Inconfesables confidencias [Parte 1]

kamuix99

Pajillero
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Ene 2, 2014
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Las dos amigas tomaron asiento en una mesa de la cafetería.
Aquella mañana se veía poca gente en la calle y eso las tranquilizó.
Por alguna razón desconocida ambas preferían disfrutar siempre de la charla en soledad, sobre todo esta vez que dispondrían de varias horas para hacerlo.
Alejandra, una linda chica de 20 años y Sabrina, su compañera de escuela, casi de la misma edad, se habían citado para tomar el café juntas.
Como buenas amigas, cada vez que tenían algún tiempo libre lo hacían, y en realidad lo hacían con gusto, disfrutando cordialmente de su charla.
Pero en esta ocasión había algo más.
Era una cita especial.
Alejandra, repentinamente, había llamado por teléfono a su amiga.
Con seguridad tenía algo importante qué decirle.
Las dos ordenaron café caliente y se arrellanaron en sus asientos.
Después que las bebidas les fueron servidas, Sabrina comentó: -Oh Ale, disculpa.
pensé que no llegaría a tiempo.
esos pinches camiones de mierda son tan tardados.
-Lo sé.
No te preocupes, Sabrina.
yo también acabo de llegar.
-Y bien Ale.
¿De qué se trata, amiga? -La verdad Sabri, es algo que me ha venido afectando últimamente.
y ni siquiera sé por qué.
es una cosa que traigo metida en la cabeza tiene días.
no sé cómo explicártelo.
-Vamos Ale.
si no me lo dices no te descargarás.
-Si, lo sé.
lo sé, amiga.
y también sé que sólo a ti te tengo la suficiente confianza para decírtelo.
Pero debo confesarte que creo que será una cuestión demasiado pesada para tí.
no quisiera cargarte con mis cosas.
-Ah vaya.
así que consideras que no estoy preparada para escucharte.
¿No es así? -No, no es eso, amiga.
no es eso.
ay, Sabri, cómo explicarte.
lo que ocurre es que se trata de mi vida personal.
de cosas de mi infancia.
supongo que no tan edificantes.
comprendes? -Mmmm, si.
creo que sí.
pero.
y por qué no te animas a decírmelo? -No sé ni cómo empezar, amiga.
sabes?.
siempre pensé que esto jamás se lo confiaría a nadie.
que lo guardaría para siempre.
-Mira Ale, sé que confías en mí.
Y sabes que yo también confío en tí.
Así que por qué no te armas de valor y empiezas por el principio? Alejandra levantó su taza de café y la bebió de un sorbo mientras miraba a los ojos a Sabrina.
Luego comentó: -Primero necesito hacerte una pregunta, Sabri.
perdóname.
pero es necesario que lo haga.
-Claro amiga.
adelante.
Alejandra le soltó la pregunta repentinamente: -Dime, Sabri.
¿Viviste cuando eras niña algún tipo de experiencia sexual?.
Sabrina se puso colorada.
La pregunta tan directa de su amiga la desconcertó.
Pensó un momento mientras intentaba controlarse y respondió: -¡Mierda! Mira amiga, quien diga lo contrario o está tarado o es un mentiroso.
Lo que quiero decir es que todos, de una u otra forma, hemos vivido experiencias sexuales a esa edad.
Eso te lo puedo asegurar.
aunque sé que hay gente que lo niega.
-Qué bien que me lo dices porque de eso justamente quiero hablarte.
Mi carga proviene precisamente de esa etapa de mi vida, Sabri.
¿Me vas entendiendo ahora?.
-Ay Ale, claro que sí.
si supieras todo lo que yo viví de niña no me lo creerías.
Pero hagamos una cosa.
Si tú me confías lo tuyo yo también te confesaré lo mío.
Así nos sentiremos correspondidas y más decididas a decirnos todo lo que cargamos.
¿Qué opinas? -comentó Sabrina en tono tranquilizador- -Si.
está bien, amiguita.
me parece muy bien –respondió Ale más animada- Y quiero darte las gracias por tu comprensión, Sabrina.
-Muy Bien.
pues entonces.
adelante.
-De acuerdo.
sólo te pido que no me interrumpas.
-No lo haré.
La linda Alejandra jaló aire, hizo acopio de valor y comenzó a revelarle a su amiga las vivencias de su infancia: ".
Todo empezó cuando tenía más o menos 7 u 8 años.
Puedo recordarlo todo tan nítidamente como si apenas hubiese sucedido ayer.
Vivía con mi familia en un pueblito costero del mediterráneo, cerca de Cádiz.
Mi padre era capitán de barco y casi siempre estaba viajando.
El hombre era en realidad un trotamundos y por eso vivía su propia vida.
Así que tuvimos que crecer practicamente solas al lado de nuestra madre, aunque eso sólo fuera en apariencia.
De tres hijas yo era la menor de todas y cada una nos llevábamos dos años, de modo que Brenda, la mayor, debía andar por los 12, y Margot debía tener no menos de 10.
Nos queríamos mucho y éramos bastante unidas e independientes, aunque suene fuera de tono.
