La Historia de Amor y Pasion con mi Hijo – Capítulos 001 al 0010

heranlu

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La Historia de Amor y Pasion con mi Hijo – Capítulo 001

Teresa y su Hijo Juan


Me llamo Teresa, aunque mis familiares, amigos y allegados me llaman Tere, acabo de cumplir 49 años. No soy muy alta esa es la verdad, pero tampoco un retaquito, como se dice por mi tierra, de donde provengo, en Andalucía. Actualmente vivo en Barcelona los acontecimientos que quiero contaros, verídicos en su totalidad, me llevaron hasta aquí y me siento muy feliz viviendo en esta ciudad. Mis pechos son grandes, llamativamente grandes, y muy sensibles. Para que os hagais una idea cuando alguien sabe trabajarmelos, mis pezones se erectan de tal manera que sobresalen considerablemente, sin decir el placer que me supone eso. Mis ojos son azules, tengo el pelo castaño, corto. Llevo gafas.

Soy madre soltera desde hace 28 años. De eso precisamente quiero hablar aquí. De la relación con mi hijo. Durante mucho tiempo, mucho, he leido los relatos que han ido publicando mujeres valientes, en los que contaban su relación incestuosa. En alguna que otra ocasión he estado a punto de sentarme y contar yo también mi verdad. Por unas cosas o por otras nunca lo he hecho, hasta hoy. Por qué ahora?. En los últimos días he venido leyendo historias que me han animado. Son historias con las que me he sentido plenamente identificada y he creido que ha llegado el momento de sacar a la luz mis demonios y como alguna autora decía “hacer un ejercicio de expiación”, que el mundo conozca mi historia y que queda escrita.

No busco consejos, ni opiniones, sobre si lo que estoy haciendo está bien o está mal. Si me gustaría poder intercambiar comentarios con mujeres que hayan sentido, sientan o se identifiquen con lo que voy a explicar, con lo que he experimentado. Creo que es importante que entre nosotras, las que vivimos situaciones incestuosas, o las que han fantaseado con ellas, nos intercomuniquemos no para sentirnos mejor si no para tener alguna confidente con quien poder hablar de estos temas con libertad y sabiendo que vas a ser entendida y vas a entender lo que te digan. En este sentido, también en más de una ocasión he estado a punto de contactar con alguna de las escritoras que han escrito tus relatos, pero un toque de timidez por un lado y el no saber si iba a ser correspondida, o que tras el apodo de autor no se encontrara una mujer real, tengo que decirlo abiertamente, me cortaban a la hora de enviar algun tipo de contacto. Yo espero de todas formas que las que os sintais indentificadas conmigo, os pongais en comunicación.

Antes de comenzar a contar mi relato, quiero tambien hacer una pequeña advertencia: no creo que los hechos que me han acontecido y que voy a pasar a contar con realismo y verdad no den para más de cuatro o cinco entregas, suficientes creo yo para explicar la historia.

Como ya he dicho antes, nacía en una provincia de Andalucía, en un pueblo mediano, que no voy a situar. Era hija única de un matrimonio que trabajaba en el campo y que tenía algunos animales para consumo domestico, fundamentalmente. Mi infancia fue la normal en una niña que se sentía querida por su entorno. En el plano sexual, propiamente dicho, creo que en los pueblos los niños se desarrollan antes, por así decirlo. El estar en contacto de una manera mas directa con los animales, ver sus epocas de celo, como se aparean, como paren, hace que entres en contacto antes con el sexo que los niños de ciudad. Por lo tanto, y de igual forma, te planteas mucho antes tu propia sexualidad y la curiosidad resulta mas temprana.

En mi adolescencia estuve saliendo con varios chicos del pueblo, nada serio. Los típicos rollitos, como se dice hoy en día. Aprendí con ellos a besar, cosa que me gusta mucho, e inicié mis primeros tocamientos. Al caer la tarde solíamos irnos a una zona retirada del pueblo, cerca del cementerio, para magrearnos a gusto: era más calentón que otra cosa, pero por aquel entonces nos valía. La cosa solía terminar en una paja mutua y con uno de ellos me inicié en el noble arte de la mamada, que al principio me resultaba repulsiva pero que con la experiencia y el hábito me resultó muy satisfactoria. Hoy por hoy disfruto muchísimo proporcionando placer oral, tengo que decirlo.

Tenía un grupo de amigas, con una de ellas el grado de confianza era especial. Nos queríamos mucho. Y fue con ella con quien tuve mi primera experiencia lésbica, se puede decir que casi inocente hechando la mirada atrás. Soliamos encerrarnos en su cuarto o en el mío a contarnos nuestros respectivos avances con el chico de turno, también a escuchar música o a probarnos ropa o pinturas de ojos y labios.

En una de esas ocasiones Merche, que así se llamaba mi amiga, me comentó muy seria que cuando estaba con su noviete de esa temporada, no sentía nada. Me quería decir que el la besaba, la tocaba pero no sentía nada especialmente y eso la tenía preocupada. Me dijo también que el chico en cuestión no le gustaba mucho, pero que tampoco le gustaba ningun otro. Yo le dije que posiblemente todavía no había encontrado al chico ideal y que lo que tenía que hacer era dejar al muchacho con el que estaba saliendo si no le llenaba lo suficiente. Merche se quedo pensando y me dijo:​

• y si resulta que no me gustan los chicos?

• pero qué dices -le dije totalmente sorprendia por su comentario-

• que a lo mejor el problema es que no me gustan los chicos, que prefiero otra cosa

• a las chicas? -le volvi a preguntar, totalmente alucinada-

• si, me gusta mucho una chica

• y quién es?

• Tú

Merche se acercó a mí y me dio un beso en la boca, fue un apretar de labios más bien. Yo no salía de mi asombro, no esperaba la confesión y la reacción de mi amiga Merche.​

• te parece mal? -me dijo poniendo carita-

• no se qué decirte, yo no sé...

Volvió a acercar su boca a la mía, en esta ocasión noté su lengua en mis labios, los abrí y dejé pasar su lengua que se entrelazaba con la mía. No me disgustaba el beso de Merche, aunque en un primer momento me hubiera sorprendido. Es más, estaba disfrutando del beso de mi amiga que no solo se conformaba con meterme su lengua en la boca, si no que empezaba a tocar mis pechos, a acariciarlos y estaba consiguiendo que empezara a excitarme. Ella lo notó y cuando dejó libre mi boca, su lengua se fue a mi oreja por donde pasaba su lengua en circulos o mordisqueaba mi lóbulo. Yo no hacía nada, me dejaba hacer. Su mano dejó de tocar mi pecho y bajó hasta introducirse por debajo de mi falda, llegando a mis bragas. Sentía placer en lo que Merche me hacía. Ninguno de los chicos con los que había estado hasta ahora habían conseguido que sintiese lo que sentía en ese preciso momento. No estaba asustada por la nueva situación, estaba expectante, deseosa de caricias, con necesidad de seguir siendo manoseada por mi amiga que veía como disfrutaba tambien con esa situación.

Yo seguía quieta, impávida, dejándome hacer a Merche que ya tenía su mano por dentro de mi braga y metía su dedo en el interior de mi raja.​

• tócame tu también -me dijo con voz excitada-

Empecé a tocarla, volvíamos a besarnos, mi mano notó su sexo húmedo, cuando mis dedos urgaron su clítoris Merche comenzó a suspirar, a dar muestras del goce que yo la estaba proporcionando. Estabamos al principio sentadas en la cama, pero terminamos tumbadas, vestidas y restregandonos los coños con nuestras respectivas manos. Nos corrimos casi a la vez, la primera que llegó al éxtasis fui yo, pero no cejé en mi maniobra. Merche tuvo el orgasmo que se merecía un poquito más tarde.

Después de nuestro encuentro hablamos más tranquilamente. Me confesó que estaba enamorada de mi, según ella desde hacía tiempo. Yo le dije que no sentía lo mismo. Me había gustado lo que me había hecho, pero no sentía amor hacia ella. Aún así y en unas cuantas ocasiones más, tres o cuatro, en los siguientes meses, volvimos a encontrarnos. Buscabamos el momento mas adecuado, normalmente en la casa de Merche, cuando estaba sola. Nos encerrabamos en su cuarto y nos entregabamos la una a la otra. Lo de Merche era amor, lo mío satisfacción sexual.

Merche terminó por irse del pueblo, se fue a Madrid, donde encontró trabajo y conoció a un hombre con el que se casó y tuvo varios hijos. No sé nada de ella desde hace tiempo. La quiero mucho como amiga y en algunos momentos de mi vida la he echado de menos. (si por los azares de la vida llegaras a leer esto, Merche, que sepas que te quiero mucho).

Cuando tenía 18 años conocí a Miguel, el padre de mi hijo. Se iban a hacer unas obras de canalización creo o, bueno, poner unas tuberias de abastecimiento para el pueblo. El caso es que aunque se contrató a mucha gente del pueblo mismo -cosa que vino bien para dar trabajo- algunos de los trabajadores de la obra eran de la propia empresa, que venían de Granada. A Miguel le había visto alguna que otra vez cuando pasaba por donde estaban las obras, pero se me acercó en el baile. Me sacó a bailar cuando pusieron “lo lento”, asi nos conocimos.

Miguel era un chico alto, moreno, muy moreno, fuerte, tenía 26 años. Me gustó desde el primer momento. Era muy atento en su trato conmigo y muy cortés, empezamos a salir y con él perdí mi virginidad solo un mes después de conocernos. Fue en su coche, a la salida del pueblo, en pleno campo. No disfruté mucho aquella primera vez, para decir la verdad casi ni me enteré, pero quise satisfacer a “mi novio”. Es cierto también que las veces siguientes fueron muy buenas y rara vez acababamos sin que me hubiera corrido. Miguel sabía darme gusto con la lengua -por cierto, nada que ver con Merche que era una auténtica experta- y me llevaba al extasis de esa forma en innumerables ocasiones. Solíamos hacerlo, como digo, en su coche que no era nada confortable, pero era lo que había. Miguel se alojaba en una casa particular, propiedad de un pariente lejano de mi madre y era cosa de que yo fuera por allí y me metiera con el en su habitación.

Nuestra unión parecía sólida, formal, como se decía, y le presenté a mis padres que lo acogieron de buen agrado. Desde ese momento Miguel iba a buscarme o me dejaba en casa y comía o cenaba de forma continua. A veces mis padres se iban a la cama por las noches y aprovechabamos que nos quedabamos solos en el salón, y que mis padres dormían en el piso superior, para magrearnos de lo lindo o con mucho cuidado hacerle una paja o mamarle la polla. Miguel tenía un instrumento nada despreciable y a mi me gustaba mucho.

No utilizábamos ningun método anticonceptivo, solo la marcha atrás y el embarazo llegó por un descuido. Sé perfectamente el día que me quedé embarazada y lo sé porque fue un día que estabamos follando en su coche y yo estaba sintiendo tanto placer, que estaba a punto de correrme cuando Miguel me avisó que se iba a salir para descargar, pero yo le agarré y le supliqué que no la sacara, que se corriera dentro, “aunque me preñes”, creo que le dije, o algo por el estilo.

Sinceramente en aquel momento no me importaba quedarme embarazada iba a cumplir 20 años, estaba enamorada de mi chico y en ese momento todas mis entrañas se abrían esperando un orgasmo brutal, que llegó, efectivamente, pero no solo. La noticia del embarazo no cayó bien ni a Miguel, ni a mis padres. Mi padre, hombre serio y uraño a veces, me llamó de todo, me dijo lo que quiso. Mi madre, más comprensiva, me echó una moralina en su papel de madre, pero me apoyó en todo a partir de ese momento. Respecto a Miguel, simplemente desapareció. Tampoco quiero hablar más de él. Cuando estuvo que estar se fue, y casi mejor.

Tuve a mi hijo con casi 21 años, al que llamé Juan Miguel, tal vez esperando que algún día su padre diera señales de vida, viniera a buscarnos para llevarnos con él donde quiera que estuviera o yo qué sé por qué razon. Con la llegada de mi hijo mi vida cambió radicalmente. Mi padre a penas me hablaba, mi madre hacía lo que podía pero aún así no era suficiente. Me volqué en mi hijo en cuerpo y alma.

Siempre he sido una mujer de fuerte temperamento sexual, creo que más o menos lo vengo explicando aquí. Desde que Miguel desapareció no había tenido ningun tipo de desahogo sexual con nadie. Era joven, empezaba a ser mujer en el sentido más amplio del término. Algunas veces mientras amamantaba a mi hijo, con las succiones que el crío daba a mis pezones para extraer la leche, me excitaba de tal manera que una vez concluida la lactancia y dejado al niño en su cuna, me masturbaba para calmar el deseo que tenía.

Por circunstancias de la vida, no tenía a un hombre a mi lado pero mi cuerpo me pedía cosas que yo no podía ofrecerle, que nadie me podía dar a mi, por eso mismo durante años la masturbación fue la salida a todos los deseos reprimidos.

Normalmente me hacia una paja antes de dormir, no voy a decir que todas las noches, pero sí frecuentemente. He leído a alguien relatar la sensación que tuvo cuando escuchó vio a sus padres follar una noche. Yo no llegué a ese extemo, pero me calentaba con los gemidos de mi madre, con el traqueteo de la cama. Me ayudaban mientras mi dedo acaribia mi clítoris y buscaba mi placer solitario.

Conseguí trabajo en la Farmacia del pueblo como dependiente, ayudando al farmaceútico un señor mayor y muy amable, al igual que su mujer. Tenía cierta dependencia económica pero seguiamos viviendo en la casa familiar mi hijo y yo, estabamos bien. Cuando Juan Miguel, al que yo llamo Juan a secas, tenía unos 10 años, mi padre murió de un infarto. Estaba trabajando en el campo, arreglando unos olivos. Nuestra situación no era economicamente mala, pero aconsejados por un tío mío, hermano de mi madre, nos trasladamos a vivir a Barcelona, después de liquidar la casa, las tierras y los animales. Mi tío había conseguido un trabajo a mi madre en una Empresa Textil de la zona, en el comedor de la fábrica, como cocinera. Nos fuimos los tres a Barcelona, dejando el pueblo al que luego hemos vuelto en contadas ocasiones con el consiguiente disgusto de mi madre que le gustaría pasar temporadas más largas allí.

Mi experiencia como empleada de farmacia, y una carta de recomendación que me dio mi antigüo jefe, facilitaron las cosas para conseguir un empleo en Barcelona, por supuesto, en otra Farmacia, donde además de mí trabajaban otras dos chicas más. La titular era una señora de pelo rubio y muy bien plantada, buena gente.

Mi madre, mi hijo y yo, después de un tiempo viviendo en casa de mi tío, alquilamos un piso. Un pequeño piso en el extrarradio, con dos habitaciones, salón, cocina y cuarto de baño y una terraza chiquitita. Mi madre echaba de menos su amplia casa, pero se adaptó, igual que los demás, a la vivienda nueva. La vida comenzaba de nuevo para los tres. El que más pronto se adaptó al nuevo status quo fue Juan, por la edad, por los pocos recuerdos, por mil razones.

Durante años vivimos sin mayores sobresaltos. En una habitación de la casa dormía mi madre y la otra la compartiamos Juan y yo, cada uno en su cama con una mesilla que las separaba. Mi hijo iba creciendo a pasos agigantados. A mi me gustaba bañarle, pero ya con trece años se negó en redondo a que lo hiciera. Todo fue porque estando enjabonandole, y mientras se tapaba con las manos la zona genital, supongo que por vergüenza de que viera su vello, su pito se empezó a poner en erección, no fue por nada en especial, la erección digo, si no algo normal a esa edad, supongo. Se sintió avergonzado y no me dejó más que lo bañara.

A pesar de taparse la zona, y en plena extensión, me había dado tiempo a ver su pilila, que para decir verdad era una señora polla que si no totalmente desarrollada le quedaba poco para estarlo. Esa visión me perturbó durante algunos días, pensaba bastante en ello y yo creo que aún sin saberlo alguna de las pajas que me hice por las noches, cuando Juan ya dormía, iban dedicadas o tenían como punto de partida la visión del miembro erecto de mi hijo.

Juan había dado un par de estirones en su desarrollo, con 17 años, a punto de cumplir los 18, era un chico alto, fuerte, deportitas, con un cuerpo fibroso. Era un niño muy cariñoso y atento, tanto con su abuela como conmigo. Jamás nos dio ningún motivo de preocupación, responsable hasta el extremo, tal vez el hecho de no tener ninguna figura paterna de referencia le hacía adquirir mayor madurez que la que le correspondía a su edad.

Limpiando la habitación un día me encontré unas revistas porno guardadas en lo alto del armario, debajo de una maleta. Una de ellas era una revista donde la gente escribía, como aquí, sus experiencias, con tres temas fundamentales: la zoofilia, el lesbianismo y el incesto. Había muchos relatos de incesto en esa revista que mi hijo guardaba como secreto y que tenía varios numeros distintos. Por curiosidad leí algunos de esos relatos y la verdad es que resultaban sumamente excitante, me llegué a poner cachonda con algunos y tuve que hacerme un dedo mientras leía como una madre se follaba a su hijo, o una hija le comía la polla al hermano, o un padre sodomizaba a su hija. Los relatos estaban relatados con crudeza, con palabras soeces que hacían que al leerlas mi excitación, mi calentura, fuera en aumento.

Concluí al ver varios ejemplares de la misma revista que a mi hijo debería interesarle, y mucho, el tema del incesto. Algunas páginas de las revistas tenían manchas caracterísitica, goterones que delataban una corrida masculina sobre ellas. A mi hijo le interesaba el tema del incesto, se ponía cachondo y se hacía una paja leyendo los relatos. Era sorprendente para mí, pero me causaba curiosidad.

El encontrar aquellas revistas, me había hecho caer en la cuenta de que en algunas ocasiones había visto revuelto el cajón donde guardaba mi ropa interior, incluso había hechado a faltar alguna braguita o algun sujetador. Mi ropa interior suele ser blanca, alguna prenda negra, y procuro tener conjuntos completos, debe ser por coquetería femenina. Hasta entonces había pensado, cuando me faltaba alguna braga, por ejemplo, que se había debido caer al patio; pero en ese momento a mi cabeza llegó la idea de que podía ser Juan quien me las hubiese quitado como fetiche de sus pajas.

Desde el descubrimiento casual procuré estar pendiente de los movimientos de mi hijo, no solo en la cama, si no cuando entraba al aseo. Le veía entrar, pero no solía llevar nada en las manos, ninguna revita quiero decir, tal vez las llevara escondidas. Siempre que entraba, para lo que fuera, cerraba con pestillo la puerta, siempre. Había veces que demoraba más su estancia y entonces pensaba que podía estar autosatisfaciendose. El ruido de la cadena anunciaba su salida inmediata. A veces me acercaba con cuidado a la puerta, pegaba mi oido intentado oir algo, no sé, un gemido, un suspiro, algo que me corrobarase la acción masturbatoria. Pero no se oía nada, si acaso el ruido del grifo corriendo agua.

Mis labores de investigación, por llamarlas de alguna manera, culminaron una noche que estando en la cama y habiendo transcurrido algún tiempo desde que nos acostamos, y posiblemente creyendome dormida, empecé a oir con las sábanas se movían. No habia mucha luz en la habitación, pero la suficiente como para darme cuenta de que debajo de las sábanas de la cama de mi hijo, una mano se movia hacia arriba y hacia abajo en un gesto caracterísitico de la paja de un hombre. Esa media visión y algún gemido de gusto que se le escapaba a Juan de cuando en cuando, hicieron que me sintiera caliente y que bajara mi mano hasta acariciar mi coño. Mi hijo Juan y yo, por primera vez, y de forma individual, nos estábamos haciendo una paja al unísono.

Por todos los medios reprimí mi goce, ni un suspiro, ni un gemido, ni un lamento. Al contrario, tenía el oído agudizado para escuchar a mi hijo como acababa su masturbación, casi a la vez que yo, dando un resoplido de placer, para después toser quedamente -siempre me he preguntado por qué los hombres después de correrse suelen toser, por qué?-.

