La Familia Cadena

heranlu

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Hacía diez años que se casaran Roque y Clara llevando al matrimonio de antiguas relaciones un hijo él y una hija ella.

Un mal día, Sara, la madre de Clara, se rompiera una cadera y Benito llevaba a su madre a un pueblo del Principado de Asturias en el Kia Río de su padre. Se hiciera de noche y estaba lloviendo. Un auto le puso las luces largas y Benito casi se sale de la carretera. Clara, que era una mujer de 36 años, de ojos marrones, morena, de estatura mediana y con un cuerpo diez, le dijo a su hijo:

-Para en el primer motel que encuentres, es mejor llegar mañana que no llegar nunca.

-Cómo digas, madre.

Algo después estaban en una habitación de un motel. Benito llevaba la maleta de su madre en su mano derecha. La habitación tenía dos camas con cobertores marrones, una mesita de noche entre las camas, dos lámpara de pie al lado de cada cama, un tresillo de color marrón y del mimo color eran la cortina que hacía de puerta del aseo y la de la ventana. La habitación estaba pintada de blanco, blancas eran las alfombras que tenían las camas a los lados y en la pared había una televisión de plasma. Clara le dijo a Benito:

-Será mejor echarnos a dormir ya y levantarnos a primera hora.

Clara cogió en la maleta la bata de casa y se iba a ir a cambiar al baño. Benito, le dijo:

-Puedes cambiarte aquí. Eres mi madre y verte desnuda no me excitaría.

-¿Por que mientes, hijo?

-No miento, madre.

Benito tenía a su madre desconcertada. Los últimos meses le había echado unas miradas que la devoraba. Al saber lo de la abuela pugnó con el padre para ser él quien la llevara junto a la vieja. Incluso un día se chocara con ella al salir del aseo y sintiera su polla empalmada entre sus piernas, por eso no entendía su actitud.

-¡¿Tan vulgar me ves?!

-No, pero además de ser mi madre eres una persona mayor. Me cambio yo en el baño.

-¿Es qué me ves cómo a una vieja?

-A ver, mamá, si te digo la verdad pides otra habitación.

La seriedad de clara tornó en una leve sonrisa.

-Ya me parecía a mí muy raro lo que estabas diciendo. Vete a cambiar y no vuelvas hasta que yo no te lo diga.

-Vale.

Benito volvió antes de que su madre lo llamara y al verla se quedó boquiabierto, y no era para menos, Clara, con su largo cabello suelto, llevaba puesta una lencería blanca con encajes en el sujetador y en las bragas, en la que salían por los lados pelos negros, un liguero y unas medias blancas.

A Benito, que tenía 19 años, medía un metro setenta, era moreno, de complexión fuerte, y que estaba solo vestido con sus boxers se le puso la polla tiesa. Clara viendo el bulto, le dijo:

-Te dije que no volvieras hasta que no te llamara.

Benito no escuchó a su madre. Estaba embobado mirando para ella.

-¡Jesús!

Clara rompió a reír.

-Dime la verdad. ¿Que ves?

-Un sueño erótico.

Clara, sonriendo, le habló cómo si fuera un niño.

-Anda, anda, métete en cama y échate a dormir.

Benito se metió en la cama, pero de tonto no tenía un pelo. Sabía que si su madre llevaba esa ropa interior no era para cuidar a su abuela. Lo de las luces largas fueran la excusa perfecta para dormir juntos en un motel. Era cuestión de esperar.

Clara se metió en la cama, se tapó, le dio la espalda a Benito, apagó la luz de la lampara de su lado, y le dijo:

-Buenas noches, hijo.

-Buenas noches, madre.

A los cinco o seis minutos de estar con las luces apagadas sintieron gemidos en la habitación de al lado, primero en bajo, pero poco a poco fueron subiendo de intensidad y acabaron siendo gritos que no cesaron hasta que oyeron los inconfundibles jadeos de una chica al correrse.

Clara le preguntó a su hijo.

-¿Duermes, hijo?

-Así no hay quien duerma, madre.

