La Casa de Los Sustos - Capitulos 001 al 002

heranlu

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La Casa de Los Sustos - Capitulo 001

Se llamaba Natalia, vivía en una casa que estaba a unos cien metros de la mía. Tenía mi misma edad, era mi prima y no me la quitaba de encima. Que iba yo a la tienda a hacer un recado, a la tienda me iba dando la chapa, que iba al cine infantil, allí la tenía a mi lado, pegada como una lapa... Era como mi sombra, a donde fuera yo, allí iba ella.

Al no separarse de mí, tenía que jugar con ella a la comba, a la rayuela, tenía que jugar a juegos de niñas. A ver, cuando éramos niños era normal, pero a medida que fuimos creciendo ya no lo era y me fui alejando de ella.

Unos años después era un pibón. Sus tetas medianas desafiaban a la gravedad con lo tiesas que las tenía, su culo era redondito, sus piernas largas y torneadas, su sonrisa angelical. sus ojos azules eran grandes, y su cabello negro le llegaba a las nalgas.

En las afueras de la aldea, y junto al monte, había una casa de dos pisos que había pertenecido a un cacique, y que ahora estaba abandonada, tan abandonada estaba que la fachada estaba cubierta de enredaderas y se podían ver trepar por ellas, cien pies, lagartos, lagartas y otros bichos. Casi nadie se acercaba a ella porque al cacique y a su querida los habían matado allí el marido de ella y decían que sus fantasmas andaban vagando por la casa.

Aquella mañana, un niño, me había traído una nota en la que leí que si quería experimentar emociones fuertes fuese esa tarde a las cinco a la casa encantada. El niño no me quiso decir quién me mandaba aquella nota y yo tampoco lo forcé a hacerlo.

Yo no creía en fantasmas. Entré en la casa por la puerta de atrás, pues la frontal estaba cerrada con llave. Me sorprendió no ver polvo ni telas de araña. Aquel lugar estaba más limpio que mi casa, y al viejo y a su querida ya hacía más de dos años que el herrero les habían dado pasaporte. Subí al piso de arriba y fui inspeccionando el sitio. En una habitación más grande que las otras me sorprendió lo que vi. Lo que vi fue una cama con un colchón y una sábana por encima. Estaba preparada para atar a alguien de pies y manos y con una mordaza y un antifaz de dormir a los pies. Mirando para unas cadenas que se sujetaban a los pies de la cama, empecé a acojonarme. No creía en los fantasmas, pero. ¿Y si los había?

-Hola, forastero.

Al oír aquella voz de mujer el corazón casi se me sale del pecho. Luego, al girarme y ver a mi prima Natalia, le dije:

-¡Me cago en tu sombra, casi me matas del susto!

Se partió de risa, y partiéndose de risa, se sentó en el borde de la cama.

-Cuántos polvos se debieron echar en esta cama.

Encendí un cigarrillo para ir tranquilizándome. Mi prima, que ese día llevaba el cabello recogido en dos trenzas, siguió hablando.

-¿Sabías que aquí fue donde el herrero mató a su mujer y al cacique?

Aquellas palabras no ayudaban a tranquilizarme, pero le pregunté:

-¿Y tú cómo sabes eso?

-Estuve mirando el día que vino el juez a levantar los cadáveres. La guardia civil abrió la ventana de esta habitación y lo deduje.

-¿Y qué más sabes?

-Que los fantasmas son unos viciosos.

Ya estaba más tranquilo y me salió el lado guasón.

-Sí, y mi polla es un helado de cucurucho.

Natalia abrió el cajón de arriba de la mesilla de noche que estaba al lado derecho de la cama y sacó tres juguetes con forma de polla, uno era un vibrador y las otras dos eran consoladores, uno delgado y el otro grueso. Supe en ese momento que mi prima me había citado para follar.

-¿Para qué crees qué quieren esto, primo?

-¡¿Cómo sabías que estaba eso ahí?!

-Soy vidente.

-Venga, suelta la verdad.

-Ya te he dicho la verdad.

-¡Y una mierda! Esas cosas son tuyas. Tú eres la que limpia la casa, lo que no sé es por qué.

Puso las cartas boca arriba.

-Si te digo el porqué acabamos follando.

No me anduve con rodeos.

-A eso hemos venido. Lo de las emociones fuertes no puede ser otra cosa.

-Y no son. Los juguetes no son míos.

-Pero los usas para darte placer. ¿A qué sí?

