Todo empezó un domingo por la tarde que ya estaba anocheciendo. Madalena llegó a la puerta del piso de José y María con una maleta en su mano derecha, venía vestida con un pantalón vaquero, ajustado, una blusa blanca y calzando unos zapatos marrones con grandes plataformas. Llamó al timbre. José le abrió la puerta, Madalena le preguntó:
-¿Está la tía en casa?
-Está, pasa.
Pasó, José se volvió a sentar en su sofá, pilló el móvil y miró la hora. María, viendo que la sobrina de su marido tenía problemas, le dijo:
-Vete a dar una vuelta José.
Tuvo que fastidiarse y abandonar el piso para que ellas pudieran hablar, pero antes dejó el teléfono móvil con el grabador de voz puesto. Iba a ser el único modo que tendría de saber que se cocinaba. Regresó del bar de la esquina dos horas más tarde. María estaba sentada en su sofá mirando la televisión, se sentó en el suyo, su mujer le dijo:
-Madalena se va a quedar con nosotros hasta que encuentre piso.
-A mí no me molesta.
-Y aunque te hubieras molestado se quedaba igual. Me voy para cama. Tienes la cena en el horno.
No atravesaban su mejor momento. María, que tenía cuarenta y dos años y que era morena, de ojos negros, alta, con tetas medianas, un buen culo... Tenía un buen polvo. Se levantó y se fue para su cama, y digo para su cama porque José y ella hacía un par de años que dormían en camas separadas, aunque cuando le picaba el coño iba a la habitación de su marido a follar con él.
Al irse, José pilló el teléfono móvil debajo del cojín del sofá y apagó el grabador de voz, luego apagó la televisión y se fue para su habitación sin cenar. Se metió en cama, conectó los auriculares al teléfono móvil y oyó la voz de su mujer.
-¿Qué te pasó?
Oyó la voz de su sobrina.
-A mi marido le gustan los hombres. No puedo estar más con él.
-Hoy en día se dan muchos casos de hombres que le gustan los hombres y las mujeres, y también de mujeres que le gustan las mujeres y los hombres.
-Yo soy una de esas mujeres, pero las mujeres somos más limpias, es muy raro que nos transmitamos enfermedades venéreas.
-¿Y él sabía que te gustaban las mujeres?
-Sí, éramos un matrimonio abierto.
-Demasiada modernidad para mí. ¿Y cómo va eso?
-Yo, la primera vez lo hice con una mujer y la segunda con un hombre, y las dos veces lo hice con él mirando y masturbándose.
-¿Y las otras veces?
-Solo con mujeres y sin su presencia. Me enganché con ellas.
-A ver, Madalena, si tú te enganchaste comiendo coños, no te debe extrañar que tu marido se enganchara comiendo pollas.
-Ya, pero imaginar que come una polla me da asco.
-A mí no, al contrario, me pondría cachonda ver a tu tío mamándole la polla a otro hombre.
-¿Y después follarías con los dos?´
-Si, me encantaría saber que se siente al ser penetrada al mismo tiempo por el culo y por el coño
-Hablemos de ti y de mí. ¿Nunca has pensado en mí después de aquella vez?
-Prefiero no responder a eso. Agarra la maleta que te voy a enseñar tu habitación.
-¿Lo has hecho con otra mujer después de hacerlo conmigo, María?
-No te me acerques.
-Tu boca me ha sabido a manzana.
-Para de magrear mis tetas.
-Tú no quieres que deje de magrearlas.
-Sí que quiero.
-Tú lo que quieres es que te haga gozar.
-No digas tonterías, creída.
-Estás mojadita. ¿Recuerdas lo que sentiste cuando te corriste en mi boca?
-Quita la mano de mi coño, que si vuelve tu tío...
-¿Me enseñas mi habitación?
-Sí, pero sí te comportas.
-Estoy caliente como una perra, sabes que te lo voy a comer todo. ¿Vamos allá?
-Vale, vamos, pero si tiene que ser, que sea una cosa rápida, no vaya a ser que nos pille con las manos en la masa.
No se oyó nada más, pero os contaré lo que pasó.
Al entrar en la habitación, Madalena puso la maleta en el piso, le echó la mano a la cintura a María, que se giró, le rodeó el cuello con los brazos y se besaron con lengua. Madalena, con las manos en el culo de su tía, la apretaba contra ella. Esas mismas manos le quitaron la camiseta a María, y como no llevaba sujetador, sus tetas medianas, con areolas oscuras y pezones como guisantes quedaron al aire, se las magreó y se las mamó allí mismo, en medio de la habitación. Madalena le pregunto:
-¿Te has hecho alguna paja pensando en lo que hicimos?
-Calla.
Mamándole las tetas, le bajó la cremallera lateral de la falda marrón y esta acabó cayendo al piso. Luego le bajó las bragas y le quitó las zapatillas, se agachó y le lamió el coño.
-Cinco años esperando para volver a catar esta ricura.
-Has catado otras.
Entre lamida y lamida, le dijo:
-Como la primera no sabe ninguna.
Madalena se incorporó y se volvieron a besar. Luego, entre picos, Madalena, se fue sacando los botones de los ojales de la blusa hasta que la abrió y la quitó, para después quitarse el sujetador, el pantalón y las bragas y los zapatos. Desnuda, le volvió a preguntar:
-¿Te has hecho alguna paja pensando en lo que hicimos?
La respuesta fue la misma.
-Calla.
Madalena se agachó y le lamió el coño unas doce veces, luego se enderezó, la besó y le dijo:
-¿Lo ha hecho?
-¿Por qué quieres saberlo?
Se volvieron a comer las bocas.
-Porque yo las hice pensando en ti. ¿Las hiciste?
-Sí, me masturbé pensado en ti.
-¿Muchas veces?
-Cantidad de veces.
Besándose y pegadas una a la otra, Madalena fue caminado hacia delante y María caminando hacia atrás hasta que topó con la cama. No se dejaron de besar ni cuando María cayó sobre la cama. Madalena, encima de su tía, comenzó a mover el culo de atrás hacia delante haciendo palanca para que se frotasen los clítoris. La besó en la boca, la besó en el cuello, le mamó las tetas. María gemía y acariciaba las nalgas de su sobrina. Luego le dio las tetas a mamar, María las magreó y las mamó. Ahora ya gemían las dos. Así estuvieron unos diez minutos, fue el tiempo que necesito Madalena para correrse. Se corrió sacudiéndose y su coño dejó pringado de jugos el coño de su tía.
Al acabar de descargar, la besó de nuevo y luego bajó besando su cuerpo hasta llegar al coño. Vio su corrida sobre la raja y fue lo primero que lamió, ya que la mayoría de los jugos se había quedado entre la raja. Luego le echó las manos a la cintura y le lamió el coño de abajo arriba, aprisa, lo hizo unas veinte veces, después le chupó el clítoris unos segundos.