Sólo que mamá abusaba demasiado de su independencia quizás aprovechándose de los largos y prolongados viajes de mi padre, pues siendo una mujer tan joven, seguramente encontraba en algún lado quien la consolara mientras nosotras teníamos que quedarnos al cuidado de Sonia, una chica que trabajaba en casa y que suplía con creces sus prolongadas ausencias.
Tal vez por esa causa Sonia siempre tenía que quedarse a dormir en casa.
Mi madre ya le había destinado un cuartito para que prácticamente viviera con nosotras.
Esta linda y agradable jovencita, que tendría a lo sumo unos 17 ó 18 años era muy trabajadora y dedicada, pero también muy atractiva y bella.
Sus facciones eran finas y delicadas, de una hermosura casi oriental realmente exquisita.
Aparte de su inquietante belleza física poseía un atractivo especialmente singular: era demasiado cariñosa y atenta con nosotras.
La verdad es que puedo asegurarte, Sabrina, que era ella realmente quien se hacía cargo de toda la casa, e incluso hasta de cuidarnos.
Como es lógico nosotras tres sentíamos mucho cariño por la linda mucama y la considerábamos como nuestra hermana mayor.
Cualquier situación que nos sucediera, fuera lo que fuera, y al no estar presente nuestra madre, siempre acudíamos a Soni, que así le decíamos, ya fuera en busca de consejo o del consuelo necesario.
" ".
La cuestión es que Sonia, no obstante su juventud, venía a ser en la praxis nuestra segunda madre además de nuestra mejor amiga y confidente.
Como es lógico cuando mis dos hermanas, Brenda y Margot, se iban a la escuela primaria, yo tenía que quedarme con ella, pues no me inscribieron en la clase hasta que cumplí los 9.
La bella Sonia se encargaba de bañarme y cambiarme de ropa cada día antes de ponerse a hacer la comida.
Cierta mañana en que nos encontrábamos solas en casa y mientras me divertía jugando con mi muñeca en la parte trasera, ella se acercó a mí y me dijo: -Ale, ven.
Quiero que te metas en el cuarto y no salgas porque tengo que ir un momentito a comprar.
Yo le dije que sí, pues estaba acostumbrada a obedecerla en todo.
Me condujo hasta la recámara que yo compartía con mis dos hermanas y cerró la puerta y me senté en el piso a jugar con mi muñeca.
Minutos después escuché ciertos ruidos en la habitación contigua, que era de mis padres.
Yo sabía que mi mami, como siempre, en esos momentos andaría de juerga con algún amigo fuera de casa y casi siempre demoraba hasta dos o tres días sin llegar.
Y desde luego que Sonia también lo sabía.
Como a esa edad una es demasiado curiosa, quise investigar a que obedecían los quejidos y gemidos que escuchaba.
Abrí la puerta despacio y me salí.
Vi que la puerta del cuarto de mamá estaba trancada.
Busqué la forma de ver qué estaba sucediendo adentro, pues recordaba que Sonia había salido de compras.
Como nuestra casa era de tablas, como la mayoría de las de la costa, pronto descubrí un resquicio por donde mirar.
Lo que vi me causó una enorme impresión.
Era la primera vez que observaba una cosa parecida.
Nuestra linda y querida mucama estaba de rodillas en el piso completamente desnuda.
Tenía una mano puesta sobre el suelo y con la otra agarraba una larga vela de cera que se metía una y otra vez en su rajita.
Yo veía cómo el blanco objeto entraba y salía de su entrepierna con gran velocidad, escuchando gemir a Sonia con leves susurros, como si quisiera apagar los sonidos que su boca emitía para no ser escuchada.
Ella continuaba autosatisfaciéndose con aquella cosa que por lo visto le proporcionaba mucho placer, pues mantenía los ojos cerrados y las piernas abiertas, con la cara enrojecida de deseo, moviendo la vela hacia los lados para después volverla a introducir con fuerza en su hendidura.
Para mí fue más que suficiente.
Agitada me alejé de donde estaba y fui a esconderme en mi habitación.
No quería por supuesto que Sonia supiese que la había visto hacer todo aquello.
Pero no pude evitar seguir oyendo los gemidos y grititos que continuaban escapando de su boca y que traspasaban el muro de tablas.
Esa visión me alteró por completo preguntándome a mí misma por qué haría ella todo eso.
Al cabo de una media hora los ruidos cesaron.
Permanecí sentadita en el piso de mi dormitorio esperando a ver qué ocurría.
Por eso ya no quise salir del cuarto.
Estaba toda temblorosa, pero no sabía bien el por qué.
Luego de algunos minutos se abrió la puerta de mi habitación y ví a Sonia que entraba.
Se me quedó mirando con una sonrisa en los labios y me dijo como si nada hubiese sucedido: -Ya regresé de comprar Ale.
Anda,ven.
ya puedes salir a jugar si quieres.
-Si, Soni.
–le respondí aún con un temblor en la voz- " ".
Por la tarde no quise decirle nada a mis hermanas por temor a que me regañaran, de modo que ese primer secreto de una serie de vivencias escondidas quedó guardado y oculto en mi memoria.