Clara encendió la luz de la lampara de su lado.

-A ver si se calla esa maldita.

La maldita comenzó a gemir de nuevo. Al ratito le dijo:

-Ya que no vamos a dormir voy a poner algo en la tele.

Le dio al uno en el mando a distancia que tenía encima de la mesita de noche y sintieron los mismos gemidos de antes. En la habitación de al lado estaba mirando porno. Clara, sonriendo, dijo:

-Uppppps.

-Déjala, madre.

-No es apropiado que una madre y un hijo vean una peli porno juntos.

-¿Qué podría pasar?

-Lo sabes bien. ¿Sigues con la erección?

-Sí, madre.

-Entonces la dejo. Bájala que no es bueno guardar esas cosas dentro.

En la tele un negro corpulento con una tremenda verga estaba follando a una rubia con un cuerpazo. Pasados unos minutos la mano de Clara se metió dentro de sus bragas y la colcha comenzó a moverse. Pilló a Benito mirando cómo la colcha se movía, quitó la mano y le dijo:

-Hace calor aquí.

-Mucho, madre, mucho.

Benito se destapó y su madre viendo cómo la mano de su hijo subía y bajaba por aquello 18 centímetros con la uretra y las venas marcadas en ellos, dijo:

-Sabía que esto iba a pasar.

-Tócate otra vez madre. Deja que vea cómo te tocas.

-Si lo hiciera sería una guarra.

-Sé guarra por una noche.

-Solo masturbarnos. ¿De acuerdo?

-De acuerdo, madre.

Clara se destapó y magreó las tetas por encima del sujetador y se tocó el coño por encima de las bragas. Cuando ya el dedo hacia que las bragas mojadas se metieran entre la raja quitó el sujetador, el liguero, las medias y las bragas y se siguió masturbando mirando cómo follaban el negro y la rubia. Benito, le preguntó:

-¿Puedo verte de cerca, madre?

-Ven y mira, cariño.

Benito fue a su lado y de pie al lado de la cama se masturbó mirando cómo se masturbaba su madre... Vio como sus dedos entraban y salían del coño pringados de jugos, cómo acariciaba el clítoris con ellos, de abajo a arriba, hacia los lados y haciendo círculos sobre él, cómo los sacaba del coño y los chupaba, cómo, magreaba sus tetas y cómo apretaba los pezones, vio una masturbación en toda regla. Clara, le dijo:

-Tienes una buena polla, cariño.

-La tiene mejor el negro, mamá.

-A mi me gustan más tuya, es más manejable.

-¿Se la chuparías al negro?

-En este momento, sí.

-Eres una cochina.

-Viciosa hijo, soy una viciosa

-¿Me la chupas, madre?

Clara ya se dejó ir.

-No debía, pero un día es un día.

Benito le pasó la cabeza de la polla por los labios. Clara le lamió el glande mojado, después se la metió en la boca y se la mamó. Chupaba el glande y lamía la corona, el meato y el frenillo... Benito de cuando en vez empujaba y se la metía hasta la campanilla.

Al rato el negro de la televisión se corrió en la cara de la rubia y Clara se fue con él. Quitó la polla de la boca y dijo:

-Me corro, hijo, me corro!

Benito le saltó encima, le levantó el culo y se la metió hasta la trancas. La folló a lo bestia mientras se corría. Clara, segundos después de correrse se volvió a correr, en ese momento le llenó el coño de leche.

Nada más acabar y con la polla dentro de su coño, le dio:

-Eso no estuvo bien. Aprovechaste que me estaba corriendo para penetrarme.

-Era una de las fantasías que tenía.

A Clara se le iluminó la cara al oír las palabras de su hijo.

-¡¿Tienes fantasías conmigo?!

-Sí.

-¿Qué más fantasías tienes?

Benito le dio un par de picos a su madrastra.

-Comerte las tetas y comerte el coño.

Le devolvió los picos.

-Si no es más que eso...

-También fantaseo con penetrarte analmente.

-Todos los hombres quieren hacer eso. Ahora fóllame, me gusta sentirme sucia.