-¿Te va bien así?
María, magreándose las tetas, le respondió:
-De vicio, me va de vicio.
Volvió a las lamidas, luego al clítoris, y cuando volvió a lamer de abajo arriba, María arqueó su cuerpo, y temblando, se corrió en la boca de Madalena.
-¡Me corro en tu boca!
Madalena no dejó de lamer mientras su tía se corría.
Al recuperarse del tremendo placer que había sentido, le dijo María a su sobrina:
-Me voy. Tengo que preparar la cena.
Madalena, que estaba arrodillada entre sus piernas sonrió, pasó el dedo medio de su mano derecha por el coño, lo chupó y le dijo:
-La cena la tienes aquí, una cena jugosa, rica, rica, rica. ¿No te la has comido en tus pajas?
-Sí, pero ahora no es el momento.
Se echó boca arriba sobre la cama, volvió a mojar el dedo en el coño, se lo pasó por la lengua, y le dijo:
-¿Te vas a ir de nuevo sin saber que se siente al comer un coño?
-¿Tardarás mucho en correrte?
-Un par de minutos. Estoy demasiado cachonda para aguantar más.
-En ese caso voy a saber que se siente al comer un coño.
María se metió entre sus piernas. Tímidamente, lamió el coño de abajo a arriba. Sintió a Madalena gemir, se emocionó y ya se desmadró. Le lamió y le chupó el clítoris tal y como su sobrina había hecho, solo que a más velocidad... Madalena no tardó en correrse ni los dos minutos que había dicho. Al correrse se sacudió como si hubiera tocado un cable eléctrico de alta tensión.
Al acabar de disfrutar, le preguntó Madalena:
-¿Qué has sentido?
-Lujuria, mucha lujuria. Ahora necesito correrme otra vez.
-Ponme el coño en la boca.
Le puso el coño en la boca, Madalena le dijo:
-Cuando te meta la lengua en el coño, frótalo contra ella como si no hubiese un mañana.
Agarrada con las manos a la cabecera de la cama, el culo de María voló. Llevaba tanta velocidad sus tetas parecía que iban a salir disparadas. Oyéndola gemir como una demente, Madalena, mojó el dedo pulgar en la boca, le metió la mitad dentro del culo y María se corrió en su boca, diciendo:
-¡Me matas de gusto!
Ya no continuaron, era mucho arriesgar.
De lo que os acabo de contar, obvio que nada sabía José, pero lo poco que acababa de oír lo invitaba a hacerse una paja. Guardo el teléfono móvil y los auriculares, quitó el calzoncillo, y luego se masturbó imaginando situaciones en las que se comían todo la una a la otra... Al final se corrió como un perro.
José trabajaba de guardia jurado y se pasaba la noche fuera de casa, excepto los sábados y los domingos, que eran sus días libres. María trabajaba en una joyería de las nueve de la mañana a las ocho de la tarde, no venía a comer a casa y libraba los domingos. Madalena se iba a encargar de limpiar la casa y de hacer la comida y la cena.
Al día siguiente, a las once de la mañana, Madalena entró en la habitación de José, aspiradora en mano. La encendió y le metió un susto que reboté en la cama. Le dijo:
-Joder, Madalena, podrías limpiar la casa por la tarde.
Madalena no oyó lo que le había dicho, sonrió y siguió pasando la aspiradora. José había despertado empalmado y ver a Madalena inclinada con su culazo marcado en una falda azul y ver sus grandes tetas colgando dentro de una camiseta blanca, no ayudaron a que se bajase el empalme. Las ocasiones las pintan calvas y al calvo de José se las estaban pintando calva. Agarró el teléfono móvil, lo puso pegado a la oreja, buscó en la grabadora la conversación, la puse donde quiso, y luego gritó:
-¡¡¡Apaga eso!!!
Madalena apagó la aspiradora y oyó su propia voz.
-¿Lo has hecho con otra mujer después de hacerlo conmigo, María?
-No te me acerques.
Ya no quiso escuchar más.
-Eso que has hecho es ilegal.
-Pero práctico.
Se destapó, sacó el calzoncillo y le enseñó la polla empalmada, una polla normal, ni gruesa, ni delgada, ni pequeña, ni grande.
-Y Ahora quieres follarme.
-Tonto sería si no lo hiciese.
-¿Si dejo que me folles borras lo que tienes grabado?
-No, te daré el móvil para que lo borres tú. ¿Hay trato?
-Hay.
Puso en el teléfono móvil la canción: I Just Want To Make Love To You, una canción que tenía en favoritos. Madalena le preguntó:
-¿Quieres bailar conmigo?
-No, desnúdate muy lentamente y al ritmo de la música.
-¿Quieres que te haga un striptease?
-Quiero.
-No entiendo por qué quieres ver como me desnudo.
-Quiero ver como te vas denudando porque tienes un cuerpo precioso. Y cuando estés desnuda creo que voy a ver una obra de arte.
-Y yo creo que te vas a llevar una desilusión.
Contoneando las caderas se quitó la goma de su coleta, y su cabello largo y negro cayó por sus hombros, por sus tetas y por su espalda. Luego fue subiendo la camiseta hasta que se descolgaron unas tetas inmensas con areolas rosadas del tamaño del culo de una botella y unos pezones gorditos. Se bajó la falda, lentamente, sin dejar de mover las caderas, lo que hacía que sus tremendas tetas fueran de un lado al otro. Bajo la falda había unas bragas negras.
José meneaba la polla mirando para ella. Para bajarse las bragas le dio la espada. Vio como su culo quedaba al descubierto, un culo en consonancia con sus caderas, con su metro setenta de estatura y con sus setenta kilos.
Al darse la vuelta, además de ver sus tetas, vio su coño, tenía una buena mata de vello negro. Le dijo:
-Sabía que iba a ver una obra de arte. Ven y échate en la cama.
A Madalena le gustó lo que oyó. Quitó las zapatillas, se echó a su lado derecho, y dijo:
-Te dejo, pero no me pidas que te devuelva los besos, que suba o que te la chupe.
-Tú misma, pero yo haré lo imposible para que te corras.
-Eso no lo verán tus ojos.
La besó con lengua. Madalena abría la boca y dejaba que su lengua fuera acariciada por la de su tío, pero de ahí no pasó. Luego le amasó las tetas, y se las mamó un rato largo, lamiendo y chupando los pezones y las areolas. Después le pegó con la polla en las tetas, pezones y areolas incluidos, y continuó la faena subiendo encima de ella. Le metió la polla entre las tetas, las juntó y se hizo una media cubana, y digo media por qué no la acabó.
