La Apuesta entre mi Madre y Yo – Capítulos 001 al 003

heranlu

Veterano
Registrado
Ago 31, 2007
Mensajes
6,204
Likes Recibidos
2,514
Puntos
113
 
 
 
-
La Apuesta entre mi Madre y Yo – Capítulo 001

Mi madre se llama Ana, es una señora guapísima y voluptuosa, de esas señoras que doblas el cuello para no dejar de verla si te la cruzas en la calle. Una señora morena, de 53 años, de buenas caderas, con un culazo grande y parado, buenas piernas y unas tetas bien bien grandes. Se cuida maravillosamente, conserva su cintura, se cuida, viste genial... la mami que todos mis amigos quisieran para ellos.

Mi padre es un buen hombre, trabajador, pero con un defecto que va a acabar con todos nosotros, la bebida. Bebe, bebe demasiado, no es un borracho, pero algún fin de semana que otro viene en no muy buenas condiciones, y esto nos lleva de cabeza, sobre todo a mi madre, a esa señoraza que de un tiempo acá, no puedo evitar masturbarme pensando en ella cada vez que en la veo pasar ligerita de ropa.

Tengo fijación por el culo de mi madre, y me moriría por follárselo. Y no se me ocurre ni como acercarme. Solo sé que el punto débil de mi madre es la adicción dominguera de mi padre. Y me puse a trabajar en ello.

La pasada noche mi padre se quedó en un bar a ver el fútbol, y como de costumbre vino pasado de alcohol, tambaleándose. De madrugada la discusión de mis padres fue sonada, se oían los reproches de mi madre a través de la pared, fue peor de lo acostumbrado, hasta el punto que mi padre se volvió a ir.

A la mañana siguiente la vi en la cocina, con su camisón de raso negro a menos de medio muslo. Absorta removía un café y me acerqué por detrás:

-Javier: Mamá

-Ana: Ah, que susto. Hola mi niño

-Javier: ¿qué te pasa?

-Ana: Nada... me pillaste pensativa

-Javier: ¿Pensando en papá otra vez? No te merece, es un capullo.

-Ana: No hables así. Sí, pensando en él, en mí, en todo.

-Javier: No te merece. No le des más oportunidades. No es él. Volverá a hacerlo.

-Ana: No sé, no creo. Ayer le hablé muy claro

-Javier: ¿qué te apuestas que volverá a hacerlo? Me juego contigo lo que quieras

Cogí suavemente a mi madre por la cintura y me acerque a ella. Ella se giró y nos fundimos en un abrazo en las que mis manos inconscientemente se deslizaron al trasero levemente. Lo suficiente para disparar los latidos del corazón en mis sienes y no llamar la atención de mi madre.

-Javier: Volverá a hacerlo. Y lo verás

-Ana: Verás cómo no

Apartándola de mí la miré a los ojos:

-Javier: ¿Qué te apuestas a que sí? Y será peor

-Ana: Verás cómo no

-Javier:¿Qué te apuestas? Pídeme lo que quieras

-Ana: ¿y qué te voy a pedir yo mi niño? ¿o que te voy a dar yo?

-Javier: Lo que quiera

Mi madre sonreía levemente pensativa. Parecía que su cabeza estaba en otro lugar.

-Ana: jaja, vale… lo que yo quiera y lo que tú quieras. Pero no pasará.

-Javier: Pues como lo vuelva a ver venir borracho hoy mismo, te voy a pedir lo que yo quiera. Te cojo la palabra.

-Ana: Niño, no me asustes, que aunque soy mujer de palabra también soy mujer.

-Javier: Pasará mamá, pasará. Y lo sabes. Una promesa es una promesa, ¿de acuerdo?

-Ana: Te lo prometo. Haré lo que tú me digas, pero ya te adelanto que no vendrá mal esta noche. Lo sé.

Mi padre había salido después de comer a tomar café con los amigotes de siempre y mi madre pasó el resto de la tarde de verano en tareas de limpieza. Difícil era estudiar, yo sabía que se ponía para limpiar un vestido muy ligero que se le ceñía a las caderas y marcaba las enormes tetazas que tenía. Se bamboleaban al compás del trapo sobre los muebles y yo me ponía muy burro pensando como chupar esos pechazos. Ella sudaba y hablaba entre dientes.

Llegada la noche mi madre se dirigía con su albornoz a tomar una ducha reconfortante cuando sonó la puerta. Al abrir los amigos de andanzas de mi madre lo traían en brazos y argumentaban que algo le debió sentar mal.

-Amigo: Buenas tardes señora. Su marido no se encuentra bien. ¿Podemos dejarlo en algún sitio?

Las risas en voz baja sobre el estado de mi padre y los repasos a mi madre de arriba abajo me hicieron acercarme y ayudar a mi padre a llevarlo a su cuarto. Los amigotes se marcharon diciéndose en voz baja que menudo polvazo tenía su mujer.

Mi padre acostado boca abajo, mi madre diciéndole de todo, y yo al lado. Todo era un poema.

-Ana: ¿No te da vergüenza?. Vaya mierda de hombre, además de borracho impotente.

Mi madre se dio cuenta que habló más de la cuenta, que la oí. Así que apretó los labios y se fue al baño.

Mi padre permanecía tirado en la cama, sin mover ni un párpado. Estaba sobadísimo. Mi cabeza no daba más que vueltas y vueltas. No sé si mi madre había digerido que le había ganado una apuesta pero después de pensarlo y pensarlo me dirigí despacio al baño donde mi madre se duchaba.

