La Ayuda de la Doctora

heranlu

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Ago 31, 2007
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Al salir de la ducha Sara se lio la toalla y vio como Aaron esperaba pacientemente su turno para ducharse mientras la observaba desnuda.

Su sexo peludo llamaba su atención, así como sus grandes tetas. Su figura no era esbelta pues era una mujer madura y tenía barriguita como todas las mujeres maduras. pero su atractivo era indudable y la lascivia que despertaba en los hombres inevitable.

Ella observó cómo se tapaba su miembro con la toalla que había cogido de su cuarto para secarse y pensó que tal vez aún sentía vergüenza por su erección. La preocupación no cesaba y ella ya había hecho todo lo posible para que esta bajase, por lo que tras liarse la toalla tapar su cuerpo desnudo se acercó y retiró la toalla para ver su miembro.

—¡Oh cariño, mira está ya flácido! —dijo Sara sintiendo un gran alivio.

—¡Si, ya se me ha bajado! —rio el tocándose la nuca.

—¡Es estupendo! —exclamó abrazándolo.

Aaron aspiró el aroma del gel de su cuerpo, aún fresco por el agua, ¡olía tan bien!

—¡Si! Ya estoy más tranquilo —dijo él.

Cuando se separaron ella volvió a mirar su pene, aunque estaba flácido aún estaba morcillón y su tamaño era considerable.

—¿Vas a ducharte? ¡Pasa, pasa! —dijo su madre.

—Tranquila no tengo prisa —dijo su hijo.

La madre entonces escuchó el móvil sonar en el salón, por lo que corrió para atender la llamada. Su pene ya estaba flácido de nuevo y ella respiraba aliviada…

—¿Dígame?

—¡Ah hola soy la Dra. Bru! Nos hemos visto esta noche en urgencias —aclaró la suave voz al otro lado del teléfono.

—¡Claro doctora! ¡Claro que la recuerdo!

—¡Oh estupendo! Verá es que la vi muy preocupada y no me quedo tranquila sin saber cómo les va —dijo la doctora.

—¡Oh gracias doctora es usted muy amable! Pues nada aquí vamos intentado bajar eso como usted me recomendó.

—¿Ah, entonces ha encontrado ayuda como le dije?

—¿Ayuda? —dijo la madre entrando en alerta pues, ¡cómo iba a contarle que se había follado a su hijo para bajar su inflamación del pene!

—¡Oh! Bueno doctora, él se masturbó anoche en la bañera como me dijo y luego hemos usado hielo y ya está mejor, ¡gracias! —dijo la madre inventándoselo.

—¡Oh qué buena noticia! Bueno, llamaba por si podía ayudar pero veo que lo tienen todo controlado —dijo sorprendentemente la doctora.

—¿Ayudar? —preguntó Sara confusa.

—Bueno si, ¡lo siento Sara es que…! Sé que le parecerá una locura, pero me he quedado preocupada por su situación y bueno, después de todo si necesitaba ayuda pues había llamado para ofrecérsela, pero veo que ya está bien y bueno me alegro por ello —le confesó.

La madre no podía creer el ofrecimiento que le hacía la doctora.

—Bueno doctora, la verdad es que no para de ponérsele dura y aunque usamos hielo y eso él aún está nervioso así que, no sé si le vendría bien su ayuda —preguntó para asegurarse que no era un malentendido.

—¡Oh claro que sí! Salgo del turno así que me pasaré por ahí y echamos un vistazo, ¿vale? —matizó la Dra. Bru.

—¡Oh doctora, no sé qué decir! —dijo la madre emocionada.

—No tiene que decir nada, deme su dirección y pasaré a verle en seguida.

—¡Oh claro! Pásese por mi casa, ¡se lo agradezco mucho! —dijo la madre dándole la dirección.

Al poco salió su hijo de la ducha y se encaminó a su cuarto cuando su madre le dio el alto.

—Aaron, ha llamado la Dra. Bru, es la chica de urgencias.

—¿Ah sí? ¿Qué quería? —dijo con su toalla liada y su torso mojado.

—Quería interesarse por cómo estabas, por si te había bajado eso.

—¿Y qué le has dicho? —dijo él sacudiendo el pelo con las manos mientras mostraba su torso desnudo.

—Pues que a lo mejor necesitas un poco más de ayuda —insinuó Sara.