Tiró sobre la cama el vibrador y el consolador delgado y se quedó con el consolador gordo en la mano derecha. Mirándome con cara de chica traviesa, me dijo:

-Eres muy curioso.

-Es por si tengo que usarlos. ¿Qué haces con ellos?

-¿Tú qué crees que hago?

-Masturbarte. ¿Te másturbas con uno o con dos?

Mi prima ya se lanzó de cabeza a la piscina.

-A veces uso uno y otras veces uso dos. Cuando uso dos, este que tengo en la mano lo meto e el culo.

-¿No es muy gordo?

-No. El vibrador y el otro consolador los uso para el chocho.

-¿De quién son?

-Te lo diré, pero tienes que prometerme que no se lo dirás a nadie.

Tiré el cigarrillo al piso, lo pisé y luego me senté a su lado.

-Prometido, cuenta.

-Aquí hicieron una noche una película de jodienda y mi madre fue contratada para limpiar la casa durante un mes. Al irse dejaron los amarres, los juguetes, los condones y las cremas que hay en el cajón de la mesilla, será por si hacen otra película, supongo.

-¿Cuándo fue eso?

-La semana pasada.

-Pues supones bien, si le pagaron a tu madre para que limpie durante un mes es porque tienen pensado volver. ¿Y cuándo limpia?

-Por la mañana, muy temprano.

Tiró con el consolador, encendió el vibrador con la mano derecha, acarició con él la palma de la mano izquierda, y me dijo:

-Esta cosa da un placer que no veas.

-¿Te ató alguien en esta cama, Natalia?

-No.

-¿Ya lo has hecho con un hombre?

Sonriendo, me preguntó:

-¿Para qué lo quieres saber?

-Para ir con cuidado, si hace falta

-¿Tan gorda la tienes?

-No, era solo por saber.

-¿Tú ya te has estrenado?

-No.

-¿Por qué me mientes?

-¿Por qué me preguntas por algo que ya sabes? ¿Quién te lo dijo?

-Te vi entrar tres veces por la puerta de atrás de la casa de Pilar, y las tres veces has tardado más de una hora en salir. Su marido está embarcado, hijos no tiene...

Me alarmé.

-¡Ni se te ocurra decírselo a nadie!

-No tenía pensado descubrirte, pero me jodió.

La cogí por la cintura y le di un pico.

-¿Qué te jodió?

-Que fuera ella la primera, y no yo.

-¿No me digas que te celaste?

-Si no me celara no estaba aquí.

-Si hace dos meses que tienes novio y...

-Y son cosas de mi madre, quiere que me case bien, y Roberto es hijo único y...

-Ahora vas a decir que no te gusta.

-No es eso, Roberto está bien, pero él no eres tú.

-Obvio que él no soy yo.

Me eché sobre mi prima. Quise besarla, me hizo la cobra y me dijo:

-Para, qué me vas a dejar inútil.

-No la tengo tan grande.

-Los juguetes son los que me van a romper la columna.

Me quité de encima y ella se quitó el vibrador y los consoladores de debajo de ella.

-Soñé muchas veces con este momento, pero en ninguna de ellas empezaban las cosas tan mal.

-Lo siento.

-No lo sientas y hazlo como es debido.

Saqué los zapatos y me puse a su lado en la cama, le eché la mano derecha a su teta izquierda por encima de su blusa azul. La encontré extremadamente dura y sentí la firmeza del pezón, lo que me dijo que no llevaba sujetador. Me preguntó:

-¿Te gustan más mis tetas o las de Pilar?

-Las tuyas, están más duras.

-Ahora puedes besarme.

-Echa la lengua fuera y déjala colgando.

-¿Para qué?

-Tú échala.

Echó la lengua fuera. Se la lamí con la mía y luego se la chupé.

-Me gustan estos besos cochinos, calientan una barbaridad.

Al rato ya besaba mejor que yo y con más lascivia.

-¿Quieres ver mis tetas?

-Quiero verlas y quiero comerlas.

Se desabotonó la blusa y luego la abrió. Vi sus tetas, mirando hacia el techo, eran como pirámides en miniatura, y tenían pequeñas areolas oscuras y gordos pezones.

-¿Son más bonitas que las de Pilar?

-No hay color, tus tetas son maravillosas.

Se las agarré con las dos manos y le lamí los pezones y las areolas. Fui de una teta a la otra incontables veces, y luego, incontables veces, se las chupé. Mientras le chupaba las tetas se quitó las sandalias y la falda marrón, y cuando dejé de comerle las tetas, se quitó las bragas, luego las cogió con una mano y mirando para los jugos que las empapaban, me dijo:

-Mira lo cachonda que me has puesto.

