Ahora que lo pienso, el escenario fue perfecto para lo que ocurrió: mi padre era un escritor que necesitaba periódicamente del aislamiento de nuestra casa junto al lago para trabajar, mamá era una mujer de espíritu libre que amaba el aire libre y la sensación de libertad desinhibida y las gloriosas vacaciones de verano de 1985 acababan de empezar.
El sol acababa de salir. La noche anterior nos habíamos bien acostado temprano después del largo viaje en auto que hicimos, así que no tuve problema en estar completamente despierto a las siete.
Observé la magnífica vista del lago a través de la ventana de mi habitación. La luz del sol se reflejaba en el agua y todo parecía perfecto.
Pero entonces vi algo que cambiaría el curso del viaje (y de todo lo demás, siendo franco) para mí: vi a mi madre completamente desnuda mientras salía del lago. Había ido a nadar temprano en la mañana y, ya que estaba sola, no llevaba nada puesto. Caminaba con lentitud de sueño, en dirección a la toalla que había llevado.
Desde que comencé la pubertad, tuve la idea de que mi mamá tenía un cuerpo comparable al de esas esculturas de la edad de piedra. Es decir, pechos más que generosos, una entrepierna muy peluda, un culo grande, piernas más o menos anchas… Una hembra hecha y derecha. Todo ello, sin llegar jamás a ser una jamona. Estaba en el punto justo. Y allí se mantenía desde hacía años, gracias al ejercicio y a llevar adelante una vida sin excesos. La única “trampa” que podía decirse que había hecho era una cirugía (regalo del vigésimo aniversario de casados que le hizo mi padre); no para aumentar el tamaño de sus tetas, sino para levantarlas y que quedaran bien paraditas. Para que se hagan una idea más clara, era bien parecida a la actriz Emma Butts.
Secó su largo cabello rojizo. Luego pasó la toalla por su delicioso cuerpo bronceado. Cuando terminó de secarse, colgó casualmente su toalla en la rama de un pequeño árbol cercano y procedió a hacer sus habituales estiramientos matutinos. Me deleité con la vista extremadamente erótica de ella contorsionando su cuerpo en todas las direcciones para aflojar sus músculos. Mi parte favorita fue cuando se incorporó de espaldas a mí y luego se inclinó para tocarse los dedos de los pies y pude apreciar su culo de diosa y sus grandes ubres colgando.
Una vez que terminó con su rutina, se tomó su tiempo para vestirse. No perdí detalle mientras se ponía el sostén y las bragas de color blanco, seguido de un vestido informal de sol. Todo sin darse cuenta de que me la estaba devorando con los ojos.
Una vez estuvo vestida, entró a la casa.
¡Finalmente había visto a mi madre completamente desnuda por primera vez en mi vida! Era una fantasía que arrastraba desde hacía mucho tiempo, desde que me platicó al cumplir los doce años sobre lo natural que es el sexo y cómo forma parte de la vida. No obstante, a pesar de lo abierta que era para hablar de esos temas, jamás había podido verla al natural.
Me había masturbado pensando en ella, desde luego, pero siempre había tenido que recurrir a mi imaginación. No fue el caso esa mañana. Me hice dos pajas seguidas recordando lo que había visto.
A partir de esa mañana, dejaron de importarme los planes que habíamos hecho para esas vacaciones. En lo único que podía pensar era en cuándo volvería a ver el cuerpo desnudo de mi mamá.
* * *
A eso de las cinco de la tarde, estábamos relajándonos en la casa después de haber pasado el día nadando, comiendo y simplemente divirtiéndonos. Mi papá estaba en su estudio, ocupado con su nuevo libro y yo estaba en el sofá viendo la televisión. Fue entonces cuando mi madre anunció que saldría a descansar un rato más al sol. Tomó una toalla y una manta de playa y salió por la puerta.
Mi corazón comenzó a acelerarse ante todas las diferentes posibilidades. Obviamente mi madre iba a estar desnuda afuera otra vez. No me tomó mucho tiempo tomar la decisión de salir e intentar espiarla por segunda vez.
* * *
Salí en la dirección que ella seguía después de corroborar que se había alejado de la casa. No fue difícil encontrarla. Estaba acomodándose sobre la manta de playa justo frente al lago, al lado de un árbol. Esta vez solo estaba en topless y tenía puesta la braguita de un bikini. Tenía los brazos abiertos y se veía tan cómoda, dejando que su cuerpo absorbiera los cálidos rayos del sol.
Sabía que si me acercaba hacia donde estaba, me atraparía. Era muy difícil no hacer ruido. Pero no pude resistirme a no dar unos pasos para poder verla mejor. A medida que me fui acercando a donde mi madre estaba tendida, pude ver mejor sus tetas extendidas en toda su gloria mientras ella parecía dormitar.
De repente giró la cabeza en mi dirección y agarró la toalla para envolverla alrededor de su cuerpo. Me había pillado. Traté de esconderme detrás de un árbol con desesperación.
–¿Lucas? –preguntó–. Sé que estás allí. ¿Qué estás haciendo aquí?
Vino hacia mí con una mirada curiosa en su rostro, preguntándome por qué la seguí. Por supuesto, me sentí completamente superado por la situación.
–Yo sólo... quería ver qué estabas haciendo –balbuceé, esperando que creyera mi inocente excusa.
–Pero ya te dije en casa lo que estaría haciendo aquí –respondió ella con una mirada severa en su rostro–. Me estabas espiando, ¿no? ¿Por qué harías algo así?
–¿Realmente necesitamos tener esta conversación? –le pregunté
Ella asintió.
–Bien –suspiré–. Esto es muy vergonzoso... Te vi nadando temprano esta mañana, y sólo quería verte otra vez. Es en todo lo que he pensado durante todo el día. Espero que no estés enojada.
