La Madre de mi Esposa, Mi Suegra – Capítulos 01 al 06

heranlu

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La Madre de mi Esposa, Mi Suegra – Capítulo 01



mi suegra me ha llamado la atención, realmente me he sentido atraído por ella. Su nombre es Magdalena, en ese tiempo ella tenía apenas cuarenta años, pero lucía estupenda, una mujer madura en toda su belleza y con unas enormes tetas, un culo amplio y con ese aire arrogante que tienen las mujeres con experiencia y que les gusta mostrar lo que tienen.



Por su exuberancia y personalidad, me sentía un poco cohibido ante ella en esos tiempos cuando recién la estaba conociendo. La espiaba cada vez que podía, no podía dejar de admirar sus sinuosidades y voluptuosidad, ese cuerpo pleno y ese pecho majestuoso, sus piernas parecían columnas de mármol, me provocaba y estremecía tanto bien de Dios. Muchas veces mientras follaba a su hija, imaginaba que la tenía a ella bajo mi vientre con sus caderas anchas y esos muslos marmóreos ampliamente abiertos para mí, soñaba con poseerla y someterla y descargar hectolitros de esperma en su coño estrecho y caliente.



Después de casarme con su hija, mis visitas a su casa se hicieron más frecuentes, la visitábamos con mi esposa prácticamente todas las semanas. Poco a poco fui ganando más confianza con ella, lo que me permitió expresarle mi admiración en más de una oportunidad y me di cuenta de que se sentía muy halagada de que un hombre joven la mirara y admirara, pero cada vez que intenté avanzar en la conquista a su mórbido castillo de piel, ella se encargaba de ponerme decentemente en mi lugar, dejándome en un estado de frustración y humillación de macho. Un día mientras la miraba caminar hacia mí, inconscientemente me agarré la pija para acomodar una incipiente erección, ella se percató de ello e inmediatamente me interpeló diciendo:



—¡Alberto! … ¿Te parece eso un gesto elegante? … ¿A tu edad? …



Por supuesto que con fingida vergüenza le pedí las disculpas del caso. Pero todo esto me hizo desarrollar una especie de rencor por mi orgullo herido. Mi pasión no era correspondida y más de una vez quise vengarme de ella. Me parecía que ella disfrutaba al verme enamoradizo y subyugado por su desbordada y opulenta belleza.



No había forma de penetrar esa especie de coraza que la protegía y la hacía cada vez más fuerte ante mis ojos. Hasta la navidad del año pasado, nos habíamos reunido a cenar como siempre, mi esposa y mi hijo recién nacido en casa de ella. Durante la cena bebimos vino blanco, excepto mi esposa que debía dar de mamar a nuestro hijo, cenamos pescados y mariscos, luego brindamos con espumante y nos colocamos delante de la Tv a esperar la medianoche y abrir los regalos conversando de cosas fútiles y recuerdos de fiestas pasadas. Magdalena tiene ahora cuarenta y dos años, pero su belleza no decae ni siquiera un poco, cada año que pasa yo la encuentro más linda que el anterior. Ciertamente su cuerpo se hace más llenito y pesado, sus sinuosidades aumentan, es como la Diosa Juno, reina de los Dioses y de la fertilidad con ese cuerpo maternal, insinuante e invitante.



Cuantas veces me he imaginado acariciando sus pechos voluptuosos, hundiéndome en su carne cálida y abundante, gozando de sus glúteos generosos, empujando mi pija en su coño haciéndola gritar de placer, y por qué no, también de dolor mientras follo su culo engurruñado y apretado.



En las idas y venidas de la cocina para traer bocadillos, me la había encontrado de espalda y casualmente le hice sentir mi dura erección en sus pompis, ante ese contacto fortuito, ella no había dado señales de incomodidad o intolerancia. Pensé que era como una señal, una buena señal. Después de abrir los regalos mi mujer dijo que iría a dar de mamar a nuestro hijo y luego iría a la cama porque se sentía un poco cansada



Nos sentamos mi suegra y yo en la sala, ella admiraba un chal de fina alpaca que yo le había regalado, lo tenía sobre su regazo y acariciaba la sedosa tela, mi mujer ya se había ido y yo apagué la luz central y nos quedamos en penumbras, solo con las luces del árbol que titilaban con diferentes colores, me acerqué a donde estaba sentada ella y casualmente apoyé mi mano en su rodilla. No mostró ninguna reacción adversa, así que metí mi mano bajo el chal en contacto directo con sus piernas envueltas en medias negras, supuse que era otra buena señal alentadora, entonces con su voz de terciopelo me pregunto:



—¿Desde cuándo que estás en ayunas? …



—¿Qué? … ¿Cómo? …



—Mira que yo soy mujer … el bebé tiene tres semanas, pienso que mi hija no te deja hacerle nada por la cuarentena … así que andas con esa cosa dura por todas partes … no creas que no me he dado cuenta …



—¡Ah! … bueno … sí … Luisa no puede y entonces yo me ayudo solito para no molestarla …



—¿Entonces, te pajeas? …



—Sí … no lo puedo negar …



—¿Y ahora qué haces? …



—Cómo … ¿Qué, que hago? …



—Bueno … me estás tocando las piernas …



—Sí … perdona, pero es más fuerte que yo … y tus piernas son hermosísimas …



Me sonríe enigmáticamente, pero en tanto empuja mi mano con su mano alejándola de sus muslos. Yo también sonrío, pero no me amilano y suavemente vuelvo a poner mis manos entres sus muslos y empiezo un lento movimiento hacia el centro de su feminidad. Ahora suspira, vuelve a mirarme con cierta impaciencia y una ligera molestia y me dice:



—Quieres detenerte, por favor … mi hija está en la otra habitación …



No sé de dónde, pero encuentro el valor de responderle.



—Sí … lo sé que estoy siendo un poco imprudente … pero ¿Cuándo tendré una oportunidad mejor que esta? …



Desaparece el ceño fruncido de su frente y me sonríe divertida, lanzando una furtiva mirada hacía el pasillo y al cuarto donde se encuentra mi esposa.



—¡Que cosas que se te ocurren! … ¿Olvidas que soy tu suegra? …



A estas alturas ya me había lanzado y le respondo confiado:



—¡No! … para nada … pero me he estado reteniendo durante todos estos años … y ahora en la necesidad … que mejor que recurrir a la familia …



A todo esto, las yemas de mis dedos habían alcanzado la delgada tela de encajes y bordados de su pequeña tanga. Lo estaba arriesgando el todo por el todo, me acompañaban las penumbras del cuarto y la atmosfera cargada de vino y espumante, se veía que ella no podía reaccionar en modo visible ni coherente. Me lanza una lasciva mirada mordiéndose su labio inferior, cuando mis dedos apartan los bordes de su calzoncito tocando su coño desnudo, sintiendo la tersura de su tez mojada, caliente y lampiña.



—¡Vamos! … ¡Por favor! … ¡Detente! …



Me acerco a su lóbulo, lo muerdo delicadamente y le susurro.



—¡Ya! … ¡Déjame! … ¡Solo por un momento! …



Ella respira en forma afanosa y gime en silencio, inconscientemente abre sus muslos, yo aparto sus labios mayores encontrándome su chocho como una laguna. Tiro un poco de sus bragas y muevo mis dedos hacia su clítoris, lanza una especie de bramido y cierra sus muslos defensivamente, pero no puede evitar que mis dedos continúen a moverse sobre su botoncito al extremo de su conchita brindándole un placer irresistible. Ya no tiene voluntad ni siquiera para protestar, se vuelve hacia mí con una mirada suplicante:



—Por favor detente … me da vergüenza … no podemos …



No pienso ni respondo nada, solo continúo a estimularla y viéndola a punto de gozar, cínicamente le digo a baja voz:



—Ya no puedes negarlo … te gusta … tu coño te delata … estás toda mojada … di que quieres mi pija …



Me mira con ojos brillosos y llenos de lujuria:



—Sí … la quiero … pero no aquí …



Aferro uno de sus pechos por sobre su vestido y entierro dos mis dedos en su encharcado coño, mientras con el pulgar no dejo de masajear su clítoris.



—¡Ahhh! … ¡Hmmm! … ¡Ummm! … ¡Ooohhh! …



Agarra mi mano y la empuja con fuerza contra su chocho, su vientre se hunde y su pelvis se mueve en forma demencial, siento sus convulsiones y sus piernas se cierran alrededor de mi mano y con un movimiento retrae su coño y hace salir mis dedos de su conchita que se contrae y aprieta mis falanges con sus muslos. Está con la cabeza hacia atrás bufando y gruñendo su orgasmo, no hace mucho ruido, disfruta en silencio y, mi polla también está a punto de explotar.



La dejo que se recupere de sus convulsiones y espasmos, luego se levanta y enciende las luces y va al pasillo en dirección de muestro cuarto y abriendo un poco la puerta, husmea sigilosamente hacia el interior, luego regresa sin hacer ruido alguno, me levanto y mientras ella se sienta y vierte espumante en nuestros vasos, vuelvo a apagar las luces, mientras se acomoda en el sofá me dice:



—¡Eres un cerdo! … ¿Lo sabes? …



—¿Solo yo? … Mira que tú también tienes ganas … de la forma en que te corriste, parece que de mucho tiempo que no lo hacías …



—Sí … mucho más que tu … desde que mi esposo se fue no he tenido ningún hombre …



Me acerco a ella y esta vez deslizo mi mano lentamente bajo su blusa y toco su sujetador por debajo de sus grandes tetas, levanto su sostén y mis dedos atrapan uno a la vez sus endurecidos pezones que parecen dos pitorros prontos para ser chupados, acariciando sus pechos le digo.



