Jardín de claveles, haz feliz a mis hijos

xan22

Virgen
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Oct 31, 2013
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Hace tres años sorprendí a mi esposa revolcándose con su alto y fornido instructor de gimnasio. Mi esposa siempre había sido muy pudorosa y religiosa por lo que nuestra vida sexual siempre fue menos que mediocre por culpa de ella. Era, además una madre muy conservadora, estricta y hasta violenta algunas veces con nuestros dos hijos, Pía de 7 años y Luca de 4 por ese entonces. Llevábamos 20 años de casados, ella tenía 30 y yo 40 de edad, y trabajé arduamente por conformar ésta familia, por lo que la rabia al encontrarla así, me encegueció.
Como no habían percibido mi presencia, pude coger un madero y dejar inconsciente al hombre con un certero golpe en la nuca. Mi esposa quiso defenderlo pero le di una fuerte bofetada, dejándola llorando en un rincón. Al registrar las pertenencias del tipo encontré, nada mas y nada menos, que medio kilo de cocaína pura. Se me encendió la ampolleta, llamé las autoridades, hice la denuncia e involucré a mi esposa con la cocaína.
Ella gritaba su inocencia mientras se la llevaban detenida pero, la red de narcotráfico que tenía su amante era muy amplia, e involucraba a muchas mujeres casadas, y el fiscal hizo un excelente trabajo. Fue condenada a 10 años por tráfico de drogas. Vendí la casa, me compré una parcela de agrado muy alejada de la ciudad y perdida entre los campos y la pre cordillera, para evitar el contacto con los familiares de ella y, desaparecí con mis hijos.
Así pasaron tres años, Pía ya tenía 10 y Luca 7 años, y yo seguía solo, trabajando y dedicándome a mis hijos… pero… me hacía falta el sexo, asi que comencé a contratar a prostitutas. Me serví de escorts maduras y jovencitas, bellas y no tanto y, entre ellas conocí a Lana, una chica de 21 años. Era una auténtica Barbie mulata, que gozaba el sexo como ninguna, una auténtica leona en la cama. Como me atendía sólo con ella, nos hicimos amigos en poco tiempo, y tuvo confianza para contarme que estaba metida en líos con un narco gordo y feo, que se había enamorado de ella y que querían sacarla de ese mundo para convertirla en una de sus “muñecas”, cosa que ella no quería.
Una tarde, a los pocos meses de conocerla, me llamó muy afligida pidiéndome ayuda. El narco, ofendido porque ella lo rechazó una y otra vez, la buscaba para secuestrarla o matarla, y no tenía donde ir. Pidió ayuda a los demás clientes que vivían en la ciudad y todos se cagaron de miedo. Le dije que agarrara sus cosas y se escondiera en un parque urbano, mientras yo iba a buscarla en mi auto. Al llegar la ví realmente conmocionada, llorosa, destruida y, temblando de miedo, me advirtió que la estaban siguiendo Conocía bien el parque, di un par de vueltas y pude darme cuenta que una gran camioneta todo terreno nos seguía. Había un estrecho sendero que conectaba el parque con una pasarela peatonal que llevaba a la vía principal en la ciudad. Mi citycar entró apenas en el sendero y pasó sin problemas la pasarela, pero la camioneta no pudo y los perdí.
Di un par de vueltas para despistar y tomé un camino rural, me escondí bajo unos frondosos árboles y esperamos a ver si nos seguían. Pasada una hora nos convencimos de que lo habíamos perdido y enfilé hacia mi parcela, no sin antes exigirle que quemara su costoso celular.
Ya en casa, les dije a mis hijos que Lana era nuestra invitada, que se quedaría con nosotros un tiempo, acomodándola en el cuarto de invitados.
Mis hijos se quedaron embobados mirándola y ninguno reprimió palabras para elogiar la belleza de Lana. Ya más tranquila me agradeció el valiente gesto pues, el narco era conocido por su violento carácter. Como mi parcela estaba muy alejada y bien escondida por bosques densos, no había motivos para tener miedo. Los primeros días y, para que se relajara, le enseñé a Pía a crear un jardín de claveles. En pocas semanas sus miedos se disiparon, se conectó muy bien con mis hijos, quienes terminaron adorándola y se sintió como en casa. Una noche, entró en mi dormitorio y se me ofreció gratuitamente, como una forma de agradecimiento. Yo le pedí que se lo pensara bien, que con decirme gracias me bastaba y me sobraba y que, tuviera claro, que no la había traído a casa para convertirla en mi puta particular. Lana valoró el gesto, lo que redobló sus esfuerzos en la cama, dejándome seco y agotado.
