La Historia De Hugo capitulo 2

roman74

Pajillero
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Como supondrán, mis compatriotas todavÃ*a me estarán esperando: las dejé irse y esperé ansioso una hora en casa haciendo tiempo para seguirlas. Cuando llegué a la playa en cuestión, me pasé una hora más recorriéndola, sin ver rastro de las tres chicas. Ya casi estaba a punto de regresar a casa con el rabo entre las piernas cuando me acordé de que Carmen me habÃ*a llevado una vez a una pequeña cala, sólo separada por unas rocas de esta playa, que solÃ*a estar semivacÃ*a pues era de difÃ*cil acceso.
Me encaminé presuroso con la corazonada de que las encontrarÃ*a allÃ*. Era lógico, supongo que la propia Alba la sugerirÃ*a como lugar ideal para estrenar por primera vez un bikini en público: era mucho más tranquila, y nunca se aventuraban los mirones de playa, que tenÃ*an un mar de carne en topless al otro lado para disfrutar.
Efectivamente, la cala estaba ocupada únicamente por ellas y una pareja mayor con un enorme perro negro de raza indefinida. Alba palideció un poco cuando se percató de mi presencia. Aunque Carmen y Raquel hacÃ*an topless, por supuesto yo sólo tenÃ*a ojos para ella. Llevab
a puesto un bikini verde con dos triangulitos que eran generosos en descubrir carne de sus enormes tetas por los tres lados, y que por supuesto, no podÃ*an disimular del todo sus enormes pezones. La parte de abajo, sin ser tanga, era un triángulo que pugnaba por introducirse en su canalillo, y la parte delantera hace dos semanas hubiera mostrado los bordes de la mata de pelo que le recorté.
Aún asÃ*, hacÃ*a lo posible por no quedar a mi disposición, por Carmen no me importaba, pero no sucedÃ*a lo mismo con Raquel. Ni siquiera pude tocarla para ponerse bronceador porque ya estaba embadurnada, me tenÃ*a que conformar con mirarla y disimular mi incipiente erección. Carmen sugirió tomarnos una baño, pero Alba dijo que no venÃ*a porque sabÃ*a que Raquel no se podÃ*a bañar. Al final yo si me apunté sólo para aflojar un poco mi calentura con el agua de mar.
Pero el hambre agudiza el ingenio: urdÃ* un plan para conseguir pillarla separada de sus amigas. SabÃ*a de su afición por el agua, compartida con su novio, y habÃ*a notado que a ella le apetecÃ*a bañarse, sólo se lo impedÃ*a mi presencia, por lo que la solución era ausentarme. TraÃ*a un termo con agua dentro de la mochila, pero no les habÃ*a comentado nada a ellas, por lo que me ofrecÃ* solÃ*cito para ir a comprar a un chiringuito de la otra playa un poco de agua fresca: mi plan era esperar agazapado en las rocas a que Alba se encaminara al agua y regresar súbitamente fingiendo haberme olvidado del termo.
Apenas tuve que esperar un minuto desde que desaparecÃ* de la vista de las chicas para que Alba se levantara, y además sola. Regresé rápidamente, murmuré la consabida excusa y fingÃ* algo de sofoco por haber subido las rocas bajo aquel implacable sol, asÃ* que me encaminé al agua a refrescarme, acompañado de algún que otro comentario gracioso de las otras chicas referente a mi memoria.
Estaba nadando despacio a unos 10 metros del señor mayor, ni siquiera se percató de mi presencia hasta que me encontraba casi al lado, por lo que, cuando quiso darse cuenta, la conseguÃ* asir por las caderas debajo del agua. Al principio forcejeó tÃ*midamente, pero dejó de hacerlo cuando se percató de que el señor mayor miraba hacia nosotros (su sentido de la vergüenza volvÃ*a a jugar a mi favor). Ante su pasividad, mis manos pudieron entrar dentro de su bikini y comenzar a estimular su clÃ*toris para preparar el terreno a lo inevitable.
