LA FÓRMULA DE KRANTZ VIII (EN EL SÓTANO)

RichardVelard

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Ene 9, 2022
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LA FÓRMULA DE KRANTZ PARTE VIII

EN EL SÓTANO

Antes de que alcanzase un minuto permaneciendo en aquel sótano, Greg Torres había comenzado a decepcionarse un poco. Lo cierto es que esperaba encontrar un lugar muy amplio para explorar, casi tanto como todo el ancho y largo de la propiedad; pero no fue así.

Aquel sitio era tan pequeño como un cuarto de baño completo, realmente era reducido, y estaba repleto de cajas de cartón, las que descansaban una sobre otra en varias estibas, colocadas a su vez en los diferentes niveles de unos estantes de metal, similares a los que había arriba en el local para las cosas en exhibición. Los estantes estaban colocados contra las paredes, y por lo mismo dejaban muy poco espacio a Greg para caminar.

A pesar de todo Greg seguía sintiendo cierta curiosidad por aquel lugar, de manera que se dispuso a tratar de averiguar qué diablos había en aquellas cajas.

Tomó una de ellas de uno de los estantes y la revisó con calma por los lados. Al igual que todas las otras, estaba sellada con cinta transparente, y después de echar un vistazo al conjunto se dio cuenta de que todas eran cajas nuevas y exactamente del mismo tamaño. Es decir eran cajas rectangulares y alargadas. Muy parecidas a las que contienen paquetes individuales de galletas; sólo que por su peso que era mayor, era evidente que no contenían tal cosa. Y por el exterior no especificaban cuál era su contenido.

Por un momento y después de sopesar y manipular, Greg tuvo la sensación de que había en el interior pequeños envases de vidrio, con algún tipo de alimento en conserva. Y se puso a buscar en los estantes, para ver si hallaba alguna caja que ya hubiera sido abierta, de manera que pudiera finalmente saber su contenido.

Greg fue muy meticuloso, así como revisaba volvía a poner cada caja en su mismo lugar, pero el resultado era siempre el mismo, todas selladas, y a juzgar por la manera en que lo estaban, parecía por demás evidente que no habían sido selladas por algún tipo de maquina; más bien era como si Krantz hubiera mandado a hacer las cajas dando las medidas que necesitaba, para luego guardar allí el misterioso producto, sellando él cada caja manualmente.

Tomando en cuenta la situación, Greg que no era ningún novato en esta vida, decidió no intentar abrir ninguna de las cajas. Pues si aquel viejo gringo las había ocultado en aquel sótano, y después colocado allí el refrigerador para a su vez ocultar la entrada del lugar, debía ser por una razón de peso. Y para cuando llegó a este punto, comenzó a sospechar que quizá era aquella alguna situación de tráfico de drogas. Realizada desde un local comercial con licencia para operar como fachada. Después de todo, cosas así sucedían desde hace mucho en el país.

Fue entonces que su mirada tropezó con una caja que no parecía nueva, y que era evidentemente mucho más grande que las otras; estaba en el nivel más bajo de uno de los estantes, de manera que se acercó a ella, se acuclilló y la sacó del estante con cuidado.

A diferencia de las otras no tenía cinta, de manera que la abrió sin problemas. Y revisó su contenido pero sin intentar mover ni tocar nada de lo que en ella había.

Dentro encontró depositados unos sobre otros y de manera desordenada, diferentes artículos de laboratorio, como matraces, probetas, tubos de ensayo, una báscula y otras cosas por el estilo. De manera que todo parecía seguir apuntando a una cuestión de drogas. Pero, lo curioso del asunto es que la caja parecía vieja en comparación con las demás, y las cosas daban la impresión de haber sido depositadas allí desde hace mucho.

Fue cuando ya se disponía a poner la caja en su lugar, que vio en la estiba de cajas rectangulares que había junto, que la última de arriba tenía de manera evidente roto el sello de cinta, y estaba ligeramente entreabierta.

De inmediato la extrajo y la abrió sin dudar.

