meter mano entre las piernas, Carmen se negó en rotundo. Me mosqueé, porque me dejó a dos velas.

Lo intenté muchas veces pero ella era muy reacia. La única solución que veÃ*a era llegar a casa y masturbarme. Y asÃ* lo hacÃ*a.

Un dÃ*a me invitó a merendar a su casa antes de salir. AllÃ* conocÃ* a su madre, y ¡vaya madre!. Toda la sensualidad que le faltaba a carmen la tenÃ*a Dª Carmen, a la que llamaré Mamen, como ella querÃ*a que le llamara. Mamen tenÃ*a 36 años, era castaña, con el pelo rizado y largo. Un tipazo fenomenal, de cintura estrecha y culo ancho y bien formado. Sus tetas eran de un tamaño que comparándolos con los de su hija eran descomunales, pero muy bien puestos, porque ella era muy deportista, como pude comprobar al recibirnos en un maillot negro de hacer aeróbic que dejaba ver su espléndido cuerpoNo me sorprendió que no hubiera un hombre en la casa, ya que Carmen me habÃ*a dicho que su madre era madre soltera. Era muy simpática y encantadora, y me sonreÃ*a pÃ*caramente. Se abalanzó un poco sobre mÃ* para servirme un café y pude ver su escote infinito.

Quizás por eso, cuando pillé a la hija a solas, me empeñé más que nunca en terminar de cogerle el chocho de una vez y le pedÃ* que ella me cogiera la minga a mÃ*. Se negaba. Al final accedió a cogerme la verga, pero yo no le podÃ*a tocar el conejo. Su madre se lo habÃ*a dicho desde siempre, seguramente debido a su propia experiencia. Al final accedió a masturbarme, para lo que elegimos un callejón que conocÃ*a. Como era invierno, me taparÃ*a con el abrigo por si las moscas.

Carmen estaba inquieta y debido a su poca experiencia me daba con tal fuerza que era imposible no sentir dolor, asÃ* que le pedÃ* que lo dejáramos. Ella se enfadó. Yo también. La acompañé a su casa sin decir una palabra y nos despedimos frÃ*amente.

No pasó nada. Pasé la noche sin dormir, y ella la debió pasar llorando. Por otra parte, me masturbé para quitarme la calentura, pero no pude dejar de pensar en Mamen, la madre, a la hora de hacerlo. Me llamó a primera hora de la mañana, sin duda influida por su madre. Me invitó a que la recogiera por la tarde, y yo accedÃ* por que estaba muy enamorado de ella. Al llegar la tarde, me encontré que Carmen no se habÃ*a arreglado todavÃ*a pues su madre ocupaba el baño. Su madre salió a recibirme con una toalla liada, lo que aprovechó Carmen para ducharse y vestirse.

Mamen empezó a decirme que Carmen le habÃ*a contado todo. No me lo reprochaba, pero me pedÃ*a paciencia. Me advirtió que si yo dejaba embarazada a su hija, me cortarÃ*a los huevos. Su hija era aún muy joven, me decÃ*a. Yo lo estaba pasando fatal, pero luego me hizo un ofrecimiento que me dejó de piedra... Si querÃ*a sexo, podÃ*a tenerla a ella, a condición de dejar tranquila a la hija. En esto que terminó de salir la hija del baño y Mamen me dijo en voz baja que me llamarÃ*a.

Carmen tenÃ*a un horario que la obligaba a quedarse en la clase una hora más que yo algunas dÃ*as. Mamen me llamó en este horario y me recordó lo "pactado". No tuve más remedio que ir, por que era una ofensa a mi hombrÃ*a no ir y porque no dejaba de pensar en aquella mujer de 36 años. Me recibió en una bata. Me pidió que pasara y me sirvió un refresco de cola, con un poco de ron. Se sentó a mi lado y se puso a hablarme. Yo estaba tan tenso que le respondÃ* tartamudeando. AsÃ* sentada me enseñaba un muslo exquisito, y le veÃ*a hasta el ombligo. De repente, me abrió la bragueta y me desabrochó el cinturón, y me sacó la verga. No tardé en masturbarme escuchando una voz que me arrullaba y unas manos hábiles que me ordeñaban. No me manché la ropa porque tuvo la precaución de protegerla con una servilleta.

