La asistente

panzer626

Virgen
Registrado
Dic 29, 2008
Mensajes
56
Likes Recibidos
40
Puntos
18
LA ASISTENTE

Llegué a trabajar como secretaria a esa consulta médica cuando tenía 22 y fue ahí donde la conocí y comenzó mi historia; ella se llamaba Carolina, era alta, de 1,72, a diferencia mía que sólo mido 1,56, su pelo era oscuro y su piel muy clara. Tenía unas tetas enormes, proporcionadas a su cuerpo, y un trasero redondo y firme, producto de su genética y el gimnasio.

Yo, en comparación a ella, era poca cosa. Mi nombre es Daniela, tengo menos pecho que una chica de mi edad, pelo largo y claro. Aparento unos 17 por problemas hormonales, lo que me ha traído problemas de autoestima y algunas complicaciones médicas, por lo que vivo yendo al ginecólogo.
Cuando Carolina llegó a trabajar allí como nutricionista nos hicimos amigas al instante, ella era como mi hermana mayor (tenía 34), por lo que le contaba mis cosas, incluso las privadas. Usualmente ambas éramos las últimas en irnos los jueves y viernes, en mi caso porque debía dejar el lugar cerrado y el aseo hecho, y esos días ella aprovechaba de hacer unas horas más. Al ser más o menos tarde, tipo 20:00, muchos pacientes cancelaban por lo que ambas nos quedábamos tomando café o viendo la telenovela en la sala de espera.

Una de esas tardes, nos pusimos a charlar, ya había confianza, y yo le conté sobre mis problemas médicos, cosa que saltaba a la vista por mi poco desarrollo y bajo peso, entonces la doctora me hizo un gesto de que la acompañara al box, no iba a llegar nadie más, por lo que aproveché de cerrar. Cuando entré al box, Carolina se tomaba un café en su escritorio mientras me hacía una ficha como su paciente. Iba a tratarme sin costo, pero entre nosotras.

Ese día yo llevaba unos jeans ajustados, mi ropa interior ni siquiera combinaba, traía además una camiseta sin mangas y sobre eso, una blusa oscura. Ella traía ropa casual, jeans y zapatillas, y sobre eso, su bata con su nombre bordado.
Me indica que me quite la blusa para tomarme la presión como primera orden; ella me hablaba muy profesional y amable, y debo reconocer que la situación era extraña, ya que nunca la había visto en ese contexto.

-Presión normal, ahora vamos a pesarte. Quítate la ropa y párate ahí para medirte.

Con los nervios le pregunté si debía quitarme todo. Ella me responde que no por el momento, así que tragué saliva y me despojé primero de los zapatos y luego de la blusa. Seguí con mis jeans y al bajarlos pasé también a bajarme un poco las bragas, aunque no lo suficiente para que ella viera algo. Ambas reímos, lo que me ayudó con los nervios.

Me quedé con las calcetas, bragas, brasier y camiseta, parándome frente a uno de esos carteles que ponen en la pared para medir a los pacientes. Ella me explica en términos médicos que tenía deficiencia de esto y lo otro, cosas que realmente no entendí mucho, hasta que otra orden me sacó de lugar por completo.

-ahora sí; quítate el resto de ropa y pasa a la báscula.

Quedé helada, me puse nerviosa y lo peor, me mojé. Me puse húmeda frente a la doctora. Su tono amable me calmaba y terminé por obedecer, total, era una amiga y ya antes me había desnudado frente a otras amigas, aparte que he pasado por varios ginecólogos, quienes me han visto, aunque no completa.

Dejé mi ropa en la camilla, Caro fue por otro café para ella y uno para mí, así que no me vio desnudarme. Cuando volvió, me subí a la báscula entre risas nerviosas, además me midió el pecho. Unos escasos 75 marcaba la cinta, en contraste de sus 89, los míos eran los de una niña, de echo parecía eso, una pediatra midiendo y pesando a una adolescente.

Caro me pasa mi café, era la primera vez que me tomaba un café desnuda frente a una chica, y fue genial. El teléfono empezó a sonar en la recepción, por lo que tuve que salir desnuda a contestar. No podía creer lo que estaba pasando, acababa de ser examinada desnuda y ahora me paseaba por la consulta.

