Una vez al mes mis padres cenan en casa, es una manera de no perder el contacto, además, con Berta, mi mujer, se llevan muy bien.
Tengo treinta años, los mismos que Berta, estamos juntos desde hace cinco, mis padres sobrepasan los 50 a pesar de que no lo aparentan, mi madre, Carmen, es muy delgada y ha sabido conservarse y mi padre, Juan, hace deporte cada dÃ*a.
Mi mujer y mi madre estaban acabando de preparar la cena, mi padre y yo tomábamos una cerveza sentados en la mesa de la cocina, no sé exactamente qué pero a Berta se le cayó algo, se agachó para cogerlo y la mezcla de los tejanos bajos de cintura con una blusa corta hizo que gran parte del tanga quedara a la vista de mi padre, este, que nunca ha conocido la vergüenza, le dijo a mi madre:
Cogió la cuchilla y con mucho cuidado rasuró los pelos del pubis, en cada pasada iba dejando una parte completamente despejada, después fue bajando los dedos para poder continuar con los que rodeaban el coño, mi padre y yo mirábamos sin perder detalle de lo que hacÃ*an, cuando los dedos de Berta tocaron los labios vi que mi madre ponÃ*a una cara especial, de placer, no le di más importancia pero a medida que mi mujer manipulaba esta zona las caras eran más que evidentes, mi mujer se dio cuenta enseguida y nos miró sonriendo, no sabÃ*amos que decir, mi madre solo cerraba los ojos importándole muy poco lo que hacÃ*amos, cuando acabó la depilación dejó la cuchilla a un lado, se untó crema suavizante en las manos y puso muy delicadamente los dedos por el interior de los labios vaginales, lo que hasta aquel momento solo habÃ*an sido movimientos se convirtieron en gemidos, al ver la aceptación, continuó acariciando los labios, los abrió para localizar el clÃ*toris, se veÃ*a rojo y duro, lo masajeó, mi madre ya no ocultaba los gemidos, le cogÃ*a la mano como intentando que intensificara el ritmo, miré a mi padre que no salÃ*a de su asombro pero no hacÃ*a nada por cortarlo, entonces mi mujer sin dejar de tocarle el clÃ*toris subió la otra mano por el vientre de mi madre hasta llegar a los pechos que agarraba y masajeaba con pasión, ya con total descaro mi madre se movÃ*a a espasmos disfrutando de la masturbación, mi mujer pasó la mano por debajo de la blusa y vimos que le levantaba el sujetador, la mano se movÃ*a jugando con los pezones mientras que la otra jugaba con el coño, mi madre cogÃ*a a Berta por la cintura y fue subiendo hasta tocarle las tetas, Berta acercó la cara al coño de mi madre y sacando la lengua le lamio los labios y el clÃ*toris, los dedos de la mano entraban y salÃ*an rápido del agujero de follar, aquello no podÃ*a durar mucho y entre violentos espasmos se corrió como una loca sin parar, tuvo el orgasmo más intenso y duradero que he visto en mi viuda, mi padre seguÃ*a inmóvil no creyéndose lo que estaba sucediendo.
Cuando acabó de correrse se dio cuenta de lo que acababa de hacer, mi padre no mostró ningún enfado, su rostro mostraba todo lo contrario, lo que le tranquilizó, mi mujer se separó, pudimos ver en toda plenitud el coño depilado y excitado de mi madre, se incorporó, con la toalla se acabó de sacar la espuma que quedaba, se colocó el sujetador en las tetas, se puso el tanga, la falda y dijo riendo:
Tengo treinta años, los mismos que Berta, estamos juntos desde hace cinco, mis padres sobrepasan los 50 a pesar de que no lo aparentan, mi madre, Carmen, es muy delgada y ha sabido conservarse y mi padre, Juan, hace deporte cada dÃ*a.
Mi mujer y mi madre estaban acabando de preparar la cena, mi padre y yo tomábamos una cerveza sentados en la mesa de la cocina, no sé exactamente qué pero a Berta se le cayó algo, se agachó para cogerlo y la mezcla de los tejanos bajos de cintura con una blusa corta hizo que gran parte del tanga quedara a la vista de mi padre, este, que nunca ha conocido la vergüenza, le dijo a mi madre:
- Mira, tienes que hacer como Berta, ponerte tanga y no éstas bragas tan grandes.
- No son grandes, dijo mi madre riendo, pero nunca me he probado un tanga, tendré que hacerlo.
- No tienes ninguno?, le preguntó mi mujer.
- No.
- Yo te dejo uno.
- Ya llevo tanga, creÃ*a que me molestarÃ*a dentro del culo pero me siento bien.