Pasaron dos días y casi a la misma hora Sonia volvió a decirme: -Ale, linda.
quiero que te encierres en tu cuarto porque saldré a comprar algunas cosas para preparar la comida.
ah, y no salgas para nada hasta que yo regrese, si? -Si.
–le respondí- Con mi muñeca abrazada sentía mi corazón latir con fuerza.
Recordaba las escenas vistas anteriormente en oculto y eso me producía cierta inquietud que no sabía describir ni tampoco podía comprender del todo.
No pasaron ni diez minutos cuando escuché de nuevo aquellos mismos ruiditos y jadeos en el cuarto de junto.
Esta vez yo no quería salir, pues ver a Sonia haciendo eso me causaba cierta sensación de temor al pensar que fuera a descubrirme.
Mas ésta vez los gritos de la chica aumentaron de tono, lo que me hizo pensar que quizás hasta se estuviese sintiendo mal.
Con ese pensamiento en la cabeza me decidí a salir volviendo a pegar mis ojos a la juntura de tablas desde donde podía ver hacia adentro.
Contemplé de nueva cuenta el bello cuerpo sin ropa de Sonia, ahora tendida sobre el piso y con las piernas completamente abiertas.
Estaba jugando con la vela de cera pero en una posición distinta, ya que con una mano se la metía y se la sacaba de la colorada raja coronada por una negrura de pelos, y con la otra apretaba sus senos alternadamente.
Vi que su mano iba con acuciosidad de un pezón al otro tocándolos con suavidad, pellizcando las puntitas con deleite.
Después de varios minutos de estar en esa posición ella comenzó a gemir más fuerte, al parecer sin importarle que yo estuviese en casa, metiéndose la vela con mayor velocidad en tanto movía su grupa de un lado para otro apretando los dientes con fuerza, hasta que se detuvo laxa sobre el suelo y se quedó así por largos instantes.
Esta vez ya no quise abandonar mi precioso observatorio, pues mi curiosidad me incitaba a ver lo que hacía hasta el final.
Contemplé cuando ella se levantó, se sacó la vela de adentro y la puso en una silla.
Recogió su vestido del piso y se vistió con rapidez.
Se alisó los cabellos y se miró en el espejo.
Luego cogió la vela entre sus manos y miró hacia la puerta cerrada.
Pensando que pronto saldría de allí volví a mi cuatro y cerré la puerta silenciosamente.
" ".
Esa segunda visión que la mucama hizo en oculto vino a ser el segundo secreto que nunca quise revelarle a nadie.
Por alguna razón que ignoraba me guardé para mi sola las locuras onanísticas de Sonia, a quien desde ese día se me hizo una costumbre espiar casi a diario cuando se retiraba al cuarto de mamá para masturbarse con la vela.
Debí haberla visto muchísimas veces hacer lo mismo en la soledad de la habitación, seguramente alentada por mi inocencia, creyéndome desde luego incapaz de verla hacer todo aquello.
Pero en cierta ocasión en que me volvió a pedir que me quedara encerradita en mi cuarto mientras ella iba de compras, las cosas cambiaron y aprendí otra clase de visiones secretas.
Y es que esta vez la bella y caliente Sonia, de seguro ya no tan satisfecha con la velita, su acostumbrada compañerita de juegos, se olvidó de su fiel objeto de cera y optó por meter a un hombre en la casa.
Este señor, conocido de nosotras, era en realidad el tendero de la esquina.
Se trataba de un hombre mayor, como de unos 45 o más y medio calvo, a quien por lo visto la mucama no le hacía el feo, pues cuando escuché los gemidos tan intensos que ella emitía al otro lado de la pared fui a ubicarme en el lugar de costumbre, encontrándome con la sorpresa de que la tenía recostada sobre la cama, con las piernas totalmente abiertas hacia los lados mientras le empujaba con ardor su pito dentro de su rajita almidonada.
Te confieso, Sabrina, que era aquella la primera vez que yo veía a una pareja en pleno acoplamiento sexual, por lo que no quise alejarme de allí hasta no ser testiga de la culminación de aquel acto tan novedoso que por otra parte marcaría mi vida para siempre.
Escuchaba a Sonia que gritaba y gritaba con furia en tanto el macho la penetraba hundiendo su daga en la anhelante vulva peluda.
Ví que él le chupaba los sonrosados y endurecidos pechos, mordisqueándoselos con golosa pasión en tanto ella se movía con violencia debajo de aquel cuerpo velludo y sudoroso.
Por varios minutos estuvieron moviéndose los dos de ese modo hasta que ella volvió a gritar, ahora con mucho mayor fuerza, profiriendo una serie de gemidos altisonantes que yo oía con toda claridad sin comprender por qué lo hacía.
Después de un largo rato y cuando el ayuntamiento acabó, ambos se bajaron de la cama y comenzaron a vestirse presurosos.
Aproveché aquel instante para volver a mi habitación y quedarme allí hasta que Sonia llegó para decirme que ya podía salir.
" ".