Le cogí la mano y lamí los jugos de las bragas.

-Están muy ricos.

Se le abrieron los ojos como platos.

-¡Qué travieso eres!

Quité la camisa, me arrodillé entre sus piernas, le levanté el culo y mirando para su coño peludo, le dije:

-Te lo voy a comer hasta que te corras en mi boca.

Lamí su coño de abajo a arriba. Luego, con la lengua fuera y pringada de jugos blanquecinos, se la llevé a la boca para que la lamiera. Puso cara de asco y me hizo la cobra. Bajé a sus tetas. A lamidas le pringué los pezones y las areolas de jugos y después se las mamé y se las magreé un buen rato. Natalia comenzó a gemir. Bajé al pilón, y nunca mejor dicho, ya que allí había agua a joderla. Le abrí las piernas de par en par, le levanté el culo con las dos manos, lamí de abajo a arriba cada vez más rápido y en nada, arqueándose, se corrió en mi boca, diciendo:

-¡Bebe, bebe, bebe!

La corrida fue inmensa, sus jugos se desparramaron por mi lengua, cayeron en mi boca y bajaron hasta la sábana.

Estaba su coño con las últimas contracciones cuando dejé de lamer. Con la lengua fuera y pringada de jugos blanquecinos se la volví a llevar a la boca. Sacó su lengua, lamió la mía y después me la chupó.

-Has hecho de mí una guarra.

Saqué los pantalones, los calcetines y los calzoncillos y luego le puse la polla empalmada en los labios.

-Chupa.

Me hizo una mamada con todas las de la ley... huevos, polla, lamidas, mamadas. Su novio debía de estar encantado con ella. Con la polla dura, cómo una piedra, me volví a arrodillar entre sus piernas. Le volví a abrir las piernas de par en par, le levanté cogiéndola por la cintura y le acerqué la polla al coño. Al sentirla en la entrada de la vagina, me dijo:

-Pilla un condón y lubricante en la mesilla de noche, ponlo y lubrícalo.

Hice lo que me dijo. Luego la puse en la posición de antes y le volví a poner la polla en la entrada de la vagina para metérsela de una estocada. Me dijo:

-En el culo, métemela en el culo.

Con Natalia iba de sorpresa en sorpresa. El ojete lo tenía mojado con los jugos de la corrida. Acerqué la cabeza de la polla a él. Al tocarlo se cerró y se abrió. Era como si el ojete estuviera besando el condón. Se la fui metiendo despacito y viendo como entraba me puse perro perdido, es que la visión no era para menos. Entraba muy apretada, pero causándole placer desde el segundo uno. Al rato le estaba dando caña... Cuando me corrí, Natalia, estaba gozando una cosa mala. Sintiendo como me corría, los ojos se le fueron cerrando y cuando los abrió los tenía en blanco. Su cuerpo se estremeció de placer, tiró de las coletas con fuerza y luego clavó sus uñas en mis nalgas.

Al acabar de correrse se puso a cuatro patas y me dijo:

-Quita ese condón, pon otro, lubrícalo y sigue.

Hice lo que me había dicho y después le pregunté:

-¿Dónde quieres que te la meta?

-En el mismo sitio de antes.

Era una viciosa, y me gustaba que lo fuera. Le eché las manos a las tetas y magreándoselas, le di caña, de menos a más, de más a menos, de menos a más... Le follé así el culo, hasta que me dijo:

-Para.

Paré de follarle el culo. Natalia metió su mano derecha entre las piernas, y masturbándose me folló ella a mí. Su culo fue de delante hacia atrás y de atrás hacia delante a toda mecha, y poco después me decía:

-¡Me corro, me corro, me corro!

Sus nalgas se juntaron, sus piernas comenzaron a temblar. Sus gemidos fueron de loca mientras se corría y su culo apretó mi polla.

Al acabar de gozar me quito el condón y lo tiró al piso, luego me cogió una mano y me la llevó a una de las muñequeras de cuero en la que acababa la cadena.

-¿Qué me quieres hacer?

-Follarte como imaginé en mis pajas.