Ese fue el principio del fin, desde aquella noche esperaba a masturbarme cuando lo hacía mi hijo, me gustaba correrme sabiendo que el se estaba corriendo en la cama de al lado, a escasos centímetros. Esa situación me ponía muy cachonda y mis orgasmos eran cada vez mas gratificantes. Cada noche, todas las noches, esperaba el momento. Había noches, claro está, que este no se producía y entonces me sentía un poco decepcionada. Se estaba convirtiendo ese hábito en una costumbre. Notaba que cada vez lo deseaba más, pero cuanto mayor era el deseo que tenía por oir a Juan hacerse su paja, mayor era la necesidad de acercarme a él. Llegué a pensar si no estaría llendo demasiado lejos, era normal que un chico de su edad se masturbara, era normal incluso que lo hiciera yo al no tener otra cosa, pero desear masturbar a mi hijo, desear ver su polla, desear ver como le salía la leche a borbotones no era demasiado normal. Sin embargo, ansiaba hacerlo, verlo, tenerlo.

Todo empezó a cambiar una noche, todo se inició aquella noche, nos habíamos acostado con siempre, había pasado un tiempo en el que Juan creía que me había dormido, como siempre, y empezó con sus movimientos y yo veía esos movimientos y el disfrutaba meándose la polla y yo me calentaba, quizás más que otras noches, viendo como mi niño se pajeaba.

No lo pude evitar o no quise evitarlo, no lo sé. Me levanté con cuidado, en un primer momento el no debió de darse cuenta y seguía a lo suyo, paró cuando me senté en la cama, le dije:​

• que haces, Juan?

El no me contestó, guardaba silencio, tal vez pensando que su silencio seria interpretado por mí como que estaba dormido, me incorporé y llegué hasta su cama, donde me senté​

• que haces, Juan?, repetí

• nada... no hago nada -pero su voz era temblorosa, como la de alguien que está en pleno delirio sexual, como la de alguien al que le han cortado de golpe el gusto que se estaba proporcionando-

• te estabas tocando...

• no

• si te estabas tocando, lo he visto y te he oido gemir

Hubo un silencio que rompí yo​

• no pasa nada... es normal -puse mi mano sobre la sábana para notar en que condiciones estaba: me topé con un miembro duro y grande, con una polla en total erección, completamente empalmada-

• déjame

• no quiero dejarte, quiero ayudarte -le dije-

Juan se incorporó, me miró alucionado como diciendo “pero de qué vas?, te estas cachondeando de mi?”. Con cuidado introduje mi mano por debajo de la sabana y fui al encuentro de su miembro. Lo cogí casi con miedo, habían pasado muchos años sin tocar una polla y ahora estaba tocando la de mi hijo. Empecé a mover mi mano en torno al tallo, Juan se dejó caer de nuevo en la cama, dispuesto a disfrutar del masaje que su madre le estaba dando en su polla. Gemía muy despacio, como con miedo; las sensaciones que yo sentía conforme le hacía la paja a mi hijo son indescriptibles, dificil de explicar, dificil de definir, solo aquellas mujeres, madres, que hayan tenido la ocasión de hacer algo así creo que pueden entenderme. Como un acto reflejo, desde luego nada premeditado, tiré de la sábana dejando a mi vista el miembro de Juan, mientras seguía meneándoselo despacio y mientras él seguía disfrutando de la pajita que le estaba haciendo su mamá. No fue premeditado, lo juro, ni lo pensé, mi boca fue en busca de su polla, me la metí en la boca y empecé a chuparla. Llevaba muchos años sin chupar una polla, pero no había perdido práctica a tenor de los suspiros de mi hijo: el gusto se le escapaba por su boca, el gusto entraba por la mía.

La estuve chupando a la vez que la seguía meneando, con movimientos cada vez más rápidos que generaban en Juan un placer cada vez mayor, le pasaba mis manos por sus cojones que estaban grandes y duros. Así estuvimos un rato, hasta que Juan me avisó:​

• cuidado, mamá, que me corro, que me voy a correr

Me saqué la polla de la boca y aceleré los movimientos de mi mano. Mi hijo empezó a lanzar su leche a golpes, primero uno que llegó hasta mi cara, después otro que cayó sobre el camisón a la altura de mi pecho, y un tercero que quedó prendido en la cabeza de su miembro.

Había masturbado a mi hijo, le había chupado la polla, me había puesto perdida con su leche y era feliz. Fue el comienzo de todo entre él y yo.​



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heranlu

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La Historia de Amor y Pasion con mi Hijo – Capítulo 002


Tras ese primer momento con mi hijo, me sentí sucía, pecaminosa. Lo había hecho por propia iniciativa, es verdad, pero también llevada por una lujuria impropia de una madre. Aquella noche a decir verdad no pegué los ojos. No hacía otra cosa más que rememorar lo pasado. Por momentos me sentía mal, muy mal, fatal; en otros instantes me excitaba. Escuchar la respiración queda de Juan, dormía placidamente, ajeno a mis pensamientos contrapuestos. Casi mejor que fuera así, que esa noche no me hiciera ninguna pregunta ni se molestase en pedir una explicacion que, por otro lado, no había y si la había desde luego yo no la tenía.

Me levanté pronto a la mañana siguiente porque vi amanecer, como digo no pude conciliar el sueño en toda la noche. Temía mucho el encuentro con mi hijo, a plena luz, no sabía como podría mirarle a la cara o como me miraría él a mi. Era una tormenta llena de rayos mi cabeza. Había sucedido, lo mejor era que no volviera a pasar, pero tampoco tenía la sensación de no haber disfrutado, es más, tenía la plena convicción de haber gozado hasta el extremo. Mis años de abstinencia, de no estar con un hombre, me había empujado inexorablemente al abismo. Estaba en el filo del acantilado, pero no sabía si quería tirarme, tampoco sabía si Juan, mi hijo, me iba a empujar.

Tomé algo ligero antes de marcharme y lo iba a hacer justo en el momento que la voz de Juan me llamó, ya con la puerta de la calle abierta:​

• mamá

Giré mi cabeza y le vi. Creedme si os digo que todo mi cuerpo era un manojo de nervios, qué le podía decir?: “lo siento hijo, anoche perdí la cabeza?”, “te lo pasaste bien?”, “disfruté masturbándote y chupándote una barbaridad, gracias?”, que le podía decir...​

• te vas muy pronto hoy, no?

• sí, tengo muchas cosas que hacer

Se acercó a mi y me dió un beso en la mejilla, como hacía todos los días cuando se levantaba. No parecía tener nada que decirme, ni nada que reprocharme, ni nada que comentarme ni para bien ni para mal. No había cambiado su actitud para conmigo: era el mismo de todos los días, era como si la noche anterior no hubiera sucedido nada. La actitud de Juan no aclaró mis ideas, yo creo que todo lo contrario, según bajaba las escaleras para llegar hasta el portal y enfilar la calle, mi cabeza se partía en discernir lo bueno de lo malo, lo correcto de lo incorrecto.

La actitud tan cariñosa como siempre de mi hijo desde luego me había descolocado aún más de lo que ya estaba. Durante toda la mañana estuve despistada, mis compañeras me lo notaron claramente y me preguntaron si tenía algún problema o me había pasado algo. Contestaba con evasivas, en algun momento estuve a punto de llorar.

Cuando volví a casa a la hora de comer, Juan no había llegado. Normalmente estaba en casa cuando yo volvía. Mi madre me dijo que Juan ese día no iría a comer, había llamado para avisar de ello. Le había dicho que comería en casa de un amigo o de un compañero, no sabía bien, porque tenía que hacer no sé que cosas que mi madre tampoco terminó de entender.

En un principio, hasta cierto punto, sentí un alivio. El hecho de que Juan no estuviera me tranquilizaba, pero era plenamente consciente de que esa situación de ausencia no se daría durante mucho tiempo. Ese mediodía no había ido a comer, pero esa misma noche estaría en casa, además en la misma habitación que yo, además a pocos metros de donde yo estaría acostada. El alivio se convirtió en incertidumbre, en preocupación. Era como salir de Málaga, para entrar en Malagón. Casi no probé bocado. Mi madre me preguntó si me pasaba algo, le dije que me dolía un poco el estomago, o que algo me debía haber sentado mal. Quiso prepararme una infusión después de comer, pero le dije que me la tomaría de camino a la Farmacia.

La tarde desde luego no fue mejor que la mañana en el trabajo. Estaba deseando que terminara la jornada y cuando lo hizo no sabía si tenía ganas de llegar a casa o no. Juan estaba en casa cuando llegué, su abuela no había vuelto de trabajar, estábamos los dos solos en casa. Todo parecía normal, llegué a pensar si no sería una paranoia mía, que estuviera sacando las cosas de quicio, que estuviera haciendo un mundo de algo que para Juan no lo era.

Mi hijo estaba sentado en sofá, viendo la televisión tan tranquilamente, como todos los días. Me saludo como todos los días, se levantó y me besó como todos los días. Me preguntó por como me había ido el día. “Mejor no me preguntes, no ha sido un día muy afortunado”, le dije. Se quedó mirándome entre preocupado y no saber de que le estaba hablando. Me fui al dormitorio a cambiarme de ropa. Me desnudé. Mi cuerpo aún joven no estaba mal, estaba necesitado de cariño, de amor carnal, pero mis pensamientos y mis actos con mi hijo la noche anterior no eran muy de recibo, al menos para mi mente.

Cuando llegó mi madre preparamos la cena entre las dos. Solas en la cocina me preguntó como me encontraba. Le dije que me sentía algo mejor, creo que no se lo creyó porque me dijo si no me pasaba nada, si no me había disgustado con Juan o con alguna compañera o si mi Jefe me había regañado por algo. A todo le dije que no y le insistí en que no me encontraba bien del estómago, que ya me encontraba algo mejor y que no se preocupara.

Esa noche me fui la primera a la cama, quería acostarme pronto y poder dormir antes de que mi hijo se retirase a su cama. Me despedí de mi madre y de Juan y me metí en la cama. Llevaba puesto un camisón blanco, de manga corta, con florecitas de color lila, distinto al de la noche anterior, que había echado a lavar después de que mi hijo lo llenara de su esencia. Era imposible poder dormir, me encontraba en tensión, mi cabeza seguía maquinando, llendo del negro al blanco en milésimas de segundos, con ideas contrapuestas. Daba vueltas en la cama de un lado a otro, me agarraba a la almohada, la soltaba, al final quedé boca arriba, con los brazos fuera de las sábanas. Fuera oía a mi madre y a Juan hablando, comentando cualquier cosa que estaban viendo en la televisión.

Introduje mi mano por dentro de la sábana, rozó mi pecho derecho, me subí algo el camisón y toqué mi sexo con mi mano por encima de mi braguita. Notaba mis pelo abultados y mi dedo hacía un surco en mi braga a lo largo de mi raja. Me estaba empezando a excitar. Recordaba la noche anterior, mi mano se introdujo por dentro de mi braga y tocaba ya de forma natural mi coño que empezaba a mojarse. No era excitación lo que sentía, se estaba convirtiendo en calentura. De repente y cuando empezaba una masturbación deseada, oí a mi madre y a mi hijo despedirse hasta el día siguiente, la televisión había dejado de sonar, se iban a la cama.

Paré mis tocamientos de súbito, pero lo que no pude parar, porque eso no se puede, fue mi estado totalmente desesperado de deseo sexual. La puerta de la habitación se abrió. Juan no encendió la luz, me preguntó en voz baja si estaba dormida, no le contesté; el insitió en su pregunta, le contesté que me estaba quedando dormida pero aún no. Se acercó a mi cama y se sentó.​

• no has querido decirme nada de lo de anoche -me dijo-

• creo que perdi los papeles, hijo, lo siento... -logré decir-

• yo no lo siento, mamá, me gustó mucho y me gustaría que se repitiera

• no puede ser...no puede ser, lo que hicimos es aberrante

• lo que hicimos fue fantástico y me gustó mucho y sé que a ti también, aunque no me lo digas -me dijo sin levantar la voz serena y baja, pero con total convencimiento-

• vete a la cama, por favor, no me encuentro bien

• me voy a ir a la cama, mamá, pero quiero que sepas que voy a hacer lo mismo de anoche y quiero que sepas que lo haré pensando en ti y quiero que sepas que te quiero mucho

No pude contestarle a lo que me dijo, juro que lo intenté, lo juro, pero no podía contestar. Una lágrima se escapó de mis ojos y resbalaba rauda por la mejilla. Juan se desnudó, se metió en la cama, al momento empecé a escuchar el sonido inconfundible del roce de su mano con la sábanas, miré hacia él y vi el movimiento acompasado de su mano por debajo de la sábana. Su respiración era la de alguien que se está masturbando y empieza a sentir los primeros efectos de la misma.

Un impulso me arrastraba hacia la cama de Juan, un contraimpulso me mantenía en la mía. La calentura que ya tenía cuando mi hijo entró en el dormitorio se incrementó por cien con lo que oía y veía. Yo también comencé a darme placer, sin disimulos, mi dedo hacía su trabajo y mis gemidos eran muy evidentes.

Juan miró hacia mi cama y sin dejar su trabajo me dijo:​

• si lo quieres así, así será, pero es una pena, mamá....

Yo no respondí, seguí a lo mío​

• es una pena que estemos haciendo lo mismo, cada uno por su lado

Su voz empezaba a sonar bronca, tomada por el deseo, a punto de llegar su placer​

• me voy a correr, mamá, me voy a correr para ti.... me corro

Oí perfectamente el orgasmo de mi hijo, casi lo sentí, y resulto sumamente placentero para mí toda vez que yo misma también obtuve el mío, con gemidos incontrolados. Mi coño estaba empapado, encharcado. Mi hijo se levantó de la cama​

• dónde vas? - le pregunté, pensando que a lo mejor vendría a mi cama-

• a limpiarme, mamá, me he corrido con muchas ganas -me respondió acercándose a mi, hablandome casi al oído con palabras que me llegaron al alma-

Juan fue al baño y no tardó mucho en volver, le oí entrar en la habitación pero el sueño ya me estaba venciendo a mí también, el desgaste del orgasmo que había tenido y la noche anterior en vela hacían que el sueño se apoderara de mi. Me quedé profundamente dormida, con un sueño reparador. Mañana sería otro día, pero tenía la sensación de que las cosas se disparaban, que iban a una velocidad endiablada y mis barreras cada vez era menos resistentes porque notaba a mi hijo también decidido.

Al día siguiente nos juntamos todos a la hora del desayuno, como casi siempre también todos ibamos tarde a nuestros respectivos quehaceres. La primera que salió de casa fue mi madre, después Juan se fue a buscar sus libros y desde la puerta antes de despedirse me dijo​

• esta tarde iré a buscarte a la Farmacia

• y eso? -contesté sin darle mayor importancia-

• creo que tenemos que hablar de algunas cosas seriamente, mamá, y no creo que se pueda hacer en casa, iré a buscarte y hablamos, vale?, que tengas un buen día, luego nos vemos

Me dejó helada. No contesté, oi abrir y cerrarse la puerta de la calle. Mi hijo quería hablar conmigo de algo que no se podía hacer en casa, quería hablar conmigo de sus deseos, de los míos, me había dejado claro la noche anterior que lo que pasó era algo que él quería que volviera a suceder. Los demonios volvieron a apoderarse de mi. Durante algunos minutos me quedé fuera de la realidad, creo que no sabía siquiera donde estaba. Tenía miedo de esa conversación pendiente, pero también quería que se produjera, algo en mi interior anhelaba que se produjera.

La tarde en la Farmacia se me hizo eterna, aunque faltara mucho para la hora de cierre, miraba hacia la puerta, buscando a Juan. Unos minutos antes de terminar mi jornada, la puerta de la Farmacia se abrió y entró mi hijo saludando a mis compañeras y a mi Jefe. Estuvo hablando con ellos durante unos minutos, el tiempo justo para que yo me quitara mi bata de trabajo y cogiera mi bolso y mi chaqueta. Me saludó de la forma habitual, dandome un beso cada una de mis mejillas. Creo que me ruboricé, no, no creo, afirmo y reconozco publicamente que me ruboricé. Los colores subieron a mi cara sólo porque mi hijo me había besado en las mejillas, un beso cariñoso y sin más interes, pero yo me ruboricé como si de una colegiala se tratara.

Salimos y nos dirigimos a un bar donde nos sentamos y pedimos unas cervezas y antes de tomar un solo sorbo, Juan fue directamente a la cuestión​

• lo que pasó la otra noche me gusto mucho, mamá, y me gustaría que volviera a suceder, quiero decir, me gustaria que entre tú y yo comenzara algo

• pero, hijo, eso es imposible, somos madre e hijo

• a ti no te agradó?

Esa era la pregunta, esa era la cuestión: “me agradó?” no podía mentirle, porque no me disgustó, pero tampoco creía que se lo debía decir abiertamente, no podía decirle a las claras “mira hijo disfruté haciendote una paja y mamandote la polla como hacía tiempo que no disfrutaba, no solo no me agradó, si no que además me entusiasmo”. No podía decirselo, o si?​

• no se trata de si me gusto no no, se trata de los lazos que nos unen, que no podemos...

• que no podemos qué?, conocernos? querernos? incluso amarnos?

• tu no puedes amarme a mi como mujer, porque soy tu madre, de la misma manera que yo no puedo desearte a ti como hombre, porque eres mi hijo

• yo te quiero, mamá, y no precisamente por lo del otro día, te quiero desde que tengo uso de razón y si quieres saber la puta verdad, te diré que el otro día mi paja iba enteramente dedicada a ti, igual que las que me he estado haciendo desde hace mucho tiempo. No sé si estoy enamorado de ti, no lo sé, pero te deseo con toda mi alma.

Las palabras de Juan era sincera, sus ojos se iluminaban conforme las estaba diciendo y eran palabras que salían no de la boca, si no del corazón. Me emocioné terriblemente con las palabras que oía pronunciar a mi hijo, no tenía en ese momento ningún argumento que pudiera rebatir lo que el con una naturalidad inusitada me estaba diciendo; no tenía el argumento preciso o no quería tenerlo. En el fondo, yo también sentía lo mismo, deseaba y quería lo mismo que él pero algo dentro de mi me impedía reconocerlo abiertamente.

Terminamos de tomarnos la cerveza, ya era hora de volver a casa, se hacía tarde. Intenté concluir aquella conversación, más bien aquel monólogo, dicendo algo así como que estaba confundida, que no sabía, que tenía que reflexionar, que pensar; supongo que fue una ristra de excusas y pretextos que ni yo misma me los creía, pero eso fue lo que le dije.

Llegamos al portal y empezamos a subir las escalera, vivimos en una tercera planta. Pasada la primera, la luz de la escalera se apagó. Juan iba subiendo delante de mí, yo esperaba que llegara al rellano y pulsara para dar de nuevo la luz. No lo hizo, se dió la vuelta y diciendome “mamá”, bajo el peldaño de escalera que nos separaba y me dió un beso en la boca. No era una beso de cariño, labio contra labio, si no un beso de un hombre a una mujer. No se lo negué, mi boca se abrió dejando entrar su lengua, nuestras salivas se mezclaron. Fue un beso apasionado, a oscuras.