Después de esa ocasión la caliente mucama solía repetir las experiencias sexuales con el viejo tendero con una frecuencia que me asombraba, ya que al menos cada tercer día los observaba encerrados mientras disfrutaban del acoplamiento con sus enardecidos cuerpos.
Por supuesto que a esa edad yo no podía saber que Sonia era en realidad una ninfómana sin llenadera, pues cuando no estaba cogiendo con el hombre aquél, aprovechaba para encerrarse a solas con la vela de cera de sus amores que tanto prefería.
Pero lo que vino a romper por completo la poca inocencia que me quedaba fue lo que ahora te confesaré: Como te he dicho, Sabrina, mi madre se ausentaba por largos períodos, y cuando regresaba a casa sólo permanecía uno o dos días; le dejaba dinero suficiente a Sonia y después volvía a desaparecer con la misma rapidez con la que había llegado.
Claro que cuando mamá estaba en casa la mucama se abstenía de invadir su recámara, acudiendo con seguridad a la suya para masturbarse con esa pasión tan incontrolable que me había dejado ver a escondidas.
Como te habrás dado cuenta nuestra madre era una mujer demasiado irresponsable y disoluta, y ya se veía que nosotras en el fondo no le importábamos mucho.
De manera que las circunstancias se presentaban perfectas para que yo aprendiese rápidamente y sin contratiempos todos esos juegos sexuales que Sonia hacía a escondidas y de los que pronto también sería partícipe.
Y como lo que te cuento es la pura verdad, te relataré lo que sucedió cierto día en forma inesperada.
" -Oh, Ale.
me creerías si te dijera que comparto totalmente tus sentimientos?.
no sé, amiguita.
tu vida se parece tanto a la mía.
-De verdad, Sabri?.
pues qué bien.
pero déjame seguirte contando.
después tendrás tu oportunidad.
de acuerdo? -De acuerdo.
pero con una condición.
-Si, amiga.
dime cual.
-Que no me confieses todo de un jalón.
sino que hagas una pausa para que yo también pueda relatarte algo de lo mío.
te parece? -Si, claro, Sabrina.
así será.
-Bueno pues.
adelante.
sigue.
".
Te decía, amiga, que algo sucedió de pronto, inesperadamente, En realidad fue algo que jamás me hubiera imaginado que pudiese pasar.
Más sin embargo debo ser totalmente sincera contigo porque en verdad ocurrió.
Así que te lo contaré tal como fue.
Una de esas noches en que estábamos solas con Sonia, mientras dormía en la habitación que compartía con mis hermanas me desperte bruscamente.
En medio de la oscuridad que reinaba en nuestro dormitorio no podía ver bien lo que estaba sucediendo.
No obstante, mis ojos pronto se acostumbraron a la oscuridad y volví la cara hacia las camas de Brenda y Margot, que se encontraban junto a la mía.
Lo que ví me dejó sorprendida.
Para empezar, me di cuenta que la cama de Margot estaba vacía.
Voltée y observé que mis dos hermanas estaban en el lecho de Brenda, en una posición no tan ortodoxa por cierto, besándose ambas sus chochitos haciendo el famoso 69, que desde luego en ese entonces yo desconocía.
Margot le mamaba su cosita a Brenda y ésta hacía lo mismo con la hendidura de la otra, sin poder evitar que los suaves quejidos de placer que ambas emitían interrumpiesen por completo mi sueño.
Quizás me consideraban tan pequeña que con seguridad no sospecharon que podía despertarme.
Yo no quise dejar de ver el salvaje intercambio, no sé si por temor o por gusto, pues la verdad es que deseaba ver lo que ellas hacían creyéndome dormida.
Estaba casi segura de que mis hermanitas, ajenas a mis descubrimientos sexuales con Sonia, pensaban que esas cosas ni siquiera pasaban por mi cabeza.
E indudablemente que tenían razón al estar tan confiadas, ya que las dos ignoraban los secretos que mi mente guardaba y que hasta ahora no les había dado a conocer en lo absoluto.
Así que aprovechándome de esa circunstancia tan ventajosa para mi, me acomodé sobre mi cama lo mejor que pude para contemplar absorta aquel espectáculo lésbico que mis hermanas protagonizaban, sin que por ello sintiera yo, te lo confieso, algún remordimiento o rechazo.
Y aunque no puedo negar que aquello fue algo que no esperaba, lo cierto es que a la edad que tenía aún no podía entender el por qué de todas esas cosas.
Mientras Brendita le mamaba su conchita a Margot, ésta se mantenía con su boca pegada al chochito de mi hermana.
Las dos gemían quedito para no ser escuchadas por mí, ajenas por completo de que eran observadas.
Se mantuvieron siempre en la misma posición, enfrascadas por completo en aquella lucha mamatoria sin dar ni pedir cuartel.
Las escuchaba proferir grititos de brama que la verdad me hicieron sentir una emoción desconocida.
Mis pulsaciones se aceleraron y mi respiración se agitaba en mi pecho infantil.
Al experimentar aquella serie de sensaciones ignoradas pero agradables, me pegué con fuerza al colchón de mi cama presionando mi pubis sobre él.
