LA FÓRMULA DE KRANTZ VII (MISTERIO EN EL CALLEJÓN)

RichardVelard

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Ene 9, 2022
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LA FÓRMULA DE KRANTZ PARTE VII

MISTERIO EN EL CALLEJÓN

Aquella era una ciudad con gran atractivo turístico, esto a pesar de que no estaba situada en la zona costera del país. Y Gregorio Torres había llegado hasta allí a invitación de su amigo Pavel, quien le consiguió un empleo temporal de dos meses en el hotel en el que él mismo laboraba. La estancia había sido muy fructífera económicamente y en otros sentidos, y también bastante agradable por la convivencia entre aquellos dos buenos amigos. Si bien hubo poco tiempo para esparcimiento.

Pero ahora las vacaciones habían terminado, los servicios de aquel empleado eventual ya no eran requeridos en el lugar, y como no había podido colocarse en ningún otro, era hora de partir; aunque no necesariamente de volver a casa. Gregorio simplemente iba a seguir su camino en esta vida. Y es que aquel hombre desde hacía mucho, había encajado en el papel de lo que muchos llamarían un ave sin rumbo, yendo de aquí para allá según la situación lo ameritara, sin quedarse permanentemente en ningún; y realizando los más diversos trabajos según fuese necesario. Esto partiendo de que tenía amplios conocimientos en los más diversos oficios. Los cuales había llegado a dominar de manera empírica, y en otras ocasiones por acudir a algún lugar de instrucción.

Claro que él no hubiera estado de acuerdo con el término ave de paso, más bien se definía a sí mismo, como un tipo que vivía y que dejaba vivir. Y esto era así porque había llegado al punto en que, de hecho no sabía vivir ya de otra manera, o bien no quería hacerlo. Y es que un año después de alcanzar la mayoría de edad, Gregorio se había casado, había formado una familia, y se había convertido incluso en padre. Pero aquel gusto no le duró mucho, sólo un par de años y después comenzaron los problemas. Y entre todos ellos el más serio fue el alcohol.

Después de esto pasaron tan solo dos años más, antes de que su esposa lo abandonara, y desde allí seis largos años en los que el vicio lo tuvo bien atenazado y comenzó a vapulearlo, hasta finalmente mandarlo a la lona; sin darle tiempo a levantarse; al grado que muchos llegaron a suponer que no sobreviviría a aquella situación. Que el alcohol acabaría siendo su verdugo; pues por aquellos días Gregorio llegó a vivir incluso en las mismas calles.

Pero el caso es que él era un tipo joven y con un cuerpo resistente; su anatomía era la de un hombre promedio, con cierta complexión atlética que le venía por herencia más que por afición al ejercicio, y finalmente llegó al punto que decidió levantarse del suelo por sus propios medios y fuerzas, y sorprendentemente lo logró aunque no le fue fácil. Gregorio era un tipo de estatura media, de cabello negro, y hasta antes de su caída en el vicio se notaba buen mozo. Pero una vez que salió por completo de aquel infierno de la bebida, su cara más que su cuerpo mostraba las huellas de la batalla; y no es que ya no fuese un rostro agradable; pero sus facciones se habían endurecido, y ahora se mostraba como el rostro de un soldado que regresa de la guerra, más maduro, quizá más sabio y a la vez, con una cierta expresión de lacónica tristeza. Pero a pesar de todo su carácter seguía siendo el mismo carácter alegre, por lo menos para con sus amigos y conocidos. Si bien ante desconocidos era un tanto reservado.

Ahora Gregorio tenía treinta y siete años, y de ellos siete sin probar alcohol. O por lo menos sin probarlo de manera excesiva, y en las escasas ocasiones en que lo hacía no encontraba ya ningún deleite especial. Desde que logró liberarse de aquel mal, Gregorio o simplemente Greg como sus amigos le llamaban, había aprendido a vivir a su manera, y a disfrutar de la vida, sin pensar demasiado a futuro. Se había acostado con tantas mujeres como las circunstancias lo permitieran, y no había entablado relación permanente con ninguna de ellas. Se trataba sólo de disfrutar y hacer feliz a la dama en turno, y luego simplemente seguir en el camino.

Pavel su amigo, era un tipo con quien compartía en buena parte la forma de ver la vida y la manera de vivirla; quizá por eso se llevaban tan bien, a pesar de tener apenas unos cinco años de conocerse. De hecho fue Pavel quien hizo que, aun habiendo acabado su trabajo en aquel hotel. Gregorio permaneciera en la ciudad. Y esto sucedió faltando muy pocas horas para que Greg la abandonara.