Benito la folló hasta que Clara se puso encima y lo folló a su aire... Agarrando las manos de su hijo con las suyas, de un golpe seco metía la polla hasta los cojones, lo besaba con lengua, le daba las tetas a mamar, la metía y sacaba diez o doce veces, se paraba y de otro golpe seco la volvía a clavar hasta los cojones... La leche y los jugos salían del coño con cada uno de estos golpes secos, que tiempo después valieron para que Benito le volviera a llenar el coño de leche.

Al acabar de correrse, se echó boca arriba al lado de su hijo. Benito le comió el coño, un coño rosado y asqueroso, pero eso sí, jugoso, jugoso, jugoso. Después de hartarse de coño y de poner su clítoris mirando al techo, le comió las tetas, unas tetas grandes, con areolas rosadas y pezones cómo dedales y le folló el coño con dos dedos. Clara era puta y guarra. Se dio la vuelta, se puso a cuatro patas y le dijo:

-¿No me querías penetrar analmente?

Benito, que a estas alturas tenia otra vez un empalme bestial, lamió su ojete se lo folló media doces de veces con la punta de la lengua y acto seguido, tirando de sus pelos hacia atrás y calentando su culo con las palmas de las manos se le clavó hasta el fondo de su culo.

-Eres cómo tu padre, lleváis los dos un marica dentro.

-Y tú una perrita.

Le folló el culo sin miramientos. Cuanto más le daba y cuanto más los huevos chocaban con su coño empapado, más le gustaba.

-¡Dale más fuerte a tu perra!

Benito se vino arriba.

-¡Te voy a romper el culo!

-¡Revienta, cariño, revienta.

Le giro la cabeza, le comió la boca, le dio caña brava y le calentó las nalgas con las palmas de las manos. Clara se vino con un tremendo temblor de piernas.

-Ah, ah, aah. ¡Ay qué me corro, ay que me corro. ¡¡Coñoooo!!

Clara descargó cantidad de jugos espesos que dejaron perdida la cama. Benito le llenó el culo de leche.

Al acabar, echados uno al lado de la otra. Le dijo Clara a su hijastro:

-¿Qué estarán haciendo mi hija y tu padre?

Rosa, la hija de Clara, le estaba diciendo a su padre:

-Papá. ¿Sabes que me dijo mi amiga Merchí?

-¿Que te dijo, cielo?

-Que si a una chica le comen bien el chochito y se corre después casi no le duele al desvirgarla.


-Papá. ¿Sabes que me dijo mi amiga Merchi?

-¿Qué te dijo, cielo?

-Qué si a una chica le comen bien el chochito y se corre después casi no le duele al desvirgarla.

-No sigas por ese camino.

Rosa, que era una jovencita de 18 años, alta, de cabello corto, ojos marrones, con un cuerpo de escándalo, y que en aquel momento estaba en vaqueros y camiseta blanca sentada enfrente de su padre con las piernas cruzadas en un sillón, le dijo:

-Estamos solos en casa. Nadie más que tú y yo sabremos que lo hicimos. Desvírgame.

Aquella conversación ya la habían tenido, por eso a Roque no le extrañó, y le dijo:

-A ver si te queda claro de una vez por todas, Rosa. Antes de hacerle daño a tu madre me la corto.

Rosa fue a su lado, puso su cabeza en el pecho de su padre, y le dijo:

-No te creo.

La cabeza bajó, se apoyó en su regazo y sobre la polla.

-Ya la tienes gordita.

La quitó de encima.

-Ya es hora de que te vayas para la cama.

Rosa siguió con la misma música.

-¿Ven conmigo, papá.?

-Vete para cama y déjate de tonterías.

Rosa se levantó del sillón, estiró los brazos hacia arriba, y dijo:

-Uuuuuuum. ¡Qué ganas tengo!

-Y yo también, pero de mear.

Roque se levantó del tresillo y fue al servicio. Al cogerla polla para mear se le puso dura, y dijo para si mismo:

-Joder qué ganas me entraron de correrme.

