LA FÓRMULA DE KRANTZ XI (NIÑAS TRAVIESAS CASTIGADAS)

RichardVelard

Virgen
Registrado
Ene 9, 2022
Mensajes
25
Likes Recibidos
41
Puntos
13
LA FÓRMULA DE KRANTZ PARTE XI

NIÑAS TRAVIESAS CASTIGADAS

Definitivamente, aquella tarde de viernes no había sido lo que Tina y Sugey esperaban, todo lo contrario; había acabado tornándose tediosa, estresante y aburrida. Eso entre otras cosas desagradables. Como el hecho de acabar en casa ajena viendo tontas películas, cuando a las dos pequeñas hermanas de siete y ocho años, lo que les hubiera gustado realmente, después de haber llegado de la escuela, era estar en la recámara de sus padres. Para seguir presenciando como su madre en cuatro patas y arriba de la cama, era cogida a fondo y con bombeos furiosos y sostenidos, por el hombre disfrazado de conejo, cuyas visitas ya se habían vuelto habituales en aquel domicilio.

Y todo lo anterior mientras ellas iban y venían por la recámara, jugando; o saltaban arriba de la cama. Bromeando, tocando, haciendo cosquillas y en general molestando a la pareja que disfrutaba de la cópula, sin inhibiciones. Mientras en medio de aquel rico juego de adultos, las niñas tenían su propia diversión infantil, incluso por momentos eran manoseadas fugazmente por aquel hombre disfrazado, o sujetadas con fuerza por él, para ser besadas morbosamente en la boca, o mordidas y lamidas en sus nalgas, o hasta en su vagina. Para que luego de un rato de ser tratadas así; el hombre las dejará libres, concentrándose en seguir cogiendo a la madre de ambas, Evelina.

Ellas ya estaban acostumbradas a tal rutina durante las visitas del hombre conejo, la cual incluía comer juntos los cuatro totalmente desnudos o semidesnudos, mientras veían películas de porno duro, con temáticas de cuentos de hadas, o de western con violación en gangbang, o algún otro tema bastante morboso como guion. Tan acostumbradas como también lo estaban a bañarse en grupo, junto a Evelina y a aquel hombre. Cosa que aquel tipo aprovechaba para dedearlas de nuevo por el culo o por el coño, mientras ellas muy divertidas lo rechazaban, y trataban de esconderse de aquel acoso erótico detrás de su madre. Quien por más que intentaba impedirlo, dando manotazos fingidos contra el hombre; no podía evitar ella misma ser manoseada y dedeada también; y entonces las niñas entre risas de las tres hembras trataban de que los encantos de su madre no fueran disfrutados por el tipo del disfraz. El cual en esos momentos de ducha y de lucha sexual, ya se había quitado por completo el disfraz. Si bien las nenas por costumbre, le seguían llamando “Conejo Fuck.”

Pero, y para colmo en algunas ocasiones, mientras la madre estaba siendo rescatada, ella misma de manera traicionera, se ponía de parte de aquel hombre; y abrazaba y sujetaba a la niña, para que el caliente sujeto pudiera manosearla, o meterse entre sus piernas, y lengüetear a la niña capturada en alguno de sus agujeros, o bien besar sus nalgas paraditas, mientras con sus manos disfrutaba también de las de su madre.

Aunque la limpieza producto de la ducha no duraba mucho, pues tras haber pasado algunas horas, o bien ya en la cama y por la noche, cuando los cuatro se disponían a dormir, por supuesto en la misma cama, y después de algunos juegos infantiles sin connotación sexual. El conejo casi invariablemente volvía a tener el pito bien duro, y saltaba sobre la madre para cogerla de nuevo hasta quedar satisfecho, de manera que un poco antes de dormir, las dos niñas y la madre, siempre acababan salpicadas o embarradas de semen en alguna parte o rincón de sus cuerpos. Ninguna de ellas se escapaba de eso. Pero era algo muy rico y divertido, ninguna de ellas se molestaba por eso.