Greg respondió la llamada a su celular, y se sorprendió cuando su amigo le dijo que le había conseguido un nuevo trabajo, también temporal pero muy bien pagado; incluso mejor pagado que el del hotel. En cuanto escuchó aquello, Greg realmente comenzó a interesarse en el asunto. Pavel le dio toda la información que pudo en ese momento, y casi antes de colgar aquel nuevo empleo era prácticamente un hecho. De manera que la estancia en aquella ciudad se prolongaría un poco más para Greg.

***​

El callejón era largo y abarcaba el equivalente a dos manzanas, era un tanto estrecho y por lo mismo ningún automóvil podía transitar en él, a menos que se tratase de una motocicleta por ejemplo; aquella vía conservaba aún su empedrado original, el cual según se decía era realmente muy antiguo. Estaba ubicado en la parte sur del centro histórico de la ciudad, y era un lugar repleto de comercios de todo tipo. Había incluso cafés y hasta pequeños restaurantes, pero por disposición oficial, estaba prohibido montar allí negocios de tipo discotecas o que emitieran altos y estridentes sonidos a deshora.

La encomienda de Greg era vivir en uno de esos locales, durante un promedio de dos semanas, quizá un poco más si la situación lo ameritaba. El local, que tenía un anuncio en el frente que decía: “Artesanías y curiosidades varias” permanecería cerrado hasta la vuelta de su propietario. Gregorio simplemente debía quedarse allí, como una especie de guardia de seguridad de veinticuatro horas; no moverse en ningún momento de la noche, y de día solamente si fuera estrictamente necesario. El dueño del negocio tenía muy poco tiempo de haber montado el mismo en ese amplio local, de manera que ya estaba allí todos los productos a vender, pero de hecho el lugar aún no había sido abierto al público.

Su responsabilidad era impedir que nadie más entrara allí, y cuidar de las cosas que había en el interior. Había en la entrada un anuncio enorme que indicaba que el local estaba próximo a inaugurarse, y que iba mencionando en letras más pequeñas, todos los productos que los potenciales clientes podrían encontrar allí; pero en cambio no se daba fecha exacta de apertura. Muchos de los pagos que de parte de aquel negocio tuvieran que hacerse, los realizaría el mismo dueño a distancia y de manera electrónica, y los que no, los llevaría a cabo Pavel de manera personal.

El asunto parecía sencillo y Pavel ya le había entregado un adelanto a Greg. Lo curioso es que Greg no había llegado a conocer al estadounidense que era propietario del local; pues el tipo había tenido que salir intempestivamente hacia su país, para arreglar ciertos asuntos personales. De manera que había encargado a Pavel con quien tenía cierta amistad, o a quien por lo menos conocía de cierto tiempo. Que buscase dos personas de total confianza, una para cuidar su domicilio, y otra para cuidad su negocio. Pavel le comentó a Greg que al estadounidense le preocupaba más la seguridad del negocio; pues en su domicilio había desde hace mucho todo un sistema de seguridad, que incluía cámaras de vigilancia; a las cuales el gringo aquel podía acceder desde donde se encontraba y a cualquier hora. Y esto aunado a sensores de movimiento y al vigilante que estaba en el lugar, alojado en una pequeña habitación independiente en el jardín de la propiedad. Daba por sentado que el sitio era seguro e inexpugnable.

En cambio y por la premura de tener que partir a su país, ante el improviso que se le presentaba por resolver allá; el gringo no había tenido tiempo de mandar a montar el mismo sistema de seguridad en aquel nuevo local que había rentado en el callejón. En donde según Pavel le comentó a Greg, el viejo reuniría el equivalente de dos locales que antes funcionaban por separado en otro sitio de la ciudad, para con ello abaratar costos, y obtener mejores resultados de ingresos económicos, dado que el local estaba ubicado en una zona de mucho paso de gente durante el día.

Tomando en cuenta, que aquel tipo le había adelantado prácticamente el total de la primera semana, el cual le fue entregado en efectivo por Pavel, Greg no desconfió del asunto, ni tampoco quiso preguntar de más. Por lo menos no más de lo que su amigo quiso comentarle, acerca de aquel norteamericano.