Fue muy sencillo apartar el bikini y comenzar a penetrarla desde atrás, situándome entre sus piernas. Por primera vez mi pene se encontraba alojado en el lugar que más habÃ*a ansiado desde que habÃ*a llegado a España, su fuerza y dureza alimentada por la espera era algo que no podÃ*a controlar ni siquiera la frialdad del agua del océano.
Ella permaneció muda en los primeros instantes pero su rostro debió de comenzar a reaccionar a la penetración porque el señor mayor, que estaba nadando, comenzó a acercarse tÃ*midamente hacia nuestra posición, con un gesto claro de curiosidad. Cuando estaba apenas a unos cinco metros de nosotros decidÃ* premiar al mirón: aparté los triangulitos de su bikini y me apoderé de sus pezones con mis dedos. Me era más incómodo sujetarla por las tetas, pero merecÃ*a la pena, sólo por ver la cara de placer que tenÃ*a nuestro mirón ante tal espectáculo, incluso le sonreÃ* pÃ*caramente y lo invité con la mirada a que se aproximara un poco más, lo hizo, pero cuando estaba a escasos 2 metros se detuvo con temor tras mirar hacia donde se encontraba su señora.
El vejete me sorprendió, pues una vez que hube eyaculado y cuando ya comenzaba a regresar hacia la orilla, se aproximó a ella y se apoderó de sus pezones, apartando los triángulos que los protegÃ*an y comenzó a tirar de ellos con cierta violencia mientras le comentaba: “¿No me podrás negar este placer, tras el espectáculo que me acabas de dar verdad zorra?â€� Mi fijé en la arena, y su mujer se habÃ*a tumbado dándonos la espalda.
Tras este intenso contacto la soltó y siguió tranquilamente su camino, mientras Alba se apresuraba hacia la compañÃ*a salvadora de sus amigas y yo permanecÃ*a en el agua, relajándome y disfrutando de esos instantes de felicidad. A mediodÃ*a, decidimos buscar el refugio y la sombra de las rocas, al fondo de la playa, para comer. Tras una copiosa comida, todos
nos amodorramos un poco, pero Alba se quedó decididamente dormida. HabrÃ*a pasado una media hora cuando Carmen me pidió que la acompañara a algún chiringuito a comprar más agua, pues se nos habÃ*a acabado. Pero se ofreció Raquel a acompañarla ya que le apetecÃ*a dar un paseo.
El hecho de volver a estar a solas con Alba hizo que mi verga volviera a reaccionar automáticamente. Esperé un rato a que se alejaran para volver a aproximarme a ella. Estaba tumbada, dormida de medio lado, dándome la espalda. Me acerqué y le bajé el bikini por la parte de atrás, dejando al aire sus nÃ*veas y hermosas nalgas. En sueños, movió un poco sus piernas, por lo que pude apreciar su delicioso coño desde atrás, entre sus muslos, asÃ* como el agujerito de su ano. Comencé a gozarlo, contemplándolo y acariciándolo muy suavemente hasta lograr humedecerlo un poco. En esos momentos siento unos pasos ligeros sobre la arena me giro y ya casi a mi lado estaba el perro negro de los vejetes.
Me separé un poco de Alba, con movimientos muy lentos para no excitar al enorme chucho y comencé a rezar en mi interior por una llamada de sus amos, tanto para alejarlo de nosotros por la amenaza que suponÃ*a, como para poder seguir jugando con mi tesoro.
Lo que sucedió a continuación si me dejó paralizado, pues la enorme bestia comenzó a olisquear tranquilamente la descubierta almejita de la dormida Alba. Debió parecerle apetitoso el manjar que se le ofrecÃ*a pues, acto seguido, procedió a pasar su enorme y sonrosada lengua por la parte de su coñito no protegida con sus muslos, con movimientos rápidos, casi nerviosos. Estaba fascinado con la escena, nunca hasta esos momentos habÃ*a sentido interés por la zoofilia, pero la escena que estaba contemplando: el delicioso coño de Alba siendo profanado por la lengua de aquél chucho asqueroso estaba haciendo, de una forma incomprensible para mi, que me sintiera enormemente excitado. Pero no sólo a mi, el vejete, que al parecer habÃ*a seguido a su perro hasta las rocas, estaba también contemplando la escena al lado de la roca que nos cobijaba del resto de la playa igual de fascinado que yo y, por lo que se podÃ*a apreciar en su bañador, igual de excitado.