Me dio una receta de vitaminas y una caricia en el pelo. Me vestí frente a ella mientras escribía en mi ficha. Luego me anotó para otra revisión en un mes más. Cuando llegué a casa ya era tarde. Pasé directo a mi cama, a masturbarme recordando como tocó mis pechos y culito sin guantes, fantaseando con que me examinaba del mismo modo, y con que volvía a sonar el teléfono y salía a contestar, pero esta vez con gente en la sala de espera.



La semana siguiente volvimos a quedar solas. Yo usaba un anticonceptivo inyectable, y como Caro ya me conocía toda, le pedí si podía inyectármelo ella. No había ningún problema, me dijo, así que entramos a su consulta. Esa tarde ya eran cerca de las 20:30, y como en media hora debíamos cerrar, decidí hacerlo de inmediato pues ya no llegaría nadie más.

Entré al box y me senté en la camilla. Ese día yo traía unos jeans normales, fáciles de quitar, por lo que me animé a ir a la báscula otra vez. Caro me indica que me quite las zapatillas antes de subirme, pero que antes la deje auscultarme.

Me quitaba la ropa de la cintura hacia arriba cuando recordé que no traía brasier. Caro me dice que no hay problema, total, la otra vez ya me vio todo. Nos reímos mientras ella recorre mi pecho con su estetoscopio. Yo sólo tenía puestas mis bragas, unas bastante infantiles de hecho.

Mientras me examinaba tocaba mis tetas, explicando el porqué de su desarrollo, las hormonas presentes en el proceso y todo lo demás. Yo sólo gozaba el hecho de ser manoseada sin guantes por mi doctora y amiga. Luego de pesarme, me tumbé en la camilla presta a bajarme las bragas; me puse cómoda cuando de repente siento sus manos que me bajan casi hasta las rodillas la única pieza de ropa que cubre mi cuerpo. Ambas sabíamos que no era necesario bajarlas tanto, pero lo disfrutábamos, ella por bromear conmigo y yo por sentirme expuesta y vulnerable.

Cuando me clavó la aguja, un pequeño gemido se me escapó. Fue más por la sorpresa ya que ella tenía la mano liviana, aunque ese gemido sonó ligeramente sexual. Ella sólo sonrió y luego me acarició donde me había pinchado. No podía creerlo, ella acariciaba mi trasero con delicadeza y suavidad, como preludio tierno de sexo salvaje. Duró como 5 minutos así y yo, producto del relajo, abrí un poco mis piernas. Mis bragas estaban por mis rodillas, y sumando que abrí mis piernas, Caro tenía mi vagina en una vista privilegiada. Realmente no sé si me vio aunque creo que sí lo hizo, yo lo hubiera hecho.
Una nalgada suave me trajo de vuelta a la realidad; yo debía terminar de cerrar y ella completar una ficha. Me subí las bragas frente a ella sin ningún pudor, fui a poner llave a las puertas, apagar la tv de la sala de espera y luego volví al box a vestirme. Realmente no sé por qué lo hice, quizá por dejarme ver un rato más; el asunto fue que, cuando entré a buscar mi ropa, Carolina estaba cambiándose ropa, y entre eso, se quitó el brasier. Ahí estábamos ambas sólo en bragas y al fin pude conocerle las tetas, y eran tal como las había soñado. Nos reímos del asunto y nos fuimos. Ella me fue a dejar ese día, y al bajarme del auto, se despidió de mí con un largo beso en la mejilla. No era distinto de otras veces, pero dado lo particular del día, entré a mi casa, directo a masturbarme como una posesa.






Había pasado ya un mes desde mi primer control con Caro y este viernes me tocaba de nuevo. Lo malo fue que esta vez ningún paciente había cancelado, por lo que tendría que esperar hasta las 21:00. Eran varios pacientes pero de consultas cortas. Una vez ingresó la última (una chica de unos 30 algo rellenita), cerré las puertas y apagué el televisor de la sala de espera. La puerta del box estaba un poco entreabierta, y de reojo pude ver bien como la doctora tenía a esa chica completamente desnuda sobre la pesa. Me decidí a desnudarme sin complejos ni culpas apenas fuese mi turno, decidida a exhibirme, motivada por aquella paciente que también se encontraba en una situación vulnerable ante mi amiga.