—Tus pezones me dicen que estás caliente … están tan duros como mi pija … toma mi polla en tus manos … tómala …



—¡¡Estas loco!! …



Me arrodillo en el sofá a su lado, me bajo la cremallera de mi pantalón, tomo su mano y la pongo sobre mi verga, al principio se resiste, pero luego cierra sus dedos alrededor de mi pene y comienza a jalarlo poco a poco. La sensación es increíble y abrumadora, no me parecía posible tener la mano de mi suegra magreando mi pija, ni menos tirándome una paja en su sala de estar. Con una mano comienzo a presionar y pellizcar suavemente sus oscuros pezones, ella gime y su mano intensifica los movimientos, es demasiado para mí. Tenso mis glúteos y disparo un potente chorro que vuela en medio a la sala, ella se apresura a apuntar mi pene lejos de ella mientras en silencio continuo a disparar violentos borbotones de esperma.



—¡Argh! … ¡Ummm! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Que rriiiicooo! … ¡Lámelo! …



Le digo casi al oído y ella casi rechinando los dientes replica:



—¡No, cerdo! … ¡Eres un cerdo! …



Luego saca dos pañuelos de su bolso, con uno limpia su mano llena de semen y con el otro limpia mi polla que aún gotea esperma, después vuelve a guardar los pañuelos en su bolso, se va al interruptor y enciende la luz central diciéndome:



—¡Ya! … te has descargado … vete ahora con tu esposa …



Me acerco a ella, la beso en la mejilla y le digo:



—Gracias … eres muy buena … la próxima vez lo haremos en la cama …



Después de esa noche de navidad no hubo ninguna otra ocasión propicia, luego comenzamos a llevar una vida matrimonial más normalizada con mi esposa y follábamos de dos a cuatro veces por semana dependiendo del tiempo disponible, así que no tenía el acicate de la abstinencia como para arrimarme a mi suegra en busca de sexo. Pero las fantasías estaban siempre ahí latentes, cuando estaba junto a mi mujer, a menudo ensoñaba con su voluptuoso cuerpo e imaginaba de poseerla a ella.



Pero cuando el diablo mete la cola.



Un domingo fuimos a visitarla, mi esposa y mi hijo de cuatro meses, Luisa dijo que iría al parque cercano para llevar a pasear a nuestro pequeño bebé



Continuará
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heranlu

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La Madre de mi Esposa, Mi Suegra – Capítulo 02



Magdalena me había solicitado de ayudarla a ordenar algunos anaqueles de su alacena, así que nos quedamos solos en casa, la oportunidad era demasiado tentadora como para no aprovecharla. Rápidamente reparo las repisas, ella entra a la estrecha alacena para inspeccionar el trabajo y yo me acerco a ella con mi pene duro, la aferro por la cintura y le hago sentir mi miembro endurecido en sus glúteos.



—¿Sientes lo duro que está? … ¡Está así para ti desde la Navidad! …



Ella se libera y con aire molesto me dice:



—Pero ¿estás loco? … ¿Te das cuenta de que mi hija puede volver en cualquier momento? …



Finjo no haberla escuchado y con voz melosa le respondo:



—Pero te deseo … ¿Lo entiendes? …



Mientras vuelvo a rodearla con mi brazos y comienzo a bajar la cremallera de su vestido, beso su cuello, su lóbulo y arrimo mi pene a su trasero, ella reacciona con enojo:



—¡Ya! … ¡Basta, por favor! … ¡Qué te has imaginado! …



Lucha y mueve su trasero, movimientos que no hacen más que excitarme, cuando se voltea para empujarme, la agarro y le meto la lengua en la boca, ella trata de resistirse, pero poco a poco afloja su lucha y responde a mi beso con su propia lengua. A este punto, mis manos vuelan y desabrocho la blusa, le saco las tetas del sostén y empiezo a chupar sus endurecidos pezones, contemporáneamente deslizo una mano dentro de sus bragas, ella intenta alejarse otra vez echando su culo para atrás y me dice:



—¡Cerdo! … ¡Cerdo! … ¡Cerdo! … ¡Eres un cerdo! …



—Sí … soy un cerdo … y hoy te follaré antes del almuerzo … verás cuanto te gustará mi polla …



Enceguecido por la lujuria de sus tetas maduras y exuberantes, le tiró los calzones hasta rajárselos, luego me boto de rodillas ante ella y me lanzo desaforado a comerle su chocho caliente que ya está bastante mojado. Bastan unos pocos minutos de lamidas y chupetones y se derrumba en convulsiones y espasmos en un orgasmo que le hace temblar las piernas, esto la deja más indefensa a mis ataques. Mi polla está a punto de reventar, la empujo y la siento en un taburete, saco mi pija y la coloco frente a sus ojos:



—¡Vamos! … ¡Chúpala! … ¡Tú también lo quieres! …



Ella mueve la cabeza negativamente, entonces agarro mi pene y lo golpeo contra sus mejillas, ella se estremece, hace una mueca y yo aprovecho de empujar mi pija en su boca:



—¡Vamos, como una buena puta! … ¡Chúpalo que estoy a punto de explotar! …



Empujo mi pene hasta el fondo de sus boca y comienzo a follarla, ella intenta oponerse, pero yo no suelto su rostro, solo tengo cuidado de dejarla respirar libremente, cuando siento el cosquilleo en mis bolas le aviso:



—¡Me voy a correr, tesoro! … ¡Bébela! … ¡Bébela toda! …



Ella traga un poco y luego tose dejando escapar algo por su barbilla y sobre sus senos bamboleantes. Me separo de ella y le ordeno:



—¡Desnúdate! … ¡Quiero verte desnuda! …



Ella me mira enojada:



—¡Eres un cabrón! …



Y yo insisto con dureza:



—¡No jodas! … o te desvistes tú, o te desvisto yo …



Reticente y con algunos arrechuchos, finalmente accede, la observo de pies a cabeza:



—¡Uuhhmmm! … ¡Eres fantástica! … ¿Sabes que eres más linda que tú hija? …



Me inclino a lamer sus pezones y vuelvo a acariciar la hendedura entre sus muslos, está totalmente mojada, tiembla cuando mis dedos rozan su clítoris. Me siento en el taburete y la atraigo hacia mí, ella separa sus piernas y queda a horcajadas rozando su panocha con mi verga enhiesta, la tiro más estrechándola a mí, tomo uno de sus muslos y luego el otro, prácticamente mi polla apunta amenazante su empapado agujerito, la escucho gemir, se mantiene en vilo con su chocho bañado, la beso intensamente y ella balbucea:



—¡No! … No lo hagas …



—Lo siento … pero ya no puedo parar …



Le digo haciéndola descender centímetro a centímetro sobre mi glande que resbala dentro de ella, la escucho gemir y apretarse a mí, mi pene la penetra suavemente, su sedoso y cálido coño envuelve mi pija y ella se estremece. Relajo la toma a sus muslos y la siento acomodarse sobre mi polla, no hago ningún movimiento dejándola acostumbrarse a mi envergadura. Mi pija se ha enterrado en ella hasta mis bolas, entonces ella aprieta sus tetas a mi pecho:



—Bueno … entonces fóllame … fóllame duro …



Magdalena sacude su pelvis contra mí y frota sus opulentos pechos casi en mi rostro, cuando aumento la velocidad de mis embistes la siento chillar y temblar en un mini orgasmo. Tomo sus pezones entre mis labios y chupo sus tetas una a la vez.



—Te gusta chupar mis tetas … ¿eh? …



—Y tú … ¿Sientes lo hermosa que es mi polla? …



—¡Sí, cabrón! … ¡Mételo más fuerte! … ¡Hasta el fondo! …



La sostuve lo mejor que pude cuando ella comenzó a sacudirse y cada musculo de su cuerpo se tensó y tembló como si una descarga eléctrica atravesaba toda su humanidad, besé su cuello sintiéndola correrse en un potente orgasmo, chilló y sollozó apretada a mí. El efecto de succión de los músculos de su coño fue demasiado para mí y mis borbotones calientes de esperma comenzaron a bañar sus entrañas, ella lo sintió y su cuerpo volvió a electrizarse:



—¡Lléname! … ¡Déjame llenita! … ¡Dámelo todo! …



Decía comiéndome a besos, mi verga se había inflado como un globo y continuaba a descargar semen en su chocho enardecido que me atrapaba y ordeñaba hasta la última gota. Con un movimiento repentino ella se baja de mi regazo y lo prende en su boca, su lengua vaporosa se enrolla como un ofidio en torno a mi glande, me hace estremecer, la siento tragar los últimos disparos de semen. Luego con su boca brillando de saliva y esperma me da un apasionado beso y me dice:



—Vistámonos … mi hija está por regresar …



Nos vestimos lo más rápido posible, habíamos perdido la noción del tiempo, apenas salió de la alacena hacía la cocina, mi esposa entró por la puerta principal. Ella termino de preparar el almuerzo junto a mi mujer y luego nos sentamos todos a la mesa. Magdalena tenía un brillo especial en su rostro, pero rehuía mi mirada.