Respeté desde ese dÃ*a a mi novia, tal y como me pedÃ*a su madre. Apreciaba en ella a la joven mujer idealista, todo lo contrario de lo que me llevó a ver a su madre a los pocos dÃ*as. Mamen me recibió con un camisón. Volvió a repetir la operación de la tarde anterior, pero yo estaba más decidido, asÃ* que comencé a besarla en la boca mientras ella me sacaba la verga. Su boca era más carnosa que la de su hija, pero su lengua era más experta. me la metió entre mis labios y buscó mi propia lengua.
Le desabroché los botones del camisón y tome sus senos calientes y enormes, y comencé a juguetear con sus pezones, que estaban duros. Me corrÃ* sin quererlo, manchando esta vez la camisa y los pantalones. Me limpió como pudo las manchas, con agua. Fue una situación comprometida, pues Carmen estaba al llegar, pero afortunadamente, el abrigo lo disimulaba todo.

Cuando fui a ver a la madre de Carmen por tercera vez, me aseguró que no volverÃ*a a pasar lo del dÃ*a anterior, y asÃ* fue. Volvió a repetir la operación del dÃ*a anterior, con el mismo camisón. Me empezaba a sentir muy excitado, cuando de repente, baja la cabeza hacia mi ingle y ¡Zas!¡Se la metió en la boca!. Nunca habÃ*a sentido tanto placer. No pude tocarle las tetas con tanto gusto, pero mis manos empujaban su cabeza de arriba a abajo. Se lo comió todo. La vi incorporarse rápido e ir al baño, seguramente para escupirlo. La seguÃ* y pude ver que no llevaba bragas debajo del camisón. HabÃ*a una mancha de humedad que me hizo pensar que mi suegra era menos dura de lo que parecÃ*a.

Me estuve comiendo el coco toda la semana. Era muy egoÃ*sta. DebÃ*a darle a ella algún tipo de satisfacción. Por eso, cuando volvÃ* a verla a la semana siguiente, me recibió en bata. Yo no me senté en el sofá, sino que me acerqué a ella y comencé a besuquearla, arrancándole la bata de un tirón. AllÃ* estaba ella, desnuda. Con unos pezones de color chocolate del tamaño de un caramelo. Esta vez, llevaba bragas. Me puse a comerle los pezones y planté mi mano entre sus piernas. Tras ceder ella brevemente, tuvimos una lucha por ver quién llevaba la iniciativa. Acabamos sentados yo en el sofá y ella, de rodillas, sobre mÃ*, comiéndome la polla. La estiraba del pelo, como queriendo creer que era yo el que llevaba la iniciativa. No dejaba de frotar mi pierna contra su vagina. Me corrÃ* en su boca, y ella se lo tragó todo de nuevo. Se abrazó contra mi cuerpo, y me repetÃ*a que era muy malo.

Le impedÃ* que se vistiera y estuve observándola largo tiempo, observando sus senos, sus caderas, sus muslos, sus nalgas que asomaban en sus bragas escotadas. Se acercó a mÃ*, cuando se lo pedÃ* y hundÃ* mi cara entre sus muslos, y pude oler el perfume de su sexo que se mezclaba con el de su ropa. Yo le contaba a mis amigos lo que pasaba con Mamen como si sucediera con su hija, mi novia. Un chico me enseñó una revista en la que un hombre, antes de meterle la verga le comÃ*a el chocho a una mujer, asÃ* como Mamen. Mi obsesión fue el comerle el chocho a Mamen, aunque pensaba que al final me darÃ*a asco. Cuando le llamé por teléfono en la vÃ*spera de nuestra cita no me anduve por contemplaciones y le dije directamente que querÃ*a comerle el coño. Me pidió entonces que me afeitara. Piénsese que con mis diecisiete años, más que bigote tenÃ*a pelusa.

Cuando llegué, Mamen estaba haciendo deporte. Estaba un poco sudada. TenÃ*a un pantaloncito que dejaba asomar sus muslos y una camiseta muy ceñida. Me besó en la boca, como habÃ*a empezado a hacer cuando iba allÃ* y no estaba su hija. Sin muchos miramientos me dijo que me quitara los pantalones y la ropa. Me quedé en calzoncillos, camiseta y calcetines. Me miró de reojo, y con cierto sarcasmo, y comenzó a desnudarse. Se quitó la camiseta y quedaron al descubierto sus melones sudorosos. Luego se bajó los pantalones y las bragas. TenÃ*a una mata enorme de pelo. Vino al salón y se sentó en el sofá. Me acerqué a ella y me puse de rodillas, a comerle las tetas. Su cuerpo estaba pringoso y olÃ*a un poco a sudor. No me importaba. tenÃ*a ganas de esa mujer.