Y aunque no sabía aún por qué hacía eso, la gratificante caricia me encantó como nunca antes había sentido.
Después de un buen rato de ardorosos juegos interlinguales, mis hermanas acabaron en una intensiva suerte de grititos ahogados hasta que se quedaron inmóviles por algunos instantes.
Vi cuando poco después Margot regresó a su propia cama dejando a Brenda en la suya, no sin antes detenerse frente a la mía para comprobar mi estado de sueño.
" ".
Sobra decir que aquella noche la pasé en vela pensando en todo lo que las había visto hacer.
Y esa nueva visión, por lo visto, estaba destinada a marcar también mi vida para siempre, aunque en ese momento yo no lo sabía.
Los días pasaban sin sentir entre las largas ausencias de mi madre y las peripecias sexuales de Sonia por su lado, y mis hermanitas por el otro; cada cual gozando en oculto y a su manera de su propia sexualidad.
Y debo decir en su descargo que esa vida tan activa entre todas ellas era hasta cierto punto muy entendible, ya que como las cosas se presentaban tan ad hoc venían a ser una especie de caldo de cultivo para que se aprovechasen de la situación a su antojo.
Y claro está que debido a las facilidades circunstanciales que me rodeaban y a la lujuria desbordante de que ellas hacían gala iba a provocar irremediablemente que pronto yo también me iniciase en el conocimiento de las exquisiteces del sexo en oculto.
Cierta mañana en que me hallaba solita con Sonia y mientras jugaba frente a ella, como casi siempre solía hacerlo, me di cuenta de que ésta no apartaba sus ojos de mí.
La mucama estaba limpiando la cocina y tenía puesto un vestidito demasiado corto que dejaba ver sus hermosas piernas que marearían a cualquiera.
Mas era evidente que a mi sus preciosas extremidades al descubierto no me llamaban tanto la atención, a no ser por la extraordinaria tersura de su piel, que no puedo negar que sí admiraba.
Sabido es que cuando una es pequeña suele jugar sin preocuparse en lo más mínimo por la posición de su cuerpo y mucho menos de sus piernas.
Pero para Sonia aquello no pasaba de ninguna manera desapercibido.
Así que en cierto momento y al volver a sentir su insistente mirada sobre mi cuerpo, pude darme cuenta de que sus felinos ojos orientales se clavaban con extraña lascivia especialmente en el interior de mi entrepierna, abierta totalmente a causa de los inocentes juegos que hacía con mi muñeca.
No puedo decir con certeza qué fue lo que cautivó tanto a la mucama, si la visión de mis braguitas expuestas o la ninfomanía que ya me había demostrado con creces.
Mas fuere por una cosa o por otra, ella se acercó de pronto y agachándose frente a mí me dijo: -Qué haces, Ale? -Estoy jugando con mi muñeca.
-Sí, ya veo.
¿Quieres que juegue contigo? -Si tú quieres, sí.
En seguida comenzó a imitar mi forma de jugar, pero yo veía cómo ella no dejaba de admirar mis piernitas abiertas.
Descubrí un intenso rubor en sus mejillas que sólo había observado cuando se masturbaba a solas con la vela, o cuando el viejo tendero se encerraba con ella en el cuarto de mis padres.
Pronto Sonia se lanzó en su estrategia para seducirme, pues sentándose enfrente me empezó a hacer plática.
Cuando estuvo sobre el piso noté que abría sus piernas por completo ofreciéndome de cerca el hermoso panorama de sus muslos al descubierto.
Vi que hasta el fondo de sus aterciopeladas extremidades inferiores, ahora expuestas ante mis ojos, se hallaba escondido su tesoro sólo cubierto por la telita de su braga deliciosa.
Me le quedé mirando a esa parte abultada de su gruta que ahora aparecía protegida por el calzón, pero donde podía ver con claridad el montecillo de venus de su triángulo secreto de donde sobresalían por los lados algunos mechones de negro vello púbico.
A pesar de lo corto de mi edad no puedo negar que comencé a sentirme nerviosa y hasta noté que ciertos temblores se apoderaban de mi.
Era indudable que la mucama se daba cuenta de todo, pues no varió para nada su táctica sutil; y por el contrario, comenzó a cerrar y a abrir las piernas una y otra vez ante mis propios ojos con la intención de que yo me regodeara con la genial visión de sus intrincados recovecos secretos.
En tanto Sonia continuaba en ese tenor no apartaba ni un momento sus ojos del interior de mis piernitas, viendo hacia adentro con ojos lujuriosos.
Sinceramente, Sabriba, debo confesarte que lo que vi dentro de ella me cautivó.
Y me cautivó tanto que no deseaba que Sonia abandonara esa posición tan deliciosa.
Después de que pasaron varios minutos ella me insinuó: -Ale, quieres que hagamos un jueguito?.
es un juego que sé que te gustará.
-Si.
cual es, Soni? -Se trata de esto.
Así como estamos sentadas, veamos quien abre más las piernas.
Y diciendo y haciendo me dijo: -Mira, linda.
se hace así.