Ese domingo fue memorable para mí, pero no sucedió nada más hasta el verano siguiente. Alquilamos una casita en un sector balneario e invitamos a Magdalena. Ella apenas me vio me dijo:



—Ni te me acerques … si vuelves a comportarte como un estúpido conmigo, le contaré todo a mi hija … así que ni te atrevas



Le sonrío socarronamente y no le respondo nada, solo encojo mis hombros y continúo haciendo mis cosas. Pasan unos días, una mañana me levanto temprano a orinar, mi esposa duerme y mi hijo también. Me asomo a la terraza y veo a mi queridísima suegra sentada en la tumbona tomando un poco de sol cerca del quitasol, esta vestida solo con su bikini blanco que sobresalta sobre su tez bronceada. Después de fisgar en nuestro dormitorio para cerciorarme de que mi mujer duerme, me meto mi traje de baño y me voy silenciosamente a la terraza, me acerco a la sombrilla y la saludo:



—¡Buenos días! … Sí que estás hermosa esta mañana … ¿Puedo ponerte un poco de protector solar? … El sol está muy fuerte a esta hora …



Se vuelve a mirarme y con un tono severo me dice:



—Mira … ya te lo advertí … te dije que me tienes que dejar en paz … de lo contrario se lo diré todo a mi hija y así terminaremos esta historia …



Imperturbable, finjo de no haberla escuchado, ella esta boca abajo, le deshago el lazo de la parte superior de su bikini diciéndole:



—Perdona, suegrita … pero si no tienes atención, esto te dejara unas feas marcas si te pones algún vestido sin espalda … se verán las marcas de tu traje de baño …



Enseguida tomo el bronceador y empiezo a untar su espalda:



—Por favor, Alberto … mi hija nos puede ver …



—No te preocupes, porque ella aún duerme … además, te estoy solo metiendo un poco de protector solar … ¿Quién podría pensar que hay algo de malo en ello? … tranquilízate mujer y déjame hacerlo …



Luego meto abundante crema en su espalda y bajo hasta sobajear sus nalgas, comprimiéndolas y masajeándolas acuciosamente, después meto mis manos por sus flancos y acaricio sus senos que sobresalen con el peso de su cuerpo, poco a poco las hago deslizar hasta tocar sus pezones, me acerco a su oído y le susurro:



—¡Uy! … pero como están duros estos pezoncitos … ¿Acaso mi perrita hermosa se está calentando? …



No me dice nada, solo suspira y esconde su cara entre sus brazos. Me pongo a horcajadas sobre sus muslos y continuo a masajear su espalda y bajo su bikini a la mitad de sus nalgas, meto mi mano entre sus piernas y acaricio su coño hasta alcanzar con mis dedos su clítoris, se estremece y mueve su ingle, aprieta sus glúteos y folla mi dedo con cortos movimientos, gime. Mis dedos están dentro de su encharcado chocho, mueve su cuerpo cada vez más rápido y retuerce su espalda jadeando y bramando en un orgasmo silencioso.



—¡Eres un cerdo y estás loco! …



Me dice haciendo rechinar sus dientes y le respondo:



—¡No! … soy solo tú yerno y a ti te gusta lo que te hago … ¿eh? …



—¡Eres solo un cerdo bastardo! … No sé como mi hija no se ha dado cuenta de lo depravado que eres … solo te aprovechas porque soy viuda …



Su tono me hace enojar y le contesto:



—Mira me tienes harto de tanta mojigatería … esa actitud de señora respetable no se condice con las reacciones de tú cuerpo … eres una puta … hasta ahora siempre lo has disfrutado … deja de moralizarme y diviértete … te espero en el garaje para follarte como la puta que eres … si no vienes … vengo y te follo aquí delante de tu hija …



Me levanto y me voy al garaje, a los tres o cuatro minutos siento que se abre la puerta del garaje, estamos en penumbras, solo se filtra un poco de luz solar.



—¡Hey! … soy yo …



Dice mi suegra adentrándose en las penumbras del garaje y cerrando la puerta a sus espaldas, inmediatamente me abalanzo sobre ella abrazándola, rodeo su espalda con mis brazos y le quito la parte superior de su bikini, lamo un poco sus tetas y luego viene la parte inferior de su traje de baño que hago descender rápidamente entre sus esculturales piernas, de frente a ella, la aferro por sus nalgas y hundo mi cabeza en su entrepierna, siento sus manos en mis cabellos, se relaja y abre sus muslos, empujando su conchita contra mi boca, la siento temblar repetidas veces, no puede reprimir su goce, está empapada y sus fluidos escurren por mi barbilla, tira de mis cabellos cuando se corre con mis labios aprisionando su clítoris.



—¡Eres un sucio demonio! … ¡Has lo que quieras de mí! …



Sin esperar otro invito, pongo mi mano en su cabeza y ella se arrodilla para tomar mi pene en su boca, me mira con ojos brillantes y vidriosos de lujuria, me quito rápidamente mi traje de baño y paseo con orgullo mi pija endurecida al máximo delante de ella qué cierra sus ojos y engulle mi longaniza dura como mármol:



—¡Vamos! … ¡Chúpame! … ¡Hazme una buena mamada! …



Ella estira su mano delicadamente y con dos dedos aferra mi prepucio afelpado, lo hace deslizarse hacia atrás, abre sus labios a forma de “O” y se traga toda mi pija de una sola vez, tomo su nuca y se la empujo hasta su garganta e inicio a follar sus cálidos labios. No resisto mucho, tensando mis piernas y apretando mis glúteos, lanzo chorros de semen en su garganta, me lame y chupa tratando de no perder nada, pero invariablemente un poco escurre de su mentón sobre sus tetas, donde ella acoge mi verga palpitante mientras termina de descargarse mi tibio esperma.



La hago levantar y la empujo retrocediendo hacia la mesa de Pin-Pon, la ayudo a recostarse de espalda y me sumerjo en el océano vaginal de su coño, lamo y trago todo lo que puedo de su exquisito néctar, ella brama y se retuerce, pero no emite reclamo alguno, sigo chupándosela hasta que la siento vibrar otra vez, la hago descender y girar, apoyando sus tetas en la mesa, me agacho y le beso el culo insertando un dedito y luego dos en su estrecho ano, ella gime y se menea, a ratos empujando su trasero contra mis falanges.



Continuará
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La Madre de mi Esposa, Mi Suegra – Capítulo 03


Me alzo y hago navegar mi mástil enhiesto en el mar de los cachetes, le abro las nalgas y su engurruñado culo parece ser como un remolino que arrastra mi verga hacia su precipicio, empujo mi glande forzando su enjuto orificio apenas humedecido por mi saliva, ella se mueve nerviosa, reacciona, pero mi glande ha ya perforado su cuevita y se adentra en su intestino caliente, comienzo a follarla delicadamente mientras ella se debate tratando de girarse sin mucha voluntad ni fuerza, soporta esos primeros momentos y luego apoya sus manos en la mesa sacando sus tetas orgullosas hacia adelante, gime y mueve sus muslos acompasadamente a mis embistes, le follo el culo por una decena de minutos, ya nada indica que no lo esté disfrutando, le gusta, está con sus ojos cerrados, su nariz respingada bien alzada y su pechos que se bambolean al ritmo frenético de mis empujes. Mi verga aparece y desaparece profundamente incrustada en su estrecho ano. La tomo por sus cabellos y luego paso mi mano izquierda bajo sus tetas, mi mano derecha encuentra via libre hacia su coño, restregó su botoncito encallecido hasta que trata de voltear su cara para morderme, gime y se contorsiona, no hace mucho ruido, sabe que estamos escondidos y sabe lo que estamos haciendo. Se lleva sus manos a su boca para no gritar cuando mis borbotones comienzan a llenar su recto. Follar su culo fue una cosa sublime, el placer más exquisito jamás experimentado, tomé la virginidad de su trasero. Ella se da vuelta finalmente, me abraza y me dice:



—¡Eres un maldito cerdo degenerado! … ¡Vicioso! … ¡Puerco! …



Recoge su bikini, se lo vuelve a poner y se va a su tumbona con el culo adolorido y lleno de leche.







No me habló en dos días. Mi esposa me dice que quizás su madre tiene algún problema de hemorroides, ya que camina con cierto grado de dificultad, yo me río para mis adentros y la acompaño a preguntárselo. Ella estaba sentada a mirar la televisión.



—Mami … quieres que te llevemos a un doctor … parece que no caminas muy bien …



Me da una mirada asesina y responde:



—No, no es nada … creo que me quedé dormida boca abajo y el sol anduvo quemando mis glúteos … ahora me arden un poco



Mi mujer me mira y se encoge de hombros, yo solo me volteo y me voy ocultando mi sonrisa.



Un par de noches después, me quedé dormido mirando la televisión, mi mujer ya se había ido a acostar, mi suegra estaba también un poco traspuesta, me acerqué a ella y dio un brinco:



—¡Alberto! … ¿Qué más quieres de mí? … ¡Al parecer nada te basta! … ¡Déjame en paz! …



—No puedo … tu hija me había prometido una mamada … ahora duerme y no quiero molestarla … y yo no podré dormir con la sensación que siento en mis pesadas bolas … quiero saber si tú …



—¡Olvídalo! … ¿Acaso has enloquecido? …



—Bueno … ya sabes … tu hija mama divinamente … también tú … ¿Qué te cuesta? …



Me acerco a ella y saco mi verga de mis shorts, ella la mira escandalizada, mira hacia el pasillo y luego estira su mano, se endereza en el sillón y se traga mi pija. La sensación de lo prohibido, y el peligro de ser descubiertos aumenta mi excitación y después de algunos minutos descargo una copiosa cantidad de semen en su boca, me mira abre su boca y me muestra todo el semen que conserva en su cavidad bucal, luego lo traga con un sonido seco de su guargüero, mientras me acomodo los shorts y me siento en la poltrona frente a ella, escuchamos que mi esposa entra en la sala:



—¡Alberto! … ¿A que esperas? … ¡Vente a la cama! … ¡Se hace tarde! …



Mi suegra me mira como si quisiera crucificarme ahí mismo en la sala y a baja voz me dice:



—¡Eres un puerco inmoral! … ¡Anda a que te la mamen de nuevo! …



Solo le sonrío y la saludo:



—¡Buenas noches, suegrita! …



Me evitó por un par de días, pero no podía durar mucho pues no veíamos a cada rato dentro de casa. Mi esposa dijo que iría al consultorio para controlar a nuestro hijo, la acompañé a la puerta y luego volví donde estaba Magdalena bebiendo un refresco. Me fui detrás de ella y le acaricie los brazos y los hombros, me incline y bese su cuello, mordisqueando suavemente sus lóbulos:



—¿Por qué me rehúyes? … ¡Por qué negarnos a esto que nos gusta tanto a ti como a mí? …



No responde, pero se deja acariciar, recorro su cuerpo de arriba abajo, rozando suavemente sus partes más íntimas. Ella cierra sus ojos, no hace nada, está vencida y entregada a mis caricias. Tomo su mano inmóvil y la llevo a mis shorts para hacerle sentir mi pija dura:



—¿Cómo puedo estar perennemente en estas condiciones? …



Me mira sin pestañear y me responde poco convencida:



—Pues tienes mujer … desahógate con ella …



Inmediatamente le retruco:



—Pero esto … no es por ella … es por ti … mi pene enloquece solo por ti …



Sonríe levemente, veo un destello de suficiencia y placer en ella, sus ojos brillan. Mis palabras dieron en el blanco, ella es una mujer madura y sentirse en grado trastornar a un hombre joven seguramente alimenta su ego femenino, todavía está atractiva para el sexo opuesto y ella lo sabe. Además, su difunto marido jamás la valoró como hembra, mi esposa me contaba que prefería quedarse de juerga con sus amigos y no en la cama con ella.