Desde ese día comenzamos a tener una vida sexual muy activa. Yo tenía claro que ella no estaba enamorada de mí, asi que no me hacía ilusiones amorosas, sólo disfrutaba el momento. Una noche, después de un caliente revolcón, Lana se quedó dormida y empezó a balbucear en sueños, asi supe algo de su pasado. Al otro día le consulté y ella me confesó que empezó a tener sexo desde que tuvo memoria. Su padre la tocó, masturbó y tuvo sexo oral con ella hasta los 6 años, edad en la que empezó a tener sexo con penetraciones vaginales y anales. Ella, inocente, creyó que todo eso era normal entre un padre y una hija. El se preocupó de hacerla sentir placer y lo logró con creces. Una tía materna se dio cuenta de lo que pasaba, hizo la denuncia y jamás volvió a verlo… pero… su padre dejó huellas en ella.
Por él, ella comenzó en la prostitución a los cortos 14 años y se convirtió en la mejor, y por él cada vez que tenía sexo cerraba los ojos e imaginaba que sus clientes eran su padre, excitándose como ninguna otra. Una vez, un cliente del campo le pidió un “servicio especial”, el cual consistía en desvirgar a su hijo de 12 años, pues él sospechaba que era gay. Ella recordó como su padre la hacía gritar de gusto a la misma edad, cobró 10 veces su tarifa habitual y se encerró con el chiquillo el cual, efectivamente comenzaba a tener inclinaciones homosexuales, las cuales ella borró con una sola sesión de sexo duro y ardiente. Y Lana lo disfrutó, corriéndose tres veces seguidas con el penecito del chico. Allí descubrió sus claras tendencias, heredadas por su padre. Así que después, promocionó muy sutilmente, su nuevo “servicio especial” que fue un éxito rotundo, dejándola con una gruesa cuenta bancaria y le dio la oportunidad de cumplir sus más sucias y depravadas fantasías, las cuales me fue contando noche tras noche, mientras me la follaba como un animal, imaginándome cada escena que me relataba.
Como Uds. supondrán, las historias de Lana violando adolescentes vírgenes me dejó demasiado caliente, y no tardé en imaginármela haciendo lo mismo con mis pequeños hijos. Así que un día le propuse un trato: casarnos, que Lana se convierta en madre de los niños, comenzar a provocarlos, iniciarlos en el sexo y aprovecharlos todo el tiempo que se pueda; a cambio, ella tendría libertad plena para divorciarse, tener sexo con otras personas o ejercer la prostitución, ésta vez con un patrimonio seguro. Cuando se lo dije ella no se lo quería creer, y aceptó encantada. Le avisamos a los niños sobre el matrimonio, los cuales quedaron encantados con la idea de que Lana sea su madre. Fue una ceremonia breve e íntima y, de inmediato comenzamos a incitar a los chicos al sexo.
Lana comenzó por hacerse amiga de Pía, jugando, comprando ropa juntas, enseñándole a maquillarse, etc. Con Luca lucía descaradamente su preciosa figura caminando con ropa interior sexy o trajes de baño ridículamente pequeños. Luego, vinieron los abrazos con doble intención, roces al pasar, mostrar mas de lo debido como por accidente, miradas eróticas, etc. La curiosidad sexual de los niños ya estaba bien despierta y descubrí algo muy interesante. Pía se quedaba mirando las formas de su nueva madre y, algunas veces se llevaba su mano hacia su conchita de forma inconsciente.
Una noche, poco antes de acostar a los niños, Lana nos llamó al dormitorio porque quería darnos una sorpresa a todos. El dormitorio matrimonial era amplio, con una cómoda cama de 2 plazas, varios sillones y piso alfombrado. Al llegar allí, Lana nos esperaba con una pequeña y coqueta bata que remarcaba su espectacular figura. Nos hizo sentarnos, se desabrochó la bata y se mostró con una lencería erótica de colegiala. Puso música y comenzó a bailarnos, quitándose la ropa con extrema provocación, hasta quedar totalmente desnuda.
Una vez terminado el show, tanto Luca como Pía estaban tan excitados que sus cuerpos reaccionaban por sí solos. Mi hija tenía la cara muy roja, la boquita abierta, los labios hinchados, la respiración agitada, una mano apretaba tenuemente sus tetitas y la otra masajeaba su conchita por encima de la polera. Luca, en tanto, tenía idéntico rostro y se masturbaba frenéticamente por encima de su traje de baño.
