-
La Casa de Los Sustos - Capitulo 001
Se llamaba Natalia, vivía en una casa que estaba a unos cien metros de la mía. Tenía mi misma edad, era mi prima y no me la quitaba de encima. Que iba yo a la tienda a hacer un recado, a la tienda me iba dando la chapa, que iba al cine infantil, allí la tenía a mi lado, pegada como una lapa... Era como mi sombra, a donde fuera yo, allí iba ella.
Al no separarse de mí, tenía que jugar con ella a la comba, a la rayuela, tenía que jugar a juegos de niñas. A ver, cuando éramos niños era normal, pero a medida que fuimos creciendo ya no lo era y me fui alejando de ella.
Unos años después era un pibón. Sus tetas medianas desafiaban a la gravedad con lo tiesas que las tenía, su culo era redondito, sus piernas largas y torneadas, su sonrisa angelical. sus ojos azules eran grandes, y su cabello negro le llegaba a las nalgas.
En las afueras de la aldea, y junto al monte, había una casa de dos pisos que había pertenecido a un cacique, y que ahora estaba abandonada, tan abandonada estaba que la fachada estaba cubierta de enredaderas y se podían ver trepar por ellas, cien pies, lagartos, lagartas y otros bichos. Casi nadie se acercaba a ella porque al cacique y a su querida los habían matado allí el marido de ella y decían que sus fantasmas andaban vagando por la casa.
Aquella mañana, un niño, me había traído una nota en la que leí que si quería experimentar emociones fuertes fuese esa tarde a las cinco a la casa encantada. El niño no me quiso decir quién me mandaba aquella nota y yo tampoco lo forcé a hacerlo.
Yo no creía en fantasmas. Entré en la casa por la puerta de atrás, pues la frontal estaba cerrada con llave. Me sorprendió no ver polvo ni telas de araña. Aquel lugar estaba más limpio que mi casa, y al viejo y a su querida ya hacía más de dos años que el herrero les habían dado pasaporte. Subí al piso de arriba y fui inspeccionando el sitio. En una habitación más grande que las otras me sorprendió lo que vi. Lo que vi fue una cama con un colchón y una sábana por encima. Estaba preparada para atar a alguien de pies y manos y con una mordaza y un antifaz de dormir a los pies. Mirando para unas cadenas que se sujetaban a los pies de la cama, empecé a acojonarme. No creía en los fantasmas, pero. ¿Y si los había?
-Hola, forastero.
Al oír aquella voz de mujer el corazón casi se me sale del pecho. Luego, al girarme y ver a mi prima Natalia, le dije:
-¡Me cago en tu sombra, casi me matas del susto!
Se partió de risa, y partiéndose de risa, se sentó en el borde de la cama.
-Cuántos polvos se debieron echar en esta cama.
Encendí un cigarrillo para ir tranquilizándome. Mi prima, que ese día llevaba el cabello recogido en dos trenzas, siguió hablando.
-¿Sabías que aquí fue donde el herrero mató a su mujer y al cacique?
Aquellas palabras no ayudaban a tranquilizarme, pero le pregunté:
-¿Y tú cómo sabes eso?
-Estuve mirando el día que vino el juez a levantar los cadáveres. La guardia civil abrió la ventana de esta habitación y lo deduje.
-¿Y qué más sabes?
-Que los fantasmas son unos viciosos.
Ya estaba más tranquilo y me salió el lado guasón.
-Sí, y mi polla es un helado de cucurucho.
Natalia abrió el cajón de arriba de la mesilla de noche que estaba al lado derecho de la cama y sacó tres juguetes con forma de polla, uno era un vibrador y las otras dos eran consoladores, uno delgado y el otro grueso. Supe en ese momento que mi prima me había citado para follar.
-¿Para qué crees qué quieren esto, primo?
-¡¿Cómo sabías que estaba eso ahí?!
-Soy vidente.
-Venga, suelta la verdad.
-Ya te he dicho la verdad.
-¡Y una mierda! Esas cosas son tuyas. Tú eres la que limpia la casa, lo que no sé es por qué.