Apoyé mi oreja en la puerta y oí cerrar el grifo del baño. Mi corazón latía a mil y mi polla no cabía en el pantalón corto. No había pestillo así que me llené de valor y entré. Hablamos a través de la cortina de la ducha:

-Ana: ¿Quién es?

-Javi: soy yo mamá

-Ana: ¿Qué quieres? Estoy terminando de secarme

-Javi: Te dije que papá vendría borracho. Te equivocaste. Te volviste a equivocar. Te equivocaste y te toca pagar.

-Ana: ¿Cómo que me toca pagar? ¿Qué tengo que pagar?

-Javi: Tu apuesta perdida mamá

Hubo unos segundos de silencio y lo siguiente que ocurrió es que descorrí la cortina de golpe, y allí estaba la maciza de mi madre, desnuda de frente a mí y sujetando la toalla a la altura de sus pechos tapándose todo lo que la pequeña toalla podía.

-Ana: ¿Pero que haces niño? ¿No ves que estoy desnuda? ¿Corre la cortina?

-Javier: No

-Ana: ¿Cómo que no? Que estoy desnuda niño. Corre la cortina. Luego hablamos

-Javier: Que no. Quiero que cumplas tu palabra de mujer

-Ana: Pero niño…

En un momento de descuido tiré de la toalla hacia abajo y los pechos de mi madre botaron buscándola de nuevo. Como un resorte se tapó los pechos con los brazos sin conseguirlo y posteriormente su coño depilado. Se avergonzó de tal forma que no le quedó más remedio que darse la vuelta ante mí, dejando su perfecta espalda y potente trasero mirando hacia mí.

-Ana: Niño ¿se puede saber que haces? Sal del baño

-Javier: No, paga tu apuesta.

-Ana: Ay dios

Mi madre se bloqueó y al ver tirada la toalla en el suelo de la ducha se agachó a recogerla mientras permanecía de espaldas a mí. La visión por detrás de ese chochazo depilado y el agujero del trasero siempre tan deseado hizo que mi mano se posara en su espalda mientras permanecía ligeramente echada hacia delante.

-Javier: Mamá… no te muevas. No te muevas te he dicho. Deja de hablar y cumple tus promesas.

Mi madre no habló, seguía echada hacia adelante con la toalla en una mano mientras yo con una mano sobre su espalda para recordarle que no se levantara, con la otra le sobaba el trasero sin temor. Lo amasaba, un glúteo y luego el otro, y dejaba deslizar un dedo rozando el agujerito de su culo.

-Javier: Mamá, no te muevas. No puedo más.

-Ana:¿Cómo que no puedes más?, ¿a qua te refieres? ¿Qué quieres hacer?

-Javier: Estoy loco por tu trasero. Tienes el culo más bonito y sexy del mundo. Quiero que sea mío.

-Ana: Nene no

-Javier: No quiero oírte más. Calla y no te muevas. Calla

La situación era excitante. La mujer que más deseaba y la visión de ese culo perfecto a medio palmo de mi polla me hizo tener la erección más brutal que recuerde. Me bajé el pantalón y solté mi aparato que enloquecido golpeó los glúteos de mi madre. Recogí el bote de gel y embadurné mi polla y el agujero del culo de mama. Los ronquidos de mí padre me ponían a mil. Me iba a follar por el culo a mi madre, a su esposa, con el presente en casa.

-Ana: Nene, ¿estás loco? Soy tu madre.

-Javier: Te voy a follar el culo mamá, aquí y ahora. Callaté

No tengo claro si de mi excitación o de la de ella, enfilé mi polla a su culo y entró media polla con facilidad. Enganché a mi madre por las caderas y empujé mi polla hasta el fondo. Entraba como un cuchillo caliente en la mantequilla. La tenía completamente ensartada por el culo.

-Ana: Ay nene. ¿Qué has hecho? Me has.. me has…

-Javier: Dilo mamá dilo… Quiero que lo digas

-Ana: Me estás… ay dios

-Javier: Que me digas que te estoy haciendo..

-Ana: Ay, dándome por culo nene, dándome por culo…ay ay

Seguí embistiéndole la polla en el culo, dura como un garrote, solté sus caderazas y enganché sus enormes tetas. Ella puso sus manos sobre las mías y me las apretaba.

-Javier: ¿Te estoy dando por culo mamá?

-Ana: Sí sí

-Javier: ¿Quieres que deje de metértela en el culo?

-Ana: No, no, no pares

-Javier: Entonces ¿te gusta que te culee?

-Ana: Ay sí, mi niño, me gusta mucho, sí

Aumenté las embestidas en ese trasero sin ofrecer resistencia alguna. El choque de mi pubis con sus nalgas sonaba de tal manera que en algún momento temí que mi padre se despertara y viera como le jodo el culo a su señora. Pero eso era imposible, el alcohol lo tenía totalmente adormecido.

-Javier: Mamá, no voy a parar hasta romperte el culo

-Ana: No, no me lo rompas… ay

Tenía el nabo ardiendo como un hierro candente y mi madre aguantaba mis embestidas sin retraer el trasero. Las acometidas eran brutales, la tenía bien agarradas por las tetazas y le tiraba bien fuerte por el culo. No sabía cuanto tiempo más podría aguantar así

-Ana: Ay nene, ya no aguanto más, me estas destrozando el culo. Córrete, córrete en mi culo

Las palabras de mi madre pidiéndome que me corriera en su culo, me pusieron como una moto. Estaba deseando llenar de leche el culo de mi jamona madre, pero me aguanté y como la ví sumisa le saqué la polla del trasero y le dije:

-Javier: Vente conmigo al dormitorio, que te voy a terminar allí. Vente.