Estaba avergonzada, me sentía realmente excitada por el beso, indudablemente, pero tenía mucha vergüenza. Acaba de dar un beso en la boca a mi hijo, pero no cualquier beso, un beso de verdad, de amor. Le dije que lo mejor era subir a casa, entramos y mi madre ya estaba allí. Cuando nos vio entrar a los dos juntos, preguntó que como era que veniamos juntos, lo dijo con alegría, antes de que yo pudiera contestar, Juan se adelantó para decir que nos habiamos encontrado en el portal. Fui a mi habitación a cambiarme, a diferencia de otras veces mi hijo entro en el dormitorio me volvió a besar, o lo mejor sería decir que volvimos a morrear porque yo tampoco me estaba quieta y participaba de una manera activa​

• necesito tenerte, mamá

• no sean loco, por favor

• estoy loco, sí, pero por ti

Era todo raro, mi hijo y yo besándonos en nuestra habitación, mostrando nuestro amor y mi madre fuera, en la sala. Todo era surrealista pero muy excitante. Aquella noche mi madre no se quedó mucho tiempo con nosotros viendo la televisión, dijo que estaba cansada y se iba a acostar. Yo no queria quedarme sola con mi hijo, intuía “el peligro”, la dije que se quedara un rato más, pero ella insistió en irse a acostar. Nos quedamos solos Juan y yo, sentados en el sofá. Mi hijo me dio un beso que yo devolví, naturalmente, pero pendiente de la puerta de la habitacion donde se encontraba mi madre. Esta nerviosa, excitantemente nerviosa.​

• no, Juan, aquí no, la abuela puede salir

• ella nunca sale, mamá

• aquí no

• pues vamonos a la habitación

Le dije que esperase, el me hizo caso a medias me tocaba con disimulo pero abiertamente mis tetas, mis piernas, intentaba llegar más arriba. Veía su entrepierna hinchada y ahora sí, ahora la deseaba con todo mi ser. Cuando calculé que mi madre podía estar dormida, acepté un beso en la boca que terminó por romper cualquier resquicio de negativa que pudiera quedarme. Le toque yo también, acaricié su polla en una erección flagrante. El me besaba con mas deseo, mordía mi labio, estaba que iba a estallar. Nos fuimos entonces a nuestra habitacion, sabiendo lo que iba a pasar, deseando que pasase.

Nos fuimos hacia la habitación, al cerrar la puerta de nuevo nuestras bocas se abrieron para besarnos ya sin falsas vergüenzas ni complejos. Mi hijo es más alto que yo, y al juntarse nuestros cuerpos notaba claramente su miembro haciendo presión contra mí. Yo estaba que no podía mas, sabiendo lo que iba a acontecer solo le hice dos advertencias:​

• no podemos hacer mucho ruido

• no te preocupes la abuela duerme con un lirón

• por favor no te corras dentro, no tomo nada

• me lo imagino

A partir de ahí, todo fue muy rápido, nos desnudamos mutuamente pero con celeridad, con prisas. Nos tumbamos en la cama y Juan comenzo a lamer cada milimetro de mi piel, yo deseaba tocarle, coger su polla y poder tenerla, pero el me lo impedía. Se bajo, abrió mis piernas y comenzo a lamer mi coño despacio, sabiamente -quién le había enseñado a hacer eso? Con quién había aprendido?-. Llegado un punto me daban igual mis preguntas, necesitaba su polla dentro, necesitaba sentirme llena de él, por completo.

Como si me hubiese adivinado el pensamiento, introdujo su palo tenso en mí, el gusto que sentí fue indescriptible, se empezó a mover mientras me entregaba su lengua que yo chupaba como si fuese su polla, igual. Estuvo cabalgandome durante un rato, haciendo que me corriera en diversas ocasiones, cada vez mejor que la anterior. Me decía que le gustaba mucho, me preguntaba si me gustaba a mí, me decía que era feliz follandome, yo le pedía más, necesitaba más aunque ya habia tenido bastante.

Cuando sus movimientos se hicieron mas violentos, sintoma inequivoco de su proximo climax, le recorde que no podia correrse dentro, el sacó su polla y termino en una paja que me hizo disfrutar tanto como cuando la tenia adentro de mi. Se corrio copiosamente llenandome el cuerpo de su leche, caliente, gratificante, sedante para mí.​
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heranlu

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La Historia de Amor y Pasion con mi Hijo – Capítulo 003


Aquel primer encuentro, casi en silencio, con precaución de no ser descubiertos, con un miedo concentrado en mi interior, resultó ser el punto de partida de una nueva relación con mi hijo, me abrió las puertas a sensaciones olvidadas, a un deseo incontrolado. A mis 39 años me sentía como una jovencita que estuviera descubriendo el sexo, se habían despertado unas ansias en mí que desconocía o pensaba que no iba a poder tener más. No podía y no queria reprimir mis deseos, cada vez, conforme pasaba el tiempo, los prejuicios y miedos que había tenido en un principio, se difuminaban como si de un día de niebla se tratara. Intentaba ser discreta en mis emociones, en mis actos, en mis gestos. Juan tambien lo era y así de esa forma, manteniamos a salvo nuestra pasión, nuestro amor.

La dificultad mayor la teníamos en casa, donde vivia con nosotros mi madre. Sobre todo al principio, cuando la relación es más pasional, resultaba a veces dificil de llevar lo que podíamos llamar una vida normal. Discernir entre el cariño de una madre hacia su hijo y el amor de una mujer hacia un hombre, no es tarea facil, y resulta muy dificil de conciliar. Aprovechabamos cualquier momento en el que nos encontrábamos solos para dar rienda suelta a nuestros deseos, que eran muchos, pero esos momentos, la verdad sea dicha, no eran tantos como hubiesemos queridos, o por lo menos no tantos como en aquel momento hubiesemos deseado.

Nuestra habitación era un refugio de cartón, quiero decir con esto que si bien en ella nos encontrábamos a salvo de miradas indiscretas, no podíamos exteriorizar el placer que sentíamos al hacerlo. La casa no era muy grande, y aunque las habitaciones se encontraban distantes las una de la otra, un suspiro, un gemido, emitido en voz alta, hubiese sido escuchado desde el dormitorio de mi madre. Es cierto también que mi madre tenía el sueño muy pesado y que sus ronquidos llegaban hasta el lugar donde nos encontrabamos nosoros, pero aún con todo eso tomábamos una serie de precauciones para evitar cualquier tipo de incoveniente.

A pesar de todo, y en la medida de lo posible nos proferíamos palabras subidas de tono que a ambos nos excitan de una manera especial; sin hablar en exceso informábamos el uno al otro de nuestros deseos en aquel momento o al oido y en voz baja nos decíamos el placer que sentíamos o como nos encontrábamos con las caricias que recibíamos del otro.

Eran polvos con sordina, pero unos polvos maravillosos. Las camas que venían dentro del ajuar que se nos entregó al alquilar el piso, tenían unos somieres antiguos, de esos de muelles. El sonido era chirriante se alguien está botando encima de otra persona. La postura del misionero era peligrosa en ese sentido, por el ruido. Pero tambien sonaba la cama si era yo la que cabalgaba a mi hijo, por mucho que mis movimientos fueran controlados, al llegar el momento culmen y buscar un mayor roce, la cama sonaba. Por eso durante un tiempo solíamos follar en la postura de perrito, así mi hijo podía estar de pie fuera de la cama y yo simplemente apoyada en ella. Por otro lado, sentir su polla entrando toda en esa posición me proporcionaba un goce increible.

En cualquier caso había que solucionar el ruido de la cama, para mayor disfrute de los dos. Argumenté mis dolores de espalda que por aquella época eran muchos y constantes, al tener que estar de pie durante tantas horas en la Farmacia. Comenté en casa que había ido al médico y me había aconsejado que utilizara una tabla bajo el colchón. A nadie le extrañó, quiero decir, mi madre creyó que efectivamente un facultativo me había sugerido tal cosa e incluso fue ella la que se encargó de comprar la tabla para mi cama, en una ebanistería que había al lado de casa. Mi hijo interpretó a la primera el motivo real de la tabla y me miró y esbozó una sonrisa, era como si me estuviera dciendo: “que bien, mamá, ya te podré follar en la forma que me atezca, sin ruidos colaterales”.

Follar de perrito me gusta, como también que mi hijo me tire del pelo mientras lo hace o me de algún azotillo, eso me pone muy cachonda, me gusta sentir su polla dura entrando en esa posición, pero tambien necesito follar de otras maneras. No soy una mujer monoposicional, me gusta disfrutar de distintas formas según me apetezca en cada momento. La tabla, a parte de hacerme mucho bien para mis dolores de espalda, me haría también mucho bien para mis deseos sexuales.

Con la tabla en la cama, sin ruido, mi hijo me follaba o yo a el, de la manera y en la posición que en cada momento nos apetecía, siempre con el debido cuidado de no hacer más ruido que el extrictamente necesario.

Como digo, teniamos que buscar nuestros momentos de intimidad verdaderos, aquellos en que la sombra de nadie pudiera estorbarnos. Eran contados en aquel tiempo, por diferentes circunstancias, pero cuando se tenían los disfrutabamos y gozabamos enormemente.

La Farmacia donde trabaja, como todas, hacía turnos de guardia de 24 horas, eso implicaba que una de nosotras, las auxiliares que trabajabamos en ella, tuvieramos que cubrir dicha guardia. Para mi siempre había sido un incordio tener que estar en la Farmacia de guardia, la noche se hace muy larga y la clientela, quitando a las personas que verdaderamente van en busca de medicamentos de urgencia, sueles ser consumidores de jeringuillas y compradores de condones. La puerta está cerrada, y se expende a través de una ventanilla por seguridad pero con todo nunca me gustó hacer las guardias. Lo único positivo que sacaba de todo eso era el dinerillo extra que ganaba y que, os podeis imaginar, nunca viene mal.

Desde que comencé mi relación con Juan, las guardias en la Farmacia, sin embargo, tenían otro color porque era uno de esos momentos donde podiamos estar solos, de manera relajada, sin limitación.

La Farmacia tenía una rebotica o almacén donde había un sofá-cama, un frigorífico, un microondas y una televisión. Por las noches, en los días de guardia, el sofá cama se abría para que quien estuviera de servicio pudiera estirarse al menos y dormir un poco hasta que el timbre de la entrada avisaba de la llegada de cualquier cliente.

Las noches que me tocaba a mi atender la guardia, mi hijo solía venir a traerme la cena que calentaba en el microondas y comía, mientras el se tomaba algun refresco, casi siempre Coca-Cola y veía la televisión. Se agradecía la cena, preparada por mi madre que tengo que decir tiene una mano para la cocina extraordinaria.

Juan se quedaba conmigo, despues de haber cenado, un tiempo. Su abuela sabía que estaba en la Farmacia haciendome compañía y no se preocupaba, por otro lado, el despacho farmaceutico no se encontraba lejos de donde viviamos.

Después de cenar, solíamos ver juntos la televisión y ahí empezabamos a acaramelarnos, nos besabamos con pasión, con deseo. En el buen tiempo, debajo de la bata blanca solo llevaba la ropa interior, el sujetador y las bragas, lo que facilitaba mucho las cosas al magreo de mi hijo que me iba desabrochando los botones de la bata para meter mano directamente en mis tetas y mi chocho. Logicamente, yo no me estaba quieta y entre beso y beso, junto con el magreo al que estaba siendo sometida por parte de mi hijo, yo sobaba, lamía y chupaba todo lo que podía.

Ibamos calentandonos poco a poco, cogiendo la temperatura idonea para que nuestros cuerpos solicitaran algo más que caricias. A mi me encanta comerle la polla a mi hijo, es una debilidad lo tengo que reconocer, y nuestros juegos casi siempre empiezan con una buena chupada. Modestia a parte, tengo que decir que soy bastante buena en esos menesteres y Juan disfrutaba y aún sigue disfrutando mucho con las comidas que su madre, yo, le proporciona.

Cuando el placer, el deseo, se apoderaba de nosotros sin marcha atrás, desplegábamos la el sofá para poder convertirlo en una cama y de una forma definitiva dejarnos llevar por el camino más amplio de nuestro voraz apetito. No siempre era así, en algunas ocasiones el calentón que teníamos era tan grande que estando mi hijo sentado en sofá me subía encima de él y echando a un lado mis braguitas, introducía su miembro en mí que cabalgaba furiosamente hasta que mi orgasmo y el suyo, el de los dos, nos dejaba totalmente desfallecidos.

Pero a mí siempre me ha gustado follar en la cama, considero que es el mejor sitio sin descartar cualquier otro, por supuesto, pero preferentemente la cama es el lugar idóneo para mi.

Una noche, mi hijo y yo habiamos abierto la cama, estabamos follando, el encima de mí. Sentía su polla dura taladrandome, haciendome la mujer mas feliz del mundo, me habia corrido una vez, iba por mi segundo orgasmo. Mis palabras brotaban de mi boca para hacerle saber mi estado, mi gozo, el se movía ritmicamente. De repente sonó el timbre de la puerta de la Farmacia, alguien reclamaba mis servicios. Mi Juan seguía moviendose encima de mi, yo seguía gozando, pero algo en mi interior me dijo que tenía que salir a atender, le empujé suavemente para que se saliera de dentro, yo estaba desnuda, totalmente desnuda. Me puse la bata que abroché de manera rapida y solo los botones necesarios y salí a despachar.

En la puerta vi a una señora mayor, más mayor que mi madre, podría calcular que tendría unos 75 u 80 años, una señora muy mayor. Abrí el ventanuco y me extendió una receta, era un antiinflamatorio, me dijo que era para su marido que padecía de gota, una enfermedad que hace que sobre todo el dedo gordo del pie se hinche, con mucho dolor, al cristalizarse el líquido. Entre dentro para coger el medicamento, hechando un vistazo hacia la rebotica donde se encontraba mi hijo. Le vi tumbado, tocandose su miembro, tal vez para que su hinchazón no se bajara. Estaba deseando terminar de atender a la señora mayor para continuar follando con el.

Al volver, saqué el medicamento por el ventanuco y la mujer me entregó el dinero que costaba. Antes de marcharse me dijo:​

• señorita le pasa algo?

• No, nada, por qué?

• No sé me parece que tiene mala cara

• no, señora, es que estaba acostada y me habia quedado dormida

• bueno, pues nada, a pasar buena noche

• gracias, señora, que se mejore su marido

La señora mayor me habia dicho que tenia mala cara, quizás lo que tuviera fuera cara de vicio y seguramente el pelo despeinado. En ningun momento se me habia pasado el ardor que sentía antes de que la clienta nos interrumpiera, es más, tenía unas ganas locas de volver junto a mi hijo al sofá-cama de la rebotica para concluir lo que nos habían interrumpido.

Mi hijo seguía en la misma posición y forma que le había visto cuando fui a por el medicamento de la señora. Estaba tumbado, sobandose la polla de forma leve.​

• vas a terminar sin mi? -le dije en tono de broma-

• no tengo esa intención, mamá...

• ah, no? Entonces que intenciones tienes?

• Si vienes aquí te lo digo -me dijo sonriendo-

Cuando me acerqué beso mi boca, en un beso muy humedo y lascivo, cargado de deseo sexual, sin dar lugar a la mas minima duda de que efectivamente me estaba esperando, con necesidad de acabar lo que habiamos iniciado y nos habian cortado.

No tardó mucho tiempo para que me la volviera a meter, su polla en mi interior me causa un bienestar dificil de describir, Juan se movía sin prisa, con golpes de riñones ritmicos, dandose placer, pero proporcinandome a mi mucho, muchisimo gusto​

• como me gusta follar contigo, mama

• y a mi contigo, mi amor

• quiero que te vuelvas a correr como antes

• si sigues así, seguro

• te gusta mi polla, mama?

• me encanta tu polla, hijo

Tengo que decir, aunque suene depravado o perverso, que estar jodiendo con el y que me llamara mamá, me ponía todavía mas caliente, mas cachonda, hacía que me sintiera más guarra y me excitaba enormemente.

Los movimientos se hacían más acelarados, más rápidos e incontrolados. Yo notaba de nuevo la llegada del placer inexorablemente​

• mamá, me gusta, me gusta.... me voy a correr

• sí, correte dentro....correte, mi vida, que yo tambien me corro

• toma mi leche, tomala

• damela toda, llename de leche

Nos comimos la boca, corriendonos a la vez: nuestro placer no era individual si no un placer de dos, que es distinto. Notaba su leche caliente llenando mi interior, esparciendose por dentro de mi. Mi hijo estaba sudoroso por el esfuerzo, yo estaba empapada de su leche, y era muy feliz.​
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heranlu

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La Historia de Amor y Pasion con mi Hijo – Capítulo 004


La relación entre mi hijo y yo se iba afianzado conforme pasaba el tiempo y no me refiero exclusivamente en el plano sexual, que por supuesto, si no en el terreno afectivo. Cada día nos queriamos más, nos necesitábamos más, nos apoyábamos más. Yo no sé si emplear la palabra “enamorados” sería la más correcta, posiblemente no. Una madre es muy dificil que pueda sentirse enamorada de su hijo, porque el amor que siente por él, desde el mismo momento de su alumbramiento, ya es lo suficientemente fuerte y vinculante. Sinceramente no puedo decir taxativamente que estuviera enamorada de mi hijo, pero al menos era un sentimiento muy similar a eso.

Nuestros lazos afectivos iban mucho más lejos que el simple hecho de tener sexo, de un simple revolcón, tampoco se centraban solamente en eso. Compartíamos muchas cosas, a parte de la cama, no es que anteriormente no lo hicierámos, que también, pero en este estadio en el que nos encontrábamos, con mayor complicidad, con mayor libertad, sin la barrera teórica que separa a una madre de un hijo, eramos capaces de compartir nuestras mutuas curiosidades o gustos. Es cierto también que tanto Juan como yo coincidiamos en muchos hobbys, en la atracción por determinadas cosas, lo que facilitaba bastante las cosas.

Procurabamos, como ya he dicho con anterioridad, no mostrar en público nuestra atracción, a veces resultaba difícil, esa es la verdad. En una ocasión estaba yo en la cocina, Juan se encontraba sentado junto a mi madre en el salón. De repente note que alguien se situaba detrás de mi, sentía la presencia de alguien y al poco un beso suave en mi cuello que se repitió mientras mi hijo me sujetaba la cintura y acercando sus labios a mi oío me susurraba: “te quiero mucho, mama”. Sus palabras, los besos en mi cuello, el susurro en mi oido, erizaban mi vello, no lo podía evitar. Continuaba haciendo mi tarea, que no recuerdo sinceramente ahora cual sería, mientras él repetía y repetía sus besos tibios, mientras sus manos subían de mis caderas a mis pechos para tocarlos a penas en un roce y se acercaba más a mí. Su polla erecta se clavaba en mi culo, de vez en cuando movía su pelvis para que la notara aún más, cada vez más dura y potente. Me movía nerviosamente, le decía que se estuviera quieto, pero se lo decía entre una risa nerviosa que casi venía a reclamarle que continuara, que no parara, que siguiera con esas caricias que tanto bien me estaban haciendo.

Debía ser finales de primavera o tal vez comienzo de verano, recuerdo que llevaba una especia de bata fina, debajo de ella mi ropa interior, por entre las aberturas del abotonamiento de la bata mi hijo introdujo la mano para tocarme la tripa, para mover su mano en círculos alrededor de mi tripa e ir bajando poquito a poco hasta alcanzar el elástico de mi braga y jugar con el con uno de sus dedos. Yo dejé de hacer lo que estuviera haciendo, solamente queria sentir el movimiento de su mano, su pelvis juntandose y apretando mi culo, donde notaba su polla hinchada y desafiante. La mano de Juan había ganado el interior de mi braga, su palma se apoderaba de mi vello y seguía bajando hasta que un dedo descubrió mi clítoris, ya hinchado y con enormes ganas de ser manoseado.

• estate quieto, por favor

• no te gusta?

• me encanta y lo sabes, pero estate quieto

No atendía a mis requierimientos y creo que yo tampoco quería que atendiese, esa es la contradicción de las mujeres, que a veces decimos que no cuando lo que realmente queremos decir es un sí rotundo. Juan iba a lo suyo, su dedo ya sin miramentos me estaba haciendo una paja en la cocina, los dos de pie, a penas sin hacer ruido, clavandome su miembro amparado por la ropa, mis manos sujetas a la encimera de la cocina posiblemente porque de no habers sido así me hubiera caído, mordiéndome el labio para no gritar el gusto que mi hijo me estaba dando sin compasión.