Puso las cartas boca arriba.
-Si te digo el porqué acabamos follando.
No me anduve con rodeos.
-A eso hemos venido. Lo de las emociones fuertes no puede ser otra cosa.
-Y no son. Los juguetes no son míos.
-Pero los usas para darte placer. ¿A qué sí?
Tiró sobre la cama el vibrador y el consolador delgado y se quedó con el consolador gordo en la mano derecha. Mirándome con cara de chica traviesa, me dijo:
-Eres muy curioso.
-Es por si tengo que usarlos. ¿Qué haces con ellos?
-¿Tú qué crees que hago?
-Masturbarte. ¿Te másturbas con uno o con dos?
Mi prima ya se lanzó de cabeza a la piscina.
-A veces uso uno y otras veces uso dos. Cuando uso dos, este que tengo en la mano lo meto e el culo.
-¿No es muy gordo?
-No. El vibrador y el otro consolador los uso para el chocho.
-¿De quién son?
-Te lo diré, pero tienes que prometerme que no se lo dirás a nadie.
Tiré el cigarrillo al piso, lo pisé y luego me senté a su lado.
-Prometido, cuenta.
-Aquí hicieron una noche una película de jodienda y mi madre fue contratada para limpiar la casa durante un mes. Al irse dejaron los amarres, los juguetes, los condones y las cremas que hay en el cajón de la mesilla, será por si hacen otra película, supongo.
-¿Cuándo fue eso?
-La semana pasada.
-Pues supones bien, si le pagaron a tu madre para que limpie durante un mes es porque tienen pensado volver. ¿Y cuándo limpia?
-Por la mañana, muy temprano.
Tiró con el consolador, encendió el vibrador con la mano derecha, acarició con él la palma de la mano izquierda, y me dijo:
-Esta cosa da un placer que no veas.
-¿Te ató alguien en esta cama, Natalia?
-No.
-¿Ya lo has hecho con un hombre?
Sonriendo, me preguntó:
-¿Para qué lo quieres saber?
-Para ir con cuidado, si hace falta
-¿Tan gorda la tienes?
-No, era solo por saber.
-¿Tú ya te has estrenado?
-No.
-¿Por qué me mientes?
-¿Por qué me preguntas por algo que ya sabes? ¿Quién te lo dijo?
-Te vi entrar tres veces por la puerta de atrás de la casa de Pilar, y las tres veces has tardado más de una hora en salir. Su marido está embarcado, hijos no tiene...
Me alarmé.
-¡Ni se te ocurra decírselo a nadie!
-No tenía pensado descubrirte, pero me jodió.
La cogí por la cintura y le di un pico.
-¿Qué te jodió?
-Que fuera ella la primera, y no yo.
-¿No me digas que te celaste?
-Si no me celara no estaba aquí.
-Si hace dos meses que tienes novio y...
-Y son cosas de mi madre, quiere que me case bien, y Roberto es hijo único y...
-Ahora vas a decir que no te gusta.
-No es eso, Roberto está bien, pero él no eres tú.
-Obvio que él no soy yo.
Me eché sobre mi prima. Quise besarla, me hizo la cobra y me dijo:
-Para, qué me vas a dejar inútil.
-No la tengo tan grande.
-Los juguetes son los que me van a romper la columna.
Me quité de encima y ella se quitó el vibrador y los consoladores de debajo de ella.
-Soñé muchas veces con este momento, pero en ninguna de ellas empezaban las cosas tan mal.
-Lo siento.
-No lo sientas y hazlo como es debido.
Saqué los zapatos y me puse a su lado en la cama, le eché la mano derecha a su teta izquierda por encima de su blusa azul. La encontré extremadamente dura y sentí la firmeza del pezón, lo que me dijo que no llevaba sujetador. Me preguntó:
-¿Te gustan más mis tetas o las de Pilar?
-Las tuyas, están más duras.
-Ahora puedes besarme.
-Echa la lengua fuera y déjala colgando.
-¿Para qué?
-Tú échala.
Echó la lengua fuera. Se la lamí con la mía y luego se la chupé.