-Ana: Calla loco, que está tu padre durmiendo.

-Javier: por eso

La agarré de la mano y la arrastré al dormitorio donde mi padre yacía sin inmutarse, babeando las sábanas en la misma postura que lo dejamos. Mi madre, desnuda y preciosa como estaba, la puse de rodillas junto a su marido en la cama. Enfilé la polla nuevamente en su culo, y se la metí de un golpe.

-Javier: Mamá… dile que te están dando por el culo. Díselo.

-Ana: calla loco, no

-Javier: díselo ya

Mi madre, en voz muy bajita, se dirigió a su marido y le dijo mientras dormía.

-Ana: Juan, me están dando por el culo. Me están follando por detrás. Ahhhh, aahhh

Las tetas de mi madre se balanceaban adelante y atrás, mi polla no le perdonaba un centímetro de culo, y las embestidas volvieron a ser tan brutales como en el baño. Sin pensarlo le solté un palmetazo en el culo:

-Ana: Ay sí… dame, dame

Seguí golpeando el culazo de mi madre mientras lo follaba sin parar. Enseguida noté como mi madre se tensionaba corriéndose como una loca, perdiendo los papeles.

-Ana: Ay dios,… me estoy corriendo hijo puta, me corro… ay dios dios.

Mi madre seguí estremeciéndose mientras yo seguía meneando el nabo dentro de su culo, seguí dándole azotes y viendo como se corría esta señoraza que tengo por madre, no pude demorarlo más y le eché el polvo en el culo más brutal que jamás habrá recibido en tu vida. Estaba desatada:

Ana: Sí, nene, córrete en el culo de mamá, vacía los “güevos” en mi culo. Así cielo. Lléname el culo de leche, sí así.

Los ojos se me quedaron en blanco mientras me corría en el culo de mi madre. En el culazo de la jamona más impresionante que uno podía tener por madre. Acabé extasiado y me eché sobre ella y mi polla se salío de su culo. Aún respirábamos agitados los dos, yo sobre su espalda, y el cornudo borracho de mi padre a nuestro lado y así permanecimos.

Al rato mi padre se movió y yo creyendo que iba a verme me eché al suelo por el lado de mamá para que no me viera. Abrió los ojos y vió desnuda a su mujer a su lado.

Papá: ¿Qué haces ahí desnuda nena?

Ana: Nada papá. Iba a acostarme


-
 

heranlu

Veterano
Registrado
Ago 31, 2007
Mensajes
6,204
Likes Recibidos
2,514
Puntos
113
 
 
 
-
La Apuesta entre mi Madre y Yo – Capítulo 002



Habían pasado ya dos semanas del encuentro sexual con mi madre. El día siguiente al polvazo con ella, la oí discutir fuertemente con mi padre, le recriminaba la bebida, su falta de deseo sexual, lo descuidado que andaba, lo abandonada que tenía la familia, el dinero que gastaba, todo. Debió ser una discusión muy constructiva pues mi padre no había vuelto a beber en esas dos semanas. No saliendo con los amigos no provocaba situaciones de las que luego se arrepintiera. Estaba de vacaciones y pasaba el día viendo las series en la puta tele.

Mi madre no hacía más que darme de lado. Parecía que tras nuestro fugaz encuentro y la reconciliación con mi padre tenía la excusa perfecta para evitarme. Apenas se dirigía a mí. No sé si por vergüenza, arrepentimiento, o por qué no… para volver a caer en la tentación. Al menos eso quería imaginar yo.

Veía a mi madre de otra manera, como es mujer madura con una belleza sublime y entrada en carnes que me dejaba embobado con solo mirarla. No entiendo como mi padre no la follaba a diario. Viendo fotos de jóvenes, de casados, cuando yo era pequeño, era innegable que mi madre había embellecido de una forma espectacular.

Cuando entrada la noche veíamos los tres la tele,… bueno los dos, yo la miraba a ella, mi madre iba muy ligera de ropa por el calor, se le veían esas piernas blancas y ligeramente regordetas, unas caderazas bien plantadas en el sofá, con escasa barriguita y… y un par de tetas impresionantes. Parecía que había engordado más estas semanas pues el camisón que se ponía por la noche antes de acostarse se le ajustaba más en los pechos, que a veces se le marcaban, y a mí eso, me ponía loco.

No podía soportarlo más, no dejaba de mirarla sin que mi padre lo notara. Ella lo sabía y, por fin me miró, seria, sin gesto alguno. De la alegría que me dio no pude evitar sonreírle y guiñarle un ojo. Ella volvió la mirada y siguió como si nada ocurriera.

Esa noche fue mi padre el primero que se fue a dormir. Mi madre se quedó terminando la película y yo ya no pude demorar más dirigirme a ella:

Javier: Mamá…

Ana: ¿Qué quieres?

Javier: ¿qué te pasa conmigo? ¿por qué no me hablas?

Después hubo un silencio incómodo

Ana: Lo que hicimos no estuvo bien. Ni por ti, ni por mí ni por tu padre

Javier: A nosotros nos encantó, y mi padre me da igual… Es un borracho

Ana: No hables así. Ya no bebe, ¿acaso no lo ves? Ya no bebe

Javier: Bebe y seguirá bebiendo

Ana: Te he dicho que no. Que ya no

Javier: Te echo de menos mamá. Fue formidable. Echo de menos a ti y a tu culo

Ana: Calla, que eres un deslenguado

Javier: Es cierto. Me moriría por probarte otra vez más.