Lana, en tanto, los miraba triunfalmente. Sabía que los tenía donde quería. Y verla desnuda era toda una visión. 1.65m, largo cabello negro rizado, piel con un hermoso tono bronce y almendra, rostro fino, grandes ojos color miel y de expresión pícara y sensual, nariz fina y respingada, labios gruesos y bien delineados. Sus grandes tetas operadas eran dos perfectos globos morenos con oscuros pezones erectos, su trabajado abdomen no tenía ni un gramo de grasa, poseía caderas anchas, piernas de muslos gruesos y bien torneados, su culo tenía nalgas gordas, redondas y bien paraditas y su concha era pequeña, depilada, con labios vaginales gordos y rojos, un clítoris erecto coronado por un piercing de color amarillo, un tatuaje de conejito Playboy en donde debía estar el vello púbico y una cadenita sobre su estrecha cintura.
Lana caminó hacia ellos en puntas de pié, una pierna delante de la otra, apretando un muslo contra otro, sus manos paseándose por su cintura y sus tetas, mientras se comía a mis hijos con una mirada felina y sexual. Caminó así hasta la cama, se tendió y comenzó a revolcarse sobre ella, contorsionando su cuerpo, luciéndolo con descaro, mientras una de sus manos apretaba su sexo con un ritmo suave, dando gemidos largos y roncos. Yo y mis hijos la mirábamos embobados.
Pasados unos minutos ella se sentó en el borde de la cama, irguió su cuerpo como el de una cobra al acecho, tensando toda su lustrosa musculatura, abrió sus piernas de par en par y apoyó la punta de sus pies sobre el piso. Agachó un poco la cabeza y me lanzó una mirada fiera y erótica, levantó ambos labios y me dijo entre dientes:
_”QUIERO A TUS HIJOS”.
Con ambas manos empujé a mis niños hacia ella. Pía se acobardó y se resistió pero Luca siguió avanzando hacia ella, hipnotizado, no sabiendo si mirar el precioso rostro de mi mujer o su exuberante y sensual cuerpo. Al estar cara a cara, Lana le observó fijamente a los ojos. La mirada de mi nueva esposa decía, claramente, que lo iba a devorar. La mirada de Luca decía que estaba aterrado y fascinado. Era el ratón a punto de ser tragado por la cobra. Con delicadeza, Lana levantó una mano y con el dedo índice le tomó el mentón, le subió un poco la cabeza y se le acercó, muy lento, hasta que sus gruesos y mojados labios rozaron los de Luca. El beso estuvo cargado de una tensión sexual que llenó toda la habitación. Mi hijo temblaba de pies a cabeza.
Lana adelantó la punta de su gruesa lengua y lamió los labios del niño, haciendo que éste abriera su boca, cosa que ella aprovechó para meterle su lengua, juntar ambas bocas y darle un largo, baboso y sabroso beso francés que hizo que mi hijo lanzara una mezcla de quejido y gemido, largo y agudo. En el profundo silencio del dormitorio, oí con nitidez los sonidos de la saliva chasqueando sobre los mojados labios y las viscosas lenguas de mi esposa y mi pequeño hijo. Lana se apartó, le dio una mirada tierna y lentamente se dibujó una sonrisa picarona en su bello rostro.
_”MMMHHHHH … besas rico”, le dijo a Luca con un tono de voz ronco y calentón. Mi hijo no dijo ni hizo nada. Mi esposa le miró la camisa y comenzó a desabrocharle los botones. Pía a mi lado se sobresaltó y quiso detenerla pero, la sujeté de un brazo, y moví la cabeza negativamente, impidiéndoselo. Lana le quitó la camisa y la dejó caer, escuchándose el frú-frú de la tela sobre la piel. Acto seguido puso sus dedos debajo de la pretina del traje de baño, lo apartó de las caderas y empujó hacia abajo, dejándolo caer hasta los tobillos. Mi hijo, instintivamente, se cubrió los genitales. Ella sonrió comprensivamente.