-Me gustan estos besos cochinos, calientan una barbaridad.
Al rato ya besaba mejor que yo y con más lascivia.
-¿Quieres ver mis tetas?
-Quiero verlas y quiero comerlas.
Se desabotonó la blusa y luego la abrió. Vi sus tetas, mirando hacia el techo, eran como pirámides en miniatura, y tenían pequeñas areolas oscuras y gordos pezones.
-¿Son más bonitas que las de Pilar?
-No hay color, tus tetas son maravillosas.
Se las agarré con las dos manos y le lamí los pezones y las areolas. Fui de una teta a la otra incontables veces, y luego, incontables veces, se las chupé. Mientras le chupaba las tetas se quitó las sandalias y la falda marrón, y cuando dejé de comerle las tetas, se quitó las bragas, luego las cogió con una mano y mirando para los jugos que las empapaban, me dijo:
-Mira lo cachonda que me has puesto.
Le cogí la mano y lamí los jugos de las bragas.
-Están muy ricos.
Se le abrieron los ojos como platos.
-¡Qué travieso eres!
Quité la camisa, me arrodillé entre sus piernas, le levanté el culo y mirando para su coño peludo, le dije:
-Te lo voy a comer hasta que te corras en mi boca.
Lamí su coño de abajo a arriba. Luego, con la lengua fuera y pringada de jugos blanquecinos, se la llevé a la boca para que la lamiera. Puso cara de asco y me hizo la cobra. Bajé a sus tetas. A lamidas le pringué los pezones y las areolas de jugos y después se las mamé y se las magreé un buen rato. Natalia comenzó a gemir. Bajé al pilón, y nunca mejor dicho, ya que allí había agua a joderla. Le abrí las piernas de par en par, le levanté el culo con las dos manos, lamí de abajo a arriba cada vez más rápido y en nada, arqueándose, se corrió en mi boca, diciendo:
-¡Bebe, bebe, bebe!
La corrida fue inmensa, sus jugos se desparramaron por mi lengua, cayeron en mi boca y bajaron hasta la sábana.
Estaba su coño con las últimas contracciones cuando dejé de lamer. Con la lengua fuera y pringada de jugos blanquecinos se la volví a llevar a la boca. Sacó su lengua, lamió la mía y después me la chupó.
-Has hecho de mí una guarra.
Saqué los pantalones, los calcetines y los calzoncillos y luego le puse la polla empalmada en los labios.
-Chupa.
Me hizo una mamada con todas las de la ley... huevos, polla, lamidas, mamadas. Su novio debía de estar encantado con ella. Con la polla dura, cómo una piedra, me volví a arrodillar entre sus piernas. Le volví a abrir las piernas de par en par, le levanté cogiéndola por la cintura y le acerqué la polla al coño. Al sentirla en la entrada de la vagina, me dijo:
-Pilla un condón y lubricante en la mesilla de noche, ponlo y lubrícalo.
Hice lo que me dijo. Luego la puse en la posición de antes y le volví a poner la polla en la entrada de la vagina para metérsela de una estocada. Me dijo:
-En el culo, métemela en el culo.
Con Natalia iba de sorpresa en sorpresa. El ojete lo tenía mojado con los jugos de la corrida. Acerqué la cabeza de la polla a él. Al tocarlo se cerró y se abrió. Era como si el ojete estuviera besando el condón. Se la fui metiendo despacito y viendo como entraba me puse perro perdido, es que la visión no era para menos. Entraba muy apretada, pero causándole placer desde el segundo uno. Al rato le estaba dando caña... Cuando me corrí, Natalia, estaba gozando una cosa mala. Sintiendo como me corría, los ojos se le fueron cerrando y cuando los abrió los tenía en blanco. Su cuerpo se estremeció de placer, tiró de las coletas con fuerza y luego clavó sus uñas en mis nalgas.
Al acabar de correrse se puso a cuatro patas y me dijo:
-Quita ese condón, pon otro, lubrícalo y sigue.
Hice lo que me había dicho y después le pregunté:
-¿Dónde quieres que te la meta?
-En el mismo sitio de antes.