No sabÃ*a cómo comerle el clÃ*toris a Mamen, pero ella, intuyéndolo se abrió de piernas. colocando sus pies sobre mis hombros. Ante mÃ* se abrÃ*a todo el sexo, cubierto de bosque, y en medio, una raya despejada como una pista de aterrizaje en plena selva. LamÃ* aquella grieta a la par que saboreaba su olor perfumado. Mamen me enseñó dónde tenÃ*a que chupetear para conseguir que su sexo se humedeciera, pues contenÃ*a su clÃ*toris entre sus dedos mientras me empujaba suavemente la cabeza contra él.

Por primera vez vi a Mamen excitarse y perder el control, y sobre todo, al comprobar en mi expresión contrariada que me habÃ*a corrido. Mamen comenzó a moverse rÃ*tmicamente mientras me cautivaba la cabeza que restregaba contra su grieta mientras me repetÃ*a" amor, amor, amor".
Por vez primera oÃ* canturrear a la madre de mi novia, mientras se componÃ*a y me intentaba lavar los calzoncillos. Me acerqué a Mamen, que estaba con sólo las bragas puestas. Yo me habÃ*a empalmado con sólo verla y le exigÃ*, más que pedirle, que me la comiera otra vez. Me tumbé en el suelo y esperaba que ella se echara sobre mÃ*, empezando por los pies, pero me equivoqué.

VenÃ*a a gatas desde mi cabeza. Pasó su cara, luego sus tetas melonudas y por último plantó su vientre delante mÃ*o. Luego se agachó contra mÃ* y comencé a sentir cómo me trasteaba la pija, mientras comencé a percibir de nuevo el perfumado olor de su sexo. Esta vez se tragó el poco semen con que pude recompensarle.

Nos descuidamos un poco y llegó Carmen mientras nos vestÃ*amos. Yo me vestÃ* rápidamente en el lavabo, mientras su madre se componÃ*a rápidamente con una bata. Carmen no sospechó nada. Su madre le hizo creer que me habÃ*a invitado a comer ese dÃ*a, porque sÃ*.

Pero ese dÃ*a fue especial porque descubrÃ* el orgasmo femenino. DescubrÃ* que podÃ*a conseguir que una mujer de 36 años como Mamen se convulsionara de placer. Desde ese dÃ*a ya no fue nada igual. Llegaba y me sentaba en el sillón, mientras Mamen venÃ*a de rodillas a comerme la verga. Yo entonces le agarraba los melones, y le acariciaba con fuerza, y le pellizcaba tiernamente los pezones. Luego ella se tumbaba, y yo le comÃ*a el chocho, pero no tardé en penetrarla con los dedos. Entonces ya estaba tan excitado que volvÃ*a a correrme. La alfombra se llenó pronto de manchas más bien sospechosas.
Les conté todo esto a mis amigos, haciéndoles creer que era Carmen la que se corrÃ*a, y mis amigos me tachaban de poco hombre, porque decÃ*an que lo que tenÃ*a que hacer era cogerla de una vez,"A ver si te la follas de una vez" no paraban de repetirme. Yo les decÃ*a que no lo harÃ*a hasta que ella no cumpliera la mayorÃ*a de edad. Cesaron en sus burlas, pero bien sabÃ*a yo que esa excusa de la mayorÃ*a de edad no me servÃ*a para la madre.

Un dÃ*a fui a la casa y cuando comenzaba el ritual de la mamada, la cogÃ* del cuello y la tiré con suavidad contra la alfombra. Entonces hice por ponerme encima de ella. Ella lo rehusó. Después de un leve forcejeo que no fue más allá, me achacó que sin preservativos, nada. AsÃ* que me tuve que conformar con la mamada. Pero para vengarse, al final de la mamada, me pegó un bocadito que yo pensaba que me habÃ*a capado.

