La Estampa de un Adulterio Familiar (Madre e Hijo)

heranlu

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La Estampa de un Adulterio Familiar
—¡No, ni hablar! ¡Por ahí ni se te ocurra!—dijo Susana, categórica y cortante.

—Lo llevas claro—respondió Santi, haciendo caso omiso de las súplicas de su madre—. Esto no hay quien lo pare.

Después procedió a escupir sobre el objetivo con toda la precisión que le dejó la puerca de su progenitora, que intentaba por todos los medios evitar la acción del chico. Tras un par de intentos, consiguió acertar entre las nalgas, justo donde su capullo estaba tratando de abrirse paso en el ojete de la cerda, que se removía como una anguila tratando de evitar la penetración.

—¡Joder, no te menees tanto que al final te va a gustar!

—Mira que eres cabrón, Santi, te he dicho que no quiero darte el culo… todavía.

—¡Pero eres tonta o qué! ¿Qué quieres, reservarlo en plan noche nupcial?

—No hijo, pero es que ya te vale… No ves que soy muy romántica y que me gustaría hacerlo en plan chulo, después de una buena cena, unas copas, un baile… Y no en plan garrulo, aquí te pillo, aquí te mato. Es que eres más basto…

—Sí, ya, ya… Muy romántica, pero muy puta… Anda que te falta tiempo para menear las tetas y el culo delante de mí… En cuanto sale el cornudo por la puerta ya estás buscando polla… Pues eso vas a tener, cabrona. ¡Aaaaaagh!—gritó finalmente Santi, metiendo el capullo en el estrecho y poco lubricado ojete de Susana que, por su parte, lanzó una especie de berrido gutural que indicaba que empezaba a notar la dilatación anal.

Susana, que ya se conocía el percal y cómo las gastaba Santi cuando iba salido, decidió colaborar finalmente con el muchacho y dejar de oponer resistencia. A fin de cuentas, si no puedes vencer a tu enemigo, mejor únete a él. De modo que, agachó la cabeza, y, llevando sus manos atrás abrió bien las nalgas para facilitar los pollazos de Santi. Éste en cuanto consiguió meter la cabeza del rabo, empezó a menear las caderas hasta encajar sus casi veinte centímetros de tranca en el acogedor culo materno.

No negaremos que, a pesar de sus quejas, Susana empezó a disfrutar en cuando el culo se acomodó a su invasor. Así que dejó que el muchacho marcase el ritmo y, apoyando la cabeza sobre la cama, deslizó su mano hasta el coñete y empezó a pajearse para tratar de simultanear su orgasmo con el del cabronazo de su hijo, que sacudía su cuerpo con fuerza como si fuera una muñeca de trapo.

En menos de dos minutos, con la polla apretujada en aquel estrecho y caluroso alojamiento, Santi comenzó a notar los espasmos que precedían a la corrida y, excitado como estaba, no quiso prolongar más la espera y gritó furiosamente «¡Toma, puta, toma! ¡Leche de la buena!»

—Espera, no la saques todavía… —suplicó la mujer— Que ya casi estoy yo también.

Susana movía frenéticamente la manita, masajeando el clítoris mientras Santi, con la polla todavía rígida en su culo, le iba palmeando cariñosamente sus gruesas nalgas que, con algún pequeño rastro de celulitis, seguían siendo bastante apetecibles.

No tardó en correrse la jamona que, como de costumbre, quedó rendida, todavía a cuatro patas y escuchó, como en sueños, a su hijo sacar la húmeda polla de su ojete. Se oyó una especie de chof que hizo sonreír a ambos y, del entreabierto culo de la mujer, brotó un goterón espeso con grumos, mezcla de leche y flujos anales, que resbaló por su culo hasta la cama.

Santi, no perdió demasiado el tiempo. Ya iba justo y no se iba a poder duchar, por lo que se acercó al lavabo, y tras echar una meada, se limpió bien la polla con la toalla del lavamanos y volvió a dejarla allí mismo. «Total», pensó, «si la usa la puerca, le gustará el olor a polla y si la usa el cornudo… pues, ¡que se joda! Si follase como toca, no tendría que lucir esa cornamenta, je, je, je».