Madalena parecía una muerta, una muerta que no padecía ni sentía. José se volvió a echar en la cama, y luego bajó lamiendo su vientre y su ombligo. Le separó las piernas y le pasó la mitad de la lengua entre los labios vaginales. Tenía tantas babas en el coño que al quitarla, la lengua goteaba. Lo vio ir hacia su boca con la lengua fuera y no cerró la suya. La lengua de José se frotó con la de Madalena y allí dejó las babas depositadas. Después de besarla, la miró y vio como cerraba la boca y como por su garganta bajaba algo, es de suponer que era algo más que saliva.
Bajó de nuevo, hizo que flexionara las rodillas y que abriera las piernas de par en par. Se metió entre sus robustas piernas, le levantó el culo con las dos manos y luego metió y sacó la lengua de su ojete unas veinte veces, a continuación se la metió y se la sacó de la vagina, otras tantas veces.
No había ninguna clase de diálogo entre ellos. Es más, allí los únicos sonidos que se oían eran los que hacía la lengua, ya que los gemidos de Madalena brillaron por su ausencia.
Harto de meter y de sacar la lengua de sus dos orificios, y sin tener más referencia de su calentura que los jugos de su coño, fue a por ella. La lengua subió desde su ojete hasta su clítoris lamiendo todo lo que encontraba a su paso, lento las tres primeras veces, a medio gas las seis siguientes, y a toda hostia las siete u ocho veces que necesitó su cuerpo para sacudirse como si estuviera recibiendo una descarga eléctrica, descarga que duró unos diez segundos.
Aquel tremendo orgasmo logró que su boca se abriera totalmente, pero de ella no salió ni un gemido.
Madalena era dura, muy dura. José iba a intentar hacer que dijera algo, aunque fuera desagradable, para eso le frotó la polla en el ojete y después se la clavó de un solo viaje. Lo único que consiguió fue que lo mirara a los ojos con cara de pocos amigos. Si ella no hablaba él tampoco iba a hablar. Con su mano derecha bajo su culo y la izquierda magreando sus tetas, que se despeñaban por ambos lados de su cuerpo, le dio caña brava, le dio leña, le dio a romper. Madalena, con los brazos estirados a ambos lados de su cuerpo lo seguía mirando con cara de pocos amigos.
Tiempo después dejó de magrear sus tetas, mojó el dedo pulgar en la boca y le folló el culo a medio gas y le acarició el clítoris con el dedo. Vio como se le iban cerrando los ojos, movió la yema del dedo alrededor, apretando un poquito, y segundos después su cuerpo se volvió a sacudir con fuerza.
Al acabar de sacudirse, le sacó la polla del culo, la limpió con una toallita de las perfumadas que tenía encima de la mesita de noche, después se la metió hasta el fondo del coño, le echó la mano derecha a la cintura, le levantó el cuerpo y mirándola a los ojos la comenzó a follar lentamente. El rostro de Madalena ya no tenía cara de pocos amigos, pero estaba seria como un palo. José, poco a poco, fue acelerando las clavadas. Madalena seguía impasible, de su boca seguía sin salir un solo gemido. Paró de darle y después le fue metiendo una sola estocada, con fuerza y hasta el fondo. Madalena cerraba los ojos con cada estocada y luego los volvía a abrir. Tras las estocadas la folló a mil por hora. Paró cuando sintió que se iba a correr él, pero ya era tarde, se corrió con la polla enterrada en el fondo del coño de su sobrina. El cuerpo de Madalena comenzó a rebotar encima de la cama y se corrió como una loba, eso sí, sin gemir.
Al quitarle la polla del coño, a Madalena le volvió el habla.
-¿Satisfecho?
-No.
Metió la cabeza entre sus piernas, le levantó el culo con las dos manos, le lamió el coño y con la lengua pringada de jugos y de leche le lamió el clítoris. Nada, que ni se movía. Volvió a lamerle el coño, y con la lengua perdida de leche y jugos, la besó. Madalena se dejó besar. José regresó al coño, le metió dos dedos dentro de la vagina, le trabajó el punto G con las yemas de los dedos y el clítoris con la lengua, y al rato Madalena se sacudió otra vez sobre la cama. Al correrse sacó los dedos del coño y se lo lamió mientras se corría.
Al acabar de gozar, Madalena le volvió a preguntar:
-¿Satisfecho?
-Ahora sí.
-Borra la conversación.
Le dio el teléfono móvil.
-Bórrala tú.
-Eres un cabrón, pero un cabrón de palabra.
Al día siguiente José se levantó a la una, se duchó, se vistió y fue a la cocina, de donde le llegaba un olor muy agradable. Al llegar a la cocina se encontró a su sobrina vestida con una blusa blanca y una falda corta. Estaba inclinada echando la salsa de la bandeja del horno sobre el pato asado que estaba cocinando. José vio sus bragas blancas, fue a su lado y le tocó el coño.
-Tienes un culo precioso.
Madalena cerró la puerta del horno, se incorporó y le dijo:
-Si me vuelves a tocar me marcho y vuelves a cocinar tú.
-Perdona, pero es que te vi las bragas y se me fue la olla.
-Eso es porque piensas con la polla.
-Pude ser. ¿Falta mucho para que esté la comida?
-Ya está hecha, siéntate a la mesa.
José se sentó. Madalena puso el pan sobre la mesa, José le dijo:
-Sabes, creí que habías puesto esa ropa para provocarme.
Madalena poniendo los platos, las servilletas, los tenedores y los cuchillos, le dijo:
-Pues pensaste mal, la puse para verme guapa.
-Y estás guapa, pero en un cuerpo como el tuyo cualquier cosa que te pongas te queda bien.
-Tengo curiosidad por saber algo.
-Pregunta, y si sé la respuesta te responderé.
-Pero tienes que decirme la verdad.
-Cuenta con ella.
-¿Siempre haces correr a una mujer tantas veces como me hiciste correr a mí
José partió un trozo de pan con la mano, y antes de meterlo en la boca, le dijo:
-No, las mujeres con las que he estado se corrieron de una a doce veces, eso depende de la mujer.
-¿Conozco a la que se corrió doce veces?
-No.
Puso una jarra de vino tinto y los vasos sobre la mesa.
-A mí ponme una taza de barro de las grandes.
Fue a por una taza.
-Ahí tienes. ¿Te gusta el muslo o la pechuga del pato?
-Me gusta el muslo y me gusta la pechuga.
-Coincidimos en algo.
Madalena sacó la bandeja con el pato asado y la puso sobre la encimera para que enfriara. José mirando para el pato y para las patatas asadas, dijo:
-Huele que alimenta. ¿Cómo lo has preparado?