_”Vamos,… no me tengas vergüenza… soy tu madre…mírame… yo estoy desnuda, ¿no sería justo que tu también lo estuvieras?”, le dijo con una voz mezcla de madre y puta que jamás había escuchado en mi vida. Con tacto femenino, Lana rozó la mano de Luca, éste las apartó y apareció su penecito. Era un miembro acorde a sus 7 años. De largo y diámetro de un dedo meñique, muy tieso, los huevitos parados, la punta cubierta con el prepucio estaba muy roja, palpitando notoriamente al ritmo que le inyectaba su excitado corazón. Lana lo observó con una sonrisa llena de satisfacción. Con la yema de sus dedos lo rozó desde los testículos, sin hacer presión en ningún momento. Levantó su cara, me miró y me dijo:
_”ÑÑÑññññÑÑÑGGGGHHHHH… está MUY duro… y es puro …”- gimió, y después clavó la mirada en los ojos de mi niño-“ADORO A LOS CHICOS CASTOS”, gruñó con ambos labios levantados y hablando entre dientes. Tomó una mano de Luca, con sus dedos separó los del niño y dejó el dedo medio separado de los demás, abrió su boca, adelantó su lengua y se lo engulló con elegancia. Bañó el dedito con saliva y los chupó con suavidad, Pía y yo escuchábamos el sonido de la saliva dentro de la boca de Lana. Lo sacó chorreante de su babita y, acto seguido, lo llevó hasta su pezón, haciendo que el niño lo hiciera rotar alrededor y encima de éste sólo con la yema de su dedo.
_”MMMMHHHFFFFFF… QUE RRRRRRICOOOOOUUUMMHHHH”, gimió mientras sin dejar de rozarse el pezón, le lanzaba una caliente mirada a mi hijo, quien no hacía nada, excepto mirarle las tetas a su madre. A mi lado Pía respiraba ruidosamente, con la carita congestionada y moviendo una mano por debajo de la polera, con ritmo sincronizado.
_”Vamos Luca… ven… chúpame las tetas… como si estuvieras amamantando”, le pidió Lana con voz amable y susurrante, a la vez que tomaba la cabeza del niño y la empujaba hacia sus pechos bellos y turgentes. Supongo que fue demasiado para el pobre niño quien, al fin se desató. Con sus pequeñas manitos agarró toda la carne que pudo, mientras su boca goloseaba con los duros y sabrosos pezones.
Mi esposa, se mordió el labio inferior, echó la cabeza para atrás, hundió su mano en su concha y gimió un ronco y perturbador: “SÍÍÍÍÍÍ … AAAASSSSSSSSSÍÍÍÍÍÍÍ”, que me dejó tiritando de caliente. Lana dejó que mi niño le comiera las tetas por espacio de unos minutos, mientras ella se corría una suave y rica paja. Pasados unos minutos lo apartó un poco, y lo obligó a agacharse, se abrió los labios vaginales mostrando su agujero rojo y mojado y le dijo a Luca, con un susurro tierno y calentón:
_”Ahora chúpame aquí, mi amor”.
Mi hijo no le hizo el asco y hundió su carita entre las piernas de mi esposa, la cual abrió la boca, sacó la lengua y se relamió el labio superior lascivamente, mientras con una mano refregaba la nuca del niño sobre su concha. A mi lado escuché un leve gemido y, al mirar ví a mi hija, con la polera levantada hasta la cintura y su calzoncito bajado hasta la mitad de sus muslos. Una manito estaba engarfiada en su vaginita y la masajeaba descoordinada y enérgicamente.
Lana comenzó a mover las caderas en círculos, refregando su concha sobre la carita de mi hijo de 7 años, quien no daba muestras de cansarse de eso… pero… a la vez… miraba fijamente a mi hija, quien no paraba de masturbarse observándolos. Lana le pidió Luca que se levantara, y al hacerlo ví, con mucho morbo, como la cara del niño estaba bañada por los jugos vaginales de mi mujer; ella sonrió satisfecha, tomó la carita con ambas manos y empezó a lamerlo con la punta de su lengua, hasta dejarlo limpio, para rematar con un:
_”MMMMHHHHH… mi concha sabe dulce… y caliente”, dicho con un tono travieso e infantil. Lana, tiró al niño hacia ella, agarró el penecito con una mano pajeándolo con la punta de sus dedos, logrando que mi hijo jadeara ruidosamente.
_”Luca…¿tu me amas, cierto?, -le preguntó con una mirada sucia, mi hijo asintió con la cabeza-. “entonces… demuéstramelo”. Acto seguido empujó el niño hacia sus caderas, lo abrazó con sus fuertes y bellos muslos morenos y apretó con fuerza. Mi hijo no se movía en lo absoluto pero, Lana movía su culo en sincronía con sus muslos, follando al niño. Y, mientras lo hacía, miraba a mi hija con evidentes ganas de comérsela.