No tardé en ir a una farmacia a comprar los preservativos. Me puse de todos los colores ante aquella chica que despachaba, pero podÃ*a más el deseo de comportarme como un hombre que la vergüenza. Cuando los compré, me asaltó la idea de sorprender a Mamen, asÃ* que por primera vez en mi vida hice novillos, y me dirigÃ* aquella mañana a la casa de mi novia, que estarÃ*a en el instituto. Llamé a la puerta dos veces y me recibió Mamen totalmente somnolienta. Se sorprendió de verme allÃ*.

Confieso que por un momento me puse celoso con sólo pensar que la podÃ*a descubrir con algún hombre que hubiera conocido, lo cual como luego comprobé sobre la marcha era falso, pero a pesar de ello, fingÃ* celos mientras ella me aseguraba que no se habÃ*a acostado con ningún hombre en semanas. Llevaba puesto el camisón con el que tantas veces me habÃ*a recibido, debajo del que habÃ*a unas bragas solamente. No sé que me pasó que me transformé.

La llamé puta, mientras de un tirón le desgarraba el camisón. Esta actitud mÃ*a le asustó al principio, pero entonces descubrÃ* una sonrisa y una mirada entre perdida que sólo demostraba satisfacción. Le agarré de la cintura y la tomé contra mi boca. Ella oponÃ*a una tibia resistencia. Mis labios le mordieron el pezón con una falta de respeto que me sorprendÃ*a hasta mÃ*. Ella me repetÃ*a "No, corazón, no, no...".

Su camisón desgarrado cayó por su propio peso, y le ordené "QuÃ*tate las bragas. zorra, Hoy vas a follar conmigo de una vez". Mamen se quitó las bragas. Entonces yo me quité la ropa mientras Mamen me miraba temerosa, y saqué la caja de preservativos, todavÃ*a con el papel del envoltorio de la farmacia. Mamen se rió. Yo me puse colorado, pero ella para no cortarme se calló rápidamente. Me fui a colocar el preservativo, pero me lo iba a poner al revés. Mamen intervino para hacerme ver que me lo estaba poniendo mal. Se ofreció a ponérmelo ella misma. Con sólo el tacto de sus dedos delgados, y oler la proximidad de su cuerpo me corrÃ*.
Me pesó como nunca mi eyaculación precoz. Mamen, siempre comprensiva, me calmó y me preparó un desayuno. Luego, ella se duchó, mientras yo reflexionaba sobre mi problema. De repente la oÃ* cantar y sólo con imaginármela me empalmé. Me asomé al baño, y allÃ* estaba bajo el chorro de la ducha. No dudé en esperar a que saliera y cuando salÃ*a con la toalla alrededor del cuerpo, volvÃ* a atacarle con la misma violencia que antes, pero sin gastar esfuerzos en palabras.

La desnudé al quitarle la toalla. La llevé a su dormitorio y la empujé contra la cama. Su pelo húmedo se extendÃ*a entre las sábanas. Su cuerpo rezumaba el olor del jabón recién frotado. Esta vez me puse yo mismo el preservativo. Me esperaba con las piernas abiertas. Mi pelvis empujó venciendo las sucesivas estrecheces. Como me habÃ*a corrido antes, esta vez tuve que trabajar de lo lindo entre las piernas de la mujer para conseguir correrme, mientras ella, con sus piernas enlazadas detrás de mÃ*, aguantaba las embestidas, y las recibÃ*a valientemente. Nos corrimos y quedamos asÃ*, el uno encima del otro.

Ese dÃ*a, Mamen comenzó a tratarme como a un hijo, incapaz de negarme cualquier capricho. Yo por mi parte, respeté mi parte del pacto, respetando a Carmen hasta los dieciocho años. La verdad es que, entre la madre y la hija, me quedo con la madre.
increible esta muy bueno
 

xabo21

Virgen
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cada ves que lo leo me gusta mas este relato :2:
 

ediss989

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No puede ser esa es una de mis fantacias muy buen relato con la suegra jaja excelente !!!
 

vicxros

Virgen
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muy bueno el relato amigo, me pone mucho lo de las suegras
 

damafer

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Veo el mismo fallo que muchos relatos, las palabras acentuadas salen con sÃ*mbolos raros... ¿Es problema mio, o de la configuracion de la pagina?
 

welinger

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muy, pwero q muy bueno y si es cierto, menudo suertudo
 

lionbeard

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tu relato me acuerdo a una suegra q tenia q me gustaba muchisimo wow desaeria cumplir esa fantasia ejeje
 
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