-A la naranja.
-Tengo que ir a hacer un cosa, ahora vuelvo.
Fue a hacer un pis, cuando regresó puso la bandeja con el pato asado sobre la mesa.
-Pártelo a la mitad y reparte, que yo reparto las patatas.
Con la comida repartida en los dos platos, Madalena quiso que empezara a comer su tío.
-¿A qué esperas?
-A que se enfríe un poco más. Yo esta clase de comida la como, como la comían los reyes.
-¿Y cómo la comían los reyes?
Llenó su taza de vino tinto.
-Con las manos y a dentellada limpia.
-Esas no son formas de comer.
-Tú come y bebe como quieras.
Agarró su pato, lo partió por la mitad usando las dos manos y después le metió una dentellada, masticó, tragó, echó un trago de vino, y luego le dijo:
-Así sabe mucho mejor, me siento como un rey.
Madalena, que estaba mirando para su tío con un tenedor y un cuchillo en las manos, se puso en pie, fue a buscar una taza de barro de las grandes y la llenó de vino.
-Qué diablos, un día es un día.
Rompió su pato por la mitad con las dos manos, lo partió, le metió una dentellada, masticó, tragó, bebió vino de la taza, y dijo:
-Sí que sabe mejor el pato, comido de esta manera.
-Y harta más.
Comiendo y bebiendo, le dijo Madalena:
-Sabe mejor, pero esto no es comer como reyes, es comer como cerdos, si alguien nos viese...
-Yo te estoy viendo y me gusta lo que veo.
-Porque tú eres como eres.
-¿Un cerdo?
-No me hagas hablar, que lo que me hiciste para rematar el polvo no tiene nombre.
-Sí lo tiene, se llama lujuria.
Acabaron de comer y tomaron café. Luego José le ayudó a Madalena con los platos y las otras cosas. Al acabar Madalena se fue a tomar la siesta a su habitación y José se fue a su habitación a hacer otra cosa, sí, esa cosa.
Estaba con la polla en la mano y los ojos cerrados, cuando le llegó el aroma del perfume de Madalena. Luego sintió como su polla entraba en su boca, abrió los ojos y vio a su esposa, estaba desnuda, de pie detrás de Madalena, con las manos en su culo. Madalena también estaba desnuda.
María le dijo:
-Hola, José.
José quedó mudo. La cabeza de su esposa se perdió detrás del culo de su sobrina, era obvio lo que estaba haciendo.
Madalena se incorporó y le estiró los brazos María le colocó esposas de cuero, lo sujetó a uno de los barrotes de la cama, y le dijo:
-¿Te gusta la sorpresa?
-Sí, pero... ¿A que viene las esposas?.´
-No solo te vamos a esposar, también te vamos a atar los pies a amordazar y a vendarte los ojos, Te queremos indefenso, que no las veas venir y que no puedas protestar.
Le ataron sus pies con dos cuerdas a los pies de la cama, le vendaron los ojos y lo amordazaron. Madalena dijo:
-Ya está listo.
Eran las palabras que Adán había estado esperando oír. Entró desnudo en la habitación. El marido de Madalena llevaba puesto el perfume de su mujer y los labios pintados con el mismo pintalabios. Sin meterse en la cama le mamó la polla a José, lo hizo sin manos.
María, de pie junto a la cama, miraba como Adán le mamaba la polla a su marido. Madalena, arrodillada delante de su tía, y con las manos en su cintura, le comía el coño. Allí nadie hablaba, nadie gemía, el único ruido que se oía era el de las mamadas.
Adán dejó de mamar, le puso un condón a la polla, subió a la cama, puso el ojete encima de la cabeza de la polla y fue bajando el culo hasta la mitad de la polla, luego subió los huevos y la metió hasta el fondo. Se oyeron los primeros gemidos, eran los de José, luego se oyeron los de María, que no perdía detalle de como la polla de su marido entraba y salía del culo de Adán. Pasado un tiempo, el culo de Adán apretó la polla de José, este pensó que Madalena se empezaba a correr, y le llenó el culo de leche. María se corrió en la boca de su sobrina viendo como de la polla de Adán salía leche en cantidad, y exclamó:
-¡Me corro, me corro, me corro, me corro!
Después de descargar, Adán salió de la cama, se limpió el culo con toallitas perfumadas y luego se fue de la habitación.
Madalena fue a la cama, le quitó el codón y le limpió la polla, polla que ahora estaba flácida.
-No nos va a servir, María.
-Sí que servirá, con unas mamadas se le pone dura otra vez.
Se la mamaron juntas y por separado y la polla se le puso dura. Con la polla tiesa le quitaron la venda de los ojos y la mordaza de la boca. Se bajaron de la cama. Madalena y María se comieron las bocas, luego se magrearon y se comieron las tetas, primero le magreó y le comió las tetas Madalena a María y luego, entre gemidos, fue María la que le comió las tetas a Madalena, y por último se comieron los coños, en el mismo orden, ignorando en todo momento a José.
La polla de José había subido y bajado mientras la tía y la sobrina se daban el lote. José recibió con un tremendo agrado la lengua de María en su glande y el coño de Madalena en su boca. Cuando su esposa se la mamó, él le enterró la lengua en el coño a su sobrina. Madalena, gimiendo como una loca, frotó el coño contra la lengua. Luego le puso el coño sobre la polla, bajó el culo y la metió hasta las trancas, se echó sobre él y se quedó quieta. José vio a Adán ponerse detrás de Madalena y puso el grito en el cielo.
-¡¿Qué coño es esto?!
Adán, frotándole la polla en el ojete a su mujer, le respondió:
-A mi me llamaron para hacer un trio, así que cuando yo la meta, la sacas tú, y cuando tú la saques, la meto yo, si no lo haces así le romperé el culo, y si le rompo el culo a mi mujer después te lo rompo a ti.
José se calló, no le quedaba otra más que callarse, ya que estaba bien atado.
Adán se la metió en el culo a su mujer y José se la fue sacando del coño. Al cogerle el tranquillo, le dieron a mazo y Madalena, al correrse, acabó sacudiéndose encima de José.
Al quitarse de encima casi no podía hablar, pero balbuceando, le preguntó a su tía:
-¿No vas a probar?
-Solo si José me da permiso.
José la miró y le dijo:
-Si has montado este cirio era para acabar recibiendo dos pollas, venga, sube.
María subió encima de su marido, se metió la polla en el coño y lo besó con lengua en la boca mientras Adán la besaba a ella con lengua en el culo. Luego, cuando sintió la polla de Adán deslizarse por su culo y a polla de su marido saliendo de su coño, sintió un placer indescriptible, placer que fue a más a medida que la fueron follando y que acabó con un orgasmo que la dejó muda y temblando una cosa mala.