De repente apareció una sonrisa en su rostro, mezcla de ternura y burla. Llevó una mano a la toalla y deshizo el nudo, revelándome lentamente sus tetas.
Sus pezones eran grandes y de color marrón ligeramente oscuro, y sobresalían casi medio centímetro. Sus areolas también eran bastante anchas, aunque tampoco tanto. Eran tetas bien grandes (seguramente una copa C) y estaban un poquito caídas. Si se los veía de lejos simplemente no se les hacía justicia a semejantes ubres.
Dejó caer la toalla al suelo.
–Ya ves, son sólo tetas –dijo como quien no quiere la cosa–. No es nada de lo que ninguno de nosotros deba avergonzarse. Además, incluso solías chupármelas cuando eras bebé, lo creas o no.
Era difícil creer que esta hembra hecha y derecha para frente a mí fuera mi madre. Notaba que no estaba actuando como la madre cariñosa y un poco despistada de siempre. Estaba en presencia de una amazona orgullosa de su desnudez.
Tal vez este era otro lado de ella, un lado audaz y pícaro que mantenía celosamente guardado.
–Nunca pensé que te diría esto, pero te ves tan... tan...
–Dilo.
–Buena –admití finalmente.
Mamá sonrió.
–Lucas, entiendo que te estés convirtiendo en un hombre y que el proceso te traiga un poco loco, ¿pero por qué el repentino interés en tu propia madre?
–Es difícil de explicar. No creo que pueda.
–Haz el intento. Tengo mucha curiosidad. Además, estoy aquí, desnuda para ti. Creo que me debes algo.
Tragué y pensé por un momento.
–Si tengo que darte una respuesta ahora mismo, es que me gustan las mujeres, ejem, mayores. Y tú definitivamente no eres una excepción a eso. Creo que eres deslumbrante.
–Eso es muy dulce de tu parte –dijo con una cálida sonrisa–. Vamos, estaba a punto de volver al agua para refrescarme antes de que vinieras. ¿Por qué no te quitas la ropa y te bañas conmigo?
–Yo... No sé si podría... –tartamudeé.
Se puso las manos en las caderas y me dirigió una mirada mitad severa, mitad traviesa.
–Oh, entonces está bien que me espíes y que te enseñe las tetas, ¿pero no te vas a dignar a devolverme el favor?
–Sabes que no es así mamá, es solo que... –Intenté discutir con ella, pero por la expresión que tenía, supe que no tenía sentido. –Está bien, supongo que no dolerá.
–¡Bien! –sonrió–. ¡Quítate la ropa!
Fue muy incómodo desnudarme frente a la mujer que me trajo al mundo, sentía que me estaba supervisando (y luego me enteré de que estaba en lo cierto). Pero, pensé, si eso era lo que tenía que hacer para pasar más tiempo admirando su desnudez, entonces valía la pena.
Entramos al agua. Éramos sólo mi madre y yo nadando y jugando a salpicarnos. Reímos mucho. No dejé pasar ni una oportunidad de ver sus tetas cada vez que salían del agua.
–Acércate –dijo de pronto.
–¿Qué pasa? –pregunté, acercándome.
–Todavía siento curiosidad –Puso ambas manos sobre mis hombros. –Esto de verme sin ropa… Es algo con lo que has fantaseado anteriormente, ¿no?
–¿Soy tan obvio? –respondí.
–Más o menos. Has estado actuando extraño en ciertas ocasiones los últimos meses, y las madres saben mucho más sobre sus hijos de lo que dejan ver. Aunque no espero que entiendas eso. Vengo teniendo la sensación de que has estado pensando en mí más allá de los límites típicos entre madre e hijo.
–Bueno, para ser completamente honesto, comenzó cuando solías darme esos sermones sobre sexo seguro y decirme que estaba bien masturbarme, siempre y cuando lo hiciera en privado. Sabía que tenías buenas intenciones, pero escucharte hablar de esas cosas era... Ya sabes... Además, creo que eres muy bonita.
–Debería haber sabido que esto sucedería –dijo riendo–. Definitivamente eres hijo de tu padre.
–¿Qué quieres decir? –pregunté.
–Pues, para hablar sin rodeos, tu padre ha tenido relaciones incestuosas con tu abuela, su propia madre, durante su adolescencia. Soy la única a la que se lo ha contado. Todavía le encanta hablar de ello y a mí me encanta escuchar sus anécdotas, ¡son tan excitantes! Supongo que se podría decir que es un fetiche que ambos disfrutamos. Escucharte hablar sobre cómo sientes atracción por mí es cómico, teniendo en cuenta esa perspectiva.
–¿Cómico? –respondí dejando escapar una risita–. Es lo último que esperaba que dijeras después de confesarme. Pero no es tan impactante como escuchar lo de papá...
–Parece que la manzana no cae lejos del árbol.
–Esto es embarazoso…
Mamá comenzó a deslizar sus manos por mi cuerpo, concentrándose en mi espalda.
–Oh, pobrecito de ti, no pensé que contarte eso te molestaría –dijo, con una sonrisa amorosa en su rostro–. ¿Quizás esto ayude?
De repente, sus manos bajaron a mi entrepierna y agarró mi verga con ambas manos. Me acercó más a ella hasta que estuvimos cara a cara y pudimos sentir su aliento cálido en mis labios. Luego usó una de sus manos para masajear mis bolas y la otra para acariciar mi creciente erección.
–¡Dios! Mamá… Eso se siente tan bien…
–Ya lo creo –dijo, sin dejar de acariciar mi miembro bajo el agua. –Hay algo muy excitante en hacer realidad este deseo tuyo, especialmente porque es bien guarro. Bueno, ahora que lo pienso, puede decirse que éste también es un deseo cumplido para mí.