Esperaba encontrar drogas, de algún tipo y en pequeños envases de vidrio, pero en cambió…

Greg estaba confuso y desconcertado, su curiosidad seguía sin ser satisfecha, entonces tomó uno de los envases, y de inmediato lo llevó a su nariz, aspiró profunda y lentamente…

Nada, ningún aroma llegó hasta él, entonces tomó otro e hizo el mismo procedimiento, obteniendo el mismo resultado; cuando se detuvo había llevado a su nariz cuatro de aquellos pequeños envases. Tomando en cuenta su contenido aquello no parecía tener sentido. Cierto que Greg no sabía mucho de velas aromáticas, nunca lo había sabido, no era un tema de su interés. Pero él estaba seguro de que eran velas aromáticas, pues eran de colores y muy parecidas a las que Krantz tenía en venta allá arriba en su local, y por lo mismo deberían emitir algún olor incluso apagadas, si uno se las acercaba al olfato. Pero no, no había aroma. Y además los envases en que estaban eran más pequeños comparados con los que había arriba.

La caja no sólo estaba abierta, sino que la mayoría de las velas que tenía ya habían sido utilizadas, había en ella por lo menos cinco colores distintos. Lo curioso es que las velas parecían haber sido consumidas mínimamente, de manera que ninguna había llegado a la mitad de su contenido. Otro detalle que Greg notó, es que, la única identificación que tenían era una etiqueta pequeñita, con una combinación de una letra y un número, en la parte de abajo del envase.

Greg tomó dos de las velas al azar, se levantó y luego con cuidado se dispuso a subir la escalerilla, llegó hasta arriba con cierta dificultad, pero sin mayores problemas, y no tardó en encontrar el encendedor. Después puso las dos velas sobre la pequeña mesa en la que había cenado. Y dudó acerca de cual de las dos encender primero.

Una de las velas era azul y la otra era roja, se decidió por la roja para empezar, aunque igual tenía pensado encender después la azul. Acercó la llama del encendedor al pabilo, la reacción fue inmediata, y entonces Greg se sentó en la silla y esperó, mirando fijamente la luz de la vela, con el olfato alerta.

Pasaron los segundos, y Greg llevó un conteo mental de ellos, hasta llegar a cuarenta.

Una vez más el resultado fue negativo, ningún olor, nada; esa maldita vela aromática no despedía ningún aroma, después de casi un minuto de estar encendida.

Pero entonces sucedió algo extraño, Greg había comenzado a sentirse de golpe bastante mareado, se sujetó a la mesa pero ésta se movía, o bien el piso lo hacía, ¿estaba iniciando un movimiento telúrico? Entonces comenzó a tener pensamientos confusos, su visión se tornó borrosa, de repente tuvo la sensación rarísima de estar y no estar en la habitación, había algo que flotaba en el ambiente, se estaba expandiendo cada vez más y de manera muy rápida.

¡Maldición era aquella vela! ¡Realmente contenía algún tipo de droga!

Greg cayó al suelo junto con la silla en la que estaba, mientras tenía la sensación de que algo iba y venía por toda la habitación, era como un ser invisible. Un fantasma iba y venía por toda la habitación de manera vertiginosa y como buscando algo, de repente se detenía a lado suyo, y después ese fantasma invisible saltaba sobre él, usándolo como una especie de trampolín, y con ello saliendo proyectado hacia arriba, atravesando el techo de la planta baja y luego el de la alta, siendo de golpe proyectado hacia el exterior ¡Y todo a una velocidad tremenda!

A partir de allí Greg ya no estuvo seguro de nada, era como estar en dos lados a la vez, podía sentir el piso de la habitación sobre el que estaba derribado, e incluso una de las patas de la mesa chocaba contra su rodilla; pero sus ojos no veían la habitación, lo que veían era una sucesión impresionante de imágenes, o mejor dicho de luces y sombras a una velocidad bestial, era como estar volando por encima de la ciudad a una altura media, y luego la velocidad comenzaba a descender, era como cuando un tren va llegando a destino… pero aquel era un avión supersónico.

Justo en ese momento Greg recobró parcialmente el sentido real de las cosas, aunque su visión estaba aún distorsionada por todo aquello.

Logró incorporarse a medias apoyándose en el borde de la mesa, y sopló sobre la misma, con toda la fuerza y el aire de sus pulmones; sopló como si con ello preservara su vida. Y después volvió a caer al suelo, si bien logró amortiguar en parte su segunda caída. Y ya estando allí no tardó en perder el sentido por unos minutos.

Como sea estaba satisfecho, Greg estaba completamente seguro de haber apagado aquella maldita vela.
 
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