-Hasta luego- la chica se despide de lo más natural mientras cierro las puertas. Entro al box sin ningún pendiente afuera, lista para desnudarme como primera acción de mi control médico.

Me quito la ropa de la cintura hacia arriba, dejando sólo mi brasier, el que ahora sí combinaba con mis braguitas, luego de eso, me despojo de mis jeans y luego de girarme coqueta para dejarlos doblados sobre la camilla, me quito las bragas para dirigirme a la báscula, quitándome de manera juguetona el brasier, dejando expuestos mis pequeños pechos.

Me pesa y me mide. Luego con la cinta métrica me mide el pecho y me felicita por los 2 cm extra sumados al kilo y medio ganados con las hormonas y vitaminas. Estuve desnuda frente a ella unos 10 minutos, cuando suena su teléfono y sale del box mientras lo contesta. Empiezo a buscar mi ropa sin ningún apuro (quiero que ella me vea desnuda antes de empezar a vestirme), cuando siento una voz masculina y sucede lo impensado; su novio había venido a buscarla y estaba por entrar al box.

Me puse nerviosa y me escondí tras el biombo para vestirme. Ambos entraron sin más, como si fuera lo más natural del mundo. Él me saluda y yo le contesto completamente desnuda y nerviosa. Empiezo a vestirme, procesando el morbo de la experiencia reciente cuando Caro me pregunta si quiero ir por unas copas con ellos.

Respondí que sí, total era viernes y si pasábamos de largo en la hora, Caro me dijo que podía dormir en su departamento, así que fuimos a un bar. Él se llamaba Fernando, medía 1,98 y 100 kilos de peso. No era musculoso pero tampoco relleno, contextura gruesa podría decirse y de sólo verlo, mi mente empezó a fabricar escenas de ellos 2 teniendo sexo salvaje; él era grande y guapo, ella hermosa y alta, cuando un comentario suyo me trajo de vuelta a una realidad más morbosa que mis fantasías.

-me dijo Caro que vas seguido al ginecólogo, bueno, yo soy uno y puedo atenderte sin costo.

Excelente. Acepté sin dudarlo; ahorraría dinero y podría exhibirme ante él. Quedamos en que le llevaría mis papeles y empezaríamos a la brevedad. Caro me contaba que él era quien la examinaba “a fondo” cuando iba a la consulta, diciendo en tono de broma que podría examinarnos a las 2 juntas, ante lo cual yo no decía nada, aunque me moría de ganas de aceptar si me lo llegasen a proponer.

Esa noche me quedé con ellos en su departamento, en la cama de invitados. Caro había dejado su laptop en la mesa de centro y yo necesitaba revisar un asunto de la consulta. Decidí tomarlo sin permiso ya que ambos estaban durmiendo, tratando de desbloquearlo con la misma clave que usa en el equipo de la consulta y la clave era esa. Fue ahí cuando la curiosidad me ganó y vi una carpeta llamada “yo” y me decidí a mirarla. Eran unos 2 GB de fotos y videos porno hechos por ella. Sin demora borré la música de mi teléfono, mandé al diablo lo que tenía que hacer y me puse a copiar todo, cuando descubrí otra carpeta más, pero no pude copiarla por falta de espacio en la tarjeta.

Me quedé viendo sus fotos y algunos videos hasta que me dormí. Al fin pude conocerla del mismo modo en que ella me conocía, pude verla desnuda, y no sólo eso, además la pude ver teniendo sexo, duchándose, masturbándose en distintas poses y con distinta ropa, y como si eso no bastara, en uno de los videos aparecía su novio masturbándose desnudo en la misma cama donde yo estaba. Mis favoritos eran ese, uno donde Caro aparecía dándose una ducha y bailando sólo cubierta de jabón y otro donde tenían sexo y se notaba que alguien más los grababa.