—¿En serio? —dijo el incrédulo.

—¿Te la quieres follar? —preguntó ella para su asombro.

—¿Follármela? —preguntó él sin comprender.

—Bueno, se ha ofrecido a ayudar como te he dicho y he pensado que tal vez te gustaría probar algo nuevo, ¿no?

—¿Lo dices en serio mamá?

—Ya sé que es una locura hijo, ¡olvídalo! —rio la madre.

—No, no es una locura. Estaba buena, la verdad y creo que estaría bien follármela, no me resultará difícil empalmarme cuando venga antes de que me vea.

—Pero no le puedes decir que hemos follado, ¿vale? Le he dicho que te has masturbado y luego te has puesto hielo.

—¡Oh claro que no! —dijo el hijo.

La madre quedó pensativa viendo a su hijo en frente.

—No sé hijo, me resulta excitante pensar en que te vas a follar a la doctora —dijo Sara tras sopesar su respuesta.

—¿Si?

—Lo nuestro ha sido extraño, tal vez demasiado, esto creo que nos puede venir bien para no darle más vueltas a lo que hemos hecho.

—¡Claro mamá! —dijo el hijo sonriendo.

—¿Te importa que esté presente mientras te la follas? —se atrevió a preguntarle sin tapujos.

—¡Oh claro que no! Después de lo que hemos compartido esta noche, tenemos confianza para eso y para más —rio Aaron.

—¡No me lo recuerdes! —dijo ella poniéndose colorada.

La doctora condujo hasta la dirección donde vivían madre e hijo. Salía de guardia y olía a rayos por lo que necesitaba urgentemente una ducha. De modo que pensó en pedírselo a la madre antes de entrar en faena.

Las noches de urgencias eran complicadas y generaban mucha tensión, de modo que la doctora solía masturbarse al acabarlas, pero hoy el destino se había presentado en forma de chico empalmado.

Aún recordaba su pollón con deseo y sentía un cosquilleo especial en las piernas. ¡Hum, se lo follaría y sentiría su descarga en su coño! Ya podía saborear su semen relamiéndose los labios con la lengua…

El timbre sonó cuando la madre avisó a su hijo que se fuese preparando, este corrió al salón y comenzó a masturbarse con la toalla liada en el sofá…

—¡Hola! —dijo la doctora nada más abrir la puerta muy risueña.

—¡Hola! —replicó la madre.

Sara echó una ojeada a la doctora, iba vestida con ropa de calle y casi no la reconocía. Parece gracioso lo que cambia una mujer de estar ataviada con bata blanca a vestirse “normal”.

—¿Puedo pasar?

—¡Claro, claro! —respondió Sara echándose a un lado—. Por favor, está en el salón.

—¿Cómo está? —dijo la doctora mientras caminaba dubitativa por el pasillo oscuro.

—Creemos que un poco mejor, pero aún sigue con esa erección —dijo Sara dubitativa mientras articulaba en engaño.

Finalmente llegaron al salón y Aaron la saludó desde el sofá, con la toalla tapando su bulto.

—¡Hola! —dijo el chico cabizbajo.

—¡Hola Aaron! ¿Cómo va eso? —dijo la doctora sentándose a su lado.

—No sé, no termina de bajar —dijo el chico continuando con el engaño.

—¿Puedo? —dio ella haciendo ademán de apartarle la toalla.

Aaron asintió con la cabeza, así que ella apartó el paño de rizo y su verga lució esplendorosa.

—¡Oh vaya, sigue erecta! Pero no tiene mala pinta —afirmó la doctora—. No veo las venas enrojecidas ni la sangre azul, lo cual sería muy mal síntoma. La piel tiene buen tono y yo diría que está más baja que cuando vinisteis a urgencias de madrugada —explicó la doctora Bru mientras movía el falo con la mano de un lado a otro mirándolo desde todos los ángulos.

—Ya doctora, eso es una buena noticia, entonces, ¿hay algo que podamos hacer? —dijo la madre desde atrás.

—Bueno, como hemos hablado por teléfono estoy aquí para echar una mano —dijo mirando al chico y guiñándole un ojo—. Pero antes me gustaría darme una ducha, si no tenéis inconveniente, veo que tú ya estás duchado así que esa parte está lista —sonrió.

—¡Oh claro doctora Bru! —dijo la madre.

—¡Llámame Irene! —dijo la doctora poniéndose de pie.

