La camarera

fisico_cr

Virgen
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Mar 10, 2009
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San Jose, Costa Rica
La camarera Cuando acepté ese puesto de camarera en la empresa de catering, sólo pensé que era una buena oportunidad para poder pagar mis estudios en la universidad. No estaba mal: trabajaba sólo los fines de semana, asÃ* que podÃ*a acudir a todas las clases y el sueldo me daba para comprar algunos caprichos.

La mayorÃ*a de las fiestas a las que iba eran comidas o cenas de negocios, en las que casi siempre habÃ*a algún gordo baboso que se creÃ*a con el derecho, sólo porque estabas allÃ* sirviendo copas, de tocarte el culo o hacerte proposiciones de lo más ordinarias.

Pero el dÃ*a que me tocó atender un servicio yo sola, todo cambió. Estaba bastante nerviosa, ya que siempre Ã*bamos dos o tres personas para ocuparnos de todo. Ese dÃ*a fue diferente: me dijeron en la empresa que cuando llegara a la casa en cuestión, la comida y las bebidas ya estarÃ*an allÃ*, y que yo sólo me tenÃ*a que ocupar de servir las copas.

Cuando llamé a la puerta, me abrió una mujer muy elegante, vestida con pantalones de cuero muy ajustados y un top, también de cuero, que le realzaba los senos. Me quedé bastante sorprendida ya que, en las fiestas a las que habÃ*a ido a servir, nunca habÃ*a visto nada asÃ*.

- Buenas noches, dije, me envÃ*an de la empresa de catering.

La mujer, mirándome de arriba a abajo con gesto aprobador, me hizo pasar. Aunque yo llevaba el uniforme de camarera de la empresa, pantalón y camisa negros, la dueña de la casa me hizo pasar a la cocina diciendo:

- Espero que no te moleste, pero me gustarÃ*a que te pusieras otro uniforme que ya tengo preparado para ti. Está en el cuarto de baño del servicio. Como ves, todo está listo. Sólo tienes que cambiarte y ocuparte de servir las bebidas y de que las invitadas estén bien atendidas. Una cosa más: dentro de una hora tendremos una actuación; quiero que te quedes en el salón, al fondo para que las invitadas puedan disfrutar del espectáculo.

Y se marchó dejándome sola en la cocina. Bueno, pensé recordando cómo habÃ*a recalcado la palabra invitadas, por lo menos no habrá ningún cerdo que quiera meterme mano.

Pasé al cuarto de baño para cambiarme el uniforme, que era uno de esos vestidos negros de servicio con una minifalda muy corta y una blusa ajustada con escote bastante pronunciado. Me sentÃ*a un poco incómoda, pero habÃ*a que ganarse el sueldo.

Cuando salÃ* al salón con la primera bandeja de copas de champán, me quedé de piedra: en aquella fiesta habrÃ*a como unas quince mujeres casi todas vestidas de cuero. Sin perder la compostura e intentando no mostrar mi sorpresa, me armé de valor, puse mi mejor sonrisa, y empecé a servir.

Notaba todas las miradas de las mujeres puestas en mÃ* y debo decir que no me molestaba en absoluto. Después de varios viajes a la cocina, anunciaron que la actuación iba a comenzar. Me quedé en el fondo del salón, como me habÃ*an dicho, y apagaron las luces.

Me quedé helada cuando dos mujeres aparecieron. Una de ellas iba vestida exactamente como la que me habÃ*a abierto la puerta, y la otra, que llevaba las muñecas esposadas, con el mismo uniforme que me habÃ*an dado.

La que iba vestida de cuero llevó a la otra hasta el centro del escenario, elevó sus brazos por encima de su cabeza, y colgó las esposas en una especie de gancho que colgaba desde el techo. Se colocó detrás de ella y empezaron a besarse. Yo estaba como paralizada. Nunca habÃ*a visto nada parecido, pero me gustaba.

Las manos de la que estaba detrás empezaron a acariciarle las tetas por encima de la blusa. La música que pusieron no estaba muy alta, asÃ* que se podÃ*an escuchar los suspiros y gemidos que la otra daba. De un golpe, le abrió la blusa, dejando a la vista sus bonitos pechos. Comenzó a pellizcarle los pezones, mientras sus lenguas se enroscaban como serpientes.

Después de un rato jugando con sus tetas, le arrancó la falda de un tirón. No llevaba bragas, asÃ* que su coño quedó a la vista de todas. Ahora la mano de la de atrás iba bajando por su vientre, hasta llegar a él. Yo no podÃ*a apartar la mirada de aquél espectáculo, sintiéndome cada vez más excitada.