Dejé que me atara de pies y manos, luego me puso en los ojos el antifaz para dormir. Después se arrodilló entre mis piernas, que estaban abiertas de par en par y frotó con las palmas de las manos los lados de mi polla empalmada. A continuación se sentó sobre mi pierna derecha y frotó su coño mojado contra ella, al tiempo que me acariciaba la polla con la mano izquierda. Al dejar de frotarse, me puso el coño en la boca e hizo un 69. Cuando ya estaba cachonda, me quitó el coño de la boca, agarró la polla, la puso en la entrada de la vagina, y bajando su redondo culo la metió hasta el fondo del coño. Después me folló con ganas atrasadas, o sea, con saña, a coñazo limpio. Ni un minuto tardé en decirle:

-¡Quítala, quítala que me voy a correr!

No la quitó. Al empezar a sentir mi leche dentro de su coño, se quedó quieta. La muy falsa me había atado para eso, para que la dejara preñada.

Cuando acabé de llenarle el coño de leche, me dijo:

-Quiero más leche tuya.

No me gustaba aquello, bueno, correrme, sí, pero dejarla preñada, no. Le dije:

-¡Y una mierda! Como no quedaras preñada ya no quedas, no me voy a correr otra vez.

Me siguió follando. Yo quería que la polla se me bajara, pero mi polla andaba a su bola y cada vez se ponía más dura. Como una piedra se puso cuando Natalia la bañó con una espectacular corrida. El baño y los apretones que le dio su vagina hicieron que me volviera a correr. Con la voz entrecortada y entre gemidos, dijo:

-Así, así, préñame, préñame.

Le llené el coño con una corrida demencial, una corrida de esas que dejan los coños echando por fuera.

Aún no se había quedado tranquila. Sin quitar la polla del coño, se inclinó y me puso la lengua entre los labios. Aparté la cabeza y se cabreó.

-¿Esas tenemos?

Me sacó el antifaz de dormir de los ojos para que viera como sus tetas se iban acercando a mi boca. Le dije:

-No te las voy a mamar.

Me pasó los pezones entre los labios.

-Saca la lengua y lame.

Giré la cabeza para que no se saliera con la suya. Me la puso en su sitio de una bofetada.

-Chupa o te hincho a hostias.

No me gustó que me tocara la cara.

-No voy a chupar, puta.

-Chupa, cabrón, chupa, o chupas.

-Que no voy a chupar, zorra.

Agarró la teta con la mano derecha, me dio una sonora bofetada con la mano izquierda, y me dijo:

-¡Mama, hostia!

Aquella fiera no era mi prima, y si lo era, estaba poseída por algo, o por alguien. La casa tenía que estar encantada tal y como decían. No me quedó más remedio que mamar. Mi polla volvió a ir a su bola. A ver si yo también estaba poseído.

Cuando se hartó de que le mamara las tetas, cogió el vibrador, lo encendió y me lo pasó por el ojete. Mi polla cogió el mal de san Víctor y empezó a echar aguadilla sin parar. A mí se me nota mucho cuando me voy a correr, y cuando ella lo notó, se sentó en mi polla, movió el culo alrededor y recibió lo que había estado buscando, una corrida como un mundo.


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La Casa de Los Sustos - Capitulo 002

La cosa no acabó ahí. Natalia me volvió a dar la espalda. Con el culo cerca de mi cara cogió el consolador gordo, lo lubricó y se lo fue metiendo en el culo, luego lubricó el delgado, lo metió en el coño y se hizo una doble penetración. Viendo los consoladores entrar y salir de su culo y de su coño, mi polla se volvió a poner dura. Mi prima, viéndola, me preguntó:

-¿Si te suelto me das la polla mamar mientras me follo el culo y el coño?

-Si me sueltas te vuelvo a llenar el coño de leche.

Lo dicho, teníamos que estar poseídos por algo, o por alguien, ya que Natalia me soltó, la monté y comiéndonos a besos, nos corrimos juntos.

A pesar de que la busqué no volví a follar con ella.

Cuatro meses más tarde los padres de Natalia me invitaron a mí y a mis padres a la boda de su hija. En el banquete, el mismo niño que me había dado la primera nota, me dio otra en la que ponía que fuese a las diez de esa noche a la casa encantada si quería echar un polvo inolvidable. Aquellas ya eran palabra mayores. Ir a la casa encantada de día era algo normal, si no se cree en los fantasmas, pero ir de noche, después de pensar que allí había sido poseído, eso ya era de valientes, o de locos, y yo valiente no era, pero loco estaba un poco.