Desde ese día, día en el que Madalena volvió con su marido, José y María tienen un matrimonio abierto.
-¿Está la tía en casa?
-Está, pasa.
Pasó, José se volvió a sentar en su sofá, pilló el móvil y miró la hora. María, viendo que la sobrina de su marido tenía problemas, le dijo:
-Vete a dar una vuelta José.
Tuvo que fastidiarse y abandonar el piso para que ellas pudieran hablar, pero antes dejó el teléfono móvil con el grabador de voz puesto. Iba a ser el único modo que tendría de saber que se cocinaba. Regresó del bar de la esquina dos horas más tarde. María estaba sentada en su sofá mirando la televisión, se sentó en el suyo, su mujer le dijo:
-Madalena se va a quedar con nosotros hasta que encuentre piso.
-A mí no me molesta.
-Y aunque te hubieras molestado se quedaba igual. Me voy para cama. Tienes la cena en el horno.
No atravesaban su mejor momento. María, que tenía cuarenta y dos años y que era morena, de ojos negros, alta, con tetas medianas, un buen culo... Tenía un buen polvo. Se levantó y se fue para su cama, y digo para su cama porque José y ella hacía un par de años que dormían en camas separadas, aunque cuando le picaba el coño iba a la habitación de su marido a follar con él.
Al irse, José pilló el teléfono móvil debajo del cojín del sofá y apagó el grabador de voz, luego apagó la televisión y se fue para su habitación sin cenar. Se metió en cama, conectó los auriculares al teléfono móvil y oyó la voz de su mujer.
-¿Qué te pasó?
Oyó la voz de su sobrina.
-A mi marido le gustan los hombres. No puedo estar más con él.
-Hoy en día se dan muchos casos de hombres que le gustan los hombres y las mujeres, y también de mujeres que le gustan las mujeres y los hombres.
-Yo soy una de esas mujeres, pero las mujeres somos más limpias, es muy raro que nos transmitamos enfermedades venéreas.
-¿Y él sabía que te gustaban las mujeres?
-Sí, éramos un matrimonio abierto.
-Demasiada modernidad para mí. ¿Y cómo va eso?
-Yo, la primera vez lo hice con una mujer y la segunda con un hombre, y las dos veces lo hice con él mirando y masturbándose.
-¿Y las otras veces?
-Solo con mujeres y sin su presencia. Me enganché con ellas.
-A ver, Madalena, si tú te enganchaste comiendo coños, no te debe extrañar que tu marido se enganchara comiendo pollas.
-Ya, pero imaginar que come una polla me da asco.
-A mí no, al contrario, me pondría cachonda ver a tu tío mamándole la polla a otro hombre.
-¿Y después follarías con los dos?´
-Si, me encantaría saber que se siente al ser penetrada al mismo tiempo por el culo y por el coño
-Hablemos de ti y de mí. ¿Nunca has pensado en mí después de aquella vez?
-Prefiero no responder a eso. Agarra la maleta que te voy a enseñar tu habitación.
-¿Lo has hecho con otra mujer después de hacerlo conmigo, María?
-No te me acerques.
-Tu boca me ha sabido a manzana.
-Para de magrear mis tetas.
-Tú no quieres que deje de magrearlas.
-Sí que quiero.
-Tú lo que quieres es que te haga gozar.
-No digas tonterías, creída.
-Estás mojadita. ¿Recuerdas lo que sentiste cuando te corriste en mi boca?
-Quita la mano de mi coño, que si vuelve tu tío...
-¿Me enseñas mi habitación?
-Sí, pero sí te comportas.
-Estoy caliente como una perra, sabes que te lo voy a comer todo. ¿Vamos allá?
-Vale, vamos, pero si tiene que ser, que sea una cosa rápida, no vaya a ser que nos pille con las manos en la masa.
No se oyó nada más, pero os contaré lo que pasó.
Al entrar en la habitación, Madalena puso la maleta en el piso, le echó la mano a la cintura a María, que se giró, le rodeó el cuello con los brazos y se besaron con lengua. Madalena, con las manos en el culo de su tía, la apretaba contra ella. Esas mismas manos le quitaron la camiseta a María, y como no llevaba sujetador, sus tetas medianas, con areolas oscuras y pezones como guisantes quedaron al aire, se las magreó y se las mamó allí mismo, en medio de la habitación. Madalena le pregunto:
-¿Te has hecho alguna paja pensando en lo que hicimos?
-Calla.
Mamándole las tetas, le bajó la cremallera lateral de la falda marrón y esta acabó cayendo al piso. Luego le bajó las bragas y le quitó las zapatillas, se agachó y le lamió el coño.
-Cinco años esperando para volver a catar esta ricura.
-Has catado otras.
Entre lamida y lamida, le dijo:
-Como la primera no sabe ninguna.
Madalena se incorporó y se volvieron a besar. Luego, entre picos, Madalena, se fue sacando los botones de los ojales de la blusa hasta que la abrió y la quitó, para después quitarse el sujetador, el pantalón y las bragas y los zapatos. Desnuda, le volvió a preguntar:
-¿Te has hecho alguna paja pensando en lo que hicimos?
La respuesta fue la misma.
-Calla.
Madalena se agachó y le lamió el coño unas doce veces, luego se enderezó, la besó y le dijo:
-¿Lo ha hecho?
-¿Por qué quieres saberlo?
Se volvieron a comer las bocas.
-Porque yo las hice pensando en ti. ¿Las hiciste?
-Sí, me masturbé pensado en ti.
-¿Muchas veces?
-Cantidad de veces.
Besándose y pegadas una a la otra, Madalena fue caminado hacia delante y María caminando hacia atrás hasta que topó con la cama. No se dejaron de besar ni cuando María cayó sobre la cama. Madalena, encima de su tía, comenzó a mover el culo de atrás hacia delante haciendo palanca para que se frotasen los clítoris. La besó en la boca, la besó en el cuello, le mamó las tetas. María gemía y acariciaba las nalgas de su sobrina. Luego le dio las tetas a mamar, María las magreó y las mamó. Ahora ya gemían las dos. Así estuvieron unos diez minutos, fue el tiempo que necesito Madalena para correrse. Se corrió sacudiéndose y su coño dejó pringado de jugos el coño de su tía.
Al acabar de descargar, la besó de nuevo y luego bajó besando su cuerpo hasta llegar al coño. Vio su corrida sobre la raja y fue lo primero que lamió, ya que la mayoría de los jugos se había quedado entre la raja. Luego le echó las manos a la cintura y le lamió el coño de abajo arriba, aprisa, lo hizo unas veinte veces, después le chupó el clítoris unos segundos.