A los pocos minutos, Luca comenzó a jadear y gemir con fuerza, sus manitos agarraron las carnes de las caderas de su madre, mientras su culo comenzó a moverse con un ritmo ordenado y fuerte, bombeándola con energía. Lana dejó de abrazarlo con sus piernas para darle mas libertad, las abrió hasta dejarlas horizontales a su cintura, se apoyó en la cama con la punta de sus pies y empezó a empujar sus caderas hacia el niño, provocando que los músculos de sus brazos, abdomen y muslos destacaran sus bellas formas. Mi niño, en tanto, la follaba lo mejor que podía, con una amplia sonrisa en su carita.
Estuvieron culeando rico por espacio de 20 minutos, dale que dale, sin parar, hasta que Luca comenzó a quejarse, a perder el ritmo, a contener el aliento involuntariamente, a gemir mas y mas fuerte y, por fin se corrió, apegándose al cuerpo de su madre, convulsionando sobre ella, para luego caer al piso con los brazos y piernas abiertas…agotado, sudoroso y feliz. Mi esposa se agachó, lo abrazó, lo levantó y lo dejó en el sillón, dándole un baboso beso francés.
_”MMMHHHH… buen chico… lo hiciste MUY bien”, le dijo con voz ronca y caliente, dejándolo descansar. Después se irguió y giró sobre si misma, destacando su estrecha cintura y su gran culo, mirando fijamente a mi hija, con una sonrisa torva, como diciéndole “Ahora te toca a ti”. Avanzó hacia nosotros con una actitud segura, los hombros muy atrás, meneando sus caderas, sus dedos rozando sus piernas, hasta quedar a dos pasos de Pía, le estiró la mano y, en silencio la invitó a la cama. Pía se reacomodó la ropa, asustada
_”Hija, no te obligaré a nada… pero… si vienes… te gustará… te lo prometo”, le dijo con un ese tono maternal y erótico que comenzaba a gustarme mucho. Pía me miró y yo aprobé con la cabeza, en silencio. Pía estiró su mano hacia Lana y ésta le tomó la punta de sus dedos, se dio la vuelta y empezó a caminar hacia la cama, moviendo su culo provocativamente.
En el borde de la cama, miró a mi hija directamente a los ojos, la tomó delicadamente de su cintura, se agachó y le dio un beso francés pero, no era un beso como el que le dio a Luca, éste era más elegante, tierno, femenino y cargado de una sexualidad diferente. La punta de la lengua de su madre lamía el contorno de sus labios, mientras sus dedos levantaban su polerita, recorrían sus caderas, se metían debajo de la pretina de su calzoncito y masajeaban dulcemente, las carnes de su bonito culo. Lana la siguió besando por sus mejillas, avanzó hasta sus orejas, mordisqueando levemente sus lóbulos y bajó hasta su cuellito, comiéndoselo con sus labios gruesos y su lengua caliente.
Mi pobre niña gimió largamente con aquel beso, y se dejó hacer como una muñequita de trapo en las manos de su ardiente madre, quien le susurró que tenía mucha ropa y empezó a subirle la polerita. Pía se resistió, mirándome.
_”Hija, no le tengas vergüenza a tu padre… lo amas, ¿verdad?-mi hija asintió con la cabeza-, yo también lo amo, ha sido muy bueno con nosotras… asi que… nosotras seremos muy buenas con él… no te preocupes… hacerlo con tu papá es MUY RICO… yo lo hice con el mío… y me EN-CAN-TÓ…”, le aseguró con voz susurrante y una amplia sonrisa. Pía estaba tan caliente con ella, que no le rebatió, asi que Lana le quitó la polerita. Pía, con 10 años, no tetas pero sí unos pezones rosados con pezones oscuros. Mi mujer le besó y chupó las tetillas con ternura, le hizo coquillas en el abdomen que sirvió para relajar a mi princesa, le besó las caderas y abrió la boca atrapando la pretina del calzoncito con sus dientes; mientras le bajaba su calzón, Lana me echó llena de lujuria.