Tampoco Pavel lo conocía tan bien según él mismo le dijo; se trataba de un jubilado estadounidense que había venido a México junto con su esposa para pasar allí tranquilamente sus días de vejez. La esposa había fallecido primero, y él en vez de regresar a su lugar de origen se había quedado, pues le agradaba el sitio, y además a diferencia de su esposa dominaba el español y lo pronunciaba de manera perfecta. Por cuestión de circunstancias se habían conocido en aquel hotel en el que Pavel trabajaba, y desde entonces el gringo le había tomado gran confianza, sin decir que le brindara abiertamente su amistad; aquel era un hombre de negocios más que de lazos fraternales. Y desde entonces había estado haciéndole encargos de manera eventual a Pavel, trabajos esporádicos que bien él realizaba, o bien conseguía a alguien para que los realizara, cosa que de hecho estaba sucediendo ahora.

***​

Los primeros dos días fueron bastante soportables para Greg, después de todo tenía allí mismo todas las comodidades, un refrigerador lleno y toda la tecnología disponible como para no aburrirse, es decir había sistema de televisión por cable e internet de alta velocidad; cosas que el viejo había contratado y activado antes de que tuviera aquel imprevisto.

Greg estaba autorizado a poder vagabundear por todo el local, pero sin mover nada de su sitio; si bien debía barrer y pasar la aspiradora o un paño sobre los objetos, y en general mantener limpio el lugar; también podía subir a la planta alta, la cual ocupaba un espacio menor que la de abajo. Siendo el espacio restante parte de una amplia terraza. Lo que no podía era entrar en las dos habitaciones que había arriba pues estas tenían llave. Y además según le dijo Pavel, el viejo, quien tenía ciertos conocimientos del asunto, había alcanzado a dejar dos cámaras de vigilancia allí, las cuales si bien no transmitían por internet, sí grababan todo a un disco duro. En todo caso Greg nunca tuvo la intención de ingresar en tales habitaciones. Como sea él era un tipo correcto, y no iba a defraudar a su amigo Pavel haciéndolo quedar en mal.

En la parte alta Greg disponía de un baño completo, y en la de abajo al fondo del local había una especie de pequeña bodega, en la cual dormiría en un camastro que el mismo había llevado. Y era justo allí donde tenía una televisión.

***​

Al llevar ya tres días en dicho lugar, había comenzado a sentirse aburrido, esto muy a pesar de todas las comodidades mencionadas. Y había comenzado a curiosear entre las cosas que había en los diferentes estantes y exhibidores. El lugar hacía honor a su nombre, había todo tipo de artesanías locales y un sinfín de productos que podían pasar como curiosidades. Desde cochecitos a escala de manufactura estadounidense, hasta pequeños electrodomésticos chinos, pasando por productos tales como aromatizantes, protectores solares, un poco de ropa y hasta pequeñas videocámaras espía disfrazadas de productos habituales. Pero no solo eso, también había una sección destinada a productos tales como amuletos, inciensos, y hasta velas aromáticas.

***​

Después del tercer día, Greg comenzaba resentir aquel encierro y aquella soledad, las únicas pláticas que sostenía entonces eran con Pavel por teléfono, y con los dependientes de los lugares cercanos a donde acudía a realizar sus compras a medio día. Como sea él no había hecho amigos en aquella ciudad, y esto era así, porque no había estado el tiempo libre suficiente allí, como para poder hacerlos. Durante dos meses se había dedicado a trabajar y ganar dinero mayormente. Cierto que ahora tenía tiempo de sobra y se comunicaba por las redes sociales con amigos y conocidos en otros lugares, pero aquella vigilancia en un lugar cerrado había comenzado a serle insoportable.

***​

Para la noche del cuarto día, un Greg bastante harto y aburrido, estaba preparando su comida que consistía en unos emparedados con exceso de ingredientes; en un pequeño espacio que había al fondo del local y a un lado de la pequeña bodega en la que dormía, con la puerta abierta por supuesto, pues, y aunque solía tener todo el tiempo la puerta de la entrada con cerrojo; no quería recibir ningún tipo de sorpresa. Había sido contratado para vigilar e impedir robos, y cumpliría su encomienda al pie de la letra. Claro, siempre y cuando el aburrimiento y la soledad no lo mataban antes. Y para cuando pensó esto Greg no pudo evitar sonreír. De manera que se repitió a sí mismo que la paga era buena, realmente muy buena y se dispuso a cenar.

Según le había comentado Pavel, la intención del viejo gringo era la de poner allí una especie de división, algo así como una barra o mostrador; desde la cual muy seguramente atendería, o por lo menos serviría para dividir su pequeño espacio privado del público en la planta baja, dado que aquel sitio que Pavel ahora ocupaba y al lado de la bodeguita, era a todas luces con su mesa, refrigerador, horno de microondas y un par de sillas, una especie de cocina. Mejor dicho era una cocina comedor.