Me sorprende cuando me agarra de mis shorts y extrae mi pija y me tira hacia ella:



—¡Cabrón! … ¡Esta pija también es mía ahora! …



Rápidamente comienza a chuparla y hace que me corra en su boca. Creo que lo he logrado, mi audaz atrevimiento venció su resistencia. Al día siguiente regresamos a la ciudad, las vacaciones han terminado, ella volvió a su casa y nosotros a la nuestra, pero el camino estaba abierto y solo tenía que buscar las oportunidades adecuadas para estar a solas con ella y colocar mis manos en su curvilíneo cuerpo, para volver a follarla como a ella le gusta.


Magdalena seguía fingiendo mojigatería, aunque después de un rato de caricias, besos, lamidas y masajes, lograba relajarse y dejarse andar, aunque a regañadientes. Solo que se sentía culpable por su hija, siempre me preguntaba por ella y trataba de sonsacarme detalles íntimos de nuestras relaciones de pareja y, cuando yo le contaba todas las guarradas que mi esposa y yo hacíamos, abría sus inmensos ojos y me regañaba con la cantinela de siempre:



—¡Pero qué cerdo! … ¡Eres un cerdo asqueroso! … ¡Has acostumbrado a mi hija a hacer tus mismas cochinadas! …



Ya no había convicción es sus reproches, parecían superficiales y creo que hasta se excitaba y se sentía aliviada al saber que a su hija no le faltaba nada en la cama. Yo la desafiaba agarrando sus tetas y pellizcándole el culo:



—¡Ah!, pero si parece que también a ti te gustan estas gorrinadas, ¿eh? …



Ella me miraba con ojos lascivos y metía sus manos a mi cremallera sacando prontamente mi verga, la acariciaba en adoración, besaba mi glande y su lengua envolvía mi pija y no cesaba de chupar mi verga hasta que le llenaba la boca de lechita.



Nos veíamos una o dos veces por semana en secreto, yo venía a casa suya y en ese momento deteníamos al mundo, la follaba hasta hacerla enloquecer. Se notaban ciertos cambios en ella, entendió que ya no debía fingir conmigo y no se oponía a nada. Yo le había cogido cariño, me alegré de verla abierta a experimentar todo y de hecho, hasta se había tornado más puntillosa. Días atrás nos habíamos concordado para juntarnos y estar solos en su casa. Por motivos fortuitos de trabajo, me retrasé y llegué casi una hora más tarde y me pintó el mono, me recibió con el ceño fruncido:



—¡Claro! … ¡Te presentas a la hora que quieres! … ¡Ni siquiera me llamaste! … ¡Estás viniendo a ver a tú puta! … ¡Soy una tonta al confiar en un cerdo imbécil como tú! … ¡Vienes cuando te conviene! … ¡Y yo la estúpida tengo que estar lista!, ¿no?



Una verdadera escena de celos, no me molestó para nada, al contrario, esto me confirma de que a ella le importa nuestra relación. Me acerco a ella por detrás, la abrazo presionando mi pija endurecida en su amplio trasero y le susurro suavemente:



—¡Vamos! … ¿Qué es lo que quiere mi suegrita predilecta? … ¡Estoy aquí solo para ti! … ¡Estoy a tú disposición! … ¡Puedes hacer lo que quieras conmigo! … ¡Soy tuyo! … ¡En este momento tú comandas! …



La acaricio y beso su cuello, mordisqueo sus sensibles lóbulos, ella lucha para soltarse, pero sin convicción alguna, sigo manteniéndola apretada a mi erección, se mueve hasta voltearse y quedar con sus protuberantes tetas en mi pecho.



—¡Mira que no soy tú puta! … ¡Recuérdalo! …



La beso y la atraigo más hacia mí, sonriéndole le digo:



—¿Y quien dijo eso? … ¡Eres mi reina! … ¡Mi princesa! … ¡Eres mi todo! …



Mantiene su mirada provocadora, pero me permite que mis manos alcancen sus nalgas, se las aprieto y abro el surco de sus glúteos ensanchando su agujero trasero, luego le deshago el nudo de la bata y libero sus blancas y lechosas montañas de esponjosa carne, sus dos melones están a la vista y me lanzo en picada a lamer y chupar sus erizados pezones duros como aceitunas y la siento estrecharse a mí, gimiendo y estremeciéndose, con los ojos cerrados se abandona a mis caricias.


Continuará

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heranlu

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La Madre de mi Esposa, Mi Suegra – Capítulo 04


Como en una especie de danza me muevo abrazado junto a ella hasta el diván, donde la deposito con dulzura y la acuesto, descubro su cuerpo exquisito, está completamente desnuda, excepto por un par de medias rojas autoadherentes que cubren sus esbeltas piernas hasta sus muslos. Le ha crecido un poco de su vello púbico y se ven sensacional esos vellitos ralos creciendo en su monte de venus, la beso justo ahí y ella se estremece y yo me embriago con el aroma de su coño perfumado. Se nota que se había preparado para nuestra cita.







Arrodillado junto al sofá. Abro sus muslos y me inclino hacia su manjar femenino, toco delicadamente sus labios mayores regordetes y sobresalientes, mi lengua repta como una sierpe y penetra sus delicados pliegues, ella abre aún más sus piernas y gime y se contorsiona en un frenesí, es un crescendo de chillidos y bufidos que se le escapan en resoplidos de placer, disfruta con mi lengua enterrada profundamente en su manantial de fluidos. Yo me deleito y degusto su néctar agridulce, ella suspira profundamente y me chilla moviendo su pelvis:



—Eres un puerco hijo de puta … tú sabes como conseguir todo de mí … y te aprovechas! …



Desde mi posición, no hago más que beber y deglutir continuando a chupar su empapada concha, no digo nada, solo expreso con lametones de apreciación a su sabroso coño maduro:



—¡Ummm! … ¡Hmmm! … ¡Qué delicatessen! … ¡Qué magnifico coño que tienes! … Levanta un poco tú culo para saborearte por completo … ¡Vamos!, dale a papi tu culito hermoso …



Ella levanta ambas piernas y yo separo sus nalgas para hozar en su pequeño agujerito tratando de empujarme más allá de su esfínter. La estimulación se vuelve irresistible para ella y comienza a sacudir su pelvis salvajemente y a chillar:



—¡Santo Jesús! … ¡Qué cerdo que eres! … ¡Uhmmm! … ¡Oooohhhh! … ¿¿Me quieres volver loca?? …



Aumento la velocidad de mis lametones y los alterno entre su coño y su engurruñado agujerito que adquiere vida propia al comenzar a contraerse autónomamente, ella delira:



—¡¡Guau!! … ¡Nooo! … ¡Por favor! … ¡Déjame! … ¡Me estás haciendo morir! …



Levanto mi cabeza y la dejo ir, ella salta y corre desnuda hacia el baño, me seco la boca con el dorso de mi mano, me levanto y la sigo lentamente, la encuentro sentada en el inodoro meando. Veo claramente la humedad en sus incipientes vellitos mojados por su orina, sus enormes tetas penden y bambolean con sus movimientos, me fascina la escena que se me presenta. Me mira todavía un poco trastornada por su orgasmo y luego me dice:



—¿Qué hace parado ahí en la puerta como un deficiente? … ¡Entra! …



Me muevo hacia ella y cuando estoy a su alcance me desabrocha el cinturón, baja la cremallera de mis pantalones y me los tironea hacia abajo junto a mis boxers. Mi pija salta hacia la libertad y blande el aire tiesa como mármol, ella se pasa su lengua por sus labios, luego lo aferra con una mano y lo tira hacia su boca famélica, literalmente lo hace desaparecer como en un acto de magia, sus labios tocan mis propios vellos púbicos y la siento hacer fuerzas por tragarlo aún más. Hábilmente inicia una mamada fabulosa, que la rinde más excitante por la forma en que acaricia mis bolas. Son minutos de puro placer, siento como la lava caliente de mi semen se alborota en mis cojones, la presión y la temperatura van aumento, le advierto que si sigue así me correré en su boca y ella aumenta la succión y velocidad de sus chupadas y me mira interrogativamente. Apenas logro sacárselo de la boca y exploto en su rostro, la veo que cierra sus ojos y se deja bañar completamente por una serie de borbotones de esperma candente, sus parpados están cubiertos por una película viscosa y perlada de semen que escurre por sus mejillas, baja por su mentón y comienza a gotear sobre sus tetas y luego sobre sus muslos. Aún toda cubierta por mi leche, la veo sonreír complacida. Ahora si que parece una puta de esas de revistas porno, ¡¡Cómo me gustaría fotografiarla así!! Con esos aires de puta caliente, el placer y la satisfacción están dibujados en su rostro.



A tientas alcanza una toalla y se limpia lo mejor que puede, unta algo de mi semen en sus pezones, luego me mira con severidad:



—¡Eres un marrano pervertido!, ¿Sabes? … ¡Te gustan estas travesuras!, ¿Eh? …



—¿Por qué! … ¿Hubieras preferido tragarlo? … ¡Mira que también es bueno para tu piel! … ¡No tiene nada ni de pervertido ni sucio! … ¡Es una cosa de mucha intimidad! … Como cuando te orinas encima …



Se le iluminan los ojos al escucharme, y zalameramente me dice:



—¡Ah!, sí … ¡Ah! … ¡Veamos! …



Ágilmente se levanta precedida por sus enormes tetas y entra en la bañera, con gestos de su mano me invita a meterme en la vasca y a sentarme. Llena la tina hasta mitad con agua tibia, con su pie me hace recostar y se para sobre mí, luego separa sus piernas y descarga toda la orina que aún le quedaba en cuerpo, una lluvia amarillenta, una lluvia dorada que rebota en mi pecho y me baña por completo, disfruto de la tibieza de su meada, ella me observa atentamente, como una tigresa que marca su territorio, sacando de su interior todo su instinto animal.