Ana: Te he dicho que te calles. Eso no volverá a pasar. Te lo prometo

Javier: Te encantó igual que a mí

Ana: Deja ya el tema

Javier: Si estás tan segura de papá, que no volverá a beber. Haz un último trato conmigo

Ana: ¿De qué hablas?

Javier: Si papá no vuelve a beber en un par de días te doy mi palabra de que te dejaré en paz para siempre, que lo olvidaré todo

Ana: ¿Y si no?

Javier: Serás mía una última vez… como quiera, cuando quiera y donde quiera

Ana: Tu padre no volverá a beber, y menos en estos dos próximos días

Javier: ¿Entonces?... ¿eso es que aceptas mi apuesta?

Ana: Con tal de no oírte más, es posible

Javier: Acéptala, ¿Qué tienes que perder? Si ganas te dejo tranquilo, si pierdes te daré una follada por el culo monumental, ¿vale?

Ana: No me hables así, te he dicho.

Javier: Vale, perdóname

Ana: Te perdono

Javier: ¿pero aceptas?

Ana: Sí, acepto. Y perderás

Al día siguiente por la tarde, mi madre se puso preciosa, de escándalo. Verla con ese vestido azul oscuro, cinturón ancho negro a juego con su pelo, marcaba sus caderazas y su culo de una forma para mí provocativa. Iba a casa de su hermana a tomar café y pasar la tarde. Me quedé en casa con mi padre. Tenía planes para él y mi madre no lo sabía. Mi madre no sabía que lo tenía todo medio preparado para que perdiera su apuesta y cobrármela.

Era hora de futbol televisado, su equipo favorito jugaba contra el líder de la liga y yo sabía que lo televisaban. El plan era sencillo, hacerme el hijo enrrollado y ver el futbol con él entre cerveza y cerveza… y tranquilizantes.

El solo pensamiento de ver la espalda desnuda de mi madre ante mi me nuevo, me hacía provocar las situaciones más vejatorias para con mi padre y mi madre, con fines diferentes. A mi padre dejarlo fuera de combate, a mi madre le tenía preparado algo brutal. Follarla por el culo sin parar, sin compasión.

Allí estaba mi padre, disfrutando con su equipo favorito en televisión y su apreciado hijo a su lado departiendo las incidencias del partido como si fuera uno de sus amigotes de corredurías.

Aunque al principio reticente, ¿cómo le iba a rechazar a su hijo una de sus más preciados tesoros, fríos y sabrosos?,… la cerveza.

Después de traerle un par de cervezas, yo aprovechaba las idas y venidas a la cocina para vaciar por el fregadero la mía. Ni loco iba a estar borracho si llegaba el momento de bajarle las bragas a mi madre. A la tercera y última cerveza fue cuando ya tenía machacados los tranquilizantes y se los vacíe en la cerveza abierta. Una auténtica locura por mi parte, pero era inevitable, el deseo por mi madre no me paraba.

En la segunda parte llegó todo el desenlace. Mi padre se me durmió durante el partido, y lo único que tuve que hacer es adornar la escena del crimen. Dejé todas las cervezas vacías a su alrededor y en la mesita y esperé. Como una bendición celestial apareció mi madre en casa. El sonido de las llaves abriendo la puerta me puso el corazón a mil. Y allí estaba yo, viendo el final del partido, con una coca-cola en la mano y mi padre dormido a mi lado.

Mi madre estaba descompuesta. Se quedó mirándolo con una sensación de perplejidad que se fue transformando en ira. Yo la miraba y le dije:

Javier: Hola mamá… ¿tú no sabías que había futbol verdad?

Ana: Cállate

Javier: Vale…

Ana: ¿Qué ha pasado?

Javier: Que se ha puesto a ver el futbol y se ve que se ha venido arriba aprovechando que no estabas

A mi madre no le había dado tiempo ni a dejar su bolso. Conforme entró al salón se encontró el panorama de su marido y su cara denotaba perplejidad, asombro, enfado.

Javier: Pues eso es lo que ha pasado. Pero…

Ana: Pero qué…

Javier: Ahora te cuento lo que va a pasar. El cuándo, el donde y el cómo.

Ana: ¿Qué?

Javier: Que has perdido la apuesta, y me la voy a cobrar

Ana: Ya

Mi madre seguía molesta, pero con su marido. Algo me decía que iba a pagar mi apuesta, estaba tan enojada con su marido que cualquier tipo de venganza contra él le iba a parecer pequeña.

Javier: Mamá…

Ana: Qué

Javier: Despierta

Ana: ¿Qué quieres?

Javier: Cobrarme mi apuesta…. Ya mismo

Ana: ¿Qué quieres hacer?

Javier: ¿Cuándo? ahora,… ¿Dónde? Aquí,… ¿cómo? … pues ahora lo verás

Ana: Y no hay otra forma de solucionarlo, ¿verdad?

Javier: No. Tú calla y obedece

Ana: Callo y obedezco….

Pero mi madre seguía mirando a mi padre. Paseo con sus tacones y vestido azul por delante de mi descompuesto padre desparramado en el sofá con la cabeza ladeada. Seguí mirándolo con desprecio. Pasó por delante de mí y me vino a la nariz la rica sensación a perfume de mujer que me haría pajearme con solo olerlo. Dio la vuelta al sofá y se puso detrás quedándose parada, quieta, mirándolo.

