- Dios mío, Jessica, eres increíble...
- ¿Te gusta, Bart? - replicó ella, conteniéndose para no gemir ante las embestidas de la enorme polla.
El chico aminoró el ritmo de la masturbación para postergar la eyaculación. Por el contrario, Nelson cada vez penetraba a Jessica con más ímpetu, hasta el punto de que tuvo que taparle la boca para evitar que sus gritos llamaran la atención del resto de la familia de Bart. El matón la tenía a cuatro patas en la cama, mirando cara a cara a su novio, que estaba sentado en una silla. Nelson le tiraba del pelo y de vez en cuando la agarraba del cuello, pero no la azotaba porque no querían hacer demasiado ruido. Los perfectos pechos de ella se bamboleaban de forma hipnótica, acaparando la mayor parte de la atención del cornudo.
Bart y Jessica llevaban casi un año saliendo, y a las dos semanas de noviazgo él la había pillado poniéndole los cuernos con Jimbo Jones. Bueno, lo de pillar es un decir, porque ella le llamó al móvil en pleno coito y no hizo ningún esfuerzo en disimular lo que estaba ocurriendo. La joven acabó admitiendo que no estaba hecha para estar con un solo hombre, pero que disfrutaba mucho de la compañía de Bart y no quería dejar de salir con él. A Bart le dolió al principio, pero acabó decidiendo que valía la pena salir con semejante monumento de mujer, aunque tuviera que compartirla.
Jessica, por su parte, tenía claro que Bart era sumiso desde que ambos se conocieron hacía tantos años, y ahora estaba aprovechándose de ello de lo lindo. Había conseguido estar follándose a Nelson en el dormitorio de su novio y que este no solo no se opusiera, sino que observara y lo disfrutara.
La única condición de Bart era que su familia no podía enterarse, pues a la tradicional Marge le daría un ataque al corazón si supiera la clase de perversiones en las que participaba su hijito. A Jessica le pareció bien.
En cuanto a Nelson, parecía haber nacido para aquello. Reírse de los demás siempre había sido su pasatiempo favorito, pero reírse de alguien mientras te follas a su preciosa novia era otro nivel. Y, a decir verdad, la estampa de Bart, completamente desnudo, sacudiendo su relativamente pequeño pene (en realidad estaba dentro de la media, pero palidecía frente a la tranca de Nelson) era bastante ridícula.
Una vez se hubieron corrido los tres (primero Jessica, luego Bart, luego otra vez Jessica y finalmente Nelson), Nelson se despidió (no sin un último “¡ha-ha!”) y dejó a la parejita a solas.
- ¿Te lo has pasado bien, cari? - preguntó ella con tono ligeramente burlón, ahora recostada sobre el pecho de su novio, ambos tumbados en la cama de él.
- Sabes que sí, Jess... - suspiró él, aunque después de pasado el calentón siempre le entraban dudas. - Aunque sigue preocupándome que se entere mi madre.
- No digas tonterías. - dijo Jessica, sin perder la sonrisa. - Tu madre es tan inocente que podríamos entrar aquí con cinco tíos y seguiría creyéndose que estamos haciendo un trabajo de clase.
- No sé si es más sorprendente que se crea que vamos a la misma clase o que se crea que voy a molestarme en hacer un trabajo... - añadió él riendo.
- No te preocupes, cielo. A ojos de tu madre seguiremos siendo una pareja casta y cristiana.
Entre risas, Jessica se levantó, se vistió ligeramente (solo se puso sus bragas y la camiseta de Bart) y se dispuso a ir al cuarto de baño.
De camino, no le sorprendió escuchar un reproche proveniente de la habitación contigua.
- ¿Ya has acabado de humillar a mi hermano? - protestó, con deje sarcástico, la irritante voz de Lisa.
- ¿Por qué tienes tanto interés en la vida sexual de tu hermano, Lisa? - respondió Jessica con un tono de impostada amabilidad.
- No me interesa, pero me preocupo por él. - se defendió Lisa, indignada. - Sé que acabarás haciéndole daño, y por muchas cosas que sea mi hermano, no se lo merece. Además, aunque intentéis no hacer ruido estamos cuarto con cuarto, ¡y yo estoy intentando estudiar!
- ¿Sabes lo que creo, Lisa? Creo que necesitas estudiar menos y follar más, así no estarás tan amargada. - se burló.
- A diferencia de otras, Jessica, mi felicidad no depende de cuántos hombres pasen por mi cama. - se defendió la otra con suficiencia.
- ¿Y quién ha hablado de hombres? - susurró seductoramente.
Después de asearse y hacer sus necesidades, a Jessica le entró sed, así que, sin importarle su estado de casi desnudez, bajó las escaleras hacia la cocina para hacerse con una Duff.
En la sala de estar se encontraba Homer, sentado en el sofá, viendo la tele y con su propia lata de cerveza en la mano.
- Buenas tardes, señor Simpson.
- Buenas tardes, Jessica, bonita.
Mientras Jessica atravesaba el salón no pudo evitar fijarse en el sospechoso bulto en los pantalones del hombre. Otra se hubiera sentido incómoda u ofendida, Jessica se sintió halagada y divertida, e incluso algo sorprendida por su tamaño.
- ¿Es una salchicha lo que lleva en el bolsillo o es que se alegra de verme? - no pudo evitar bromear al respecto.
- ¿Eh?
- ¡Así que ahí estabas! - exclamó, hablándole al alimento antes de llevárselo a la boca.
- Ugh...
En la cocina estaba Marge, preparando la cena.
- Jessica, ¿tienes que pasearte por la casa en paños menores? - la recriminó, aunque se notaba que intentaba mantener un tono cordial.
- Oh, Marge, tendrías que ver cómo me paseo por mi casa. - respondió Jessica, sin tomársela en serio.
- Bueno, pero esta no es tu casa. - insistió la mujer.
- Es que solo he salido un momento a por algo de beber... No me valía la pena volver a vestirme. - explicó Jessica, risueña, mientras sacaba la Duff de la nevera.
En cualquier caso, Jessica enseguida se marchó y volvió con Bart.
- ¿Por qué has tardado tanto? - preguntó él en cuanto la vio atravesar la puerta de su habitación.
- He ido a por esto... - indicó ella levantando la lata de cerveza, a la que ya había dado un sorbo, y se la ofreció para compartirla con él.
- Eres increíble, Jessica... - repitió él, dándole un trago a la cerveza mientras ella volvía a desnudarse.