A la mañana siguiente, ambos se fueron a la ducha y yo afuera, fantaseaba con ellos poniéndose jabón, deseando que abrieran la puerta y me invitaran. Me masturbé viendo el video de Fernando hasta que ellos salieron de la ducha; él con una toalla que no disimulaba su miembro y ella con una bata corta a medio cerrar. Tomamos un café mientras le contaba a él mis problemas médicos.

Agendamos una hora pero Caro no iba a estar presente según dijo, al parecer lo de examinarnos juntas no era ninguna broma. Me dice que tendrá que examinar mi pecho también, porque no aparece nada en mis papeles. Le contesto que nunca me lo he hecho así que lo anota en su laptop y me hace una ficha como su paciente.

Esa mañana Fernando tenía que salir, y Caro me propuso pasar la tarde las 2 juntas. Acepto mientras veo de reojo como su novio elige una camisa frente al espejo e imagino esa enorme cosa dentro de mi pequeña y depilada vagina taladrando hasta lo más hondo de mi intimidad.

Caro todavía tenía puesta la bata (sin nada debajo), se acerca al refrigerador y saca unas cervezas. Me hace un gesto de que la acompañe a su habitación. Yo la sigo como su pequeña esclava, dispuesta a cumplir cualquier orden que me den, por muy extrema que sea.
Me alarga mi cerveza y me pasa un bikini, un regalo que había pillado para mí cuando fue al mall el otro día según dijo. Capté la indirecta y le sigo el juego.

-¿me lo tengo que probar aquí?

Ella se encoge de hombros y sonríe. Empiezo a desnudarme de frente a ella, como si estuviera acostumbrada (y lo estaba) y me lo pongo despacio, de manera que pueda verme completa. Me quedaba bien, de hecho era lindo por lo que decidí quedármelo puesto. Caro se puso unos hot pants, luego prendió la tv y un porro, para “entrar en confianza y conversar”.

Pusimos una película que tenía escenas subidas de tono, era lo lógico, necesitábamos una excusa para hablar sobre sexo. Allí, resumiendo, salió el tema de si me había sentido vulnerable en mi primera consulta. Le confesé que sí, pero que fue excitante. Ella me confesó que veía desnudas a casi todas las chicas jóvenes, para examinarlas bien y porque las hallaba bonitas… ¿Bonita? Eso me hizo ruborizar, además de provocarme una sensación muy poco heterosexual. Carolina me estaba confesando que gozaba tanto como yo el examinarme. Yo le dije que si ella me hacía desnudar en su consulta, yo no tenía ningún problema, respetaba su criterio médico.

Entre eso y otras confesiones llegamos al tema de las situaciones lésbicas; me preguntó si había tenido situaciones similares anteriormente, donde me hubiese pasado algo similar. Le respondí que hace un tiempo tuve que ir al doctor y me había acompañado mi novio; tuve que quitarme la ropa de la cintura hacia arriba mientras me auscultaban con mis pechitos al aire, mientras el doctor me recorría a vista y paciencia de mi novio. Esa tarde llegamos directo a follar como locos, fantaseando con que el doctor me hacía desnudar frente a él y que era examinada en posiciones donde podía verse todo mi cuerpo.

Carolina estaba roja, su bata estaba tan abierta que podía verle las tetas sin dificultad. Encendimos otro porro, y ya bajo sus efectos, seguimos contándonos experiencias. Ella era mayor que yo, y había estudiado en un colegio particular de niñas, de los caros. Una vez cuando tenía 12, tuvieron revisión médica igual que en las películas. Llegó un doctor con 2 enfermeras y todas las niñas entraban a la sala, donde debían desnudarse por grupos para pesarse y medirse. El doctor tenía edad para ser su padre, eso la calentaba, pero lo más excitante fue tener que desnudarse frente a sus compañeras de curso y su profesora jefe.