En ese momento me levanté despacio y también rodeé el sofá colocándome detrás de mi madre absorta. Le rodeé los brazos por su cintura, pegando mi polla a su trasero y mi cabeza a su espalda.

Javi: Te quiero mucho mamá. No sufras más por él.

Ladeé su larga pelo negro y empecé a olerlo sin recato. Le besé el hombro y mi madre ladeó la cabeza permitiéndome acceder aún más a su cuello que besé y mordisqueé.

Javi: Vas a ser mía mamá. Ahora

Ana: Haz conmigo lo que quieras cielo

Puse ambas manos sobre su trasero manoseándolo. Mi erección ya era brutal y en un momento había subido el vestido azul de mi madre hasta su cintura, dejándome ver unas preciosas bragas negras muy ajustadas.

Javi: Mami, te deseo. Estoy loco por tu trasero y no paro de soñar con él desde que lo poseí la última vez.

Ana: Es tuyo nene. Volví a perder. Es tuyo.

Me arrodillé detrás de mamá y le bajé las bragas hasta medio muslo. El calor que salía de su entrepierna me ponía loco. Bese su trasero mientras lo agarraba. Notaba el frescor de sus carnes y la ligera tibieza de su sexo. Los dedos de mi mano se clavaban en sus glúteos que ladeé dejando su sonrosado esfínter a la vista. No dudando un segundo pasé mi lengua por su ano, con lo que noté como mi madre se erizó y echó su trasero hacia mía acomodando mi lengua en su ano.

Ana: Soy tuya nene. Eres el único hombre de mi casa.

Volví a ponerme en pie dejando caer mi pantalón corto y calzoncillos al suelo. Su ano estaba lubricado por mi saliva. Pasé un poquito la polla arriba y debajo de su orificio y empecé a meter la puntita, que extrañamente apenas opuso resistencia. Me deseaba.

Ana: Ay cariño, ¿Qué me haces? Ay

Mi padre seguía dormido justo delante de nosotros, totalmente dormido. Solté el cinturón del vestido de mi madre y pude acceder con facilidad a su sostén, que ladeé hacia arriba, cayendo sus ubres sobre mis manos, amasando sus tetas con mis manos, buscaba sus pezones para pellizcarlos. Seguí metiéndole la polla poco a poco.

Javier: Dios mamá, que buena estás. Que polvazo tienes. Que voy a dar por el culo hasta mañana sin parar.

Ana: Calla loco, ay sigue, sigue…

Sin soltar sus tetazas de mis manos, amasándolas por los nervios de no poderlas abarcar todas, mi madre se repantigaba hacia delante, junto a mi padre, inconsciente de la follada que estaba recibiendo su mujer a su lado. Empecé a bombearle el ano con firmeza rítmicamente. Mi madre se iba deshaciendo poco a poco.

Ana: Ay cariño, sigue así. No pares

Javier: ¿Qué siga que mamá? ¿Qué te hago?

Ana: Me das nene, me das…

Javier: ¿Te doy? ¿Qué te doy mamá? ¿Qué te estoy dando? Dime…

Ana: Por el culo hijo mío. Me estás dando por el culo

Mi madre se estaba soltando a hablar. No había duda de que disfrutaba y yo estaba dispuesto a que dijera todas las barbaridades del mundo. Disfrutaba enormemente oyéndolas. Así que seguía sacudiéndole fuerte por el culo y sin soltar un momento sus tetazas de jamona.

Javier: Te estoy rompiendo el culo mamá. Te lo mereces. Estás más que buena. Me encantas

Ana: Si cariño sigue dándome

Javier: ¿Te gusta mami?

Ana: Si nene, me encanta

Javier: ¿Te doy más fuerte cielo?

Ana: Sí, dame más. Dame todo lo fuerte que quieras. Hay mucho culo para ti. Dale fuerte nene.

Las embestidas por el culo a mi madre eran brutales. Mi polla entraba y salí con suma facilidad. Su culo no ofrecía resistencia alguna. Seguí agarrando sus tetas, amasándolas, debí hacerle daño pero a ella no parecía importarle. Gemía como una loca

Ana: Ay, cariño. Creo que me voy…

Javier: Díselo a papa. Díselo… Dile que te vas a coger de la follada de culo que te está dando tu hijo.

Mi madre, descontrolada, perdida, se dirigió al oído de mi padre y le habló en susurros

Ana: Óyeme cornudo. Tu hijo me está destrozando el culo a pollazos. Cosa que tú no sabes ni hacer maricón. Me va a correr ya mismo. Me tiene a punto. Mi culo es suyo. Cabrón

Y mi madre empezó a correrse tapándose la boca con la mano. Se le pusieron los ojos en blanco y no paraba de jadear intentando controlar su propio orgasmo.

Ana: mmmmmm, dios, dios, dios.

Javier: Córrete bien mamá que pronto me correré en tu culo.

Ana: Ay cielo. Sí, córrete en mi culo. Échame un buen polvo en el culo. Llénamelo de leche. Fóllamelo bien. Dale nene

No pude aguantar más. Sus palabras me pusieron loco y empecé a echar chorros y chorros de esperma dentro de su trasero. Tenía la sensación de mearme dentro de su coño y era interminable.