Después de un rato Greg ya casi había terminado de cenar, y tal y como era su costumbre había comido abundantemente. Esto no era ningún problema para él en realidad, y además no pensaba acostarse inmediatamente; apenas pasaban de las nueve y media. De manera que vería televisión en la bodega, después revisaría la puerta y las ventanas, haría un último recorrido en la planta alta, y sólo mucho después se iría a dormir.

***​

Greg acababa de dar un trago prolongado, directamente de la botella del refresco, y estaba sentado a espaldas de la bodega y mirando hacia el otro extremo en el que se encontraba el refrigerador, entonces se dispuso a cerrar la botella, pero justo cuando lo hacía lanzó un fuerte eructo, y esto le provocó un descuido, que hizo que la tapa rosca que pretendía poner en la boca de la botella de plástico, se le fuera de entre los dedos y saliera volando y rebotara en la pequeña mesa que tenía enfrente, para después acabar cayendo al suelo. Greg se levantó de la silla y cuando buscaba ubicar visualmente la tapa rosca, con uno de sus pies acabó golpeándola y mandándola abajo del refrigerador.

Entonces maldijo su descuido, aún debía lavar los trastes que había ocupado; y esto tendría que ser en el lavabo del baño de la primera planta. De manera que se dispuso a alcanzar la tapa rosca, esperando que esta no se hubiese ido muy debajo del refrigerador. Acto seguido se levantó de la silla, y puso manos a la obra.

Lo cierto es que ya desde el suelo e inclinando la cabeza lo más que pudo, y metiendo la mano, hasta donde el ángulo del refrigerador se lo permitía, no pudo ver ni tocar la tapa rosca. En vez de enfadarse más de lo que ya estaba, se puso de pie de inmediato y decidió mover el refrigerador momentáneamente de su lugar, para poder ubicar y levantar la tapa rosca.

El refrigerador era pesado, pero a Greg no le costó mucho moverlo, en realidad no se trataba de cargarlo, sólo de levantarlo un poco a la vez de cada lado e irlo moviendo. De manera que no tardó en ver la tapa rosca en el suelo. Pero mientras la veía sus ojos se percataron de algo más que llamó su atención por completo.

Se inclinó y levantó maquinalmente la tapa rosca y la puso en su bolsillo; pero lo que había captado su atención hizo que acabara acuclillado. Y él tocó el objeto de su curiosidad con su mano derecha por unos segundos. Por un momento había pensado que era un objeto caído que llevaba mucho tiempo en el suelo. Pero no.

Lo que había en el suelo y debajo del refrigerador, era una especie de pequeña correa de cuero, se veía muy desgastada, pero no corroída, y estaba adosada al piso de madera que había en la primera planta, por una especie de pequeños grilletes. Y había estado oculta por el refrigerador hasta que aquella pequeña eventualidad que había ocurrido, hizo que Greg la descubriera.

De inmediato Greg se levantó y movió por completo de su lugar el refrigerador. Luego examinó con calma el sitio, pero sin tocar nada de momento. No le fue difícil entender la situación.

Tomó con firmeza la correa, introduciendo sus dedos en ella y luego tiró hacia arriba con fuerza y determinación.

La trampilla subió de manera un tanto ruidosa, un espacio cuadrado quedó al descubierto y Greg pudo ver la escalerilla que descendía hacia abajo. Entonces se asomó pero no pudo ver nada, todo era oscuridad. Iba a ir por una lámpara o a usar la de su móvil, pero de inmediato se le ocurrió algo mejor.

Introdujo su mano, tanteando por uno de los bordes interiores de la abertura, y como no halló nada fue con el siguiente, hasta que finalmente sus dedos toparon con algo, lo presionó y confirmó que era un switch, pues de inmediato se hizo la luz en el piso que había estado oculto debajo.

Greg no lo dudo ni un momento, y de inmediato y sin ningún temor, acuciado por su espíritu aventurero, comenzó a descender por las escalerillas, realmente deseaba ver qué había allá abajo, en aquel sótano cuya entrada el viejo gringo había ocultado con el refrigerador.

Y sin saberlo, aquel tipo de treinta y siete años, que había sobrevivido al alcoholismo, estaba ahora comenzado a descifrar uno de los misterios mejor guardados en todo México, y muy probablemente en el mundo entero.

El misterio de la fórmula de Krantz.
 
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