Nos miramos cara a cara, directo a los ojos, durante los deliciosos minutos que duró su magistral paja. Nunca había tenido una experiencia tan intensa, tan íntima; y pocas de las que viví después estarían a la misma altura. Sus manos hicieron diferentes movimientos en mis testículos y mi verga, logrando un nivel de placer sexual que me era desconocido hasta ese momento. Me di cuenta de que estaba disfrutando esto, además, por la expresión de vicio que mamá exhibía en su rostro y al sentirla respirar con más fuerza.
–Estoy a punto de correrme –susurré.
Sus ojos se abrieron con ansiedad.
–¡Buen chico! Muéstrale a tu madre lo que sientes por ella.
Apretó mi miembro con más fuerza y me acarició los huevos hasta el punto en que no tuve más opción que dejar escapar una enorme descarga de leche en el agua. Sus caricias continuaron hasta que quedé completamente drenado y mi pene se ablandó un poco. Luego, se inclinó hacia mí y me dio un suave beso en los labios, seguido de otro, y otro, y otro, y otro, y uno más, que acompañó con un fugaz lengüetazo.
–Buen chico. Te amo mucho –dijo con una sonrisa mientras me soltaba–. Será mejor que nos vayamos. Y espero que esto quede entre nosotros, ni una sola palabra sobre esto a nadie.
–Nunca.
* * *
Mamá me despertó bien temprano a la mañana siguiente y me pidió que la acompañara a hacer ejercicio al aire libre. Por supuesto, aproveché la oportunidad de tener más tiempo en privado con ella sin pensarlo dos veces. Papá se había quedado escribiendo hasta muy tarde la noche anterior, y seguramente no se levantaría hasta el mediodía.
Comenzó de manera bastante inocente, ambos tomados de la mano mientras caminábamos alrededor del lago.
–Lo de ayer fue una experiencia bastante intensa –dijo.
–Lo fue –respondí–. Nunca imaginé que algo así sucedería. Pensé mucho sobre lo que pasó ayer.
Una sonrisa apareció en su rostro.
–Yo también, cielo. Fue un relámpago de calentura para mí. Y no se lo he contado a tu padre todavía, pero lo haré más adelante. Sé que a él le encantará saberlo, pero por ahora no quiero interferir con su escritura.
–Entiendo. Entonces... ¿Puedo verte desnuda otra vez? ¿Ya mismo?
Ella me empujó con su hombro juguetonamente.
–¡Vaya con la bolsa de hormonas! ¿Es por eso que pensaste que te desperté esta mañana? ¿Para poder mostrarte mis tetas y masturbarte de nuevo?
Me sonrojé.
–Lo siento. No quería…
–Sólo estoy bromeando. Ayer fuiste muy respetuoso. No veo por qué no podemos continuar, siempre y cuando actúes con madurez respecto a esto. Tendrás quince años, pero nunca es temprano para que un jovencito se comporte como un hombre.
Nos instalamos en un punto lejos de la casa donde había árboles pequeños que nos daban una relativa privacidad. Mamá tendió una gran manta de playa para que nos tumbáramos. Luego deslizó sus dedos bajo los tirantes de su vestido floreado y lo dejó caer al suelo. Se quitó el sostén y las bragas para quedar gloriosamente desnuda, en todo su esplendor maduro. Estaba orgullosa del cuerpo que tenía y le encantaba lucirlo. Sólo que esta vez lo estaba luciendo para mí.
Se acostó sobre la manta y e hizo una pose sexy para mí. Con un juguetón levantamiento de ceja, me indicó que me desvistiera también y me acostara junto a ella, lo cual hice con toda rapidez.
–Supongo que quieres continuar donde lo dejamos ayer –dijo.
–Absolutamente. ¿Qué tienes en mente?
Abrió las piernas y se frotó el coño extremadamente peludo con la mano, antes de separar los labios valiéndose de sus dedos.
–Ayer disfruté de tu virilidad –dijo. Hoy quiero que me devuelvas el favor con la lengua. ¿Alguna vez has lamido un conejito?
–Eeeeh… No, no llegué a…
–Te enseñaré. Es fácil, y si sigues mis instrucciones, me correré en un santiamén tal y como lo hiciste tú.
–Sí, mamá.
Me metí entre sus piernas. Pude ver bien su parte más íntima. Podía oler su delicado aroma. Debajo de su más que espesa mata de vello oscuro había un clítoris de considerable tamaño y labios abertura de color más o menos oscuro. Su interior era de color rosa brillante y comenzaba a verse muy húmedo.
–Primero y principal, no puedes tener miedo –dijo, abriendo aún más su coño con los dedos–. No es sucio, en lo absoluto. Es hermoso. Y sabe a néctar. Lo prometo, mi vida. Ven a probar el néctar de tu madre. Lámelo. Dame lamidas fuertes y profundas, como si estuvieras comiendo helado en un día muy caluroso.
Poder saborear a mi propia madre fue un sueño hecho realidad para mí cuando posé mi lengua y mis labios en su vagina y comencé a complacerla. Ella tenía la boca abierta en forma de O, y gemía. Cuanto más lamía, más gemía mi mamá. Me puse duro como una roca, no solo por practicarle sexo oral a la hembra que me trajo al mundo, sino también por verla retorcerse y ver su pecho comenzar a agitarse debido a que su corazón latía rápido.
–Fíjate cómo froto mi clítoris –dijo, jugando con su coño mientras yo seguía trabajando más abajo con mi lengua–. El clítoris de una mujer es muy sensible. Pero cada mujer es diferente en lo que le gusta. Así es como me gusta a mí que me complazcan.