Una vez desnuda, Lana tiró a mi hija sobre la cama y se posó sobre ella suavemente, besándole todo el cuerpo con candor y femineidad, logrando que Pía olvidara todos sus pudores e inhibiciones, excitándola a tal nivel que mi dulce princesita comenzó a besarla imitando a su madre y acariciándole la cintura y las caderas, gimiendo como toda una putita. Lana comenzó a besar el Monte de Venus con esmero y sus manos comenzaron a separar los muslos de Pía, la cual no oponía ninguna resistencia. Una vez con las piernas bien abiertas, Lana abrió la vaginita y me la mostró generosamente, con una furiosa mirada lasciva: pequeña, sin vello púbico, rosada, el clítoris totalmente erecto, el interior estaba muy viscoso, con un intenso color rojo y el himen intacto.
Abriendo la boca y sacando toda su gruesa y larga lengua, Lana me hizo ver como se la refregaba en el interior de la conchita de mi princesa, haciendo que ésta lanzara un fuerte gemido de placer, seguido por un largo jadeo y varios “AHM, AHM, AHM”. Mi esposa comenzó a comerla en serio. Mi pobre niñita, presa del miedo y del placer, arqueó la espalda y hundió su culo en la cama, intentando escapar, inútilmente, de la boca de su madre. Poco a poco, los jadeos se convirtieron en quejidos y éstos en incesantes gemidos, su cuerpo se relajó, sus manitos se apoyaron en la cabeza de Lana y sus piernas rodearon su cuello.
Cuando escuché el morboso sonido de la saliva de mi esposa, bañando y chapoteando sobre la vaginita virgen de mi pequeña hija, no pude aguantar más. Me desnudé a toda prisa y tomé mi pene: 20 cms de largo, 8 cms de diámetro, duro como una barra de hierro, lleno de venas, palpitante, el glande hinchado, amoratado y brillante por el líquido pre-seminal, palpitante y listo para castigar a mi exhuberante y depravada esposa.
_”Ponte en 4 patas… perra”, le ordené y Lana, sin sacar la boca de la conchita de mi hija, puso su gran y maravilloso culo en pompa, apunté directo a su concha y se lo enterré de un solo golpe y hasta el fondo. Lana levantó la cabeza, gimió bien rico y después me dio una mirada traviesa y picarona, volviendo a su trabajo oral. Yo bombeaba a mi mujer lento pero bien profundo, mientras ella lamía, besaba, chupaba y mordisqueaba la vaginita de mi hija, la cual no cesaba de gemir y revolcarse en la cama. Y yo tenía una vista privilegiada de todo eso. Pasados unos minutos, Lana comenzó a usar sus dedos para estimular a mi hija, arañando los labios vaginales, haciendo que Pía diera pequeños grititos roncos de placer.
Yo intensifiqué el bombeo sobre Lana y ésta a su vez sobre la niña, dejándola al borde del orgasmo. Era divino ver a mi pequeñita: su carita roja, sus ojitos cerrados, su boca abierta, sus labios hinchados, gimiendo sin control, sus pezones erectos, las piernas bien abiertas, los dedos de los pies recogiéndose con un ritmo desordenado, su vaginita contrayéndose al ritmo que los dedos de mi esposa le imponía, presionando para romper el himen y entrar… hasta que… Pía alcanzó su orgasmo.
Mi niña arqueó su espalda y apretó sus muslos gritando en un hilo de voz y, en ese mismo instante, Lana aprovechó de presionar mas fuerte y rasgar la tela del himen, rompiéndolo, hundiendo su dedo medio hasta el nudillo y revolcándolo adentro. Pía saltó sobre la cama gritando con todas sus fuerzas, su cuerpo formó un arco imposible y se mantuvo tenso y duro como 5 segundos para luego dejarse caer cuan largo era, y mi bella princesa jadeaba, resoplaba, se revolcaba, gemía, se quejaba … con una enorme sonrisa en su carita.
Lana mantuvo su dedo dentro de ella, moviéndolo lentamente mientras su lengua lamía el durísimo clítoris. Yo me salí de ella y observé el cuadro lésbico con mas detenimiento. Lana me susurró algo al oído, y yo asentí sin dudar. Ella se salió de su lugar y comenzó a besar y lamer la boca de Pía. Yo me acomodé entre las piernas de mi bebita y comencé a refregar mi caliente glande sobres sus labios vaginales. Sus carnes estaban muy lubricadas y calientes, y se sentían exquisitas. Se me ocurrió una idea mejor. Llamé a Luca que, sentado en el sillón se pajeaba como un demente, y le dije que se botara de lado en la cama. Acomodé a su hermana en igual posición, dándole la espalda y yo me puse en cucharita de frente a mi hija. Agarré mi pene y apunté hacia su conchita, volviendo a refregarle la punta sobre el clítoris y haciendo presión en su recién desvirgado orificio.