Era una viciosa, y me gustaba que lo fuera. Le eché las manos a las tetas y magreándoselas, le di caña, de menos a más, de más a menos, de menos a más... Le follé así el culo, hasta que me dijo:
-Para.
Paré de follarle el culo. Natalia metió su mano derecha entre las piernas, y masturbándose me folló ella a mí. Su culo fue de delante hacia atrás y de atrás hacia delante a toda mecha, y poco después me decía:
-¡Me corro, me corro, me corro!
Sus nalgas se juntaron, sus piernas comenzaron a temblar. Sus gemidos fueron de loca mientras se corría y su culo apretó mi polla.
Al acabar de gozar me quito el condón y lo tiró al piso, luego me cogió una mano y me la llevó a una de las muñequeras de cuero en la que acababa la cadena.
-¿Qué me quieres hacer?
-Follarte como imaginé en mis pajas.
Dejé que me atara de pies y manos, luego me puso en los ojos el antifaz para dormir. Después se arrodilló entre mis piernas, que estaban abiertas de par en par y frotó con las palmas de las manos los lados de mi polla empalmada. A continuación se sentó sobre mi pierna derecha y frotó su coño mojado contra ella, al tiempo que me acariciaba la polla con la mano izquierda. Al dejar de frotarse, me puso el coño en la boca e hizo un 69. Cuando ya estaba cachonda, me quitó el coño de la boca, agarró la polla, la puso en la entrada de la vagina, y bajando su redondo culo la metió hasta el fondo del coño. Después me folló con ganas atrasadas, o sea, con saña, a coñazo limpio. Ni un minuto tardé en decirle:
-¡Quítala, quítala que me voy a correr!
No la quitó. Al empezar a sentir mi leche dentro de su coño, se quedó quieta. La muy falsa me había atado para eso, para que la dejara preñada.
Cuando acabé de llenarle el coño de leche, me dijo:
-Quiero más leche tuya.
No me gustaba aquello, bueno, correrme, sí, pero dejarla preñada, no. Le dije:
-¡Y una mierda! Como no quedaras preñada ya no quedas, no me voy a correr otra vez.
Me siguió follando. Yo quería que la polla se me bajara, pero mi polla andaba a su bola y cada vez se ponía más dura. Como una piedra se puso cuando Natalia la bañó con una espectacular corrida. El baño y los apretones que le dio su vagina hicieron que me volviera a correr. Con la voz entrecortada y entre gemidos, dijo:
-Así, así, préñame, préñame.
Le llené el coño con una corrida demencial, una corrida de esas que dejan los coños echando por fuera.
Aún no se había quedado tranquila. Sin quitar la polla del coño, se inclinó y me puso la lengua entre los labios. Aparté la cabeza y se cabreó.
-¿Esas tenemos?
Me sacó el antifaz de dormir de los ojos para que viera como sus tetas se iban acercando a mi boca. Le dije:
-No te las voy a mamar.
Me pasó los pezones entre los labios.
-Saca la lengua y lame.
Giré la cabeza para que no se saliera con la suya. Me la puso en su sitio de una bofetada.
-Chupa o te hincho a hostias.
No me gustó que me tocara la cara.
-No voy a chupar, puta.
-Chupa, cabrón, chupa, o chupas.
-Que no voy a chupar, zorra.
Agarró la teta con la mano derecha, me dio una sonora bofetada con la mano izquierda, y me dijo:
-¡Mama, hostia!
Aquella fiera no era mi prima, y si lo era, estaba poseída por algo, o por alguien. La casa tenía que estar encantada tal y como decían. No me quedó más remedio que mamar. Mi polla volvió a ir a su bola. A ver si yo también estaba poseído.
Cuando se hartó de que le mamara las tetas, cogió el vibrador, lo encendió y me lo pasó por el ojete. Mi polla cogió el mal de san Víctor y empezó a echar aguadilla sin parar. A mí se me nota mucho cuando me voy a correr, y cuando ella lo notó, se sentó en mi polla, movió el culo alrededor y recibió lo que había estado buscando, una corrida como un mundo.
