La compasión de mi hijita

roman74

Pajillero
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Enviudé hace dos años, una hermosa mujer era mi amada esposa. La recuerdo en los ojos de mis dos hijas: MarÃ*a Alejandra y Luciana, de 18 y 21 años respectivamente.
Luciana notaba mi soledad y el vacÃ*o que su madre dejó. Asumió algunas labores del hogar y la guÃ*a de su menor hermanita. Mi vida sexual se convirtió en un conjunto de noches con prostitutas, aventuras con vecinas y una maestra de la escuela de mis hijas y las fantasÃ*as en mi mente con… es difÃ*cil decirlo… pero deseaba a mis hijas sexualmente, poseerlas… deseaba penetrar a Lucianita.
Una tarde ella salÃ*a de la ducha cubierta con una toalla, la abracé, mi intención interior era la de follarla. Sin embargo, me controlé, lloré. Ella me abrazó y es seguro que sintió mi erección. Cayó parte de la toalla, pero no me concentré en observar su cuerpo sino en despejar el deseo incestuoso.
Era de noche cuando quedamos solos en la casa, la menor de mis hijas estaba en una pijamada con sus amigas. Luciana conversaba por teléfono en el sofá y desde mi lugar podÃ*a disfrutar de la vista de sus curvas. Pronunciadas caderas, fuertes piernas. Senos jóvenes y glúteos para el goce. Mis genitales tenÃ*an todo el estÃ*mulo para el sexo con ella. No era una niña y habÃ*amos conversado sobre mis hábitos con prostitutas y demás mujeres, era evidente su disgusto pero también resignación.
Luciana. – le dije
Me miró, al terminar la llamada telefónica.
Acompáñame a dormir. – completé
Torció su boquita, con disgusto. Algo de pena. No era la primera vez que se lo habÃ*a propuesto. Pero esta vez se puso de pie.
Ahorita voy. – pronunció algo que no esperaba. La deseaba pero era eso tal vez suficiente. Sin llegar a satisfacer mi instinto y tal vez esa desviación o anormalidad. Amor filial, perversión. No sé cómo lo llames tú.
Fui a mi cama, me desnudé y me cubrÃ*.
Ella ingresó a la habitación con un camisón que cubrÃ*a su pecho y hasta arriba de sus muslos. Suspiré con deseo y tratando de mantener la calma.
Me miró con ligero enojo, me retiró la mirada y se quitó con relativa agilidad el camisón. Se aproximó a la cama y se recostó sobre mÃ*. Me preocupó no saber su real intención, pensé que tal vez tendrÃ*a una actitud violenta o alguna reacción fuerte. La acaricié y empecé a estimularme con su textura, su temperatura y la impresión visual que me facilitaban los espejos de la cómoda y un armario en el cuarto.
Luciana, qué piernitas mamita! Esa cinturita. Ay bebita!
Perdóname pequeña, pero soy hombre! tengo ese deseo que conoces bien. Sexo mi vida, quiero sexo contigo. Ay mi amor, es incorrecto, no lo mereces, pero bebé no sabes cuánto te lo agradezco. – decÃ*a yo cada vez más excitado.
Mis manos recorrÃ*an sus muslos, y acariciaban sus mejillas mientras robaba besos de sus labios. Acomodaba ella su cabello y yo también. Mi nenita.
Ay que grandota estaba! TenÃ*a un aroma de dulzura y de hembra. Le pedÃ* que nos sentáramos y retiré su brassiere. Ella al parecer entró en dudas y no deseaba continuar con el acto sexual, sabÃ*a que la ruta era directa hacia el coito. Pero algo habÃ*a hecho que entre asÃ* a la habitación con su propuesta de sensualidad y entrega. Acaricié su vientre, ese vientre seductor. Fue un placer. Y besé sus senos, uno de ellos primero. Mi pene estaba listo y me puse de pie para que pudiera brindarme una fellatio inicial. La cabeza de mi pene a pocos centÃ*metros de su boquita y una de mis manos acariciando su rostro y cabello, acercándola para invitarle a chuparme la pinga. Creo que fue suerte que no presentará excusas o disgusto y que sus labios y lengua estuvieran pronto dándome el placer en mi falo. Delicioso. No deseo explicar más esta situación.
Miré su tanga, negrita, pequeña, qué culo! genial mi Lucianita.