• Juan, cariño, por favor, estate quieto....para ya por favor....para

El dedo se movia a mayor velocidad, el flujo comenzaba a aflorar, el gusto me estaba llegando sin poder evitarlo, sin querer evitarlo

• más, más.... me corro...sigue que me corro....

El orgasmo fue explosivo, pero tuve que amortiguarlo como pude, me hubiera gustado gritar mi placer, sabía y sé perfectamente que mi hijo disfruta escuchándome gemir y a mi me gusta que me escuche; se que el hecho de oirme le excita a él. Creo que ha sido Juan quien de alguna manera me ha enseñado a “dialogar” mientras estamos jodiendo y eso me resulta agradable, perversamente agradable y placentero, pero en ese momento no podía ser, bastante era con que estuvieramos haciendo lo que haciamos, como para encima tener un orgasmo esterofonico.

La pelvis de Juan tambien se movia velozmente cuando yo misma alcanzaba el climax, me dijo al oido: “me he corrido yo tambien, mama”. Giré mi cabeza para mirarle y rio abiertamente y sin levantar la voz me dijo “te juro que me he corrido, solo con el roce, joder, tengo los calconcillos empapados”. Lo unico que se me ocurrió decirle entonces, dandole una azote en el culo, como si fuera un niño pequeño fue:

• anda, ve a cambiarte, cochino, que ya te vale a ti....

Había sido una temeridad total y absoluta hacer aquello, tan solo a unos metros de donde se encontraba mi madre. Pero una temeridad, en cualquier caso, que me habia dejado divinamente y me había llenado de felicidad. Un sonrisa de satisfacción asomó a mi boca, con ninguno de los chicos que había estado antes, ni con mi novio, el padre de mi hijo, había tenido experiencias de ese tipo, al menos tan excitantes y me gustaba, caray, sí que me gustaba.

Al rato apareció mi hijo de nuevo en la cocina, en sus manos traía los calzconcillos que se había cambiado, me los entregó, estaban llenos de semen, eran azules, azul marino, y el semen se veía claramente, aun caliente y viscoso. Los heché en la lavadora pero no pude reprimir pasar mi dedo por la muestra de leche que se encontraba en la tela.

• la abuela esta dormida -me dijo-

• es una imprudencia lo que has hecho

• no te ha gustado?

• mucho

• entonces?

• pero es una imprudencia, y si hubiera aparecido la abuela

• te estoy diciendo que esta dormida en el sofa

• ya, pero si no lo hubiera estado?

• mira, mamá, ya esta hecho y no ha pasado nada -me dio un beso en la mejilla no sé si para tranquilizarme o para decirme que la conversación estaba resultando absurda o que a lo hecho, pecho-

• por cierto -le dije yo- ya te vale a ti tambien....

• es que me pones cardiaco

• desde luego a gusto te has tenido que quedar

• no lo sabes tu bien, mamá, ni te lo imaginas

Ciertamente el grado de calentura que tenía que tener mi hijo, cuando comenzó su juego particular, debía de ser alto. Nunca se ha caracterizado por ser un eyaculador precoz, todo lo contrario, mantiene “el tipo” el suficiente tiempo como para dar plena satisfacción a una mujer, pero aquel día en la cocina, el roce le llevó a derramarse copiosamente y nuevamente a conseguir el placer junto a mi.

No soliamos tener muchos momentos de intimidad a solas mi hijo y yo, salvo cuando mi madre se encontraba fuera de casa, habitualmente trabajando. Tampoco podiamos plantearnos el hecho de hacer alguna escapada de fin de semana porque tendríamos que cargar con la abuela. En resumen, eramos unos furtivos del amor y yo eso lo llevaba francamente mal porque tenía la necesidad de exteriorizar mis deseos, mis sentimientos, mis pasiones. Me hubiera gustado poder gemir, chillar incluso, en algunas ocasiones, sin miedo a que me oyeran. Se lo comentaba esto en muchas ocasiones a mi hijo y él tenia la misma opinión que yo.

En una ocasión mi madre tuvo que sufrir una operación quirúrgica algo delicada, más que por la trascendencia de la misma por el postoperatorio que sería largo teniendo en cuenta su edad. Estuvo ingresada en el Hospital unos quince días, durante los primeros a penas me movía de su cama salvo para ir a casa a cambiarme, ducharme y dejar preparado a Juan. Dormía en el Hospital con mi madre, mi hijo todos los días iba por allí, soliamos bajarnos a tomar algo a la cafetería donde con el disimulo adquirido con los años, me tocaba la mano en un roce que era una caricia.

En esos momentos Juan me comentaba lo mucho que me hechaba de menos, lo que deseaba que pudieramos estar de nuevo juntos, la necesidad que tenía de mi cuerpo. Yo lo escuchaba embobada, me gustaba enormemente que me dijera eso porque yo lo sentía igualmente por el. Le hechaba mucho de menos, necesitaba sus abrazos, sus besos, le necesitaba a él de una manera deseperada, tanto es así que una noche, estando con mi madre en el Hospital, y estando ella dormida, hablé por telefono con Juan. Fue una conversación entre madre e hijo en un principio, pero el tono se iba incrementando conforme ibamos hablando. Me decía palabras bonitas, me recordaba sus deseos, me recordaba algunos momentos vividos, lo que le gustaría estar conmigo en esos momentos, me hacía sabedora de su apetencia sexual.

• si estuvieras aquí ahora, mama, te lo haría

• ah, si? Y que me harías?

• todo

• todo?

• todo, te besaria las tetas, morderia tus pezones, bajaria mi lengua hasta tu ombligo y despues a tu chocho, te comeria el chocho como a ti te gusta

• para, nene, para que me lo voy a creer

• creetelo, mami, porque te haria eso y mas

• y yo que tendria que hacer?

• quererme... bueno y chuparme un poquito la polla... no te gustaria?

• sabes que me gustaria mucho.... mmmmh... mucho -repetí como si lo estuviera haciendo-

• tengo la polla a tope

• nene... como me dices eso?

• porque es la verdad, estoy muy cachondo y con muchas ganas

Yo tambien notaba que me empezaba a excitar, notaba mis bragas que se iban humedeciendo según transcurría la conversación, tambien, como mi hijo me decía, me estaba poniendo cachonda. La habitación del Hospital, estaba en completa oscuridad, mi madre dormia profundamente, roncaba, la puerta estaba entornada y yo la cerré, me senté de nuevo en un sillón de los que se saca una extensión para estirar los pies, mi hijo seguía hablandome, seguía provocándome con sus palabras

• me acabo de bajar la cremallera, mami

• y que vas a hacer -mi voz sonaba cada vez mas temblorosa, lo notaba-

• me voy a hacer una paja, haztela tu tambien para mi

• pero qué dices...? sabes donde estoy...?

• perfectamente.... me la estoy meando pensando que eres tu quien lo hace

• Juan, coño, no me hagas esto

• la muevo despacio como tu lo haces, mama

Las palabras de Juan, su retransmisión de su masturbación estaban dando en el blanco, ya no era humedad lo que sentía era una calentura dificil de soportar. Me desabroche el botón del pantalon para introducir mi mano, mientras escuchaba las palabras de mi hijo que hablaba sin pudor ni vergüenza, mientras oía sus jadeos a traves del auricular, yo tambien me estaba tocando, me estaba masturbando

• mamá, creo que no voy a aguantar mucho

• como la tienes ahora?

• muy dura, enorme, te estas tocando tu?

• si, lo hago

• y como estas?

• pues mal... o bien.... mira no lo sé, ya me entiendes

• estas cachonda, verdad?

• mucho

• te gustaria estar follando conmigo?

• no me preguntes eso, sabes que sí

La voz de Juan se calló de repente, solo se oían sus gemidos cada vez mas profundos. Era su forma de decirme que estaba a punto de terminar, por eso yo tambien aceleré el ritmo de mi dedo, tambien yo estaba a punto para conseguir mi orgasmo que necesitaba y deseaba fervientemente

• mama, me voy a correr.... quiero correrme.... me corro

Decidi no decir nada, era mejor, hubiera tenido que levantar en exceso la voz y mis gemidos hubieran sido muy audibles, pero me corrí furiosamente, mi hijo lo noto. Tras unos minutos de silencio me dijo

• te has corrido?

• si

• me hubiera gustado que lo hicieras a mi lado

• no seas malo

• no lo soy, mamá, lo que te digo es lo que siento: me hubiera gustado que hubiera sido como siempre

• anda, vete a la cama ya, que es tarde, mañana nos vemos vale?

• vale, mamá, hasta mañana que descanses

• igualmente, hijo, buenas noches

• oye, mamá...

• dime

• que te quiero

• yo tambien a ti... mucho

Cuando colgué el telefono en mi había una mezcla de placer inacabado, de amor extenso y de saberme querida, muy querida por mi hijo.​
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heranlu

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La Historia de Amor y Pasion con mi Hijo – Capítulo 005

Fue realmente morbosa aquella paja telefonica, o por lo menos a mí me lo pareció y mi hijo también la disfruto mucho, me lo dijo después. Viéndolo con la perspectiva de los años, quiero pensar que fue más que nada la predisposición que ambos teníamos, el deseo incontrolado más que la conversación en sí. Hubieramos podido masturbarnos hablando de política o de toros, de deporte o economía, daba igual. A mi me resultó morboso, a Juan también; por tanto qué mal hacíamos?. Si acaso a mi pobre madre que dormía a escasos metros de donde yo estaba, pero su sueño era tan profundo que ni se enteró. Hubiera estado gracioso, y lo digo con total ironía, que se hubiera despertado en el momento crítico y hubiera visto a su hija con los pantalones desabrochados, la mano metida dentro de ellos y dándose candela, mientras en la otra sostenía un teléfono y no paraba de suspirar.

Cuando mi madre se fue recuperando, aún estando en el Hospital, me reincoporé a mi vida normal, quiero decir, que ya no me quedaba por las noches con ella, que acudía al trabajo y pasaba más tiempo en casa. Ni que decir tiene que eso nos dió una autonomía superlativa a Juan y a mí. Nos permitía logicamente pasar mucho más tiempo juntos y por supuesto hacer lo que en muy contadas ocasiones podíamos hacer libremente: hechar un polvo de forma tranquila, sosegada, pasional y auténtica.

Durante diez dias, cada uno de los días, follamos a plenitud, sin trabas, sin inconvenientes externos, sin recelos o miedos. Todos y cada uno de esos días que mi madre estuvo en el Hospital recuperandose de su intervención, saciamos nuestras ansias mi hijo y yo. Algunos días por partida doble.

• cuando vuelva la abuela a casa voy a hechar de menos todo esto -me dijo un día mientras descansabamos tras uno de nuestros encuentros-

• yo también lo voy a hechar de menos

• y si se lo decimos?

• si le decimos qué? -pregunté yo-

• joder, mama, si le decimos a la abuela que nos queremos, que queremos estar juntos pero no como hijo o como madre, si no como pareja

• tu estás como una verdadera cabra.... pero que estas diciendo?, por los clavos de Cristo, Juan, tú párate a pensar en lo que acabas de decir...

• sé perfectamente lo que he dicho y sería una solución

• sí, claro, y esperarás que la abuela salte de contenta y nos de su bendición, a mi me compre el ajuar y a ti te trate como a un yerno, en lugar de como a un nieto.

Lo peor de toda esta conversación que acababa de tener con mi hijo era que el hubiese estado dispuesto a tomar esa decisión, sin dudar, a salir a la calle y gritarlo a los cuatro vientos o participar de ello a toda la comunidad del edificio donde viviamos. Lo tenía clarísimo. La juventud suele ser así de atrevida y en muchas ocasiones no ve más allá del horizonte donde les alcanza la vista.

Para mí lo que decía mi hijo era una chiquilla, una sandez que no merecía ni que se tomara en consideración, pero para el resultaba algo serio y en más de una ocasión, durante esos días, volvió a la carga con su argumentación. Era incorregible en ese aspecto y muy cabezón.

También durante esos días coincidió el cumpleaños de mi hijo, sus 18 años le hacían sentirse importante, todo un hombre, eso, y que, con perdón de la expresión, se estaba hinchado a follar a una casi madurita y lo estaba disfrutando como un enano, que se dice vulgarmente.

El día de su cumpleaños, como todos los días, estuvimos en el Hospital viendo a mi madre que la verdad ya se encontraba bastante recuperada y empezaba a dar pequeños paseos por el pasillo de la planta. Pasamos allí con ella toda la tarde y al salir le propuse de ir a tomar algo a algun sitio que él quisiese o a cenar, me dijo que prefería ir a casa y estar tranquilos. Interiormente sonreí porque lo que Juan me dijo era una forma diplomática de decir: “mira, mamá, vamonos prontito a casa que tengo ganas de hecharte un buen polvo”. Cogimos el bus y en unos minutos llegamos a nuestro hogar, nuestro, de él y mío, hasta que volviera su abuela.

Preparamos entre los dos la cena y notaba que Juan estaba especialmente cariñoso, me besaba constantemente y yo de forma también constante le devolvía los besos y caricias que me daba. No eramos una madre y un hijo, eramos otra cosa. En lugar de cenar en la mesa del salón donde acostumbrabamos a sentarnos a comer, lo hicimos sentados en sofa junto a una mesita donde pusimos los diversos platos.

Tras el picoteo y ya mas relajados, los besos subieron de intensidad, ya no se trataba de besos fugaces en la comisura de los labios, ahora eran morreos en toda regla que poquito a poco iban causando efecto tanto en él como en mí. Nos estabamos sobando en el sofa, los dos abiertamente y sin ningun pudor ni cortapisa. De pronto sonó el teléfono y maldije para mí a quien fuese que estuviera llamando en ese preciso momento, cortando de raiz el embite mutuo. Me estiré en el sofá para alcanzar el auricular. Era una tía mía, hermana de mi madre, del pueblo, que llamaba logicamente para interesarse por el estado de su hermana. La informé pero ella no dejaba de hablar y hablar y preguntaba por todos y me contaba las ultimas novedades por el pueblo y los cotilleos que a ella le parecían algo apropiado, pero a mi francamente me traían sin el mas minimo cuidado.

Como la conversación se prolongaba más de lo que hubiera sido normal, Juan que al principio se había estado quieto escuchandome, comenzó, o mejor dicho, retomó su ataque a mi anatomía. Me sacó no se como un pecho y succionaba el pezón, mientras yo escuchaba las explicaciones que mi tia me daba acerca de un olivar que querían comprar, pero que su dueño pedía mucho dinero por él. Escuchaba la voz de mi tía y sentía mi pezón crecer dentro de la boca de mi hijo y notaba el calor que esto me producía.

La boca de Juan en mi pezón y su mano en mi entrepierna, jugando indiscriminadamente, haciendose sitio entre mis bragas, acariciando mis ingles y proporcionandome un estado de ansiedad y desasosiego mezclado con un cosquilleo que no sabía cuanto tiempo iba a poder aguantar. Intentaba cortar la conversación telefonica y en un par de ocasiones estuve a punto de conseguirlo, pero mi tía seguía erre que erre y sacaba un nuevo tema de conversación que más que serlo resultaba un monólogo interminable.

La boca y las manos de mi hijo no cejaban en su empeño, si ya antes comenzaba a sentirme altamente excitada, sus maniobras actuales hacían que mi calentura estuviera alcanzado cotas importantes. Por fin mi tía empezaba a despedirse, y digo empezaba, porque en varias ocasiones la interrumpió para seguir con sus historias. Yo cada vez podía seguir menos la conversación, me delataba el estado en el que me encontraba, intentaba hacer parar a Juan pero este continuaba y continuaba cada vez con caricias mas certeras, provocandome mayores deseos y nerviosismo. Finalmente mi tía dijo que ya llamaría en otro momento e interrumpimos la comunicación.

Solté un suspiro de alivio porque no aguantaba más, fue un suspiro de alivio pero también de deseo, mi hijo continuaba, ya no chupando, ahora comiendome las tetas, yo le agarraba de la cabeza como para atraerlo más hacia mi. El muy bribón sabía como hacerlo, sabía llevarme a ese punto de no retorno donde toda mujer pide, exige, implora más y más.

• vamonos a la cama, mi vida

• estamos bien aquí

• quiero que me folles en la cama

• espera un momento

A la vez que me decía ésto, tiraba de mis bragas hacia abajo. Yo le ayudaba alzando mi culo para que salieran sin problemas, me las quito y se arrodillo entre mis piernas, empezó a pasar su lengua, despacio, minuciosamente, me lamía incrementando más si cabe mi desazón. Le agarraba de la cabeza, le empujaba hacia el centro, quería que acelerara, pero que parara, lo queria todo y no queria nada en concreto. Mi hijo, arrodillado ante mí, me estaba comiendo el coño y me estaba llevando a la gloria.

• por favor, vamonos, que no puedo aguantar más

Era una súplica lo que salía de mi boca, pero él hacía caso omiso seguía con su tarea de forma metódica y concienzuda, el placer aumentaba

• no puedo más, hazmelo

De nada servía lo que le dijera su lengua lamía y relamía, pasaba por mi clítoris martirizándolo de forma inexpugnable, su lengua subía y bajaba y elevandome las piernas llegaba hasta mi agujero posterior que tambien chupaba y llenaba de saliva, luego volvía su lengua al lugar inicial continuando con su abnegado trabajo y un dedo jugaba cerca de mi culo, haciendo un simulacro de penetración.

Yo estaba a mil, sin poder ni querer controlarme, deseosa de sentir de una vez por todas su vigoroso miembro dentro de mi. Decidió que era el momento, se incorporo y se quito los pantalones, solo los pantalones, que arrojo a una distancia de donde nos encontrabamos. Me hizo ponerme de rodillas en el sofa, quise meterme su polla en la boca pero también él se encontraba demasiado caliente como para aguantar un suplicio añadido. Se hechó saliva en la mano y la unto en su miembro erguido y desafiante.

Me arrodille en el sofa, con la falda levantada, sin bragas, noté como la verga de Juan se acercaba a mi cavidad y entraba con una facilidad increible, gracias, entre otras cosas, a la saliva que previamente él había depositado y a los muchos flujos que yo misma estaba emanando. Entro y dio un ultimo empujon de acoplamiento definitivo, empezando a moverse despacio, su dedo seguía jugando en el agujero de mi culo, mientras su polla entraba y salía decidida de mi coño.

• te está gustando?

• una barbaridad

• mama me gustaria hacerlo por atrás -lo dijo casi con miedo-

• por el culo?

• si, lo has hecho alguna vez

• no

• quieres hacerlo conmigo?

• no lo sé, me dolerá

• tendré cuidado, te lo prometo

No lo tenía muy claro, pero en aquel momento no le hubiera negado absolutamente nada de lo que me hubiera pedido, me encontraba totalmente deshinibida y en plena calentura. A cualquier cosa hubiese dicho que sí, quería gozar plenamente aunque para gozar también hay que sufrir, a veces.

Le dije que así no podría entrar, entonces él se retiro y se fue hasta el cuarto de baño, viniendo con un botecito de vaselina, una cajita de color rosa que abrio y se untó en un par de dedos. Extendió bastante cantidad de vaselina por el agujero y también por toda la extensión de su miembro que agarró con la mano y lo acercó hasta su destino. Sentía su cabeza apretando, comenzaba a entrar con muchísima dificultad, me dolía enormemente, se lo dije. Juan no hablaba empujaba y paraba ante mis muestras de dolor. Con la ayuda de la vaselina, iba entrando poco a poco, notaba algo menos de la mitad dentro, el dolor menguaba también, estaba dentro la suficiente cantidad como para que empezara Juan a moverse, con el mete y saca, ayudado por la vaselina cada vez su miembro entraba más. Volvía el dolor

• cariño, no puedo... me duele

• aguanta un poquito

Una de sus manos llegó hasta mi hendidura y masajeaba el clítoris a la vez que su polla escarbaba mi culo sin compasión y ritmicamente. Volvio a desaparecer el dolor, volvía a sentir placer, volvía a estar en tensión y loca por alcanzar el climax que notaba que llegaría. Mi hijo seguia profundizandome y por los sonidos que salian de su boca notaba que disfrutaba también

• te estoy follando el culo, mama,

• si, cariño

• ya no te duele?