A veces, Santi se preguntaba por qué era tan cruel opinando o hablando de su padre, siempre a sus espaldas, eso sí. No tenía una respuesta clara. Lo único que pensaba de él era que no había sabido hacer los honores a una hembra tan caliente y cachonda como la puta de su madre. Si el tipo no había sabido apreciar a una mujer de esas características, de las que necesitan uno o, si es posible, más, polvos al día, no se merecía tenerla.

Bastaba saber que, hasta que Santi pillo por banda a la jamona, la pobre mujer no había comido una polla en su vida. De hecho, a duras penas las había pajeado, si menear la blandurria pichilla del viejo se podía considerar pajear. Su coño, peludo y deslustrado (menos mal que ya había pasado por la esteticién y lucía terso y suave como el de una Barbie), nunca había recibido una buena ración de lametones. Sus tetas nunca habían sido achuchadas tal y como Santi las manejó. Y, por supuesto, su culo nunca había sido más que un orificio de salida sin ninguna utilidad práctica para el sexo. En fin, un cuerpo diez, completamente desaprovechado hasta que, ahora, a los cincuenta y tantos años, había renacido completamente.

A Susana, todo el mundo se lo decía: sus hermanas, sus amigas, las vecinas. «Hay que ver lo bien que estás últimamente, se te ve muy joven, tan bien vestida y tan moderna». Y eso que no habían visto ni la ropa interior, ni el piercing del ombligo, ni los tatuajes puercos del lomo, con aquellas letras góticas diciendo “Nacida para follar”. Santi lo quería poner en inglés (Born to fuck), que siempre queda más glamouroso, pero su madre insistió: «¡Deja, deja, hijo, que en inglés no lo va a entender nadie!». Una frase que dejó estupefacto al pobre Santi, porque ¿quién, aparte de él, podía tener acceso a aquel tatuaje? Con sus amigas no iba al gimnasio, la playa no la olía hace años y el viejo… Bueno, el viejo no veía en pelotas a su esposa casi desde la noche de bodas. Desde luego, en los últimos tiempos todavía no dormían en habitaciones separadas por hábito, no por otra cosa, porque el uso del tálamo nupcial era completamente inexistente.

Cuando Santi salió del lavabo, observó a la jamona, que estaba de lado, acurrucada en posición fetal, recogiendo con su mano los restos de esperma que iban saliendo con cuentagotas de su culo y llevándoselos a la boca, como si de un aperitivo se tratase («¡Dios mío, he creado un monstruo!», pensó).

—Si no fuera porque me esperan te iba a dar otra buena ración de leche fresca, cacho de puta.

—¡Bufff, pero que malhablado eres, hijo! ¿De dónde has sacado ese vocabulario? Desde luego, ni de mí, ni de tu padre.

Santi no contestó. Desde luego, del meapilas del viejo en absoluto. Era un pringado de misa diaria, un santurrón bastante pusilánime, que, al margen de ser un pichafloja con su madre, le había despertado un cierto desprecio desde que llegó a la adolescencia. Y de su madre, bueno, su madre era otra cosa. Aunque, en origen, era del mismo palo que el viejo: beaturrona, mojigata y retraída. Así la consideró hasta que, tras verla por casualidad un día duchándose, Santi pudo apreciar el potencial de aquel cuerpo serrano y se propuso sacarla del armario de la mojigatería.

Una gran obra que tuvo una gran recompensa. Susana se había convertido en su puta y su amante particular y prácticamente bebía en su mano. Y, de rebote, tenía el placer de humillar al viejo día sí, día también, haciendo crecer su cornamenta hasta límites insospechados.

—Bueno, putilla, me largo. Esta noche, en cuanto se duerma el cabroncete, te escapas a mi habitación. Tenemos programa completo.

Susana ya sabía lo que quería decir programa completo. Ni uno solo de sus agujeros se iba a quedar sin recibir tranca del joven. Además de tener que hacerle una buena comida de huevos y, si el muchacho tenía ganas (y siempre tenía), le tocaría hacerle una buena limpieza de ojete a base de lengua. Vamos, lo que viene a ser un beso negro. El chico, desde que lo probó por primera vez con una guarrilla con la que salía, se había vuelto un fan absoluto de dicha práctica. Al menos, según Susana, era bastante generoso y no racaneaba en aplicar las mismas técnicas con su madre. Y ciertamente no se recataba en manifestar que le encantaba comerle el chocho y el ojete a su puta madre. La guarra se lo había ganado con creces, las cosas como son. Lo de convertirse a esas alturas de la vida, mediada ya la cincuentena de años, en una putilla adultera con el agravante de que el amante era su propio hijo tenía un mérito y un valor que había que reconocer. Y, claro, Santi lo reconocía (y recompensaba a su adorable madre) a base de polvos.