- Ya le he dicho a Carmen, dijo Berta a mi padre, que tendrá que depilarse por lo menos los lados de las ingles.
- Se le salen los pelitos?, preguntó mi padre
- Si, un poco, dijo mi madre riendo
- Enséñanoslo, dijo mi padre.
- Berta no tiene este problema, dijo mi madre.
- No, en absoluto, no tengo ni un solo pelo, dijo riendo.
- Tendrás que hacer como mi madre, dije en broma, enséñanoslo.
- La verdad es que no nos has dado ninguna prueba de que lo lleves depilado, esta tanga tapa mucho más que el de Carmen.
- Tendrás que demostrárselo, dijo mi madre
- Si, dijo mi padre, me gusta más el coño depilado.
- Además veo que no solo te depilas el pubis, más abajo tampoco tienes pelos.
- No, tampoco, dijo
- Exactamente asÃ* me gustarÃ*a que lo llevara tu suegra, te lo haces tú o te lo hacen?
- Me lo hacen, una misma es muy difÃ*cil, pero sé hacerlo, algunas veces depilo a mi amiga.
- Y me lo harÃ*as a mÃ*, dijo mi madre
- Claro.
- Ahora?
- Si quieres, cenaremos más tarde pero es igual, lo hacemos en la habitación?
- No, dijo mi madre, en el sofá irá bien.
- Voy a por las cosas.
- Me subo la falda?
- Mejor te la quitas, dijo Berta
Cogió la cuchilla y con mucho cuidado rasuró los pelos del pubis, en cada pasada iba dejando una parte completamente despejada, después fue bajando los dedos para poder continuar con los que rodeaban el coño, mi padre y yo mirábamos sin perder detalle de lo que hacÃ*an, cuando los dedos de Berta tocaron los labios vi que mi madre ponÃ*a una cara especial, de placer, no le di más importancia pero a medida que mi mujer manipulaba esta zona las caras eran más que evidentes, mi mujer se dio cuenta enseguida y nos miró sonriendo, no sabÃ*amos que decir, mi madre solo cerraba los ojos importándole muy poco lo que hacÃ*amos, cuando acabó la depilación dejó la cuchilla a un lado, se untó crema suavizante en las manos y puso muy delicadamente los dedos por el interior de los labios vaginales, lo que hasta aquel momento solo habÃ*an sido movimientos se convirtieron en gemidos, al ver la aceptación, continuó acariciando los labios, los abrió para localizar el clÃ*toris, se veÃ*a rojo y duro, lo masajeó, mi madre ya no ocultaba los gemidos, le cogÃ*a la mano como intentando que intensificara el ritmo, miré a mi padre que no salÃ*a de su asombro pero no hacÃ*a nada por cortarlo, entonces mi mujer sin dejar de tocarle el clÃ*toris subió la otra mano por el vientre de mi madre hasta llegar a los pechos que agarraba y masajeaba con pasión, ya con total descaro mi madre se movÃ*a a espasmos disfrutando de la masturbación, mi mujer pasó la mano por debajo de la blusa y vimos que le levantaba el sujetador, la mano se movÃ*a jugando con los pezones mientras que la otra jugaba con el coño, mi madre cogÃ*a a Berta por la cintura y fue subiendo hasta tocarle las tetas, Berta acercó la cara al coño de mi madre y sacando la lengua le lamio los labios y el clÃ*toris, los dedos de la mano entraban y salÃ*an rápido del agujero de follar, aquello no podÃ*a durar mucho y entre violentos espasmos se corrió como una loca sin parar, tuvo el orgasmo más intenso y duradero que he visto en mi viuda, mi padre seguÃ*a inmóvil no creyéndose lo que estaba sucediendo.
Cuando acabó de correrse se dio cuenta de lo que acababa de hacer, mi padre no mostró ningún enfado, su rostro mostraba todo lo contrario, lo que le tranquilizó, mi mujer se separó, pudimos ver en toda plenitud el coño depilado y excitado de mi madre, se incorporó, con la toalla se acabó de sacar la espuma que quedaba, se colocó el sujetador en las tetas, se puso el tanga, la falda y dijo riendo:
- Creo que es hora de cenar.
- No es la primera vez que haces esto, dijo mi madre a Berta
- No, ciertamente no, te ha gustado?
- Gustado es poco, me ha encantado.
- Es que no es una experiencia antes de conocerte, cuando nos depilamos con MarÃ*a (su amiga), siempre lo hacemos, ella a mÃ* y yo a ella.
- Y por qué no me lo dijiste nunca?
- No pensaba que fuera algo que te gustara.