Alba comenzó a suspirar y, en sueños todavÃ*a, se movió hasta quedar tumbada completamente boca arriba. El chucho no tardó mucho en cambiar su posición en intentó acceder a su manjar desde la parte delantera, pero esta se hallaba todavÃ*a cubierta por el bikini, lo que suponÃ*a una barrera para seguir teniendo acceso a su menú. Pero su dueño, ignorando completamente mi presencia, acudió en su ayuda y, tras acariciar brevemente la cabeza del animal, procedió a bajar también por delante el bikini de Alba. El perro impaciente, se apresuró a volver a recorrer de nuevo su rajita con la lengua.
Las caricias de la rugosa lengua del animal eran ahora tan impetuosas que Alba se despertó, pero permaneció quieta, paralizada por el terror. El vejete procedió entonces a retirar completamente la parte de abajo de su bikini, para poder separar un poco sus piernas. Ahora, desde mi posición de mirón privilegiado, podÃ*a apreciar, como la lengua del perro se introducÃ*a entre sus labios vaginales, e incluso como jugaba con su clÃ*toris mientras el viejo, tras despojarse de su bañador, se sentó sobre el vientre de Alba, le retiró la pieza que le quedaba del bikini, y comenzaba a estrujar sus tetas y a pellizcar sus deliciosos pezones mientras recorrÃ*a con su lengua, al igual que su mascota, su cuello y su rostro. En un momento dado, situó su ya endurecida polla entre las tetas de Alba y aproximó la punta a su boca, incitándola a probarla, mientras sus manos amasaban la abundante carne de sus mamas sobre su miembro, sin olvidarse eso sÃ*, de estimular su sensibles pezones pasando los pulgares sobre ellos. En principio sus labios sellados rechazaban ser profanados por aquel miembro, mientras el viejo golpeaba sobre ellos con su punta con movimientos de su cadera y ordenaba insistentemente: “venga puta, chupaâ€�, pero el trabajo de su mascota en el coño comenzaba a dar sus frutos y Alba comenzó a no poder reprimir los gemidos de placer que le estaba provocando por lo que tuvo que abrirlos, cosa que aprovechó el viejo para lograr al fin introducir la polla en su dulce boca.
Me embargaron sentimientos contradictorios mientras contemplaba como Alba (ahora ya con igual interés que el chucho en su coño) lamÃ*
a y chupaba la polla del vejete: por un lado no querÃ*a aceptar que fuera la polla de aquél viejo la primera que follaba la boca de la dulce Alba (pues estaba seguro que el cornudo de Toni no habÃ*a tenido tal privilegio), pero por otro, la escena que se estaba desarrollando a dos metros de mi era tan tremendamente excitante que decidÃ* no interrumpirla y disfrutarla masturbándome. Además en esos momento pensé para mi que me quedaba todavÃ*a el consuelo de ser el primero en follarla por el agujerito de su ano.
El viejo soltó un gruñido gutural tan sonoro que pensé que iba alertar a su esposa y eyaculó dentro de su boca, cuando llevaba ya Alba repetidos orgasmos, arrancados y saboreados por el chucho. Procedió a ponerse de nuevo el bañador y se alejó llamando al animal. Alba se quedó tumbada y transpuesta en la misma posición, se veÃ*a hermosa, muy hermosa, como una hembra satisfecha. No pude reprimirme y me aproximé a ella, polla en mano, para depositar también mi carga de semen sobre su boca, que ella saboreó con su lengua, mezclada eso si, con la del viejo.