Le conté de una señora que conocía, era la madre de una amiga, donde iba para depilarme. Ella depilaba y hacia masajes. Yo me desnudaba boca abajo en una cama mientras ella me masajeaba, luego me daba vuelta y abría mis piernas para que, así como vine al mundo, esa mujer me depilara.
Caro me confesó que la primera vez que me atendió, lo sintió como algo lésbico. Me lo dijo bajito, con sus labios pegados a los míos casi, y que ella le pidió a su novio si alguna vez podía atendernos juntas porque era su fantasía. Excelente, pensaba para mí, decidí calentarla más, haciéndole confesiones más y más privadas, como esa vez que me desnudé frente a mi mejor amiga sólo por ver como reaccionaba, o cuando de vacaciones con las chicas, dormíamos las 5 en 1 habitación, y como era verano, al final andábamos en topless o directamente desnudas, incluso llegamos a dormir todas con todas y desnudas muchas veces.

-¿en serio lo hiciste?

-claro, esa vez estuve desnuda 2 días de corrido. Habíamos ido a una cabaña y teníamos piscina, todo estaba cerrado además.

Caro se corrió con un gemido apagado mientras me abraza, yo ya no tengo puesto el sostén del bikini. Ella acabó cuando nuestras tetas se tocaron.

Finalmente el día del examen con Fernando había llegado. Entré sin mayor protocolo a su consulta, una habitación espaciosa que tenía una silla ginecológica para revisiones. Me hizo sentar en la camilla mientras me ayuda a quitarme la blusa. Mis pequeñas tetas quedan expuestas para su revisión.

Sus manos me recorren a placer por pecho y espalda, eso me causa escalofríos, mis pezones rosados se ponen duros y él lo nota. Me ordena quitarme el resto de ropa y pasar a la silla. Camino lo más sensual que puedo los escasos metros hacia esa tremenda silla y él me ayuda a subir.
Abro mis piernas lo más que puedo para que mi nuevo ginecólogo me revise a placer. Me hace preguntas de rutina, sobre mi periodo, si soy multiorgásmica y con cuanta frecuencia me masturbo, esto por el tema de las hormonas. Le contesto que me masturbo casi a diario, tenga o no tenga sexo con mi novio.

No puedo quitar de mi mente la imagen de su miembro erecto, eso me puso húmeda de una manera poco decorosa para una paciente, incluso una en mi condición. Le conté que Caro ya me había visto desnuda en otras ocasiones y que no tenía problemas en ese aspecto, por lo que cada vez que tuviera cita con él, me desnudaría ya que así me sentía más cómoda, como si estar desnuda frente a esa pareja fuese mi nueva entretención.

-cuando Carolina te vio desnuda, me lo contó apenas llegó. Dijo que eras preciosa, incluso ahora me envió un mensaje pidiendo si te podías tomar una foto para tu ficha.

-¿una foto desnuda?

-sí, obvio.

No lo pensé 2 veces y me dejé fotografiar por mi ginecólogo. Mi cabeza daba vueltas, si me hubiera ordenado abrir las piernas y ser su puta en ese mismo instante, yo hubiera aceptado. Me tomó varias fotos con su celular, unas para mi amiga y otras para él, de tono profesional unas y otras como para verlas a veces. Al menos me dijo que esas fotos las quería para él.

Al salir de su consulta estaba húmeda, sólo quería sexo con quien fuese. Hubiera sido genial que Fernando me la metiera sin piedad en aquella silla. Carolina me envía un mensaje agradeciendo el gesto y preguntándome si ese fin de semana podíamos pasarlo juntas para hablar de mujer a mujer.



Llegó el fin de semana. El viernes por la tarde tuve sexo con mi novio como si hubiera estado amarrada. Acepté de todo, incluso le pedí que me humillara un poco. Hace tiempo me hizo confesarle una situación que ahora usábamos para jugar; siempre fui algo curiosa por el cuerpo de otras niñas cuando más chica. Eso se lo había confesado mientras me la metía hace unos meses y se había vuelto algo recurrente ya que nos calentaba fantasear con eso. Esto era el tema de mi bisexualidad, algo que traté de mantener controlado, pero que a veces se me escapaba bajo algunas circunstancias. Era algo mariconcita, como me gustaba decirle, entre lo despectivo y lo morboso de la palabra, pero me gustaba decirle que entre los 13 y los 17 lo era mucho más que ahora, llegando a dormir con amigas completamente desnudas, pegando nuestros pubis mientras nos decíamos cosas tiernas y nos acariciábamos el pelo con dulzura. Con una de mis amigas incluso llegué a tener un momento muy lésbico cuando su familia me invitó a acampar. Nos duchábamos juntas por orden de su madre. Nos desnudábamos frente a ella y caminábamos a las duchas tomadas de la mano, luego nos vestíamos en la carpa. Nuestras duchas eran abrazadas, casi besándonos, y en las noches nos quitábamos el bikini para dormir desnudas. Una noche decidimos salir a caminar de la mano, sin ropa, a ver las estrellas. Cuando volvimos a acostarnos, nos hicimos la paja más deliciosa que puede existir, acabando juntas y durmiendo abrazadas.

