Isela, El bully de mi hijo

Registrado
Feb 5, 2025
Mensajes
24
Likes Recibidos
23
Puntos
3
Isela, una mujer de cabello castaño y piel bronceada, caminó con paso firme por el pasillo de la escuela secundaria. Sus ojos se fijaron en un muchacho que se reía a carcajadas con un puño de amigos alrededor de un chico apocado, su propio hijo. El corazón de Isela se aceleró al ver la escena, reconociendo inmediatamente al bully, Javier. Su mandíbula apretada, decidió que era hora de ponerle fin a las bromas pesadas.

—¿Puedo hablar contigo? —le dijo a Javier con un tono seco, interrumpiendo la conversación.

Javier, sorprendido por la interrupción, se dio la vuelta y la miró de pies a cabeza, sonriendo de oreja a oreja.

—¿Y tú quién eres, la mamá del maricón? —preguntó, despreciando.

Isela se acercó a Javier y le susurró al oído—.

—Si, soy la mamá del chico que acaba de llamar maricón, y quiero hacer un trato con tigo para que dejes de molestarlo —dijo, con la calma que precede a la tormenta.

Javier la miró con desafío, sus ojos se cruzaron, y Isela supo que tendría que ser creativa en su enfoque. Decidió que la seducción podía ser la clave para que este chico entendiera el valor del respeto.

—¿Sabes qué? Ven a mi casa mañana temprano. Tenemos que hablar —le dijo, con un tono que no admitía discusión.

Javier asintió, intrigado por la propuesta.

Al día siguiente, Javier se presentó en la casa de de Isela, nervioso y confundido. Ella lo recibió con una sonrisa y le indicó que se sentara.

—Javier, tienes que entender que el acoso no es una opción aquí. A mi hijo le tienes que dejar en paz. Y para que veas que soy sería —dijo, abriendo las piernas—. Tú y yo vamos a pasar un buen rato, y a cambio, prometes dejar a mi niño tranquilo, ¿de acuerdo?

Javier, sin saber qué pensar, asintió lentamente.

Isela se acercó a Javier, que ya sentía el calor de su presencia.

—Me vas a follar, como quieras, por donde quieras en donde quieras y cada vez que quieras, a cambio, no solo vas a dejar de molestar a mi hijo, ademas vas a ser su amigo y lo protejeras de otros que quiersn lastimarlo— dijo ella con firmeza.

Su directitud desconcertó a Javier, que se sentía atraído por la audacia de la madura Isela.

—¿En serio? —balbuceó, sus mejillas sonrojadas.

Isela asintió, y Javier se levantó del asiento, con la verga ya dura en el pantalón.

—¿quieres empezar de una vez? —preguntó ella, viendo la excitación en la mirada del joven.

Ella sonrió y se acercó aún más, acariciando su pantalón.

—Aquí y ahora —dijo el, sin darle opción a dudar.

Javier se acercó a Isela, su respiración agitada, y la besó con avidez. Ella correspondió, metiéndole la lengua en la boca y desabrochando su camisa, revelando su pecho terso y turgente.

—¿Y si alguien nos ve? —preguntó, aún sin creer lo que sucedía.

Ella sonrió, sin dejar de desnudarlo—.

—Eso es lo que me gusta de ti, Javier, que no tienes miedo. Pero no hay que preocuparse, mi marido viaja por negocios y no volverá hasta la noche —susurró en su oído.

Sentando a Javier en el sofá, Isela se arrodilló delante de él, abriendo lentamente su pantalón y liberando su verga ya dura. Empezó a mamarla con habilidad, haciéndole gemir.

—Mamacita, eres la reina —exclamó, cerrando los ojos y disfrutando del calor y la humedad de su boca.

Mientras lo chupaba, Isela sabía que no podía confiar ciegamente en las promesas de un muchacho asustado y excitado. Tenía que asegurarse de que el acuerdo se cumpliera.

Isela se puso de pie y se quito toda la ropa, revelando y majestuoso cuerpo.

—¿Me prometes que ya no vas a molestar a mi niño? —preguntó, deteniendo su acción por un instante.

Javier, jadeando de deseo la miró de arriba a abajo—.

—Te lo juro, Isela. Seré su amigo y lo protegeré —prometió, susurrando.

Al ver la determinación en los ojos del bully Isela se montó sobre el permiti neo que la verga del adolecent entrara profundo en su coño.

Isela se retorcía de placer sobre la verga del adolescente, sus uñas clavándose en su pecho mientras jadeaba "Eres más grande de lo que pensaba, maldito bully".

El bully sonreía con satisfacción al ver la cara de placer de Isela, sus manos agarrando las caderas de ella mientras la ayudaba a moverse hacia arriba y abajo en su verga.

Las embestidas del bully se volvieron más fuertes y rápidas, haciendo que los pechos de Isela saltaran ligeramente con cada impacto.

Minutos después Isela se levanta y comienza a chupar con lujuria la verga del bully.
Javier gruñó de placer mientras Isela chupaba su verga con desesperación, su mano moviéndose rápidamente arriba y abajo. Ella lamió y chupó la cabeza de la verga, haciendo que él se corriera rápidamente en su boca. "Joder, sí"
Ella sonrió y continuó, saboreando cada centímetro de su miembro, sabiendo que su plan podía ser eficaz.

Javier echó la cabeza hacia atrás, gruñendo de placer mientras su verga palpitaba violentamente en la boca de Isela. Un chorro caliente y espeso de semen salió disparado, llenando su boca desbordandose por las comisuras de sus labios.
Mientras Javier seguía corriéndose con abundancia, Isela intentó tragarlo todo, pero el semen era demasiado. Hilos blancos y pegajosos caían por su barbilla y cuello, pintando su rostro de una manera casi obscena. Incluso algunas gotas aterrizaron en su cabello.
Javier finalmente terminó de correrse, su verga aún palpitando ligeramente en la boca de Isela. Ella se retiró lentamente, dejando un hilo de semen conectando su boca con la punta de su verga. Su rostro estaba cubierto en semen, sus labios brillantes y sus mejillas manchadas.

Cuando terminaron, Javier se levantó, ajustando su ropa, con la cara roja de placer y la conciencia del pacto que acaba de sellar.

—¿Y ahora qué? —preguntó, aún con la respiración agitada.

—Ahora vas a la escuela y comienzas a ser un buen chico —dijo Isela, recogiéndose el cabello.

Javier la miró, asintió y se fue. Ella sabía que su tarea no había terminado, que tendría que vigilar que cumpliera su promesa, que tendrían que repetir la experiencia si era necesaria. Pero por el moment, Isela se sentía triunfante, protegiendo a su hijo del mal que lo acechaba en la escuela.

Y en la escuela, la vida de su hijo empezó a cambiar. Javier se acercó a su hijastro y, en lugar de molestarlo, le sonrió amigablemente. El chico, confundido, no supo qué responder.

—¿Te importa si me siento contigo a almorzar? —preguntó Javier, con una amabilidad que no se veía en sus ojos en los pasillos.

Así fue que, a pasos lentos, Javier se transformó en el protector de su acosado, y la vida del muchacho apocado se volvió un poquito más liviana. Y cada noche, Isela se acostaba satisfecha, sabiendo que el precio que pagó por la paz de su hogar valía cada gota de sudor y semen.
 
Arriba Pie