—¡Cerdo cabrón! … ¡Te inundaré de meados para que huelas a mí! … ¡Me perteneces! … ¿¿No te gusta hacerme tu puta?? … ¡¡Pues yo te haré mi cerdo!! … ¡¡Solo mío!! … ¿¿Te gusta?? …



—¡Vamos, bebé! … ¡Sí qué me gusta! … ¡De ahora en adelante te comportaras como mi puta! …



Me levanto y me siento en la tina, levantando mi cabeza hacia sus piernas, lanzo mi lengua a su coño chorreante y bebo las últimas gotas de su orina con avidez, ella gruñe y gime golpeada por escalofríos, luego se acuclilla en esa agua ahora mezclada y enturbiada por su orina, con sus manos me baña y se salpica el agua sobre sus tetas y sonriendo me dice:



—¡Ahora sí estamos a la par! … ¡Somos dos cerditos pervertidos! …



Nos quedamos a relajarnos, ella se voltea y se apoya en mi pecho, yo tomo la esponja y baño sus tetas formidables, jugando a tirar de sus pezones, ella acompaña mi mano y me deja hacer. Luego de un rato ella quita el tapón de la vasca, nos levantamos y nos aseamos con la ducha de mano, luego ella sale y me alcanza una toalla, luego prende otra y comienza a secarse. Nos volvemos a vestir, ella solo con su bata y yo con mis prendas, debo regresar a casa donde me espera mi esposa. Nos deleitamos con un café reponedor, la miro y la veo aliviada, liberada; cuando estoy a punto de irme me atrae hacia ella y me besa con verdadera pasión, al momento de despedirse me dice:



—Alberto … no sé como lo haces … pero logras sacar la mujer que hay en mi … me haz hecho mujer otra vez … ya no me basta que nos veamos a escondidas … tengo ganas de disfrutar contigo … quiero probar de todo contigo, ¿me entiendes?



Me parecía increíble escuchar de los labios de mi suegra esa especie de confesión, nunca pensé en que ella pudiera transformarse tan radicalmente. Ahora pegada a mí no hacía más que sobajear mi pene y arrimarse a mi cuerpo como una gata en celo, no sabía que responderle:



—Magda … estoy feliz de que sea así … pero debemos ser cautos … Luisa podría descubrirnos …



—¿Y qué más da? … ¿Qué más quiere ella? … ¡Has dicho que la follas tres veces a la semana! … ¿De qué podría quejarse?



Con una cierta picardía y maliciosamente la corrijo:



—Algunas semanas cuatro y hasta seis …



—¡Oye!, ¡Oye! … ¡No exageres! … ¡Tienes que dejar algo para mí! …



Me sonrío ante sus objeciones y la saludo diciéndole:



—No tienes de que preocuparte … hay de sobra para dos … ¡¡Cómo me gustaría follarte junto a tú hija!! … ¡Sería un sueño tenerlas a las dos en mi cama! …



Frunce el ceño y antes de cerrar la puerta me espeta:



—¡Ándate, cerdo! …



Me voy sonriendo y pensando a si sería factible reunirlas a las dos bajo un mismo techo y sobre una misma cama. No es fácil manejar a una mujer sensible e insatisfecha, menos aún si es apasionada y con la menopausia ad-portas, entonces el asunto se complica, pero pienso que mi mujer podría aceptarlo. Debo encontrar el modo justo de meter a estas dos tigresas en la misma jaula.





Ciertamente, Magdalena había cambiado, ahora las reglas del juego las quería poner ella, para mí no representaba ningún problema, pero no quería tener problemas con mi mujer que ya había comenzado a hacerme algunas preguntas que me alarmaban. De hecho, me persigue con llamadas telefónicas, a veces me obliga a inventar coartadas per hacerme ir a su casa a follarla, la siento cada vez mas posesiva, hasta un poco egoísta e insaciable, intenta someterme a sus caprichos cada vez más atrevidos y perversos.



No me estoy quejando de su fogosidad desenfrenada, pero no es cómodo pasar de cazador a presa, no está en mis genes sentirme el ratón, yo soy un gato por naturaleza y me gusta tener mi buena ración de ratas cachondas.



Como a fines de noviembre mi mujer embarazada de nuestro segundo hijo se fue a pasar el último mes antes de dar a luz a casa de su madre, ya lo había hecho con su primer embarazo, así que estaba todo dentro de la normalidad. Realmente nos transferimos todos a casa de mi suegra. Yo estaba más preocupado de mi mujer, ya que había experimentado algunos problemillas durante el embarazo y lo único que deseaba era que mi hijo se nos uniera pronto y por supuesto saludable y sin agobios ni para él ni para su madre. Me refiero a “él”, porque todos sabíamos ya, que nos nacería otro niño.



Me había tomado una licencia de dos semanas para acompañar a mi mujer y de hecho, pasaba todo el tiempo posible junto a ella en la clínica. Cosa que molestó un poco a Magdalena y me lo hizo saber sin medias palabras. Me pareció inapropiado que ella me celara justo ahora que estaba por nacer mi segundo hijo y me alejé de ella para no darle más importancia al asunto.



A decir verdad, no me gustó mucho la situación, sin embargo, al cabo de unos días ella cambió su táctica y comenzó a comportarse más cortes y hospitalaria conmigo, aunque mantenía su distancia y esa cierta frialdad. Ella es muy altanera, en sus tiempos fue gerente de una importante empresa, así que está acostumbrada a mandar y a ser obedecida, pero en casa sabía ser dócil y complaciente con los suyos. Había acumulado una pequeña fortuna gracias a afortunadas inversiones en valores y se había retirado joven.



Recién el pasado mes habíamos celebrado sus cuarenta y tres años, sus cabellos comenzaban a mostrar sus primeras canas, pero las disimulaba muy bien tiñéndose algunas mechas de rubio que le asentaban muy bien en su piel blanca. Estaba siempre bien peinada y maquillada ligeramente, sus labios de un rojo intenso y semi abiertos en perenne provocación. Siempre vestida con finos trajes de los mejores estilistas, zapatos de tacón alto y carteras o bolsos a juego con su atuendo, se puede decir que era refinada y elegante. Todo lo contrario de mi que vivía corriendo de juzgado en juzgado para seguir mis causas, por lo que simplificaba todo vistiéndome con jeans, una chaqueta liviana y unos Skechers ligeros.



Esa noche cenamos juntos a mi pequeño hijo, hablamos de mi esposa y su parto inminente, de la familia y los planes a futuro. Yo estaba realmente cansado y lo único que quería era irme a la cama, al día siguiente debía regresar a la clínica. Me levanté agradeciendo la cena y me fui a mi cuarto, apenas me acosté me quedé dormido profundamente y me despertó mi celular temprano en la mañana. Rápidamente me fui a la ducha, bajé a tomar una taza de café y luego escapé otra vez a la clínica donde estuve todo el día, afortunadamente mi señora no había presentado malestares y se la veía muy bien, tranquila y contenta de verme a su lado con tanta premura y afecto.



Me retiré muy cansado otra vez y me fui a casa. Toqué el timbre y esperé que mi suegra viniera a abrirme. Ella abrió, cerró la puerta, me dijo a baja voz que mi hijo dormía y luego se acercó a mí, me rodeó el cuello con sus brazos e inesperadamente me besó en la boca. Me dio un beso que a todas luces no era un beso casto, sino que metió su lengua en mi boca y me estrechó a sus tetas, mientras levantando una de sus piernas, restregó su muslo sobre mi pija que, debido a la larga abstinencia, inmediatamente comenzó a cobrar vida propia.



No podía liberarme de tan sensual abrazo, sentía su ingle y su vientre pegaditos al mío y la sentía vibrar. Era una dulce agresión sexual. No podía pensar ni sabía que decir, ella me aferró aún más fuerte y realmente me aprisionó en sus brazos. ¿Qué se suponía que debía hacer? ¿Liberarme violentamente? ¿Y luego qué? No tenía ganas de utilizar mi fuerza, estaba agotado, me impresionó su fuerza y agresividad. No quería nada que arruinara mi relación con ella. Entonces me entregué como un corderito al sacrificio, la abracé y le devolví su beso cachondo a boca abierta, uniendo mi lengua a la de ella y saboreando y gozando su tibia saliva. Estábamos entrelazados en un verdadero beso de amantes, solo entonces sentí un ligero aliento a trago. Probablemente había estado bebiendo para darse el coraje de asaltarme sin saber cual sería mi reacción. Estábamos con las bocas pegadas estrechando nuestro cuerpos, su pelvis empujaba potente contra mi pija que continuaba a engruesarse dentro de mis pantalones. Después de casi dos meses de pajas y mamadas de mi esposa, ya que no me dejaba follarla, mi verga se pronunció en toda su gloria y majestad ante las caricias de mi suegra.