• me duele algo menos, me ayuda tu mano en mi chichi

Los movimientos se descontrolaron de pronto, Juan empezo a gemir mas fuerte, yo tambien, notaba que todo se iba a terminar pronto, necesitaba que acabara cuanto antes. Como siempre, mi hijo me avisó de su final mientras yo me estaba corriendo estrepitosamente, pidiendole mas, rogando su leche.

Nuestro orgasmos, sin ser simultaneo, fue seguidos y consecutivo uno del otro. Mi hijo me había roto el culo, era el primer hombre que entraba por ese pequeño agujero, sentía que le había dado algo importante, lo que no había dado a ningun otro. Era como sentirme desvirgada por mi hijo y eso me llenaba de felicidad y de satisfacción.​
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heranlu

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La Historia de Amor y Pasion con mi Hijo – Capítulo 006

El regreso a casa de mi madre, tras su estancia en el Hospital, supuso varias cosas: la primera, tener que cortar de forma radical los encuentros que mi hijo y yo teníamos de forma imprevista o cuando menos sin estar pendientes de horarios ni de nadie, simplemente cuando nos apetecía, fuera la hora que fuese y estuvieramos donde estuvieramos; la segunda consecuencia fue que al estar mi madre convalenciente, consideramos más oportuno que se trasladara a la habitación que yo compartía con Juan, de esa forma podía estar más pendiente de ella y ayudarla en el momento que lo necesitara.

Logicamente de las dos consecuencias, la segunda de ellas no le hizo ni la más mínima gracia a Juan y se le notaba de una manera clara. Mi madre interpretó el disgusto de mi hijo con la naturalidad de quien se ve desposeído de su espacio vital, y en realidad así era pero con una mayor profundidad. Lo que no quería mi hijo era perderse la oportunidad de follar conmigo cuando quisiera, de tener nuestros momentos de intimidad, con la puerta cerrada, apartados del resto de la casa.

• A Junanito le ha molestado cambiarse de habitación (me dijo mi madre, en una de las veces)

• no, no creo

• sí, le ha molestado mucho.... lo único que hago es daros problemas (decía mi madre con voz penosa)

• que no, mamá, lo que le molesta es tener su ropa aquí, en este dormitorio, y la molestia que eso supone (no se me ocurrió mejor respuesta ni excusa)

Pero era verdad, a Juan, mi hijo, le había sentado el nuevo cambio de habitación como una patada en el estómago. Si de por sí la presencia de su abuela en la casa ya era suficiente impedimento para nuestros juegos, el que estuvieramos separados, en habitaciones distintas, era la guinda del pastel. Yo le hechaba de menos, naturalmente, como él a mí, sin embargo me veía en la obligación de atender a mi madre en todo lo que pudiera necesitar. En principio la medida sería provisional, mientras tanto la abuela se recuperara, pero aún así habiamos cogido un ritmo dificil de parar, o por lo menos de parar tan súbito.

Mi cuerpo, durante tantos años acostumbrado a las carencias físicas, ahora necesitaba ser satisfecho. Había noches que se me hacían muy duras, interminables, pensando que mi hijo se encontraba solo a unos cuantos metros de mi cama y yo estaba con unas ganas locas de ser tocada, abrazada, poseída. Eran noches de calentura, probablemente la misma que mi hijo estuviera tambien sintiendo en ese momento, lo que tampoco me calmaba ni me ayudaba, si no todo lo contrario.

En momentos así, intentaba relajarme masturbandome despacito, a penas sin hacer ruido, sin que mis gemidos ahogados delataran lo que me encontraba haciendo, sintiendo, disfrutando. Ponía especial atención a la acompasada respiración de mi madre, que me decía que se encontraba durmiendo. Mientras que mis manos jugaban con mi rajita y con mis tetas, para darme el placer total que en ese momento ansiaba, alguna vez se me ocurrió levantarme, acercarme hasta la cama donde se encontraba Juan, haber terminado allí lo que mis deseos me pedían de una manera desaforada. Pero nunca lo hice.

Lo que sí tenia que hacer, en mas de una ocasión, para amortiguar el gemido que brotaba instantaneo de mi boca, era colocarme la almohada sobre mi cara, morder la almohada, como si estuviera mordiendo la boca de Juan. Ríos de flujos corrían por mis piernas, muslos abajo, y mi mano se llenaba de la pegajosidad propia de una mujer caliente, rebentada de pasión.

Mi hijo, por su lado, no estaba mejor que yo. Había días que al hacer su cama, veía gotas de su semen en las sábanas, señal inequivocaba que se había masturbado la noche anterior. Creo que no intentaba disimularlo y que, en cierta forma, lo hacía para que yo me diera cuenta de lo que había realizado unas horas antes. Yo solia pasar mis manos por los goterones que asomaban en las sábanas y tengo que reconocer también que en más de una ocasión me puse tan cachonda que iba a buscar sus calzoncillos al cesto de la ropa sucia y con ellos, oliéndolos o restrangandome indiscriminadamente, me pajeaba con desesperación.

Ambos, Juan y yo, cada uno por su lado, nos encontrabamos en un estado de excitación constante, lo que vulgarmente se conoce como “salidos”. A penas teniamos tiempo ni siquiera de besarnos apasionadamente y cuando lo haciamos siempre con el temor de ser descubiertos o interrumpidos. En aquella época deseaba que me tocara turno de guardia en la Farmacia, era una manera de desfogarnos. Los turnos de guardia en la Farmacia los aprovechabamos para follar libremente. Ya os conté en otro episodio algo sobre esto, ahora, en aquel momento, era disponer de algo parecido a una cama para poder amarnos libremente.

Cuando empezamos, normalmente lo haciamos medio vestidos o yo misma no solia quitarme la bata blanca, pero por aquel entonces era tanta la necesidad de sentir a mi hombre, tanto el deseo incontrolado de hechar un buen polvo, que nos desnudabamos completamente, como cuando lo haciamos en casa. En alguna ocasión, algun cliente, tuvo que esperar a que me medio adecentara para poder salir y atenderle. Sé que lo que cuento no está bien, pero es la cruda realidad. Sé que utilizar el puesto de trabajo para hacer el amor con tu propio hijo no es muy habitual y no dice mucho a favor de la mujer, pero realmente era lo que podíamos tener y a lo que podíamos aspirar, salvo en contadas ocasiones.

A mis casi 40 años mi cuerpo era una caldera en ebullición. Mi sexualidad estaba palpitante y sin control. Necesitaba sexo, el que tenía y el que no. Mi hijo habia tocado el boton de activación de mis deseos y ya no habia quien parase todo eso, por ello necesitaba follar, o masturbarme, el morbo se había instalado en mi. Y ante la abstinencia obligada por la que pasaba, salvo en momentos puntuales, procuraba buscarme el placer de mil y una forma.

Me aficioné a espiar a los vecinos, sobre todo en sus momentos de placer. Es cierto que la construccion donde viviamos facilitaba mucho las cosas. Por un lado, las paredes eran casi de papel, con lo que se oia todo: el chirriar de la cama, los lamentos de placer y las voces que los amantes se dispensaban en un lujurioso dialogo.

Nuestros vecinos, una pareja con dos hijos, solían follar los martes y los sábados por la noche, les tenía cogida la frecuencia y el horario, y me ayudaban enormemente en mis masturbaciones solitarias. Ella gemía profusamente, animando a su pareja a que empujara con más vigor, o mas despacio, le indicaba a veces donde tenia que correrse o donde no. A el casi no le oía, salvo cuando acababa que proferia un grito que debia ser escuchado por toda la comunidad.

Mis vecinos tenían mas o menos mi misma edad y me resultaba curioso cruzarme con ellos al dia siguiente de haberles estado oyendo follar. El, muy educado, y ella, la tipica ama de casa que parece no haber roto un plato en su vida, tranquila, amable, sosegada, pero viciosa por demás a la hora de joder con su marido.

La ventana de la cocina daba a un patio interior, donde confluian diversas ventanas de diferentes viviendas. Una noche, por pura casualidad, me asomé a la ventana, mientras me fumaba un cigarrillo. Vi encenderse una luz, la persiana se encontraba levantada y las cortinas permitian ver lo que sucedía al otro lado. Apareció una chica joven, de unos 22 años, era la hija de otros vecinos nuestros, traía en la mano un vaso que parecía estar lleno de leche y una cucharilla que removía en el interior del vaso. Se sentó enfrente a una mesa de estudio, llevaba un pijama, no sé si de flores o de muñequitos, dejo el vaso encima de la mesa, al lado de un libro que tenía abierto, con la cuchara dentro.

No sé que extraña sensación me invadió, puede que fuera el morbo de observar, de mirar y no ser vista, de introducirme dentro de la vida y la intimidad de los demás, como he dicho antes. Apagué el cigarro, pero no me moví de la ventana. Miraba a mi joven vecina sentada y leyendo, de cuando en cuando removía el vaso con la cucharita, como sin saber bien que lo hacía, como ensimismada.

No sabía bien que estaba esperando, pero prometo que estaba segura que iba a pasar algo. Me mantenía mirando hacia su ventana, sin apenas moverme, no queria que un pequeño ruido o el propio movimiento de mi cuerpo, delatara mi presencia.

La vecina se estiraba de rato en rato, como cansada, hastiada tal vez de estudiar. Era tarde, pero no recuerdo que hora podría ser, altas horas de la madrugada. El patio estaba en silencio, mi casa estaba tambien en silencio, todo era silencio a esa hora de la madrugada. La vecina pasó su mano derecha por su pecho izquierdo, lo hizo en repetidas ocasiones. Lo que al principio me parecio que podía ser un gesto natural, al poco se convirtió en una caricia, una autocaricia que a mi vecina debía de estar agradandole, porque su mano desabotonó la camisola del pijama y la introdujo abiertamente para tocarse la teta.

En un momento, me pareció como que miraba hacia afuera, hacia el patio. Yo no me movia de donde estaba, pareció mirar supongo que para ver si alguna luz estaba encendida de algun piso. Todo debía estar a oscuras, todo el vecindario debia estar dormido a esa hora, excepto la vecina mirona y morbosa que no perdía un solo detalle.

La mano dejo de tocar el pecho y se introdujo por dentro del pantalón, mi vecina hechó un poco para atrás la silla donde estaba sentada y abrio las piernas, formando un arco que permitiera un mejor contacto de su mano con su pubis. Veía claramente como su mano se movia por dentro del pantalon del pijama, despacio en un primer momento y a ritmo frenetico mas tarde. Mi vecina se estaba haciendo una paja, yo la estaba viviendo y tambien me estaba excitando, por eso yo tambien introduje mi mano por dentro de mi pantalon de pijama y con mi dedo corazón frotaba mi clítoris viendo con mi joven vecina se pajeaba, ya sin disimulo y con movimientos se dejaban ver claramente la necesidad que tenia de correrse de forma inmediata.

Yo también aceleré mis movimientos y casi nos corrimos al mismo tiempo. Ella sentada en su habitación, frente a su mesa de estudios, y yo de pie en la cocina viendo todo a través de la ventana.

A mi joven vecina la vi mas veces, no siempre sola, y sobre todo en verano cuando el calor hace que las ventanas se abran para que las mironas disfrutemos. Cuando sus padres se marchaban de fin de semana o de vacaciones, y ella se quedaba sola en casa, solía subir al novio y solian follar. Todo con las ventanas abiertas, por lo que en mas de una ocasión pude, a parte de ver, oir sus quejidos amorosos, lo que me permitía un espectaculo exquisito y hacia que mis pajitas fueran disfrutadas enormemente.

Como digo, el morbo se habia apoderado de mi y lo buscaba de forma frecuente. A veces el morbo da lugar a la imprudencia y por eso en algunas ocasiones pude pecar de imprudente. Me refiero a que cada vez en mayor medida buscaba a Juan, aun estando mi madre en casa. No siempre para follar, pero por lo menos para darnos algun que otro sobo.

Me vienen a la memoria dos momentos que sirven para aclararos lo que os estoy diciendo: en uno de ellos, mi madre estaba viendo la televisión en el salon, Juan estaba en su dormitorio, el que antes habia sido de la abuela, estudiando o haciendo algo, yo necesitaba estar con él, que me comiera un poquito la boca y me magreara a su gusto, todo hay que decirlo. Con no se que excusa me levanté del sofá y fui para el cuarto de mi hijo. Cerré la puerta y me lance literalmente a él, dandole un beso pasional y desbocado que fue correspondido de principio a fin.

• que te pasa, mamá? (dijo Juan entre asustado y contento)

• estoy a mil

• ya te veo, ya... y qué quieres?

• me comes el coño?

• y la abuela?

• viendo la tele

• joder....

Sin mas que decir me tumbó en la cama, me levantó la falda y me aparto la braguita, arrodillandose y comenzando a lamer.

• estas muy caliente, estas empapada

No le contesté, empujé su cabeza y el se centró en su trabajo con la lengua hasta hacer que me corriera, mordiendome los puños para no chillar, para que mi madre no se enterara de que a su hija le acababa de comer el coño su propio hijo, haciendola vibrar.

La otra ocasión a la que me refería fue en verano. En casa es costumbre de dormir la siesta y en eso estabamos los tres. Yo no podía quedarme dormida, mitad por el calor que hacia, aunque todo estaba hermeticamente cerrado, para no dejar pasar la luz, y por el estado de cachondez que llevaba. Me levanté y fui hasta el cuarto de mi hijo, que tampoco dormia y tambien estaba bastante caliente, a juzgar por el paquete que se le marcaba en los calzoncillos.

Me acoste con el, empezamos a morrear y puse mi mano en su entrepierna

• estas caliente?

• sí, me iba a hacer una paja

• te la voy a hacer yo, con mamada incluida

Saque su polla del calzoncillo y empecé a menearsela, bajando despues a metermela en la boca, jugando con mi lengua alrededor de su capullo. Mi hijo disfrutaba con la mamada-paja y me lo hacia saber, en voz baja

• como me gusta, mama, como me la chupas.... quieres follar?

• quiero que te corras

Entre lamida y lamida, entre chupeton, mi mano no paraba de masajear el cipote de Juan que estalló de forma aparatosa, distribuyendo las gotas de leche por todo el cuarto. Cuando estuvo mas relajado, le di un beso y me marche.

Al salir vi que mi madre se habia levantado ya de la siesta, estaba en la cocina preparando café. Me dijo que hacia muchisimo calor y era imposible pegar los ojos. La di un beso y la dije que iba a refrescarme un poco, antes de salir hacia el baño me dijo

• tienes algo blanco en el pelo, Tere

Al llegar al baño me mire en el espejo. Vi mi cara de viciosa satisfecha y parte de la corrida de mi hijo en el pelo, tiñendomelo de blanco. Sonreí​
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heranlu

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La Historia de Amor y Pasion con mi Hijo – Capítulo 007


El paso del tiempo nos iba convirtiendo a mi hijo y a mi en amantes furtivos, que aprovechaban la mas minima oportunidad para poder satisfacer sus necesidades, o dar rienda suelta a su amor, depende de como se vea el caso. Mi madre, viviendo con nosotros, era la barrera insalvable que nos impedia exteriorizar nuestros sentimientos, nuestros deseos, nuestra pasión.

Intentabamos llevar una vida normal, de madre e hijo, pero a veces se nos escapaban caricias, miradas complices, deseos reprimidos. Creo que jamas mi madre fue consciente de lo que en realidad pasaba en esa casa cuando ella se ausentaba o cuando ella dormia o simplemente cuando ella se despistaba. En alguna ocasión estuvo a punto, muy a punto, de pillarnos. Aunque extremes al máximo la seguridad o intentes por todos los medios ser lo más discreto posible, en momentos de pasión todo pasa a un segundo plano y se baja la guardia.

Recuerdo en una ocasión que ella, mi madre, había salido. No sé con exactitud si a dar una vuelta con alguna amiga, a hacer alguna compra o a qué en concreto. Lo cierto es que no estaba en casa. Juan y yo nos encontrabamos viendo algun bodrio de los que ponen en televisión algun sábado por la tarde, tampoco recuerdo bien que programa o película estabamos viendo.

Juan estaba sentado en el sofá, yo tumbada encima de él, apoyando mi cabeza en su piernas, de costado. De cuando en cuando, zapeaba de canal en canal buscando algun programa que pudiera entretenernos a los dos. En ese momento, salvando la pose en la que nos encontrabamos, nuestro comportamiento podia pasar perfectamente como el de una madre y un hijo, en realidad lo que eramos.

• vaya coñazo de televisión -dijo Juan al enesimo cambio de canal-

• quieres que nos vayamos a dar una vuelta?

• no me apetece salir, mamá... pero podias bajar al video-club y alquilar una pelicula

• joder, Juan, no me fastidies, no me apetece vestirme ahora

• anda, mamá... -lo dijo con ese tonillo infantil que solía poner cuando queria conseguir algo-

Me levanté y me fui hasta la habitación, donde me puse cualquier cosa que tuviera a mano. El video-club se encontraba justo debajo de casa y practicamente era salir del portal y llegar hasta el local.

Antes de salir, le pregunté que película le apetecía que alquilara. Juan se me quedó mirando con cara de pillo y me dijo esbozando una sonrisa

• coge la que te apetezca a ti y una de esas que me gustan a mi

A Juan le gustaba ver peliculas pornográficas, a mi no me disgustaba precisamente, pero no era algo que me volviera loca. Me gustaba verlas con él, habitualmente no la veiamos de un tirón, en algunos casos ni la veiamos, era una especie de aditivo para nuestros juegos pecaminosos.

• traete una, mamá

• pero que guarro eres, hijo mío

• traela

Cogí las llaves de casa antes de salir que, como siempre, se encontraban en una especia de taquillón que había en el recibidor de la casa y bajé hasta el video club. Elegí una pelicula cualquiera y me fui hasta la zona de peliculas X, separada del resto, en una esquina, donde se agolpaban todo un grupo de titulos a cual mas hortera y que no dejaba lugar a ninguna duda. No merecía la pena leer la sinopsis del fim en la contracarátula, solo con leer el titulo se sabia perfectamente el guión que te ibas a encontrar.

No soliamos alquilar muchas peliculas de ese tipo, por razones obvias: no teniamos muchas ocasiones para visionarlas, y no era cosa de ponernos a ver una pelicula porno estando mi madre en casa, naturalmente. Normalmente era yo quien las alquilaba. Al principio, como todo, te da un poco de vergüenza o pudor, era como si la chica de detras del mostrador, la dependienta, al entregarme la cinta se me quedara mirando y pensara para ella “esta se va de fiesta”, o algo así.

El caso es que escogi una pelicula cualquiera y otra de cine convencional, por asi llamarlo. Subi a casa, en donde encontre a Juan exactamente en la misma posición que le habia dejado unos minutos antes. No tardé mucho y así me lo hizo saber

• que prontito has venido...

• tampoco esta tan lejos el video-club

• que has cogido?

• pues no lo sé, una de llorar y la que me has pedido

• pero de qué va la buena

• pues no te digo, de llorar...

• venga mamá no seas tonta, de que va la guarrilla

• joder, Juan, de qué va a ir...? de follar, supongo

Los dos nos reimos. Le pregunté cual queria que pusiera primero, sabiendo que se caia por su propio peso que primero se pondria la porno, entre otras razones, porque era el unico momento que teniamos para verla. Mi hijo me dijo que pusiera la porno. Saqué la cinta de su caratula y la introduje en el video. El estuche, por si acaso, lo guardé dentro de un cajón del mueble donde se encontraba la television. Era una cajon que usabamos para guardar mantelerias y servilletas, lo camufé más o menos para que no fuera visible a simple vista, si alguien abría el cajón.