A mi novio le encantaba oír mis anécdotas, sobre mis duchas grupales con las chicas en gimnasia o con mi hermana mayor. Le conté de la vez que mi mejor amiga se quedó a dormir y se desnudó por completo frente a mí, para luego ponerse nada más que una camiseta, dejando sin cubrir su abundante vello púbico, a lo que yo le correspondí saliendo de la ducha sin cubrirme con nada.

Entre cervezas y porros le confesé eso y más a Carolina, la que sentía la misma curiosidad, y alentada por Fernando se había decidido a explorar, claro que no se atrevía con cualquier chica, por lo que me hizo una oferta: hacer un video para ella. Yo me quedé en pausa unos instantes. No sabía que decir, así que sólo asentí con la cabeza.

El video, como condición, debía ser a elección mía, de no más de 5 minutos. Decidí hacer un video masturbándome, por lo que le pedí una filmadora y privacidad. Ella fue a la cocina mientras yo, encerrada en su cuarto, revisaba su cajón de ropa interior buscando algo provocativo, hasta que hallé una tanga negra muy pequeña, y al imaginarla con eso, sentí la inspiración necesaria para encender la filmadora y recorrer mis agujeritos entre gemidos que sé muy bien que Carolina podía escuchar.

Le entregué la cámara y saltó de alegría como una niña que recibe su regalo. Se veía tan hermosa y radiante de felicidad que la besé. Yo, poco desarrollada, desnuda, con el cuerpo casi de una niña y recién acabada de masturbar, tomé a una mujer 12 años mayor, por el cuello de la blusa y le di su primer beso lésbico. Ella me lo respondió, tomó la filmadora y se metió al cuarto.
Pude oír sus gemidos, la doctora estaba tocando salvajemente su intimidad mientras me veía a mí hacerlo. Era obvio que ese video también lo vería su pareja, pero lejos de molestarme la idea, eso me agradaba. Fue ahí donde me jugué el todo por el todo, tratando de llevar la situación al nivel más morboso posible. Le pregunté si tenía algún material similar que pudiera mostrarme.

Ella hizo como que lo pensaba y fue a buscar su laptop. Bingo, dije en mi mente, celebrando ese hecho. Me mostró el video de Fernando masturbándose y luego uno suyo que no había visto.

Me asomé al balcón para encender otro porro cuando en eso llega Fernando y me encuentra desnuda, con el cigarrillo en la boca y a Carolina metiéndose los dedos viendo mi video en la tv grande frente a su cama. Sólo sonrió, me miró lascivamente y me dio unos billetes.
Habían acordado que esto no lo iba a hacer gratis, y que si no me incomodaba, podríamos repetirlo otras veces. El estar expuesta frente a ese monumento de hombre me calentó aún más. Él tomó una carpeta que había olvidado y se marchó. Carolina estaba extenuada, con las tetas al aire y las bragas puestas en una sola pierna.

Me pide que le siga contando experiencias lésbicas, entonces le dije que tenía una fantasía, estar desnuda frente a muchas chicas, idealmente que me examinaran. Quería que me hicieran sentir lo mismo que hace años, que me hicieran sentir mariconcita.

-eso creo que podemos hacerlo, pero serían hombres y mujeres…

- genial- Le dije mientras botaba humo. Sólo dime cuando.

-después que Fernando nos examine.