Ella sin darme tregua, se abrazaba apasionadamente a mí y comenzó a direccionarme hacia su habitación, caminamos como en un vals, nuestra música eran nuestros gemidos y resoplidos candentes, no sé cómo llegamos hasta allí, pero ella me empujó suavemente y me vi recostado en su cama con ella encima de mi que restregaba todo su cuerpo ardorosamente al mío. Sus labios no se despegaban de los míos, mi rostro estaba humedecido con su saliva y yo me imaginaba todo pintarrajeado con su lápiz labial color Ferrari. Su empuje y fuerza no disminuían, tiró de mi corbata y comenzó a desabrochar los botones de mi camisa. Tampoco supe en que momento me había aflojado el cinturón de mis pantalones y abrió la cremallera, solo sentí su mano metiéndose bajo mis boxers para aferrar mi pija endurecida como el granito. Me provocó una extraña sensación sentir sus deditos alrededor de mi polla y deslizarse hasta envolver mis cojones, había una cierta necesidad en ella de adueñarse de mi verga, cuando lo logró, me apretó con sus tetas a la cama y con un chillido me mordió la nariz. Tal vez ella se estaba repagando porque no lo habíamos hecho ya desde casi un mes, estaba tomando posesión de lo que consideraba suyo y yo no tenía voluntad ni fuerzas para oponerme, así que la dejé hacer, además que con la pija así de dura, no había modo de protestar. A todo esto, ella continuaba a desvestirme con ímpetu, deslizó mi pantalón junto a mis boxers y rápidamente me los sacó, la camisa voló por los aires, su sostén ya había volado y las bragas sufrieron el mismo fin. Me la encontré desnudita solo con sus medias rojas autoadherentes y sus pezones aplastando los vellos de mi pecho


Continuará

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heranlu

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La Madre de mi Esposa, Mi Suegra – Capítulo 05


La situación era deliciosamente erótica, ella una verdadera tigresa y yo el ciervo con mi garganta destrozada y pronto a ser devorado por este feroz animal, como dije anteriormente no me iba mucho esta situación, pero mi nobleza y debilidad del momento, le permitía hacer todo lo que quisiera de mí.



Abrí mis ojos y la vi que me miraba con ojos lujuriosos y lucientes, sus pechos se bamboleaban a centímetros de mí y ella esperaba un movimiento solo para abalanzarse sobre la presa y darme la mordida final, me dominaba, ella era la cazadora. Luego levantó su mano y sus ojos se fueron a mi pija que parecía haber crecido y engruesado a un tamaño enorme, sus ojos se abrieron complacientes. Madre natura me ha regalado una pija de proporciones superiores a la media, a veces mi mujer se queja de que es demasiado grande, pero igualmente se mete a saltar empalada en ella. En poco tiempo ella se puso a horcajadas sobre mí, se inclinó a chupar mi polla, lo hizo con mucha avidez y entusiasmo, desde mi posición podía ver sus rizos teñidos subir y bajar a toda velocidad sobre mi miembro.



Me la chupó con la habitual destreza, ella sabe como dar placer a un hombre y controlarlo por intermedio de sus bajas pasiones. Sus labios envolvían delicadamente mi cabezota amoratada, el masaje y la succión eran mesurados, esto me provocó una especie de relajo y toda la tensión que había en mi se disipó. Esto me permitió erguirme y disfrutar de sus exuberante belleza de mujer, así arrodillada sobre mi polla, podía apreciar esos pechos pesados que golpeaban con sus pezones mis velludos muslos, su sinuosa espalda con esos hoyuelos dibujados bajo su cintura, la redondez de sus nalgas albinas y el surco delicioso entre ellas. Su rizada cabellera rubia seguía en un ritmo acompasado a libar de mi tronco enhiesto, como una mariposa que extrae el néctar de una flor. Sus medias se veían muy excitantes envolviendo esos maravilloso muslos de ella.



Me chupó en modo magistral y no pude aguantar más, me calmé un poco y la deje disfrutar, pero sin mediar aviso, exploté en un potente chorro de esperma. Sentí como se estremeció y emocionó al sentir mi tibia leche, aferró mi pene con sus dos manos y comenzó a ordeñar mi pija mientras succionaba todos los borbotones que de él salían. Le gustó y tragó todo, esta vez ni siquiera una gota se escapo de sus labios. Agarraba mi pene como una poseída y siguió chupándolo enfebrecida, cuando se dio cuenta de que ya no salía ninguna gota más de mi verga, se puso a limpiarlo con su lengua por todo alrededor. Había sido una de las mejores mamadas de mi vida. Me miró con ojos brillantes de satisfacción:



—¿Te gustó? … ¿O no? …



Desnudo en la cama y todavía con algunos tiritones en mi cuerpo, solo asentí con mi cabeza. La pregunta era del todo retórica, por supuesto que una mamada de esas ya la quisiera uno todos los días, lo hizo solo para afirmar su posesión sobre mí. Demostrar mi debilidad y que en esta lucha la vencedora era ella. Tenía un aires de suficiencia, sonriente y triunfante. Yo estaba a su merced, me miró a los ojos y me dijo:



—Para que sepas que solo yo puedo mamar tu pija así … nadie más que yo …



De repente me sentí otra vez como un ratón acorralado por la gata feroz y famélica. Me dio rabia. Me sentí menoscabado ante la exuberancia de esta mujer madura. No podía seguir haciendo la parte del ciervo, me levanté en forma enérgica, la aferré por los hombros y la lancé a la cama sobre sus espaldas, me posicioné entre sus piernas y se las abrí en modo autoritario, levanté sus largas piernas hasta tocar sus tetas. Era muy sexy para mí ver sus enormes tetas aplastadas en su pecho, abrí sus piernas y me abalancé a chupar y lamer esos protuberantes pezones obscuros, ella chilló y colaboró abriendo aún más sus piernas. Su concha se desplegó en toda su belleza mostrando los hinchados labios mayores y su delicada carne rosácea empapada con su fluidos y lanzando lucientes destellos como si fueran de fuego. Metí mi lengua en ese horno candente y delicioso, mientras mis manos se apoderaban de sus pezones. Ella tiene sus pezones hipersensibles, la sentí chillar y menear su pelvis con su rostro desfigurado en una mueca de placer y lujuria. Sentí que la balanza se compensaba y esta vez se inclinaba a mi favor, la estaba devorando, succionando sus fluidos, placando mi sed de su ser femenino, hurgueteando su coño y lamiendo su estrecho ano. La batalla estaba teniendo otro vencedor ahora.



Empezó a revolcarse en la cama tironeando de mis cabellos, se retorcía, chillaba y su cuerpo estaba encabritado en espasmos demenciales de delicioso goce. La observé un poco preocupado y, también un poco divertido, esta era la primera vez que la veía así, su reacción era inusual, ya no era la ejecutiva reservada y empoderada, era solo una cachonda mujer. Abrió sus ojos y en susurro ronco me dijo:



—¡Fóllame! … ¡Fóllame como nunca lo has hecho! … ¡Fóllame fuerte! … ¡Me tienes loca! … ¡Te deseo dentro de mí! …



Sin esperar una respuesta de mi parte, se llevo sus manos a su chocho y abrió sus grandes labios de par en par mostrándome lo mojada que estaba. Apenas me acomodé encima de ella, con una mano aferró mi pija y la tironeo guiándola hacia su cuevita empapada. Todo lo que tuve que hacer, fue hundir mi polla en su encharcado coño abundantemente lubricado. Después de la mamada mi verga seguía dura y después de las chupadas y lametones a su coño ella estaba excitada y deseosa de ser penetrada. Embutí mi pene muy adentro de su vientre, ella me rodeó con sus piernas suavemente y sentí de estar inmerso en una nube de exquisita dulzura que contrastaba con la fiereza de su comportamiento anterior, ya el rol de cazador lo tenía otra vez yo.



La mujer que yacía inerme bajo de mi quería ser dominada y poseída, ya no había durezas ni angulosidades. Se entregaba sumisa. Ella sabia ciertamente asumir su rol de cazadora y su rol de presa. Sabía gozar y hacer disfrutar a los hombres, era una verdadera mujer. Gemía y ronroneaba bajo de mí, ya no era la tigresa, se había transformado en una gatita gozadora.



Acogió mi pija encorvando su espalda, mientras la penetraba dulcemente, sus piernas envolvieron mi cintura y se apretó a mí experimentando un inmenso placer, después de tres años de viudez, su coño se había achicado y apretaba estrechamente mi verga que se movía con agilidad dada su abundante lubricación. Su conchita era de felpa y parecía mimar mi pija con su envolvente calidez.



Mientras yo la follaba ella se masturbaba para incrementar su placer, estábamos saboreando el momento cada uno de un modo diferente. Prácticamente mi pene solo estimulaba su lascivia y lujuria, muy luego comenzó a correrse y a ratos me besaba y apretaba y en otros continuaba a masturbar su coño que se contraía enérgicamente alrededor de mi pija. No podía resistir mucho con toda esa estimulación, sentí mi semen comenzar a brotar, me detuve abruptamente y la miré, ella se estremeció al sentir la tibieza de mi esperma, me miró con ojos casi suplicantes diciéndome:



—¡Por favor, no! … ¡No te detengas! … ¡Dámela toda! … ¡Córrete en mí! …



Con largas y profundas penetraciones, retomé mi ritmo, esta vez ella solo se abrazó a mí y comenzó a temblar con veloces espasmos pélvicos y contracciones de su coño, me corrí en un caudal de esperma y me descontrolé inyectando mi semen profundamente en su acogedora vulva. Empujé con todas mis fuerzas, más y más rápido, mi pija pareció crecer todavía más deslizándose y llenando por completo su coño. La follé sin piedad hasta que mis embestidas tocaron su matriz y mi semen se esparció dentro de sus rosadas entrañas. Ella gemía de placer apretada a mi cuerpo, me araño la espalda y mordió mi hombro mientras bufaba sollozando de lujuria, cada empuje venía acompañado de un chillido y retorcijones de su chocho que comenzaba a rezumar semen.



Me excitaba ver su rostro congestionado en una mueca de exquisita agonía, sus ojos cerrados y su boca como queriendo expresar un mudo alarido que nunca emitió. Ella continuaba a apretarme y a jadear, yo continuaba a follar su coño encharcado, excitado por el orgasmo infinito que ella experimentaba. Luego nos quedamos quietos, solo nuestras afanosas respiraciones llenaban el cuarto y apagaban cualquier otro ruido. Estábamos sudados, estábamos unidos por nuestros sexos, estábamos agotados de amarnos, estábamos en un mundo que era solo para nos dos. No sabía si la había lastimado o no, ella vibraba perdida en el limbo de su placer y ambos continuábamos con nuestros guturales sonidos animalescos, nos habíamos poseídos como macho y hembra de nuestra especie animal y me derrumbé a su lado.