De repente, noté que alguien se ponÃ*a detrás de mÃ*, acercó sus labios a mi oreja y me dijo:

- No te vuelvas. Sigue mirando.

ParecÃ*a que estaba viviendo lo que sucedÃ*a en el escenario. Mientras veÃ*a cómo allÃ* la mujer le acariciaba el coño a la otra con sus dedos, la que estaba detrás de mÃ* se apoderaba de mis tetas pellizcándome suavemente los pezones a través de la tela de la blusa.

SentÃ*a su respiración agitada en mi oreja, lo que me excitaba aún más. Notaba la humedad en mi coño, y luchaba para no dejar escapar ningún gemido de mi boca.

La mujer del escenario se separó de la otra, se puso a su lado, bajó la cremallera de su pantalón y sacó un enorme dildo que empezó a acariciar con suavidad de arriba a abajo, mientras la otra miraba cómo se masturbaba.

SentÃ* cómo la que estaba detrás de mÃ* hacÃ*a descender una de las manos hacia mi coño, la metió por debajo de la falda y empezó a acariciarme por encima de las bragas.

- Esto te pone cachonda, ¿no?, me dijo.

Yo ya no podÃ*a más. La combinación de ver ese espectáculo mientras me tocaban me estaba poniendo a cien. Sus dedos apartaron la braga hacia un lado y empezó a recorrer mi coño, que ya estaba muy mojado. Mientras, la mujer del escenario descolgó a la otra del gancho y la hizo arrodillarse para que le chupara la polla.

Ahora gemÃ*an las dos y los dedos en mi coño se movÃ*an cada vez más deprisa. La mujer del dildo se separó de la otra y se puso detrás de ella. La agarró de las caderas y pude ver cómo la penetraba por detrás. Yo ya estaba a punto de correrme.

- ¿Te gustarÃ*a que te follaran asÃ*?, me preguntó.

No podÃ*a responder, porque pensaba que si abrÃ*a la boca iba a empezar a gritar de placer. AsÃ* que me lo preguntó de nuevo. Sólo puede asentir con la cabeza. Introdujo uno de sus dedos en mi coño, luego otro, follándome lentamente y añadió:

- Si haces lo que te pidamos, tendrás lo que quieres. ¿Nos vas a servir a todas?

Sin pensármelo dos veces le dije que sÃ*. Las mujeres que tenÃ*a en frente comenzaron a moverse más deprisa. Mis ojos no se apartaban de esa polla que entraba y salÃ*a. Sus gritos y gemidos llenaban el salón. De repente, la mujer que estaba detrás de mÃ* sacó sus dedos de mi coño y se alejó justo antes ver cómo las del escenario tenÃ*an un sonoro orgasmo.

El espectáculo habÃ*a acabado y yo intentaba poner en orden mi ropa y mis pensamientos, mientras las luces se encendÃ*an. Sin darme tiempo a reflexionar sobre lo que acababa de suceder, la que me abrió la puerta se dirigió al centro del salón y dijo:

- Chicas, me acaban de comunicar que la camarera de esta noche está dispuesta a servirnos a todas. AsÃ* que no os cortéis y pedidle lo que queráis.

Hubo gritos y aplausos. CreÃ*a que me morÃ*a de vergüenza. ¿Cómo habÃ*a permitido que la situación llegara tan lejos? Era demasiado tarde para escapar. Por otra parte, me habÃ*an dejado a medias, y sólo querÃ*a que me follaran.

TÃ*midamente comencé a servir copas de nuevo. No me atrevÃ*a a mirar a nadie a la cara. Cuando pasé con la bandeja por delante del sofá, una de las mujeres que estaba sentada me dijo:

- Chúpamela.

Y se sacó un enorme dildo de su pantalón. Dejé la bandeja encima de una mesa, me arrodillé delante de ella y empecé a recorrer su polla con mi lengua, deteniéndome en la punta. Con una mano la agarré de la base y empecé a masturbarla, mientras me introducÃ*a la parte de arriba en la boca, chupándola con fuerza.

Vi cómo otra de las mujeres se le acercaba por detrás del sofá, la besaba en la boca y le desabrochaba el sujetador para sobarle los pezones, lo que me ponÃ*a más cachonda. OÃ*a sus gemidos y apoyó una de sus manos en mi cabeza mientras me decÃ*a que siguiera chupándola.