Yo estaba caliente, demasiado, y le pregunto qué tan lesbiana se siente, a lo que me responde que demasiado, que quiere seguir jugando pero no se atreve a pedir. Le ofrezco tener sexo entre nosotras, ahí mismo, en ese mismo instante.
Ella acepta y terminando de desvestirse, saca de un cajón, un dildo para 2. Lo usaba para los juegos de doble penetración con su novio. Carolina se mete un extremo y se pone sobre mi cuerpecito, empujando la otra punta con suavidad y firmeza en mi pequeña cuevita. De un solo movimiento me penetra, arrancando un gemido de dolor y placer.

Ella me metía ese pene enorme al tiempo que este encontraba resistencia en mi propia estrechez vaginal, clavándoselo de vuelta en su interior al mismo tiempo que sus tetas se movían tan furiosas como hermosas.
Yo estaba por acabar al igual que mi amiga. Le digo que me bese y ella obedece. Justo en el momento del clímax, decido hacerle más especial este momento a mi amiga Carolina y le digo que me la meta más fuerte, que puedo aguantarlo.

-soy tu mariconcita, soy tu mariconcita… soy tu mariconcita… ah, aah…

Cuando dije esto, Caro puso los ojos de alguien que alcanzó el cielo y volvió. Fue el orgasmo más intenso que he tenido en mucho tiempo, y al parecer, para ella fue igual.





Llegó el día; Caro y yo íbamos a control ginecológico juntas. Era sábado por la mañana, Fernando estaba solo en la consulta y como tenía llaves, a veces citaba pacientes que no podían ir y los dejaba para los sábados por la mañana. Eran las 10 de la mañana, hacía mucho calor y Carolina pasó a recogerme en su auto para irnos derecho a la consulta. Ella vestía más juvenil que de costumbre, con un pantalón deportivo gris y una camiseta sin brasier. Yo iba más infantil, con un vestido blanco y lencería a juego con mi ropa.

Entramos a la consulta, yo no podía mirarlo a la cara, sabía que había visto mi video y me daba un poco de pudor. Carolina fue la primera en desnudarse, se quitó la camiseta y sus tetas quedaron expuestas ante su novio y yo. Nos sentamos en la camilla mientras Fernando examinaba las tetas de mi amiga, auscultando y apretando esas hermosas tetas mientras deseaba que fuera mi turno. Carolina se quitó el pantalón junto con las bragas quedando totalmente desnuda frente a ambos. Con toda naturalidad se subió a la pesa, luego Fernando la midió y empezó a examinarla en la silla de un modo ya marcadamente sexual. Carolina estaba desnuda y con las piernas abiertas exhibiendo su vagina ante su médico y yo. Fue revisada a vista y paciencia mía, Fernando midió cuanto podía abrirle la vagina, luego comprobó su ano.

Ahora era mi turno, así que me quité las bragas mientras Carolina me desabrochaba el vestido. Me subí a la balanza mientras Fernando me quitaba el brasier con delicadeza, rozando mi espalda con sus dedos. Eso me hizo mojar y ambos lo notaron. Él tomó una toalla de papel para limpiar mi humedad, luego me tomó en brazos y me dejó sobre la camilla. Comprendí que esto de examen no tenía mucho, ya que metió sus dedos en mi pequeña y rosada intimidad, arrancando de mi boca un gemido de placer más propio de una niña que de una mujer. Empezó a explicarme cosas sobre mi vagina, sobre la manera correcta de estimular mi clítoris, y sin quitar sus dedos, empezó a masajearlo mientras Carolina miraba. Genial, su novio me estaba masturbando desnuda frente a ella.

Empezó a preguntarme cosas sobre mi intimidad, como cuantas veces me masturbaba, le dije que lo hacía a diario, al despertar y antes de dormir.

-¿Cuándo fue la última vez que te masturbaste?
-Hoy en la ducha, antes de venir.
-¿Te metes los dedos?
-A veces, pero casi siempre sólo me froto por encima.

Me hizo poner de pie frente a ambos y masturbarme. Grité al acabar como pocas veces lo hice. Caro es quien me limpia con una toalla de papel. Esa pareja me había visto en muchos de los momentos más íntimos para una chica, pero quería más, me había hecho adicta a exhibirme ante ellos y lo sabían.