-¿Te va bien así?
María, magreándose las tetas, le respondió:
-De vicio, me va de vicio.
Volvió a las lamidas, luego al clítoris, y cuando volvió a lamer de abajo arriba, María arqueó su cuerpo, y temblando, se corrió en la boca de Madalena.
-¡Me corro en tu boca!
Madalena no dejó de lamer mientras su tía se corría.
Al recuperarse del tremendo placer que había sentido, le dijo María a su sobrina:
-Me voy. Tengo que preparar la cena.
Madalena, que estaba arrodillada entre sus piernas sonrió, pasó el dedo medio de su mano derecha por el coño, lo chupó y le dijo:
-La cena la tienes aquí, una cena jugosa, rica, rica, rica. ¿No te la has comido en tus pajas?
-Sí, pero ahora no es el momento.
Se echó boca arriba sobre la cama, volvió a mojar el dedo en el coño, se lo pasó por la lengua, y le dijo:
-¿Te vas a ir de nuevo sin saber que se siente al comer un coño?
-¿Tardarás mucho en correrte?
-Un par de minutos. Estoy demasiado cachonda para aguantar más.
-En ese caso voy a saber que se siente al comer un coño.
María se metió entre sus piernas. Tímidamente, lamió el coño de abajo a arriba. Sintió a Madalena gemir, se emocionó y ya se desmadró. Le lamió y le chupó el clítoris tal y como su sobrina había hecho, solo que a más velocidad... Madalena no tardó en correrse ni los dos minutos que había dicho. Al correrse se sacudió como si hubiera tocado un cable eléctrico de alta tensión.
Al acabar de disfrutar, le preguntó Madalena:
-¿Qué has sentido?
-Lujuria, mucha lujuria. Ahora necesito correrme otra vez.
-Ponme el coño en la boca.
Le puso el coño en la boca, Madalena le dijo:
-Cuando te meta la lengua en el coño, frótalo contra ella como si no hubiese un mañana.
Agarrada con las manos a la cabecera de la cama, el culo de María voló. Llevaba tanta velocidad sus tetas parecía que iban a salir disparadas. Oyéndola gemir como una demente, Madalena, mojó el dedo pulgar en la boca, le metió la mitad dentro del culo y María se corrió en su boca, diciendo:
-¡Me matas de gusto!
Ya no continuaron, era mucho arriesgar.
De lo que os acabo de contar, obvio que nada sabía José, pero lo poco que acababa de oír lo invitaba a hacerse una paja. Guardo el teléfono móvil y los auriculares, quitó el calzoncillo, y luego se masturbó imaginando situaciones en las que se comían todo la una a la otra... Al final se corrió como un perro.
José trabajaba de guardia jurado y se pasaba la noche fuera de casa, excepto los sábados y los domingos, que eran sus días libres. María trabajaba en una joyería de las nueve de la mañana a las ocho de la tarde, no venía a comer a casa y libraba los domingos. Madalena se iba a encargar de limpiar la casa y de hacer la comida y la cena.
Al día siguiente, a las once de la mañana, Madalena entró en la habitación de José, aspiradora en mano. La encendió y le metió un susto que reboté en la cama. Le dijo:
-Joder, Madalena, podrías limpiar la casa por la tarde.
Madalena no oyó lo que le había dicho, sonrió y siguió pasando la aspiradora. José había despertado empalmado y ver a Madalena inclinada con su culazo marcado en una falda azul y ver sus grandes tetas colgando dentro de una camiseta blanca, no ayudaron a que se bajase el empalme. Las ocasiones las pintan calvas y al calvo de José se las estaban pintando calva. Agarró el teléfono móvil, lo puso pegado a la oreja, buscó en la grabadora la conversación, la puse donde quiso, y luego gritó:
-¡¡¡Apaga eso!!!
Madalena apagó la aspiradora y oyó su propia voz.
-¿Lo has hecho con otra mujer después de hacerlo conmigo, María?
-No te me acerques.
Ya no quiso escuchar más.
-Eso que has hecho es ilegal.
-Pero práctico.
Se destapó, sacó el calzoncillo y le enseñó la polla empalmada, una polla normal, ni gruesa, ni delgada, ni pequeña, ni grande.
-Y Ahora quieres follarme.
-Tonto sería si no lo hiciese.
-¿Si dejo que me folles borras lo que tienes grabado?
-No, te daré el móvil para que lo borres tú. ¿Hay trato?
-Hay.
Puso en el teléfono móvil la canción: I Just Want To Make Love To You, una canción que tenía en favoritos. Madalena le preguntó:
-¿Quieres bailar conmigo?
-No, desnúdate muy lentamente y al ritmo de la música.
-¿Quieres que te haga un striptease?
-Quiero.
-No entiendo por qué quieres ver como me desnudo.
-Quiero ver como te vas denudando porque tienes un cuerpo precioso. Y cuando estés desnuda creo que voy a ver una obra de arte.
-Y yo creo que te vas a llevar una desilusión.
Contoneando las caderas se quitó la goma de su coleta, y su cabello largo y negro cayó por sus hombros, por sus tetas y por su espalda. Luego fue subiendo la camiseta hasta que se descolgaron unas tetas inmensas con areolas rosadas del tamaño del culo de una botella y unos pezones gorditos. Se bajó la falda, lentamente, sin dejar de mover las caderas, lo que hacía que sus tremendas tetas fueran de un lado al otro. Bajo la falda había unas bragas negras.
José meneaba la polla mirando para ella. Para bajarse las bragas le dio la espada. Vio como su culo quedaba al descubierto, un culo en consonancia con sus caderas, con su metro setenta de estatura y con sus setenta kilos.
Al darse la vuelta, además de ver sus tetas, vio su coño, tenía una buena mata de vello negro. Le dijo:
-Sabía que iba a ver una obra de arte. Ven y échate en la cama.
A Madalena le gustó lo que oyó. Quitó las zapatillas, se echó a su lado derecho, y dijo:
-Te dejo, pero no me pidas que te devuelva los besos, que suba o que te la chupe.
-Tú misma, pero yo haré lo imposible para que te corras.
-Eso no lo verán tus ojos.
La besó con lengua. Madalena abría la boca y dejaba que su lengua fuera acariciada por la de su tío, pero de ahí no pasó. Luego le amasó las tetas, y se las mamó un rato largo, lamiendo y chupando los pezones y las areolas. Después le pegó con la polla en las tetas, pezones y areolas incluidos, y continuó la faena subiendo encima de ella. Le metió la polla entre las tetas, las juntó y se hizo una media cubana, y digo media por qué no la acabó.