La madre la acompañó al baño y le dio una toalla. Esta entró y sin cerrar la puerta se desnudó como si tal cosa. La madre le echó un ojo y vio su pequeño cuerpo desnudo y sensual. Era bajita pero matona, tenía un culo precioso, musculado y bien proporcionado y sus pechos eran pequeños pero perfectas copitas de champán. Su sexo estaba depilado y su rajita asomaba desde atrás dibujando un arco perfecto entre sus muslos de carne.

Mientras el agua corría, la madre volvió al salón para ver “al paciente”.

—Parece que ha colado, ¿no? —dijo Aaron.

—Eso parece hijo, ¿te gusta?

—¡Oh si, está cañón! —dijo el chico.

—Pues adelante, ¡fóllatela! —le dijo la madre mientras se sentaba distraída en uno de los brazos del sofá y con su mano rozaba el glande jugueteando con él con sus dedos.

—Menéamela un poco, no quiero que vuelva y se me baje —le rogó Aaron.

—No se te bajará hijo, la tienes perfecta —dijo ella moviéndola suavemente arriba y abajo.

Tras apenas dos minutos la chica salió del baño con la toalla liada.

—¡Ya estoy aquí! —dijo anunciándose mientras la madre retiraba su mano tras la momentánea masturbación para mantener su erección intacta.

Ni corta ni perezosa la chica retiró su toalla y casi le da un infarto al chico, ¡estaba tan buena!

—¡Oh! —exclamó el chico nada más ver su perfecto cuerpo, fibroso y bien proporcionado.

—¿Te gusto? —rio ella.

—¡Ya lo creo Irene eres preciosa! —dijo Aaron.

—¡Eres un sol! —dijo ella acercándose y morreándolo suavemente ante la atónita mirada de la madre aún allí presente.

—Bueno, mejor os dejo solos —dijo Sara un poco avergonzada.

—Si quieres puedes quedarte mamá —dijo la doctora—. Después de todo es tu hijo y veo que estás muy preocupada por él, así que quiero que sepas que está en buenas manos.

—¿En serio? —dijo Sara sin poder creerlo.

—¡Sí, quédate mamá! —dijo Aaron insistiendo en una idea que pareció gustarle.

De modo que la madre se sentó a una prudente distancia en un sillón, aunque lo bastante cerca como para no perder detalle de la escena.

Ahora la doctora Irene se arrodilló y cogiendo el falo de su hijo se lo tragó sin pestañear, comenzando a chuparla con gran deleite y maestría, dulcemente haciendo entrar y salir su gran capuchón en su pequeña boquita de piñón.

—¡Oh qué sabrosa! —dijo dándose un respiro ante la atenta mirada de la madre y la expresión de placer del hijo.

—¿Alguna vez te la habían chupado chico? —preguntó al ver su carita.

—¡Oh, no nunca! —dijo él siendo sincero.

—Pues espero que te guste —dijo la doctora volviendo a tragar su miembro y guiñándole un ojo antes de hacerlo.

La mamada se prolongó por espacio de algunos minutos hasta que la doctora estuvo tan caliente que comenzó a masturbarse secretamente con su mano bajo la barriguita. Ante la atenta mirada de Sara que comenzó a experimentar un extraño deleite ante la mirada de la tórrida escena.

—¡Ok, ya estoy lista, fallemos! —dijo una risueña doctora que se levantó y girándose se sentó entre las piernas abiertas del chico apoyándose en las rodillas como si fuese su sillón preferido.

Con maestría se clavó su polla en su coñito y este comenzó a subir y bajar para hacerla entrar y salir.

—¡Oh qué larga la tienes, entra sin dificultad! ¿Lo ves mamá? —dijo refiriéndose a Sara que seguía sentada en su sofá con las piernas cruzadas contemplando la escena.

—¡Te agradecemos mucho tu preocupación Irene! Nos haces un gran favor al venir aquí a ofrecerte para solucionar nuestro problema —dijo la madre en agradecimiento.

—No hay de qué, como podría decirse, el placer es mío, ¡oh qué buena polla tiene tu hijo! —exclamó la doctora mientras seguía subiendo y bajando—. ¿Te gusta ver cómo me lo follo?

La madre quedó sorprendida por su pregunta y lo cierto era que sí, que disfrutaba del espectáculo de una forma insospechada con secreto interés.