Caro me tomó de la mano y me lleva al baño, pretexto de que la acompañara a cosas de chicas. Yo acepté, no me quedó de otra ya que me arrastró con ella. Me abrazó, el olor de su cuerpo me volvió loca, no pude evitar sentirme la chica más lesbiana del mundo y le besé los pechos. Me preguntó si me sentía bien con esto y no sé por qué, pero le pedí más.
Ella aprovechó de hacer pis frente a mí mientras nos reíamos como 2 chiquillas que hacen una travesura, ambas estábamos muy calientes y deseosas de traspasar límites. Salimos del baño tomadas de la mano en dirección al box; Caro iba a examinarme ahora mientras Fernando miraba.
Carolina sólo usó eso como pretexto, me subió a la camilla y me tocó por donde quiso, ambas desnudas, yo abriendo mis piernas como se le antojaba. Entre sus besos y caricias pude ver a Fernando masturbarse en su escritorio, así que junto a Carolina le mostramos el mejor espectáculo lésbico que fuimos capaces de darle.

Al terminar no me puse las bragas. Caro condujo su auto con su mano bajo mi vestido, peligrosamente cerca de mi conchita.







Los meses pasaron y nuestros juegos se hicieron más frecuentes al tiempo que descarados; cuando iba a su departamento, tanto ella como su novio me saludaban de beso en la boca o me hacían caricias poco decentes por mi pecho o entrepierna, aunque por sobre la ropa. Me sentía como una niña que es manoseada sin posibilidad de resistirse. Fernando bajaba el cierre de mis jeans y masajeaba mi monte de venus sobre mis bragas, eso me hacía mojar.

Fue un día cerca de mi cumpleaños cuando Carolina me trajo de regalo una tenida entera, incluida la lencería:

-esto no es gratis, debes ganártelo
-¿y cómo?- le dije sabiendo que habría una condición en la que terminarían haciéndome quizá que cosa.
-tendrás que estar desnuda todo el fin de semana.

Acepté con una sonrisa nerviosa mientras pensaba que excusa darle a mi novio. Con Fernando nunca habíamos tenido sexo, a veces cuando llegaba a visitarlos lo veía salir de la ducha sin toalla, con su miembro duro al aire, para alegría de Caro y mía, aunque ese fin de semana era obvio que algo más pasaría.

Llegué el sábado por la mañana a verlos, a eso de las 10:00. Caro me abre la puerta muerta de sueño, desnuda de la cintura hacia abajo, usando sólo una camiseta corta que apenas podía con sus enormes tetas.

-pasa

La saludé con un beso corto en los labios mientras su novio preparaba el desayuno. Luego de comer me contaron en tono de broma, cómo habían tenido sexo brutal la noche anterior fantaseando conmigo. Luego de eso Fernando nos propone darnos una ducha los 3 mientras fumábamos algo con algunas cervezas en la ducha. Caro armó varios porros mientas yo llevaba las cervezas.

Entré a la habitación de ellos para desvestirme cuando entró Fernando; ambos nos desnudamos a la vista del otro como si fuésemos amigos de toda la vida y partimos a la ducha. Brindamos y al poco rato aquella pareja me ponía jabón, recorriendo con morbo todo mi cuerpo sin dejar ningún lugar sin explorar. Les devolví el favor besándolos a ambos mientras lavaba aquel pedazo de carne que se ponía cada vez más duro. Ya no había límites; mientras besaba a Carolina, el pene de su novio trataba de abrirse paso en mi vagina sin mucho éxito, en parte por la diferencia de altura entre Fernando y yo, y porque para hacerlo, tendría que tomarme y ponerme en posición. Gocé como una chiquilla que Fernando me masturbara con su pene mientras Caro me besaba. Ella me saca de su boca y me indica que le chupe la verga a su novio.

Feliz y dispuesta me puse de rodillas mientras trataba de estimular con mi lengua lo mejor que podía a esa bestia de carne y venas, Caro me lavaba el cabello mientras tanto, y terminado esto, pidió de vuelta el lugar que le correspondía. Al fin Fernando tuvo su fantasía, ellos experimentaban su sexualidad a través mía y nos gustaba. En esa ducha ambos me metieron los dedos, aunque mi amiga fue insistente con mi ano.


(Basado en hechos 70% reales)
 
Arriba Pie