Quedamos extasiados, ella sobre el respaldo del sofá y yo sobre su espalda, oliendo el aroma que desprendía su cuerpo sudado. Olía bien de todas las maneras. Mi polla empequeñeció y se salió de su ojete dilatado. No tardó mi semen de chorrear poco a poco de su culo al suelo. Mientras el cornudo de mi padre seguía dormido seguramente soñando con los goles de su equipo.

Volteé a mi madre recién follada. La besé en la boca y empecé a chuparle las tetazas y por primera vez le eché mano a su coño, metiéndole un par de dedos. Estaba empapadísimo, y no se me ocurrió otra cosa de llevarla a su dormitorio donde la eché sobre la cama, le abrí las piernas y me eché sobre ella follándole el coño y chupándole las tetas como un loco hasta bien entrada la noche.
-
 

heranlu

Veterano
Registrado
Ago 31, 2007
Mensajes
6,204
Likes Recibidos
2,514
Puntos
113
 
 
 
-
La Apuesta entre mi Madre y Yo – Capítulo 003


asaron muchos meses tras los dos encarnizados encuentros con mi madre. Fueron dos apuestas brutales causadas un padre borracho que me pusieron en bandeja y en mi polla a mi propia madre. Ella había aprendido la lección, y aunque no atrancó en ningún momento y supo pagar sus apuestas con una verdadera mujer, jamás volvieron a producirse situaciones para volverla a engañar, y jamás volvió mi padre a beber como antes.

Llegó un momento en que creí que todo estaba perdido, que todo quedaría solo en mis recuerdos. Mi pensamiento se consumía recordándola más y más conforme pasaba el tiempo. Mis masturbaciones aumentaban pero no era suficiente. No sabía cómo conseguir provocar nuevas situaciones como las que viví meses atrás.

Era la misma Nochebuena la que celebrábamos. La hermana de mi padre y su esposo vinieron a cenar esa noche con mi prima pequeña, una niña de unos once años muy habladora y pesada a la que tenía manía y no soportaba demasiado. La mesa del salón estaba casi preparada desde primera hora de la tarde esperando que en un par de horas llegaran los invitados. No sabía dónde estaba mi padre, que se marchó después de comer a tomar algo con sus amigotes y aún no había vuelto.

Sin terminar aún de arreglarse, mi madre lucía espléndida como siempre. Había cogido unos kilos de más pero aún conservaba su cintura, ancha pero bien marcada por sus grandes pechos y culazo de jamona madura. Había estado adelantando cosas para la cena y se disponía a darse una ducha para luego vestirse para la ocasión. La vi pasar del baño a su habitación con su precioso albornoz blanco, su cinturón bien cerrado que sostenía a raya ese par de tetas enormes que luchaban por librarse de la presión que ejercía el albornoz. Su pelo negro aún recogido de cualquier manera, sus piernas blancas, preciosas, limpias. Me produjo una excitación enorme verla pasar hacia la habitación a hacer algo antes de ducharse.

Y ahí fue donde mi impulso juvenil, mi exceso de confianza, me hizo cometer un grave error. Entré tras ella a su habitación y allí estaba, en su tocador sentada de lado, quitándose unos pendientes que por error se llevaba a la ducha. Me acerqué por detrás y le besé el cuello, por instinto mis manos se fueron a sus ubres, que agarré sin pudor, sin miedo, como si de verdad creyera que eran mías. Mi madre se levantó como un resorte y se volvió hacia mí, aprovechando que me miraba le solté un beso en los labios. Me había venido arriba yo solo.

Mi madre me miró sorprendida, yo le sonreía y de repente recibí un tremendo bofetón en la cara que me la cruzó de lado a lado.

Ana: “¿Pero que te has creído niñato? ¿A dónde ibas? ¿Habrase visto semejante desfachatez?”.

No supe cómo reaccionar. Me eché mano al rostro y quedé sin palabras.

Ana: “¿Esa es forma de tratar a las mujeres?. No, aún peor, ¿esa es forma de tratar a tu madre?”.

Yo: “Yo no….”

Ana: “Ya te estás disculpando ahora mismo”.

Yo: “Yo,… lo siento mamá. Lo siento mucho. Dije al borde del llanto”.

Ana: “Que no vuelva a suceder semejante atrevimiento. ¿Serás descarado?. Anda, sal de aquí”.

Me marché apresurado a mi habitación donde aún sin querer llorar se me caían las lágrimas. Estaba con un sentimiento agridulce, avergonzado y aún excitado, cabreado, enfadado, triste… y empalmado.

Salí de la habitación para la cena. Mis tíos estaban muy simpáticos y mi prima tan parlanchina y cansada como siempre. Todo pareció olvidarse por ambas partes. La cena trascurría correctamente, entre charlas de recuerdos vividos, risas y vino.

Incluso mi madre tomó unas copas de más, lo que la puso más contenta de lo habitual. Quién me iba a decir que una mujer generalmente tímida y sumisa en el sexo como ella había actuado así conmigo y tornó tan activa y charlatana durante la cena. Incluso se permitió el lujo de tirarme alguna indirecta:

Ana: “¿Qué te pasa Javier?. Te veo apagadito. ¿Te ha pasado algo hoy?. No hablas mucho como nos tienes acostumbrados”.

Javier: “No, no,… estoy bien”. –Contestaba yo con aire disimulado.

Ana: “Tienes que echarte una novia. Pasas mucho tiempo en casa. Eso no es bueno para un chico de tu edad. Te vas a marchitar aquí”. – Dijo mientras tomaba otro trago más de vino rosado.