- Recuéstate sobre la cama, lo haz hecho muy bien. Quiero ver tu culazo. EmpÃ*nate.
Me dirigÃ* a terminar con esas ansias y penetrarle la vagina pero ella volteó, y cogió me pene de nuevo. El placer habÃ*a tomado posesión de su naturaleza de hembra y estaba mamando nuevamente. que rico. no sabÃ*a si dejar que ese momento culmine en eyaculación. Bajaba la mirada y encontraba sus ojos cerrados y sus labios hermosos masajeando la piel de mi pene. Su boca remojando mi glande. El meneo de sus cabellos, el sonido en su boquita, eso era lo que más me excitaba. Alzaba la mirada y veÃ*a el camino desde su cabello, espalda, cintura y me quedaba imaginar la vista desde atrás de su culo, de su anito. HabÃ*a sudor sobre su piel. Cogi sus manos y acaricié sus dedos con los mÃ*os. Ella me miró. Me dolió esa mirada. Sin pensar, le falté el respeto.
Sigue chupando, puta. – Le dije.
Chupa pendeja, que tienes que sacarme la leche. – Estaba hecho una bestia.
Me miró de nuevo, percibÃ* asco o algo… ahora sÃ* ella deseaba terminar y dejar esto de una vez por todas.
Para evitar su mirada y esta incómoda imagen que se venÃ*a repitiendo, sin mirarla fui firme para voltearla y colocarla en la pose de perrito.
Ajusté su cuello con el mÃ*o. Acaricié su ombliguito y con esa mano la sujeté de la panzita, con la otra acomodaba una de sus piernas que se me escapaba tal vez porque le estaba haciendo doler o no estaba cómoda.
Déjate – le susurré, mientras terminaba de apresar a mi banquete sexual. Adelanté sus rodillas y me encajé bien, su concha me quedaba alta, ella ya estaba más alta que yo pero con ese acomodo de rodillas iba a quedar justo para el bombeo de chucha.
Y asÃ* fue.
Lucianita, que rica conchita mami! ay diosita, mami, princesita.
Ella gemÃ*a.
Putita, putita, asÃ* debes entregarte siempre a tu papito, que te quiere tanto, solo necesita un poco de sexo, de tu cuerpito tan rico.
Papi, te amo. – me dijo, llevada por la excitación.
Me excita estar asÃ* – me dijo.
Sometida, viéndote excitado, cachándome, utilizándome como hembra. – - Aumentó mi cachorrita.
Que delicioso era ver como sus nalgas eran encogidas por la presión de cada embestida mÃ*a. Ya en esta sesión la habÃ*a penetrado agarrándola del cuellito, jalándole el cabello, apoyado en su cinturita, amasando sus caderas, cogiendo fuerte esas ricas caderas tiernas. Besé sus muslos. Luciana, esas nalgas las palmotié a mi gusto. A pesar de la viada del sexo siempre hubo ese espacio para el juego pÃ*caro.
El final de esa noche de pasión era marcado por una escena en la que una mano mÃ*a se apoyaba en su espalda baja, sobre la marca que su tanga habÃ*a dejado tras un bronceado de verano. Mi otra mano apoyada suavemente sobre su cadera, adentrándose en su vagina a veces y también descendiendo a sus muslitos. Mi dedo pulgar jugó poco con su anito, aunque fue estimulante y ella reaccionaba intentando voltear pero era presa de mi sujeción. La impulsé hacia delante, cayó de cara sobre la almohada, se golpeó. Levanté sus pantorrillas para dejarla desiquilibrada. Todo su peso sobre sus rodillas y su cara. Presioné su nuca y era mi pentración la fuerza que hacÃ*a que ella siga en esa posición. SeguÃ* la penetración para dar lugar al chorreo de semen y luego dejé la presión tan violenta para dejar fluir la leche en su interior. Ella volteaba para ubicar el motivo de tanto placer. Miraba sus nalgas por sobre sus hombros, sonrió un poco. La lechada fue placentera.
AsÃ* confieso a ustedes una noche con una de mis hijas. He olvidado algunos detalles y también es posible que haya confundido algunas situaciones y acciones con las de otras noches con ella o con su hermana.
 

antomen

Virgen
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la hubiera cogido en el baño,seria mas rico, digo yo...
 
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