Cuando se corrió, no sabÃ*a qué hacer. Ellas seguÃ*an besándose, pero yo estaba allÃ* de rodillas esperando algo... que no llegaba. ComprendÃ* que tenÃ*a que seguir con mi trabajo, asÃ* que me puse de pie, cogÃ* la bandeja, y comencé a recorrer el salón de nuevo.

Me temblaban las rodillas, pero la situación era tan excitante que tenÃ*a que seguir. Otra de las mujeres, que estaba sentada en un sillón y sólo llevaba puestas unas botas de cuero, me pidió que le acercara un trozo de tarta.

Cuando estaba delante de ella, me puse tan nerviosa que tropecé y la tarta le cayó encima de la bota.

- Mira lo que has hecho. Ahora tendrás que limpiarla.

Yo miraba a mi alrededor buscando una servilleta, pero ella me dijo:

- ¿Qué buscas? LÃ*mpialo con la lengua.

AsÃ* que me puse de rodillas de nuevo y empecé a quitarle la nata de la bota con mi lengua. Ella separó las piernas, llevó uno de sus dedos hacia su coño y comenzó a masturbarse mientras me miraba. Alguien le puso nata a lo largo de sus piernas hasta los muslos. Yo ya sabÃ*a que lo tenÃ*a que limpiar todo.

Ya habÃ*a llegado a la altura del muslo y a mi lado estaba esa mano frotando el coño como una loca. Yo querÃ*a tocarla, lamerla, pero sabÃ*a que no podÃ*a hasta que no me lo ordenaran. Después de unos segundos que me parecieron interminables, la mujer me agarró la cabeza y la dirigió hacia su coño, apretándome contra él.

Yo la lamÃ*a, la chupaba mientras ella golpeaba su coño contra mi cara. Mis labios se apoderaron de su clÃ*toris succionándolo con fuerza hasta que, entre gritos, se corrió en mi boca.

Como antes, me puse de pie dispuesta a seguir. Me limpié la cara de sus flujos, cogÃ* la bandeja y continué. Mis piernas casi no me respondÃ*an, de lo cachonda que estaba. Notaba el pulso latiendo en mi clÃ*toris, que parecÃ*a que iba a estallar.

Pasaron unos minutos y, cuando yo pensaba que ya todo se habÃ*a acabado, sintiéndome un poco decepcionada, otra de las mujeres dijo:

- Ponedla encima de una mesa y quitadle las bragas.

Dos de las mujeres me cogieron, una por cada lado, y me sentaron encima de una mesa. Me quitaron las bragas, me subieron la falda hasta la cintura, y me separaron las piernas. Mi coño estaba a la vista de todo el mundo.

La que estaba enfrente de mÃ* se acercó hacia la mesa, se quitó la minifalda y vi que lo que llevaba debajo era un dildo sujeto a un arnés de cuero. Lo agarró con una de sus manos y empezó a masturbarse, como lo habÃ*a hecho antes la mujer del escenario, mientras miraba fijamente mi coño y se relamÃ*a.

Las que me tenÃ*an agarrada por los lados comenzaron a desabrocharme la blusa y el sujetador, liberando mis tetas. Empezaron a sobármelas y a pellizcarme los pezones. Yo seguÃ*a mirando la polla de la que se masturbaba. QuerÃ*a que me follara.

Como si me hubiera leÃ*do el pensamiento, una me preguntó:

- Te gustarÃ*a que te follara, ¿verdad? Tendrás que esperar un poco más. Queremos oÃ*r cómo gritas de placer.

Comencé a gemir, a suplicar que me follaran, pero esas mujeres estaban dispuestas a seguir torturándome de aquella forma tan dulce.

La que se masturbaba dijo, cuando estaba a punto de correrse:

- Mirad, está chorreando.

AsÃ* era. De mi coño no paraban de salir fluidos, y yo notaba cómo resbalaban hacia la mesa.

Con un grito, aquella mujer tuvo un orgasmo y, como habÃ*a sucedido antes, todas se alejaron dejándome sola.

Ya no tenÃ*a voluntad. Me puse de pie, con la blusa desabrochada, las tetas al aire y, con la mirada perdida, intentaba recordar dónde habÃ*a puesto la bandeja.

Nuevamente, una de las mujeres me dijo que me acercara y me arrodillara. Fui hacia ella como una autómata, mientras se sacaba una de esas pollas del pantalón. Desesperada, me arrojé a ella chupándola con fuerza, como si con ello pudiera apagar el fuego y el deseo que tenÃ*a dentro.