No se cuanto tiempo transcurrió, pero ella rompió el silencio acuchándose a mi cuerpo y susurrando cerca de mi oído:



—¡Que hermoso es tenerte de nuevo en mí! … ¡Podría apostar que no pensabas de estar follando a tú suegra! …



Levante la cabeza y la miré a los ojos:



—Nadie folla como tú … no puedo imaginar a nadie cuando estoy contigo … acaparras todos mis sentidos y monopolizas mi mente … no hay cupo para nada más que para ti … puedes ver que mi polla continua dura y eso solo tú lo logras … quiero poseerte infinitas veces …



—¿Pero sueñas con tenerme a mi y a mi hija juntas? …



—Desde que conocí a Luisa, ella me hablaba de ti en modo orgulloso … eres un orgullo de mujer para tu hija … aún antes de conocerte me sorprendiste y me gustaste por el modo en que tú hija hablaba de ti … después … esa primera vez que te vi fue inolvidable … había mucha clase y elegancia en ti … te veías poderosa y empoderada del mundo … opacabas … aunque a tú marido, que en paz descanse … sigues siendo esa mujer excepcional … y sigues gustándome …



—¿Pero pensaste alguna vez en que follarías conmigo? …



—A decir la verdad … no te mire sexualmente al principio … pero al cabo de un breve tiempo me di cuenta de que emanabas fuego … tu aura hacía subir mi temperatura y, más de una vez imagine de follarte cuando lo hacía con tu hija … ella es un clon tuyo … quizás tus senos son más grandes que los de ella … pero cuando está embarazada te supera en la talla de su sostén … me encantan las tetas tuyas y las de tu hija …



—¿Solo nuestras tetas? …



—¡Por supuesto que no! … son muchas las coincidencias que hay entre tu y ella …



—Sabes que una vez le comenté a Luisa sobre ti y le dije … “Hija tú marido me gusta mucho” … me miró y lanzó una carcajada … luego se alejó mirándome intrigada … no se si me creyó o no me creyó … pero yo si me imaginé teniendo sexo contigo … claro que esto no se lo dije … ¿Te imaginas lo que hubiera pensado de su madre? …



—Quizás le metiste la fantasía del trio … creo que te aceptaría a ti en nuestro lecho …



—¿Tú crees? …



—No hay modo de estar seguro … pero lo averiguaré apenas se recupere de su parto …



—¿Y cómo lo harás? …



—Mientras tengamos sexo … debo esperar el momento oportuno … te haré saber …



—Ahora la fantasía me la has metido tú a mi …



—¿Solo la fantasía? … mira como está mi pija de dura …



—¿Me quieres meter también tu coso tieso? …



—¡Estás toda mojada! … ¡Será como un resbalón! … ¡Entrará solita! …



—Tu la tienes muy grande y siempre me dejas el coño hecho un desastre … ¡Me duele! …



—¿Y que hay de tu culito? …



—Sí … ¿Pero me dejas hacerlo a mí modo? …



—¡Pues claro! … muéstrame cual es ese “A tú modo” …



Magdalena sonriéndome se enderezó y me montó a horcajadas dándome la preciosa espalda blanca y lisa, luego tomó mi pija la untó con fluidos de su coño, se metió dos de sus dedos bañados en los mismos líquidos delicadamente en su trasero, para después apuntalarlo contra su pequeño orificio y con el peso de su cuerpo lo hizo entrar en su apretado trasero, centímetro a centímetro mi pija se hundió como un torpedo de carne en su maravilloso culo, ella movió sus caderas y se sentó en mi verga, para luego estirar sus piernas hacia adelante y dejarse caer suavemente hacia atrás, pase mis manos por su torso y me apoderé de sus senos, sus pezones estaban duros y sus tetas esponjosas, la sentí gemir cuando termino de acomodarse extendida sobre mi pecho y mi pija profundamente enterrada entre sus glúteos, giró como pudo su cabeza y beso mis labios:



—Ahora fóllame … lento y suave … hazme sentir tu pija … pero no me hagas daño … ¡Vamos! … muéstrame cómo lo haces … hazme sentir como una puta caliente, tesoro … como a ti te gusta …



Gracias a mi juventud mi miembro estaba durísimo y hundido profundamente en su trasero, la tomé por sus caderas y comencé a follarla con suaves y lentos embistes, haciéndole sentir toda la longitud de mi pene en su estrecho recto. Magdalena gemía y a un cierto punto con sus piernas separó las mías, acomodándose ulteriormente haciendo una especie de movimiento de vaivén sobre mi pija que entraba y salía de su culo haciéndola chillar con cada empuje de mi polla.



¿Cómo es que la madre de mi esposa logra calentarme tanto? No tengo una respuesta, pero me encanta follar a esta mujer madura que sabe gozar y tomar lo que quiere. Follé sus posaderas en esa posición por largo rato, besando su cuello, sus lóbulos, mordisqueando sus orejas y susurrándole palabras cachondas que sé que a ella le gustan. Después de un rato y mientras abarcaba sus tetas con mis manos, ella me dijo:



—Empuja mi espalda … ayúdame a sentarme …



Hice lo que me pidió y quedo sentada empalada en mi verga, luego sin quitar mi pija de su orificio anal, comenzó a girarse hasta quedar vuelta hacia mí, lo que me permitió una mayor libertad para jugar con sus pezones, tironearlos, lamerlos, chuparlos y mordisquearlos, además, la vista de esos enormes pechos era un incentivo más para follarla con fogosidad renovada, cosa que ella agradeció abrazándome estrechamente y comenzando a temblar y a intentar morderme, mientras empujaba su culo sobre mi verga. Cuando sus espasmódicas convulsiones cesaron, ella calmadamente levantó sus glúteos de mi polla tiesa y se colocó a cuatro patas sobre la cama:



—Házmelo a lo perrito … llena mi trasero con tu leche … ¡Vamos! …



No me hice repetir la cachonda oferta y rápidamente me coloqué detrás de ella que con sus manos abría sus glúteos para mí mostrándome su esfínter redondeado y amoldado a mi pija, no ofreció ninguna resistencia al momento de volver a penetrarla, luego tome sus caderas y comencé un enérgico movimiento de mete y saca que la hizo enroscar sus dedos y atrapar las sábanas con fuerza echándose hacia adelante y apoyando su cabeza en una almohada

Continuará
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heranlu

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La Madre de mi Esposa, Mi Suegra – Capítulo 06

Las medias rojas se habían ido bajando y ahora estaban enrolladas a la altura de sus rodillas, me excitó mucho la vista de su culo con esa forma perfecta de corazón, sin duda sus posaderas eran todo un esplendor, un hermoso trasero para una mujer de su edad. Su espalda se arqueó y volvió a convulsionar:



¡Oooohhhh! … ¡Ooohhh! … ¡As-si mme gu-ustaa! …



Bombeé su trasero con mayor vigorosidad, insensible a sus chillidos y gemidos, hundiendo mi verga con profundos golpes que a veces la hacían gritar. El todo como una deliciosa maldad al sentirla berrear como un animal herido, con sus manos hacia atrás engarrotadas tratando de detenerme sin pedirlo verbalmente y sin oponerse en modo alguno a mis potentes empujes contra sus nalgas. No podía ver su rostro ya que lo mantenía escondido en la almohada, pero bufaba y resoplaba moviendo sus nalgas contra mi pija.



Me pareció que gritaba de dolor y de placer, me giré a ver nuestro reflejo en el espejo del armario y pude notar que su boca estaba en una mueca de goce en las postrimerías de su nuevo orgasmo y, sus nalgas se agitaban con los continuos golpes que le procuraba a su trasero, sus ojos estaban cerrados y sus labios de rojo intenso hacían ver que sus blancos dientes estaban mordiendo la almohada. Las persianas estaban abiertas y se filtraba la iluminación de la calle. Una cuadras más allá estaba mi mujer a punto de abrir sus piernas para dejar salir a nuestro hijo y aquí en la habitación de mi suegra estaba yo perforando sus nalgas abiertas de par en par. La situación era un tanto bizarra. Ella gemía cada vez más fuerte, resoplaba y berreaba en señal de que le complacían mis fuertes embistes a su culo y, por tercera vez, mi orgasmo hizo vibrar el cuerpo esbelto de mi suegra inundando su recto cálido con mi esperma abrasador.



Saqué mi pija chorreando borbotones de semen que escurrieron por su glúteos y nalgas hasta que comenzó a humedecer sus rojas medias. Ella se tocaba su clítoris frenéticamente y casi al mismo momento tuvo un orgasmo furioso, dejando escapar unos gruñidos y chillidos animalescos, después de que se derrumbó sobre la cama con sus boca jadeando por aire fresco. Yo me derrumbé a su lado con mi pija goteando sobre su muslo. Nos quedamos ambos quietecitos, sin decir nada, solo respirando afanosamente. Me sentía cansado después de esta larga follada, esperé de recuperar mi respiración acostado a su lado. Magdalena se había quedado dormida profundamente por el cansancio y probablemente por el alcohol que había bebido precedentemente, la miré con su cabellera sobre la almohada. Ya no era una niña, pero si una bella mujer. Su maquillaje se había arruinado con los arrumacos de ambos, pero su expresión era impagable, era de una mujer feliz y satisfecha. Silenciosamente salí de su cuarto y me fui al mío, yo también necesitaba un poco de descanso.