Mientras Santi recogía la ropa le sonó el móvil.

—¡Joder, qué querrá éste ahora!—Exclamó cogiendo el aparato— Seguro que se queja porque llego tarde a la reunión.

—Contesta, hijo, que si no luego se enfada más… —le apremió su madre, al tiempo que se levantaba, meneando sus temblorosas nalgas, para ir al lavabo a adecentarse un poco. En menos de una hora tenía reunión en el Patronato de damas caritativas y no era cuestión de presentarse con esa pinta de putón verbenero.

Finalmente, Santi contestó el móvil:

—Sí, papá, dime —el tono de voz, suave, amable y en cierto modo sumiso, contrastaba vivamente con la forma que tenía de hablar del viejo a sus espaldas. Al bueno de Santi le encantaba hacer eso: parecer un hijo modelo con su padre, siendo en realidad un calavera depravado. Su madre, que era la única que estaba al tanto, se preguntaba por qué tenía esa forma tan peculiar de comportarse. Al final, llegó a la conclusión de que era porque todo le resultaba más morboso. El morbo era el motor de Santi.

Susana no podía oír lo que su marido le decía al chico, tan sólo las respuestas de éste, pero podía intuir por dónde iban los tiros. Seguro que le estaba echando la bronca por el retraso en la reunión con la delegación coreana. Debían estar todos los tipos esperándole con caras largas y el pobre cornudo, dando excusas y disculpando al joven y talentoso vicepresidente de la empresa que seguro que tenía una buena excusa para no haberse presentado a tiempo a la reunión.

Obviamente la excusa real (que se estaba follando a la puta de su mujer) Santi no podía esgrimirla, así que optó por:

—Lo siento, papá, lo siento. Perdona, es que me he enredado con el informe que les tenemos que entregar. Quería preparar un Power Point para la presentación, así con música y efectos visuales y he perdido la noción del tiempo.

Más reproches al otro lado del teléfono y Santi, que, con el teléfono en manos libres, terminaba de atarse el nudo de la corbata y le indicaba a su madre, que le diese un besito a la polla, todavía pringosa y que acababa de sacarse por la bragueta. Menudo guarro que estaba hecho. Aunque su madre tampoco le andaba a la zaga. Se acuclilló ante el muchacho y le pegó un lametón de padre y muy señor mío al capullo que culminó con una mamada en toda regla que Santi se vio obligado a interrumpir. Tampoco se trataba de enredarse otra vez. A ver si los coreanos se iban a largar con viento fresco… A fin de cuentas el negocio es el negocio y también hay que cuidarlo, ¿no?

—Tranquilo, papá, de verdad. Te juro que en media hora estoy allí. Dile a la delegación que he pillado un atasco o algo así—una breve pausa—. Muy bien, gracias, papá. En un momento llego.

Tras colgar exclamó:

—¡Hala, a cascarla, cornudo!

—¡Joder, cómo eres…! Ya te vale—le dijo su madre, con tono de fingida indignación.

—Venga y déjate de rollos —se acercó a ella y, abrazándola, le amasó bien las nalgas desnudas y le dio un buen morreo al que ella, con la cara recién lavada, respondió con ganas—. Y ya sabes, cerdita, esta noche, en cuanto esté sobando la marmota, te escapas y me haces una visita. Que, como se concrete lo de los coreanos nos vamos a forrar. Te pienso traer al cornudo bien cocido de alcohol por las celebraciones. Se va a ir directo a la piltra, así que con la trompa que va a llevar podremos echar un polvo antológico para celebrarlo.

—Hijo, me va a dejar el coño y el culo destrozados como sigamos este ritmo…

—No te quejes, que ya querrían las damas esas que vas a ver esta tarde tener un trasiego como el que tú tienes.

—¡Ja, ja, ja, seguro! ¡Y que lo digas!

—Venga, me piro—y, tras darle una sonora palmada al culo de la cerda, Santi salió por la puerta del chalet camino de la reunión con su jefe, que también era su padre y que también era el marido de su amante, tres en uno, como el aceite lubricante, je, je, je. FIN

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draco22

Pajillero
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buenisimo y que riko morbo se podra continuar de seguro que si
 
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