Vi cuando ella se abrió como una tijera dejándome ver ahora sí completamente la blanca pantaleta matizada de suave vellosidad que le sobresalía aún más por los costados.
Aquella visión tan atrayente y cercana me cautivó, y quizás fue esa la razón por la que le pregunté con inocultable interés que ella supo captar en seguida: -Soni.
te puedo preguntar algo? -Ay pero claro, linda.
dime qué quieres saber.
-¿Por qué tienes tan negrito allí debajo? -Dónde linda.
aquí? –me indicó, metiéndose la mano y jalando más hacia los lados la tela de su pantaleta- -Si.
allí.
-Humm.
pues porque ya soy grande.
-¿Es por eso? Entonces quiere decir que cuando yo sea como tú también tendré pelitos allí? -Claro que sí, Ale.
eso ni lo dudes.
Pero dime.
quieres ver bien como son? -Pues.
no sé.
-¿Quieres o no quieres? –me insistió, siguiendo con su táctica- Mira, si lo deseas puedes acercarte para que lo puedas ver bien.
anda.
ven aquí, linda.
Pero en vez de ser yo fue ella quien se acercó aún más a mí, con la clara intención de convencerme.
Te confieso, amiga, que yo no podía apartar los ojos de su hermoso chochito que me dejaba ver parcialmente la negrura que guardaba escondida.
Sonia volvió a la carga: -Mira Ale.
acércate más.
quiero que los veas bien.
Su mano había recorrido la telita de su braga por completo exhibiendo ante mis ansiosos ojos la sonrosada rajita de su vulva adornada por la oscura vellosidad semi rizada.
Ante semejante cuadro ya no pude decirle que no.
-Si.
quiero verte bien.
–asentí temblorosa- Tal parece que eso era lo que Sonia estaba esperando, pues enseguida me dijo: -Está bien.
pero aquí no.
mejor vamos a mi cuarto.
-¿Por qué? –le pregunté inocente- -Porque no.
aquí no.
no quiero que nadie nos vea.
-Bueno.
–le respondí- Ella se puso de pie y me tomó de la mano.
Yo la seguí rápidamente hasta el pequeño cuartito que le servía de dormitorio.
Llegadas allí Sonia cerró la puerta y me dijo que me sentara en la cama.
Ella se quedó parada frente a mí y se levantó el vestido hasta arriba de su cintura.
Pude sentir el flujo agitado de su respiración en tanto se acomodaba la prenda con las manos para dejar al descubierto su exquisito y adornado pubis.
Casi al instante y con manos ansiosas hizo a un lado su pantaleta mostrándome esta vez la totalidad de su exquisito monte de venus donde florecía aquella mata oscura y sedosa que le daba un toque divino.
Todo aquello me provocó intensos temblores en las piernas y en los brazos que no sabía en realidad qué hacer.
Pero sería Sonia quien se encargaría de dirigir mi accionar sin ningún problema.
Poniéndome su bollito abierto frente a la cara me dijo dulcemente: -Anda, Ale.
tócalos.
tócalos si quieres.
-No.
–le contesté temerosa, con los últimos resabios de pudor que me quedaban- -Tienes miedo, linda?.
anda, dime por qué.
-No.
no es eso.
es que.
-No tengas temor, linda.
¿Crees que Brenda y Margot lo sabrán? -Si.
tengo miedo de que ellas lo sepan.
-Pues no lo sabrán, te lo aseguro.
mira, Ale, este secreto podemos guardarlo para nosotras dos, si tú quieres.
-Si.
es que no quiero que ellas sepan –respondí- -Está bien, no lo sabrán.
¿De acuerdo? -Si, de acuerdo.
–le contesté completamente derrotada y dispuesta a entregarme al conocimiento de sus jueguitos secretos- -Ahora Ale, dame tu manita.
anda.
Yo le tendí mi brazo y ella lo agarró llevándolo enseguida al centro de su vulva que había mantenido abierta con la otra mano.
Depositó mi manita justamente debajo del calzón y soltó la tela, quedando mis dedos aprisionados debajo.
Luego me dijo con evidente urgencia: -Anda Ale.
ahora mueve tu manita allí abajo.
Obedeciendo su petición inicié un leve movimiento sin saber realmente cómo hacerlo.
Pero Sonia, dándose cuenta de mi candidez e ignorancia puso de inmediato su mano sobre la mía y comenzó a apretarla contra su propio coñito, moviéndola suavemente de un lado hacia otro.
Yo sentía su humedad allá adentro.
Mi manita se deslizaba ahora en la cavidad caliente provocando en mí sentimientos encontrados que no podía definir.
Allí me mantuvo agarrada por largos e intensos minutos hasta que se arqueó echando su cuerpo hacia atrás, mientras la escuchaba gemir de placer.
Al cabo de unos minutos ella me dijo.
-Ya, Ale.
ya debemos salir de aquí.
Ella sacó mi manita de debajo de su calzón y se acomodó la pantaleta y el vestido.
Luego, tomándome de la mano regresamos a la cocina.