A la mañana siguiente me despertó un ruido proveniente de la cocina, mi suegra hablaba y atendía a mi hijo pequeño. Me costó un momento salir del limbo donde me encontraba y enfocar mis ojos borrosos. Entonces comencé a recordar lo que había sucedido la noche anterior. Me levanté y caminé somnoliento hacia la cocina. Mi suegra acababa de preparar el desayuno, levantó su vista y pude darme cuenta de que estaba ofuscada por algo. Su mirada un tanto fría y con un dejo de indignación. No entendí el por qué, pero me dio rabia y controlé mi ira solo por la presencia de mi hijo pequeño. Me confundía su modo de actuar; anoche me había buscado y se había entregado a mí por completo. Ahora me trataba en modo displicente, hasta con un cierto desprecio. Nos sentamos el uno frente al otro sin decir palabras. Nada hacía pensar en que anoche nos habíamos solazado sexualmente ambos. Me refugié en mi esquina igual que un boxeador. Cuando terminé mi café ella rompió el silencio:



—¿Te gustó nuestra reunión de anoche? …



Me anduvo descolocando un poco, así que respondí balbuceante un lacónico:



—Sí …



—A mí también y … me gustaría hacerlo de nuevo … si es que tú quieres …



—Sí, me gustaría … pero …



—Sí, lo sé … Luisa está todavía en la clínica y en unos días más saldrá … por lo mismo que me gustaría estos pocos días que nos quedan para aprovechar y hacerlo todos los días … ¡Ah!, y esto debe quedar solo entre nosotros … no quiero que mi hija se entere de nada …



—Para mí está bien …



Me sonrió complaciente al ver que quien daba las indicaciones era ella y yo solo obedecía. Me levanté para ir al baño a ducharme y ella me pregunto:



—Alberto … ¿Cómo quieres que me vista esta noche? …



Realmente mi cabeza estaba ya en mi señora y la clínica, así que no entendí su pregunta, ella me miro impaciente y agregó:



—¿Prefieres una tanga o un babydoll, o solo una enagua? …



—¡Ah!, bueno … yo sé que tienes algunos teddys … con unas medias negras … ya eres hermosa y te verías aún más linda …



Me volvió a sonreír y luego concluyó:



—Está bien … ahora ve donde tú mujer … me la saludas … yo me encargaré del niño …



Me quedé en la clínica todo el día, el tiempo se me hizo interminable, pensaba en mi suegra en paños menores, luego miraba el rostro de mi mujer, son muy parecidas. Claro ahora mi mujer tienes unos pechos desbordantes debido al embarazo, normalmente son más pequeños que los de mi suegra, la maternidad le había dado algunos cambios aumentando sus formas generosamente. Sus pechos plenos ahora estaban llenitos de leche para nuestro hijo, su sostén humedecido, delataba como el líquido materno escapaba por sus pezones, me excitaba verla así, más de una vez le pedí que me dejara chupar sus tetas engrandecidas, pero me lo había negado por miedo de que alguien nos pudiera descubrir, además, que al igual que su madre, sus pezones son hipersensibles y ella se excita con mucha facilidad, pero me pidió que la acompañara al baño, donde procedió a darme una mamada magistral. Se ve que está en sus genes, es una inigualable mamadora al igual que su madre. Solo que su madre la superaba de mucho, no pude evitar de hacer la comparación mientras tragaba mi semen. Rasgó un poco de papel higiénico y se limpio la boca, un hilillo de semen le había escurrido por la comisura de los labios, me miró sonriendo:



—¡Qué buen sabor! … Creo que podré resistir sin comer nada más hasta la hora de almuerzo …



A media tarde el personal de la clínica me dijo que la visita había terminado, así que me fui a casa. Estaba empezando a obscurecer cuando toqué el timbre, mi suegra mi abrió y me dijo:



—El niño ya duerme … ¿Por qué te demoraste tanto? …



Después de eso se abalanzó entre mis brazos y comenzó sus fogosos avances, la abracé, ella vestía su bata y pude entrever los encajes del Body de color negro, no pude retenerme y abrí su bata, lucía preciosa con su Teddy color negro con ribetes azules y con la abertura de sus piernas muy en alto, mas arriba de su cintura, las medias negras de red también se veían muy eróticas. ¡¡Me había obedecido!! La abracé y puse mis manos en su generoso trasero, sus nalgas prácticamente estaban desnudas, animado por su belleza, puse mis manos en sus pechos traslucidos bajo la prenda trasparente. Me miró y acompañando mi mano con la suya sobre su teta derecha, me dijo:



—No tengo ni sostén ni bragas! …



—¡Y así deberías andar siempre! … ¡Nadie se daría cuenta! …



—Pero yo sí …



—Pero es solo cosa de costumbre … después de un rato ni menos tú lo notarías …



Me miró con un poco de desdén, y agregó:



—¿Y quien podría obligarme a andar sin bragas y sin sostén? …



—Yo … yo te obligaría a andar sin nada debajo … para que sientas que es caminar por la ciudad sin tus paños menores …



—¿Estas loco? … ¿Qué pensaría la gente de mí? … ¡Todos me conocen! …



—Pues, nadie lo sabría … solos tú y yo …



Mientras le hablaba, le acariciaba el coño sobre su Body, metí mis dedos entre sus piernas y desabroché los broches y su coño desnudo lo cubrí con mi mano, ella gimió sintiendo su piel expuesta. Sin decir palabras bajé el cierre de mis pantalones y tiré fuera mi pija, colocándola entre sus piernas desnudas. Estábamos en la sala y la empujé hacia la mesa del comedor. La misma mesa donde habíamos cenado tantas veces en compañía de mi esposa, la levanté sentándola al borde y empujé suavemente mi verga dentro de su coño abundantemente mojado.



—¡Hmmmm!, cariño … eso se siente muy rico … ¿Me vas a tomar aquí en el comedor? …



—Sí … luego lo haremos en la cocina … el baño … en la terraza … te follaré en todas las habitaciones de la casa …



—¡Oh!, Ssiii … házmelo por toda la casa …



La hice recostar sobre la mesa, yo de pie, levanté sus piernas y las apoyé en mis hombros, luego tiré de su culo para penetrarla profundamente. Tal cómo la noche anterior, la follé con enérgicos empujes hasta tocar el fondo de su coño. Escuché pequeños chillidos de dolor y a ratos como si quisiera hacerles el quite a mis estocadas profundas, pero no la solté ni un solo momento, luego sus gemidos eran solo de placer. Caliente como estaba, el roce de su estrecho chocho, me hizo correrme y comencé a llenar su barriga de semen, ella se aferró y tiró de mis manos para empujar su concha contra mí pelvis, casi en sollozos:



—¡Fóllame! … ¡Lléname! … ¡Préñame! …



Le llené su chocho de crema caliente, inmediatamente después se la quité y le prohibí que se limpiara o que cubriera su coño. Así cómo estaba nos fuimos a la cocina y ella me sirvió la cena, mientras cenábamos ella me decía que mi semen le escurría por sus muslos y piernas, yo le repetí que no se atreviera a limpiarse, de tanto en tanto cuando ella se levantaba a traer un nuevo plato, le metía mis dedos en su chocho para ver qué tan mojada estaba y ella juntaba sus piernas un tanto avergonzada. Cuando trató de protestar, la miré con aire severo y la apunté con un dedo:



—¡Cállate! … ¡Solo obedéceme! …



Bajo su cabeza y continúo caminando por la cocinas con su coño rezumando semen. Me estaba dando cuenta de que su altanería no era tal, lo hacía solo para ocultar su docilidad y me prometí que me aprovecharía de ello, apenas despejó los platos de la mesa de la cocina, empujé su cabeza para que apoyara sus tetas sobre la mesa, me abrí el cierre de los pantalones y mi pija estaba pronta para penetrarla otra vez, en esa posición se aferró a los costados de la mesa y recibió toda mi polla que chapoteó en su encharcado coño lleno de esperma.



Pasamos parte de la velada follando sobre su cama, había puesto sabanas rojas, lo hicimos en la clásica posición a lo misionero y luego ella me montó a mí. Me encantaba mirar su rostro al momento de correrse, además, no me recordaba de haberla visto asi de caliente en otras ocasiones, cosa que me intrigaba no poco. Mientras nos reponíamos abrazados le pregunté:



—¿Por qué me dijiste “Préñame” cuando te follaba sobre la mesa? … cuando sé por tu hija que te sometiste a una ligadura tubárica hace muchos años atrás …



—Simple … quiero un hijo tuyo … así que fui a que me desligaran las trompas … y como estoy ovulando … quise que me follaras todos estos días … y así quien sabe … podría ocurrir que …



—Pero estás loca … ¿Cómo se te vino a la cabeza semejante barbaridad? …



—Le has hecho dos bebés a mi hija … ¿Por qué no puedes hacerme uno también a mí? …



—¡Mujer loca! … ¡Yo estoy casado con tu hija! … ¡Tú eres mi suegra! … ¿Entiendes eso? …



—Yo conozco a mi hija mejor que tú … estoy segura de que ella me apoyará … yo hablaré con ella … tú no debes intervenir en cosas nuestras …



—¿Y crees que Luisa lo aceptará de buenas a primeras? …



—Estoy completamente segura … la conozco y se que querrá un hermanito … para que juegue con vuestros propios niños



—No sé … a mí me parece la cosa más loca que he escuchado de ti últimamente … pero a decir la verdad la idea no me desagrada …



—Será lo más hermoso que harías por mí …



—Había que quebrar algunos huevos para hacer esta tortilla, ¿lo sabes? …



—No me hables crípticamente … exprésate claramente, por favor …



—Quiero decir que deberemos confesar a tu hija lo nuestro …



—¿Y tú piensas que ella no lo sabe? …



—En realidad no lo sé … a menos que tú le hayas dado a entender algo …



—Alberto … ella es una mujer … nosotras tenemos intuición femenina … y sé que ella lo intuye … aún cuando no lo manifieste … por eso estoy segura de que entenderá mi punto de vista …



—¡Umh! … ¡Sí tú lo dices! …



No me quedé para nada tranquilo pensando en que pudiese preñar a Magdalena, pero mi orgullo de hombre me decía que estaba bien que mis genes se multiplicaran en estas dos bellísimas hembras, de todas maneras, la situación misma me impidió de seguir follándola, había muchas cosas por aclarar en esta bizarra idea de ella.
 

draco22

Pajillero
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muy bueno que se venga el trio rikisimo
 
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