Madalena parecía una muerta, una muerta que no padecía ni sentía. José se volvió a echar en la cama, y luego bajó lamiendo su vientre y su ombligo. Le separó las piernas y le pasó la mitad de la lengua entre los labios vaginales. Tenía tantas babas en el coño que al quitarla, la lengua goteaba. Lo vio ir hacia su boca con la lengua fuera y no cerró la suya. La lengua de José se frotó con la de Madalena y allí dejó las babas depositadas. Después de besarla, la miró y vio como cerraba la boca y como por su garganta bajaba algo, es de suponer que era algo más que saliva.
Bajó de nuevo, hizo que flexionara las rodillas y que abriera las piernas de par en par. Se metió entre sus robustas piernas, le levantó el culo con las dos manos y luego metió y sacó la lengua de su ojete unas veinte veces, a continuación se la metió y se la sacó de la vagina, otras tantas veces.
No había ninguna clase de diálogo entre ellos. Es más, allí los únicos sonidos que se oían eran los que hacía la lengua, ya que los gemidos de Madalena brillaron por su ausencia.
Harto de meter y de sacar la lengua de sus dos orificios, y sin tener más referencia de su calentura que los jugos de su coño, fue a por ella. La lengua subió desde su ojete hasta su clítoris lamiendo todo lo que encontraba a su paso, lento las tres primeras veces, a medio gas las seis siguientes, y a toda hostia las siete u ocho veces que necesitó su cuerpo para sacudirse como si estuviera recibiendo una descarga eléctrica, descarga que duró unos diez segundos.
Aquel tremendo orgasmo logró que su boca se abriera totalmente, pero de ella no salió ni un gemido.
Madalena era dura, muy dura. José iba a intentar hacer que dijera algo, aunque fuera desagradable, para eso le frotó la polla en el ojete y después se la clavó de un solo viaje. Lo único que consiguió fue que lo mirara a los ojos con cara de pocos amigos. Si ella no hablaba él tampoco iba a hablar. Con su mano derecha bajo su culo y la izquierda magreando sus tetas, que se despeñaban por ambos lados de su cuerpo, le dio caña brava, le dio leña, le dio a romper. Madalena, con los brazos estirados a ambos lados de su cuerpo lo seguía mirando con cara de pocos amigos.
Tiempo después dejó de magrear sus tetas, mojó el dedo pulgar en la boca y le folló el culo a medio gas y le acarició el clítoris con el dedo. Vio como se le iban cerrando los ojos, movió la yema del dedo alrededor, apretando un poquito, y segundos después su cuerpo se volvió a sacudir con fuerza.
Al acabar de sacudirse, le sacó la polla del culo, la limpió con una toallita de las perfumadas que tenía encima de la mesita de noche, después se la metió hasta el fondo del coño, le echó la mano derecha a la cintura, le levantó el cuerpo y mirándola a los ojos la comenzó a follar lentamente. El rostro de Madalena ya no tenía cara de pocos amigos, pero estaba seria como un palo. José, poco a poco, fue acelerando las clavadas. Madalena seguía impasible, de su boca seguía sin salir un solo gemido. Paró de darle y después le fue metiendo una sola estocada, con fuerza y hasta el fondo. Madalena cerraba los ojos con cada estocada y luego los volvía a abrir. Tras las estocadas la folló a mil por hora. Paró cuando sintió que se iba a correr él, pero ya era tarde, se corrió con la polla enterrada en el fondo del coño de su sobrina. El cuerpo de Madalena comenzó a rebotar encima de la cama y se corrió como una loba, eso sí, sin gemir.
Al quitarle la polla del coño, a Madalena le volvió el habla.
-¿Satisfecho?
-No.
Metió la cabeza entre sus piernas, le levantó el culo con las dos manos, le lamió el coño y con la lengua pringada de jugos y de leche le lamió el clítoris. Nada, que ni se movía. Volvió a lamerle el coño, y con la lengua perdida de leche y jugos, la besó. Madalena se dejó besar. José regresó al coño, le metió dos dedos dentro de la vagina, le trabajó el punto G con las yemas de los dedos y el clítoris con la lengua, y al rato Madalena se sacudió otra vez sobre la cama. Al correrse sacó los dedos del coño y se lo lamió mientras se corría.
Al acabar de gozar, Madalena le volvió a preguntar:
-¿Satisfecho?
-Ahora sí.
-Borra la conversación.
Le dio el teléfono móvil.
-Bórrala tú.
-Eres un cabrón, pero un cabrón de palabra.
Al día siguiente José se levantó a la una, se duchó, se vistió y fue a la cocina, de donde le llegaba un olor muy agradable. Al llegar a la cocina se encontró a su sobrina vestida con una blusa blanca y una falda corta. Estaba inclinada echando la salsa de la bandeja del horno sobre el pato asado que estaba cocinando. José vio sus bragas blancas, fue a su lado y le tocó el coño.
-Tienes un culo precioso.
Madalena cerró la puerta del horno, se incorporó y le dijo:
-Si me vuelves a tocar me marcho y vuelves a cocinar tú.
-Perdona, pero es que te vi las bragas y se me fue la olla.
-Eso es porque piensas con la polla.
-Pude ser. ¿Falta mucho para que esté la comida?
-Ya está hecha, siéntate a la mesa.
José se sentó. Madalena puso el pan sobre la mesa, José le dijo:
-Sabes, creí que habías puesto esa ropa para provocarme.
Madalena poniendo los platos, las servilletas, los tenedores y los cuchillos, le dijo:
-Pues pensaste mal, la puse para verme guapa.
-Y estás guapa, pero en un cuerpo como el tuyo cualquier cosa que te pongas te queda bien.
-Tengo curiosidad por saber algo.
-Pregunta, y si sé la respuesta te responderé.
-Pero tienes que decirme la verdad.
-Cuenta con ella.
-¿Siempre haces correr a una mujer tantas veces como me hiciste correr a mí
José partió un trozo de pan con la mano, y antes de meterlo en la boca, le dijo:
-No, las mujeres con las que he estado se corrieron de una a doce veces, eso depende de la mujer.
-¿Conozco a la que se corrió doce veces?
-No.
Puso una jarra de vino tinto y los vasos sobre la mesa.
-A mí ponme una taza de barro de las grandes.
Fue a por una taza.
-Ahí tienes. ¿Te gusta el muslo o la pechuga del pato?
-Me gusta el muslo y me gusta la pechuga.
-Coincidimos en algo.
Madalena sacó la bandeja con el pato asado y la puso sobre la encimera para que enfriara. José mirando para el pato y para las patatas asadas, dijo:
-Huele que alimenta. ¿Cómo lo has preparado?
-A la naranja.
-Tengo que ir a hacer un cosa, ahora vuelvo.
Fue a hacer un pis, cuando regresó puso la bandeja con el pato asado sobre la mesa.