Mientras caminabamos ella me recomendaba: -Ale, ya lo sabes, linda.
ni una palabra a nadie de esto.
-Si, Soni.
lo sé.
-Si no dices nada, mañana lo haremos otra vez.
¿Quieres que te enseñe a hacer más cositas? -Si.
si quiero, Soni.
-Pues entonces guarda el secreto.
está bien? -Si.
lo haré.
" ".
El siguiente día, aprovechando que mis hermanas fueron a la escuela, la ardiente mucama prosiguió sus aplicadas sesiones didácticas conmigo.
Y si he de serte sincera, Sabrina, tengo que admitir con honestidad que yo deseaba ardientemente la llegada del momento en que nos quedásemos solitas.
Apenas se hubieron ido Brenda y Margot y ya sin pedir mi consentimiento, Sonia me hizo una señal que yo entendí a la perfección.
Así que con rapidez nos dirigimos a su cuarto.
Sólo que esta vez la mucama estaba decidida a llevar más allá sus calientes enseñanzas, pues apenas hubo cerrado la puerta comenzó a quitarse la ropa con patente ansiedad.
Cuando estuvo completamente desnuda me dijo con voz ardorosa: -Ven Ale.
acércate a mí.
Dí unos pasitos hasta quedar frente a ella.
Contemplaba su lindo cuerpo moreno de hermosura incomparable temblando como una novata.
Ya veía que aquel tipo de cuestiones la enardecían hasta el delirio.
Al principio no sabía qué hacer sino que únicamente la miraba con los ojos abiertos de arriba a abajo, paladeando en mi interior la exquisita belleza de sus carnes.
Adoptando muy bien su papel de maestra, Sonia me tomó en sus brazos y me apretó contra ella.
Yo jadeaba debido a la intensidad del momento.
Ella entonces me dijo: -Anda, Ale.
no tengas miedo.
Lo que hoy te enseñaré es sólo parte de todo lo que vas a aprender conmigo.
quieres que te enseñe más cositas? -Si.
-De verdad quieres aprender más cositas, linda? -Si.
si quiero.
-Bueno, entonces relájate.
Para esto que hoy haremos necesito quitarte tu ropita.
dime.
¿Quieres que te la quite? -Si tú quieres, si.
–le respondí con la boca seca- -Muy bien, Ale.
entonces, te quitaré tu vestidito.
La mucama comenzó a despojarme de mis breves vestiduras, incluyendo mi breve pantaletita estampada, quedando finalmente igual que ella.
Cuando las dos nos encontrábamos como Adán y Eva en el paraíso, Sonia inició la segunda clase lésbica que yo recibía en mi corta vida.
Me recostó sobre su cama y me abrió las piernitas.
En seguida se montó sobre la cama y se acomodó presta en medio de mis extremidades inferiores, las cuales me abrió por completo.
Allí se dio a abrevar en mi virginal pubis metiendo primero su lengua con mucha suavidad en mi resquicio de niña, como si se tratase de una frágil pluma de pavo real que revoloteara lentamente sobre la piel de mis intimidades.
Debo decirte, amiga, que jamás me habían tocado allí desde que tenía uso de memoria, pero la sutileza de la caricia me encantó.
Era tal su habilidad para gozar de esa forma que me cautivó, y me cautivó tanto que yo me abandoné por completo a la delicada tibieza de sus exploraciones bucales cerrando mis ojitos y deleitándome con aquellas intrusiones de su lengua en los escondidos recovecos de mi cuquita.
Ella se mantuvo introduciendo la puntita, entrando y saliendo con lentitud, con maestría; lo que sin duda era algo que le agradaba en demasía.
Ante el placer desconocido que mi oculta zona registraba sólo podía mantenerme pasiva recibiendo las intensos lengueteos y lamidas de la boca de Sonia.
Seguramente como parte de su plan ella no quería que utilizáramos demasiado tiempo encerradas quizás previendo alguna visita inesperada, por lo que una vez que se gozó ampliamente con la ricura de mi inviolado chochito me preguntó: -Ale.
quieres besarme tú? -Pues.
no sé.
no sé cómo hacerlo, Soni.
-Y si yo te enseño?.
¿Lo harías? -Si me dices cómo.
pues sí.
-¿Te gustaría hacérmelo? -Si.
sí.
-Bien.
entonces, yo te diré cómo.
Ella se tendió sobre el colchón con las piernas abiertas indicándome que me incorporase.
Luego me dijo: -Anda, Ale.
colócate en medio de mis piernas.
así como yo lo hice.
-Si.
Hábil como era para moverme me coloqué entre sus lindas piernas, en espera del siguiente paso.
Ella me ordenó: -Ahora, baja tu cabecita hasta mi cosita.
anda.
métete en medio.
-¿Así?.
-Si, linda así.
muy bien.
ahora tócame los pelitos.
mete tus dedos entre los rizos.
Yo me di a navegar con mis dedos por la jungla de vellos negros y brillantes de su lindo pubis deleitando mi sentido del tacto con las suavidades exquisitas de sus negros mechones.