Rosa, mientras su padre se debatía entre si menearla o no, sacó del bolsillo del pantalón una pastilla de viagra china que le había dado su amiga Merchi, se la echó en el brandy que estaba tomando, revolvió con un dedo y después se fue para su habitación

Roque, un cuarentón, alto, doble y de buen ver, al volver del servicio llenó la copa de brandy, echó un buen trago y volvió a mirar la película que estaban dando en 13 tv: Centauros del desierto.

Tiempo después sintió cómo se le iban calentando los huevos y acto seguido su polla se le puso con una dureza cómo había tiempo que no se le ponía. Volvió a hablar solo.

-Esta golfa me trae de calle.

Estaba a punto de ir a la habitación de su hija cuando volvió Rosa a la sala. Traía puesto un picardías de seda transparente cortito que dejaba ver sus largas y finas piernas, su coño depilado y sus redondas y medianas tetas con areolas rosadas y gordos pezones. Le dijo:

-Necesito tu polla dentro de mi coñito, papá.

Se sentó de lado sobre sus rodillas y quiso besarlo. A punto estuvo de comerla viva, pero giró la cabeza y se hizo el duro.

-A ver, hija. ¿No ves que no puede ser? Amo a tu madre.

-No te estoy pidiendo que te cases conmigo, papá.

-No entiendes.

-Entiendo que estás empalmado y que yo tengo unas ganas tremendas de correrme.

Le dio un beso con lengua y salió el diablo que había dentro de Roque.

-¡Tú a mí no me jodes la vida, mocosa!

La puso sobre sus rodillas y le dio con ganas con las palmas de sus manos.

-¡¡Plassss, -ayyyy-, plassss, -ayyyy-, plassss, -ayyyy-, plassss...!!

Rosa lo iba a poner a mil a decirle:

-¡Me encanta!

-¡¿Qué?!

-Que me pusiste más cachonda de lo que estaba.

-¡Serás puta!

-¡¡¡Plasss, -ayyyy-, plassss, -uyyyy-. plassss!!! ¡Oooooh!

Roque rizó el rizo esperado que su hija siguiera con la seducción.

-Vuelve para tu habitación.

Rosa al ponerse en pie le cogió la cabeza y se la llevó a su coñito empapado.

-¡Come!

-No me hagas esto, Rosa.

-Come, papá, come.

Aquel coñito olía a gloria bendita. Roque se iba a hartar. Su lengua lamió el coñito mojado y sus manos magrearon las duras tetas. Rosa después de conseguir lo que tanto ansiaba, espoleó a su padre.

-¡No pares, papá, no pares, sigue, sigue, no pares, haz que me corra en tu boca!

Roque siguió lamiendo... Poco después dejó de magrearle las tetas, le echó una mano a su estrecha cintura, con un dedo de la otra mano le acarició el ojete y Rosa explotó:

-¡Me corro, papá!

Al acabar de correrse le dio la vuelta y le comió el culo bien comido, o sea, lamió su periné y su ojete y se lo folló con la punta de la lengua. El coñito de Rosa, goteaba jugos, y cada gotera colgaba cómo una liana, hasta que salía otra y volvía a colgar. Rosa no paraba de gemir y la polla de su padre latía cómo el corazón de un toro al ser toreado.

-¿Me la vas a meter en el culo, papa?

-¿Te gustaría?

-Sí, pero antes quiero hacer otra cosa.

Rosa se dio la vuelta, besó a su padre, después se arrodilló delante de él, le sacó la polla empalmada, la cogió y la metió en la boca. Rosa no sabía mamar, por saber no sabía ni menearla, ya que al hacerlo parecía una batidora humana. Roque le dijo:

-Para, para.

-¿Te duele?

-No, pero así no se hace. Cógela por el cuello y lame los huevos -lamió-. Ahora lame de abajo a arriba hasta el frenillo y después lame la cabeza cómo si fuese un helado -lo hizo-. Mama como si fuese una teta -lo hizo-. Sube y baja tu mano con lentitud apretado la polla -lo hizo-. Mámala entera -la mamó hasta donde pudo-. Ya sabes cómo hacerlo.