Me estremecÃ* cuando noté una mano que levantaba mi falda por detrás y se introducÃ*a entre mis piernas. Unos dedos jugaban con mi clÃ*toris y se impregnaban de mis jugos. Mientras seguÃ*a chupando esa polla, los dedos se deslizaron hacia atrás y sentÃ* cómo uno de ellos se introducÃ*a en mi culo y otro en mi coño.

GemÃ* de placer. Nunca habÃ*a experimentado nada semejante. Aquellos dedos entraban y salÃ*an, proporcionándome un gusto tremendo.

Luego se retiró, dejándome a medias de nuevo. SentÃ* una desesperación sin igual. No querÃ*a que pararan, querÃ*a que me follaran una y otra vez. Que me penetraran con una de esas pollas hasta que mi deseo quedara satisfecho. Me agarré con fuerza a los muslos de la que estaba de pie sin dejar de succionar el dildo, como suplicándole que me poseyera.

De repente, noté cómo alguien se ponÃ*a detrás de mÃ* otra vez, me sujetaba de las caderas y empezaba a meterme algo por el coño. Por fin me iban a follar. Pero, a la vez, habÃ*a algo que intentaba penetrar en mi culo. ¡Me iban a follar con dos dildos! De un golpe, los introdujo en mi interior. Estaba tan mojada que se deslizaron dentro de mÃ* sin problemas.

Lancé un gemido que me salió de lo más profundo de mis entrañas. Más que un gemido fue una especie de gruñido. Estaba siendo penetrada por todos los agujeros. Ya no podÃ*a ni moverme, ensartada como estaba, asÃ* que eran ellas las que movÃ*an sus caderas, metiendo y sacando sus pollas de mi culo, mi coño, mi boca... cada vez más rápido.

La cabeza me daba vueltas. Sólo era consciente del placer que me estaban dando y no querÃ*a que terminara. Alguien se debió tumbar debajo de mÃ*, porque sentÃ* cómo unos labios se apoderaban de mi clÃ*toris y me lo empezaban a succionar.

Aquello fue demasiado. Esas pollas dentro de mÃ*, los gemidos que llenaban la habitación, el movimiento de sus caderas, la lengua recorriendo en cÃ*rculos mi clÃ*toris, que estaba cada vez más hinchado... Cuando me lo succionó otra vez mientras me seguÃ*an follando por delante y por detrás, todo mi cuerpo empezó a temblar, las manos ya no me sujetaban, sentÃ*a cómo se aproximaba un descomunal orgasmo... Hasta que exploté. Me corrÃ* como una loca, gritando, moviéndome lo más que podÃ*a (que no era mucho), sintiendo los músculos de mi coño y de mi culo contrayéndose por los orgasmos... Los espasmos me duraron un buen rato y creo que perdÃ* el conocimiento porque cuando abrÃ* los ojos, me encontré sola en la habitación, tumbada en el sofá y con los dos dildos todavÃ*a dentro.

Tardé un poco en reaccionar y, con una mezcla de vergüenza y placer al recordar lo sucedido, me saqué esas pollas que me habÃ*an dado tanto gusto. En ese momento, se abrió la puerta y entró la mujer que me recibió al principio.

- Vaya, parece que te lo has pasado bien.

Se sentó a mi lado, mirándome fijamente. Yo no podÃ*a levantar la vista. TodavÃ*a tenÃ*a la camisa abierta, el pelo revuelto... y seguÃ*a cachonda. Ella lo debió notar, porque me agarró la cara con las manos y me besó en la boca mientras acercaba su cuerpo al mÃ*o y mis manos comenzaron a arrancarle la ropa.

Estuvimos follándonos y comiéndonos toda la noche hasta quedar exhaustas. Cuando me desperté por la mañana (creo que sólo pasaron un par de horas) no habÃ*a nadie en la casa, asÃ* que me puse mi ropa y me marché a casa a descansar. Me dolÃ*a todo el cuerpo.

Por la tarde me llamó mi jefe. Me felicitó por mi buen trabajo. Me dijo que le habÃ*a llamado la clienta elogiando mis servicios (si él supiera cuáles), y para decirle que querÃ*a organizar una fiesta al mes y que esperaba que yo estuviera disponible para ellas.

- Por supuesto, le contesté, sintiendo cómo la humedad volvÃ*a a mi coño.
 

cyrus666

Pajillero
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Ene 23, 2008
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uay que rico, un hotel y camarera
 
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