La pelicula dio comienzo y ya en la primera escena y sin venir a cuento una pareja se encontraba desnuda sobre una cama que giraba y hacian un sesenta y nueve. Me fui hasta mi habitación a quitarme la ropa que me habia puesto para bajar al video-club. Me puse una batita que solía llevar en casa, bastante fea, por cierto, con florecitas pequeñas estampadas en colores rosa y amarillo.

Cuando volvi al sofa, Juan estaba atentamente mirando el televisor, no perdia el más minimo detalle de la follada de la pareja. Me sente junto a él e instintivamente me fije en su paquete que ya se encontraba abultado, signo evidente de que lo que estaba viendo le estaba excitando. En la pantalla una impresionante polla, de las que se ven pocas veces en la vida real, al menos yo, se introducía dentro del sexo totalmente depilado de una rubia platino con unas enormes tetas operadas.

Nunca fui muy aficionada a ese tipo de peliculas, con el tiempo me aficione al porno casero, que es de otro estilo, mas cercano, mas proximo y para mi mejor, sin la retorica de las “grandes producciones”, pero, no obstante, me excitaba al verla.

• estas empalmado, nene

• como para no estarlo....

• lo dices por la tia o por el tio

• joder, mamá, lo digo por los dos: menudo polvazo

Me acerque hasta el y le di un besito en la mejilla, mientras mi mano se apoyaba en su duro miembro que amenzaba con romper lo que encontrara a su paso. El apoyo se convirtio en roce y el roce en sobo descarado. Mi hijo con los ojos puestos en la pantalla de la televisión, viendo como a la pareja folladora, se les habia unido, no se sabe por qué razón, otra mujer morena de tetas operadas, se dejaba hacer por mi, no se movia para nada, se recostó incluso en el sofa para un mayor disfrute de su parte. Eses gesto, el recostarse en el sofa, fue como una especie de señal, el pistoletazo de salida, que me indicaba que debia bajar la cremallera del pantalón de mi hijo, desabrocharle el botón, y sacar a la luz su polla que sin ser tan monumental como la del protagonista de la peli, tampoco estaba mal y desde luego a mi me parecía mucho mas apetecible y mas acorde con mis gustos.

Con la polla de Juan ya fuera del pantalón, totalmente erecta, desafiante, el masaje se hacia mas practico y satisfactorio, tanto para el que lo recibia como para mi que se lo estaba haciendo y que notaba que mis flujos empezaban a aflorar, notando humecidas mis braguitas,

• quieres que te la chupe?

• quiero que me la comas

• joder, como estamos, eh?

• cachondo, mama, muy cachondo

• te estan poniendo esos cachondo? -me referia a los actores evidentemente-

• esos y tu que hay que ver como lo haces

Me gustó que me dijera eso, siempre me gusta que mi hijo me diga que disfruta cuando y como se lo hago, creo que a cualquier mujer le gusta que su pareja le haga saber que sus caricias son bien recibidas.

Baje hasta su polla que estaba durísima y me la meti en la boca, mientras mi mano subia y bajaba por toda su extensión. Mi hijo gemia de vez en cuando, a veces miraba hacia arriba, para ver su cara, y le encontraba con los ojos cerrados, disfrutando del placer que yo le estaba proporcionando con mi mamada.

• cometela asi, mama, cometela

Me cogia la cabeza y la movia como si pretendiera follarme la boca, como marcando el ritmo de la mamada. Eso no me ha gustado nunca, prefiero ser yo la que controle la chupada, porque al mover la cabeza a veces se introduce en exceso el miembro y me dan arcadas. Le retiraba la mano pero el volvia a ponerlas sobre mi cabeza.

• dame mas, mama, mas... mas

Deje de chuparle por un momento y le pregunté que mas queria. Juan sabia de sobra que no nos podiamos poner a hechar un polvo allí por si su abuela volvía de improviso, asi que no entendia realmente lo que me pedia.

• meteme un dedo en el culo

• quieres que te meta un dedo?

• si

• y si te hago daño

• seguro que no me lo haces, metelo

Volvi a mi trabajo oral mientras el se bajaba aun mas lo pantalones que ya estaban a la altura de sus rodillas y arqueaba el cuerpo de tal forma que permitia un espacio entre el sofa para que yo intrdujera mi mano y pudiera llegar hasta su culo, en donde con el dedo corazón empece a pasarlo en circulos primero y despues a hacer un simulacro de penetracion en su agujero. Poco a poco el dedo empezo a introducirse, mientras yo seguia con la mamada y Juan con sus gemidos de placer, cada vez mas sonoros, cada vez demostrando mayor placer. La pelicula ya no le interesaba, ahora se concentraba exclusivamente en su disfrute, su concentracion se fijaba unicamente en lo que mi boca y mi dedo le proporcionaban

• sigue, mama, sigue... joder que bien lo haces

Yo me sentia orgullosa de saber que mi hijo estaba pasando un momento de enorme gusto, en algun descanso le pregunte

• te gusta, cariño?

• me encanta

Pero volvi a empujar mi cabeza para que llegara lo antes posible a su tronco erguido. Notaba como Juan se iba tensando, notaba las primeras gotas brotar, las gotas que preceden a la corrida. Notaba en mi boca el sabor agridulce. Los gemidos de Juan se multiplicaban de una manera martilleante y me aviso

• mama, me voy a correr... no pares que me voy a correr

Aceleré mi trabajo lo mas posible, con la boca, con el dedo en su culo con la otra mano que estaba alrededor de su polla. Un grito seco sono justo en el momento que sentia en mi paladar un disparo de leche y luego otro que llego a mi garganta y otro y otro mas. Mi boca se lleno de lefa en un instante. Y mi hijo se derrumbaba literalmente en el sofa. Habia tenido una corrida espectacular, una gran corrida que su madre le habia proporcionado. Era tanta la leche acumulada, que tuve que ir al baño y soltar en el lavabo el sobrante.

Me quede mirando el liquido blanquecino que se escurria sobre el lavabo, espeso. Abri el grifo para borrar las huella de esa corrida expulsada por mi boca. Juan se habia corrido abundantemente, pero yo estaba muy caliente, tremendamente cachonda y con un deseo incontrolado de conseguir mi orgasmo.

Me senté sobre el inodoro, me abri la bata e introduje mi mano directamente en mi coño. Me hice una paja que fue corta, pero con un orgasmo intenso. Habia conseguido correrme en un par de minutos, a lo más.

Cuando sali hacia el salon, Juan estaba medio alelado, no se habia recuperado de su explosión. Le dije que se pusiera bien los pantalones, cosa que hizo pero no de forma inmediata, era como si le costase subirselo y abrocharse. En ese momento se oyo como alguien introducia la llave en la puerta. Mi hijo de una forma rapida termino de abotonarse y cogiendo el mando del video quito la pelicula.

Mi madre entro en casa. Nos dijo hola y se fue hacia su habitación a cambiarse

• esto no puede ser, Juan, casi nos pilla -le dije en voz muy baja para que no nos oyera mi madre desde su habitacion-

• no pasa nada, mama, no ha pasado nada

• joder, pero cualquier dia nos va a pillar en plena faena

• a mi lo que me preocupa ere tu, que te has quedado a dos velas

• por mi no te preocupes, que no me he quedado a dos velas, como tu dices

• ah, no? y eso?

• y tu qué crees...

• te has hecho un dedo?

• pues claro

• coño! y cuando?

• cuando he ido al baño

En ese momento salio mi madre de su habitacion y nos dijo que iba a ir preparando la cena. Yo me levante para ir a ayudarle, me pase la mano por la nariz y olia a mi propio coño, a la corrida reciente que habia tenido. Fui hasta el baño y me lave las manos. Al volver a pasar por el salón mi hijo me chistó, a modo de llamada y me dijo, tirandome un beso: mama, te quiero. Yo tambien le queria a él,​

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heranlu

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La Historia de Amor y Pasion con mi Hijo – Capítulo 008

No sé si es conveniente hacer un inciso en la narración de mi experiencia, para hacer alguna aclaración, que, por otra parte, me parece pertinente: los hechos que narro son totalmente reales y sucedieron como se están contando, como se señala en algunos envases, “sin aditivos ni conservantes”, quiero decir, que agradezco personalmente los consejos que algunos lectores, amablemente, me hacen, respecto a introducir nuevos personajes, nuevas situaciones, para no caer en el tedio o la repetición. Aún a costa de caer en el aburrimiento, tengo que decir que solo me limito a contar mi experiencia vital, tal y como sucedió, tan y como sucede. Que nadie espere otra cosa que no sea la realidad.

En mi primer relato mostré mi voluntad de que la historia no fuera más allá de cuatro o cinco capitulos, no es que haya cambiado de opinión, es que en el camino he conocido gente que me han mostrado su deseo de conocer la historia en detalle, por y para ellos y ellas fundamentalmente se desarrolla de una forma más o menos meticulosa la historia.

Todo surgio como una confesion personal y eso es en esencia: nada mas que una confesion personal, con sus defectos y con sus virtudes. Gracias a todos.

A Susana.

Juan había hecho su examen de ingreso en la Universidad, había aprobado con una buena nota y eso le permitía elegir estudios sin mayor problema en el corte. Eligió una Ingeniería Técnica que estudiaría en Barcelona. Todos en casa estabamos muy contentos. Para celebrarlo, el día que se hicieron oficiales las clasificaciones, propuse que nos fueramos los tres a comer fuera. Mi madre, con los achaques tipicos de una mujer mayor, ya cansada, decidió no acompañarnos.

Cogimos el coche y nos dirigimos al extrarradio, a un pueblecito. Me sentía muy satisfecha, contenta, estaba con mi hijo, a punto de entrar en la Universidad, era un logro importante para mi, que había tenido que criarlo casi sola, con la ayuda inestimable de mis padres.

Ibamos en el coche y Juan no paraba de hablar, de todo, indiscriminadamente. Yo conducía, le miraba y sonreía.​

• estas contento, eh?, yo también -le dije-

• estoy que me salgo, mama..., por cierto, sabes donde vamos? -me preguntó-

• no tengo ni idea, si te digo la verdad

Reimos los dos a la vez, mientras el coche continuaba su camino en linea recta. Al cambiar una de las veces de velocidad, Juan apoyó su mano en la mía, me la acarició suavemente, casi rozándome​

• y si buscamos un sitio apartado?

• pero, niño, tu que te crees? ni que fueramos novios....

• y no lo somos, mama? no crees que lo somos un poquito?

Tenía razón. Realmente eramos más que madre e hijo, incluso nuestra relación iba mucho más allá de una buena relación de amistad. Follabamos cuando podíamos, muchas menos veces que hubieramos querido, aprovechabamos cualquier momento de soledad para dar rienda suelta a los deseos más profundos, más salvajes. Mi hijo tenía toda la razón: eramos como novios.

A la derecha de la carretera, salía un camino forestal. Dí el intermitente y giré el coche que entró en ese camino. Miré a Juan, pero él no me dijo nada, solo rozaba mi mano, solo me acariciaba. Adentrandonos por el camino, llegamos a una zona de árboles, olivares creo que eran, no demasiado tupida pero lo suficiente para pasar mas o menos desapercibidos.

Era medio dia, la luz estaba a pleno esplendor. Cualquier que pasara por allí podía vernos y eso me intranquilizaba, pero en mi interior también tenia el deseo de poder estar a solas, aunque dentro del coche, con mi hijo. Introduje el vehículo dentro de la zona arbolada y apagué el motor. Me quedé mirando a Juan, el me sostenía la mirada​

• y ahora qué...? -le dije-

• ahora vamos a pasar un rato de puta madre, mama

Y habiendome dicho eso, se lanzó a mi y me dio un beso. En ese momento sí que parecíamos novios. Nos besabamos y Juan sondeaba mis pechos con sus manos, intentaba desabrochar mi blusa de una manera torpe, a penas quitó un par de botones y su mano fue directa a mi teta por debajo del sujetador. Pellizcaba el pezón, mientras seguía dandome su lengua cada vez con mayor desesperación, cada vez mas lascivamente. Mientras yo posé mi mano en su entrepierna, notaba su erección al completo, correspondia a sus besos con la misma rabia que el me los daba. Era verdad, no eramos madre e hijo, eramos una mujer y un hombre deseosos.

Como pude, y no fue facil, creedme, bajé la cremallera del pantalón y meti mi mano por dentro para tocar en libertad su polla, a Juan se le escapaban leves gemidos de satisfacción conforme mi mano masajeaba su miembro. El a su vez habia metido su mano por debajo de mi falda y habia llegado a mis bragas. Me tocaba por encima de las bragas, haciendo surco con su dedo en mi raja. Estabamos mas que excitados, cachondos perdidos, fuera de cualquier control racional. La posición no era la más comoda y aun asi ni uno ni otro cejaba en los tocamientos.

Los gemidos, los suspiros, los sonidos que emitiamos se mezclaban y eran fieles testigos de nuestro estado​

• estoy que reviento, mama....

• me quieres follar?

• necesito follarte desesperadamente

• y si viene alguien?

• quien va a venir?

• no lo sé, pero si viene alguien...?

• por favor, mama, que no puedo más.... por favor

Su voz era una suplica. Mi niño necesitaba meter su polla en mi coño y yo tambien necesitaba sentirla dentro.​

• vamos atrás

Juan salio del coche como un resorte para abrir la puerta trasera y entrar en la parte posterior. Yo hice lo mismo. Me coloque de rodillas en el asiento y subiendome un poco la falda tiré de mis bragas hacia abajo, hasta quitarmelas. Mire a Juan le vi nervioso, con los nervios propios de alguien que está totalmente salido, eso es muy caracteristico de los hombres, nosotras, las mujeres, quizás sepamos disimular más nuestro estado de ansiedad. Hubiera parecido como si fuera la primera vez que Juan, mi hijo, y yo ibamos a hechar un polvo. No se si se debia a la situación, al miedo de poder ser descubiertos por cualquiera que pasara por allí, por el propietario de esos terrenos, o qué, pero algo de eso, o todo en su conjunto, hacía que aquello fuera distinto a las otras veces, radicalmente diferente.​

• tranquilo, Juan

• estoy a mil, mamá

• ya lo veo, pero vamos a tomarnolo con un poquito de calma, vale?

A todo esto, Juan se habia desabrochado los pantalones del todo y se los habia bajado un poco. Yo me coloqué a horcajas en él, nos volvimos a besar y mientras lo haciamos empezo a tocarme de nuevo por dentro de la falda. Jugó con mis pelitos primero y luego fue bajando hasta encontrar mi sexo, donde introdujo varios dedos​

• estas empapada, mama

• como creias que estaba? estoy tremendamente caliente

• yo te voy a tranquilizar, te voy a dar placer

Sus palabras todavia me ponian peor, en un estado de ansiedad increible, me hacian sentirme una cualquiera y eso me excitaba y me gustaba​

• me vas a dar tu polla y me vas a llenar de lefa

El muerdo fue entonces mas obsceno que los anteriores, no solo nos restregabamos las lenguas, si no que nos mordiamos los labios y volviamos a comenzar. Cogi con mi mano su polla y la acerqué hasta mi chocho, restregué un par de veces su cabeza contra mi clítoria notando unos escalofrios y una necesidad de tenerla dentro que no podia controlar bajo ningun concepto. Despues la lleve hasta mi cueva y me sente literalmente en ella. Mi coño se llenaba de la polla de mi hijo y yo empezaba a moverme en circulos, de arriba hacia abajo, despacio, incrementando el ritmo. Juan habia conseguido quitarme todos los botones de la blusa que tenia completamente abierta y habia sacado mis tetas por la parte de abajo del sujetador, de forma que éste quedaba formando un ovillo casi a la altura de mi garganta.

Los movimientos cada vez eran menos ritmicos y mas anarquicos, el dialogo cada vez era mas obsceno y excitante​

• como noto tu polla, vida mia...

• que bien te mueves, zorra... perdoname, mama, no quise decir eso, perdoname

• no pasa nada, mi niño, me gusta y quiero ser tu puta, lo he sido desde el primer dia

Sonrió, con una sonrisa entre satisfacción y deseo, yo aceleraba los movimientos casi sin poderlos acompasar con los de él​

• toma polla, puta, tomala

• sí, sí, follame.... meteme un dedo en el culo, por favor

Juan obediente llevo su dedo a mi culo y lo introdujo sin muchos miramientos. Al principio fue desagradable, pero al poco y con los efectos de su polla en mi coño, lo que hacia era proporcionarme un placer superior​

• te gusta así... dime, te gusta?

• me vuelves loca, cabron

• no voy a tardar en correrme

• quiero que me inundes de leche

• mama, me corro, toma mi leche, tomala

• sí, sí, damela que yo tambien me corro.... me corro.... me corrooooo

Nos corrimos a la vez, fue una gran corrida por parte de los dos. Me dejé caer sobre él intentando recuperar el aliento, mientras notaba como mi coño palpitaba y su polla iba volviendo poco a poco a su estado natural, despues de que hubiera vaciado toda la carga de sus testículos.

Salí de él y me sente a su lado, notaba con el liquido que habia depositado mi hijo en mi interior se escurría piernas abajo, notaba mis pelos pegajosos. Juan estaba totalmente desmadejado, rendido por el tremendo esfuerzo que habia llevado a cabo, pero feliz​

• joder, que polvo, mama

• te ha gustado?

• ha sido la hostia, no crees?

• no ha estado mal

• venga, no me jodas, si nos hemos corrido como bestias

• el hambre, que es muy mala -dije abrazandome a el-

Despues de un tiempo de reposo prudencial, nos arreglamos lo mejor que pudimos y salimos de la parte trasera del coche, para situarnos en nuestros asientos correspondientes delante. Gire el espejo retrovisor, me mire, en mi cara tenia restos de la batalla, la comisura de los labios enrojecida por los impetuosos besos, el pelo desmadejado y una cara de guarra, en el sentido mas pecaminoso del termino. Intenté arreglarme un poco, atusé mi pelo y me pase una barra de carmín que habia sacado de mi bolso que, por cierto, me costro encontrar en la parte trasera del vehículo.

Una vez medio adecentados, era hora de emprender de nuevo la marcha. No me habia vuelto a preocupar si alguien podia vernos o no, no estaba yo, minutos antes, ni Juan tampoco, claro está, por la labor de estar atentos a la llegada de intrusos.​

• bueno, vamonos a comer -le dije, dando un suspiro-

• no te has quedado harta, mamá?

• no seas guarro, Juan, por favor....

• coño, que era una broma, vamonos a comer, tengo mucho hambre

Arranque el coche y salimos de nuevo al camino forestal que nos introdujo finalmente en la carretera general, en unos kilometros llegamos al pueblecito y en su plaza entramos en un restaurante. Comimos opiparamente, habiamos hecho lo suficiente como para que nuestros cuerpos necesitaran un buen reconstituyente. Durante la comida Juan no paraba de hablar y hablar, de gastar bromas, de contar chistes, sin poca gracia, pero bastante picantes. Yo le escuchaba con atención, me reía con él, era una madre feliz, comiendo con su hijo, celebrando sus buenas notas, y despues de haber sido follada a satisfacción.

Tras la comida estuvimos dando un paseo por los alrededores y luego reeprendimos el viaje de regreso a casa, ya sin ninguna parada alternativa. Cuando llegamos a casa mi madre se encontraba, como casi siempre, sentada en el sofá viendo un bodrio cualquiera en la televisión​

• qué tal lo habeis pasado?

• si te lo cuento no te lo creerias, abuela, ha sido un día maravilloso, verdad mama?

Yo asentí con la cabeza y creo que me ruborice un poco tambien. Efectivamente habia sido un dia maravilloso, extraordinario, insuperable.​

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heranlu

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La Historia de Amor y Pasion con mi Hijo – Capítulo 009

Mi madre, en cosa de dos o tres meses, tuvo diversas recaidas de salud, se deterioraba poco a poco, aunque nosotros no nos dieramos cuenta. Tuvimos que ingresarla en varias ocasiones en el Hospital, cada vez su estado era mas deplorable. Hable con los médicos y me dijeron que no había mucho que hacer, mas bien esperar el momento del desenlace final.