-
La Casa de Los Sustos - Capitulo 001
Se llamaba Natalia, vivía en una casa que estaba a unos cien metros de la mía. Tenía mi misma edad, era mi prima y no me la quitaba de encima. Que iba yo a la tienda a hacer un recado, a la tienda me iba dando la chapa, que iba al cine infantil, allí la tenía a mi lado, pegada como una lapa... Era como mi sombra, a donde fuera yo, allí iba ella.
Al no separarse de mí, tenía que jugar con ella a la comba, a la rayuela, tenía que jugar a juegos de niñas. A ver, cuando éramos niños era normal, pero a medida que fuimos creciendo ya no lo era y me fui alejando de ella.
Unos años después era un pibón. Sus tetas medianas desafiaban a la gravedad con lo tiesas que las tenía, su culo era redondito, sus piernas largas y torneadas, su sonrisa angelical. sus ojos azules eran grandes, y su cabello negro le llegaba a las nalgas.
En las afueras de la aldea, y junto al monte, había una casa de dos pisos que había pertenecido a un cacique, y que ahora estaba abandonada, tan abandonada estaba que la fachada estaba cubierta de enredaderas y se podían ver trepar por ellas, cien pies, lagartos, lagartas y otros bichos. Casi nadie se acercaba a ella porque al cacique y a su querida los habían matado allí el marido de ella y decían que sus fantasmas andaban vagando por la casa.
Aquella mañana, un niño, me había traído una nota en la que leí que si quería experimentar emociones fuertes fuese esa tarde a las cinco a la casa encantada. El niño no me quiso decir quién me mandaba aquella nota y yo tampoco lo forcé a hacerlo.
Yo no creía en fantasmas. Entré en la casa por la puerta de atrás, pues la frontal estaba cerrada con llave. Me sorprendió no ver polvo ni telas de araña. Aquel lugar estaba más limpio que mi casa, y al viejo y a su querida ya hacía más de dos años que el herrero les habían dado pasaporte. Subí al piso de arriba y fui inspeccionando el sitio. En una habitación más grande que las otras me sorprendió lo que vi. Lo que vi fue una cama con un colchón y una sábana por encima. Estaba preparada para atar a alguien de pies y manos y con una mordaza y un antifaz de dormir a los pies. Mirando para unas cadenas que se sujetaban a los pies de la cama, empecé a acojonarme. No creía en los fantasmas, pero. ¿Y si los había?
-Hola, forastero.
Al oír aquella voz de mujer el corazón casi se me sale del pecho. Luego, al girarme y ver a mi prima Natalia, le dije:
-¡Me cago en tu sombra, casi me matas del susto!
Se partió de risa, y partiéndose de risa, se sentó en el borde de la cama.
-Cuántos polvos se debieron echar en esta cama.
Encendí un cigarrillo para ir tranquilizándome. Mi prima, que ese día llevaba el cabello recogido en dos trenzas, siguió hablando.
-¿Sabías que aquí fue donde el herrero mató a su mujer y al cacique?
Aquellas palabras no ayudaban a tranquilizarme, pero le pregunté:
-¿Y tú cómo sabes eso?
-Estuve mirando el día que vino el juez a levantar los cadáveres. La guardia civil abrió la ventana de esta habitación y lo deduje.
-¿Y qué más sabes?
-Que los fantasmas son unos viciosos.
Ya estaba más tranquilo y me salió el lado guasón.
-Sí, y mi polla es un helado de cucurucho.
Natalia abrió el cajón de arriba de la mesilla de noche que estaba al lado derecho de la cama y sacó tres juguetes con forma de polla, uno era un vibrador y las otras dos eran consoladores, uno delgado y el otro grueso. Supe en ese momento que mi prima me había citado para follar.
-¿Para qué crees qué quieren esto, primo?
-¡¿Cómo sabías que estaba eso ahí?!
-Soy vidente.
-Venga, suelta la verdad.
-Ya te he dicho la verdad.
-¡Y una mierda! Esas cosas son tuyas. Tú eres la que limpia la casa, lo que no sé es por qué.
