La habitación blanca cap.1: María

Eboro24

Virgen
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Si de sexo hablamos, puedo dejar claro que son las mujeres quienes me gustan… no, lo más exacto es decir: Las adoro, las amo, ¡las deseo! “Tener sexo” no me basta, necesito embriagarme de los gemidos de cuanta mujer que llegue a mis manos; pero el mundo juzga, ciertas formas de “hacer el amor” son mal vistas, consideradas tabú… pero es un problema al que nunca tuve que enfrentarme, y todo gracias a la habitación blanca.

Tenía once años y en pleno estado máximo de aburrimiento, revisando el sótano, buscando nada en particular, me encontré con una habitación secreta. Era de blanco puro y vaya sorpresa me lleve cuando descubrí, que en mi casa nueva, eran filmadas películas porno; había un reproductor y muchos VHS con dichas películas. Había de todos: Maduras, adolescentes, niñas, incesto, sadomasoquismo, zoofilia… todos los fetiches, con mujeres de todas las edades. Mi padre y mi madre trabajaban hasta altas horas, así que pase muchas horas viendo esas películas en la habitación blanca. Al principio solo tocaba mi pene por encima del pantalón, de forma semiconsciente, frente a las imágenes de esas mujeres siendo penetradas por vergas humanas, animales y objetos de toda clase; no desarrolle gusto por ningún fetiche en especial, la fuente de mi excitación y la razón de mis posteriores maratones de masturbación, eran los gemidos. Imaginarme a mí mismo en el momento y lugar de los videos, extrayendo esos melodiosos gritos, tocando esas mojadas vaginas y viendo esas expresiones de gozo durante el clímax, era lo que me ponía a mil. Ni siquiera era cosa de ser el protagonista, pues los abundaban también los videos de lesbianismo; me excitaba de solo pensar en estar ahí en persona.

Pasaron dos años desde el descubrimiento de la habitación blanca (tiempo que mantuve en secreto la misma); había aprendido todos sus secretos, incluyendo como grabar usando las muchas cámaras ocultas instaladas… claro que todo dentro de mis fantasías, pues nunca creí realmente poder grabar algo ahí dentro. Sin embargo… sí pude y aunque no lo hubiese grabado, jamás podría olvidar a María, mi primera mujer.

Con trece años y la cabeza llena de imágenes porno, era una hormona caminante. En general lo manejaba bien… excepto cuando veía a Jade. Mi vecinita de apenas diez años era hermosa, sin senos pero con unas nalgas redondas, grandes y perfectas; sentía una extraña mezcla de amor y deseo por ella (a esa edad, aún no sabía distinguir uno de otro), quería besarla y pedirle que fuera mi novia, tanto como deseaba cogérmela y convertirla en mi puta personal; solo verla me causaba una erección. Por si mi propia mente no fuera suficiente, la niña odiaba usar bikini a la hora de nadar en su piscina; desde mi ventana tenía una perfecta vista de su piel morena y su perfecto culo cada vez que se metía a nadar; incluso, en contadas ocasiones, me metí a nadar con ella en días en que sabia no estaban sus padres, pero… jamás me atreví a hacer más que mirarla para luego pajearme en privado. Fue, precisamente, en el cumpleaños número diez de Jade que experimenté finalmente el sexo que tanto había fantaseado, todo gracias a la hermana mayor de Jade, María; tenía dieciocho años y era una femme fatale… dicho más simple, era una hembra de ensueño: piel tostada y tersa, un rostro hermoso, unos senos grandes y perfectos y un culo de infarto; a pesar de la diferencia de edad, no era mucho más alta que yo. Aunque previamente había fantaseado tenerla desnuda en mi cama y empalarla toda la noche, casi siempre era su hermana la que tenía mi atención. Pero eso cambió aquel día…

Durante la fiesta de cumpleaños de Jade, a la cual fui invitado, no pude evitar una erección cuando la niña se agacho buscando algo que precia habérsele caído y mis ojos fueron directamente a su lampiña y sabrosa conchita; no usaba ropa interior a pesar de lo corto de su falda… y yo estaba agradecido. Miraba descaradamente cuando se interpuso en mi visión, María.


—Vení conmigo, vamos a hablar seriamente—me dijo con firmeza; me sentí morir por dentro, claramente había sido descubierto mirando y mi pene erecto era la evidencia.

Fuimos hasta el ******, donde no pude aguantar más el silencio y empecé a disculparme por adelantado…


—Perdón, no quería mirar pero pasó y no lo pude evi…—María me interrumpió besándome y metiendo su mano en mi pantalón, sobando desvergonzadamente mi verga.