—Lo haces muy bien Irene, admito que es extraño pero excitante al mismo tiempo —le confesó.

—¡Oh sí! Yo también disfruto follándome a tu hijo delante de ti, le da un toque morboso y especial que hace que me excite aún más —afirmó la doctora mientras subía y bajaba graciosamente su pequeño cuerpo y Aaron la sujetaba por la cintura desde atrás.

El chico la veía con su pelo largo y ondulado desde atrás, su culito era respingón y perfecto y su coño era ajustado y abrasador. Era todo un placer follarla, pero si no fuese porque ya llevaba tres polvos con su madre se habría corrido nada más comenzar. En cambio ahora era capaz de aguantar sus envites y mantener su eyaculación a raya.

Cuando se cansó, Irene se levantó e invitó al chico a follarla mientras ella se sentaba en el sofá y abría sus piernas para recibirlo con un cálido abrazo.

Esto permitió al chico besarla en la boca, la doctora no lo esperaba y se sorprendió, pero luego se entregó a una tanda de besos melosos mientras que, con las piernas muy abiertas, recibía los envites del chico que ensartó su coñito desde delante con gran deleite y placer.

—¡Oh qué bien me folla tu hijo mamá! —dijo apartándose a un lado para ver a una madre cada vez más indispuesta.

—¡Veo que os compenetráis muy bien! —afirmó Sara sintiéndose cada vez más caliente ante la tórrida escena.

—¿No te gustaría masturbarte? Me gustaría ver como disfrutas también con nosotros —se atrevió a proponer la invitada.

—¡Oh eso me daría mucha vergüenza! —admitió la madre.

—¡Vamos mamá, haz lo que te pide la doctora! Debemos complacer a nuestra invitada —dijo su hijo girándose para verla.

De modo que Sara abrió sus piernas y apartando las bragas a un lado comenzó a tocarse secretamente su sexo caliente y muy húmedo. Lo tenía algo irritado tras los tres polvos que le había echado su hijo, pero aún se podía deleitar con su dedo en su clítoris.

—¡Oh mamá, qué bien lo haces y qué cachonda me pone saber que disfrutas con nosotros! —dijo la doctora Bru siendo follada por si hijo con gran ímpetu mientras se comían la boca de vez en cuando.

Ahora la doctora quiso cambiar de posición, pero sorprendentemente tras ser liberada por Aaron se acercó a su madre y la besó en los labios.

—¡Oh mamá, quiero lamerte la raja! Hace tiempo que no me como una, ¿te importa si lo hago?

—¿Cómo dices? —exclamó Sara sorprendida tras el beso lésbico que le había dado.

—¡Tú tranquila mamá, te comeré tu rajita y te gustará, ya lo verás! —dijo la doctora comenzando a lamer su clítoris sin esperar permiso.

La doctora bajó y enterró literalmente su cara entre sus muslos. Sara sintió una gran excitación cuando aquella respetable doctora perdía completamente los papeles ante una atracción extraña hacia ella como madre, pero lo cierto es que su lengua allí abajo terminó por desarmarla y sacó su culo un poco más del sillón para ofrecerle mejor su coño y sentirla mejor en su raja abierta.

Mientras tanto un atónito Aaron decidió unirse y al ver el culito que le ofrecía la doctora se colocó desde atrás y la ensartó de nuevo atravesando su coñito precioso y tremendamente suave.

—¡Oh qué bien Aaron, fóllame mientras como el coño a tu madre! ¡Qué rico! —dijo la doctora dándose un respiro.

Así el trío se consumó de una forma tan extraña como imprevista y Aaron folló a la doctora con tremendas ganas mientras su madre era testigo en persona y ambos se miraban con lascivia y complicidad.

De pronto la doctora no aguantó más los envites del chico y con el sabor del sexo de la madre en la boca se corrió desgarradoramente, estremeciéndose varias veces mientras Aaron apuraba su orgasmo y la follaba con fuerza aferrándose a sus pequeñas caderas.

—¡Oh ha sido maravilloso! —dijo la doctora incorporándose y besando a la madre en la boca traspasándole el propio aroma de su sexo a través de los labios.

Luego se giró y besó al chico dándole la enhorabuena por el polvazo que acababan de echar.

—¡Oh chico eres un máquina follando! Me ha encantado correrme sintiendo tu larga polla en mi coño —dijo chupándole dulcemente sus labios traspasándole también a él los efluvios del sexo de su madre.