Puso las cartas boca arriba.
-Si te digo el porqué acabamos follando.
No me anduve con rodeos.
-A eso hemos venido. Lo de las emociones fuertes no puede ser otra cosa.
-Y no son. Los juguetes no son míos.
-Pero los usas para darte placer. ¿A qué sí?
Tiró sobre la cama el vibrador y el consolador delgado y se quedó con el consolador gordo en la mano derecha. Mirándome con cara de chica traviesa, me dijo:
-Eres muy curioso.
-Es por si tengo que usarlos. ¿Qué haces con ellos?
-¿Tú qué crees que hago?
-Masturbarte. ¿Te másturbas con uno o con dos?
Mi prima ya se lanzó de cabeza a la piscina.
-A veces uso uno y otras veces uso dos. Cuando uso dos, este que tengo en la mano lo meto e el culo.
-¿No es muy gordo?
-No. El vibrador y el otro consolador los uso para el chocho.
-¿De quién son?
-Te lo diré, pero tienes que prometerme que no se lo dirás a nadie.
Tiré el cigarrillo al piso, lo pisé y luego me senté a su lado.
-Prometido, cuenta.
-Aquí hicieron una noche una película de jodienda y mi madre fue contratada para limpiar la casa durante un mes. Al irse dejaron los amarres, los juguetes, los condones y las cremas que hay en el cajón de la mesilla, será por si hacen otra película, supongo.
-¿Cuándo fue eso?
-La semana pasada.
-Pues supones bien, si le pagaron a tu madre para que limpie durante un mes es porque tienen pensado volver. ¿Y cuándo limpia?
-Por la mañana, muy temprano.
Tiró con el consolador, encendió el vibrador con la mano derecha, acarició con él la palma de la mano izquierda, y me dijo:
-Esta cosa da un placer que no veas.
-¿Te ató alguien en esta cama, Natalia?
-No.
-¿Ya lo has hecho con un hombre?
Sonriendo, me preguntó:
-¿Para qué lo quieres saber?
-Para ir con cuidado, si hace falta
-¿Tan gorda la tienes?
-No, era solo por saber.
-¿Tú ya te has estrenado?
-No.
-¿Por qué me mientes?
-¿Por qué me preguntas por algo que ya sabes? ¿Quién te lo dijo?
-Te vi entrar tres veces por la puerta de atrás de la casa de Pilar, y las tres veces has tardado más de una hora en salir. Su marido está embarcado, hijos no tiene...
Me alarmé.
-¡Ni se te ocurra decírselo a nadie!
-No tenía pensado descubrirte, pero me jodió.
La cogí por la cintura y le di un pico.
-¿Qué te jodió?
-Que fuera ella la primera, y no yo.
-¿No me digas que te celaste?
-Si no me celara no estaba aquí.
-Si hace dos meses que tienes novio y...
-Y son cosas de mi madre, quiere que me case bien, y Roberto es hijo único y...
-Ahora vas a decir que no te gusta.
-No es eso, Roberto está bien, pero él no eres tú.
-Obvio que él no soy yo.
Me eché sobre mi prima. Quise besarla, me hizo la cobra y me dijo:
-Para, qué me vas a dejar inútil.
-No la tengo tan grande.
-Los juguetes son los que me van a romper la columna.
Me quité de encima y ella se quitó el vibrador y los consoladores de debajo de ella.
-Soñé muchas veces con este momento, pero en ninguna de ellas empezaban las cosas tan mal.
-Lo siento.
-No lo sientas y hazlo como es debido.
Saqué los zapatos y me puse a su lado en la cama, le eché la mano derecha a su teta izquierda por encima de su blusa azul. La encontré extremadamente dura y sentí la firmeza del pezón, lo que me dijo que no llevaba sujetador. Me preguntó:
-¿Te gustan más mis tetas o las de Pilar?
-Las tuyas, están más duras.
-Ahora puedes besarme.
-Echa la lengua fuera y déjala colgando.
-¿Para qué?
-Tú échala.
Echó la lengua fuera. Se la lamí con la mía y luego se la chupé.