Rosa siguió haciendo lo que le dijo. Cuando Roque sintió que e iba a correr, le dijo:

-Ahora, sí, ahora menéala como hacías al principio.

La mano derecha de Rosa volvió a hacer de batidora y Roque se corrió soltando largos chorros de leche. Rosa estaba boquiabierta mirando cómo salían.

Al acabar la polla seguía dura. Rosa se dio la vuelta, la acercó al ojete, empujó con el culo y la metió hasta la mitad. Aquel culo ya fuera follado. Roque lo sabía pero no dijo nada, dejó que la metiera toda y que lo follara.

-¿Te gusta, Papa?

-Mucho.

Rosa con la polla dentro del culo cogió la teta derecha y le puso el pezón entre los labios.

-Lame.

Roque lamió mientras Rosa subía y bajaba el culo... La polla salía casi totalmente del ano, salía hasta que solo que daba dentro la puntita, luego entraba lentamente hasta llegar al fondo.

-Ahora lame la otra... No chupes, lame.

Roque con las manos cogiendo las nalgas de su hija dejaba que lo follara a su aire, aunque con la mirada rogaba por sus besos, besos que Rosa le negaba.

-Deja que pruebe tu boquita, cariño.

-No, mis besos solo son para mi novio. Ahora mama mis tetas.

Le magreó y le mamó las tetas con ganas atrasadas. Rosa follándolo a su ritmo y sintiendo que e iba a correr, le dijo:

-¿Quieres que la meta en el coñito?

-Sí.

Rosa sacó la polla del culo, la puso en la entrada del coño, empujó y... Zassss, la polla entró con una suavidad exquisita. Rosa tenía el virgo en las orejas.

-¡Diooos! ¡¡Qué gustazo!

-¡Me voy a correr, Rosa!

-Córrete dentro, papa.

A Roque se le alejó.

-¡¿Estás loca?! Puedes quedar preñada.

-No, no puedo, ya estoy preñada.

A Roque casi le da algo.

-¡¿Qué?!

A Rosa le vino de repente.

-¡Me corro otra vez, papá!

Roque, al sentir cómo el coño bañaba su polla, buscó la boca de su hija y le metió la lengua en la boca, Rosa se la devoró y Roque descargó dentro del coñito de su hija.

Al acabar de correrse la quitó de encima, y le preguntó.

-¿Quién te dejo preñada?

-Tú, o eso espero.

Roque se puso en pie, y le dijo:

-¡¿Me engañaste para que te preñara?! Ojalá no quedaras.

-El tiempo lo dirá. En caso de que quedara no te preocupes, no es a ti a quien quiero.

-¡¿Encima me usaste para cazar a otro?!

Rosa era una pécora de mucho cuidado.

-El fin justifica los medios.

-No tienes principios.

-Tengo, pero soy más de finales.
Benito y su hermana Rosa estaban pescando en una escollera. Usaban sedal, anzuelo, plomo y lombrices marinas para pescar lorchos entre las piedras. Aprovecharan un día medio soleado para ir de pesca. En aquel momento le estaba preguntando Rosa a su hermano.

-¿Por que te piensas que ando siempre a tu rabo, Benito?

-Por que eres mi hermana.

Metiendo una lombriz en el anzuelo, le dijo:

-¿Por que piensas qué no me he echado novio?

-¿Adónde quieres llegar, Rosa?

Metiendo el plomo y el anzuelo con la carnada en un hueco entre piedras y mientras la brisa marina echaba su cabello hacia atrás, le hizo otra pregunta.

-¿Por que te echaste novia, Benito?

-Por qué ya iba siendo hora. ¿No crees?

-No, no creo. Llevo esperando por ti mucho tiempo.

-¿Para qué?

-Para ser tu mujer.

Benito se quedó mirando a su hermana con cara de tonto.

-¡¿Qué?! Eres mi hermana, Rosa.