Sus dedos se frotaron con movimientos circulares mientras yo seguía saboreando su dulce néctar. Tuvo un orgasmo en segundos después. En su rostro se dibujó una expresión de paz mientras sucedía y dejó escapar un suave suspiro mientras disfrutaba de la sensación de gozo que la recorría. Su coño goteaba. Abrió mucho los ojos y suavemente deslizó sus dedos por mi cabello.
–Eso fue maravilloso. Quiero que te recuestes. Es tu turno.
Una vez que me puse boca arriba, mi mamá se puso en la misma posición que yo estaba hace un momento. Estaba a cuatro patas, con la cabeza entre mis piernas. Comenzó a plantar besos suaves y amorosos en la punta de mi verga erecta. Luego la levantó y comenzó a lamer el frenillo antes de metérsela por completo dentro de su boca.
–Oh, Dios mío… Mami… Eso se siente tan bien –gemí.
Ella me miró directamente a los ojos con mi polla palpitante en la boca y comenzó a chuparme aún más fuerte, moviendo la cabeza hacia arriba y hacia abajo. Ver a mi madre, tan inalcanzable hasta ayer, haciéndome algo tan guarro fue sin duda la visión más surrealista de mi vida.
Dejó que mi pene saliera de su boca.
–Y estás a punto de sentirte aún mejor. ¿Eres virgen?
–Eh… No –dije, sacudiendo la cabeza con timidez, como un niño pequeño.
–¿Pero alguna vez has estado una mujer de mi edad?
Volví a sacudir la cabeza.
–Entonces seré tu primera mujer mayor –dijo con una sonrisa traviesa y alegre–. ¿Qué mejor que tu madre para semejante primera experiencia?
Con mi polla palpitando por más, mi madre se subió encima de mí y acomodó mi dolorido miembro en la entrada de su cueva. Estuvo un rato provocándome, frotando el glande contra sus labios, antes de permitirme entrar en ella. Se sentía tensa y empapada. Y la sentí aún más apretada cuando apretó los músculos vaginales, haciendo que el placer para ambos fuera aún más sensacional. Lentamente, comenzó a balancear su cuerpo hacia adelante y hacia atrás, moviendo cada tanto sus caderas en círculos. Sus pesadas ubres también comenzaron a agitarse al compás del movimiento de su cuerpo, haciendo que verla desnuda encima de mí fuera aún más erótico.
–Qué hermoso se siente –gimió clavándome su vista en mis ojos, mientras no dejaba de montarme–. Esto se siente tan bien... Tan natural… Se siente tan bien que lo hagamos...
–Así es. Dios, así es…
–Presta, ooooh, atención a, aaaaaaah, cómo estoy haciendo esto, ¿bien? Quiero que aprendas. Aaaaaaah… Deja que ésta sea también una experiencia educativa para ti.
Continuó balanceando su cuerpo. Cada movimiento que hizo fue con un propósito. Su intención, además de gozar como perra en celo, era mostrarme cómo le gustaba tener sexo. Claro, no pasó mucho tiempo para que su magia obrara maravillas en mí y me encontrara al borde de un intenso orgasmo.
–Mamá, no voy a aguantar, voy a correrme –jadeé.
Ella comenzó a balancear su cuerpo con más fuerza.
–Hazlo, oooooh… Hazlo dentro de mí. Quiero que te corras dentro de mí, de tu madre. Córrete dentro del útero donde fuiste concebido. ¿Te gusta, aaaaaaaaah, esa idea?
Mamá me guiñó un ojo y comenzó a montarme con más intensidad. Sus músculos vaginales comenzaron a contraerse con fuerza y el momento que compartimos se volvió aún más íntimo. Estaba claro que ella también se estaba corriendo de nuevo. Sus ojos se abrieron y su espalda se arqueó, con un flujo constante de fluidos saliendo de su interior. Guiándome por las sacudidas, este segundo orgasmo que tuvo fue mucho más fuerte que el primero. ¿Qué fue lo que la llevó al límite? Tener una dura verga adolescente dentro de ella, más precisamente la de su hijo, pareció ser lo que hizo el truco.
Instantes después, disparé mi enorme carga de lefa en las entrañas de mi progenitora. Sus ojos y su boca se abrieron aún más en el momento en que me vacié dentro de ella, señal de que sabía que su propio hijo estaba plantado su semilla dentro de su útero, el lugar donde fue concebido hace muchos años.
–Ahí está… –dijo, sonriendo, bajando la velocidad de sus caderas–. Eso era lo que quería sentir. He estado deseando esto desde anoche. Creo que hasta lo soñé, amanecí toda mojada… Muy mojada.
Mi verga perdió dureza dentro de ella. Mamá se recostó encima de mí. Podía sentir su corazón acelerado, su piel cubierta de sudor y lo mejor de todo: sus grandes pechos posados sobre mi piel. Apartó su cabello, que estaba sobre mi rostro, para que pudiéramos besarnos. Cuando sus labios presionaron los míos, la agarré con fuerza y le devolví el beso. Y cuando ella metió su lengua en mi boca, yo hice lo mismo. Mamá morreaba mejor que todas las chicas que había besado hasta ese momento.
–Sin palabras –dijo entre besos–. Ciertamente, estas no son las vacaciones de verano que esperaba…
–Tampoco lo esperaba…
–Ahora sabes cómo tratar a una dama –susurró–. Y también sabes que a tu madre le gusta que se la monten. Sabes lo que eso significa, ¿no?
Mi instrumento dio un latido.
–Sí, mamá. Lo sé.
Ella sonrió. Volvió a besarme metiéndome la lengua hasta la garganta.
–Antes de regresar a la casa, es mi turno de beber néctar. De hecho, éste es mi trago favorito.