En vista de que no reaccionaba, me aproximé a ella y procedÃ* a colocarle de nuevo su bikini, justo un minuto antes de que llegaran Raquel y Carmen. Obviamente su mente en esos momentos estaba llena de sentimientos contradictorios: en su fuero interno tenÃ*a que reconocer que habÃ*a gozado como nunca antes lo habÃ*a hecho en su vida, pero esa idea chocaba frontalmente contra todas sus convicciones éticas y morales. Se pasó el resto de la tarde como ausente, en trance, las chicas desde luego también lo notaron y se interesaron varias veces por su estado, se excusó con el cansancio Al atardecer, cuando decidimos marcharnos de la playa pues empezaba a refrescar, Carmen y Raquel deseaban ir a tomar algo a algún local, pero Alba se encontraba anormalmente cansada y sólo querÃ*a irse a casa a dormir. Fui rápido en dar con la solución: sugerÃ* que yo llevarÃ*a a Alba a casa, pues también estaba algo agotado y que se fueran ellas a tomar algo. A las dos les pareció bien mi plan y Alba, que seguÃ*a en su trance particular, meditando sobre todo lo que acababa de vivir, no dijo nada, asÃ* que esa fue la solución que adoptamos.
El viaje pudo suponerle algún serio contratiempo a la furgoneta de la floristerÃ*a o incluso a nuestra salud, pues mis manos y mis ojos se escapaban continuamente hacÃ*a el fabuloso cuerpo sentado a mi lado, mientras ella permanecÃ*a impasible a mis manejos, realmente llegó a preocuparme en serio por algún instante tanta pasividad, al menos esperaba de ella una leve resistencia inicial a mis acosos, como otras veces. Esto podÃ*a ser signo tanto de la conquista de su voluntad por mi parte como de haberle causado un trauma serio, pero aparté pronto de mi mente los buenos sentimientos sobre su salud. Cuando tuve que realizar una maniobra brusca para no colisionar con otro coche, decidÃ* que era mejor circunscribir estos manejos a los semáforos cerrados. En esos momentos aprovechaba par introducir mis manos bajo su falda hasta acariciar sus fabuloso coño, o en su escote, para entretener mis dedos jugueteando con sus lindos pezones, mientras ella no mudaba para nada su actitud impasible.
En un semáforo en el que nos coincidió parar al lado de tres chicos en un todoterreno, aproveché para mostrarles su rajita, levantando su falda y apartando el bikini. Disfrutaba viendo la excitación de los tres chicos y su miradas de envidia, estaba seguro de que cualquiera de ellos darÃ*a un brazo por ser el que estuviera en mi lugar, pero, mientras introducÃ*a un dedo en su lindo coñito, les demostraba que era yo el que poseÃ*a el este fabuloso tesoro. Esto incrementaba mucho más mi excitación.
Este sentimiento fantástico de poseerla y lucirla, como con un hermoso coche, que despertaron los tres chicos del semáforo hizo que me acordara de mis compatriotas. Cuando dÃ*as atrás les habÃ*a comentado mis avances con Alba me habÃ*an tratado de fanfarrón. La conocÃ*an de vista y no se podÃ*an creer que una chica como ella permitiera que un muerto de hambre como yo la tocara. Además de restañar mi orgullo herido, iba a gozar tremendamente luciéndola ante ellos.
Llamé y entramos, en casa estaba Lucho, un barrigudo cuarentón que se ganaba la vida trabajando como jornalero en los campos y se pasaba el resto de sus dÃ*as ociosos tomando, como ahora mismo; su hijo Rony, de 17 años, que estudiaba secundaria y hacia trabajos oca
sionales de vez en cuando; Pedro, un indio de 20 años que también trabajaba de jornalero y Daisy, una negra que trabajaba de camarera (y sospecho que de algo más, aunque ella lo negaba, en un club de carretera).