-Pártelo a la mitad y reparte, que yo reparto las patatas.
Con la comida repartida en los dos platos, Madalena quiso que empezara a comer su tío.
-¿A qué esperas?
-A que se enfríe un poco más. Yo esta clase de comida la como, como la comían los reyes.
-¿Y cómo la comían los reyes?
Llenó su taza de vino tinto.
-Con las manos y a dentellada limpia.
-Esas no son formas de comer.
-Tú come y bebe como quieras.
Agarró su pato, lo partió por la mitad usando las dos manos y después le metió una dentellada, masticó, tragó, echó un trago de vino, y luego le dijo:
-Así sabe mucho mejor, me siento como un rey.
Madalena, que estaba mirando para su tío con un tenedor y un cuchillo en las manos, se puso en pie, fue a buscar una taza de barro de las grandes y la llenó de vino.
-Qué diablos, un día es un día.
Rompió su pato por la mitad con las dos manos, lo partió, le metió una dentellada, masticó, tragó, bebió vino de la taza, y dijo:
-Sí que sabe mejor el pato, comido de esta manera.
-Y harta más.
Comiendo y bebiendo, le dijo Madalena:
-Sabe mejor, pero esto no es comer como reyes, es comer como cerdos, si alguien nos viese...
-Yo te estoy viendo y me gusta lo que veo.
-Porque tú eres como eres.
-¿Un cerdo?
-No me hagas hablar, que lo que me hiciste para rematar el polvo no tiene nombre.
-Sí lo tiene, se llama lujuria.
Acabaron de comer y tomaron café. Luego José le ayudó a Madalena con los platos y las otras cosas. Al acabar Madalena se fue a tomar la siesta a su habitación y José se fue a su habitación a hacer otra cosa, sí, esa cosa.
Estaba con la polla en la mano y los ojos cerrados, cuando le llegó el aroma del perfume de Madalena. Luego sintió como su polla entraba en su boca, abrió los ojos y vio a su esposa, estaba desnuda, de pie detrás de Madalena, con las manos en su culo. Madalena también estaba desnuda.
María le dijo:
-Hola, José.
José quedó mudo. La cabeza de su esposa se perdió detrás del culo de su sobrina, era obvio lo que estaba haciendo.
Madalena se incorporó y le estiró los brazos María le colocó esposas de cuero, lo sujetó a uno de los barrotes de la cama, y le dijo:
-¿Te gusta la sorpresa?
-Sí, pero... ¿A que viene las esposas?.´
-No solo te vamos a esposar, también te vamos a atar los pies a amordazar y a vendarte los ojos, Te queremos indefenso, que no las veas venir y que no puedas protestar.
Le ataron sus pies con dos cuerdas a los pies de la cama, le vendaron los ojos y lo amordazaron. Madalena dijo:
-Ya está listo.
Eran las palabras que Adán había estado esperando oír. Entró desnudo en la habitación. El marido de Madalena llevaba puesto el perfume de su mujer y los labios pintados con el mismo pintalabios. Sin meterse en la cama le mamó la polla a José, lo hizo sin manos.
María, de pie junto a la cama, miraba como Adán le mamaba la polla a su marido. Madalena, arrodillada delante de su tía, y con las manos en su cintura, le comía el coño. Allí nadie hablaba, nadie gemía, el único ruido que se oía era el de las mamadas.
Adán dejó de mamar, le puso un condón a la polla, subió a la cama, puso el ojete encima de la cabeza de la polla y fue bajando el culo hasta la mitad de la polla, luego subió los huevos y la metió hasta el fondo. Se oyeron los primeros gemidos, eran los de José, luego se oyeron los de María, que no perdía detalle de como la polla de su marido entraba y salía del culo de Adán. Pasado un tiempo, el culo de Adán apretó la polla de José, este pensó que Madalena se empezaba a correr, y le llenó el culo de leche. María se corrió en la boca de su sobrina viendo como de la polla de Adán salía leche en cantidad, y exclamó:
-¡Me corro, me corro, me corro, me corro!
Después de descargar, Adán salió de la cama, se limpió el culo con toallitas perfumadas y luego se fue de la habitación.
Madalena fue a la cama, le quitó el codón y le limpió la polla, polla que ahora estaba flácida.
-No nos va a servir, María.
-Sí que servirá, con unas mamadas se le pone dura otra vez.
Se la mamaron juntas y por separado y la polla se le puso dura. Con la polla tiesa le quitaron la venda de los ojos y la mordaza de la boca. Se bajaron de la cama. Madalena y María se comieron las bocas, luego se magrearon y se comieron las tetas, primero le magreó y le comió las tetas Madalena a María y luego, entre gemidos, fue María la que le comió las tetas a Madalena, y por último se comieron los coños, en el mismo orden, ignorando en todo momento a José.
La polla de José había subido y bajado mientras la tía y la sobrina se daban el lote. José recibió con un tremendo agrado la lengua de María en su glande y el coño de Madalena en su boca. Cuando su esposa se la mamó, él le enterró la lengua en el coño a su sobrina. Madalena, gimiendo como una loca, frotó el coño contra la lengua. Luego le puso el coño sobre la polla, bajó el culo y la metió hasta las trancas, se echó sobre él y se quedó quieta. José vio a Adán ponerse detrás de Madalena y puso el grito en el cielo.
-¡¿Qué coño es esto?!
Adán, frotándole la polla en el ojete a su mujer, le respondió:
-A mi me llamaron para hacer un trio, así que cuando yo la meta, la sacas tú, y cuando tú la saques, la meto yo, si no lo haces así le romperé el culo, y si le rompo el culo a mi mujer después te lo rompo a ti.
José se calló, no le quedaba otra más que callarse, ya que estaba bien atado.
Adán se la metió en el culo a su mujer y José se la fue sacando del coño. Al cogerle el tranquillo, le dieron a mazo y Madalena, al correrse, acabó sacudiéndose encima de José.
Al quitarse de encima casi no podía hablar, pero balbuceando, le preguntó a su tía:
-¿No vas a probar?
-Solo si José me da permiso.
José la miró y le dijo:
-Si has montado este cirio era para acabar recibiendo dos pollas, venga, sube.
María subió encima de su marido, se metió la polla en el coño y lo besó con lengua en la boca mientras Adán la besaba a ella con lengua en el culo. Luego, cuando sintió la polla de Adán deslizarse por su culo y a polla de su marido saliendo de su coño, sintió un placer indescriptible, placer que fue a más a medida que la fueron follando y que acabó con un orgasmo que la dejó muda y temblando una cosa mala.
Desde ese día, día en el que Madalena volvió con su marido, José y María tienen un matrimonio abierto.