El banquete de boda se había hecho en el corral que había enfrente de la casa de mi prima, bueno, de Begoña y de Pedro, que eran sus padres y que habían sido sus padrinos. Habían hecho las mesas y los bancos con tablones y caballetes. Lo que no tenía de lujosa, lo tenía de alegre, pues allí acabaron casi todos los hombres borrachos, y alguna mujer también. Durante el banquete, donde había de comer y de beber para aburrir, vi como me miraba mi prima vestida con su traje blanco y su velo de novia y deseé más de una vez que llegase la hora de estar con ella. No supe como iba a hacer para librarse de su marido en la noche de bodas hasta que a las nueve de la noche vi cómo lo llevaban entre dos para su casa. Natalia fue detrás de él, pero antes de irse me echó la última mirada. Mi tía Begoña y mi tío Pedro también se fueron, él iba haciendo eses y ella tenía una cara de mala hostia que tiraba para atrás. Al rato me fui yo y ya no supe hasta qué hora siguieron cantando y dándole a la botella los últimos invitados.

Mi casa estaba cerca, en ella pillé una linterna de esas que llevaban una gran pila cuadrada que tenía dos platinas delante y pillé otra pila de repuesto.

Había caído la noche. La casa encantada imponía bajo la luz de la luna llena. Al ir hacia la puerta de atrás pisaba la hierba y al hacerlo dejaron de cantar los grillos, solo cuando entré en la casa encantada volvieron a cantar. Encendí la linterna y me fui al piso de arriba. En la habitación grande no había nadie, pero vi una vela blanca encendida en un pequeño candelabro que estaba encima de la coqueta, razón de que alguien había estado allí. Apagué la linterna, la metí en el bolsillo, entré en la habitación y dejé la puerta abierta. Un brazo rodeó mi cintura. El susto fue de los gordos, y fue en aumento, pues quién estaba detrás de la puerta me había cogido por la cintura, y me estaba golpeando en la cabeza con un zapato. Logré librarme del abrazo. Cuando me giré vi a mi tía Begoña con un zapato negro de tacón de aguja en la mano. Llevaba puesto la blusa blanca, la chaqueta gris y la falda que había lucido en la boda de su hija. La permanente la tenía intacta y la cara de mala hostia, también. Le agarré el pulso donde tenía el zapato y el pulso de la otra mano, la empotré contra la pared y le pregunté:

-¡¿Por qué coño me quieres reventar la cabeza?!

Mi tía tenía un cabreo monumental.

-¡Porque has dejado a mi hija preñada, cabrón!

-Se preñó ella sola.

Revolviéndose para zafarse de mí se frotaba con mi polla, y la cabezona se me puso dura.

-¡Te estás empalmando, desgraciado!

-No me estoy empalmando, ya estoy empalmado, pero por tu culpa. No paras de frotar tu coño contra mi polla.

-¡Suéltame y dejaré de moverme!

-Si te suelto me vuelves a dar.

-Las tienes merecidas.

-No, no las tengo merecidas. Si me dejaras explicártelo sabrías cómo quedó preñada tu hija.

-Me vas a mentir.

-Te juro que no, te voy a decir lo que pasó.

Dejó de moverse.

-Te escucho.

-¿Qué te dijo ella qué pasó?

-¡Que hace cuatro meses la forzaste y que la dejaste preñada!

-Puñetera mentirosa. Me forzó ella a mí.

-¡Mientes tú, cabrón!

La solté, me senté en el borde de la cama, y le dije:

-Vete a tomar por el culo. Tú no quieres explicaciones. Vienes con tu verdad y lo que yo diga te la suda.

Mandarla a tomar por culo la hizo reflexionar, se calzó el zapato, se serenó y me dijo:

-A ver, explícate, que no se diga que soy de miras estrechas.

-Ven para la cama, deja que te ate y verás como acabas creyéndome.

Se puso de uñas otra vez.

-¡¿Te piensas que me chupo el dedo?!

-Es para reproducir la escena.

-Y para dejarme preñada a mí también.

-¡Que se preñó ella sola, coño!

-A ver, Quique, -separó un poquito dos dedos- estás a esto de que saque el zapato y te dé con el tacón para hacerte daño de verdad.

-A ver, tía, si me propaso contigo al tenerte atada, o si no te convenzo, tiempo tendrás para hacer eso, o algo peor. ¿Quieres saber lo que pasó, o no?

-Quiero.

-Échate sobre la cama.

-¡Cómo me dejes preñada, te mato, te resucito y te vuelvo a matar!