—Se te para viendo a mi hermana, pero no mirándome; es no me gusta y tenemos que corregirlo— fue ese comentario el que me hizo teorizar: dentro de toda mujer, vive una puta hambrienta de placer— ¿Te gustaría que “hablemos seriamente” en privado?

Mis padres no estaban en casa y por puro instinto le dije que sabía donde podíamos “hablar” sin que nadie nos molestara. Escapamos a mi casa saltando la cerca y esquivando la mirada de cualquier invitado. La llevé directo a la habitación blanca; necesitaba grabar ese momento. Entramos entre besuqueos y manoseos; esta demás decir que era ella quien manejaba la situación, yo apenas terminaba de procesar todo. Solo dejo de tocarme y besarme un momento para preciar el lugar… la cama sobre todo. Olvide mencionar que la habitación tenía una cama matrimonial casi en perfecto estado; pero las sabanas viejas fue un detalle que poco le importo a María. Se lanzó sobre ella, riendo como una niña en dulcería; cuando me acerque, puso su pie en mi pecho, deteniéndome…

—Quiero que quede claro: te querés coger a mi hermana y está bien; pero primero te voy a probar… para asegurarme que ella la va a pasar bien—me dijo guiñando un ojo; acto seguido se quito la blusa, dándome una visión perfecta de sus tetas. Eran más grandes lo que había imaginado y con pezones color marrón que invitaban a chuparlos sin parar… cosa que hice enseguida.

Empecé a chuparlos, cambiando entre uno y otro desesperadamente; no sabía si lo estaba haciendo bien o no, ni me importaba mucho, María no me había detenido por el contrario, gemía levemente. Por fin sentía ese sonido en vivo y en directo; sus gemidos me pusieron a mil y me hicieron reaccionar finalmente. Mordisqueaba suavemente su pezón, con una mano pellizcaba el otro y mi mano restante se dio el lujo de meterse en el pantalón de María y acariciar su chorreante raja, por encima de su tanga. Sus gemidos aumentaron e fuerza al igual que mi excitación.

De pronto, María me empujó y se puso encima de mí; de inmediato me quitó los pantalones y el calzoncillo y se relamió mirando mi pene, antes de engullirlo por completo. Yo era un virgen inexperto, así que apenas sentir su lengua alrededor de mi pene, no soporte más de tres minutos antes de llenar su boca con mi leche. Ni siquiera la masturbarme tardaba tan poco en acabar, así que me sentí algo avergonzado; sobre todo por no avisarle que me venía.


—Eso no me molesta, al contrario, me gusta que me sorprendan—respondió ella a mis inquietudes, mientras juntaba el semen que chorreaba por sus labios para tragárselo—Pero espero que tengas más para mí—dijo agarrando mi verga y masturbándola; no tardó mucho en ponerse dura de nuevo y ni ella tardo en mamármela de nuevo.

Incluso alguien sin experiencia como yo, sabía que María había tenido mucha práctica; chupaba como una profesional y disfrutaba hacerlo, porque no dejaba de hacer contacto visual mientras tenía mi pene en su boca; además, mi pene apenas alcanzaba los 14cm, pero ella mamaba como si fuera la mejor verga del mundo. Pero algo me decía que podía… no, que debía ser más salvaje si quería oír gemidos. Me puse de pie en la cama, sin que ella dejara de mamarme; la tomé de la cabeza y comencé a mover mis caderas, prácticamente cogiéndome su boca. Había acertado en hacerlo: no solo se sentía mejor, sino que María se sostenía de mí con una mano, mientras con la otra se sobaba la entrepierna; gemía mientras seguía chupándomela.

Estaba tan concentrado en el placer que pensé en voz alta…


—Solamente sos una puta que busca vergas, ¿no?—estaba por disculparme cuando me di cuenta pero, de nuevo ella me tomó por sorpresa…

—Sí, soy una puta que busca vergas; quiero que me jodan todos los días—dijo entre gemidos, sin dejar de estimularme con su mano.

Entonces la tumbé sobre la cama y termine de desnudarla, quitándole el pantalón y la tanga, viendo, finalmente en persona, una vagina húmeda y ávida de ser cogida; sus labios estaban enrojecidos de tanto sobarse mientras me la chupaba y los pocos pelos en el pubis indicaban que se había rasurado. Quería conocer su sabor y memorizar su olor; gustosamente empecé a lamérsela, tragando sus deliciosos jugos vaginales, que no paraban de chorrear. Eran un manjar y solo me hacían querer más y más; María gemía con fuerza, acrecentando mi lujuria y mi frenesí por lamer su conchita. Tantos videos me habían enseñado que hacer para obtener gemidos incluso más fuertes: lamí su clítoris mientras que metí dos dedos en su vagina, arrancándole, finalmente, estruendosos gritos de placer. No pude aguantar más, necesitaba cogérmela…


—¿Podemos… tener sexo ahora?—pregunté algo dudoso; los videos me había enseñado que el sexo oral no significaba, obligatoriamente, tener sexo de otra clase; los VHS de niñas, por ejemplo, eran mayormente de solo mamadas.