Algo que notó perfectamente Aaron y que le sorprendió por lo inesperado, el sexo de su madre en sus labios, ¡hum! Sólo de pensarlo se estremeció.

La doctora pidió permiso para ducharse de nuevo y la madre se lo concedió. Entonces quedaron solos en el salón de nuevo, madre e hijo, hijo y madre se miraron en silencio.

—¡Oh mamá me ha gustado mucho follarla mientras ella te lo comía! —le confesó su hijo.

—¡Oh Aaron qué vergüenza hijo! Pero admito que sí, ha sido muy excitante. Me gustaba verte mientras te la follabas.

—¿Te puedo confesar algo zafio? —le dijo Aaron—. Cuando me ha besado he notado el sabor de tu coño en sus labios.

—¡Aaron, qué cosas tienes! —dijo ella escandalizándose.

—¡En serio mamá! Su boca olía a tu sexo y me ha excitado.

—¡Es algo un poco asqueroso! ¿Lo sabias? Aunque admito que me ha pasado algo parecido cuando me ha besado tras chupártela hijo —le confesó ahora ella.

—¡Oh mamá! ¿Me la quieres chupar ahora? —le dijo Aaron tomando su cabeza por el cuello y tirando de ella hasta llevarla has su glande.

La madre se dejó inclinar por su hijo y chupó su glande tras follarse a la doctora. No recordaba ya como sabía una polla y menos tras follarse a otro coño pero le supo a gloria.

Mientras tanto Aaron acarició su culo y le coló su dedo por su ano, acordándose cuando la folló y la penetró por este a la vez. Esta se movió inquieta sintiendo el íntimo contacto y siguió chupando con ganas su miembro.

Sin esperar Aaron la puedo de espaldas a él e hizo que esta se inclinase hacia adelante, dejándole entrar en su caliente interior. La folló con suavidad sintiendo la gran lubricidad de la vagina de su madre, que había sido chupada por los labios, la lengua y la boca entera de la ardiente doctora y gozaron de una follada corta y rápida hasta que la doctora volvió a salir de su ducha rápida.

Entonces los pilló follando en el salón y se sorprendió aún más.

—¡Hum, esto no me lo esperaba, para nada! —admitió la doctora.

—¡Verá doctora es que nosotros! ¡No sabemos lo que nos ha pasado! —dijo una azorada madre incorporándose y sacándosela de su vagina.

—¡Tranquila, no pasa nada! ¡Soy una tumba! Este será nuestro secreto, ¿vale? —dijo la doctora de buen humor.

—¡Oh doctora qué vergüenza! —dijo la madre.

—¡No os preocupéis me marcho y os dejo en la intimidad! —dijo la doctora.

La situación fue incómoda para ambos, la doctora se puso su ropa de nuevo y se despidió besando a ambos en la mejilla. Les deseo suerte y les animó a continuar.

—Seguid con lo que estabais haciendo chicos, no os preocupéis por mí, ya sé el camino… —le dijo antes de marcharse.

—¡Qué vergüenza Aaron, nos ha pillado follando! —dijo la madre.

—No pasa nada mamá, ya lo has visto, nos guardará el secreto —dijo Aaron enterrando su cara entre los muslos de su madre.

—¡No Aaron, eso no por favor!

Pero ya era tarde, su lengua la desarmó clavándose en su raja y comiéndose cuantos jugos manaron de ella. Esta se inclinó hacia atrás y sujetó su cabeza hasta justo antes de correrse. Entonces tiró de él y le rogó que la follase.

Este lo hizo y encarados en la postura del misionero sobre el sofá del salón ella se dejó follar por él, con sus piernas completamente abiertas y este le pellizcó sus tetas y admiró su exuberancia mientras la follaba.

Cara a cara sin perderse detalle del espectáculo ambos follaron rápidamente y él se corrió sacándola en el último instante de su vagina y soltando su carga sobre su barriguita.

Esta, complacida, le regaló su sonrisa y mojando sus dedos en su ombligo chupó la leche que él había derramado sobre su barriguita.

Este, al ver cómo hacia aquello, no se lo pensó. Acercó su glande y se dejó chupar su polla por su madre en unos calientes actos finales, sintiendo espasmos entre el dolor y un intenso placer.
 
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