Mi tía Begoña era una mujer bonita, de cara, de estatura mediana, morena, de ojos azules, doble, sin ser gorda, de cabello negro, que llevaba en una media melena, de tetas grandes y con un buen culo. Se quitó la chaqueta y se echó sobre la cama. La até de pies y manos, le puse el antifaz para dormir y luego le dije:

-Estando así es como quedó preñada.

Se revolvió como una serpiente.

-¡Cómo me toques...!

No dejé que acabara la amenaza.

-Estando así yo, tía. Natalia me ató y me puso el antifaz para dormir.

La curiosidad hizo presa en ella.

-¿Y qué te hizo?

-Primero me masturbó y me la mamó, después me puso el coño en la boca y siguió masturbándome y mamándomela. Para rematar me montó y me folló. Hizo que me corriera dos veces, y pudiendo quitarla del coño para no quedar preñada, no la quitó, cierto que al soltarme la follé yo y nos corrimos juntos, pero porque ella me pidió que la llenara. Eso fue lo que pasó, tía.

Le eché las manos a una manopla para desatarla. Me dijo:

-No me desates.

-¡¿Quieres que juegue contigo?!

-Sí, tu historia me calentó.

La besé en la punta de la nariz, le besé en el cuello, en el mentón, le lamí las orejas, le di un par de picos en los labios y después le metí la punta de la lengua en la boca, al tiempo que mi mano derecha recorría sus curvas. Sacó su lengua y nos besamos un tiempo. Después le desabotoné la blusa. Quité la navaja del bolsillo, lo metí entre las dos copas y lo corté. Dos tetas grandes con areolas oscuras y tremendos pezones salieron disparadas hacia los lados. Me salió del alma decir:

-¡Vaya tetas!

Se las agarré, las junté y lamí los pezones y las areolas de aquellas esponjosas tetas. Luego se las magreé un rato mientras nos le comíamos las bocas.

Estaba demasiado cachondo como para dejar que gozara ella sola. Me desnudé, y luego le froté la cabeza de la polla en los pezones y en las areolas. Después le junté las tetas y le hice una cubana. Cuando sentí que me iba a correr, se la froté en los labios. Abrió la boca para mamarla, pero se la seguí frotando en los labios. Como no era capaz de mamarla, sacó la lengua y me lamió el glande. La meneé y al rato me corrí en su lengua. Mi tía se tragó la leche de mi corrida.

Mi tía Begoña estaba roja como una adolescente en su primera vez. Me arrodillé entre sus piernas y le levanté la falda hasta la cintura. Cogí la navaja, que había dejado sobre la cama. Corte un lado de sus bragas y la mitad de un bosque de vellos negros quedó al aire. Corté el otro y vi su bosque entero y el río de jugos en sus bragas.

Acerqué mi boca a su coño y le eché el aliento. Su reacción fue gemir y levantar la pelvis. Tenía el glande del clítoris fuera del capuchón. Se lo lamí. Begoña movió el culo alrededor. Dejé mi lengua sobre el glande. Siguió moviendo el culo alrededor y se corrió como una bendita. Sus escandalosos gemidos y sus sacudidas me volvieron a poner la polla tiesa como un palo.

Al acabar de correrse, me eché a lo largo la cama, le levanté el culo y le lamí el ojete, luego se lo folle metiendo y sacando la lengua. Comenzó gemir de nuevo. Al sentir sus gemidos, dejé de follarle el culo con la lengua y pasé a follarle el coño. Mi lengua entró y salió de su coño, cuando ella quiso, pues movía la pelvis de abajo a arriba a su antojo. Moviéndola, le eché las manos a las tetas y se las magreé. Magreándolas, me dijo:

-Aprieta con fuerza mis pezones.

Se los apreté con dos dedos de cada mano y le enterré la lengua en el coño. Mi tía movió la pelvis a toda mecha de abajo a arriba y de arriba a abajo, y explotó:

-¡Me corro!

Se corrió en mi boca sacudiéndose y gimiendo

Con lo últimos espasmos, le abrí el coño con dos dedos y le lamí los labios vaginales. Begoña levantó el culo para que le lamiera el ojete y se lo lamí. Después le metí un dedo en el culo y se lo follé con él mientras le lamía el coño. Algo después ya estaba perra perdida. No lo supe por sus gemidos, lo supe porque me dijo:

-Métemela en el culo.

Tenía los mismos gustos que su hija. Le eché las manos a la cintura, la elevé, y se la metí en el culo, se la metí despacito, y luego, despacito, la follé, hasta qe me dijo:

-¡Duro, dame duro!