Mamá me obsequió una sonrisa muy traviesa y bajó hasta mi entrepierna y chupó todos los jugos que allí habían quedado: mi espesa leche con sus fluidos orgásmicos. Fue increíble ver semejante espectáculo y sentir sus labios y su lengua explorando cada rincón. Mi madre era una hembra en celo, ella amaba ser así.
El sol acababa de salir. La noche anterior nos habíamos bien acostado temprano después del largo viaje en auto que hicimos, así que no tuve problema en estar completamente despierto a las siete.
Observé la magnífica vista del lago a través de la ventana de mi habitación. La luz del sol se reflejaba en el agua y todo parecía perfecto.
Pero entonces vi algo que cambiaría el curso del viaje (y de todo lo demás, siendo franco) para mí: vi a mi madre completamente desnuda mientras salía del lago. Había ido a nadar temprano en la mañana y, ya que estaba sola, no llevaba nada puesto. Caminaba con lentitud de sueño, en dirección a la toalla que había llevado.
Desde que comencé la pubertad, tuve la idea de que mi mamá tenía un cuerpo comparable al de esas esculturas de la edad de piedra. Es decir, pechos más que generosos, una entrepierna muy peluda, un culo grande, piernas más o menos anchas… Una hembra hecha y derecha. Todo ello, sin llegar jamás a ser una jamona. Estaba en el punto justo. Y allí se mantenía desde hacía años, gracias al ejercicio y a llevar adelante una vida sin excesos. La única “trampa” que podía decirse que había hecho era una cirugía (regalo del vigésimo aniversario de casados que le hizo mi padre); no para aumentar el tamaño de sus tetas, sino para levantarlas y que quedaran bien paraditas. Para que se hagan una idea más clara, era bien parecida a la actriz Emma Butts.
Secó su largo cabello rojizo. Luego pasó la toalla por su delicioso cuerpo bronceado. Cuando terminó de secarse, colgó casualmente su toalla en la rama de un pequeño árbol cercano y procedió a hacer sus habituales estiramientos matutinos. Me deleité con la vista extremadamente erótica de ella contorsionando su cuerpo en todas las direcciones para aflojar sus músculos. Mi parte favorita fue cuando se incorporó de espaldas a mí y luego se inclinó para tocarse los dedos de los pies y pude apreciar su culo de diosa y sus grandes ubres colgando.
Una vez que terminó con su rutina, se tomó su tiempo para vestirse. No perdí detalle mientras se ponía el sostén y las bragas de color blanco, seguido de un vestido informal de sol. Todo sin darse cuenta de que me la estaba devorando con los ojos.
Una vez estuvo vestida, entró a la casa.
¡Finalmente había visto a mi madre completamente desnuda por primera vez en mi vida! Era una fantasía que arrastraba desde hacía mucho tiempo, desde que me platicó al cumplir los doce años sobre lo natural que es el sexo y cómo forma parte de la vida. No obstante, a pesar de lo abierta que era para hablar de esos temas, jamás había podido verla al natural.
Me había masturbado pensando en ella, desde luego, pero siempre había tenido que recurrir a mi imaginación. No fue el caso esa mañana. Me hice dos pajas seguidas recordando lo que había visto.
A partir de esa mañana, dejaron de importarme los planes que habíamos hecho para esas vacaciones. En lo único que podía pensar era en cuándo volvería a ver el cuerpo desnudo de mi mamá.
* * *
A eso de las cinco de la tarde, estábamos relajándonos en la casa después de haber pasado el día nadando, comiendo y simplemente divirtiéndonos. Mi papá estaba en su estudio, ocupado con su nuevo libro y yo estaba en el sofá viendo la televisión. Fue entonces cuando mi madre anunció que saldría a descansar un rato más al sol. Tomó una toalla y una manta de playa y salió por la puerta.
Mi corazón comenzó a acelerarse ante todas las diferentes posibilidades. Obviamente mi madre iba a estar desnuda afuera otra vez. No me tomó mucho tiempo tomar la decisión de salir e intentar espiarla por segunda vez.
* * *
Salí en la dirección que ella seguía después de corroborar que se había alejado de la casa. No fue difícil encontrarla. Estaba acomodándose sobre la manta de playa justo frente al lago, al lado de un árbol. Esta vez solo estaba en topless y tenía puesta la braguita de un bikini. Tenía los brazos abiertos y se veía tan cómoda, dejando que su cuerpo absorbiera los cálidos rayos del sol.
Sabía que si me acercaba hacia donde estaba, me atraparía. Era muy difícil no hacer ruido. Pero no pude resistirme a no dar unos pasos para poder verla mejor. A medida que me fui acercando a donde mi madre estaba tendida, pude ver mejor sus tetas extendidas en toda su gloria mientras ella parecía dormitar.
De repente giró la cabeza en mi dirección y agarró la toalla para envolverla alrededor de su cuerpo. Me había pillado. Traté de esconderme detrás de un árbol con desesperación.
–¿Lucas? –preguntó–. Sé que estás allí. ¿Qué estás haciendo aquí?
Vino hacia mí con una mirada curiosa en su rostro, preguntándome por qué la seguí. Por supuesto, me sentí completamente superado por la situación.
–Yo sólo... quería ver qué estabas haciendo –balbuceé, esperando que creyera mi inocente excusa.
–Pero ya te dije en casa lo que estaría haciendo aquí –respondió ella con una mirada severa en su rostro–. Me estabas espiando, ¿no? ¿Por qué harías algo así?
–¿Realmente necesitamos tener esta conversación? –le pregunté
Ella asintió.
–Bien –suspiré–. Esto es muy vergonzoso... Te vi nadando temprano esta mañana, y sólo quería verte otra vez. Es en todo lo que he pensado durante todo el día. Espero que no estés enojada.
De repente apareció una sonrisa en su rostro, mezcla de ternura y burla. Llevó una mano a la toalla y deshizo el nudo, revelándome lentamente sus tetas.