-Hermana, sí, pero de aquella manera.

A Rosa le picó un pez, tiro y un congrio gordo asomó la cabeza por el agujero. Tenía la boca abierta y mostraba sus afilados dientes. Tiró la tanza y el carrete sobre las rocas, se levantó, y exclamó:

-¡Un monstruo!

Benito la miro, la vio con los ojos abravados, y le dijo:

-Un monstruo sería si te hiciera daño. Jamás me acostaré contigo.

Cómo Benito volviera a poner el ojo en su agujero y ya le había pasado el susto inicial, cogió de nuevo la tanza y tiró con fuerza, el congrio dio un latigazo tirando por la tanza y Rosa cayó de cabeza al mar. Benito, le dijo:

-¡Por Dios bendito, qué exagerada eres! Sal del agua que hablando se entiende la gente.

Rosa moviendo manos y pies para no ir al fondo, aunque sin nadar, le dio:

-¡Fue el bicho!

-El bicho, no, fue el bichoco de la ignorancia el que te hizo tirarte al mar.

-Mira mi tanza.

Miró y vio que había picado algo. Dejó su tanza y cogió la de su hermana, tiró y el congrio volvió a asomar la cabeza. Benito tiró con fuerza. El congrio salió disparado del mar y empezó a reptar sobre las piedras. Era un congrio de unos tres kilos. Benito sacó la navaja del bolsillo y le hizo un corte en la cabeza para matarlo.

Rosa salió de del mar empapada, con su cabello mojado y la ropa pegada al cuerpo. Benito, le dijo:

-Estás muy sexy.

Fue cómo si le dijera que era la mujer más guapa de la tierra. Se le hincharon las tetas, a decir:

-¡¿Crees que soy sexy?!

-Siempre lo fuiste, pero así marcándose tus encantos en la ropa, estás arrebatadoramente sexy.

-¿Dejarías a Camila por mí?

-Ya la deje por ti.

-No te entiendo.

-Me dijo que tenía que pasar más tiempo con ella que contigo si quería que siguiéramos siendo novios.

Rosa de contenta pasó a estar exultante.

-¡La dejaste por mi!

-En cierto modo, si.

-Esta noche me meto en tu cama.

El jamás de Benito era muy poco duradero.

-Espera a que no estén en casa papá y mamá.

Rosa echó sus brazos alrededor del cuello de su hermano y mirándolo a los ojos, le dijo:

-¿Entonces sí?

La respuesta de Benito fue darle un beso a nivel que a Rosa no le cayeron las bragas a plomo porque estaban donde estaban.

Dos días después era sábado y Roque y Clara tenían una cena con unas amistades. Rosa y Benito se quedaron solos en casa. Rosa vistiendo una falda azul, corta, una blusa marrón, descalza y haciendo unas torrijas en la cocina, le dijo a su hermano:

-¿Las quieres con mucha canela?

Benito fue a la cocina, la cogió por la cintura, la besó en el cuello, y le dijo:

-Canela te voy a dar yo a ti, canela fina.

Rosa, coqueta, echando canela obre las torrijas, le dijo:

-No seas impaciente -cogió una torrija y se la puso delante de la boca-. Prueba.

Benito le metió un mordisco.

-Está rica, pero más rica estás tú.

Dándole de comer más torrija le dijo:

-¿Sabes que ropa interior llevo?

-¿Que ropa interior llevas?

-Ninguna.

Le dio un beso con lengua, le echó la mano derecha a las tetas y la izquierda al coñito, y después le dijo:

-Estás mojadita.

Cogió otra torrija, le metió un bocado, y dijo:

-Le falta algo.

Rosa apoyada con el culo en la cocina levantó la falda, pasó la torrija por el coñito y la volvió a morder-. Ahora sí, ahora está deliciosa.

Roque con una sonrisa de oreja a oreja, le dijo:

-¡Qué cochina!