Le di a romper y se corrió como una golfa, como una golfa que era.

Después de correrse, limpié la polla con mi calzoncillo. La volví a levantar cogiéndola por la cintura, se la enterré en el coño y le di caña hasta que la vi babeando y a punto de correrse. Le pregunté:

-¿Dónde quieres que me corra, en tu vientre, en tus tetas, o en tu boca?

-En mi tetas, córrete en mis tetas.

Me corrí en sus tetas. Al terminar de correrme me dijo:

-Suéltame, ya me has demostrado que no fue culpa tuya que mi hija quedara preñada.

-¿No deseas correrte más veces?

-No quiero que despierte mi marido y vea que no estoy en casa.

La desaté y salí de la cama. Se limpió la leche de las tetas con las bragas rotas, luego, componiendo la ropa, vio mi polla empalmada, y me preguntó:

-¿No se te baja nunca esa cosa?

-Ante una mujer como tú, no.

-Creo que me voy a quedar media horita más

Salió de la cama. Poniendo cara de gata, se acercó a mí, luego me fue empujando. Al tenerme con la espalda contra la pared, me dijo:

-Por un borracho no voy a perder la oportunidad de comerme un bombón.

Me latió que me había citado para eso, pero no dije nada, lo que hice fue seguirle la corriente.

Me agarró la polla y me masturbó mientras me metía un beso sin lengua de esos que calientan, pero que no mojan. Luego, me lamió y me chupó las mamilas, y después se puso en cuclillas y me mamó la polla, sin manos, las manos cogían mis nalgas y las masajeaban. A continuación me puso cara a la pared, tiró de mi polla hacia atrás y me masturbó. Olió mi ojete profundamente y luego lamió las nalgas y el ojete. Se fue poniendo en pie y fue lamiendo mi espalda. Ya en pie, y mientras se quitaba la blusa y la falda, me besó en el cuello y lamió mis orejas. Al estar desnuda, arrimó ella la espalda a la pared, levantó los brazos y con las palmas de sus manos en la pared, me dijo:

-Cómeme.

Me puse delante de ella y la miré. Sus gruesos labios pintados de rojo me atraían como un imán, sus grandes tetas, que caían por su propio peso, pedían a gritos que las mamara y el vello en sus axilas y en su coño hacía de ella un sueño erótico.

-Va a ser un placer comerte.

Puse mis manos sobre sus manos. La besé en los ojos, le di un pico en los labios, le lamí las orejas, le besé el cuello, le di unos picos y después le pasé la punta de la lengua entre los labios. Abrió la boca, le acaricié la lengua con la mía, se la chupé, y después de unos besos lujuriosos, mis manos dejaron las suyas y agarraron sus esponjosas tetas. Las magreé haciendo movimientos circulares, las lamí, una, la otra, luego las junté y lamí las dos lamiendo su canalillo. Besé sus areolas y después las lamí haciendo movimientos circulares sobre ellas. Lamí sus pezones que se habían puesto duros. Begoña arqueó el cuerpo, echó la cabeza hacia atrás, sus manos tiraron de mi cabello y dijo:

-Sigue comiendo mis tetas que ya me corro.

No la creí, pero seguí lamiendo. Ni diez segundos tardo en decir:

-¡Me corro!

Su cuerpo se sacudió y descargó apretando una pierna contra la otra. Le dije:

-Es una gozada ver tu cara cuando te corres.

Estaba disfrutando y no me oyó.

Al ponerme en cuclillas vi su coño goteando y sus muslos mojados. Le eché las manos a las nalgas y luego lamí su coño de abajo a arriba. Estaba encharcado. Luego lamí su clítoris, lentamente, al tiempo que le magreaba las nalgas como si fueran tetas. Sus gemidos se fueron haciendo más intensos, hasta que un "¡Aaaaa!", acabó con ellos. Sus piernas comenzaron a temblar. La vela se apagó y se corrió en la oscuridad.

Cuando paró de temblar, me levanté, cogí la linterna en el bolsillo del pantalón, la encendí, la puse al lado del candelabro y luego fui a descorrer as cortinas para que entrara en el cuarto la luz de la luna, Begoña, al ver lo que quería hacer, me dijo:

-No las descorras que verán la luz de la linterna desde fuera.

Volví a su lado, la puse cara a la pared, y le pregunté:

¿Como quieres volver correrte ahora?

-Sorpréndeme.