Sus pezones eran grandes y de color marrón ligeramente oscuro, y sobresalían casi medio centímetro. Sus areolas también eran bastante anchas, aunque tampoco tanto. Eran tetas bien grandes (seguramente una copa C) y estaban un poquito caídas. Si se los veía de lejos simplemente no se les hacía justicia a semejantes ubres.
Dejó caer la toalla al suelo.
–Ya ves, son sólo tetas –dijo como quien no quiere la cosa–. No es nada de lo que ninguno de nosotros deba avergonzarse. Además, incluso solías chupármelas cuando eras bebé, lo creas o no.
Era difícil creer que esta hembra hecha y derecha para frente a mí fuera mi madre. Notaba que no estaba actuando como la madre cariñosa y un poco despistada de siempre. Estaba en presencia de una amazona orgullosa de su desnudez.
Tal vez este era otro lado de ella, un lado audaz y pícaro que mantenía celosamente guardado.
–Nunca pensé que te diría esto, pero te ves tan... tan...
–Dilo.
–Buena –admití finalmente.
Mamá sonrió.
–Lucas, entiendo que te estés convirtiendo en un hombre y que el proceso te traiga un poco loco, ¿pero por qué el repentino interés en tu propia madre?
–Es difícil de explicar. No creo que pueda.
–Haz el intento. Tengo mucha curiosidad. Además, estoy aquí, desnuda para ti. Creo que me debes algo.
Tragué y pensé por un momento.
–Si tengo que darte una respuesta ahora mismo, es que me gustan las mujeres, ejem, mayores. Y tú definitivamente no eres una excepción a eso. Creo que eres deslumbrante.
–Eso es muy dulce de tu parte –dijo con una cálida sonrisa–. Vamos, estaba a punto de volver al agua para refrescarme antes de que vinieras. ¿Por qué no te quitas la ropa y te bañas conmigo?
–Yo... No sé si podría... –tartamudeé.
Se puso las manos en las caderas y me dirigió una mirada mitad severa, mitad traviesa.
–Oh, entonces está bien que me espíes y que te enseñe las tetas, ¿pero no te vas a dignar a devolverme el favor?
–Sabes que no es así mamá, es solo que... –Intenté discutir con ella, pero por la expresión que tenía, supe que no tenía sentido. –Está bien, supongo que no dolerá.
–¡Bien! –sonrió–. ¡Quítate la ropa!
Fue muy incómodo desnudarme frente a la mujer que me trajo al mundo, sentía que me estaba supervisando (y luego me enteré de que estaba en lo cierto). Pero, pensé, si eso era lo que tenía que hacer para pasar más tiempo admirando su desnudez, entonces valía la pena.
Entramos al agua. Éramos sólo mi madre y yo nadando y jugando a salpicarnos. Reímos mucho. No dejé pasar ni una oportunidad de ver sus tetas cada vez que salían del agua.
–Acércate –dijo de pronto.
–¿Qué pasa? –pregunté, acercándome.
–Todavía siento curiosidad –Puso ambas manos sobre mis hombros. –Esto de verme sin ropa… Es algo con lo que has fantaseado anteriormente, ¿no?
–¿Soy tan obvio? –respondí.
–Más o menos. Has estado actuando extraño en ciertas ocasiones los últimos meses, y las madres saben mucho más sobre sus hijos de lo que dejan ver. Aunque no espero que entiendas eso. Vengo teniendo la sensación de que has estado pensando en mí más allá de los límites típicos entre madre e hijo.
–Bueno, para ser completamente honesto, comenzó cuando solías darme esos sermones sobre sexo seguro y decirme que estaba bien masturbarme, siempre y cuando lo hiciera en privado. Sabía que tenías buenas intenciones, pero escucharte hablar de esas cosas era... Ya sabes... Además, creo que eres muy bonita.
–Debería haber sabido que esto sucedería –dijo riendo–. Definitivamente eres hijo de tu padre.
–¿Qué quieres decir? –pregunté.
–Pues, para hablar sin rodeos, tu padre ha tenido relaciones incestuosas con tu abuela, su propia madre, durante su adolescencia. Soy la única a la que se lo ha contado. Todavía le encanta hablar de ello y a mí me encanta escuchar sus anécdotas, ¡son tan excitantes! Supongo que se podría decir que es un fetiche que ambos disfrutamos. Escucharte hablar sobre cómo sientes atracción por mí es cómico, teniendo en cuenta esa perspectiva.
–¿Cómico? –respondí dejando escapar una risita–. Es lo último que esperaba que dijeras después de confesarme. Pero no es tan impactante como escuchar lo de papá...
–Parece que la manzana no cae lejos del árbol.
–Esto es embarazoso…
Mamá comenzó a deslizar sus manos por mi cuerpo, concentrándose en mi espalda.
–Oh, pobrecito de ti, no pensé que contarte eso te molestaría –dijo, con una sonrisa amorosa en su rostro–. ¿Quizás esto ayude?
De repente, sus manos bajaron a mi entrepierna y agarró mi verga con ambas manos. Me acercó más a ella hasta que estuvimos cara a cara y pudimos sentir su aliento cálido en mis labios. Luego usó una de sus manos para masajear mis bolas y la otra para acariciar mi creciente erección.
–¡Dios! Mamá… Eso se siente tan bien…
–Ya lo creo –dijo, sin dejar de acariciar mi miembro bajo el agua. –Hay algo muy excitante en hacer realidad este deseo tuyo, especialmente porque es bien guarro. Bueno, ahora que lo pienso, puede decirse que éste también es un deseo cumplido para mí.