Rosa bajó la cremallera lateral de la falda y esta cayó sobre las baldosas del piso de la cocina. Benito vio su vulva con labios grandes y abiertos y se le hizo la boca agua, se agachó, le echó las manos a las caderas y lamió de abajo a arriba. Rosa abriendo los botones de su blusa, le preguntó:

-¿Te gusta mi coñito?

-Está rico.

Benito lamió con ganas el coño de su hermana. Rosa, después de quitar la blusa y dejar sus bellas tetas al aire, riéndose, echó a correr cómo una gamberra que huye después de hacer una gamberrada. Benito fue detrás de su hermana. Al llegar a su habitación, Rosa, se echó boca abajo sobre la cama, y le dijo:

-No te dejo comer otra vez mi coñito si no me haces guarrerías en el culo.

Benito se desnudo a la velocidad del rayo, empalmado, se metió en la cama, le abrió las piernas, le echó las manos al vientre, le levantó el culo y le lamió el periné y le lamió y folló el ojete tomándose su tiempo. Cuando ya Rosa gemía cómo una perrita, se escabulló y se puso en pie. Benito se sentó en el borde de la cama y mirando interior de sus muslos mojados, le dijo:

-¿Ahora que te ibas a correr te vas?

Rosa se echó sobre sus rodillas.

-Dame en el culo por mala.

Rosa quería que le diera con las palmas de las manos, pero Benito vio una de sus zapatillas a tiro, la cogió y le dio con ella.

-Plassss, plassss!

-¡¡Ayyyyy!! Tu puta madre.

El piso de goma de aquella zapatilla marrón al entrar en contacto con las nalgas de Rosa le habían producido un gran dolor. Se quiso escapar, pero Benito pensando que su hermana quería jugar le volvió a dar:

-¡¡Plassss plassss plassss plassss!!

-¡¡Ayyyyy! Me cago en tus...!!

Benito le tapó la boca con una mano, y le volvió a dar.

-¡¡Plassss, plassss!!

Rosa, con el culo en carne viva y llorando a moco tendido, al quitarle la mano de la boca, le dijo:

-Para, por favor.

Benito le echó una mano al coñito. Notó que lo tenía empapado, se lo frotó con la palma de la mano, le echó echo una mano al cuello, apretó, y le preguntó:

-¿Quién se va a correr para Benito?

Rosa, entre lágrimas, se corrió con una fuerza bestial.

Al acabar le dijo Benito:

-No sabía que te iba el rollo de los azotes y los insultos.

Rosa, con las nalgas doloridas y el coñito cómo un pantano se puso en pie y no le quiso decir lo que le realmente estaba pasando por la cabeza.

-Sabes, ahora me gustaría que metieras unos cubitos dentro de un paño y me los pasaras por las nalgas.

-Te lo hago si mientras tanto me haces una mamada.

-Vete por los hielos.

Benito con la polla señalándole el camino fue a la nevera y volvió con la cubitera y un paño. Se olvidó de la mamada. Con su hermana boca abajó sobre la cama, y con un cubito en cada mano fue recorriendo sus nalgas, su periné y su ojete. Mas de diez minutos estuvo así, cambiando los cubitos cuando se derretían, luego Rosa, cachonda de nuevo y sin escocimiento en el culo le dio la vuelta. Benito le pasó un cubito por los labios y por la lengua y otro por sus pezones, después se lo pasó por los pezones y por el clítoris. Cuando ya estaba buena de ir, lamió el clítoris con la lengua y aquel cambio del frío al calor hizo que se corriera como una fiera, a lo grande, soltando una riada de jugos que su hermano se tragó.

Benito ya no aguantaba más, tenía que meter. Subió encima de su hermana, y besándola con lengua se la metió hasta el fondo del coñito, Rosa le cogió las nalgas con las dos manos, lo apeó contra ella y movió el culo alrededor. Ni un minuto tardó Benito en decir:

-Para y suéltame que me voy a correr.

Rosa no paró y no lo soltó, al contrario, lo apretó más contra ella al sentir la leche de su hermano dentro de su coño.

Rosa quedó preñada. Nunca supo si de Roque o si de Benito, pero Benito pagó el pato.
 
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