La flaquita chinita del gym

Donan

Virgen
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Jul 25, 2017
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Trabajo en un gimnasio, cerca de la colonia Vista Hermosa.
Cerca hay un fraccionamiento y mucha gente acude a hacer
ejercicio. Entre ellas muchas chavas bonitas.

El instructor de las mañanas es más aventado,les
tira de volada la onda y como esta carita tiene citas
por racimos.

Una chava flaquita, morenita como de unos trece años,
llegó al gimnasio por primera vez. Iba todas las tardes,
su pelo le llegaba un poquito más abajo de los hombros,
muy bonita.

Yo no acostumbraba a ligar en el trabajo, pero la verdad
siempre acudían chavas bastante bonitas y buenas.
Estaba cerrando el gimnasio, el dueño casi nunca iba,
mas bien llegaba por ratitos, hacía ejercicio y se iba.

Esa noche se apareció por casualidad.

-Ya listo- dijo el dueño.

-Listo Rodri, solo le pongo el candado a la puerta- le dije.

Rodri era joven y musculosos, le gustaba que le hablaran
de tú. Además siempre tenía buena vibra.

-Oye Tito, ¿pasado mañana no se trabaja verdad?- me preguntó

-Es festivo- le contesté.

-Tito, voy a necesitar que vengas, vamos a abrir el gimnasio.

-¿De verdad?- pregunté sorprendido.

Rodri soltó una carcajada y se burlaba de mí.

-Mira tu cara, ja ja ja. Descansa Tito, no hay trabajo.

Yo la verdad si me estaba espantando. Trabajar ese día.
Mejor me hago el enfermo.

-Tito, la chava flaquita ¿cómo se llama?- preguntó. A la vez que
trataba de recordar el nombre.

-La morenita, la de la mochila negro con rosa- me dijo.

-¡Ahh Mayra!- le respondí.

-¡Andale MAyra!- exclamó.

-Dile que venga ese día a entrenar.

-¿Y no va a estar cerra...?- no me dejó terminar la pregunta cuando
empezó a hablar.

-Va muy bien, tiene poco viniendo y le hecha ganas. Yo me encargo
Tito.

Le comenté a Mayra, pero a mi se me hizo muy raro el Rodri,
así que fui ese día al gimnasio. Traté de llegar unos veinte
minutos antes de la hora que ella acostumbraba a ir.

A primera vista el gimnasio estaba cerrado. Me paré detrás
de unas jardineras, cinco minutos después Rodri estaba
abriendo la puerta del gimnasio.

Mayra llegó como a las seis y media. Tenía puesto un shorcito
azul bajito y una camiseta color blanca. Abajo traía otra
prenda naranja para que no se transparentara.

Sólo alcancé a ver que Mayra cruzó la puerta, de inmediato
me paré sigilosamente para averiguar más..
Mis ojos vieron como la puerta se cerraba. Haciendo unas
acrobacias a través del edificio de tres pisos contiguo al
gimnasio pude accesar por una ventana sin protección.

Adentro del gimnasio, desde un lugar donde yo podía verlos
pero ellos no a mí. Allí estaba el Rodri, algo le decía a Mayra,
pero no podía escuchar con claridad.

Rodri desapareció de mi vista y solo se quedó Mayra en el
área de pesas. Rodri apareció de repente. Con un movimiento
muy brusco, amarró las manos de Mayra. Ella aturdida,
desconcertada, trataba de reponerse.

El cuerpo musculoso de Rodri se abalanzó sobre el pequeño
cuerpo de Mayra. Desde mi lugar podía observar la mirada
lasciva de Rodri. Las manos de Mayra, amarradas detrás de
su espalda, tenían que soportar su mismo peso y el peso
de Rodri que se encontraba encima de ella. Mayra no podía
moverse.

Mayra se revolvía y dejaba escapar gritos de auxilio. Rodri la
abofeteó. Era inútil. Cuándo todo estaba cerrado no lograba
escapar ningún ruido hacia el exterior.

Podía escuchar gritos y voces, pero no los entendía. Me acerqué
un poco más, cauteloso para no ser descubierto.
Desde mi nuevo lugar, me percaté que Mayra tenía hecha
pedazos su camiseta blanca. Rodri no tardó en romper
también la prenda naranja de Mayra.

Quedaron al descubierto sus tetitas, Rodri las besaba y las
chupaba. Se volvía loco. Mayra lloraba.

-Sabes muy rico flaquita- le decía Rodri a Mayra mientras
con su mano le bajaba el shorcito.

-Déjame. No me hagas daño por favor-suplicaba Mayra.

El estado de animo de Rodri, convertido ya en un lobo feroz,
olfateaba a la débil Mayra y la saboreaba.
Despedazaba el calzoncito de Mayra, los dibujitos de las
muñecas quedaban incompletos. El calzoncito se
transformó en varias piezas desgarradas.

-¡Ya!- decía ella entre sollozos.

Rodri ya no articulaba palabra alguna, de sus cuerdas
vocales solo salían ruidos extraños. Su cara demostraba
que estaba siendo presa de un enorme placer.

Los chinitos de ella volaban de un lugar a otro a causa del
forcejeo. Con movimientos rápidos Rodri se despojó de
todas sus prendas.
Totalmente desnudo, el cuerpo musculoso quedaba a mi vista.
La niña también desnuda, esperaba ofuscada.

Con su mano izquierda Rodri levantó las patitas de Mayra.
Con su mano derecha tomó su enorme pene que estaba
tan erecto que sus venas resaltadas impresionaban.

Acomodándolo, buscando con su punta el orificio de la niña.
De un momento a otro la mano derecha de Rodri soltó
sus piernas y éstas cayeron hacia abajo.

La cadera de Rodri se echó hacía atrás y de un movimiento
muy brusco se abalanzó para introducir todo su pene en
Mayra. La niña soltó un grito escalofriante. Todo el gimnasio
retumbó. Las uñas de Mayra se enterraban en la espalda
de Rodri.

Rodri se quedó quieto un momento. Después volvió a
empujar su cadera para penetrar a Mayra, pero esta vez
lo hizo suave y lento.

-¡Auu!- gritó la niña.

Rodri jadeante, penetraba a Mayra con movimientos muy
sensibles. Los dedos de los piecitos de Mayra se ponían
tensos, doblándose hacia adelante.

-Despacito chinita- decía él.

-¡Ayy!

-¡Ayy!- solo gritos y llantos emitía ella.

Antes de llegar al orgasmo, Rodri sacó su pene. Loco de pasión,
lo sujetó con una mano, rápidamente se recorrió hasta quedar
encima de los pechitos de la niña.

-¡Ahh!

-¡Ohh!

Con sus gritos cargados de altas dosis de placer, derramó todo
su semen sobre la carita de Mayra. La niña embarrada de lagrimas,
de sudor y de semen, comenzó a toser. Rodri con su lengua chupaba
la carita de la niña para tragarse su propio semen
 
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