Nos miramos cara a cara, directo a los ojos, durante los deliciosos minutos que duró su magistral paja. Nunca había tenido una experiencia tan intensa, tan íntima; y pocas de las que viví después estarían a la misma altura. Sus manos hicieron diferentes movimientos en mis testículos y mi verga, logrando un nivel de placer sexual que me era desconocido hasta ese momento. Me di cuenta de que estaba disfrutando esto, además, por la expresión de vicio que mamá exhibía en su rostro y al sentirla respirar con más fuerza.
–Estoy a punto de correrme –susurré.
Sus ojos se abrieron con ansiedad.
–¡Buen chico! Muéstrale a tu madre lo que sientes por ella.
Apretó mi miembro con más fuerza y me acarició los huevos hasta el punto en que no tuve más opción que dejar escapar una enorme descarga de leche en el agua. Sus caricias continuaron hasta que quedé completamente drenado y mi pene se ablandó un poco. Luego, se inclinó hacia mí y me dio un suave beso en los labios, seguido de otro, y otro, y otro, y otro, y uno más, que acompañó con un fugaz lengüetazo.
–Buen chico. Te amo mucho –dijo con una sonrisa mientras me soltaba–. Será mejor que nos vayamos. Y espero que esto quede entre nosotros, ni una sola palabra sobre esto a nadie.
–Nunca.
* * *
Mamá me despertó bien temprano a la mañana siguiente y me pidió que la acompañara a hacer ejercicio al aire libre. Por supuesto, aproveché la oportunidad de tener más tiempo en privado con ella sin pensarlo dos veces. Papá se había quedado escribiendo hasta muy tarde la noche anterior, y seguramente no se levantaría hasta el mediodía.
Comenzó de manera bastante inocente, ambos tomados de la mano mientras caminábamos alrededor del lago.
–Lo de ayer fue una experiencia bastante intensa –dijo.
–Lo fue –respondí–. Nunca imaginé que algo así sucedería. Pensé mucho sobre lo que pasó ayer.
Una sonrisa apareció en su rostro.
–Yo también, cielo. Fue un relámpago de calentura para mí. Y no se lo he contado a tu padre todavía, pero lo haré más adelante. Sé que a él le encantará saberlo, pero por ahora no quiero interferir con su escritura.
–Entiendo. Entonces... ¿Puedo verte desnuda otra vez? ¿Ya mismo?
Ella me empujó con su hombro juguetonamente.
–¡Vaya con la bolsa de hormonas! ¿Es por eso que pensaste que te desperté esta mañana? ¿Para poder mostrarte mis tetas y masturbarte de nuevo?
Me sonrojé.
–Lo siento. No quería…
–Sólo estoy bromeando. Ayer fuiste muy respetuoso. No veo por qué no podemos continuar, siempre y cuando actúes con madurez respecto a esto. Tendrás quince años, pero nunca es temprano para que un jovencito se comporte como un hombre.
Nos instalamos en un punto lejos de la casa donde había árboles pequeños que nos daban una relativa privacidad. Mamá tendió una gran manta de playa para que nos tumbáramos. Luego deslizó sus dedos bajo los tirantes de su vestido floreado y lo dejó caer al suelo. Se quitó el sostén y las bragas para quedar gloriosamente desnuda, en todo su esplendor maduro. Estaba orgullosa del cuerpo que tenía y le encantaba lucirlo. Sólo que esta vez lo estaba luciendo para mí.
Se acostó sobre la manta y e hizo una pose sexy para mí. Con un juguetón levantamiento de ceja, me indicó que me desvistiera también y me acostara junto a ella, lo cual hice con toda rapidez.
–Supongo que quieres continuar donde lo dejamos ayer –dijo.
–Absolutamente. ¿Qué tienes en mente?
Abrió las piernas y se frotó el coño extremadamente peludo con la mano, antes de separar los labios valiéndose de sus dedos.
–Ayer disfruté de tu virilidad –dijo. Hoy quiero que me devuelvas el favor con la lengua. ¿Alguna vez has lamido un conejito?
–Eeeeh… No, no llegué a…
–Te enseñaré. Es fácil, y si sigues mis instrucciones, me correré en un santiamén tal y como lo hiciste tú.
–Sí, mamá.
Me metí entre sus piernas. Pude ver bien su parte más íntima. Podía oler su delicado aroma. Debajo de su más que espesa mata de vello oscuro había un clítoris de considerable tamaño y labios abertura de color más o menos oscuro. Su interior era de color rosa brillante y comenzaba a verse muy húmedo.
–Primero y principal, no puedes tener miedo –dijo, abriendo aún más su coño con los dedos–. No es sucio, en lo absoluto. Es hermoso. Y sabe a néctar. Lo prometo, mi vida. Ven a probar el néctar de tu madre. Lámelo. Dame lamidas fuertes y profundas, como si estuvieras comiendo helado en un día muy caluroso.
Poder saborear a mi propia madre fue un sueño hecho realidad para mí cuando posé mi lengua y mis labios en su vagina y comencé a complacerla. Ella tenía la boca abierta en forma de O, y gemía. Cuanto más lamía, más gemía mi mamá. Me puse duro como una roca, no solo por practicarle sexo oral a la hembra que me trajo al mundo, sino también por verla retorcerse y ver su pecho comenzar a agitarse debido a que su corazón latía rápido.
–Fíjate cómo froto mi clítoris –dijo, jugando con su coño mientras yo seguía trabajando más abajo con mi lengua–. El clítoris de una mujer es muy sensible. Pero cada mujer es diferente en lo que le gusta. Así es como me gusta a mí que me complazcan.
Sus dedos se frotaron con movimientos circulares mientras yo seguía saboreando su dulce néctar. Tuvo un orgasmo en segundos después. En su rostro se dibujó una expresión de paz mientras sucedía y dejó escapar un suave suspiro mientras disfrutaba de la sensación de gozo que la recorría. Su coño goteaba. Abrió mucho los ojos y suavemente deslizó sus dedos por mi cabello.