La presenté con un escueto: “esta es Albaâ€�, y esta sólo dijo hola y nos sentamos en el salón a charlar. Mientras Alba permanecÃ*a callada, hablábamos de temas intrascendentes de nuestras vidas, pero notaba claramente que, sobre todo los 3 hombres, no apartaban su mirada de la chica. Como para corroborar lo que les habÃ*a contado, puse una de mis manos sobre uno de sus muslos comencé a acariciarlo lentamente, mientras seguÃ*a hablando. Poco a poco fui subiendo su falda hasta que todos podÃ*an ver claramente la braguita verde de su bikini. Era fabuloso comprobar sus atónitas caras de asombro y excitación: obviamente ya les habÃ*a demostrado que no fanfarroneaba, y además, la visión que les estaba proporcionando se empezaba a notar el los bultos de sus pantalones.
Cuando Alba se levantó al baño, Lucho se sentó a mi lado en el sofá y me comentó bajando un poco la voz para que ella no pudiera oir: “AsÃ* que es cierto cabrón ¡Te la tiraste!â€�. Lleno de vanidad y de orgullo le contesté que no sólo me la habÃ*a follado, sino que la tenÃ*a a mis pies, como mi putita. Cuando Alba volvió, Lucho se apresuró a acercarse a un lado para hacerle sitio entre los dos en el sofá, de modo que a ella no le quedó más remedio que sentarse en la plaza que quedaba libre. Seguimos charlando sobre el dÃ*a de playa y les comenté que a Alba la habÃ*a cogido un poco sol, y aproveché para soltar un botón más de su blusa, mostrarles su escote y separar un poquito uno de los triangulitos del bikini, hasta casi mostrar el pezón, para que pudieran comprobar el contraste del tono de piel. Ella se revolvió un poco, se volvió a sonrojar pero no dijo nada, en cambio Lucho abrió los ojos como platos, no pudo reprimirse y llevó la mano hacia el otro pecho para hacer la misma comprobación.
“Es cierto chicos, además de un poco más blanca, se nota la diferencia de temperaturaâ€�, dijo, introduciendo su mano dentro del triangulito de su bikini y acariciando su deliciosa teta. Alba se movió un poco nerviosa , agitada, su cuerpo mostró protestas por el abuso pero no dijo nada, permanecÃ*a callada, sonrojada y sin fuerzas par oponerse. Mientras Lucho pasó su brazo por su espalda hasta poder apoderarse de su otro pecho, Rony y Pedro se levantaron de sus sillas, completamente empalmados, y se acercaron para poder contemplar mejor la “diferencia de tonoâ€�. Lucho acabó de desabrocharle su blusa, alzó el bikini, y, mientras sus manazas jugueteaban con sus pezones comentó con sorna: “Tiene unas bonitas y firmes tetas señorita Alba, deberÃ*a tomar el sol sin bikini para que no le quedaran estas marcasâ€� Daisy, que contemplaba la escena sentada en frente y realmente excitada comentó: “Anda Lucho, comprueba si es cierto que esta zorrita se dejó depilar el conejo por Hugoâ€�. “Claro, mamitaâ€� Pasó su pierna por la espalda de Alba, situando a mi diosa entre su piernas y, asomando las cabeza y sus manos por un lateral, alzó del todo su falda hasta la cintura y retiró hacia un lado la braguita de su bikini, dejando a la vista de todos la deliciosa rajita de Alba, decorada con el pubis por mi recortado en forma de corazón. “Mirad chicos, es cierto, el cabronazo de Hugo se preparó un suculento platito para comerâ€�.
Comenzó a acariciar sus labios y a meter y sacar uno de sus dedos en su rajita. Mientras tanto, Rony y Pedro se habÃ*an situado a cada lado, apoderándose cada uno de los pezones de Alba en sus bocas, succionando con energÃ*a de los mismos, mamándola con verdadera ansia.