Tras unos minutos de estimulación, la vaginita de mi princesa estaba lo suficientemente lubricada para intentarlo. Presioné hacia abajo ya adentro y la punta de mi duro glande entró limpiamente. Pía gritó y le dije a Luca que hiciera lo suyo. Sentí, con toda nitidez como el penecito de mi hijo entró en el culo de su hermana mayor e hizo presión sobre mi glande. Pía intentó escapar pero se lo impedí, y empecé a bombearla lentamente.
Lana nos observaba con los ojos muy abiertos y una mirada lujuriosa, con una mano se estrujaba las tetas y con la otra se masajeaba la concha, contenía el aliento y los gemidos con nudos en su garganta, y le daba aliento a nuestra hija:
_”Eso hija,…así… dale… no te asustes…deja que ellos te culeen así… ¿los sientes…sientes sus picos dentro de ti?... es rico… muy rico… concéntrate… siente lo que sentiste conmigo…”, le animaba.
_”OUHMMMM…MAMÁÁÁÁÁ…ÑIAHHHHH…ÑIAHHH. GHAF…GAHF… se quejaba mi hija mientras la bombeábamos.
Estuvimos así como 15 minutos cuando siento que Luca comienza a perder el ritmo del bombeo y empieza a gemir mas fuerte, ya próximo a su orgasmo.
_”Lana… mhf, mhf, mhf… cuando te lo diga… ñgh,ñgh,ñgh… 69 debajo de Pía”, le ordené entre bombeo y bombeo. Pocos segundos después Luca se aferraba a las caderas de su hermana y se hundía todo lo que podía, Pía gritaba como una loca y, después mi hijo cayó a un lado, resoplando como un caballo de carrera que acaba de cruzar la meta.
_”Ahora”, grité. Lana se tendió sobre la cama y le puse a mi hija encima, mi esposa buscó de inmediato su conchita y le enterró su gorda lengua revolcándola adentro, provocando otro ronco gemido en nuestra hija. Yo me puse de rodillas, entre las piernas de Pía viendo como mi mujer la follaba con su lengua, abrí las nalgas de mi nenita y apunté la cabezota hacia la rosa del ano, que estaba levemente abierto después de la enculada de Luca. Dejé caer un grueso hilillo de saliva sobre la punta de mi glande, lo lubriqué muy bien y se lo metí lenta pero, incesantemente, hasta que la cabeza entró enterita. Se sentía seco, muy caliente y pude escuchar, con claridad, el momento en que el esfínter anal de mi hija se rasgó.
Pía gritó desesperadamente pero, Lana la retuvo abrazándola con pies y manos. Yo la bombeé despacito y le pedí a Luca que le metiera su pico en la boca para que su hermana no gritara tanto. Luca, muy caliente, prácticamente le enterró su miembro y le folló la boca. Imagino que el trabajo oral de Lana surgió efecto en mi hija pues, pasados 15 minutos la resistencia de ella había desaparecido por completo; es más, su culito se había acompasado al ritmo de la lengua de su madre y de mi pene dentro de su estrecho orificio. Con cada clavada sentía como la fuerte lengua de Lana dentro de la vaginita hacía presión hacia arriba, rozando mi carne.
_”MH,MH, MH”, gemía Luca contra el respaldo de la cama, preso de la boca de su hermanita quien había invertido la situación y ahora era ella quien acosaba el sexo de su hermano.
_”AHHH,…QUE RRRRICO… HIJA TU CONCHITA… SABE A MIEL… QUE RICO COMÉRTELA… OH DIOS… SOY UNA PUTA… UNA PERRA… Y ME ENCANTA… ADORO EL SEXO, LO AMO… ME … GUSTA.. DEMASIADO”, gemía mi mujer, loca de placer.
_”AHHHH MAMÁ… ÑÑÑÑGGGHHH… SE SIENTE….GHA,GHA,GHA… RICO… ME ARDE… MMMMHHHH… MI CULO ME ARDE… PERO… MHF, MHF, MHF … ME GUSTA… OUHMMMM.. ME GUSTA MUCHO”, gemía y se quejaba mi princesa mientras torturaba a su hermanito, chupándoselo.