–Eso fue maravilloso. Quiero que te recuestes. Es tu turno.
Una vez que me puse boca arriba, mi mamá se puso en la misma posición que yo estaba hace un momento. Estaba a cuatro patas, con la cabeza entre mis piernas. Comenzó a plantar besos suaves y amorosos en la punta de mi verga erecta. Luego la levantó y comenzó a lamer el frenillo antes de metérsela por completo dentro de su boca.
–Oh, Dios mío… Mami… Eso se siente tan bien –gemí.
Ella me miró directamente a los ojos con mi polla palpitante en la boca y comenzó a chuparme aún más fuerte, moviendo la cabeza hacia arriba y hacia abajo. Ver a mi madre, tan inalcanzable hasta ayer, haciéndome algo tan guarro fue sin duda la visión más surrealista de mi vida.
Dejó que mi pene saliera de su boca.
–Y estás a punto de sentirte aún mejor. ¿Eres virgen?
–Eh… No –dije, sacudiendo la cabeza con timidez, como un niño pequeño.
–¿Pero alguna vez has estado una mujer de mi edad?
Volví a sacudir la cabeza.
–Entonces seré tu primera mujer mayor –dijo con una sonrisa traviesa y alegre–. ¿Qué mejor que tu madre para semejante primera experiencia?
Con mi polla palpitando por más, mi madre se subió encima de mí y acomodó mi dolorido miembro en la entrada de su cueva. Estuvo un rato provocándome, frotando el glande contra sus labios, antes de permitirme entrar en ella. Se sentía tensa y empapada. Y la sentí aún más apretada cuando apretó los músculos vaginales, haciendo que el placer para ambos fuera aún más sensacional. Lentamente, comenzó a balancear su cuerpo hacia adelante y hacia atrás, moviendo cada tanto sus caderas en círculos. Sus pesadas ubres también comenzaron a agitarse al compás del movimiento de su cuerpo, haciendo que verla desnuda encima de mí fuera aún más erótico.
–Qué hermoso se siente –gimió clavándome su vista en mis ojos, mientras no dejaba de montarme–. Esto se siente tan bien... Tan natural… Se siente tan bien que lo hagamos...
–Así es. Dios, así es…
–Presta, ooooh, atención a, aaaaaaah, cómo estoy haciendo esto, ¿bien? Quiero que aprendas. Aaaaaaah… Deja que ésta sea también una experiencia educativa para ti.
Continuó balanceando su cuerpo. Cada movimiento que hizo fue con un propósito. Su intención, además de gozar como perra en celo, era mostrarme cómo le gustaba tener sexo. Claro, no pasó mucho tiempo para que su magia obrara maravillas en mí y me encontrara al borde de un intenso orgasmo.
–Mamá, no voy a aguantar, voy a correrme –jadeé.
Ella comenzó a balancear su cuerpo con más fuerza.
–Hazlo, oooooh… Hazlo dentro de mí. Quiero que te corras dentro de mí, de tu madre. Córrete dentro del útero donde fuiste concebido. ¿Te gusta, aaaaaaaaah, esa idea?
Mamá me guiñó un ojo y comenzó a montarme con más intensidad. Sus músculos vaginales comenzaron a contraerse con fuerza y el momento que compartimos se volvió aún más íntimo. Estaba claro que ella también se estaba corriendo de nuevo. Sus ojos se abrieron y su espalda se arqueó, con un flujo constante de fluidos saliendo de su interior. Guiándome por las sacudidas, este segundo orgasmo que tuvo fue mucho más fuerte que el primero. ¿Qué fue lo que la llevó al límite? Tener una dura verga adolescente dentro de ella, más precisamente la de su hijo, pareció ser lo que hizo el truco.
Instantes después, disparé mi enorme carga de lefa en las entrañas de mi progenitora. Sus ojos y su boca se abrieron aún más en el momento en que me vacié dentro de ella, señal de que sabía que su propio hijo estaba plantado su semilla dentro de su útero, el lugar donde fue concebido hace muchos años.
–Ahí está… –dijo, sonriendo, bajando la velocidad de sus caderas–. Eso era lo que quería sentir. He estado deseando esto desde anoche. Creo que hasta lo soñé, amanecí toda mojada… Muy mojada.
Mi verga perdió dureza dentro de ella. Mamá se recostó encima de mí. Podía sentir su corazón acelerado, su piel cubierta de sudor y lo mejor de todo: sus grandes pechos posados sobre mi piel. Apartó su cabello, que estaba sobre mi rostro, para que pudiéramos besarnos. Cuando sus labios presionaron los míos, la agarré con fuerza y le devolví el beso. Y cuando ella metió su lengua en mi boca, yo hice lo mismo. Mamá morreaba mejor que todas las chicas que había besado hasta ese momento.
–Sin palabras –dijo entre besos–. Ciertamente, estas no son las vacaciones de verano que esperaba…
–Tampoco lo esperaba…
–Ahora sabes cómo tratar a una dama –susurró–. Y también sabes que a tu madre le gusta que se la monten. Sabes lo que eso significa, ¿no?
Mi instrumento dio un latido.
–Sí, mamá. Lo sé.
Ella sonrió. Volvió a besarme metiéndome la lengua hasta la garganta.
–Antes de regresar a la casa, es mi turno de beber néctar. De hecho, éste es mi trago favorito.
Mamá me obsequió una sonrisa muy traviesa y bajó hasta mi entrepierna y chupó todos los jugos que allí habían quedado: mi espesa leche con sus fluidos orgásmicos. Fue increíble ver semejante espectáculo y sentir sus labios y su lengua explorando cada rincón. Mi madre era una hembra en celo, ella amaba ser así.