Yo tragaba sus indirectas estoicamente. ¿Cómo no hacerlo?. Mi madre iba preciosa. No me la quitaba de la cabeza. Llevaba un vestido de color azul oscuro a la altura de las rodillas con un cinturón negro precioso que le formaba las curvas. Unos labios rojos que se marcaban aún más en esa tez blanca y bella con ligeras arruguitas propias de la edad. Porque hay que decirlo, mi madre era bellísima, con un rostro dulce, nariz respingona y elegante y ojos grandes que hacen no parpadear a quien le aguante la mirada unos segundos. Tal era así, que el hermano de mi padre no le quitaba ojo disimuladamente y en cuanto tenía ocasión le soltaba a mi madre lo bien que la veía, que no pasaban los años, y todas esas chorradas que se dicen entre babeo y babeo.

La sobremesa se hizo larga. Mi prima dormía en el sofá como una vendita, con la cabeza apoyada en los muslos de mi tía que veía la tele hipnotizada. Mi padre y mi tío departían risas en la cocina, enseñándole la colección de botellas de alcohol caro que aún no había dado cuenta estos meses por efecto de haber reducido drásticamente la bebida. Mi madre se levantó algo mareada y soltó:

Ana: “Uf, que mareo, tengo que hacer un pis”. –Así que se dirigió al baño que tenemos en el pasillo de la entrada del apartamento. Verla andar de espaldas era un espectáculo incluso en casa. Una cintura marcada, un culo grande y unos tobillos pequeños que le daban un aire de señorona.

Tras mirarla desaparece en el baño, y con la excitación provocada por el movimiento de caderas de mi madre y las copas de vino tinto que llevaba de más, mi cabeza se embotó. Empecé a respirar profundo, excitado, nervioso, enfadado,… así que la seguí. Iba a cometer una locura.

Mi madre había cerrado la puerta del baño sin echar el pestillo, al cabo de unos segundos entré sin avisar ni hacer ruido cerrando a continuación y allí estaba ella, con la cabeza agachada soltando chorros de pis sentada en el inodoro, con un minúsculo tanga negro en los tobillos. Levantó la mirada y se quedó sorprendida.

Ana: “¿Pero qué haces aquí?. Sal ahora mismo. ¿No ves que estoy meando?. Sal y cierra la puerta”.

Yo: “Silencio. Calla. Que nos van a oír. Cállate coño”.

Ana: “Pero niño… que salgas, que…” -Mi madre paralizada, no sabía que más decir.

Se había quedado muda y yo había perdido la razón. La excitación gobernaba mi cerebro que solo me decía “fóllatela” y todo me importaba una mierda. Me dirigí a ella, le ofrecí las manos y le ordené:

Yo: “Levanta”

Mi madre callada, sorprendida y sumisa se levantó despacio. Se tambaleaba un poquito por efecto del alcohol. Tan sorprendida se levantó que su tanga negro aún permanecía enredado en sus tobillos. Me miraba sorprendida sin decir palabra con los labios entreabiertos sin tener aún muy claro, o sí, que es lo que estaba pasando allí.

Yo: “Date la vuelta mamá. Que te des la vuelta”. –Le espeté.

Mi madre no reaccionaba, así que yo mismo la giré cogiéndola de los hombros hasta dejarla de espaldas a mí. Empecé donde lo dejé por la tarde, besando su cuello por la espalda, oliendo el aroma de su sudor y perfume entremezclados. Le agarré las ubres sobre el vestido, esas enormes tetas con las que soñaba a diario. Con una rapidez inusitada solté los cuatro botones traseros que ceñían su vestido a su cuerpazo de jamona, el ganchito de su sujetador y dejé su espalda libre pudiendo acceder a sus tetazas por detrás, sentir su frescor y suavidad y aproveché para manosear y pellizcar sus pezones, restregando mi polla en su culo, disfrutándola brevemente.

Mi madre seguí callada, dejándose hacer, sorprendida. En mi momento cumbre de excitación le dije en voz baja al oído:

Yo: “Échate hacia delante mamá, y permanece con la boca cerrada. Calladita”.

Ana: “¿Qué vas a hacer nene?, ¿Qué vas a hacer?”

Yo: “Te voy a dar por culo mamá. Te voy a follar por detrás mientras té te callas la boca”.

Ana: “Nene no. Que no estamos solos. Por favor, estate quieto. Para, para”

Yo: “Ya es tarde mamá. Cállate”.

Y habiéndome lubricado un poco la polla con la cremita hidratante que había junto al lavabo, busqué lubricar la entrada de su orificio entre sus enormes glúteos y empujé hacia dentro sin compasión consiguiendo meter medio cipote del tirón. Mi madre tenía un buen agujero del culo, el de una señora ya curtida en esos menesteres fruto del entrenamiento semanal que posiblemente mi padre la sometía.

Mi madre puso su mano en su boca para amortiguar el más mínimo quejido y terminé de empotrarla hasta los huevos. Quedamos quietos unos instantes. Mi madre empezó a hacer una respiración profunda por el vino, la excitación y los recuerdos, aceptando que iba a volver a recibir otro polvazo en el culo, un polvazo de esos silenciosos y sumisos al que ella acostumbraba.

La cogí de las caderazas y con el panorama de ese vestido azul subido a media espalda y las bragas aún pisadas y enganchadas en sus tobillos. Empecé a entrar y salir del ano de mi madre, en silencio, los dos. Un silencio donde el único ruido era los golpes que le propinaba con mi cuerpo en los cachetes de su culo, consecuencia de las entradas y salidas brutales que le hacía en su culo, que apenas ofrecía resistencia, entrando mi polla como un cuchillo caliente en mantequilla derretida.