-Me gustan estos besos cochinos, calientan una barbaridad.
Al rato ya besaba mejor que yo y con más lascivia.
-¿Quieres ver mis tetas?
-Quiero verlas y quiero comerlas.
Se desabotonó la blusa y luego la abrió. Vi sus tetas, mirando hacia el techo, eran como pirámides en miniatura, y tenían pequeñas areolas oscuras y gordos pezones.
-¿Son más bonitas que las de Pilar?
-No hay color, tus tetas son maravillosas.
Se las agarré con las dos manos y le lamí los pezones y las areolas. Fui de una teta a la otra incontables veces, y luego, incontables veces, se las chupé. Mientras le chupaba las tetas se quitó las sandalias y la falda marrón, y cuando dejé de comerle las tetas, se quitó las bragas, luego las cogió con una mano y mirando para los jugos que las empapaban, me dijo:
-Mira lo cachonda que me has puesto.
Le cogí la mano y lamí los jugos de las bragas.
-Están muy ricos.
Se le abrieron los ojos como platos.
-¡Qué travieso eres!
Quité la camisa, me arrodillé entre sus piernas, le levanté el culo y mirando para su coño peludo, le dije:
-Te lo voy a comer hasta que te corras en mi boca.
Lamí su coño de abajo a arriba. Luego, con la lengua fuera y pringada de jugos blanquecinos, se la llevé a la boca para que la lamiera. Puso cara de asco y me hizo la cobra. Bajé a sus tetas. A lamidas le pringué los pezones y las areolas de jugos y después se las mamé y se las magreé un buen rato. Natalia comenzó a gemir. Bajé al pilón, y nunca mejor dicho, ya que allí había agua a joderla. Le abrí las piernas de par en par, le levanté el culo con las dos manos, lamí de abajo a arriba cada vez más rápido y en nada, arqueándose, se corrió en mi boca, diciendo:
-¡Bebe, bebe, bebe!
La corrida fue inmensa, sus jugos se desparramaron por mi lengua, cayeron en mi boca y bajaron hasta la sábana.
Estaba su coño con las últimas contracciones cuando dejé de lamer. Con la lengua fuera y pringada de jugos blanquecinos se la volví a llevar a la boca. Sacó su lengua, lamió la mía y después me la chupó.
-Has hecho de mí una guarra.
Saqué los pantalones, los calcetines y los calzoncillos y luego le puse la polla empalmada en los labios.
-Chupa.
Me hizo una mamada con todas las de la ley... huevos, polla, lamidas, mamadas. Su novio debía de estar encantado con ella. Con la polla dura, cómo una piedra, me volví a arrodillar entre sus piernas. Le volví a abrir las piernas de par en par, le levanté cogiéndola por la cintura y le acerqué la polla al coño. Al sentirla en la entrada de la vagina, me dijo:
-Pilla un condón y lubricante en la mesilla de noche, ponlo y lubrícalo.
Hice lo que me dijo. Luego la puse en la posición de antes y le volví a poner la polla en la entrada de la vagina para metérsela de una estocada. Me dijo:
-En el culo, métemela en el culo.
Con Natalia iba de sorpresa en sorpresa. El ojete lo tenía mojado con los jugos de la corrida. Acerqué la cabeza de la polla a él. Al tocarlo se cerró y se abrió. Era como si el ojete estuviera besando el condón. Se la fui metiendo despacito y viendo como entraba me puse perro perdido, es que la visión no era para menos. Entraba muy apretada, pero causándole placer desde el segundo uno. Al rato le estaba dando caña... Cuando me corrí, Natalia, estaba gozando una cosa mala. Sintiendo como me corría, los ojos se le fueron cerrando y cuando los abrió los tenía en blanco. Su cuerpo se estremeció de placer, tiró de las coletas con fuerza y luego clavó sus uñas en mis nalgas.
Al acabar de correrse se puso a cuatro patas y me dijo:
-Quita ese condón, pon otro, lubrícalo y sigue.
Hice lo que me había dicho y después le pregunté:
-¿Dónde quieres que te la meta?
-En el mismo sitio de antes.