Yo mientras tanto, me habÃ*a retirado un poco, permaneciendo como un espectador privilegiado de la escena, disfrutando realmente de lo que veÃ*a, sin importarme para nada que estuvieran disfrutándola de ese modo. VeÃ*a a Alba como un juguete – mi juguete- que le habÃ*a prestado a mis amigos para jugar un rato, como quién presta su flamante deportivo a un amigo para que lo pruebe, compruebe toda su enorme potencia y prestaciones, y que éste sepa lo afortunado que es uno por poseer tan magnÃ*fico coche. Me sentÃ*a extasiado, tanto por la escena tremendamente excitante que contemplaba, como por restregarles mi posesión.
Lucho comentó que ya comenzaba a estar jugosita. Daisy no pudo aguantar más y exlamó: “anda, déjame
probarâ€�, se levantó de su asiento, se situó entre las piernas de Alba y comenzó a comerle como toda una experta el coñito. Al mismo tiempo Lucho se puso de pié sobre el sofá, sacó su polla y se la introdujo a Alba en su dulce boquita, entreabierta por los múltiples suspiros que le arrancaba Daisy, que bebÃ*a de sus jugos con avidez.
Alba le mamaba la polla a Lucho con avidez, sacándola de vez en cuando para pasar su lengua por sus testÃ*culos. Mientras tanto, Rony y Pedro habÃ*an sacado también las suyas y se masturbaban con sus deliciosas colinas, rozando las puntas contra sus oscuros y endurecidos pezones. Lucho, cuando se percató de que estaba a punto de irse, apartó a Daisy de la rajita de Alba y se situó entre sus piernas, penetrándola de forma brusca, sólo tuvo que empujar unas cuatro o cinco veces para comenzar a vaciarse dentro de Alba. Pedro mientras tanto, se dio prisa en ocupar el lugar de Lucho y comenzó a descargar una tremenda corrida en la boca de Alba. Poco más tarde Rony también se corrÃ*a sobre sus tetas. Daisy, cuando comprobó que esta vez no iba a ser ella la alimentada por la leche de Lucho, se aproximó a mi, jaló mi bañador hacia abajo y comenzó a saborear mi polla a punto de reventar. Mientras tanto yo contemplaba extasiado a mi joya, el objeto de todas mis fantasÃ*as, empapada en sudor y el semen de mis amigos, con el gesto algo desencajado, pero entregada al placer, evidentemente satisfecha de haber gozado el mejor orgasmo de su vida.
Lucho la volteó, le arrancó la braguita del bikini, separó sus nalgas y comenzó a introducir el dedo en el agujerito de su ano, para comenzar a dilatarlo. En ese mometo reaccioné, y lo aparté bruscamente: “¡párate compadre! Ese agujero aún no lo disfruté yo� “está bien, el privilegio es tuyo, me conformaré con el de Daisy�.
Me situé a su espalda y comencé a introducir lentamente mi mástil en su culito, empujando y disfrutando cada centÃ*metro, mientras ella intercalaba gemidos de dolor y de placer. Al mismo tiempo Rony, que volvÃ*a a estar empalmado, le situó su miembro en los labios y comenzó a follarla por la boca, tirando de su cabeza mientras exclamaba: “Chupa zorra, chupaâ€�. Daisy se acercó y comenzó a chupar sus pezones mientras era penetrada por Lucho.
E de reconocer que antes de conseguir penetrarla del todo no pude aguantar más y vacié en su culo la mayor corrida de mi vida, me senté a un lado en el sofá mientras contemplaba como Alba saboreaba sin dejar escapar ni una gota la nueva corrida de Rony.
Nos limpiamos un poco, nos vestimos y mis compatriotas me despidieron suplicándome que regresara pronto y trajera mi juguete. En el trayecto de vuelta a casa, Alba se durmió rápidamente, evidentemente agotada, pero con un gesto notoriamente satisfecho en su rostro. Mientras tanto yo rememoraba en mi mente las calientes escenas de este fantástico dÃ*a, plenamente feliz por el dominio que habÃ*a conseguido sobre la mujer de mis sueños, y fantaseando sobre nuevas perversiones que podrÃ*a disfrutar con ella.
 
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