El acompasado y silencioso movimiento hacía moverse el vestido por delante, impulsado por los fuertes tetazos que sus ubres ejercían sobre el mismo. No pude resistirme a alternar mis manos entre su ancha cintura y sujetar sus tetazas, que al agarrarlas notaba como esa enorme masa de carne fresca de pezones endurecidos se acomodaban a mis manos. Era una sensación excitante sujetar sus melones mientras estos rebosaban de mis manos en todas direcciones. Hasta no pude evitar pensar en todos los polvazos y comidas de tetas que mi padre le habría propinado durante todos los años casados.

Mi madre cerraba los ojos, callaba, recibía y se mordía los nudillos de la mano para no gritar al sentir una polla entrando dentro y fuera, hasta lo más profundo de sus entrañas.

Apenas percibía resistencia del ano de mi madre ante las acometidas de mi polla. Su cuerpo quedaba vencido ante las puñaladas de mi sable en su interior. Ver como los cachetes se chafaban y ondulaban ante los golpes contra mi pubis me ponía loco. Era mía. Ahí detrás no estaba su hijo, ella solo disfrutaba, sus ojos se cerraban, sus tetas bailaban al son del ritmo que le imponía en su trasero, sus piernas a veces flaqueaban y parecía que en cualquier momento iba a desmoronarse su cuerpo serrano en el suelo. Estábamos en el cielo, no sabíamos que ocurría detrás de la puerta, solo era cuestión de azar que nos oyeran.

Yo: “¿Te gusta que te den por culo mami? ¿Te gusta?. - Le decía al oído mientras bramaba silenciosamente con la mano en su boca. Solo acertaba a asentir con la cabeza y a acompasar sus gemidos al compás de mi polla toda dentro.

Con una mano intentaba coger toda una teta, tarea imposible pues se me escabuían por los lados. Con la otra mano la enganché del pelo y no pude resistirme a tirarle hacia atrás torciendo su cabeza. La situación parecía una violación consentida en toda regla. Momento preciso en que soltó su mano de su boca y pude oír mejor sus gemidos e imperceptibles palabras.

Ana: “Ah, ah,… sí, sí, sigue hijo puta, no pares, no pares”.

Yo: “¿sigo siendo un desvergonzado, mamá? – Le dije recordándole las palabra que me soltó esa misma tarde.

Ana: “Sí, sí… pero no pares, no pares”

Entre la espera de meses de poder cobrarme nuevamente el premio del trasero de mi puta madre y la situación que estábamos viviendo en el baño, sentía que me iba a venir de un momento a otro, así que conseguido mi premio no tenía otro objetivo que correrme como un cerdo dentro de su culo. Y así fue. La polla se me puso dura como una piedra entrando y saliendo con suma facilidad. Mi madre volvió a su mano en la boca conteniendo sus gemidos.

Yo: “Me voy a correr ya en tu culo mamá. ¿Quieres que te llene el culazo de leche?. Vamos, dímelo ya.

Ana: “Sí cielo sí. Llénamelo, vamos, llénamelo. Vacíate dentro de tu mamita sí” – susurraba fuera de sí.

Por lo que de repente sentí salir el semen a borbotones inundando su ano sin parar. Fueron varios chorrazos continuos que juraría que mi madre sentía entrar en su trasero. Terminando de correrme sentí como a mi madre le temblaban las piernas y de la boca tapada le salía un bufido prolongado e intermitente. Se estaba corriendo, se estaba corriendo con mi polla en su culo. Incluso pude ver su tanga mojarse con gotitas del pipí no evacuado y que interrumpí cuando entré, y que caían y que no pudo contener mientras se corría.

Jadeando los dos, respirando en su cuello, mi pene empezó a desfallecer en su culo, por lo que al rato se salió desentaponando el agujero de mi lujuria. El semen empezó a chorrearle despacio pierna abajo. La corrida había sido brutal.

Recobrando ambos el conocimiento mientras respirábamos agitadamente en silencio, sin decirnos nada y al rato… golpearon a la puerta. Toc, toc.

Mi padre: “Ana, ¿estás ahí?

Ana: “Sí, ya salgo. No tardo. Déjame”. –Dijo aún entrecortadamente pero con determinación.

Entre risas con su cuñado, mi padre había echado de menos a mi madre y tras no encontrarla en su habitación se había dirigido al baño. Gracias a dios, no se interesó nada por mí.

Ana: “Ay niño. Que locura esta. Déjame arreglarme que tengo que salir. Ya hablaremos”

Mi madre se limpió la corrida como pudo, se puso una compresa que había en el armario en su culo dilatado, se recompuso el vestido, sopló y tras asomarse sutilmente al pasillo para comprobar que marido y cuñado habían regresado por donde habían venido, se dirigió al salón con una preciosa sonrisa de no haber roto nunca un plato.

Mi padre: “Ana, ¿pasa algo? estás muy roja”.

Ana: “Ay cielo, el vino. Parece que he bebido un poco de más y no me ha sentado bien”.

Tras oír a mis padres hablar y continuar con las risas. También me acomodé todo y me dirigí de un salto a mi cercana habitación. Aquí había pasado de todo y no había pasado nada. Con una ligera sonrisa por mis pensamientos, tuve la sensación de que mi madre sería mía más veces.

-
 
Arriba Pie