Pero lo mejor era que antes de ir a la recámara por la noche, el conejo les daba un montón de regalos prometidos a las niñas, como muestra de cariño y por el hecho de que ambas permitían, que su madre fuera poseída frente a ellas, en vez de tener que hacerlo a escondidas como en un principio. Y por supuesto, también la madre recibía grandes obsequios, con los que quedaba encantada como niña grande, y todo por permitir la presencia de sus hijas durante el coito. Y dichos regalos incluían entre muchas otras cosas, lencería de lo más provocativa, una dotación enorme de toallas intimas y cremas muy costosas para hidratar sus piernas y sus nalgas, además de su cutis. Y claro está algunos vibradores y consoladores; juguetes sexuales de los que ella ya tenía un baúl grande repleto. Pero que el hombre conejo le seguía obsequiando, y que él le conminaba a usar durante varias horas seguidas, en todos esos días en que no podía visitarla; para que la hembra gozara por su cuenta hasta quedar exhausta. Mientras las niñas morbosas, la veían disponer de tales juguetes para adultos, entre risitas y comentarios picantes.

Precisamente tomando en cuenta todo lo anterior, era que las niñas estaban tan molestas; por haber tenido que alejarse de su propia casa, y no poder regresar allí, sino hasta el día siguiente. Aquello no tenía sentido para Tina y Sugey. Ambas consideraban la decisión tomada por el dueño de su madre, y avalada por la misma Evelina, como una injusticia y una falta de respeto. Incluso Sugey que era la mayor y más temperamental de las dos niñas, había gritado y estado a punto de comenzar a llorar; pero entonces el hombre conejo completamente molesto, había amenazado con llevarse los regalos y retirarse de allí en ese momento. Sin importarle que su miembro erecto, aún no hubiera escupido esos chorros de leche caliente y viscosa, en el interior de su madre o sobre su cuerpo. De manera que contra su voluntad las niñas habían abandonado la casa.

Las cosas habían comenzado a ir mal, a partir de que el timbre de la casa sonó, y un poco antes de que el conejo Fuck saliera de la vulva encharcada de Evelina, para entrar por su túnel del amor secreto que había entre sus nalgas, es decir por su culo. Lo de túnel secreto era un apelativo cariñoso que el conejo solía usar para referirse, no sólo al apretado ano de Evelina, sino al de cualquiera de las tres hembras que vivián en la casa.

Volviendo a lo del timbre, tan pronto como éste sonó las niñas se inquietaron un poco, pues sabían que ese día y a esa hora no esperaban a nadie; que su misma madre no iba a salir a ningún lado. Que la comida serían emparedados preparados muy apresuradamente, o en el mejor de los casos habría pizza en el refrigerador; comprada por Evelina unas horas antes y lista para calentarse. Y es que las niñas sabían perfectamente el procedimiento, cuando el conejo Fuck iba a aparecer, previamente se comunicaba con la madre, para que ella cancelara todas sus posibles citas a partir del mediodía, y estuviera lista para recibirlo en toda la extensión de la palabra. De manera que la madre no saldría a ningún lado, ni recibiría ninguna visita sin excepción de personas. Sus únicas obligaciones serían estar bañada. Fresca y bien arreglada, sonriente y sumisa, lista para mamar y ser mamada, y también dispuesta a abrirse de piernas o de nalgas, para que en cuanto así lo dispusiera su dueño, fuera cogida por él.

***​

Una de las niñas mencionó que quizá se trataba de un molesto vendedor ambulante, pues después de varios segundos de silencio, volvió a escucharse el toquido electrónico. Pero entonces el hombre conejo, les dijo que fueran a ver quien era, a través del interfón; pues lo más seguro era que se tratara de la niñera, quien las llevaría a su casa, para que allí se asearan y luego comieran; y después de ello realizarían otras actividades, entre ellas la tarea y juegos con los que se entretendrían; para que al final del día pasaran la noche allí.

Después de eso el hombre conejo les dio algunas instrucciones más, acerca de lo que deberían de decir a la niñera, de porqué su madre no podría cuidar de ellas hasta el día siguiente. Razón por la cual tampoco podría salir a entregarle a las niñas.