• su madre padece una enfermedad incurable.

Siempre me ha jodido mucho cuando los médicos intentan camuflar la enfermedad. Los profesionales de la Medicina, encubriendo algo que todo el mundo sabe. Es como cuando en los medios de comunicación leemos u oimos que “fulanito ha muerto victima de una larga enfermedad”. Me parece que es de un cinismo total y absoluto. El cáncer es el cáncer y todos sabemos que existe. No entiendo por qué se encubre en algunos casos, incluso por qué los propios profesionales de la salud lo encubren a veces.

Logicamente por aquella epoca el ritmo sexual entre mi hijo y yo decreció en la medida que la situación se hacía más compleja. Por otro lado, las cada vez mas largas estancias de mi madre en el Hospital hacían que mi dedicación a ella fuera casi total. Al principio pedí vacaciones en la Farmacia, el mes que me correspondía, luego como la situación no mejoraba, todo lo contrario, hablé con mi Jefe, un buen hombre, y fue él mismo quien me dejo entrever la posibilidad de que me tomara un tiempo de excedencia, para poder atender convenientemente a mi madre. Era la mejor solución, sin lugar a dudas, pero la economía no era tan relajada como para permitir determinados dispendios. Con todo, estuve echando numeros y cuentas y lo hablé con Juan, quien veia de igual manera que era la solución mejor, hasta tanto se terminaran de desarrollar los acontecimientos.

Finalmente, en una nueva conversación con mi Jefe, decidí cogerme un tiempo de excedencia o unas vacaciones no retribuidas, que serían de la duración que yo considerara necesaria. Al final fueron cinco meses. El final llegó al quinto mes.

Con mi madre en el Hospital, y yo a su cuidado, los horarios de Juan, que intenté que los acontecimientos no le apartaran en exceso de sus estudios, eran poco compatibles. Me refiero a que cuando el entraba en casa, yo salía y viceversa.

Con todo, como si hubieramos sido una pareja normal, aunque fuera de cuando en cuando, intentabamos coincidir en algun momento. La preocupación por el estado de salud de mi madre, la enfermedad de su abuela, no impedía para que tanto él como yo siguieramos teniendo sed de sexo, que juntos sabiamos como saciar.

Una mañana regresé del Hospital a casa, Juan ese día no había ido a clase, no sé exactamente por qué razón, si por alguna huelga, porque estuviera preparando algun examen o qué, el caso es que al entrar en casa, se encontraba en nuestra habitación estudiando.

La habitación no era muy grande, y con las dos camas, que todavía existían obviamente, se perdía mucho espacio, pero compramos una mesa para que Juan pudiera estudiar mejor. No había en aquella casa mucho sitio disponible y teniamos que ingeniarnoslas para sacar espacio de donde no lo había.

Entre en la habitación y me acerque a mi hijo, a quien di un beso en el pelo, cariñoso. El levantó su cabeza y me devolvió el beso posando sus labios en los míos.

• qué tal, mamá, como está la abuela

• a pasado una noche bastante fastidiada

• con dolores?

• sí, con muchos dolores, le han tenido que poner un par de veces calmantes

Mientras hablabamos yo me iba desnudando. Empecé con los zapatos, me dolían los pies una barabaridad de haber pasado la noche sin descansar en condiciones, tenía los tobillos hinchados, con la hinchazón característica del que lleva un montón de horas sin descalzarse y sin poder estar estirado el tiempo necesario. Después continué desabrochándome la blusa, recuerdo que era beige, de seda, liviana, permitía adivinar el sujetador blanco que llevaba. A mi siempre me habia gustado mucho esa blusa. Cuando tenia todos los botones desabrochados y me intentaba quitar los de los puños, mire a mi hijo que se había quedado embobado contemplándome. No decía nada, solo miraba

• pero que estás mirando?

• lo buena que estas, mama

• me lo tomo como un cumplido, pero estoy cansadisima

• pero estas muy buena

Se levantó y vino hacia mí, a penas eran unos cuantos pasos desde su silla hasta donde yo me encontraba, un par de metros. Yo me habia quitado la abotonadura de los puños y me iba a quitar tambien la blusa, en ese momento Juan ya estaba enfrente de mi, fue el mismo quien me sacó la prenda y la tiró encima de su cama, la que estaba justo detras de él. Me bajó primero uno y luego el otro tirante del sujetador, paso sus manos por mi espalda y lo desabrochó soltando los corchetes. Tambien me quitó el sujetador, lo mismo que había hecho con la blusa.

Sentía alivio físico al quedarme desnuda de cintura para arriba. Sin dejar de mirarme masajeaba mis tetas, pasando sus dedos por mis pezones que se iban poniendo duros conforme recibian las caricias de Juan

• que haces?

• tocarte, no lo ves?

• ya me doy cuenta, pero es que estoy muy cansada y tu tienes que estudiar

• ya estdiare luego, no te preocupes por eso

• pero estoy cansada, cariño

• se te estan poniendo los pezones como piedras

Y era verdad, se estaban poniendo de una dureza considerable y habían crecido en tamaño, a la vez que yo misma notaba las primeras sensaciones de tanto sobeteo. Juan acercó su boca a la mía, a diferencia de unos minutos antes ya no era un posar labio con labio, en un beso de cariño, metia su lengua dentro de mi boca, enroscandola con la misma, en un beso de pasión. Nuestros cuerpos se juntaron, Juan me abrazaba mientras me besaba cada vez con más ímpetu y mas alocadamente. Sus manos tampoco dejaban de tocarme, las tetas, la cintura, la espalda, en un viaje constante y continuo por toda la anatomía que estaba desnuda.

Estabamos de pie y abrazados, morreando como adolescentes, como lo que mi hijo era en realidad, notaba su polla dura, aprisionada en sus pantalones de chandal, restregarse contra mí. Notaba su polla que traspasaba la tela de sus pantalones, la tela de mi falda negra e incluso la misma tela de mis bragas.

La comida de boca era ya desenfrenada, mordisquitos, lametones de cuello, sobos continuos y constantes. Estabamos en un estado de excitación ideal para iniciar el combate que tambien conociamos el y yo, nuestro combate de amor y de deseo.

Las manos de Juan, cansadas ya de acariciar mis tetas, mis pezones, mi cintura y mi espalda, se aferraban a mi culo, por encima de mi falda. Pasó las dos manos hacia atrás de mi, para soltar la presilla y bajar la cremallera que sostenian la falda, que cayo al suelo una vez liberada de sus ataduras. Cayó a mis pies, que saque rapidamente para tener mas libertad de movimientos. Mantenia puestas mis bragas, las manos de mi hijo habían entrado por detras tocandome el culo, masajeandolo como si de una pieza de masa se tratara.

A la vez, solo con las bragas puestas, notaba la dureza de su polla, convertida en un rabo erecto y duro, presionandome. Mi hijo me estaba poniendo, me habia puesto ya, caliente como una perra, se me habia olvidado por completo el cansancio, las horas sin dormir, la preocupación por el estado de salud de mi madre. En ese momento necesitaba de mi hijo, necesitaba que me jodiera como el solo sabia hacerlo, con poderío y madurez, con placer y con lujuria.

Yo no estaba quieta tampoco, habia metido mi mano por dentro del pantalon de chandal de Juan, había introducido mi mano por dentro de su slip y agarraba su miembro empalmado.

• quiero follarte, mama

• a las 10 de la mañana...

• no hay hora para la pasión

• pero mira que eres cursi, hijo -le dije riendome porque la frasecita tenia su gracia-

• lo que quieras y digas, pero quiero follarte, y lo quiero ya

• tranquilo, fiera....

Tiré de su pantalon hacia abajo, a la vez que yo misma me agachaba quedandome de rodillas ante el. El pantalón estaba ya a la altura de sus tobillos, yo arrodillada y la polla de Juan que sobresalía por su slip, toda la cabeza, descapullada, estaba fuera. Tire del calzoncillo y emergió un falo descomunal, joven y dinamico. No pude resistirme, no lo queria hacer tampoco, me lo metí en la boca y empecé a lamerlo, a saborearlo, a chuparlo con verdadero deleite.

Oia a mi hijo gemir delicadamente en prueba de placer, alzaba yo de cuando en cuando mi mirada para ver la cara de gusto que Juan ponía. Los ojos cerrados, la cabeza echada para atrás, sus manos asiendome la cabeza, pero sin marcar ritmo, dejandome a mi quien estableciera la velocidad adecuada, para un placer concreto.

La mamada que le estaba regalando, junto con mi calentura anterior, hicieron que todavía más, y era dificil, me pusiera cachonda perdida. Juan disfrutaba de la incestuosa mamada que su madre le proporcionaba, pero la madre de Juan, yo misma, necesitaba más.

Notaba mis bragas empapadas, mi coño destilando rios de flujo, mi desesperación llegaba a cotas dificiles de soportar. Me saque la polla de la boca, pero sin soltarla de la mano y le dije

• como quieres follarme?

El no me contesto, me asio de los brazos y me elevó hasta su altura, volvio a besarme, besos humedos y calientes que nos llevaban directamente a los infiernos. De repente me dio la vuelta, aun tenía puestas las bragas blancas, que me bajo casi con violencia, con una necesidad que no podia contener.

A su vez yo me giré, de tal modo que le daba la espalda, apoyé mis rodillas en la cama y entonces el se metio en mi por detrás, con un golpe seco y certero. Cuando note todo su miembro dentro, solté un grito de placer que retumbó en la habitación e incluso pudo ser oído por algun vecino, al estar la ventana abierta, aunque con las cortinas corridas.

Juan embestia con vehemencia, con prisa, no paraba de entrar y salir en un vaiven continuo. De vez en cuando palmeaba mi culo con su mano derecha, justo cuando mas introducia su polla dentro de mi coño. No me producia dolor, no se trataba de eso, si no que me proporcionaba un placer inmenso, hacia que perdiera el poco sentido que en ese momento me quedaba.

Oia los jadeos de mi hijo cerca de mi oido, sus palabras obscenas y delirante que todavia me enevaban mas. Su mano golpeaba mi culo, dejaba pasar un dedo alrededor de mi agujero que le permitia el acceso cada vez mas libremente

• follame el culo, quieres?

• ahora mismo, mama

Saco su polla de mi coño, se hecho saliva en la mano y se la restregó a lo largo de su polla, haciendo de esta manera una especie de lubricante. Introdujo con cuidado su cabeza en el agujero de mi culo, con cariño diria yo. Notaba que iba entrando poco a poco, cada vez la notaba mas dentro, cada vez me quemaba más, pero cada vez me daba mas placer.

Por si no fuera suficiente lo que mi hijo me estaba haciendo, el goce que me estaba proporcionando, yo tambien le ayudaba acariciandome el clitoris, según iba pasando el tiempo con mayor desesperación. Notaba que me iba a correr, notaba como Juan tambien perdia el control sobre sus acciones, cada vez mas violentas y desesperadas.

Me iba a correr, lo notaba, se lo dije. Gritaba de puro placer, desmesuradamente. El tambien me avisaba ya con desesperación, buscando su gozo freneticamente

• me voy a correr, Juan, no pares

• yo tambien me corro, mama

• dame tu leche, damela, cabron

• quieres leche, zorra?

• sí, damela, que me matas de gusto

De subito sacó su polla y lanzo sus chorros contra mi espalda, alegun llerazo llego a mi pelo, ese era el impetu con el que salio. Fueron tres o cuatro disparos, que iban perdiendo intensidad. Notaba su leche caliente y viscosa en mi espalda, en los carrillos de mi culo, casi por todo mi cuerpo.

Habia sido un gran polvo, sublime, con ganas, que nos dejo, como casi siempre, rotos, cansados, abatidos, felices. Nos acostamos los dos juntos en mi cama, abrazdos tiernamente y al poco me quedé dormida.​
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heranlu

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La Historia de Amor y Pasion con mi Hijo – Capítulo 0010


Tras la muerte de mi madre, empezó una nueva situación entre Juan y yo, empezábamos a vivir solos, después de toda una vida, comenzábamos una vida sin ataduras, sin escondites, sin tener que camuflar deseos y sentimientos. No tardamos en reamueblar nuestra habitación. Ya no tenía sentido tener dos camas en ella, no las queríamos tener, y, al contrario, lo que deseábamos era poder estar, dormir, juntos, abrazados. Claro que por otra parte era mucho más cómodo para nuestros juegos.

No solíamos tener muchas visitas, más bien ninguna. La familia eramos Juan y yo, los otros, los del pueblo, a los que no frecuentábamos, estaban precisamente allí: en el pueblo. En muy pocas ocasiones nos desplazamos hasta Jaen, sobre todo desde la muerte de mi madre. Ni a mi hijo ni a mi nos gustaba ir. A el, porque practicamente no conocía a nadie y no se encontraba cómodo; a mí, porque si he de ser sincera, me traía recuerdos no demasiados agradables. Ellos tampoco nos visitaban, estabamos aislados, en ese sentido, de la vigilancia familiar.

Compramos como digo una cama grande, amplia, retirando las individuales. Junto con la cama, compramos una cómoda a juego. De la antigua habitación, por así decirlo, no quedó nada. La mesa de estudio de Juan pasó a la que había sido la habitación de mi madre, que, no obstante, conservaba la cama, por si acaso. En el supuesto caso de una visita inesperada o inoportuna, siempre tendriamos la coartada de que Juan dormia en una habitacion y yo en la otra.

Nuestro dormitorio, el reamueblado, era precisamente eso: nuestro, definitivamente nuestro, como el de cualquier pareja o matrimonio normal.

El día que nos lo llevaron, tras montar la cama, el cabecero, las mesillas y demas cosas, despues de haber colocado por primera vez unas sabanas en ella, que habia tenido que comprar exprofeso al no tener de esa medida, Juan tenía ganas, por asi decirlo, de “estrenarla”. Mientras hacia la cama, no paraba de pulular a mi alrededor, por mi espalda, estando yo agachada para colocar convenientemente las sabanas.​

• estate quieto

• vamos a estrenar la cama, mamá

• joder como eres, niño, pareces un crio

• venga, mama, vamos a estrenarla, ya veras como soy todo un hombre

Mientras me decía eso, en la posición que me encontraba, apoyaba todo su cuerpo contra mi, contra mi culo, notando su erección cada vez mas intensa, dandome cuenta inconfundiblemente, que sus deseos estaban latentes y que no se si sería por el estreno de la cama o por cualquier otro motivo, pero que mi niño, mi hijo, Juan, tenia unas enormes ganas de probar la cama nueva.

Continuaba refregandose, frotandose, cada vez de una manera mas ostensible, cada momento notaba su miembro mas duro. Llevaba yo puesta una bata oscura con lunares blancos, y la verdad que el notar como mi hijo se incrustaba en mi culo me hizo detener mi trabajo, quedarme en la misma posición que estaba, agachada, sin moverme​

• estas jugando con fuego -le dije-

• pues nos vamos a quemar

• tu crees?

• yo creo que si

Me levantó la bata entonces, hasta mi cintura, dejando al descubierto toda mi parte trasera. Su mano se dirigio hasta mi raja por encima de mi braga, estuvo palpando, introduciendo la tela en ella. Los primeros suspiros salieron de mi boca, me gustaba que mi hijo me estuviera haciendo eso.

Yo heché mano a su paquete, sin moverme de la posición en la que me encontraba. Su pantalon vaquero tenia una pretuberancia considerable, signo inequivoco de que Juan se encontraba tremendamente excitado, como yo. El seguia masajeandome, habia introducido su mano por dentro de mi braga, había pasado un dedo y llegado hasta mis pelitos, jugando con ellos. Cada vez era mas placentero el toque, cada vez mas excitante y lascivo​

• no me vas a dejar ni terminar de hacer la cama? -le dije con una voz que sono temblorosa-

• si la vamos a deshacer, mama, que mas da...

• la vamos a deshacer? tu crees?

• lo creo yo y lo sabes tu

Se encorvo encima de mi, dandome besitos en el cuello, chupando mis orejas, notaba entonces su polla dura, aun tras el pantalon, golpeandome el culo. Nos separaban unas prendas, las que aun teniamos puestas. Su mano se habia ido hacia adelante, su dedo se introducia en mi, el placer que me estaba dando empezaba a ser preocupante, en el sentido de llegar a ese punto de “hasta aquí, ahora quiero mas”​

• vamos a estrenar la cama, Juan -mi voz era imperativa de deseo-

• ahora mismo

Me incorporé y me di la vuelta, le besé la boca introduciendo mi lengua en la suya, el morreo era caliente y espeso. Juan seguia tocandome indiscriminadamente todo el cuerpo, pero tambien me empezaba a desabrochar la bata, de igual manera que yo le quitaba el cinturon y le abria el pantalon con el unico proposito de poder asir cuanto antes su polla dura, caliente y desafiante.

Nos desnudamos como pudimos, cada uno por su lado, con prisas, con esas prisas caracteristicas del que se encuentra desesperado por comenzar a amar. No nos dejamos nada puesto, estabamos el uno frente al otro totalmente desnudos, ardiendo, con ganas de comenzar una batalla sin tregua, a vida o muerte. No hablabamos ninguno de los dos, nos mirabamos solo, recorriamos nuestros cuerpos con la vista, aunque para ninguno de nosotros fuera el del otro un cuerpo extraño o desconocido. Eramos llamas ardiendo, a plenitud.

No pude más, no queria esperar mas ni me apetecía, me arrodillé ante mi hijo y me introduje su miembro en mi boca. Su sabor salado me llenó, chupaba con desesperación a veces, agarrandome a sus piernas fuertes, pasando mis uñas de arriba abajo. Oia sus quejidos de placer, noté que me sujetaba la cabeza, que me acariciaba el pelo​

• como la chupas, mamá, qué bien

A toda mujer nos agrada enormemente que nuestra pareja disfrute de la mamada que le estamos dando, eso es indiscutible, pero a una madre oir como su hijo siente el placer enorme de ser chupado, lamido, comido, es algo dificil de explicar, al menos en mi caso resulta inexplicable. Es una unión de satisfacción y morbo, a la vez que un desbordamiento de sensaciones: es genial.

Para algunas mujeres, la posición en la que me encontraba yo en ese momento, arrodillada ante el macho, chupando, succionando su miembro, resulta humillante; para mí ni lo era entonces ni lo ha sido nunca, incluso la disfruto.

No queria que Juan se dejara llevar por esa situación, su voz, lo poco e incoherente a veces que decia, me daba a entender que su placer estaba llegando a limites dificilmente controlables y no queria que el terminara de esa manera, pero tambien yo queria disfrutar, necesitaba ser saciada. Paré la mamada, le besaba sus ingles, sus piernas, su vientre, recorría como podía con mi lengua todas las zonas a mi alcance​

• ahora quieres estrenar la cama?

• ahora quiero follarte

• estoy deseandolo, hijo, no sabes cuanto

Me tumbé en la cama, bocarriba, desnuda como estaba, con las piernas abiertas, esperandole. Mi hijo se tumbó encima de mí, me comió por un instante la boca, me daba pequeños mordisquitos en el cuello, de la misma manera que al comienzo, bajó hasta mis pechos que mordía también y chupaba los pezones ya duros e inflados. Mi cabeza giraba de un lado a otro de la cama, entorno a la almohada, el placer se agolpaba tanto que necesitaba más, cada vez más y con mayor urgencia.