Todo era morboso y excitante. El calor, nuestros sudor, el sol entrando fuerte en la habitación el sonido de nuestros fluidos, los gemidos, quejidos, suspiros, las palabras sucias, el olor a sexo, lo prohibido, el placer que nos invadía, que viajaba en oleadas por mi cuerpo endureciéndose mi pene con cada bombeo… mi nueva esposa había desvirgado a mi hijo de 7 años, comiéndoselo vivo para después, desvirgar a mi hija con su dedo medio en el momento exacto en que le provocaba el primer orgasmo de su vida, preparándomela para mí, su padre, quien le metió su pene adulto en su estrecha vaginita, al tiempo que su hermanito le abría el culito. Sonreí torvamente al pensar que mi frígida y beata ex esposa, se iba a revolcar de ira, al ver éste vídeo, mientras yo, ya estaría viviendo en una bella playa caribeña, follándome a nuestros hijos junto a mi nueva mujercita JA,JA,JA.
Pasada media hora de incesantes clavadas, sentí que el placer me ganaba y que perdía control sobre mi pene. Me controlé para no clavarle más de lo debido a mi hijita, y apreté la base de mi pene para retardar la eyaculación. Le avisé a Lana que me corría. Al ver a Luca, ví la escena más extraña que he visto en mi vida.
El pobre niño estaba recostado sobre el respaldo, la cabeza agachada, los ojos cerrados, totalmente inconsciente,… lo único que lo mantenía en pié era la boca de Pía, que lo chupaba a toda velocidad, como una poseída, con su carita bien roja, sudorosa, el pelo mojado, los labios hinchados, gimiendo como una puta. Imagino que Luca debió correrse muchas veces hasta que el placer lo agotó. Pía movía su culito en círculos y de arriba abajo, su esfínter y su vaginita se contraían rítmicamente, claras señales de la venida de su orgasmo.
Aquella escena aumentó la intensidad de mi placer, tornándose insoportable. Me quejé roncamente, cerré el esfínter de mi culo pero Lana, al verlo, metió su lengua en mi ano.
_”AHHHHHHHÑÑGHAAAAA… HIJA DE PUTAAAAHHHHHHHHHH”, grité mientras un grueso chorro de semen espeso y caliente llenaba los intestinos de mi hija, la cual lanzó soltó a su hermanito dejándolo caer y dio un grito largo, fuerte y agudo, su cuerpo se convulsionó y se dejó caer sobre su madre, cansada, sudorosa y con una excitante risita mezclada con calientes gemidos. Los chorros de semen salían a presión desde la rosa de su ano y caían directamente dentro de su abierta conchita para después, ser absorbidas por la boca de su nueva madre, que sorbió ruidosamente cada gota hasta limpiarla por completo.
Yo me hice a un lado, resoplando. Lana no dejaba de comerse la conchita de Pía, quien ya no se movía. Dormía profundamente, con una amplia sonrisa en su bella carita. La muy puta de mi esposa no tenía suficiente… y yo tampoco. La agarré del pelo y la aparté de mi hija, le dí una bofetada con medida violencia, la tiré al piso y me follé salvajemente, por ambos orificios por una hora más, quedando ambos satisfechos y agotados. Ya eran las 11 de la noche, habíamos follado sin parar por tres horas y media.
Como pude, acomodé a los niños en la cama, los arropé y los dejé dormir. Con Lana nos fuimos al comedor a comer algo y volvimos a follar, ésta vez como gente normal, hasta pasada las dos de la madrugada. Al otro día, hablé con Lana acerca de huir del país y establecernos en el Caribe, para vivir allí el resto de nuestros días… aunque, temía que los niños reaccionaran con temor hacia nosotros y que nos rechazaran pero, apenas se despertaron bajaron desnudos, corriendo a buscarnos. Pía se pegó a mí dándome un sabroso beso francés, lo que me provocó una rápida erección, y Luca se fue directo a la concha de Lana quien se la ofreció con generosidad.
_”¿Papacito… podemos bañarnos juntos?”, me preguntó Pía, mirándome el paquete, con claras intenciones de repetir la orgía de anoche.
_”Claro hija… lo que tu quieras… te amo… los amo a todos, desde ahora seremos una familia que se ama, y que lo demostrará todas las veces sean necesarias”, le dije mientras mi dedo medio se enterraba hasta el nudillo en el seco, caliente y estrecho culo de mi hija.
FIN

Pues sí que duran poco.
 

elvergador

Pajillero
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muy bueno pero por que los borran.. tengo que leerlo de otro comentario
 

CASADOX

Virgen
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Caliente relato, excitante al máximo, felicidades.
 
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