María se acerco hasta mí, nos besamos dejando que nuestras lenguas se enredaran; luego me miró y dijo muy seriamente…


—Basta de pedir permiso; ahora soy tu puta: si querés cogerme cógeme, si querés dedearme hacelo—se puso en posición de perrito y se separo las nalgas, abriendo levemente su vagina, que parecía invitarme a ser penetrada—Si querés rellenarme con tu leche… por favor, hacelo; trátame como quieras.

Ya no dije nada, me acomodé tras ella y me puse a frotar mi pene entre sus labios vaginales; cuando estaba por penetrarla, una diabólica idea cruzó mi mente… a fin de cuentas, ella dijo “trátame como quieras”. Separé sus nalgas y con un fuerte movimiento se la metí en el ano…

—¡Aaaah!, ¿anal… en tu… primera vez?—preguntó entre gemidos, mientras lentamente me cogía su estrecho culo. Yo estaba entregado al morbo y la lujuria, ya no me contuve para nada…

—Mi primer vagina, va a ser la de tu hermana; ¿algún problema?—le respondí, metiéndosela hasta el fondo y dándole una fuerte nalgada.

— Oooh… ninguno, ¡aaah!, me gusta la idea; ¡así, no pares!—gritaba, totalmente entregada al placer.

—La voy a joder hasta hacerla adicta a mi verga; va a ser tan puta como vos.

—¡Sí!, quiero… que te la cojas muy fuerte; hacela gritar mucho, quiero ver como la haces gemir. ¡Aaaah!, ¡dame más, más!— eso fue inesperado: ¡Me pidió ver cómo me cogía a su hermana!; ¿Cuánta suerte se puede tener el día en que pierdes tu virginidad?

Poco a poco, su ano se dilató y pude encularla con más velocidad; y de nuevo, imitando a los videos, use saliva para lubricar y así empalarla con más fuerza. Con una mano la jalaba del pelo mientras con la otra me aferraba a su cadera y cada tanto la nalgueaba; María gemía y gritaba de placer sin control.


—¡Sí, cógeme fuerte!, ¡quiero que me rompas el culo!— fue la última frase que alcanzó a articular, antes de empezar a retorcerse; su mano frotaba frenéticamente su clítoris mientras el anillos de su ano parecía apretarse sobre mi verga. Finalmente tuvo un fuerte orgasmo, desbordándose en un mar de fluido vaginal; era tanto que por un momento creí que se había orinado. Tal imagen me llevo al límite; solté su cabello y la tome de la cadera, iniciando un mete y saca frenético buscando mi propio clímax.

—¡Sigue, sigue!, ¡Ay, lléname con tu leche!, ¡no pares hasta llenarme!—gritaba sin parar de chorrear; su orgasmo seguía mientras la seguía enculando.

— ¡Aaaah!, ¡toda tuya, mi puta!— le grite, mientras llenaba sus entrañas con mi leche. Si sumara todas las veces que me masturbe, creo que no alcanzaría para igualar cuanto semen deje salir dentro de María.

Finalmente ambos nos relajamos y caímos rendidos en la cama; cuando intente moverme, María me sostuvo firmemente, así que nos quedamos en posición cucharita, con mi verga dentro de su ano; finalmente salió por si sola al poner flácida. Casi nos quedamos dormidos, pero debíamos volver a la fiesta, antes de que alguien hiciera preguntas por nuestra ausencia; mientras nos vestíamos para regresar, María me hizo una confesión…


—Tenia quince años cuando perdí la virginidad; me cogió mi profe de gimnasia—dijo como si fuera lo más normal del mundo—No quiero que mi pobre hermanita tenga que esperar tanto para disfrutar de una buena verga; así que, si estas libre el fin de semana, Jade y yo podríamos… venir y “hablar muy seriamente”— finalizó, sonriendo y guiñándome un ojo.

Estaba agotado, estar de pie me cansaba; estaba hambriento y con mucha sed… y aun así, pensar en el fin de semana, me causo una nueva erección.

Pero, esa es una historia para otro día…
 

rafvallone

Estrella Porno
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Me gustó la historia,espero con ansia la continuación
 
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