Era una viciosa, y me gustaba que lo fuera. Le eché las manos a las tetas y magreándoselas, le di caña, de menos a más, de más a menos, de menos a más... Le follé así el culo, hasta que me dijo:
-Para.
Paré de follarle el culo. Natalia metió su mano derecha entre las piernas, y masturbándose me folló ella a mí. Su culo fue de delante hacia atrás y de atrás hacia delante a toda mecha, y poco después me decía:
-¡Me corro, me corro, me corro!
Sus nalgas se juntaron, sus piernas comenzaron a temblar. Sus gemidos fueron de loca mientras se corría y su culo apretó mi polla.
Al acabar de gozar me quito el condón y lo tiró al piso, luego me cogió una mano y me la llevó a una de las muñequeras de cuero en la que acababa la cadena.
-¿Qué me quieres hacer?
-Follarte como imaginé en mis pajas.
Dejé que me atara de pies y manos, luego me puso en los ojos el antifaz para dormir. Después se arrodilló entre mis piernas, que estaban abiertas de par en par y frotó con las palmas de las manos los lados de mi polla empalmada. A continuación se sentó sobre mi pierna derecha y frotó su coño mojado contra ella, al tiempo que me acariciaba la polla con la mano izquierda. Al dejar de frotarse, me puso el coño en la boca e hizo un 69. Cuando ya estaba cachonda, me quitó el coño de la boca, agarró la polla, la puso en la entrada de la vagina, y bajando su redondo culo la metió hasta el fondo del coño. Después me folló con ganas atrasadas, o sea, con saña, a coñazo limpio. Ni un minuto tardé en decirle:
-¡Quítala, quítala que me voy a correr!
No la quitó. Al empezar a sentir mi leche dentro de su coño, se quedó quieta. La muy falsa me había atado para eso, para que la dejara preñada.
Cuando acabé de llenarle el coño de leche, me dijo:
-Quiero más leche tuya.
No me gustaba aquello, bueno, correrme, sí, pero dejarla preñada, no. Le dije:
-¡Y una mierda! Como no quedaras preñada ya no quedas, no me voy a correr otra vez.
Me siguió follando. Yo quería que la polla se me bajara, pero mi polla andaba a su bola y cada vez se ponía más dura. Como una piedra se puso cuando Natalia la bañó con una espectacular corrida. El baño y los apretones que le dio su vagina hicieron que me volviera a correr. Con la voz entrecortada y entre gemidos, dijo:
-Así, así, préñame, préñame.
Le llené el coño con una corrida demencial, una corrida de esas que dejan los coños echando por fuera.
Aún no se había quedado tranquila. Sin quitar la polla del coño, se inclinó y me puso la lengua entre los labios. Aparté la cabeza y se cabreó.
-¿Esas tenemos?
Me sacó el antifaz de dormir de los ojos para que viera como sus tetas se iban acercando a mi boca. Le dije:
-No te las voy a mamar.
Me pasó los pezones entre los labios.
-Saca la lengua y lame.
Giré la cabeza para que no se saliera con la suya. Me la puso en su sitio de una bofetada.
-Chupa o te hincho a hostias.
No me gustó que me tocara la cara.
-No voy a chupar, puta.
-Chupa, cabrón, chupa, o chupas.
-Que no voy a chupar, zorra.
Agarró la teta con la mano derecha, me dio una sonora bofetada con la mano izquierda, y me dijo:
-¡Mama, hostia!
Aquella fiera no era mi prima, y si lo era, estaba poseída por algo, o por alguien. La casa tenía que estar encantada tal y como decían. No me quedó más remedio que mamar. Mi polla volvió a ir a su bola. A ver si yo también estaba poseído.
Cuando se hartó de que le mamara las tetas, cogió el vibrador, lo encendió y me lo pasó por el ojete. Mi polla cogió el mal de san Víctor y empezó a echar aguadilla sin parar. A mí se me nota mucho cuando me voy a correr, y cuando ella lo notó, se sentó en mi polla, movió el culo alrededor y recibió lo que había estado buscando, una corrida como un mundo.
-