Mi mano derecha se acerco hasta mi coño, mientras mi hijo continuaba chupando y mordiendo los pezones, me tocaba el clítoris, me introducía un dedos, dos, en mi vagina, estaba totalmente fuera de control. Juan se daba cuenta de mis maniobras y llevó una de sus manos junto a la mia, creo que le excitaba esa situación pero no queria, en modo alguno, que fuera definitiva.​

• tranquila, mamá -me decia casi en un susurro-

• no puedo mas, estoy muy caliente

• tranquila, que yo te voy a quitar esa calentura

Continuaba besandome, lamiendome, comiendo entera, provocandome una desesperación y un ansia dificiles de soportar. Juan fue bajando con su lengua alrededor de mi cuerpo hasta que llego a mi sexo. Notaba su lengua en la puerta, la humedad de su lengua me recorría los labios, sentia tremenda necesidad de que continuara, de que me lamiera a mi también como yo lo habia hecho hace un momento.​

• cometelo, por favor, cometelo -le imploraba, le rogaba-

Mi hijo se situó de tal forma que su lengua se introdujo en mi, pero a la vez yo podía tambien coger su polla y llevarmela a la boca, cosa que hice con unas ganas enormes. Hicimos un sesenta y nueve perfectos, acoplado. La habitación se inundaba con los sonidos de nuestras bocas, de nuestras lenguas, jugando y lamiendo el sexo del otro, entre medias algun gemido, algun suspiro, algun quejido de placer que no podiamos reprimir.​

• ay Juan, mi vida, si sigues así no voy a poder aguantar

• no te corras, mama, todavia no

El hecho de follar con mi hijo, de morirme de gusto literalmente, y escuchar como me llamaba mamá, me ponía aun más fuera de mí, es un morbo indescriptible, una sensación imposible de aclarar. Me gustaba, me gusta y mientras que lo haga me gustará, porque el tampoco pierde su trato conmigo en esos momentos, porque el siempre se dirige a mi como “mamá”.

Continuabamos con nuestro 69, cada vez mas calido y desbordado, cada momento que pasaba la temperatura iba en aumento. Juan se paró, dejo de chuparme y se incorporó, agarrandose la polla, dandola dos o tres meneos con su mano, para aun ponerla mas dura de lo que estaba y la acercó hasta la entrada, la dejo allí y con un golpe de riñones, sin más, la introdujo por entero dentro de mí. Qué placer, que sensación, cuanto goce me proporcionó con ese movimiento seco y decidido.​

• joder, qué gusto.... -solo pude decir-

• te gusta, mama?

• me encanta... Dios... muevete no pares

Le tenia encima de mi, moviendose despacio, acompasadamente, introduciendo hasta el fondo su miembro, para despues sacarlo y volver a meterlo. El placer era absoluto. Me besaba tambien la boca, me introducia su lengua y me decia al oido “te quiero”. Todo eso junto hacia que me estuviera volviendo loca, que no pudiera mas, que estuviera tan salida que ya no supiera bien como mover mis caderas para acompañar el movimiento de Juan, para que el placer fuera mayor, porque era imposible.​

• sigue, por favor, no pares... no pares... me matas de gusto, cariño, quiero correrme

El se movia ya de forma descontrolada, buscando tambien su placer. Yo me sujetaba a el como podia, abrazandole, tocando su espalda, con las piernas totalmente abiertas para que su miembro entrara en profundidad en mi, sin miramientos ni cortapisas​

• vamos, hijo, vamos, dame.... asi... asi... mas fuerte... mas... quiero tu leche... toda tu leche

Empezo a soltar bufidos, a hincarme mas profundamente, golpes secos, certeros, se oian claramente el sonido de mis flujos al entrar su polla y se mezclaban con nuestros gemidos, con nuestras palabras obscenas​

• la quiero toda, cabron, toda... haz que me corra como una puta, joder

• sí, puta.... correte para mi... vamos correte, mama... correte conmigo.... me corro, mama, me corroooo...

Nos llego el orgasmo a la vez, al unisono. Note su espeso liquido dentro de mi, caliente, hirviendo. Mi hijo se desplomo sobre mi, sudoroso, besandome el cuello, notaba su respiración agitada, como la mía, desesperadamente feliz.

Al cabo de un rato, cuando volvimos a nuestro ser, se salio de mi y se colocó a un lado de la cama, hechandome el brazo por el cuello. Yo me acerqué a él y puse mi cabeza en su pecho, que latia aun a gran velocidad.​

• vaya polvo, mama... no ha estado nada mal

• pues no, la verdad... vaya manera de estrenar la cama

• ha sido genial, me ha gustado, y a ti?

• joder, niño, qué cosas tienes... tu que piensas?

• te digo la verdad: pues que nos lo hemos pasado de puta madre

Reimos los dos y nos besamos tiernamente. Habiamos estrenado la cama, habiamos hechado el primer polvo de muchos en esa cama que iba a ser para los dos: nuestro refugio de amor, nuestro punto de encuentro. Desde ese día y para muchos más.​
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heranlu

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La Historia de Amor y Pasion con mi Hijo – Capítulo 0011


La vida iba transcurriendo con normalidad, con una normalidad relativa, dadas las circunstancias. Quiero decir, que tanto Juan como yo viviamos, de puertas para dentro como pareja y de puertas para afuera como una madre y un hijo. Pero en el fondo, y en la forma incluso, eramos eso: una madre trabajadora y un hijo que estudiaba, que se divertía jugando a futbol o saliendo de vez en cuando con sus amigos, aunque en algunos momentos la pasión que se vivía dentro de la casa era la propia de un hombre y una mujer.

Eramos conscientes de nuestra condición y tampoco jamás nunca hizimos nada por dejarla a un lado. En algunos relatos he leido que llegados a este punto, la madre y el hijo mantenian una relacion de pareja total, como si fueran marido y mujer. No es mi caso. Nosotros sabíamos, sabemos que nos une algo mas que una atracción física, o que unos puntos de coexion como personas. Somos más, porque tenemos algo básico en común, que es la sangre. Eso no lo hemos olvidado. Hemos sido conscientes de ello siempre, para bien o para mal.

Nunca hemos hecho de nuestra relación una burbuja aislada, un mundo independiente o paralelo a la realidad. No hemos pretendido ser mas que una madre y un hijo que se aman en la máxima expresión, que han tenido sexo, sí, pero en la base fundamental y cierta de un amor superlativo. Es dificil, a lo mejor, de comprender esto. Posiblemente, después de tanto capítulos publicados, algunos de vosotros o bien no podais entenderlo u os sigue pareciendo algo ficticio o novelado. No lo es, para nada. Como dije en un primer momento la publicación de esta historia tenia un unico objetivo: exponer los hechos, los acontecimientos, tal y como se desarrollaron, poner sobre la mesa mi historia, sin buscar aprobación alguna, sin evitar posibles críticas o desacuerdos. Montrarme ante vosostros, amigos, compañeros, lectores, tal y como soy. A lo más, intentar converger con alguna persona que pudiera ver reflejada en la historia, que pudiera haber sentido los mismos deseos que en ella se cuentan o con las mismas dudas, miedos, reparos, deseos y sensaciones. Nada más.

Tampoco he querido llevar a efecto ninguna tesis doctoral, ningun ensayo filosófico, sobre el incesto y sus consecuencias. Esta historia, que concluirá con este capítulo ya lo anticipo, solo ha tenido como meta contar la historia simple, pero rotunda, del amor de una madre y un hijo. Un amor unico, pero no definitivo.

Tanto Juan como yo teníamos claro que más allá de nosotros mismos, de nuestra experiencia, de nuestro goce, teníamos que continuar con nuestra vida, deberiamos intentar crecer como personas, al lado de otra gente, con otras experiencias, incluso deberiamos amar con pasión y sin complejos a otros y otras. Esta premisa era tácita, nunca hablada, no establecida de antemano, no era un pacto ni siquiera un condicionante. Pero lo teniamos claro, cristalino.

Juan salía habitualmente con su grupo de amigos y amigas, como era natural y normal en un chico de su edad. Yo tambien tenía mi pequeño circulo de amistades que tambien frecuentaba, con los que salía al cine, al teatro o simplemente a tomar cualquier cosa.

Un dia Juan llegó a casa y me dijo que habia conocido a una chica en la Facultad a la que no habia visto antes, se llamaba Montse. Recuerdo que estabamos comiendo y Juan no paraba de hablar de esta chica, de su simpatía, de su belleza. En seguida me di cuenta que esa tal Montse, a la que se referia mi hijo, representaba algo más que una simple amiga​

• y como es que hasta ahora no te habias fijado en ella?

• es que no hemos coincidido en la misma clase, viene de otro turno, no sé

• vaya, vaya, pues parece que te gusta mucho, no?

• pues la verdad que sí, mamá, sí que me gusta

• habeis salido alguna vez solo, quiero decir, como pareja, vamos solos

• un par de veces -lo dijo como con vergüenza como creyendo que no debía de decirmelo-

• eso está bien.... cuando quieras la traes un dia a comer y asi la conozco

Se le iluminó la cara al oir mi propuesta, era como si le hubiera quitado un peso de encima, como si su madre le abriera la puerta a una nueva relación, puerta que, como he dicho anteriormente, nunca estuvo cerrada ni siquiera entornada.

También yo tenía mis amigos, con los que salía, si no de una forma regular, sí exporadicamente. Si debo decir que por mi parte consideraba tener cubierta, y bien cubierta, la faceta sexual con los encuentros con Juan, que eran plenamente satisfactorios y a pesar de que me he definido como una mujer que siempre ha deseado disfrutar del sexo, morbosa y de mentalidad abierta, tampoco he sido ni soy nada promiscua.

A la farmacia empezó a ir una nueva clienta, una chica más o menos de mi edad, algo más joven quizás, pero no mucho. Nos caimos bien mutuamente y cada vez que iba por el establecimiento nuestras charlas eran mayores, si estabamos solas. En un par de veces coincidimos en el mismo bar al que yo solía ir, en mis minutos de descanso, a tomar café o algun pincho.

Se llama Beatriz. Es una chica de estatura mediana, con el pelo castaño con reflejos rubios, casi siempre en cola de caballo, ojos azules, muy bonitos, una boca perfectamente modelada, extemadamente simpatica y agradable de trato, muy abierta, con una conversación interesante y una cultura y conocimiento que se adivinan amplios. Da gusto escucharla hablar, pausadamente, expresiva en sus gestos los suficiente, sin estridencias.

Como digo poco a poco fuimos cogiendo confianza, cada vez nos llevabamos mejor. Asi me enteré que no tenía hijos, que se habia separado no hacia mucho de un marido con el que no era feliz y que incluso le maltrataba, si no fisicamente si anulandola como mujer, como persona, que es otra forma de maltrato tan grave como el fisico. Se había mudado recientemente al barrio, por eso no la conocía con anterioridad, que como yo, era foránea en Barcelona, aunque ella provenia de Extremadura. Nos hicimos amigas, confidentes, nos contabamos casi todo y la opinión de la otra era importante para una.

Soliamos salir los fines de semana de compras, a ver escaparates o a merendar. Algunas veces ella venía a mi casa a pasar la tarde o yo iba a la suya. Conocío a Juan y se cayeron bien reciprocamente. Incluso creo que para mi hijo la incorporacion en mi vida de Bea representó una liberación para dedicarse a su cortejo particular de Montse. Consciente o inconscinetemente era así, estoy convencida de ello.

También Montse se dejaba ver cada vez mas por casa. La habia llevado un dia a comer Juan, me la presento como una compañera de Facultad, pero se notaba a la legua que la relacion entre ambos iba mas alla de los libros y las cátedras. Evidentemente eran un chico y una chica que comenzaban a salir juntos, como cualquier chico o chica de su edad.

Montse era una joven simpatica, con la belleza insultante de una chica de 20 años, extrovertida, amable, educada, generosa en sus muestras de cariño tanto hacia Juan como hacia mi. En resumen, me gustó enormemente que Juan estuviera saliendo con ella.

Un dia regresaba de casa de Bea, donde habiamos estado merendando y hablando de ciento un temas distintos que iban desde la actualidad política del pais hasta la actualidad social, entendiendo por social los cotilleos que salen en las revistas del corazón, al entrar la puerta de la habitación que había sido de mi madre y que ahora era de estudio de mi hijo, se cerró de golpe. No le di mayor importancia en un principio, hasta que al rato salio de ella Juan, medio arreglandose la camisa, introduciendola por dentro del pantalón. Se acerco a la cocina, donde yo estaba y en voz muy baja me dijo:​

• joder mama, nos has pillado, podias a ver tardado un poquito mas.... -lo dijo entre una sonrisa y un tono de ofuscación-

Sonreí yo a mi vez y no tuve menos que decirle:​

• te he jodido el polvo?

• no estabamos hechando ningun polvo, pero....

• pero que?

• joder, que estabamos enrrollados.... ya me entiendes

• y Montse?

• en la habitacion, mama, donde va a estar

• anda sacala de alli... o si quieres me vuelvo a ir

• pues si no te importa....

Me volvi a poner el abrigo y sali a la calle, me di una vuelta, riendome yo sola. Me parecia surrealista tener que haberme ido de mi casa porque mi hijo, con el que follaba regularmente, se estaba “enrrollando” con una chica que era compañera de estudios, pero a la vez con la que salía. Surrealista total.

Estuve algo mas de media hora dando una vuelta por el barrio, pense incluso en acercarme a casa de Bea de nuevo, pero finalmente volvi a mi casa. Cuando reentree no estaban ni Juan ni Montse, lo cual sinceramente me alivio en parte. Me desvestí y me fui a la cocina a preparar la cena. Al rato llego Juan​

• hola -dijo asomandose a la cocina-

• hola, hijo -me di la vuelta y le pregunte con un poquito de sorna- qué? terminasteis el rollo?

• que va, Montse se asusto y lo dejamos

• vaya, pobrecito.... te has quedado a dos velas?

• pues mas bien

• si quieres luego te ayudo, para compensar mi error de llegar antes de tiempo

• de ayudarme nada, mama, luego me follas

• halaaa... mas claro agua

• joder es que no veas como estoy

• y como estas?

• cachondo perdido

Nos reimos los dos con ganas. Pero asi fue, tras cenar, sentados en el sofa, empezamos a “enrrollarnos” nosotros, enseguida mi hijo se envalentonó tocandome las tetas, sacandomelas del sujetador para chuparlas y metiendome mano indiscriminadamente. Se notaba que estaba caliente, que el corte no le habia sentado nada bien, pero yo recibia sus sobeteos tan bien con deseo y finalmente nos fuimos a nuestra cama a hechar un polvo como Dios manda, un polvo que le calmara su excitación y a mi me diera el placer que empezaba a necesitar. Un polvo acompañado de sus correspondientes mamadas, de sus correspondientes caricias, de sus correspondientes frases y expresiones de placer. Fue una follada total, casi indecente, notaba perfectamente la excitación de Juan reprimida, cortada por mi presencia anterior, y ahora desbocada, con ansias por terminar, por correrse, por soltar su leche liberadora, pero a la vez sin abandonarme, queriendo darme placer, intentando que yo tambien disfrutara al maximo, como asi lo estaba consiguiendo.

Introdujo su polla por mi coño, por mi culo, por mi boca. Me llenó completamente. Me hizo terminar en varias ocasiones, cada vez mejor que la anterior. Me folló con impetu, con vigor. Me dejo plenamente saciada.

En cierta forma, en determinada medida, me senti un poco usurpadora de los sentimientos de Juan. Me habia aprovechado del calenton que se habia cogido con Montse para mi satisfaccion personal. Era lícito? Estaba mal?. No lo sé, aun hoy no lo sé. Follé esa noche con mi hijo de la misma manera que lo había hecho tantas y tantas veces. Lo mejor era no pensar. No creia que fuera una depravada, ni una mala madre, ni que estuviera robando nada a nadie. Es dificil de explicar la cuestion, seguramente porque sea inexplicable, pero no me sentia mal por hacer lo que habia hecho. Tampoco estaba orgullosa de ello. Era algo raro y extraño, ciertamente.

Con todo, y por aclarar, las relaciones entre mi hijo y yo se fueron espaciando, conforme se afianzaba su relacion con Montse. Era logico y normal. Yo lo entendia perfectamente y lo asumia con enorme naturalidad, sin reclamar nada, consciente de que la vida me habia dado un regalo y que tambien me lo podia quitar.

No se trataba de compartir a Juan con nadie ni de ponerle a el en una encrucijada que le pudiera representar una decision dificil. Las cosas serian como surgieran, de la manera que se fueran desarrollando. Sin más.

Mi amistad con Bea se reforzo, no debido a lo que acabo de explicar, si no simplemente porque fue evolucionando, y me vino bien, asi no me sentia sola o desplazada. Bea me aportaba una amistad leal y gratificante en muchos sentidos.

Bea y yo cada vez teniamos un grado de complicidad mayor, mayor confidencialidad y nuestras conversaciones eran cada vez mas intimas, mas inhibidas. Un tarde en su casa, no se como, salio el tema de nuestra sexualidad.​

• yo hecho de menos el sexo -me dijo Bea muy seria-

• anda, pero eso es normal

• lo que te quiero decir es que de un tiempo a esta parte mas, tu no hechas a faltar un buen polvo?

Habia tocado mi punto de flotacion. Estuve dudando si decirle la verdad, contarle que no, que no lo hechaba de menos porque lo tenia, porque follaba, cada vez menos, es verdad, con mi hijo, que me quitaba cualquier necesidad que pudiera tener. Opte por seguir el tema como si en casa no tuviera esa valvula de escape.​

• mujer, pues si, claro que lo hecho de menos, pero ten en cuenta que yo llevo muchos años sin nadie

• claro, es verdad. Yo es que de un tiempo a esta parte no dejo de masturbarme

• bueno, eso no es malo

• pues no se que decirte... hay dias que lo hago dos y tres veces...

• supongo que eso va por rachas, en cualquier caso siempre te puedes buscar un novio

• es que tampoco me apetece cargar con un tio

• pues si quieres follar sin un tio....

• pues ahi esta la cosa, que quiero follar sin un tio

• no te entiendo, Bea

• que quiero hacerlo contigo, joder, que te quiero

Me quedé helada. No me lo esperaba. Bea me estaba diciendo, por lo directo, que queria follar conmigo, así, a las claras. Intente reaccionar como pude, malamente, supongo​

• Bea... yo.... es que no soy lesbiana

• ni yo tampoco, Tere

Dicho esto se acerco a mi y posó sus labios en los mios. Fue un beso liviano, suave, dulce, a penas un roce. Me miro a los ojos​

• te he ofendido?

• no, claro que no

Volvio otra vez, ahora con mayor decisión, note su lengua en las puertas de mi boca, como pidiendo permiso para entrar. Abri un poco mi boca, su lengua traspaso el umbral, entro y juego con la mia. Nos estabamos morreando, ahora sí nos morreabamos. Bea me tocaba mi teta derecha. Yo no hacia nada. Bea amasaba mi teta y me gustaba, o, al menos, no me disgustaba.

Los besos cada vez se hacian mas apasionados. Uno detras de otro. Un respiro y un beso más, y otro y otro. Sus caricias tambien se hacian mas y mas osadas. Me mordisqueaba el cuello, me tocaba las piernas, me volvia a comer la boca, su mano avanzaba por debajo de mi falda, llegando a mi braga, haciendo surco en ella por mi raja. Yo estaba excitadisima y Bea se daba cuenta​

• vamos a la cama -me dijo-

No la respondi, agarré su mano y nos fuimos a su habitacion, a su cama. Alli me desnudó, me lamio toda, me toco cuanto quiso. Yo poco a poco tambien empecé a participar, tambien la tocaba y la besaba, la lamia y la mordia dulcemente.

Bea bajo hasta mi sexo lo lamio, lo chupo, lo succiono. Me proporcionaba un placer inmenso y necesitaba corresponderle. Gire mi cuerpo, lo ubique de tal manera que me permitiera a mi hacer con ella lo mismo que estaba recibiendo. Fue un 69 apasionado, que nos brindo a ambas un placer supremo, que nos llevo a corrernos a la vez, dulcemente, completamente.

Fue la primera vez que me corri con Bea, la primera vez que Bea se corrio en mi boca. Despues intercambiamos en un ultimo beso nuestras salivas, mezcladas con nuestros flujos. Maravilloso.

Aquí termina la historia, amigas y amigos, deciros que Juan, con el paso de los años, se caso con Montse, que son felices y tienen un niño precioso. Bea y yo seguimos acostandonos de vez en cuando, pero sobre todo somos grandes amigas.​
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