Le besé y le lamí la parte de atrás del cuello, bajé besando y lamiendo su espalda. Luego le separé las nalgas y le lamí el ojete. Mi tía separó las piernas y echó el culo hacia atrás para que le lamiera también el coño, y fue lo que hice, lamer su coño y su culo y meter y sacar mi lengua de su ojete. Cuando me puse en pie ya su cuerpo pedía polla. La agarré por la cintura y le clavé la polla en el coño. La saqué engrasada con sus jugos y se la metí en el culo de un solo puyazo, bueno, puyazo, no fue, ya que se la metí lentamente. Con mi polla entrando y saliendo de su culo, no sé qué le pasó, pero de repente ya no era mi tía, era otra cosa, era como su hija de caliente, pero a lo bestia.

-¡Rompeme el culo, maricón!

Le di a romper, pero no le llegaba.

-¡Me da con más fuerza el picha floja de tu tío.

Le di a romper, y me rompí yo. Sintiendo mi leche derramarse en su coño aún loqueó más.

-¡Nena, que eres una nena!

Yo había parado de darle, pero me siguió dando ella para correrse, y se corrió. Corriéndose, siguió follándome y acabó ordeñándome como si yo fuera una vaca.

Cuando se la saqué, la polla bajó la cabeza. Mi tía, al girarse y verla, no le gustó lo que vio.

-¡Otra picha floja! ¿Y a ti era al que no se le bajaba?

Me gustaba su lado loco, su lado, oscuro, o lo que fuera, pero que me vacilara, no.

-Es la primera vez que me pasa. A lo mejor es porque eres demasiado puta para mí.

Me fui para la cama y me senté en el borde.

Su cara era de loca perdida cando me pregunto:

-¡¿Me has llamado puta?!

-Sí, pero te debí llamar reputa.

Agarró una de las chanclas con piso negro de goma que alguien había puesto debajo de la mesilla de noche que estaba a la izquierd de la cama y se vino hacia mí. Ya no era el zapato, pero en un cuerpo desnudo la chancla debía doler Me puse en pie, le quité la chancla, la eché boca abajo sobre la cama, y le largué yendo de nalga a nalga.

¡A! -¡¡Plassss, plassss!!- Mí! -¡¡Plasssss, plassssss!- ¡No! -¡¡Plassss, plassss!!- ¡Me! ¡¡Plassss, plassss !! -¡Pega! -¡¡Plassss, plassss!!- ¡Ninguna! -¡¡Plassss, plasssss!!- ¡Puta! -!!Plassss, plassss!

En vez de poner el grito en el cielo, me dijo:

-¡Más, dame más, y con más fuerza!

O estaba loca o era masoquista, y me había contagiado algo de lo suyo, pues al calentarle el culo había pillado un empalme brutal.

Le di sin contemplaciones.

-¡¡¡Plassss, plasssss, plassss, plassss...!!!

Cuando deje de darle, se dio la vuelta, se puso a lo largo de la cama estiró los brazos hacia mí, sonrió, y con voz melosa, me dijo:

-Ven aquí y fóllame como si no hubiese un mañana.

Me metí en la cama y me eché encima de ella para follarla, pero volvió la loca, me echo hacia un lado, me montó y me dijo:

-¡Te voy a exprimir, maricón!

Se sentó sobre mi polla, la clavó hasta el fondo del coño, me echo las manos a los pelos y me folló como lo que era en aquel momento, como una loca a la que sus tetas le iban volando de abajo a arriba, de arriba a abajo y alrededor. Poco tardé en decirle:

-¡Sácala que me corro!

No la sacó. Me echó las manos a la garganta y apretó hasta que acabé de correrme dentro de ella. Estaba acabando yo de correrme dentro de su coño cuando descargó ella en mi polla, descargando, dejó de apretarme el cuello, se derrumbó sobre mí, y me dijo al oído:

-Me estoy corriendo en tu polla.

Mirando como se corría oí una voz de hombre.

-¿Los asusto?

Luego oí una voz de mujer.

-¿Y perdernos estos polvos? Ni se te ocurra.

Cando Begoña acabó de correrse, me vio muy serio y me preguntó:

-¿Qué te pasa?

-¿No has oído las voces?

-Yo no oigo nada mientras me corro. ¿Qué voces debía de haber oído?

No la quise asustar.

-Debió de ser el viento.

-Esta noche no hay viento. ¿Seguimos?

-Se me fueron las ganas.

-¡Que flojo eres!

Ya no follamos más, ni esa noche, ni nunca más.
-
 
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