Las dos nenas protestaron sin entender la situación, en todo caso, ellas sabían bien lo que el hombre le hacía a su madre en la cama; bueno en la cama y en casi todo lugar de la casa. Lo habían sabido desde hace mucho y tenían perfectamente claro que su madre realmente necesitaba que le hicieran aquello, que se lo hiciera aquel hombre conejo con su enorme zanahoria, hasta que la dejaba satisfecha y encantada. Pero después de protestar y de ver que el hombre comenzaba a enfurecerse tuvieron que hacer lo que decía.

Antes de salir de la recamara, para confirmar si era la niñera la que tocaba, y de ser así cambiarse de ropa rápidamente en sus respectivos cuartos, Tina intentó saber el porqué de esa decisión inesperada para ellas, pero el hombre no contestó, en cambió y como si no hubiese escuchado la pregunta, fue en ese momento que extrajo su pene de la vulva de Evelina y sin perder tiempo, puso el glande en el asterisco que formaba el ano delicioso de la madre, y comenzó a empujar despacio, sin lubricante y con decisión. La madre en esos momentos tenía una cara seria y de total sometimiento para con su dueño sexual, como para dar a entender a sus hijas que aquel macho era el que mandaba en la casa, y que había que obedecer sus decisiones sin contrariarlo, complaciéndolo no solo en la alcoba sino en todo momento, con total sumisión.

Y cuando Sugey hizo un último intento de acudir a la madre, Evelina con la misma expresión que ya fue descrita, simplemente negó con la cabeza, dos veces y de manera tan dura como contundente; lanzando una mirada casi de odio a las dos niñas. Como si estuviera muy molesta con ellas por ponerla en entredicho con su amo sexual, quien ya había dicho la última palabra.

Y justo en esos momentos en que movió su cabeza rápida y decididamente, la cola de caballo, en la que terminaba su cabello recogido hacia atrás; se agitó también de un lado a otro y esto, junto con su actitud y postura orgullosa para con sus hijas, a pesar de estar en cuatro patas, la hizo ver regia como la señorona que era. Fue hasta entonces que las niñas entendieron que, por alguna razón desconocida, ellas estaban castigadas. Y antes de salir sumisamente y en completo silencio de la alcoba; vieron cómo el hombre de la casa y dueño de las tres hembras que allí vivían, sujetaba con rudeza la cola de caballo de aquella hermosa y fina yegua, de cuya vagina ambas habían salido. Mientras comenzaba a montarla frenéticamente, ahora por el culo.

Y cuando ya estaban de espaldas a la escena y casi fuera de la habitación de sus padres, donde el adulterio se consumaba, ambas niñas escucharon perfectamente aquel grito erótico de su madre, mezcla de dolor y placer deliciosos y al extremo; ninguna de las dos niñas necesitó voltear la cabeza, para saber que la mano que sujetaba a su madre por la cola de caballo había tirado fuertemente hacia atrás de ésta. Echando hacía atrás y por completo el cuello y la cabeza de la hembra,

—¡Sí, así! ¡Más fuerte! —dijo la madre con los ojos cerrados y en la cúspide del placer, mientras la mano que tiraba de su cola de caballo mantenía la tensión, como si quisiera arrancarle la cabellera, y ella por su parte se mordía los labios de tanto gozar.

Ya fuera de la habitación, las niñas escucharon con perfecta claridad lo que su madre acababa de decir.

Después, derrotadas y casi con lagrimas en los ojos, por no poder seguir en aquella habitación presenciando la monta de su propia madre. Fueron a atender el interfón, y tras confirmar que se trataba de la niñera, le pidieron esperar unos minutos en lo que ellas se cambiaban. Le aclararon que su madre no saldría a entregarlas, que en cuanto las dos estuvieran listas le avisarían, y acto seguido ella escucharía el sonido, que le indicaba que debía empujar la puerta del exterior de la casa para abrir, para ese momento ellas saldrían de la casa hacia el patio que mediaba con el exterior.

Su madre había acudido con la doctora Ana, la dentista, para que le extrajeran una muela del juicio. Y ahora había vuelto muy dolorida, y por eso había ingerido un fuerte medicamento que quitaba las molestias pero que ocasionaba mucho sueño, de manera que dicha medicina la tendría en la cama durante toda la tarde, puede que durante toda la noche, sin dejarla bajar hasta el día siguiente.
 
Arriba Pie