Pero Sonia no deseaba tan sólo eso, pues enseguida me dijo añorante: -Ahora, ábreme la rajita de en medio.
rápido, linda.
Deseando quedar bien con ella para que me siguiera enseñando, coloqué mis manos justamente sobre los labios vulvares superiores de su bollito.
Los tomé como pude y jalé hacia los lados.
Una roja boca salpicada de tibias humedades apareció frente a mis ojos.
Ella me urgió.
-Anda, Ale.
méteme dos deditos adentro.
anda.
hazlo.
-¿Cuáles?.
-Los más largos.
los que tú quieras.
pero métemelos ya.
Viendo que la linda mucama estaba tan colorada de la cara como cuando le veía masturbarse a solas, comprendí que ardía en deseos de sentir algo dentro de su conejito peludo.
Así que lo más rápido que pude dirigí mis dos dedos centrales hacia el lascivo conducto abierto y los introduje con suavidad.
Sentí cuando Sonia se pegó por completo a mi mano buscando indudablemente una penetración más efectiva.
Casi en seguida comenzó a mover con lentitud su grupa, como lo hace un barco anclado a la en la bahía o a la orilla del mar.
En esa sublime posición ella comenzó a gozar y después a gemir de lo lindo, en tanto yo la observaba aprendiendo lo más que podía de su extraña forma de conducirse.
No pasó mucho tiempo para que los estertores de su cuerpo le anunciaran el orgasmo, que llegó como una explosión de dinamita acompañada de gritos de lujuria.
El lenguaje soez que utilizaba era también parte de la enseñanza y sus obscenidades se me quedaron grabadas por igual.
Al término de aquel delicioso acto íntimo Sonia me arengó: -Ya Ale.
tenemos que vestirnos.
puede venir alguien.
-Si.
Casi de inmediato se dio a la gentil tarea de ponerme mi vestidito y mis bragas, para después ser ella quien procediera a cubrir su hermoso y esbelto cuerpo.
Salimos de su dormitorio y adoptamos una actitud de ignorancia, como si nada hubiese ocurrido entre nosotras.
Era obvio que Sonia estaba logrando su propósito conmigo poco a poco, muy sutilmente, pues al inicio sólo me hacía esas cosas sin desbocamientos ni precipitación, y todo ello era parte de su plan.
Tenía primero que generar confianza, mucha confianza, para avanzar después con más soltura en sus libidinosas como excitantes prácticas.
Y pronto tendría yo la oportunidad de comprobar todo eso.
" ".
Cierta noche en que estábamos durmiendo, y por una afortunada casualidad, noté que mi hermanita mayor se bajó de su cama y salió del cuarto sigilosamente, cerrando tras ella la puerta.
Su actitud temerosa y expectante despertó ciertas sospechas en mí, pues normalmente cuando nos levantábamos al baño lo hacíamos con toda normalidad, sin tanta aprehensión como ahora lo hacía ella.
Pero había algo en su accionar que me decía que estuviese atenta y hasta que la siguiera si fuere necesario, pues tenía el presentimiento de que algo nuevo para mí estaba por ocurrir.
Sin saber en realidad la causa, esperé a que Brenda se alejara.
Poco después yo hice lo mismo y salí también del dormitorio.
Mi sorpresa no tuvo límites cuando ví la figura de mi hermanita introducirse en la recámara de la mucama.
Por algunos instantes me quedé escondida tras un mueble.
Cuando transcurrieron unos minutos me dirigí hacia la puerta del cuartito de Sonia.
Quería ver qué era lo que estaba sucediendo.
Busqué ansiosamente la anhelada rendija.
El haz de luz que salía de una juntura de tablas me indicó que era por allí.
Pegué los ojos y miré al interior.
Sonia y Brenda se encontraban extasiadas y perdidas en un intenso beso en la boca que debió durar varios minutos.
Sus cabezas se movían sin cesar paladeando recíprocamente el ardor de aquella lingual caricia.
Las manos de una recorrían las nalgas de la otra, apretando la tela y subiendo hasta la cintura para volver a bajar por las protuberancias esféricas de sus propios culos.
Ambas se hallaban en bata de dormir lo que facilitaba de alguna forma la maniobra, pues ví cómo las dos introdujeron sus manos debajo de la prenda buscando anhelosamente sus intimidades secretas.
Allí se dieron a gozar del precioso deleite de los ricos tocamientos de sus pubis, demorando en esa posición lo suficiente para que Sonia, caliente como estaba, fuera llevando a Brenda sin soltarla ni un momento hasta la cama.

Continuara...


 

Sirango

Pajillero
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Muy buen relato lesbico sin duda vere las continuaciones estos son el tipo de relato que me gustan donde indangan en las historias y no son sexo porque si eres mujer hombre porque si es el primer caso abria acertado porque esto parece escrito por una chica si eres hombre tienes muchisima sensibilidad por lo que veo o haz leido mucha literatura erotica sea como fuere es excelente sigue asi que tienes un fan aqui
 

api

Virgen
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relato muy caliente, muy bueno
 

tuko23

Virgen
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esta bueno, esperando la 2da parte. se agradece
 
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